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Utopìa y Praxis Latinoamericana

versión impresa ISSN 1315-5216

Utopìa y Praxis Latinoamericana v.12 n.37 Maracaibo jun. 2007

 

Historia y Utopía: relaciones vinculantes desde la perspectiva de Agnes Heller

History and Utopia: Connecting Relationships from the Perspective of Agnes Heller

Carolina E. LÓPEZ

Universidad Nacional del Sur – CONICET, Bahía Blanca, Argentina.

RESUMEN

El presente trabajo se propone como objetivo analizar el rol que Agnes Heller otorga a la utopía en el marco de la Teoría de la Historia. Para ello, examinaremos la relación que establece entre futuro-utopía, cambio-utopía y progreso-utopía. Luego del análisis y explicación de estos pares conceptuales, intentaremos determinar las características y funciones de la utopía en relación con la Historia, concibiendo a la misma como una categoría de análisis que permite identificar y definir las expectativas de cambio y renovación de una época o de un grupo social.

Palabras clave: Futuro, progreso, Teoría de la Historia, utopía.

ABSTRACT

The aim of this work is to analyze the role that Agnes Heller gives to utopia in the framework of the theory of history. To accomplish this, the relation she establishes between future-utopia, change-utopia and progress-utopia will be analyzed. After the analysis and explanation of these conceptual pairs, the paper will attempt to determine the characteristics and functions of utopia in relation to history, conceiving it as a category of analysis that allows for identifying and defining expectations for change and renovation for a time period or social group.

Key words: future, progress, theory of history, utopia.

Recibido: 13-11-2006  ·  Aceptado: 05-04-2007

INTRODUCCIÓN

Podemos afirmar que a lo largo de la historia de la humanidad siempre han existido utopías, casi como un elemento inherente a la condición del hombre. La diversidad y magnitud de esta temática ha permitido el desarrollo de múltiples enfoques y perspectivas de análisis, dando origen a posturas numerosas y divergentes.

La complejidad en relación al análisis de las utopías se hace evidente en la polisemia y ambigüedad del concepto. No obstante, consideramos necesario delinear las características básicas del término, destacando que el mismo alude a lo que no tiene lugar o todavía no ha sido experimentado1.

Históricamente, la idea de utopía ha estado ligada a un relato o imagen que describe el funcionamiento de un tipo/modelo de ciudad o sociedad perfecta e ideal2, y por lo tanto, no realizables. De este modo, las utopías se ubican en un ámbito no temporal y ajeno a la realidad existente.

Sin embargo, representan un modelo que se construye a partir de una realidad histórica que busca superarse a sí misma, constituyéndose en el fin o la meta de la sociedad o grupo social que la adopta. Consisten, entonces, en un proyecto de cambio y transformación en pos del cual orientan sus acciones aquellos hombres que comparten la utopía, convirtiéndose de esta manera en fuerza operadora de acciones conjuntas.

Atendiendo a su carácter intrínseco, las utopías se erigen como modelos generadores de acción, porque representan el punto hacia el cual proyectamos nuestros deseos de cambio y transformación. Son imágenes movilizadoras, porque involucran el campo de la praxis como único lugar de verificación de la “hipótesis utópica”. Por lo tanto, componen un ámbito en cuyo seno se desarrolla el “juego de lo posible y lo imposible”, porque los valores de posibilidad, imposibilidad y deseabilidad sólo pueden vislumbrarse como realidad por la fuerza de la acción3.

Según Baczko, las utopías constituyen representaciones de la sociedad, las cuales (...) se sitúan en un futuro que estaría al alcance de la mano. Un futuro imaginado, desde luego, pero no quimérico ni tampoco producido por un discurso ficcional: su advenimiento estaría garantizado por el ritmo mismo de la Historia y por sus “leyes”, otras tantas fórmulas para designar el Progreso que concluiría con la utopía realizada4.

En consecuencia, la potencialidad intrínseca a la utopía convoca al futuro en cuanto imagen de una sociedad distinta, transformadora y a la vez superadora de la realidad de la cual emerge. Así, los ideales utópicos representan la necesidad de lo nuevo contenido en el presente, la expresión de un fututo imaginado, pero no ilusorio.

Tomando como punto de partida lo anteriormente expuesto, el presente trabajo se propone como objetivo analizar el rol que Agnes Heller otorga a la utopía en el marco de la Teoría de la Historia. Para ello, examinaremos la relación que establece entre futuro-utopía, cambio-utopía y progreso-utopía. Luego del análisis y explicación de estos pares conceptuales, intentaremos determinar las características y funciones de la utopía en relación con la Historia, concibiendo a la misma como una categoría de análisis que permite identificar y definir las expectativas de cambio y renovación de una época o de un grupo social.

