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Tiempo y Espacio

versión impresa ISSN 1315-9496

Tiempo y Espacio vol.26 no.65 Caracas jun. 2016

 

Un refugio en Venezuela: los inmigrantes de Hungría, Croacia, Eslovenia, Rumania y Bulgaria1

A shelter in Venezuela: the immigrants from Hungria, Croacia, Eslovenia, Rumania and Bulgaria

Catalina Banko

Profesora Titular de la Universidad Central de Venezuela. Directora del Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales “Rodolfo Quintero” (2011-2014). Investigadora del Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos (1988-1993). E-mail: catalinabanko@gmail.com

Resumen: Al concluir la segunda guerra mundial, multitudes de fugitivos intentaban abandonar el territorio europeo y buscar nuevos horizontes en el continente americano. En febrero de 1947, Venezuela firmó en Londres una declaración conjunta con el Comité Intergubernamental de Refugiados, dependiente de las Naciones Unidas, para la recepción de inmigrantes. A partir de junio de ese año comenzaron a arribar a Venezuela importantes contingentes de europeos. Hasta el momento, la mayor parte de los estudios se ha dirigido al estudio de la presencia de italianos, españoles y portugueses, que constituyeron la proporción más elevada de los inmigrantes en el país. Con la finalidad de examinar una faceta escasamente estudiada de la inmigración, el presente artículo se concentra en analizar el proceso de inserción de una minoría de refugiados provenientes de Europa del Este, especialmente Hungría, Croacia, Eslovenia, Rumania y Bulgaria, quienes han desempeñado un destacado papel en el ámbito laboral y profesional.

Palabras clave: posguerra, refugiados, Europa del Este, identidad cultural, integración.

Abstract: At the conclusion of the Second World War, crowds of fugitives were trying to leave the European territory and seek new horizons in the Americas. In February 1947, Venezuela signed a joint statement in London with the Intergovernmental Committee on Refugees, belonging to the United Nations, for the reception of immigrants. From June of that year important contingents of refugees began arriving in Venezuela. So far, most of the studies have been directed to examine the presence of Italians, Spaniards and Portuguese people, who constituted the highest proportion of immigrants in the country. In order to examine a facet of immigration scarcely studied, this article focuses on researching the insertion process of a minority of refugees from Eastern Europe, especially Hungary, Croatia, Slovenia, Romania and Bulgaria, who have played a prominent role in the business and professional field.

Keyword: poswar, refugees, Eastern Europe, cultural identity, integration.

Recibido: 05/09/2015

Aprobado: 12/01/2016

Introducción

A lo largo de los años treinta, el continente europeo se vio sacudido por dramáticos y dolorosos acontecimientos. A los estragos de la honda depresión económica, se sumaron los conflictos políticos y las persecuciones ideológicas y raciales. Una de las principales víctimas de las atrocidades del nazismo fue la comunidad judía, algunos de cuyos miembros lograron emigrar hacia América antes de que se generalizara la política de exterminio.

Emblemático es el caso de un contingente de judíos que en 1939 fue transportado desde Hamburgo en el buque Königstein. Después de ser rechazados en varios sitios del Caribe, y sometidos a terribles condiciones de hacinamiento, arribaron a La Guaira, donde solicitaron asilo a las autoridades venezolanas. Ante la tardanza del Ejecutivo en dar respuesta a tal petición, el barco prosiguió viaje hacia Curazao. Ya en alta mar, la tripulación recibió por radio el anuncio de que el gobierno, presidido por Eleazar López Contreras, había autorizado finalmente el ingreso de los maltratados ocupantes del navío. A los pocos días, las familias judías fueron alojadas en la hacienda Mampote, con lo que el triste episodio culminó en un afortunado y conmovedor desenlace2. En los años siguientes, gran número de judíos, procedentes de Polonia, Hungría y Rumania, consiguió también refugiarse en Venezuela.

