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Tiempo y Espacio

versión impresa ISSN 1315-9496

Tiempo y Espacio vol.23 no.60 Caracas dic. 2013

 

Historiador de oficio Federico Brito Figueroa: Memorias para comprender nuestra Historia

Manuel E. Carrero

manuelcm50@hotmail.com

RESUMEN

El ensayo se propone ofrecer al lector un testimonio de la trayectoria intelectual del historiador Federico Brito Figueroa, cultor de la historia militante y fiel exponente de los preceptos teóricos de Marc Bloch. Recurriendo a una prosa en estilo ligero, sin mayores formalidades, el autor intenta una aproximación a los conocimientos adquiridos de quien fue su Maestro en la comprensión de la Historia; sobre todo en conversaciones que mantuvieron en su casa y durante diversos viajes realizados en función de trabajo docente, parte de las cuales publicó en artículos de prensa con el título de “Conversaciones Tutoriales”.

Palabras clave: Venezuela, Federico Brito Figueroa, historia, testimonio.

Historian of nursing Federico Brito Figueroa: Memories to understand our history

Abstract

The trial aims to give the reader a testimony of the intellectual history of the historian Federico Brito Figueroa, cultor of exponent militant and faithful history of the theoretical precepts of Marc Bloch. Resorting to a prose in light style, without greater formalities, the author tries to an approach to knowledge of who was his teacher in the understanding of the history; especially in conversations that kept at his home and during several trips depending on educational work, part of which published in press articles with the title of "Conversations tutorials".

Keywords: Venezuela, Federico Brito Figueroa, history, testimony

Recibido: 15/01/2013 Aprobado: 03/07/2013

Pórtico

Me propuse escribir este texto sobre el doctor Federico Brito Figueroa de manera afectiva porque tuvimos una relación de amistad que me permite abordarlo desde ese ángulo. Establecí trato cordial con él cuando comencé mis estudios de postgrado en la Universidad Santa María, y a través de clases y diálogos informales que sosteníamos fuera de las aulas, avancé en la comprensión de la ciencia de la Historia aprendiendo de sus enfoques. De ese acercamiento resultó un trato solidario y deferente que, entre otras cosas, se tradujo en orientaciones muy valiosas en la Especialización, y la tutoría de la Maestría y el doctorado en Historia.

Esas conversaciones que sostuve con el doctor Brito Figueroa comenzaron con el abordaje del tema que debía resolver durante el curso de la Especialización, más bien como preámbulo a la investigación del Trabajo de Grado. Me hice asiduo visitante a su casa y a sus clases en las Instituciones donde las impartía; igualmente “lo seguí” como lector de su columna “El Aula en la Calle”, y sobre todo en los Ensayos y capítulos de libros que publicaba en esa singular “Academia” que fue el Suplemento Cultural de Ultimas Noticias, injustamente liquidado.

Poco a poco me acostumbré a redactar notas memorísticas posteriores a las conversas que sosteníamos, y también a realizar grabaciones furtivas que conservo en mi archivo personal. No se negaba a que lo grabaran, pero tomaba las previsiones en cada caso: “-No me siento libre de hacer la clase como yo quiero si veo que me están grabando, porque algunas veces se me sale una ‘federicada’, pero entiendo que las quieran oír de nuevo, y en ocasiones yo mismo pregunto si van a grabar para hablar un poco más alto y más despacio”, me dijo en alguna ocasión. Esas conversaciones grabadas, notas, apuntes de clases y asesorías, las he conservado con el fin de redactar un Ensayo extenso que aún espera.

El hombre y su método

Nacido en el Barrio La Otra Banda de La Victoria, el 2 de noviembre de 1921, tuvo por padrino al doctor Santos Cerró, médico, boticario y comunista, de quien recordaba gratamente haber recibido el libro de Nicolás Bujarin: El Materialismo Histórico, con el cual se inició en la literatura marxista, e influido por otras personalidades y el ambiente político en La Victoria, formó filas en el Partido Comunista; “el PCV de esa época”, apuntaba. Como cuadro político contribuyó a formar ligas campesinas, sindicatos, uniones de obreros y grupos de campesinos en poblaciones de los Valles de Aragua.

En 1946 egresó del Instituto Pedagógico Nacional con el título de Profesor en Historia y Geografía formando parte de la Promoción Juan Vicente González, en la cual también egresaron Elio Gómez Grillo, Luis Amengual, América Bracho, Antonio Mieres, Guillermo Morón, Ramón Tovar y Carlos Gauna. Poco después, ejerciendo la docencia en educación media, por su militancia política, fue a prisión bajo la dictadura de Marcos Pérez Jiménez; después fue confinado a San Felipe, estado Yaracuy, en condición de ciudad por cárcel. Para entonces ya había publicado en 1949 sus primeras aproximaciones al tema histórico-social en Venezuela un folleto sobre: La Liberación de los Esclavos en Venezuela.

En el viejo Instituto Pedagógico aprendió con grandes Maestros de la época, entre los cuales recordaba a varios extranjeros: Juan Gómez Millas, chileno; Luis Arosena, argentino; Pablo Vila y Juan David García Bacca, españoles, y entre los venezolanos “…me atrevo a mencionar cuatro o cinco personas que influyeron en mi formación como historiador: Héctor García Chuecos, que nos enseñó a tocar el documento; Augusto Mijares, con su concepción conservadora-liberal de la Historia, pero muy meticuloso en cuanto a referencias; J. M. Siso Martínez, J.M. Alfaro Zamora; y aun cuando usted no lo crea, Rafael Pinzón…”1.

