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Tiempo y Espacio
versión impresa ISSN 1315-9496
Tiempo y Espacio vol.24 no.61 Caracas jun. 2014
Los enclaves azucareros de la región nororiental de Cuna (1900-1930). El batey del central tacajó
The enclaves mills of the north-eastern region of Cuba (1900-1930). The central Tacajo Batey
José Luis Reyes González
Licenciado en Historia del Arte por la Universidad de Oriente, Cuba, en el 2008. Profesor Asistente de la Universidad de Holguín Oscar Lucero Moya. E-mail: jreyes@fh.uho.edu.cu.
Resumen: En los primeros años del siglo XX la United Fruit Company y la Cuban American Sugar Company impulsaron la industria azucarera mediante el establecimiento de modernos centrales azucareros en la región oriental del país. Estas entidades también se encargaron de conformar unas comunidades, denominadas bateyes, para lograr la permanencia de los empleados contratados para la realización de la zafra. El alza sostenida del precio del azúcar motivó también a los propietarios cubanos-españoles quienes construyeron, a partir de 1915, un conjunto de centrales mucho más modestos desde el punto de vista de la capacidad de producción. El primero de los establecidos con capital cubano-español en la región nororiental de Cuba fue el central Tacajó, en 1916. Próximo a éste quedó ubicado el nuevo batey azucarero, para el que se tomó como referencia la distribución físico-espacial y los tipos constructivos desarrollados en los enclaves azucareros fomentados por el capital estadounidense. Un siglo después, la mayoría de las construcciones de madera de estas comunidades han desapareciendo sin que organismos e instituciones del país hayan tomado medidas para contrarrestar tal destrucción; los edificios que estoicamente permanecen en pie amenazan con desaparecer en los próximos años. Por tanto, urge elaborar proyectos orientados hacia su salvaguarda ya que todas ellas forman parte indisoluble del patrimonio arquitectónico cubano construido entre 1900 y 1930.
Palabras clave: Cuba, compañías norteamericanas, centrales azucareros, batey.
Abstract: Th e United Fruit Company and Cuban American Sugar Company invested in the sugar industry during the fi rst years of the century XIX. It was through the establishment of modern sugar mill in the oriental region of the country. Th e employees were living in communities which name was bateyes, were made to keep the workers during the sugar harvest. From 1915, the owners cuban-spanish made new sugar mill more small and with less production motivated by the stable prices. Th e first one of them in the northeastern region of Cuba was Tacajó, in 1916. Next this was the new sugar batey very similar with the american sugar mill. Th ey took as reference the distribution of the inhabited space and diff erent kind of buildings. One century later the majority of the wood buildings of these communities have disappearing without the support of the government or some institution to stop the destruction. Soon the traditional buildings will disappear like a time footprint. For this reason its necessary to make projects for to keep the cuban architectural heritage among 1900 and 1930.
Key words: Cuba, northamerican companies, sugar mill, batey.
Recibido: 08/02/2014. Aprobado: 10/06/2014.
A manera de introducción
Al concluir la contienda bélica que José Martí denominara Guerra Necesaria (1895-1898) varias corporaciones financieras del extranjero concedieron empréstitos a empresarios cubanos y españoles con el objetivo de recuperar la industria azucarera nacional, afectada durante el desarrollo de las operaciones militares. Al mismo tiempo, algunas compañías norteamericanas como la Boston Fruit Company ―que en 1899 cambiaría su nombre por el de United Fruit Company― comenzaron a apropiarse mediante la compra de grandes porciones de tierra en puntos estratégicos de la región oriental y central del país.
En estas tierras adquiridas por las compañías estadounidenses, en su mayoría fértiles y cubiertas de bosques o sabanas, se introdujo en los primeros años del siglo XX el cultivo de la caña de azúcar, atendiendo a la tradición azucarera cubana y al alza sostenida del precio del grano entre 1902 y 1920. Este hecho determinó el establecimiento de un conjunto de novísimos colosos azucareros al amparo del capital estadounidense (Vega, 2004: 56).
Establecimiento de los centrales azucareros en la región nororiental de Cuba por las compañías que operaban con capital estadounidense (1900-1920)
En el norte de la región oriental de Cuba, en el propio año 1901, aparecieron los primeros centrales. La United Fruit Company compañía norteamericana que fue el resultado de la fusión el 30 de marzo de 1899 en New Jersey de Boston Fruit Company y Tropical Trading Co. Ltd, de Minor C. Keith, ambas de capital bostoniano (Jiménez, 2004: 595) estableció el Boston en un islote conocido como Cayo Macabí, Banes, en la antigua provincia Oriente. En este mismo año se fundó el Chaparra por gestiones del general Mario García Menocal y con capital de la Cuban American Sugar Company.
La United Fruit Company incorporaría en 1907 uno de los centrales de mayor capacidad de producción y propietario de 5191 caballerías de tierra: el Preston. Cuatro años más tarde la Cuban American Sugar Company estableció el Delicias, considerado uno de los más grandes del mundo en su momento. Al año siguiente, por gestiones del grupo Rionda y con capital de la Manatí Sugar Company, se fundó el central Manatí. A esta lista deben sumarse los centrales Cupey instituido en 1915 por la West India y el Tánamo instaurado en 1921 por la Atlantic Fruit Co..
