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Utopìa y Praxis Latinoamericana

versión impresa ISSN 1315-5216

Utopìa y Praxis Latinoamericana v.15 n.50 Maracaibo sep. 2010

 

Tensiones y desafíos en la participación política juvenil en Chile 

Tensions and challenges in the political participation of youth in chile 

Raúl Zarzuri

Escuela de Sociología de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano. Investigador del Centro de Estudios Socio-Culturales (CESC), Chile. 

RESUMEN 

Este texto intenta reflexionar sobre algunas construcciones que se han realizado de los jóvenes chilenos respecto de la participación política. Se señala, que más que un desencanto con ella, hay un desencanto con una cierta forma de construir la política en Chile, la cual no tiene conexiones con la vida cotidian de los sujetos. Frente a esto, se arguye que los jóvenes siempre han tenido o construido espacios de participación y en éstos, han intentado reconstruir la participación y también la ciudadanía, tensionando las definiciones tradicionales de estos conceptos. Así, ciertas obligatoriedades que se intentan instalar como la inscripción automática en los registro electorales o el voto obligatorio, no conducirán a una mayor participación, si es que está no tiene algún significado para los jóvenes.

Palabras clave: jóvenes, política, ciudadanía, Chile. 

ABSTRACT 

This text reflects about some constructions that have been made regarding the political participation of Chilean youth. The study indicates, that, more than a disenchantment with politics, there is a disenchantment with a certain way of constructing politics in Chile, which has no connection with the daily life of the subjects. In this light, the study argues that youth have always had or constructed spaces for participation, and in these, they have attempted to reconstruct participation as well as citizenship, stretching the traditional definitions of these concepts. Therefore, certain obligations that the government has tried to install, such as automatic inscription in the electoral registries or the obligatory vote, will not lead to greater participation if they have no meaning for young people.

Key words: youth, politics, citizenship, Chile. 

Recibido: 19-04-2010  ·  Aceptado: 25-07-2010 

“Si la política sirviera para algo estaría prohibida”

“No vote, actúe”

(Graffitis en el centro de Santiago de Chile) 

Hay que señalar que los jóvenes chilenos siempre han participado de la vida pública, claro está, que con limitaciones contextuales propios de los momentos históricos que les tocó vivir, y considerando que la categoría joven no adquirió identidad propia hasta mediados del siglo XX. Esto se puede observar ya en la clase política del siglo XIX e inicios del XX en nuestro país, donde se puede encontrar a jóvenes desenvolviéndose en la vida pública1

Por otra parte, podemos encontrar hitos emblemáticos de participación juvenil, como es la creación de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile en 1906, que va permitir la construcción del primer actor juvenil o la primera caracterización de lo que se va a entender por joven, nos referimos al “joven universitario”2. Posteriormente, podemos encontrar a jóvenes participando fuertemente en el movimiento obrero, en las prácticas artísticas de la generación del ‘20, también en los movimientos militares de 1925, la masacre del Seguro Obrero de 1938, la fundación de las juventudes políticas (Federación Juvenil Socialistas y las Juventudes Comunistas de Chile en 1934) o los movimientos juveniles vinculados a la Iglesia Católica, principalmente el de las catequesis; las manifestaciones de Abril de 1957 y los estudiantes, secundarios y universitarios, inundando las calles de protestas codo a codo con la juventud popular; en el fenómeno cultural propiamente juvenil de fuerte identificación social y política, conocido como la Nueva Canción Chilena3 que va a influenciar el Canto Nuevo4 de generaciones posteriores; y también el movimiento de reforma universitaria del ‘68 liderada por los estudiantes universitarios, para llegar al protagonismo de la juventud popular de los 80’s en medio de protestas y la aparición de las culturas urbanas tribales de los 90’s5

Por lo tanto, se puede señalar que los jóvenes han tenido un espacio de participación, el cual en ciertos momentos no ha sido destacado o relevado provocando un efecto de invisibilización de este actor en nuestra historia. Hay que señalar en relación a este punto, que los jóvenes no han sido objeto predilecto de estudio en las ciencias sociales y tampoco en la historia por lo menos en Chile. Por lo tanto asistimos a una cierta invisibilización asociado a no considerarlos como actores o sujetos sociales ya que en el caso de la historia por ejemplo, han sido minimizados en otras categorías (obreros, militantes, etc.), cuestión que en opinión de algunos historiadores6, es porque la historia recientemente se está preocupando por los jóvenes –así como también por otros temas– como sujetos del proceso histórico o como categoría de análisis social, o como también señalan Pinto y Salazar respecto de la preocupación de la historia por lo jóvenes, ésta ha quedado reducida a un circulo pequeño. Así, señalan los autores, “…de lo poco que se ha hecho, más que nada durante las últimas décadas, no ha trascendido más allá de un círculo de iniciado, cuya labor es prácticamente desconocida fuera del ámbito académico o especializado”7

Si bien esta invisibilización ha sido y sigue siendo preocupante, hay una visibilidad que lo es más. Nos referiremos a aquella que deviene en críticas y estigmatizaciones sobre los jóvenes, especialmente en algunas dimensiones, que tienen que ver con la ciudadanía, la participación y la política. De esta forma, se podría señalar, que en el imaginario social en la sociedad chilena, cuestión creo que se podría extender a las sociedades latinoamericanas, se ha construido un imaginario sobre los jóvenes y juventudes como apolítica, antisistema, sin valores entre otras cosas y que se ha plasmado en la famosa frase muy utilizada en Chile, “no estoy ni ahí”, dando paso al famoso “niahísmo juvenil” que se acuñó desde el mundo adulto y de ciertas ciencias sociales y por supuesto de los medios de comunicación. 

