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Cuadernos del Cendes
versión impresa ISSN 1012-2508versión On-line ISSN 2443-468X
CDC v.25 n.68 Caracas ago. 2008
DOCUMENTOS
Conferencia en Cendes
Geometrías internacionales del poder y la política de una «ciudad global»: pensamientos desde Londres
Doreen Massey*
* Geógrafa. Profesora-Investigadora de la Open University (Reino Unido).
Quisiera explorar un enfoque político para espacios global-locales. Yo vivo en Londres y estoy involucrada en la política de la ciudad. Y es Londres, como lugar local pero al mismo tiempo global, el que ha fomentado los pensamientos que quisiera presentar. Es, entonces, un caso específico, pero tiene que ver con temas más generales: la relación global-local, las geometrías del poder y algunos de los desafíos que presentan estas geometrías, y las responsabilidades políticas que surgen consiguientemente.
En muchos aspectos Londres es una ciudad «progresista». El alcalde es izquierdista (se llama Ken Livingstone, y estuvo a cargo del Consejo de Londres, que fue abolido por Margaret Thatcher en los años ochenta. Yo también trabajé en ese Consejo).1 Hay muchos movimientos radicales en la ciudad, y hay una tradición más o menos progresista. Pero Londres es también un lugar que ocupa una posición clave y poderosa dentro de la organización y la difusión de la mundialización neoliberal. Es esta conjunción de características (progresista, pero clave en la producción de la globalización neoliberal) la que ha provocado los pensamientos que quisiera presentar aquí.
Tengo dos preguntas: ¿cuáles son las responsabilidades que surgen de tal situación?, y en ese contexto, ¿cuáles podrían ser las posibilidades de una política radical, local, pero al mismo tiempo global? Esta perspectiva se basa en el concepto de las geometrías del poder. También me hace reconsiderar un poco la conceptualización misma de «lo local» y «lo global».
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Se dice que en esta época de globalización vivimos cada vez más en un espacio global de flujos, y hemos aprendido a reconceptualizar tanto lo local (el lugar, la ciudad, el país) como lo global desde ese punto de vista. Así es que en la actualidad es preciso entender el espacio como producto de relaciones sociales, y la identidad de cada lugar (de «lo local» en general) como producto de una mezcla distintiva de todas las relaciones, prácticas, intercambios, etc. que se entrelazan allí. Además, en su construcción misma, todas esas relaciones y prácticas, y todos los intercambios, están llenos de poder social. Son relaciones del poder. Son geometrías del poder. Esta conceptualización plantea la cuestión de la forma geográfica de tales relaciones de construcción: ¿qué es la geografía de las relaciones del poder dentro de las cuales lo «local», y su identidad, se construyen y se mantienen? A su vez, esto plantea la cuestión de la relación social y política de lo local con esas geometrías del poder dentro de las cuales se construye.
Esta manera de conceptuar «la identidad» de un lugar puede conducirnos en múltiples direcciones. Primero, puede llevarnos a explorar «adentro» dentro del lugar, hacia una apreciación de su complejidad interna: las multiplicidades, la diversidad dentro de cada identidad. Este es el lugar como punto de encuentro, el lugar como negociación continua, el hibridismo ineludible de cada lugar, etc.; el hecho de que, como se dice, lo global se encuentra dentro de lo local. Exploramos las cuestiones políticas que surgen de esta reconceptualización del interior del lugar la cuestión de multiculturalidad, por ejemplo. Y es imprescindible hacerlo: intelectual y políticamente.
Pero hay también otro rumbo al cual nos puede conducir esta manera de imaginar lo local, otra geografía de la construcción relacional del lugar y su identidad. Esta geografía se compone de las relaciones que se extienden fuera del lugar, tal vez (como en el caso de Londres) a todo el mundo. Cada lugar, no sólo depende de una esfera espacial mucho más amplia, sino que también tiene efectos sobre ella. Es decir, desempeña un papel dentro de las geometrías del poder más amplias. Y ello nos lleva (o debería llevarnos) a preguntar cuál es, o cuál debería ser, la relación política y social de un lugar local respecto de esas relaciones globales en fin, una responsabilidad local «a distancia».
