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Revista Venezolana de Economía y Ciencias Sociales
versión impresa ISSN 20030507
Revista Venezolana de Economía y Ciencias Sociales v.13 n.2 Caracas ago. 2007
¿El proceso de transición hacia el nuevo socialismo del siglo XXI?: Un debate que apenas comienza.
Javier Biardeau R.
Resumen
Este artículo pretende realizar una aproximación preliminar, descriptiva y esquemática a las tesis centrales de la polémica transición hacia el "Nuevo Socialismo del siglo XXI" en el contexto de la "Revolución Bolivariana" impulsada por el gobierno del presidente Hugo Chávez Frías en Venezuela. Reconocemos que la radicalidad del Nuevo Socialismo logrará convertirse en fuerza colectiva-material en tanto se articule con las necesidades, demandas y aspiraciones de sectores, grupos y clases subalternas, dominadas y excluidas, en pos de la superación de la globalización neoliberal capitalista mundial mediante alternativas históricas que permitan la reivindicación de la pluralidad de la experiencia histórico-cultural humana y el derecho de los pueblos a la preservación de su identidad, modo de pensar, conocer, sentir y vivir. Esperamos que con esta cartografía del debate se profundice el análisis de un tópico crítico para Venezuela y para calibrar si el nuevo socialismo es deseable, posible y viable para el mundo.
Palabras clave: Revolución Bolivariana, socialismo, pluralismo, diversidad, Venezuela
Transition to a New Twenty First-Century Socialism? A Debate that is Barely Commencing
Abstract
This article offers an initial, schematic approximation to the central points related to the polemical transition towards a twenty first-century socialism within the context of the Bolivarian revolution headed by Hugo Chávez. The author argues that its prospects depend on the capacity to articulate the needs, demands and aspirations of the dominated and excluded sectors, groups and classes, but with a clear commitment to vindicate the plurality and diversity of the accumulated human experiences, and a recognition of the right to preserve the different identities, and the ways of thinking, understanding, feeling and living.
Key Words: Bolivarian Revolution, Socialism, Pluralism, Diversity, Venezuela.
1.- Introducción
El presente artículo pretende realizar una aproximación preliminar, descriptiva y esquemática a las tesis centrales del polémico tópico de la transición hacia el "Nuevo socialismo del siglo XXI", en el contexto particular de las transformaciones de la denominada "Revolución Bolivariana", impulsada por las fuerzas sociales y políticas que apoyan el gobierno del presidente Hugo Chávez Frías en Venezuela.
Esta aproximación esquemática a las formaciones de discurso sobre el "socialismo del siglo XXI", sobre todo de aquellas que se expresan con mayor sistematización teórico-crítica, reconoce de entrada que cualquier teoría logra convertirse en fuerza colectiva-material en tanto se articule y resulte apropiada para las necesidades, demandas y aspiraciones de sectores, grupos y clases subalternas, dominadas y excluidas. Los referentes teóricos adquieren fuerza activa en los procesos históricos en la medida en que se articulen decisivamente a cualquiera de los momentos de un proyecto estratégico, otorgándole un repertorio de símbolos, códigos y discursos de orientación a la acción colectiva. Como lo ha planteado una de las interpretaciones posibles de Marx, es a través de las necesidades radicales donde se hace radical una teoría crítica (Marx, 1843).
En el caso del Nuevo Socialismo, su radicalidad depende de la superación de la globalización neoliberal como rasgo central de la organización del sistema económico capitalista mundial, a través de alternativas históricas deseables, posibles y viables. Sin embargo, una revolución radical necesita de una base de condiciones necesarias, de premisas históricas materiales en los pueblos, pues una teoría crítica no se realiza nunca más que en la medida en que es parte de la realización de las necesidades radicales de subjetividades transformadoras. No basta que las ideas transformadoras clamen por realizarse; es necesario que las realidades históricas mismas clamen por la realización de las ideas transformadoras. Si este ciclo de retroacciones entre teoría crítica y poder popular se rompe, el destino de las ideas es o alimentar la deformación intelectualista o propulsar acciones ciegas de orientación estratégica; y, por tanto, una ruptura entre el pensamiento y la acción.
La convocatoria a construir el nuevo socialismo del siglo XXI ha replanteado los debates sobre caminos, tiempos y alianzas para forjar una sociedad no capitalista. Esta discusión se reactualiza cuando la mayor parte del progresismo se define como poscapitalista o posneoliberal, pero omite cualquier referencia explícita, así sea tangencial, al socialismo como alternativa histórica. El poder mediático ha logrado desacreditar cualquier imagen positiva de este proyecto estratégico, mientras las organizaciones populares buscan un norte para avanzar en las luchas sociales contrahegemónicas. Inclusive, los sectores intelectuales de izquierda, que en apariencia cuestionan radicalmente al mismo poder mediático, ven alineadas sus actitudes con las matrices dominantes de opinión, al censurar sutilmente cualquier referencia al socialismo por considerar que existe una tradición todopoderosa que construye equivalencias automáticas entre el significante socialismo y las experiencias despóticas del colectivismo oligárquico. La fijación político-cultural del significado del socialismo está sometida, en cambio, a procesos de lucha y articulación hegemónica (Laclau/Mouffe, 1987, 53-104).
En gran medida, existe una responsabilidad silenciada en aceptar las significaciones dominantes de la nominación "socialista" a procesos históricos de transición poscapitalistas que se alejaron en cuestiones esenciales de los ejes de cualquier proyecto socialista, evaluados a la luz de las fuentes clásicas y de las expectativas de socialización y democratización de las matrices del poder social.
Se confundió el mantener la esperanza de los "condenados de la tierra" con el apoyo a una mentira social manufacturada desde el ascenso del estalinismo hasta 1968, cuando se derrumbó estrepitosamente cualquier ilusión sobre el carácter socialista del campo soviético. Cómo han planteado Arrigí Hopkings y Wallerstein en (1968), se cierra un viejo ciclo y se abre un nuevo momento para los movimientos anti-sistémicos. Falta saber cuáles serían los parámetros teórico-críticos, los mapas de navegación de las nuevas alternativas por construir.
En este orden de aclaraciones iniciales, planteamos una suerte de cartografía de los discursos-en-proceso sobre el llamado "Nuevo Socialismo del siglo XXI", lo cual supone una serie de limitaciones derivadas de un campo de estudio cuyos ámbitos de indagación están inconclusos, apenas en construcción, sometidos inclusive a los efectos de desarticulación-rearticulación propios de las luchas, enfrentamientos y prácticas hegemónicas /contra-hegemónicas, y, por tanto, en permanente innovación, cambio y transformación. Hablamos de Nuevo Socialismo del siglo XXI, incluyendo aquellas formaciones de discurso que plantean tanto una diferenciación con el viejo socialismo real, lo cual supone un saldo de inventario crítico, como su pertinencia para encarar los desafíos del siglo XXI, espacio-tiempo encrucijada donde se plantea aquella elección lanzada por Rosa Luxemburgo: O socialismo o Barbarie.
2.-Sobre la nominación del nuevo socialismo:
Sobre la nominación de "socialismo del siglo XXI" existe una polémica que puede llevar a genealogías históricas que resultan de interés para despejar el asunto de las diversas "autorías", y las determinaciones de los campos intelectuales y políticos. Sobre las diversas "autorías" hay indicios que permiten afirmar que existen diversos "foros, espacios y redes" con carácter de rizoma, que constituyen los nodos-locus de enunciación político-cultural del ideario sobre el "socialismo del siglo XXI", y que, por tanto, no existe un foco exclusivo de enunciación del "nuevo socialismo".
Un primer locus de autoría puede atribuírsele sin duda a Alexander V. Buzgalin en el texto El futuro del socialismo, quién preparó la edición en castellano realizada en Cuba en 2000, con la finalidad de "estar dirigido a aquellos que aprecian los valores de la democracia y del socialismo, que buscan vías de renovación de la teoría comunista y socialista." (Buzgalin, 2000, 7). Resalta del texto la centralidad de la democracia de bases y la autoconciencia crítica de que las severas restricciones de democracia, llevaron al traste la experiencia de transición postcapitalista en el campo soviético.
La edición en lengua rusa de El futuro del socialismo de Alexander V. Buzgalin es del año 1996, el cual coincide temporalmente con lo expresado por el científico social mexicano-alemán Heinz Dieterich en relación con la "creación" del término. Llama la atención que el motivo para que saliera a la luz este texto de Alexander V. Buzgalin en castellano fue el apoyo del científico e intelectual cubano Pedro Sotolongo, quien también es mencionado por Heinz Dieterich en el texto El Socialismo del siglo XXI (Dieterich, 2002, 8), como interlocutor de sus ideas con referencia a la experiencia de la revolución cubana. Alexander V. Buzgalin ha expresado que:
El socialismo, a fines del siglo XX, perdió con el capitalismo incluso en el terreno de la teoría. Sin jugar hasta el final este "partido"; sin dar una explicación - suya - más precisa, más perspectiva, de las leyes del actual mundo global que las elaboradas por el liberalismo burgués y por el post-modernismo; sin repensar dialécticamente (de manera positiva, que conserve lo positivo) y criticando al Marxismo, sin crear una teoría del socialismo del siglo XXI, marcharemos como a ciegas, por el método de pruebas y errores y perderemos (Buzgalin, 2000, 5)
Por otra parte, Heinz Dieterich ha planteado que, por las mismas características de la génesis de la Revolución Bolivariana, no existe una "vanguardia colectiva" ni "cuadros medios" adecuados en Venezuela que pudieran ayudar a la población en el debate de estos conceptos. La evaluación crítica de estas apreciaciones puede desatar toda una polémica, pero nos desviarían del tema central que pretendemos trabajar. Lo cierto es que ambos autores perciben una debilidad de la tradición socialista, si ésta no entra en un franco proceso de rectificación/reinvención adecuada a las exigencias del nuevo momento histórico.
En este marco de sentido, Heinz Dieterich plantea que sus ideas se derivan de discusiones en la Escuela de Bremen (RFA), al igual que la obra de la Escuela de Escocia, Hacia un nuevo socialismo, que pretenden facilitar la discusión sobre "estándares científicos" de conocimiento y debate. En Dieterich, existe un fuerte énfasis en la postulación del "carácter científico" de su propuesta, justificando una nueva versión del "socialismo científico" desde los supuestos del enfoque de los sistemas dinámicos y una versión clásica de la cibernética aplicada a los procesos de control y manejo de la información (Dieterich, 2002, 33-36). En este punto, es necesario reconocer los aportes de la llamada escuela económica de Edimburgo y su texto El nuevo socialismo de W. Paul Cockshott y Allin Cottrell (1993), donde se debaten las tensiones entre planificación y mercado; así como los límites de la propuesta de la democracia social de bienestar en el marco del capitalismo. Tanto Dieterich como Buzgalin parten del reconocimiento de fallas conceptuales y estratégicas decisivas en la tradición socialista revolucionaria para proponer una alternativa deseable, posible y factible para el siglo XXI.
En el caso de Alexander .V. Buzgalin, el campo de influencias depende de otras audiencias y círculos intelectuales, entre los cuales cabe destacar a quienes participan en la actividad de la asociación internacional "Científicos por la Democracia y el Socialismo". Este ha señalado que su trabajo:
Está lejos de ser un tratado cerrado. Antes bien es un objeto para la crítica, la base para un futuro libro con fundamentos; es uno de los resultados parciales de largas búsquedas de una nueva teoría y una nueva estrategia para el movimiento comunista en vísperas del siglo XXI, que continúa una serie de publicaciones previas (La tragedia del socialismo /Moscú, 1992/; El cuervo blanco /Moscú, 1993/; El siglo XXI: El renacimiento del socialismo /Moscú, 1993/; "El socialismo: lecciones de la crisis" / en la revista Alternativas, 1994, No. 2/)"(Buzgalin, 2000, 7) .
La cuestión de si la creación del término "socialismo del siglo XXI" corresponde a Buzgalin o a Dieterich, en el año 1996, es un asunto que no parece quedar claro. Ambos lo utilizan en el mismo momento histórico, la denominación es idéntica, y lo central es contrastar las ideas que se articulan a este término, estableciendo tanto semejanzas como diferencias. Sin embargo, desde nuestra perspectiva, el "nuevo socialismo" se ha convertido en un terreno de articulación hegemónica (Laclau/Mouffe, 1987). Sin embargo, el aspecto principal es la identificación de las condiciones socio-históricas de emergencia, así como las huellas de la política en la inscripción de nuevas articulaciones para la postulación de un programa de investigación que genera ideas para fecundar alternativas históricas al orden del capital, basadas en una superación de la democracia liberal capitalista.
