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versión impresa ISSN 1315-9496
Tiempo y Espacio vol.27 no.67 Caracas jun. 2017
La artillería realista en el intento de reconquista de México
The royal artillery in the attempt of reconquest of Mexico
Jesús Ruiz de Gordejuela Urquijo
Doctor en Historia por la Universidad del País Vasco. Profesor Honorífico de la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid y miembro del Cuerpo Académico de la Universidad de Guadalajara [UDG-CA 491]. Especialista en presencia española en México en el siglo XIX y en historia militar en el periodo de independencia americana. E-mail: jesus@ruizdegordejuela.com
Resumen: A pesar de lo desconocido para el público general, el intento de reconquista española de México resultó de gran trascendencia para la nueva república, pues por una parte su exitosa defensa consolidó su independencia y por otra sirvió a su defensor, el general Santa Anna, de catapulta para alcanzar el poder. Al mando del ejército invasor se encontraba el Brigadier Isidro Barradas, militar canario residente en Venezuela y que tras su fracaso sufriría las consecuencias políticas de un rey gobierno desagradecido. A lo largo de este artículo hemos pretendido hacernos eco especialmente del papel jugado por la artillería realista, analizando tanto sus características como sus acciones de armas durante el verano de 1829 en el frente de Tampico.
Palabras clave: Artillería, Barradas, reconquista, México, 1829, ejército, Tampico.
Abstract: In spite of being unknown to the general public, the attempt to Spanish reconquest of Mexico had great transcendency for the new republic, because on the one hand its successful defense consolidated its independence and, on the other hand, it served to his defender General Santa Anna as a catapult to gain power. The commander of the invading army was Brigadier Isidro Barradas, a Canarian military resident in Venezuela that after its failure suffered the political consequences of the government of an ungrateful king. Throughout this article we have tried to echo especially the role played by the royalist artillery, analyzing their characteristics, actions and weapons during the summer of 1829 on the front of Tampico.
Keywords: Artillery, Barradas, conquest, Mexico, 1829, army, Tampico.
Recibido: 4/9/2016
Aprobado: 6/12/2016
Introducción
Desde la derrota de las tropas realistas en Ayacucho en diciembre de 1824 hasta la capitulación de San Juan de Ulúa, solamente habían transcurridos nueve meses. En este breve periodo, la suerte española cambió de cara y las posibilidades de recobrar el continente americano se esfumaron al no contar con importante presencia militar en las antiguas colonias continentales. Aunque la independencia del continente era un hecho irrevocable las autoridades metropolitanas no desfallecieron en el intento por recobrar los territorios perdidos. Fueron muchos los proyectos que se presentaron con este fin; unos alocados y sin ningún tipo de veracidad propio de aventureros o aduladores de la corte y otros los más numerosos escritos por militares repatriados que añoraban regresar a su territorio perdido en donde habían abandonado familia e intereses y que insistían en que la Nueva España regresaría al amparo de su rey gracias a los numerosos mexicanos que añoraban su protección.
Aunque estos planes se intentaron llevar con la máxima cautela y secreto, la noticia de que España intentaba reunir un ejército expedicionario era conocida, no sólo en las cortes europeas, sino también por las importantes casas comerciales que vieron una manera rápida de enriquecimiento si lograban financiar esta aventura.
El objetivo de este artículo es doble, por una parte la de dar a conocer este importante hecho de armar y por la otra, enfatizar en el decisivo papel jugado por la artillería realista durante esta campaña reconquistadora.
Un estudio completo sobre este acontecimiento es la monografía que la Secretaría Pública de Educación de México publicó en 2011 con el título Barradas: El último conquistador español. La invasión a México de 1829.
El aciago intento reconquistador
Isidro Barradas fue ascendido por el monarca español al grado de brigadier el 22 de marzo de 1828. Al mes siguiente zarpó rumbo a la Isla de Cuba con 180 oficiales y 2.000 hombres de tropa. Su estancia en esta isla sería breve al ser reclamado por la corte. Antes de embarcarse, delegaba el mando de su regimiento a su compañero de armas, el Teniente Coronel Antonio Vázquez. Fernando VII le guardaba una importante novedad; sería el comandante en jefe de la expedición reconquistadora. A su vuelta de nuevo a Cuba hizo escala en su Santa Cruz de Tenerife, en donde se visitó con su protector y amigo, el Mariscal Francisco Tomás Morales, quien ejercía de gobernador militar del archipiélago canario. El Capitán General hará embarcar a cuatro compañías del Regimiento Albuera 7.º Ligero en cuatro buques de guerra y varios de transporte, llegó a La Habana el 28 de mayo de 1829, con la misión de poner a punto el ejército expedicionario en el menor tiempo posible.
La Real Orden de 21 de agosto de 1828 dispuso que los brigadieres Ángel Laborde Navarro, comandante general del Apostadero de La Habana, e Isidro Barradas, comandante en jefe del Regimiento de Infantería Ligera de la Corona, desembarcaran en algún lugar de las costas de Nueva España para iniciar la reconquista.
Un día después de la llegada de Barradas a La Habana, las órdenes emitidas por el mismo Rey y por sus ministros de la Guerra y de Hacienda empezaron a transmitirse entre los distintos cuerpos del Ejército implicados en la expedición. Las órdenes directas del monarca decían de este modo: «El Rey Nuestro Señor ha resuelto que la Brigada de la Corona se ponga al completo disponible de 3.000 hombres y por los cuerpos de La Habana, 1.º de Cataluña, España, Barcelona y Galicia por iguales partes, deberán darles el número de reemplazos que les quepa, siendo voluntad de Su Majestad que sean soldados hechos por ser preceptivo para la fatiga de la campaña»1. En mayo de 1829, la Brigada quedó constituida por los tres batallones con un total de 3.376 hombres. Tanto la Infantería, como la Artillería irán armadas de fusiles y bayonetas, y la Caballería de pistolas, carabina, y sable.2 La compañía de Artillería estaría conformada por:1 capitán, 1 teniente, 1 alférez, 1 sargento primero, 4 sargentos segundos, 3 tambores, 4 cabos primeros, 4 cabos segundos, 60 soldados haciendo un total de 76 hombres.
Barradas insta al Capitán General de Cuba, Francisco Dionisio Vives para que dé las órdenes oportunas para que desde las doce del 3 de julio hasta la misma hora del siguiente y sucesivo se establezcan en los puntos de embarque del muelle de Factoría, Regla, Pescante y Caballería los lanchones necesarios para facilitar el traslado de la tropa y oficialidad. Vives ordena:
El punto quinto de la orden del capitán general Vives: las compañías de Artillería y Guías situadas la primera en el cerro, y la segunda en el cuartel de dragones, en la madrugada del mismo día cuatro pasarán al muelle de Factoría en donde comerán el primer rancho y permanecerán al abrigo del sol [ ].