I.- Se abren las puertas a los refugiados

Durante el siglo XIX se habían proyectado en Venezuela diversos planes de inmigración que, en líneas generales, tuvieron escasa repercusión a pesar de los esfuerzos empeñados con tal fin. A partir de 1936 comenzó a crecer el interés por fomentar la inmigración, objetivo que quedó plasmado en el Plan Trienal (1938-1941), que fue el primer programa orientado a la modernización económica y social de la nación. El 26 de agosto de 1938 fue creado el Instituto Técnico de Inmigración y Colonización (ITIC), con el propósito de incorporar población “sana y útil” para el desarrollo de la agricultura mediante un sistema de “inmigración dirigida”. De este modo, el ingreso de los extranjeros debía ser canalizado por el instituto que se haría cargo de los costos del traslado y de su alojamiento y manutención gratuita hasta por 15 días, o bien su instalación en alguna de las colonias agrícolas: Chirgua (Carabobo), Mendoza (Miranda), Rubio y Tamá (Táchira).

La insuficiente producción nacional requería en aquel tiempo del aporte de pobladores que ejercieran “profesiones útiles”, tales como: agricultores, obreros calificados, técnicos, industriales, artesanos, agrónomos, agrimensores e ingenieros, ocupaciones reputadas como las más idóneas para incrementar la riqueza nacional. La intención de estimular la inmigración se vio obstaculizada por las vicisitudes de la contienda bélica. Las dificultades del transporte marítimo y la guerra naval determinaron que en 1943 la afluencia de extranjeros quedara prácticamente paralizada, aunque al año siguiente la situación fue cambiando y, entre marzo y junio de 1945, pudieron entrar al país 6.793 inmigrantes.

Al concluir la guerra, el panorama europeo era dantesco. Más de 40 millones de muertos y regiones completamente devastadas revelaban los horrores de una tragedia que no tenía precedentes en la historia. Tras la firma de los tratados de paz, para los habitantes de Europa del Este los padecimientos no habían terminado aún. Esos territorios habían sido ocupados por las tropas soviéticas en su ofensiva contra la Alemania nazi y sus aliados y, para 1948, en Bulgaria, Polonia, Rumania, Checoslovaquia, Hungría y la zona oriental de Alemania se habían establecido gobiernos que respondían a las directrices de la Unión Soviética. También en Yugoslavia se impuso un régimen comunista bajo el mandato del mariscal Tito, aunque manteniendo una política independiente que habría de concluir en la ruptura con Moscú. De este modo, un “telón de acero” había caído sobre Europa, en palabras de Winston Churchill, dividiendo en dos el continente desde el Báltico hasta el Adriático.

En estos años en que se estaba perfilando la Guerra Fría, las deportaciones, detenciones y ejecuciones dieron comienzo a otro infausto capítulo en la historia de aquellos pueblos. Multitudes de fugitivos trataban de cruzar las fronteras para alcanzar la libertad. Penosas y largas caminatas y arriesgados periplos en pequeñas embarcaciones eran algunos de los medios para escapar de las persecuciones. Muchos fueron afortunados y consiguieron internarse en los campamentos o ponerse a salvo en diversos países de Europa occidental, pero también muchos otros fueron capturados o perdieron la vida en su intento de huir de la represión.

La imperiosa necesidad de solucionar el drama de los refugiados y desplazados, cuyo caudal aumentaba día a día, indujo a las Naciones Unidas a la creación en 1947 de la Organización Internacional para los Refugiados (OIR). Este organismo se consagró a la tarea de instalar campamentos, principalmente en Italia, Francia, Austria y Alemania, donde se alojaron millares de hombres, mujeres y niños que habían logrado trasponer las fronteras de sus países de origen. Dicha acción se desarrolló de manera mancomunada con los gobiernos que habían suscrito los tratados internacionales y se prestaban a brindar su cooperación a esta humanitaria labor. Mientras algunos países, como Estados Unidos, Canadá y Australia, aceptaban exclusivamente inmigrantes jóvenes y solteros, varias naciones sudamericanas admitían el ingreso de familias, sin plantear limitaciones de edad.

