SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.11 número2Fuentes, relatos y construcción de la historia patria índice de autoresíndice de materiabúsqueda de artículos
Home Pagelista alfabética de revistas  

Servicios Personalizados

Revista

Articulo

Indicadores

Links relacionados

  • No hay articulos similaresSimilares en SciELO

Compartir


Revista Venezolana de Economía y Ciencias Sociales

versión impresa ISSN 20030507

Revista Venezolana de Economía y Ciencias Sociales v.11 n.2 Caracas mayo 2005

 

Usos políticos de la memoria:

devoción, desdén y asedio de las estatuas

Félix Suazoa

aInstituto Superior de Arte de La Habana (ISA), Instituto de Estudios Superiores Armando Reverón (Iuesapar) y Facultad de Arquitectura de la Universidad Central de Venezuela (UCV).

... en la actualidad el pasado es evocado para

proveer aquello que no logró brindar el futuro (...)1

Andreas Huyssen

Resumen

Según algunos teóricos, la recuperación del pasado permite canalizar los múltiples malestares que sobresaltan a la sociedad contemporánea. Sin embargo, estas expectativas no siempre tienden al mismo desenlace, sobre todo en aquellas naciones donde se está operando una drástica revisión de los valores que solían distinguirla. El caso venezolano presenta una situación singular, incrementada por los cambios que se han producido en los últimos años en la configuración del panorama político y social del país y su impacto sobre los modelos de representación colectivos. En Venezuela, la idea del monumento está asociada con tres grandes desplazamientos de la sensibilidad colectiva respecto a la memoria, a saber: la devoción, el desdén y el asedio. Estas nociones pueden ser entendidas como el correlativo metafórico de modelos comportamentales más o menos arraigados en el imaginario local. En definitiva, la memoria se construye selectivamente y está sujeta a los imperativos y propósitos de un presente que busca su legitimación en pretéritos idealizados. Obviamente, hay un vínculo tácito entre memoria y poder, fenómeno que se torna aún más explícito en las múltiples e incesantes batallas simbólicas que tienen lugar en torno a la cultura del monumento.

Palabras clave: memoria histórica, poder político, monumentos, Venezuela.

Political Uses of Memory. Devotion, Distain

and the Siege of Statues

Summary

For some authors, the recovering of the past is a way of channeling the multiple malaises plaguing contemporary society. Nevertheless, these expectations are not always realized, especially in those nations where a drastic revision of traditional values is under way. The Venezuelan case is particularly complicated as a result of the rapid changes in recent years in the political and social panorama and their impact on the modes of collective representation. In Venezuela, the idea of the monument linked to three movements of collective sensibility in relation to memory: devotion, distain and siege. These notions could be understood as the metaphorical correlative of behavioral models more or less established in the local imaginary. Finally, memory is selectively constructed and is subjected to the imperatives and purposes of a present looking for its legitimacy in an idealized past. Obviously, there is a tacit link between memory and power, which becomes more explicit in the multiple and unceasing symbolic battles over the culture of monuments.

Key Words: Historical Memory, Political Power, Monuments, Venezuela.

Recibido: 16-01-2005 Aceptado: 24-02-2005

La cultura actual se debate entre un presente cada vez más fugaz e insatisfactorio y un futuro sin perspectivas asibles. Sólo la mitificación del pasado o la vuelta a pretéritos políticamente convenientes aparece como una opción que se pasea entre la nostalgia y la redención. La recuperación del pasado, afirman los teóricos de la compensación (Hermann Lube, Odo Marquard), permite canalizar los múltiples malestares que sobresaltan a la sociedad contemporánea. Sin embargo, estas expectativas no siempre tienden al mismo desenlace, sobre todo en aquellas naciones donde se está operando una drástica revisión axiológica que alcanza tanto los aspectos historiográficos como los valores, los símbolos y las imágenes que solían distinguirla. El caso venezolano presenta una situación singular, incrementada por los cambios que se han producido en los últimos años en la configuración del panorama político y social del país y su impacto sobre los modelos de representación colectivos.