“Sí. Después de pasar cuatro años por la cárcel en Venezuela (…), salgo a México y caigo en la Escuela Nacional de Antropología e Historia donde está presente la inmigración española y en el Colegio de México. Mi gran Maestro se llamó José Miranda [exiliado español]; fui alumno de Wenceslao Roses, traductor de ‘El Capital’. Me dio Teoría Económica y es ahí donde comienzo a aproximarme a la Escuela Francesa, la Escuela de los Annales, a Marc Bloch…”2. Durante su permanencia en México, además de “conocer” al autor de Apología de la Historia o el Oficio de Historiador, se acercó a la obra de Ernesto Labousse, Pierre Vilar, Fernand Braudel, Albert Soboul, Lucien Febvre y Francois Chevallier.

El historiador inicia su siembra

Al caer la dictadura de Marcos Pérez Jiménez en 1958 retornó al país con el título de Maestro en Ciencias Antropológicas obtenido con la tesis: Desarrollo económico y proceso demográfico en Venezuela. No contaba cuarenta años cuando regresó equipado con teoría, técnica y método para consagrarse al oficio de la Historia, a la que Marc Bloch llamó: “…ciencia que se halla en la infancia: como todas las que tienen por objeto el espíritu humano…”,3 ciencia que aún no ha resuelto problemas básicos de su método, y que Pierre Bayle y Fustel de Coulanges, llamaron “la ciencia más difícil de todas las ciencias”4. Con cargo de docente ingresó a la Universidad Central de Venezuela y al Instituto Pedagógico Nacional; en la misma Universidad Central se abrió la posibilidad de impartir la asignatura “Introducción a la Historia” que administraba Luis Beltrán Guerrero, y desde ese momento comenzó a difundir los conocimientos adquiridos en México, a ahondar en las tesis de Marc Bloch, y a aplicar técnicas en la investigación y el método marxista en los análisis históricos.

“Usted es el iniciador del método del fichaje, del método en nuestro país? -Sí. Yo creo que es algo más: soy iniciado de una tendencia. Fíjese usted que mi libro ‘Historia Económica y Social de Venezuela’ dice: ‘una estructura para su estudio’ no plantea una cosa definitiva, sino algo para aproximarse; hay distintos caminos para llegar. Yo siempre combino cátedra, investigación y divulgación,…”5. En 1960 obtuvo en la UCV la Licenciatura en Historia, y en 1962 defendió su Tesis doctoral en Antropología e Historia: La Estructura Económica de Venezuela Colonial. “Rodolfo Quintero y yo fuimos de las primeras camadas de Antropólogos. Yo soy el segundo doctor en Antropología de la Universidad Central, después de Rodolfo Quintero”.

Esta tesis se convirtió poco después en una fuente obligatoria de consulta para investigadores de las Ciencias Sociales, tanto por la globalidad de tema-problema investigado, los datos y las fuentes, como por el método y la metodología empleada para estudiar la intrusión violenta de una cultura ajena a lo autóctono, hasta incorporar este continente a los centros de desarrollo preindustrial afincados en Europa. D.F. Maza Zavala dice en el prólogo a la primera edición: “Considerada así, la historia (…), destaca su poderoso valor como ciencia social que se nutre de la materia prima de los archivos documentales y de los testimonios materiales subsistentes, para entregar, en manos hábiles de artífice de la retrospectiva, una visión analítica de las raíces de nuestra hechura de nación y de nuestro drama económico. Lejos queda la pura narrativa, la acumulación insustancial de hechos o el intento de llenar vacíos documentales con la conjetura infundada por no científica…”6

Ya formado y con madurez de historiador, comenzó a desarrollar el plan de la Historia de Venezuela con propósito de obra y no de un libro suelto. Construyó el método partiendo del tiempo aborigen y definió como hipótesis de trabajo la Historia económica y social, reafirmando la convicción del hecho económico en el ser humano en tanto ser social, binomio indisoluble, e improbable de estudiarse y comprenderse históricamente por separado.

“¿Qué es para usted la Historia?, le preguntó Oldman Botello en 1991: “Es la comprensión de los hechos del hombre, en el pasado y en el presente”7. La respuesta evidencia su adhesión al postulado marcblochiano de “Ciencia de los hombres (…), de los hombres en el tiempo”8 , es una derivación cabal y honorable que la declara cuando ya había desarrollado los estudios de post grado en Historia en la Escuela de Historia de la Universidad Central de Venezuela, Universidad Santa María, Universidad José María Vargas, en Caracas; Instituto Pedagógico de Barquisimeto conjuntamente con la Universidad Lisandro Alvarado, así como en el Instituto Tecnológico de la Victoria (que hoy se llama Universidad Politécnica Territorial Federico Brito Figueroa).

En una ocasión, durante un viaje a Barquisimeto, le pregunté: “Compañero, cuánto tiempo tardó usted para hacerse historiador. –¡Qué vaina compañero! No sé, yo no sé. No haga esas preguntas… ¿Que cuánto tardé? ¡Toda la vida! Esa ha sido mi ocupación desde niño, desde mucho antes de entrar al viejo Pedagógico... Uno va observando, va mirando las cosas en la vida y se va haciendo un juicio… Hay cosas que a uno le emocionan y otras que le indignan, cosas injustas, ya sea porque las ve o las lee, pero uno se pregunta el por qué de esas injusticias, y va guardando, guardando, guardando en la memoria, y sin proponérselos uno va llevando una relación de cómo han pasado esas cosas y cómo pudieron haber sido, y eso va creando criterios en uno, y un deseo de saber por qué las cosas han sido de esa manera…, digo más bien de comprender. Así se fue despertando en mí la curiosidad por la investigación, y bueno… usted comprenderá que en eso se lleva uno la vida entera… No vaya a creer que yo llegué a la Universidad y ese día decidí hacerme investigador a la hora de entrar al aula... Junto con esas cosas que uno va descubriendo, nace la necesidad de contarlas, de escribirlas… yo comencé desde niño a escribir. En La Victoria dirigí con otros muchachos un periodiquito cuando apenas tenía quince años. Se llamaba ‘El Escolar’, eso fue en la Escuela José Félix Ribas. Pero desde luego en mi formación fue fundamental la lectura de historiadores venezolanos, la Historia Documental y Critica que creo que ahora ni se enseña…”.9

