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Cuadernos del Cendes
versión impresa ISSN 1012-2508versión On-line ISSN 2443-468X
CDC v.26 n.70 Caracas abr. 2009
Las jóvenes y los jóvenes universitarios en Venezuela: prácticas discursivas y construcción de representaciones de identidades políticas
Emilia Bermúdez*, Gildardo Martínez**, Natalia Sánchez***
* Profesora Titular de la Escuela de Sociología de la Universidad del Zulia.
Correo-e: ebermudezh@gmail.com** Profesor Titular de la Escuela de Sociología de la Universidad del Zulia. Correo-e: gildardo1@gmail.com
*** Profesora Agregada de la Escuela de Sociología de la Universidad del Zulia. Correo-e: julio120735@gmail.com
Resumen
El objetivo del trabajo es analizar cómo a través de las prácticas discursivas algunas y algunos jóvenes estudiantes y líderes universitarios venezolanos construyen las representaciones acerca de sus identidades políticas. Desde el punto de vista metodológico, se recurre al análisis del discurso, enfocando aquellos discursos producidos por el movimiento estudiantil o por algunos de las/los líderes con mayor visibilidad política, en momentos considerados significativos por su relevancia en el ámbito de las recientes luchas estudiantiles. Se concluye que las distintas maneras como construyen las representaciones de sus identidades políticas pueden observarse en las prácticas discursivas, y que se enmarcan en la lucha política e ideológica entre dos proyectos distintos de sociedad.
Palabras clave: Identidades políticas / Discursos / Jóvenes universitarios
Abstract
The purpose of this article is to analyze how some young Venezuelan university students and political leaders build representations of their political identities through discursive practices. It uses discourse analysis taking into account the production of discourse and focuses on those speeches produced by the student movement and leaders of this movement with more significant visibility in the recent student protests. We conclude that the discursive practices of young university students and young university leaders can be seen as ways to construct representations of their political identities. At the same time, these representations are part of the political and ideological struggle between two different points of view regarding Venezuelan society.
Key words: Political identities / Discourse / University students
RECIBIDO: MARZO 2009
ACEPTADO: ABRIL 2009 IntroducciónCuando la mayoría de las venezolanas y los venezolanos aún continuábamos pensando que las jóvenes y los jóvenes universitarios en Venezuela seguían formando parte de lo que se popularizo en los años ochenta como la «generación boba»,1 en el mes de mayo del año 2007 fuimos sorprendidos por la aparición de un conjunto de protestas y movilizaciones estudiantiles en las principales ciudades y universidades del país. Rostros hasta ese momento desconocidos empiezan a hacerse visibles, acaparando con su discurso y sus movilizaciones la atención del ciudadano común, del Gobierno, de los partidos políticos, de la comunidad académica y, por supuesto, de los principales medios de comunicación del país, tanto públicos como privados.
La medida, tomada el 28 de mayo del 2007 por el Gobierno venezolano, de no renovar la concesión de trasmisión a Radio Caracas Televisión (RCTV), una de las televisoras privadas con señal abierta más antigua del país, fue el detonante2 que puso en evidencia que algo había cambiado en algunas jóvenes y algunos jóvenes universitarios en Venezuela: habían pasado de ser los herederos de la «generación boba», «hedonista» e «individualista» a incorporar en su agenda el interés por los asuntos públicos y políticos.
La visibilidad política de estas y estos jóvenes y sus prácticas ha dado lugar a la producción de distintos discursos que, de acuerdo a las posiciones ideológicas y políticas, construyen imágenes a favor o en contra de ellas y ellos. Así, por ejemplo, desde el sector oficial, y promovido principalmente desde las grandes esferas del poder político, en los medios de comunicación oficial y en especial en el discurso presidencial se han edificado imágenes estereotipadas acerca de los grupos de jóvenes que protestan en contra o a favor del Gobierno. Por un lado están las y los jóvenes que han liderado las protestas estudiantiles en contra, a quienes se califica como «agentes del imperialismo», «antipatriotas», «representantes de la burguesía», «hijitos de papá y mamá», «oligarcas», «golpistas», «escuálidos» y «representantes de la derecha». Por otro lado, las y los jóvenes que apoyan al Gobierno, quienes significan «los defensores del pueblo y de la patria», «bolivarianos», «revolucionarios», «dignos» y «representantes del pueblo».
Desde los sectores intelectuales, políticos y medios de comunicación privados que hacen oposición al Gobierno también se han construido imágenes, especialmente de los grupos de jóvenes que protestan contra medidas gubernamentales. En este sentido, el esfuerzo fundamental se ha dirigido a crear un conjunto de expectativas en relación al papel que están jugando o deben jugar estas y estos jóvenes en la lucha política planteada en el país. Así, en el discurso de los sectores de oposición señalados encontramos ideas en las cuales las y los jóvenes que se movilizan contra las políticas y medidas gubernamentales representan los herederos de las banderas y valores democráticos defendidas por la llamada «generación del 28»; generación que tuvo un papel protagónico en las luchas contra las dictaduras instaladas en el país en la primera mitad del siglo XX y en la constitución y consolidación del sistema democrático.
El movimiento estudiantil, a lo largo de la historia, ha escrito páginas verdaderamente brillantes Chávez trató de ridiculizarlos, llamándolos «hijos de papá y mamá». Esos fueron los que se enfrentaron a Gómez el año 14, el 21, 22, 23, el 28. Esos hijos de papá y mamá fuimos los que tomamos la calle en defensa del derecho a informar, de la libertad de pensamiento, de la formación de los partidos y de los sindicatos. Esos hijos de papá y mamá están hoy en la calle dando la cara por la democracia y la libertad. (Pompeyo Márquez, en Meléndez, 2008).
Para lectura y meditación de tales muchachos [en referencia a la generación de 1928] se ha desempolvado aquí un grupo de textos memorables que enseñarían cómo una lucha común habría atado a diversas generaciones estudiantiles venezolanas. Porque, como antes y después de 1912, 1914, 1921,1928, 1936, 1952, 1957 o 1958, hay para los estudiantes del 2007 también hoy una causa, un enemigo y una bandera con más de un punto de semejanza. (Suárez, 2007).
Esta asociación ha llevado a algunos políticos e intelectuales a usar el concepto de «generación» para referirse a las y los jóvenes que salieron a protestar contra el Gobierno, denominándolos «la generación del 2007».
Respecto a las y los jóvenes que apoyan las políticas gubernamentales, se muestra, por parte de los sectores señalados anteriormente, una estrategia discursiva para ignorarlos, y cuando se hace referencia a ellos se pretende descalificarlos como interlocutores, a partir de la construcción de la imagen de poco independientes de pensamiento y grupos ideologizados por el Gobierno.
Alrededor de la aparición de los cambios que se han dado en la participación política de las y los jóvenes universitarios en el país, y a partir de la construcción discursiva que, como vimos, distintos sectores hacen de las representaciones de ellos, es que se abren en el ámbito académico más allá de los dogmatismos intelectuales y de las posiciones políticas con las que se leen estas transformaciones en la participación política distintas incógnitas respecto a quiénes son realmente estas y estos jóvenes, cuáles son sus ideas, su procedencia, motivaciones políticas y valores.
Así, en la búsqueda de respuestas a las interrogantes señaladas nos ha parecido significativo indagar, a través del análisis de las prácticas discursivas, algunos de los elementos a partir de los cuales estos grupos de jóvenes construyen las representaciones de sus identidades políticas; entendiendo que estas forman parte indispensable de la comprensión de sus imaginarios políticos y de sus prácticas. Este aspecto adquiere relevancia si tomamos en cuenta que esta vía de investigación puede ayudarnos a ver si existen realmente en el campo de las identidades políticas tal y como ocurre, por ejemplo, en las identidades culturales otras maneras de construir lo colectivo, y el cómo las nuevas generaciones construyen sus adscripciones identitarias en contextos y espacios predominantemente urbanos, globalizados y de crisis de los grandes relatos que acompañaron en siglos anteriores a las utopías e ideologías políticas.
En el caso particular de Venezuela, la relevancia es mayor si tomamos en cuenta que se trata, además, de la construcción de representaciones de identidades políticas juveniles en un ambiente de alta conflictividad y crisis política, dado que estamos estudiando a jóvenes que en el año 1998, momento en el cual se instaura el actual Gobierno en el país, eran en su gran mayoría niñas, niños o jóvenes adolescentes. Situación de conflictividad que ha ocupado, prácticamente, todos los espacios institucionales y cotidianos en los cuales les ha tocado socializarse y que, por lo tanto, se constituye en una variable significativa del contexto en el que se produce el proceso de construcción de sus identidades políticas.
Por ello, necesitamos subrayar que estamos en presencia de jóvenes que tienen en común la vivencia en espacios sociales conflictivos que dan lugar a prácticas diferenciadas en la construcción de sus identidades, siendo una de las más significativas la construcción simbólica de sus prácticas discursivas.
En este sentido, encontramos grupos que a través de distintas construcciones simbólicas discursivas informan sobre el contenido subjetivo de los imaginarios políticos, acerca de sí mismos, de su diferenciación con los otros, del papel que juegan en el escenario político actual, de su visión de lo que ocurre en el país, de los valores que sustentan sus prácticas políticas y del tipo de sociedad en la que aspiran vivir.
