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Cuadernos del Cendes

versión impresa ISSN 1012-2508

CDC vol.30 no.82 Caracas abr. 2013

 

Lourdes Yero

Hay que revivir la planificación

por Alexis Mercado* 

* Profesor-investigador del Área de Desarrollo Científico y Tecnológico del Centro de Estudios del Desarrollo, Cendes, de la Universidad Central de Venezuela. Caracas-Venezuela. Correo-e: alexisms60@gmail.com

Continuando con las entrevistas a miembros del Cendes que comenzáramos a realizar en 2012, en esta oportunidad el profesor Alexis Mercado entrevista a Lourdes Yero, una de las principales expertas en el país en materia de planificación y desarrollo. La profesora Yero, de origen cubano, hizo de Venezuela su tierra y del Cendes su casa desde hace más de cuarenta años, siendo una de las grandes artífices en la construcción de nuestra institución y en particular de los departamentos de Teoría y Métodos de la Planificación y de Ciencia y Tecnología, así como del Doctorado en Estudios del Desarrollo. En todos los escenarios que le ha tocado estar ha dejado muy en alto el nombre del Cendes y su capacidad docente ha sido emblemática para las muchas cohortes de alumnos a quienes ha dedicado su principal empeño profesional. Hoy jubilada, no por ello ha abandonado sus vínculos con esta institución ni con los temas que la inspiraron toda su vida,  además de que es una colaboradora permanente de esta revista. 

Alexis Mercado: Considero inevitable comenzar por la situación global. Si uno ve la Europa actual, se sorprende porque definitivamente es una región que tuvo particular interés por mantener el Estado de bienestar y ahora observamos cómo se ha ido desarrollando la crisis…

Lourdes Yero: Fue bastante súbito.

AM: Sí, muy súbito. Evidentemente son síntomas muy claros de una crisis mucho más profunda, y aparte de eso, está la crisis ambiental. Particularmente estoy muy preocupado por los datos del cambio climático con relación a las emisiones, porque no se le está prestando mayor atención. Fíjate que el año 2011 las emisiones de CO2 alcanzaron 34 gigatoneladas. Y esta cifra quizá no pueda decir mucho, pero el Comité Intergubernamental de Cambio Climático estableció como límite crítico 32 gigatoneladas, y estimaban que esta cantidad debería alcanzarse en el 2019: o sea, que ya en el 2011 lo sobrepasamos y todo parece indicar que el modelo basado en el crecimiento continuo no cambia. Entonces, creo que estamos hablando de una crisis muy amplia, una crisis civilizatoria. Así, quería que nos dieras tu visión con relación a la situación global.

LY: Bueno, yo creo que esto se viene gestando lentamente y no ha sido por falta de diagnósticos, como decía aquel vicerrector. A lo mejor morimos de sobrediagnósticos, porque creo que ahí lo científico, la investigación, no ha quedado mal, porque ha sido capaz de advertir con bastante anticipación que estos procesos estaban en marcha. Encontramos publicaciones, documentos y programas completos dedicados a diagnosticar, a advertir, inclusive a recomendar qué habría que hacer frente a esto. O sea que no es por falta de información o de conocimiento de lo que está ocurriendo. Pero también pareciera que por otro lado no hay una capacidad de absorción de esas ideas, de hacerlas propias por parte de los políticos, de los gobernantes, de los que deciden. Es una situación que parece doblemente complicada porque tú sabes lo que está pasando: tú sabes lo que hay que hacer, pero pareciera que no hay manera de organizarse para hacer lo que hay que hacer.

Creo que hay un elemento que está muy poco estudiado, que puede parecer contradictorio con lo que acabo de decir. Qué es lo que pasa con la población. La idea de sobrepoblación o de crecimiento excesivo es una idea tabú, una idea de la que los trabajos sobre desarrollo no pueden hablar, porque hablar de los problemas de población significa que uno está reprimiendo, impidiendo que grupos sociales se desarrollen. Pero el crecimiento poblacional incide de una manera muy importante y además existe el conocimiento para poder saber qué pasa con esa población, cómo sería posible orientarla, limitarla. Y nada de eso se pone en marcha a pesar de que encontramos que los países más pobres son los que tienen el crecimiento poblacional más grande. Sin embargo, en las últimas décadas ese tema no se puede tocar. O sea que hay una combinación de conocimiento del modelo, por decirlo de alguna manera, al tiempo que un convencimiento de que mientras el capitalismo siga así, o el socialismo real (que presentaba características muy similares), no se puede hacer nada para transformarlo. Aun teniendo el conocimiento para saber qué habría que hacer para transformarlo, hay una especie de inacción que empeora la situación. De manera que a mí me parece que hay un problema difícil de abordar.

AM: Creo que hay un punto importante en lo que planteas. Hay estudios, pero en general los gobernantes, los tomadores de decisiones no les prestan atención, y eso es un cambio sustancial con lo que se vivió anteriormente, porque cuando se crean todos estos organismos…

LY: Después de la guerra.