EL FUTURO Y SU RELACIÓN CON LA UTOPÍA

Según Agnes Heller, podemos definir a la Historia como la construcción mental de una época. Por lo tanto, no debemos entenderla sólo como la historia del pasado, sino también la del pasado de nuestro presente. Al mismo tiempo, la Historia es también el proyecto de nuestro presente en relación al futuro del presente, y por lo tanto, de nuestro presente. Es por esto que “La Historia, como futuro de nuestro presente, siempre ha implicado e implica el proyecto de un futuro histórico del que no sabemos nada”5.

Heller parte de la idea de que el futuro, en cuanto dimensión temporal, devendrá de las acciones que los hombres hagan o dejen de hacer; en consecuencia, es una construcción objeto de creación. Sin embargo, considera que el principal problema que se presenta en cuanto al conocimiento del futuro, se relaciona con la posibilidad de realizar afirmaciones verdaderas sobre aquello que sólo podemos imaginar o intuir, pero no conocer con exactitud. Es decir que, en relación al futuro, sólo se pueden realizar afirmaciones con cierto grado de probabilidad, pero nunca con un grado de certeza6.

Atendiendo a la posibilidad de predecir el futuro Eric Hobsbawm afirma que “es deseable, posible, incluso necesario, prever el futuro hasta cierto punto” 7. Según el historiador, la relación con el futuro pasa por la capacidad, posibilidad y deseo de predicción de los hombres. Es por esto que considera necesario distinguir las predicciones basadas en el análisis de aquellas que se basan en el deseo.

La predicción, en la historia, surge al abordar las transformaciones complejas a lo largo del tiempo, es decir, el continuo entre el pasado, el presente y el futuro. Para Hobsbawm, el valor de la predicción histórica se basa fundamentalmente en que ella se refiere a la compleja realidad de la vida humana, a partir de la cual se descubren las pautas de interacción en la sociedad, así como los mecanismos y tendencias del cambio. Si bien el historiador reconoce que es imposible conocer el futuro con certeza, considera que el conocimiento histórico no puede perder la perspectiva de cambio y transformación8.

En el mismo sentido, Heller señala que “Nuestro pasado es el futuro de otros, y nuestro presente es el pasado de otros. Somos los otros. (...) Todas nuestras acciones se orientan hacia el futuro, pero éste no es idéntico a nuestro futuro o a los tiempos “por venir”: los trasciende.”9. El futuro no está predeterminado, pero tampoco emerge de la nada, es por esto que la única posibilidad que tenemos de conocerlo se logra a través de las inferencias que podemos realizar desde el pasado y del presente 10,

Cuando el presente se erige como un mundo de crisis y conflicto, proyectamos nuestras esperanzas de cambio en el futuro. Es ahí cuando se construye la utopía. Según Heller, el presente que debe ser superado y trascendido es el de la sociedad de equilibrio inestable. Es por esto que para la sociedad de equilibrio inestable, “El futuro no se presenta y conceptúa como un mundo que ya no es presente, sino también como un mundo completamente diferente del presente: es lo desconocido. Pero precisamente por ser desconocido nos motiva a conocerlo”11.

De esta manera, el futuro se recrea como la construcción de lo posible, en la medida en que aglutina las ilusiones y expectativas de una sociedad. Al mismo tiempo, absorbe y asume la idea de cambio y transformación, hacia la cual se orientan y movilizan las esperanzas colectivas.

A partir de aquí, el futuro, dimensión temporal de la que nada sabemos con certeza, pero sobre la cual ciframos nuestras esperanzas de cambio, adopta la forma de una utopía. De esta manera, vemos al futuro como una época presente-futura, la cual se convierte en imagen de lo que pretendemos ser: la utopía 12.

ARTICULACIÓN ENTRE PROGRESO Y UTOPÍA 

Siguiendo el análisis desarrollado por Heller podemos decir que la categoría de progreso no es común a toda la historia, sino que surge en la época moderna, en el seno de la sociedad de equilibrio inestable o sociedad insatisfecha 13. En esta sociedad, el progreso existe como idea y, al mismo tiempo, como aspiración o deseo hacia el cual se orientan las acciones de los individuos. Es en esta sociedad, entonces, donde el progreso adquiere un carácter de valor universal, porque expresa su forma de existencia 14.

