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Utopìa y Praxis Latinoamericana

versión impresa ISSN 1315-5216

Utopìa y Praxis Latinoamericana v.15 n.48 Maracaibo mar. 2010

 

Héctor Mujica: apuntes para el debate del socialismo en Venezuela1

Héctor Mujica: Notes for the Socialist Debate in Venezuela

Lino Morán-Beltrán;  Johan Méndez-Reyes

1  Resultado del Proyecto de Investigación titulado La intelectualidad Venezolana del Siglo XX ante la Condición Humana, CONDES-LUZ, Maracaibo.

Universidad del Zulia, Maracaibo, Venezuela.

RESUMEN

Héctor Mujica, representa unos de los intelectuales más importantes del marxismo venezolano del siglo XX. Las ideas que guían el presente estudio, recogen su postura ante la historia, la religión, los medios de comunicación, así como su tesis sobre el progreso y su postura antiimperialista y, de manera muy particular, la teoría socialista como instrumento de interpretación y trasformación de la realidad.

Palabras clave: Héctor Mujica, capitalismo, socialismo, Venezuela.

ABSTRACT

Héctor Mujica represents one of the most important intellectuals in twentieth-century Venezuelan Marxism. The ideas guiding this study include his posture regarding history, religion and mass media as well as his thesis about progress, his anti-imperialist posture and especially, socialist theory as an instrument for interpreting and transforming reality.

Key words: Héctor Mujica, capitalism, socialism, Venezuela.

Recibido: 27-08-2008  F  Aceptado: 30-04-2009

“Es el pensamiento bolivariano al que debemos volver los ojos los marxistas de América atina, si realmente queremos afincar nuestro pensamiento en lo más legítimo de nuestras tradiciones de lucha”. Héctor Mujica 

MUJICA: LA VIDA DE UN MILITANTE

Héctor Mujica (1927-2002) pertenece a la generación de intelectuales venezolanos que asumen al marxismo como teoría para abordar la realidad venezolana y latinoamericana. Nacido durante el régimen gomecista (1908-1935) aprende desde muy joven a luchar por las reivindicaciones sociales de los más desposeídos. 

Ingresa en 1944 a la organización política Unión Popular Venezolana, agrupamiento legal del Partido Comunista de Venezuela (PCV); estos años también marcan sus primeros pasos en el periodismo de opinión, ejercicio profesional desarrollado de manera intensa y apasionada: su primer artículo documentado data del 3 de septiembre de 1944 en El Nacional de Caracas; después colaboraría frecuentemente con diarios como Fantoches, ¡Aquí Está!, El Heraldo, El País y otros más.

En 1945 se inscribe para estudiar economía en la Universidad Central de Venezuela, aprueba un año y se cambia luego a la Escuela de Filosofía donde obtiene, en 1951, la licenciatura en Filosofía y Letras mención Filosofía. Durante sus estudios universitarios, obtuvo una beca del Centro Cultural Venezolano-Francés para estudiar en París. En la capital francesa recibe un Certificado de Estudios Superiores en Psicología y Psicopatología, realizado en la Universidad de París y en el Hospital Santa Ana (1948-1949). Mujica integró el grupo literario Contrapunto, conformado por destacados escritores liderados por Andrés Mariño Palacios; esta agrupación irrumpe a partir de 1946 con el propósito de estudiar las nuevas teorías contemporáneas y sus vinculaciones literarias, como eran el existencialismo y el psicoanálisis. En marzo de 1948 apareció el primer número de la revista Contrapunto, codirigida por Mujica. Su labor de narrador se da a conocer a partir de 1947, cuando se publica el libro de cuentos El pez dormido

El enfrentamiento clandestino contra el gobierno de Marcos Pérez Jiménez y su militancia comunista lo llevaron a la prisión en varias oportunidades; preso y torturado en la Cárcel Modelo de Caracas en 1955, logra salir al exilio en Chile, gracias a la intervención de su padre. En Santiago, se graduó de periodista en la Universidad de Chile y colaboró en los diarios El Siglo, vocero de los comunistas chilenos, donde escribió por cerca de 3 años la columna semanal “Los hombres y las cosas”, firmada con el seudónimo de Joaquín Jiménez; Las Noticias de Última Hora y en La Gaceta de Chile, dirigida por Pablo Neruda. Testimonio de este destierro son las crónicas publicadas en Chile desde adentro y Venezuela desde afuera. 

De regreso al país en 1958, se incorpora a la Universidad Central de Venezuela como profesor de la cátedra de Periodismo Informativo y de Opinión en la Escuela de Periodismo, asume de igual modo la dirección de esta Escuela, cargo que ocupa hasta 1964; de este período destacan la publicación del Boletín Universitario de la Universidad Central, donde escribió la entrevista hecha en La Habana al Che Guevara, una vez que triunfó la Revolución en Cuba; la creación de la colección Cuadernos y el empeño puesto para que se fundara la Imprenta Universitaria.

