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Revista Venezolana de Economía y Ciencias Sociales

versión impresa ISSN 20030507

Revista Venezolana de Economía y Ciencias Sociales v.13 n.2 Caracas ago. 2007

 

Imaginarios insurgentes en América Latina. ¿Es el socialismo en el siglo XXI un horizonte emancipatorio?

Contreras, Miguel Ángel 

Sociólogo, especialista y magíster en Planificación del desarrollo del Cendes de la Universidad Central de Venezuela. Profesor de Teoría Social de la Escuela de Sociología de la UCV, ha sido Coordinador Académico y Director encargado de la misma escuela. Nivel II del PPI. Actualmente investiga temas sobre desarrollo, ciudadanía y democracia, siendo sus publicaciones más recientes: Impensando la ciudadanía moderna: alteridad y racismo en el sistema mundial (2003), Ciudadanía, Estado y democracia en la era neoliberal: dilemas y desafíos para la sociedad venezolana, 2004 (Convenio UCV-Fundación Rockefeller), Del 11 al 13 de abril. Del efecto de una condena a la revuelta política: Imaginarios en desacuerdo en una época de transición política-cultural (2005), Cultura política y política cultural en Venezuela: Un debate sobre las reconfiguraciones de la ciudadanía y la democracia en un espacio tiempo transformativo (2006), Anotaciones sobre la propiedad, la libertad y la democracia (2006) (Club de Roma). Fue coordinador y presentador del libro colectivo: Desarrollo, eurocentrismo y economía popular. Más allá del paradigma neoliberal (2006). En los actuales momentos prepara un texto sobre los Estados Unidos en el contexto geopolítico actual.miguel-a-contreras@cantv.net

Resumen

En las últimas décadas se ha consolidado la emergencia dispersa y fragmentaria de una primavera política que ha deslizado el ámbito y contenido de las luchas sociales, políticas y populares en América Latina. Esta insurgente acción colectiva y protesta popular ha logrado desestabilizar significaciones sedimentadas por décadas de políticas neoliberales y siglos de prácticas coloniales. El presente trabajo expondrá los supuestos y objetivos implícitos de la ofensiva cultural de la globalización neoliberal y los principios rectores del paradigma (visión del mercado, la libertad y el individuo), así como los síntomas del declive de su hegemonía. Luego, discutimos el socialismo del siglo XXI como articulador de imaginarios y espacio de reflexión y acción de buena parte de los movimientos sociales y populares regionales. Concluimos que es necesario acometer con espíritu crítico, reflexivo y abierto el debate y la pluralidad de fuentes y fuerzas que posibilitarían construirlo, para impulsar y dotar de sentidos democráticos, radicales y socialistas la construcción de otro mundo es posible.

Palabras clave: socialismo, neoliberalismo, democracia, movimientos sociales, pluralismo.

Insurgent Imaginaries in Latin America. Is Socialism an Emancipatory Horizon en the Twenty First Century?

Abstract

During recent decades, the ambit and contents of social, political and popular struggles in Latin America have been shifting their ground. On the basis of collective action and popular protest, there has been a clear undermining of the apparently well-consolidated, neoliberal imaginary and a questioning of persisting colonial influences. This article examines the central characteristics of the neoliberal imaginary and indicates the symptoms of its decline. The article then discusses twenty first century socialism as articulating the imaginary and action of the greater part of the regional social and popular movements. It concludes insisting on the need for a critical and reflexive spirit, open to debate and fed by a plurality of sources capable of building that other possible world imbued with democratic, radical and socialist values.

Key Words: Socialism, Neoliberalism, Democracy, Social Movements, Pluralism.

I-. Introducción

En las últimas décadas se viene consolidando la emergencia dispersa y fragmentaria de una primavera política que ha deslizado el ámbito y contenido de las luchas sociales, políticas y populares en América Latina. Primavera política que opera sobre la superficie de inscripción del Consenso de Washington, y está fracturando los acuerdos políticos y económicos que soportaban la institucionalidad multilateral y nacional de las políticas de ajuste estructural. Estos insurgentes ciclos de acción colectiva y protestas populares han logrado desestabilizar un conjunto de significaciones sedimentadas en el sentido común, por décadas de políticas neoliberales y siglos de prácticas coloniales. La ruptura con el orden legal y sensible de la política ha deslizado los loci de enunciación de lo político en la región, resquebrajando la distribución simbólica de los cuerpos de la modernidad colonial.

Entendiendo aquí lo político, como la dimensión de antagonismo y conflicto que existe en las relaciones sociales. Lo político es el ámbito de ruptura con las configuraciones legales y sensibles donde se definen las partes y sus partes o su ausencia por un supuesto que por definición no tiene lugar en ella: la de una parte de los que no tienen parte. Esta ruptura se manifiesta por una serie de actos que vuelven a representar el espacio donde se definían las partes, sus partes y las ausencias de las partes. Mientras que la política apunta al establecimiento de un orden legal y sensible en donde se definen las divisiones entre los modos del hacer, los modos del ser y los modos del decir, que hacen que tal actividad sea visible y que tal otra no lo sea, que tal palabra sea entendida como perteneciente al discurso y tal otra al ruido. La lógica de lo político actúa sobre la lógica de la política; desplazando, conflictuando y tensionando las formas de representación de la política (Mouffe 1999:13-14;Rancière,1996:44-45; Contreras,2004:112-113).

Lo político en los movimientos sociales y populares no emerge como una propuesta de organización, sino como la apertura de un litigio sobre las formas de ordenación simbólica de la política. Son dos lógicas inconmensurables que se enfrentan como consecuencia de la irrupción litigante que deshace las particiones sensibles. Esto quiere decir, las particiones de lo sensible y los regímenes de visibilidad del logos colonial-moderno. En cualquier caso, la conflictividad entre estas lógicas supone que no hay objeto común, sino interrupciones, fracturas y exclusiones. Así, las intensas movilizaciones sociales y populares y la elección de gobiernos democráticos de izquierda están configurando una profunda transformación tanto en los horizontes normativos de las sociedades latinoamericanas, como de las teorías que servían de claves interpretativas en la región. Puede decirse que el distanciamiento de las lecturas sobre las sociedades latinoamericanas ya es en sí misma un síntoma de las profundas fracturas que la atraviesan.

Los complejos procesos socio-históricos actuales se caracterizan por un sino de renovadas esperanzas respecto a las posibilidades creativas del por-venir y, sobre todo, representan una pluralización y un desborde de los ámbitos de las luchas sociales y populares en un sentido comunitario-solidario, democrático-socialista y plural-cultural. Estos imaginarios insurgentes subvierten el sentido jerárquico de los campos de producción de conocimiento euroccidental, se plantean una defensa de la naturaleza contra la destrucción modernizadora neoliberal y liberan las potencialidades de una subjetividad crítica y radicalizada. En sentido estricto, sobre un campo de fuerzas atravesado por potencias sociales, políticas y culturales que se tensan conflictivamente se están recreando imaginarios insurgentes que están contribuyendo al cuestionamiento de las jerarquías coloniales-modernas. Imaginarios insurgentes que implican procesos de resignificación cultural desestabilizadores de las formas de subjetivación política hegemónicas en América Latina. Entendiendo por subjetivación política la producción mediante una serie de actos de una instancia y una capacidad de enunciación que no eran identificables en un campo de experiencia dado, cuya identificación; por lo tanto, corre pareja con la nueva representación del campo de la experiencia (Ranciere,1996:52).

Así, en las evocadoras palabras de Enrique Dussel, el siglo XXI exige una enorme creatividad en la definición de los horizontes transformativos de las sociedades de la región. Aun el socialismo en tanto horizonte de futuro, si todavía tiene algún significado profundo y evocador, deberá desarrollarse como indica Evo Morales, también como una revolución cultural. En efecto, la construcción de una nueva teoría social y política no puede responder a los supuestos de la modernidad capitalista y colonial de los 500 años. No puede partir de los postulados liberal-burgueses, pero tampoco de los del socialismo real. Allí se encuentran los desafíos fundamentales para los procesos de resistencia, contrahegemonía y emancipación de los movimientos sociales y populares, y sobre todo, de los pueblos de la región (2006:7).