En el sur de la zona oriental también se establecieron algunos colosos azucareros: el Cape Cruz, fundado por la Cape Cruz Company en 1901; cuatro años más tarde se establecieron los centrales Soledad, El Isabel y Los Caños, por la Guantánamo Sugar Company. También en 1905 se fundó la New Niquero Sugar Company, propietaria del central Niquero. En el decenio siguiente se sumarían a esta lista el central Altagracia, fundado en 1916 por la Compañía Central Altagracia S.A., y el Miranda, establecido en 1917 por la Miranda Sugar Company.
La fundación de este importante conjunto de centrales azucareros contribuyó a desplazar la zona productora de azúcar del país desde la región occidental-central hacia el centro-oriente de Cuba, y también a consolidar el dominio del capital norteamericano en las inversiones nacionales. Sin embargo, debe destacarse también la influencia en aspectos como la economía, la moda, el lenguaje y la arquitectura de la región. En esta última dejó una impronta indeleble, pues en cada uno de los casos antes mencionados las compañías encargadas de edificar el ingenio azucarero, concebían también la construcción de una pequeña comunidad urbana, denominada batey (Vega, 2004: 60), en la que predominaba las tipologías constructivas, materiales, métodos de construcción y la planificación urbanística característica de los pequeños asentamientos del sur de los Estados Unidos.
Los bateyes azucareros fundados por la United Fruit Company en la región nororiental de Cuba
En 1899 comenzó el montaje del central Boston (conocido más tarde como Nicaragua), la construcción de muelles y vías férreas y se inició la proyección del batey, que respondía al interés de los directivos la United Fruit Company de crear una comunidad con infraestructura integral y autosuficiente, capaz de proporcionar confort a los trabajadores extranjeros y cubanos que más tarde intervendrían en el desarrollo de la zafra. El Departamento de Construcciones ―integrado por ingenieros, proyectistas, dibujantes, carpinteros y obreros― se encargó de la planificación urbanística y de la edificación de las construcciones de madera de tipo administrativas, productivas, comerciales, culturales y domésticas, siempre teniendo en cuenta que el asentamiento se construiría sobre el islote Cayo Macabí, con una superfi cie de 11,2 km². Esta particularidad obligó, en primer lugar, a estructurar el enclave desde la periferia hacia el centro, con el objetivo de aprovechar al máximo el terreno disponible y, en segundo lugar, para contener el litoral mediante la construcción de un malecón.
Desde el punto de vista de la organización, este batey con una disposición interna eficiente, a partir del establecimiento de tres áreas fundamentales: la de producción, dominada por la fábrica y separada de las restantes; la ocupada por las instalaciones administrativas, socioculturales y comerciales y la zona residencial― sentó las bases para la distribución físicoespacial de los nuevos enclaves azucareros fomentados en la región. Las áreas habitacionales, administrativas, socioculturales, comerciales fueron agrupadas en retículas ―irregulares en la zona costera y regulares en el centro del islote― que, conformadas a partir de las intersecciones de las calles que corrían de Norte a Sur y de Este a Oeste, integrarían los barrios o secciones.
Entre los años 1899 y 1901 se construyeron en el batey ocho casas para la administración emplazadas próximas al central y se paradas del resto del poblado por la línea férrea (Cruz, 2002: 70), imponiendo el principio de jerarquización-, varias viviendas y cuarterías para trabajadores; más tarde se edificarían otras construcciones domésticas, tienda mixta, fonda, iglesia, correo, hasta completar 198 edificaciones. Es importante aclarar que los altos empleados que estaban directamente vinculados con la producción azucarera en este central fijaron su residencia en el batey, pues los principales directivos de la Boston Division asentaron sus viviendas en el nuevo centro urbano, erigido en los terrenos donde se encontraba el antiguo almacén Dumois.
El otro núcleo urbano, convertido en centro de operaciones de la United Fruit Company, recibió el nombre de Banes en 1910 se constituyó como municipio― y se estructuró a partir de la división en barrios1. Dichos barrios guardaban relación con la procedencia y pertenencia social de sus moradores. Así, por ejemplo, el Barrio Americano de Banes guardaba semejanza con las villas norteamericanas: grandes bungalows representativos de los tipos A y B y ocupados por el Administrador de la Compañía, el Superintendente de Agricultura y el Superintendente de Industria―, calles bien pavimentadas, áreas verdes, campo de golf, debido a que sus residentes eran, en su mayoría, de origen estadounidense, aunque de modo excepcional también habitaban en él altos empleados cubanos. En esta barriada también se emplazaron el hospital, el American Athletic Club, las oficinas y algunos almacenes. En el Barrio Amarillo, separado del Barrio Americano por el patio del sistema ferroviario, se ubicaron fundamentalmente viviendas representativas de los tipos C y D, destinadas a los empleados cubanos que trabajaban en el taller de locomotoras.