AM: Después de la guerra, todos los estudios que se elaboraban eran prescriptivos, prácticamente se usaban, ¿a qué crees tú entonces que se deba esa sordera de parte de los detentores del poder, de los gobernantes, con relación a las advertencias de de estos estudios?

LY: Puede ser una excesiva simplificación, pero casi todas las recomendaciones, casi todas las prescripciones que surgieron de esos organismos creados después de la guerra, eran el resultado de un consenso momentáneo, por la toma de conciencia, en relación con lo que estas enormes catástrofes trajeron. Tales prescripciones no son simpáticas, no son atractivas para los que tienen que tomar las decisiones, y en un mundo donde crecientemente se eligen los gobernantes por métodos que requieren la aprobación pública mediante votación, mediante soporte o lo que sea, pues estas medidas son difíciles de tomar porque afectan a grupos y obviamente, dentro del sistema dominante, afectan sobre todo a los grupos poderosos. Yo creo que ahí hay un componente de esa naturaleza.

Por otra parte, ocurre que en muchos casos hay una especie de cortoplacismo, en el sentido de que muchas de estas medidas que se trató de llevar adelante, rápidamente fueron evaluadas como fracasadas, bajo el supuesto de que en un corto plazo tendrían que dar resultados. En realidad muchas de estas medidas requieren un período más largo de maduración: fracasadas, son descartadas y se inventaban entonces otras que obviamente también fracasaban en el corto plazo. Es decir, hay también una tendencia a esperar que las medidas que se toman den resultados muy rápidos, para luego decir: no sirven. De allí la falta de confianza en que desde los gobiernos se puedan tomar medidas para superar la situación.

Creo que uno de los resultados de eso es que la planificación, que era un acompañante inseparable de todas estas propuestas sobre el desarrollo, fue desprestigiándose, fue eliminándose, fue interpretándose como algo que solo hacían los gobiernos totalitarios, para imponerse. Entonces, estas planificaciones nacionales, que en un momento también florecieron junto con estas propuestas, fueron siendo dejadas de lado y abandonadas. Por tanto, ahí se combinan una serie de elementos para perder la fe en cualquiera de estos proyectos, con el agravante de no haber sustitutos, que es la otra cuestión que surge: no aparecen nuevas ideas. Se descartan las anteriores como inútiles o imposibles de implantar con tales evaluaciones, probablemente prematuras, anticipadas, y no se sustituyen por otras que puedan resolver los problemas: entonces, de vuelta al laissez faire.

AM: Es un proceso complejo, porque evidentemente son gobiernos que cada vez más son electos democráticamente, pero por detrás del fracaso o de destacar el fracaso de todas estas propuestas, obviamente hay intereses. Augusto De Venanzi señala, por ejemplo, el creciente peso de las corporaciones, que debilita a los Estados. ¿Cómo ves tú ese juego de actores? La corporación, que se ha hecho absolutamente poderosa a través de un proceso de concentración brutal en todos los sectores de la producción y los servicios, ¿qué opinas tú de esa visión como un elemento que haya incidido?

LY: Mira, yo creo que sí, porque además creo que inclusive la forma de producir, de distribuir los bienes para esa población cada vez más grande, también requiere formas de organización que tienden a la concentración, porque de esa forma son más eficientes, y las corporaciones son formas de concentración de cualquier cosa. Yo creo que definitivamente sí, aunque creo que el poder económico siempre ha estado ahí en una forma o en otra. Ahora toma la forma de corporación y es pública, es más visible, está registrada, la puedes ver. Ahora bien, creo que también hay un nuevo tipo de corporación, que son los medios de comunicación, que han introducido un elemento nuevo: esta famosa globalización sin ellos no existiría. Al estas corporaciones disponer de medios, que se los pelean con gobiernos populares también queriendo tener medios, hay otro movimiento además del de producción tradicional, que complejiza la forma de ejercer el poder. En la producción económica, llamada tradicional, hay bienes, hay servicios, pero estos medios trafican con algo que es ilimitado, que son las ideas que se proponen transmitir, lo que combinado con aquello puede darle efectivamente a las corporaciones más poder, relativamente hablando, que el que tenían antes. Y sí creo que dominan, no creo que sea muy discutible eso, y que transforman.

AM: De hecho el sector de comunicaciones fue uno de los que registró mayor concentración.

LY: Y mantiene mayor crecimiento, mayor interés. Lo estamos viviendo en el país. Entonces yo creo que la incorporación de estos nuevos medios de comunicación transforma la manera en que este poder es ejercido también por estas corporaciones, en medio de estos gobiernos populares, porque ya no sólo controlan la producción, sino pasan a controlar quizás las ideas, la forma en que se vive…

AM: Claro, pero en algunos casos en estrecha cooperación con otras corporaciones.

LY: Claro, es que ellas son corporaciones, distintas, pero son corporaciones.