El 18 de junio de 1829 se reunían en la casa de gobierno el Capitán General Vives, el Comandante del Apostadero Ángel Laborde y el Brigadier Isidro Barradas para tratar sobre qué punto de la costa mexicana resultaría más conveniente para efectuar el desembarco. En palabras del primero, la preferencia de realizar esta acción en las costas yucatecas, tal como se rumoreaba en todo el Caribe, no era la más acertada porque consideraba que con la expulsión de los españoles de la provincia de Yucatán se habían roto las comunicaciones con aquella península y, por consiguiente, se ignoraba el ánimo y las fuerzas con que contaban para su defensa, además de que el gobierno revolucionario de México se hallaba persuadido de las intenciones españolas.
La exposición del Capitán General Vives fue aprobada por unanimidad, por lo que se decidió buscar otra ubicación para el desembarco de las tropas expedicionarias. Acto seguido se pasó a meditar sobre los puntos en que podría dirigirse el desembarco, seleccionando tres destinos: la isla de Lobos, un punto de la costa frente al continente, la entrada o inmediaciones de La Barra de Tampico y las inmediaciones de Soto de la Marina. El día 24 de ese mismo mes volvieron a reunirse los tres citados miembros de la Junta acordando por unanimidad hacerlo en un punto que se hallase entre el Cabo Rojo y la Barra de Tanguijo cercano al pueblo de Tamiahua. La premura con la que se realizaron los preparativos de la expedición -cuarenta días- provocó el malestar en prácticamente todas las instancias militares y civiles de la Isla. Al margen de la opinión de las autoridades respecto a la conveniencia o no de esta expedición, fueron tantos los trastornos que padecieron los distintos cuerpos del Ejército y de la Armada por este motivo que la figura del Brigadier Barradas fue tachada de caprichosa y exigente. Pero lo cierto es que este general no hacía otra cosa que cumplir debidamente las órdenes del Rey y sus ministros.
Por fin la expedición, no exenta de fuertes enfrentamientos entre Barradas y las distintas autoridades militares de la isla, se embarcó el cinco de julio y, un día después once embarcaciones se dieron a la vela transportando un contingente de 3.376 hombres. Tras 21 días de navegación el Brigadier Barradas coincide con la exposición del Capitán de Navío Ángel Laborde y así se lo comunica al Capitán General Vives: «Según el plan concertado con Vuestra Excelencia debíamos desembarcar en las playas de Tamiahua, más el temporal que fue el Sureste y los vientos que después de pasados siguieron venteando, por este rumbo, hicieron impracticable en aquella costa inaccesible el desembarco. En consecuencia de esto convenimos el comandante general Laborde y yo en buscar un punto más fácil de atracar que aquel dirigiéndonos a la playa de Punta Jerez en donde dimos fondo el veinticuatro como a dos leguas de tierra»3.
El desembarco en palabras de Barradas se produjo: «El general Laborde con sus sabias maniobras y con una fuerza sutil, formó un muelle con la lancha del navío Soberano que hizo fondear en la reventazón de la playa, y en este muelle ambulante desembarcaban los soldados, en donde yo los esperaba, les hacía dejar el fusil y cartuchera en dicho muelle o lancha y enseguida les hacía botar al agua por la popa de dicha lancha vestidos y con morral a cuestas y en donde les daba el agua por los pechos, más teníamos marineros apostados desde la lancha a tierra a la que con su ayuda saliesen a tierra, los marineros que luego conducían los fusiles y cartucheras sin que hubiere perdido arriba de diez fusiles y como unos mil cartuchos mojados »4.
A la compañía de cazadores del 1.º Batallón y treinta granaderos del 3º Batallón les correspondió ser los primeros en saltar a tierra. A estos le siguieron el resto de granaderos y cazadores «que sin dilación alguna tomaron posición dando frente a la campaña, hasta que reunida la de granaderos pasó a situarse como a un cuarto de legua más adelante». Mientras, la quinta compañía del segundo batallón fue la última en desembarcar5. El Teniente Coronel Faustino Rodríguez explicó:
que el campo se estableció sobre los médanos de arenas elevados inmediatos al punto del desembarco, y las compañías de granaderos y cazadores del primer Batallón apoyaban la derecha; y la del tercero la izquierda defendiendo la parte del O, por un cantil inaccesible, varias avanzadas grandes, guardia de campo, y patrullas, todo debido al infatigable celo, y actividad del jefe de la plana mayor teniente coronel D. Fulgencio Salas; sin ocurrir más novedad en las dos noches. Al día siguiente, después de formadas las compañías, a la hora de la lista, se procedió a leer la proclama del general Barradas que les recomendaba, entre otras cosas, la más severa disciplina y el buen comportamiento con los naturales del país.6
Finalmente se comunicó la decisión del brigadier de cambiar el nombre a la hasta el momento llamada Brigada de la Corona por la de División de Vanguardia del Ejército Real y designar a los batallones de la siguiente manera: el primer batallón pasó a llamarse Rey Fernando, el segundo Reina Amalia y el tercero Real Borbón.
Por fin, el día 29 de julio el general Barradas dio la orden de emprender la marcha, pero antes decidió desembarcar de la fragata Lealtad los 122.400 pesos que portaba la expedición para cubrir los innumerables gastos que una operación de este tipo suponía, sin tener en cuenta que el terreno era arenoso y rodeado de grandes lagunas sin acémilas para su conducción por lo que la tropa tuvo que soportar un peso excesivo al verse obligados a portar los innumerables enseres además de su fusil, doce paquetes de cartuchos y raciones para ocho días.
El diario del subteniente Rodríguez es por sí mismo esclarecedor de cómo se produjeron los primeros días de campaña, motivo éste que nos invita a transcribir en su integridad los días 29 a 31 de julio de 1829:
El primer día de marcha, al toque de diana se dio orden de levantar el campo. Emprendió la marcha la División formando su cabeza la 1ª compañía de caballería de descubierta, seguía el 1.er regimiento, la compañía del 2.º el 3.º y cerraba la retaguardia el escuadrón de caballería, compañía de guías y artillería, rompiendo la marcha a las seis de la mañana después de haber saludado a la escuadra con una descarga por el 1er regimiento.