Esto ha sido acrecentado por ciertas miradas nostálgicas de la sociedad, que miran –o se miran– en otras generaciones como más participativas y políticas que las actuales. Sobre este punto, habría que señalar, siguiendo a Marcelo Urresti8, que realizar comparaciones entre generaciones, particularmente para resaltar aspectos negativos como sería el llamado “proceso de despolitización” de los jóvenes actuales, respecto de otras generaciones, es un ejercicio no del todo lícito, ya que no basta compararlos por su pertenencia a una respectiva categoría de edad, sino que hay que entender la juventud como una experiencia histórica inserta en una particular forma de sociedad. Por lo tanto, “más que comparar generaciones hay que comparar sociedades en las que conviven generaciones diferentes”9. Así, no debemos realizar comparaciones en función de lo que hicieron o no respecto de otras generaciones, sino que hay que comprender a los jóvenes situados en un particular momento histórico y social que les ha tocado vivir. 

De esta forma, habría que poner en tela de juicio ciertos estereotipos que se han venido construyendo sobre los jóvenes, entre los cuales está su “no estar ni ahí” con nada y en especial con la participación en general y en particular con la participación política. Si seguimos a Weinstein10, tendríamos que señalar, que no se pueden aplicar ciertas imágenes a los jóvenes y que habría que realizar un giro, intentando visualizar qué hay de nuevo y contributivo en estos, evitando así, realizar lecturas nostálgicas, para pasar a lecturas más optimistas. 

Evidentemente que el paso a estas lecturas requiere considerar el contexto en el cual nos encontramos y que brevemente podría describirse de la siguiente forma: 

  • Nos encontramos en el inicio del siglo XXI que se caracteriza por ser un período más de incertezas que certezas; donde todo se vuelve líquido (Baumann) o se desvanece en el aire (Berman). 

  • Conceptos que antes se caracterizaban por su solidez, como la ciudadanía, la participación y la política, se licuan; se encuentran en proceso de redefinición al igual que otros conceptos, como la identidad, la orientación hacia el cambio y las formas de organización, por dar algunos ejemplos. Estas redefiniciones, encuentran un terreno propicio o una mayor capacidad de reflexión en los jóvenes más que en los adultos. 

  • La política se ha institucionalizado fuertemente, quedando reducida a lo institucional/instrumental, desconectado de lo cotidiano. 

Sin embargo, respecto de la participación juvenil en estos nuevos contextos, es posible señalar que tanto las identidades juveniles, como la orientación hacia el cambio social y las formas de organización, por mencionar algunos elementos que trabajan Serna 11 y Krauskopf 12 han sufrido modificaciones. De esta forma,13 quien se basa en Serna -quien sigue a Offe-, elabora un cuadro donde es posible ver como las identidades, orientaciones y modos de actuar juveniles han mutado en relación a los paradigmas en juego, aclarando que estos paradigmas no son excluyentes. 

Dimensiones 

Viejo paradigma 

Nuevo paradigma 

Identidades Colectivas 

Basadas en parámetros socioeconómicos y político-ideológicos 

Basados en parámetros ético-existenciales 

Orientación 

   

Cambio Social 

La modificación de la estructura cambia al individuo 

El cambio personal se orienta a modificar las condiciones de vida colectiva 

Espacialidad 

Epicentro local, trincheras globales 

Epicentro global, trincheras locales 

Organización 

   

Estructura 

Piramidal institucionalizada 

Horizontal, redes vinculantes y flexibles 

Rol 

Centralizado representativo 

Facilitador, mediador con respeto a la diversidad 

Acción 

Colectiva masificada 

Hegemónica 

Burocrática 

Coordinaciones transitorias, reivindicación de la participación individual débilmente institucionalizada 

Así, es posible visualizar en esta matriz, que en relación a las identidades colectivas juveniles, en el viejo paradigma, éstas se basan en parámetros socioeconómicos o político-ideológicos, cuestión que no sucede en el nuevo paradigma que apela más a los mundos de vida y espacios de acción restringidos, con un fuerte componente ético. Por otra parte, en relación a la orientación, se puede observar que el cambio social, implica el cambio de estructura para cambiar al individuo, pero en el nuevo paradigma, el cambio proviene del individuo. Del mismo modo, los jóvenes tienen actualmente un epicentro que es global, pero con un actuar local, al contrario del viejo paradigma. Por último, respecto de la organización o modos de actuar, hoy en día lo jóvenes apelan más a relaciones horizontales que verticales, cuestión que también se aprecia en los roles que se asumen al interior de los grupos y a las formas de relacionarse en la acción. 