Con respecto a la posibilidad de comprobar si existe el progreso como un hecho que forma parte de la realidad, el problema radica en las distintas concepciones que existen respecto al mismo. En la sociedad moderna, por ejemplo, el progreso adquiere un valor distinto para el sistema capitalista que para el socialismo. Es por esto que podemos afirmar su existencia en cuanto idea universal, pero la dificultad se presenta cuando tratamos de aplicar esta categoría de análisis a la realidad.

El problema radica, entonces, en determinar cuándo existe progreso real en la sociedad moderna. Siguiendo la propuesta de Collingwood, Heller considera que sólo podemos hablar de progreso si “hay ganancias sin ninguna pérdida a cambio”15. Por lo tanto, la autora considera que “... no hay progreso o regresión en la sociedad moderna porque hay ganancias y pérdidas que no se pueden medir (...)” 16. Esto implicaría, entonces, reconocer que existe el progreso en cuanto idea, pero no como un hecho de la realidad, porque supone una contradicción moral: la ganancia de algunos sectores de la sociedad significa una pérdida para otros.

De esta manera, la viabilidad de lograr el progreso para la sociedad se transforma en una utopía. Esta utopía del progreso reconoce, como norma regulativa, la imposibilidad de utilizar a los seres humanos como instrumentos, a partir de los cuales alcanzar la satisfacción de algunas necesidades.

La utopía de la sociedad moderna consiste, entonces, en lograr el desarrollo de un proceso de ganancia amplio y abarcativo a todos los miembros de la sociedad, sin que este hecho involucre perdida alguna.

El éxito de la utopía, en cuanto idea de lo que debe ser, depende de su grado de aceptación como regulador de las acciones. Según Heller, “Los que comparten la idea de la utopía y se proponen fines a ella correspondientes, deben actuar de manera tal que sus acciones puedan llevar a la libre aceptación de su utopía por parte de todos los seres humanos.”17. Sin embargo, destaca la dificultad inherente a esta aceptación general de la utopía, porque no todos los seres humanos se encuentran guiados por los mismos intereses; los valores de pérdida y ganancia no pueden ser universalizados, por lo tanto, tampoco puede esperarse una adopción generalizada de esta utopía como reguladora y orientadora de prácticas18.

Aceptada esta limitación para el logro del progreso, la autora considera que si nuestro mayor anhelo es la “ (...) universalización efectiva de la idea de utopía (...) debemos actuar en conformidad con nuestro ideal de tal manera que nuestras acciones lleven a la libre aceptación de nuestra utopía por parte de todos los seres humanos.”19.

La utopía es, entonces, un compromiso que regula la práctica, es lo que se debe hacer, pero sólo en el caso de aceptar libremente la idea de un futuro delineado por esa utopía.

LA UTOPÍA: ¿MOTOR DEL CAMBIO?

Según Heller, la idea del futuro orientado por la aceptación de la utopía, conlleva implícita la idea de cambio. En la historia, el motivo del cambio radica en la existencia de las necesidades, las cuales surgen en todas las esferas de la vida social 20. La necesidad adopta, entonces, la categoría de

(...) “variable independiente” que suplanta a las demás. Esto permite la afirmación desuniversalizada de que en varias historias, épocas y situaciones conflictiva, tipos completamente diferentes de necesidades ligadas a objetivaciones y esferas sociales totalmente diferentes, han constituido la motivación decisiva del cambio, mientras otras, a pesar de existir no han podido producir ninguno21

De esta manera, las necesidades que motivan el cambio no pueden generalizarse, porque existen distintos tipos de necesidades –políticas, económicas, etc.– y las mismas se modifican de acuerdo al período histórico, la sociedad y los grupos sociales.

Dentro del conjunto de necesidades, existen aquéllas que pueden definirse como radicales, porque su satisfacción implica la supresión de la sociedad actual, y su total superación equivale a la transformación completa del mundo. En consecuencia, la promesa de satisfacer todas las necesidades humanas es falsa, o equivale a una utopía de signo negativo, porque “Si consideramos seriamente este modelo de ‘satisfacción de todas las necesidades’, una de dos: u obtenemos una sociedad tradicional y estática, o no obtenemos ninguna sociedad en absoluto, sino un conglomerado inestable de individuos atomizados”22. Es por esto que la utopía de la teoría de la historia no promete la satisfacción de todas las necesidades, y por el contrario, concibe a las mismas como motor del cambio

En consecuencia, la teoría de la historia que propone Heller sostiene la imagen de una sociedad en la que se reconocen todas las necesidades humanas, excepto aquellas que implican el uso de los hombres como instrumentos. Es por esto que se reconoce la obligación de aceptar todas las necesidades humanas, sin distinguir entre necesidades reales e irreales23.