Se extasiaba rememorando textos de historiadores clásicos latinoamericanos y venezolanos, y en las sesiones de clase, asesorías o conversaciones para evaluar algún libro de Historia, se refería con respeto a los “historiadores positivistas”, en cuyos textos se formó su generación, principalmente en los libros de Lisandro Alvarado, José Gil Fortoul, Pedro Manuel Arcaya, Francisco González Guinán, y sobre todo Laureano Vallenilla Lanz, a quien recordaba de manera especial por la fuerza narrativa y la forma de abordar los problemas sociales venezolanos de la colonia y del siglo XIX. “Escribía muy bien Don Laureano. Construía muy bien las ideas y el discurso. Emociona leerlo ¡Claro que era positivista! Pero eso no es un pecado. ¿Acaso los positivistas no fueron un avance frente a los románticos y los providencialistas?… Cómo dejar de leer a Gil Fortoul, a Arcaya, a Don Lisandro y a los demás…, sin ellos, no hay Historia escrita… Y qué tiene que ver que eran positivistas?”10 Reconocía igualmente los aprendizajes obtenidos de respetables profesores como Héctor García Chuecos, Augusto Mijares, José Manuel Siso Martínez, J.M. Alfaro Zamora y Rafael Pinzón.

De Lisandro Alvarado admiraba la pasión para recoger “muestras” de la Venezuela que iba desapareciendo; “la recolección directa de cosas que aún quedaban intactas de lo genuino venezolano”11, y solía enaltecer a Vallenilla Lanz por el pulcro uso del idioma, la interpretación sociológica de los problemas históricos y la agudeza de su pensamiento, pero en general, respetaba el desempeño de los positivistas venezolanos. Y cuando un alumno refutaba a aquellos historiadores, de inmediato señalaba la carencia de criterios en la valoración del tiempo y el conocimiento de la época:

“-Y qué le van a pedir ustedes a esa gente. Estimen lo que significó escribir una Historia de tres tomos como la de Gil Fortoul, apoyándose sólo en documentos, sin saber de método ni técnica, ni nada de eso. Casi todo lo anterior a ellos eran Memorias, recuerdos, las guerras de la independencia, hazañas los próceres y cosas así. En ese tiempo muy poco se hablaba de hacer teoría de la Historia, no era como ahora. Con Marc Bloch y Lucien Febvre fue que se comenzaron a hablar estas cosas; aquí no se conocía ni un cuaderno sobre las formas modernas para escribir la Historia. Esos historiadores escribieron sus libros revisando los papeles que podían escudriñar y tragando polvo, y así avanzaron, con conocimientos a retazos. Eso fue un avance significativo, eso no lo pueden soslayar ustedes. Carlos Irazábal, Juan Fuenmayor y Salvador de la Plaza fueron los primeros que escribieron la Historia con visión marxista, era muy poco lo que se podía leer de marxismo en castellano. Pero eso de método, de técnicas, eso era extraño, eso lo traje yo de México y lo comencé a enseñar en la Universidad Central y en el viejo Pedagógico”.12

La Historia se escribe con H

Federico Brito Figueroa conoció el marxismo como método de investigación histórica en México, y al retornar a Venezuela, continuó sus estudios de Historia de Venezuela siguiendo dos variables: población y desarrollo económico, en otras palabras comienza a escribir Historia económica y social, como advierte en la Introducción a la Historia Económica y Social de Venezuela, “…orientada a investigar fenómenos con una visión de conjunto…”,13 y aunque varios autores marxistas ya habían escrito textos de Historia de Venezuela, tomar lo económico y social como método y como hilo conductor del proceso histórico resultaba novedoso.

“Yo aprendí a escribir la Historia con H mayúscula siguiendo mi pasión por Venezuela, así como dijo Rómulo Gallegos de sus novelas, que las escribió pegando el oído al suelo venezolano… Ponga cuidado, yo creo que la Historia de Venezuela se puede escribir siguiendo el hilo de la dependencia. Eso lo comprendí cuando descubrí el sistema global de relaciones de producción y el estado de evolución de las fuerzas productivas, desde el mismo momento en que nuestra Historia comenzó a escribirse en idioma castellano. Eso me sirvió como hilo conductor a mi obra. Usted me dijo el otro día que quería escribir una Historia del pueblo venezolano y tiene que tener bien claro cuál es el hilo de ese problema. Acuérdese de lo que dice Marc Bloch: en investigación, quien no sabe lo que busca, no sabe qué hacer con lo que encuentra. Lo primero que tiene que hacer es comprender la globalidad del problema, y a eso se llega estudiando todo, todo sin dejar nada de lado. Y no se ponga a emitir juicios que un historiador no es un juez, eso lo puede dejar pa’ después. No puede soslayar el problema colonial en esas cosas, porque ahí comienza el problema, en lo colonial. Lea mis libros otra vez para que se adentre en lo colonial. Y lo otro es lo neocolonial, porque terminan siendo dos extremos en el proceso histórico nuestro. Ahí también está lo estructural, comienzo y presente, la totalidad. Lea el libro de Vilar, el del Vocabulario del análisis histórico, lo va a ayudar mucho. No confunda lo colonial con lo neocolonial, no son meras palabras sino síntesis para trabajar, son cosas distintas. Vaya escribiendo poco a poco, ustedes tienen tiempo para profundizar en eso y ahí tienen mis libros. A uno le tocó abrir camino. Aprovéchenme ahora porque no les voy a durar toda la vida y los tiros están pegando cerca. Yo tengo que terminar mi obra y no sé cuánto tiempo me quede.”14