Como ya hemos venido sugiriendo con anterioridad, en el caso que estamos analizando es posible encontrar, desde el punto de vista de la participación política, al menos dos grupos claramente diferenciados. Por un lado, aquellos que se oponen al Gobierno y cuestionan su propuesta de sociedad, y por otro, aquellos que se identifican con la propuesta gubernamental y el proyecto político del Presidente.3
Para el logro de los objetivos planteados, este artículo se iniciará con algunas consideraciones de carácter teórico y metodológico acerca de lo que aquí se entenderá como prácticas discursivas y construcción de representaciones de identidades políticas. Luego, y tomando en cuenta lo expresado sobre la importancia del contexto en el que se producen las prácticas discursivas, se reseñaran algunos de los momentos históricos más significativos en los que se han producido las luchas políticas de los jóvenes universitarios en Venezuela en el siglo XX para, de esta forma, apuntar los cambios y motivaciones del movimiento universitario actual. Por último, se procederá a mostrar el cómo, a partir de esas prácticas discursivas, las y los jóvenes líderes universitarios en estudio construyen las representaciones de sus identidades políticas.
Para finalizar esta introducción, desde el punto de vista metodológico es importante señalar que la escogencia de los discursos se realizó con base en los siguientes criterios:
1. La producción de discursos en uno de los momentos más significativos de la puesta en escena de la confrontación y movilizaciones estudiantiles en el país originadas por la medida de no renovación de la concesión de RCTV.
2. La condición de líder que asumen algunos de las y los jóvenes voceras y voceros de los movimientos estudiantiles en pugna.
Las principales fuentes de producción de los corpus analizados fueron algunas páginas web en donde aparecen transcritos los textos de los discursos pronunciados por las y los estudiantes universitarios en su intervención en la Asamblea Nacional de la República Bolivariana de Venezuela, el día 7 de junio del año 2007, así como entrevistas, documentos y manifiestos publicados en algunos textos y en la prensa nacional. El periodo en el cual se llevó a cabo el proceso de recolección de información fue diciembre 2006 a noviembre del 2008.
Prácticas discursivas y construcción de representaciones de identidades políticas.
Algunas consideraciones teóricas
En Venezuela, desde el año 1999, momento en el cual llega a la presidencia el teniente coronel (R) Hugo Chávez Frías, asistimos a una confrontación constante de carácter ideológico. Estamos en presencia de una disputa que cada día adquiere con mayor fuerza la característica de una lucha por la hegemonía cultural en la cual las prácticas discursivas juegan un papel fundamental, especialmente porque estas son esenciales en la construcción y consolidación del poder simbólico que permite la consecución de dicha hegemonía cultural y política en nuestra sociedad.
Dos visiones de país, de sociedad y de sistema político se encuentran enfrentadas y, en este escenario de lucha, las y los jóvenes, en especial las y los universitarios, se han hecho presentes. Estas y estos últimos han pasado a ser un actor fundamental en esta lucha a través de la elaboración de diferentes prácticas discursivas que muestran tanto formas de resistencia como formas de legitimación del poder, dependiendo del lugar en el espectro de la confrontación ideológica y política en el que se ubiquen.
En este contexto es que entenderemos las prácticas discursivas como aquellas de actores sociales específicos soportadas en la experiencia de un mundo de vida compartido socialmente, y a través de las cuales dichos actores crean imágenes o ideas que les sirven para orientarse. Como diría Foucault, los discursos se revelan más allá de la lengua y la palabra para mostrar una vida social, « la existencia de luchas, victorias, heridas, dominaciones, servidumbres» (Foucault, 1973:11). Esas imágenes o ideas que se producen a partir de las prácticas discursivas de los actores y que le dan sentido a la experiencia es lo que constituye el mundo de las representaciones.
Desde el punto de vista de Foucault, las prácticas discursivas juegan un papel primordial en la lucha por el poder, de allí que en el escenario de la confrontación política tengan un rol fundamental en la construcción de aquellas representaciones de identidades políticas que pretendan convertirse en hegemónicas. Como lo expresa Pierre Bourdieu, se trata de la consecución del poder simbólico entendido como «el poder de hacer cosas con palabras un poder de consagrar o revelar las cosas que ya existen» (Bourdieu, 1996:141), cosas que «comienzan a existir solamente cuando es seleccionada y designada [la cosa] como tal» (ibíd.). Así, cada grupo edifica a partir de su propia experiencia de vida los elementos constituyentes de sus procesos de construcción de identidades. A través de las prácticas discursivas elaboran los signos y símbolos que permiten erigir las imágenes en las cuales se reconocen y diferencian.
En el ámbito político ese proceso de construcción de representaciones es relevante en la medida en que, en el terreno de la lucha político-ideológica por la hegemonía simbólica, resulta indispensable para los actores la producción de un conjunto de ideas principales que orientan su acción en torno a ciertos objetos políticos y que sirven de sustrato para la configuración de sus identidades y diferencias como grupo. Estos objetos políticos pueden ser, al mismo tiempo, ideas, proyectos y valores creados a partir de las prácticas discursivas y de la experiencia en el mundo político.
En el caso particular que estamos tratando, las identidades y diferencias políticas construidas por los grupos de jóvenes universitarios a partir de sus prácticas discursivas indican la existencia de disímiles y enfrentadas representaciones del mundo político, que dan lugar a distintas prácticas políticas. Pero estas representaciones son, también, el producto de la experiencia de vida y del transcurrir político que le sirve de historia política al actor social (Dorna, 1991). De allí la importancia de referirnos al contexto histórico en el cual se han escenificado las luchas estudiantiles en el país para entender la significación que tiene el papel que deben jugar los y las estudiantes en el contexto político actual. El examen de las condiciones históricas en donde se producen las prácticas de los actores es importante para la comprensión de las ideas y las motivaciones de los mismos, así como para explicar el porqué se generan las ideas o categorías claves al interior de dichas prácticas.
De la generación del 28 a los movimientos estudiantiles del 2007
Pudiéramos decir que la historia política del movimiento estudiantil venezolano ha estado signada por dos elementos fundamentales: uno, la lucha contra el militarismo, y dos, la construcción y defensa de un sistema civilista y de libertades democráticas.
Según Naudy Suárez (2007), la presencia del estudiantado venezolano en las luchas políticas contra el militarismo en el país viene desde el siglo XIX cuando, por ejemplo, en 1830 deciden apoyar la candidatura del doctor José María Vargas a la Presidencia de la República en contra del general José Antonio Páez o en las criticas que, a través del arte, se hicieron al gobierno de Guzmán Blanco en 1885 y a Cipriano Castro.
Para 1908, fecha en la que el general Juan Vicente Gómez instala la dictadura más larga vivida en Venezuela (1908-1935), y en un país que entra al siglo XX con una población en su mayoría analfabeta e inhabilitada políticamente, el único sector que se mantiene en abierta oposición al gomecismo es el sector estudiantil (Suárez 2007), siendo este, entonces, el grupo social más activo del siglo XX (López, 2007).
Diversos hitos marcarán durante este siglo la presencia del movimiento estudiantil y el papel protagónico en la lucha por la construcción de un sistema democrático. En este sentido 1928, 1936 y 1958 se muestran en la historia política del país como las coyunturas más significativas en las que el movimiento estudiantil jugó un papel protagónico en la construcción de un orden democrático. Pero no se trata, como puede verse en la historia de las ideas políticas en Venezuela, de un movimiento homogéneo, sino plural, con claras diferencias ideológicas; incluso son diversos desde el punto de vista de su origen social (ibíd.).
De hecho su diversidad ideológica y política es una característica constante que dará lugar a su fractura tanto en el año 1936, con la separación de un grupo de estudiantes de la Federación de Estudiantes de Venezuela (FEV) y la creación de la Unión Nacional de Estudiantes (UNE), como en 1960, cuando una nueva generación estudiantil distinta a la del 28 y el 36 decide romper con la unidad creada en 1958 e insurgir contra el gobierno de Rómulo Betancourt. Incluso, muchos de los estudiantes universitarios de izquierda, influenciados y motivados por la revolución cubana, toman el camino de la lucha armada.
Sin embargo, a partir de las ideas en torno a la necesidad de instaurar un régimen democrático en Venezuela, la modernización del mismo y la búsqueda de mejores condiciones de vida para la mayoría de la población o la igualdad social, logran en distintos momentos articular un consenso en torno al país posible para la época y de esta manera se enfrentan como un movimiento unitario a las dictaduras militares. De esta forma se convirtieron en uno de los movimientos principales que impulsaron el derrocamiento del último dictador del siglo XX en Venezuela, el general Marcos Pérez Jiménez, y protagonizaron el inicio de la era democrática en 1958.
Ese proceso de creación de un pensamiento crítico y de formación de jóvenes politizados es posible, entre otros elementos, porque las universidades autónomas se convirtieron, prácticamente desde sus inicios, en el espacio del ejercicio de la resistencia y confrontación ideológica contra los Gobiernos dictatoriales, así como en uno de los espacios de generación de ideas críticas contra todos los Gobiernos instaurados en Venezuela desde 1958 hasta 1980 aproximadamente. Quizá por ello la representación dominante acerca de las y los estudiantes universitarios se nucleó en torno a las ideas y calificativos de «revoltosos», «subversivos» (López, 2007), «contestatarios», «comunistas», en la medida en que el movimiento estudiantil encontraba en la política universitaria una fuente de socialización y participación (Bronfenmayer y otros, 1989:54):
Desde la relevante «generación del 28», que fue el núcleo intelectual inicial de los partidos modernos en Venezuela, el peso de la política en la vida de los estudiantes y la influencia de sus movimientos en la escena pública fueron tales, que hicieron de los centros de enseñanza verdaderos «partidos ideológicos» ligados a la construcción social de la hegemonía.