Mientras que en el Barrio Antillano, conocido también como Barrio Jamaiquino, las construcciones domésticas, representativas de los tipos D y H, estaban consignadas a las familias de inmigrantes caribeños.
En todos los casos, se utilizó principalmente la madera2 como material constructivo: en pisos, paredes, techos (recubiertos con planchas de zinc) y elementos componentes como puertas y ventanas, lo que contribuyó a homogeneizar las construcciones. Sin embargo, la pertenencia social de sus moradores determinó las diferencias fundamentales, dadas en las dimensiones, la distribución del espacio interior y los elementos jerarquizantes de las fachadas.
También la madera se erigió como el principal material empleado en las construcciones aunque a finales del segundo decenio del siglo XX en construcciones como la tienda mixta se utilizaron materiales más resistentes como el ladrillo― del nuevo batey azucarero fomentado por la United Fruit Company. En 1904, ingenieros y obreros contratados por esta compañía iniciaron el montaje de su segundo coloso azucarero: el Preston (más tarde nombrado Guatemala), considerado el séptimo en capacidad de producción diaria con 800 000 @ (Jiménez, 2004: 597). En este mismo año se comenzó a trabajar intensamente en las construcciones del núcleo originario del batey que, a pesar de ser más grande que su antecesor3, estuvo listo para la primera zafra realizada por el central en 1907.
En este centro urbano se puso en práctica la experiencia acumulada por la United Fruit Company en materia constructiva en países como Cuba, Costa Rica y Aruba. Contó con una impresionante red de servicios que respondía a las diversas necesidades de los residentes nacionales y extranjeros, destacando instalaciones como la industria, las oficinas administrativas, los almacenes, la tienda mixta inaugurada en 1919- y otros recintos comerciales, la escuela, el hospital, dos iglesiasla católica, de estilo neogótico, construida en 1907, y la metodista, ubicada a continuación del teatro-cine―, el club social Panamerican Club, el teatro-cine, el hotel Miramar ―edificio de dos plantas inaugurado en 1930―, la panadería, la planta generadora de electricidad, la lavandería, la barbería-peluquería, el correo-telégrafo, el acueducto y los viales, etc.
Sin embargo, la compañía brindó especial atención a las construcciones domésticas: en la edificación de las viviendas para los empleados norteamericanos y los altos empleados cubanos se emplearon los mejores materiales y se emplazaron en la American Section. Éstas se distinguían por la majestuosa escala y por la alternancia de las cubiertas de tejas de barro a cuatro aguas unidas en la parte superior por la cumbrera o caballete, en forma de pabellón (Cruz, 2002: 70). De este conjunto merece destacarse una hermosa construcción de madera, biplanta, construida en el año 1923 para vivienda del Administrador de la División Preston, y el Panamerican Club.
Las viviendas de los trabajadores cubanos (representativas de los tipos C y D) se ubicaron en los barrios New York y Brooklyn4, que formaban parte de la Cuban Section. En la Colored Sectión, por su parte, se emplazaron las construcciones domésticas (representativas de los tipos D y H) consignadas a los braceros de origen antillano. Esta estructura interna del batey del central Preston ―del mismo modo que la de su antecesor, el Boston― servirían de modelo a las comunidades azucareras que surgirían en el segundo decenio del siglo XX en la región nororiental de Cuba.
El fomento de la industria azucarera por el capital cubano-español en la región nororiental de Cuba (1915-1920)
A partir del segundo decenio del siglo XX el alza sostenida del precio del azúcar también motivó a algunos propietarios cubano-españoles, quienes intervinieron en el proceso de fomento de la industria azucarera en la región oriental del país. Afirma el profesor e investigador Rafael Cárdenas Tauler que después del accionar de las compañías que operaron con capital estadounidense en la región nororiental durante los primeros 15 años de la centuria, sobrevino el segundo impulso,
( ) en el transcurso del auge azucarero asociado a la Primera Guerra Mundial, más concretamente, entre 1915 y 1919, y fue escenifi cado por ( ) tres compañías azucareras fi nanciadas con capital comercial hispano-gibareño (centrales Rey, Cacocum y Báguanos), y una con capital hispano-cubano-norteamericano (central Tacajó), en la zona de Holguín (Cárdenas, 2010: 36).
Estas compañías iniciaron, bajo el asesoramiento de ingenieros y técnicos norteamericanos, la construcción de centrales azucareros mucho más modestos desde el punto de vista de capacidad de producción diaria financiados con capital español-cubano fundamentalmente. Uno de los primeros fue el central Tacajó (actual Fernando de Dios), establecido en 1916. Para su fundación se creó la Tacajó Sugar Corporation, a partir de la fusión del capital financiero hispano-norteamericano representado por Bernardo Braga Rionda, Donald Dodge, R. B. Crispell y Rafael Yevallas con el capital comercial hispano-gibareño, identificado con las figuras de Pablo, Antonio y José Homobono Beola y Valenzuela; y la propiedad terrateniente de Banes y Mayarí, personificada por la Sucesión Dumois. Este mismo año, los accionistas españoles José Rey García y Juan Rimblas Chuscas, a través de la Compañía Azucarera Central Rey, fundaron el central del mismo nombre.
