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Revista Venezolana de Economía y Ciencias Sociales

versión impresa ISSN 20030507

Revista Venezolana de Economía y Ciencias Sociales v.15 n.1 Caracas abr. 2009

 

Del árbol de las tres raíces al “socialismo bolivariano del siglo xxi” ¿una nueva narrativa ideológica de emancipación?

 Javier Biardeau R.

Sociólogo, Maestría en Planificación del Desarrollo: mención Estudios Regionales y Urbanos (Cendes). Profesor de la Escuela de Sociología de la Universidad Central de Venezuela.  Caracas-Venezuela. Sus intereses fundamentales están concentrados en los estudios histórico-comparativos de los Estilos de Desarrollo en América Latina, así como las políticas, planes y proyectos que permiten impulsarlos. jbiardeau@yahoo.com.mx

Resumen

El presente artículo realiza una aproximación al relato ideológico de la “revolución bolivariana”, en su relación con la construcción de hegemonías y contra-hegemonías en Venezuela. Dicha narrativa ideológica de emancipación articula las nociones de “raíces propias”, “voluntad general” y búsqueda del “bien común”, en la construcción del proyecto hegemónico. Aquí cabe utilizar los aportes de la teoría de los discursos  en el análisis de los “populismos revolucionarios” latinoamericanos. Se analizan las inflexiones del discurso en diversos períodos, resaltando los momentos de discontinuidad en los principios de articulación que organizan la unidad ideológica de los discursos de la revolución. Finalmente se analiza la centralidad que adquiere el “momento del líder” a partir del año 2004, redefiniendo el contenido, alcance, ritmos y prioridades de la transformación hacia el “socialismo bolivariano del siglo xxi”, mostrando sus dificultades e impases, sobre todo en lo referido a desprenderse críticamente del legado del modelos burocrático-despóticos del socialismo.

Palabras clave: chavismo, proyecto bolivariano, populismo revolucionario, ideología, discurso, socialismo del siglo xxi, Venezuela.

From “The Tree with Three Roots” to “21st-century Bolivarian socialism”. A New Ideological Narrative of Emancipation?

Abstract

This article broaches the relationship between the ‘ideological narrative’ of the Bolivarian revolution and the construction of hegemonies and counter-hegemonies in Venezuela. This ideological narrative of emancipation articulates the notions of ‘genuine roots’, `general will’ and the search for the ‘common good’, in the building of a projected hegemony. The author adopts the contribution of the theory of discourse in order to analyze ‘revolutionary populisms’ in Latin America and, in particular, in Venezuela. Moments of inflexion in Chávez’s discourse are identified and special attention is given to the emphasis on the ‘leader’ from 2004 on, in redefining the scope of the project, its rhythms and its priorities in the transformation towards a ‘21st-century Bolivarian socialism’`. At the same time, the article underlines the difficulties encountered when attempting to overcome the legacy of the bureaucratic-despotic socialist models.

Key Words: Chavism, Bolivarian Project, Revolutionary Populism, Ideology, Discourse, 21st-Centry Socialism, Venezuela.

“Nos dividieron para dominarnos y aplicarnos el modelo de explotación, dependencia y coloniaje”. Hugo Chávez Frías 

“Mis estudios del pensar americano me han llevado a descubrir en nosotros un sistema de actitudes y posturas fundamentales heterogéneas. Cada una tiende a gobernar con su discurso la Weltanschauung total y los programas de acción. La voz de cada discurso se descompone en voces que se sostienen y constituyen recíprocamente, al par que los discursos se interpenetran y parasitan los unos a los otros. En este trabajo me propongo el discurso no occidental de América, pero solo en su perfil de encono por Europa, tan propicio a ciertas identificaciones” (Discurso Salvaje, J. M. Briceño Guerrero).

1. Introducción

El presente artículo pretende realizar una aproximación a las “inflexiones” del relato ideológico1 de la “revolución bolivariana”, tomando en consideración las relaciones entre discursos, representaciones e imaginarios, en la constitución de relaciones de hegemonía en el campo ideológico-político venezolano. Una perspectiva sociopolítica de análisis de la revolución bolivariana se fecunda con los aportes de los enfoques del análisis socio-semiótico del discurso, para la comprensión de los aspectos mítico-ideológicos de la producción, reproducción y transformación de las relaciones sociales de poder involucradas; prestando especial atención a los procesos de “naturalización social” y a la construcción de sentido en la articulación/des-articulación de los sistemas hegemónicos. Desde este punto de partida, definimos el concepto de ideología2 como:

… las formas de existencia y de ejercicio de las luchas sociales en el dominio de los procesos sociales de producción de significaciones. Naturalmente, entre esas luchas sociales, figura en primer lugar, al menos bajo el capitalismo, la lucha de clases. Pero no todo conflicto o antagonismo ideológico es reductible a esta última: en nuestras sociedades existen formas de opresión (y de resistencia a esa opresión) que no pueden ser identificadas con las contradicciones de clase (De Ípola, 1982, 73).

El análisis del relato ideológico, de los agenciamientos y estrategias discursivas que lo constituyen, permite comprender la acción hegemónica en el cruce de lo ideológico y el ejercicio del poder. Los signos y el espacio simbólico se convierten en el escenario de luchas sociales y políticas, lugar de despliegue de una prodigiosa energía de afectos, pasiones e identificaciones colectivas. El lenguaje aparece saturado de ideologías e imaginarios. Quien dice poder cultural dice hegemonía y contra-hegemonía en el campo simbólico. Cualquier discurso concreto está doblemente condicionado: a) por formaciones ideológicas (relaciones de la discursividad social con sus condiciones de engendramiento-producción), y b) por formaciones de poder (relaciones de la discursividad social con sus condiciones de recepción-apropiación)3.

El teórico político Ernesto Laclau4 plantea que las acciones lingüísticas y no lingüísticas están encadenadas en los discursos5 como parte de operaciones de procesos de articulación y desarticulación de tramas de relaciones de poder, a través del engendramiento y recepción del discurso (Laclau, 2005). Las formaciones discursivas traducen reglas históricamente determinadas que instituyen un campo de aceptabilidad, determinando tanto lo que puede/debe decirse, como lo que no puede/ni debe decirse. Analizando las formaciones discursivas de la revolución bolivariana podemos comprender las inflexiones y giros en las enunciaciones hegemónicas presentes en el espacio simbólico y político del país. De allí la importancia de analizar la transformación del campo político discursivo venezolano en el contexto de las luchas que lo configuran. Así mismo, el campo político-discursivo constituye un espacio social privilegiado donde los actores reelaboran y renegocian los elementos propios de las formaciones discursivas, articulando narrativas mítico-ideológicas y su aceptabilidad social, producto de la intervención de aparatos e instituciones hegemónicas, en las que aparecen tendencias y matrices ideológicas, estrategias y estructuras discursivas. Es evidente que el campo político-discursivo venezolano se ha visto modificado por la estructura de interpelación ejecutada por Hugo Chávez Frías, figura determinante de la revolución bolivariana, en la que se manifiestan tanto estrategias discursivas6 como actos de poder, como estructuras del discurso que enmarcan prácticas sociales y políticas.

Nuestro interés en el presente trabajo es explorar la constitución de las inflexiones o continuidades de la narrativa ideológica de la revolución bolivariana en los diez años de gobierno, para llegar a la enunciación de la fórmula ideológica del “socialismo bolivariano del siglo xxi”. Dado que el pensamiento socialista es parte de la geocultura de la modernidad occidental, junto al pensamiento conservador y liberal, es conveniente analizar los principios de legitimidad que pueden estar involucrados en la misma.

Oliver Reboul7 ha planteado que las ideologías propias de la modernidad occidental, se apropian de la sintaxis de “lo racional”, definiendo relaciones entre un orden “legítimo y no legítimo”; es decir, un espacio de racionalidad regulado por prácticas de “violencia simbólica”. Así mismo, J.P. Fayé8, en sus estudios sobre semántica histórica y discurso político, ha planteado que las narraciones ideológicas definen “campos de aceptabilidad” a través de los cuales se legitima la violencia y la exclusión de otras posiciones ideológicas bajo la “apariencia de razón”. De este modo, la retórica de lo razonable es enmarcada como espacio de “verdad” y “razón”. Allí, entran en juego tipos específicos de legitimidad política, donde aparece la sintaxis ideológica y los tropos retóricos (metáfora, alegoría, hipérbole sinécdoque, catacresis, metonimia, etc.), dando paso a géneros discursivos que enmarcan las acciones del poder, imponiendo los acentos ideológicos correspondientes a determinados grupos, sectores y clases sociales.

El contenido, orientación y alcance del discurso de la revolución bolivariana como proyecto hegemónico pueden analizarse a partir del análisis de los significantes privilegiados, sus macroestructuras semánticas y la sedimentación social de sus estrategias discursivas. Los significantes privilegiados como puntos nodales capturan el devenir de las secuencias discursivas, manifestando principios de articulación que organizan la orientación socio-ideológica de los enunciados para la acción hegemónica o contrahegemónica. Esto es posible desde una concepción activa de la agencia enunciativa, como operación de enlace de las identificaciones y adhesiones de los grupos, sectores y clases; elementos sociales que se agregan a una “voluntad colectiva nacional-popular”. Como ha planteado Fayé: “la producción real de la historia se refiere a la articulación de las clases y grupos que discurre entre una guerra de enunciados y formulaciones9, de sus “mensajes y transmisiones”10. La producción de discursos y la construcción de movimientos sociales y políticos se encuentran en relaciones de mutua dependencia.

Desde el punto de vista de sus contenidos, las narrativas ideológicas articulan creencias y actitudes en unidades de significación-sentido que se anclan en los cuerpos, como pasiones-afecciones que se transponen en demandas colectivas11. Norman Fairclough y Ruth Wodak12, teóricos del Análisis Crítico del Discurso, mantienen que “además de ser socialmente determinado, el discurso es socialmente constituyente, puesto que constituye situaciones, objetos de conocimiento, y las identidades sociales y relaciones entre personas y grupos de personas” (2000, 388).

Es esta dimensión constituyente de los discursos, la que entronca con la significación de la hegemonía como lógica política13.

Laclau y Mouffe adoptaron el concepto gramsciano de hegemonía para referirse a la combinación de discursos, mitos e imaginarios en un proyecto con aspiraciones universalistas, lo cual significa estabilizar el reconocimiento de determinado “régimen signos y de poder” en la organización del consentimiento social. Una formación de discurso hegemónica pretende proponer la articulación de los elementos ideológicos que configuran el “orden social”, mediante la fijación de una serie de puntos nodales. Por ejemplo, los discursos capitalistas y socialistas proporcionan usos y campos semánticos diferentes de términos como “democracia”, “Estado”, “justicia”, “igualdad”, “libertad” y “fraternidad”, incorporando cada uno de éstos a cadenas de significación que fijan otros elementos del discurso (que pasan a ser momentos). Además, ofrecen posiciones de sujeto con las que el individuo puede identificarse14, de acuerdo con la disponibilidad y credibilidad del proyecto, para acolchar sus propias demandas, aspiraciones e intereses.

Por otra parte, las demandas colectivas de los grupos que no logran ser capturadas por los puntos nodales pueden unificarse a través de lógicas de equivalencia contra el discurso hegemónico, constituyendo el espacio de las alternativas. Se escenifica la lucha entre hegemonía y contrahegemonía. El predominio de la lógica de la diferencia o de la lógica de la equivalencia, condiciona cómo una sociedad procesa tensiones, conflictos y antagonismos en la disputa por el orden social legítimo. Si la lógica de equivalencia predomina, la división social tiende hacia un espacio simbólico dicotómico, bajo el predominio de interpelaciones popular-democráticas (“momento populista”), una antesala de una bifurcación histórica. Por el contrario, si predomina la lógica de la diferencia, se asume una visión institucionalista, que tiende a anular lo político mismo, para transfigurarse en simple gestión-administración técnica del conflicto. Laclau añade los conceptos de mito e imaginario como estrategias para apropiarse o conservar la hegemonía15. La sedimentación de un imaginario político es el momento de mayor estabilidad hegemónica.

2.- El proyecto hedónico de la revolución bolivariana

Luego de diez años del arribo del presidente Hugo Chávez al ejercicio del Gobierno, es relevante considerar las características cambiantes del “proyecto hegemónico” de la “revolución bolivariana”, así como la centralidad que adquiere una estructura de interpelaciones marcadas por elementos nacional, popular y democráticos, el modo de apropiación de éstos en la narrativa histórica, su lugar en la memoria colectiva, en función de la constitución de las identidades de sujetos-agentes de la lucha social y política, así como su referencia permanente en una simbología revolucionaria que pretende instituirse en “imaginario de emancipación”16.

Así mismo, el proyecto bolivariano se relaciona con movilizaciones nacional-populares, con luchas contrasistémicas, a partir de la constelación ideológica socialista, re-significada como “socialismo bolivariano del siglo xxi”. Desde la constitución del MBR-200, se apela al legado del “nacionalismo popular revolucionario”, a un proyecto político identificado con el “mito nacional” fundacional de la historia republicana, sobre todo con la exaltación retrospectiva de la figura del libertador Simón Bolívar, ligado además con el rechazo popular a las políticas neoliberales, el coloniaje17 y la oposición a una oligarquía-elite del poder, considerada responsable de debilitar al Estado nacional:

A partir del [colapso de la Primera República Bolivariana de comienzos del siglo xix] (...) la cultura nacional ha sido diluida dentro de un constante y continuo proceso de transculturación dejando de lado nuestras expresiones y costumbres, para absorber una cultura importada, con la que se formaron grupos elitescos y privilegiados; y, así, sucumbió nuestra identidad bolivariana perdiéndose también la sensibilidad y la solidaridad nacionales. Esa sociedad venezolana no logró constituir una homogeneidad nacional, no se integraron sus valores y aquel proyecto de nación quedó frustrado. El concepto de Voluntad General dejo de existir y con ella su cualidad moral de búsqueda del Bien Común que perseguía y la obligación que se tenía de anteponer éste al interés particular, grupal o partidista” (Proclama “A la nación venezolana” del Frente Nacional Bolivariano, en Parker, 2001, 28).

 Dicha narrativa ideológica de emancipación articula las nociones de “las raíces propias”, “voluntad general” y búsqueda del “bien común”, como obligación de anteponer el “bien común” al “interés particular”, lo que aparece como reactivación del “proyecto de nación que quedó frustrado”. Aquí cabe utilizar los aportes de la teoría de los discursos en el análisis de los “populismos históricos” (específicamente sobre la experiencia peronista en Argentina), relacionándolos con los aportes de Raby y Parker, específicamente en el análisis de los “populismos radicales y revolucionarios” latinoamericanos (Parker, 2001).

En segundo lugar, enfatizaremos el análisis del proyecto hegemónico, como dispositivo estratégico de organización de los principios de articulación que garantizan la relativa unidad ideológica del discurso, comprendido no sólo como texto y habla en el plano de las superficies de inscripción del discurso, o de sus “macroestructuras semánticas”, sino en el amplio sentido de los “agenciamientos de enunciación colectiva”,18 para abordar demandas colectivas a partir de interpelaciones revolucionarias y su recepción social,19 a partir de una configuración de intereses, relaciones de fuerzas y agentes sociales involucrados.

El nacionalismo popular revolucionario posiciona el tópico del “coloniaje” (colonialismo/colonialidad en los términos de Quijano, 1998, 27-38) de manera desigual y contrapuesta, frente a diversos modelos de “orden, reforma y revolución”, incluyendo aquellos con una fuerte determinación político-cultural del eurocentrismo. La “América meridional” y el “Nuevo Mundo” constituyen invenciones criollo-mestizas de las creencias y valores de la “libertad, la igualdad y la fraternidad”, enunciadas como voces de privilegio de ciertos grupos dominantes, incluso después de las cascadas de democratización que adquieren radical visibilidad continental con la Revolución Mexicana en 1910, hito fundamental de las esperanzas y narrativas de “revolución social” en Latinoamérica.20 El “socialismo del siglo xxi”, a casi cien años de aquella gesta emancipadora, no escapa a la tentación de reproducir en sus formaciones discursivas la centralidad mono-cultural del eurocentrismo, en la medida en que los sujetos “indígenas”, “negros”, “zambos”, “mulatos”, “pardos”, aparezcan exclusivamente como asimiladores de un imaginario sobreimpuesto, como “masa de maniobra política” de ambiciones sociales, políticas y militares de estratos criollo-mestizos, ahora en nombre de un nuevo “imaginario de emancipación”. Sabemos que la independencia política de la metrópoli ibérica inauguró una etapa en que el poder político fue usado por minorías étnicas para monopolizar o hegemonizar al Estado republicano.

La palabra “criollo” designó la tipología de lo culturalmente eurocéntrico y occidental, como modelo cultural hegemónico. De esta forma, la mayoría de los “mestizos”, dibujados a través de las clasificaciones sociales, por ejemplo en las “pinturas de casta” que aún perviven en estratos de la memoria colectiva, asumen como “propias” las voces, creencias y valores de campos culturales hegemónicos marcados por el eurocentrismo. Por esta razón, no bastaría con des-dogmatizar el imaginario del socialismo, sino que es indispensable descolonizarlo, para confrontar la huella colonial que las formaciones ideológicas ejercen sobre los propios “modelos de transformación revolucionaria” de la sociedad. Con relación a la crítica del dogmatismo hemos intentado desmontar la tesis que asimila el campo del “socialismo del siglo xxi” a un aggiornamiento de las experiencias del socialismo burocrático-autoritario, modo de producción y reproducción de la experiencia soviética. También hemos cuestionado la atribución de una exclusiva autoría intelectual, como se evidencia en las posturas del Heinz Dieterich.21 La consecuencia inevitable de esta posición es una confrontación frente al “marxismo burocrático”, y frente a la disyunción establecida entre el “genio creador” o “vanguardia intelectual”, y las “masas populares”, que se aperciben como “vagones de cola” de las intervenciones de voces hegemónicas acerca del socialismo.22

El proyecto del “socialismo del siglo xxi”, implica deliberaciones colectivas sobre el papel reproductor de los axiomas ideológicos en las relaciones de poder, pues es desde redes de pensamiento crítico y de movimientos sociales de donde emergerán “modelos de socialismo” para el siglo xxi.23 La prefiguración de “alternativas contrasistémicas”, depende mucho más de acciones colectivas críticamente orientadas que de recetarios ideológicos. De allí la importancia de evaluar el papel generativo de los discursos destinados a promover espacios de identidad para la “comunidad política”, definiendo los lineamientos de su organización como proyecto político.

Este espacio simbólico e imaginario en el cual los poderes se legitiman o se impugnan constituye narrativas ideológicas, relatos que pueden aparecer bajo sintaxis empobrecidas o estereotipadas, clausurando su papel como proyectos de emancipación. Así mismo, las narrativas ideológicas permiten comprender a través de cuáles estrategias y estructuras discursivas los movimientos políticos y sociales llevan a cabo sus acciones hegemónicas.24 El imaginario social impregna a lo real de una necesaria estructura de significación y sentido, de ahí que ésta sea constitutiva de las estructuras de discurso, en su pretensión de dotar de una unidad significativa a las acciones hegemónicas.