Sin mencionar el término de Socialismo del siglo XXI, István Meszaros en su texto Más allá del Capital. Hacia una teoría de la transición (1995; 2001) prefigura un monumental esfuerzo, mucho mas riguroso y consistente que los anteriores, para indagar las condiciones de una transición que desafíe lo que ha denominado el "orden de la reproducción metabólica social del capital". Para Meszaros, la conjunción del "brazo industrial" y del "brazo político" implica la reconstitución de la unidad entre una izquierda social y una izquierda política, reconociendo el pluralismo de los constituyentes colectivos, la unidad de acción y la afinidad de principios socialistas planteando la centralidad del eje del trabajo en cualquier propuesta de transición viable. Sin embargo, las mediaciones y traducciones necesarias entre pensamiento y acción se ven opacadas por la densidad teórica de un esfuerzo intelectual que desborda cualquier recetario sobre nuevo socialismo.
Reconocida como segundo locus de autoría, el texto de Heinz Dieterich, editado inicialmente en el año 2000: Socialismo del siglo XXI; éste autor ha sido tomado generalmente como el "creador", mentor intelectual del término y asesor del presidente Chávez, reforzándose esta representación porque el propio Dieterich ha planteado explícitamente su responsabilidad sobre la invención de la nominación. Esta imagen es poco verosímil. Es poco probable que el presidente Chávez reciba una influencia determinante de un pensador específico. Habría que analizar con mayor profundidad el campo heterogéneo de influencias que hay sobre los planteamientos de Chávez, más que suponer la influencia determinante de tesis teóricas planteadas por cualquier autor en particular. Cotejar las entrevistas dadas y discursos de Chávez con los diversos planteamientos teóricos escapa a los propósitos esquemáticos del presente trabajo, pero es una investigación central para comprender el devenir de las ideas-fuerza de la Revolución Bolivariana.
Así mismo, desde nuestro punto de vista, existen tres referencias teóricas complementarias para abordar la discusión del nuevo socialismo en el siglo XXI. En primer lugar, los trabajos de Toni Negri alrededor del concepto de poder constituyente y multitud. En segundo lugar, la reestructuración de la estrategia socialista a partir de la idea-fuerza de "radicalización de la democracia", la centralidad de las luchas hegemónicas así como la confrontación del tema de la "razón populista", de Ernesto Laclau, así como la crítica a la democracia liberal de Chantal Mouffe y de Nicos Poulantzas en su trabajo: Estado, poder y socialismo; y finalmente, el trabajo póstumo de Ralph Miliband, Socialismo para una época de escépticos, en el cual se plantean sin ambigüedades los esfuerzos de construcción de una alternativa histórica que plantee un proceso de transición postcapitalista que se defina por: a) una democratización que vaya mas allá de lo que puede ofrecer la democracia capitalista; b) una atenuación radical de las inmensas desigualdades de todo tipo que forman parte de la democracia capitalista, lo cual implica una justicia social e igualdad sustantiva; c) la socialización de una parte predominante de los medios de actividad económica (Miliband, 1997, 7).
En el caso específico de la llamada "Revolución Bolivariana" en Venezuela, es significativo apuntar que, a pesar que desde 1998 aparecen en la región una serie de enunciados referidos al llamado "nuevo socialismo" y al "socialismo del siglo XXI", sobre todo desde los textos publicados a partir del año 2000, no es posible encontrar para ese momento específico interconexiones orgánicas entre estos planteamientos y los lineamientos político-programáticos de la Revolución Bolivariana hasta el año 2004.
Antes de esta fecha, las orientaciones fundamentales de la "Revolución Bolivariana" se ubican, reconociendo el papel de los discursos de Chávez y los contenidos del debate constituyente en 1999, en la Agenda Alternativa Bolivariana y en el documento-base de lo que posteriormente fecundará los lineamientos estratégicos del plan 2001-2007: "Una Revolución Democrática. La propuesta de Hugo Chávez para transformar a Venezuela".
Es decir, desde 1998 hasta la coyuntura crítica del año 2003, la visión del proyecto estratégico-nacional sigue articulada, en el plano de las transformaciones económico-sociales, a una suerte de "Tercera Vía" mezclada con una interpretación del "desarrollo desde dentro" neoestructuralista adecuada a las particularidades de la sociedad venezolana(Camejo, 2002) en el plano socioeconómico, mientras en el plano político-institucional las tesis del "poder constituyente" y de la "democracia participativa y protagónica" adquirieron una alta visibilidad social, imágenes que han quedado plasmadas en gran medida en la propia Constitución Nacional, sobre todo en lo relativo al sistema socio-económico.
Es a partir de la coyuntura política crítica del período que transcurre entre el año 2002 y el referendo revocatorio presidencial, cuando aparecen los primeros enunciados referidos a una profundización de la Revolución Bolivariana en una dirección y contenidos que apuntan a una critica frontal del capitalismo como sistema histórico. Con la discusión del Taller de Alto Nivel-Nuevo Mapa Estratégico, realizada el 12 y 13 de noviembre de 2004 en Caracas, se establecen los diez objetivos de la "nueva etapa" y aparece una clara orientación de socialización del poder social como proyecto estratégico nacional. En el nuevo mapa estratégico, se prefiguraron cambios significativos en relación con las alternativas de profundización de la Revolución Democrática. Con referencia a la contraloría social, Chávez dijo:
No hay contraloría social si no hay información de los recursos con los que se cuenta. Creo que el tema del control social, es básico para la nueva sociedad que tenemos que construir, porque siempre el socialismo ha tenido el problema de que el Estado maneja recursos, pero nunca la población ha tenido el control de esos recursos. (Nuevo Mapa estratégico, 2004, 62)
Tardarán sólo dos meses para que en el contexto del acto de instalación de la IV Cumbre de la Deuda Social, el 25 de febrero del año 2005, Chávez llame a inventar el socialismo del siglo XXI. Tras seis años de gobierno, Chávez definió explícitamente su proyecto político como "socialista". Chávez planteó que la ideología socialista se relaciona con "la dignidad que crece a lo largo y ancho del mundo", en referencia a las recientes victorias electorales de estos Partidos Socialistas en Europa y en América Latina. En el mismo acto, Chávez afirmó que: Aquí en Venezuela estamos haciendo el esfuerzo por construir un modelo alternativo al capitalista, pero con el pueblo al frente, reiterando sus críticas a las condiciones injustas que se imponen a los países pobres para el pago de sus deudas externas, y cuestionando los tratados de libre comercio, que consideró una forma de neocolonialismo.
Desde entonces, comienzan a manifestarse y diseminarse con intensidad diversos planteamientos sobre el "socialismo del siglo XXI", sin reducirlos a las ideas concretas de algún autor específico, sedimentando más bien un imaginario político-social, que un ideario, y mucho menos una doctrina filosófico-política ya definida. Se trata de un magma de significaciones que preparan el terreno para las elaboraciones teóricas y los programas de acción, hasta llegar a la definición del carácter de la revolución bolivariana como una revolución "rumbo al socialismo del siglo XXI".
Las conexiones entre planteamientos teóricos y decisiones políticas parecen responder más a criterios de oportunidad política y no de elaboración teórica para el caso específico de Venezuela. No existen criterios uniformes entre los discursos políticos de Chávez y los diversos planteamientos teórico-críticos sobre el "socialismo del siglo XXI". Al parecer, el carácter abierto del pensamiento revolucionario de Chávez está asociado a la fluidez del proceso de transformaciones, identificándose algunos principios político-normativos generales, cuya aplicación y despliegue depende de las circunstancias concretas.
Las formaciones de discurso sobre el "socialismo del siglo XX" emergen y se articulan a procedencias cuyas condiciones históricas de enunciación particulares desbordan cualquier hipótesis sobre un "genio creador". Hemos mencionado que tanto Alexander V. Buzgalin como Heinz Dieterich reconocen como interlocutor a Pedro Sotolongo, investigador del Instituto de Filosofía de Cuba, así como la importancia de su cooperación en las discusiones sobre el socialismo a partir de las experiencias de la Revolución Cubana (Dieterich, 2002, 8). De esta manera, tanto México como Cuba se convierten en algunos de los "ambientes geo-culturales" significativos para la difusión y amplificación de estas ideas.
Sobre Heinz Dieterich, es posible rastrear en sus textos anteriores: El fin del capitalismo global: el nuevo proyecto histórico (2000), La cuarta vía al poder (2000) y Bases del nuevo socialismo (2001), los indicios de un nuevo horizonte de interpretación y relanzamiento de proyecto socialista, cuyo eje es la fijación como idea-fuerza de los movimientos alternativos frente al (des)orden neoliberal: la democracia participativa, contrahegemónica o la democracia de base. Su concepto central es la idea de un Nuevo Proyecto Histórico (N. P. H.) para América Latina y el Caribe como Bloque Regional de Poder (b r p.):
Antes de iniciar esta discusión es necesario formular una advertencia semántica: utilizaré en este trabajo los términos democracia participativa, nuevo socialismo y Nuevo Proyecto Histórico como sinónimos. (Dieterich; 2002, 12)
Así mismo, resulta esclarecedor vincular ambas líneas de autoría con los trabajos recientes de la intelectual chilena Martha Harnecker, sobre todo en su texto: La izquierda en el umbral del siglo XXI (1999), con los trabajos de Isabel Rauber: América Latina. Poder y socialismo en el siglo XXI (2006) y Michel Lebowitz: Construyámoslo ahora. El socialismo para el siglo XXI (2006), donde es posible identificar problemáticas muy similares a las dos locus de autoría anteriores. Temas como la evaluación histórica de las debilidades, fallas, ausencias, errores y deformaciones del "Socialismo realmente existente" (Bahro, 1979), y sobre la renovación de los planteamientos de la izquierda histórica que vaya "mas allá del capital" en el contexto de la globalización neoliberal, permiten una lectura transversal de la mayor parte de los textos y constatar la existencia de hilos conductores comunes.
Así mismo, un cuarto locus de autoría sobre el socialismo del siglo XXI, descentrada del ambiente geo-cultural antes mencionado, puede encontrarse en el intelectual Tomas Moulian en su texto El socialismo del siglo XXI. La Quinta Vía (2000), quien ha planteado que las ideas desarrolladas es su libro recibieron un fuerte estímulo del campo intelectual chileno alrededor de la Universidad Arcis, de pensadores como Norbert Lechner, Juan Enrique Vega, Manuel Antonio Garretón y Óscar Cabezas, entre otros, así como de su militancia en el Partido Comunista Chileno y su vinculación política con Gladys Marín, ex candidata presidencial del PC chileno. Resulta por demás sintomático que el subtítulo sea la "Quinta Vía":
Llevado por el espíritu festivo le he colocado a este libro como subtítulo "La Quinta Vía". Me parece que dejar un espacio abierto respecto de la "Tercera Vía" constituye un gesto de galantería tanto para las posiciones socialdemócratas, por si necesitan desplazarse de su lugar actual, como para posiciones ortodoxas recalcitrantes, deseosas de reclamar viejas banderías. Me siento cómodo en la quinta vía, como un espacio todavía desocupado a mi lado, hacia el cual estirar las piernas, como lo hace el afortunado viajero al lado el único asiento libre en la clase económica de un avión repleto. (Moulian, 2000, 14).
Adicionalmente, hay que referirse a un heterogéneo quinto campo de influencias en la elaboración de la problemática del Nuevo Socialismo del siglo XXI. En este quinto campo, más difuso y heterogéneo, nos encontramos con aquellos autores que han impugnado desde Europa, Norteamérica y desde el "mundo periférico", la llamada "Tercera Vía" o el llamado "capitalismo con rostro humano", por una parte, y aquellos que cuestionan desde posiciones posmodernas y postcoloniales tanto al capitalismo como a la modernidad Occidental. Entre los primeros se encuentran intelectuales de la talla de Viviane Forrester, Ignacio Ramonet, Noam Chomsky, Michel Albert, Michel Lebowitz, István Mészáros y Ralph Miliband. Así mismo, también puede resultar significativa en este grupo la influencia de Alan Woods, representante que anima una corriente denominada "International Marxist Tendency".