El 15 de febrero de 1947, Venezuela firmó en Londres una declaración conjunta con el Comité Intergubernamental de Refugiados. En las cláusulas se señaló la disposición a organizar la recepción de inmigrantes, según criterios de carácter “humanitario y selectivo”, que en un 40 por ciento debía estar conformado por agricultores, y el resto por artesanos y profesionales, de acuerdo a las necesidades de la nación.

A los fines de cumplir con lo acordado en Londres fueron designadas tres misiones especiales, bajo la jefatura de Armando Hernández Bretón en Alemania, Enrique Tejera París en Italia y José Padrón Irazábal en Francia. Dichos representantes viajaron a Europa para difundir el interés del gobierno venezolano por recibir a los refugiados y establecer las pautas básicas para su selección.

Desde el mes de junio de 1947 comenzaron a llegar los navíos con inmigrantes procedentes de los campamentos europeos. Los que arribaban a La Guaira eran instalados en Caracas, ya sea en el Hotel de Inmigrantes, situado en El Guarataro, con capacidad para 450 personas, o en el Centro de Recepción ubicado en Sarría, inicialmente para 340 inmigrantes. Por su parte, los que desembarcaban en Puerto Cabello eran conducidos en autobuses, por la vieja carretera que unía dicho puerto con Valencia, hasta el Centro de Recepción “El Trompillo” (Güigüe), construido en los espacios de una antigua hacienda, en condiciones de albergar hasta 2.500 personas. La tarea primordial de estos centros consistía en brindar alojamiento, alimentación y asistencia médica a los inmigrantes, dotarlos de la documentación indispensable y ubicarlos en sitios de trabajo, preferentemente en el interior del país.

Aun cuando muchos de los refugiados declaraban ser agricultores, para facilitar la obtención de las visas3, en un elevado porcentaje ejercían oficios y tenían buena preparación profesional: albañiles, artesanos, carpinteros, cerrajeros, obreros calificados, constructores, mecánicos, agrónomos, ingenieros, farmacéuticos, químicos, médicos, veterinarios y enfermeras, entre otras ocupaciones.

El primer buque atracó en La Guaira el 27 de junio de 1947, procedente del puerto alemán de Bremen, con 850 personas a bordo, que fueron trasladadas a Caracas. Puerto Cabello recibió su primer contingente el 2 de septiembre de 1947. De los 850 ocupantes del barco, 301 eran yugoslavos (en su mayoría croatas), 189 ucranianos y en menor cuantía: húngaros, lituanos, griegos, rumanos, búlgaros, estonianos y checoslovacos.

Hasta febrero de 1948 prosiguió el transporte de refugiados y desplazados de origen polaco, húngaro, rumano, yugoslavo, ucraniano, letón, estoniano, lituano y ruso, principalmente. A partir de febrero de aquel año, casi todos provenían de Venecia Julia, Trieste, Fiume y Pola. Posteriormente, fue disminuyendo la afluencia de inmigrantes y el último contingente, integrado por 129 personas, desembarcó en diciembre de 1951. Para esa fecha, la Organización Internacional para los Refugiados había concluido sus funciones, siendo sucedida por el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR). No todos los extranjeros que entraron al país durante ese período tenían la condición de refugiados o desplazados, ya que una parte se trasladó desde Europa por sus propios medios.

En Caracas, la Oficina Arquidiocesana de Inmigración, dirigida por Monseñor Luis Eduardo Henríquez Jiménez, prestó amplia colaboración en el proceso de internación de los recién llegados, quienes también fueron asistidos por el Comité de Damas de la Cruz Roja Venezolana y el Rotary Club.

La preocupación por crear condiciones idóneas para la radicación de los extranjeros impulsó la fundación en Valencia de la Sociedad Amigos de los Inmigrantes, cuyo propósito consistía en promover su arraigo y ayudarlos en su colocación en empresas industriales y comerciales de la zona. En la Escuela Normal de Maestros Simón Rodríguez de Valencia se dictaban cursos de idioma castellano y, para incentivar el proceso de asimilación, se instaló una Biblioteca de Autores Venezolanos para el Inmigrante4. Con igual objetivo, en la Universidad Central de Venezuela se impartían cursillos de castellano, geografía e historia de Venezuela.