Los puntos nodales de las significaciones del proyecto bolivariano, su alcance y eficacia histórica, forman parte de una matriz ideológica que puede comprenderse a partir del entrelazamiento de los siguientes factores de crisis en Venezuela:

a)     en el plano político-jurídico, el quiebre de la dominación burguesa y del sistema político de “conciliación entre elites de poder”, institucionalizado luego del llamado Pacto de Punto Fijo, la Constitución de 1961 y las actuaciones del Ejecutivo nacional que limitaron su plena vigencia,

b)     en el plano económico-social, la intensificación en los años 90 del agotamiento del patrón de acumulación, crecimiento y distribución del modelo petrolero capitalista-dependiente, agotamiento que se profundiza luego de la aplicación de los programas neoliberales de ajuste y estabilización económica guiados por el FMI y el BM;

c)     en el plano geocultural, la dislocación del proyecto de “modernidad colonial periférica”, reconvertido de manera predominante a partir del imaginario de la modernización y el desarrollo euro-norteamericano, diseminado-sedimentado por los aparatos hegemónicos de las elites intelectuales, educativas y culturales del país.

 

La formación histórica venezolana experimentó desde los años 80, síntomas de inestabilidad que no podían ser referidos exclusivamente a crisis parciales de carácter económico, social, político o ético-cultural, sino a un complejo estructurador de una “crisis orgánica” de profundo calado en su sistema hegemónico y de dominación social; es decir, al agotamiento y disgregación de todo un bloque histórico. Es esta crisis orgánica la condición de posibilidad para la generación de discursos nacional-populares-revolucionarios. El quiebre de la base de sustentación del bloque histórico del capitalismo de conciliación entre elites25 fue producto de la desagregación de la red de pactos, compromisos y alianzas entre actores estratégico, que controlaban los recursos estratégicos de poder, privilegio e influencia ético-cultural;26 así como por el debilitamiento de los dispositivos de legitimación: sean de tipo utilitario, coercitivo o ideológico-valorativo, que operaban entre las “elites de poder” y los sectores, grupos y clases subalternas, abriendo un período de transición y crisis, donde emerge una corriente histórico-social amalgamada bajo la formula de la “revolución bolivariana”. Desde nuestro punto de vista, esta corriente histórico-social constituye una variante de los movimientos “nacional-popular-revolucionarios”27 latinoamericanos, rotulados como “atrasados” y “regresivos” por las visiones unilineales, evolutivas y etapistas del imaginario modernizador reeditado por el globalismo neoliberal.

Así mismo, es el nacionalismo popular revolucionario28 la matriz ideológica donde se enmarcan creencias, valores e ideas referidos al ideario del “socialismo bolivariano del siglo xxi”. Allí, el núcleo ideológico-político del “movimiento bolivariano revolucionario” puede comprenderse desde su doble carácter de negación y afirmación histórica. Por una parte, es un complejo y multidimensional proceso de movilización antineoliberal, sobredeterminado por la articulación de un cuadro histórico de conflictos y antagonismos que marcan los tempos desiguales, diferenciales, heterogéneos y combinados de la sociedad venezolana: pueblo/oligarquía, democracia/autoritarismo, nación/imperialismo, acumulación/redistribución social, socialismo/capitalismo, indo-afro-mestizaje/racismo-blanqueamiento, tensiones rural/urbanas, relaciones salariales/lógica del capital; conflictos heterogéneos cuya condensación más patente aparece en la revuelta urbana-popular de febrero-marzo de 1989, conocida como el “carachazo”;29 evento que constituye una de las condiciones detonantes de las “rebeliones cívico-militares” de el 1992 (4 de febrero y 27 de noviembre), donde emerge públicamente el liderazgo de Hugo Chávez Frías.

Así mismo, la “revolución bolivariana” pretende afirmar una re-democratización de la soberanía nacional, en función de construir una nueva identidad política, económica, social y cultural del “Proyecto Nacional”. Esta redemocratización plantea un polivalente conflicto de interpretaciones,30 según sean los posicionamientos ideológicos acerca del debate sobre los “modelos de democracia”.

Implica además la construcción de un “modelo económico” que sustituya la preeminencia de las políticas económicas basadas en el “ajuste, estabilización económica y reformas estructurales”, inspiradas en el aparato teórico-intelectual del “Consenso de Washington”, priorizando los llamados “equilibrios macrosociales”, la prioridad de atender la “deuda social” antes que los “equilibrios macroeconómicos” y el pago de la deuda económica (externa e interna), así como contraponiéndose a una visión de la política social, basada en los programas de “asistencia focalizada y compensatoria”.

Esta redemocratización es construida en el imaginario como “revolución”, como desplazamiento radical de las estructuras de poder del Estado de las elites dominantes, de su sistema político (bipartidismo adeco-copeyano), del paradigma sociopolítico de la “democracia liberal-representativa”, por un proyecto de ampliación de la participación directa del pueblo, desde la utopía concreta de la “democracia popular bolivariana”31 (Libro Azul32 y Agenda Alternativa Bolivariana). Mas allá de proclamas, discursos y referencias establecidas con base testimonios y pesquisas históricas que ubican los antecedentes del MBR-200 en las iniciativas políticas e ideológicas de infiltración de las fuerzas armadas venezolanas por parte de grupos de izquierda radical en los años 60, es posible identificar en documentos tales como el “Libro Azul” y el “Proyecto Nacional Simón Bolívar”33 un ideario nacional-popular-revolucionario, arraigado en creencias de “igualdad, justicia y libertad”, derivadas del pensamiento y acción de figuras como Simón Rodríguez, Simón Bolívar y Ezequiel Zamora, conformando, desde nuestro punto de vista, una amalgama ideológica34 que cohesiona al MBR-200, como núcleo político de la corriente histórica emergente.

3.- De la prisión al proceso popular constituyente:

Luego del proceso que llevó a la excarcelación de los integrantes de los levantamientos cívico-militares, y en función de construir salidas a la crisis de hegemonía de los partidos del llamado “Pacto de Punto Fijo” (AD y Copei), los grupos, estratos, sectores que se nuclearon alrededor del movimiento bolivariano revolucionario, plantean entre otros documentos,35 la llamada “Agenda Alternativa Bolivariana” (AAB)36, tomando la decisión de participar en la competencia electoral, no sin desprendimientos de sectores radicales que proponían la “vía insurreccional”, seleccionando mediaciones político-electorales del proyecto de la “democracia popular bolivariana” ya esbozada en el “Libro Azul”; y adoptando una particular “ventana táctica” para construir un nuevo sistema de acción histórica para fuerzas sociales y políticas emergentes. En un documento intitulado La Estrategia del Proceso Popular Constituyente, se plantea que:

... en trabajos elaborados y entregados con anterioridad se estudió la importancia de la Asamblea Nacional Constituyente para el MBR-200, se demostró allí la existencia de una relación causal entre nuestra organización y el proceso popular de carácter constituyente y a partir de esta vinculación se diseñó una estrategia lógica y coherente que pudiera dotar al movimiento de un lenguaje inteligible ante el pueblo, de un mensaje que lo elevara del plano clandestino de su origen, para ubicarlo en el escenario democrático del proceso constituyente” (en Parker, 2001).

La pretensión del proyecto emergente es ubicarse en el “escenario democrático” de la “ventana táctica” para transformar desde una “revolución democrática y pacífica” las tendencias histórico-estructurales de “subordinación, exclusión, explotación y coloniaje” que marcan la inserción de Venezuela en el sistema internacional; y en particular, el carácter de las “relaciones asimétricas del país con los EEUU”. Como planteó la “Agenda Alternativa Bolivariana”:

 Es en medio de esta dinámica cuando surge la Agenda Alternativa Bolivariana, producto del estudio, del pensamiento, del trabajo y la experiencia de hombres y mujeres que hemos comprometido nuestra acción vital con una doble y formidable tarea: la muerte de lo viejo y el nacimiento de lo nuevo. La AAB, Agenda Alternativa Bolivariana, rompe con el fundamento neoliberal, se rebela contra él; derriba los estrechos y negros muros de la visión unilateral, fragmentaria y reduccionista; para mirar en derredor y percibir la realidad en toda su magnitud, a través de un enfoque humanístico, integral, holístico y ecológico. Por ello, la AAB comienza diciendo que el problema a solucionar no es meramente económico ni político ni social. Los abarca a todos ellos, es verdad. Pero va más allá de su conjunto. La forma de enfrentarlo, entonces, es a través de un poderoso ataque coordinado a lo largo de todo el frente. Atacar por partes implicaría la derrota, parte por parte. Así, la estrategia bolivariana se plantea no solamente la reestructuración del Estado, sino de todo el sistema político, desde sus fundamentos filosóficos mismos hasta sus componentes y las relaciones que los regulan. Por esa razón, hablamos del proceso necesario de reconstitución o refundación del Poder Nacional en todas sus facetas, basado en la legitimidad y en la soberanía. El poder constituido no tiene, a estas alturas, la más mínima capacidad para hacerlo, por lo que habremos, necesariamente, de recurrir al Poder Constituyente, para ir hacia la instauración de la Quinta República: la República Bolivariana. Sincrónicamente (y sólo sincrónicamente, si se quiere viabilidad), se plantea enfrentar lo social y lo económico. Sin embargo, la AAB coloca los desequilibrios macro-sociales en el primer rango de importancia y prioridad, para dejar en segundo plano a los desequilibrios macroeconómicos, ¿cómo puede pensarse, por ejemplo, que solucionar el déficit fiscal pueda ser más urgente e importante que acabar con el hambre de millones de seres humanos? Ante la ofensiva neoliberal, entonces, surge aquí y ahora un arma para la contraofensiva total. Se comprenderá que nuestra agenda es alternativa porque presenta no sólo una opción opuesta a la del actual gobierno transnacionalizado; sino que va mucho más allá, pues pretende constituirse en el puente por donde transitaremos hacia el territorio de la utopía concreta, el sueño posible. Es decir, la AAB ofrece una salida y echa las bases del Proyecto de Transición Bolivariano. Aquélla, en el corto plazo; y éste, en el mediano, serán los motores para el despegue hacia el Proyecto Nacional Simón Bolívar, cuyos objetivos se ubican a largo plazo. Y es bolivariana no solamente por ubicarse en esta perspectiva del futuro nacional a construir, porque también enfoca la realidad internacional y se inscribe en el nuevo despertar continental que levanta esperanzas de justicia, igualdad y libertad desde México hasta Argentina. Al decir de Simón Bolívar, “Para nosotros, la Patria es América”.

Nuestra hipótesis es que no puede comprenderse el “socialismo bolivariano del siglo xxi”, si no se enmarca en las huellas ideológicas, creencias, ideas y valores presentes en la “AAB”, que constituye una de las expresiones más elaboradas de la narrativa ideológica de la revolución bolivariana. Ésta traduce el momento “nacional-popular-revolucionario”, del proyecto hegemónico. Sin embargo, antes de avanzar en esta hipótesis, es conveniente plantear el polémico asunto del movimiento nacional-popular bolivariano como una variante del “populismo histórico latinoamericano”, un “populismo radical o revolucionario” (Parker, 2001)37.

 De acuerdo con Laclau, la condición ineludible del “momento populista” es que haya tenido lugar una dicotomización del espacio social, que los actores se vean a sí mismos como partícipes de uno u otro de los dos campos enfrentados. Pero no basta la simple polarización política o electoral, sino la constitución de un campo que representa las identidades popular-democráticas; y otro que representa a la oligarquía, las elites o el imperialismo. Esto implica que, de una forma u otra, los canales institucionales existentes para la mediación de las demandas sociales han perdido su eficacia y legitimidad; que no pueden absorber demandas a través de la lógica de la diferencia, y que la nueva configuración hegemónica, el nuevo “bloque histórico”, supondrá un cambio de régimen de signos y de poder, precedido por una bifurcación y la reestructuración del espacio político. Laclau partió seminalmente de una definición del populismo que dice: “consiste en la presentación de las interpelaciones popular-democráticas como conjunto sintético-antagónico respecto a la ideología dominante” (Laclau, 1977, 201). El concepto de populismo en Laclau, a diferencia de las interpretaciones liberales, modernizadoras y marxistas ortodoxas, no implicó una evaluación peyorativa, lo que no excluye una valoración de aspectos negativos en el populismo, como sus dimensiones “demagógicas”. Además, es la evaluación de los contenidos concretos de las acciones políticas que se llevan a cabo, el estilo de liderazgo, el patrón de politización, lo que puede determinar el carácter de populismo, y no sólo la “forma populista” del discurso.

 La revolución bolivariana es un movimiento nacional-popular cuyos significantes maestros y cadenas de sentido se enlazan en la construcción del “modelo político” de la “democracia popular bolivariana”.38 De acuerdo con los planteamientos vertidos por Chávez en el texto: Habla el Comandante en entrevista con el historiador Agustín Blanco Muñoz, no cabría duda alguna de las pretensiones revolucionarias del movimiento que lidera:

Lo revolucionario es un concepto de vida. Y vamos a referir qué significa el término revolución: un cambio radical, total de un modelo, de una sociedad en lo político, económico, social, etc. Es concebir el camino necesario para Venezuela a través de un cambio total, radical. Una visión que también debe enfrentar todo sin eludir nada. He aquí otra calidad de lo revolucionario: no debe eludir ningún problema ni contradicción. No puede haber una revolución política, sin una revolución cultural, una revolución moral. Es un concepto integral para que sea de verdad revolucionario (Blanco Muñoz, 1998, 115; cursivas nuestras).

Esta revolución integral, total, radical de un modelo implica una subversión de las sedimentaciones ideológico-políticas que configuran una hegemonía estable: la democracia liberal-representativa. Sin embargo, Edgardo Lander39 ha planteado en los primeros años de la revolución que se trata de un concepto de lo "revolucionario" que parece distanciarse de un proyecto socialista revolucionario, de las formas en que “la izquierda latinoamericana” ha entendido la idea de revolución. Hoy parece que los acontecimientos llaman a problematizar esta hipótesis. Si contrastamos esta lectura con lo aportado por Lechner en su clásico trabajo: “De la revolución a la democracia”, encontraríamos una interpretación contrapuesta:

En los años sesenta el tema central del debate político intelectual es la revolución. La situación de la región, caracterizada por un estancamiento económico en el marco de una estructura social tradicional, y por otra parte, una creciente movilización popular, es comprendida como una situación pre-revolucionaria. Contrastando los cambios rápidos y radicales de la revolución cubana con los obstáculos que encuentra la modernización desarrollista, se constata la inviabilidad del modelo capitalista de desarrollo en América Latina, y en consecuencia, la “necesidad histórica” de una ruptura revolucionaria (Lechner, 1985).

Consideramos que en la concepción que de la revolución se plantea en la “democracia popular bolivariana”, no se inscribe en la tesis de un tránsito sin fuertes discontinuidades (reformas graduales), de una “ruptura pactada”, sino de una “ruptura revolucionaria” basada en una política innovadora en el terreno táctico-electoral. Aunque, en sentido estricto, habría que precisar la pertinencia de conceptos de “izquierda” y “derecha”, es posible encontrar las huellas de una concepción de la revolución como una “revolución total”, “radical” o “integral”, como la denomina Chávez en este momento, que pretende constituirse en conjunto ideológico sintético-antagónico respecto al bloque de poder y la ideología dominante: la ideología del pacto de conciliación entre elites. Plantea Chávez: “Para ser revolucionario tiene que enfrentarla [la explotación]. Debe ser un movimiento anti-explotador, antiimperialista” (Blanco Muñoz, 1998, 81).

 Esta retórica no se deslinda radicalmente de las visiones estratégicas de la izquierda revolucionaria latinoamericana, aunque sí de sus opciones tácticas dominantes (lucha armada e insurrección). Si bien Chávez, en aquella entrevista, planteaba que las categorizaciones de izquierda y derecha ya no son adecuadas para definir la naturaleza del cambio requerido; sin embargo, su crítica se dirigía básicamente tanto a la “democracia liberal capitalista” como del paradigma de la “sociedad comunista sin clases”. Pero además es una revolución que no se refiere a un “sistema ideológico”, sino a que adquiere la forma de una amalgama ideológica que mantiene abierto el arco de alianzas del proyecto, pero bajo específicos principios de articulación:

 Creo que el concepto revolución debe ser el prisma, es decir, la fuente o rayo de luz que pasen por ese concepto y salga una resultante, tiene que ser revolucionario. Todos los pensamientos revolucionarios serán bienvenidos, aceptando que tengan contradicciones entre sí, pero bienvenido el pensamiento que se oriente a la revolución necesaria en este momento para Venezuela. (Blanco Muñoz 1998, 85-86)

 En este contexto temporal de enunciación (1998) de “derrumbe” para Chávez de la democracia liberal-burguesa y del socialismo real, éste plantea tempranamente que:

No creemos en este paradigma del mundo capitalista occidental, democrático burgués. Tampoco creemos en el caído paradigma de la Unión Soviética: el comunismo, la sociedad sin clases, sin Estado, de igualdad absoluta. Eso no existe. Entonces ante esa realidad nosotros hemos planteado, después de pensarlo y analizarlo, la necesidad de rescatar lo nuestro (Blanco Muñoz, 1998, 95).

Estos enunciados muestran que la matriz ideológica es el “nacionalismo popular revolucionario”, un relato que emerge de dislocaciones del imaginario capitalista neoliberal, de la “modernización, la “modernidad y el desarrollo”, desestabilizado por diferentes factores de crisis, encarnando un nuevo mito político que pretendía realizar una síntesis de fragmentos narrativos para la “revolución necesaria de nuestro tiempo”. En uno de textos fundamentales investigados por Parker (2001) queda constancia de la centralidad de la matriz ideológica nacional-popular-revolucionaria:

... las soluciones para América Latina pasan por la izquierda, tienen que transitar la izquierda, pero no pueden quedarse en el marco de la izquierda, tienen que ir más allá de la izquierda. Porque difícilmente las fuerzas armadas latinoamericanas pudiéramos calificarlas de izquierda. Pretender empujarlas hacia la izquierda (...) yo creo que sería una utopía. A las fuerzas armadas latinoamericanas, a muchos militares de América Latina, pudiéramos catalogarlos como nacionalistas, en este tiempo de desnacionalización neoliberal. Bueno, hay que pasar por allí también. La solución tiene que pasar por la izquierda, por el nacionalismo, por el patriotismo y lograr una gran alianza de todos estos sectores [negritas en el original] (...) El apoyo de los militares es vital para dar viabilidad a un programa de transformación en América Latina (...) Muchos intelectuales de izquierda en Venezuela no lo han comprendido (...) Sin embargo, nosotros hemos logrado estremecer el alma nacional, como decía Neruda, logramos poner a Bolívar en el tapete, con otro signo, con un signo revolucionario (Chávez; Cuadernos para la Emancipación, de Córdoba, Argentina,1997).

 Esta frase: “poner a Bolívar bajo otro signo, un signo revolucionario”, “estremecer el alma nacional”, así como la construcción de una “gran alianza” de sectores de izquierda y nacionalistas, tiene profundas consecuencias en la estructuración de la amalgama ideológica de la “revolución bolivariana”. Así mismo, en las entrevistas concedidas a Blanco Muñoz, Chávez reconocía la importancia del aporte de Marx, pero afirmó que no se considera, ni marxista ni antimarxista. (Blanco Muñoz 1998: 116). Chávez plantea que los revolucionarios en Venezuela y en América Latina deben partir de la propia historia, de las propias raíces, de la propia “tradición cultural”40.