Por otra parte, entre aquellos que pudieran ser clasificados como afines a una tónica "posmoderna de resistencia y oposición", y que desde sus posiciones plantean una ruptura con el Socialismo Histórico inspirado en la Modernidad Occidental, se encuentran conexiones más débiles, entre las que sobresalen Toni Negri, Ernesto Laclau, Boaventura de Sousa Santos y el filósofo Gianni Vattimo. En el marco de los países, Gran Bretaña, Canadá, Estados Unidos, Francia, Italia y Alemania movilizan este "ambiente geo-cultural".
Junto a estos últimos, se encuentra un complejo ambiente de círculos intelectuales contra-hegemónicos organizados de modo reticular alrededor del Foro Social Mundial, cuyo "ambiente geocultural" de convergencia es Brasil y las expectativas sobre el gobierno de Lula, el papel del PT y del Movimiento Sin Tierra, los diferentes foros del Tercer Mundo, y la red de movimientos alter-mundistas, donde es posible encontrar lecturas abiertas del marxismo, estudios postcoloniales, pensamientos críticos latinoamericanos, asiáticos y africanos, así como el importante aporte de las filosofías de la liberación (Dussel, 2006).
Todas estas consideraciones nos permiten concluir que no existe un único "ambiente geo-cultural de referencia, ni un autor de referencia exclusivo; que el debate sobre el "Nuevo Socialismo del siglo XXI" es un efecto convergente de diferentes iniciativas intelectuales, sociales y políticas que pretenden cuestionar la hegemonía de la globalización neoliberal a escala mundial, y que han definido en su agenda temática la tarea de indicar vías deseables, posibles y factibles de transición hacia un "Nuevo Socialismo" que se define como una opción para rebasar históricamente el modo de vida de la civilización capitalista para el siglo XXI.
3.- Del fin de la historia a la tesis de las dos izquierdas: Los intentos de dislocación de la izquierda social como base de apoyo del nuevo socialismo
Pero el debate sobre el nuevo socialismo no puede comprenderse en todas sus implicaciones si lo descontextualizamos de las tensiones que recorren el campo de las izquierdas en el mundo. Sobre todo, por efecto de intensificación de estas tensiones en lo que De Sousa Santos ha denominado las nuevas polarizaciones en el campo de la izquierda (Boaventura de Sousa Santos, 2004, 440) es indispensable pasar a los condicionamientos geopolíticos de la tesis de las dos izquierdas. Frente a la falacia de la tesis de las dos izquierdas, podríamos seguir las indicaciones de Foucault, para enfatizar la consideración de los discursos como bloques tácticos que funcionan en el interior de las relaciones de fuerza en el campo socio-histórico.
En esta configuración de sentido, las consideraciones sobre el significado político e histórico de los discursos no pueden desencajarse de las relaciones de poder y dominio que los movilizan, ya que, estas constituyen sus condiciones de generación y recepción específicas. Partiendo de las herramientas del análisis crítico del discurso, tal como lo expone Van Dijk, podemos reconocer cómo ideología, cognición y discurso forman una tríada conceptual que permite comprender los modelos de cognición social y su circulación en el campo de la discursividad social, generando efectos de legitimación político-cultural que refuerza el papel de las elites de poder. Adicionalmente, los aportes del círculo de Bajtin-Voloshinov nos permiten comprender la polifonía de la enunciación, los acentos ideológicos y las voces que se enfrentan en una agonística político-cultural. El nudo de todas estas propuestas ha sido el reconocimiento del papel que cumplen tanto el poder como las orientaciones ideológicas en el juego de los signos.
Antes del 11 de septiembre, dos teorías se disputaban el centro de la arena analítica a nivel de la geopolítica global dominante. Una de ellas era la tesis del "fin de la historia", que preconizaba el triunfo de los valores occidentales de la economía de mercado y de la democracia liberal como única opción viable para llevar a cabo la inevitable globalización, luego de la implosión del campo socialista soviético. La otra, la de Samuel Huntington, afirma que en ese proceso de globalización económica e incluso política sería inevitable un choque de culturas y civilizaciones. Huntington ofrecía como ejemplo demostrativo de sus tesis el conflicto incesante entre Occidente y el Islam. Como ha dicho Eduardo Galeano para América Latina y el Caribe, el fin de la historia implica el desprecio como destino:
¿Fin de la historia? Para nosotros, no es ninguna novedad. Hace ya cinco siglos, Europa decretó que eran delitos la memoria y la dignidad en América. Los nuevos dueños de estas tierras prohibieron recordar la historia, y prohibieron hacerla. Desde entonces, sólo podemos aceptarla. (Galeano, 1992).
Y, justamente, en los momentos en que el desprecio y el autodesprecio comienzan a vivir el declive del efecto paralizante de las terapias de choque del ajuste estructural y del consenso de Washington, y cuando las protestas anti-neoliberales comienzan a mostrar perfiles de afirmación de alternativas deseables, posibles y viables, aparece la tesis de las dos izquierdas. No se trata de una tesis equivalente del pensamiento único con su afirmación de que las ideologías ya no son necesarias y que han sido sustituidas por la racionalidad de la economía capitalista de mercado. La democracia liberal, modelo históricamente insuperable, se sustentaría en al menos tres puntos: a) disponer de una economía capitalista de mercado, b) poseer un gobierno representativo para una democracia gobernable, c) mantener los derechos y seguridad jurídica, fundamentados en la propiedad, expectativas de estabilidad y efectividad institucional y el libre contrato.
Agotados los efectos hegemónicos de este discurso sobre las poblaciones, bajo el riesgo de constituirse multitudes (Negri, 2006) o "voluntades nacional-populares" (Laclau/Mouffe, 1987), y dado el potencial apoyo de las mayorías empobrecidas a fórmulas "populistas radicales", se trata de dislocar el terreno social de las aspiraciones y demandas de cambio profundo de las sociedades. Se disemina la mitología de las "dos izquierdas", una populista y otra moderna, en el contexto de la discusión del socialismo del siglo XXI en América Latina y el Caribe
Sin embargo, cuando se asume imaginariamente una voz de corrección política, de autoridad política, desde la izquierda bienpensante, no cabe duda que se está en pos de una ambición política. Establecerse como discurso-amo en un campo de significaciones, fuerzas y sentidos de la política. El ex canciller mexicano Jorge Castañeda, desde el gobierno de derecha de Fox, fue uno de los primeros en sedimentar la falacia de las dos izquierdas. La ciudadanía latinoamericana se hallaría ante el dilema de elegir entre dos izquierdas: una "pragmática", "sensata", "realista", "moderna" y "resignada" representada por los gobiernos de Brasil, Chile y Uruguay y otra "demagógica", "nacionalista", "populista", "poco modernizada" y "sin fundamentos ideológicos", presente en Venezuela, Bolivia, Argentina y México. A partir de allí, esta idea se ha difundido rápidamente, con diversos matices y perspectivas, a través de otros análisis que insisten en sostener una compresión dicotómica de la evolución de la izquierda en América Latina y el Caribe. Existe una disputa geopolítica de baja intensidad en el terreno de demarcación de una izquierda viable para Washington, y una izquierda cada vez más cerca de la figura de la amenaza a la seguridad hemisférica democrática de la región.
El dirigente ex comunista venezolano, y hoy opositor a Hugo Chávez, Teodoro Petkoff ha opuesto la "izquierda de reformismo avanzado", que también integrarían los gobiernos de Panamá, República Dominicana y Guyana, a la "izquierda borbónica", representada por el eje Cuba-Venezuela y sus efectos sobre Bolivia, Nicaragua y El Salvador. También el ex guerrillero salvadoreño Joaquín Villalobos habla de la diferencia entre la "izquierda religiosa" y la "izquierda racional". La imagen mediática de la bifurcación del camino de las izquierdas aparece también cómodamente instalada en la visión de intelectuales como Carlos Fuentes o Andrés Oppenheimer, así como en la prensa internacional, en gran número de analistas locales e, incluso, en ciertos trabajos de corte académico. En las propias declaraciones del Departamento de Estado Norteamericano se encuentran estas mismas dicotomías, lo cual nos lleva a conjeturar que se trata de una vasta operación de división de fronteras ideológicas en la cual estarían los think-thanks geopolíticos norteamericanos. Existen adicionalmente, condiciones socio-históricas concretas que permiten contextualizar esta aparente situación novedosa. Los triunfos electorales de las fuerzas y coaliciones de izquierda provienen de la participación electoral y del voto de los sectores medios empobrecidos y de los excluidos de cada país, producto de la aplicación histórica y de las consecuencias de políticas "públicas" de signo neoliberal, conjuntamente con una crisis de dirección hegemónica del bloque social dominante en cada uno de los países de la región.
Desde la reactivación del significante socialismo para confrontar al neoliberalismo global en declive, y dado el agotamiento del discurso del fin de la historia, se requiere una suerte de dispositivo de recambio. Un giro hacia la captura de segmentos de la izquierda social por parte de la derecha política, a través de operadores cuya trayectoria política los hace portadores privilegiados para diseminar una campaña de opinión que le otorgue un "rostro humano" a la macroeconomía capitalista. Es el nuevo reformismo de la izquierda "modernizada", "realista", "pragmática" y "sensata", que no se diferencia en nada de una derecha de "centro", "humanista" y "popular":
Después de la Guerra Fría, muchos partidos de la llamada "familia de la izquierda latinoamericana" modernizaron sus doctrinas y se alejaron del socialismo real, buscando profundizar la equidad social y la democracia. Sin embargo la izquierda no es homogénea. Hay otra corriente de inspiración radical que actúa mediante el personalismo, el autoritarismo y el control férreo de los poderes públicos, lo que la sitúa al borde de la democracia formal. Aunque el auge de la izquierda no parece coyuntural ni efímero, las diferencias de estilo y contenido que afloran frente a la hegemonía estadounidense, son una prueba para su vocación democrática y su perdurabilidad. (Petkoff, Nueva Sociedad, 197, 114).
Joaquín Villalobos, por otra parte ha planteado que: "Hay en estos momentos un crucial debate entre la izquierda religiosa conservadora versus la izquierda realista pragmática.". La política de la izquierda realista pragmática se refugia en el "arte de lo posible" mientras la izquierda religiosa se cobija en el "imposible", que para Villalobos no llega nunca. Mientras la racionalidad domina a la primera, "las ideas de la izquierda religiosa son creencias, mitos, cielos, infiernos, tabúes, dogmas, santos y demonios que derivan en un proyecto populista dirigido al alma y a las emociones". Interesados en generar emociones, la izquierda religiosa "propone un populismo que ofrece resolver problemas de forma inmediata, absoluta y perfecta. Esto contrasta con el realismo, que enseña que en política sólo se pueden lograr resultados graduales, relativos e imperfectos. El populismo no conduce a soluciones, sino a conflictos, eso es Cuba y Venezuela".
Para Castañeda, los "mediocres -y a veces deprimentes- resultados de la reforma económica parecen haber provocado una intensa reacción materializada en la elección de presidentes izquierdistas en todo el continente, comenzando por la victoria de Hugo Chávez en Venezuela al final del decenio de 1990 y continuando con las de Ricardo Lagos en Chile y Néstor Kirchner en la Argentina y, más recientemente, la de Luiz Inácio Lula da Silva en el Brasil y Tabaré Vázquez en el Uruguay", pero "los votantes de América Latina no están eligiendo a una izquierda, sino a dos".
Existiría, para estos analistas, una fuerte reacción ideológica y política contra el "Consenso de Washington" en pro del mercado, con su insistencia en la liberalización, la desregulación, la reforma de Estado, la flexibilización laboral y la privatización. Se trata más que de reformas sociales radicales, de reformar el Consenso de Washington para que no fracture una base social de apoyo. Para Castañeda hay partidos, dirigentes y movimientos "que tienen raíces verdaderamente socialistas y progresistas como, por ejemplo, Lagos y su Partido Socialista en Chile, Lula y su Partido del Trabajo en el Brasil y Vázquez en el Uruguay están siguiendo vías pragmáticas, sensatas y realistas"; sus "políticas macroeconómicas" son similares a las de sus predecesores; su "respeto de la democracia" es total y sincero, su "antiguo antiamericanismo" ha quedado atenuado por años de exilio, realismo y resignación. A la inversa, los dirigentes izquierdistas que surgen de "un pasado populista y puramente nacionalista, con pocos fundamentos ideológicos Chávez con sus antecedentes militares, Kirchner con sus raíces peronistas y el alcalde de la Ciudad de México y candidato que encabeza la carrera hacia la presidencia López Obrador, con sus orígenes en el Partido Revolucionario Institucional se han mostrado mucho menos receptivos a las influencias modernizadoras. Para ellos, la retórica es más importante que el fondo y el poder es más importante que la forma de ejercerlo. La desesperación de los electores de zonas pobres, provincianas y clientelistas es un instrumento más que un problema y el menosprecio de los Estados Unidos que entrañan las alianzas con Fidel Castro menoscaba la promoción de los intereses reales de sus países en el mundo."