AM: Entonces, tú dices que se volvió a una suerte de laissez faire, una pérdida de poder del Estado. Entonces, ¿cómo ves tú en este momento la discusión sobre el desarrollo?

LY: Bueno, yo creo que la discusión sobre el desarrollo, a la que nosotros nos incorporamos en los años cincuenta, surge en un momento de gran optimismo, pero también de gran tristeza y temor por lo que significó la Segunda Guerra Mundial; era impensable que ocurriera un evento de ese tipo entre poblaciones tan civilizadas, particularmente las europeas. Entonces hay toda una idea de reconstrucción con la colaboración del Estado, como dijimos, mediante la planificación. Así, el pensamiento sobre el desarrollo surge como una visión de que todo es posible. Todo es posible si nos organizamos, si pensamos bien lo que hay que hacer: si hay colaboración podemos hacerlo, y esto es lo que sería el tránsito del subdesarrollo al desarrollo. Sí, aquella famosa idea de las etapas, de que eso era posible.

Y desde el punto de vista del pensamiento, creo que lo que fue más diferente es que se trató de pensar, ya no como economía, sino como algo interdisciplinario, que creo que fue, como suelen decir ustedes los estudiosos de la ciencia, una ilusión más, porque la idea de que trabajaran juntas las disciplinas se presenta hasta el día de hoy como un proceso bastante difícil, si no inalcanzable. Entonces, la idea de que se podía colaborar desde el punto de vista del científico social, del ingeniero, del arquitecto, en una concepción global, implicaba una colaboración y una cooperación no sólo disciplinaria sino práctica, porque además el desarrollo siempre se propuso ser aplicado. Una forma de pensamiento que no se quedaba en ideas, sino que al final tenía propuestas y quería que se realizaran; que implicaba una colaboración interinstitucional en al arreglo organizacional de los países, pero que hizo que no se alcanzara: tan difícil como la interdisciplina resultaba también la interinstitucionalidad que supuestamente debía llevarla a cabo. De manera que el pensamiento sobre desarrollo representa una especie de optimismo muy fuerte. Y en el caso de Venezuela aparece coexistiendo con el momento del crecimiento de las universidades, del florecimiento de la Universidad Central, del rectorado del doctor De Venanzi, donde hubo un clima que permitía pensar de manera muy optimista. Y se suponía que esta colaboración entre la academia y el gobierno debía ser fácil para las acciones que se iban a llevar adelante. De manera que ese pensamiento sobre desarrollo, en su contexto, parecía representar una salida muy lógica, pero no duró mucho, porque rápidamente, por lo menos en el caso de Venezuela, se inserta en un contexto que prácticamente le es ajeno. Es un pensamiento que viene de las organizaciones de Naciones Unidas, de todo ese proceso de internacionalización para buscar respuestas, pero no surge de los centros nacionales, locales. Entonces entra en un medio donde es altamente criticado y encuentra otro pensamiento que se le enfrenta de manera muy fuerte.

AM: ¿Cuál?

LY: El pensamiento de la crítica al desarrollo. O sea, de la crítica al pensamiento sobre el desarrollo, que destaca que toda esta corriente no es una respuesta, dejándola permanentemente inserta en una especie de ambiente hostil, porque es un pensamiento afirmativo: que no hay que confundir con positivista, sino un pensamiento afirmativo que intenta respuestas y el planteamiento es que el sistema no permite eso. Tenemos así un pensamiento que yo creo que en Venezuela no puede calificarse en ese momento de dominante, porque hay diversas corrientes, pero el pensamiento antidesarrollo es muy fuerte.

AM: ¿Ubicarías a los dependistas dentro de esa corriente?

LY: Sí, salvo la primera corriente de Cepal. De Naciones Unidas nos llega el pensamiento sobre desarrollo, con una influencia anglosajona muy fuerte, en la que todos estuvimos insertos. Muy rápidamente esas evaluaciones de que eso no era viable aparecen con pensadores muy brillantes, que fueron capaces de desmontar aquellas ideas, y de crear corrientes alternativas de pensamiento en América Latina. Estas paralizaron la propuesta inicial, que era muy afirmativa en cuanto a que vamos a hacer planes, desarrollo, y se pasó más al pensamiento crítico, que es un pensamiento sobre desarrollo, pero crítico, que no trae propuestas, sino que trae, como su nombre lo dice, críticas. Eso fue paralizante.

AM: Por eso es sugestivo que justamente miembros prominentes de esa corriente fueron los que en los noventa dan legitimación a todo este proceso de liberalización…

LY: También.

AM: Una suerte de paradoja.