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Londres otra vez. El día de las bombas en la ciudad el 7 de julio 2005 Livingstone, el alcalde, dijo que «jamás van a vencernos» porque Londres es emblemático de un futuro multicultural progresista. Estaba refiriéndose a la mezcla de gente, de culturas, de idiomas, que se encuentra en la ciudad; al hecho de que es (se dice) la ciudad más multicultural del mundo y que tiene también una fuerte política antirracista. Y tuvo razón: en ese sentido Londres sí es una ciudad global multicultural bastante buena, y la multiculturalidad es un aspecto muy importante de su identidad interna. Pero al mismo tiempo es también, como ya dije, un lugar que se ubica en una posición clave y poderosa dentro de la organización y la difusión de la globalización capitalista neoliberal. Algunas de las actividades que tienen lugar (precisamente) en Londres acarrean efectos dañinos en el resto del mundo. Todo eso contribuye igualmente a la identidad de la ciudad. Entonces hay que preguntar: ¿Londres es emblemático también de un futuro mundial desigual y neoliberal? Y por eso pregunto yo: ¿cuáles podrían ser, en esta situación, las posibilidades de una política radical, local, pero al mismo tiempo global? ¿Cómo responder conceptual y políticamente a este otro aspecto de Londres como ciudad global?
Hablamos con frecuencia de la producción global de lo local, pero es un modo de relacionar lo local y lo global que fácilmente puede transformarse en lo local (el lugar local, el país) como víctima de lo global, y por eso la meta política a menudo se entiende como «defender el lugar contra la globalización». Es como si la globalización siempre llegara de otras partes. Pero en algunos lugares como Londres, pero también muchos otros, no solamente lo local es producto de lo global, sino que lo global se produce también dentro de lugares locales. Lo que me preocupa políticamente es una tendencia a la exoneración, la exculpación, de lo local, del lugar local. Al contrario, tenemos que tomar responsabilidad por los efectos globales de nuestros lugares locales. Y algunas veces esto implicará que hay que poner en duda el papel (o algunos aspectos del papel) que desempeña nuestro lugar dentro de las geometrías del poder más amplias.
Si el espacio se conceptualiza como resultado de prácticas y relaciones sociales, si los lugares son nudos de relaciones entrelazadas dentro de estas geometrías del poder social, si se toma en serio que lo local y lo global se constituyen mutuamente, entonces de eso se desprende que los lugares locales no son puramente ni productos ni víctimas de la globalización, sino que cada lugar es una mezcla distintiva un entretejido de relaciones sociales, dentro de algunas de las cuales el lugar tendrá una posición subordinada, mientras en otras tiene una posición más o menos dominante. El reto entonces es cómo reorientar la imaginación (el sentido de lugar) para que podamos verdaderamente tomar en cuenta esta realidad de los enlaces del lugar en donde vivimos con el resto del mundo: es decir, su posición dentro de las geometrías globales del poder.
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Es necesario profundizar un poco en esa relación postulada entre «identidad» y «responsabilidad». Hay dos filósofas feministas que han reflexionado largamente sobre la cuestión de la responsabilidad y me han ayudado mucho a volver al revés esta cuestión de la identidad. Son expertas en la filosofía de Spinoza y plantean un sentido de responsabilidad, con raíces en su obra, que se basa en la relacionalidad (por lo que tiene mucho que ver con nuestra conceptualización del espacio aquí) y tiene «extensión» (es decir no se limita ni a lo inmediato ni a lo local). Se llaman Moira Gatens y Genevieve Lloyd y se interesan por la cuestión de la responsabilidad por el pasado (por la «extensión» temporal); en su caso la responsabilidad de los blancos de hoy en Australia por la historia pasada de opresión de los indígenas de ese país. En su libro Collective Imaginings (1999) escribieron: «Al entender como nuestro pasado continúa en nuestro presente entendemos también las exigencias de la responsabilidad por el pasado que llevamos con nosotros, el pasado en el que nuestras identidades se forman. Somos responsables por el pasado, no debido a lo que hemos hecho como individuos, sino debido a lo que somos» (p. 81, traducción y énfasis míos).
Esta es una responsabilidad con esas relaciones a través de las cuales se construyen nuestras identidades. Entonces, mi pregunta es: ¿esa dimensión temporal (histórica) de la responsabilidad (por el pasado) puede traducirse en lo espacial (en lo geográfico) y en el presente? Porque lo mismo que «el pasado continúa en nuestro presente», así también lo lejano se entrelaza en nuestro (lugar) «local».