Llega al Congreso Nacional como diputado suplente del Distrito Federal por el PCV (1959-1964), a pesar de su condición de parlamentario fue hecho preso en 1962, a raíz del allanamiento de la inmunidad a los representantes de izquierda. Diputado principal del Estado Lara por Unión Para Avanzar (UPA) (1969-1974). Regresa a Europa en 1964, para trabajar en sus proyectos sobre técnicas de la información y comunicación social; en Roma dicta cursos en la Escuela de Técnica de la Información durante el año lectivo 1965-1966. Asumió la presidencia de la Asociación Venezolana de Periodistas (AVP), seccional del Distrito Federal para el período 1967-1968. En la Universidad Central de Venezuela vuelve a la dirección de la Escuela de Periodismo (1969-1970). Con la creación del Colegio Nacional de Periodistas se producen elecciones para su directiva, Mujica gana este primer proceso para el período 1976-1978, este triunfo lo atribuyó en ese momento a su “condición humana aglutinante, unitaria y respetuosa de las ideas de los demás”. En las elecciones presidenciales de 1978, se presentó como candidato presidencial por el PCV, experiencia que él calificó como de pedagogía política, al poder llevar los planteamientos del su partido por todo el país.

Siempre contó con grandes amigos dentro de la intelectualidad nacional y latinoamericana, entre quienes se contaban: Pablo Neruda, Jorge Amado, Nicolás Guillén, Alejo Carpentier, Juan Marinello, Luis Aragón, Luis Cardoza y otros más.

Académico, ensayista, periodista y militante político del comunismo venezolano, se dedica a recrear la historia patria intentando reivindicar el papel del pueblo en la lucha por alcanzar la instauración de una verdadera democracia.

Entre sus obras se destacan: Pez dormido (1947), Las tres ventanas (1970), Cuento de todos los diablos, La noche de los ayamanes, Chile desde adentro y Venezuela desde afuera, La historia de una silla (Antonio Leocadio Guzmán) (1958), El imperio de la noticia (1967), Los tres testimonios y otros cuentos (1967), Sociología de la comunicación (1980), entre otros.

DE LA GESTA INDEPENDENTISTA A LA REVOLUCIÓN SOCIALISTA

Su concepción marxista de la historia, lo lleva a tener una visión muy particular del proceso independentista de América. Para él, la independencia de nuestra América significó sólo la liberación para las clases poseedoras y dominantes; mientras que, para los humildes, desposeídos, para el pueblo, la independencia no significó sino el cambio de dominación, es decir, el reemplazo de una dominación extranjera por una vernácula. En este sentido, afirma: “…el pueblo no logró lo que, en definitiva, apetecían con más anhelo: un bienestar relativo, una vida más cómoda, más feliz, más libre en el sentido alto del término. Obtuvieron una libertad limitada y formal, aparencial, pero en cuanto a reivindicaciones materiales, las ganancias fueron exiguas”.2 

Cuestiona enérgicamente al movimiento independentista, por no crear una nueva economía ni una nueva estructura social, capaz de liquidar las viejas formas de dominación. De allí, que para Mujica, la gesta independentista no fuese una verdadera revolución, dado que muchos privilegios e instituciones fundamentales de la colonia permanecieron intactas. Al respecto afirma: “La Independencia no constituyó una revolución desde el punto de vista económico. Las relaciones feudales de producción permanecieron intocadas, subsistieron en la República. Pero es indudable que la Independencia de España es el primer jalón del largo camino que ha tenido que transitar nuestro pueblo en aras de su liberación total…”3 

En esta misma perspectiva teórica encontramos la reflexión del filósofo argentino Arturo Roig, quien en su ensayo Necesidad de una segunda independencia, plantea la urgente tarea de diferenciar entre los conceptos de independencia y emancipación, como actos complementarios que no se suponen necesariamente. Para Roig la gesta independentista hispanoamericana logró romper la subordinación ante el poder metropolitano español o portugués, pero pronto quedó al descubierto que respecto a las prácticas sociales, políticas y económica heredadas de aquellos regímenes, no estábamos emancipados, situación esta que restaba alcance y efectividad a la independencia lograda.4

Independencia y emancipación son dos procesos que tuvieron en las mentes de la generación independentista clara diferenciación. Francisco de Miranda hablaba de la necesidad de lograr lo que él denominaba independencia política y emancipación mental, en el mismo sentido en el que Simón Bolívar afirmaba, en 1819 en su Discurso de Angostura, “nuestras manos están libres y todavía nuestros corazones padecen las dolencias de la servidumbre”. A partir de estas posturas, podría decirse, según Roig, aparecen ambas tareas, las de independencia y emancipación, como escindidas, una lograda y la otra no alcanzada aún.

