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versión impresa ISSN 1315-9496
Tiempo y Espacio vol.27 no.68 Caracas dic. 2017
Ideología e historiografía. Reflexiones sobre el comunismo en el siglo XX
Ideology and Historiography. Reflections about the Communism in the Twentieth Century
Froilán Ramos Rodríguez
Magíster Scientiárum en Historia. Doctorando en Historia, Universidad Católica de Chile. E-mail: fjramosrodriguez@gmail.com
Resumen: Este ensayo analiza desde una perspectiva de revisionismo histórico el comunismo durante la primera mitad del siglo XX, con base en la historiografía especializada. Se parte del análisis del comunismo como ideología, sistema y uso de violencia política, así se le compara con el nazismo. En ambos, nacionalsocialismo y comunismo, se evidencian rasgos similares, ambos se convirtieron en sistemas totalitarios que perpetraron iguales atentados contra la humanidad. En suma, se observa que la memoria histórica del siglo XX señala las responsabilidades del nazismo e invisibiliza la responsabilidad del comunismo.
Palabras clave: Ideología, violencia, comunismo, nazismo, historiografía.
Abstract: This essay analyzes from the perspective of historical revisionism the Communism during the first half of the twentieth century, based on the specialized historiography. It is part of the analysis of Communism as an ideology, system and use of political violence and it is compared with Nazism. In both, Nazism and Communism, similar features are evident; both became in totalitarian systems, which equal attacks perpetrated against humanity. In sum, it appears that the historical memory of the twentieth century marks the responsibilities of Nazism, and Communism responsibility invisible.
Keywords: Ideology, Violence, Communism, Nazism, historiography.
Recibido:05-11-2016
Aprobado:10-05-2017
Las gentes se pusieron a repetir y cumplir palabras, a trocarlas en actos mecánicos, sin fuerza y coraje para analizarlos. Los monstruosos césares de la época llamáranse Hitler o Stalin- se habían metamorfoseado en Pantocrátores, en inflexibles, inexorables dioses juzgadores, tan ausentes del hombre, de la estremecida realidad humana, como podía estarlo el dios envuelto en pedrería de los mosaicos bizantinos. En Alemania y en Rusia, bajo todos los regímenes exterminadores, se cerraban iglesias para imponer otra iglesia universal del odio y del engaño ecuménico.
Mariano Picón-Salas (1901-1964)
Viejos y nuevos mundos (1983: 491)
Introducción
El siglo XX ha sido descrito como uno de los más cortos (Hobsbawm, 2000: 10), históricamente de 1914 a 1991, marcado por el inicio de la Primera Guerra Mundial y el fin de la Guerra Fría, un período determinado por las ideologías y la guerra. Sin embargo, en un lapso relativamente breve, la humanidad presenció cómo las promesas de modelos, como el comunismo y el nazismo, que ofrecían paraísos terrenales, terminaron por dejar una honda huella de muerte, destrucción y lágrimas en la memoria (como los sobrevivientes de Auschwitz o del Gulag).
Desde mediados del siglo XX, filósofos (Arendt, Voegelin) e historiadores (Furet, Nolte), han comparado las ideologías del comunismo y el nazismo, pero a principios de la segunda década del siglo XXI, cabe preguntarse ¿Por qué sólo se recuerda a las víctimas de Auschwitz y no a las del Gulag?, ¿Por qué se condena al nazismo y no al comunismo? Estas preguntas conllevan a analizar cuál fue el camino del comunismo como ideología, sistema y uso de la violencia durante la primera mitad del siglo XX, para poder explicar cuán similar o diferente fue del nazismo.
En este sentido, para responder a estas interrogantes, el presente trabajo se ha orientado a la forma de ensayo de reflexión libre y, por tanto, se ha acompañado el analisis y los argumentos con fuentes en el texto y en comentarios en pie de página, de manera que su visión de conjunto resulta mucho más fluida. Asimismo, este ensayo tiene el carácter de un artículo de revisión y discusión crítica a partir del diálogo de un número de fuentes bibliográficas especializadas en el tema.
La Caída. Se abre una puerta a la reflexión
En diciembre de 1991, desapareció oficialmente la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), y con ella llegaba a su fin la Guerra Fría. Había sucumbido así el primer experimento comunista a gran escala, el ensayo por llevar a la realidad las ideas marxistas. La URSS colapsó en el momento menos esperado, y sin intervención alguna de fuerza extranjera; había caído un sistema político-ideológico por su propio peso, se había deteriorado desde su seno, y sus propios ciudadanos fueron los protagonistas que exigieron cambios, poniendo fin a las imposiciones (como Política de Planificación) y a la represión (como las del KGB o Stasi).