A finales de los ochenta esta situación sufrió cambios significativos que tienen que ver con el retrotraimiento de las y los jóvenes universitarios de la política. Varios factores pueden haber influido en esta desafección de la política. Por una parte, los cambios significativos a nivel epocal entre los que se cuenta la crisis teórica y cultural de las ideologías revolucionarias, el desencanto con el socialismo real y las utopías (Bronfenmayer y otros, 1989; Casanova, 1995), así como la instauración predominante de una cultura urbana intimista y vinculada más al consumo cultural, en términos de los valores y símbolos promovidos por el mercado, que en lo colectivo y en la construcción de la ciudadanía. Por otra, los cambios en las propias organizaciones estudiantiles y en la universidad como institución de socialización política.
Según Roberto Antonio López (2007), después de la derrota del movimiento de renovación universitaria del año 1969 se inicia un proceso de descomposición del movimiento estudiantil y de pérdida de influencia de los partidos políticos en la juventud universitaria. Las organizaciones estudiantiles sufren un revés importante y comienza un proceso de burocratización y de gremialización en el sentido de que empiezan a moverse más por intereses corporativos (Bronfenmayer y otros, 1989). A esto se une el hecho de que la propia universidad va perdiendo su papel de socialización política, centrándose cada vez más en la configuración de currículos basados en la profesionalización.
El movimiento estudiantil no escapó, además, a la despartidización que fue produciéndose en la sociedad venezolana como producto de la crisis de credibilidad y liderazgo que, desde los finales de los años ochenta, sufrieron los partidos políticos y buena parte de las instituciones democráticas. Así, las organizaciones estudiantiles fueron cada vez más ocupadas por grupos antipartidos (López, 2007) y las universidades copadas por una masa estudiantil con escasa participación y militancia en partidos políticos.4 El sistema de partidos es cuestionado por todos y la participación activa de los estudiantes fue haciéndose cada vez menor. La preocupación de la mayoría empezó a estar más enfocada en resolver los problemas vinculados a sus necesidades inmediatas.
Se produce, al igual que en el resto de los sectores sociales, un proceso de representación negativa de las maneras de hacer política, expresada en una desvalorización y descrédito de la misma y en un distanciamiento de ella que se convierte en apatía. A esto se agrega la presencia de un espacio cultural y simbólico en donde, como en la mayoría de los países, el ciudadano es diluido en un mundo de consumidores en el que el eje partido-Estado es desplazado por el mercado en la construcción del tejido simbólico (García Canclini, 1995).
Para mediados de los años ochenta y la década de los noventa, según Ramón Casanova (1995), el cuestionamiento de las instituciones democráticas y la valoración negativa de las mismas por parte de las y los jóvenes es un hecho; hasta el punto de que la mayoría no participa electoralmente y algunas y algunos llegan incluso a no percibir claras diferencias entre el pasado militarista y la democracia. La incapacidad del sistema político y de las instituciones sociales para resolver los problemas sociales, aunada a la crisis económica que vivía el país para ese momento, generaron mayores niveles de desigualdad social y se produjo un quiebre tal de expectativas que se tradujo, para algunas y algunos jóvenes, en mayores niveles de frustración y desesperanza.
Por supuesto que, como también lo revela el estudio realizado por Casanova (1995), las generaciones de los años ochenta y noventa, llamadas por él las «generaciones de la crisis», vivieron esta crisis de una manera diferente y ello creó «mentalidades», representaciones y maneras distintas de enfrentar ese quiebre de expectativas.
En el mismo orden de ideas, y tomando como referencia las posibilidades de acceso a la educación, Casanova (1995) identifica para los años noventa distintos grupos de jóvenes. Por un lado, aquellos que pudieron disfrutar aún de una educación con ciertos niveles de calidad e incluso, en algunos casos, educados en el exterior. Estos mostraban cierta mentalidad cosmopolita e independencia temprana, lo que ocasionaba que vieran disminuidas sus posibilidades de cristalizar definitivamente su autonomía. Ellas y ellos enfrentaron la crisis retrotrayéndose hacia una cultura intimista, valorada en la privatización, y rechazaron las utopías, aunque registraban ciertas recepciones de valores culturales emergentes como la preocupación por lo ecológico y por la defensa de algunos valores ciudadanos.
Por otro lado, estaban aquellos que seguían centrando sus expectativas en las aspiraciones educativas y aún creían en el «sueño populista» y en las posibilidades de ascenso social, pero que vieron frustradas sus expectativas por dificultades para el ingreso al sistema educativo superior o por las distinciones que generó el mismo al sufrir un profundo deterioro en el nivel de la educación pública.
Por último, la mayoría de las y los jóvenes de los sectores populares, víctimas del deterioro económico y a quienes no alcanzó la democratización social. Estos quedaron excluidos del sistema educativo y sin posibilidades de obtener un mejor nivel de vida. Algunos convertidos en lo que el propio Casanova (1995) denominó el «lumpenproletariado juvenil», para quienes no existía ninguna ilusión y terminaron asumiendo la delincuencia y la violencia urbana como una forma de sobrevivencia.
Es en este contexto de descontento social, de desencanto con la política y las instituciones democráticas por parte de la mayoría de las y los venezolanos (Fundación Pensamiento y Acción, 1996; Ifedec, 1995) que aparece la figura de un líder mesiánico como la del presidente Chávez, quien capitaliza la adhesión de amplios sectores de la población, especialmente, la de los sectores populares.
El verbo incendiario e irreverente del Presidente como lo cataloga Yolanda Salas (2004) logró, al principio, adhesiones de distintos sectores de la población, pero rápidamente se convirtió en un discurso que confronta y produce rechazo en la mayoría de los sectores empresariales, medios de comunicación e intelectuales del país. En el marco de esta confrontación se generó una intensa crispación y conflictividad política que llevó incluso a profundizar la crisis política, cuya consecuencia más grave fue la culminación de una gran movilización de personas contra el Gobierno que finalizó en la llamada «masacre de abril» del año 2002 y en la llamada «huelga general» o «paro petrolero» en el año 2003. Todo esto, al mismo tiempo que profundizó las divisiones políticas, generó un proceso de repolitización de algunos grupos de los sectores medios y de los sectores populares.
Sin embargo, un estudio de Gladys Villarroel y Edoardo de Armas (2005) sobre las representaciones políticas de las y los jóvenes estudiantes venezolanos revela que, para el año 2003, las asociaciones que estas y estos jóvenes tienen sobre la política continuaban reflejando, al igual que en los años noventa, un profundo malestar, desencanto y reservas sobre el quehacer del sistema político venezolano. Mantienen una representación negativa de la política y un distanciamiento de ella al vincularla a «corrupción», «robo» y «mentira», situación que se supone dificultaría la participación de estas y estos jóvenes en política.
No obstante, como expresamos en la introducción de este trabajo, para el año 2007 la sociedad venezolana asistió a un hecho que para algunos era posiblemente impensable, si tomamos en cuenta datos como los que mostró el estudio citado anteriormente. Nos referimos a la participación política de ciertos grupos de estudiantes que rechazan las maneras tradicionales de hacer política. Se trata de jóvenes de las universidades autónomas, experimentales y privadas del país, que empezaron a protagonizar un conjunto de movilizaciones políticas en contra de la medida tomada por el Gobierno de no renovar la concesión al canal privado Radio Caracas Televisión (RCTV). Jóvenes que aún continúan movilizados enarbolando la bandera de la defensa de los derechos ciudadanos y de algunos valores democráticos, tales como el valor, para ellos irrenunciable, de la libertad.
A este grupo se opone otro, en su mayoría estudiantes afectos al Gobierno y a su proyecto político, que apoya y defiende la medida de no renovar la concesión, argumentando que esta decisión gubernamental es necesaria para el proceso de transformación socialista de la sociedad venezolana.
Esta situación de grupos de estudiantes divididos en bandos aparentemente irreconciliables y en una lucha ideológica antagónica evidencia que la confrontación y la división política presente en la sociedad les alcanzó. Se trata de una confrontación de prácticas discursivas a partir de las cuales construyen territorios simbólicos en los que se reconocen, se diferencian, se incluyen, se excluyen, plantean estrategias de lucha y se movilizan.
Este escenario nos habla de la naturaleza compleja de lo que hoy significa hablar de la juventud y en este caso de las y los jóvenes estudiantes venezolanos, en el sentido de que lo que se nos muestra no es una categoría homogénea, sino que, por el contrario, pone en evidencia la existencia de diferentes imaginarios y prácticas políticas. Se hace imperioso insistir en que, al igual que en cualquier estudio sobre la juventud, hablar de «jóvenes estudiantes venezolanos» impone la necesidad de dejar claro a qué tipo de jóvenes nos estamos refiriendo. Máxime si tomamos en cuenta que no sólo existen los discursos y prácticas de los grupos que hemos tomado para analizar en este estudio, sino que, además, forman parte de la llamada juventud universitaria aquellos que participan políticamente de otras formas y en otros espacios no entendidos clásicamente como políticos (Bermúdez, 2007), que no comparten las prácticas discursivas y las razones o maneras como se dan estas movilizaciones, y también están los que aún se mantienen pasivos, indiferentes e incrédulos frente a lo que ocurre políticamente en el país.
Para finalizar este aparte, es importante dejar claro que las frases escogidas que se utilizarán a continuación para denominar a los dos grupos en estudio son tomadas de su propio discurso y de las maneras como se autodefinen.