Uno de los ámbitos donde se manifiestan estos cambios es el relativo a la escultura pública, particularmente los monumentos conmemorativos que se yerguen en el escenario urbano. Si en el pasado las estatuas eran un lugar de memoria, destinado a resaltar los hechos históricos y la ejemplaridad de los héroes, en la actualidad se han transformado en objetos de controversia y, en casos extremos, blanco de acciones hostiles. La disputa va desde los problemas de deterioro motivados por falta de conservación hasta cuestiones vinculadas a la relectura ideológica del significado de tal o cual personaje o hecho, pasando por la repudiable proliferación de hechos vandálicos perpetrados sin otro motivo que el lucro material.

De manera que, entre nosotros, la idea del monumento está asociada con tres grandes desplazamientos de la sensibilidad colectiva respecto a la memoria; a saber; la devoción, el desdén y el asedio. Estas nociones pueden ser entendidas como el correlativo metafórico de modelos comportamentales más o menos arraigados en el imaginario local. Como veremos más adelante es posible vislumbrar algunos paralelismos históricos entre estas conductas y el momento de su aparición, sin que ello suponga una respuesta homogénea o única ante los distintos desafíos que representa el uso y protección del patrimonio.

La devoción

La devoción refiere el momento fundacional de la estatuaria pública acaecido hacia la segunda mitad del siglo xix, cuando se erigen los primeros monumentos alusivos a la gesta libertadora. Las estatuas de Simón Bolívar, Francisco de Miranda, José Antonio Páez y otros próceres de la independencia van a protagonizar solemnemente los espacios públicos más notorios; especialmente las plazas, parques y edificios administrativos. Figura clave en este proceso es Antonio Guzmán Blanco, "cuyo programa político se basa, precisamente, en una autocracia de aureola cosmopolita, refinada y monumental" (Guevara, 1978, 19). Entre 1870 y 1888, período durante el cual gobernó con breves interrupciones, el Ilustre Americano decretó la ejecución de importantes obras cívicas entre las que se encuentran el monumento ecuestre del Libertador para la plaza que lleva su nombre en Caracas2 y la creación del Panteón Nacional3. Como parte de este afán de grandeza, el propio Guzmán Blanco encargó la realización de dos estatuas de sí mismo –conocidas popularmente como El Manganzón y El Saludante4– que, irónicamente, fueron demolidas por sus detractores.

Joaquín Crespo, primer magistrado de la república entre 1892 y 1898, continuó con la línea de exaltación nacionalista desarrollada por Guzmán Blanco. Durante su período de gobierno se realizó el Monumento a José Félix Rivas5 (La Victoria, 1892). Igualmente tuvieron lugar los decretos de ejecución de El Arco de la Federación6 (1895) y la incorporación de nuevas obras al Panteón Nacional como los cenotafios de Francisco de Miranda y José Antonio Sucre, ambos de 1896, y el Monumento a José Gregorio Monagas (1897), entre otros.

Esa procesión heroica se extiende hasta la primera mitad del siglo xx, con singular intensidad en las administraciones de Juan Vicente Gómez (1908-1935) y Marcos Pérez Jiménez (1952-1958), aun considerando las diversas circunstancias en que se produjeron sus respectivas actuaciones. Si bien los tiempos habían cambiado, pasando de la cultura rural a la explosión urbana, el destino político de la nación se mantuvo unido al legado iconográfico de los apóstoles de la gesta independentista.

Encaramados en su pedestal, con el ademán enérgico y la mirada firme, estos héroes de mármol y bronce parecían exigir la misma reverencia que los padres reclaman de sus hijos. En este sentido destacan sendos monumentos consagrados a la Batalla de Carabobo; uno de ellos emplazado en El Paraíso7, Caracas, y otro ubicado en el propio lugar donde aconteció el hecho8. Se trata de dos conjuntos escultóricos de una exaltada vitalidad, donde los cuerpos, las armas y las bestias conforman una masa compacta y legendaria. También abundan las alegorías patrias como las planteadas por Enesto Maragall en la Fuente Venezuela (Caracas, 1953) y el Monumento a los Próceres (1954). Sin embargo, lo novedoso durante este período lo constituyen las preocupaciones "criollistas" de Francisco Narváez y las búsquedas "indigenistas" de Alejandro Colina, abriendo una vertiente reivindicativa de carácter étnico que trae nuevos héroes a la escena pública: Tiuna, Caricuao, Guacamaya, Yaracuy, María Lionza y La Negra Matea, entre otros.