Una clara dificultad es que pensar en una responsabilidad tan amplia nos parece opresivo. ¿Cómo responder a todos los vínculos por los cuales estamos relacionados con el mundo? Jean-Paul Sartre (1981) trató de imaginar en un momento dado todos los acontecimientos que estaban teniendo lugar en ese instante. Estaba escribiendo a fines de la Segunda Guerra Mundial y pensó en las batallas en el Atlántico, en los nazis y los comunistas luchando en Berlín, y también en cosas más cotidianas. Es decir, Sartre estaba tratando de evocar precisamente un sentido de simultaneidad, de imaginar todos los acontecimientos contemporáneos que, juntos, construyen el espacio social. En un comentario sobre Sartre, el escritor estadounidense Fredric Jameson (1991) critica duramente ese intento. Es imposible, escribe Jameson, apreciar todas las cosas y relaciones, es imposible aun enumerarlas. Tal tentativa solo lo va a dejar a uno con un sentimiento de fracaso, de impotencia, y con un sentimiento de culpabilidad de haber inevitablemente olvidado muchas cosas. Es, dice Jameson, nada más que una pura formalidad.
¿Cómo responder? Es claro que es inútil tratar de enumerar todo, pero el punto en cuestión no es ese. Más se trata de una actitud, una disposición en relación con el mundo, una manera de ser que es abierta hacia afuera. El filósofo Henri Bergson escribió en relación con la temporalidad y con la historia que para pensar en la historia es necesario «lanzarse en el pasado». Es decir, adoptar una disposición; sólo después de haber hecho eso es posible enfocarse en los acontecimientos específicos. Es algo así lo que yo quisiera evocar en el caso del espacio: «lanzarse en el espacio» con una conciencia de la configuración mundial de trayectorias, vidas, prácticas dentro de la cual vivimos, por la cual estamos constituidos y por la cual tenemos, y nuestros lugares (países, regiones) también tienen, una identidad.
El reto entonces, es cómo reorientar la imaginación para que podamos verdaderamente tomar en cuenta esta realidad de nuestros vínculos, y los vínculos del lugar en donde vivimos, con el resto del mundo. Podría ser importante en la construcción de una política «local», pero al mismo tiempo global.
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Quisiera terminar presentando tres ejemplos de tal política. Tienen que ver con Londres pero tienen pertinencia más general. Los escogí porque son diferentes en términos de los actores políticos involucrados, las maneras en que ponen en duda las relaciones de la globalización neoliberal (las geometrías del poder neoliberal y global) y en que sugieren alternativas, y las maneras en que intentan cambiar un poco la relación global-local.
Primer ejemplo: Londres y muchas ciudades, sobre todo en el llamado «primer mundo» depende, para la reproducción social, de trabajadores de otros países. Por ejemplo, la reproducción social de la ciudad depende de médicos y enfermeras que vienen de África y de Asia. Esas regiones han pagado la formación de dichos trabajadores, y la pérdida de esa fuerza de trabajo hace aún más difícil la provisión de un sistema de salud. Entonces, Ghana, África del Sur, la India, Sri Lanka todos están subvencionando, de hecho, la reproducción de Londres, una de las ciudades más ricas del mundo. Hay una subvención por parte de los países pobres hacia un lugar rico. Y hay muchos, hasta Nelson Mandela, en los países pobres, que han censurado estos flujos de mano de obra profesional. No es una cuestión sencilla, porque puede muy fácilmente convertirse en un rechazo racista de los derechos de migración.
¿Qué hacer frente a este problema? La propuesta que me parece más interesante viene de un proyecto de investigación cooperativa entre investigadores del Reino Unido y de Ghana (Mensah y otros, 2005). Tiene dos aspectos: 1) que los dos sistemas de salud, en ambos países, incluyendo los sindicatos, puedan organizarse como un solo sistema, y 2) que el Reino Unido (Londres en mi caso) pague «restitución» por la subvención que Ghana está actualmente dando al Reino Unido.
Puede ser que haya otras posibilidades, pero esta me interesa por cuatro razones. Primero porque provoca una reconceptualización del lugar local. Es una perspectiva de adentro hacia afuera. Reconoce no solo el mundo «exterior» que se encuentra dentro del lugar (los inmigrantes, la multiculturalidad dentro del lugar), sino también (y al revés) el «interior» que se encuentra afuera. Implica que, en algunas esferas, en relación con ciertas cuestiones, quizás hay que conceptualizar (algunos aspectos de) otros lugares como, hasta cierto punto, parte de Londres y a la inversa. El cierre de un centro de salud en África por falta de enfermeras, por ejemplo, es parte integral de la dinámica de la reproducción social de Londres. Pero, aunque hay muchas políticas que tratan de la multiculturalidad dentro de Londres, actualmente ninguna perspectiva política sigue esas líneas de conexión con el resto del mundo, o se informa sobre sus efectos allá. Nosotros, londinenses, debemos creo yo de algún modo «globalizar» nuestra atención a la multiculturalidad local interna.