Por lo tanto, nos encontramos ante un nuevo modelo de movilización en palabras de García14 que se contrapone a un modelo antiguo con las siguientes características: 

Modelo de movilización de masas 

Modelo de movimientos sociales 

• Juventud rebelde, alta participación en lo público estatal. 

• Sujeto, protagonismo, ideologías, posicionamiento antisistémico. 

• Asociacionismo: militancia, organizaciones políticas y gremiales. 

 

• Juventud pragmática, baja participación en partidos y sindicatos, rechazo a la política, participación en aspectos puntuales, concretos, en lo público no estatal, posicionamiento opositor. 

• Asociacionismo: voluntariado, grupos emocionales, de pares, organizaciones no gubernamentales. 

Así, para este autor hay un fuerte declinamiento del poder de atracción de las organizaciones tradicionales como los partidos políticos y un aumento de los grupos informales que se mueven más por temas postmateriales que materiales. De esta forma, lo importante más que organizarse dice el autor, es estar juntos. 

LA LLAMADA “DESAFECCIÓN” DE LOS JÓVENES CHILENOS 

Hay que señalar que el “declinamiento por la participación política” del que se ha hablado en el punto anterior, es posible encontrarla en una aproximación o interpretación bastante superficial en los jóvenes chilenos. Sin embargo, habría que señalar que al hablar de la participación, la ciudadanía, la política, entre otros conceptos, debemos partir señalando, que hoy en día asistimos a una crisis de la participación en términos más tradicionales, que se visualiza con bastante fuerza en la dimensión de la participación política o la ciudadanía política, que puede ser vista como una crisis de las ideologías que podríamos denominar en términos más generales, una crisis de representación15, la cual es percibida por lo jóvenes, o mejor dicho, es visiblemente vivida por los jóvenes, más que por el mundo adulto, profundizándose el descrédito por ciertas formas tradicionales de participación, como es la política o de una cierta forma de “hacer política”. Así, no es raro entonces, las distancias que actualmente los jóvenes toman de las agrupaciones tradicionales en las cuales la política se expresaba, en este caso de los partidos políticos, y también del concepto de ciudadanía que emergía de las formas tradicionales de insertarse en el ámbito público y político. 

Habría que señalar que el descrédito con la participación en el plano de la política no es una cuestión que se pueda encontrar sólo en los gobiernos que gobernaron los últimos 20 años en Chile, ya que algo de esto, se encuentra o comienza a instalarse en los años 80’s y antes. Así en un texto publicado por José Weinstein el año 1990 sobre una investigación en jóvenes pobladores de la comuna de Peñalolén16 a finales de los años 80’s, se señala, que respecto de la política, los jóvenes se mostraban desinteresados, ya que por ejemplo respecto del ítem “en términos generales, dirías que la política te interesa”, las categorías de respuesta “Nada” y Poco” sumaban un 70,4%. Del mismo modo, la evaluación que realizaban de los políticos y la política era negativo, sin embargo y de “forma contradictoria, los jóvenes entrevistados señalaban que se debería participar en política” (68,8%). Si bien este estudio tiene las características de ser muy particular, ya que corresponde a una sola comuna, encuentra su correlato en las primeras indagaciones que realiza el Instituto Nacional de la Juventud (INJ) el año 1994 y que se mantienen hasta ahora. 

Así, se puede llegar a la conclusión de que la participación política concita un bajo interés en los jóvenes, y que los partidos políticos no representan los intereses de los jóvenes y los políticos no tienen preocupación por ellos. Esto puede ser leído –y es leído– en clave de desafección respecto del sistema político, lo que marca una distancia entre éstos y la política. Los argumentos para sustentar esta afirmación –y como se ha señalado anteriormente– se encuentran, en el descenso de la inscripción en los registros electorales, donde uno de los principales argumentos que dan los jóvenes es el poco interés y la deslegitimación de las instituciones políticas. 

La pregunta que surge, es si este cuadro que se ha descrito, permite plantear –como lo hacen algunos investigadores– que los jóvenes no “están ni ahí” con la participación, la responsabilidad ciudadana o con la política. O a lo mejor, lo que hay que realizar es un desplazamiento del punto de análisis que implica abandonar ciertas miradas “adultocéntricas” y “nostálgicas de un pasado de participación que fue mejor” y ponerse en el lugar de ellos y así tratar de entender lo que ellos quieren decir con esta supuesta desafección de la política y de la participación, cuestión que podemos afirmar es necesario de hacer. 