En apretada síntesis, la devoción por las estatuas ha ocupado una larga etapa de la vida republicana, alcanzando incluso el momento cenital de la quimera moderna. Además de objetos de memoria han funcionado como modelos de cohesión y autoridad en torno al Estado-nación, demarcando los parámetros y valores que han regido, aun en medio de drásticos desplazamientos, los proyectos políticos de turno. Aún cuando las fórmulas estéticas y discursivas de la escultura cívica tradicional se han tornado cada vez más extemporáneas a contrapelo de los procesos de renovación sufridos por el arte tridimensional durante el siglo pasado, el gobierno nacional ha seguido encargando y haciendo estatuas de sus héroes "como si el futuro no existiera".

El desdén

Hacia los años 60, con el advenimiento de la democracia y la progresiva instauración urbana de las producciones constructivas y cinéticas, sobreviene el desdén ante la cultura del monumento. El arte público conquista una nueva escala, dejando atrás las fórmulas académicas del arte decimonónico, buscando conectarse con un futuro prometedor, basado en las posibilidades que brindan la ciencia y la tecnología. La indiferencia empieza a corroer la antigua devoción por los monumentos, a la cual se suma la desidia por los símbolos patrios y otras formas de identificación nacionalistas. La memoria representa un atavismo insostenible en esa búsqueda de un porvenir que se esconde tras una quimera de formas puras y ritmos vertiginosos.

Esta situación trae consigo la disminución de la producción de monumentos y, en contraste, se manifiesta un incremento de la creación de obras destinadas a la ambientación arquitectónica y urbana, desprovistas de cualquier impulso alegórico, anecdótico o conmemorativo. Paralelamente se registra el ascenso avasallante de la estética publicitaria; las grandes vallas y los anuncios lumínicos capitalizan el paisaje urbano, reemplazando la cultura de la memoria por la del consumo instantáneo. De esta manera las estatuas quedan relegadas a la "invisibilidad" entre las moles de concreto, el asfalto y los automóviles, cual fantasmas detenidos bajo pátinas de polvo y hollín.

En resumidas cuentas, durante las primeras décadas de la etapa democrática, los partidos y el capital sustituyeron la devoción a las estatuas por los ídolos mediáticos. Nuevos héroes de apariencia cosmética invadieron los espacios públicos con prometedoras ofertas de bienestar y confort. Entretanto, la indiferencia se fue apoderando de las estatuas, cuyo letargo se vio ocasionalmente interrumpido por la modesta realización de algún busto o relieve, de tal o cual sujeto, en ocasión de alguna celebración más o menos trascendente.

El asedio

A fines de los 90, cuando la modernización vernácula alcanza su frustración más evidente, se plantea una reorientación del proyecto nacional, sustentado, entre otras cosas, por una nueva visión de la campaña independentista y la invocación a un momento aún más recóndito alusivo a la resistencia indígena. Esta vez, algunas estatuas vuelven a significar –por ejemplo las de Bolívar y Esequiel Zamora– mientras otras, especialmente el monumento a Cristóbal Colón en el Golfo Triste de Rafael de la Coba, son atacadas como modelo de dominación y genocidio (Últimas Noticias, 2004, 1 y 2; El Nacional, 2004, B-10). Al tiempo que Guaicaipuro entra simbólicamente al Panteón Nacional y la estatua llamada Conjuro Caricuao (1967) de Alejandro Colina es restaurada (El Universal, 2003, 2-6), los bustos del sumo pontífice Juan Pablo II (1985) y del insigne médico José María Vargas, ambos en Caracas, desaparecen de su emplazamiento (El Nacional, 2004, B-10).