A pesar de que la afluencia de refugiados había finalizado en 1951, durante los años siguientes, aunque en menor cuantía, continuó el ingreso de croatas, húngaros, eslovenos y rumanos que contaban con la ventaja de la política de “puertas abiertas” puesta en práctica por el régimen perezjimenista, a diferencia de los criterios “selectivos” aplicados desde 1947. La inmigración europea formaba parte de los designios del Nuevo Ideal Nacional en el que se señalaba la necesidad de “mejorar” el componente étnico de la población venezolana. Esta era la época en que Venezuela disfrutaba de una notoria expansión económica gracias al auge de la explotación petrolera. En los años sesenta se abandonó dicha política para retornar al sistema selectivo a causa del deterioro de la situación económica y de la alta tasa de desempleo que se estaba confrontando, por lo que se resolvió frenar la inmigración masiva.

Las estadísticas oficiales nos permiten constatar que, entre 1940 y 1957, los italianos, españoles y portugueses constituían casi el 70 por ciento del total de 526.655 inmigrantes. Solamente 18.802 personas provenían de países ubicados en Europa del Este, lo que representaba apenas el 3.57 por ciento de los extranjeros que arribaron al país en ese período. Su composición por nacionalidades era la siguiente: 22 albanos; 185 búlgaros; 1.467 checoslovacos; 243 estonianos; 3.341 húngaros; 697 letones; 831 lituanos; 4.178 polacos; 1.467 rumanos; 2.672 rusos y 3.159 yugoslavos. Es importante destacar que, a través de las estadísticas, no es posible diferenciar a croatas y eslovenos por pertenecer ambos grupos a la República Yugoslava. Sin embargo, se estima que aproximadamente el 85 por ciento de los registrados como yugoslavos, procedía de Croacia. Por otra parte, el registro de algunas nacionalidades se prestaba a ciertas confusiones debido a las cesiones territoriales practicadas al final de la guerra.

II.- Identidad cultural e integración

No fue fácil la vida de los inmigrantes en los primeros años. Todavía estaba muy presente el recuerdo de las aflicciones durante la guerra y en el curso de los ulteriores acontecimientos políticos. Junto a las preocupaciones por la situación de los familiares y amigos que habían quedado en Europa, persistía un natural sentimiento de desarraigo que se fue desvaneciendo en medio de las exigencias de la vida cotidiana, el aprendizaje del español y la búsqueda de mejorar sus condiciones socioeconómicas. Los distintos grupos nacionales tendían a aglutinarse en torno a asociaciones, destinadas a conservar tradiciones de su tierra natal y a brindar asistencia a los más necesitados. En la medida en que los inmigrantes se insertaban en el mundo laboral y establecían nexos en el entorno local, se iba profundizando el proceso de integración en la sociedad que los había acogido de manera fraterna.

Desde los años iniciales de su llegada al país, húngaros, croatas y rumanos, que eran los más numerosos, crearon centros culturales y sociales que les permitían preservar su identidad y cohesión, promover la enseñanza de la lengua de origen a sus descendientes y organizar reuniones en las que se evocaba el lejano terruño con canciones, danzas y comidas típicas. Las actividades de algunas de estas instituciones, como el Hogar Croata y la Casa Húngara, han proseguido hasta la actualidad.

La sede de Pro Venezuela se convirtió desde principios de los años sesenta en el punto de encuentro del Comité de las Comunidades, compuesto por un representante de cada colectividad europea. Allí, durante casi dos décadas, se reunían para acordar todo lo relativo a los actos y celebraciones conjuntas con danzas y trajes típicos que tendrían lugar en fechas emblemáticas, como el 12 de octubre.