La llamada «generación del 2007», «Estudiantes por la libertad»
Como dijimos en otro aparte, este grupo de estudiantes que ha sido denominado «la generación del 2007» (Tovar, 2007), y que se autodenomina «Estudiantes por la libertad», son jóvenes de las universidades públicas autónomas, privadas y de algunas experimentales que pertenecen a un sector de la población que ha tenido la oportunidad de ingresar al sistema de educación superior y cuyos líderes en su mayoría exhiben un alto nivel de formación intelectual y política.5
Las manos pintadas de blanco y el signo de la paz (símbolos retomados de otros movimientos juveniles anteriores y usados para trasmitir su definición como un movimiento pacífico), banderas tricolores (incluso en algunos casos portadas al revés en señal de pedir auxilio a la comunidad internacional), bocas tapadas con cinta adhesiva (para expresar su rechazo a las medidas gubernamentales contra la libertad de expresión), son algunos de los elementos simbólicos con los que las y los jóvenes estudiantes que protestan contra el Gobierno construyen el perfomance de su aparición en las calles de algunas ciudades del país y, especialmente, en la capital, Caracas.
Aunado a ese uso del cuerpo y de objetos simbólicos como recursos para expresarse, mientras marchan vocean y repiten, entre otras, consignas en donde preguntan: «¿Quiénes somos?», para responder: «Estudiantes»; «¿qué queremos?», «libertad», y «no somos políticos somos estudiantes». Estas consignas constituyen, a nuestro entender, elementos claves para comprender cómo a través de las prácticas discursivas, este grupo de jóvenes construye la imagen de sí mismos y de cómo desean ser percibidos por el otro.
Así el término «estudiante», que desde el punto de vista de su definición gramatical refiere a aquel que cursa estudios en cualquier institución del sistema educativo, se convierte, para estas y estos jóvenes, en el espacio simbólico de la lucha política e ideológica actual. Es una estrategia simbólica discursiva que adquiere significaciones relevantes en el juego de la construcción de representaciones de las identidades políticas y diferenciaciones de los sujetos en acción.
En un país en donde la carga del término «político» es altamente negativa, especialmente entre las y los jóvenes estudiantes (Villarroel y De Armas, 2005), la consigna «no somos políticos somos estudiantes» tiene la intención deliberada de marcar distancia con la manera tradicional de hacer política: «No vinimos aquí a jugar a ser políticos, porque somos estudiantes».6
Al mismo tiempo, a través de la palabra «estudiante» construyen la representación de una generación «pura», «sin manchas» y con solvencia «moral» para criticar el Gobierno, en la medida en que en su carácter de jóvenes estudiantes no tienen vinculaciones con el pasado político. De esta manera pretenden también neutralizar las estrategias discursivas del Presidente de la República, quien generalmente invalida a sus adversarios vinculándolos a responsabilidades con el pasado político, llamado «cuarta república» o «el puntofijismo».7
En este mismo orden de ideas, la frase «no somos políticos somos estudiantes» no indica, como pudiera pensarse, una negación de la política, sino que es una expresión de su vinculación a los valores y representaciones del contexto que viven y de su época ya que, como hemos encontrado en otros estudios (Bermúdez, 2007), tienen en común con otras y otros jóvenes una representación negativa de la manera como las generaciones políticas anteriores han dirigido al país y que investigadores como Villarroel y De Armas (2005) han resumido como un «malestar con la política».
Las y los jóvenes dirigentes, cuyo discurso aquí analizamos, tampoco niegan el papel de los partidos políticos y su importancia para el desarrollo de la vida democrática,8 sino que intentan reivindicarlos y al mismo tiempo convertirse en sujetos protagónicos de los cambios políticos que suponen deben darse en el país. «Nosotros crecimos en medio de la cultura de la antipolítica, pero los dirigentes juveniles hacemos una promesa: vamos a trabajar para dignificar a los partidos y arreglar lo que hicieron los carcamales de la política, que permitieron que un golpista se instalara en Miraflores».9
A nuestro entender, lo anterior apunta a la presencia de un cambio en la construcción de las subjetividades políticas de las y los jóvenes líderes del movimiento «Estudiantes por la libertad», quienes, a diferencia de las generaciones jóvenes de la década de los ochenta y noventa, no se niegan a participar en política o a militar en partidos políticos (Angulo y Castro, 1990; Casanova, 1995), sino que, por el contrario, tienen la intención de convertirse en una vanguardia política, papel que le ha sido reconocido históricamente a la juventud venezolana antes de la década de los ochenta.
También observamos que tienen una percepción de sí mismos como los portadores de las banderas y valores de defensa de la democracia que enarbolaron generaciones anteriores como la del 28 y la del 58:
Los jóvenes estuvimos en Niquitao, estuvimos en La Victoria, estuvimos en Boyacá, cruzamos los Andes con Bolívar, fuimos la generación del 28 que construyó los cimientos de una Patria Grande, estuvimos en el 58 en los primeros pasos de la democracia, nos mantuvimos críticos en las últimas décadas del siglo pasado y hoy estamos aquí en el estadio universitario de la UCV nuevamente enarbolando las banderas del futuro de la patria y haciéndonos ecos del himno de esta Casa de Estudios con un canto infinito de paz. (Movimiento Estudiantil, 2007b:144).
La historia nos brinda ejemplos contundentes de procesos políticos: la llamada generación del 28 jugó un papel esencial enfrentando la dictadura de Gómez; luego, en el 57 los universitarios adelantaron y apuntaron la caída del régimen de Pérez Jiménez.
Los sucesos del 2007 y la reacción de los jóvenes son muestra de ello. Guardando las distancias con aquellas dos generaciones, cabría preguntarse cómo estaríamos hoy si los estudiantes nos hubiésemos quedado postrados creyendo que no podíamos cambiar el rumbo del país. (Stalin González, 2008).
Dado el peso que tiene, en la historia y en el imaginario político colectivo en Venezuela, el papel jugado por las generaciones de estudiantes anteriores a los años ochenta, este grupo de jóvenes deciden autodefinirse poniéndole fecha a su generación: «la generación del 2007» (Goicoechea, 2007). Pero, también en un esfuerzo por diferenciarse de los errores que históricamente se han atribuido a las generaciones de políticos anteriores e incluso a líderes de la oposición actual que pertenecen a esas generaciones, se definen como «una generación sin pasados oscuros, una generación sin odios ni revanchismos. Una generación que ha superado el cortoplacismo» (Movimiento Estudiantil, 2007a:140). Asimismo, en ese empeño de diferenciación expresarán que «... los estudiantes no hacemos oposición, nosotros hacemos proposición», «estamos en la calle haciendo política sin los partidos políticos tradicionales » (ibíd., p. 138).
Este proceso de construcción identitaria, a partir de la oposición a un «otro» que significa «el pasado» se completa con las diferencias que se establecen discursivamente con respecto a los sectores estudiantiles que apoyan las medidas y políticas gubernamentales. Para este movimiento, las y los jóvenes estudiantes que defienden al Gobierno obedecen a «un pensamiento único» que responde al discurso presidencial y a un proyecto ideológico totalitario que amenaza las libertades ciudadanas y al sistema político democrático. «La realidad es que nosotros no formamos parte de un sistema ideológico único, ni poseemos una línea de pensamiento única y es dentro de ese marco plural de ideas que emerge nuestra visión común, una visión común de libertad, igualdad y democracia» (ibíd.).
Ante lo que suponen un proyecto que responde a «un sistema ideológico único», anteponen la defensa de una sociedad democrática basada en la garantía de los derechos civiles, la igualdad, la equidad y sin discriminaciones políticas ni sociales (Movimiento Estudiantil, 2007a).
Encontramos así que la construcción de sus adscripciones identitarias se da principalmente alrededor de un conjunto de valores que parecieran responder aún, dentro del tejido social institucional en el que se ha dado su proceso de socialización política,10 a la presencia de los valores democráticos bajo los cuales se ha sostenido el sistema político venezolano. Esto tiene mayor fundamentación si tomamos en cuenta que para el momento en el que se dan estos discursos la mayoría de estos líderes estudiantiles no militaba en partidos políticos (Pereira, 2007). A partir de la orientación en estos valores democráticos se autodefinen como demócratas y se autoproclaman los defensores de la libertad:
Estamos en la calle porque somos demócratas y por lo tanto no creemos en ningún tipo de autoritarismo. No creemos en las hegemonías de las minorías, ni tampoco en las hegemonías de las mayorías. Reprochamos de forma categórica, toda forma de gobierno, pasada o presente, que atente contra el derecho de los ciudadanos a vivir y más aún a vivir siendo libres (Movimiento Estudiantil, 2007a:139).
Los estudiantes, los jóvenes, alzaremos la voz cuando sintamos que la libertad está amenazada. Exigiremos que no se quebrante nuestro derecho a expresar que pensamos diferente ( ) los jóvenes, nos pronunciamos a favor de los derechos civiles y nos comprometemos en la defensa de la vida y la libertad como valores fundamentales de la sociedad. (Ibíd., p. 143).
La idea de libertad se sustancia en el derecho a una relación de equilibrio entre la libertad individual recogida en sus ideas del «derecho a elegir» y el compromiso social propio de la racionalidad del sujeto actual que nos describen Alain Touraine y Frahad Khosrokhavar (2002). Un sujeto que defiende cada vez más su derecho a la individuación, que no significa individualismo, ni hedonismo, sino la combinación de la defensa de los derechos más individuales hasta los derechos colectivos y, en especial, los derechos del hombre, entre los que destacan los derechos ciudadanos.