El Capitán José Mínguez certificó que tan pronto como se hacía alto en el punto destinado para pernoctar, se formaban pabellones en el orden de columna cerrada, y se establecían por el Estado Mayor las correspondientes guardias y avanzadas para cubrir toda la avenida, de modo que ninguna noche se interrumpió a la tropa el descanso7. Todas las declaraciones coinciden en las penurias que padeció la tropa: calor extremo, sin agua potable, picaduras del temible mosquito jején, largas marchas por terrenos de arena suelta y exceso de peso que debían portar los soldados españoles. Durante la última jornada por las arenosas playas de Tampico:
La división emprendió la marcha a las 4 de la mañana llevando algunos enfermos y observando la vanguardia la tropa enemiga de ayer en doble número y que seguían todos nuestros movimientos, a las 2 de la tarde, hicimos alto en un rancho, cerca de la laguna de Tamiahua, donde se mojó la tropa, con un muy fuerte aguacero. Este alto fue para comer y seguir la marcha por la tarde, dándose la orden de preparar los ranchos, pero algunas compañías no lo pudieron cumplir por falta de víveres para hacerlo, pues los soldados fatigados, regaban la playa con el arroz y la galleta que llevaban de ración, por cuyo cansancio murieron algunos soldados y 4 ó 5 desertaron. A las 3 de la tarde continuaron la marcha volviendo a tomar la playa y el enemigo comenzó el fuego sobre nuestra 1.ª compañía de cazadores. Se mandó a esta que avanzase y sin interrumpir la marcha se sostuvo el fuego de una y otra parte hasta que oscureció, haciendo alto y estableciendo el campamento en el orden acostumbrado y relevándose la compañía de descubierta 1.ª de cazadores por la 3.ª del mismo, sin haber tenido por nuestra parte más que dos soldados heridos, a las 9 de la noche llegó la compañía que cubría la retaguardia y dio parte de haber dejado tendidos en la playa a tres soldados muertos de cansancio y que a la vista había notado una partida de caballería enemiga de observación.8
Al día siguiente se produciría el primer enfrentamiento importante, conocido por el de Los Corchos, aquí «las compañías de cazadores de vanguardia y retaguardia destacaron flanqueadores por la izquierda, que reconocieron los médanos más bajos, no pudiendo hacerlo en los más elevados a causa de las dificultades que ofrecía su piso de arena suelta y movediza, la espesura del monte bajo de espinos que los cubre, y el estar casi perpendiculares, pues para ello hubiera sido preciso detener por muchas horas la marcha de la columna» declaró el comandante Marcelo Corbalán9. El Teniente Coronel Molina explicó detalladamente cómo se produjo el primer enfrentamiento entre ambas tropas:
Cuando la guerrilla descubridora se hallaba inmediata al vigía y parapetos, los enemigos se vieron en el caso de romper fuego, verificándolo sobre las dos compañías de cazadores, primero y segundo Batallón, a cuyo acto el declarante se arrojó con su compañía sobre los parapetos enemigos logrando tomarlos, y pasarlos persiguiendo a los dispersos en dirección de Pueblo Viejo [ ] el primero y segundo Batallón se dirigieron con la mayor intrepidez sobre la cordillera y parapetos y que el tercer Batallón marchaba en columna sobre la caballería que se hallaba en la playa [ ] que emprendió la marcha la división en dirección a Tampico el Alto, pernoctando esa noche en una hacienda nominada La Sosa. Este primer encuentro se saldó con pérdida española de 3 oficiales, 20 soldados muertos y 8 oficiales y 70 soldados heridos, habiendo sido las bajas del enemigo en más que doble número de soldados heridos, 20 prisioneros con un oficial, una pieza la artillería de campaña, fusiles ingleses y algunos caballos.
A las 6 de la mañana del día siguiente, 2 de agosto, emprendimos la marcha para Tampico Alto, el cual distaba una legua del rancho de Sosa, y después de marchar una hora avistamos el pueblo y un grupo de caballería enemiga a su izquierda, ocupando la falda del bosque. El general determinó dejar en es este punto a 200 hombres para custodiar a los enfermos y heridos.
Al día siguiente la división emprendió marcha a Pueblo Viejo, distante 3 leguas llegando a la una de la tarde encontrando el pueblo abandonado como el anterior y sólo con tres o cuatro casas de comerciantes extranjeros en donde les informaron que el general La Garza con 3.000 hombres ocupaba La Barra y que tenía preparada una emboscada en el paso llamado Las Piedras que toda la emigración de los pueblos estaban sobre las armas a sus órdenes y las mujeres, niños y ancianos andaban ocultos por los montes [ ] El coronel Vázquez con las 4 compañías de su regimiento, quedó en Pueblo Viejo de guarnición y el resto de la división emprendió la marcha para La Barra. Todos los cuerpos marchaban por esta sabana formados en columnas ocupando la derecha la columna de cazadores, con una compañía de flanqueadores, la izquierda ocupaba el 1º regimiento y el 3º y el centro la caballería a pie, la artillería, guías y rancheros de cada compañía, precediendo toda esta marcha un prolijo reconocimiento por el piquete de lanceros, y durante esta marcha teníamos a la vista la infantería y caballería enemiga a la orilla opuesta en el río, y observamos gran humareda por parte del sur de La Barra donde estaban los enemigos fortificados, por lo que dedujimos que habían quemado sus acuartelamientos, repuestos y población.10
En la toma de La Barra de Tampico el brigadier Barradas antes de proceder a abrir fuego contra las tropas enemigas, enarboló la bandera parlamentaria con la intención de entrevistarse en medio del río con el general mexicano De la Garza. Mientras espera la respuesta del otro lado del río, los artilleros españoles se ocuparon en desclavar la artillería que había dejado el enemigo y arreglar las municiones para su uso, siendo necesario traer gran parte de ésta de los buques de guerra. Por la tarde se destacó un oficial con 30 hombres a Pueblo Viejo llevando orden para que esta guarnición con su coronel Vázquez a la cabeza se incorporase inmediatamente a la División Pacificadora.
El brigadier mandó construir una batería de artillería en la orilla junto a la Casa Blanca y en cuanto anocheció se colocó una pieza de a 18 mientras se aguardaba el resultado del parlamento pues el general La Garza había mandado decir por un ayudante de campo, que estaba en Tampico de Tamaulipas y vendría a la mañana siguiente.
Se señalaron dos horas de término para romper las hostilidades, pero notando que el enemigo faltaba a su deber continuando sus trabajos y rodando piezas de cañón, sin aguardar al término establecido se rompió el fuego alcanzando las posiciones enemigas y se procedió a cruzar el caudaloso río Pánuco para afrontar decididamente la toma de Tampico de Tamaulipas 11.