A la fundación de estas industrias azucareras le continuó la del central Alto Cedro, en 1917, por gestiones del hacendado Andrés Duany ―de nacionalidad cubana, que estableció la Alto Cedro S. A.―. También en 1917 se fundó el Cacocum (actual Cristino Naranjo) por la Compañía Azucarera Central Cacocum, cuyos accionistas principales, los hermanos Melchor y Manuel Palomo Beceña, de nacionalidad cubano-española, constituyeron un año más tarde la Compañía Azucarera Central Báguanos, en sociedad con Rafael Sánchez Aballí, que se encargó de establecer el Báguanos (actual López Peña).
La fundación del central Tacajó
Los primeros pasos en el montaje del central Tacajó se dieron en 1915, cuando se inició el movimiento de tierras para la edificación de la fábrica y las construcciones el batey, bajo la supervisión de ingenieros y técnicos norteamericanos y españoles. Antes bien, se había realizado el desmonte de estos terrenos, adquiridos en los primeros años del siglo XX por Alfredo e Hipólito Dumois Gessé5 para establecen en ellos una plantación bananera.
En 1915 se fundó la Tacajó Sugar Corporation, compañía que contribuyó a financiar el proceso de montaje de la industria y la construcción del núcleo urbano. El accionista principal de esta empresa fue el rico comerciante de origen español establecido en Gibara José Homobono Beola y Valenzuela. Para ese entonces
Beola era ( ) propietario de Beola y Compañía, casa establecida en Gibara, y, asociado con González Longoria, había construido el ferrocarril de Holguín a Gibara, la más importante vía comercial del norte de Oriente (Jiménez, 2004: 595).
Beola había incursionado, además, en giros como la fábrica de licores, las importaciones, el comercio de ropa, las explotaciones forestales e, incluso, había prestado servicios a la United Fruit Company, lo que indiscutiblemente le facilitó el acercamiento a los hermanos Alfredo y Hipólito Dumois, que terminaron aportando sus propiedades en la hacienda Tacajó para el establecimiento del central.
En octubre de 1916 concluyó la construcción del central Tacajó. Para esa fecha ya se contaba con 550 caballerías de tierra sembradas en su mayoría de caña de variedad cristalina listas para el corte; se habían construido 30 kilómetros de vías férreas anchas y 50 kilómetros de vías férreas estrechas; y se contaba con 6 locomotoras, 170 carros de caña y 12 carros tanques para mieles. Con estas condiciones indispensables, el Tacajó realizó su primera zafra de prueba en 1917, demostrando una capacidad de producción inferior a las 250 000 @.
El batey azucarero del central Tacajó
También en 1915 se comenzó a planifi car y ejecutarse el proceso de urbanización en la recién deslindada hacienda Tacajó. Este proceso respondió al interés conjunto de los accionistas que integrarían la Tacajó Sugar Corporation de facilitar la instalación de los empleados junto a sus familiares, que intervendrían en la realización de la zafra azucarera del central que comenzaba a instalarse.
A pesar de que la población establecida en la zona era reducida y que la adquisición de tierras propias se vería limitada debido a la cercanía de otros centrales azucareros ―entre ellos el Boston, el Alto Cedro S. A., el Báguano y el Central Canario Compañía Azucarera San Germán―, los accionistas optaron por emplazar la fábrica, el batey y algunos campos de caña en el terreno nombrado Tierra Buena. Para la selección definitiva de éste se valoró la confluencia de cuatro premisas naturales:
La abundancia de terrenos llanos y productivos.
La localización de recursos acuíferos (el río Tacajó) y forestales abundantes en la zona.
Las condiciones climáticas propicias para incrementar el rendimiento agrícola de la caña.
La cercanía del puerto de Antilla (establecido en 1907 por Th e Cuban Railroad Co.), mediante el cual se exportaría la producción de azúcar y se importarían los insumos.
Además, se tuvieron en cuenta otras dos razones importantes: la existencia de un trapiche nombrado San José, lo que denotaba una tradición azucarera en la región, y el hecho de que Hipólito y Alfredo Dumois Gessé propietarios que se asociaron a José Homobono Beola y Valenzuela- administraran la plantación bananera existente en el territorio.
De las posibles áreas urbanizables localizadas en Tierra Buena se seleccionó un terreno llano, ubicado aproximadamente a 1 km al sur de la futura carretera a Banes, para emplazar el centro de producción y el núcleo originario ―integrado por el centro administrativo, sociocultural y comercial y las áreas residenciales- del asentamiento que se ubicaría junto a éste.