Es por eso que exigimos, con la misma entereza y con la misma fortaleza que se vele y se garantice el derecho a elegir. Entendiéndose el derecho a elegir desde lo más simple como el derecho a decidir qué ropa usar, qué comer, y qué ruta tomar para ir al trabajo. Hasta lo más complejo como elegir su culto, su ideología y sus autoridades políticas. Pasando también por su derecho a elegir qué desea leer en el periódico, escuchar en la radio y ver en la televisión. (Movimiento Estudiantil, 2007a:140).
Estamos en presencia de la construcción discursiva de la subjetividad política de un sujeto que parece hablarnos de la llegada de un tipo de racionalidad distinta, que cuestiona la sujeción a grandes paradigmas e ideologías políticas y económicas y que intenta retornar a un tipo de «modelo humanista» centrado en los valores y en la defensa de los derechos humanos por encima del poder del Estado: «Los estudiantes no somos socialistas somos seres sociales Los estudiantes no somos neoliberales somos seres libres» (ibíd., p.138).
Aspiramos a una sociedad libre, forjada de valores humanos, sociales y democráticos. Una sociedad integrada por individuos plurales, críticos y tolerantes. Una sociedad donde de manera honesta y digna se pueda aspirar a la felicidad, y al bienestar individual y colectivo, siempre y cuando esta aspiración no lesione los derechos de otros. Por tanto nos revelaremos hoy siempre ante cualquier práctica autoritaria, ante cualquier intento de imposición de un pensamiento único y ante cualquier violación que se pretenda hacer al derecho a expresarse libremente. (Movimiento Estudiantil, 2007b:143).
Podría tratarse, también, de un tipo de subjetividades políticas juveniles más cercanas al idealismo o a lo que Ulrich Beck (1999) denomina «individualismo altruista» para caracterizar a los llamados «hijos de la libertad». Esto parece estar presente en lo que, por ejemplo, uno de los jóvenes líderes del movimiento estudiantil, Yon Goicoechea, denomina «humanismo libre», a saber:
la comprensión del hombre en sus distintas dimensiones ( ) No es una ideología política sino un concepto existencial que considera la responsabilidad, la tolerancia y la libertad ( ) El Humanismo Libre propugna la democracia con un contenido social como modelo de convivencia, en ella pueden articularse el desarrollo libre de las capacidades de cada hombre y la necesidad de contribuir al desarrollo de la sociedad ( )
Lo que lo diferencia del liberalismo clásico es la comprensión del hombre en su doble dimensión (individual-social), según la cual no se podría alcanzar la plenitud sin observar la debida solidaridad con el prójimo. Lo que lo diferencia del marxismo es la clara división entre los derechos del hombre y el poder del Estado, dejando sin efecto la propuesta de confundir al Estado con la sociedad. (Goicoechea, 2007:8).
En esta combinación de humanismo e idealismo, la política adquiere un sentido de compromiso ético y de «obligación moral» con la defensa de los derechos ciudadanos y con el rescate de valores perdidos, que por el análisis de los corpus de los discursos suponemos son los valores democráticos de libertad, igualdad, pluralidad, tolerancia y equidad. «Nosotros, como miembros del futuro del país, tenemos la obligación moral de velar por el presente, tenemos la obligación moral de labrar dicho futuro, tenemos la obligación moral de no bajar la guardia nunca, pues es nuestra responsabilidad » (Movimiento Estudiantil, 2007a:138); « sentimos la responsabilidad moral de expresar lo que pensamos de manera honesta y abierta. De rescatar valores perdidos y defenderlos junto a todos los venezolanos» (Parlamento Estudiantil, 2007).
En el marco de esas ideas sobre la defensa de los valores democráticos contraponen democracia a socialismo, llegando a definirse políticamente como demócratas en contra del autoritarismo. «En definitiva, nos negamos a un país que nos obligue a decidir entre el socialismo y la muerte cuando millones de venezolanos, simplemente, queremos vivir y vivir en libertad» (Bolívar, 2007:145).
Estamos en la calle porque somos demócratas y por lo tanto no creemos en ningún tipo de autoritarismo. No creemos en las hegemonías de las minorías, ni tampoco en las hegemonías de las mayorías. Reprochamos de forma categórica toda forma de gobierno, pasada o presente, que atente contra el derecho de los ciudadanos a vivir y más aún a vivir siendo libres. (Movimiento Estudiantil, 2007a:139).
En el marco de la crítica al autoritarismo, la idea de exclusión se convierte en otra clave discursiva de sus adscripciones identitarias. Son jóvenes que, al igual que otras y otros jóvenes venezolanos, se sienten excluidos y discriminados políticamente (Machado y Guerra, 2008), en tanto perciben a nivel de las instancias gubernamentales y de la institucionalidad estatal que no se les reconocen sus derechos ciudadanos, como la libertad de pensar o el derecho a protestar en las calles.
Más aún, a lo largo del camino nos hemos dado cuenta de que nuestra responsabilidad con el país va más allá.
Es por eso que hoy estamos en la calle, convencidos de que todos los venezolanos deberíamos ser tratados del mismo modo, sin discriminación y sin juicios de valor que distingan entre buenos y malos. Creemos en la equidad y en la igualdad; en la igualdad de oportunidades y en la igualdad ante la ley.
Consideramos que si unos venezolanos tienen derecho a ir a Miraflores, todos los venezolanos deberíamos tener el mismo derecho. Consideramos que si unos venezolanos tienen derecho a trasladarse desde el interior del país en autobús para manifestarse en la capital, todos los venezolanos deberíamos tener la posibilidad de hacerlo. Consideramos que todo ciudadano, independientemente de su preferencia política, tiene el derecho de trabajar y progresar como empleado estadal... (ibíd.).
Como muchos de las y los venezolanos tienen también la percepción y representación política de un país dividido, fracturado políticamente y frente al cual proponen como principios básicos de convivencia política «la no violencia» y la «reconciliación nacional». De allí que, como sostuvimos al principio, se autodenominan como movimiento «Manos Blancas» para significar el conjunto de valores que desean trasmitir: «no a la violencia», «no a la discriminación», «no a la división», «reconciliación nacional» y «libertad». En este sentido, vale la pena citar un extracto del documento titulado «Manifiesto por la reconciliación», en donde Manuela Bolívar, joven que forma parte de este movimiento, expresó:
Los jóvenes de Venezuela creemos ver en el encuentro una posibilidad para el reconocimiento y para el diálogo. Durante los últimos años, hemos vivido confrontados y el triste resultado es que tenemos dos Venezuelas: ambas incompletas ( ) Los jóvenes queremos ciudades sin «estes» ni «oestes». Nos negamos a un país en el que lo público o lo privado nos hagan más o menos venezolanos; queremos que el negro, el indio y el blanco se reúnan en el mestizo, porque todos aquí somos «café con leche». Deseamos un país en el que el único uniforme sea la libertad. (Bolívar, 2007:145).
Para comprender el discurso anterior también es necesario recordar el proceso de fractura y polarización política que vive nuestro país y que ha sido, como señalamos al referirnos al contexto, la experiencia de vida de estas y estos jóvenes, cuyas edades oscila entre 18 y 23 años aproximadamente. Su socialización política ha transcurrido en un país en que, por diez años, ese estado de polarización política, intolerancia y división ha llegado hasta los espacios más íntimos y cotidianos de nuestra sociedad.
El discurso de estas y estos jóvenes sobre una «sociedad libre» y «sin divisiones» se termina de configurar con la idea de lucha por la «equidad», entendida esta como lucha contra la pobreza e igualdad de oportunidades y de derechos; tal como se observa en los manifiestos que hicieran públicos y que hemos citado con anterioridad: el llamado "Manifiesto por la libertad" (Movimiento Estudiantil, 2007b) y el "Manifiesto por la reconciliación" (Bolívar, 2007).
El presente y el futuro forman parte de las temporalidades encontradas en la manera como construyen su papel político. «Velar por el presente» y «labrar el futuro» constituyen palabras claves para entender que, al menos en estas y estos jóvenes, se encuentra presente el pensamiento político de, cómo dirían Tourainne y Khosrokhavar (2002), «una nueva modernidad»:
no deseamos ser ni «un pudo haber sido» ni un «lástima que fue», deseamos ser algo más un «es» y un «será».
( )
Nosotros, como miembros del futuro de este país, tenemos la obligación moral de velar por el presente, tenemos la obligación moral de labrar dicho futuro, tenemos la obligación moral de no bajar la guardia nunca, pues nuestra responsabilidad no es solo con nosotros mismos, es con quienes nos anteceden, es con quienes nos sustituirán, es con quienes hoy por hoy nos acompañan haciendo vida en este país, y defraudarlos seria cobarde, y defraudarlos seria apátrida, y defraudarlos, simplemente, no es una opción. (Movimiento Estudiantil, 2007a:138).
Así, «el futuro» es una temporalidad que se elabora a partir de la construcción de un sujeto que aspira a convertirse en actor, en la medida en que modifica su entorno a partir de la visión de un país en donde predominan, discursivamente, fundamentos políticos y éticos que, al mismo tiempo, conforman una configuración cultural distinta en virtud de que, por un lado, se resisten a la supremacía del Estado sobre la sociedad y el individuo, y por otro defienden la alteridad, pluralidad y libertad como los principios fundamentales de la convivencia. «Aspiramos a una sociedad libre, forjada por valores humanos, sociales y democráticos. Una sociedad integrada por individuos plurales, críticos y tolerantes. Una sociedad donde de manera honesta y digna se pueda aspirar a la felicidad y al bienestar individual y colectivo, siempre y cuando esta aspiración no lesione los derechos y libertades de otros» (Bolívar, 2007:143).