LY: También, bueno, porque es como un pensamiento que va y viene, primero, vamos a hacerlo afirmativo. Hay que hacer la transformación, el planteamiento del desarrollo es el camino, el instrumento es la planificación. Empezamos a tratar de convertir eso en planes, «planes de la nación» en Venezuela, planes de la nación en todos los países en América Latina. Hubo una explosión, creación de no sé cuántas oficinas de planificación en todos los países, etc. Pero esto como que no funciona. Estos mismos pensadores empiezan a criticar, unos los objetivos del desarrollo, otros la misma planificación, empezando por Matus y toda esa escuela que después pasa a la planificación estratégica. Pero ya la crítica es muy fuerte y eso reduce la capacidad de los centros planificadores y después de mucha crítica se convencen de que hay que ayudar al sistema a ver cómo sale adelante y no con la planificación y no con aquellas ideas del desarrollo.

Pero posiblemente, más recientemente, algunos están rescatando ahora la idea del desarrollo, un poco al ver que cincuenta años después la mayor parte de los indicadores, la mayor parte de lo que se diagnosticó, sigue igual o peor.

AM: En el caso de América Latina está la visión del desarrollismo. Theotonio Dos Santos ha hecho contribuciones, rescatando los elementos estructurantes, positivos, que tuvo esa política en los cincuenta y en los sesenta.

LY: Posiblemente, por eso te digo que no ha habido otras respuestas. Porque inclusive si tú buscas cuáles son los objetivos de los países que eligieron el socialismo, no eran diferentes. El descarte prematuro probablemente hizo perder décadas; no una, sino décadas de la posibilidad de alcanzar objetivos que eran bastantes simples, que estaban perfectamente insertos en la idea de lograr un mayor bienestar para la población: educación, salud, vivienda, transporte, en fin, están siendo rescatados por los más diversos sistemas. Claro, no quieren ponerle el mismo nombre, porque eso no se puede hacer, entonces bueno, aparecen…

AM: Neologismos, nuevas construcciones…

LY: Sí, pero si rescatamos lo de base, vamos a encontrar una cosa muy parecida que es, en última instancia, sentido común.

AM: Entramos en América Latina y volvemos al análisis de contexto. La región parece bien parada dentro de crisis global. Incluso, gobernantes de Latinoamérica se atreven a sugerirle a gobernantes de Europa las cosas que deben hacer, un poco por experiencia propia. Pero veo límites preocupantes a este modelo, porque si uno analiza bien en qué se está sustentando el crecimiento económico, lo que tiene que ver mucho con las políticas de desarrollo, vamos a ver que está fundamentado en los elementos primarios, en la reprimarización de la economía…

LY: Las exportaciones de siempre.

AM: Sí, pero se ha profundizado. Por ejemplo, si se revisan los indicadores de exportación de Brasil, se va a conseguir que sus dos principales rubros de exportación son la soya y el acero. Realmente nos hemos convertido en los principales proveedores de materias primas y bienes primarios de China.

AM: ¿Cómo ves esa coyuntura específica de América Latina?

LY: Bueno, lo que sí pareciera respecto a América Latina es que ha diversificado hacia dónde exporta y eso probablemente le da una nueva forma de protección al diversificar sus mercados, pero sigue siendo dependiente de lo que pasa en esos países.

Creo que hay un margen más o menos importante si en esta etapa de relativo florecimiento de sus economías se usara para transformarse internamente. Transformarse otra vez más en las mismas líneas de desarrollo anterior y de situaciones de mayor bienestar, y mayor bienestar inscrito obviamente en mayor empleo, de manera que pueda trabajar más gente. Pero no creo que haya cambiado su vulnerabilidad demasiado. Eso sí no.

AM: Con todos estos cambios que uno ve en la estructura económica, hay un fortalecimiento del sector servicios, lo que conversábamos también, obedeciendo a una lógica del poder y la reprimarización de la economía…

LY: Una combinación peligrosísima.

AM: Exacto. Entonces, ¿cómo entraría la planificación allí? Hay un elemento que subyace, el de las políticas públicas.

LY: Yo sé que suena como medio anticuado, pero yo creo que el elemento de planificación está absolutamente subutilizado. Claro, yo creo que un componente es la alternabilidad de grupos en los gobiernos, que es una cosa muy buena en un cierto sentido, porque la democracia permite la renovación, pero la planificación presenta una línea que estorba, en el sentido de que tú no la puedes cambiar cada vez que, si es que quieres ser eficiente, cada vez que entra un gobierno.

Podemos ver que aquellos países que han sido más respetuosos de sus proyectos y de sus planes a más largo plazo en América Latina suelen presentar en este momento mejores condiciones económicas. Creo que, por ejemplo, por lo que los análisis indican, pareciera que Chile ha sido capaz de tener más continuidad en algunos programas; el mismo Brasil, que tiene unos grupos planificadores en algunas cosas también muy importantes.