El teniente coronel Faustino Rodríguez narra los detalles de esta operación:
Al rayar el día, después de haber desclavado el comandante de artillería con su compañía, y puesto a batería la artillería gruesa que abandonaron los enemigos, rompieron el fuego nuestros artilleros con dirección a la parte opuesta del río donde se hallaban reunidos los enemigos, manteniéndose todo el ejército sobre las armas, esperando las órdenes del jefe, a poco tiempo los enemigos se fueron retirando a lo interior del monte.
Abrumados los enemigos por nuestro fuego de artillería, y visto la división de pasar el río, abandonaron la playa y se pusieron en fuga.
El comandante de Caballería Marcelo Corbalán ocupó todo el campo enemigo, su artillería cargada y sin clavar hizo prisioneros un coronel, dos oficiales y algunos soldados y protegió el paso de la división, que verificado acampó en las casas del comercio, y bosques inmediatos, destacando al declarante con su columna a un cuarto de legua, poco más, cubriendo el camino de Tampico de Tamaulipas y Altamira.12
El capitán de Artillería Vicente Zaragoza hace un recuento de las piezas de artillería ocupadas al enemigo en la acción de La Barra:
Se desclavó y habilitó dos de a 18 y una de a 12, con las cuales habiendo colocado una de las de a 18 a la menor distancia posible la noche del cinco al seis de agosto batió al enemigo en la acción de este día, haciéndole abandonar su artillería, almacenes y cuanto tenía, causándole la mayor dispersión, con lo que protegió la entrada de las lanchas en el río, y el paso a la división; concluida esta acción, se inutilizaron las piezas que había servido en ella, y las demás cogidas en aquella parte del Sur de La Barra por orden del señor comandante general, sin duda por la dificultad de poderla transportar, y se dejaron para el servicio dos de 18, y una de a 4 de montaña que se tomaron al enemigo en la referida acción de seis de agosto: las dos de a 18 se colocaron en el Fortín, y la de a 4 unida con al de este calibre tomada en Los Corchos, las llevó en su compañía.
Asimismo nos aclara lo sucedido con la piezas encontradas en La Barra Sur: se encontraron siete montadas en estado de servicio se pusieron tres en la parte del Sur de la Barra, que se inutilizaron después de la acción del seis de agosto, como todas las demás que no habían servido por la orden y razón arriba indicadas: en la parte del Norte de dicho punto, dos de 18 y la de a 4 mencionada, quedando las dos primeras para la defensa de él13.
Aunque el comandante en jefe había logrado lo que se esperaba de la expedición de vanguardia en los primeros días de campaña, sin el apoyo de los mexicanos y sin la ayuda procedente de Cuba, la empresa no sería fácil. El general mexicano La Garza rechazó todas las ofertas de la expedición española señalando que «ni toda España era capaz de alterar el orden del Gobierno Mexicano y destruir la República». El día siete, la división emprendió la marcha para la ciudad de Tampico de Tamaulipas a las 6 de la mañana bajo el mismo orden y precaución que en los anteriores días, más el apoyo de las lanchas cañoneras de la escuadra que río arriba seguían a la División que marchaba en columna, para mantener expedita la comunicación con La Barra14. A una legua y media encontraron un atrincheramiento de palizada abandonado, e inmediato al paso llamado de Doña Cecilia, y continuaron la marcha, con el lodo hasta las rodillas, pues no cesaba de llover y todo aquel terreno era cenagoso. A las 12 entraron en Tampico de Tamaulipas, situado en la orilla del río Pánuco, por la parte del Sur, y por el Norte. Allí no quedaba nadie, todo el pueblo había emigrado.
El ocho de agosto se dio pasaporte a los prisioneros y a los oficiales mexicanos después de pagar por sus caballos la cantidad que pidieron. Los heridos de Tampico Alto fueron evacuados a Pueblo Viejo15 y para el 10 de agosto llegaban al Cuartel General, excepto una poca fuerza que permaneció en Pueblo Viejo con el objeto de recoger los catres y canoas. El avituallamiento escaseaba y el bergantín Tres Amigos, que traía víveres no pudo arribar en Tampico por el poco fondo que tenía La Barra. Esta novedad obligó al general a partir con el grueso de la división hacia Altamira el 16 de agosto, con el doble objetivo de batir al enemigo y capturar ganado. El punto octavo de la orden del día 15 de agosto disponía las tropas que habían de permanecer en Tampico hasta el regreso de la División de Altamira: «A las órdenes del Señor gobernador de este Cantón (Salomón) quedarán todos los enfermos, y ciento cincuenta hombres con seis oficiales»16.
El ayudante de campo D. Joaquín Rodríguez Campos nos describe pormenorizadamente lo sucedido durante estos días:
A las cuatro leguas de Tampico, observó nuestra descubierta, algunos enemigos dentro del bosque, a orilla de la Laguna de La Puerta, hízoles fuego, pero todos huyeron, dejando dos muertos y a la inmediación un grupo de 20 caballos, en pelo, cuya presa fue oportunísima a la División, porque pudimos ya montar 30 soldados del Escuadrón, a estas horas que serían las 4 de la tarde hizo alto la División y campo inmediato a esta Laguna». A las 9 de la mañana del 17 de agosto: «Se formó la División y continuó la marcha atravesando la laguna con el agua por la rodilla [ ] hallamos al enemigo atrincherado en una cortadura que había hecho al camino, cuyo paraje es llamado Las Lagunas de la Puerta y Punta de los Araos, y el parapeto de dicha cortadura muy mal construido tenía cinco pies de espesor y una tronera que ocupa una pieza de Campaña de pequeño calibre [ ] Fruto de esta jornada se contaron por parte española ocho muertos y heridos entre ellos Juan Zuloaga, el Alcalde de Tampico, que murió a los cuatro días.