A partir de las características topográficas del terreno, el Departamento de Construcciones elaboró un plano para viabilizar el proceso de transformación de la plantación bananera existente en un batey azucarero. Dicho plano resultó notable, primero, por identificar las principales zonas urbanizables en las que se establecerían a corto, mediano y largo plazo los espacios habitacionales del asentamiento, y las zonas no edificables, reservadas para espacios públicos y zonas verdes. Y segundo, porque los ingenieros, arquitectos y proyectistas no copiaron cabalmente las experiencias de la United Fruit Company en materia de planificación urbanística, sino que tuvieron en cuenta las particularidades de la nueva comunidad para introducir cambios significativos en la organización interna de la misma. Después de seleccionado el terreno se procedió a configurar la comunidad que crecería junto al central Tacajó. Uno de los elementos que incidió de manera directa en la configuración del batey fue la función que cumpliría la comunidad. El hecho de que se tratase de un enclave agroindustrial ―o sea, sus habitantes trabajarían indistintamente en el campo o en la fábrica de azúcar― determinó que se potenciara la relación entre los entes que en ella coexistirían mediante la conformación de un gran paralelogramo en torno a la industria, que a su vez se encontraría rodeada por los campos de caña. Esta función también definiría, como lo hizo en los otros asentamientos azucareros fomentados por el capital norteamericano en la región nororiental de Cuba, la distribución físico-espacial de la comunidad que se planificaba en Tierra Buena. En este caso presentó la siguiente distribución:
Primero las zonas agrícola e industrial, dominada esta última por el central y las restantes instalaciones fabriles donde se produce y almacena el azúcar. Ambas quedaron ubicadas en el extremo sur del entramado urbano.
Separadas ligeramente de estas zonas ―y, al mismo tiempo, conectadas con ellas a través de la Avenida Central― aparecieron el área administrativa, sociocultural y comercial y la zona residencial. La primera estuvo integrada por las oficinas centrales de la compañía, la sucursal del Departamento Comercial, el Club Social Tacajó, la fonda, el hospital, el cine-teatro, la logia, el café Hatuey, las canchas deportivas y el parque, lo que permitió satisfacer las necesidades sociales y culturales de los habitantes del batey.
La zona residencial, por su parte, se encontraba mezclada de manera coherente con el área administrativa, sociocultural y comercial. Para su mejor ordenamiento, se distribuyó en cuatro manzanas, cuyas construcciones exteriorizaban la pertenencia social de sus moradores.
Otro de los elementos que jugó un papel importante en la configuración del batey del central Tacajó fue el trazado. El terreno llano y la inexistencia de un poblado permitieron proyectar en el plano de la comunidad una red uniforme de calles, que determinaron el trazado regular del asentamiento. De Norte a Sur se trazaron en el terreno tres calles rectas, que posteriormente se pavimentaron: la denominada Avenida Central (hoy calle 2 de abril), de 1 km de extensión, y otras dos paralelas a ésta: calle 2da (hoy calle José Antonio Hecheverría) y 3ra (hoy calle Tony Alomá) de menor amplitud y longitud. Y de Este a Oeste se delinearon varias calles de pequeñas dimensiones, muchas de las cuales se cortaban de manera perpendicular con la Avenida Central para conformar las retículas. De todas estas calles, merece destacarse la Avenida Central no solo porque quedó franqueada por las principales instalaciones socioculturales y administrativas del batey sino también porque se convirtió en la senda más importante del enclave al funcionar como elemento conectante entre la industria y la carretera a Banes y como eje directriz de expansión.
En las manzanas conformadas por la intersección de estas calles se organizó, con disciplina y precisión, la construcción de edificios de madera que albergarían las viviendas y también algunas instalaciones de servicio. Las manzanas que se conformaron por la intersección de las calles integraron un gran paralelogramo que constituyó el núcleo originario del batey del central Tacajó. Esta estructuración ―a partir de retículas― tuvo en Cuba dos antecedentes importantes: las regulaciones establecidas por la Corona española para la fundación de ciudades en el continente americano, incorporadas en el cuerpo de las Leyes de Indias y, en fecha más reciente, la organización interna asumida por los ingenieros y arquitectos que intervinieron en el diseño de las comunidades azucareras de los centrales Boston y Preston.
Sin dudas, la estructura de los enclaves azucareros fomentados por el capital estadounidense en la región nororiental ejerció influencia en la organización interna del batey del central Tacajó. Sin embargo, existe una diferencia sustancial entre éste y el de los centrales Boston y Preston: en el de los colosos quedaron bien delimitados los barrios Americano, Cubano y Antillano; mientras que en el del central Tacajó no se establecieron estas secciones. Indiscutiblemente, la ausencia de residentes de origen estadounidense en la comunidad determinó que no se constituyeran estas barriadas; de haber sucedido lo contrario ―aunque hubiese ocurrido en fecha posterior a 1930, decenio en el que la Antilla Sugar Estates compró la industria- la estructura interna del asentamiento hubiese sido diferente, pues así ocurrió en el batey del Central Canario Compañía Azucarera San Germán. El hecho de que no se delimitaran en el batey las secciones antes mencionadas no signifi ca que en la organización interna del mismo no se respetara la visión estratifi cada de la sociedad. Al decir de la investigadora Diana Cruz Hernández, en el entorno de la arquitectura doméstica este fenómeno se evidencia en la relación vivienda-destinatario (Cruz, 2004: 65); mientras que en el proceso urbanístico el hecho se manifestó en la ubicación que reciben las edifi caciones domésticas y de servicios.