Pero sin duda este componente ha sido muy descuidado y pudiera brindar instrumentos sumamente importantes, pero enfrenta el problema del horizonte temporal. Si los planes están establecidos a largo plazo, que es como solo realmente podrían dar buenos resultados para el tipo de problemas que enfrentan –de la salud, de la educación, de la vivienda, etcétera–, constituyen una especie de camisa de fuerza para los gobiernos que desean hacer su voluntad cuando toman el poder. Hay una incompatibilidad entre ello y lo que sería un sistema de planificación verdaderamente eficiente. Esta, en cierta forma, tendría que salir del control cotidiano, de la sujeción a los cambios de gobierno, a los cambios de poder: solamente así podría ser eficiente. Lo contrario da como resultado que en las etapas de escasez no haya vías claras para distribuir los recursos mediante la política pública, porque no existe la infraestructura de planificación adecuada ni para las escaseces ni para las abundancias. Por tanto, cuando hay escasez son situaciones de crisis y cuando hay abundancia son situaciones de desperdicio.

Entonces, es una idea que está muy clara. Para poder tener desarrollo, se planteó tener sistemas de planificación en condiciones de democracia: condiciones de democracia que exigen, en alguna forma, la alternabilidad y los cambios en el poder. Una planificación significaría objetivos y propósitos a más largo plazo que se saldrían de este control, entonces, ¿quién queda afuera? La planificación.

AM: Si uno ve, por ejemplo en América Latina, la necesidad de planificar a largo plazo, pero también la ingente necesidad de resolver problemas de la población, entonces ahí es evidente la tentación: ¿cuál es el mecanismo más expedito, la vía más expedita?, la obtención de ingresos vía explotación de recursos naturales… Eso lo que estamos observando.

LY: Y sobre todo porque la presión de la demanda externa es hacia eso, ¿no?

AM: Se dan las condiciones.

LY: Se dan las condiciones, porque hace treinta años China no estaba como el cliente que está ahora en procura de esos recursos naturales, y probablemente no había tanta presión como hay hoy en día; porque también ahora hay desde afuera un muy renovado interés por todos esos recursos naturales. Porque ahí hay otra paradoja: en los momentos en que baja la demanda de recursos naturales, de bienes primarios, estos países miran hacia adentro a ver cómo buscan otra salida y se diversifican; en el momento en que vuelven a aparecer las altas demandas vamos hacia eso, que es más fácil y más rápido. Entonces, se da como una regresión a cosas más rápidas, más sencillas, ¿para qué vamos a complicarnos la vida si tenemos estas posibilidades ahí?

AM: Cortoplacismo. Entonces, ¿cuál sería la viabilidad de la planificación? Por una parte la viabilidad y, por la otra, la necesidad de la planificación en este momento, en el contexto latinoamericano y específicamente en el contexto venezolano.

LY: Bueno, creo que la necesidad uno la puede argumentar ad infinitum, y por lo menos en mi caso, cincuenta años dedicados a esto aquí en el Cendes debería decirnos que pareciera que sigue aceptándose que es una necesidad y que es una conveniencia, y que hay cuánta técnica, cuánto método, cuánta posibilidad que pudiera imaginarse para el corto plazo, el mediano plazo, el largo plazo, participativa, no participativa, estratégica. Es decir, lo que tú quieras de opciones. Pero por otro lado, pareciera que no hay interés. Pareciera que no hay, desde el punto de vista de los que toman decisiones, interés en tener organizaciones cuya responsabilidad fundamental sea planificar. Y una vez que crean tales organizaciones, si es que las crean, no hay mayor interés por lo que estas producen, porque es lo que decíamos antes, planes y diagnósticos, los que tú quieras. Hoy en día vamos a hacer otra vez todo el levantamiento para la minería. Otra vez toda esa historia, aun cuando están todos los estudios; quizás se han perdido porque eran papeles, se queman los edificios, las bases de datos las borran, no sé. Pero constantemente están haciendo todo tipo de levantamiento de información que permitiría elaborar los planes, pero yo no veo que haya, por lo menos por lo que se ve desde afuera, interés en disponer de un sistema de planificación eficaz. Porque, vuelvo a lo anterior, puede resultar un estorbo.

Si tú haces un plan que es descriptivo, con palabras, con objetivos generales, no hay problemas porque a ese plan tú le ajustas cualquier expresión de su concreción. Me acuerdo cuando teníamos un V Plan de la Nación que Conicit decidió que todos los proyectos tenían que estar referidos a alguno de los puntos de dicho plan. Hubo personas que se especializaron en ver cómo encontraban el artículo para argumentar en el proyecto que tenía que ver con el V Plan. Porque el proyecto no era plan, lo que era plan era las palabras que describían los objetivos.

Yo creo que ahí hay un componente que también se introdujo con toda esta discusión de los planes y fue que en las ciencias sociales hubo una responsabilidad importante, que fue el convencimiento de que cualquier número, dimensión o cantidad era una expresión de algo que no permitía identificar objetivos cualitativos para el bienestar de la población. Es decir, que cuantificar estaba reñido con cualificar.