En los años que siguieron el mundo entero había quedado atónito, lleno de sorpresa ante la caída del gigante comunista, la superpotencia que había enviado al primer hombre al espacio no tenía medios para alimentar a su población1. Con las demandas de los ciudadanos rusos y otros europeos orientales, se comprobaba cómo había fracasado la URSS y con ella el modelo comunista2, no había logrado establecer ni igualdad ni armonía a su sociedad, por el contrario, había experimentado el temor.3
Desde los gobiernos hasta los propios políticos de izquierda del mundo (como el presidente socialista francés François Mitterrand), asistían a un tiempo de búsqueda de explicación y meditación sobre lo acontecido. Es en este contexto, donde uno de los académicos franceses, François Furet4, que ya desde la década pasada se había hecho conocido, publicó un libro interesante, denso y voluminoso, titulado El pasado de una ilusión. La obra tuvo buena aceptación, dentro de la crítica intelectual y venía a contribuir en la comprensión de lo sucedido.
El mismo Furet reconoció que fue miembro del partido comunista francés entre 1949 y 1956 (Furet, 1996: 13), luego de la intervención soviética en Europa oriental, se separó, esto fue una significativa motivación para tratar de encontrar respuestas a una realidad muy distinta del discurso de justicia e igualdad que proclamaba el comunismo. De igual modo, como historiador, Furet dedicó su labor al estudio de la Revolución Francesa y la historia social del siglo XVIII, abordando dichos temas desde una perspectiva revisionista y de re-evaluación crítica de los mismos. En El pasado de una ilusión recoge con un enfoque histórico sobre el desarrollo del comunismo durante el siglo XX, escrito a manera de ensayo, con un lenguaje claro y sencillo.
Sin lugar a dudas, Furet no fue el primero en plantear los errores del comunismo, pero abrió, desde mediados de los noventa del siglo pasado la puerta para la revisión histórica de la ideología comunista, desprovista de la aureola de moralidad casi absoluta donde la habían colocado algunos intelectuales5, ubicándola como idea progresista; a lo cual luego se sumaron trabajos notables, como los crímenes documentados por el historiador francés Stéphane Courtois6.
Comunismo. Ascenso y consolidación del poder (1917-1945)
Son conocidos para el lector del siglo XXI, las muertes causadas por el nazismo, como el holocausto, sin embargo resultan menos familiares para la memoria las muertes causadas por el comunismo. No es el objetivo de este trabajo realizar un recorrido histórico del comunismo durante el siglo XX, sino el presentar los principales crímenes cometidos por esta ideología, que han sido debidamente documentados, a la luz de poder comprender este proceso dentro del contexto de los movimientos ideológicos de masas de esta centuria.
En este orden conviene examinar las responsabilidades del comunismo y sus principales dirigentes. En 1917, Lenin creó la Cheka7, policía secreta, con el objeto de perseguir toda oposición política interna del partido o externa a éste. Al año siguiente, se desencadenó la Guerra civil rusa, entre zaristas y el Ejército Rojo recién levantado por Trotski8, se crearon campos de concentración9, se cometieron ejecuciones masivas, se instituyó el terror rojo y el comunismo de guerra (Malia 1994: 109-138).
Entre 1922 y 1932, Stalin fue absorbiendo cada vez más poder para apartar a Trotsky del partido (Sakwa, 1998: 30-31), convirtiéndose en el sucesor de Lenin y el leninismo10. En estos años, se consolidó la estructura de partido único (Daniels, 1993: 13); solo podía existir legalmente el partido comunista, a su vez, éste presentaba una estructura interna, centralizada y verticalizada.
Las reformas económicas de Stalin, desde fines de los veinte, a través de los planes quinquenales, habían llevado a la estatización de la propiedad de la tierra, la colectivización (Pipes, 1997: 146), y la creación del sistema de gulag; proceso en el que miles de campesinos fueron obligados a trabajos forzados (Hudson, 2001: 7-112), deportaciones de distintas nacionalidades (Bougai, 1996: 25-130), en condiciones infrahumanas, largas jornadas, carencias alimenticias y en regiones aisladas.