La construcción de la amalgama ideológica del “nacionalismo revolucionario” se concreta en el llamado ideario bolivariano o árbol de las tres raíces. En todos los casos, hay referencias a Sujetos Centrales que interpelan y constituyen a sujetos desde campos discursivos de la enseñanza (Maestro-Simón Rodríguez), de la política (Líder-Simón Bolívar) y de la guerra (General-Ezequiel Zamora).41 Ahora, bien, celebrado ya el propio bicentenario de Francisco de Miranda, se incorporan otros próceres a la estructura arborescente del ideario:

Nacimos al calor de las doctrinas libertadoras y humanistas de Francisco de Miranda, Antonio José de Sucre, Simón Bolívar y Ezequiel Zamora. ¡Ésas son nuestras raíces militares, las raíces de nuestro pensamiento antiimperialista, humanista y libertador!”(Desfile cívico-militar en ocasión del Séptimo aniversario del Gobierno Bolivariano Patio de Honor de la Academia Militar, 2 de febrero de 2006).

La fuerte centralidad de las raíces militares del pensamiento antiimperialista, humanista y libertador constituye un eslabón clave de la amalgama ideológica del árbol de las tres raíces. Así mismo, un elemento fundamental del oscilador semántico de la narrativa ideológica bolivariana es su capacidad de generar un efecto de adhesión e identificación para amplias capas, sectores, grupos y clases como “públicos” y “audiencias” del discurso. Se trata de la reedición de una alianza entre la fuerza armada-pueblo, como eje del nacionalismo popular revolucionario, el elemento cívico-militar, eslabón estratégico del proyecto, no como una diferencia institucionalizada.42 La búsqueda de un fundamento original y autóctono, de un modelo ideológico propio, en el planteamiento EBR, se inscribe en la construcción de un mito político revolucionario, y no primariamente de una doctrina filosófico-política elaborada a partir de los referentes ideológicos dominantes en el escenario internacional.43 La vía de rescatar “lo propio” y “lo popular”, para ir construyendo un proyecto nacional es básicamente la vía de de constitución de una narrativa que construya un “nosotros comunitario”, en el sentido difuso y abierto de toda amalgama ideológica:

... nos dicen, eso es muy difuso. Bueno, es que a lo mejor el pueblo es difuso, eso está disperso por todas partes, y hay que aglutinarlo en una labor de mucha gente, durante bastante tiempo. Rescatar el pensamiento popular y plasmarlo. Ahora, te digo, no me siendo angustiado ni voy a caer en eso de: preséntame un proyecto ideológico completo. Creo que es una trampa. No, no me corresponde a mí. Yo prefiero seguir aquello que Alí Primera cantaba: hagamos la historia, si es que podemos hacer algo de ella, que otros la escriban después. Es decir, yo no soy el pensador que va a generar una doctrina original, nueva, total. No, prefiero hacer. Por supuesto, tener claro hacia dónde vamos y allí hay lo que hemos denominado, de una forma mucho más pragmática, pero que no deja de tener el enganche con lo ideológico, doctrinario, filosófico, que es el Proyecto Nacional Simón Bolívar. El cual estamos tratando de adelantar con diversos equipos especializados en lo petrolero, para producir un plan alternativo, en lo económico, social, político de la Venezuela del siglo xxi. Eso ya es más pragmático: las líneas de un proyecto nacional, no sólo de gobierno, sino de transición y un proyecto nacional de mediano plazo para Venezuela (Blanco Muñoz, 1998, 79).

Este predominio aparente del hacer sobre el decir, de seguir “aquello que Alí Primera cantaba”, es significativo como referencia de la amalgama ideológica, ya que las canciones del militante de izquierda revolucionaria Alí Primera son eslabones clave entre el campo de la cultura popular, de sus plexos de sentido, y la elaboración de algunos enunciados-fuerza de la izquierda nacional-popular-revolucionaria de Venezuela. Podría parecer insostenible que elementos del género del discurso musical de la cultura popular adquieran la centralidad en un proceso de construcción de un proyecto nacional; pero sólo una mirada fríamente intelectualista puede pasar por alto cómo los afectos y los pensamientos se imbrican en la acción colectiva.44

Por otra parte, al definir un carácter antiexplotador y antiimperialista del proyecto hegemónico, Chávez sentaba las bases generativas de procedimientos de exclusión de otras formaciones de discurso, aquellas que niegan la existencia de fenómenos como la “explotación” o el “imperialismo”. Precisamente, aunque no se identifica de antemano ni con la “izquierda” ni con la “derecha”, la amalgama ideológica presentaba una afinidad selectiva hacia creencias, valores e ideas que tradicionalmente se ubicaban en el espectro ideológico de la izquierda revolucionaria. Aunque la matriz ideológica era la revolución nacional-popular, inmediatamente se debatía su articulación abierta:

... presentamos a nuestra generación y a nuestros compatriotas [una ideas que no están acabadas] para el diseño de un proyecto de largo alcance, en el cual lo ideológico es fundamental, pero hay que desarrollarlo como todas las demás facetas o líneas del proyecto Simón Bolívar, que acepta experiencias de cualquier país, tendencia, cualquier época histórica, etc. El árbol tiene que ser una circunferencia, tiene que aceptar ideas de todo tipo, de la derecha, de la izquierda, de las ruinas ideológicas de estos viejos sistemas capitalistas o comunistas, y hay elementos o ruinas que son gigantes y hay que tomarlas (Blanco Muñoz, 1998, 295).

Se trata de un caso emblemático donde se absorben elementos bajo un principio de articulación, selección y combinación llamado “árbol de las tres raíces”, que organiza la unidad ideológica del movimiento. Cuando Chávez gana las elecciones y llega a la Presidencia de la República construye una narrativa ideológica cuyos principios de articulación, cuyos puntos nodales son: lo revolucionario, lo nacional, lo anti-neoliberal, lo cívico-militar y lo popular;45 así como una concepción de la democracia popular bolivariana que presenta líneas tensiones e incluso fractura hacia el consenso liberal-democrático.

Entre ruptura del consenso liberal-democrático se basa en el rechazo a “la corrupción dentro de la institución militar y a los cogollos políticos”, al “repudio a las acciones antisubversivas de aniquilación de la guerrilla” surgida en la década de los 60, oposición a los desaciertos del orden político (la relación político-militar, las cúpulas y la desigualdad social) y “fricciones entre las viejas generaciones de oficiales y la nueva, donde se incluía Chávez”, que se formaba dentro del Plan Andrés Bello, en la cual destaca el estudio profuso de las ciencias sociales y de la historia del país. Así mismo, también aparece una “reacción ante los sucesos del 27 y 28 de febrero de 1989”, responsabilidad del segundo gobierno de Carlos Andrés Pérez, que dejaron profundas huellas en la sensibilidad popular de la organización insurgente, debido a la decisión de Pérez junto al Alto Mando de utilizar las fuerzas armadas como instrumento de represión contra una revuelta popular que dejaba en manifiesto la crisis de representación y legitimidad política del bipartidismo. Esto intensificó el repudio del movimiento bolivariano, que responsabilizó muy especialmente a los últimos gobiernos (Herrera, Lusinchi y Pérez) por el malestar popular.46 Así mismo, del Programa de Acción Política del MVR ,ya legalizado como organización con fines político-electorales (MVR 1988b, 42-44), se evidencia una idea de democracia supeditada a las nociones de “pueblo” (voluntad general) y “nación” (bien común), como elementos aún embrionarios y difusos de la “democracia patriótica”. Tal referencia puede apreciarse en las siguientes expresiones:

El proyecto v república persigue la creación de círculos patrióticos constituyentes que coadyuven a este fin práctico político: ir edificando un poder constituyente real en la calle, que hoy se oponga al fraude continuista, y mañana defienda, manzana por manzana, caserío por caserío, las medidas patrióticas y democráticas que el gobierno de la V República asuma (...) Todo ello en función de la democracia (…) El agotamiento de los partidos y de sus programas, la desconexión de sus dirigentes con el pueblo, ponen en peligro la supervivencia del llamado hasta ahora, “sistema democrático”. Es hora de devolverle al pueblo su soberanía: hacer realidad el poder constituyente (…). Es indispensable el diseño de una democracia genuinamente participativa, donde se eleve el rol protagónico de la ciudadanía (…) Y en cuanto al sufragio, basta que la voluntad del pueblo se manifieste mediante el voto, “cualquiera sea la forma que para ello se emplee”, para que se reconozcan (sic) que ejerce la soberanía que en él reside.

Ciertamente no hay un sistema ideológico, una doctrina político-filosófica comparable con las ideologias y mitos políticos de la modernidad occidental, pero si hay una matriz de estructuración de significantes-maestros, una narrativa de lo que podría ser el proyecto nacional, en la apelación del “mito del rescate de las raíces”, con el propósito de constituir un régimen de aceptabilidad de enunciados sobre lo popular, el alma nacional, lo cívico-militar, y lo revolucionario desde diversos fragmentos ideológicos y demandas no articuladas al sistema hegemónico en crisis. La identificación conceptual de esta búsqueda de “lo propio” en el discurso de Chávez, en el anclaje básico de lo popular y lo nacional, con un preponderante liderazgo carismático, unido al peso significativo que desempeña lo militar, realizado por Dick Parker, permite caracterizar el proyecto hegemónico como un “nacionalismo revolucionario” amalgamado con lo “popular-democrático”. Sin embargo, es conveniente analizar las diferentes categorizaciones que sobre la revolución bolivariana y el “populismo histórico” se realizan.47

Anibal Quijano plantea que los movimientos políticos latinoamericanos, equiparables a los narodnikis rusos, no eran ni son “populismos”, son “socialismos” que se oponían a la codificación que el “materialismo histórico/materialismo dialéctico” realizaba sobre el conjunto del imaginario socialista por la III Internacional, así como a través de una plantilla de lectura euro-céntrica marcada por la colonialidad.48 Quijano destituye la idea del “populismo” y apunta a sustituirla por procesos nacionales, democráticos y populares. Por tanto, para Quijano, no son fenómenos históricos negativos per se, sino momentos decisivos de las luchas por la democratización y nacionalización de las sociedades latinoamericanas, por la ciudadanización social iniciada con la revolución mexicana en 1910. Por tanto, la crítica del uso del “populismo” pasa por una evaluación de los límites de estas experiencias en la ampliación de las luchas por la democratización y la socialización del poder de estas sociedades (Quijano, 1998).

Más allá de todos los ejercicios para deslastrar el concepto de populismo49 de los contenidos peyorativos que lo asocian a la manipulación demagógica de las demandas del pueblo, existen claras diferencias entre la construcción del “pueblo” desde principios de articulación, puntos nodales y significante-maestros con un carácter organicista, racista, elitista y jerárquico; o desde interpelaciones que prefiguran y proyectan un comunidad igualitaria, que reconoce la libertad, la justicia, la igualdad, el bien común y la pluralidad cultural. Sin embargo, como han planteado Portantiero y de Ipola, hay que diferenciar una concepción organicista y nacional-estatal de la hegemonía de una concepción pluralista y nacional-popular de la hegemonía en la construcción de un proyecto socialista democrático (de Ipola, 1989,33-34). Lo específico de la revolución bolivariana es que se ubica a medio camino entre una concepción organicista del Poder Nacional y un proyecto socialista de una democracia posliberal. De allí sus ambivalencias constitutivas, las tensiones de la amalgama ideológica.

Adicionalmente, para Quijano, una ruptura radical con el eurocentrismo implicaría abandonar la carga peyorativa50 en la categoría “populismo”, considerando la constitución y movilización del “pueblo-nación subalterno” como un hecho revolucionario, en condiciones de ampliación de derechos sociales, políticos y culturales del bloque social de los grupos oprimidos y subalternos. Esta caracterización del movimiento como presentando interpelaciones democráticas, populares, antioligárquicas y antiimperialistas, en condiciones de crisis de hegemonía, y con su estilo particular de “dirección y una dinámica de movilización popular con una particular fluidez organizativa", es un indispensable punto de partida para analizar la revolución bolivariana en el período comprendido entre 1992 y 2004, lo que permite comprender la inflexión y pasaje del “populismo radical” en los términos de Parker, a la prefiguración de un proyecto hegemónico socialista.

A partir de 2004, el tránsito entre la revolución bolivariana y el llamado “socialismo del siglo xxi”, se realiza a través de la centralidad que adquiere el Líder, se hace bajo una fuerte carga de “revolución chavista”. Si anteriormente el carácter abierto de algunas de las posturas programáticas del movimiento, no permitían prever de una dirección socialista a la acción hegemónica de la revolución bolivariana, desde el momento en que se enfatiza la “revolución chavista”, se perfila un aproximación cada vez mas abierta hacia la experiencia socialista de Cuba, e incluso hacia la gramática ideológica del socialismo de extracción bolchevique. La simbología revolucionaria de la experiencia soviética bolchevique atrapa la imaginación de Chávez, quién comienza a citar a Lenin y a Trotsky, y en menor medida a Rosa Luxemburgo y Gramsci, sin detenerse a profundizar en sus matices y diferencias. No hay que perder de vista que en el tránsito desde el nacionalismo-revolucionario más o menos difuso a un nacionalismo-popular-revolucionario, para desplazarse finalmente hacia un proyecto de signo socialista de corte burocrático, no sólo se dieron con procesos de agregación y articulación de fuerzas sociales y elementos ideológicos, sino también de desagregación de fuerzas y desprendimientos, que hablan de un fenómeno de recomposición ideológico-política-social permanente en el interior de la revolución bolivariana, en su tránsito a convertirse en “revolución chavista”.51 También aquí la historia registra las más encontradas posturas: para algunos: “decantación de la revolución”; para otros: “traición y desviación ideológica”. Pero si algo ha mostrado continuidad, es la creciente centralidad del momento del líder: Hugo Chávez.52

Por otra parte, es en la caracterización de las relaciones entre democracia representativa y democracia participativa, donde es posible rastrear hiatos para recolocar en la agenda el antagonismo capitalismo/socialismo53. En el programa “Alo Presidente” Nº 210 del 9 de enero de 2005, Chávez afirmó:

Bueno, dialogando, pensando, esta nueva etapa de este proceso la vamos a comenzar a llamar, y esto refleja mucho lo que aquí está ocurriendo, "la democracia revolucionaria", pensamiento y acción democrático revolucionario. De eso hablaremos a lo largo de estos días, de estos meses y de estos años. Hemos entrado en esa nueva etapa, la democracia revolucionaria, que no es lo mismo que decir, "revolución democrática", es otro concepto, es otra orientación, tomada en profundidad del pensamiento revolucionario de Simón Bolívar y de muchas otras corrientes universales, de todos los tiempos y de muchos lugares.

Aunque Chávez adoptó transitoriamente, en 1999, el “capitalismo humanista” de la tercera vía, como fórmula para insertarse en los planteamientos de la centro-izquierda, esto pudo interpretarse como un esfuerzo por distanciarse tácticamente de la izquierda revolucionaria, para así tranquilizar a algunos sectores económicos y militares afectos (retirados o activos) no permeables a planteamientos radicales. Sin embargo, después de asumir la presidencia, Chávez también defendió la revolución cubana, la planteó como modelo a seguir, y del mismo modo se manifestó respecto de la revolución china,54 incluso llegó a decir que era “maoísta”.

 Esto indica que en el seno del movimiento se desplegaban tendencias moderadas y radicales de la izquierda, así como de otros sectores nacionalistas de derecha. Entre estas tendencias, Chávez ejercía funciones de arbitraje-articulación, poniendo práctica osciladores semántico-ideológicos para calibrar los discursos en función de acumular adhesiones e identificaciones, aglutinar sectores sociales y cohesionar la amalgama ideológico-política. Tales elementos de la narrativa ideológica colocaban a Chávez entre 1998 y 2004 claramente en el espectro ideológico de lo nacional-popular-democrático con afinidades de izquierda, pero a la vez muestran la centralidad del discurso del líder para calibrar los parámetros ideológicos del movimiento, sus significantes maestros; lo que tendría importantes consecuencias, pues el mito político de la revolucionaria dependería exclusivamente desde entonces de la voz y directrices ideológicas de Chávez.55 Actualmente es patente que, desde el MBR-200, pasando por el MVR hasta llegar al PSUV, se ha reforzado un tipo de partido-aparato de carácter carismático, tomando en consideración los rasgos apuntados por Panebianco (1995, 267-300): 

1- El grupo dirigente se cohesiona por la fidelidad al líder. Las rivalidades internas se manifiestan como tendencias en los niveles organizativos inferiores, sin tocar al líder, y no como facciones. El líder tiene la última palabra en la resolución de conflictos y quien se le opone enfrenta la exclusión. 2- Los rasgos burocráticos estables son inexistentes. La organización, los procedimientos, normas y las posibilidades de hacer carrera política son inestables e improvisadas, porque el líder tiene la facultad de cuestionarlas eventualmente. Normalmente el financiamiento del partido es inestable, depende de las relaciones del líder y de su control directo sobre los fondos públicos. 3- Es una organización centralizada, las decisiones fundamentales se toman en la cúpula del partido, pero con la injerencia fundamental del líder. 4- Es frecuente que a su alrededor giren un conjunto de grupos y organizaciones cautivadas por el movimiento. 5- Independientemente de su orientación ideológica el partido carismático es revolucionario porque irrumpe contra el orden establecido, se declara antipartido, se define como movimiento y las soluciones que aporta son movimentistas y bonapartistas (todo el poder para el líder). 6- El partido carismático normalmente se extingue junto con la declinación del líder porque su institucionalización es impedida por este.

Resulta por demás inquietante y paradójico que el “instrumento político” de conducción, mediación e interlocución social con estas características, genere un modelaje político y una subcultura propia, que debilita significativamente las tendencias que apuntan a promover la potencia revolucionaria de la democracia participativa y protagónica. Esto es así por el estilo político del propio liderazgo,56 poco proclive a asimilar la democracia como una situación de poder compartido, y más bien a tamizarla bajo los supuestos organicistas de una teoría del Poder Nacional (unificación política del poder económico, poder militar, poder político, poder psico-social), inspirada en las doctrinas militares de Seguridad Nacional.

En contraste a esta posibilidad, el auge de la propuesta más consistentemente reiterada por la revolución bolivariana de convocar un proceso popular constituyente para “refundar al país”, reemplazar la llamada IV república por la V república, sustituir el modelo de democracia liberal representativa por un modelo político de democracia participativa, permitió experimentar una realimentación positiva entre esfera pública democrática y Asamblea Nacional Constituyente, sobre todo en el periodo inicial de 1999 al 2000.57 Esta experiencia significó una auténtica radicalización de la democracia, profundizando nuevos sentidos comunes, valores e imaginarios sobre la toma de decisiones, la deliberación y la consulta pública.