El maestro visto por un discípulo

Puedo decir que fui afortunado al contar con la enseñanza de mi Maestro Federico Brito Figueroa. Más que su alumno me siento su discípulo. Bajo su guía aprendí claves fundamentales para comprender la ciencia de la Historia, y además me ayudó a tomar el camino para ejercer la docencia en niveles superiores; me abrió puertas para escribir en la prensa nacional y la estrecha amistad personal que mantuvimos me permitió ser beneficiario de su calidad humana. Compartí, con buen aprovechamiento de mi parte, conversaciones con otros científicos sociales, horas de clases, discusiones de tesis, redacción de artículos, corrección de trabajos, y escribimos a dos manos artículos especializados para la prensa que fueron publicados posteriormente en su último libro: Historia disidente y militante, editado en Bogotá por Plaza & Janes en marzo de 2000. Puedo decir que fuimos amigos con el trato de “compañero” antes que el de profesor, en una solidaria relación Maestro-discípulo hasta el final de su existencia física el 28 de abril de 2000.

En este breve texto utilizo algunos de esos materiales junto con citas de sus libros, que hubiese preferido dejarlas sin las referencias de rigor porque doy por descontado el reconocimiento de su personalísimo lenguaje escrito. Y aunque tengo acumulados gran cantidad de datos, no me he propuesto hacer un bosquejo biográfico, entre otras razones porque ya se han escrito varios, algunos de los cuales se pueden consultar en internet, y principalmente porque Federico Brito Figueroa merece una sólida y densa biografía intelectual, que lo reafirme como referencia insoslayable de las ciencias sociales en Venezuela, aunque esto produzca dentera entre la “pequeña canalla intelectual”, por la irreverencia de sus tesis frente a los “saberes establecidos” y comprometidos con la “historia anti-pueblo” y “anti-patria”, que seguramente será más apropiada calificarla tomando su propia definición en el Prefacio a la segunda edición del tomo I de su Historia Económica y Social de Venezuela.

Esta tesis del doctor Brito Figueroa me interesó como instrumento teórico para el análisis y comprensión de nuestra realidad contemporánea. Esa es la Historia necesaria, donde la conceptúa de: “…historia farisaica o historia asociada. Historia asociada a los intereses coloniales en el estudio del pasado nacional, historia igualmente asociada a los intereses extranacionales y foráneos en el estudio del presente…”15 que resultaba encubridora de la dominación foránea.

No obstante su enseñanza prevaleció hasta los años sesenta del siglo XX anestesiando la conciencia nacional y desviando la posibilidad de impulsar la trayectoria de independencia integral. Para la Academia y los académicos comprometidos, esas “blasfemias e irreverencias”, producían escozor porque la historia alienante estaba “…orientada a ‘explicar’, pero sobre todo a justificar una situación que aspiran a presentar [sus cultores] como eterna e inevitable.”16 Esa fue la historia que se divulgó a lo largo del siglo XX en las Universidades públicas y privadas, en centros de investigación y medios de comunicación al servicio del establishment.

Considero de gran valor estas reflexiones -que deben ser meditadas principalmente por historiadores nóveles-, escritas en los años sesenta del siglo XX cuando ya mostraba una aguda penetración, dominio y maestría en el oficio de Historiador, al tiempo que desarrollaba un discurso categorial vigoroso, motivador para el debate fértil. No en vano ofrecía orientaciones teóricas al aseverar que el decurso de nuestra Historia contemporánea es un “…proceso de cambios impulsado por su incorporación al mundo histórico concreto regido por los monopolios internacionales, en especial los norteamericanos…”.17 Esta Historia generó polémicas entre académicos y hostilidades contra Brito Figueroa en reacciones con cierta lógica porque se requería sólida y consistente formación profesional como Historiador de oficio, libertad ideológica y un probado carácter científico para confrontar con tesis nuevas los “saberes históricos establecidos”. No en vano el Maestro Brito Figueroa era historiador, geógrafo, etnólogo, antropólogo y cultor de prosa pulcra y discurso certero.

Debe saberse que la propagación de esa historia falaz fue posible por la penetración de los monopolios de origen United States en las estructuras educativas y culturales del Estado venezolano, y también porque el cultivo de la ciencia de la Historia, hasta la década de los años sesenta cuando nuestras instituciones superiores comenzaron a egresar historiadores profesionales, dejaba campo abierto a “historiadores” empíricos carentes del instrumental científico: método y técnica en primer lugar, que en no pocas ocasiones “simpatizaban” con instituciones y empresas editoras nacionales y extranjeras.