Estudiantes «bolivarianos», «revolucionarios» y «socialistas»
Las palabras que hemos escogido para identificar este conjunto de estudiantes, al igual que el grupo anterior, obedece a su propia autodenominación y a la forma como son nombrados desde el discurso oficial. Estos calificativos usados en su discurso establecen, de entrada, su identificación con la propuesta del Gobierno y con el discurso presidencial, cuestión que pone de manifiesto claras diferencias con los estudiantes que se autodenominan «Estudiantes por la libertad».
Es importante precisar, para iniciar el análisis de este grupo de estudiantes, que aunque las y los líderes estudiantiles que se identifican con el proyecto político del Presidente no ocupan en su mayoría cargos de representación estudiantil en las universidades autónomas11 ni privadas, los que fungen como líderes cursan estudios en dichas universidades (Pereira, 2007; Prensa AN, 2007).
Empezaremos planteando, al igual que como lo hicimos con las y los jóvenes anteriores, algunas líneas respecto a las prácticas discursivas no verbales del grupo de estudiantes que ahora estamos analizando. La estética a partir de la cual estas y estos jóvenes construyen simbólicamente sus identidades es la misma que forma parte de la «estética política» del Gobierno actual (De los Reyes, 2008). Así, sus movilizaciones se distinguen por estar teñidas de rojo tanto en las vestimentas como en banderas y estandartes. Color rojo que, si bien tradicionalmente ha formado parte de la estética política de algunos movimientos de izquierda, en el caso de Venezuela ha sido apropiado y resignificado desde el poder político, pasando a ser un signo de identificación política con el Gobierno y, en especial, con lo que se ha popularizado como «el chavismo».12
Son jóvenes que en su mayoría construyen sus identidades teniendo como referentes principales al proyecto político, el liderazgo y el discurso del Presidente, de tal manera que en sus prácticas discursivas puede visualizarse la construcción de una identidad política difusa, en la que se observa una combinación del discurso presidencial con las ideas de la izquierda marxista, del nacional-populismo y de la cultura política tradicional venezolana, centrada en el «culto a Bolívar» (Carrera Damas,1973).
Así, se declaran «bolivarianos», «revolucionarios» y «socialistas», al mismo tiempo que se apropian del discurso populista. Haciendo gala de un léxico nacionalista, los vocablos «pueblo», «nación», «patria» aparecen entremezclados con ideas del discurso de la izquierda como «clases sociales», «lucha de clases», «imperialismo», «explotación» y «alienación». A esto se agrega la constante referencia a la «inclusión», término con el cual se resume su adscripción identitaria a un proyecto político. Veamos con mayor detenimiento cómo se elaboran estas identidades difusas.
A través de la categoría «pueblo» se construye la identidad de sí mismos y la identidad con el Gobierno. Por esa vía, la construcción identitaria entre el «Yo pueblo»-«Gobierno» atraviesa todas las prácticas discursivas. Se sienten formando parte de «los excluidos de siempre», es decir, el «pueblo», y de los incluidos por el Gobierno. De esta forma, se concluye en una lógica discursiva en donde el papel de las y los estudiantes es la defensa de los «intereses del pueblo» y, por lo tanto, del Gobierno, en la medida en que «el pueblo es el Gobierno».
Al observar que las ideas de «inclusión» y «pueblo» se convierten en claves de sus prácticas discursivas, comprendemos su concepción acerca de otro de los temas fundamentales de la lucha de ideas que permanentemente sostienen con el sector estudiantil que mantiene una postura crítica contra el Gobierno. A diferencia de este último grupo de estudiantes, para las y los jóvenes que se declaran partidarios de la «propuesta socialista», los derechos civiles no constituyen el elemento que define la existencia de la democracia. Para ellas y ellos, la garantía de los derechos sociales y culturales está por encima de los derechos civiles. En este sentido, la concepción de derechos humanos está más relacionada a la inclusión social y cultural que a la inclusión política. En esta misma lógica se comprende que en sus discursos la categoría «pueblo» sustituya al «ciudadano».
Derechos civiles. Eterna discusión entre los derechos civiles y los derechos económicos sociales y culturales. Por ahí salen por toda la prensa: «Mis derechos civiles, mis derechos civiles». ¡Ajá! ¿Y los derechos sociales y los derechos económicos y los derechos culturales? O es que acaso, el que está muerto de hambre, sin educación, sin techo puede ejercer algún derecho civil. No lo puede hacer valer, aquí la discusión no es derechos civiles, derechos sociales, aquí la discusión son los derechos de los pueblos, los derechos humanos, pero si la discusión la quieren dar sólo en derechos civiles, vamos a darla.13
También a partir de esa idea de «pueblo» como los «excluidos y explotados de siempre», a quienes ellas y ellos representan, construyen, en el ámbito de sus prácticas discursivas, su diferenciación con respecto a las y los estudiantes líderes integrantes del movimiento «Estudiantes por la libertad», quienes son representados, en el discurso, como «sectores antagónicos», con los que no es posible conciliar porque son considerados parte de la «oligarquía venezolana».
estamos dispuestos a dar el debate, porque creemos que tenemos la verdad, porque creemos que tenemos las ideas y porque el que lucha con amor no se equivoca, y porque el pueblo no se equivoca y porque estamos seguros que estamos del lado del pueblo.14
nosotros estamos aquí para decirle que esa minoría que está en las calles, defendiendo a la oligarquía venezolana, tendría que revisar la historia porque somos estudiantes, los estudiantes no pueden aparecerse en una tribuna tan importante a desconocer la historia.15
«El pueblo», también se convierte en el sujeto transformador del proyecto socialista. El socialismo es básicamente definido dentro de la ideología marxista del control de los medios de producción, de información, de las instancias del poder político: «el control de la sociedad». Pero, a diferencia de la ideología clásica marxista donde el poder es conquistado por el proletariado, en el discurso de estas y estos jóvenes se detecta que el sujeto de los cambios es propio de la ideología del nacional-populismo, razón por la cual el pueblo aparece como el sujeto central de los cambios emprendidos:
Nuestra propuesta es incluyente, nuestra propuesta es que la sociedad dirija a la sociedad, nuestra propuesta es que el pueblo tome, a través de los medios que se vayan construyendo, el poder de las empresas, el poder de la producción, el poder de los medios, el poder político, el control de la sociedad claro, porque estamos construyendo socialismo, que lo sepa el mundo. Aquí hay proyectos claros, aquí hay estudiantes claros y que saben lo que quieren y lo vamos a seguir haciendo, a este pueblo no lo detiene nadie, a este pueblo no lo chantajea nadie y este pueblo va a dar la discusión, la discusión que ellos no vinieron a dar acá, por ejemplo, la de la autonomía universitaria, que es la autonomía de los privilegios de clase de los rectores de las universidades, esa discusión sí la vamos a dar; la discusión del tipo de educación para el país, también la vamos a dar.16
El socialismo es, además, la búsqueda de la inclusión y la justicia, entendidas como la desaparición de los privilegios de clase y la construcción de «un mundo más justo, más digno, para todos y todas». Así, con este discurso asumen una representación de sí mismos como los defensores y garantes de la continuidad del proyecto socialista de país, de la «salvación de la patria» y de los intereses del «pueblo».
Nosotros como estudiantes nos comprometemos frente al país, y a ustedes pueblo de Venezuela les hablo, a ese pueblo que confía en nosotros que saben que somos la garantía de que este proyecto de país continuará... Bueno estudiantes, llegó el momento de demostrarlo, echemos el miedo a la espalda y salvemos esta patria de algunos lacayos que quieren nuevamente interrumpirnos el camino, dijo por ahí alguien que «caminante no hay camino, se hace camino al andar».17
En otro nivel de elaboración discursiva, más ubicada en las ideas de la izquierda marxista clásica, la confrontación «pueblo» vs. «oligarquía», «burguesía» y «golpistas» es pensada y expresada como una lucha de clases y una lucha ideológica entre dos modelos de sociedad y de democracia antagónicos.
aquí se tienen dos concepciones de democracia, por ende, dos concepciones de sociedad, dos concepciones de vida, históricamente los pueblos latinoamericanos y el venezolano estuvo acostumbrado a un modelo de democracia liberal-burguesa, donde la minoría decidía sobre la mayoría, donde los grupos empresariales, los grupos financieros, los dueños de los medios de comunicación privada decidían e imponían a la mayoría del pueblo venezolano excluido y explotado históricamente. El pueblo venezolano se ha dado la tarea desde que inicia el proceso revolucionario a cambiar con este paradigma de democracia, hoy en día se incluye una democracia participativa, donde todos tenemos el derecho de participar, indígenas, estudiantes, obreros, todos sin exclusión, aquí se trata de dos modelos de sociedad, donde dirige la clase explotadora o dirige la clase que históricamente ha sido explotada, esto hay que traerlo a colación y el modelo de democracia que estamos impulsando el pueblo venezolano es una democracia donde todos nos sentimos incluidos, donde son los obreros quienes toman las decisiones en las fábricas, donde deberían ser los estudiantes los que tomen las decisiones en las universidades, donde es la comunidad quien toma las decisiones 18
Es necesario señalar que, al igual que las y los jóvenes líderes del movimiento «Estudiantes por la libertad», la democracia también aparece como un valor importante junto a los valores de «justicia», «igualdad», «equidad», «inclusión» y «solidaridad» colectiva. Sin embargo, la diferencia radica en que, para este movimiento estudiantil, que se autocalifica como revolucionario, la democracia se fundamenta principalmente en la garantía de los derechos sociales (entendidos como la búsqueda de la igualdad social a través de una distribución igualitaria de la riqueza) y en la «participación directa del pueblo». A este tipo de democracia es al que denominan «democracia participativa». La garantía y defensa de los derechos políticos y civiles de los ciudadanos aparecen subordinadas a la inclusión social.