En este sentido, la guerra de Independencia constituyó el momento fundacional del espíritu revolucionario que caracterizará al pueblo venezolano a lo largo de toda su historia. Un primer momento que -según Mujica- a pesar de haber olvidado el aspecto social y económico, representó una transformación política significativa. Pero no la total emancipación.5

Por otra parte, en el análisis del acontecer histórico venezolano, para Mujica, el federalismo, representa un segundo momento en el proceso de lo que él, denomina la revolución venezolana. Proceso que tampoco pudo concretar los anhelos reales de las masas.

Partiendo de esa nueva frustración, Mújica cree en un posible tercer momento, donde se pueda concretar la revolución anhelada desde la época de Miranda y Bolívar, se trata para él, de la oportunidad de las masas, del pueblo; por ello afirma: “Tócale ahora al pueblo venezolano la tercera etapa. Tócale completar este viaje histórico. E iniciar otro. Las luchas del pueblo venezolano tienen por eso que estar orientadas hoy a la realización de lo que los movimientos anteriores no pudieron hacer: la revolución agraria, por una parte, y la liberación económica del yugo extranjero, por la otra…”6

Haciendo referencia a la realidad venezolana de finales del siglo XX, Mújica ve con preocupación, que aún existiese abiertamente un dominio del capital extranjero, lo cual profundiza nuestra situación de dependencia: “(...) a tal punto que hoy en día una mínima parte del capital que opera en el país es nacional. Esto significa que Venezuela es cada día menos Venezuela y que los venezolanos cada día dependamos más del exterior. A una economía feudal autárquica sucedió una economía mediatizada y ajena…”7

Considera Mujica, que la política económica en materia petrolera no había liquidado, de modo alguno, el semifeudalismo que privaba en las relaciones de producción del siglo pasado. Nuestra economía, profundamente mediatizada por el capital monopolista extranjero, desfigurada por la penetración imperialista de poderosos consorcios anglo-yanquis, vive según él su más dramático momento. De allí que en 1982 caracterizando la realidad venezolana afirme: “Latifundio e imperialismo: he aquí nuestros principales problemas, a cuya solución no se ha encarado seriamente ningún gobierno nacional.”8

Esta dramática situación lo lleva a plantearse –como imperativo categórico- la necesidad de un tercer momento en el proceso de la revolución venezolana. Esta transformación debe plantearse como meta el establecimiento de una estructura auténticamente democrática, en la cual se realicen las ansias inmemoriales del poder del pueblo y para el pueblo. Debe consistir en un movimiento capaz de liberar a las masas campesinas del yugo de la explotación feudal en la producción agrícola. En definitiva, debe ser capaz de llevar a Venezuela por el camino del progreso y de la paz.

Hoy, cuando el auge de los movimientos sociales en nuestra América vuelve nuevamente a desafiar el paradigma capitalista, intentando construir una alternativa fundada sobre el protagonismo de los excluidos, se hace necesario retomar las reflexiones que durante el siglo XX fueron expuestas por nuestros intelectuales, con el fin de hacer de la experiencia actual, un socialismo que recupere la identidad amasada por nuestro pueblo desde los mismos días de la independencia. Es en este sentido que abordamos las ideas de Mujica, intentando encontrar en ellas los aportes que sirvan para la profundización de la formación política de los movimientos sociales que hoy en día se incorporan a la revolución bolivariana que adelanta nuestro pueblo desde 1998. 

La obra de Mujica, en su propuesta revolucionaria, no debe considerarse populista. Ella procura, además de abrir caminos a la participación del pueblo, la transformación de las estructuras económicas que someten a la explotación al país y al continente latinoamericano.

CRÍTICAS PARA LA SUPERACIÓN DE LA VISIÓN POSITIVISTA DE NUESTRA REALIDAD 

Mújica se declara abiertamente antipositivista, cuestiona con gran asombro, cómo algunas sociedades, sigan creyendo en la teoría que determina lo humano, geográfica y racialmente; al respecto señala: “(...) manifestamos nuestro asombro por el hecho de que aún en la izquierda chilena prevalezca un criterio determinista geográfico en relación con los países enclavados en el trópico. Ello es natural por cuanto cierto espíritu peyorativo con respecto al septentrión de la América del Sur y la América Central en su conjunto, ha llegado ya no sólo a los núcleos dirigentes, sino que a las clases populares mismas”.9