En lo que sigue se presentará la propedéutica del presente trabajo. En primer lugar, se mostrarán los supuestos y objetivos implícitos de la ofensiva cultural de la globalización neoliberal. Así, podemos comprender el programa neoliberal –en tanto construcción histórica– como una geocultura tendiente a presionar a todos los Estados a emprender un conjunto de reformas económicas y políticas para su modernización. Segundo, en concomitancia con el primero, se expondrán los principios rectores del paradigma neoliberal: su visión sobre el mercado, la libertad y el individuo desde la perspectiva de un autor como Friedrich von Hayek. Enfatizando, principalmente, su visión cientificista y objetivista del mundo en el marco de la reestructuración capitalista. Tercero, se indicarán los síntomas del declive de la hegemonía neoliberal. Pero, sobre todo, sus efectuaciones dramáticas en los territorios, las regiones y el trabajo en tanto principio alocativo. En cuarto lugar, se retomará la idea de primavera política para analizar sobre la superficie de proyección del neoliberalismo el accionar de los movimientos sociales y populares en la región. Vinculando este accionar con la búsqueda de nuevos horizontes: tanto en el plano de los sentidos de futuro como en el plano de la teoría. Por último, tratamos de contextualizar el debate sobre el socialismo del siglo XXI en la fractura del orden global neoliberal en Venezuela.

II-. La superficie de inscripción neoliberal

Para comprender la irrupción de los conflictos en América Latina hay que situarse en la superficie de proyección de la hegemonía neoliberal en tanto forma discursiva dominante en el sistema histórico capitalista. En todo caso, situarse en esta fractura tectónica de cambio y transformación supone tomar como punto de referencia las concomitantes y dramáticas efectuaciones del discurso neoliberal. El neoliberalismo puede ser descrito como la estrategia hegemónica para la globalización económica en tanto que las principales instituciones gestoras de la economía internacional lo apoyan y promueven (OCDE, FMI y Banco Mundial); ocupa un lugar fundamental político, económico y cultural en Estados Unidos (todavía líder indiscutible) y en otros países anglosajones (principalmente Gran Bretaña, Nueva Zelanda y Canadá); las políticas neoliberales de ajuste se han consolidado como recetario en casi todos los países con economías de capitalismo avanzado; y se ha configurado como solución pragmática en el proceso de reestructuración de las economías post-socialistas en sus búsquedas de incorporación a la economía mundial (Jessop, 2004:216).

En todo caso, el neoliberalismo transformado en programa político y en utopía teleo-escatológica se ha convertido en el pensamiento dominante de los procesos de mundialización económica. Tanto por la difusión de éste como política de ajuste estructural, como por la tremenda embestida que desde diversos ámbitos de mediación orientaron la ofensiva neoliberal. Su lema, como lo diría Franz Hinkelammert, es destruir la utopía para que no exista ninguna otra. En tal sentido, su concepción individualista posesiva se convirtió en un sentido común epocal de amplias repercusiones culturales y políticas en la vida de las sociedades del sistema histórico capitalista. C. B. Mapherson llama individualismo posesivo al supuesto unificador que permite comprender la persistencia y el profundo arraigo en el pensamiento social, político y económico contemporáneo de este supuesto.

El individualismo posesivo contiene como dificultad fundamental su cualidad poseedora. Y su cualidad poseedora se halla en su concepción del individuo, que es esencialmente el propietario de su persona y sus capacidades, sin que deba nada por ellas a la sociedad (Macpherson,1970:16). Así, la gramática liberal-posesiva se encuentra indisolublemente vinculada a esta unidad subyacente. Esta doctrina liberal-posesiva es simultáneamente una concepción del mercado, la política, la ética y el derecho. Y es en palabras de sus principales portavoces una comprensión global del individuo y la libertad.

III-. La utopía teleo-escatológica neoliberal

La globalización neoliberal se basa en la libertad de los flujos de mercancías y capitales, y en la ausencia de intervenciones estatales a estos flujos. Esto implica la reconfiguración del papel del Estado en la economía global. Facilitando los flujos de mercancías y capitales, y fomentando por medio de subvenciones la competencia neoliberal. Con ello, la globalización neoliberal ha contribuido a la formación de regímenes legales transnacionales que se centran en los conceptos económicos occidentales de contrato y propiedad intelectual. Instituciones multilaterales como el FMI, el Banco Mundial y la OMC han contribuido significativamente con sus recomendaciones de políticas económicas a consolidar este régimen legal transnacional en la última década. Los mercados globales de finanzas y de servicios avanzados operan a través del régimen legal transnacional que no está centrado en el Estado sino en el mercado ().

El mercado –en la perspectiva de un autor como Hayek– es analizado sobre la base de leyes universales y objetivas, en las cuales están ausentes las acciones y estrategias humanas, y sobre todo, las relaciones de poder capitalistas. Todo tipo de intervención en la economía representa una distorsión del mercado y sus agentes ordenadores. Por tanto, toda intervención es una amenaza al mercado. Y dado que, no es posible ordenar a la sociedad como un todo, lo que se puede crear con los intentos ordenadores es caos y destrucción. Así lo dice Karl Popper, "la hibris que nos mueve intentar realizar el cielo en la tierra, nos seduce a transformar la tierra en un infierno, como solamente lo pueden realizar unos hombres con otros" (citado por Hinkelammert,2001:36).

El mercado es el único orden capaz de integrar eficazmente, en un orden único un elevado número de actividades basadas en la disponibilidad de una serie de personales conocimientos dispersos. Cuando intentamos controlar este proceso no hacemos sino poner barreras a su desarrollo y, más temprano o más tarde, provocar una parálisis del pensamiento y una decadencia de la razón. La sociedad serían órdenes autopoieticos formados de normas consuetudinarias productos de la selección evolutiva. Estos órdenes no son productos del diseño humano sino de la espontánea acción colectiva. Los cambios sociales son aproximaciones a la verdadera naturaleza o interferencia y desviaciones; siempre se refieren a un mismo y exclusivo principio de ordenamiento. Es decir, podríamos perfeccionar los mecanismos de mercado o distorsionarlos, pero no podríamos modificar las leyes del mercado. Conociendo estas regularidades, la realidad social sería calculable, o sea controlable.

El orden natural no sería una fuerza ciega que se impone a espalda de los hombres, sino el único orden posible. Para que un conocimiento de este tipo pueda guiar las relaciones sociales debe suponer una realidad objetiva, es decir, unívoca. La convivencia humana estaría regida por leyes propias, independientes de la voluntad humana. Los neoliberales parten de la noción de un orden natural espontáneo. Suponiendo así un orden autorregulado en donde su funcionamiento no depende de decisiones soberanas, controles administrativas o deliberaciones colectivas. La naturalización de la sociedad remite a una concepción de la realidad. Se toma la realidad como una materialidad preexistente a su formación social e histórica, es decir, se identifica real y natural, de modo que la realidad social estaría estructurada por leyes de causalidad, inteligibles de manera análoga a las ciencias naturales. En tal sentido, lo que se presenta como orden natural del mercado es sustraído de su decurso histórico para naturalizar y deificar la sociedad liberal-capitalista.

Todo el orden del mercado es presentado para encubrir el carácter genético e histórico del orden liberal-capitalista y sus concomitantes efectuaciones teórico-prácticas. No hay que olvidar que para autores como Hayek la mayor parte de las normas que regulan nuestros actos, así como las instituciones nacidas de dicha regulación, representan necesarias adaptaciones de la sociedad ante la onmicomprensiva imposibilidad de captar la infinidad de circunstancias que afectan el orden social espontáneo (cosmos). "El hombre se adapta a la realidad que le rodea sometiéndose a normas que no sólo no ha elaborado, sino que, incluso, en muchas ocasiones, ni siquiera específicamente conoce, aunque no por ello deje de ser capaz de conformar en ellas su actividad" (Hayek,1985:36). Todo evento individual es subsumido a las rígidas representaciones naturales del orden del mercado.

La estructura garantizada por el orden natural impide al individuo o al Estado alterar con sus iniciativas el curso del mundo. Quien intentase modificar las relaciones sociales entre los individuos, para darles una felicidad mayor, podría alterar el designio de una armonía superior, ya trazada, y así transformarse, de hecho, en un monstruo moral. Para él, la propiedad privada es inmanente al individuo y por consiguiente, al orden natural del mercado y cualquier alteración de este orden implicaría destruir las bases fundacionales de la civilización occidental. En el fondo de la idea de un mercado neutralizado de influencias exteriores late el convencimiento de que el reparto de las gratificaciones debe ser isomorfo respecto del modelo de los diferenciales de rendimiento de todos los individuos. La preocupación por la libertad en Hayek se reduce al reconocimiento y protección de la propiedad privada como solución para prevenir la coacción.