Cualquier análisis cuantitativo era una manera de impedir que se alcanzaran objetivos cualitativos. Entonces, el resultado es que no hay que dimensionar los procesos, porque si los dimensionamos, si le ponemos números, eso significa que ahí hay una mentalidad antitransformación a favor de los pueblos o de la humanidad; o sea, para el pensamiento cualitativo, por alguna razón que para mí sigue siendo un poco misteriosa (no sé si es un problema de formación en las disciplinas), lo cuantitativo está casi ausente en las ciencias sociales, y muy presente en las otras formaciones, y justamente esa interdisciplinariedad que empezamos hablando es muy difícil que se dé, quizás por esa ausencia. Un plan sin cantidades, sin números, sin dimensiones, no se puede ejecutar.

Entonces, yo creo que ahí hay un problema de fondo, de formación también, de los profesionales que se incorporan a estos procesos, donde, de una ausencia de sociología, se acabó en un dominio por parte de la sociología. Y la sociología, en muchos casos, es antagónica de estos métodos y lo expresa claramente destacando que esta visión cuantitativa de los procesos es economicista, es retrógrada, es regresiva, lo que, por lo menos para mi caso, me resulta misterioso. Yo no puedo imaginarme un programa educativo que no me diga cuántas escuelas, cuántos niños, cuántos libros comprende; cómo va a convertirse el plan en una realidad para que, efectivamente, al final yo pueda decir que todos están recibiendo una educación de buena calidad y que alcanza a todos.

Es verdad, yo lo puedo decir aquí, pero si primero, del otro lado no tengo las escuelas, los maestros, los libros, los insumos –que es una palabra maldita para algunas de estas visiones– es imposible cumplir los objetivos. Entonces creo que un problema de la planificación ha sido, por lo menos en esta etapa del pensamiento sobre desarrollo y la planificación, el tipo de conocimiento que tienen los profesionales que han estado involucrados en estos procesos. Donde todo lo que es cuantitativo ha tendido a ser visto como ajeno a una transformación social adecuada. Entonces, hay mucho más peso en el discurso, en la expresión de lo que tiene que ser y lo que debe ser esa transformación, que en ver cómo, con los recursos que uno tiene, puede adelantar en el logro de estas cuestiones. Lo vemos en los programas de formación.

En los programas de formación, por ejemplo del Cendes en sus inicios, los planificadores recibían una capacitación mixta, que pretendía justamente ser interdisciplinaria y que, en lo que yo pude ver, lo lograba bastante bien, pues personas que no tenían esa formación, que venían de las ciencias sociales, recibían la formación cuantitativa para llegar a la medición y al análisis dimensional ineludibles en la planificación. Y al revés, aquellos que ya traían esa formación, recibían una sobre la visión social de los problemas que la incorporaban. Siempre se decía, ¿cómo se logra la interdisciplinariedad? En la gente. Si no hay una interdisciplina, por lo menos hasta el día de hoy, la gente, los estudiantes, los profesores que reciben estos distintos conocimientos, ellos acaban siendo interdisciplinarios, y son los que son capaces de poner esta multidimensión en las propuestas que hacen.

Entonces yo creo que la planificación ha sido muy afectada por esto, y creo que sí, al día de hoy vemos un divorcio. Recuerdo que siempre planteábamos, y eso está en los trabajos que se hicieron aquí en Formeplan,* que cuando el presupuesto –que de hecho es el plan de facto de nuestros países, aunque sea un plan de un año nada más– y los ministerios de planificación o los institutos de planificación sean uno solo, probablemente estaremos avanzando en poder tener unos planes efectivos. El presupuesto, el famoso presupuesto por programa que desde los años cincuenta Naciones Unidas estaba tratando de implantar (y que es una de las primeras cosas que se implantaron en Cuba cuando la Revolución, lo que les permitió hacer planes después), para lo que se hicieron planes con el Ministerio de Planificación, y así se tendría entonces un matrimonio de esos imposibles –como decía Rafael Rengifo– y se podría entonces avanzar. Bueno, ya tenemos unos cuantos años en Venezuela donde estos ministerios están unidos, pero sigue habiendo el plan por un lado y el presupuesto por el otro.

AM: Y eso nos lleva a otro tema, a la evaluación, que quizás es algo estigmatizado en este país.

LY: Ese es un punto bien importante.

AM: Si no tienes algo cuantitativo, al final, entonces, ¿cómo miras los logros?

LY: Yo creo que es horror a la evaluación. Lo encontramos en todo: estamos hablando de los planes y del desarrollo, pero no se acepta la evaluación como una parte normal del trabajo. Creo que hay relación entre cómo se ve el trabajo y el trabajo que se hace para lograr algo, y al final uno tiene que ver si lo logró o no lo logró; lo que tiene mucho que ver con aquella historia de la motivación al logro, que es inexistente en estos análisis de los procesos. Entonces, si te evalúan es porque te odian, si te evalúan es porque te quieren botar, si te evalúan es porque tu eres malo; entonces, el que evalúa es una especie de enemigo, de demonio, no es parte del proceso para seguir a otra etapa. Por eso los procesos tienen una sola etapa, porque cuando terminan, como no hay evaluación, el próximo es uno nuevo, pero uno nuevo que no puede sostenerse en el anterior: es un permanente recomenzar, sin realmente saber por dónde vas. Aquel planteamiento de la administración estratégica, de la dirección, si tú cada cierto tiempo no miras a ver dónde estás, no sabes para dónde vas.