Por otra parte, es significativo señalar que en la representación sobre la democracia, que encontramos en el discurso de estas y estos jóvenes, pareciera estar presente la llamada por Alexis de Tocqueville (1978) «la tiranía de las mayorías», en la medida en que parten de la idea del sometimiento de las minorías a la decisión de las mayorías. En ningún lugar de su discurso expresan el principio de respeto a esos que ellas y ellos suponen son la minoría. Al contrario, en su práctica discursiva se encuentra un proceso de desconocimiento y negación del «otro» (oposición) como interlocutor válido.
Entonces compañeros, los invito a que construyamos patria, democracia de las mayorías, donde las mayorías deciden, que no signifique que se van a eliminar las minorías; pero en una verdadera democracia las mayorías deciden y aquí lo hemos reiterado en ocho años, aquí las mayorías son las que han decidido y les pido respeto a aquel sector de la población que no pretende respetar el hilo constitucional, que respete a la mayoría del pueblo venezolano, que se ha decidido por construir patria, un nuevo modelo de sociedad, una sociedad de iguales, una sociedad de justicia, de equidad social.19
A partir de la combinación del discurso populista (que como bien expresa Ludolfo Paramio (2006) divide maniqueamente a la sociedad) y de algunas ideas de la izquierda clásica, elaboran una percepción de la lucha política en Venezuela y en particular de la lucha del movimiento estudiantil. Para ellas y ellos, el enfrentamiento entre los sectores estudiantiles tiene su fundamento en la lucha por los intereses de clases entre estudiantes «revolucionarios», «bolivarianos», «socialistas» y «progresistas» y los otros estudiantes «oligarcas». Es decir, entre las y los estudiantes revolucionarios defensores de los intereses del pueblo, de la patria, de la nación y del proyecto socialista y las otras y otros estudiantes que representan los intereses de las «clases dominantes», de la «oligarquía» y de los «agentes de la CIA».
Las ideas acerca del socialismo, como dijimos con anterioridad, se combinan con ideas nacionalistas, las cuales tienen dos sustratos fundamentales: uno, la recurrencia a la memoria histórica fundada en la gesta independentista del país y del culto a los héroes de la patria; y dos, el antiimperialismo propio de los movimientos de carácter socialista y nacionalista en América Latina.
Pero estoy segura que los jóvenes venezolanos, los estudiantes, vamos a proseguir las luchas de Simón Bolívar, de Sucre, de José Félix Rivas, vamos a proseguir las luchas de todos esos estudiantes que cayeron a las puertas de las universidades en este país, que soñaron por una patria libre y bonita, estoy segura que la mayoría de los estudiantes nos vamos a poner del lado del pueblo como siempre lo hemos hecho, el movimiento estudiantil siempre se ha puesto del lado del pueblo y me parece que hoy sería una traición a nuestros propios ideales como estudiantes, colocarnos del lado de la burguesía y del imperialismo norteamericano.20
A diferencia de las y los estudiantes que protagonizan las protestas contra el Gobierno, quienes se esfuerzan en construir su imagen a partir del distanciamiento con los líderes políticos tradicionales y, sin plantear adhesión explicita a un proyecto político o a un líder determinado,21 las y los jóvenes estudiantes que se autodenominan «bolivarianos», «revolucionarios» y «socialistas» se identifican formando parte de un proyecto político y reconocen su seguimiento a un único líder: el Presidente de la República.
Nos decían: No, es que ellos tienen un solo discurso; no, es que Chávez nos marca el discurso, ni que tenemos un solo discurso, ¿quieren que les diga lo que pasa, muchachos?, yo se los voy a decir a los estudiantes de la oposición, es que tenemos un solo proyecto de país, tenemos una forma de ver esta nación, y tenemos un solo líder indiscutible que es el presidente Chávez, eso es lo que tenemos y gracias a esta coyuntura hemos salido más fortalecidos.22
En este momento del análisis, es importante señalar como hipótesis que la figura del líder parece sustituir a la del partido en la medida en que no encontramos, en su visión acerca de la lucha política, alusiones al papel del partido en la llamada «lucha revolucionaria». En este mismo sentido es que pensamos que la política pareciera ser una cuestión de voluntarismo del líder y del pueblo.
Para finalizar, al igual que como hicimos con el grupo de estudiantes que se autodenominan «Estudiantes por la libertad», y con el objetivo de poder facilitar posteriores comparaciones, citaremos un extracto del discurso de uno de los que se presenta como líder del «Movimiento Estudiantil Revolucionario», en donde se recoge la idea de «un mundo justo» idea que a nuestro entender es la aspiración y la representación de la futura sociedad por la que luchan.
Nosotros sí tenemos proyecto; nosotros sí estamos construyendo un tipo de país, que es el tipo de país socialista. Y duélale a quien le duela, todos los espacios de esta nación Venezuela y de Latinoamérica, porque esta mecha se expandió; porque este es un pueblo que está encendido en contra de la oligarquía, en contra de los privilegios de los pocos. Ese pueblo que está allá afuera y los compañeros que hemos accedido aquí adentro, estamos dispuestos a dar la vida. Esto es en serio, no es un discurso que se ha puesto de moda. ¡No! Aquí está el compromiso de dar la vida entera, pero la vida entera no sólo para dar la muerte; es decir, no solo en el sentido fatal, sino la vida entera completa: en la respiración, la vista, el amor, los sentimientos, los pensamientos, para hacer un mundo justo.23
Conclusiones
Lo primero sobre lo cual queremos llamar la atención para la discusión es que, para leer las diferentes representaciones construidas y encontradas en los discursos de algunos de las y los líderes de los distintos grupos de estudiantes universitarios analizados, es necesario tomar en cuenta las condiciones sociales en las que se producen dichos discursos y la experiencia de vida en que estos jóvenes se han socializado. Tienen la misma edad aproximadamente, más no la misma visión del país, ni de lo que ocurre políticamente, como tampoco poseen una representación común de su papel en el proceso político que vive Venezuela.
Se trata de jóvenes que han sido socializados políticamente en un clima de confrontación. Viven en una sociedad que por diez años ha estado polarizada y en la cual, hace apenas hace dos años atrás, han tomado la decisión de hacerse visibles tratando de buscar su propia identidad, reconocimiento y destino bajo el rótulo de estudiantes.
A través del análisis de sus prácticas discursivas, podemos evidenciar que estamos en presencia de cambios en la construcción subjetiva de las identidades políticas, en virtud de que no responden a un único referente sino que, por el contrario, se configuran a partir de diversos referentes ideológicos y en la coexistencia de distintas racionalidades.
Como sostuvimos en páginas anteriores, en el caso de las y los jóvenes que se autodenominan «Estudiantes por la libertad» pareciera que estamos en presencia de lo que Touraine y Khosrokhavar (2002) han denominado la «nueva modernidad», o lo que Beck (1999) ha llamado «los hijos de la libertad», en la medida en que, en sus prácticas discursivas, encontramos un tipo de racionalidad política que se centra en la lucha por los derechos civiles y humanos como parte de la defensa de su propio proceso de individuación. De esta forma rechazan el sometimiento del individuo al poder del Estado.
El valor de la libertad es un valor político central. Libertad que se sustancia en el derecho a una relación de equilibrio entre la libertad individual expresada en sus ideas del «derecho a elegir» y el compromiso social. Es la salvaguarda del derecho a la individuación, que no significa individualismo, ni hedonismo, sino la combinación de la defensa de los derechos más individuales con los derechos colectivos y, en especial, los derechos del hombre, entre los que destacan los derechos ciudadanos.
Son jóvenes que no niegan la política, sino que cuestionan la manera como las generaciones políticas anteriores han dirigido al país. La política y los partidos políticos son esenciales para el desarrollo de la democracia y en este sentido pretenden reivindicarlos.
Estamos en presencia, también, de la construcción discursiva de una subjetividad política que rechaza la sujeción a grandes paradigmas e ideologías políticas y económicas; que intenta retornar a un tipo de «modelo humanista» más centrado en los valores y en la defensa de los derechos humanos por encima del poder del Estado.
Este discurso sobre una «sociedad libre» y «sin divisiones» se termina de configurar con las ideas de lucha por la «equidad», entendida como combate contra la pobreza y como igualdad de oportunidades y de derechos. Su argumentación sobre la defensa de los derechos civiles y la equidad les conduce a una idea de democracia como el sistema de gobierno que garantiza sus ideales, en la medida en que resguarda los derechos civiles, la igualdad y la equidad sin discriminaciones políticas ni sociales.
En el caso de las y los jóvenes que se autodenominan «bolivarianos», «socialistas» y «revolucionarios», el pastiche que son hoy las identidades juveniles (Bermúdez, 2007) se expresa en la construcción de unas identidades que hemos llamado difusas, porque entremezclan ideas provenientes de ideologías políticas diferentes, tales como ideas originadas en las ideologías socialistas e ideas sostenidas en el discurso nacional-populista.