Sin embargo, a partir de esta experiencia positiva de articulación entre deliberación, pluralidad y participación en la esfera pública democrática de la asamblea Nacional Constituyente, y luego del curso seguido con las primeras leyes habilitantes, la comunicación política y las transacciones entre los actores quedó enmarcada en una polarización, cuyos carriles eran la relación entre líder-bases sociales de apoyo, dejando poco espacio a lógicas políticas más diversas e inclusivas, que podían realimentar un proceso sostenido de formación política, autonomía intelectual y moral para los sectores populares. Más bien, la lógica de la equivalencia llevada a los extremos de la fusión entre Líder-masas produjo un efecto perverso, donde la presencia de masas dependía de la decisión del líder. Un caso emblemático es la propia enunciación del presidente Chávez cuando ha dicho: “Yo ya no soy yo, yo soy el pueblo”, que también da lugar a encontradas interpretaciones. Esta sustitución e inversión58 también fue advertida por Laclau cuando señaló la posibilidad de:

Lo que sí constituye una legítima cuestión es si no hay una tensión entre el momento de la participación popular y el momento del líder, si el predominio de este último no puede llevar a la limitación de aquélla. Es verdad que todo populismo está expuesto a este peligro, pero no hay ninguna ley de bronce que determine que sucumbir a él es el destino manifiesto del populismo. (…) Ahora bien, en la experiencia venezolana no hay indicios que nos permitan sospechar que una tendencia a la burocratización habrá de prevalecer. Por el contrario, a lo que asistimos es a una movilización y auto-organización de sectores previamente excluidos, que ha ampliado considerablemente las dimensiones de la esfera pública. Si hay un peligro para la democracia latinoamericana, viene del neoliberalismo y no del populismo (Laclau, 2006, 61).

Habría que explorar a profundidad si existen hiatos entre esta enunciación, y las prácticas sociales y políticas de los actores. Llama la atención que la revolución bolivariana ha mostrado una tensión entre el radicalismo de su discurso político, su retórica, y la naturaleza de las políticas efectivas de transformación que estaría ejecutando. De acuerdo con el modelo de país enunciado gruesamente en el texto constitucional y con los principales pronunciamientos públicos de los dirigentes del proceso de cambio, en una primera fase que se culminaría en el primer paro empresarial en diciembre de 2001, se concibe como pacífico, democrático, electoral y constitucional. El período comprendido entre diciembre 2001 y el referendo revocatorio del 15 de agosto de 2004 constituye el momento más extremo de tensiones-antagonismos que polarizaron el espacio simbólico y político59. El desenlace de estos conflictos sociales y políticos abrió la compuerta para enunciaciones sobre una vía de transición rumbo al socialismo, que desde nuestro punto de vista comenzó tempranamente en el último trimestre de 2004, que aparece ya perfilada en el Taller de Alto Nivel la Nueva Etapa-El Nuevo Mapa Estratégico. Todos estos períodos han sido marcado una narrativa ideológica de carácter pugnaz con predominio de “metáforas bélicas”, donde la comunicación política es un escenario de batallas, conflagraciones, deflagraciones, mezclas, ataques, replicas y contrarréplicas, hasta llegar al “grado cero de la comunicación”, con el uso abierto de estrategias de “guerra psico-social” por parte de los actores sociales y políticos más radicales, sobre todo en el período vivido entre finales de 2001 hasta la realización del referendo revocatorio presidencial.60 Aun así, entre 1998 y 2004, no existía voluntad política orgánica para pasar a modificar el cuadro de las reglas estructurales de la formación venezolana, más allá de la renacionalización de sectores estratégicos de la economía nacional; era la poca evidencia sobre políticas dirigidas a una transformación sustantiva de las relaciones de producción, distribución y consumo de tipo capitalistas, conjuntamente con una radical revisión de las formas de posesión, control y propiedad de los medios de producción.61

A pesar de las críticas al capitalismo salvaje y al neoliberalismo, la propuesta inicial de un modelo productivo alternativo la llamada Agenda Alternativa Bolivariana de 1996 (Chávez 1996) y el Plan Económico y Social 2001-2007 (PES), eran momentos de nacionalismo económico pero fundamentalmente capitalista, el cual se mantuvo sin grandes cambios de rumbo hasta 2004. Esta vía del capitalismo nacional, democrático, con funciones de redistribución y de bienestar comenzó a quebrarse por la férrea oposición de grupos oligopólicos nacionales y transnacionales; quienes plantearon una “agenda anticomunista” frente a un gobierno nacional-popular, lo que generó un proceso de radicalización en ambos polos, que los llevaron a una medición de fuerzas no electorales en dos escenarios: el golpe de abril de 2002, y el paro-sabotaje petrolero de 2002-2003. El carácter moderado en lo económico de la AAB puede contrastarse con el Primer Plan Socialista (PPS), en la definición de regímenes de propiedad, definiendo el carácter mixto (público/privado) del modelo económico que se propone:

Sectores productivos y regímenes de propiedad

Sector

 

PES

2001-2007

PPS

2007-2013

I

Empresas básicas y estratégicas. Sector petrolero, empresas básicas. Minería, alta tecnología militar

 Estatal

El Estado conservará el control total de las actividades productivas que sean de valor estratégico para el desarrollo del país.

II

Bienes de consumo esenciales. Industria de la construcción, agroindustria, PYMI, turismo

 Mixto

Las EPS surgirán a partir de unidades asociativas existentes, de las que se establecen como resultado de la acción del Estado, y de la transformación de empresas del Estado o de empresas capitalistas privadas en EPS.

Operará un tejido productivo entre las EPS, interconectado con Estado y PYMES, que progresivamente abarcará el mayor número de actividades económicas.

III

Servicios esenciales y Gobierno. Sectores productivos como educación y salud, además de un Sector no productivo del Gobierno, generador de servicios esenciales no transables.

 Mixto

 Estado, Pequeña y Mediana Empresa y EPS

IV

Banca y finanzas. Orientado hacia la intermediación financiera. No transable.

Mixto, pero regulado y controlado por el Estado

 Mixto, regulado y controlado por el Estado

V

La Gran Industria. Conformada fundamentalmente por la gran industria importadora; generadora de bienes y servicios no esenciales.

 Privado

 Mixto, regulado y controlado por el Estado

Esta orientación de una economía mixta entre el Estado y la iniciativa privada se reafirma en el PES pero se debilita en el PPS, asumiendo que ambas posibilidades se encuentran contenidas en el capítulo consagrado al sistema socioeconómico que se establece en la Constitución de 1999, donde se incluye el sector de economía social, popular y alternativa, e incluso se reconoce el “régimen de propiedad colectiva”, junto a otros “regímenes de propiedad”.62

Sin embargo, en 2001 ante el cuerpo de 49 leyes presentadas ese mismo año, especialmente la Ley de Pesca y Acuiculltura, la Ley de Tierras y Desarrollo Agrario y la Ley Orgánica de Hidrocarburos, que fueron promulgas como Decreto Ley por el presidente Chávez bajo la autorización de la Asamblea Nacional mediante una Ley Habilitante en 2001, fueron objeto de cuestionamiento por parte de empresarios, partidos de oposición y la mayor parte de los medios privados, como “atentados a la propiedad privada” y como demostración del carácter “autoritario” y “comunista” de la “revolución bolivariana”.63 Justamente un año después, a partir del intento de golpe de estado de abril de 2002, hasta llegar al referendo revocatorio de 2004, donde puede explicarse la inflexión de la narrativa ideológica desde la institucionalización del sistema económico a partir de una economía mixta de carácter capitalista, al fortalecimiento de la economía social y popular, para desembocar en la formulación explícita de un proyecto de “economía mixta de carácter socialista”, con predominio de la propiedad pública, social y colectiva, tal como quedo en evidencia en el proyecto de reforma constitucional de 2007 y en el PPS 2007-2013.64

La amalgama ideológica se reorganiza adquiriendo centralidad elementos ideológicos que fueron posicionados en la agenda política, actos de poder y estrategias discursivas de Chávez. La construcción de un modelo de desarrollo endógeno-socialista, basado en la prioridad de la economía social, popular y comunal, era una posibilidad perfectamente contenida en la propia Constitución de 1999, incluso comprendida con formas autogestionadas de propiedad colectiva.65 Por tanto, los contenidos de una economía mixta de signo socialista no implican necesariamente un ruptura con el discurso originario, más bien son una inflexión que va del neoestructuralismo económico a un pensamiento socialista basado en la alianza estatal-empresas de producción social, que tematiza una necesaria transformación de las “relaciones sociales de producción”, que comienza a mostrar sus perfiles en las empresas articuladas en unidades estatales de producción en el sector energético, agrícola y pecuario.

Por otra parte, con relación al eje central de la “redemocratización de la soberanía nacional” por la vía del “poder constituyente” para construir la “democracia popular bolivariana”, han surgido diversas interpretaciones acerca del estilo político de conducción, mediación e interlocución social de la “Revolución Bolivariana”, marcada por un giro a partir de 2004, luego de los resultados favorables a Chávez en el referendo revocatorio presidencial, donde comienza a observarse un patrón de politización que se inscribe en una “democracia plebiscitaria”, viabilizada no sólo por la polarización social, sino por fuertes facilitadores político-institucionales, como el presidencialismo, el peso del poder ejecutivo en nuestra tradición histórica y el carácter clientelar del Estado rentista.66

Esto supone un giro del proyecto hegemónico, que fue entendido inicialmente como una transcripción política de las normas constitucionales, a partir de una agenda política que no iba más allá de de una centro-izquierda nacional-popular, aun con toda su retórica revolucionaria, con políticas gradualistas y moderadas. Luego de la coyuntura crítica (2001-2004), y a partir de los resultados del referendo revocatorio presidencial del 15 de agosto de 2004, el proyecto hegemónico se desplaza hacia la centralidad del mito cesarista progresivo, donde el espacio de la sociedad política es absorbido por el estilo personalista en la toma de decisiones y la centralidad exclusiva del “momento del líder”. Así mismo, el proyecto del “socialismo del siglo xxi ”aparece marcado constitutivamente por el “momento del líder”.

La vida política enfatiza no la lucha interpartidista, ni un espacio político democrático de movimientos sociales, grupos de presión y partidos políticos, sino el posicionamiento sobredeterminante en la topografía social, mediática y política del “momento del líder”, totalizando los apoyos o rechazos a las directrices ideológicas y políticas del propio Chávez. Paralelamente, pero con menor fuerza, hay dinámicas “desde abajo” de nuevas fuentes de radicalización democrática67 que comenzaron con diversas expresiones de organización social, popular, sindical, de comunicación comunitaria y alternativa, que se profundizan con el establecimiento de los consejos comunales. Sin embargo, este fenómeno de movilización y organización popular plantea relaciones muy complejas con el mito cesarista, en el claro contenido gramsciano dado al término cesarismo progresivo.68 Por una parte, establecen relaciones utilitarias, por otra lo exaltan simbólicamente, también lo cuestionan, y hasta llegan a proponerle que haga realidad la consigna: “Todo el poder para el pueblo organizado”.

A partir del Taller de Alto Nivel del 12 y 13 de noviembre de 2004, se plantea abiertamente un proyecto hegemónico de carácter colectivista-estatista con un estilo de conducción cesarista-plebiscitario. Aunque ya en 199869 la “revolución bolivariana” aparecía como una “anomalía salvaje” frente al “consenso liberal-democrático”, desde 2004 se reforzará esta percepción con la llegada de nuevas secuencias discursivas que rearticulan los puntos nodales de la revolución. Mientras antes de 2004 predominó un claro consenso en círculos políticos e intelectuales sobre el llamado “fin de la historia” y la hegemonía del globalismo neoliberal, a partir de 2004 la narrativa ideológica se desplaza abiertamente hacia el “socialismo del siglo xxi”. El modelo de “democracia participativa”,70 que se presentaba entonces como alternativa elaborada desde movimientos sociales y ambientes intelectuales de resistencia, comenzaba a reverberar con antiguas tradiciones de crítica a la “democracia burguesa”, marcadas por el sello de la tradición jacobina y bolchevique. Reaparece entonces la “democracia popular” como concepción equivalente a la “democracia participativa”, como “modelo político” que “contrasta con las viejas y huecas democracias del pasado”. Parecían confirmarse las observaciones presentes en un conocido trabajo sobre “la nueva izquierda latinoamericana”, que se contraponía a Castañeda:

… los hechos pronto se encargaron de invalidar –comenzando con el levantamiento zapatista de enero de 1994– el diagnóstico prematuro sobre el triunfo del neoliberalismo, la democracia liberal y la alineación de América Latina con Estados Unidos, así como el pronóstico de una izquierda a la defensiva, limitada a explorar variaciones familiares de la economía de mercado y la democracia representativa. Como lo ilustran profusamente los capítulos de este libro, los movimientos, los partidos y los gobiernos locales y nacionales de izquierda que cuestionan cada uno de los componentes de dicho diagnóstico se han multiplicado y consolidado a lo largo y ancho de la región. Hoy en día, partidos y figuras políticas que representan diferentes tendencias “de izquierda” (en un sentido amplio, con identidades y proyectos políticos diversos a ser discutidos en páginas siguientes) gobiernan en Argentina, Bolivia, Brasil, Cuba, Chile, Ecuador, Nicaragua, Uruguay y Venezuela (Rodríguez Garavito, Barrett y Chávez, 2005).

El caso de Venezuela aparece como una experiencia posible para una “nueva izquierda latinoamericana”. Sin embargo, hay que reconocer la extraordinaria inercia del legado del socialismo burocrático, aun después de la masiva diseminación de la ideología del “fin de la historia”. De allí, las condiciones que facilitan la aparición de la tesis de las “dos izquierdas”, intentando abrir abismos entre gobiernos latinoamericanos de signo “progresista”, a partir del alineamiento-antagonismo frente al dilema geopolítico de: o EEUU o Cuba.71 Estas tendencias de inducción de divisiones en la izquierda social y política generan respuestas burocrático-autoritarias de centralización-concentración de decisiones, de disciplina desde arriba, que llevan a considerar las demandas de autonomía y crítica interna de los movimientos, colectivos u organizaciones populares de izquierda como una desviación, traición o incluso infiltración por organismos de seguridad extranjeros. El estilo político militarista-policial aparece en diversos discursos de “llamados al orden revolucionario”, inhibiéndose los antídotos para evitar consolidar tendencias asociadas al burocratismo, al autoritarismo y al estatismo.

4. ¿Socialismo bolivariano del siglo xxi?

Una revisión a fondo de las formaciones discursivas sobre el “socialismo bolivariano del siglo xxi”, incluye aquellas con mayor grado de sistematización, como las incluidas en el Nuevo Mapa Estratégico-La Nueva Etapa del año 2004, en discursos del presidente Chávez a partir de 2004 referido al Socialismo, en la campaña electoral presidencial de 2006, en los Cinco Motores Constituyentes (5MC), en el proyecto de Reforma Constitucional de 2007, en el decreto de creación de la Comisión Central de Planificación, en el Primer Plan Socialista 2007, también denominado Proyecto Simón Bolívar (2007-2013), y en diversos instrumentos legales aprobados vía leyes habilitantes, o por la misma Asamblea Nacional. Sin embargo, llegado a esta fase del análisis, sólo realizaremos un acercamiento provisorio, para destacar sobre todo los contrastes con la narrativa ideológica que hemos caracterizado como nacional-popular-revolucionaria. En estos documentos, se hace explícito que el camino de la revolución bolivariana se identifica con la construcción de la “transición hacia el socialismo bolivariano”.72 En el caso del “socialismo bolivariano”, al igual que en el momento nacional-popular inicial, su radicalidad se define en el propósito de enfrentar la “estructura de mando” de la globalización neoliberal, que es visualizada como una “voluntad de dominio global” que emerge en el proceso de reestructuración del sistema capitalista mundial, luego de la crisis del modelo de regulación keynesiano-socialdemócrata. Sin embargo, se hacen patentes los puntos nodales de articulación del antagonismo capitalismo/socialismo.

Superando del nacionalismo económico, hay un llamado a un “más allá del capital”, siguiendo la formulación teórica del intelectual húngaro Izsvan Mezaros. Así mismo, la consigna de Rosa Luxemburgo es posicionada en la esfera pública: “O socialismo o barbarie” planteando una coyuntura de bifurcación histórica entre sistemas económicos, políticos, sociales e ideológicos de organización social.73 Sin embargo, la transición al socialismo no es producto de un movimiento de acumulación de fuerzas de la izquierda social, sino fundamentalmente de las decisiones y directrices ideológicas del “líder fundamental del proceso”.74 A partir de este acto de poder, se recompone la estructura de interpelaciones, en la cuales comienza a generarse cadenas de articulación entre formas de cohesión y coherencia de la amalgama ideológica del nacionalismo popular revolucionario y nuevos elementos ideológicos provenientes de la tradición doctrinaria del socialismo revolucionario asociado al Imaginario bolchevique, chino y cubano.

Sin embargo, una alternativa poscapitalista debe abordar inevitablemente el desafío de transformar la morfología del sistema económico capitalista, sus matrices productivas, sociales y técnicas, marcadas por desequilibrios estructurales, sociales y territoriales; en circunstancias en las cuales la formación ideológica, organizativa y la capacidad de gestión del mundo de “trabajo material e inmaterial” implican asumir sobre sí mismas tareas de construcción autogestionada de una economía mixta de transición al socialismo, no delegándolas en el fetichismo de la formaestatal. Aquí reaparece la confusión histórica que otras experiencias de transición al socialismo han planteado, entre “nacionalización” y “socialización económica”.75 Todos estos problemas surgen en una situación donde luce debilitada la confluencia entre el “brazo político” y el “brazo laboral”, entre la “izquierda política” y la “izquierda social”, en la construcción del socialismo factible.76 A este cuadro de debilidad organizativa de fuerzas contrasistémicas emergentes, se le agrega la eficacia del papel de deslegitimación del poder mediático capitalista, el cual ha logrado desacreditar cualquier imagen positiva del “socialismo autogestionado y participativo” como proyecto estratégico alternativo. Inclusive, sectores intelectuales que se identifican nominalmente con el espacio ideológico de izquierdas, que en apariencia cuestionan radicalmente al mismo poder mediático capitalista, ven alineados sus actitudes, presupuestos y creencias con las matrices ideológicas dominantes, censurando sutilmente cualquier referencia al “socialismo revolucionario” por considerar que no existen condiciones “ni objetivas ni subjetivas”, que permitan aún superar la sedimentación político-cultural de las experiencias despóticas del colectivismo oligárquico-despótica, o la hegemonía stalinista en el bloque soviético.77 El imaginario socialista vive un momento de estrechez de horizontes, en el cual no se prefiguran opciones distintas al modo de producción burocrático-colectivista.

Simultáneamente, la acumulación de fuerzas de las organizaciones populares y de los movimientos sociales, plantean demandas de un programa político que visibilice los “antagonismos de clase”, entre otras formas de “opresión social”. Así mismo, el hiato entre sectores intelectuales y movimientos sociales de signo popular, viene siendo llenado por la centralidad del “momento del líder”, por la voz-directriz ideológica del presidente Chávez, quién ha definido ejes, ritmos, contenidos y prioridades acerca de la transición postcapitalista. De esta manera, es el propio equipaje teórico, ideológico e intelectual de Chávez, el factor crucial para comprender las significaciones maestras del proyecto hegemónico socialista. En este terreno, surgen diversas inquietudes sobre si se están abordando las demandas de socialización y la democratización de las matrices del poder social,78 o si se avanza en la dirección de un proyecto anclado en el fetichismo de lo nacional-estatal, replicando errores del populismo histórico y del socialismo burocrático. El proyecto hegemónico socialista parece quedar entrampado en el imaginario estatista-autoritario al no asumirse un balance de inventario del derrumbe del campo soviético ni de su fundamentación ideológica (marxismo-leninismo)79. El gran reto, entonces, es concebir un imaginario socialista radicalmente pluralista, consustanciado con una revolución político-cultural que suponga el paradigma de la democracia participativa, encarnada efectivamente en la fuerza motriz de los movimientos sociales. Como han planteado Arrigí, Hopkings y Wallerstein, si se han cerrado definitivamente los viejos ciclos de luchas antisistémicas, se ha sellado el fin de la izquierda revolucionaria anterior a 1968 (Arrigí/Hopkings/Wallerstein, 1999).