El día siguiente a la emboscada de camino de Altamira se formó la División al amanecer para marchar, en el mismo orden que el día anterior para entrar en Altamira, precediendo un largo reconocimiento del camino, veredas y emboscadas. Encontraron Altamira abandonada y después que la tropa hubo descansado se mandó salir una avanzada de 50 infantes y veinte caballos con dirección al rancho de El Chocolate distante tres cuartos de legua de Altamira, con objeto de recoger algunas vacas en donde se encontraron y batieron las avanzadas enemigas, recogiendo cuatro caballos, una docena de reses y algunos paisanos vecinos de Altamira que se habían refugiado allí, y volvieron a reunirse a la División a las cuatro de la tarde.17
El diecinueve se dio descanso a la tropa; el veinte la columna fue hasta el rancho de El Chocolate, como legua y media de Altamira, que era en donde se observaban los enemigos. Este enclave fue abandonado por los mexicanos, encontrándose un buen número de vacas que se decidió llevar a Tampico. El gobernador del cantón de Tampico de Tamaulipas, Coronel Salomón, avisó a las seis de la tarde a Barradas (entonces en Altamira) de que el general Santa Anna se encontraba en Pueblo Viejo; tal como se lo había notificado el Coronel Antonio Vázquez, comandante de las fuerzas de La Barra, por el que le anunciaba que las tropas del general mexicano habían entrado en el expresado Pueblo Viejo. Salomón le recuerda a Barradas que: «Según indiqué a Vuestra Señoría en dicho parte; tomé todas las medidas de precaución que exigían las circunstancias, reconcentrando mis fuerzas en la plaza de la Aduana, y ocupando las bocacalles y azoteas más elevadas. La fuerza de que podía disponer consistía en menos de doscientos hombres enfermos, convalecientes y cansados, a más cuarenta guías que llegaron aquella tarde del Cuartel General de Altamira conduciendo reses vacunas, y la mayor parte de ellos estaban estropeados del cansancio y lastimados de las espinas de los montes»18. Era el 20 de agosto y en:
[ ] menos de un cuarto de hora ocupó el enemigo toda la población a excepción de la plaza, y engrosado considerablemente, hacia un fuego muy vivo por todas las avenidas de ella. Continuó el fuego por una y otra parte hasta las dos; y advirtiendo el enemigo la resistencia que oponíamos a cuerpo descubierto en las calles y desde las azoteas, trató por tres ocasiones de forzar un ataque con la mayor parte de sus tropas para apoderarse de una pieza de a dieciséis que tenía colocada en una de las bocacalles; pero todos sus esfuerzos fueron vanos porque las cortas y valientes fuerzas que defendían aquel punto le opusieron la resistencia más tenaz, hasta el extremos de atacarles a la bayoneta. Advirtiendo que la idea del enemigo era la de ocupar a todo trance la plaza, y considerando muy débiles mis fuerzas para contrarrestar a mil quinientos hombres que me atacaban, despaché a Vuestra Señoría a las seis de la mañana un extraordinario dándole cuenta de mi crítica situación, y que me sería inevitable sucumbir sino me socorría con prontitud.
Salomón recordaba que cuando vio la bandera blanca mandó cesar el fuego en todos los puntos. Su objeto era ver si podía entretener al enemigo por algunas horas con una suspensión de armas para socorrer, curar y alimentar a los enfermos y heridos y de este modo ganar tiempo para que el Brigadier Barradas llegase con la división.
El general estaba ya dispuesto a entrar en combate cuando supo que su subordinado Salomón había comenzado negociaciones con los jefes mexicanos. Esta razón y el hecho de que 3.000 enemigos a las órdenes del general La Garza se acercaban a la plaza hizo que Barradas tomase una decisión muy polémica. Dejar que las fuerzas de Santa Anna evacuasen la ciudad. Al parecer, los generales en jefe habían decidido continuar parlamentando al día siguiente, hecho este que el mexicano rechazó al día siguiente.
Desde el día 23 de agosto la enfermedad de la fiebre amarilla pasó a grado de epidemia. Cuatro días después, ante la enfermedad y muerte que sufrían la expedición, el general en jefe decidió formar una junta con todos los jefes de la división y se decidió que el ayudante Alechandre y el vista Delgado, fueran en una polacra a Nueva Orleans para comprar víveres, pólvora y medicinas, portando para ello 10.000 pesos19. Barradas escribió a Vives informándole que la tropa se hallaba atacada de la enfermedad estacional epidémica del país con más de 700 hombres enfermos en los hospitales -consecuencia de los rigores del clima y de las rápidas marchas que han sido preciso emprender- y, por tanto, la División no se encontraba en circunstancias de poder comenzar salidas para batir al enemigo, ni hacer la requisición de víveres por la escasez y extenuación de la fuerza. Para desgracia de la División, no solo estaban enfermos la tropa de Tampico, sino que eran muchos los soldados que llegaban en barcazas procedentes del fortín de La Barra a esa plaza.
Respecto a las medidas de fortificación y líneas de seguridad que se dispusieron para protegerse de nuevos ataques mexicanos, sólo se hizo a finales del mes de agosto una cortadura por algunas partes y una estacada que apenas llegaba a cubrir la cuarta parte de la línea defensiva que se había marcado. Para estas fechas no quedaba disponible la suficiente fuerza para llevar a cabo esta operación por lo que el brigadier dispuso «gruesas patrullas y fuertes retenes con partidas avanzadas de la poca caballería montada que había, e infantería de noche y día en los caminos de las avenidas de La Barra (labor que hizo el Batallón Rey Fernando) y Altamira (el Batallón Real Borbón), y trincheras con fosos y estacadas, cerrando enteramente los citados pasos desde la laguna que mora a la parte del Este del pueblo hasta el río por la parte del Oeste»20.
Respecto a este último asunto el capitán de Artillería Vicente Zaragoza explicó cómo las disposiciones que tomó el señor comandante general de la División para rechazar un nuevo ataque fueron sobradamente eficaces:
Después de haber regresado la División a Tamaulipas las de haber construido algunos parapetos en las salidas y boca calles, y en la parte occidental de la ciudad una trinchera a imitación de línea de dientes de sierra contra la avenida de Altamira, colocando en ella una pieza de a 12 que tomó y habilitó el que habla en una cureña de a veinticuatro por no tener arbitrio de poderle construir la de su calibre. En la parte opuesta avenida de La Barra y Pueblo Viejo se formó otra trinchera, todo con alguna imperfección por la falta de recursos y brazos a causa de la horrorosa enfermedad, en que se colocaron dos piezas de a 4 de montaña, las que habiéndoseles inutilizado sus cureñas en la acción del diecisiete de agosto en el camino de Altamira, les fueron construidas las de su calibre por el que habla. Sin embargo de la total falta de recursos para el efecto; la de a 24 de la lancha, que con motivo de considerarla de ninguna utilidad en ella, dispuso el señor brigadier se trasladara y montara en tierra, lo que efectuó el que declara, dándole varias colocaciones, y últimamente con lo que batió la batería que el enemigo tenía en el punto de El Humo, y que más afligía a la ciudad, y sus hospitales, habiéndole sido preciso para el efecto al [ilegible una línea] con la cartuchería de fusil cogida al enemigo y con su pólvora construir la dotación de cartuchos para todas las piezas y cuarenta para la de aquel calibre con la que logró desmontarle un obús, derribarle su bandera, y otras varias averías acallándole sus fuegos. Se dispuso igualmente con antelación la construcción del fuerte de La Barra, colocando en él tres piezas de a 18 con el mismo fin de rechazar los ataques del enemigo, lo que se verificó con toda heroicidad mandado por el valiente coronel Vázquez.21
El día 2 de septiembre el general Santa Anna en persona, a bordo de una lancha fue a reconocer el fortín que los españoles estaban terminando de construir en La Barra del río Pánuco y pudo percatarse de que la fortificación que habían dirigido los oficiales artilleros estaba erigida sobre un médano, que tenía una planta circular como de 60 metros de diámetro, conteniendo un parapeto común para la Infantería y la Artillería, construido con sacos terreros asegurados por medio de una estacada; y todo estaba rodeado por un foso como de 2,50 m de ancho, por 0,75 m de profundidad y finalmente, que del lado exterior del foso, salía un camino cubierto de unos 3 m de anchura, provisto de un parapeto como de 2 metros de altura, sostenido como el anterior, por medio de una estacada. En resumen, se dio perfecta cuenta de que dicho fortín era una buena obra de fortificación construida conforme a las reglas de la ingeniería militar22.