Para él, son otros factores los detonantes de nuestra particular forma de ser y vivir. Por eso expresa: “(…) nos negamos a considerar que todo lo negativo de los países tropicales se deba a sus características geográficas de clima, ubicación topográfica, precipitación de las lluvias. Habría que indagar, más bien, a nuestro juicio, en el acontecer histórico, las determinantes económicas y las características políticas de esos pueblos para sacar conclusiones más científicas”.10

Mujica considera que las aspiraciones positivistas que condenan a los hombres y mujeres del trópico a la barbarie, no tienen fundamento científico. Pueblos europeos, cultos y con importante auge económico, han visto gestar en sus entrañas una de las concepciones políticas más crueles que conozca la historia. En este sentido nuestro autor recuerda: “La barbarie nazi surgió en uno de los pueblos más culturales de Europa, Alemania. El fascismo logró impregnar toda la vida política, económica y social de Italia, donde han florecido el cristianismo, San Francisco de Asís, el Renacimiento, Garibaldi, Gramsci y Togliatti. De Italia puede decirse que en su parte meridional tiene un clima mediterráneo, pero no lo mismo de Alemania. Y ambos gozan de un clima templado”.11

Profundizando en sus críticas a la generación de intelectuales venezolanos12 que acogieron y propagaron el positivismo como doctrina filosófica, Héctor Mújica considera que a pesar de tener entre sus planes la interpretación de la historia patria, ésta generación obvió intencionalmente el papel de los pueblos en la construcción de nuestro destino. En su lugar, se propusieron resaltar la figura de los héroes con el firme propósito de penetrar en la conciencia de las masas a fin de que éstas creyeran que la historia es producto de hombres semidioses e iluminados, los cuales, escogidos desde tiempos inmemoriales trazan los destinos de los comunes.13

Para Mujica, la generación positivista, si bien es cierto que hizo un intento por historiar nuestro pasado, no es menos cierto el hecho de que lo plagaran de pesimismo. En este sentido afirma: “(…) Los intentos positivistas de historiar nuestro acontecer han sido hasta ahora los más importantes, pero no llegaron a entender cabalmente que los acontecimientos no eran obras exclusivas de las más relevantes individualidades y esas individualidades eran obras de causas ajenas a sus voluntades….”14

Esta tesis, tan difundida entre la elite intelectual latinoamericana de las primeras décadas del siglo XX, donde se manifiesta un culto obsceno a las individualidades, los llevó a la ingeniosa fundamentación del gendarme necesario, quien tendría entre sus manos la tarea de enrumbar a nuestros pueblos hacia el progreso y la civilización.

Esa justificación del gendarme necesario, sirvió de soporte ideológico a regímenes totalitarios a lo largo de toda la geografía latinoamericana. Dictaduras como las de Porfirio Díaz y Juan Vicente Gómez, entre muchos otros, encontraron entre los intelectuales positivistas a sus más serviles asesores.

Para este ilustre pensador venezolano, todo aquel que estudia la Historia toma partido en el análisis. Estima –en clara alusión a los positivistas- que la pretendida objetividad de algunos historiadores nuestros peca de insinceridad. Hasta el simple hecho de destacar la importancia de un acontecimiento revela, según Mujica, el hecho de que el investigador tome partido por una u otra causa o tendencia.

Para este marxista larense, la historia, lejos de ser la trama de la vida de grandes héroes, es conflicto, agonía, lucha entre sectores importantes de una sociedad cualquiera, conflicto de clases en pugna, lucha por el poder.15 Toda Historia, para Mújica, debe hacer hincapié en el protagonismo del pueblo. Cualquier referencia a la grandeza de individualidades se justifica sólo en la medida en la cual ellos hayan contribuido a la construcción de la patria junto a las masas.

LA IGLESÍA Y EL PODER 

Tomando en cuenta que Mujica recibió durante su formación escolar una orientación laica, que luego fue profundizada dada su concepción marxista de la realidad, no es de extrañar que se confiese abiertamente anticlerical y ateo. Su postura ante la iglesia romana y sus ministros parte de la vinculación que esta institución ha mantenido a lo largo de la historia con los sectores poderosos de la sociedad.16 La iglesia, para él, es un poder terrenal más que se opone a grandes transformaciones por temor a perder sus privilegios. 

Para Mujica, la práctica eclesiástica del diezmo y la solicitud de colaboraciones para ayudar a los desposeídos no resuelve el problema del hambre, dado que muchos de estos recursos son destinados a la manutención de los grandes palacetes de la jerarquía religiosa. 