Los inmigrantes procedentes de Hungría constituyeron en Venezuela una comunidad bastante nutrida, que estaba representada en 1957 por 3.341 personas. Los primeros en llegar, desde los años treinta, fueron de origen judío. Al concluir la guerra, se intensificó el ritmo de ingreso de los húngaros, católicos en su mayoría y protestantes en menor proporción5. Fijaron residencia principalmente en Caracas, Valencia y Maracaibo. Una considerable cantidad de familias se instaló también en otros centros urbanos, como Barquisimeto y San Cristóbal, además de tener una presencia significativa en la Colonia Turén (estado Portuguesa).

En 1950 se estableció la Asociación Scout Húngara y, poco después, surgió la iniciativa de construir la Casa Húngara en Los Chorros, inaugurada en 1953, que cuenta con un amplio salón donde se efectúan actos culturales y representaciones de danza. Desde el comienzo, los católicos han celebrado una misa dominical en idioma húngaro en el Colegio Guadalupe en Sabana Grande, luego en la Capilla del Hogar El Carmen en Los Chorros y, desde 1998, en la Casa Húngara. Por su parte, los que profesaban la religión protestante fundaron en 1952, junto a letones y alemanes, la Iglesia Evangélica Luterana que funcionó al principio en Campo Alegre y, desde 1955, en el templo erigido en Altamira6.

En la Casa Húngara se reúnen la Asociación Scout, el grupo de danzas Gyöngyösbokréta, la Asociación de Damas Católicas y la de Damas Protestantes. Desde 1975 funciona en la misma sede un kinder que podría considerarse, por sus características, como el único existente entre las comunidades de esa nacionalidad en el mundo7. Varios destacados artistas, profesionales y empresarios del comercio y de la industria pertenecen al núcleo de húngaros residentes en Venezuela8.

Fuerte conmoción experimentó esta colectividad al estallar en Budapest las manifestaciones de protesta contra el régimen comunista el 23 de octubre de 1956. La agitación se acrecentó en los días posteriores hasta transformarse en un movimiento revolucionario, que fue finalmente aplastado el 3 de noviembre con la intervención de las tropas soviéticas, dejando un saldo de 3.000 muertos9. En el transcurso del levantamiento, las fronteras fueron abiertas permitiendo la salida de millares de personas. A raíz de tales acontecimientos, llegaron a Venezuela 815 húngaros en 1957 y 275 al año siguiente.

Croacia, al concluir la Primera Guerra Mundial y tras su incorporación al Reino de Yugoslavia, sufrió un fuerte éxodo de su población hacia el continente americano. Una tendencia semejante se registró después de la instauración de la República Yugoslava en 1945, a causa de la política de expropiaciones del régimen comunista y las persecuciones políticas. Una de las vías más usuales para los fugitivos consistía en atravesar el Mar Adriático hasta alcanzar las costas de Italia.

Si bien durante los primeros años de la guerra ingresaron algunos croatas a Venezuela, su afluencia se incrementó desde 1947 gracias a la acción de la Organización Internacional para los Refugiados. Otros habían emigrado hacia Panamá, desde donde vinieron luego a Venezuela, atraídos por las potencialidades económicas de esta nación. Aunque los traslados de refugiados desde los campamentos europeos se habían detenido en 1951, en los años siguientes continuaron arribando yugoslavos al país, ya que el gobierno de esa república había ampliado el otorgamiento de permisos de salida, especialmente a quienes tenían familias en el exterior.

Para la obtención de empleo, en los tiempos iniciales, muchos croatas contaron con la cooperación del etnólogo jesuita Tomas Markovic, quien se desempeñó como capellán de los católicos de esa nacionalidad. Las primeras misas eran oficiadas en una capilla de la Catedral. Al principio efectuaban sus reuniones en el patio del palacio Arzobispal frente a la Plaza Bolívar, donde se encontraba una oficina especial para la atención de inmigrantes, y luego en el Colegio San Ignacio y en el Círculo Obrero.