La hostilidad desatada contra los monumentos escultóricos también se extiende a otras ciudades del país. En Valencia el monumento a Páez es bajado de su pedestal y es hurtado uno de los cuatro cóndores de bronce que acompañaban el conjunto escultórico erigido en honor al Libertador en 1889 (El Nacional, 2005, B-23). En Puerto la Cruz otra estatua de Cristóbal Colón (1953) desapareció desde el año 2001, fecha en la cual fue demolida la plaza identificada con su nombre (El Nacional, 2004, B-10).

El "asedio" a las estatuas, claro está, no se basa únicamente en un replanteamiento de su significación ideológica; también forman parte de esta embestida, como ya hemos indicado, el vandalismo y el deterioro físico por falta de conservación y vigilancia. En todo caso, públicamente se plantean tres hipótesis para explicar este fenómeno. La primera de ellas presupone la emergencia de una suerte de "iconoclacia programada", destinada a la destrucción de la imaginería del pasado. La segunda es la tesis del "maleficio", cuyo núcleo radicaría en torno a la caída de la estatua de María Lionza como un signo de castigo (El Mundo, 2004, 23). La tercera se refiere a las estatuas como "objeto de canalización de la violencia colectiva", sirviendo como receptáculo físico de la violencia.

Aunque estas hipótesis (o la combinación de algunas de ellas) tienen una pertinencia relativa, habría que ubicarlas en un contexto institucional y jurídico contradictorio. Al respecto, basta con señalar los conflictos (y vacíos) de competencia que se han registrado a la hora de encarar el resguardo de ciertos monumentos públicos. Ante estos casos, cuesta discernir a cuál ente administrativo le corresponde su protección. En medio de semejante circunstancia, la iconoclacia, la catarsis destructiva y hasta los malos presagios se han precipitado sobre las estatuas como los rayos sobre las antenas.

Paradojas de la memoria

La devoción, el desdén y el asedio son en realidad tres maneras de encarar la memoria, aunque es pertinente anotar que en cada uno de los períodos indicados se pueden registrar indicios que contradicen la tendencia dominante, sobre todo cuando éstas se refieren a figuras tan recurrentes como la de Simón Bolívar. Todavía en la etapa "devocional", durante el gobierno de Rómulo Gallegos (1947-1948), se registra una intensa polémica en torno al proyecto del monumento a Bolívar en la cumbre del Ávila (1947) de Alejandro Colina, a propósito de la escala, la ubicación y la desnudez con que es representado el Libertador (Roldan, 1992, 159-174). En los años 80, más o menos en la etapa del desdén, un gran busto de Simón Bolívar elaborado por el escultor español Victorio Macho fue duramente cuestionado por su apariencia "amanerada" e inapropiada colocación, debate que concluyó con su traslado desde la Plaza de los Museos hasta la Plaza Caracas donde se encuentra actualmente (Roldan, 1992, 159-174). En 2005, cuando el "asedio" a las estatuas se hace inclemente, las autoridades del municipio Libertador y el Instituto de Patrimonio Cultural9 instalan una copia del monumento a María Lionza (1951) en la autopista Francisco Fajardo de Caracas (El Universal, 2005, 2-24; Últimas Noticias, 2005, 1 y 3), lugar donde estuvo emplazada la obra original antes de fracturarse (El Universal, 2004, 2-23)10. A este gesto le sucede la develación de un busto de José María Vargas en el paseo ubicado en la avenida Bolívar del municipio Libertador, como parte de un plan de recuperación del patrimonio público (El Nacional, 2005, B-22).

En cualesquiera de los casos, nótese, sin embargo, la fuerte presencia del Estado como patrocinador o promotor de un ideal que se encuentra, según las circunstancias, en un pasado glorioso o en un futuro promisorio. En definitiva, la memoria se construye selectivamente y está sujeta a los imperativos y propósitos de un presente que busca su legitimación en pretéritos idealizados. Pero, ¿a quién y de qué manera le corresponde distinguir entre los pasados deseables y los que no lo son? Obviamente, hay un vínculo tácito entre memoria y poder, fenómeno que se torna aún más explícito en las múltiples e incesantes batallas simbólicas que tienen lugar en torno a la cultura del monumento.