Durante los años veinte y treinta, se comenzaron a multiplicar por todo el país, monumentos, imágenes y retratos (Bonnell, 1997: 123), con las figuras de Marx, Engels, Lenin y Stalin, esto era reforzado por la propaganda oficial (Davies, 1997: 183-184), a través de diarios, radios, películas, desfiles, pancartas, himnos, entre otros, con lo cual reflejaba a la población, que sobre la sociedad de igualdad de clases propugnada, y sobre el Estado, se hallaba el líder supremo, Stalin (Service, 2006: 355-358). Así, con las lecturas obligatorias sobre el comunismo, los panfletos políticos, la propaganda, el culto al líder ungido11, la promesa de mejoras sociales, el Estado lo era todo, mientras los críticos fueron acusados de traidores antisoviéticos12 y enemigos del pueblo.
El antagonismo extremo entre el comunismo y el nazismo13, parecían encontrar varios puntos de encuentro; ambos partidos buscaban asumir estructuras de masas (Arendt, 1998: 253-256), dándoles un leitmotiv, una razón por la cual vivir y participar en algo importante no como ciudadanos sino como miembros de un partido político, de una ideología, por medio de símbolos (estrella roja, la hoz y el martillo), banderas, cánticos, uniformes, tenían una organización interna paramilitar, crearon grupos de choque para golpear e intimidar a otros partidos; ambas propugnaban su rechazo a las democracias y al capitalismo; ambas rechazaban la más mínima oposición política y a la religión.
El filósofo alemán Eric Voegelin observó que tanto el comunismo como el fascismo ofrecían a los ciudadanos un rasgo similar y determinante de sus ideologías: el mesianismo (Voegelin 2000: 19-74). Ambas, glorificaban un origen casi mítico en algunos pocos iluminados, habían sido elegidos para guiarlos; los comunistas celebraban la revolución bolchevique en noviembre (según el calendario gregoriano), los nazis conmemoraban el Putsch de Múnich de 1923.
En ambas ideologías, existían los libros sagrados como verdades absolutas, y los libros prohibidos, los comunistas recomendaban leer Manifiesto Comunista de 1848, El Capital de Marx de 1867, como fundamentos bíblicos de su religión política (Gentile 2006: 83-84). Marx, Engels14 y Lenin fueron convertidos en apóstoles por la propaganda soviética del evangelio comunista, en tanto, Stalin fue elevado a mesías, un camarada-dios, cuya persona fue objeto de amplio y extendido culto promovido por el Estado.
En tal sentido, la religión fue concebida como una decadencia, la iglesia católica fue perseguida (Dunn, 2004: 73) a lo largo del país, aspiraban sustituir el cristianismo con sus propias ideologías de religiones políticas; por un lado, el nazismo experimentó con distintos grupos esotéricos y prácticas del ocultismo; y por su parte, el comunismo atacó violentamente las iglesias, por ejemplo, en España durante la guerra civil se cometieron violaciones de monjas (Cierva, 1981: 217) y asesinatos, mientras en la URSS se sustituyeron los símbolos religiosos por el culto a la personalidad (Plamper, 2012: 119-120); en ambas hubo manifestaciones antisemitas.
El odio y los prejuicios se nutrieron del desconocimiento, ofreciéndoles a las masas un pueblo elegido y un enemigo15, esto significaba establecer puntos de cohesión interna; para el nazismo, su pueblo elegido eran la raza aria, y sus enemigos eran los judíos; mientras, que para los comunistas, su pueblo elegido eran el proletariado y su enemigo el capitalismo, conceptos en sí bastantes ambiguos, en especial cuando dentro del Estado, los jerarcas comunistas mantenían condiciones excepcionales con respecto al resto de su población.
Por otro lado, al destruir los valores tradicionales, el comunismo y el nazismo se proponían edificar una nueva sociedad y un nuevo hombre, teóricamente lleno de virtudes. Para el comunismo, ese hombre nuevo (Fritzsche y Hellbeck, 2008: 302-344) debía pensar y actuar diferente bajo el modelo único comunista, en tanto que el occidente capitalista era deformador y degenerado; esto condujo al totalitarismo, la supremacía del Estado y el líder.
Antes y durante la Gran Guerra Patria (1941-1945) los soviéticos tuvieron responsabilidad en diferentes crímenes de guerra y contra la humanidad, como: el Pacto Germano-Soviético de 1939 que estipulaba el reparto de Polonia16; la invasión de Finlandia de 1939 (Dyke, 1997: 189-190); la masacre de Katyn en 1940 (Furet 1966: 377); la violación de centenares de miles de mujeres alemanas (Grossmann, 1955: 42-63) y húngaras (Polcz, 2002: 10); deportaciones17 masivas de alemanes hacia el oeste, trato deshonroso a los prisioneros de guerra18, entre otros crímenes.