Alrededor de 1948 se aglutinaron en Caritas Croata y, al año siguiente, surgió la iniciativa de crear la Asociación Croata de Venezuela, entidad que se transformó en 1972 en el Centro Croata Venezolano. Desde 1958 funcionaba en Caracas el Comité Croata de Venezuela cuyo objetivo estaba orientado a respaldar la transformación de Croacia en un estado independiente y democrático De gran trascendencia fue la instalación del Hogar Croata en 1962, en la sede que ocupa actualmente en Chacao, para la celebración de actos culturales y sociales y la organización de eventos deportivos10.

La mayoría de los integrantes de la comunidad croata se radicó en Caracas y Valencia y, en menor proporción, en otras ciudades del interior: Barquisimeto, Maracaibo, Ciudad Bolívar y en localidades del estado Yaracuy, donde algunos se incorporaron al trabajo en la industria azucarera. Asimismo, llegaron varios técnicos forestales que posteriormente contribuyeron al establecimiento de la Escuela de Ingeniería Forestal en la Universidad de los Andes. Un elevado porcentaje de los croatas eran artesanos, que más tarde se convirtieron en pequeños empresarios, y también muchos eran profesionales, especialmente ingenieros y técnicos, que tuvieron destacada actuación en Venezuela11.

En Eslovenia se había iniciado una fuerte corriente emigratoria desde los años veinte, a causa de los estragos provocados por la Primera Guerra Mundial y los conflictos políticos derivados de la ocupación italiana de parte de su territorio. Una segunda oleada abandonó su tierra natal, cruzando la frontera con Austria después de 1945, dirigiéndose principalmente hacia Argentina, Brasil y Estados Unidos. En Europa, el Comité Social Esloveno se encargó de confeccionar las listas de los inmigrantes y contribuir a su salida de aquel continente. En Venezuela se ha formado una pequeña comunidad eslovena de alrededor de 500 miembros que ingresaron entre 1947 y 1953.

La mayor parte de los eslovenos se estableció en Caracas y en menor cantidad en Valencia, Maracay, Maracaibo y Acarigua. Al principio se reunían en la parroquia San Cayetano de Horizonte, donde se oficiaban misas en su idioma de origen y se organizaban diversos eventos culturales en los que sobresalían los coros y las danzas con trajes típicos. En aquel tiempo, constituyeron la Asociación Eslovena que continúa activa hasta la actualidad, la cual propicia un encuentro anual en Valencia en el que se realiza una peregrinación y se oficia una misa. Debido al reducido número de eslovenos residentes no llegó a crearse un centro cultural propio, por lo que participaban de los actos y celebraciones del Hogar Croata12.

Un comentario especial merece Monseñor Juan Grilc, nacido en Eslovenia, cuya familia se había refugiado en Argentina luego de la guerra. Desde este país arribó a Venezuela en 1958, desempeñándose como capellán de la comunidad eslovena13. En 1979 fue asignado a la parroquia de San José de Chacao, donde adquirió gran reconocimiento por su sensibilidad social y preocupación por atender los problemas de los más necesitados. En 1995 recibió el nombramiento de Monseñor y Capellán del Papa Juan Pablo II. La súbita muerte del sacerdote esloveno, acaecida el 13 de junio de 1997, causó gran conmoción entre sus compatriotas y en el ámbito de la parroquia, donde era muy querido y respetado. El recuerdo de Monseñor Juan Grilc perdura en el municipio, una de cuyas calles ha sido bautizada con su nombre.

La primera inmigración desde Rumania estuvo constituida por numerosos judíos que huían de la persecución nazi y se refugiaron en Venezuela en el transcurso de los años treinta. Al concluir la guerra y tras implantarse el régimen comunista, el éxodo se intensificó. Muchos cruzaron la frontera con Grecia, o bien se aventuraron por el Mar Negro en pequeñas embarcaciones para llegar a Turquía. Algunos se arriesgaron a atravesar el largo y peligroso trayecto por territorio húngaro hasta arribar a los campamentos de refugiados.