La libertad no es sino el disfrute sin coacciones de los bienes y cosas de los que el individuo es propietario legalmente. Si existen desigualdades de riqueza y posición social, el Estado no debe intervenir en aras de la justicia social, pues las desigualdades no representan ningún tipo de coacción que limite la libertad individual. En este caso, Hayek se refiere a la libertad como ausencia de coacción. La libertad en estos términos sería un estado en que se encuentra quien no esta bajo el control de una voluntad extraña. Esta concepción de la libertad consiste en una situación en la cual los hombres pueden ordenar sus acciones y disponer de sus posesiones.

Visto desde la óptica de Hayek, las posibilidades de elección que se le abren a una persona carece de relevancia, ya que: "por encima de todo, sin embargo, tenemos que reconocer que podemos ser libres y continuar siendo desgraciados. La libertad no significa la posesión de toda clase de bienes o la ausencia de todos los males. Es indudable que ser libre puede significar libertad para morir de hambre, libertad para incurrir en costosas equivocaciones o libertad para correr en busca de riesgos mortales" (Hayek,1991:35). Traduciendo estos principios en el orden económico, es que el individuo, moviéndose libremente y dirigido sólo por su interés personal, se basta así mismo para crear prosperidad económica. Así, concibe la realidad social como resultado de la práctica individual, intencional y libremente ejercida. Los fenómenos sociales, del tipo que sean, se explican en función de tal práctica. Son los individuos y sus propiedades los que se consideran causales. El individualismo desarrollado por Hayek se caracteriza por la reducción de los fenómenos sociales a la intencionalidad de agentes libres y egoístas.

Esta idea de naturaleza humana posesiva, portadora de rasgos fijos e invariables (competitividad, egoísmo e individualidad), determina la conducta, los intereses y los deseos del individuo en su versión neoliberal. En tanto idea rectora implicó formas de subjetivación de amplísimas repercusiones en los imaginarios de de las sociedades globalizadas, naturalizándose social y culturalmente en lo que llamaremos neoliberalización espiritual (). Así, desde la perspectiva neoliberal, el individuo estaría desconectado simbólica y cognitivamente del punto de vista del todo, y no tendría sentido ubicarse en el punto de vista del conjunto de la sociedad. Todo esto remite a disfunciones sociales mayores, modos de funcionamiento profundamente patológicos, procesos de desrealización del otro y de lo social. Hay todo un conjunto de rasgos que definen a este individuo: la adherencia a sí, formas de encerramiento, relaciones marcadas por narcisismos extremos, estrategias de evitación, inconsistencias. El individuo no experimentaría más lo social como una instancia, una esfera exterior a él, a la que debería referirse e identificarse bajo diferentes términos: el uso, la tradición. Ya no distingue claramente lo colectivo, los derechos para con los otros; pierde la noción de la distancia que media entre él, -que estaría en el centro-y lo social con respecto al que debería conformarse en ciertos puntos, oponerse o al menos demarcarse. Así este individuo está literalmente afianzado en el sentido de que dispone de suficientes soportes para creer no tener necesidad de nada fuera de sí mismo para existir. Este tipo de plenitud puede conducir al narcisismo y a la ataraxia paradojal de aquél que, desbordado de objetos, se encuentra fortificado en sí mismo e indiferente al mundo social, pero al mismo tiempo impotente frente a un mundo al cual él no tiene más nada que demandar.

Así, con el objeto de legitimar un nuevo elitismo meritocrático mediante el consumo ostentoso se configuró un equipamiento tipo de seducción basado en una cultura centrada en el dinero, el poder y la ambición. El equipamiento tipo de la neoliberalización espiritual implicaba la formación en el ámbito de consumo, de una mítica y desmovilizada forma de vida de clase media profesional e intelectual de alta remuneración, conservadora ideológica y políticamente, de renovada cultura promocionista, internacionalista e individualista; en cuanto el discurso ideológico dominante remitía a la expansión de una economía financiera globalizada y a una naturalización de las desigualdades sociales, en este último aspecto, remitía a lo que en otro lugar he llamado un racismo liberal. El diseño, la moda, la dietética, la decoración, las joyas, los perfumes contribuirían a reforzar la imagen, el conocimiento y la belleza del éxito individual de esta clase media profesional e intelectual de alta remuneración en contraste abierto con la precariedad, la ignorancia, la pobreza y la fealdad de los otros masificados y forcluidos.

En sentido estricto, los resultados que produce la utopía teleo-escatológica neoliberal no deben ser objetos de reflexión. Y, por tanto, se excluye una crítica del mercado en nombre de sus resultados. Naturalizando deliberadamente el orden capitalista existente. Desde esta perspectiva, las políticas de ajuste y reformas estructurales, las privatizaciones y la apertura comercial no constituyen asuntos en torno a los cuales hay que debatir políticamente, se trataría simplemente de las exigencias objetivas que imponen las nuevas tendencias de la economía global. La remercantilización de la ciudadanía social (derechos sociales) sustituye las leyes de los Estados-nación por las leyes objetivas del mercado. Separando el mundo de vida del mundo sistémico sustituye los criterios del juicio humano por el imperativo categórico de las leyes inexorables del mercado. "Desde el punto de vista del criterio de eficiencia formal, no hay alternativa para nada que sea empujado en nombre de este criterio. De esta manera, se contraponen el criterio de la eficiencia formal por un lado, y todos, los derechos humanos por el otro (…) Si el criterio de la eficiencia formal domina sobre todos los valores, la relación con los valores se torna puramente nihilista. Valores, que valen para el caso en que coinciden con las exigencias de la eficiencia y dejan de tener valor en cuanto no coinciden, no tienen ningún valor" (Hinkelammert,2001:33).

En esto consiste el proyecto no-dicho de la Comisión Trilateral y sus primeros documentos fundacionales sobre la gobernabilidad democrática (o democracia controlada). El imperativo de la competitividad y la necesidad de reestablecer la gobernabilidad iban en el mismo sentido: era necesario que el capital se liberara de las restricciones sociales (Estado social de derecho); era preciso que el Estado se subsumiera a los imperativos de la competitividad de las transnacionales, aceptando la supremacía de las leyes del mercado. El juego sin obstáculos de esas leyes objetivas sustrae e inmuniza al capital del campo de fuerzas de lo político.

Del marxismo, considerado caduco, el neoliberalismo retoma el tema de la necesidad objetiva, identificada ahora con la eficiencia formal del mercado global. En esta medida el neoliberalismo no sólo es la ideología de la pensée unique, sino el conjunto de formas de pensamiento que reproducen la realidad de la globalización. El régimen neoliberal en tanto principios, normas y procedimientos de toma de decisiones alrededor del cual convergen las expectativas de los agentes económicos, políticos y militares ha modelado los mecanismos y las interacciones en el sistema histórico capitalista en los últimos treinta años. Esta utopía teleo-escatológica que se propone como descripción científica de lo real en tanto y en cuanto abstracción formal, consiste en poner entre paréntesis las condiciones y estructuras económicas y sociales que son la condición esencial de su ejercicio. "La lógica del campo y la fuerza propia del capital concentrado imponen relaciones de fuerza favorables a los intereses de los dominantes. Éstos disponen de los medios para transformar esas relaciones de fuerza en reglas de juego de apariencia universal a través de las intervenciones engañosamente neutras de las grandes instituciones internacionales (MI, OMC) que dominan, o amparados por unas representaciones de la economía y la política que están en disposición de inspirar y de imponer y cuya formulación más cabal se manifiesta en el proyecto del AMI (Acuerdo Multilateral de Inversión): esa especie de utopía de un mundo liberado de todas las presiones estatales y sólo a merced de la arbitrariedad de los inversores permite hacerse una idea del mundo realmente mundializado que la internacional conservadora de los dirigentes y de los ejecutivos de las multinacionales industriales y financieras de todas las naciones pretende basándose en el poder político, diplomático y militar de un Estado imperial reducido a unciones de mantenimiento de orden interno y externo" (Bourdieu, 2003:282).

IV-. Crisis de la hegemonía neoliberal

El horizonte fáctico de la hegemonía neoliberal se caracteriza por la exacerbación de contradicciones sistémicas irresolutas. En los años ochenta se profundizó la transformación del modelo productivo y de regulación dominante en el capitalismo de la Segunda Posguerra, y vinculada con las texturas transformativas, se cambió sustancialmente el sistema de convenciones que enmarcaban cognitiva e ideológicamente al modelo fordista-keynesiano. Asistimos a un deslizamiento profundo de una sociedad basada en la seguridad y las garantías laborales a una sociedad de la precarización, el riesgo y la incertidumbre, basada fundamentalmente, en la plena disponibilidad mercantil y en la compensación de los derechos de propiedad con los derechos sociales; en sentido estricto presenciamos la subordinación de cualquier derecho de ciudadanía a los derechos de propiedad. En suma, se ha flexibilizado la producción, buscando adaptarla a unos mercados fundamentalmente estocásticos, caóticos y turbulentos, sometidos a los imperativos de la competencia, la innovación tecnológica y la globalización financiera. Los nuevos paisajes de la producción flexible se caracterizan por la desindustrialización, la reprimarización, la hipertecnologización y la deslocalización productiva con sus consecuentes efectuaciones en el ámbito del trabajo: precarización, flexibilización, desafiliación y pauperización laboral.