La conclusión para Castañeda es clara: "la izquierda de América Latina debe purgar sus peligrosas y destructivas vetas nacionalistas y autoritarias. La nueva izquierda, si se mantiene en la vía de la modernización y la reforma, puede ser una bendición para la región". Frente a esta gramática de buenas y malas izquierdas, cuya vara de medida está en su subordinación a las políticas dictadas desde Washington, es importante hacer algunas precisiones. En primer lugar, las izquierdas ha asumido una forma específica en cada país de acuerdo con los efectos político-institucionales que la desastrosa agenda neoliberal ha dejado sobre el mundo de vida de las sociedades periféricas; así como el lugar que juegan en ella los movimientos sociales y la trayectoria histórica de los partidos progresistas. Hay, por lo tanto, más de dos izquierdas, aunque todas tienen en común la voluntad de recuperar las funciones de conducción estratégica del Estado y mejorar la situación social en un contexto de superación de la globalización neoliberal, el acuerdo termina cuando se llega a fondo con las transformaciones para superar el dominio del modo de producción y reproducción capitalista, e incluso cuando se profundiza la lucha contra el latifundio, la superexplotación y discriminación de trabajadores rurales o campesinos indígenas, o cuando se realizan regulaciones ambientales a los intereses de ¡las corporaciones transnacionales!
Para comprender con mayor rigor el ascenso de las izquierdas plurales en América Latina se requiere, por el contrario, explorar los particulares contextos de su emergencia, los bloques hegemónicos de poder sobre los que se apoyan, y los márgenes de maniobra que dejan las herencias institucionales forjadas en el largo periodo neoliberal. Hacerlo permitiría verificar que en América Latina no sólo coexisten más de "dos izquierdas", sino que todas ellas comparten un conjunto de procesos y propuestas que autorizan a hablar de un ciclo político de protesta, impugnación y esperanza que nace de un terreno social común contra los excesos neoliberales de los años 80 y 90.
De allí, la existencia de articulaciones y vasos comunicantes que impedirían una fractura nítida en la izquierda social, pero no así en la izquierda política, lo que plantea la posibilidad de una operación de cuña político-cultural entre ambas, que estarían ligadas a la lealtad a una historia social y política común, así como a un efecto de cohesión interna frente a la política imperial estadounidense sobre América Latina y el Caribe. Desde esta perspectiva, la tesis de las dos izquierdas constituye una estrategia de dislocación de la izquierda social por parte de una "quinta columna política", que aflora a la hora de abordar las cuestiones programáticas y estratégicas, sobre todo, el carácter anticapitalista de un programa de izquierda socialista. Es allí, donde se descalifica al nuevo socialismo como una reedición del viejo socialismo real, y se sustituye el imaginario socialista revolucionario, con sus diversidad interna, por un tibio reformismo social-liberal.
En el momento histórico en el que el pensamiento crítico latinoamericano ha realizado invalorables aportes para comprender la actual hegemonía histórico-cultural del occidentalismo moderno-colonial, del globalismo neoliberal y de las políticas específicas que se generan desde estas matrices de poder social para determinar el destino de mayorías empobrecidas y excluidas de la región, surge un nuevo "canto de sirenas" para otorgarle resonancia mediática a la tesis del "capitalismo democrático de bienestar social", incluso por voceros del ya agotado discurso neoliberal. Esta situación da cuenta de que existe no sólo una geopolítica de los conocimientos sino una geopolítica de los discursos, de las opiniones, de las imágenes y de la información.
Las condiciones de producción, circulación y recepción de discursos sobre el llamado "socialismo", el "capitalismo", la "modernización", el "desarrollo", la "modernidad" se dinamizan correlativamente a las transformaciones, tensiones, conflictos y extravíos propios del enlace de situaciones cada vez más fluidas en el campo histórico-político. Sin duda, sobre el trazado de fronteras entre buena y mala izquierda hay una decisión, que opera no en la inocencia del vacío sino en la determinación de una geopolítica cultural. El trazado de fronteras entre dos campos es propio de las situaciones de polarización y crea automáticamente fuertes atractores afectivos y pasionales, alrededor de "nosotros" y los "otros". Cuando se habla desde el bien, existe una suerte de efecto retórico cuya fuerza de ley nos arrastra al asentimiento y a la servidumbre cultural, pues ¿quién osaría hablar desde una defensa del mal absoluto del gulag, o justificando las atrocidades cometidas por el estalinismo? La equivalencia entre nuevo socialismo = fascismo = totalitarismo = castro-comunismo es parte de la sintaxis de la retórica de la operación ideológica de las dos izquierdas. En esencia, se trata de fracturar las bases sociales de apoyo de los proyectos estratégicos revolucionarios del nuevo socialismo.
Las demandas por una mayor redistribución de la riqueza, inclusión política, por expresas señales de reconocimiento social y simbólico convergen con los programas y mensajes electorales realizados por estas fuerzas para, al menos, desmontar el núcleo duro de la agenda neoliberal y recuperar ciertas funciones de bienestar social y regulación económica que el Estado cumplió, aunque de modo muy desigual, en los años anteriores al ajuste estructural. De allí su reformismo. Pero más allá de la equidad y la macroeconomía responsable, en términos reales, movilizan la retórica anticomunista de los años de la Guerra Fría.
En la actual dinámica regional se verifica, en efecto, una nueva identificación entre clases populares y el voto. Reaparece de manera difusa el "voto de clase": los sucesivos triunfos de Hugo Chávez están claramente anclados en la participación electoral y en el apoyo sostenido de los sectores marginados a la "Revolución Bolivariana", ya que les ha asegurado reconocimiento social, una cada vez más efectiva redistribución y vías de apropiación de recursos de poder-movilización (el llamado "empowerment"). El "efecto demostración" ha generado dinámicas de cascada en América Latina. Esta identificación política ha generado, por otro lado, una acelerada polarización, y las clases medias-altas y las elites económicas sienten cada vez más distancia con este tipo de régimen político.
Los aparentes argumentos de la tesis de la "dos izquierdas" construyen un esquema analítico que, más allá de las diferencias nacionales, permitiría distinguir y además, descalificar o consagrar a uno de los dos supuestos polos. La "izquierda pragmática" acepta con resignación el predominio del libre mercado, mientras que la "izquierda idealista, populista y demagógica" pregona un discurso no solo "anti-neoliberal" sino incluso anticapitalista y busca desmantelar la libertad del mercado; la "izquierda democrática" reconoce sin ambivalencias las reglas del juego político, la concertación con la función de mando del capital y está comprometida con las instituciones de la democracia representativa, mientras que la«izquierda populista» considera a la democracia liberal y el estado de derecho como formalidades que no pueden limitar la expresión mayoritaria de la voluntad popular; la "izquierda moderada" ha comprendido que la política exige un manejo gradual y negociado de la agenda pública, mientras que la «izquierda radical» apuesta por cambios poco consensuados y ofrece resolver los problemas de manera "absoluta".
Es desde esta lógica, que el "nuevo socialismo del siglo XXI" sería un invento de los "malos" de la película, mientras una "democracia social renovada" sería el campo de los "buenos". Teodoro Petkoff repite el estribillo, nos habla de una izquierda buena y una izquierda mala, basada en una política absolutamente maniquea y que es capaz de justificar la "coexistencia pacífica" con el Imperio afirmando que: " hay mucho margen de maniobra para gobiernos no alineados con Washington", analizados los escenarios posteriores a los acontecimientos del 11 de Septiembre.
Si de trazar fronteras se trata, entonces estaríamos en las antípodas de una fractura del imaginario socialista. Se trata de una lucha social, política, económica y cultural entre fuerzas y actores consecuentemente socialistas frente a la intrusión de las tesis de una izquierda liberal. Quienes abandonaron la lectura crítica y directa de Marx, ya sea por la urgencia de la pasión política, por los manuales estalinistas o por los dictados de la lógica de aparato, tal vez podrían hacer testimonio de lucha recreando aquel imperativo categórico, en legible interpretación de sus manuscritos económico-filosóficos, que anidaba en el espíritu emancipador de aquel barbudo: " echar por tierra aquellas relaciones en que el hombre (ser humano) es un ser humillado, sojuzgado, abandonado y despreciable" (Marx, MEF, 124). Frente a la libertad abstracta, creemos con Marx que la in-felicidad no es mas que la sumisión, incluida la de los dictados del Imperio, cuya lógica de imposición ha desaparecido del campo perceptivo de los que saben olvidar y aprender: la llamada "izquierda moderna". Es muy distinto luchar contra relaciones sociales (y geopolíticas) que humillan, sojuzgan, discriminan y anulan la dignidad del género humano; que luchar contra posiciones de sujeto, que equivocadas o no, han levantado un entusiasmo nacional-popular y una esperanza por transformaciones profundas, que levantar las banderas sensatas de reformas sociales que no afecten los dictados de la macroeconomía capitalista. Socialismo, democracia y pensamiento contra-hegemónico forman una trilogía que requiere ser recreada de manera radical, atendiendo a las necesidades radicales de cambiar la vida misma y sus relaciones dominantes.
Este legado de crítica radical al pensamiento y al sistema de vida del mundo burgués es lo que el pacto liberal-socialdemócrata reformista no ha podido digerir en su proyecto de otorgarle un rostro humano al capitalismo; y tampoco pudo ser digerido por el espíritu leninista al posponer las tareas del pensar radical, correlativas a la transformación de las relaciones sociales dominantes, para construir una experiencia revolucionaria capitalizada históricamente por el estalinismo, fase superior del despotismo. En síntesis, la tesis de las dos izquierdas pretende no sólo dividir para no sumar, sino que pretende hacer un acto de segregación, para excluir de la izquierda la conjunción de las ideas de socialismo, democracia y revolución.
En el marco de la discusión del "nuevo socialismo del siglo XXI", la crisis de fundamentos y de legitimación social del "marxismo vulgar", y el descrédito del "marxismo-leninismo", que es de cabo a rabo una construcción stalinista-burocrática, como únicos sistemas teóricos revolucionarios, permite recrear una multiplicidad de dispositivos de reflexión-acción contrahegemónicos, basados en una crítica al universalismo abstracto de la Modernidad colonial-eurocéntrica, base político-cultural que ha venido nutriendo las ideologías dominantes de la modernización y el desarrollo capitalista.
La crisis de fundamentos y de legitimación social de la socialdemocracia reformista ha permitido distinguir entre una izquierda liberal y una izquierda superadora del modo de vida capitalista, entre una izquierda eurocéntrica, desarrollista y recolonizadora que se inscribe en el imaginario capitalista, y una izquierda pueblo-céntrica, eco-humanista y descolonizadora, que se inscribe en el imaginario de un nuevo socialismo.
En pocas palabras, lo que nos ofrece la falacia de las "dos izquierdas" es precisamente la imagen condensada de una falsa apuesta, que puede ser interpretada como síntoma del fracaso histórico tanto del stalinismo-burocrático, con su negación de la democracia revolucionaria, como del liberalismo socialdemócrata, con su apuesta por el arte de lo posible sin ruptura revolucionaria, en tanto opciones que dislocaron en diversas etapas históricas, la construcción simultánea del socialismo, la democracia revolucionaria y el pensamiento contrahegemónico.
Con el derrumbe de la viejas izquierdas stalinistas y socialdemócratas, se requiere un nuevo espacio de izquierdas que trasciendan las funciones de mando del capital, para recrear los nuevos socialismos democráticos y revolucionarios del siglo XXI. Ciertamente, la izquierda socialista y la izquierda liberal tienen muchos matices, pero quien confunda la transición al socialismo con la lucha contra la pobreza y la exclusión a través de "grandes reformas", cuyo límite sería evitar las "venganzas que la "macro-economía", luce muy poco coherente con la protestas populares contra el capitalismo global en todo el mundo. Si nuestro "Dios Oculto" resulta ser la macroeconomía capitalista; es decir, una suerte de fetichismo teórico que permite un acceso privilegiado al sentido de realidad, entonces el pragmatismo de las "grandes reformas" conduce a no cambiar nada. Si es apelando a la pragmática de la macroeconomía capitalista que fijamos los límites de las "grandes reformas sociales", entonces no hay nada nuevo bajo el sol, larga vida al Consenso de Washington. ¿No será precisamente esta nominal centro-izquierda pragmática y realista un avergonzado liberalismo político que no renuncia a grandes tensiones políticas con la "comunidad de negocios", de la cual depende económicamente, ni con el Imperio, que realiza los dictados de su Dios oculto: la macroeconomía capitalista?