Con el avance soviético por Europa, entre 1944 y 1945, los rusos ocuparon los países del este: Polonia, Hungría, Checoslovaquia, Yugoslavia, Bulgaria, Rumania, partes orientales de Alemania y de Austria, que pasaron a constituirlos como Estados satélites. La URSS y Stalin propagaron en sus discursos luchar por la igualdad de clases y los obreros, imponiendo así el modelo comunista19.
Contrastes: Comunismo y Nazismo
Furet protagonizó una polémica intelectual interesante con el historiador alemán Ernst Nolte20 en 1986, la llamada Historikerstreit, sobre la naturaleza de los regímenes totalitarios del siglo XX: el nacionalsocialismo y el comunismo. En su obra, La guerra civil europea, 1917- 1945. Nacionalsocialismo y bolchevismo, publicada por vez primera en 1987, Nolte planteó que el Gulag fue anterior a Auschwitz, en su opinión no se trata de justificar este último, sino que propone interpretar históricamente a ambos, lejos de la luz de los vencedores y los vencidos de la Segunda Guerra Mundial.
De acuerdo con Nolte, el genocidio racial cometido por los nazis no fue un hecho aislado, de hombres sanguinarios que de la noche a la mañana decidieron matar a miles de personas, por el contrario, deben entenderse dentro de su contexto, no justificarse, pero comprender de manera global, como desde fines del siglo XIX, el antisemitismo estaba extendido por las naciones europeas, desde la Rusia zarista hasta la Gran Bretaña victoriana, estaba impregnado el aire de desconfianza hacia lo diferente. Asimismo, hasta el día de hoy el genocidio armenio de 1915 a 1917 (Nolte, 1994: 448), cometido por los turcos no ha sido aclarado del todo, ni ha sido admitido oficialmente las responsabilidades, ni los millones de muertes causadas por el comunismo21 de Stalin o Mao. En la actualidad, el mundo pareciera mirar a otro lado, intencional o inconscientemente, para no reconocer los horrores cometidos por uno y otro, como si las muertes causadas por el nazismo hayan sido las únicas, y las muertes causadas por el comunismo hayan ocurrido.
Quizás, las mayores diferencias existentes entre el nazismo y el comunismo, sean tres aspectos principales: uno, fue que el periodo nazi en Alemania duró doce años, mientras el comunismo se ha extendido por más tiempo, pero con resultados similares, la supresión de la libertades en favor del poder total del Estado; dos, los métodos nazis demostraron un mayor avance tecnológico con las cámaras de gas y los hornos de incineración, en términos de proceso industrial, pero los sistemas comunistas en métodos más toscos y precarios llevaron a cabo trabajos forzados y muertes mayores en el sistema Gulag soviético; tercero, sobre el periodo nazi se ha estudiado profundamente, quedando difundido extensamente la muerte de miles de personas, mientras que los archivos soviéticos han sido poco accesibles, estudiados limitadamente.
Por otro lado, y de la mano de lo anterior, muchas veces se tiende a pensar, que las muertes causadas por el comunismo fueron pocas, aisladas, y hasta accidentales por las misma condiciones que las guerras civiles habían generado, tanto en Rusia 1918-1920, China 1949, y otros; sin embargo, hasta el día hoy, es difícil cuantificar el número real de las muertes causadas en los regímenes comunistas, como: las políticas de revolución campesina y gran salto adelante de Mao Zedong, las persecuciones y exilios en Cuba, las hambrunas en Corea del Norte, el genocidio camboyano llevado a cabo por los jemeres rojos en Camboya en 1978, entre los más conocidos, ¿pero cuántos más se desconocen?
Asimismo, en la actualidad se han dedicado decenas de libros, titulares de periódicos, y películas, que han citado los hechos cometidos por las SS y sus principales líderes, se conocen los nombres de Heinrich Himmler, Adolf Eichmann, Amon Göth, entre otros, pero se obvian los nombres de la Cheka (Comisión Extraordinaria) o la NKVD (Comisariado del Pueblo para Asuntos Internos), y sus jefes, Félix Dzerszhinski, Vyacheslay Menzhinsky, Guénrij Yagoda, Nicolay Yezhov (Getty y Naumov, 2008), o Lavrenti Beria22, responsables de algunos de los crímenes más aborrecibles contra la humanidad, y que nunca fueron juzgados.