En la manzana más cercana a la industria, por ejemplo, se trató de potenciar la relación entre el personal y las instalaciones administrativas y la industria al ubicarse aquí algunas de las construcciones de mayor relevancia en el enclave: las ofi cinas centrales, el hospital, la casa de visitas y las viviendas del Administrador y de los principales Jefes de Departamentos. También se emplazó en esta retícula específi camente frente a la vivienda del administradorla cancha de tenis que, al encontrarse en desuso desde los primeros años, fungió como punto de congregación de los pobladores en fechas y actividades importantes.
La segunda manzana estuvo dividida en tres partes. En el lado este se ubicaron: el cine-teatro ―inaugurado en enero de 1926―, la sucursal del Departamento comercial de los Señores Campañá, el café Hatuey, la logia y el Club Social Tacajó, buscando potenciar el nexo entre las instalaciones comerciales y socioculturales más importantes del batey. En la sección central, por su parte, se situó el parque que funcionaba como pulmón de la comunidad. Éste fue diseñado y construido en 1929 por el fl oricultor japonés Nakahira Takahuro, contratado para tal fi n por la compañía, y llegó a convertirse en el espacio preferido por los lugareños para el esparcimiento.
Y en el lado oeste se ubicaron otras instalaciones de servicio: la barbería, la ofi cina de correo y el aula de la maestra Miss Mc Cook. Además, se emplazaron ―entre las calles 2da (hoy calle José Antonio Hecheverría) y 3ra (hoy calle Tony Alomá), paralelas a la Avenida Central― las viviendas para trabajadores que ejercían diversos ofi cios dentro (en la centrífuga, en los hornos, etc.) del central, en dos tiras de 12 casas, reforzando el vínculo entre el área residencial y las instalaciones socioculturales y comerciales.
El incremento de la población residente en el batey6 determinó que, después de concluidos los trabajos constructivos en el núcleo originario, se planifi caran otras tres barriadas: el Barrio Campañá, el Barrio Tablada y el Barrio de los Jamaiquinos, para ampliar el repertorio doméstico y civil de la comunidad. Para emplazar estos barrios se seleccionaron dos de las zonas urbanizables, localizadas al Oeste de la Avenida Central.
El establecimiento de la primera barriada se debió en gran medida a la actividad inversionista desplegada por el comerciante banense Delfín Campañá Pupo en Tacajó. Este señor fundó en 1919 el Departamento Comercial y más tarde estableció en la misma manzana una barbería y una panadería. En torno a estas tres edifi caciones se erigieron otras construcciones de madera ―el juzgado, la fonda Sebastián y varias viviendas, entre las que sobresalían la del Jefe de Agricultura y la de Delfín Campañá― que juntas conformaron el barrio Campañá, conocido también como Barrio Comercial.
También al Oeste de la Avenida Central se ubicó el barrio Tablada, conformado por dos retículas ―una grande, que funcionaba como elemento conectante entre los barrios Campañá y Tablada, y otra de pequeñas proporciones―. En estas manzanas se ubicó un número constante de viviendas (8), destinadas a la masa de trabajadores del central (químicos, maquinistas, paileros, peones de limpieza, etc.). En esta barriada se emplazaron, además, la escuela pública, la farmacia y la iglesia Católica, concluida en 1942.
El Barrio de los Jamaiquinos ―denominado así porque en él se concentraron los braceros de origen antillano― se ubicó más distante del núcleo originario del batey. A diferencia de los primeros, este barrio creció de manera espontánea, flanqueando ambos lados de la carretera a Banes. Además de las viviendas de los braceros jamaiquinos, se construyeron la iglesia Metodista y la Casa del Colono (ambos con paredes de mampostería y techos de tejas de Fibrocem). En el decenio de 1940 el barrio alcanzó gran notoriedad dentro y fuera del batey a partir de la incorporación de una manzana donde se concentraron numerosas tiendas mixtas7 ―así como talabarterías, carnicerías y farmacias―, propiedad de comerciantes de origen árabe, chino, español y cubano.
Este proceso de planificación urbanística desarrollado por el Departamento de Construcciones contribuyó a que el batey del central Tacajó mantuviera la fisonomía de una comunidad semi rural. Con anterioridad, las compañías que planificaron las comunidades de los centrales Bostom y Preston habían modificado la fisonomía de los bateyes azucareros cubanos. En tal sentido la investigadora Diana Cruz Hernández señala que:
Las compañías llevaron a cabo un proceso de urbanización que situó a sus comunidades en una posición intermedia entre lo rural y lo urbano, debido a su preocupación por erigir las instalaciones en manzanas previamente definidas, con largas calles que se cortaban perpendicularmente delimitadas por árboles y flores. De ahí que se haga referencia a un ámbito semi rural a propósito de las mismas (Cruz, 2004: 27).