Es el cortoplacismo llevado al extremo: es uno de los componentes, porque no es la evaluación, es descarte, generalmente, porque evaluación implicaría decir: vamos a ver qué está bien, vamos a ver qué está mal, rescatemos lo que está bien y seguimos para adelante, descartemos lo que está mal. Pero no es así. Cerramos aquí y estos que vinieron ahora tienen carta blanca, pueden iniciar un proceso nuevo, no están comprometidos con el proceso anterior y cuando terminan tampoco están comprometidos con lo que hicieron, porque no son evaluados. Pero lo vemos en la universidad, en la universidad no se puede evaluar. Bueno, los pobres estudiantes sí, uno los evalúa al final de la materia, pero lo que son los procesos de docencia, los procesos de investigación no, y, cuando a veces se hacen las evaluaciones, son secretas, no se pueden divulgar; o si salen mal se botan. El proceso de evaluación debería ser algo ineludible si se quiere tener planificación, porque son etapas que se van superando.

Cuántas técnicas de evaluación, documentos, libros existen, pero búscate una materia dedicada a evaluación. La evaluación de impactos ha sufrido los avatares de las persecuciones, más por el hecho de que cuando evalúas in facto, evalúas unos procesos, y esos son de las pocas instancias donde la evaluación entra y no obviamente dentro de la planificación, sino externamente. Creo que ahí hay un punto muy importante: la ausencia de prácticas, o como llaman ahora, de una cultura de evaluación dentro de los procesos, hace que sea casi imposible la planificación.

AM: Entonces, creo que estaríamos en este momento en el titulo de aquel libro: Planificación de la crisis, crisis en la planificación.

LY: Bueno, pero fíjate, una vez más tendemos a ser muy críticos, porque pareciera ser que es nuestro deporte nacional, como dicen algunos. Pero yo creo mucho en los procesos de formación de la gente. Si lo miramos a diez años aquí no hay nada, pero si tú miras a cincuenta años, que ya podemos hacerlo prácticamente, es otra cosa. Cuarenta años tienen los procesos de formación en el Cendes, que ha sido uno de los pocos centros que se ha dedicado a formar en desarrollo, en planificación. Hoy en día más disminuido, más aumentado o más o menos presente, ha logrado, en el espíritu de hacer propuestas afirmativas para el país, primero, formar a mucha gente, que suponte tú que no todos absorben cuanto uno quisiera, pero gracias a lo cual hay un contingente ya de personas a las que esto que nosotros estamos discutiendo les parece normal, cotidiano; es parte de su formación, y yo creo que ahí hay una reserva que se ha ido acumulando y que está ahí y que alguna influencia ha tenido en el país, porque vemos en muchas cosas como se han conseguido logros, a lo mejor pequeños, pero sí creo que este es un proceso muy lento.

Ahora bien, sí creo que hay una crisis porque la palabra planificación entró en un gran desprestigio, en un gran abandono, también por parte de los que forman, y lo que es la planificación como técnica entró en un período de gran confusión, y para eso contribuyó mucho, creo, la etapa nuestra con los trabajos de Matus sobre la planificación normativa y la planificación estratégica. Creo que ha sido básicamente un Matus mal leído, porque esa es la introducción de Matus para plantearnos cómo hacer la planificación estratégica, no para rechazarla, y cómo dentro de ella es importantísimo el momento normativo, donde hay que establecer objetivos, cosas clarísimas de qué es lo que se va hacer y momentos de evaluación, clarísimos también, donde hay que evaluar para poder seguir. Generalmente se quedó esta discusión en el primer momento, y los posteriores, salvo algunos esfuerzos, no fueron continuados. A mí me parece que se requeriría fortalecer de nuevo esta capacidad de hacer planes.

AM: En el caso específico del Cendes, ¿qué papel jugaría?

LY: Creo que en el caso del Cendes es bastante sencillo. Debería ser donde más fácil se pudiera hacer eso. Creo que el Cendes tiene todo el contexto del análisis situacional, para llamarlo así, donde tú puedes hacer toda la crítica, todo el diagnóstico, ver todo lo que está pasando, y fortalecer las instancias donde se le habilita para plantear qué hay que hacer. Ya sabemos lo que está mal, entonces eso facilita saber lo que hay que hacer luego. Eso implica un fortalecimiento de lo que se convirtió, en algún momento, en una mala palabra: técnicas de planificación. Lo que planteó inicialmente Ahumada, aunque, claro está, él hoy solo no nos alcanza, tenemos que usar muchas más cosas, después de cincuenta años. Hemos avanzado muchísimo en reconocer que ese contexto tiene que ser analizado de una manera mucho más compleja, mucho más amplia, hasta el contexto mundial, y con múltiples componentes, pero fortalecer, a lo mejor, la parte de ingeniería. No ingeniería en el sentido tradicional, de ingeniero civil, sino de construcción de los componentes, de la forma, de lo que hay que hacer, manejo de los recursos, etc.; esa cosa tan simple, pero que cuando llega la hora de hacerlo en una situación concreta es sumamente difícil. Lo que nos lleva a otro punto que no hemos tocado, que es la creciente dificultad para obtener información estadística básica, de la que cada vez se dispone menos.