Aunque en Chávez, hay una explícita referencia a creencias, valores e ideas del socialismo cristiano, como base ética de la construcción del socialismo bolivariano,80 existe una línea de continuidad con la temática guevarista del “hombre nuevo”:

La doctrina auténtica de Cristo, que es una doctrina liberadora, es una doctrina revolucionaria, por eso cada día somos más cristianos y estamos más con Cristo el Redentor de los pueblos. (…) El poder del pueblo es el más grande de los poderes, después del poder de Dios. (Discurso en Inicio de la Misión Madres del Barrio y entrega de asignaciones económicas a amas de casa Teatro Municipal de Caracas, 30 de marzo de 2006).

 En Venezuela estamos construyendo la fórmula del hombre en sociedad, la fórmula de la paz, la fórmula de la hermandad, la fórmula del verdadero cristianismo: el hombre en libertad e igualdad. (…) Pedimos a Dios por la paz. Cualquier diferencia que haya en el mundo entre los países, debemos solucionarla siempre por la vía diplomática. (Discurso en Inauguración de La Central Hidroeléctrica Caruachi, estado Bolívar; 31 de marzo de 2006).

Así mismo, basta constatar las diferencias radicales entre Chávez y la crítica de Dieterich a cualquier referencia a la creación del “hombre nuevo”, frente a la constante apelación a la moral, a la “conciencia del deber social”, del Che Guevara.81 Para Chávez:

Esto tiene que ser una revolución. Nosotros no hemos llegado aquí para hacer cambios superficiales ni para poner parches de agua tibia, tenemos que ir a fondo, transformar las estructuras económicas, las estructuras políticas, las estructuras sociales, empezando por la estructura moral y espiritual para generar una sociedad de hermanos y de iguales, en verdad (Chávez, 2004).82

Este “voluntarismo revolucionario”83 se entronca con la exaltación de la conciencia, la moral y la voluntad en el planteamiento del presidente Chávez, y se traduce también en documentos como el Primer Plan Socialista donde se le otorga a la ética socialista una prioridad destacada, así como en la estrategia de los cinco motores constituyentes84 en 2007, momento de expresión concentrada de puntos nodales y significaciones maestras de lo que se considerará el correcto imaginario socialista, en el hacer-decir de las significaciones que recorren el Proyecto Nacional Simón Bolívar:

El Proyecto Ético Socialista Bolivariano debe llevarnos a la construcción del hombre nuevo del Siglo xxi. Socialismo y hombre nuevo deben ser sinónimos. No puede pensarse ni concebirse uno sin el otro. Ambos son como el hidrógeno y el oxígeno que se unen para formar el agua. La conciencia moral revolucionaria constituye el motor para dejar atrás la prehistoria humana y entrar definitivamente a la verdadera historia, la sociedad realmente humanista. En definitiva, habrá socialismo cuando exista un hombre nuevo (PPS 2007-2013).

Por otra parte, el “modelo de socialismo” de Chávez se vincula a determinados puntos nodales del discurso, referidos en la fuente ya citada85: “Nuestros pueblos originarios han conservado sus raíces socialistas”. “América Latina ha iniciado de nuevo el mismo proceso que quedó pendiente a Bolívar, San Martín, O’Higgins y Artigas: la Independencia”. “Estamos construyendo el camino hacia el socialismo, colocando al ser humano en primer lugar”. “Este planeta se salva por el camino de un nuevo socialismo que aquí estamos comenzando a construir”. “Este proyecto nacional bolivariano va rumbo a un socialismo nuevo. No se trata de copiar nada, tenemos que inventar nuestro propio modelo de desarrollo”. “El socialismo que estamos construyendo debe fundamentarse en la cultura, en los valores, en lo social y por lo social. Debemos colocar en primer lugar a los seres humanos”. “El socialismo es una corriente profundamente humanista; el capitalismo es inhumano”. “Hay que insistir en la creación de un nuevo modelo socialista, indoamericano, martiano, bolivariano, criollo, nuestro; un camino distinto a la destrucción del planeta”. “El Reino de Dios no es otro que el reino del socialismo verdadero, auténtico, un reino donde no haya clases sociales ni groseros privilegios”. “Igualdad y libertad: raíces del socialismo que estamos planteando al mundo”.

En la etapa de transición al socialismo es posible detectar una inflexión que tensiona los contenidos de la democracia participativa y del protagonismo popular entre un paradigma que escoge la nominación de la “revolución democrática” y la centralidad del “proceso constituyente popular”, que tendría continuidad en el imaginario político democratizador de la sociedad venezolana, y otro paradigma que selecciona a la “democracia revolucionaria”, que siguiendo a la tradición jacobina, bolchevique y la experiencia cubana colocaría un hiato al primer sintagma, pues para Chávez: “(No es lo mismo hablar de revolución democrática que de democracia revolucionaria. El primer concepto tiene un freno conservador; el segundo es liberador)”. Además, en la pretensión de construir un “socialismo originario”, se reactiva la problemática latinoamericana del llamado “socialismo nacional”, en el cual la oposición nación/imperialismo mantiene una centralidad incuestionable, que coloca en un segundo plano las contradicciones entre sectores, capas, clases y grupos de poder en el interior de la propia revolución bolivariana. Ha surgido toda una literatura sobre un nuevo actor de peso: la “burguesía bolivariana”, una suerte de burguesía nacional86 afín al proyecto de la “revolución chavista”, cuyo papel adquiere centralidad en la dinamización de la economía mixta, en tanto que logro de la llamada “revolución productiva”, pero que además muestra las conexiones entre poder político y poder económico, donde el burocratismo, la corrupción, el ala tecnocrática militar y el tráfico de influencias han generado una circuito de prebendas y nuevos patrimonios, en una suerte de acumulación originaria atada al capitalismo de Estado.87

Así mismo, es conveniente hacer referencia al uso del lenguaje nacional-popular de los sujetos de la lucha: “Hay que incorporar las grandes corrientes populares, campesinas, indígenas, de trabajadores, juventudes, estudiantes, militares, partidos políticos progresistas en la defensa del suelo patrio”. Existen especiales referencias a las comunidades populares, así como a las mujeres y pueblos indígenas, exaltando tropológicamente sus identidades y luchas, pero hay pocas iniciativas para que la “lucha de clases”88 cobre centralidad alguna:89

“Están volviendo los pueblos indígenas; los más oprimidos de esta tierra se han levantado y están comenzando a construir una nueva página de la historia de la América Latina y el Caribe, luego de siglos de explotación, dominación y atraso”. “Hay que insistir en la creación de un nuevo modelo socialista, indoamericano, martiano, bolivariano, criollo, nuestro; un camino distinto a la destrucción del planeta”. “El Reino de Dios no es otro que el reino del socialismo verdadero, auténtico, un reino donde no haya clases sociales ni groseros privilegios”. “Siempre he creído que uno de los grandes males del capitalismo es la exclusión a la mujer, la minimización del gran potencial que la mujer tiene para desempeñarse en cualquier tarea, por más dura y por más exigente que sea”. “El día que las mujeres compartan con igual peso que los hombres la conducción de nuestros pueblos, el mundo empezará a enderezarse”. “En el marco del sistema capitalista es imposible derrotar la exclusión y el atropello a la mujer, porque el sistema capitalista tiene su base en los anti-valores de la exclusión, el machismo, la violencia, la degradación de los valores humanos, y particularmente de la mujer”. “Invito, desde mi modesto puesto de batalla, a las mujeres venezolanas para que cada día asuman con mayor fuerza, pasión y amor, la lucha por la revolución socialista, por la Venezuela de nuestros hijos, de nuestros nietos; por la Venezuela futura, la Venezuela bonita”. “Un equipo de Gobierno debe estar cada día más acompañado de mujeres; ellas siempre ponen un extra, una dosis de amor, fuerza, pasión, coraje, entrega; elementos intrínsecos de la mujer”. “Luchamos con fervor por una sociedad socialista que signifique la liberación plena de la mujer como género, como actor social transformador del mundo”. “No se podrá salvar el mundo si no logramos la plena igualdad del género y la participación de la mujer como actor fundamental de las distintas luchas que libramos”.

En el caso específico de los contrastes entre los debates teórico-intelectuales y la llamada “Revolución Bolivariana”, es significativo apuntar que es desde 2004 cuando el presidente Chávez y la dirección política asumen no sólo las tareas de una revolución nacional y democrática, sino además las tareas de la construcción del socialismo bolivariano. Sobre la exploración de las posibles referencias a nodos intelectuales ya hemos elaborado una primera exploración crítica (Biardeau, 2008). Una lectura atenta del mismo permite comprender las referencias intelectuales, ideológicas y políticas inspiradoras, sin referirse a alternativa poscapitalista alguna. La lucha contra el neoliberalismo se hace explícita la política de los llamados cinco equilibrios del PES 2001-2007. El periodo comprendido entre 1999 y 2001 se caracterizó por un ambivalente acercamiento a los modelos de la “Tercera Vía”, singularmente relacionados con lo enfoques neo-estructuralistas latinoamericanos del “desarrollo desde dentro”90 (Camejo; 2002).91 En 2005 en sus declaraciones al periódico Punto Final de Chile, Chávez hizo patente el giro de su perspectiva:

En una época llegué a pensar en la tercera vía. Andaba en problemas para interpretar el mundo. Estaba confundido, hacía lecturas equivocadas, tenía unos asesores que me confundían todavía más. Llegué a proponer un foro en Venezuela sobre la tercera vía de Tony Blair. Hablé y escribí mucho sobre un 'capitalismo humano'. Hoy estoy convencido que es imposible. Pero esto ha sido producto de seis años de dura brega y de aprender de mucha gente. Me convencí de que el socialismo es el camino y así lo dije en Porto Alegre y después aquí, ante la Asamblea Nacional. He invitado al país a un debate. Creo que debe ser un socialismo nuevo, con planteamientos frescos, acoplado con una nueva era que apenas está comenzando. Por eso me atreví a llamarlo 'socialismo del siglo xxi', como proyecto.92

Pasaron diez años desde la Agenda Alternativa Bolivariana, por las tesis del “poder constituyente” y de la “democracia participativa y protagónica”, que coparon el debate sobre las transformaciones del Estado, de las relaciones entre la “sociedad política” y la “sociedad civil”; para que fuesen adquiriendo visibilidad las nociones, conceptos y representaciones sobre el “socialismo bolivariano del siglo xxi”, lo que suponía un contraste ideológico con lo conceptos político-normativos que han quedado en la propia Constitución nacional.93 Fue la “coyuntura crítica” 2002-2003 la que catalizó un proceso de “radicalización” del Proyecto Nacional, perfilando el antagonismo histórico entre capitalismo y socialismo en Venezuela. Entre estas directrices de “profundización revolucionaria” está el Taller de Alto Nivel-Nuevo Mapa Estratégico realizada el 12 y 13 de noviembre de 2004, donde se esbozaron los diez objetivos para una “nueva etapa”, donde emerge una clara orientación de socialización del poder social que desborda los planteamientos teóricos y los lineamientos del plan económico y social de la nación 2001-2007, como proyecto estratégico nacional:

Es fácilmente detectable una inflexión de la narrativa ideológica entre el plan económico y social 2001-2007 y el nuevo mapa estratégico (noviembre 2004). Así mismo, la presentación de los cinco motores constituyentes en el año 2007, muestran la centralidad de nuevas significaciones-maestras: al primer motor constituyente: la ley habilitante se le denominó “vía directa al socialismo”, al segundo motor constituyente: Reforma Constitucional: “Estado de derecho socialista”94, al tercer motor constituyente: Moral y Luces: “Educación con valores socialistas”. Al cuarto motor constituyente: La Nueva Geometría del Poder: El “reordenamiento socialista de la geopolítica de la nación”, y al quinto motor constituyente: Explosión del Poder Comunal: “¡Democracia protagónica, revolucionaria y socialista!”. Veamos algunos enunciados de Hugo Chávez para cada motor constituyente como ejemplos:95

Motor 1: “Hemos solicitado la Ley Habilitante por año y medio y en distintos ámbitos: político, económico, social, seguridad y defensa. Así también en el ámbito de los procedimientos administrativos de la administración pública. Tenemos una lista de leyes. Primero, leyes viejas que hay que reformar, segundo leyes nuevas que hay que reformar, tercero leyes que hay que sustituir por otras, cuarto leyes que hay que inventar en el marco de la constitución para desarrollar aún mas los mandatos constitucionales. Por ejemplo el código de comercio venezolano, símbolo del capitalismo, fue elaborado hace mas de cien años: en 1904, a ese código le hicieron varias reformas pero en el mismo marco, y la última aún así fue hecha en 1955, cuando gobernaba en Venezuela el general Marco Pérez Jiménez. ¿Qué socialismo vamos a hacer con un código de comercio de esta calaña? Otro ejemplo son todos esos sectores de un área tan importante y estratégica como lo es la energía eléctrica. Todo aquello que fue privatizado: Nacionalícese. Recuperemos la propiedad social sobre los medios estratégicos de producción. La compañía anónima nacional de teléfonos de Venezuela (Cantv): nacionalícese. La nación debe recuperar la propiedad de los medios estratégicos de soberanía, de seguridad y de defensa

Motor 2: “Vamos rumbo a la República Socialista de Venezuela y para eso se requiere una profunda reforma de la Constitución Nacional. La Constitución Bolivariana nos presenta un primer piso para la Constitución del Socialismo, pero para avanzar en mayor amplitud y dimensión, se requiere de un conjunto de reformas. Convoquemos al poder constituyente y aceleremos esto en función del clamor del pueblo que votó por un proyecto. Chávez durante una y mil veces dijo: vamos por la vía del socialismo y es socialismo lo que quiere el pueblo. Lo que necesita la patria

Motor 3: Educación popular en estos los momentos y en todos los espacios. Educación, educación, educación, hemos dado muchos avances pero aun nos falta mucho por profundizar en la educación, la cultura, la ciencia, la tecnología, la conciencia, la ideología, los valores… los nuevos valores. Hay que demoler los viejos valores del individualismo, del capitalismo, del egoísmo. Hay que crear nuevos valores y eso solo se logra a través de la educación, del ejemplo; este es el tercer gran motor

Motor 4: “El cuarto motor del proyecto socialista revolucionario que tiene que ver con la nueva geometría del poder. Debemos hacer un análisis acerca del territorio, de cómo esta distribuido el poder político, social, económico, militar, y como debería estar. Este es un tema para el cual pido especial atención. Es necesario buscar una manera de distribuir el poder político, económico, social y militar. Revisemos la división político-territorial del país, innovemos, busquemos unas formulas adecuadas a nuestra realidad y aspiraciones. ¿Venezuela, necesariamente, debe estar dividida políticamente y territorialmente como está? ¿No hay otro modo? Claro que hay otros modos de organización territorial. ¿Cómo lograr una relación simétrica o una ampliación del poder político, del poder económico, del poder social, del poder militar, a lo largo y ancho de todo el territorio? Ahí tenemos muchas deudas, regiones que están muy apartadas muy olvidadas, disminuidas, atrasadas. A nivel de estados la situación no es grave. Ahora, donde si es grave es a nivel municipal. ¿Venezuela necesita estar dividida en tantos municipios como hoy tenemos? ¡Burocracia! Es la cuarta República viva: burocracia, corrupción, ineficiencia

Motor 5: “El poder es alma, nervios, huesos, carne y esencia de la democracia Bolivariana, de la democracia Revolucionaria, de la democracia verdadera. Este motor del proyecto socialista Bolivariano es el que tiene mayor fuerza. Pero esta explosión creadora del poder comunal va a depender del éxito de los otros cuatro motores para su desarrollo y éxito. Va a depender de la ley habilitante de la reforma constitucional, de la jornada nacional Moral y Luces, de la nueva geometría del poder y de otros factores. Por eso es urgente que asumamos la tarea de inmediato. Concentraríamos todo el esfuerzo político, económico y social para ir transitando el camino hacia ciudades comunales donde no hagan falta juntas parroquiales, alcaldías y consejos municipales, sino poder comunal. Habría que sembrarlo en la constitución. Progresivamente, nosotros el poder constituido debemos ir transfiriéndole poder político, social, económico y administrativo al poder comunal para que así marchemos rumbo al estado social y salgamos de las viejas estructuras del estado capitalista burgués, que lo que hace es frenar los impulsos revolucionarios.”

En toda esta nueva narrativa ideológica se observa incluso una pérdida de flexibilidad de la amalgama nacional-popular-revolucionaria, y su potencial conversión en una sintaxis cerrada, en la que todos los enunciados aparecen adjetivados como “socialistas”.96 Se sustituyen enunciados tales como “sentar las bases de un modelo productivo capaz de generar un crecimiento auto-sustentado, promover la diversificación productiva y lograr la competitividad internacional en un contexto de estabilidad macroeconómica, lo cual facilitará una profunda y diversa reinserción en el comercio internacional globalizado” (PES 2001-2007), por enunciaciones que están claramente inscritas en un horizonte post-capitalista: “El objetivo de largo plazo, en lo económico, nadie puede tener duda de ello, es trascender el modelo capitalista. El modelo económico capitalista es inviable, imposible, nosotros los líderes, sobre todo los líderes debemos tenerlo muy claro.”