La NKVD y la Plaza de Lubyanka, se convirtieron en los epicentros de la organización del terror del aparato (Hugenloh, 2009, Shelley, 1996: 19-62) comunista del Estado. Desde allí, se estructuró el sistema de Gulag (Dirección General de Administración de Campos de Trabajo), para el encarcelamiento y trabajo por agotamiento de cientos de miles de ciudadanos rusos, prisioneros de guerra alemanes, ucranianos, entre otros, los cuales funcionaron durante décadas, arrojando a millones de personas a la muerte, por inanición o fatiga física y mental.
El funcionamiento del sistema Gulag, devela la clase de valores que tenían las mentes que organizaron tales cosas, y las que actuaron para materializarlas. El conocimiento occidental del sistema Gulag (Applebaum, 2003: 18-120), se debe al escritor ruso Aleksander Solzhenitsin, quien pudo luego de gran esfuerzo y bajo medidas de cautela por la represión comunista, escribir y publicar el libro Archipiélago Gulag23, editado en 1974, que permitió entender más de cerca la magnitud de los métodos soviéticos en el proceso de industrialización de su economía, y de lo que habían llegado a hacer a los mismo ciudadanos rusos.
Hoy en día, se puede visitar museos sobre el holocausto, placas conmemorativas, recorridos guiados a Auschwitz, se conoce lo sucedido en Plaszow, Treblinka, Chelmno, Sobibor, Belzec, Majdanek, pero en cambio, se ignora los nombres de los campos de concentración comunistas: Nazino llamada la isla caníbal (Werth, 2007: 120-152), Solovki, Vorkuta, Magadán, Berezniki, Kolimá, Aldan, Chelyabinsk, Slavgorod, Barnaul, Chita, Komsomolsk del Amur, Vershina, Vladivostok, Tyumen, Krasnoiarsk, Irkutsk, Sverdlovsk (Ekaterimburgo),Yakutsk, entre otros.
Los campos de trabajos forzados administrados por el Gulag funcionaban con fines de grandes centros de industriales, fábricas de papel, plantas hidroeléctricas, minas, construcción de carreteras, vías de ferrocarriles, canales de ríos, entre otros, en condiciones deplorables: escasas raciones de comida, temperaturas extremas, tormento físico, hacinamiento, enfermedades, desprovistos de consideraciones higiénicas y largas jornadas; además, en estos campos los prisioneros pasaban entre cinco a veinticinco años, según las condenas asignadas, convivían allí opositores políticos, científicos, artistas, militares y religiosos acusados de agitación antisoviética, con delincuentes comunes, los efectos psicológicos experimentados allí son difíciles de ser aproximados con palabras.
Particularmente, la hambruna (Holodomor) a la que sometió a millones24 de ucranianos entre 1932 y 1933 merece una reflexión, ésta fue planeada y llevada a cabo con el consentimiento de las autoridades comunistas soviéticas, a los ucranianos se les confiscaron los granos, y se les prohibió salir del país, y se les condenó a una muerte silenciosa, tortuosa y agonizantemente larga. Así como antes los fueron los armenios, judíos, y otros pueblos minoritarios.25
Desde la caída del comunismo en la Europa oriental, entre 1989 y 1991, el mundo occidental ha tendido hacia el relativismo, sin embargo, esto representa una visión simplista y hasta riesgosa de las mismas libertades y pensamiento humano. Dentro del comunismo el poder sin restricciones, conllevó a escrúpulos ilimitados, y a acciones desalmadas, en la que todo se podía justificar en nombre de las mayorías.
Después de la Segunda Guerra Mundial, Alemania debió asumir responsabilidades, muchos alemanes, hasta el día de hoy sienten vergüenza de los crímenes cometidos por el nazismo entre 1933 y 1945. Públicamente, las máximas autoridades civiles de Alemania han reconocido los errores cometidos y han pedido perdón a las víctimas. Sin embargo, al desplazar la mirada de la historia hacia el este de Europa, no aparecen respuestas a los horrores cometidos durante años por la Unión Soviética, algunos todavía sin investigarse a plenitud, y sólo algunas cosas fueron reconocidas en los primeros años de la Federación Rusa (1992-1993) por el presidente Boris Yeltsin (Sanford, 2005: 229), quién pidió disculpas por la masacre de Katyn de 1940.