Considera impostergable un proceso de transformación en el seno de la iglesia, la cual debe adecuarse a las exigencias que desde las comunidades organizadas plantean la reivindicación del carácter histórico de Jesús de Nazaret. Un Jesús preocupado por liberar a su pueblo del imperio romano y en darle pan y cobijo al hambriento.17 

EL IMPERIO Y LA INFORMACIÓN 

Para Mújica, uno de los mecanismos de opresión utilizados por la dictadura, es el control que ejerce el tirano sobre los medios de comunicación. Puestos a su servicio, la prensa, la radio y la televisión, recrean la realidad venezolana ocultando los verdaderos padecimientos del pueblo, a su vez que imponen y promulgan la majestad del tirano. 

En este sentido afirma: “Me indigna ver la efigie del tirano, profusamente reproducida día tras día, en blanco y negro y a colores. Me molesta el derroche, el lujo en los avisos; la bonanza exagerada que traslucen unas páginas que, en verdad, no reflejan la situación exacta en que vive mi pueblo”.18 

La libertad de prensa, para Mujica, es fundamental para la democracia, su negación sólo puede estar al servicio de regímenes totalitarios. Pero considera, además, necesario que el Estado establezca mecanismos que regulen su ejercicio. Para él, la libertad de prensa plena es imposible, si de lo que se trata es de preservar el bien común.

En este sentido, la libertad de prensa o de información, debe estar sometida a ciertas limitaciones. Pero dichas limitaciones son necesarias y deben estar formuladas por el Estado. Por ello declara que “(…) la libertad de prensa tiene un contenido, un carácter que se lo da el Estado, el gobierno o el grupo dirigente de la sociedad. Es difícil, por no ser más pesimista, soñar con una libertad de prensa total y absoluta. Cada sociedad se las arregla para inventar los medios de limitarla”.19 

Haciendo un análisis exhaustivo de la incidencia de los grandes medios de comunicación -fundamentalmente de la televisión- en la conciencia de las nuevas generaciones, Héctor Mujica considera que uno de los objetivos que persiguen las grandes empresas televisivas es el de adoctrinar en el conformismo político y en el consumo de mercancías a los jóvenes, quienes se muestran apáticos al ejercicio de la política y negándose a participar en los movimientos sociales que procuran “cambio de estructuras y la liberación definitiva del país”.20

Considera asimismo que los mensajes de los medios de difusión masiva ejercen sus efectos: “(...) sobre el saber, es decir, en la educación y la cultura; en la órbita emocional, en la esfera psíquica profunda, en el comportamiento electoral y en las opiniones y actitudes, en la conducta personal y en la conducta social.”21 

Se constituyen en modeladores de toda la sociedad, orientando a sus ciudadanos, cual borregos, a la asimilación, al calco de patrones culturales ajenos; lo que implica, a su vez, la pérdida de la identidad cultural de nuestros pueblos. De allí que considere oportuno la reorientación de la programación de los medios de difusión masiva, quienes deben partir del respeto a la dignidad humana. Esta reorientación no tiene por qué entenderse como una limitación a la libertad de expresión; afirma Mujica, que de lo que se trata es de preservar y contribuir a “la salud mental, salud intelectual, salud moral de los televidentes”.22 “No queremos –sentencia- que la industria cultural o industria de conciencias manipule más la conciencia de nuestros pueblos”.23

Para Mujica, la televisión en nuestro país difunde una imagen de la mujer que denigra de su condición humana, se resaltan roles de prostitución, convirtiendo sus cuerpos en simples mercancías. La laboriosidad, honestidad, el optimismo de nuestras mujeres no aparecen reflejadas en las célebres protagonistas de las grandes producciones de telenovelas.

Esta problemática de los medios de comunicación masivos no es una exclusividad de nuestro país, los lineamientos de sus programaciones parecen gestados en el mismo imperio del norte y procuran una incidencia planetaria, por ello la lucha por la información y la cultura a través de los medios es una lucha contra el imperio del capital sobre nuestros pueblos.24

“Esta práctica, obligan –al parecer de Mujica- al Estado y sus instituciones a repensar y reformular las normas para el comportamiento social de los medios de difusión masivos”.25 Dado que, es urgente además, adecuar la legislación nacional a la protección de la mujer en el quehacer de la vida pública, para evitar prácticas discriminatorias desde el punto de vista salarial, el acceso a campos de trabajo no tradicionales y una equitativa participación política en los cargos de responsabilidad social.

APORTES PARA LA CONSTRUCCIÓN DEL SOCIALISMO BOLIVARIANO

Héctor Mujica representa una de las figuras más influyentes del marxismo venezolano en la segunda mitad del siglo XX. Fuertemente influenciado por esta corriente política, es uno de sus militantes más fervorosos.