Sin embargo, considera que no todas las necesidades se encuentren en el mismo nivel de importancia, por el contrario, “(...) tienen prioridad práctica por su importancia aquéllas necesidades cuya cruda existencia constituye una denuncia y no tienen la más mínima posibilidad de autoarticulación”24. Si bien nada garantiza que en la realidad se respete esta diferenciación, la teoría de la historia asume el rol de guía al brindarnos la norma de lo que debe ser y hacia la cual debemos orientar nuestras acciones.

CONCLUSIONES ACERCA DE LA FUNCIÓN DE LA UTOPÍA EN LA HISTORIA 

Al hablar de utopía en la Historia hacemos referencia a aquellas metas ideales que establecen direccionalidad a nuestras acciones, al tiempo que regulan la práctica. La utopía representa la construcción de lo posible en un futuro inmediato, pero nunca alcanzable, porque es una construcción que se modifica y realimenta permanente.

A partir de una realidad específica y concreta, la cual se pretende superar, se construyen las utopías; es por eso que la subjetividad, las anhelos y las ilusiones adquieren un rol preponderante en la estructura utópico-deseante 25. Al responder a las necesidades de cambio y transformación de una sociedad o un grupo humano, la utopía tiende siempre, por sobre recaídas o regresiones, hacia lo nuevo, hacia la posibilidad del otro y de lo otro, hacia la presencia de la diversidad.

En consecuencia, la utopía es un elemento inseparable del hombre y su existencia, porque representa su deber ser, al tiempo que gobierna la práctica; es así que para quienes aceptan el ideal utópico, este se constituye en el deber hacer. Sin embargo, la orientación de las acciones en pos de esta utopía es una elección personal y libre, y es por eso que no podemos afirmar su concreción, sino sólo la posibilidad de la misma.

La utopía representa, entonces, metas ideales cuyo cumplimiento puede ser realizable en la medida en que adoptemos sus principios reguladores; es por esto que no conlleva la promesa de su realización, sino solamente la posibilidad de su concreción.

Su existencia indica que los conflictos y las tensiones del presente deben y pueden ser resueltos en el futuro. Por lo tanto, el futuro es una construcción que devendrá a partir de la acción que los hombres hagan o dejen de hacer. Somos el pasado de nuestro futuro, y su concreción en cuanto ideal utópico depende del compromiso asumido. Según Heller, “El progreso futuro no es una necesidad, sino un valor con el que estamos comprometidos, y es precisamente gracias a este compromiso por lo que se convierte en una posibilidad”26.

De esta manera, podemos sostener que la utopía, en cuanto imagen de lo que debe ser, representa la síntesis de las aspiraciones humanas. Es por esto que a través de la historia la utopía halla su razón de ser en el proceso de renovación y cambio de las sociedades, porque representa la necesidad de lo nuevo contenido en el presente, al tiempo que constituye una advertencia respecto de las carencias y limitaciones del hombre27.

Soñar una sociedad perfecta e ideal, cuyo origen y fundamento se encontraría en las acciones de los miembros que la componen, es una constante en la historia de la humanidad. El carácter transformador de la utopía dimensiona la esperanza de un futuro mejor, que aún no llegó a ser, pero que puede ser.

Bibliografias:

1. Frank, M(comp.) (1982). Utopías y pensamiento utópico. Espasa-Calpe, Madrid.        [ Links ]

2. Arturo, Roig (2000) “Filosofía latinoamericana y ejercicio de la subjetividad”, Cuadernos de Pensamiento Latinoamericano, nº 8, CEPLA, Facultad de Humanidades, Universidad de Playa Ancha, Valparaíso.        [ Links ]

3. Analía, J (1993). “Lo posible y lo deseable en la utopía”.        [ Links ]

4.  Rojo, R (comp.,) (1993). Los mundos posibles: Ensayos sobre utopías. Secretaría de post-grado, UNT Tucumán.        [ Links ]

5.  Baczko, B (1991). Los imaginarios sociales: Memorias  y esperanzas colectivas. Nueva Visión, Buenos Aires.        [ Links ]