Un conjunto de desgracias menoscabó la operatividad de la tropa invasora entre los días 3 y 6 de septiembre. Por la mañana del día tres, una patrulla española que realizaba labores de descubierta fue atacada en el camino de Altamira por una avanzada enemiga emboscada, muriendo dos lanceros, el sargento que los mandaba y siendo tomado un prisionero. Al día siguiente la balandra española, tan necesaria para comunicarse con el fortín de La Barra, fue capturada por el enemigo. Barradas consideró que la situación era ya insostenible y ordenó convocar una Junta para decidir qué destino tomar. Los víveres escaseaban aún más y tan solo quedaban para alimentar a la tropa cinco días; no había medicinas, ni médicos, pues todos estaban enfermos, los hospitales albergaban a 1.000 moribundos y a esto hay que añadir que no quedaba pólvora ni balas de cañón. El siete de septiembre y ante la crítica situación se acordó de pasarle una nota al General Santa Anna solicitando se iniciase proceso de capitulación. Durante los siguientes dos días las posiciones españolas de Tampico sufrieron el castigo de la Artillería del reducto de El Humo, en donde los mexicanos habían colocado «una culebrina de a 8 y un obús de 12 pulgadas, cuyo fuego de bala y granadas de bronce no cesaba de caer en todo el día».
Al día siguiente de enviar la invitación de capitulación, el general Santa Anna, seguro de sus fuerzas superiores, rechazaba toda proposición que no fuese la de entregarse a discreción23. Barradas ante esta disposición reúne a toda la oficialidad y les informa que:
Señores, Santa Anna nos quiere degollar, -exclamó el general- no quiere entrar con nosotros en un partido prudente, y hacer una capitulación, que no nos degrade quiere sí, que nos entreguemos a discreción para a su antojo, sembrar de cadáveres el suelo mejicano, inmolando los valientes que componen esta división, pero yo pienso que con un poco de paciencia le haremos entrar en razón, cuando vea que no doblegamos nuestro cuello. ¿Cuál es el parecer de los Señores Oficiales en este caso? preguntó el general, aquí todos opinaban que debíamos defendernos. Pues bien, dijo el general, ¡Viva el Rey!, a reunir cada uno su compañía y proclamar la tropa diciéndoles, que van a ser degollados sino se defienden, que todos hemos de morir, pero morir batiéndose es menos sensible» (subrayado del texto).24
Ese mismo día a las 10 de la noche, comenzó un temporal de viento y lluvia que inundaron las trincheras y se deshicieron un número importante de parapetos. Esa misma tarde el general Barradas escribió a su amigo y compadre Coronel Vázquez, comandante del fortín de La Barra, informándole de las disposiciones tomadas por la Junta de oficiales y aprovechó asimismo la nota para despedirse de este. Santa Anna decidió atacar el fortín de La Barra a pesar de las difíciles condiciones meteorológicas y quién mejor que el Coronel Vázquez para relatar los hechos acaecido esa noche, en la que ambos ejércitos se emplearon al máximo, derrochando un valor extraordinario que sería elogiado por ambas partes. «[ ] el día de ayer amaneció el fuerte de mi mando inundado enteramente de agua, por efecto del tenebroso huracán del anterior. Tiendas, municiones y gran parte de la estacada, todo nadaba sobre el líquido elemento [ ] Todo fue horror, confusión y espanto, y hasta las mismas armas único patrimonio de mi fidelidad y honor, sufrieron entonces momentánea destrucción. En tan patético estado determiné a evitar daños mayores, abandonar el fuerte como lo hice refugiándome a un cerro distante 6.000 toesas [1.170 m], donde en el centro de las armas y mis valientes soldados permanecí entre lluvias e intemperies hasta la hora doce que cedió el temporal en algún tanto». Tan pronto como regresaron al fortín las tropas, el Coronel Vázquez emprendió la ardua labor de reparar todos los desperfectos, salvar la pólvora menos húmeda y poner «corrientes y disponibles la Artillería y fusiles, cuya operación duró hasta anochecido que se hicieron hogueras para secarse la tropa». Un oficial enviado por Santa Anna se presentó a las nueve y media de la noche en el campamento español. El parlamentario recordaba el Coronel Vázquez:
Me hizo a nombre de su General proposiciones ventajosas y aparentando compadecerse de mí y del estado de mis tropas, me añadió que si no cedía sería en pocas horas atacado por columnas muy respetables. Desoí su misión y le dije terminantemente me disponía desde luego a hacer la defensa que me inspiraba el honor y mi estrecha obligación.
Tras dos horas sin novedad, y sobre las doce de la noche, varias lanchas desembarcaron tropas mexicanas en las playas de las Casas de Comercio, a escasos 1.000 metros del fuerte. Inmediatamente se hizo fuego de artillería consiguiendo que se retirasen a muy pocos cañonazos. Vázquez intuyó que un ataque frontal y directo iba a producirse, por lo que dio orden de prepararse para el inminente combate. Este no tardó en llegar y, cuando no había pasado ni una hora, tres numerosas columnas (unos mil hombres) arrollaron las avanzadas y se agolparon en orden y semicírculo sobre la misma estacada. La fuerza española en el fuerte de la Barra no superaba los 300 hombres, muchos de ellos enfermos, y casi todos exhaustos por los trabajos y falta de alimento. Vázquez recuerda que: «Se empeñó la acción con el mayor calor y encarnizamiento por ambas partes. Fueron rechazados los contrarios, y tornaron con entusiasmo a la estacada, y más y más veces rechazados y más y más tornaban nuevamente, agarrándose siempre de las mismas estacas, y con igual denuedo que el principio. Mis Soldados firmes en la resistencia y sobre todo fieles Españoles manifestaron en este día el valor heredado en la magnánima Nación donde nacieron. Se generalizó el fuego de fusilería tocándose y agarrándose sus bayonetas, atacados y atacantes. Mi artillería a pesar de tener que economizar los tiros por sus pocas destruidas municiones, hizo fuego con oportunidad y recomendable acierto».