Otro elemento que incidió en el aspecto semi rural del batey del central Tacajó fue la homogeneidad del repertorio arquitectónico, conformado en su totalidad por edificios de madera con pisos entarimados y techos de zinc o tejas de Fibrocem. Este panorama difería totalmente de los asentamientos rurales cubanos donde reinaban los bohíos de tabla de palma con pisos de tierra y techos de guano, agrupados en haciendas o pequeñas fincas sin un orden previo.
La arquitectura de madera del batey del central Tacajó
El repertorio arquitectónico de batey del central Tacajó lo integraron viviendas e instalaciones de servicio. En el caso de las construcciones domésticas del batey del central Tacajó se agruparon en tres categorías fundamentales: el grupo 1, que contenía las viviendas edifi cadas para los trabajadores que ocupaban altos cargos en la industria y/o el batey; el grupo 2, al que pertenecían las casas construidas para los empleados que ejercían diversos oficios dentro del central y que ocupaban una posición intermedia dentro de la estructura jerárquica social establecida; así como la de los particulares; y el grupo 3 en el que se incluyeron las viviendas colectivas, también conocidas como cuartería.
Las viviendas que pertenecían al grupo 1, un total de 40 inmuebles destinadas al Administrador y los Jefes de los Departamento, se emplazaron en un área cercana a la industria y ocupaban un amplio terreno delimitado por cercas de jazmín café. Estas casas presentaron una fachada de corredor ― en forma de U o L― protegida completamente con tela metálica. Contaban con numerosas dependencias: vestíbulo, sala, saleta, comedor, cocina, pantry, despensa, hall, numerosas habitaciones y baños; y contenían un interesante trabajo de carpintería ―sobre todo en puertas, ventanas y elementos divisorios― lo que influía en la opinión de los vecinos al considerarlas las edificaciones de mayor prestancia del batey. En este grupo sobresalió la vivienda del Administrador.
Las viviendas del grupo 2, destinadas a los trabajadores que ejercían diversos oficios ―una posición intermedia dentro de la estructura jerárquica establecida― mostraron de manera general una reducción tanto del espacio como del número de dependencias ―generalmente presentaron portal descubierto, sala, cocina-comedor, 2 dormitorios y ducha y servicio sanitario en caseta exterior. Los pisos eran de tabloncillo, con paredes de madera machihembrada (forro sencillo) y techos de zinc sin cielo raso; tampoco contuvieron grandes trabajos de carpintería ni en la fachada ni en su interior. Completó el repertorio doméstico las viviendas colectivas, conocidas también como cuarterías que integraron el grupo 3. En el batey se edificaron dos tipos fundamentales: las destinadas a los obreros sin familia y las habitadas por los obreros y sus familiares. La diferencia fundamental entre una y otra recayó en la distribución del espacio interior: en el primer caso, la vivienda se componía exclusivamente por un grupo de cuartos; mientras que en el segundo, además de éste la vivienda presentaba sala y cocina. Se localizaron 16 construcciones de este tipo, emplazadas en las zonas de la periferia.
También se construyó un conjunto de edificaciones en las que se prestaban diferentes servicios, con el objetivo de convertir al batey azucarero en una comunidad autosuficiente. La red de servicios del batey del central Tacajó estuvo integrada por las siguientes construcciones: instalaciones industriales (industria, casa de depósito de arena, oficina de tráfico, etc.), oficinas centrales, departamento comercial y otras áreas para el comercio, fondas, escuela, hospital, farmacia, Boarding-House, logia, cine-teatro, club social, barbería-peluquería, parque y áreas verdes, áreas deportivas (canchas de tennis y basketball), correo, oficina de teléfonos, cuartel de la Guardia Rural, jurado, obras viales, acueducto y alcantarillado y caballerizas. Más tarde se sumaron el hotel, varias tiendas mixtas y las iglesias Católica y Metodista, edificadas en mampostería.
La compañía ―como también lo hicieron las entidades norteamericanas en los enclaves fomentados con ese capital― se encargaba del mantenimiento sistemático de las viviendas y las instalaciones de servicio. Para ese fin se crearon las brigadas de reparaciones ―integradas por el Jefe del Batey, carpinteros, plomeros, albañiles, jardineros, pintores y peones― que anualmente se encargaban de pintar y reparar las construcciones de madera, lo que contribuyó a la preservar la arquitectura de madera del batey por más de 40 años.
Sin embargo, a partir de 1959 se descuidó el mantenimiento constante de estas edificaciones, debido a la carencia de los materiales requeridos para llevar a cabo tales acciones. A este descuido se unió la acción devastadora de eventos meteorológicos ―entre los más destructores clasifican los huracanes Ike (2008) y Sandy (2012)― que azotaron la zona, dejando a su paso cuantiosos daños, sobre todo en los inmuebles de madera. El deterioro de éstos determinó que tanto los propietarios de las viviendas como los organismos que ocupaban estos inmuebles realizaran cambios significativos en los mismos. Entre las modificaciones más frecuentes se encuentran:
La demolición total de inmuebles para construir con otros materiales más resistentes y duraderos.