EN BUSCA DE LA CIUDADANÍA: LA PARTICIPACIÓN JUVENIL 

Las grandes transformaciones culturales producto de la globalización a los cuales los jóvenes se ven enfrentados, ha hecho que estos convivan en un mundo fragmentado, de lógicas plurales y sin jerarquización ni fundamentos explicativos lo que ha posibilitado que ellos hayan aprendido a desenvolverse en él17. De esta forma, los jóvenes de este nuevo siglo no sólo se tienen que enfrentar a la crisis de instituciones clásicas como la educación y la familia, sino también a las transformaciones de las formas de participación clásicas en la esfera de lo público, abandonando de ciertos modo esos lugares tradicionales para transitar hacia otros ámbitos, porque: 

Se ven enfrentados a un mundo que ya no se divide en dos campos, sino que ostenta una cantidad inabarcable de líneas de ruptura, de saltos y abismos, entre los cuales nadie sabe ya muy bien cómo orientarse. El futuro se ha vuelto pluridimensional, los modelos explicativos de los mayores ya no se sostienen… Existen más enigmas que soluciones y, si nos fijamos bien, las propias soluciones se revelan como costales repletos de enigmas18

Así, en este nuevo contexto, se observa en los jóvenes una creciente pérdida de interés en los encuadres y organizaciones sociales tradicionales y una atracción por lo grupos informales. Es evidente que hay un pobre interés por la política tradicional y una escasa participación como se señalaba anteriormente en los espacios tradicionales de participación generando un vacío que se manifiesta fuertemente en los jóvenes más que en los adultos. Sin embargo habría que tener cuidado de proponer que los jóvenes están desinteresados de la política, sino que más bien están interesados en otras dimensiones de la política, cuestión que está dada por la reducción de la política a un espacio institucionalizado y donde sólo pueden participar las instituciones políticas, y porque los jóvenes están en la búsqueda de espacios políticos más flexibles y cercanos19

Así, este espacio vacío es llenado por un nuevo tipo de movilización “que funciona en una lógica distinta y congruente con los tiempos actuales”. De esta forma, los jóvenes se comprometen en causas mucho más acotadas, claras y distinguibles, cuestión que “resulta más atractiva, no compromete a la totalidad del individuo, genera lazos más fáciles de romper, más laxos, una pelea que no abarca toda la vida”20. La razón de esto, nuevamente en palabras de Chmiel, es “que tener un “objetivo pequeño” permite tener un mejor control de los vaivenes de la causa, y si parece preferible, porque algo no convence mucho, “abrirse” del tema…” (1996:99)21

De esta forma, asistimos a la construcción de nuevos modos juveniles de estar en el mundo, que tienen que ver con nuevas formas de grupalidad y socialidades, que en el decir de Michel Maffesoli, han configurado “nuevas formas de estar juntos”. Estando de acuerdo con el diagnóstico que señala que estamos frente a la declinación de las grandes estructuras institucionales, principalmente de los partidos políticos, es posible señalar también, que existe un desarrollo de lo que podríamos llamar las “comunidades afectivas” o como Maffesoli las llama, “comunidades de base” impregnadas de una “nebulosa afectual”. Esta nebulosa afectual nos lleva a comprender la forma específica que adopta en la actualidad la socialidad, marcada por el vaivén masas-tribus, donde hoy en día, los sujetos tratan “menos de agregarse a una banda, a una familia o a una comunidad que de revolotear de un grupo a otro... En contra de la estabilidad inducida por el tribalismo clásico, el neotribalismo se caracteriza por la fluidez, las convocatorias puntuales y la dispersión. Sólo así se puede describir el espectáculo callejero de las megalópolis modernas.”22. Por lo tanto, nos encontramos frente a una concepción de lo social o mejor dicho de la socialidad, que se transforma en una característica central de estas nuevas formas de estar juntos. 

De esta forma, para Maffesolli, si el individuo en lo social tenía como característica el tener una función en la sociedad y funcionar en una asociación estable, en la socialidad el individuo deambula por una serie de grupos jugando papeles distintos: 

la persona –pienso en el sentido etimológico– juega papeles tanto en el interior de su actividad profesional como en el seno de las distintas tribus en las que participa. Como su traje de escena cambia, esta persona se dispondrá, según sus gustos (sexuales, culturales, religiosos o amistosos), a ocupar su lugar, cada día, en los distintos juegos del theatrum mundi23

Se asiste entonces, a la proliferación y multiplicación de pequeños grupos, de “redes existenciales”, que resisten o intentan resistir a los embates de la globalización y a la uniformidad de estilos de vida. En el fondo, asistimos a la saturación de lo político, claro está que de otra forma; el de los microgrupos y microsolidaridades, o sea, nuevas formas de ver y de participar en lo que se denomina la política, que precisamente vienen a llenar ese vacío que los partidos políticos y la política tradicional han dejado al no ser capaces de generar matrices discursivas que puedan interpelar a los jóvenes, ya que siguiendo a Ulrich Beck, la juventud se siente conmovida con aquellas cosas que precisamente la “gran política excluye”, las cuales en palabras de este autor “caen por los retículos de las grandes organizaciones políticas”, lo que lleva a que los jóvenes practiquen una denegación de la política, altamente política24. Se asiste entonces en palabra de Beck a una nueva repolitización de la política que transita por otros derroteros, otras claves. 