Segundo, este modo de enfocar la cuestión me interesa porque abre la posibilidad de una política de cooperación entre lugares que ocupan posiciones muy distintas dentro la geometría desigual del poder de la globalización neoliberal.
Tercero, aunque esta propuesta propone un pago (un flujo monetario) desde el Reino Unido hacia Ghana, no se trata de «ayuda económica». La «ayuda», como sabemos, tiene matices, y realidades, de condicionalidad, de caridad, aun de generosidad. Refuerza, entonces, la ya existente desigualdad en las relaciones entre lugares. Y quizás lo más importante deja de reconocer esas relaciones desiguales de las cuales ha surgido la necesidad misma de ayuda. Es decir, no reconoce las relaciones económicas subyacentes (la geometría del poder). Pero en la propuesta alternativa que acabo de dibujar el modo de enfocar el problema no tiene nada que ver con «la ayuda»: se trata de una obligación. A través de la restitución reconoce la desigualdad que, en primer lugar, ha fomentado los flujos migratorios de médicos y enfermeras.
Cuarto, lo anterior a su vez cambia el espacio la geometría del poder. En ambos casos (ayuda, restitución) hay un flujo de dinero: en uno en forma de ayuda, en el otro en forma de pago de una obligación. Podría ser exactamente la misma cantidad de dinero. Lo que es diferente es el contenido de poder. Por eso establece una relación también distinta, y por eso origina un espacio distinto. Es lo que yo quiero decir con «espacio como producto de relaciones». Y, lo importante aquí, transformar el espacio de este modo tiene efectos tanto materiales como políticos. Cambia la geometría del poder.
Segundo ejemplo: hace diez años Ken Sara Wiwa y ocho compañeros suyos fueron ejecutados por haber luchado contra las actividades de las grandes empresas petroleras en Ogoniland (en el delta del rio Níger). Londres es un centro petrolero el petróleo y el gas son una parte muy importante de su mercado financiero (lo que se llama «the City»). La Shell y también la British Petroleum tienen allí sus sedes y oficinas centrales, y hay además muchas compañías vinculadas al sector.
En Londres actualmente hay una campaña de conmemoración a Ken Sara Wiwa y sus compañeros. Pero no es una campaña que mira al pasado, sino una campaña publicitando las actividades de la industria petrolera que se están organizando actualmente desde la ciudad. La campaña tiene muchos elementos, pero voy a mencionar solo uno. Es un mapa, una campaña de cartografía, de la imaginación cartográfica de lo que está pasando, ahora mismo, en Ogoniland. El mapa incluye toda la gama de actividades económicas ubicadas en Londres, que son parte de lo que sigue ocurriendo allí compañías petroleras, empresas de seguridad, de auditoría, bancos, etc., etc.. Yo lo llamo «un mapa de implicación local en lo global». Es importante subrayar que esta es una campaña apoyando la lucha en Ogoniland es una campaña de solidaridad. Se organiza también con algunos grupos nigerianos de Londres; es decir, es otro elemento de pensar hacia afuera la multiplicidad local, interna, de esta ciudad. Vincula la multiculturalidad interna de la identidad de Londres con sus relaciones externas. Además, hace una conexión entre las decisiones cotidianas en las oficinas «normales» de la ciudad con los problemas causados, los efectos dañinos, en otras partes del mundo (y como dijo Dada, es «lo normal» que es el desastre).
El tercer ejemplo es el acuerdo de solidaridad y cooperación entre la Alcaldía de Londres y la Alcaldía del Distrito Metropolitano de Caracas.