En palabras de Saskia Sassen, "la transformación en la composición de la economía mundial, en especial el aumento de las finanzas y de los servicios avanzados como industrias líderes, está contribuyendo a un nuevo orden económico internacional, un orden dominado por los centros financieros, los mercados globales y las empresas transnacionales" (2003:27). El capital sigue siendo dependiente de los espacios definidos por la existencia de un marco institucional en el que la tecnología, los medios de producción, las formas de organización industrial y la mano de obra se combinan para generar y extraer plusvalía. El aparente proceso de desterritorialización asociado con la globalización neoliberal y el crecimiento masivo del capital financiero desde principios de los ochenta, representan sólo una dimensión de un complejo proceso de reestructuración socio-espacial a escala mundial, en el que la redefinición territorial tanto de las ciudades como de los países, juega un papel constitutivo. En el caso del capital financiero internacional la red de ciudades globales, en palabras de Saskia Sassen, ofrece ese anclaje espacio-temporal para la fluidificación de los capitales. El crecimiento económico no debe difundirse entonces fuera de las murallas de la red de ciudades globales.

En todo caso, en la geografía fractal de la reestructuración productiva capitalista, hay territorios que ganan y territorios que pierden, hay territorios que están adquiriendo una ciudadanía privada a nivel mundial, y otras, grandes franjas de la humanidad, que quedan fuera de las protecciones de la ciudadanía social, pero ya sin ninguna garantía ni esperanza, ni siquiera la de la solidaridad pública e institucional de otros territorios (Alonso,1999:123). En tal sentido, la palabra a la orden del día en los procesos de reconversión capitalista era desregulación. La disminución de los salarios reales, el desmantelamiento de las protecciones sociales, la precarización del empleo, el deterioro de las condiciones de trabajo se legitiman como objetivamente inevitables. Así, se configuran espacialmente zonas sociales autocentradas y soberanas y zonas de vulnerabilidad y riesgo.

Por un lado, las primeras se caracterizan por ser zonas integradas, zonas que tanto a nivel sociocultural como a nivel espacial, representarían esos espacios de alto consumo, de alta innovación, de alto dinamismo tecnológico y disponibilidad de servicios. Por el otro, zonas de mayor riesgo, mayor empleo precarizado, menores situaciones de seguridad, ninguna hegemonía a nivel económico, ninguna capacidad de decisión; son zonas caracterizada por dinámicas residuales, donde se concentran de manera significativa las actividades más degradadas y los mayores niveles de actividad precaria, de baja innovación y de pésimas condiciones de contratación y de realización del trabajo. La retroalimentación de los procesos de reestructuración capitalista en sus diversas dimensiones (económicos, sociales y espaciales) configura una economía globalizada donde se profundizan las jerarquías de la desigualdad económica y social con la consecuente polarización y fragmentación de los territorios y regiones. Legitimándose así una economía dual y correlativamente una sociedad dual polarizada entre un sector altamente competitivo y un sector social balcanizado.

La cuestión social de fondo, en palabras de Robert Castel, es la generalización de fenómenos como la flexibilización, la pauperización y la inmigración clandestina, y la perpetuación de regímenes regionales profundamente racistas o cualquier otro fenómeno que exprese marginación y segregación, que indican la consolidación de sub-clases o situaciones de nueva pobreza que se están convirtiendo en estructurales debido al modelo de posfordismo de máxima movilidad y flexibilidad en la utilización de los recursos naturales y económicos de los territorios, y en especial de las características de la fuerza de trabajo, según la región. "El ampliamiento de territorios y personas objeto de precarias condiciones de vida bajo el fascismo social sugiere la validez de cierta noción de Tercer Mundo, aunque no reducible a estrictos parámetros geográficos" (Escobar,2005:23). Los indicadores estadísticos no logran captar los fenómenos de precariedad, el sentimiento creciente de inseguridad, las formas múltiples de fragilización del vínculo social. El peligro se ubica en la pérdida de densidad simbólica de la democracia, que se produce a partir de la pulverización de la condición salarial: un número creciente de personas se ven obligados a vivir en una cultura de lo aleatorio.

Así, el trabajo en tanto principio de integración social ha sido brutalmente cuestionado en la medida que se imponen los trabajos precarizados, flexibilizados y balcanizados. La flexibilización del trabajo elimina las garantías para lograr los medios necesarios para vivir. Tener trabajo y pauperizar se hacen compatibles. Aparece un aumento del empleo, que no soluciona los problemas del desempleo. Inclusive se hace compatible la exclusión con el empleo precarizado y flexibilizado. Así están reapareciendo las mismas formas de sub-proletarización, de miseria fisiológica, de vagabundeo y de bandidaje que habían acompañado la emergencia del capitalismo fabril a fines del siglo XVIII (Gorz,2003:14;Hinkelamert,2001:19). Se han restaurado las peores formas de dominación, de servidumbre, de explotación, al obligar a todos a luchar contra todos para obtener ese trabajo que se ha abolido.

La crisis de la sociedad salarial remite a la desafiliación de la organización del trabajo en tanto principio alocativo. Ello significa que los mecanismos de inscripción y regulación colectivas, se han resquebrajado como consecuencia de la simultaneidad de la ofensiva neoliberal y la crisis del Estado social de derecho. Esto significa que los soportes de la propiedad social –en palabras de Robert Castel- no han desaparecido por la conmoción de la profunda crisis del Estado, sin embargo, sus lazos se distienden y dejan sin protección a categorías enteras de individuos, que se vuelven individuos por carencias. Esto plantea un desafío doble: por un lado, los individuos sin protecciones viven esa situación como individuos, al menos a través del sufrimiento de encontrarse en ese estado. Pero, por el otro, son menos individuos en cuanto a las posibilidades que tienen de desarrollar estrategias personales, o de disponer de márgenes de acción por sí mismos y para ellos mismos.

De modo que el núcleo central de la cuestión social consistiría en la profundización de la existencia de trabajadores sin trabajo, los cuales ocupan literalmente en las sociedades del sistema histórico capitalista un lugar de supernumerarios, de normales inútiles para el mundo utilizando la expresión de Jacques Donzelot. Supernumerarios signados por la flexibilización, la pauperización, la precariedad y la incertidumbre de su condición vulnerable respecto del futuro. Estamos, en palabras Ulrick Beck, asistiendo a la irrupción de lo precario, discontinuo, impreciso e informal de la sociedad salarial, así como la extensión del Tercer Mundo a domicilio en las sociedades industrializadas y a la profundización dramática de estas características (con inexistentes, desmantelados y precarios sistemas de seguridad social) en las sociedades latinoamericanas signadas por una heterogeneidad estructural. "El resultado es un nuevo tipo de fascismo social como un régimen social y civilizacional. Este régimen, paradójicamente, coexiste con sociedades democráticas, de ahí su novedad. Este fascismo puede operar de varios modos: en términos de exclusión espacial; territorios disputados por actores armados; el fascismo de la inseguridad; y por supuesto el mortal fascismo financiero, el cual a veces dicta la marginalización de regiones y países enteros que no cumplen con las condiciones necesitadas por el capital, según el FMI y sus fieles asesores" (Escobar,2005:29).

Este nuevo principio de socialización en la vulnerabilidad, la desafiliación y la exclusión de la economía política del riesgo supone la exacerbación de condiciones laborales donde los trabajadores dependientes con empleo a tiempo completo representan una minoría respecto a la gran masa de los económicamente activos. La mayoría vive en unas condiciones laborales precarias (Beck,2000:9). En todo caso, en el marco del declive de la hegemonía neoliberal, tenemos el desarrollo del desempleo crónico-estructural, la flexibilización y precarización laboral, la feminización de la pobreza, la migración subordinada, los desplazados de las guerras neocoloniales, el incremento de las desigualdades sociales (excluidos de las acciones de redistribución del Estado social de derecho), el aumento de la segregación y discriminación cultural (creación de murallas fronterizas y guettización de la sociedad) y la aceleración de las presiones ecológicas en el sistema histórico capitalista; todo ello, en un contexto de concentración y oligopolización de la propiedad privada.