Para otros autores como Rossana Reguillo, la construcción de lo político en los jóvenes pasa por otros ejes, que escapan a los ejes tradicionales de configurar o construir lo político: ”…el deseo, la emotividad, la experiencia de un tiempo circular, el privilegio de los significantes por sobre los significados, las prácticas arraigadas en el ámbito local que se alimentan incesantemente de elementos de la cultura globalizada”25, cuestiones que posibilitan ver a la política ya no como un sistema rígido de normas, sino como una “red variable de creencias, un bricolaje de formas y estilos de vida, estrechamente vinculado a la cultura”26. Así, como señala la autora, “los ritmos tribales, los consumos culturales, la búsqueda de alternativas y los compromisos itinerantes, deben ser leídos como formas de actuación política no institucionalizada, y no como prácticas más o menos inofensivas de un montón de desadaptados”27. Se asiste entonces a la creación de una política con minúscula, que “adquiere corporeidad en la práctica cotidiana de los actores, en los intersticios que los poderes no pueden vigilar”28, y ahí, donde la economía y la política formales han fracasado en la incorporación de los jóvenes, se fortalecen los sentidos de pertenencia y se configura un actor “político”, a través de un conjunto de prácticas culturales, cuyo sentido no se agota en la lógica de mercado, constituyendo “el territorio tenso en el que los jóvenes repolitizan la política “desde afuera”, sirviéndose para ello de los propios símbolos de la llamada ‘sociedad de consumo’”. 

Entonces, nos encontramos ante un mapa juvenil menos doctrinario, pero no por eso menos cargado de ideas, anhelos y micro-estrategias de unidad, de resistencia y adhesión simbólico afectiva a un conjunto de códigos y ritos que le garantizan un imaginario, afectos y seguridades 29. Por lo tanto, los jóvenes, adoptan comportamientos y una ética y moral distintos e incluso opuestos a los que la sociedad ha establecido como norma. De esta forma, se construye una nueva forma de hacer política; lo que podríamos llamar la política de la micropolítica, más que de la gran política, del relato heroico; la política de la cultura que en palabras de Rosaldo lleva a estructurar un nuevo tipo de ciudadanía, la cultural30

ACERCA DEL VOTO COLUNTARIO Vs EL VOTO OBLIGARORIO JUVENIL COMO FORMA DE INCENTIVAR LA PARTICIPACIÓN POLÍTICA DE LOS JÓVENES. ¿DERECHO O DEBER? 

Como ya se ha señalado, el tema de la participación política de los jóvenes ha sido un tema recurrente que alcanzó profunda preocupación en las últimas elecciones presidenciales en Chile, donde Sebastián Piñera, abanderado de una coalición de derecha, derrotó a Eduardo Frei militante del partido demócrata cristiano y ex presidente de la republica, abanderado de los partidos de la concertación31. En esa oportunidad la caza y casa del voto juvenil fue un tema relevante32

Por otra parte, el actual presidente Sebastián Piñera en su discurso del 21 de mayo de este año, señalaba como una de sus preocupaciones centrales, el perfeccionamiento de la democracia “para hacerla más vital, participativa, cercana y transparente”, dado que el diagnóstico señala, que la democracia en Chile está perdiendo fuerza. Con 11,5 millones de personas mayores de 18 años, sólo 8 millones están inscritos en los registros electorales y sólo 6,5 millones votan. El problema central es que cerca de 2 millones setecientos mil jóvenes no están inscritos en los registros electorales. 

A partir de esto, se ha instalado una idea, que cierto tipo de reformas políticas como la inscripción automática y el voto voluntario revertirían la situación. Es más en algunos casos se quiere ir más lejos, como exigir que el voto sea obligatorio, ya que esto sería un deber de todo ciudadano, como si esto fuese suficiente para encantar a un segmento importante de la población con la política más tradicional. 

Las argumentaciones que rondan actualmente en el país respecto si la voluntariedad hay que mantenerla o es necesario que se aplique la obligatoriedad, son variadas y dentro de ellas incluso tenemos opiniones de ex presidentes como Ricardo Lagos quien ha salido a defender la obligatoriedad, haciendo un giro en su opinión, ya que él era partidario de que hubiese inscripción automática y voto voluntario. En ese sentido, Daniel Bello en un interesante artículo, señala como argumento para su obligatoriedad, que el voto voluntario introduce un sesgo de clase, señalando que 

las personas de ingresos medios y altos tienden a acudir en mayor proporción a las urnas, generando –según la experiencia comparada–, la disminución del peso relativo de quienes más necesitan de la atención de los representantes, y un desbalance que en definitiva provoca la instalación de una fuerza conservadora en el sistema político (que dificulta la búsqueda de igualdad social33

Así, argumenta Bello, “la obligatoriedad del voto, más allá de hacer de un deber moral uno legal, permite nivelar la cancha, evitando que ciertos grupos sociales monopolicen el poder político, cosa que de hecho ocurre con el voto voluntario”. 