Probablemente, Polonia fue uno de los países donde se escenificaron algunos de los mayores sufrimientos del siglo XX. El país fue repartido entre la Alemania Nazi y la Rusia comunista en 1941, posteriormente, vio el establecimiento del guetto de Varsovia, el establecimiento de campos de concentración y campos de exterminio por las SS de Himmler, la ocupación militar soviética, los fusilamientos y persecución de miles de polacos tildados de colaboradores de los enemigos de la URSS.
Señalan Furet26 y Nolte27 que luego de la Segunda Guerra Mundial, la opinión mundial y la memoria histórica se volcó a concentrar su indignación ante los atropellos causados por los nacionalsocialistas contra los alemanes, pero se olvidó, consciente e intencionalmente los crímenes cometidos por los comunistas en Rusia y en otras latitudes de mayor proporción, llevados a cabo por los soviéticos en su afán de implantar el comunismo por la vía violenta.
Siberia no solo ha quedado grabada en la mente de la humanidad por su naturaleza, la nieve y el frío, sino también por haber sido el lugar donde se enviaban a los enemigos del régimen político de turno, pues fiel al comunismo hicieron lo mismo de lo que habían acusado a los zares, pero a una escala mayor y con métodos bárbaros: deportar miles de personas, confinarlas a trabajos forzados, someterlas hasta el agotamiento y la muerte. Cabe la pregunta, ¿Cuál es la diferencia entre una persona que murió en Auschwitz y una en Siberia?
En los principales medios de comunicación del mundo, aparecen cada año títulos y reseñas conmemorativas sobre la Noche de los Cuchillos Largos (Reyes, 2013) de 1934, la Noche de los Cristales Rotos (Deutsche Welle, DW.de, 2013) de 1938, o referencias sobre la SS y Himmler, pero, ¿Qué o cuánto saben las personas sobre las Hambrunas en Ucrania entre 1932 y 1933, de las Purgas de Stalin de 1934 a 1939, o sobre la NKVD y sus jefes? ¿Acaso sus acciones y consecuencias prácticas eran distintas?
Consideraciones finales
A comienzos de los años veinte, y durante buena parte de los treinta, el comunismo se presentó en Europa como una fórmula casi perfecta para acabar con las desigualdades, la cuestión era que la mayor parte de la población terminaba empobrecida, y una minúscula parte de la burocracia del partido comunista enriquecida. El Estado lo era todo en el sistema comunista soviético, ni siquiera dios podía tener lugar ahí. El comunismo condujo algunos de los episodios más oscuros, violentos y terribles contra la humanidad durante el siglo XX: deportaciones forzadas, humillaciones, vejaciones a la dignidad humana, muertes por inanición, semiesclavitud, son algunos de los crímenes cometidos por regímenes totalitarios en prejuicio de sus propios habitantes.
Hoy en día, parece haber quedado como conmemoraciones meramente simbólicas, el día de la victoria y termino de la Segunda Guerra Mundial, pero la sombra de tal conflagración todavía estremece los rincones del mundo. Se culpa al nazismo, a Hitler y a Alemania de haber provocado una de las mayores confrontaciones de la historia, pero se obvian las atrocidades cometidas por el comunismo y la Unión Soviética, pero aún, lo poco que se ha conocido de los abominables crímenes cometidos, todavía son prácticamente inexistentes en la memoria histórica de los atentados contra la dignidad del ser humano en nombre de una ideología que dice ser su salvadora. En la actualidad, casi todos los desmanes cometidos en Treblinka, Sobibor, Auschwitz-Birkenau son recordados, pero muy poco los horrores del sistema de campos Gulag, los nombres: Kolima, Magdala, Vorkuta, y tanto otros, como sus miles de caídos en sus suelos, quienes no han recibido ni legitimidad, ni comprensión, ni honor, simplemente, pareciera que no hubiese sucedido nada.
Las ideologías parecen tener ese halo extraño capaz de poder mutar, de poder enredarse y autopresentarse como panacea de los problemas, de ofrecer igualdad (aunque sea sólo en palabras). Cuan riesgoso es creerse eso, pues a inicios del siglo XXI, parte de la América Latina se arrastra en sus redes. Más aún, el comunismo se cierne como cantos de sirena, sobre algunos puntos de América Latina, autoproclamándose como verdades absolutas con discursos mesiánicos y populistas (ya advertidos por Voegelin28 desde hacía decenios), que venden cuerdas de salvación.