Ciertamente, el destructivo curso de la globalización neoliberal plantea interrogantes, desafíos y dilemas acuciantes para pensar alternativas socio-históricas radicales a este estado de cosas. La escala de tiempo para tales acciones puede medirse en décadas, pero no en siglos. De modo que solamente una alternativa radical al modo establecido de controlar la reproducción metabólica social puede ofrecer salidas para la crisis estructural del capital. La premisa básica es que el capitalismo debe ser profundamente transformado, superado como modo de producción y forma de organización social para liberar los contenidos utópicos y emancipadores de la pluralidad de movimientos sociales y populares en sus luchas sociales, políticas y culturales al orden capitalista neoliberal (Moulian,2001:17). Para ello, es necesario profundizar en los espacios y oportunidades que crean los agenciamientos políticos de los movimientos sociales y populares, y recuperar el contenido indeterminado de lo político y la política.

V-. Primavera política: una guía cartográfica

En la medida en que la colonialidad es la otra cara de la modernidad en la región, la modernización del proyecto neoliberal implica la exacerbación y profundización de nuevas y renovadas formas de colonización. Las instituciones multilaterales (FMI y el Banco Mundial), la política exterior estadounidense y de la Unión Europea son puntos de referencia fundamentales para pensar la colonialidad global y sus concomitantes efectos (Mignolo,2005:23). En América Latina, los procesos de reestructuración económica emprendidos bajo la influencia del Consenso de Washington definieron las bases teórico-ideológicas del conjunto de políticas económicas instrumentadas en las décadas de los ochenta y los noventa en la región. El Consenso de Washington se construyó sobre el supuesto colonial moderno de que América Latina era un bloque homogéneo de economías y problemáticas similares que precisaban una respuesta económica y política de carácter global. Allí se establecieron los instrumentos de política destinados a resolver los problemas de inestabilidad de las economías latinoamericanas. En efecto, en el transcurso de las dos décadas pasadas las economías de la región atravesaron un proceso de cambios profundos como consecuencia de la implantación de los programas de ajuste estructural.

Antes bien, los procesos de reestructuración capitalista en la región inducidos por el modelo de financiarización de la economía –que incluye simultáneamente los procesos de des-industrialización, la reprimarización económica, la flexibilización y precarización laboral, la privatización y el posterior desmantelamiento del sector público estatal- han desplazado e intensificado los ejes de la conflictividad política y económica en la región. En cierto modo, la profundización e intensificación de la conflictividad social expresa la doble crisis de la hegemonía neoliberal: la crisis económica de carácter recesivo que se extiende a nivel regional e internacional y la crisis de legitimidad que al mismo tiempo pareció conquistar –aún de manera inestable- en la primera mitad de la década de los noventa. Las intensas efectuaciones de la conflictividad social, política y cultural se inscriben en el campo de fuerzas resultantes de las transformaciones estructurales forjadas por la implantación del neoliberalismo en nuestros países.

En la segunda mitad de la década de los noventa, América Latina aparece signada por la consolidación, emergencia y extensión de movimientos sociales y populares que tanto por sus características organizativas, como por sus formas de lucha, sus inscripciones identitarias, sus teorizaciones de la acción colectiva, sus entendimientos con relación al poder, la política y el Estado presentan particularidades que los distinguen de los precedentes en la región (Algranati,Seoane y Taddei,2004:143-144). En los bordes liminares de la crisis de la hegemonía neoliberal se localizan las efectuaciones conflictivas, disruptivas y antagónicas de los movimientos sociales y populares. Y ello, por una razón fundamental, el proceso de explotación y aumento de la productividad en América Latina –desde la perspectiva del discurso neoliberal-modernizador- es entonces al mismo tiempo un proceso cultural de explotación y destrucción acelerada y progresiva de la biodiversidad genética y la diversidad cultural. Transformada en recurso o mercancía, la naturaleza tiene y debe ser explotada.

Así, en palabras de Boaventura de Sousa Santos, "la cuestión de la biodiversidad viene a replantear en un nuevo plano la superposición matricial entre el descubrimiento del salvaje y el de la naturaleza. No es casualidad que al final del milenio buena parte de la biodiversidad del planeta se encuentre en los territorios de los pueblos indios (….) Hoy, a semejanza de lo que ocurrió en los albores del sistema capitalista mundial, las empresas transnacionales de la farmacéutica, la biotecnología y la ingeniería genética procuran transformar a los indios en recursos genéticos, en instrumentos de acceso, no ya al oro y la plata sino, a través del conocimiento tradicional, a la flora y la fauna bajo la forma de biodiversidad" (Santos,2005:149). Este paradigma colonial-moderno de construcción y producción de relaciones de subordinación e inferioridad sigue teniendo efectos devastadores en América Latina. Ciertamente, las formas específicas de explotación de los recursos naturales y culturales impuestas por Occidente han tenido y tienen un efecto destructivo y cosificador de los plexos de vida de la región.

En todo caso, las nuevas luchas políticas de los movimientos sociales y populares se inscriben en una defensa de los recursos (biodiversidad genética y cultural, el agua, el gas, el petróleo, entre otros), y en palabras de Arturo Escobar, de territorios más culturas de los pueblos en la región. Como lo diría Foucault, que la vida y lo viviente, que la especie y sus condiciones de producción se hayan convertido en los retos de las luchas políticas constituye una novedad radical en la historia de la humanidad. La bio-política entendida como relación entre gobierno-población-economía política remite a una dinámica de las fuerzas que funda una nueva relación entre ontología y política. El problema de la coordinación y del mando de las relaciones de los humanos en tanto vivientes y de los humanos con las cosas, con el objeto de extraer más fuerzas, no es un simple problema económico, sino ontológico y por consiguiente político. En fin, la producción bio-política gobierna, todo un campo material complejo en el que entran en juego los recursos naturales, los productos del trabajo, su circulación, la amplitud del comercio, pero también la disposición de las ciudades y carreteras, las condiciones de vida (hábitat, alimentación, etc.), el número de habitantes, su longevidad, su vigor y su actitud para con el trabajo.

La economía política, como sintagma de lo bio-político, comprende, así, los dispositivos de poder que permiten maximizar la multiplicidad de las relaciones entre fuerzas que son coextensivas al cuerpo social, y no sólo, como en la economía política clásica y su crítica, la relación entre capital y trabajo. En este caso particular la producción bio-política no se reduce a la producción de bienes materiales, sino también a la producción de relaciones sociales y formas de vida. Los movimientos sociales y populares que se oponen a las diversas formas de occidentalización han devenido en formas de resistencia ética y política que a su vez crean y recrean nuevas formas subjetivación política que escapan a los bio-poderes globales. Antes bien, lo que aparece como constitutivo de las nuevas formas de creatividad política de los movimientos sociales y populares es un panorama pluralizado de diferentes racionalidades: un horizonte de actividades, resistencias, voluntades y deseos que se oponen al orden hegemónico neoliberal, proponen líneas de fuga y construyen cartografías alternativas al logos colonial-moderno.

Durante los últimos años, los movimientos sociales y populares han logrado reconfigurar de manera significativa las agendas públicas de los Estados-nacionales latinoamericanos y otorgar nuevos significados al formato demo-liberal occidental, naturalizado como forma comprehensiva de las realidades de la región. La emergencia de los movimientos indígenas en México, Chile, Bolivia, Perú y Ecuador (), entre otros, las reivindicaciones y defensa de derechos sociales (salud, educación, vivienda) amenazados como consecuencia de los procesos de mercantilización y privatización neoliberal en Argentina, Brasil, México y Venezuela, por citar los más representativos, las luchas por la defensa de los derechos humanos básicos en los países del Cono Sur en el contexto de los regímenes autoritarios, y, sobre todo, el rechazo frontal al ALCA, han movilizado a grandes multitudes que exigían cambios profundos en la región.

La multiplicidad de iniciativas que incluyen la defensa de derechos sociales amenazados, el surgimiento de nuevos principios ético-políticos del movimiento popular, la visibilización de una política cultural –en el sentido de Arturo Escobar- de los movimientos indígenas (), feministas y ecologistas, la aparición de movimientos campesinos contrarios a la difusión del modelo de agricultura transgénica, son todas iniciativas y manifestaciones de expresiones colectivas contra la ofensiva del proyecto modernizador-neoliberal. Pero, además, como consecuencia del accionar de los movimientos sociales y populares se han multiplicado las diferencias y la interrelación de las culturas y los pueblos en la región creando nuevos espacios de experiencias y redefiniendo los horizontes de sentido.