La respuesta a esta interrogante no justifica una actitud reconfortante con cualquier figura del stalinismo-burocrático, ya que existen residuos y actitudes de la vieja izquierda que tratan de capitalizar incluso la tesis de las dos izquierdas, en una suerte de re-vival leninista para separar las aguas de la internacional comunista y la internacional socialdemócrata. No, tanto la socialdemocracia reformista como el marxismo-leninismo poco pueden aportar al nuevo socialismo. Hay que salir del falso dilema que nos aleja de la conjunción entre Socialismo, Democracia y Revolución, como horizonte de transformación anticapitalista.
Para las izquierdas socialistas plurales, las que plantean una reinvención radical del socialismo, la democracia y los saberes contrahegemónicos, no se trata sólo y únicamente de metabolizar la experiencia de la lucha armada, la crítica al modelo soviético, las desventuras del allendismo y del sandinismo, el romper con la identificación especular con la revolución cubana y asimilar la democracia liberal-representativa, tal como aconseja la cartilla bienpensante de la izquierda realista. Se trata de algo mucho más complejo, profundo y decisivo, romper con el maniqueísmo en el campo político de las izquierdas políticas, distinguir el imaginario democrático-socialista del imaginario liberal-capitalista, reconociendo que hemos aprendido a decidir lo que no queremos ser ni devenir: ni la fracasada historia del polo liberal-socialdemócrata ni la terrible pesadilla stalinista-burocrática del colectivismo oligárquico.
4.- Algunos parámetros centrales del llamado "nuevo socialismo del siglo XXI"
4.1.- Algunas lecciones teórico-críticas de las experiencias históricas del movimiento socialista.
Existe una amplia literatura sobre los errores, ausencias y aciertos del movimiento socialista internacional desde el siglo XIX hasta la actualidad. Sintetizaremos sólo algunos de los hitos que consideramos más significativos para confrontar estas experiencias con las posibilidades de reinventar un nuevo horizonte socialista. El primer hito lo llamaremos, el principio de complementariedad entre proyecto contra-hegemónico y su carácter masivo. Rosa Luxemburgo planteó uno de los problemas en los siguientes términos:
La unión de las masas con una meta que trascienda por completo el orden establecido, la vinculación de la lucha cotidiana con la gran reforma del mundo: ese es el gran problema del movimiento socialdemócrata, el cual consecuentemente debe trabajar y avanzar entre dos escollos: entre el abandono del carácter masivo y el abandono de la meta final, entre el retroceso a la secta y la degradación a movimiento burgués de reformas, entre el anarquismo y el oportunismo. (Luxemburgo).
En primer lugar, ha sido el abandono a la meta socialista, como superación histórica de la función de mando del capital, el que ha descalificado la nominación socialdemócrata. La socialdemocracia originaria fue revolucionaria e insurreccional hasta la asunción de las tesis de Bernstein y el reformismo unilateral. Rosa Luxemburgo ha planteado uno de los falsos dilemas que debilitan cualquier movimiento socialista. El primero: pensar que la superación histórica del capitalismo puede ser posible sin el concurso de mayorías sociales, sin el carácter masivo de la participación y el protagonismo. El nuevo socialismo tiene que romper radicalmente con el imaginario jacobino de la revolución, con el elitismo revolucionario, con la cultura sectaria, por una parte, con la idea ilustrada de vanguardia.
Por otra parte, y en segundo lugar, debe romper con el oportunismo y las reformas unilaterales que no conducen a la acumulación de fuerzas, que no contribuyen a la construcción de condiciones y situaciones que lleven a la superación de la función de mando del capital, que no aproximen en cada lucha al movimiento a trascender el modo dominante de producción y reproducción capitalista. Ni el vanguardismo que autoproclama un acceso privilegiado a una verdad trascendental con su espíritu sectario, ni el oportunismo que abandona la lucha anticapitalista bajo el paraguas del reformismo. Se trata de un movimiento socialista y democrático de reformas radicales que se articulan en función de superar el modo de producción y reproducción capitalista.
Un segundo hito remite a un principio antidogmático, a cuestionar permanentemente la existencia de recetas prestablecidas sobre el modo correcto de edificar el socialismo o de conducir los procesos de transformación de un modo de producción y reproducción capitalista hacia formas transición hacia el socialismo. En este sentido, el escrito de la Revolución contra el capital de Gramsci, resulta excepcional al interpretar la "revolución bolchevique" como:
Es la revolución contra El Capital de Carlos Marx. El Capital de Marx era, en Rusia, el libro de los burgueses más que el de los proletarios. Era la demostración crítica de la necesidad ineluctable de que en Rusia se formase una burguesía, se iniciase una era capitalista, se instaurase una civilización de tipo occidental, antes de que el proletariado pudiera siquiera pensar en su insurrección, en sus reivindicaciones de clase, en su revolución. Los hechos han superado las ideologías. Los hechos han reventado los esquemas críticos según los cuales la historia de Rusia hubiera debido desarrollarse según los cánones del materialismo histórico. Los bolcheviques reniegan de Carlos Marx al afirmar, con el testimonio de la acción desarrollada, de las conquistas obtenidas, que los cánones del materialismo histórico no son tan férreos como se pudiera pensar y se ha pensado. No obstante hay una ineluctabilidad incluso en estos acontecimientos y si los bolcheviques reniegan de algunas afirmaciones de El Capital, no reniegan el pensamiento inmanente, vivificador. No son marxistas, eso es todo; no han compilado en las obras del Maestro una doctrina exterior de afirmaciones dogmáticas e indiscutibles. Viven el pensamiento marxista, lo que no muere nunca, la continuación del pensamiento idealista italiano y alemán, contaminado en Marx de incrustaciones positivistas y naturalistas. Y este pensamiento sitúa siempre como máximo factor de historia no los hecho económicos, en bruto, sino el hombre, la sociedad de los hombres, de los hombres que se acercan unos a otros, que se entienden entre sí, que desarrollan a través de estos contactos (civilidad) una voluntad social, colectiva, y comprenden los hechos económicos, los juzgan y los condicionan a su voluntad, hasta que esta deviene el motor de la economía, plasmadora de la realidad objetiva, que vive, se mueve y adquiere carácter de material telúrico en ebullición, canalizable allí donde a la voluntad place, como a ella place. Marx ha previsto lo previsible. No podía prever la guerra europea, o mejor dicho, no podía prever la duración y los efectos que esta guerra ha tenido. No podía prever que esta guerra, en tres años de sufrimientos y miseria indecibles suscitara en Rusia la voluntad colectiva popular que ha suscitado. (Gramsci, La revolución contra el capital, 1917)
Es indispensable una actitud antidogmática contra cualquier "incrustación positivista o naturalista" en el abordaje de los procesos socio-históricos de transformación. La "concepción materialista de la historia" es sólo uno de los múltiples referentes teóricos para la edificación del nuevo socialismo, pero no la base exclusiva de un pensamiento único de izquierdas. Habría que asumirlo como un programa de investigación abierto a refutaciones y modificaciones de sus hipótesis fundamentales, subrayando los aspectos de crítica radical al positivismo y a la naturalización de las formas de pensamiento capitalistas. Se trata, sobre todo, de una perspectiva que coloca el acento en la acción colectiva, en la praxis, en la voluntad popular, como "plasmadora de la realidad objetiva". Hay que evitar cualquier mixtificación de una teoría convertida en "filosofía de la historia" especulativa o un pensamiento crítico calcado de los paradigmas de conocimiento que legitiman el cientificismo y el naturalismo:
Ahora bien, la historia del desarrollo de la sociedad difiere sustancialmente, en un punto de vista, de la historia del desarrollo de la naturaleza. En la naturaleza, si prescindimos de la acción inversa que ejercida a su vez por los hombres sobre la naturaleza, los factores que actúan los unos sobre los otros y en cuyo juego mutuo se impone la ley general, son todos agentes inconcientes y ciegos. En cambio en la historia de la sociedad, los agentes son todos hombres dotados de conciencia, que actúan movidos por la reflexión o la pasión, persiguiendo determinados fines: aquí nada acaece, sin una intención conciente, sin un fin propuesto. (Engels, Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía alemana)
Hasta aquí queda claro que el acaecer histórico de la sociedad difiere "sustancialmente" de la historia del desarrollo de la naturaleza, reconociendo la agencia humana movida por la reflexión, la pasión, la voluntad, la intención conciente y el fin propuesto, pero esta perspectiva no termina allí:
Las colisiones entre las innumerables voluntades y actos individuales crean en el campo de la historia un estado de cosas muy análogo al que impera en la naturaleza inconsciente. Los fines de los actos son obras de la voluntad, pero los resultados que en la realidad se derivan de ellos no lo son, y aun cuando parezcan ajustarse de momento al fin propuesto a la postre encierra consecuencias muy distintas a las propuestas. Por eso, en conjunto, los acontecimientos históricos también parecen estar presididos por el azar. Pero allí donde en la superficie de las cosas parece reinar la casualidad, ésta se halla siempre gobernada por leyes internas, y de lo que se trata es de descubrir estas leyes (Ibíd; 159)
Existen consecuencias no intencionales en la acción, pero demarcadas por un ámbito de regularidades que permite enunciar "leyes internas" de la historia de la sociedad, solo como leyes de tendencia, análogas en su forma a las leyes de la naturaleza, pero una analogía que pasa precisamente por el carácter inconciente de las fuerzas motrices, o para ser mas precisos, por la conversión del fetichismo y la cosificación en inconsciente social, lo que implica pasar de los móviles ideales, concientes e individuales a los móviles de los móviles, a fuerzas colectivas y a las condiciones determinantes:
Por tanto, si se quiere investigar las fuerzas motrices, conciente o inconcientemente, -y con hasta frecuencia inconcientemente- que están detrás de estos móviles por los que actúan los hombres en la historia y que constituyen los verdaderos resortes supremos de la historia, no habría que fijarse tanto en los móviles de los hombres aislados, por muy relevantes que ellos sean, como en aquellos que mueven a grandes masas, a pueblos en bloque y, dentro de cada pueblo, a clases enteras; y no momentáneamente en explosiones rápidas, como fugaces hogueras de paja, sino en acciones continuadas que se traducen en grandes cambios históricos. Indagar las causas determinantes que se reflejan en las cabezas de las masas que actúan y en la de sus jefes los llamados grandes hombres como móviles conscientes, de un modo claro o confuso, en forma directa o bien bajo un ropaje ideológico e incluso divinizado: he aquí el único camino que puede llevarnos a descubrir las leyes por las que se rige la historia en conjunto, al igual que la de los distintos períodos y países. Todo lo que mueve a los hombres tiene que pasar necesariamente por sus cabezas; pero la forma que adopte dentro de ellas depende las circunstancias. (Ibíd; 160)
¿Y cuál sería el carácter de estas leyes por las que se rige la historia en su conjunto, que son análogas en parte a los agentes ciegos e inconscientes de la "naturaleza", por su carácter colectivo, cosificado, parcialmente no intencional y con consecuencias no deseadas, pero al mismo tiempo, y en una aparente paradoja, sustancialmente diferentes a la naturaleza? He allí un principio de complejidad ontológico y epistemológico, que impide una interpretación reductora de los procesos históricos, en el cual los "grandes hombres" son diminutas circunstancias en un trasfondo de fuerzas, conflictos y condiciones mucho más determinantes, cuyos móviles y tendencias encierran dinamismos, interacciones múltiples y tensiones:
la historia se hace de tal modo que el resultado final siempre deriva de los conflictos entre muchas voluntades individuales, cada una de las cuales, a su vez es lo que es por una multitud de condiciones especiales de vida; son pues innumerables fuerzas que se entrecruzan las unas con las otras, un grupo infinito de paralelogramos de fuerzas, de las que surge una resultante el acontecimiento histórico que a su vez, puede considerarse producto de una potencia única, que como un todo actúa sin conciencia y sin voluntad. Pues lo que uno quiere tropieza con la resistencia que le opone otro, y lo que resulta de todo ello es algo que nadie ha querido. De este modo, hasta aquí la historia ha discurrido a modo de un proceso natural y sometida sustancialmente, a las mismas leyes dinámicas. Pero del hecho de que las distintas voluntades individuales, cada una de las cuales apetece aquello a lo que le impulsa su constitución física y una serie de circunstancias externas, que son en última instancia, circunstancias económicas (o las suyas propias personales o las generales de la sociedad) no alcancen lo que desean, sino que se fundan en una medida total, en una resultante común, no debe inferirse que estas voluntades sean = 0. Por el contrario, todas contribuyen a la resultante, y por tanto se hallan incluidas en ella. (Ibíd; 167).