6. Heller, A (1989). Teoría de la historia. Editorial Fontamar, México DF.        [ Links ]

7. Hobsbawm, E (1998). Sobre la Historia. Crítica, Barcelona.         [ Links ]

Notas

1 Cfr. FRANK, M (comp.) (1982): Utopías y pensamiento utópico, Espasa-Calpe, Madrid, pp. 17-18.

2 Entre las utopías literarias más conocidas figuran la República de PL, la Utopía de Tomás MORO, la Ciudad del sol de CAMPANELLA, la Nueva Atlántida, de Francisco BACON, entre otras. Según Sergio VUSKOVIC ROJO, las tres utopías de nuestra época son la cristiana, la marxista y la laica, derivada ésta última de la revolución norteamericana y de la Revolución Francesa. Cfr., del autor, “Esperanza y utopía concreta”, Cuadernos de Pensamiento Latinoamericano, nº 8, CEPLA, Facultad de Humanidades, Universidad de Playa Ancha, Valparaíso, 2000, pp. 159-163. En relación a esta temática, Arturo Roig distingue entre utopías narrativas, utopías descriptivas y utopías expresadas en fórmulas breves, tal como aconteció en el Renacimiento, donde una palabra puede encerrar una idea reguladora de modo pleno. Crf., en Arturo ROIG (2000): “Filosofía latinoamericana y ejercicio de la subjetividad”, Cuadernos de Pensamiento Latinoamericano, nº 8, CEPLA, Facultad de Humanidades, Universidad de Playa Ancha, Valparaíso, pp. 19-32.

3 Cfr. ANALÍA, J (1993): “Lo posible y lo deseable en la utopía”, in: ROJO, R (comp.,) (1993): Los mundos posibles. Ensayos sobre utopías, Secretaría de post-grado, U.N.T., Tucumán, pp. 57-65.

4 BACZKO, B (1991): Los imaginarios sociales. Memorias y esperanzas colectivas, Nueva Visión, Buenos Aires, p. 91.

5 HELLER, A (1989): Teoría de la historia, Editorial Fontamar, México DF, p. 234.

Ibidem, p. 232.

7 HOBSBAWM, E (1998): Sobre la Historia, Crítica, Barcelona, p. 53.

8 “Soñamos con el futuro. Hay muchas razones para ello. Los historiadores, al igual que los demás seres humanos, están en el derecho de tener su idea de un futuro deseable para la humanidad, de luchar por ella y de animarse si descubren que la historia parece ir por donde ellos quieren, como ocurre a veces. En todo caso, no es buena señal del camino por donde va el mundo cuando los hombres pierden confianza en el futuro,..”, Ibidem, p. 68. 

9 HELLER, A ( 1989): Op. cit., p. 44.

10 VUSKOVIC ROJO, S ( 2000): Op. cit., pp. 159-163. 

11 HELLER, A (1989): Op. cit., p. 241.

12 “Si nuestra comunión se refleja como presente absoluto y nos referimos al pasado como a épocas presente-pasadas (desde el punto de vista de nuestra época presente-presente), vemos el futuro como una época presente-futura. Por esta razón, la época presente-futura se convierte en una imagen –en una utopía– a la que se ha atribuido un significado (los valores de la conciencia de la responsabilidad planetaria).”, Ibid., p. 51.

14 “(...) hay que recalcar que sí hay progreso y regresión en la sociedad moderna, en cuanto tales ideas (de carácter universal) nacen en esta sociedad y expresan su forma de existencia. (....) La idea del progreso nos proporciona una norma para crear progreso”. Ibid., p. 251.

15 Ibid., p. 250. 

16 Ibid., p. 261.

17 Ibidem., p. 261.

18 “Lo que los partidarios de la segunda lógica de la sociedad civil consideran ganancia sin pérdidas, es, en cambio, una pérdida para los que apoyan la primera: pierden la prerrogativa de utilizar a los demás como instrumentos.”. Ibidem, p. 261.

19 Ibidem, p. 260.

20 “ (...) todos los cambios históricos han de explicarse mediante las necesidades reales que los producen; tales necesidades y su contribución a los cambios debe explicarlas la historiografía en cada caso en relación a su carácter particular.”. Ibidem, p. 274.

21 Ibidem, p. 271.

22 Cfr., Ibidem, p. 266.

23 “... Todo el que se compromete con esta utopía, no tiene derecho a distinguir entre necesidades “reales” e “irreales”, “reales” e “imaginarias” y otras por el estilo. Todas las necesidades que los seres humanos sienten como “necesidades perentorias”, son reales. Esto no significa, sin embargo, que estemos obligados a atribuir una importancia igual a cada necesidad.”. Ibidem, p. 267.

24 Ibidem, p. 268.

25 VUSKOVIC ROJO, S (2000): Op. cit., p. 160.

26 HELLER, A (1989): Op. cit., p. 255.

27 VUSKOVIC ROJO, S (2000): Op. cit., p. 161.