La eclosión de fuerzas plurales ha tendido a cobrar una vida política no separada de las dinámicas sociales y políticas. Basados en exigencias sociales y culturales el accionar colectivo de estos movimientos han conducido a la región a un nivel de turbulencia y violencia desconocido desde hace muchos años. Los agenciamientos políticos de los movimientos sociales y populares (cambios en las agendas políticas, transformaciones en los repertorios de protestas y las nuevas modalidades de movilización) despliegan horizontes de sentido y conceptos alternativos de desarrollo, derechos de ciudadanía y democracia, los cuales desestabilizan significados culturales profundos, y ponen en marcha una reconfiguración de lo cultural. Fundamentalmente, esta reconfiguración impulsada por el accionar de los movimientos sociales y populares promueve culturas políticas alternativas centradas en la cooperación y la solidaridad y, potencialmente, coadyuva a la extensión y profundización de nuevos sentido de los derechos y la democracia en América Latina.

De cualquier manera, los procesos de resignificación cultural que impulsan los movimientos sociales y populares en América Latina son portadores de nuevos significados de lo político y la política en la región, implícita o explícitamente, construyen nuevas definiciones simbólicas del poder social y de la legitimidad política en las circunstancias contemporáneas. Los principios que han gobernado la constitución del modo de lo político y la política en las sociedades de la región fueron profundamente configurados y determinados por los procesos de colonización, y sobre todo, por la recepción colonial de las elites de la región del formato demo-liberal occidental. Así, los movimientos sociales y populares se descubren en la modalidad de la trasgresión, como seres parlantes dotados de palabras (voz) que no expresan meramente el ruido, el sufrimiento y el furor, sino también otros sentidos, culturas y saberes.

Se trata de una pluralidad cultural que no puede ser recogida en el logos colonial moderno, sino que comparece allí como ausencia, y a la vez como el espacio indispensable para toda inter-locución. El logos colonial moderno había privado de voz y condenado al pueblo al silencio o al ruido animal, sencillamente por su expulsión del universo sensible de la política. El pueblo, en tanto sujeto de la democracia, y por tanto sujeto matricial de lo político, no es el conjunto de miembros de una comunidad en un territorio dado. Es la parte suplementaria con relación a cualquiera de las partes contables de la población que hace posible identificar la cuenta de los incontados con la totalidad de la comunidad (Ranciere,1996).

La colonialidad del poder (Quijano) entendida como un modelo hegemónico global de poder instaurado desde la conquista había impuesto principios de lo político y la política de acuerdo con las necesidades del capital y para beneficio de los blancos europeos. Así, se enmarcó el tiempo y el espacio según una lógica impuesta desde fuera cuyos efectos todavía persisten en el período post-independentista. En tal sentido, las luchas por recuperar una narrativa autóctona del tiempo y del espacio han formado parte esencial del debate sobre lo político y la política en las circunstancias actuales por la diversidad de movimientos sociales y populares. Mientras la tarea del formato demo-liberal occidentalizado es reducir lo político a la política, las prácticas, pensamientos y cosmovisiones de los movimientos sociales y populares tratan de liberar el momento político de su subordinación de los marcos societarios naturalizados por el formato demo-liberal (Laclau,2005:305).

Como subjetivación política los movimientos sociales y populares producen una multiplicidad de lo político que no estaba dada en la política de los Estados-nación de la región, una multiplicidad cuya cuenta se postula como contradictoria y antagónica con la lógica de la política. En tanto subjetivación política es un proceso de des-identificación, es un arrancamiento a la naturalidad de un lugar, la apertura de un espacio de sujeto donde cualquiera puede contarse porque es el espacio de una cuenta de los incontados, de una puesta en relación de una parte y una ausencia de la parte (Ranciere,1996:53). En consecuencia, las profundas mutaciones culturales que producen las formas de subjetivación política de los movimientos sociales y populares han revelado los significados ocultos de este formato naturalizador y mitificador.

Y aquí, es importante revalorizar la categoría de naturaleza segunda de la Teoría de la novela de Lukács. Esta categoría permite reconocer que lo que se presenta como naturaleza es en realidad consecuencia de un devenir, que su estabilidad recursiva y falta de sentido son resultados de un proceso histórico. En tal caso, el logos colonial moderno en las sociedades latinoamericanas posee por su mera existencia una tendencia inherente a disimular y ocultar el proceso de su constitución colonial y, en cuanto lo último y definitivo, a querer hacer valer su vigencia como algo existente desde siempre, de modo que el mundo de las convenciones aunque surgido históricamente aparece a la conciencia ingenua como algo natural y estático.

vi-. Conocimientos, agenciamientos y giro cultural

No parece accidental teorizar las demandas múltiples de los movimientos sociales y populares como una defensa reflexiva de la reproducción de la sociedad humana, de los ecosistemas y como una larga y prolongada lucha de los pueblos forcluidos en América Latina, por la efectiva universalidad de los ideales de emancipación social. Desde esta perspectiva, los movimientos sociales y populares con emanaciones en los distintos espacios nacionales ofrecen una plétora de posibilidades a los incipientes procesos de resistencia, contra-hegemonía y emancipación en la región. La impronta de los movimientos sociales y populares ha desnaturalizado las identidades colonizadas abriendo espacios para promulgar nuevas posibilidades de existencia identitarias. Esto es particularmente relevante si consideramos que la exclusión de la alteridad (negro, indio, mestizo, obrero, mujer, homosexual, pobre, marginado) ha sido uno de los signos de la violencia simbólica y material en la construcción de los límites identitarios de la sociedad liberal occidental.

En consecuencia, no es azaroso que las nuevas aproximaciones teórico-críticas se hayan trasladado al terreno de la cultura y la subjetividad. La búsqueda de nuevas teorías y lenguajes se ha convertido en uno de los desafíos fundamentales de los últimos años. En este sentido son importantes las nociones de pensamiento de frontera, epistemología de frontera y hermenéutica pluritópica de Mignolo o diatópica en palabras de Santos (Escobar,2005:36). El giro cultural de los nuevos desarrollos teóricos (estudios culturales y subalternos, teorías poscoloniales y des-coloniales), reenfoca la atención sobre las variedades concretas de la significación cultural, en sus particularidades y compleja textura, reescribiendo y cuestionando el mito colonizador de la historia en singular colectivo, entre otros, así como el conjunto de supuestos, objetivos, teorizaciones y finalidades que orientaron el logos colonial moderno. En la medida en que este desplazamiento teórico-crítico sea entendido como un síntoma de las transformaciones globales, las interacciones entre la producción intelectual crítica y los movimientos sociales y populares alrededor de las culturas y los saberes forcluidos, se convertirán por derecho propio en un decisivo campo de fuerzas heterogéneas, antagónicas, conflictivas y abiertas como lo definía Walter Benjamín.

Esto supone la identificación de campos conflictivos entre la globalización neoliberal y la globalización contra-hegemónica. Campos sociales conflictivos que son también campos de conflictos entre conocimientos rivales y donde se da prioridad analítica a las luchas que oponen resistencia a la globalización hegemónica y proponen alternativas a ella. En cierto modo, la negociación en este complejo campo de fuerzas es más que la armoniosa fusión de horizontes gadameriana, e incluso más que la interacción dialógica habermasiana, es sobre todo, la búsqueda crítica y constructiva, compulsiva y urgente de nuevas gramáticas capaces de construir, re-pensar e im-pensar reconfiguraciones societales alternativas al discurso modernizador-neoliberal.

Definir las condiciones del nuevo proceso de creación política de los movimientos sociales y populares, confiscado por las grandes instituciones políticas y los grandes partidos políticos, me parece la tarea central de una teoría social y política crítica en la región. En sentido estricto, ello implicaría profundizar en el cuestionamiento del logos colonial-moderno que se funda en dos sistemas de pertenencia jerarquizada: el sistema de desigualdad, que niega el principio de de la igualdad, y el sistema de la exclusión, que niega el principio de reconocimiento de la diferencia (Santos,2005:13). Esta lógica de clasificación y jerarquización se constituyó en el principio fundante de la diferencia colonial, utilizando la expresión de Walter Mignolo. Entendiendo por diferencia colonial la clasificación del planeta de acuerdo con el imaginario colonial moderno, representado por la colonialidad del poder; una energía y una maquinaria que transforma las diferencias coloniales en valores (2005:73). Bajo el signo de la diferencia colonial se resumen una diversidad de historias coloniales (hispánica, británica, francesa y estadounidense) en el continente.