Cuestión distinta piensa Javier Sajuria para quien, el voto es un derecho y de carácter voluntario, señalando que: 

en definitiva, la única discusión importante sobre el voto es determinar si creemos que es un derecho o un deber. La democracia es una forma de organización que se basa en la libertad de opción de las personas, que pueden elegir a sus representantes y tomar decisiones a través de procesos plebiscitarios u otros. Es decir se basa en que hay una sociedad madura, de personas libres y responsables, adultas, que toman decisiones respecto a si quieren o no participar de un proceso eleccionario y qué postura toman dentro del proceso34

Frente a esta discusión, habría que señalar que el problema no consiste tanto en intentar que los deberes sean exigidos, cuando sabemos que los deberes adquieren sentido cuando estos son significativos a los sujetos y por lo tanto, en cuanto significativos, conllevan algún tipo de acción o de preocupación en este caso con lo político, pero particularmente con su dimensión más formal que es la política. Pero precisamente en el estado actual de la política en Chile, esta aparece como (a)significativa –si se puede usar este término– para un segmento relevante de la población entre los cuales se cuentan los jóvenes y por supuesto otros que ya no lo son tanto. Esto es producto de una fractura entre el mundo político y el mundo de la gente común y corriente, cuestión que se puede apreciar cuando en referencia al tiempo de la política se le cataloga como un “tiempo de lo extraordinario” que no tiene que ver con el tiempo de la vida cotidiana que sería un tiempo común. Si esto es así, ese tiempo extraordinario se vive como algo excepcional, en espacios excepcionales (el congreso por ejemplo), por lo tanto, sólo al alcance de los especialistas (los políticos) y no de la gente común. 

Esto ha provocado que la gente común y corriente sienta que le ha perdido cariño a la política; se sienta desafectada, porque precisamente esta ha sido capturada y alejada de la gente. En esto, la calle y las escrituras en sus paredes puede ser un indicador relevante de cierto malestar. Transitando por algunos barrios he podido encontrar los siguientes graffitis en Santiago de Chile: “Si la política sirviera para algo estaría prohibida” o “No vote, actúe”, grafos a los cuales no hay que hacerle ningún comentario. 

Entonces, evidentemente que se asiste a lo que Chantal Mouffe (1999)35 llama “el extravío del sentido real de la política”. Para ella, la política se debe entender como algo a construir al que concurre la comunidad y por lo tanto no es algo estanco. La política permite que lo público se conecte con lo privado, rescata los ideales republicanos de participación, pero al mismo tiempo los nutre con nuevas formas de participación, permitiendo que sectores que están en los márgenes o fuera del sistema formal de participación se integren. De esta forma, se asiste entonces, ya no a un distanciamiento sino a una reconfiguración de lo político, de una nueva política en contraposición a la política tradicional que es distancia, no cercanía. Así, frente a este extravío como señala Mouffe, debemos plantearnos el reconocimiento del derecho a la libertad política y por ende a construir una ciudadanía distinta, la cual ya no se basa necesariamente en cuestiones legales, sino que se manifiesta en la construcción de nuevos tipos de identidad política, las cuales están en proceso de construcción y por lo tanto no están dadas. 

A MODO DE CIERRE 

Habría que señalar a modo de cierre, que los jóvenes no están desencantados de la política, sino que lo están con ciertas manifestaciones de una práctica política que evalúan negativamente y como señala Rossana Reguillo, “el que muchos de los jóvenes no opten por prácticas y formas de agrupación partidistas o institucionales y el hecho de que no parezcan ser portadores de proyectos políticos explícitos, desde una perspectiva tradicional, puede ocultar los nuevos sentidos de lo político que configuran redes de comunicación desde donde se procesa y se difunde el mundo social”36

De esta forma, los jóvenes actuales lejos de la experiencia de politización de los ‘80, visualizan la participación en términos prácticos, más asociada con las posibilidades de logros individuales que con ideales o identificaciones generales de país. Se puede concluir que los temas relacionados con la ciudadanía se revelan como una carencia en la cultura política juvenil. La participación política –o de una forma de participación política– no reviste mayor relevancia para los jóvenes, como resultado de su propia socialización, y de los estrechos límites del sistema de representación política actuales en Chile. 

Este proceso, puede ser visualizado negativamente, en términos de que involucra una cierta disolución de las identidades colectivo-tradicionales y la reducción de la participación en la toma de decisiones. No obstante, este proceso podría también involucrar una expansión de espacios culturales propios y la conformación de nuevos actores sociales, cuyas prácticas y experiencias rebasan las fronteras previstas por las estructuras de las propias instituciones sociales tradicionales, que intentan contener y dar cabida a dichos actores sociales. De esta forma, se puede afirmar que existe una predisposición de parte de los jóvenes actuales a realizar y valorar las actividades y las prácticas grupales, no obstante, esto último no se traduce en una mayoritaria participación en organizaciones sociales. 

De esta forma, estaríamos asistiendo a una pérdida de legitimidad de la autoridad tradicional y propagándose –hasta cierto punto– una “ola de deserción” que despoja a estas instituciones tradicionales de su grandeza anterior. Pero dicho éxodo no quiere decir que los jóvenes hayan emprendido el viaje de regreso hacia sus casas, todo lo contrario, se encuentran repoblando la ciudad, “la civitas o polis” de diversas maneras. El punto es que pareciera ser que están migrando desde unas formas tradicionales de experimentar la participación, hacia otras formas que están empezando a proliferar por nuestras ciudades y que estarían más asociados a prácticas culturales en lo que se ha denominado culturas juveniles, tribus urbanas, colectivos urbano-culturales, etc. 