En el fragor del asalto, el Coronel Vázquez resultó gravemente herido, hecho este que no impidió que continuase dirigiendo la posición española. El jefe español decía que:
Continuó la acción con iguales ataques, el propio calor y mayores ardimientos inundose con cadáveres de ambas partes lo interior del fuerte, su foso y externas orillas. En este estado rayó la aurora del día de la fecha y a pesar de mi total debilidad y pérdida de cerca de la mitad de la fuerza, dispuse saliesen inmediatamente cuarenta hombres, y que cargasen a la bayoneta, lo que se practicó con entusiasmo y denuedo, consiguiendo con tal arrojo la precipitada fuga de los Mexicanos alejándolos como a tiro de fusil de mi posesión. Al recibo de esta fuerza se presentaron dos columnas de Infantería y Caballería de cuatrocientos hombres cada una, por lo que se retiró la partida. En seguida tiró la Artillería dos cañonazos de metralla con los que desordenó y logró la huida de dichas Columnas, quedando desde aquel momento el campo por las tropas Españolas regada de cadáveres.
La pérdida mexicana, según las apreciaciones españolas, ascendería a 150 muertos y 250 heridos, mientras que entre las filas realistas serían 56 de los primeros y 86 de los segundos, y en ambas partes un buen número de jefes y oficiales25. El dramático campo de batalla que observó el coronel español tras la acción, lo obligó a llegar a un acuerdo con el general mexicano Terán para recoger todos los heridos «para que enviase por los suyos igualmente que por los míos si lo hallaba por conveniente propuesta que desde luego admitió remesando lanchas y conduciéndolos todos a Pueblo Viejo». La resistencia heroica española mostrada en la noche del 11 de septiembre de 1829 en el fortín de la Barra, así lo recordaba el Coronel Vázquez26:
guardada la proporción tan heroica, como muchas otras que se tienen por memorables ocupando páginas distinguidas en la historia. Finalmente si se hiciera de ella el aprecio que se merece, sería honorífico, su acuerdo a las armas Españolas, recordaría lo de que son capaces en los mayores apuros Soldados exhaustos de víveres y alimento, y demostraría creíble lo que acaso la posteridad presumirá fabuloso. No recomiendo a ninguno de los de la guarnición en particular porque sería agraviar virtualmente a la totalidad. Todos se han distinguido a porfía, todos excedieron a los límites del valor, todos se han hecho dignos de la consideración del Soberano; y por todos ruego a Vuestra Señoría impetre las gracias que por sus méritos les correspondan.
Al amanecer del día 11 y, después de once asaltos a la bayoneta, el ejército del general Santa Anna se retiró a la posición de D.ª Cecilia en donde a lo largo del día se le fueron uniendo más efectivos. A pesar de vencer en todos los enfrentamientos al enemigo, la fiebre amarilla (que llegó a matar a cerca del millar de soldados españoles), el hambre y las difíciles condiciones atmosféricas, hicieron que la expedición no tuviera la más mínima posibilidad de éxito. Todo ello obligó a capitular en el cuartel general de Pueblo Viejo de Tampico ese mismo día. El 11 de septiembre, el General Isidro Barradas firmó finalmente la capitulación del ejército expedicionario. Convocó la Junta de jefes para informarles de que iba a enviar a La Habana al Brigadier Salomón y al Subteniente Joaquín Rodríguez Campos para que dieran a conocer la triste noticia al Capitán General de Cuba, tal como había expresado su voluntad la Junta reunida el día anterior y, a su vez, el propio general marcharía a Nueva Orleans en busca de transportes para desalojar a la tropa que moría en las costas mexicanas.
La capitulación acordó que fueran trasladas a Tamaulipas parte del batallón Reina Amalia, el escuadrón de cazadores del Rey y las compañías de Artillería y Guías todas ellas a las órdenes del comandante D. Juan Martín. Mientras el General Barradas viajó a Nueva Orleans hasta que supo que la flota de la Armada española se ocupaba de la repatriación de sus hombres. A partir de estos momentos el Brigadier de los Reales Ejércitos Isidro Barradas vagó durante años por Francia, esperando a que fuera llamado algún día a presencia de su Rey para poder defenderse de los feroces ataques que le convirtieron en chivo expiatorio del desastre reconquistador. Nunca regresó a España y el 14 de agosto de 1835 fallecía en Marsella a la edad de 52 años.
El balance final de la expedición fue de 88 muertos en acción de guerra y la impresionante cifra de 1.871 por enfermedad.
Conclusión
La pequeña y breve expedición de Barradas que partió de La Habana el 5 de julio de 1829 y concluyó con su capitulación en Tampico el 11 de septiembre del mismo año tuvo un final aciago. La imagen del comandante en jefe de la expedición, el Brigadier Isidro Barradas, quedó unívocamente unida a la quimérica reconquista española de México, a la difamación y el olvido.
La expedición de Barradas estuvo siempre condenada al fracaso, tanto por su increíble pequeñez numérica y su excesivamente apresurada preparación, como por la ausencia de la adhesión y colaboración que se esperaba recibir del interior de México, a lo que luego se añadirían las penalidades que aquel contingente hubo de padecer caminando por arenales y terrenos pantanosos en la estación de más calor, sufriendo luego un terrible temporal, culminando todo con la epidemia de fiebre amarilla--, como por la más que acertada defensa practicada por los mexicanos. En conjunto, un episodio romántico más, doloroso y sangriento, y en donde la artillería realista jugó un papel protagónico en la construcción y defensa de La Barra.
Anexos
Número 1
Relación de la Artillería, carruajes y demás pertrechos de Guerra mandados aprontar por disposición del Excmo. Sr. Cap. General para su pronta remisión al puerto de Tampico, 3 de octubre de 1829.
Número 2
Artillería utilizada en la expedición
Una bala de 24 libras y 15º de elevación podía alcanzar los 3.113 metros; la de 18 libras 3.028 metros; la de 12 libras 3.071 metros y la de 8 libras 3.100 metros.