Referencias

1. El Mundo (2004): "Colapso de María Lionza es un mal presagio", Caracas, lunes 7 de junio, p. 23.        [ Links ]

2. El Nacional (2004): "El día de la resistencia terminó con el robo de la estatua de Colón", Caracas, miércoles 13 de octubre, B-10.        [ Links ]

3. __________ (2004): "Paseo sin monumento", Caracas, miércoles 13 de octubre, p. B-10.        [ Links ]

4. __________ (2004): "Una Caracas mutilada liquida sus memorias", Caracas, martes 26 de octubre, p. B-10.        [ Links ]

5. __________ (2005): "Invertirán Bs. 1,5 millardos en el Parque Vargas", Caracas, sábado 26 de febrero, p. B-22.        [ Links ]

6. __________ (2005): "Desvalijaron monumento del Libertador en Valencia", Caracas, sábado 19 de febrero, p. B-23.        [ Links ]

7. El Universal (2003): "Restauran Indio de Caricuao", Caracas, sábado 5 de abril, p. 2-6.        [ Links ]

8. __________ (2004): "Diosa en movimiento", Caracas, domingo 20 de junio, p. 2-23.        [ Links ]

9. __________ (2005): "Sorprenden con réplica de María Lionza", Caracas, domingo 16 de enero, p. 2-24.         [ Links ]

10. Guevara, Roberto (1978): Arte para una nueva escala, La Huella, Caracas, diciembre.        [ Links ]

11. Roldán, Esteba-Grillet (1992): "Bolívar versus Macho" en Para una crítica del gusto en Venezuela, Fundarte, Caracas.        [ Links ]

12. Últimas Noticias (2004): "Cristóbal Colón cogió piso", Caracas, miércoles 13 de octubre, pp. 1 y 2.         [ Links ]

13. __________ (2005): "A ‘lo macho’ volvió la diosa", Caracas, domingo 16 de enero, pp. 1 y 3.        [ Links ]

ANEXOS y/o PIES DE PÁGINA

1 Huyssen, Andreas. En busca del futuro perdido. Cultura y memoria en tiempos de globalización. Fondo de Cultura Económica. México, 2002, p. 7.

2 La estatua ecuestre de Simón Bolívar fue decretada en 1872 y realizada en bronce por Adamo Tadolini en 1874, según el modelo de una similar erigida en la plaza de la Constitución de Lima.

3 La creación del Panteón Nacional data de 1874. En este recinto se resguardan los restos de insignes personajes, así como un importante núcleo de efigies escultóricas de los fundadores de la nación.

4 Las estatuas de Guzmán Blanco –una ecuestre (El Saludante) y otra pedestre (El Manganzón)– fueron concebidas por el escultor Joseph Alexis Bailly en 1875 y derribadas en 1878. Las piezas fueron realizadas en bronce y se ubicaban, respectivamente, en la avenida Universidad y El Calvario, Caracas.

5 Obra en bronce del escultor Eloy Palacios

6 El Arco de la Federación es obra del arquitecto Alejandro Chataing con relieves y esculturas del italiano Emilio Garibaldi.

7 El Monumento a Carabobo (1911), también conocido como la India del Paraíso es obra de Eloy Palacios.

8 El Monumento a la Batalla de Carabobo (1921-1928). En este proyecto trabajaron los escultores Lorenzo González, Pedro Basalo y Antonio Rodríguez del Villar.

9 El Instituto del Patrimonio Cultural (IPC) se crea 1993 como ente rector de las políticas de conservación y protección de los bienes de interés cultural de la nación.

10 Ya en 1973 se habían reportado grietas en la superficie y corrosión de la estructura de hierro. En las décadas posteriores se producen intentos infructuosos tendentes a su restauración o traslado para evitar que avance el deterioro. En el 2004, mientras Fundapatrimonio y la UCV se disputan los derechos sobre la obra, ésta se fractura en dos partes.