La trinchera del militante

Una de las claves fundamentales de su obra, a la vez que aporte principal en el estudio de nuestra Historia es el papel que le adjudica al pueblo como “agente histórico” y no como “masa amorfa, barro vil y moldeable en manos de los despóticos régulos militares o de los demagogos, sus testaferros intelectuales”18, según anota en Las insurrecciones de los esclavos negros en la sociedad colonial venezolana. En su obra histórica el pueblo aparece como una hacedor, como un creador del devenir en calidad de protagonista; el pueblo es impulsor de transformaciones socio-económicas, con lo cual reivindica su condición trascendente, sobre todo frente a la historia oficial que lo coloca uncido a las determinaciones del amo, del latifundista, de la figura emblemática de la inteligencia y del orden.

De manera que no fue casual que comenzara su obra aproximándose a la Historia de Venezuela abordando el problema hombre-social a través del referido folleto: La Liberación de los Esclavos en Venezuela, que originalmente fue tesina presentada para el grado de Profesor en el Instituto Pedagógico Nacional, y que tuvo continuidad orgánica al desarrollar sus hipótesis sobre el problema tierra-esclavos-propiedad territorial-mestizaje-rebeliones de esclavos, y en general el tema colonial. Un año después publicó otro folleto: Miranda, pasión de la Libertad Americana, (accésit en el concurso centenario de este prócer), que no se deben valorar por la extensión sino por lo que desde ese momento asoman como temática de investigación histórica.

Con el libro: Ezequiel Zamora, un capítulo de la Historia Nacional, avanzó en la definición del tema-problema fundamental de su trayectoria; y no obstante a ser un libro de preparación, se debe estimar como muestra preliminar del contenido y argumento que desarrolló en adelante: pueblo, lucha social, tierra, nación. “Ese fue un libro de iniciación y aprendizaje. Carece de técnica y método porque esas cosas no se conocían aquí en las Instituciones superiores. En México fue donde aprendí esas cosas con profesores españoles que habían emigrado por la guerra civil; ellos trajeron esos conocimientos. Pero en mis otros libros ya tenía la disciplina, eso se ve enseguida en la Historia Económica y Social de Venezuela, y en mis otros libros, desde luego, sin duda porque son ya libros maduros“, me dijo en una entrevista grabada19.

Lo trascendente de este científico social es su obra escrita, el método para abordar lo los problemas que sintetizó luego en categorías de análisis. Trasciende igualmente por su empeño en la formación de investigadores, su labor docente, la difusión de las investigaciones a través de libros, Revistas, Gacetas, prensa y eventos. En este sentido escasean, lamentablemente, maestros que dejen herencia en el campo de la Historia. Toda una generación de profesores e investigadores formados por Federico Brito Figueroa se encuentran esparcidos en Venezuela y el exterior, desarrollando actividades

docentes en Instituciones universitarias y Centros de Investigación, todos originados por el impulso dado a los estudios de post-grado en Historia en varias instituciones de educación superior, sobre todo en la Universidad Santa María donde logró concentrar lo que algunas figuras de las ciencias sociales llamaron la “Escuela de Caracas”.

Los aportes de su obra perviven porque superó la concepción histórica basada en la épica, en la hazaña, y en la descripción del proceso histórico en términos informativos y descriptivos, historia de grandes héroes y batallas, de lenguaje ampuloso, en ocasiones aderezada con fábulas que extasiaban al lector, resultaba poco o nada útil al aprendizaje crítico y reflexivo de la Historia como instrumento para la liberación, porque entre otras cosas, el factor de cambio social pueblo aparece como objeto y no como sujeto.

En 1966, en la Introducción al primer tomo de la Historia Económica y Social de Venezuela, había escrito: “…La historia no es un conjunto de tesis a demostrar, pero en todo trabajo historiográfico (…), es necesario constatar el hilo conductor teórico reflejado en la capacidad de abstracción del historiador. La historia no es la política, pero el historiador, hombre de su tiempo, factor histórico individual de los problemas sociales de su tiempo y de su sociedad, no puede eludir la comprensión del presente para penetrar con más fuerza y certeza en la explicación del pasado…”.20 En esta afirmación se aprecian derivaciones de Marc Bloch, sobre todo cuando expresa que: “En efecto, hace mucho que nuestros grandes antepasados un Michelet y un Fustel de Coulanges, nos habían enseñado a reconocerlo: el objeto de la historia es esencialmente el hombre. Mejor dicho: los hombres…”,21 y agrega que la Historia es la ciencia de los hombres en el tiempo, porque “…El historiador piensa no sólo en lo ‘humano’. La atmósfera en que su pensamiento respira naturalmente es la categoría de la duración.” 22 es decir: en cuál y en cuánto tiempo.

Por eso al abordar los fenómenos sociales expresados en las insurrecciones y rebeliones de la Venezuela que comenzaba a ser mestiza, zamba, mulata y parda, comprendió el valor del pueblo como fuerza orgánica apuntalando el desarrollo histórico y no como una simple masa amorfa.

Ese afán lo inició con los dos escritos ya referidos, uno sobre las rebeliones de negros esclavos y otro sobre Francisco de Miranda, impresos a mediados del siglo XX. Quince años después publicó los primeros tomos de una sólida Historia Económica y Social de Venezuela, que ha influido profundamente a profesionales del ámbito de las Ciencias Sociales, y cuya tesis plantea la irrupción del sistema capitalista en el continente americano, antes que la anodina aventura de un extraño navegante, enfrentando la Historia oficial y la “palabra sacra” de los ungidos. Por primera vez se analizaba la Historia de Venezuela desde un enfoque económico-social de manera sistemática hasta poco después de la primera mitad del siglo XX, con fuentes documentales, reflexiones comparativas, cuadros estadísticos, procesos detallados y tiempos históricos, para comprender cómo se tejieron las ataduras neocoloniales una vez penetrada la médula social. De esa compleja reflexión surgió una “duda metódica” que constituye uno de los puntales de su quehacer investigativo: hasta dónde lo colonial y desde cuándo lo postcolonial y lo neocolonial en Venezuela.