El presidente Chávez fue enfático en aquella reunión de la llamada “Nueva etapa” y mucho más explícito luego de la conquista electoral de 2006: “Vamos a acelerar la construcción del nuevo modelo productivo, rumbo a la creación del nuevo sistema”. “He tratado de ser lo más claro posible”.97 Chávez expresa una tesis central del marxismo revolucionario de inspiración bolchevique: “… hay que transformar las relaciones de producción y acabar con el patrón del capitalista que es el dueño de la máquina y sus esclavos aquellos siembran maíz y me venden el maíz bien barato y entonces yo me hago rico vendiendo la harina de maíz ¿ve? Eso hay que romperlo”.98

A partir de entonces, queda claro que se trataba de una “democracia revolucionaria” para el socialismo. Mientras el nuevo Mapa Estratégico-la Nueva Etapa asoma los puntos nodales desde donde se re-significa la amalgama ideológica de la revolución bolivariana, los cinco motores constituyentes son sin duda una inflexión ya terminante. A partir de este giro, no era una reforma constitucional, era una propuesta para una nueva Constitución Nacional lo que se planteaba, sin activar un proceso popular constituyente, algo indispensable si se quiere pasar a la “República Socialista de Venezuela”. El error político-estratégico era aparentemente sencillo, pero aparecía entre líneas en las siguientes enunciaciones: 

La Constitución Bolivariana nos presenta un primer piso para la Constitución del Socialismo, pero para avanzar en mayor amplitud y dimensión, se requiere de un conjunto de reformas. Convoquemos al poder constituyente y aceleremos esto en función del clamor del pueblo que votó por un proyecto. Chávez durante una y mil veces dijo: vamos por la vía del socialismo y es socialismo lo que quiere el pueblo. Lo que necesita la patria. La reforma es el mecanismo adecuado y la constitución establece los límites de esa reforma, permite la sustitución de una o varias de sus normas, que no modifiquen los principios fundamentales.99

Lo que desaparecía a simple vista de este enunciado es que una convocatoria al poder constituyente implicaba no sólo convocar un referendo, sino además a un espacio de deliberación en la esfera pública democrática que implicaba calibrar los sujetos indispensables de una iniciativa de reforma constitucional. El proyecto de reforma constitucional se elaboró desde arriba y en función de objetivos de la alta dirección estratégica de la revolución. En lenguaje coloquial se planteaba una reforma constitucional “entubada” desde la Presidencia de la República, que pasaba por una agregación incoherente de aspiraciones en la Asamblea Nacional. Además, sí afectaba el título primero de la Constitución referido a los principios fundamentales, tornándose inconsistente con el propósito de una reforma. Este debate entre poder constituyente y poder constituido abría polémicas sobre los límites materiales y formales del poder reformador, sobre si el principio de supremacía constitucional quedaba definitivamente vulnerado, y sobre si se comprendía exactamente el impacto político-jurídico del proyecto, en aspectos valorados por amplios sectores, grupos y clases incluso votantes del “chavismo”, aspectos normativos del texto constitucional que comenzaron a ser reconocidos como elementos del proyecto de transformación:

De un lado, que el rechazo a la reforma constitucional no triunfó por la fuerza de la oposición sino por el transvase de una parte importante de votantes chavistas tanto a la abstención como al voto del “no”. De otro, que dicho rechazo de una parte del electorado bolivariano no significa, por ahora, un abandono del apoyo al proceso político y social encabezado por el presidente Chávez, sino la discrepancia con un proyecto de reforma constitucional mal planteado, pero sobre todo, la manifestación del malestar de una parte importante de la sociedad venezolana con el funcionamiento en detalle del proyecto político del socialismo del siglo xxi. Es decir, con la ineficiencia administrativa en la gestión de las, en general, favorablemente valoradas políticas públicas bolivarianas, con la inseguridad ciudadana, con la corrupción y, si se quiere, hasta con una cierta prepotencia que, como consecuencia del ejercicio del poder, se ha instalado en algunos de los actores relevantes del proceso político venezolano. Por ello, ni la oposición política ha lanzado las campanas al vuelo ni el bloque gubernamental se ha sumido en la desesperación. Incluso, puede decirse que el sector más clarividente del aparato político del chavismo ha visto con cierto alivio la estrecha victoria opositora como una oportunidad de corregir los desajustes que se venían acrecentando desde hace tiempo y que una victoria holgada de la reforma constitucional hubiera agrandado”(Roberto Viciano Pastor y Ruben Martínez Dalmau, 2007).100

 En un sugestivo documento que entrelineas aclara las desorientaciones reales que la “alta dirección política de la revolución chavista”, tenía sobre el proyecto de reforma, se señala:

Pero, a pesar de que desde bien temprano manifestamos nuestra postura crítica con el proyecto de reforma constitucional, preferimos permanecer al margen del debate constitucional con el fin de que nuestra discrepancia no fuera utilizada malintencionadamente por la derecha golpista venezolana y el aparato mediático de dominación. Por esa razón, cuando nos encontramos ante la que quizá sea la más disputada batalla electoral de la Quinta República venezolana, sin que pueda saberse a ciencia cierta de qué lado se inclinará la balanza, nos ha parecido el momento adecuado para hacer pública nuestra posición y algunas reflexiones sobre la encrucijada política y social en que se encuentra el proceso bolivariano (Roberto Viciano Pastor y Rubén Martínez Dalmau, 2007).

No agregaremos más sobre un debate sobre el cual sostuvimos posiciones abiertamente críticas con la responsabilidad de alertar de manera temprana,101 no solo al alto gobierno, sobre el “campo minado de la reforma constitucional”. Para los fines del presente artículo, nos interesa destacar el debate sobre los “modelos de socialismo compatibles” con el marco constitucional vigente desde 1999, y qué modalidades puntuales de reforma y enmienda pueden cubrir los extremos legales de la constitucionalidad. Sólo sintetizaremos dos elementos que nos parecen introducen dimensiones fundamentales:

… en Venezuela es indudable que una reforma constitucional sólo puede culminar con éxito cuando el pueblo así lo desee. (…) Sin embargo, el problema reside en el procedimiento que debería haberse empleado para llevar adelante una modificación de la Constitución de estas dimensiones en extensión y contenidos. Reformas de gran calado, como la propia Constitución de 1999 indica –artículo 347 en relación con el 342–, deberían debatirse no en el seno de los poderes constituidos, sino de una Asamblea Nacional Constituyente. El artículo 342 es taxativo cuando establece que la reforma constitucional “tiene por objeto una revisión parcial de esta Constitución y la sustitución de una o varias de sus normas que no modifiquen la estructura y principios fundamentales del texto constitucional, mientras que la Asamblea Nacional Constituyente queda reservada para los supuestos excluidos o la redacción de una nueva Constitución. (…) Para cualquier lector de la propuesta de reforma, resulta evidente que un cambio que propone modificar 69 artículos de la Constitución vigente, y que lo hace para construir, donde antes se hablaba de una Democracia participativa, una Democracia Socialista (artículo 158); o que habla de Estado socialista (artículo 318) donde antes sólo se hacía referencia al Estado Democrático y Social de Derecho; o que prevé que el Ejecutivo Nacional pueda regular la transición al modelo de Economía Socialista (artículo 300 y disposición transitoria novena), es de suficiente envergadura para ser debatido con amplitud en el seno más democrático donde pueda acontecer este debate: una Asamblea Constituyente” (Roberto Viciano Pastor y Rubén Martínez Dalmau, 2007)

Sobre el proyecto hegemónico del socialismo del siglo xxi, plantean lo siguiente:

Pero estamos convencidos de que la construcción de un modelo de socialismo del siglo xxi requiere de estos debates y, sobre todo, esperamos que ese nuevo socialismo que se intenta construir en Venezuela aprenda de la Historia que sólo desde el pluralismo, la contraposición de puntos de vista y la libertad de pensamiento y de expresión se puede construir un socialismo emancipador. La existencia de una presión interna y externa, incluso de una agresión interna o externa, no pueden justificar la eliminación de esos principios básicos de organización política. Pues supondría reconocer que cualquier intento de construcción del socialismo, que necesariamente tendrá fuertes resistencias internas y externas, tiene que pasar por el autoritarismo y el recorte de libertades. Y eso no es así. Como precisamente ha quedado demostrado en Venezuela hasta el momento, los procesos políticos que cuentan con apoyo popular pueden sobrevivir a las presiones internas y externas con pluralismo y dentro de un marco ejemplar de respeto a los derechos y las libertades públicas . (…) aún no está bien definido que se entiende por socialismo del siglo xxi y cuales son sus aplicaciones políticas y económico-sociales concretas y en detalle. Además, la generación del socialismo no puede hacerse por decreto, ni siquiera por reforma constitucional. Hace falta una conciencia social que soporte el proceso y lo asuma conscientemente. Parece claro que en una sociedad como la venezolana, formada durante decenios en el más puro individualismo, ese presupuesto no existe aún (Roberto Viciano Pastor y Ruben Martínez Dalmau, 2007)

Reproducimos estos argumentos por sintetizar gran parte de las inquietudes que surgieron en el debate, sobre todo acerca del “modelo de socialismo” que de manera a veces imprecisa, pero a veces claramente orientada por los “modelos del socialismo burocrático”, con una fuerte concentración de poder de decisión en la cúspide del poder ejecutivo, para tomar nota de un hecho fundamental. Basta leer la exposición de motivos del Proyecto de Reforma Constitucional para comprender las debilidades ideológicas, las inconsistencias teóricas, las insuficientes o inexistentes renovaciones de la teoría socialista; en fin, que no era un socialismo nuevo sino el bien arraigado guión de creencias, valores e ideas referidas al modelo del socialismo que ha colapsado en el siglo xx. Entre las inconsistencias más evidentes encontramos:102

Reconociendo los avances de la constitución de 1999, estos no han sido suficientes para alcanzar la aspiración de la felicidad, del bien común, en una sociedad de justicia; en consecuencia, se plantea la imperiosa e ineludible necesidad de ir a un proceso de Reforma Constitucional a fin de adaptarla y dotarla de elementos que consoliden el avance hacia la ruptura del modelo capitalista burgués.

Así como: “Desmontar la superestructura que le da soporte a la reproducción capitalista, tanto en el plano constitucional y legal, como en lo epistemológico y ético”. Así mismo, el proyecto de reforma constitucional que apuntaba a crear condiciones jurídico-constitucionales favorables a la implantación del “socialismo bolivariano del siglo xxi” era incoherente con lo expresado por el propio Presidente Chávez: Creo que debe ser un socialismo nuevo, con planteamientos frescos, acoplado con una nueva era que apenas está comenzando. Por eso me atreví a llamarlo “socialismo del siglo xxi”, como proyecto.103 ¿Acaso era un socialismo nuevo, con planteamientos frescos, acoplado con el desafío de los nuevos tiempos del siglo xxi?

5.- A modo de conclusión provisional: el “modelo de socialismo” del PPS-Proyecto Nacional Simón Bolívar y la narración ideológica del nacionalismo popular revolucionario

Llama poderosamente la atención los contrastes entre una “búsqueda de raíces” del ideario originario de la revolución bolivariana, lo que Michel Lowy denominó, refiriéndose a los proyectos de transformación de las realidades latinoamericanas, como “la tentación del exotismo indoamericano”, con un proyecto socialista que aparece como un plantilla de nociones, conceptos y categorías de un “modelo de socialismo” que es “calco y copia” del legado eurocéntrico, así como el despliegue de un vocabulario encerrado en una jerga doctrinaria, sin innovaciones ni renovaciones, una suerte de aplicación parcial de un dogma teórico a la realidad concreta de una sociedad histórica específica. Es decir, en el PPS aparece una suerte de incorporación forzada de un núcleo teórico dogmático en la amalgama ideológica del nacionalismo popular revolucionario originario. Así mismo, llama la atención la nueva amalgama ideológica:

La plena realización del Socialismo del Siglo xxi que estamos inventando y que sólo será posible en el mediano tiempo histórico pasa necesariamente por la refundación ética y moral de la Nación Venezolana. Tal refundación supone un proyecto ético y moral que hunde sus raíces en la fusión de los valores y principios de lo más avanzado de las corrientes humanistas del socialismo y de la herencia histórica del pensamiento de Simón Bolívar. Su fin último es la suprema felicidad para cada ciudadano. La base de este objetivo fundamental descansará en los caminos de la justicia social, la equidad y la solidaridad entre los seres humanos y las instituciones de la República104.

En el PPS ha desaparecido completamente cualquier referencia a la “revolución democrática”, la cual está siendo sustituida por la “democracia protagónica revolucionaria”, que se “fundamenta en el republicanismo y el bolivarianismo. Así mismo, identificamos cada uno de los objetivos:

·         Nueva Ética Socialista: Propone la refundación de la Nación Venezolana, la cual hunde sus raíces en la fusión de los valores y principios más avanzados de las corrientes humanistas del socialismo y de la herencia histórica del pensamiento de Simón Bolívar.

·         La Suprema Felicidad Social: A partir de la construcción de una estructura social incluyente, un nuevo modelo social, productivo, humanista y endógeno, se persigue que todos vivamos en similares condiciones, rumbo a lo que decía El Libertador: “La Suprema Felicidad Social”.

·         Democracia Protagónica Revolucionaria: Para esta nueva fase de la Revolución Bolivariana se consolidará la organización social, tal de transformar su debilidad individual en fuerza colectiva, reforzando la independencia, la libertad y el poder originario del individuo.

·         Modelo Productivo Socialista: Con el fin de lograr trabajo con significado, se buscará la eliminación de su división social, de su estructura jerárquica y de la disyuntiva entre la satisfacción de las necesidades humanas y la producción de riqueza subordinada a la reproducción del capital.

·         Nueva Geopolítica Nacional: La modificación de la estructura socio-territorial de Venezuela persigue la articulación interna del modelo productivo, a través de un desarrollo territorial desconcentrado, definido por ejes integradores, regiones programa, un sistema de ciudades interconectadas y un ambiente sustentable.

·         Venezuela: Potencia Energética Mundial: El acervo energético del país posibilita una estrategia que combina el uso soberano del recurso con la integración regional y mundial. El petróleo continuará siendo decisivo para la captación de recursos del exterior, la generación de inversiones productivas internas, la satisfacción de las propias necesidades de energía y la consolidación del Modelo Productivo Socialista.

·         Nueva Geopolítica Internacional: La construcción de un mundo multipolar implica la creación de nuevos polos de poder que representen el quiebre de la hegemonía unipolar, en la búsqueda de la justicia social, la solidaridad y las garantías de paz, bajo la profundización del diálogo fraterno entre los pueblos, su autodeterminación y el respeto de las libertades de pensamiento.

Se trata de una verdadera reorientación de los puntos nodales en la narrativa ideológica del nacionalismo popular revolucionario, ahora socialista, pero de una perspectiva moralista e imperativa, que parece distanciada de un esfuerzo de construcción conjunta de nuevas relaciones sociales. Ahora, bien, las inflexiones de la narrativa dan cuenta de la visible centralidad del momento del líder en la definición del proyecto hegemónico, y la subordinación del momento del protagonismo popular. Es Chávez el que llama al debate, a planteamientos frescos, a repensar el siglo xxi, pero en un cuadro sociopolítico de “cultura del no debate”, o al menos de ausencia de instancias públicas de deliberación, de foros políticos y despliegue deliberativo de “modelos de socialismo deseables, posibles y factibles”. Tal vez la respuesta a múltiples inquietudes acerca del socialismo bolivariano es más simple de lo imaginado y esperado. Si se quiere saber qué es el socialismo bolivariano del siglo xxi, simplemente habría que tomar nota de los actos de poder que se articulan a las estrategias y estructuras del discurso del presidente Chávez, a la voz del “líder indiscutible y fundamental”[105]. Sin embargo, existe una pretensión permanente de constituir al sujeto popular sobre premisas del poder nacional que lo fusionan con lo nacional-estatal, debilitando el carácter pluralista, democrático y autónomo de los movimientos sociales. Es indiscutible el trazado de fronteras entre amigos y enemigos, hecho comparable a los nacionalismos populares revolucionarios, especialmente al caso del peronismo (antipatria) y al castrismo (antiimperialismo). El “pueblo”, tanto en su fase nacional-revolucionaria como en la inflexión socialista aparece como componente del “orden estatal”, como complemento de una mitologización del “jefe” que pretenden personificar a la comunidad nacional.

Parafraseando lo señalado por las corrientes de análisis del discurso, existe un permanente intento de legitimar la centralidad de una forma-Estado corporizada y fetichizada en la persona del “jefe carismático”. Aun reconociendo el carácter socialmente progresivo de algunas de sus políticas redistributivas, es conveniente destacar la tensión en el ejercicio del poder entre el “momento del líder” y el momento del “protagonismo popular”. La posibilidad de la construcción de una democracia socialista se juega en la resolución de esta tensión, de un modo radicalmente distinto a las figuras despóticas del partido-aparato y de la burocracia–Estado. Todo esto dependerá de la capacidad efectiva de cuestionamiento de una estructura de sometimiento, presente en el estilo de conducción vanguardista e iluminista, en la cual la “inmadurez”, los “desvíos” y el “desconocimiento” estén depositados en los sujetos populares, como sujetos carentes de autonomía y de posibilidades de autogobierno efectivo. Un análisis del relato ideológico bolivariano nos enfrenta con los impasses y limitaciones de una “revolución desde arriba”, encontrando resonancias entre la consigna “patria, socialismo o muerte”, con todo el entramado semiótico que atrapó la potencia constituyente de los agenciamientos de enunciación y de las pasiones en experiencias nacional-populares-revolucionarias presentes en la historia latinoamericana, como la analizada en aquella otra consigna: “Perón o Muerte” (Veron y Sigal, 1981). Sin embargo, la historia está abierta a nuevos agenciamientos sociales, a la posibilidad inmanente al campo social de despertar energías instituyentes, para superar los límites de una restauración del orden neoliberal, o los impasses del discurso nacional-popular cuando queda bloqueado por la fetichización de lo estatal y por la mitologización del cesarismo progresivo.

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Notas

1 Cuando hablamos de narrativa o relato ideológico hablamos de las marcas que determinadas condiciones de la lucha social y política inscriben en el discurso, en este caso, en el discurso de la revolución bolivariana. También hablaremos de aceptabilidad, destacando los efectos de poder del discurso, los efectos de sedimentación y legitimación.

2 Los trabajos de “analistas del discurso” (Van Dijk, Billig, Potter, Fairclough), plantean que las ideologías constituyen “sistemas de creencia” y “representaciones sociales” socialmente compartidas por los miembros de una colectividad de actores sociales, que definen la identidad social de un grupo (un “nosotros” frente a los “otros”), articulando un plano axiomático-cognoscitivo que controla actitudes, especifica valores culturales y modela las estructuras de coherencia, cohesión, eficacia y aceptabilidad del discurso, contribuyendo a producir, reproducir o transformar relaciones de  dominación, o para articular la resistencia en las relaciones de poder.

3 Aunque el mundo social no puede confundirse ni reducirse exclusivamente a la “discursividad”, como lo afirman algunas corrientes posmodernas, es un terreno fundamental de constitución de la objetividad social al analizarla como imbricación de praxis, poder y construcción de sentido. Aquí intervienen los enfoques derivados de los aportes socio-semióticos, el pragmatismo o la de-construcción.

4 Ernesto Laclau (2005)

5 Las interacciones sociales transcurren en escenarios de dialogía social, por polémicas de enunciados-enunciaciones. La apertura a considerar la polifonía de las enunciaciones en su relación con las matrices del conflicto social es fundamental para comprender la agencia enunciativa. Como ha indicado Bajtin, en cada signo se entrecruzan acentos ideológicos con distinta orientación social. En tanto espacio de convivencia de voces ajenas, la palabra es portadora de voces-fuerzas ideológicas, en ella habita el mundo socio-ideológico del contexto histórico-cultural, de donde procede la enunciación.

6 Las estrategias discursivas son originadas por el modo en que los actores sociales (desde posiciones específicas) se oponen, se apropian o negocian frente a otros actores, las “reglas” y el “archivo” de las formaciones discursivas, así como su eficacia y alcance histórico. De esta manera se establecen relaciones de apoyo, diferenciación, desplazamiento, condensación y oposición entre formaciones discursivas, organizando el espacio discursivo como un “campo de fuerzas”, donde se ejecutan estrategias discursivas (posiciones, identificaciones, decisiones) y se configuran narrativas ideológicas.

7 Reboul Oliver, (1986)

8 J.P. Fayé (1975)

9 Es a partir de la reconstitución de estos fragmentos discursivos, de sus “palabras-clave”, de sus sintagmas fundamentales, de las cadenas discursivas movilizadas como microestructuras, de las macroestructuras inferidas como temas del discurso y contextos enunciativos, donde las acciones políticas aparecen como efectos de relatos ideológicos, y los relatos ideológicos se realimentan de acciones hegemónicas, en un flujo de semiosis del poder y la ideología. Las narrativas ideológicas operan a partir de osciladores semántico-pragmáticos que seleccionan y combinan, articulan y desarticulan enunciaciones y posiciones de sujeto(s) en la topografía del campo social, polos ideológico de referencia e identificación grupal, que sobredeterminan procesos de clasificación y jerarquización social.

10 El poder del discurso tiene una relación directa con la producción de “identidades de grupo”, atractores que producen formaciones de poder por ondas de choque, fluctuaciones, inflexiones y turbulencias, generando incluso bifurcaciones ideológicas.