2 Tiene muchos elementos: 1) programas culturales que destacan las particularidades socioculturales de ambas ciudades la multiculturalidad y el mestizaje propios de las metrópolis; 2) Venezuela (Caracas) suministra a Londres petróleo a precio bajo, y en Londres este petróleo se utilizará específicamente en el transporte público (buses) para los pobres (por un sistema de vales); 3) cooperación técnica en los sectores de transporte público, planificación y desarrollo, desarrollo económico y social, y medio ambiente.Una meta inmediata es mejorar la distribución de recursos y los niveles de vida en ambas ciudades. Pero es mucho más que eso. ¿Cómo analizar esta iniciativa en relación con los temas más conceptuales, y dentro de un marco político más amplio? Así como la propuesta de restitución, esta solidaridad entre ciudades vincula lugares que ocupan posiciones muy distintas dentro de las desigualdades de la globalización de hoy. Evita las relaciones económicas de la mundialización neoliberal y les presenta un reto. Por ser una tentativa de intercambio igual, es un desafío al Consenso de Washington y al mantra neoliberal que dice que los lugares, y sobre todo las ciudades, tienen que competir unos con otros; el acuerdo significa un no: «es posible cooperar». Establecer esta relación distinta de las relaciones neoliberales también reconoce que para lograr cambios locales es necesario cambiar igualmente el contexto constitutivo internacional. Se modifica un poco el espacio la geometría internacional del poder dentro del cual se ubican ambas ciudades. Es una política de relaciones. Aprovecha las características específicas de cada ciudad para desafiar la imaginación neoliberal hegemónica, y por eso cambia unos pequeños elementos de esas relaciones globales por las cuales se constituye la identidad de cada lugar (Caracas y Londres); y entonces cambia un poco también esas identidades. Además el acuerdo ha provocado debate dentro de ambas ciudades, lo que (en Londres, por cierto) es bueno en el sentido de que podría fomentar debate precisamente sobre la cuestión de lo que es esta ciudad y cómo va a ubicarse en el mundo más amplio. En el caso de Londres, este tipo de política es bastante nuevo, pero va desarrollándose (Massey, 2007). En el caso de Caracas/Venezuela es parte de un programa mucho más amplio. La política internacional del petróleo, la Misión Robinson Internacional y la Misión Milagro, son todos ejemplos de este tipo de intervención. A mí me parece que este país es uno de los lugares que más ha tomado la iniciativa en desarrollar estas ideas; son intervenciones con el propósito de cambiar un poco la geometría global del poder.
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Para concluir, algunos reflexiones. Primero, importa la conceptualización del espacio y del lugar, y de lo global y lo local: tiene consecuencias tanto intelectuales como políticas. Segundo, es importante conceptualizar rigurosamente lo local para evitar cualquier «romanticismo» del lugar. Tercero, hay mucho aquí que trata del entrelazamiento de espacio, lugar, e identidad. Hay mucho que se podría decir; por ejemplo, sobre la constitución de las identidades como articulación de relaciones dentro de las geometrías del poder. Este tipo de política puede influir en nuestro modo de pensar en la identidad de lugar y nuestra relación, como habitantes, con el lugar donde vivimos. Y, por último, en vez de conceptualizar «identidad» desde el punto de vista de reclamación (este es nuestro lugar), es posible, y quizás políticamente más interesante, hacerlo desde el punto de vista del reconocimiento de una responsabilidad (la responsabilidad de ser londinense, de ser de cualquier «aquí»). Es un sentido distintivo de ubicación dentro de las relaciones global-locales, las geometrías internacionales del poder. Y plantea la pregunta: ¿de qué es emblemático este lugar?
Referencias bibliográficas
1. Gatens, M. y G. Lloyd (1999). Collective Imaginings: Spinoza Past and Present, Londres, Routledge.
2. Jameson, F. (1991). Postmodernism, or The Cultural Logic of Late Capitalism, Londres, Verso.
3. Massey, D. (2007). «The World Were In: Interview with Ken Livingstone», Soundings: A Journal of Politics and Culture, no 36, verano, pp. 11-25.
4. Mensah, K., M. Mackintosh y L. Henry (2005). The Skills Drain of Health Professionals from the Developing World: A Framework for Policy Formulation, Londres, Medact.
5. Sartre, J.P.
(1981). «La nausée», en Oeuvres romanesques, París, Gallimard.Notas
1 En mayo de 2008 Livingstone perdió las elecciones y el nuevo alcalde es de derecha (y las consecuencias podrían ser malas). Pero no fue una derrota de Livingstone, sino del Partido Laborista. De hecho, los resultados fueron mucho peor en el resto del país que en Londres (donde Livingstone está a la izquierda del resto del partido).
2 Uno de los primeros actos del nuevo alcalde de Londres fue cancelar este acuerdo. Terminará en octubre de 2008.