Entre 1940 y 1957 se habían residenciado en Venezuela 1.467 rumanos, la mayoría de origen judío. Los que profesaban la religión ortodoxa ocupaban un segundo lugar, mientras que los católicos representaban una minoría. En 1953 se fundó la Casa Rumana para propiciar el encuentro de los inmigrantes y organizar eventos culturales14. Un elevado porcentaje estaba compuesto por intelectuales, médicos e ingenieros. Destacada figuración tuvo Cornelio Popesco, quien fue Alcalde Encargado de Chacao entre 1999 y 2000, además de haber ejercido los cargos de concejal y prefecto de dicho municipio.

Desde los años sesenta, el gobierno rumano comenzó a otorgar becas para estudiantes del exterior. Una significativa cantidad de jóvenes venezolanos se dirigió a dicho país para cursar distintas ramas de la carrera de ingeniería. Muchos de ellos regresaron no sólo con títulos universitarios sino también con esposas rumanas, con lo que se engrosó el número de integrantes de esta colectividad.

Los creyentes ortodoxos promovieron la fundación de una pequeña iglesia: San Constantino y Santa Elena, donde se celebra cada domingo una misa en idioma rumano. La construcción de dicha iglesia, totalmente en madera, fue realizada en Rumania, y luego transportada a Caracas e instalada en la urbanización La Lagunita, mediante la contribución económica de los residentes de esa nacionalidad. Su inauguración en 1999 motivó la visita del Patriarca de la Iglesia Ortodoxa Rumana15.

La inmigración proveniente de Bulgaria se inició a partir de 1947, alcanzando diez años más tarde apenas a 185 personas, en su mayoría de religión ortodoxa. A pesar de algunos intentos de constituir un centro cultural en Caracas, no fue posible concretar tal iniciativa por tratarse de una comunidad muy pequeña. Algunos de sus miembros se han destacado en el área de las empresas constructoras e industriales.

La presencia de los búlgaros en Venezuela ha sido investigada en profundidad por Iván Drenikoff16, quien publicó varios libros sobre el tema. Además, ha sido fundador de la Mapoteca Nacional y de la Colección de Libros Raros y Manuscritos de la Biblioteca Nacional. En 2002 fue honrado con el nombramiento de Representante Honorario de los Búlgaros en el exterior.

III.- Un breve balance del proceso inmigratorio de la segunda posguerra

Si bien Venezuela no se ha caracterizado por una importante tradición inmigratoria, participó activamente en las misiones destinadas a resolver el drama de los refugiados durante la segunda posguerra. Mediante esta labor humanitaria llegaron al país alrededor de 17.000 refugiados y desplazados17. Venezuela recibió así el valioso aporte de pobladores que, a pesar de las barreras idiomáticas y culturales, lograron integrarse plenamente a la sociedad venezolana, cumpliendo un destacado papel en el ámbito profesional e intelectual y también como empresarios de la industria y del comercio.

Enrique Tejera París, actor de primera línea en el proceso de traslado de los refugiados europeos, considera que en los años de la posguerra se inició precisamente “el despegue de la inmigración contemporánea en Venezuela”. A su juicio, este proceso ha tenido un significativo impacto en la vida económica y social de la nación: “Muchos profesionales europeos vinieron, e implantaron bancos y negocios, sentaron cátedra en nuestras universidades, hicieron medicina rural. Lo más importante, dejaron hijos y contribuyeron fuertemente a engrosar una clase media incipiente en Venezuela”.

Notas

1 Este trabajo fue publicado por Karl Krispin (Compilador). De Europa a Venezuela. La inmigración europea a Venezuela desde lo que es hoy la Unión Europea entre los años de 1936 y 2006¸ Caracas, Unión Europea, 2006.

2 La información sobre el navío Königstein fue extraída del artículo “Inmigración: panacea o dolencia” de Enrique Tejera París. Al respecto existen otras versiones en las que se hace referencia, además, al barco Caribia, que habría arribado, también en 1939, a Puerto Cabello. Jonathan Jakubowicz ha dirigido un documental “Los barcos de la esperanza” (2000) en que se narra la historia de los judíos que fueron trasladados desde Hamburgo y obtuvieron asilo en Venezuela.