Creo que ahí hay, crecientemente, una dificultad, porque la información esa, que antes era información para los técnicos, para los ingenieros, para los economistas, se volvió materia prima para esos medios de comunicación de que hablamos antes, y por tanto hay una desconfianza total en revelar esta información a los que quieren hacer planificación. Porque los que quieren hacer propaganda están atrás de ellos también, entonces se ha vuelto un bien escaso y cotizado, pero que presenta una seria dificultad para los que quieren trabajar. O sea, el problema de la información estadística, cuantitativa, pero que volviendo a lo anterior puede ser muy cualitativa, según y cómo se interprete, presenta también un problema creciente para cualquier trabajo de planificación. Entramos ahí en un problema que ya está fuera del control, que significa un obstáculo.

AM: Hay un elemento que fue bien importante también desde el punto de vista disciplinario para nosotros en los ochenta: la prospectiva. Particularmente en el caso específico del Cendes, estuvo bastante involucrado en el proyecto «Prospectiva Tecnológica para América Latina– (PTAL), ¿cómo ves tú en este momento, ya que fuiste una persona que participó directamente, el impacto que tuvieron estos estudios y cuál es en este momento el papel que podría tener la prospectiva?

LY: Yo me acuerdo que el doctor Roche decía que lo que a él le preocupaba en las ciencias sociales es que los científicos básicos, cuando hacían un descubrimiento, ahí estaba, y les era reconocido eternamente. En cambio que en las ciencias sociales, cuando alguien generaba un nuevo concepto, hacía una contribución y de verdad entraba en esa línea del conocimiento al punto que se «anonimizaba» y se volvía un lugar común. Entonces yo creo que una de las demostraciones de la efectividad de los trabajos en prospectiva (que entonces no se llamaban así) que se hicieron en Cendes, definitivamente pionero en eso y por lo que recibió ataques feroces, fue que eventualmente se convirtieron en algo absolutamente natural y aceptado. En este momento trabajar con el futuro o trabajar con prospectiva es algo prácticamente ineludible y se considera legítimo hacerlo; de manera que yo mido eso por ahí, porque creo que no hay otra manera de hacerlo. Si buscamos, las citaciones son infinitas. Los poquísimos trabajos que se pudieron llegar a publicar, entre ellos todo lo de Estilos de Desarrollo, se convirtieron, y eso es un lugar común ya, en un trabajo de referencia, de manera que yo creo que por ahí hay una influencia y una contribución importante.

En este momento veo difícil hacer prospectiva en Venezuela. Tenemos un problema con la información, que es secundario, porque hacer prospectiva implica que tú conoces, en alguna forma, inevitablemente, la lógica, los procesos, las tendencias que caracterizan la situación que estás analizando. Tú puedes pensar hacia adelante, tratar de pensar como piensa el otro y construir con toda esa parafernalia un futuro posible, pero yo creo que en este momento en Venezuela es muy difícil, porque lo que puedan ser algunas tendencias, son procesos demasiado recientes, y probablemente demasiado personales. Diría que este no es el momento de la prospectiva. No es que la prospectiva no sirva, sino que lo que la prospectiva pretende hacer requiere cierto tipo de situación donde se pueda avanzar con el pensamiento hacia esos futuros, y creo que al analista que le toque hacer eso en el caso de Venezuela no dispone –aunque lo puede hacer, cualquiera puede hacerlo, lo están haciendo ahí todos los días– de los elementos como pudiera ser hace cuarenta años, donde había una situación de sistemas relativamente estables, sistemas alternativos que más o menos se conocían, el contexto internacional también. Estos sistemas alternativos ahora incluyen cualquier cosa, entonces tampoco hay los componentes, de manera que el momento es difícil para esa prospectiva.

Sin embargo, creo que sí sería un buen momento para una prospectiva más aterrizada, por ejemplo en el nivel del sistema productivo o el sistema educativo; o sea, bajar esa prospectiva a componentes en los que sí se sabe más o menos qué puede pasar y qué se requiere. Eso hace mucha falta, porque además la prospectiva es el marco de la planificación. Esa es otra cosa que también hay que fortalecer, también sin prospectiva no vas a poder tener una planificación que vaya más allá de un corto plazo; es un paquete inseparable: el pensamiento sobre desarrollo, la prospectiva y la planificación.

Marzo 2013 

NOTA:

* Proyecto «Formulación de una metodología de planificación a mediano plazo», Cendes.