Lo anterior estaría ligado a una cierta renovación de la sociedad chilena a partir de su tejido molecular, es decir, una reconfiguración de lo social que habla de la emergencia de nuevas prácticas sociales, nuevos modos de vida y nuevos valores, pero que aún no alcanzan a cristalizar en estructuras más formales, aunque se puede intuir que el objetivo de esta nuevas formas de estar en el mundo no se orienta a la estandarización de sus redes y menos en los términos que preven las organizaciones sociales tradicionales y los modos de gestión política instituidos desde la cultura adulta. 

Por último, a pesar de los mecanismos que se comienzan a instalar en Chile como la inscripción automática y el voto voluntario, que tienen sus detractores, los cuales intentan poner un énfasis más fuerte en los deberes que en los derechos, argumentando la necesidad del voto obligatorio, es claro que para el caso de los jóvenes –y también de ciertos segmentos adultos–, esto no hará que el interés por la política aumente –por la obligatoriedad si es que llega a instalarse–, sino que, sólo será posible, en la medida que la política sea algo significativo para los jóvenes y en las condiciones actuales en Chile –como quizá en el resto de América Latina–, esto no es posible. He aquí entonces el desafío para nuestras sociedades: cómo encantar de nuevo a las generaciones más jóvenes con la política. 

Notas

1 Como se señala en el artículo de Tamara Contreras, Sergio Guajardo y Raúl Zarzuri (2005). Identidad, Participación e Hitos de Resistencia Juvenil en Chile Contemporáneo, Centro de Estudios Socioculturales (CESC), Santiago, Chile, hubo distinguidos “personajes de la oligarquía que destacaron durante su juventud, como Benjamín Vicuña Mackenna que a los 18 años participó activamente como secretario del Club de la Reforma de 1849 que reunía a los jóvenes liberales contra el gobierno pelucón de Manuel Bulnes; Francisco Bilbao de 27 años que junto a Santiago Arcos de 28 forman en 1850 la Sociedad de la Igualdad; José Victorino Lastarria que a sus 25 años y junto a toda una generación de jóvenes liberales forman la Sociedad Literaria del ‘42; o Valentín Letelier que a los 23 años comenzó su carrera como profesor de literatura y filosofía en Copiapó, iniciando así sus valiosos aportes al desarrollo de la pedagogía”. 

2 Esta categoría tendrá relevancia hasta mediados de los 80’s, debilitándose en los 90’s. 

3 La Nueva Canción Chilena es un movimiento musical que se extiende entre 1960 y 1975 aproximadamente, dando paso a una estética de rescate de las raíces latinoamericanas y con un fuerte contenido de cambio social proyectado en un ideario político de izquierda. Por lo tanto, hablamos de una estética no desligada de lo político, comprometida con los cambios sociales que llevó a toda una generación de jóvenes a asumir un compromiso con el cambio social y después del golpe militar enfrentar a la dictadura instalada, cuestión que expondrá a estos al exilio, a la marginalidad (social y política) y a otros a la muerte. Habrá que señalar que esta estética, expresada fuertemente en la música y en sus letras, manifestará explícitamente el compromiso político que la caracterizará, cuestión que no encontraremos directamente en el llamado “Canto Nuevo”. 

4 Movimiento que se origina a finales de los año 70’s y principios de los 80’s en el ámbito universitario. Alrededor de este movimiento musical, se empieza a articular una estética particular entre los jóvenes que va a trascender el ámbito universitario, nos referimos a la estética “artesa” o “lana”, que se núclea alrededor de peñas, festivales folclóricos, utilizando vestimentas como el blue jeans, chalecos y sweters o chalecos artesanales (nortinos, con motivos indígenas del norte de Chile, o chilotes –del sur de Chile, específicamente de la Isla de Chiloé–), bolsos de lana (nortinos o Mapuches) y bastante uso de artesanía como características, convirtiéndose en un distintivo contra la lucha dictatorial hasta bien entrados los años 80. 

5 CONTRERAS, T; GUAJARDO, S & ZARZURI, R (2005). Op. cit. 

6 GOICOVICH, I (2000). “Del control social a la política social. La conflictiva relación entre los jóvenes populares y el Estado en la historia de Chile.” Revista Última Década, Año 7, nº 12, Marzo, Viña del Mar Valparaíso. 

7 PINTO, J & SALAZAR, G (2002). Historia Contemporánea de Chile. T. V: Niñez y Juventud. LOM Ediciones, p. 7. 

8 URRESTI, M (2000). “Paradigmas de participación juvenil: un balance histórico”, In: BALARDINI, S (Comp.,). La participación social y política de los jóvenes en el horizonte del nuevo. CLACSO/ASDI, Buenos Aires Argentina. 

Ibíd., p. 178. 

10 WEINSTEIN, J (1991). “Jóvenes de los 90: ¿”inmorales”, “Incultos”, apolíticos” o... “nuevos ciudadanos”. CIDE, Documento nº. 3, Santiago, Chile. 