Y finalmente, para captar lo que Gramsci ha manifestado con mayor simplicidad y elegancia: "Somos nosotros quienes hacemos nuestra historia, pero la hacemos en primer lugar con arreglo a premisas o condiciones muy concretas. Entre ellas, son las económicas las que deciden en última instancia. Pero también desempeñan su papel aunque no sea decisivo las condiciones políticas, y hasta la tradición que merodea como un duende en la cabeza de los hombres", para luego decir mas adelante, "el que los discípulos hagan a veces mas hincapié del debido al aspecto económico, es cosa de la que, en parte tenemos la culpa Marx y yo mismo. Frente a los adversarios, teníamos que subrayar este principio cardinal que se negaba, y no siempre disponíamos de tiempo, espacio u ocasión para dar la debida importancia a los demás factores que intervienen en el juego de las acciones y reacciones. Pero tan pronto como se trataba de exponer una época histórica y, por tanto, de aplicar prácticamente el principio, cambiaba la cosa y ya no había posibilidad de error"; y Engels aclara que al no hacerlo así, el "aplicar la teoría a una época histórica cualquiera sería más fácil que resolver una simple ecuación de primer grado" (Ibíd, 166).
En fin, la obra abierta de Marx y Engels requiere de una confrontación directa con las fuentes originales y no con "obras de segunda mano", requiere de una actitud antidogmática y compleja, porque desgraciadamente muchos de los nuevos "marxistas" solo han aportado lo que Engels denominó "cosas peregrinas" (Engels; 1890). Sin una asunción radical del principio de complejidad, del dinamismo histórico, del conflicto, de la trama entre voluntad colectiva, condiciones históricas y consecuencias no deseadas, la interpretación de cualquier análisis de tendencias/contra-tendencias históricas recaerá en la más cruda ideología positivista, naturalista, o, lo que es peor, en una meta-narración especulativa:
La historia no hace nada, no posee inmensas riquezas, no libra combates. Son los hombres reales y vivos los que hacen, poseen y luchan. La historia no utiliza a los hombres como medios para conseguir-como si fuese una persona individualsus propios fines. La historia no es nada mas que la actividad de los hombres para la consecución de sus objetivos.(Marx; 1845)
Un tercer hito para los saberes contrahegemónicos del nuevo socialismo del siglo XXI es el principio de especificidad histórico-cultural, la asunción de las particularidades y singularidades históricas. Como ha planteado Mariategui:
No queremos, ciertamente, que el socialismo sea en América calco y copia. Debe ser creación heroica. Tenemos que dar vida, con nuestra propia realidad, en nuestro propio lenguaje, al socialismo indo-americano. He aquí una misión digna de una generación nueva (José Carlos Mariategui. Ideología y política).
Un cuarto hito es la conjunción entre democracia, socialismo y revolución. Cualquier separación de estos tres términos torna imposible el nuevo socialismo del siglo XXI. La socialización y democratización de la riqueza económica, del poder político y del saber técnico en función de un socialismo a escala humana y ambiental implicaría revalorizar la democracia de base en los términos de Buzgalin; que no es más que la democracia participativa contra-hegemónica:
Y cuanto mas democráticas sean las instituciones, cuanto más vivaz y enérgico sea el pulso de la vida política de las masas, tanto más directo y exacto será el influjo ejercido por estas, por encima de rígidas etiquetas de partido, de listas electorales envejecidas, etc. Cierto: toda institución democrática tiene limitaciones e insuficiencias, cosa que comparte, desde luego, con cualquier institución humana. Pero el remedio que han hallado Trotsky y Lenin, la eliminación de la democracia en general, es peor que la enfermedad que ha de curar: porque obstruye la fuente viva de la que podrían emanar, y sólo de ella, los correctivos de todas las insuficiencias inherentes a las instituciones sociales. La vida política activa, enérgica y sin trabas de las más amplias masas populares. (Rosa Luxemburgo).
Finalmente, un quinto hito es la revalorización de la ética desde el principio de liberación (Dussel, 2006). Los saberes contrahegemónicos independientemente de sus marcos de referencia conceptuales, de su vocabulario teórico, de su instrumental metodológico, de sus formas de intervención-acción en la transformación social, tienen como requisito previo su articulación con la racionalidad práctica y sus formas de vida. El contenido de toda actividad humana tiene que ver en última instancia con la producción/reproducción de la vida humana en comunidad. Este es el principio material universal de una ética desde la vida. La problemática ecológica, con sus tres ecologías de acuerdo a Guattari, una ecología ambiental, una ecología mental y una ecología social, remite a la dignidad de la vida humana. La calidad de vida remite a estas tres ecologías. La vida digna es un criterio de verdad práctica, no solo de reproducción de las condiciones biológicas, sino de reproducción de la dinámica recursiva eco-auto-bio-psico-social-cultural, en los términos de Morin. Sin embargo, este principio de verdad práctica requiere de un principio democrático de validez normativa: "es válido aquello en que los participantes afectados puedan participar en condiciones de simetría", y esto implica espacios de libertad. La participación autónoma y libre es condición de posibilidad de la liberación, y por tanto del nuevo socialismo:
... La libertad solo para los partidarios del gobierno, solo para los miembros del partido, por muy numerosos que puedan ser, no es libertad. La libertad es siempre únicamente la del que piensa de otra manera. No es ningún fanatismo de "justicia", sino porque todo lo que de pedagógicamente, saludable y purificador tiene la libertad política depende de esta condición y pierde esta eficacia si la libertad se convierte en un privilegio. (Rosa Luxemburgo).
Se trata de una expansión cuantitativa y cualitativa de los espacios de libertad en función de criterios de justicia para la socialización económica y política, la justicia distributiva y la justicia cultural, podríamos decir de una libertad igualitaria positiva. Y esto debe ser posible y viable, no sólo deseable. Y para ser posible, las mediaciones y articulaciones políticas son fundamentales como constructoras de posibilidades, de viabilidades, de factibilidades. Ya decía Weber que sólo persiguiendo lo imposible se alcanza en cada etapa lo que es posible. "Otro mundo es posible" implica trascender lo existente y hacer viable-factible el proceso de transición. De allí que el principio de crítica radical sea indispensable, para pasar a través de mediaciones y articulaciones contra-hegemónicas a la constitución de comunidades de liberación, a los nuevos movimientos sociales, al poder popular. Mientras el viejo socialismo se anclaba en el partido con los riesgos ya descritos por Trotsky cuando planteaba que: "Los métodos de Lenin conducen a esto: primero la organización del partido sustituye al conjunto del partido; después, el Comité Central sustituye a la organización, y finalmente, un solo <dictador> sustituye al Comité Central". (Trotsky; Nuetras tareas políticas). La sustitución de los movimientos sociales por el Partido, el partido por su aparato burocrático, el aparato burocrático por su estructura de mando, y la estructura de mando por una sola decisión encarnada en una persona, conducen al despotismo.
El nuevo socialismo tiende a desconcentrar el poder y las funciones de mando en contravía a la tendencia negativa señalada por Trotsky. Se trata nada más y nada menos que la construcción del poder popular, de multitudes en movimiento, deslegitimando la opresión y legitimando una lucha por el reconocimiento, una lucha en tres frentes de justicia y de reconocimiento de nuevos derechos: justicia en el control de las condiciones del proceso de trabajo y de la producción material, justicia distributiva y justicia cultural. A partir de allí se pasa a la acción transformadora, al espacio-tiempo transformativo, a la activación de alternativas históricas, a la praxis de la liberación en función de nuevos espacios y mediaciones político-institucionales, para que vivan con dignidad los que antes no podían vivir, para que participen con autonomía y libertad los que antes no podían participar, para que deliberen aquellos cuyas voces eran descalificadas y silenciadas, para que decidan aquellos que eran solo gobernados, para realizarse junto a otros, para que la libre asociación y el libre desarrollo de cada persona condicione el libre desarrollo de todos y todas. Se trata, finalmente, de la factibilidad de un nuevo socialismo a escala humana, un eco-socialismo que permita una radical apertura al pluri-verso, condición de posibilidad de una ética de la liberación y de los pensamientos críticos contra-hegemónicos, por la vida digna del género humano en su condición plural.
4.2.- El nuevo socialismo del siglo XXI en las texturas práctico-discursivas: elementos de la crítica al capitalismo realmente existente.
Existen dos aspectos entrelazados orgánicamente en el debate sobre el nuevo socialismo que deben abordarse conjuntamente: la propuesta económica y política. A diferencia de la concepción liberal de la separación de las esferas económicas y políticas, en el debate del nuevo socialismo tanto la democracia participativa y la institucionalidad política, como la nueva economía social en la cual se abordan los temas de la propiedad social, estatal, la autogestión, la cogestión y el cooperativismo se entrelazan como aspectos de la socialización correlativa del poder político y del poder económico.
Con una claridad meridiana, Dieterich plantea que el socialismo del siglo XXI:
Es una civilización cualitativamente distinta a la civilización burguesa. ¿Distinta en qué? En su institucionalidad. De ahí, que ser revolucionario significa hoy día luchar por sustituir la institucionalidad del status quo, es decir: 1. la economía de mercado por la economía de valor democráticamente planeada; 2. el Estado clasista por una administración de asuntos públicos al servicio de las mayorías y, 3. la democracia plutocrática por la democracia directa. Este es el Nuevo Proyecto Histórico de las Mayorías de la Sociedad Global que llamamos Socialismo del Siglo XXI o Democracia participativa. La conquista de estas instituciones es la guía estratégica de la lucha. La fase de transición es la transformación del status quo a la luz de esa guía estratégica. (Dieterich, 2002).
En este contexto, Dieterich habla de una guía estratégica de lucha y de una fase de transición en la cual se debe escoger lo que considera el "mal menor". Para Dieterich, en el Tercer Mundo contemporáneo, la economía mixta es la única vía de desarrollo económico posible para un proyecto popular de transición. Dieterich evalúa que hay contradicciones entre este proyecto desarrollista popular y el neoliberalismo. Se trata de una economía de mercado, orientada y dinamizada por un Estado cada vez más democrático, que superara las limitaciones del estado corporativo de bienestar. Para un proyecto radicalmente socialista en el plano económico no hay condiciones objetivas en este momento. Dieterich afirma que "muchos revolucionarios piensan que las cooperativas, la cogestión obrera y las empresas de producción social significan que Venezuela ya ha entrado en una fase del socialismo del siglo XXI. Esta opinión es equivocada.". La visión neo-cibernética de Dieterich basada en los enfoques de los sistemas dinámicos complejos lo lleva a plantear que:
Una economía es socialista, cuando opera sobre el valor, realiza intercambios de equivalencias y planea democráticamente los principales parámetros de la economía, tanto en la macroeconomía, por ejemplo, la tasa de inversión y el presupuesto nacional, como en la microeconomía, particularmente en cuanto a la tasa de plusvalía (plusvalor/capital variable), es decir, la intensidad de la explotación del trabajo. Para poder construir una economía socialista tienen que haberse cumplido tres requisitos objetivos: 1. la disponibilidad de una matemática de matrices, por ejemplo, las tablas de input-output de Leontieff; 2. la digitalización completa de la economía y, 3. una avanzada red informática entre las principales entidades económicas. Estas condiciones existen en su conjunto solo desde hace un lustro, hecho que explica, porque ni la URSS, ni la RDA lograron nunca construir una economía socialista, en el sentido de la economía política. (Dieterich, 2003).