Los ocho capítulos de La Estructura Económica de Venezuela Colonial, con la cual obtuvo el título de Doctor en Antropología, configuran un profuso examen sobre la economía colonial en nuestra nación y la implantación de los nexos de dependencia. Sus estudios de la Historia colonial de Venezuela y América Latina se sustentan, teórica y metodológicamente, en la comprensión global del sistema capitalista en desarrollo, digamos: en el dominio del sistema global de relaciones de producción y el grado de desarrollo de las fuerzas productivas hasta el momento de la ruptura de la dominación colonial, que encadenó nuestras naciones a Europa en condición de dependencia.

La obra del Maestro Brito Figueroa está articulada en varios libros y escritos que responden a un plan de estudio y análisis de la Historia Económica y Social de Venezuela. Obra por la concepción del problema total, el método, la estructuración del trabajo, la relación del proyecto, el uso y aplicación de las categorías, la diversificación de los resultados y por el debate generado entre científicos sociales.

La “irreverencia” de Brito Figueroa le permitió plantearse hipótesis en términos de libre arbitrio, confrontando realidades profundas que finalmente lo persuadieron de ser un historiador disidente, tal como tituló su último libro: Historia militante y disidente.

Otro aporte fundamental se concreta en el análisis del Estado como estructura y plataforma de las clases dominantes en Venezuela, a las cuales califica de oligarquía financiera nativa o aristocracia del dinero, cuyos orígenes los ubica hacia la sexta década del siglo XX, como resultado del desarrollo interno del capitalismo dependiente y su relación con la economía trasnacionalizada a escala internacional.23 Para llegar a esta tesis caracterizó primero el Estado neocolonial surgido en el contexto de postguerra mundial; cuyo modelo comenzó a perfilarse paralelo a la explotación de los hidrocarburos con capitales provenientes de los grandes centros financieros del mundo capitalista, para lo cual la oligarquía latifundista y comercial decimonónica, agotada en su propia aridez, ya en fase de desconcierto al concluir el siglo XIX, sirvió de intermediaria para la neocolonización, o más claramente, para el incursión de los monopolios como fuerza de poder en las Instituciones estatales.

Brito Figueroa profundizó en la Historia de una República secuestrada desde los inicios de su vida independiente por la oligarquía que formaban latifundistas, comerciantes, usureros, sus ideólogos y caudillos militares, (incluyendo la iglesia católica como Institución propietaria), que al mismo tiempo eran operadores de la educación y de la opinión pública.

Esa oligarquía y los grupos periféricos que compartían el poder con los jefes militares -carentes de moral republicana y del sentido de lo nacional venezolano-, estafaron el sacrificio del pueblo en su legitima lucha por la libertad, por la tierra para vivir, por la igualdad ante la justicia y la educación, y la participación en las decisiones políticas y ciudadanas. Así concluyó el siglo XIX, prolongado en su crisis económica hasta los inicios de la renta petrolera. Desde entonces la disminuida estirpe heredara de aquella oligarquía agraria buscó albergue a la sombra de los balancines petroleros.

Poco después Venezuela fue convertida en factoría exportadora de petróleo y reexportadora del capital invertido por los monopolios a través de la importación de mercancía y tecnología, en un ciclo incesante que dejaba vacío el subsuelo, mediatizada la soberanía y formadas importantes fortunas en manos de la clase nueva-rica a cuenta de pago “por favores recibidos”.

Esa oligarquía fue “colaboracionista” fundamental en la entrega de la riqueza minero-extractiva y en la violación a la soberanía nacional. Se asumió cómplice en la inserción de “agentes socio-antropológicos” hostiles a la cultura vernácula, para apoyar los objetivos del imperialismo en su propósito de implantar referentes culturales garantes de la dependencia. Así ocurrió en las décadas iniciales del siglo XX, cuando Venezuela fue asediada por comisionistas (algunos de ellos venezolanos), al servicio de los monopolios financieros e industriales anglo-sajones y norteamericanos.

Los monopolios buscaba la forma de asegurarse la explotación de petróleo y el retorno del capital invertido. En esos propósitos fue determinante el papel desempeñado por los propagadores de la cultura estadounidense a través de textos educativos, libros, magazines, folletería diversa, bisutería, revistas de modas, mercancía de uso doméstico, música, películas, vestimenta, calzado, alimentos envasados, equipos domésticos, confitería, vajillas, calendarios, muebles, prendas, foto-afiches, equipos fotográficos y sonográficos, máquinas de escribir, herramientas para la agricultura y toda clase de fruslería, pudiendo agregarse modalidades de recreación, clubes sociales, deportes, ritmos bailables, automóviles, arquitectura y hasta formas de vida familiar. Así, penetrando en los conductos neurálgicos de la economía y la cultura venezolana, se introdujeron códigos culturales ajenos a los caracteres venezolanos hasta reproducir en nuestro país el neocolonialismo y la “american way of life”.

De esa clase emergieron los oportunistas asesores de Castro y Gómez. Se arrimaron a los círculos del poder para justificar y encubrir negocios lesivos a los intereses nacionales animados por el lucro que obtenían en esos tiempos de carestía. Eran ricos de mermadas fortunas que presumían de burgueses, surgidos a la sombra de Guzmán Blanco acumularon grandes caudales que ahora, sin esa estirpe de caudillos y lejos del amparo que da el poder, se resignaban a la rusticidad de los hombres de la montaña.