Considera la Revolución Bolchevique uno de los acontecimientos más importantes de la historia de la humanidad debido a su contribución por la liberación plena del hombre y de todos los pueblos de la tierra. Para Mujica, Lenin constituye una figura emblemática de la lucha por la liberación de los oprimidos de la tierra. Considera que “(...) dondequiera que haya un obrero o un grupo de estos, dondequiera que haya un campesino explotado en abierto coloquio con los suyos, dondequiera que haya uno o mil o centenares de oprimidos por el capitalismo u otras formas de explotación del hombre por el hombre, allí está su presencia”26.

Concibe al igual que Lenin, que el internacionalismo proletario era la estrategia fundamental en la lucha por la liberación de los pueblos. La alianza de los proletarios del mundo con el Estado soviético era una necesidad, al igual que la liga con los obreros de los países industrializados, coloniales, semicoloniales y dependientes. Dado que sólo se podría hablar de liberación una vez que el triunfo del proletariado fuese global. Y se impusiese la dictadura de ésta clase social sobre las otras, de manera transitoria, como paso previo a la democracia y libertad plenas. Una libertad entendida como garantía de los derechos fundamentales de los seres humanos.27 

Una libertad enfrentada al discurso oligárquico capitalista que la invoca para el establecimiento de monopolios, carteles económicos e imponer sus tentáculos más allá de las fronteras del imperio, instaurando regímenes dictatoriales de cohorte fascista, como se hizo en Chile una vez derrocado el Presidente Allende.28

Por ello, considera en clara alusión a la realidad de nuestros pueblos durante las décadas de los años 70 y 80, que en la América Latina, cuando las oligarquías más atrasadas se negaban a morir en distintos puntos del subcontinente, cuando feroces dictaduras oprimían a pueblos hermanos, cuando algunos de estos se levantaban en aras de la libertad, cuando en países como en Nicaragua y El Salvador se luchaba derramando generosamente su sangre, era deber de todos los revolucionarios preservar las libertades donde existían y conquistarlas donde no las habían.29

A pesar de mostrarse, un tanto dogmático en sus estudios en el uso de las categorías marxistas, Mujica considera que no existen modelos ni realidades únicas, sino que cada pueblo tiene su idiosincrasia y cada movimiento revolucionario su propia especificidad. Esto le permite valorar los aportes que desde América Latina figuras como Mariátegui, Ernesto Guevara de la Serna, Fidel Castro y Aníbal Ponce, han dado al debate político mundial. Es que Mujica, logra aprehender de Lenin el marxismo como “constante creación y no cartilla muerta”.30

En este sentido asume, para la crítica, los postulados del Che en cuanto a la “guerra de guerrillas” que, según su parecer, podrían explicar el fracaso de la propuesta de la izquierda venezolana, la cual no logró aglutinar tras de sí, las voluntades populares. Se trató de una experiencia que no logra dar a entender que el derrocamiento de la dictadura de Pérez Jiménez y la instauración de una democracia representativa, no constituyen el logro pleno de la libertad. Se instauró, según Mujica, una democracia para el bien de una oligarquía y no para todo el pueblo.

Para él, la guerra es una necesidad de los pueblos cuando lo que se busca es la plena liberación, pero ésta debe contar con la participación de todos los sectores de la sociedad. En este sentido puntualiza que: “La guerra del pueblo no es una frase, es la guerra de todo el pueblo. Por ello hay guerras justas y guerras injustas. Las últimas, las imperialistas, las impuestas a los pueblos. Las primeras, las que los pueblos crean de sus propias entrañas: las guerras de Bolívar y de Zamora, por ejemplo”.31

El panorama latinoamericano de la década de los años 80, se le muestra a Mujica convulso, los pueblos decidieron labrar sus propios caminos y esto hizo que el imperio dejase ver sus fauces. América Central puso a prueba la estabilidad del imperio en la región. Múltiples movimientos se alzaron en armas para tratar de conquistar de una vez y por todas, la libertad usurpada por las oligarquías.

Pero su optimismo no lo ciega ante las acciones del imperio por garantizar su injerencia en nuestra América. Si bien es cierto que el capitalismo da muestras de crisis, también lo es el hecho de que las fuerzas más reaccionarias y agresivas del capitalismo internacional asumen el fascismo como doctrina, por lo que avalan y estimulan regímenes represivos, crueles y sanguinarios, que se caracterizan por su odio a la clase obrera y su progreso. Por ello, insiste Mujica, “es así como coloca y depone –según las circunstancias y las conveniencias del imperio- gendarmes armados hasta los dientes para reprimir a sus pueblos”.32

De igual manera, el imperialismo –continua Mujica- utiliza el sionismo para que éste haga con el pueblo palestino lo que los nazis hicieron con los judíos, a la vez que apoyó el régimen apartheid sudafricano en oposición a la mayoría negra del país. Al igual que hace en América Latina donde colocó auténticas dictaduras como las de los Somozas y los Duvalier, la de Stroessner en Paraguay, y las que humillaron a los pueblos de Uruguay, El Salvador y Chile.33