Así mismo, Dieterich nos habla de tres criterios para definir una economía socialista:
Una alternativa a las leyes del mercado neoliberal globalizante, se propone desde una economía de carácter socialista, entendiendo el necesario carácter social de una producción basada en la democracia participativa y en la distribución justa y equitativa de la riqueza. Esta alternativa tiene que dar cuenta de una renovación de la estructura del Estado a partir de una sociedad híbrida que transite hacia la sociedad emancipada (comunismo). Esta nueva economía socialista, se desmarca de las tradicionales y estatistas, porque se basa en: la participación de los ciudadanos en las decisiones macroeconómicas trascendentales, la operación de importantes sectores de la economía nacional sobre los principios del valor objetivo y de la equivalencia; y, la participación de los ciudadanos en las decisiones microeconomías fundamentales. (Dieterich, 2003).
Para Dieterich, la intervención macroeconómica ciudadana debería ejercerse sobre la estructura de las inversiones nacionales; la composición del patrimonio nacional, entre propiedad privada y estatal, por ejemplo, en el caso de privatizaciones, y en los convenios internacionales que afectan la vida de todos, como es el caso del Tratado de Libre Comercio o de la North American Free Trade Association (Nafta) entre México, Estados Unidos y Canadá, o el Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA), planeado para todo el continente americano, o la aceptación de la normatividad de la Organización Mundial de Comercio (OMC). La introducción de este control democrático de la economía podría iniciarse en el presupuesto del Estado. El presupuesto nacional debería ser discutido anualmente a nivel nacional en los diversos medios, para ser votado después mediante un referendo electrónico, por vía de la computadora y el Internet. Ambas tecnologías permitirían la participación ciudadana de manera directa, superando los mecanismos de la democracia representativa y proporcionando, por primera vez en dos mil años, mecanismos de difusión y participación de la democracia plebiscitaria, a través de la informática actual. El "presupuesto participativo" no debe ser exclusivamente un mecanismo a niveles locales o regionales, sino extenderse a nivel nacional.
En segundo lugar, para Dieterich, la operación en importantes sectores de la economía de equivalencias implica la equivalencia entre el esfuerzo laboral promedio y la compensación respectiva. Es decir, en una economía plena de equivalencias, el precio y valor son uno solo, porque el precio expresa simplemente el valor objetivo, su time input. En otras palabras, el precio desaparece, porque pierde su función como mecanismo de apropiación ilegítima del plus-producto social, tal como desaparece la sociedad de clase que es su sustrato material. Su lugar es ocupado por el valor. De esta manera, los subsistemas de la economía poscapitalista crecerán lentamente dentro del conjunto económico nacional, hasta convertirse en su lógica dominante y cerrar, ya entrada en la fase comunista de la humanidad, el largo y sangriento ciclo milenario de la economía de mercado. Para Dieterich, la esencia del problema de la economía socialista, discutido históricamente como una derivación del problema de las formas de propiedad, debe entenderse como un problema de democracia económica participativa, más que un problema de mercado o de formas de propiedad. La esencia libertadora del socialismo frente al capitalismo radica en una mayor autogestión del productor directo sobre su vida económica, particularmente sobre sus condiciones de trabajo. Resumiéndolo en un solo enunciado: abstrayendo de los dos criterios de la economía política socialista anteriormente enunciados, la gestión laboral del socialismo se distingue cualitativamente del taylorismo de una economía capitalista, en: a) una menor intensidad del trabajo, es decir, una menor tasa de plusvalía extraída al productor inmediato y, b) el suministro de una calidad de vida adecuada para toda la población económicamente activa y la que todavía no lo es, o ya dejó de serlo. Porque democracia significa no sólo democracia política, cultural y militar, sino sobre todo, económica.
Obviamente, si los trabajadores deciden producir menos de lo que la norma productiva nacional o regional indica, porque prefieren tener más tiempo para la familia, para el estudio o para la recreación, la canasta de servicios y productos que reciben como remuneración de su esfuerzo productivo tendrá que ser menor que la media social, porque se contribución a la riqueza social sería comparativamente menor. La clave de la economía política está en esa decisión sobre la relación entre trabajo necesario y trabajo excedente. Históricamente han sido los que de facto disponían sobre los medios de producción, quienes definieron las proporciones relativas de ambos componentes, lo que determinó que todas las economías clasistas han sido dictaduras económicas con organización y disciplina militar. El paso a la democracia económica se da, cuando ese poder de decisión e imposición pasa de los propietarios, gerentes, administradores, comisarios políticos y capataces a los sujetos productores individuales y colectivos. El socialismo, como inicio del proceso de liberación del sujeto de la sociedad de clases y de puente hacia el comunismo, no tendrá futuro si no da ese paso trascendental de la dictadura económica hacia la democracia participativa económica.
Haciendo referencia a la experiencia de la revolución bolchevique, Dieterich señala:
El indisoluble y vital vínculo, que Lenin establece entre la productividad del trabajo y la determinación de los parámetros de la macro y microeconomía por parte de los productores inmediatos, mediante "comisiones obreras" y "asociaciones de trabajadores", se extiende de la esfera económica hacia la esfera política, entendiéndose la sociedad socialista como un sistema integral. A la pregunta acerca de la differentia specifica del carácter democrático y socialista de los soviets "El carácter democrático y socialista de los soviets: ¿quid est (en qué consiste)?" Lenin responde: "en la participación de todos en la administración. Esta es la diferencia con el parlamento burgués". El vínculo orgánico entre la democracia económica y política de Lenin, se corta en la fase del Stalinismo. Con la aniquilación de la democracia dentro del Partido y dentro de la vida pública del país, la idea de la democracia económica de los productores inmediatos perece también y, la economía de comando como dictadura quasi-militar rige los destinos del país. (Dieterich, 2003)
De allí el énfasis en la democracia participativa en los terrenos económicos, culturales y políticos. En la fase de transición al Socialismo se requieren una serie de condiciones necesarias: 1) la construcción de un Estado de derecho y de justicia eficientes; 2) el desarrollo de las Fuerzas Productivas junto a la transformación de las relaciones de producción en sectores importantes de la economía; 3) la construcción del Poder popular; 4) avanzar la teoría de la transformación popular-desarrollista y socialista; 5) construcción del Bloque Regional de Poder y, 6) desarrollo de la vanguardia y de los cuadros medios.
El concepto "democracia participativa" se refiere en este enfoque a la capacidad real de la mayoría ciudadana de decidir sobre los principales asuntos públicos de la nación. En este sentido, se trata de una ampliación cualitativa de la democracia formal, en la cual el único poder de decisión política reside en el sufragio periódico por partidos-personajes políticos. En la democracia participativa, dicha capacidad no será coyuntural y exclusiva de la esfera política, sino permanente y extensiva a todas las esferas de la vida social, desde las fábricas y los cuarteles hasta las universidades y medios de comunicación. En síntesis, para Dieterich, el socialismo del siglo XXI implica una economía social con planificación democrática en los aspectos macro y micro, el intercambio de equivalentes y el cálculo del valor objetivo por la aportación laboral. En segundo lugar, el desarrollo mas alto posible de la democracia en lo económico, político, cultural y militar, utilizando las tecnologías electrónicas, y otorgándole el aspecto sustantivo, de contenido y material de la democracia. Las funciones clasistas del estado tienen a su desaparición al quebrarse la identidad represiva del Estado y al asumir las funciones administrativas como funciones generales de lo público. Y finalmente, la conformación de sujetos plenos en los planos crítico-cognitivos, éticos y estéticos.
Sin embargo, llama la atención que para Dieterich en este ultimo punto no se refiere a la construcción del hombre nuevo por el solo hecho de generar actos de decisión política, sin modificar las instituciones que guían su actuación:
La opción de creación de un hombre nuevo ha sido aplicada por todas las religiones del mundo, seculares y metafísicas, con resultados desastrosos. Los elegidos e iluminados, los talibanes, santos y comisarios políticos, guiados por sus respectivos credos, sólo han producido infiernos para los demás. Por eso, el Nuevo Proyecto Histórico opta por el cambio de las instituciones, pero no en una perspectiva utópica, sino dentro de sus posibilidades objetivas. El nuevo mundo no tiene por condición que sus creadores sean santos ni héroes, sino mortales, que dentro de la contradictoria condición humana de miseria y esplendor estén dispuestos a cambiar éticamente su destino. Por supuesto, que la experiencia de lucha producirá sus propios héroes, mártires y banderas; pero no es lo mismo, establecer una precondición que afirmar el resultado de un proceso. No cabe duda, que el fin del egoísmo, de la codicia y de la explotación, que le son inherentes al principio de equivalencia, conducirá a cambios tan profundos en la manera de pensar y actuar, que después de su implantación general, será posible hablar, en términos generales, de un nuevo ser humano. Porque el sujeto rescatado de la denigración de las instituciones burguesas, encontrará en la democracia real un entorno para desarrollar en plenitud sus capacidades racionales (ciencia), morales (ética) y estéticas (arte). (Dieterich, 2002, 49)
Construir una sociedad de igualdad sustantiva, justicia, liberación y bienestar es una ardua y prolongada tarea histórica, que requiere eliminar progresivamente los principios de la competencia, el individualismo, la explotación y el beneficio. No es una meta a realizar en poco tiempo. Especialmente en las regiones periféricas como América Latina, este proceso presupone la maduración de ciertas premisas económicas y culturales que permitan mejorar cualitativamente las condiciones de vida de las mayorías populares. Estos logros se desarrollarían junto a la expansión de la propiedad social y pública, así como la consolidación de la autoadministración popular. Esta evolución exige el concurso de varias generaciones, para sustituir la preeminencia de un régimen histórico sujeto a las reglas del beneficio por otro regulado por la satisfacción de las necesidades sociales. Desde el momento que un modelo económico y político -guiado por la voluntad mayoritaria de la población- asuma estas características, empezaría a regir una forma embrionaria de socialismo. La segunda referencia que trabajaremos para una caracterización alternativa del socialismo del siglo XXI será la elaborada por Tomas Moulian.
En primer lugar: El Socialismo del siglo XXI debe abandonar el error del siglo XX, la Estadolatria o el culto al Estado. (Moulian; 2000, 111). Para Moulian, el Estado es siempre equívoco, instala un simulacro de universalidad, con lo cual dota de legitimidad a los intereses particulares que representa: "una política socialista debe recuperar de forma nueva el ideal originario de la desestatización". El "nuevo socialismo" busca, como realización de su proyecto, desarrollar la democratización, busca la máxima socialización del poder, para transformar desde las entrañas a la sociedad capitalista, edificando a través de las luchas sociales graduales y de largo plazo, instituciones socialistas, que se apoyen en una voluntad colectiva-popular:
La lucha por el socialismo requiere el debilitamiento del Estado de la tradición occidental como lugar de localización del poder político. Por ello el socialismo es democracia global, forma deliberativa de vida social y superación de la democracia como régimen representativo. (Moulian; 2000, 117)
El Socialismo debe ser pensado, en primer lugar, como socialización del poder político, lo que significa que debería ser creación de una democracia participativa que sustituya a la democracia puramente representativa. En segundo lugar, debe ser pensado como la instauración de una economía regida por la lógica de las necesidades y de producción de "sujetos económicos". En tercer lugar, debe ser pensado como la creación de una cultura asociativa, en la que se realice, en la mayor medida posible, el ideal de las relaciones fraternas. (Moulian, 2000, 118)
En el texto, Moulian comparte con Dieterich la centralidad de la democracia participativa, lo que Buzgalin ha denominado la democracia de base y Lebowitz la democracia protagónica. Se trata de indicios que permiten visualizar horizontes de lucha:
Una democracia participativa materializada en una sociedad concreta supondría, por lo menos, estas seis formas de arreglo institucional: a) fragmentación y esparcimiento del poder político para crear espacios de participación activa; b) iniciativa popular en materia legislativa; c) democracia interna en los partidos y la politización de los debates; d) espacio público abierto y plural, compatible con una sociedad deliberativa; e) funcionamiento de asociaciones autónomas de resguardo de los derechos humanos de tipo político; f) reforzamiento de la libertad personal de decisión sobre materias morales (Moulian, 2000, 123).