11 Desde el punto de vista de su forma, la narrativa ideológica estabiliza principios de articulación, significantes privilegiados que operan condensando una pluralidad de demandas, y organizando los puntos de antagonismo políticos. En estas operaciones de condensación, las ideologías constituyen memorias hegemónicas, que sirven de esquemas legitimadores para las acciones políticas, para la articulación entre retrospectiva y prospectiva histórica.

12 Fairclough y Ruth Wodak (2000).

13 Las luchas que cruzan la producción enunciativa no responden a una taxonomía simple. La circulación y recepción de enunciados no obedece a simples reglas de remisión monotópicas de determinados grupos, sectores y clases. En la circulación y recepción de significaciones y discursos, hay re-significación, recuperación, rechazo, reformulación, inversión y distorsión, desplazamiento de polos de identificación.

14 En la pretensión de unificar una formación social, instituir el cemento ideológico, se constituyen significantes maestros. Pero toda fijación de puntos nodales es necesariamente parcial, es una cristalización temporal de una estructura precaria e inestable, y es allí, en las fronteras de las formaciones discursivas en disputa, donde existen agentes sociales que ven bloqueadas la posibilidad de clausura de sus identidades, dando lugar a antagonismos. Éstos ponen de manifiesto cuando un proyecto deja de articular elementos ideológicos diferentes, o representar las demandas de un grupo determinado, o intenta extenderse a un grupo que no se reconoce en el mismo. El no-reconocimiento de un proyecto es una dislocación que cuestiona su mantenimiento, condicionando la aparición de discursos alternativos. La dislocación puede prevenirse ampliando la hegemonía para articular a los que se consideran fuera de la misma, a través de lo que Laclau y Mouffe llaman lógica de diferencia.

15 Los mitos son iniciativas que intentan ocultar dislocaciones y fracturas en las formaciones discursivas o recomponer sistemas dislocados mediante la rearticulación de los elementos que los componen. Los mitos se convierten en imaginarios, si tienen éxito en representar y movilizar a aquellos a quienes interpelan, construyendo espacios de universalidad. Es a partir de la referencia de estos conceptos que abordaremos las inflexiones de la narrativa ideológica de la llamada “revolución bolivariana”.

16 Partimos de una interpretación de las relaciones entre lo ideológico y lo imaginario que pretende superar tres premisas reduccionistas de la narrativa marxista clásica inscritos en el propio mito de la modernidad: a) el que opone la ciencia a la ideología, b) el que opone lo imaginario a lo real, c) y el que opone la conciencia a la realidad. Hemos considerado la importancia de trabajos como los de Castoriadis, Lefort, Balandier, Maffesoli, Ledrut, Ansart, Bakzco, Godelier, Durand, Laclau hasta llegar a J.B. Thompson, entre otros, para reformular la problemática marxiana de las ideologías y del poder, destacando el papel constitutivo de los imaginarios como articuladores de la legitimación o de la transformación de la realidad social.

17 Chávez ha dicho en el contexto del proyecto de unión latinoamericana: “Nos dividieron para dominarnos y aplicarnos el modelo de explotación, dependencia y coloniaje”. Acto de Acuerdo Marco de Corresponsabilidad para la Transformación Industrial Salón Venezuela del Círculo Militar, 20 de enero de 2006

18 Deleuze y Guattari plantean que los dos atributos que el ser humano puede aprehender son el pensamiento y la pasión-acción. En el agenciamiento de enunciación estamos a nivel del atributo del pensamiento. En el agenciamiento maquínico de cuerpo o de deseo nos vamos a mover en el atributo pasión o acción. En el agenciamiento de enunciación colectiva, siempre se va a dar la formalización de expresión. Vamos a tener enunciados, proposiciones, ideas, conceptos. “Siempre es un agenciamiento el que produce los enunciados. Los enunciados no tienen como causa un sujeto que actuaría como sujeto de enunciación, ni tampoco se relacionan con los sujetos como sujetos de enunciado. El enunciado es el producto de un agenciamiento, que siempre es colectivo, y que pone en juego, en nosotros y fuera de nosotros, poblaciones, multiplicidades, territorios, devenires, afectos, acontecimientos”. Ver Deluze, Gilles y Guattari Felix. Mil Mesetas. Edit. Pre-textos, pp 81-116

19 Toda interpelación discursiva experimenta un proceso de re-significación, es metabolizada, apropiada y transformada desde universos de desciframiento, condicionadas por las circunstancias y prácticas en los que se sitúan los actores sociales y políticos. La estructura de interpelaciones depende de su enmarcamiento por relaciones de poder y dominación.

20 Es decir, ejercicios político-intelectuales basados en un “orden del discurso” ejercido por los “sectores criollos”; en una “democracia” marcada por trazados ideológicos estamentales y de casta, aún presentes en el “racismo oculto o abierto” de nuestros países. A pesar de que los sectores criollos incorporaron figuras del humanismo europeo, desmontando gradualmente la tesis escolástico-aristotélica de la esclavitud connatural a “cierto tipo de hombres” en el plano de las ideas explícitas, las imágenes de relaciones serviles y esclavas se reproducen en actitudes y creencias  articuladas a la “colonialidad del poder”, constituyendo un cierto tipo de lógica de significación que regula y pretende disciplinar a comunidades y pueblos indo-afro-mestizos, como sujetos de derecho y sujetos políticos. A partir de la revolución mexicana y de su proyección continental se re-activan diversos imaginarios de revolución, socialmente más radicales que los mitos políticos de la independencia.

21 Dieterich, Hein (2002), El socialismo del siglo xxi  http://www.puk.de/download/elsocialismo.pdf

22 Aquí Engels, Kaustky y Lenin comparten los mismos prejuicios que instituyen la separación entre “vanguardias” y “masas”, ya sea en el terreno intelectual, científico o político. Se trata de una transfiguración de la mentalidad saint-simoniana que justifica la intervención de una suerte de “expertos-profesionales” que monopolizan el saber-hacer revoluciones.

23 Esta afirmación encierra la posibilidad de prácticas críticas que parten del reconocimiento de las especificidades históricas de los campos culturales subalternos. En las luchas contrasistémicas es indispensable desmontar la axiomática del socialismo burocrático-autoritario, sus supuestos eurocéntricos; y también repensar el socialismo no como gestión “social” del capitalismo, sino como alternativa histórica, capaz de rebasar las entropías sociales, ambientales, culturales, económicas y políticas propias de la modernidad occidental y del metabolismo del capital.

24 Como ha sostenido Pierre Ansart: “La vida social y particularmente la política, suponen (...) permanentemente, la producción de significaciones, la convocación y la legitimación de los objetivos, la magnificación de los valores que se proponen a la acción común” (Ansart, 1983, 12).

25 De acuerdo con Darcy Ribeiro (1971), las clases dominantes latinoamericanas, como elites de poder nativas, constituyen un sistema único de dominio conjuntamente con las elites dirigentes “invisibles”, conformadas por los cuadros dirigentes de las corporaciones transnacionales, los órganos de asistencia militar, los agentes diplomáticos, representantes del poder financiero mundial o de las estructuras mediáticas. Lo fundamental es comprender que la elite del poder latinoamericana cumple su papel de socio consular de la red de poder global.

26 Gaston Carvallo y Josefina Hernandez (1981). Así mismo, López Maya, Margarita (2005).

27 Ver Parker (2001). Desde otro punto de vista, ver John, Magdaleno (2004) y José Enrique Molina (2003).

28 Sobre la revolución bolivariana como experiencia de izquierda nacional-popular, ver Hugo Cancino (2007).

29 Ver Cuadernos del Cendes. Número especial 27/28 de febrero. Nº 10. Vadell Editores. enero-abril 1989

30 Los debates son múltiples y contrastantes, las referencias académicas e intelectuales también. El campo intelectual frente a la “revolución bolivariana” no está exento de la fijación de actitudes polarizadas que marcan premisas ideológico-teóricas, programas de investigación, cuadro de hipótesis, abordajes metodológicos y conclusiones.

31 Justamente en este punto, existe la más exaltada polémica, ya que se debate si se trata de una radical democratización de la sociedad o de una radical concentración del poder del Estado en una sola persona.

32 Disponible en: MINCI (2006) El libro azul.

33 Existe documentos fundamentales elaborados en el contexto del propio año 1992, como “Gobierno de Emergencia Nacional. Programa mínimo del MBR-200”, “Programa general para el nacimiento de una nueva Venezuela. Medidas económicas y sociales que tomará el Consejo Nacional de Estado para la reestructuración económica, política, administrativa y social de Venezuela” y “¿Y cómo salir de este laberinto?”, que permiten comprender a cabalidad la hipótesis de nacimiento de un ideario nacional-revolucionario. Ver Alberto Garrido (2002).

34 El carácter de amalgama ideológica se correlaciona estrechamente con la condición policlasista, por una parte, y con la permanente constitución del sujeto popular en la revolución bolivariana, producto de la sedimentación social de la estructura de interpelación nacional-popular-revolucionaria. Allí juegan un papel fundamental las estrategias y estructuras del discurso bolivariano.

35 Reiteramos la importancia de referirse a documentos elaborados en el contexto del propio año 1992, como “Gobierno de Emergencia Nacional. Programa mínimo del MBR-200”, “Programa general para el nacimiento de una nueva Venezuela. Medidas económicas y sociales que tomará el Consejo Nacional de Estado para la reestructuración económica, política, administrativa y social de Venezuela” y “¿Y cómo salir de este laberinto?”, que permiten comprender a cabalidad la narrativa ideológica nacional-popular-revolucionaria.

36 Minci. Disponible en: www.minci.gov.ve/libros_folletos/6/25980/agenda_alternativabolivariana.html

37 El punto de partida de Parker y Raby es el planteamiento de Ernesto Laclau (1978) respecto al discurso populista como mecanismo de “interpelación democrático-popular”, que surge en una situación de crisis hegemónica a través de la captación y movilización de los sentimientos latentes anti-oligárquicos, antiimperialistas y anti-Estado de las clases dominadas”. (Parker, 2001, 14)

38 La “democracia popular bolivariana” de-construye el consenso ideológico desde donde se comprende el sentido hegemónico de la democracia: el liberalismo-democrático representativo. Se trata de un desafío a un imaginario hegemónico de la democracia.

39 Lander, Edgardo (2004)

40 Sabemos que las configuraciones culturales nacionales en Latinoamérica no son esencias ni rasgos distintivos telúricos, tampoco homogeneidades o valores comunes, más bien los patrones distintivos son la superposición conflictiva de una heterogeneidad de campos culturales, con sus tiempos diferenciales. Es en la dinámica desigual, heterogénea, contradictoria y combinada de relaciones sociales donde se anudan los puntos de antagonismo, a partir de lógicas políticas que los unifican en la oposición pueblo/oligarquía y nación/imperialismo.

41 Si bien desde estas imágenes arquetípicas no pueden desprenderse contenidos programáticos del proyecto nacional, sí pueden derivarse los atributos del estilo político en la construcción de la “revolución necesaria de nuestro tiempo”.

42 También este elemento divide las opiniones, para unos de trata de la “ciudadanización del mundo militar”, para otros, de la “militarización del mundo civil”.

43 Habría que tomar en consideración que la producción discursiva tiene por objeto restituir y mediar aquel pasado en la memoria colectiva, dotándolo de un nuevo sentido que genere adhesiones políticas y provea de significación a la acción presente.

44 Se trata de comprender, en el cruce de géneros discursivos, cómo las “emociones revolucionarias” se articulan a “ideas revolucionarias”. Así mismo ocurre con la revalorización de la “música llanera”, se trata de comprender como la revolución bolivariana se constituye en “sentimiento nacional”. Es decir, como Chávez es tanto investido por identificaciones con una prodigiosa energía, como también es un agente activo que realiza estrategias para capturar la conexión de la pasión popular. Pues Chávez es identificado como “uno del Pueblo”, y también “donde el pueblo se hace Uno”.

45 No se trata de un cuerpo doctrinario o filosófico, sino de una plataforma simbólica, de valores, actitudes y creencias compartidos que movilizan la acción colectiva del MBR-200. Mientras el juego liberal-democrático-representativo estaba enmarcado en reglas del poder constituido (Constitución de 1961), lo que estaba planteado entonces no era mantener esas reglas, sino “cambiar las reglas del juego”  político (activar el “poder constituyente originario”).

46 Todos estos elementos estimularon la actividad organizativa del MBR-200, así como una vinculación más estrecha con sectores civiles y partidos de izquierda, para que las expectativas insurgentes del grupo se fueran convirtiendo progresivamente en planes concretos. De la tesis insurreccional con apoyo de una facción militar, se pasa en los hechos a una rebelión militar con participación escasa del movimiento civil comprometido con el levantamiento del 4-F. Así mismo ocurre, con otros sectores militares descontentos el 27-N del mismo año 2002. La existencia de dos levantamientos militares que comprometen unidades operacionales del Ejército, Fuerza Aérea, Armada y Guardia Nacional revela el grado del generalizado descontento en el seno de la misma. Sin duda, ambos intentos fracasaron en lo táctico operacional, pero triunfaron en el plano simbólico y político.

47 Las formulaciones de Quijano sobre las distinciones entre el “populismo” y lo “nacional-democrático-popular” en América Latina permiten distinguir a los “populismos” según su configuración social y política, de acuerdo con las relaciones de fuerzas políticas entre diferentes agentes e intereses sociales, en una coyuntura, en un período dado, en regímenes políticos determinados (Quijano, 1998).

48 Quijano (1998).

49 Compartimos lo planteado por Parker: “Antes de intentar abordar la cuestión del papel de los militares, conviene hacer una advertencia: gran parte de lo que escriben aquellos intelectuales y académicos latinoamericanos que comentan el acontecer político del continente está signado por un prurito que (para no analizarlo más a fondo) llamaremos “estético”, que dificulta enormemente el análisis del populismo o del papel de los militares cuando los militares irrumpen en la escena política con planteamientos populistas, las reacciones de los voceros autorizados de la academia o de la intelectualidad suelen reflejar una suspicacia doblemente enraizada, frente a los militares y frente a lo popular. En el momento en que surge el “chavismo” en Venezuela, el rechazo al populismo entre la intelectualidad del mismo país y en el resto del continente era particularmente marcado, entre otras razones porque últimamente la prédica neoliberal ha calado profundamente”.

50 La noción de populismo sigue anclada a su identificación con el caudillismo demagógico y manipulador, lo cual no sólo no contribuye a la comprensión y evaluación de estas experiencias históricas, sino que además no permite realizar diferenciaciones entre liderazgos personalistas que expresan una propensión hacia el despotismo, o que tienden a activar procesos de democratización o de liberación nacional. Es indispensable retomar lo argumentado por Parker, quien ha justificado la línea de interpretación de Raby para analizar procesos actuales del continente, reformulando a Laclau e incorporando dimensiones no sólo discursivas.

51 No sólo se incorporan fuerzas sociales y elementos ideológicos, sino que además se desprenden personalidades, cuadros, partidos, o incluso “comandantes”, poniendo a prueba el carácter aglutinante de los principios de articulación de la “amalgama ideológica”.

52 La “revolución bolivariana” podía transformarse en la dirección de cambios sustantivos en las relaciones de poder, en un proyecto socialista, en una sociedad que rebasara el horizonte del liberalismo-democrático, pero sólo en el marco de determinado cuadro de condiciones de la coyuntura histórica, aunque los elementos de izquierda aparecían “desde la cuna” como elementos disponibles para la amalgama ideológica, pues no ocuparon en determinados momentos lugares privilegiados o centrales en los puntos nodales del discurso.

53 Este hiato entre democracia representativa y democracia directa aparece en la retórica de Chávez de modo permanente, e incluso adquiere una expresión patente cuando, ya en 2006, plantea una oposición entre “revolución democrática” y “democracia revolucionaria”, acontecimiento discursivo que marcó desde nuestro punto de vista la inscripción del “imaginario jacobino” en la dislocación de fragmentos narrativos que se correspondían más con una tradición democratizadora “no elitista ni vanguardista” del socialismo, configurando futuras tensiones en las relaciones entre el proyecto de reforma constitucional y los principios fundamentales del propio texto constitucional.

54 No deja de llamar la atención la apelación indirecta de Chávez al bloque de las cuatro clases semejante a Mao Zedong en la China posrevolucionaria. La teoría apunta a lograr la liberación nacional, optando por el socialismo a través de una coalición de clases que luchan contra el antiguo régimen gobernante, unidos bajo el liderazgo personalista y la guía de un partido revolucionario de contenido popular. El bloque de las cuatro clases: trabajadores proletarios, campesinos, pequeños burgueses, y los capitalistas de orden nacional. Esta es la coalición de clases para la "Nueva Revolución Democrática". La Nueva Democracia de Mao explica que el bloque de las cuatro clases es una consecuencia necesaria del imperialismo tal como lo describe Lenin, mientras que las criticas de la izquierda radical denuncian esta estrategia como una peligrosa política etapista de nacionalismo burgués (sobre todo los seguidores de Trotsky). Mao reformuló la perspectiva de Lenin, señalando esencialmente que la democracia liberal y el socialismo podían combinarse en un solo estado de construcción llamado Nueva Democracia.

55 La revolución bolivariana comenzará a confundirse (y desdibujarse como “chavismo”). Esta tendencia se destaca ante la incapacidad de la revolución bolivariana de contar con referencias ideológicas colectivas elaboradas desde una conducción que desborde la centralidad exclusiva del Líder, la inexistencia de un instrumento político con una fuerte y rigurosa base programática y con una cultura política proclive a la apertura de instancias de debate de corrientes ideológicas en su seno, así como la existencia de una diversidad de voces y estructuras de liderazgo intermedio, de matices con peso ideológico-político que entren en relaciones de concurrencia democrática de ideas diferenciadas con el discurso del líder.

56 Aunque en documentos del MVR y del PSUV se habla de “democracia interna”, la efectividad de la misma contrasta permanentemente con el “consenso del no debate”, con decisiones verticales y unipersonales que remiten a la voz-directriz del “Comandante-Presidente”. Estas propensiones autoritarias marcan “desde la cuna” el estilo de conducción, mediación e interlocución social de la revolución bolivariana, que no muestra correctivos ni tendencias políticas internas de peso que tiendan a debilitar y reorientar la concentración de decisiones, poder y directrices ideológicas en Chávez. Si la “revolución bolivariana” o el “chavismo” no rebasan el momento del líder por el momento del protagonismo y la participación popular, quedará encapsulada en el mito cesarista-populista presentes en otras experiencias históricas latinoamericanas. El ciclo histórico y destino de la revolución pasará a ser el ciclo histórico y destino de su líder fundamental.

57 En ese momento se experimentó (aun reconociendo límites temáticos y temporales del debate constituyente) un flujo de deliberación pública y política que tuvo profunda repercusión en la sociedad venezolana, marcando su cultura política.

58 A diferencia de esta tendencia de inversión, en 1999 se expresó la crítica radical de Chávez a la democracia liberal y representativa, y su insistencia en la necesidad de su sustitución por una democracia participativa y protagónica. En el debate constituyente, el nuevo “modelo político” desplaza la centralidad de “los partidos”, de la “democracia representativa”, profundizando un concepto de soberanía popular, con modalidades diversas de participación y protagonismo: “La soberanía reside intransferiblemente en el pueblo, quien la ejerce directamente en la forma prevista en esta Constitución y en la ley, e indirectamente, mediante el sufragio, por los órganos que ejercen el Poder Público. Los órganos del Estado emanan de la soberanía popular y a ella están sometidos” (CRBV-art.5).