Bajo el régimen de Castro, los Echenagucia, Vigas, Aranguren, Jiménez Arráiz y Planas, quedaron registrados como primeros beneficiarios de concesiones petroleras transferidas poco después a capitales extranjeros, iniciando una modalidad que caracterizó los primeros tiempos de las inversiones monopólicas petroleras.

Esa clase social, afectada por la crisis del mercado mundial desde finales del siglo XIX, se vio obligada a tolerar en el poder a los caudillos andinos ajenos a las camarillas tradicionales. Cuando Cipriano Castro llegó a Valencia lo acorralaron “…Negociantes sin escrúpulos y arruinados, dispuestos a sacar provecho de todo, han visto ya las ventajas que pueden sacar de la situación y comienzan a rodear al jefe…”24. Y con Castro ejerciendo el poder, no pocas figuras de esa clase de usureros, latifundistas, comerciantes, banqueros, militares hacendados, rábulas y asociados, se disputaban la alcahuetería y la adulancia, pero al ser derrocado el “Cabito”, los mismos oportunistas corrieron a convencer al General Gómez de la mejor forma para subastar el petróleo y la soberanía venezolana.

Edwin Lieuwen, historiador estadounidense especialista en América Latina, dice en su libro: Petróleo en Venezuela: “La lista de las concesionarios primitivos demuestra claramente que Gómez otorgaba las concesiones a sus favoritos, y que el solicitante que resultó más favorecido fue su yerno Julio F. Méndez, a quien se le concedieron diecisiete arrendamientos de 15.000 hectáreas. La mayoría de las concesiones de 1919 fueron compradas por la Maracaibo Oil Exploration Company, empresa especuladora norteamericana, (…). En 1920 se adjudicaron 176 concesiones, todas a favoritos venezolanos, y nuevamente fueron vendidas a compañías norteamericanas…”25, lo cual evidencia el origen de algunas fortunas familiares actuales que alardean de ser “gente decente”, pero igualmente muestra la sostenida penetración de capitales monopolistas destinados a la explotación petrolera mayormente estadounidenses, y agrega que: “…Las empresas petroleras averiguaron pronto quien podía y quien no podía conseguir concesiones: los afortunados intermediarios se convirtieron, en realidad, en agentes de las compañías. (…). Más de 2.300 venezolanos adquirieron tales concesiones en todos los Estados y territorios del país”.26

Terminada la Segunda Guerra Mundial y definida la supremacía de Estados Unidos como potencia mundial, esa clase social aprobó la presencia militar y Agencias de seguridad extranjeras dentro del país, bajo el argumento de la amenaza comunista. Y cuando el Presidente Rómulo Gallegos fue derrotado, celebró en notas de prensa la restitución del orden y la disciplina del país. Su comportamiento ante las nuevas concesiones petroleras cedidas por Pérez Jiménez no dejó dudas sobre sus conexiones con los monopolios internacionales y la aprobación para subordinar a Venezuela.

El papel de los monopolios fue investigado por Brito Figueroa con hondura de método, concluyendo que entre 1945-58 -tiempo de post-guerra, de reconstrucción de la economía mundial, de expansión del militarismo en América Latina, de fifty-fifty petrolero, de golpe de Estado y dictadura militar pentagonista, de “etapa de oro de las exploración” petrolera, de otorgamiento de nuevas concesiones y de retorno a la democracia burguesa-, en esa década de “nuevorriquismo”, los monopolios penetraron las Instituciones del Estado, principalmente las culturales y científicas, las estratégicas de defensa y los partidos políticos. “En el curso de una década, en 1948-1958, los monopolios norteamericanos fortalecieron su dominio sobre la economía venezolana y restitución del orden y la disciplina del país. Su conducta ante las nuevas concesiones economía mundial, de expansión del militarismo en América Latina, de fifty-fifty petrolero, de golpe de Estado y dictadura militar pentagonista, de “etapa de oro de la exploración” petrolera, de otorgamiento de nuevas concesiones y de retorno a la democracia burguesa-, en esa década de “nuevorriquismo”, los monopolios penetraron las Instituciones del Estado, principalmente las culturales y científicas, las estratégicas de defensa y los partidos políticos. “En el curso de una década, en 1948-1958, los monopolios norteamericanos fortalecieron su dominio sobre la economía venezolana y forjaron los instrumentos para la neocolonización global de nuestro país…”27

Durante ese período de diez años “los grupos económicos” en formación renegaron el frágil proyecto democrático para beneficiarse de las políticas emanadas por Washington, negociando y acumulando cuantiosas sumas de capital con las cuales acallaban todo reproche por la entrega de la riqueza nacional. En ese contexto se produjeron las desviaciones que Brito Figueroa califica como: “acumulación delictiva de capital”, para explicar el origen ilegal e inmoral de riquezas súbitas “…porque es el resultado del robo con el apoyo de las instituciones estatales, la influencia de los más calificados representantes del poder político y el tráfico de comisiones y recomendaciones…”28 Por esa vía -es necesario repetirlo en beneficio de la Historia que demanda verdades-, reputados apellidos y afamadas familias en Venezuela han acumulado “…la base material para el desarrollo de un nuevo y poderoso sector en la estructura social de las clases poseyentes nativas, que venimos denominando, ya desde los años sesenta, burguesía burocrática y peculadora o simplemente lumpenburguesía”29, cuya crecimiento requiere de la corrupción y la inmoralidad para aumentar patrimonio y capital concretando negocios ignominiosos.