Por ello, se hace necesario desarrollar una perspectiva teórico-crítica que identifique, supere y rebase los dos sistemas de pertenencia jerarquizada del logos colonial moderno. En fin, teniendo como anclaje fundamental los presupuestos definidos en el macro-proyecto Reinventar la emancipación social; para nuevos manifiestos de Boaventura de Sousa Santos, se hace necesario contribuir a la renovación de la teoría social y política para reinventar formas de emancipación social y política (plurales, radicales, democráticas y socialistas). "La idea central de dicho proyecto es que la acción y el pensamiento que sustentaron y dieron credibilidad a los ideales modernos de emancipación social están siendo cuestionados profundamente por un fenómeno que, sin ser nuevo, adquirió en las dos últimas décadas una intensidad tal que ha redefinido los contextos, los objetivos, los medios y las subjetividades de las luchas sociales y políticas en prácticamente todos los países del mundo" (Santos,2004:26).

Este proyecto teórico-crítico presupone la superación de los presupuestos y conceptos euroccidentales en dos sentidos complementarios entre sí. Por un lado, el rebasamiento y superación de estos presupuestos y conceptos revelaría en toda su extensión la colonialidad del poder y del saber. La idea de la colonialidad del poder y del saber constituye la contribución más importante de los científicos sociales de la región a la teoría social y política crítica en la última década. Pero, por el otro lado, implicaría –en el sentido que hemos venido desarrollando– ampliar los principios y los criterios de inclusión social, política y cultural mediante nuevas sinergias entre el principio de la igualdad y el principio de reconocimiento de la diferencia. En la actualidad, las demandas de reconocimiento cultural (memorias, saberes, identidades y ciudadanías culturales) se entrecruzan y penetran con las exigencias de una redistribución económica (salarios, empleos justos y ciudadanía social plena).

Así, las efectuaciones prácticas de las luchas de los movimientos sociales y populares apuntan tanto a la atención de las desigualdades sociales (redistribución) como a la singularización de las diferencias culturales (reconocimiento), prefigurando con su accionar colectivo espacios para promulgar nuevas posibilidades para el ejercicio de los derechos de ciudadanía y principalmente, presuponiendo la profundización de la democracia en términos sociales, culturales y políticos. En la intensidad de las luchas sociales y populares están emergiendo imaginarios insurgentes que crean una incipiente normatividad des-colonizada, democrática, solidaria y dialógica. En suma, la producción intelectual crítica y descolonizadora se orientaría en develar la lógica oculta, como lo diría Karl Marx, del logos colonial moderno en correspondencia con la impronta de los movimientos sociales y populares.

La idea de una teoría crítica implica que las indagaciones teórico-conceptuales no se realizan de manera pasiva y neutral, registrando simplemente el acontecer inexorable de los procesos socio-históricos, sino como una evaluación práctico-normativa de intervención teórico-epistemológica y práctico-política. Así, una teoría crítica que trasciende la narrativa histórica de Europa en sí y centra su búsqueda en las culturas y saberes forcluidas por el logos colonial-moderno, pasa a ser una teoría crítica que se inscribe en el giro deconstructivo del logos colonial moderno. "Uno puede decir, con Mignolo, que este enfoque es ciertamente una teoría desde/del Tercer Mundo, pero no sólo para el Tercer Mundo (….) La teorización del Tercer Mundo es también para el Primer Mundo en el sentido de que la teoría crítica es subsumida e incorporada en una nueva locación neocultural y epistemológica" (Escobar,2005:37). En palabras de Enrique Dussel, "a estos nuevos sujetos históricos (movimientos feministas, ecologistas, naciones pobres, clases oprimidas, etnias indígenas, poblaciones urbanas marginales, inmigrantes y desplazados por guerras o situaciones económicas, los grupos antirracistas, los niños de la calle, los ancianos desechados, y tantos otros frentes de liberación) debe articularse práctica y cotidianamente una Ética crítica que pretenda fundamentar sus decisiones" (2003,135). Así, como en la célebre fórmula de Marx, el conocimiento debe estar orientado hacia el cambio y la transformación social.

VI-. A modo de balance

Antes bien, sobre la superficie de inscripción del declive neoliberal se configuró el accionar disruptivo, antagónico y conflictivo de los movimientos sociales y populares en la región. Desde el año 2002 en adelante se observa un crecimiento exponencial del número de conflictos con relación a los años precedentes en América Latina. El incremento de los conflictos aparece vinculado a la agudización de la crisis, y sobre todo, con los intentos de profundizar los planes de ajuste y las políticas privatizadoras por parte de los gobiernos de la región. Y ello, en momentos del despliegue simbólico y militar de la política antiterrorista instrumentada por el gobierno de George W Bush después de los atentados del 11 de septiembre de 2001. Estrategia política que ha implicado un aumento de la presencia militar estadounidense y el desarrollo e implantación de una política del miedo en la región. En fin, el neoliberalismo armado configura un diagrama social de criminalización y judicialización de la protesta, así como el crecimiento exponencial de la represión estatal y paraestatal. En todo caso, las respuestas sociales y populares a esta política han crecido en los últimos años.

El derrumbe del modelo neoliberal y las acciones de calle de los piqueteros en Argentina, las luchas contra las privatizaciones en Paraguay y Perú, los conflictos en El Salvador frente a la privatización del Instituto de Seguro Social, la Guerra del Agua en Cochabamba, las múltiples protestas en Honduras en rechazo del proyecto privatizador de la ley de agua, los prolongados conflictos de la salud en Chile y Nicaragua, las movilizaciones populares en abril y diciembre de 2002 en respaldo al presidente Chávez y la experiencia de las mesas técnicas de agua en Venezuela, el profundo conflicto social y cultural como consecuencia de las acciones de la asamblea de los pueblos en Oaxaca y el EZLN en Chiapas, las movilizaciones en apoyo a López Obrador en México, las luchas campesinas del Movimiento Sin Tierras por la propiedad social y contra el modelo de agricultura transgénica en Brasil, las intensas movilizaciones indígenas de los pachacutik en Bolivia y Ecuador, el frontal rechazo al ALCA en Colombia y Costa Rica, los intentos diplomáticos y sociales de consolidar el ALBA, los debates sobre la Asamblea Nacional Constituyente en Ecuador, Bolivia y Venezuela, el principio político de la pachamama de mandar obedeciendo, entre otros, son signos de la emergencia de un conjunto de transformaciones profundas en las subjetividades y pueblos de la región.

Pero, además, el giro hacia la izquierda del sentir popular en la región con los triunfos electorales de Nestor Kirchner, Lula da Silva, Evo Morales, Rafael Correa, Daniel Ortega y Hugo Chávez Frías, la polarización política en Perú y México, así como la visibilización de la problemática cubana, despiertan horizontes de futuro cargados de posibilidades contra-hegemónicas. En sentido estricto, las movilizaciones sociales y populares y la elección de gobiernos democráticos de izquierda rompen los regímenes de visibilidad del logos colonial moderno. La apertura de litigios ha implicado la búsqueda de formas democráticas, comunitarias y solidarias de ordenación simbólica de la política. El litigio mismo desencadena un proceso de subjetivación que reconfigura el campo de experimentación. Esto supone la puesta en escena de desafíos colectivos novedosos, la potenciación y construcción de objetivos comunes y la revalorización de la solidaridad como mecanismo de relacionamiento de la acción colectiva.

En los últimos años se han consolidado los espacios de interlocución de los movimientos sociales y populares. Un claro ejemplo, sería la consistencia de la experiencia del FSM de Porto Alegre y la consolidación de los foros temáticos, así como la coordinación de las acciones regionales contra el ALCA (Algranati,Seoane y Taddei,2004:165). Antes bien, el discurso pronunciado en enero de 2005, por el presidente Hugo Chávez Frías, en el Foro Social Mundial celebrado en Caracas, proponiendo la idea del socialismo del siglo XXI como horizonte de futuro, comenzó a ejercer una influencia fundamental en los imaginarios insurgentes de la región. Influencia que se vincula también con la revalorización del pensamiento y la acción de figuras como Simón Bolívar, José Martí, Juan Carlos Mariategui, Augusto Sandino, Farabundo Martí, Simón Rodríguez, el Che Guevara, y tradiciones culturales como la pachamama, entre otros. El socialismo del siglo XXI en tanto significación social y política se ha convertido en un articulador de imaginarios y en el espacio de reflexión y acción de una parte importante de los movimientos sociales y populares de la región. Hoy, forma parte, de las agendas políticas en Ecuador, Bolivia y Venezuela y contrasta con los objetivos políticos y económicos de la globalización neoliberal.