Sin lugar a dudas, el mundo de hoy atraviesa por un proceso de configuración mundial de sus fuerzas, los satélites y las telecomunicaciones han acercado el globo, sin embargo, todavía sobreviven regímenes comunistas hereditarios como Corea del Norte o Cuba, donde se privan de las libertades a sus propios ciudadanos. ¿Habrá aprendido algo la humanidad, y sus nuevas generaciones, de los riesgos que suponen la entrega del poder total a un Estado y una persona, y sobre lo que pasa detrás de las cortinas del comunismo?
Notas
1 Desde mediados de los ochenta, se hacían largas colas para acceder a alimentos. Ver: Watson, 1998; Langley, 2007; Keeran y Kenny, 2010.
2 Uno de los primeros, y más polémicos, en analizar la sorpresiva caída del sistema comunista, fue: Francis Fukuyama con The End of History?, Fukuyama, 1989: 3-18.
3 Resulta interesante la obra sobre el temor silencioso, de los que susurran. Figes, 2007: xxix -xxi .
4 François Furet nació en París en 1927. Se recibió en historia en la Universidad de La Sorbonne en 1954. Enseñó en secundaria, luego trabajó en el Centro de Investigación sobre la Revolución Francesa. En 1966, comenzó a enseñar en la École des Hautes Études en Sciences Sociales de París, de la cual fue director entre 1977 y 1985; también ejerció como profesor en la Universidad de Chicago. Obtuvo el reconocimiento de ser elegido a la Academia Francesa en marzo de 1997, pero murió ese mismo año.
5 Como el filósofo francés Jean Paul Sartre o el sociólogo húngaro Georg Lukács. Sobre la relación de los intelectuales con el comunismo, pueden verse: Birchall, 2004; Congdon, 2001, otros.
6 Ver: El libro negro del comunismo, 1998. Trabajo de investigación histórica de más de 800 páginas, que documenta con fuentes primarias los crímenes cometidos por sistemas comunistas en el siglo XX.
7 According to official record, 12,733 prisoners were killed by the Cheka in 1918-20; but other estimates put the figures as high as 300,000. Service, 2009: 108.
8 Trotski había llegado a la única conclusión de que la única forma de asegurarse de que los reclutas del Ejército Rojo no desertaran o salieran corriendo era montar ametralladoras en su retaguardia y disparar a cualquiera que dejara de avanzar hacia el enemigo. Esta era la alternativa que ofrecía: la posible muerte en el frente, o una muerte cierta en la retaguardia. Ferguson, 2007: 227.
9 Trotski first mentioned concentration camps in mid-1918, in connection Czechoslovak rebellion and introduced the ex-Imperial officers. In August 1918, he and Lenin ordered the construction of permanent concentration camps. The decree on Red Terror of September 5, 1918, explicitly provided for safeguarding of the Soviet Republic from class enemies by isolating them in concentration camps. Pipes, 1996: 226-227.
10 Stalin conoce a Marx a través de Lenin, sobreponiendo su ignorancia a una interpretación ya simplista. De todos modos, no le agradan las discusiones y menos aún las ideas, pero sabe que forman parte de la tradición bolchevique: no hay estrategia ni giro político que no deban justificarse de teoría. El que quiere ser el heredero de Lenin también debe dominar este arte tan particular. Por ello publicó los Principios del leninismo. Furet, 1996: 157.
11 Tanto Hitler como Stalin provenían de modestas poblaciones extranjeras. Hitler era austriaco, había nacido en Braunau am Inn en 1889, Stalin era georgiano, había nacido en Gori en 1878.
12 El régimen disponía de mecanismos para imponer la adhesión a la línea dominante, entre los que destacaban el partido y la policía secreta. Los desvíos de la línea trazada llegarían a constituir un delito específico contra el Estado, denominado agitación antisoviética. Getty y Naumov, 2001: 39.
13 Furet le dedicó un capítulo a su estudio titulado Comunismo y Fascismo, pp. 183-241; Nolte también le dedicó espacio importante a analizar ambas ideologías. Otros trabajos han sido: Kershaw y Lewin, 1997; Rousso, 2004; Tismaneanu, 2012, otros.
14 In the case of communism, also, it is difficult to separate leader and intellectual in the person of a Karl Marx. But in the historical form of the movement, Marx and Engels have been distinguished, by the distance of a generation, as precursors, from Lenin and Stalin as leaders, of the realization of the Third Realm. Voegelin, 2000: 304.