La institucionalización del dolo se tradujo en antivalor susceptible de halagos y alabanzas en medio de una moral social disminuida; mientras que el desempeño de la política injurió de bribón a quien la ejercía, porque en efecto fue reducida a un permanente contubernio, apropiado para el fraude asociado con presuntuosos apellidos finalmente beneficiarios de lucros destinados a cuentas personales o grupos familiares.

Llegada la década de los sesenta del siglo XX, esos grupos económicos relacionados entre sí a través de la actividad bancaria, industrial, financiera, comercial, servicios, comunicaciones y hasta por asociaciones delictuales, dieron el gran salto, o mejor el gran asalto a las Instituciones del Estado venezolano tras el logro de riqueza. Nada nuevo en verdad, porque así vino ocurriendo desde la fundación de la República en 1830, sólo que en este tiempo sucedió de otra forma y con participación de figuras plebeyunas coligadas para el delito, generalmente con nombres de ilustre linaje.

En esas condiciones, dice Brito Figueroa, el Estado venezolano evolucionó “…hacia los intereses de la oligarquía financiera nativa, especialmente con respecto al grupo que con fundamentación denominamos aristocracia del dinero, facilita la acumulación delictiva de capital, apoyándose en disposiciones de gobierno inobjetables desde el punto de vista legal…”.30

Este discurso, de un Historiador de oficio y militante con la prédica profesional, desenmascaró a la historia indulgente y originó incomodidades en el seno de la Academia adormecida en la neutralidad atávica del así ha sido siempre. “…Esto es así desde los años sesenta, pero en la actualidad [habla del tiempo de Jaime Lusinchi en el poder], funcionan dos nuevos elementos que determinan el cuadro económico-social: 1°) El Estado venezolano es prisionero de los monopolios nacionales y de las trasnacionales, y 2°) El Estado venezolano racionaliza su política económica (planificación y vías para el desarrollo) en función de los intereses de esos monopolios y trasnacionales”.31 Esta caracterización del Estado venezolano, redactada a finales del siglo XX, parece haber asomado la fractura de la institucionalidad oligárquica delictual que prevaleció desde 1830 y que la verba común ha denominado “cuarta República”.

La pluma del Maestro Federico Brito Figueroa no cesó de buscar en el fondo de los procesos económicos y sociales la usurpación cometida contra la germinal Nación Venezuela desde la inserción al sistema capitalista en formación. Por esa razón insistió en la necesidad de conocer a profundidad el tiempo colonial, pero igualmente estimaba necesario investigar la fundación y desarrollo de la República a los fines de comprender la transición de ese fenómeno al período republicano, y posteriormente, siguiendo el mismo hilo conductor, el proceso hacia la neocolonización como refugio de las clases sociales apátridas y holgazanas que ejercieron el poder lesionando los derechos del pueblo protagonista de la Historia, hasta tipificar el carácter de clases de Estado venezolano actual.

Notas

1 Oldman Botello, “El Maestro Brito Figueroa”, Diario El Siglo. (Maracay), 7 de enero de 1991.

2 Oldman Botello, Prólogo a: José Marcial Ramos Guédez: Bibliografía y Hemerografía de Federico Brito Figueroa, La Victoria, Edo. Aragua, 1991, p.13.

3 Marc Bloch, Apología de la Historia o el oficio del Historiador, Caracas, Fondo editorial Lola de Fuenmayor y Fondo Editorial Buría, Colección Textos Clásicos, Nº 1, 1986, p. 56.

4 Ibídem., p. 56.

5 Oldman Botello, Prólogo citado.

6 D.F. Maza Zavala, Prólogo a: Federico Brito Figueroa, La Estructura Económica de Venezuela Colonia, Caracas, UCV, EBUC (Colección Ciencias Económicas y Sociales N° XXII), 1996.

7 Oldman Botello: Prólogo citado, p. 15.

8 Marc Bloch, Op. Cit., p. 68.

9 Material grabado e inédito, c. 1990. Reposa en el archivo del autor.

10 Ibíd.

11 Ibid.

12 Ibid.

13 Federico Brito Figueroa, Historia Económica y Social de Venezuela, Caracas, UCV, Tomo I, Ediciones de la Biblioteca, 2000, p. 9.

14 Material grabado e inédito citado.

15 Federico Brito Figueroa, Op. Cit., s/n/p.

16 Ibídem, p. 15

17 Ibid., p. 14.

18 Federico Brito Figueroa, Las insurrecciones de los esclavos negros en Venezuela, Caracas, Editorial Cantaclaro, 1961, p. 5.

19 Material grabado e inédito citado.

20 Federico Brito Figueroa, Op. Cit., p. 13.

21 Marc Bloch, Op. Cit., pp. 66-67.

22 Ibidem, p. 68.

23 Cf.: Federico Brito Figueroa, La Aristocracia del Dinero Actual en Venezuela, 1945-1985, Barquisimeto, Fondo Editorial BURIA, 1986, p. 9.

24 Edwin Lieuwen, Petróleo en Venezuela, Buenos Aires, Editorial Sudamericana, (Colección Ensayos), 1964, pp. 66-67.

25 Enrique Bernardo Núñez, El hombre de la levita gris, Caracas, Monte Ávila Editores, C.A., 1986, p.35.

26 Ibíd

27 Federico Brito Figueroa, Venezuela contemporánea ¿país neocolonial?, Caracas, Venediciones, C.A., 1972, p. 19.

28 Federico Brito Figueroa, La aristocracia del dinero en Venezuela actual (1945-1985), Barquisimeto, Editorial Buría, Colección Folletos N° 1, 1986, pp. 13-14.

29 Ibídem, p. 14.

30 Ibid., p. 24.

31 Ibid., p. 25.