Una breve reflexión sobre el proceso de cambios y transformaciones en Venezuela. La idea del socialismo del siglo XXI se convirtió en un elemento fundamental de la propuesta electoral en la reelección del presidente Hugo Chávez Fría. Desde su triunfo en diciembre de 2006, el presidente Chávez ha impulsado un conjunto de propuestas políticas y acciones económicas que han conmocionado las estructuras políticas, económicas y comunicacionales en Venezuela, y que suponen la profundización del proceso de transformación. Por un lado, las propuestas políticas han girado principalmente alrededor de tres ejes fundamentales: a) reforma constitucional; b) solicitud de una ley habilitante; y c) construcción de un partido socialista único. Por el otro, las acciones económicas se han centrado en la recuperación y compra de la mayoría accionaria del Estado de dos empresas consideradas estratégicas: la Electricidad de Caracas (739 millones de dólares) y la CANTV (572 millones de dólares). Pero, además, en la reversión del proceso de apertura petrolera, presentadas tantos las propuestas políticas como las acciones económicas como parte de la construcción del socialismo del Siglo XXI. Pero, también, el anuncio de no renovar la concesión a RCTV (canal de televisión), con el objeto expresado del gobierno de democratizar el espectro radioeléctrico, configuran un sino fundamentalmente estocástico para debatir el horizonte del socialismo del siglo XXI.

En todo caso, y dado la brevedad del espacio, se puede visualizar en las fuerzas hegemónicas del chavismo (agrupadas alrededor del MVR) un intento de sutura del contenido fundante de la idea de socialismo del siglo XXI. Sobre todo, en la definición de los procedimientos de la conformación del partido unido, y en la ausencia de espacios colectivos para la deliberación de esta idea. Simultáneamente, puede observarse en los partidos políticos (Podemos, PPT y PCV) que acompañan y han acompañado al presidente Chávez en los últimos años, la profundización de un proceso entropico de desideologización y procedimentalización de las prácticas partidistas. Antes bien, el debate público sobre el Socialismo del Siglo XXI se ha centrado en los contenidos del discurso del presidente Chávez. Presentándose pocos espacios políticos para debatir los horizontes contenidos en la idea de socialismo del siglo XXI. En palabras de Edgardo Lander, "de no abrirse y profundizarse este debate, se corre el riesgo de que la idea del socialismo del siglo XXI se convierta en una consigna hueca, o que se confunda la capacidad de enunciar un nombre, El Socialismo del siglo XXI, con el saber en realidad de qué es lo que se habla. Es este caso, el enunciado lejos de contribuir a aclarar ideas, sólo puede contribuir a ocultar la ausencia de reflexión colectiva y construir una falsa noción de consenso, el consenso del no debate, sobre un asunto tan crítico para el futuro del país" (http://www.peripecias.com/politica/167).

La apertura democrática al debate es fundamental en tanto y en cuanto las proyecciones imaginarias, financieras, políticas y militares del neoliberalismo siguen teniendo un peso esencial en la geopolítica de la región. Sólo reforzando y retroalimentando los procesos de des-identificación del logos colonial moderno –iniciado por las intensas movilizaciones sociales y populares- podemos construir una alternativa a la destructiva globalización neoliberal. En sentido estricto, el deseo de contrarrestar el neoliberalismo reforzando los Estados frente al mercado es en cierto modo comprensible. Pero ha provocado una idealización naif del Estado como depositario de valores comunitarios y necesidades sociales. La idea de Estado activo se acomoda a lo que Ernst Bloch identificó en su momento con una de las funciones clave de la reproducción capitalista, la prematura armonización de las contradicciones sociales y culturales en el seno de las relaciones sociales existentes. Esa crítica del neoliberalismo tiene en común mucho más de lo que está dispuesta a admitir con la idea de construir un consenso post-Washington, esto es, la globalización con rostro socialdemócrata. La dualidad estática entre las categorías de Estado y Mercado, que tantos supuestos oponentes al neoliberalismo aceptan sin reservas, constituye una barrera a la comprensión de la economía política del neoliberalismo.

De allí, la necesidad de acometer con espíritu crítico, reflexivo y abierto el debate que nos convoca y la pluralidad de fuentes y fuerzas que posibilitarían construirlo. En el fortalecimiento de los procesos abiertos por el accionar de los movimientos sociales y populares y las elecciones de los gobiernos democráticos de izquierda, tenemos los espacios creativos necesarios, para impulsar y dotar de sentidos democráticos, radicales y socialistas la construcción de otro mundo es posible. Sin utopía, como lo sugieren Laclau y Mouffe, sin la posibilidad de negar un orden más allá del punto en que empezamos a amenazarlo, no existe posibilidad alguna de constituir un imaginario radical, democrático y socialista. La presencia de este imaginario como una serie de significados simbólicos que totalizan como negatividad un cierto orden social es absolutamente esencial para la constitución y fortalecimiento de todo pensamiento crítico y deconstructivo. Hemos sobrevivido demasiado tiempo en este estado de emergencia.

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Nota

1.  El abandono del nombre de América Española por el de América Latina constituyó un complejo proceso que obedeció tanto a causas externas al continente como a causas internas. América Latina fue concebida en Francia por Michel Chevalier publicista de la latinidad en los tiempos del archiduque Fernando Maximiliano de Hasburgo, como el símbolo semántico de un programa de acción para incorporar las aspiraciones de Francia hacia la población y territorios del Nuevo Mundo. El término América Latina sustituyó al de América Española en un cambio toponímico aceptado por las elites criollas para enfatizar sus nexos con Europa más allá de las fronteras de la península ibérica (Herrera Salas,1995:10). “El término latinidad engloba la ideología en la que se cifraba la identidad de las antiguas colonias españolas y portuguesas en el nuevo orden del mundo moderno/colonial, tanto para los europeos como para los americanos. Cuando surgió, la idea de latinidad cumplía una función específica dentro de los conflictos imperiales entre las potencias europeas y en el nuevo trazado de la diferencia colonial (…) Abya-Yala es una expresión en lengua kurna que significa región de vida. En la actualidad, desde Chile hasta Canadá, los pueblos indígenas la utilizan para referirse al continente de vida que coexiste con lo que los europeos denominaron América ” (Mignolo,2005:82 y 186).

2. “Por ejemplo, el préstamo bancario internacional creció de USS 1,89 trillones en el año 1980 a USS 6,24 trillones en el año 1991 – un incremento de cinco veces en sólo diez años-. Tres ciudades (Nueva York, Londres y Tokio) conformaron el 42 % de todo el préstamo internacional del año 1980 y el 41 % en el año de 1991, de acuerdo con la información del Bank of Internacional Setlements, la institución líder a cargo de inspeccionar la actividad bancaria” (Sassen,2003:23).

3. En una conversación sostenida con el antropólogo colombiano Arturo Escobar en una visita que hiciera a Caracas en junio de 2006, plantee conjuntamente con Escobar, el uso del concepto de neoliberalización espiritual. Con él, nos referimos principalmente, a la profunda influencia porosa y espiritual en el imaginario de la intelectualidad venezolana y mundial de los preceptos del neoliberalismo. Pero, también, a la innegable colonización de la realidad latinoamericana que significó la recepción intra-capilar de sus programas y horizontes sustantivos. En fin, como se constituyó en el imaginario de la región una mercantilización del espíritu.

4. Supervivientes de un orden colonial del cual no lograron emanciparse directamente, oprimidos y discriminados en las sociedades pos-independentistas, los pueblos indios, emergieron en las últimas décadas de manera sorpresiva y con una enorme fuerza, postulando su diferencia cultural y epistémica y su exigencia de un orden multinacional e intercultural.

5. . La Caravana Zapatista en pos del reconocimiento constitucional de los derechos de los pueblos indígenas de febrero y marzo de 2001 es un acontecimiento político y simbólico sorprendente. La prolongada acción de los pueblos mapuches del sur chileno (Coordinadora Arauco-Malleco) contra la apropiación de sus tierras y la sobreexplotación de los recursos naturales. Las disputas de los campesinos aymaras del chapare y la región de los Yungas en Bolivia contra la erradicación de cultivos de coca cero exigida por el gobierno norteamericano. El impulso que cobra a partir de 2002 la oposición de los pueblos originarios de Mesoamérica contra el Plan Puebla de Panamá destinado a acelerar la penetración del capital y las inversiones transnacionales en Centroamérica.