Así mismo, la nueva economía se definiría por tres atributos fundamentales: a) orientada hacia la satisfacción de necesidades, b) combinación de propiedad privada con propiedad social y c) orientación hacia el desarrollo de "sujetos económicos". Con relación a la economía mixta de carácter socialista, esta no debe confundirse con la combinación entre capitalismo de estado y capitalismo privado. En cambio, la economía mixta compleja de carácter socialista es una combinación de un conjunto pequeño aunque fuerte de empresas estatales, con empresas privadas y empresas asociativas de nuevo tiempo, divididas a su vez en empresas accionarias de nuevo tipo, empresas cooperativas y empresas autogestionarias de trabajadores (Moulian, 2000, 149)
Siendo el objetivo central del "nuevo socialismo" la democratización global de la sociedad, en el terreno político ese objetivo debe realizarse en la democracia participativa y en el terreno económico en la más amplia participación de productores y consumidores en la gestión de la economía en los ámbitos local, medio y nacional. Los sujetos se convierten en "sujetos económicos" por la participación en la cogestión de las empresas privadas, y en la gestión de las asociativas, por la participación en los procesos de planificación, por la participación en la elaboración de los presupuestos. El núcleo distintivo de la nueva economía es la participación de los productores y consumidores en los procesos de decisión. A través de esta participación la economía se politiza. Se convierte en un enfrentamiento de diferentes intereses y deja de ser una cuestión tecnocrática. La participación no es un mecanismo de integración sino un mecanismo de dilucidación de los conflictos entre los intereses organizados. Esta dilucidación de los conflictos implica la deliberación respecto a finalidades que forman parte de un proceso de arbitraje democrático. Se trata de reconocer el conflicto de intereses en el nuevo socialismo en una economía politizada, una deliberación constante y una nueva racionalidad pública que implica la activación de la ciudadanía en los debates. Esto implica la revitalización de una cultura asociativa y comunitaria en la cual los valores de la solidaridad y de lo público hacen posible el construir mundos conjuntamente en las prácticas sociales del poder popular.
El nuevo socialismo es una revolución democrática permanente. Es un conjunto de batallas móviles que buscan asediar al capitalismo y a sus sombras. Las luchas deben ser pensadas como una largo proceso que en el terreno de la producción de la riqueza hace visible la necesidad de una nueva gestión democrática de la economía. En fin:
Son socialistas todas aquellas luchas contra el capitalismo que refuerzan la democracia, o sea todas aquellas luchas que buscan la emergencia de sujetos participantes en la gestión de la sociedad. Ciudadanos (colectivos o individuales) que no se interesan por ser clientes del Estado sino por construir un poder que actúe como potencia ( ) las luchas por una democracia radical y global. (Moulian; 2000, 174).
Edgardo Lander ha escrito acertadamente que si se plantea la idea del socialismo del siglo XXI como una experiencia histórica nueva, radicalmente democrática, se requiere una crítica profunda de la experiencia histórica del modelo de partido-Estado soviético. Además, ha agregado que sin un cuestionamiento radical de la filosofía de la historia euro-céntrica que predominó en el socialismo-marxismo de los siglos XIX y XX, no es posible incorporar una de las conquistas más formidables de las luchas de los pueblos de todo el planeta en las últimas décadas, la reivindicación de la inmensa pluralidad de la experiencia histórico cultural humana y el derecho de los pueblos a la preservación de sus identidades, sus modos de pensar, de conocer, de sentir, de vivir. Adicionalmente, sin una crítica a la racionalidad burocrático-instrumental que funda el modelo científico-tecnológico de la sociedad industrial occidental, aún los proyectos de cambio que se presenten como más radicalmente anti-capitalistas, reforzarán los patrones autoritarios y destructivos de esta sociedad. Lander ha afirmado:
En Venezuela, hasta el momento, el debate público en torno al Socialismo del Siglo XXI no ha siquiera comenzado a abordar estos asuntos. De no abrirse y profundizarse este debate, se corre el riesgo de que la idea del socialismo del siglo XXI se convierta en una consigna hueca, o que se confunda la capacidad de enunciar un nombre, "El Socialismo del siglo XXI", con el saber en realidad de qué es lo que se habla. Es este caso, el enunciado lejos de contribuir a aclarar ideas, sólo puede contribuir a ocultar la ausencia de reflexión colectiva y construir una falsa noción de consenso, el consenso del no debate, sobre un asunto tan crítico para el futuro del país(Lander)
Esperamos, que con esta cartografía del debate, se profundice el análisis de un tópico que es crítico no solo para Venezuela, sino para calibrar si el nuevo socialismo es deseable, posible y viable para los pueblos del mundo.
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Nota
1. Desgraciadamente, ocurre con harta frecuencia que se cree haber entendido totalmente y que se puede manejar sin más una nueva teoría por el mero hecho de haberse asimilado, y no siempre exactamente, sus tesis fundamentales. De este reproche no se hallan exentos muchos de los nuevos marxistas y así se explican muchas de las cosas peregrinas que han aportado (Engels; Carta de Engels a J. Bloch, Londres. 21-22 de septiembre de 1890)
2. En: Rubio Llorente (1964).
3. Disponible en www.rebelion.org/libros/elfuturodelsocialismo.pdf
4. P. Profesor Dieterich, ¿Usted inventó el concepto Socialismo del Siglo XXI? . Sí. Lo elaboré a partir de 1996. Fue publicado junto con la teoría correspondiente en forma de libro, a partir del 2000 en México, Ecuador, Argentina, Centroamérica, Brasil, Venezuela y, fuera de América Latina, en España, Alemania, la República Popular de China, Rusia y Turquía. Desde el 2001 ha sido asimilado en todo el mundo. Presidentes como Hugo Chávez y Rafael Correa lo utilizan constantemente, al igual que movimientos obreros, campesinos, intelectuales y partidos políticos. Junto con la teoría del socialismo del siglo XXI avancé la teoría de la transición latinoamericana que se plasmó en conceptos claves como el Bloque Regional de Poder (BRP), también ya de uso generalizado en América Latina. (http://www.kaosenlared.net/noticia.php?id_noticia=28818)
5. Meszaros, István (2001): Más allá del capital. Hacia una teoría de la transición, Caracas, Vadell Hermanos Editores.
6. El texto de Meszaros tiene 1140 páginas, lo que implica un esfuerzo sostenido y disciplinado de contraste de fuentes y de argumentos, que es susceptible de abandonos prematuros por parte de críticos superficiales del socialismo, y para aquellos que buscan dictar líneas políticas prácticas y comprensibles para dirigir a las masas por medio de consignas.
7. La evidencia documental manifiesta la compleja coexistencia de una heterogeneidad de referencias teóricas e históricas en los planteamientos de Chávez, lo que ha reforzado la idea de una revolución difusa y confusa, o sin fundamentos ideológicos, que recibe adjetivaciones como fascista, totalitaria, populista, castro-comunista, socialista-popular, democrática-radical, desde diversas perspectivas analíticas y críticas.
8. Negri, Antonio (1994): El poder constituyente. Ensayo sobre las alternativas de la modernidad. Libertarias/Produfi.
9. Laclau, Ernesto y Mouffe, Chantal (1987): Hegemonía y estrategia socialista. Hacia una radicalización de la democracia. Siglo XXI.
10. Miliband, Ralph (1997): Socialismo para una época de escépticos. Siglo XXI.
11. Ver Michel Lebowitz (2006), Camejo (2002) y Dick Parker (2003)
12. Agenda Alternativa Bolivariana. Una propuesta patriótica para salir del laberinto (1996). Una Revolución Democrática. La propuesta de Hugo Chávez para transformar a Venezuela (1998).
13. Una de las controversias que posiblemente se desatará en la reforma constitucional remite a la interpretación del Estado democrático y social de derecho y de justicia, como un principio constitucional adecuado para desarrollar cambios de orientación socialista revolucionaria. Ver implicaciones de interpretación de la Sala Constitucional, N 85 de febrero de 2002 a cargo del magistrado ponente Jesús Cabrera, sobre la interpretación del Estado Democrático y Social de Derecho y de Justicia.
14. En estas genealogías históricas, sin embargo, es evidente la búsqueda de nuevos referentes teóricos para los deseos y la acción colectiva de una izquierda histórica, que rebasen el modo de producción y reproducción capitalista, reconociendo abiertamente los errores, debilidades y ausencias de las experiencias de transición al socialismo en los países del anterior campo soviético.
15. Entre las lecturas abiertas del marxismo podemos mencionar los trabajos de Emir Sader, Brasileño y Atilio Borón, Argentino.
16. En el texto titulado La nueva izquierda en América Latina. Sus orígenes y trayectoria futura (2004) de Rodríguez Garavito/Barret/Chávez aparecen referencias fundamentales de esta discusión.
17. El lenguaje ha dejado de considerarse un medio transparente de la transmisión de informaciones y datos objetivos, para convertirse en una malla de opacidades y densidades que hacen de las dimensiones culturales, incluidas la ciencia y la técnica, un campo de tensiones, apropiaciones, subversiones y conflictos de interpretación. Más que la verdad, aparecen los juegos de verdad, así como las diferentes lógicas de justificación de los saberes. Como afirma el semiótico italiano Paolo Fabri, la generalizada táctica de los signos, permite profundizar en la inscripción textual de las ideologías, la orientación social de la comunicación, los sistemas semióticos y su función en la constitución de los sujetos, sobre todo, los sujetos de la política y del conocimiento.
18. En su texto, Galeano plantea las siguientes inquietudes: Pero, si los imperios y sus colonias yacen en las vitrinas del museo de antigüedades, ¿por qué los países dominantes siguen armados hasta los dientes? ¿Por el peligro soviético? Esa coartada ya no se la creen ni los soviéticos. Si la cortina de hierro se ha derretido y los malos de ayer son los buenos de hoy, ¿por qué los poderosos siguen fabricando y vendiendo armas y miedo?. El presupuesto de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos es mayor que la suma de todos los presupuestos de educación infantil en el llamado Tercer Mundo. ¿Despilfarro de recursos?¿O recursos para defender el despilfarro? La organización desigual del mundo, que simula ser eterna, ¿podría sostenerse un sólo día más si se desarmaran los países y las clases sociales que se han comprado el planeta? Este sistema enfermo de consumismo y arrogancia, vorazmente lanzado al arrasamiento de tierras, mares, aires y cielos, monta guardia al pie del alto muro del poder. Duerme con un solo ojo, y no le faltan motivos. El fin de la historia es su mensaje de muerte. El sistema que sacraliza el caníbal orden internacional, nos dice: "Yo soy todo. Después de mí, nada. (Galeano, 1992).
19. http://www.project-syndicate.org/commentary/castaneda3/Spanish.
20. De acuerdo con Marcela Sánchez, del Washington Post: En Suramérica, las nobles metas de Estados Unidos de esparcir libertad y democracia dependerán de su habilidad para diferencias entre dos izquierdas. El éxito de una asegura el fracaso de la otra. En otras palabras, el camino más seguro para socavar lo que Chávez representa, es la cooperación con la izquierda moderna que se esfuerza por respetar las reglas democráticas y del capitalismo al tiempo que intenta satisfacer las mayores expectativas de quienes pusieron a esos líderes de izquierda en el poder ( http://www.washingtonpost.com/wp-dyn/articles/A7255-2005Apr21.html).
21. (Petkoff; Nueva Sociedad; 197, 114).
22. http://www.analitica.com/va/internacionales/opinion/9669357.asp.
23. Constatar el viraje de los resultados electorales hacia la izquierda del espectro ideológico-político latinoamericano no conduce necesariamente a una experiencia colectiva de recreación de un nuevo socialismo, una nueva democracia o nuevos faros de pensamiento crítico. Como muy bien lo señala Petkoff: el concepto de izquierda puede ser mistificado. Encubre mucho más de lo que revela y aplicado indiscriminadamente puede conducir a gruesos errores de apreciación(Petkoff; DI, p.28). Precisamente, uno de estos errores y mistificaciones es confundir las estrategias y tácticas del ala progresista del liberalismo político socialdemócrata (el centro pragmático, viable y realista) con las posibilidades plurales de recrear nuevas figuras de socialismo, democracia y pensamiento antisistémico. Ese centro anclado en la táctica y en el arte de lo posible ha obturado cualquier posibilidad de reconstruir la praxis radical en el movimiento socialista.
24. La polémica de Trotsky y Luxemburgo frente a Lenin puede estudiarse en: Waters Marie-Alice: Rosa Luxemburgo. Obras escogidas. Introducción. En: http://www.marxismo.org/files/00Introduccion_0.pdf
25. En: Silva, Ludovico (1980): Teoría de la ideología. Textos para su estudio, Caracas, Editorial Ateneo de Caracas, pp-158.
26. Carta de Engels a J. Bloch en 1890. En: Silva, Ludovico (1980): Teoría de la ideología. Textos para su estudio, Caracas, Editorial Ateneo de Caracas, Pp. 165-166.
27. En: Bottomore Tom y M. Rubel (1967): Karl Marx. Sociología y filosofía social, Barcelona, Editorial Península, pp.-83