Número 3
Relación de las armas, municiones y demás oficios que por parte del ramo de Artillería se ha embarcado a disposición del Sr. Brigadier D. Isidro Barradas y a cargo del oficial segundo del Ministerio D. José Miguel Gómez, todo a satisfacción de los señores oficiales comisionados por dicho Sr. Brigadier para el reconocimiento de su buen estado27
Número 4
Copia fiel de un plano español de la época de 1829 del Teniente Norteamericano James Hagner (hacia 1847). Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos de América.
Número 5.
Detalle del plano del Coronel mexicano José Ignacio de Yberri, 1829. Mapoteca Manuel Orozco y Berra, México D.F.
Notas
1 ANC (Archivo Nacional de Cuba). Asuntos políticos, leg. 34, exp. 26. El marqués de Zambrano al señor Comandante de la Vanguardia del Ejército Real de Su Majestad brigadier D. Isidro Barradas. Madrid, 21 de marzo de 1829.
2 La Real Orden, fechada en Madrid a 7 de abril de 1829, designaba al brigadier Isidro Barradas como jefe de la expedición a México y se instaba a las autoridades cubanas a que facilitasen todo tipo de ayuda al brigadier.
3 ANC. Asuntos Políticos, Leg. 34, exp. 10. «Oficio n.º 311. Isidro Barradas al capitán general de la isla de Cuba». Cuartel general en la playa de Punta de Jerez, 28 y 29 de julio de 1829.
4 Ibídem.
5 ANC, Asuntos Políticos, Leg. 34, exp. 26. Declaración del Tte. Col. Bernabé Molina.
6 IHCM (Instituto de Historia y Cultura Militar), sig. 5-2-4, n.º 9. Diario reservado de la Campaña de México, expedición de Barradas por el ayudante de campo D. Joaquín Rodríguez Campos, 1829.
7 ANC, Asuntos Políticos, Leg. 34, exp. 26.
8 IHCM (Instituto de Historia y Cultura Militar), Madrid, sig. 5-2-4, n.º 9. Diario reservado de la Campaña de México, expedición de Barradas por el ayudante de campo D. Joaquín Rodríguez Campos, 1829.
9 ANC, Asuntos Políticos, leg. 35, exp. 19.
10 ANC, Asuntos Políticos, leg. 34, exp. 26.
11 Diario reservado de la Campaña de México, expedición de Barradas por el Ayudante de Campo D. Joaquín Rodríguez Campos. 1829. IHCM, sig. 5-2-4, n.º 9.
12 ANC, Asuntos Políticos, Leg. 35, exp. 19.
13 Ídem.
14 Definición de barra. RAE: f. Banco o bajo de arena que se forma a la entrada de algunas rías, en la embocadura de algunos ríos y en la estrechura de ciertos mares o lagos, y que hace peligrosa su navegación.
15 IHCM, sig. 5-2-4, n.º 9. Diario reservado de la Campaña de México, expedición de Barradas por el ayudante de campo D. Joaquín Rodríguez Campos, 1829.
16 ANC, Asuntos políticos, leg. 35, exp. 19. «Cuaderno del Estado mayor de la División». Orden del día 15 de agosto de 1829.
17 IHCM, sig. 5-2-4, n.º 9. Diario reservado de la Campaña de México, expedición de Barradas por el ayudante de campo D. Joaquín Rodríguez Campos, 1829.
18 ANC, Asuntos políticos, leg. 34, exp. 10. «Oficio n.º 349».
19 IHCM, sig. 5-2-4, n.º 9. Diario reservado de la Campaña de México, expedición de Barradas por el ayudante de campo D. Joaquín Rodríguez Campos. 1829.
20 ANC, Asuntos políticos, leg. 35, exp. 19. Declaración del teniente Coronel Faustino Rodríguez.
21 ANC, Asuntos políticos, leg. 34, exp. 26.
22 SÁNCHEZ LAMEGO, Gral. Miguel A.: La invasión española de 1829. Editorial Jus, Colección México Heroico, México, 1971.
23 SÁNCHEZ LAMEGO, Gral. Miguel A.: La invasión española de 1829. Editorial Jus, Colección México Heroico, México, 1971, p. 74. «Antonio López de Santa-Anna al Sr. D. Isidro Barradas». Cuartel general en Pueblo Viejo, 8 de septiembre de 1829, a las ocho de la mañana.
24 IHCM, sig. 5-2-4, n.º 9. Diario reservado de la Campaña de México, expedición de Barradas por el ayudante de campo D. Joaquín Rodríguez Campos, 1829.
25 Las cifras ofrecidas en el diario del subteniente Rodríguez Campos son: «Tuvo el enemigo de pérdida 500 hombres muertos y heridos, la mitad de los Oficiales, y todos los Jefes, incluso tres ayudantes de Santa Anna, de los cuales ciento cincuenta muertos estaban sobre las mismas estacadas del Fortín, siendo nuestra pérdida la de quedar heridos ambos jefes que mandaban el fuerte, 5 oficiales y 85 de tropa, y muertos 58 hombres y cuatro oficiales».
26 ANC, Asuntos políticos, leg. 34, exp. 10. «Oficio n.º 56. Antonio Vázquez». Fortín de La Barra de Tampico de Tamaulipas, 11 de septiembre de 1829.
27 ANC, Asuntos Políticos, Leg. 34, exp. 10. Oficio n.º 286. Plaza de La Habana a 7 de julio de 1829. El comandante de Artillería Joaquín Gascue. Notas:
1.- Con el objeto anterior, y a cargo y por órdenes separadas se ha entregado a las diferentes compañías de que se compone el 3.er Batallón de la Corona 1.204 fusiles españoles con sus bayonetas y baquetas todo en la clase de nuevos. 2.- Asimismo se entregaron 50 espadas para Caballería con guarnición de hierro.
3.- A la compañía de Artillería destinada al mismo fin se le cambió el armamento inglés que tenía por 73 fusiles españoles con sus bayonetas y baquetas, todo en clase de nuevo. 4.- A los Sres. Roy y Compañía se les entregaron 20 fusiles ingleses y 500 cartuchos embalados para armamento de una goleta mercante con comisión del Real Servicio y de la misma expedición. 5.- A la Real Marina con el mismo fin, y en calidad de reintegro se le dieron 600 fusiles con bayonetas y vainas fabricación española de los nuevos. 6.- Se han consumido en el apronto y en empaque de los referidos 89 de Meollar; 16 paquetes de tachuelas para precintar; 6 cueros de buey al pelo, 2.016 clavos de tillado; 17 ídem de almud.