15 The initiatives of Soviets Official in the Great Terror, as well as Dekulakization, the Ukrainian terror famine, the attack to nationalities, the cleansing of the cities, and the other actions, were in part the result of a Soviet version the working toward the Führer, the concept developed in the historiography of Nazism to explain the activism of Nazi bureaucrats, particularly to killing the Jews, in the absence direct orders from Hitler. Soviet official understood Stalins bloodlust in this period and did more than their part in satisfying it. At the same time, the victims of NKVD interrogations implicated wide networks of people, who in turn named further circles of accomplices to satisfy their persecutors. Naimark, 2010: 110.
16 La opinión pública no supo que en el este del país [Polonia], los hombres del NKVD antecesor del KGB- detrás del ejército ruso, hacían aproximadamente lo mismo que las secciones de las SS detrás de la Wehrmacht: liquidar o deportar a las élites polacas y a todos los que pudieran parecer adversarios. En ocho días, Stalin se apoderó de Bielorrusia occidental y de las tierras polaco-ucranianas. Furet, 1995: 28.
17 Las atrocidades de las tropas soviéticas sobre suelo germano, el éxodo forzado de 12 a 15 millones de alemanes hacia el oeste, la muerte de buen número de ellos no son siquiera comentados por la prensa. Furet, 1996: 403.
18 German prisoners of war were only mentioned by historians in the Soviet Union and the GDR insofar as they were apparently converted to socialism in the camps by the National Committee for Free Germany. Müller y Ueberschär, 2009: 359.
19 Señala Furet: But this fear was also used by the communist movement from the start. And this utilization was never so apparent and powerful as in the aftermath of the Second World War, when, through the defeat of Hitler. History seemed to give a certificate of democracy to Stalin, as if antifascism, a purely negative definition, sufficed for freedom. Furet y Nolte, 2004: 16-17.
20 Ernst Nolte nació en Witten, Westfalia, en 1923. Ha sido uno de los historiadores alemanes más preocupados en el estudio comparativo del nazismo y el comunismo. Ejerció como profesor en la Universidad de Marburg de 1965 a 1973, y en la Universidad Libre de Berlín entre 1973 y 1991.
21 En Rusia, el principio de la destrucción de clase adquirió una realidad extensa. Ciertamente parecía imponerse el argumento de que no se podía tratar de un genocidio el hecho de que después de una guerra perdida la población de un Estado pidiera cuentas a la clase dirigente y rompiera la resistencia de ésta por la fuerza. Sin embargo, pese a las masacres de los armenios nadie era aún capaz de imaginarse siquiera el exterminio total de un pueblo, por lo que el ataque dirigido contra clases enteras, sin detenerse a examinar la culpa individual, fue considerado como un genocidio.
[ ] los bolcheviques proclamaban de manera expresa el propósito de extender la desaparición de la burguesía rusa a la burguesía mundial. Nolte, 1994: 449.
22 During the course of his career, for example, Beria committed atrocious crimes; he was directly responsible for the death and suffering of thousands. Knight, 1993: 10.
23 Kolyma era la mayor y más famosa de las islas, el polo de la crueldad del asombroso país del GULAG, fraccionado en Archipiélagos por la geografía, pero fundido por la psicología, en un continente, un país casi invisible, casi impalpable, poblado precisamente por los zekos [presos]. Soljenitsin, 1974: 7.
24 about 6 million to the famine 5 million in Ukraine and 1 million in the North Caucasus. Smith 2013: 108.
25 Ver: Martin, 2001; Mukhina, 2007.
26 Acota Furet: En el bolchevismo vencedor vieron, al finalizar la guerra, la esperanza nacional y la emancipación social; pero en el bolchevismo reinante esos jóvenes ven, poco años después, sus patrias subyugadas por el Ejército Rojo y sus asociaciones vigiladas por la NKVD. Furet, 1996: 520.
27 Dice Nolte: Sólo en este contexto aparecería netamente que, a pesar de las analogías, hay una diferencia cualitativa entre el exterminio biológico emprendido por el nacionalsocialismo y el exterminio social perpetrado por el bolchevismo. Pero de la misma manera que ningún asesinato, y menos un asesinato de masas, puede «justificarse» por otro asesinato, hay que decir que conduce directamente al error una actitud que sólo quiere saber de un solo asesinato y de un solo asesinato de masas y no quiere enterarse de los otros, aunque es probable que exista un nexo casual. Nolte, 2007: 75.
28 Gnostic mass movement, p. 295.
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