3 Enrique Tejera París afirma que los cónsules en el exterior, por falta de equipo y tiempo, se limitaban a preguntar a los “peticionarios si eran agricultores” y así fue como “pronto se corrió la voz en Europa sobre esta palabra mágica para entrar a Venezuela”.

4 El Universal, Caracas, 04.09.1948.

5 Inicialmente, cristianos y judíos se mantuvieron alejados, a causa de prejuicios de carácter ideológico, barreras que tendieron a desaparecer hacia los años setenta al iniciarse fluidos contactos entre ambos núcleos.

6 Información suministrada por Akos Puky, Pastor de la Iglesia Evangélica Luterana en Venezuela.

7 Testimonio de Judith Kristoffy-Jeszenszky, Cónsul Honorario Adjunto de Hungría.

8 Asimismo, han adquirido amplio renombre el fotógrafo Gabriel Gazsó, el escultor András Demeter y los pintores András Racz e Iván Petrovszky. En el campo de la ingeniería sobresale el nombre de Nicolas Nyerges, quien fue alto directivo de Codesur. También algunos se han desempeñado como docentes en la Universidad Central de Venezuela, como es el caso de Judith Kristoffy-Jeszenszky (Escuela de Filosofía).

9 El 23 de octubre de 2006, en conmemoración de los cincuenta años del estallido revolucionario de 1956, se ha instalado una plaza en el municipio Chacao bautizada con el nombre de Hungría.

10 Zdravko Sancevic, Cónsul General Ad Honorem de Croacia, ha escrito un trabajo inédito sobre el papel de los croatas en la navegación de ultramar: “Los croatas en las Indias Occidentales. Siglos XVI al XVIII”, y otro titulado “Los croatas en Venezuela”. Croacia, desde la época de la República de Dubrovnik, se caracterizó por su vida marítima y la destreza de sus habitantes en las artes de la navegación. Tempranamente conocieron las rutas hacia América, ya que desde el siglo XVI, gracias a sus buenas relaciones con la monarquía española, visitaron varios sitios del Caribe.

11 Entre los croatas que se han destacado en el campo de las artes plásticas se encuentran: Seka Tudja Severin, Adriana Sansevic, Slavica Simunovic, Luis Luksic, G. M. Giuliari Lucic, Tomislav Juric y Nick Vickovic. Entre los que se han consagrado a las actividades científicas, sobresalen: P. Tomas Markovic (SJ), Nicolas Jurisic, Zdravko Sansevic, Boris Siroki, Otocar y Vladimir Kondrat, Ana Scheuren de Gil, Anita Markov y María Rihtman. Escritores renombrados: Dusan Zanko, Mladen Zigrovic, Mirko Sansevic, Fray Augustinovic, Zdravko Sansevic, Zora Marov, Adolfo M. Maslach, Vesna G. Zanic, Bruno Scheuren, Mladen Beg y Carolina Rakusa.

12 Entre los eslovenos que han sobresalido por sus actividades en el ámbito artístico, citamos a Antonia Brundula, Vladimir Srsa y José Boglar, entre otros. Antonia Brundula está a cargo de la presidencia de la Asociación Eslovena.

13 Paralelamente a su desempeño como capellán de la comunidad eslovena, fue designado Vicario Cooperador en la parroquia San José de Chacao. En 1969 quedó a cargo de la parroquia San Cayetano en Horizonte hasta 1979.

14 La Casa Rumana no se encuentra activa en la actualidad.

15 Olga Pria, esposa de Caius Pria, destacado ingeniero rumano, nos ha brindado abundante información sobre los residentes de esa nacionalidad en Venezuela.

16 A finales del siglo XIX llegó a Venezuela un reconocido explorador y naturalista búlgaro: Stanko Vrtz, quien se destacó por sus estudios etnográficos y como empresario en la explotación del caucho. Del mismo origen, Assen Trajanoff realizó entre 1928 y 1936 importantes trabajos topográficos en nuestro país y elaboró el primer mapa de la región de Guayana.

17 Venezuela ocupó el tercer lugar en América Latina como país receptor de refugiados, después de Argentina y Brasil.

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