Para estas y estos jóvenes, el Estado y el proceso revolucionario, entendido como proceso colectivo, está por encima de cualquier derecho individual. Lógica discursiva que les lleva a centrarse principalmente en la defensa de los derechos sociales, entendidos como derecho a la igualdad social. Por esto, también se comprende que el término «inclusión» aparezca como una de las categorías clave, a partir de la cual se reconocen como formando parte de un proyecto político, para ellos transformador.
Para ellas y ellos, la garantía de los derechos sociales y culturales está por encima de los derechos civiles. En este sentido, la concepción de derechos humanos está más relacionada con la inclusión social y cultural que con la inclusión política. En sus discursos la categoría «pueblo» sustituye a la de «ciudadano».
La combinación de ideas del nacional-populismo y del pensamiento de izquierda les lleva a convertir a «el pueblo» en el sujeto transformador del proyecto socialista. Asumen una representación de sí mismos como los defensores y garantes de la continuidad del proyecto socialista en el país, de la «salvación de la patria» y de los intereses del «pueblo».
Es importante señalar que, al igual que las y los jóvenes líderes del movimiento de «Estudiantes por la libertad», la democracia también aparece como un valor importante junto a los valores de «justicia», «igualdad», «equidad», «inclusión» y «solidaridad» colectiva. Sin embargo, la diferencia radica en que para el movimiento estudiantil que se autocalifica como «revolucionario» la democracia se fundamenta principalmente en la garantía de los derechos sociales (entendidos como la búsqueda de la igualdad social a través de una distribución igualitaria de la riqueza) y en la «participación directa del pueblo». Esto último, junto a la garantía de los derechos sociales, es el sustrato de lo que ellas y ellos denominan «la democracia participativa». Así, la defensa de los derechos políticos y civiles de los ciudadanos ocupa un lugar secundario con respecto a la garantía de mayor inclusión social.
A diferencia del grupo «Estudiantes por la libertad», quienes se esfuerzan en construir su imagen a partir del distanciamiento con los líderes políticos tradicionales y tratando de no plantear adhesión explícita a un proyecto político, las y los jóvenes «revolucionarios», «socialistas» y «bolivarianos» construyen sus adscripciones identitarias a partir de la adhesión explicita al proyecto político del Presidente.
Para finalizar, apuntaremos dos ideas más para la discusión. Una, que ambos grupos construyen una representación de la idea de estudiantes como los sujetos protagonistas de los cambios: los primeros la elaboran a partir de la idea de un «compromiso moral», y los segundos al incluirse en la categoría de «pueblo». Dos, que estamos en presencia de un cambio en la construcción de la subjetividad política de las y los jóvenes líderes de los movimientos estudiantiles venezolanos quienes, a diferencia de las generaciones jóvenes de la década de los ochenta y noventa, no se niegan a participar en política o a militar en partidos políticos (Angulo y Castro, 1990; Casanova, 1995), sino que, por el contrario, tienen la intención de convertirse en una vanguardia política, papel que le ha sido reconocido históricamente a la juventud venezolana antes de la década de los ochenta.
Notas:
1 Este término se popularizó a partir de una entrevista dada en el año 1984 por el ex rector de la Universidad Central de Venezuela Edmundo Chirinos a la periodista Elizabeth Fuentes, del periódico El Nacional. Allí el citado ex rector usó el término «generación boba» para referirse a la juventud universitaria de los años ochenta, a la que no se veía librando luchas políticas como en décadas anteriores.
2 Decimos que esta medida fue el detonante porque esta presencia, aparentemente súbita, del estudiantado tiene su explicación en el contexto en el cual le ha tocado vivir a esa generación.
3 Es importante apuntar que aquí trabajaremos con los que se hacen visibles políticamente, puesto que no puede olvidarse que hay otra cantidad de jóvenes que aún permanecen al margen del activismo político estudiantil y que no por ello resultan menos significativos para un análisis más extenso.
4 Según Angulo y Castro (1990), para los años ochenta, en la Universidad Central de Venezuela, de una muestra de seiscientos estudiantes sólo el 5,3 por ciento militaba en partidos políticos. Asimismo, sólo el 7,6 por ciento participaba en organizaciones estudiantiles. Datos similares se presentan en otros tipos de participación, como asociaciones de vecinos o religiosas.
5 Queremos señalar que en Venezuela se ha ido creando, desde el discurso de diferentes voceros gubernamentales, la representación de que las y los jóvenes estudiantes de las universidades autónomas pertenecen a sectores sociales privilegiados económicamente. Sin embargo, datos preliminares de otro estudio de investigación que estamos realizando dentro del programa de investigación «Los jóvenes en Venezuela: representaciones, prácticas políticas y valores», adscrito al grupo de trabajo «Juventud y nuevas prácticas políticas» de Clacso y financiado por el Consejo de Desarrollo Científico y Humanístico de la Universidad del Zulia (Venezuela), acerca de los valores políticos de los estudiantes de las universidades autónomas venezolanas, nos muestran que el 70 por ciento de las y los jóvenes que estudian en las universidades autónomas provienen de zonas residenciales de los sectores populares. Sólo el 30 por ciento vive en urbanizaciones o apartamentos de clase media o alta.
6 Yon Goicoechea, representante estudiantil ante el Consejo Universitario de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB). Intervención en el derecho de palabra concedido a los estudiantes por la Asamblea Nacional de la República Bolivariana de Venezuela el 7 de junio de 2007 (Prensa AN, 2007).
7 Estos son los términos con los el presidente Chávez, a través de su discurso, ha popularizado la referencia a los cuarenta años del sistema democrático venezolano antes de su llegada al poder.
8 De hecho, en la actualidad, algunos de estos lideres estudiantiles que en las protestas del 2007 no estaban inscritos en partidos políticos han pasado a ser militantes de los nuevos partidos de oposición, fundados en el país en la década de los noventa en adelante: Un Nuevo Tiempo, Primero Justicia y Podemos. Incluso existen casos de estudiantes que fueron candidatos para cargos de representación popular, como es el de Freddy Guevara, quien fue electo concejal del Distrito Metropolitano de Caracas, y el de Stalin González, quien fue candidato a la Alcaldía del Municipio Libertador de Caracas por la oposición, en los comicios para las elecciones de autoridades regionales en el año 2008.
9 Freddy Guevara, presidente del Centro de Estudiantes de Comunicación Social de la UCAB, durante un discurso en la Avenida México, 10 de Noviembre de 2007 (Pereira, 2007).
10 En la encuesta del proyecto de investigación sobre valores de los jóvenes universitarios (inédita) realizada por nosotros y que citamos en un pie de página anterior, se revela que la mayoría de los estudiantes que se autodefinen como «oposición» (49,07 por ciento) expresan que sus padres son también de oposición.
11 Los estudiantes afectos al Gobierno que han participado en las últimas elecciones estudiantiles en las universidades autónomas han sido en la mayoría de los casos derrotados electoralmente por el movimiento estudiantil opositor, con la excepción de la Universidad de Oriente. En este sentido, es importante acotar que en los datos preliminares que arroja la encuesta sobre valores de los jóvenes de las universidades autónomas en Venezuela que hemos citado en otros pie de páginas anteriores, encontramos que el 49,07 por ciento se define como oposición, el 25,6 por ciento no se identifica con ninguna opción, el 8 por ciento no responde y sólo el 17,2 por ciento se define pro Gobierno.
12 Incluso, en nuestro país, el vestir con el color rojo en cualquier momento, es decir fuera de cualquier acto político, es inmediatamente asociado con la militancia «chavista».
13 Héctor Rodríguez. Estudiante de la Universidad Central de Venezuela. Intervención en el derecho de palabra concedido a los estudiantes por la Asamblea Nacional de la República Bolivariana de Venezuela el 7 de junio de 2007 (Prensa AN, 2007).
14 Ibíd.
15 Libertad Velasco. Estudiante la Universidad Central de Venezuela. Intervención en el derecho de palabra concedido a los estudiantes por la Asamblea Nacional de la República Bolivariana de Venezuela el 7 de junio de 2007 (Prensa AN, 2007).
16 César Trompis. Estudiante de la Universidad Bolivariana de Venezuela. Intervención en el derecho de palabra concedido a los estudiantes por la Asamblea Nacional de la República Bolivariana de Venezuela el 7 de junio de 2007 (Prensa AN, 2007).
17 Robert Serra. Estudiante de la Universidad Católica Andrés Bello. Intervención en el derecho de palabra concedido a los estudiantes por la Asamblea Nacional de la República Bolivariana de Venezuela el 7 de junio de 2007 (Prensa AN, 2007).
18 Adriana Tarazona. Estudiante de la Universidad Central de Venezuela. Intervención en el derecho de palabra concedido a los estudiantes por la Asamblea Nacional de la República Bolivariana de Venezuela el 7 de junio de 2007 (Prensa AN, 2007).
19 Ibíd.
20
Ibíd.21 Esto se expresa, por ejemplo, en su práctica política de poner en escena a diversos líderes estudiantiles de universidades públicas y privadas.
22 Robert Serra. Estudiante de Universidad Católica Andrés Bello. Intervención en el derecho de palabra concedido a los estudiantes por la Asamblea Nacional de la República Bolivariana de Venezuela el 7 de junio de 2007 (Prensa AN, 2007).
23 César Trompis. Estudiante de la Universidad Bolivariana de Venezuela. Intervención en el derecho de palabra concedido a los estudiantes por la Asamblea Nacional de la República Bolivariana de Venezuela el 7 de junio de 2007 (Prensa AN, 2007).
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