59 Así mismo, durante este período de extrema polarización (2001-2004), quedó definido un nuevo rol de los medios de comunicación privados, quienes pasaron a sustituir a los partidos políticos de oposición, cada vez más diezmados y descoordinados entre sí, dados los efectos de derrotas sucesivas, tanto políticas como electorales. Son los medios privados de comunicación quienes vienen trazando una agenda política propia contra el gobierno bolivariano, amplificando un clima de opinión política cada vez más agresivo, que ha venido naturalizando los insultos, agravios, descalificaciones, así como las campañas calculadas de ataques y desinformaciones como algo “normal” en la vida política.

60 Desde este momento, la polarización en el espacio simbólico ha generado una fractura comunicacional de gran envergadura, que sobredetermina las posturas, actitudes, los discursos cotidianos y las elaboraciones intelectuales. Este trabajo de reflexión, por cierto, no escapa a estas determinaciones de sus condiciones de producción, sociales y políticas; y sin duda está marcado por su inserción problemática en la situación. Como consecuencia de la polarización, se observa ya a finales de 2006, una saturación del espacio simbólico de la sociedad por las estrategias políticas y discursivas de una “guerra psicológica de baja intensidad”, y comienzan a observarse síntomas de malestar social asociados a este fenómeno.

61 Sencillamente, estos propósitos no formaban parte de la agenda política, e incluso hubo pocos incentivos para dinamizar y dirigir cuantiosas inversiones al sector de economía social, reconocido constitucionalmente, pero que siempre estuvo a la cola de la locomotora de los planes de inversión del sector de propiedad pública-estatal y de los sectores privados, tanto monopólicos, como de pequeñas y medianas empresas, aunque pudiesen jugar un papel destacado en la retórica política.

62 Además la Constitución garantiza la libertad económica y la propiedad privada, a la vez que define la responsabilidad del Estado en la política comercial y defensa de las industrias nacionales. Reserva para el Estado la actividad petrolera y otras de carácter estratégico, y le asigna un papel rector en el desarrollo de una agricultura sustentable y la seguridad alimentaria. Con la notoria excepción de la política petrolera, durante los primeros años de gobierno no hay ni una propuesta integral de modelo de desarrollo ni una política económica que sea consistente con el radicalismo del discurso político. El manejo del conflicto político llevaba un ritmo y carácter distinto a la gestión del conflicto económico y social hasta 2001.

63 Fueron estas leyes el detonante del primer paro empresarial en diciembre de 2001. La participación de los principales grupos empresariales monopólicos –y de sus organizaciones gremiales– tanto en el golpe de Estado de abril de 2002 como en el paro de diciembre 2002-febrero 2003, lleva al gobierno a reexaminar sus relaciones con el mundo del capital. Un permanente clima de huelga de inversiones por parte de sectores empresariales venezolanos y el estímulo a la fuga de divisas llevaron al gobierno a una política de control de cambios.

64 Resulta un error suponer que ni las políticas económicas de signo socialista ni la estatización de la economía eran posibilidades contenidas en los discursos económicos o en el diseño constitucional de 1999, ni que no fueran previstas en el proyecto político bolivariano. Más bien, puede realizarse toda una discusión en torno a las implicaciones ideológicas del “Estado democrático y social y de derecho y de justicia”, y sus vinculaciones con el “régimen socioeconómico”, para comprender la elasticidad ideológica del concepto de economía mixta, elasticidad que abre la posibilidad a elementos ideológicos de signo socialista en el terreno económico-social.

65 Si bien no existían elementos explícitos que adjetivaran el régimen económico o aspectos de éste con el término “socialismo”, tampoco ocurre con el término “capitalismo”. El reconocimiento de diversos regímenes de propiedad, la centralidad económica del Estado en sectores estratégicos, su predominio sobre la iniciativa privada y la economía social pueden dar lugar a estilos de desarrollo tanto capitalistas de Estado, como socialistas de economía mixta.

66 El propio diseño constitucional de 1999 reforzaba algunos de estos elementos, condicionando las relaciones entre Estado/política/sociedad, y entre Estado/economía/sociedad.

67 Se trataría de realimentar la acumulación de fuerzas, movimientos y colectivos de una izquierda social relativamente autónoma de directrices y mediatizaciónes de los partidos de la revolución bolivariana, dando lugar a dos grandes polos de identificación que muestran las debilidades de una “revolución desde abajo”: la inexistencia de una Central o Confederación  Revolucionaria de Trabajadores, por una parte, y de un bloque social que exprese las multiformes demandas del Movimiento Popular Revolucionario.

68 Gramsci contextualiza el cesarismo en la dialéctica revolución-restauración: “... el cesarismo expresa siempre la solución ‘arbitraria’, confiada a una gran personalidad, de una situación histórico-política caracterizada por un equilibrio de fuerzas de perspectiva catastrófica, no siempre tiene el mismo significado histórico. Puede existir un cesarismo progresista y uno regresivo; y el significado exacto de cada forma de cesarismo puede ser reconstruido en última instancia por medio de la historia concreta y no a través de un esquema sociológico”. Resulta sorprendente el paralelismo de Gramsci y Trotsky a la hora de abordar el carácter progresivo de determinadas formas de cesarismo y bonapartismo.

69 Ya en 1993, después de las rebeliones militares en Venezuela, el politólogo mexicano Jorge Castañeda abría su balance histórico de la izquierda latinoamericana enterrando cualquier posible alternativa contra-sistémica al capitalismo, con una sentencia categórica: “La guerra fría ha terminado y el bloque socialista se derrumbó. Los Estados Unidos y el capitalismo triunfaron. Y quizás en ninguna parte ese triunfo se antoja tan claro y contundente como en América Latina. Nunca antes la democracia representativa, la economía de libre mercado y las efusiones oportunistas o sinceras de sentimiento pro-norteamericano habían poblado con tal persistencia el paisaje de [la] región(Castañeda; 1993:9)

70 En la tensión entre democracia representativa/democracia participativa, aparecía  de un modo menos antagónico que en clivaje capitalismo/socialismo el debate sobre la mutua indispensabilidad de la democracia política y el capitalismo, sobre sus arreglos institucionales y jurídicos; y, sobre todo, de la traducción concreta de la soberanía y la participación popular, articuladas a dimensiones sociales, culturales y económicas, como aspectos interrelacionados de una forma de vida. La democracia participativa no aparecía como prefiguración de orden alternativo al capitalismo, sino como una vía de superación de la crisis de legitimación y de motivación del capitalismo tardío.

71 Este eje imaginario retrotrae todo los conceptos y fronteras ideológicas de la “guerra fría” a la región, planteando una cuña de división para las izquierdas políticas y sociales latinoamericanas, en función de debilitarlas, al generar conflictos internos insalvables. Es decir, introducir “contradicciones antagónicas” en el seno del “pueblo” y entre sus “representantes políticos”.

72 Referirse en concreto a estas fuentes y referencias permite situar el plano de discusión no en el nivel exclusivo de las “doctrinas político-filosóficas socialistas”, en tanto que modelos ideológicos comprendidos en el plano de los sistemas teóricos abstraídos como “modelos de socialismo”, sino más bien, en la articulación de esta dimensión con el plano de la materialización y contextualización social, cultural e histórica del ideario socialista; es decir, analizarlas como ideas-fuerzas encarnadas en situaciones sociales, momentos históricos y coyunturas específicas, donde su apropiación se emplea para fines de la lucha política y social. Los referentes teóricos, doctrinarios, ideológicos, adquieren fuerza material en la medida en que se articulan a momentos prácticos especificables del proyecto estratégico (diseño, ejecución, evaluación y control de políticas), otorgándole un repertorio de símbolos, códigos y discursos de orientación para la decisión y la acción pública.

73 La agencia enunciativa: “rumbo al socialismo bolivariano”, pretende prefigurar “alternativas contrasistémicas” ante un patrón de acumulación del capitalismo transnacional, que ha generado un cuadro de relaciones internacionales, marcado por la ofensiva unipolar de EEUU, y además caracterizado por insostenibles entropías políticas (desnacionalización, debilitamiento del Estado y privatizaciones), sociales (desigualdad, pobreza y exclusión) y ambientales (deterioro ecológico del planeta).

74 De esta manera, la convocatoria a “construir el socialismo bolivariano del siglo xxi” en Venezuela ha reactivado debates sobre caminos, tiempos y alianzas para forjar una sociedad no capitalista. Sin embargo, su viabilidad está condicionada por las correlaciones de fuerzas en distintos terrenos, así como la efectiva superación de condicionamientos histórico-estructurales de larga data.

75 En estos momentos, ya en la polémica teórica sobre “modelos de socialismo”, se han despejado suficientes elementos en la consideración de las diferencias entre propiedad, posesión y control-gestión efectiva de la categoría “medios de producción”, del papel del “poder de mando” en la “división social del trabajo”, de las relaciones entre “planificación” y “mercado”, como para mantener la confusión entre “capitalismo de Estado”, “nacionalizaciones” y “socialización del poder económico”. 

76 Es conveniente llamar la atención sobre el hecho de que no hay Socialismo por decreto, que el “capitalismo monopolista de Estado” no es socialismo, que sin contar con el apoyo y protagonismo de las diversas expresiones del subjetividad antagónica al capital para la construcción del modelo productivo socialista, éste puede convertirse en flatus vocis.

77 Si hay una profunda debilidad en el proceso de acumulación de fuerzas de la izquierda nacional-popular en Venezuela, está en la ausencia de un intelectual colectivo orgánico y de un movimiento popular revolucionario constituido desde la diversidad de movimientos sociales que al menos genere un contrapeso interno a las decisiones unilaterales del “Comandante-Presidente”, impidiendo acciones desacertadas del mismo. Existe un gran silencio sobre aspectos negativos, sobre debilidades patentes, sobre desorientaciones con relación al “modelo de socialismo”, que es responsabilidad directa de los trabajadores inmateriales, quienes han optado más por la autocensura, que por la crítica abierta y constructiva a la revolución bolivariana. Aquí no caben excusas y la oposición ha colocado a los sectores intelectuales favorables a la revolución en el cajón de sastre de una “razón domesticada y tarifada” por el poder.

78 Estas cuestiones han quedado claramente planteadas al menos en los planteamientos clásicos de Marx-Engels, Rosa Luxemburgo y Gramsci (para mencionar tres referencias), además de todas las corrientes socialistas afines a la democracia de consejos.

79 Un episodio que patentiza una suerte de “comedia de las equivocaciones” ideológicas sobre cuál modelo de socialismo se construye en Venezuela tuvo que ver con los llamados de atención del entonces general en jefe Raúl Isaías Baduel, quien expresó discrepancias con las experiencias históricas del socialismo real. En principio, su discurso fue felicitado por Chávez, se instruyó su discusión y difusión pública. Meses después es condenado como traidor ideológico de la revolución al oponerse al proyecto de reforma constitucional. Contrástese este episodio en diversos links disponibles en internet, entre otros: http://raulbaduel.blogspot.com/2007/11/el-codigo-baduel-de-enrique-prieto.html.

80 Todas las referencias a frases de discursos de Chávez analizadas están disponibles. Chávez, Hugo (2006): Frases I. http://alopresidente.gob.ve/component/option,com_docman/Itemid,0/task,doc_details/gid,241/.

81 Guevara planteaba en su citada carta el siguiente enunciado: “Persiguiendo la quimera de realizar el socialismo con la ayuda de las armas melladas que nos legara el capitalismo (la mercancía como célula económica, la rentabilidad, el interés material individual como palanca, etcétera), se puede llegar a un callejón sin salida. Y se arriba allí tras de recorrer una larga distancia en la que los caminos se entrecruzan muchas veces y donde es difícil percibir el momento en que se equivocó la ruta. Entre tanto, la base económica adaptada ha hecho su trabajo de zapa sobre el desarrollo de la conciencia. Para construir el comunismo, simultáneamente con la base material hay que hacer al hombre nuevo" (Guevara, 1965).

82 Discurso en Taller de Alto Nivel La Nueva Etapa- El Nuevo Mapa estratégico. Disponible en: www.mct.gob.ve/Vistas/Frontend/documentos/El%0nuevo%20mapa%20estrategico.pdf).

83 Al menos en este aspecto, se evidencia que el “socialismo del siglo xxi” que propone Dieterich no coincide con el horizonte ideológico-discursivo desde el cual construye el “socialismo bolivariano” el propio presidente Chávez, y los documentos oficiales del propio Gobierno Bolivariano.

84 Los cinco motores en 2007 fueron: la Ley Habilitante, la propuesta de Reforma Constitucional, una campaña nacional por la educación popular denominada “Moral y Luces”, una reconfiguración de la nueva geometría del poder, y por último, la explosión del poder popular. Un sexto motor político-partidista fue la constitución del PSUV. Esta intensa agenda de profundización y radicalización del discurso sobre el “socialismo bolivariano”, se vio fuertemente debilitada por el resultado negativo del referendo sobre la reforma constitucional el 2 de diciembre de 2007.

85 Todas las referencias a frases de discursos de Chávez analizadas están disponibles. Chávez, Hugo (2006): Frases I. http://alopresidente.gob.ve/component/option,com_docman/Itemid,0/task,doc_details/gid,241/

86 Sobre una vía desarrollista de izquierda que apele a la responsabilidad social de la burguesía nacional, ver los argumentos negativos de Borón (2008) y de Chibber (2005)

87 Llama la atención la existencia de una central empresarial afín al “chavismo” llamada “Empresarios por Venezuela”, que contrasta con la fragmentación  de las fuerzas que podrían dar lugar a un movimiento sindical bolivariano.

88 No planteamos que mientras más llamados a la “lucha de clases” más socialista sería el proyecto, ni nada parecido. Simplemente llama la atención esta puesta en segundo plano. Es posible que, a diferencia del histórico PCV o incluso de AD, que realizaba un análisis de la estructura social venezolana para la determinación de la lucha social y política, todavía en el chavismo no exista una adecuada comprensión de los sistemas de dominación, clasificación y desigualdad concretos de la sociedad venezolana contemporánea. Incluso llama la atención el uso de los estudios de estratificación de las empresas de mercadeo y publicidad, para orientarse política y electoralmente. No existe un mapa de la estructura social y de la estructura de poder que visibilice el cuadro de conflictos y antagonismos reales que se juegan en la revolución bolivariana, y es tarea pendiente reconstruir la nueva “elite del poder”.

89 Todas las referencias a frases de discursos de Chávez analizadas están disponibles. Chávez, Hugo (2006): Frases I. http://alopresidente.gob.ve/component/option,com_docman/Itemid,0/task,doc_details/gid,241/

90 Ver Michel Lebowitz (2006), Camejo (2002) y Dick Parker (2003)

91 Agenda Alternativa Bolivariana. Una propuesta patriótica para salir del laberinto (1996). Una Revolución Democrática. La propuesta de Hugo Chávez para transformar a Venezuela (1998).

92 Manuel Cabieses (2005) socialismo del siglo xxi “¿Dónde va Chávez? El presidente Hugo Chávez Frías con el director de Punto Final, Manuel Cabieses. Disponible en: http://www.voltairenet.org/article132654.html

93 Incluso esta relación  de materialización entre el ideario político expresado en estos documentos y la propia Constitución jurídico-normativa permite comprender y explicar, paradójicamente, la dificultad para importantes segmentos electorales de apoyar las nuevas normas propuestas en el proyecto de reforma constitucional que podían contrariar, suprimir o modificar aspectos medulares del propio consenso social, del propio sentido común legitimador,  que se había construido desde 1998, bajo ideas y valores que no gozaban de claridad, credibilidad y aceptación, incluso en algunos casos mal elaborados en su coherencia, consistencia y congruencia con la interpretación sistemática de los principios fundamentales del texto constitucional Esta es una de las posibles aristas que permite comprender y explicar el deslave electoral del Chavismo si comparamos los resultados de las elecciones Presidenciales del año 2006 con el referendo del año 2007.

94 Una de las controversias que activaron el debate sobre el proyecto de reforma constitucional remitió a las interpretaciones constitucionales sobre el Estado democrático y social de derecho y de justicia, como principio fundamental. Para algunos magistrados de la sala constitucional, existía incompatibilidad entre el Estado socialista propuesto en algunos artículos del proyecto de Reforma y el Estado democrático y social de derecho y de justicia. Las implicaciones de este debate pueden leerse a partir de la sentencia de la Sala Constitucional, Nº 85 de febrero de 2002 a cargo del magistrado ponente Jesús Cabrera.

95 (2007) Cinco Motores Constituyentes. Disponible en: www.vycsucre.gob.ve/vycsucre/files/5motoresconstituyentes.pdf

96 Perecería que aquí entramos en el terreno del “nominalismo mágico”, donde el adjetivo socialista se le adjunta a cualquier sustantivo, suponiendo que la cosas misma ha quedado transustanciada por un acto  de palabra. Estaríamos en las entrañas no del “realismo mágico”, sino del “socialismo mágico”, donde incluso la voz-directriz ideológica del comandante-presidente se considera condición suficiente para que sucedan los hechos imaginados en el discurso. También podría hablarse de “simulaciones y simulacros de socialismo”.

97 (2004) La Nueva Etapa- El Nuevo Mapa estratégico. Disponible en: www.mct.gob.ve/Vistas/Frontend/documentos/El%20nuevo%20mapa%20estrategico.pd

98 (2004) La Nueva Etapa- El Nuevo Mapa estratégico. Disponible en: www.mct.gob.ve/Vistas/Frontend/documentos/El%20nuevo%20mapa%20estrategico.pdf

99 (2007) Cinco Motores Constituyentes. Disponible en www.vycsucre.gob.ve/vycsucre/files/5motoresconstituyentes.pdf

100  http://www.tinku.org/content/view/2540/8/

101 No consideramos pertinente incluir estas consideraciones en el presente artículo. Todas estas intervenciones están disponibles al público en la página web del medio alternativo en internet: Aporrea.

102 Una lectura rigurosa, profunda, detenida de estos ambiciosos propósitos da cuenta de las confusiones entre reforma constitucional y activación de un proceso popular constituyente, que conducía inevitablemente a dos escenarios: a la convocatoria regulada constitucionalmente de una asamblea popular constituyente; o a un escenario de hechos políticos constituyentes que sobrepasaran cualquier formato electoral, constitucional y pacífico. Entraríamos allí en el debate de un imaginario de revolución basada en la violencia revolucionaria.

103 Manuel, Cabieses (2005) socialismo del siglo xxi “¿Dónde va Chávez? El presidente Hugo Chávez Frías con el director de Punto Final, Manuel Cabieses”. Disponible en: http://www.voltairenet.org/article132654.html

104 (2007) Proyecto Nacional Simón Bolívar. Primer Plan Socialista. Disponible en: www.mpd.gob.ve/Nuevo-plan/plan.html

105 Lo que no está claro es si realmente no se ha entrado en un quiebre premonitorio de la narrativa de emancipación producto de la sobredimensión del momento del líder, o si será posible corregir un rumbo crítico. Desde nuestro punto de vista, la estructura de interpelación de Chávez se constituye desde instancias de enunciación localizadas asimétricamente frente a sus posibles interlocutores, pero realizando un movimiento continuo de apropiación de demandas de los grupos, sectores y clases subalternas, a partir de un principio de dominación articulado a una suerte de voz paternal, justiciera, protectora e identificada con los sentimientos y sufrimientos populares.