Pero como contrapartida dialéctica y victoriosa destaca Mujica la gesta de la Cuba socialista, que resiste con fervor patriótico y revolucionarios el bloqueo económico del imperio, así como la heroica Nicaragua de Augusto Cesar Sandino, vindicada por el Frente Sandinista de Liberación Nacional.34

Férreamente bolivariano, destaca de la gesta del Libertador su pensamiento antiimperialista y la idea de una América unida: ¿Cómo no ser bolivarianos en 1980?”. Se pregunta Mujica, si el imperio norteamericano oprime a nuestros pueblos con tal crueldad que los condena a la pobreza y al exterminio, con políticas económicas que acrecientan la pobreza y el desempleo. Por ello, considera que, el camino es el de la unión de nuestros pueblos, para hacer una alianza a fin de frenar la voracidad de la Casa Blanca y alcanzar un destino de igualdad y justicia social para esta parte de la humanidad.

Para Mujica, en el pensamiento bolivariano está la fórmula para un destino mejor. Dice: “Son las ideas bolivarianas más vigentes que nunca en el Ideario político de nuestra América Latina de hoy. Son sus ideas las que enarboló Augusto Cesar Sandino, general de hombres libres en la manigua nicaragüense. Son las ideas del libertador las que enarbolaron Carlos Fonseca y Tomás Borges...” 35

Y más adelante agrega: “Es el pensamiento bolivariano al que debemos volver los ojos los marxistas de América Latina, si realmente queremos afincar nuestro pensamiento en lo más legítimo de nuestras tradiciones de lucha”.36

Desde esa misma perspectiva antiimperialista, Héctor Mújica, en su obra Chile desde adentro y Venezuela desde afuera, somete al Fondo Monetario Internacional a duras críticas. Para él, las medidas económicas que impone este organismo sólo buscan estrangular por la cintura a los pueblos, a la vez que fortalecen las economías de los países más poderosos.37

Desde su exilio estuvo atento a la realidad política venezolana. El régimen militar perezjimenista (1951-1958) concentró su atención; sobre él formuló rigurosos análisis que nos dan una certera idea de este período de nuestra Historia y de la vida de quienes, víctimas de la persecución padecieron exilio, cárcel y asesinato. Evoca con esas palabras sus sentimientos: “Síntoma de nostalgia o de saudade. Allá lejos, al septentrión, está la tierra hollada por el tirano. Sus hijos vagamos por el Continente y por el mundo, embajadores de la tristeza… no encontramos nada más triste en Chile que una reunión con venezolanos. El herido rostro de la patria distante surge a cada momento, con la cicatriz del culatazo militar, embadurnada con el betún petrolero”.38 

A pesar de esta nostalgia –propia del exilio- no perdió su optimismo. Reconoció en Venezuela grandes fortalezas naturales y la viabilidad de que se instaurara una verdadera democracia. La miseria y la barbarie característica de la dictadura, no le hacen perder la esperanza y la fe en la reconstrucción de la patria.

A MODO DE CONCLUSIÓN

Héctor Mujica representa una de las figuras más representativas del marxismo venezolano del siglo XX. Su obra ofrece una visión sobre los aspectos más importantes de nuestra Historia y sobre tópicos que preocupan a toda la humanidad en la actualidad del capitalismo neoliberal y globalizado.

El progreso científico y tecnológico de la sociedad occidental constituyen para Mujica uno de los signos de nuestro tiempo. Sólo que el uso irracional de sus descubrimientos han colocado a la humanidad en un límite extremo donde la vida pende de un botón, negando en consecuencia su sentido de aportar bienestar y paz a la tierra.

No logra comprender el hecho de que se destinen grandes recursos económicos en experimentos con el sólo propósito de fabricar armas de destrucción masiva; más aún, considera que el uso político imperial que se hace de las armas, para someter a pueblos enteros, refleja una conducta sicópata y criminal que, como lo ha demostrado la Historia a través de las trágicas experiencias de Hiroshima y Nagasaki, atenta contra el futuro de la vida sobre el planeta.

Para Mujica es urgente el cese inmediato de esa locura. Se trata de una cuestión ética. Es una batalla por la humanidad que está por encima de las diferencias ideológicas y religiosas, pero que a su vez implica un compromiso político de todos por salvar al mundo. Para él, la lucha por la paz, constituye la razón de ser de la humanidad.39

Por ello, cuestiona ese progreso que nos venden las sociedades capitalista, dado que, desde su óptica, nos llevaría a la destrucción de todo el planeta. Para él, “(…) la muy concreta y peligrosa realidad de las bombas atómicas y H nos hablan muy claramente de la posibilidad de que en el planeta impere la muerte y destrucción.”40.