La transformación de determinadas dependencias, en pos de modificar el espacio interno.
La sustitución de los pisos, los techos, las puertas y los ventanales originales.
La eliminación de las barandas de madera, las celosías y otros elementos funcionales-decorativos originales.
Lo cierto es que hoy, las construcciones de madera de esta comunidad ―como la de los enclaves azucareros fomentados en la región por el capital estadounidense― exhibe un estado crítico de conservación; urge elaborar proyectos orientados hacia la salvaguarda de estas edificaciones ―o hacia el rescate del olvido de las que ya perecieron-, pues forman parte importante del patrimonio arquitectónico cubano construido entre 1900 y 1930 y amenazan con desaparecer en los próximos años.
Consideraciones finales
Las comunidades azucareras establecidas en torno a los centrales fomentados por las compañías que operaban con capital financiero norteamericano y cubano-español en la región nororiental de Cuba se concibieron con el objetivo de lograr la permanencia de los obreros contratados para la realización de las zafras. Por tal razón, las entidades desarrollaron un amplio plan constructivo que comprendió la construcción de diferentes tipos de viviendas ―siempre en correspondencia con la jerarquía social de sus moradores― y la edificación de un conjunto de instalaciones de servicios que convirtieron a los bateyes en asentamientos poblacionales autosuficientes, capaces de dar solución a las más disímiles necesidades de sus habitantes.
Con el transcurso de los años ―y el respectivo aumento de la población residente- el entramado urbano de estas comunidades sufrió severas transformaciones, dado por el incremento de la actividad constructiva irrespetando los principios urbanísticos implementados inicialmente por las compañías. Por su parte las construcciones de madera, en especial las del antiguo batey del central Tacajó, exhiben en la actualidad un estado crítico de conservación; urge la intervención de organismos e instituciones del país y los propios habitantes de la comunidad orientada hacia la salvaguarda de las edificaciones y la reanimación del batey. Solo así se podría salvar de la destrucción y el olvido.
Notas
1 La ciudad se encontraba dividida en los siguientes barrios: el Barrio Americano, el Barrio Antillano y el Barrio Amarillo. Esta división en barrios caracterizaría a los asentamientos azucareros fomentados por el capital estadounidense
2 Buena parte de la madera utilizada en estas construcciones se importó desde Estados Unidos. También se utilizó la madera de los montes de Herrera, Río Grande y Guamuta, que formaban parte de los terrenos propiedad de la Preston Division. A partir de 1930 las construcciones de madera del batey fueron reemplazadas por construcciones de mampostería, manteniéndose en la mayoría de los casos la estructura original de las plantas.
3 El batey del central Preston superó en proporciones al del Boston no solo porque en éste sí se concentró toda la actividad de la compañía, sino también porque el coloso ha trascendido como el mayor empleador de trabajadores en zafra con 12 750 y el segundo mayor propietario de tierras con 5191 caballerías, según las investigaciones de Guillermo Jiménez.
4 En este barrio también se emplazaron algunas viviendas colectivas, denominadas también cuarterías.
5 En 1899, miembros de la familia Dumois Gessé regresaron a Banes representando a The First National Bank of Boston. Se dedicaron a reestructurar la plantación bananera para lo cual adquirieron tierras en las haciendas Tacajó y Mulas. A pesar de haber fomentado en dichos terrenos el cultivo de bananos, el incremento que experimentó el precio del azúcar por estos años obligó a reorientar la producción hacia el cultivo de la caña de azúcar.
6 En 1931 los residentes en el batey alcanzaron la cifra de 2925 habitantes, en su mayoría obreros de la industria.
7 Entre las tiendas mixtas establecidas en este barrio se encuentran la de los cubanos Antonio Díaz, René Jiménez, Adoración Expósito y la de los señores Noguera; la del gallego Moracito; la de los chinos Joaquín Juy y Vicente Yee; la de los moros Félix y Ramón Tillán y la de Natalio Corín.
Referencias
1. Cárdenas Tauler, Rafael: El impacto de la modernización estructural de base azucarera en el proceso de regionalización de Holguín en el siglo XIX y las dos primeras décadas del XX. Tesis presentada en opción al grado científico de Doctor en Ciencias Históricas, Universidad de La Habana, La Habana, Cuba, 2010. Inédita. [ Links ]
2. Cruz Hernández, Diana: La arquitectura doméstica de los bateyes azucareros de la región oriental de Cuba (1900-1930). Tesis presentada en opción al grado científico de Doctor en Ciencias sobre el Arte. Universidad de Oriente, Santiago de Cuba, Cuba, 2002. Inédita.
3. Jiménez Soler, Guillermo: Las empresas de Cuba. 1958. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, Cuba, 2004.
4. Vega Suñol, José: Norteamericanos en Cuba. Estudio etno-histórico. Fundación Fernando Ortiz, La Habana, Cuba, 2004.