11 SERNA, L (2000). “Las organizaciones juveniles. De los movimientos sociales de autogestión a la autonomía.” Revista de Estudio sobre Juventud Jóvenes, n°. 11, Instituto Mexicano de la Juventud, México. 

12 KRAUSKOPT, D (2000). “Cambios de paradigmas y participación política.” Revista de Estudio sobre Juventud Jóvenes. Ed. cit. 

13 KRAUSKOPF, D (2000). “Dimensiones criticas en las participación social de las juventudes”. In: BALARDINI, S (Comp.,). Op. cit

14 GARCÍA, D (1998). “Jóvenes en las estructuras: cultura, educación, familia y política.” In: HUNERMANN & ECKHOLT, M. (Eds.) La juventud Latinoamericana en los procesos de globalización. FLACSO, Eudeba Editores, Buenos Aires Argentina. 

15 MORÁN, Mª Luz & BENEDICTO, J (2000). Jóvenes y Ciudadanos. INJUVE, Madrid España. 

16 Las comunas de Chile son la división político-administrativa menor y básica del país y corresponde a lo que en términos genéricos se conoce como municipio. 

17 GARCÍA, D (1998). Op. cit. 

18 BECK, U (1999). “Hijos de la libertad: contra las lamentaciones por el derrumbe de los valores.” In: BECK, U (1999). Hijos de la Libertad. FCE, México, p. 16. 

19 MORÁN, Mª Luz & BENEDICTO, J (2000). Op. cit. 

20 CHMIEL, S (19996). “El milagro de la eterna juventud”. In: MARGULIS, M (1996). La juventud es más que una palabra. Ensayos sobre cultura y juventud. Editorial Biblos, Buenos Aires Argentina, p. 99. 

21 Ibídem

22 Maffesoli, M (1997). Elogio de la razón sensible. Una visión intuitiva del mundo contemporáneo. Paidós, Barcelona, p. 140. 

23 Ibídem

24 Beck, U (1999). Op. cit. 

25 REGUILLO, R (2000). Emergencia de las culturas juveniles. Estrategias del desencanto. Editorial Norma, Buenos Aires, Argentina, p, 139. 

26 Ibíd., p.43. 

27 Ibíd., p.14. 

28 Ibíd., 43. 

29 CARREÑO, J (2005). “De pasiones y subversiones: el canto guerrero de las barras de fútbol del sector de forestal alto en la ciudad de viña del mar”, In: ZARZURI, R & GANTER, R (Eds). (2005). Culturas Juveniles: tácticas de la cotidianidad y transgresiones urbanas. Ediciones Centro de Estudios Socioculturales (CESC). Santiago, Chile. 

30 REGUILLO, R (2000). Op. cit. 

31 Los partidos de la Concertación dice referencia a una coalición de partidos políticos que van desde la izquierda (excluida el PC) hasta el centro, que se organizaron para recuperar la democracia en Chile, enfrentando el plesbicito de 1988 que pretendía que el dictador Augusto Pinochet se perpetuar en el poder, y posteriormente las elecciones presidenciales del 89, ganando ampliamente y comenzando un ciclo de gobiernos altamente exitosos por 20 años, comenzando en 1990 y terminando en marzo del año 2010. 

32 Ver ZARZURI, R (2009). “La temporada de caza se ha abierto”, In: http://www.todopolitica.cl/?fecha=2009-05-07&post=5673

33 BELLO, D: “Voto obligatorio: más que un derecho y más que un deber”, In: http://www.elquintopoder.cl/fdd/web/politica/opinion/-/blogs/voto-obligatorio:-mas-que-un-derecho-y-mas-que-un-deber.  

34 Ver SAJURIA, J (2010). “Voto: derecho o deber, el resto es música…” http://www.elmostrador.cl/opinion/2010/01/12/voto-derecho-o-deber-el-resto-es-musica%E2%80%A6/  

35 MOUFFE, CH (1999). El retorno de lo político (Comunidad, ciudadanía, pluralismo, democracia radical). Paidós, Barcelona. 

36 REGUILLO, R (2000). Op. cit., p. 138. 

Bibliografías

1. URRESTI, M (2000). “Paradigmas de participación juvenil: un balance histórico”, In: BALARDINI, S (Comp.,). La participación social y política de los jóvenes en el horizonte del nuevo. CLACSO/ASDI, Buenos Aires Argentina.          [ Links ]

2. MOUFFE, CH (1999). El retorno de lo político (Comunidad, ciudadanía, pluralismo, democracia radical). Paidós, Barcelona.          [ Links ]

3. Ver ZARZURI, R (2009). “La temporada de caza se ha abierto”, In: http://www.todopolitica.cl/?fecha=2009-05-07 & post=5673.         [ Links ]

4. REGUILLO, R (2000). Emergencia de las culturas juveniles. Estrategias del desencanto. Editorial Norma, Buenos Aires, Argentina, p, 139.         [ Links ]

5. GOICOVICH, I (2000). “Del control social a la política social. La conflictiva relación entre los jóvenes populares y el Estado en la historia de Chile.” Revista Última Década, Año 7, nº 12, Marzo, Viña del Mar Valparaíso.          [ Links ]