En opinión de Mujica, el sistema capitalista ha invadido la esfera de las relaciones humanas, todo tiene el sello del capital o del dinero. La filantropía –como amor al género humano- requiere para su manifestación, del dinero; parece una práctica reservada solo a los poderosos.41

Esta lógica absurda del capital, convierte a los pobres en los enemigos del hombre, mientras que aquellos que han pasado su vida acumulando riquezas, a costa de la explotación de las grandes mayorías, son objeto de magnanimidad.

La obra de Mujica está por ser descubierta, pocos estudiosos consideran su legado. Hoy, cuando los movimientos sociales en América Latina protagonizan importantes transformaciones culturales y políticas, se hace necesario analizar los aportes de este ideario socialista para Nuestra América.

Notas

2  MUJICA, H (1982). La historia en una silla ¿Quiénes fueron los Guzmán? Ediciones UCV, Caracas. p. 66. 

3  Ibíd., p.152.

4  ROIG, A (2003). Necesidad de una segunda independencia, Universidad Nacional de Río Cuarto, Argentina. p. 43. 

5  Cfr. MARX, C (1843). La cuestión judía, ensayo en el que se plantea, a la luz de las exigencias del pueblo judío ante el Estado alemán, el tema de la emancipación política, afirmándose al respecto que ésta constituye un gran progreso, aunque no sea la última forma de emancipación humana. 

6  MUJICA, H (1982). Op. cit. p.153.

7  Ibídem.

8  MUJICA, H (1982). Op. cit. p.144.

9  Ibídem, p. 67.

10  MUJICA, H (1982). Op. cit., p. 68.

11  Íbídem.

12  El Positivismo constituyó una de las corrientes filosóficas que de manera más hegemónica influyó en la intelectualidad venezolana de finales del siglo XIX y principios del XX. A ella pertenecieron entre otros, Cesar Zumeta, Vallenilla Lanz, Gil Fortoul y Pedro Manuel Arcaya, quienes pusieron sus obras al servicio del régimen dictatorial de Juan Vicente Gómez, quien gobernara a Venezuela desde 1908 hasta 1935. Podríamos afirmar que el pensamiento positivista venezolano, si bien contribuyó al auge de las ciencias en el país, también sirvió de justificación para los atropellos del dictador y para la penetración de los Estados Unidos en el ámbito económico nacional. Recuerde que durante la dictadura de Gómez, se inicia, en Venezuela, la explotación petrolera, cediéndole a las empresas norteamericanas concesiones que solo privilegiaron los intereses del imperio del Norte.

13  MUJICA, H (1982). Op. cit. p.147.

14  Ibíd., p.148.

15  MUJICA, H (1982). Op. cit. p.151.

16  MUJICA, H (1964). Chile desde adentro y Venezuela desde afuera (minucias periodísticas), Ediciones UCV, Caracas, p. 77

17  MUJICA, H (1982). Op. cit. p. 79.

18   Ibíd., p. 88.

19  Ibíd., p. 81. 

20  MUJICA, H (1984). Como a nuestro parecer. Academia Nacional de la Historia, Caracas, p. 26.

21  Ibíd., p. 28.

22  Ibíd., p. 35. 

23  Ibíd., p. 76.

24  Ibíd., p. 82.

25  Ibíd., p. 44. 

26  Ibíd., p. 86. 

27  Ibíd., p. 97.

28  Ibíd., p. 102. 

29  Ibíd., p. 104.

30  Ibíd., p. 109.

31  Ibíd., p. 123.

32  Ibíd., p. 236.

33  Ibídem. 

34  Ibíd., p. 237

35  Ibíd., p. 261. 

36  Ibídem. 

37  Ibíd., p. 13.

38  Ibíd., p. 15. 

39  Ibíd., p. 83. 

40  Ibíd., p. 85. 

41  Ibíd., p. 43. 

Bibliografía

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2. MUJICA, H (1964). Chile desde adentro y Venezuela desde afuera (minucias periodísticas). Caracas, Ediciones UCV.        [ Links ]3. MUJICA, H (1984). Como a nuestro parecer. Caracas, Academia Nacional de la Historia.         [ Links ]

4. MARX, C  (1843). La cuestión judía, ensayo en el que se plantea, a la luz de las exigencias del pueblo judío ante el Estado alemán, el tema de la emancipación política, afirmándose al respecto que ésta constituye un gran progreso, aunque no sea la última forma de emancipación humana.        [ Links ]

5. ROIG, A (2003). Necesidad de una segunda independencia. Argentina, Universidad Nacional de Río Cuarto.         [ Links ]