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Investigación y Postgrado

versión impresa ISSN 1316-0087

Investigación y Postgrado v.18 n.2 Caracas oct. 2003

 

EL PAPEL DE LA ACCIÓN PROSPECTIVA EN LA EDUCACIÓN SUPERIOR

VENEZOLANA: RIESGOS Y DESAFÍOS

PARA PENSAR LA UNIVERSIDAD

DEL MAÑANA

  Fernando Villalobos

(LUZ)

fvillalo@cantv.net

Fernando Villalobos

Doctor en Ciencias de la Educación. Magister Scientiarum en Ciencias de la Comunicación. Profesor Asociado de la Escuela de Comunicación (LUZ). Investigador adscrito al Centro Audiovisual. Profesor Meritorio de las Universidades Nacionales (CONABA, Región Falcón-Zulia) 1997, nivel III; 1999, nivel I. PPI. 5686. 0 xUniversidad del Zulia. Maracaibo, Venezuela. Correo electrónico: fvillalo@cantv.net

RESUMEN

Desde una óptica prospectiva, este papel de trabajo intenta revelar la pertinencia de los principios de anticipación-acción como insumos para la readecuación a los desafíos y riesgos que encierra el futuro quehacer universitario del presente siglo. Toma en consideración, para el análisis, aspectos y factores relacionados con las diferentes concepciones de futuro, participación consciente de los diferentes actores involucrados en la construcción de posibles, factibles y deseables escenarios y sus variadas dimensiones en función del devenir de la educación universitaria venezolana. Teóricamente se apoya en la trayectoria de prospectivistas como Godet, Berger, Mojica, Medina y otros con la idea de confrontar sus aportes y posturas en la búsqueda de salidas y propuestas adecuadas a las características y escenarios tendenciales de la universidad y su entorno. También propone, a grandes rasgos, algunos escenarios posibles y deseables para la educación superior en Venezuela.

Palabras clave: prospectiva; educación; escenarios deseables; futuro, anticipación-acción.

  THE ROLE OF PROSPECTIVE ACTION IN VENEZUELAN POST-SECONDARY

EDUCATION: RISKS AND CHALLENGES TO

THINKING THE

UNIVERSITY OF TOMORROW

ABSTRACT

From a prospective point of view, the intention of this paper is to evaluate the principle of anticipation-action as a re-adapting formula when facing the risks and challenges present in contemporary university life. The analysis focuses on three areas: first, the aspects and factors related to conceptions of the future; second, the conscious participation of actors when producing a “possible”; and third, the implications of those feasible and desirables scenarios as functions of university life transformation. The theoretical background relies on prospectivist authors like Godet, Berger, Mojica and Medina, among others. The idea is to confront their hypothesis for defining those characteristics and scenarios associated with the renovation of the university and its environment. Finally, the paper proposes various possibilities for the future of the country’s post-secondary education.

Key words: prospective; education; desirable scenarios; future; anticipation-action.

Introducción

Resulta evidente, sobre todo para los docentes, que la educación debe constituir el basamento en que se apoya el desarrollo, y en consecuencia el bienestar del hombre como objetivo final y sujeto determinante del mismo, ya que el verdadero desarrollo es el de las personas como individuos y como miembros de una sociedad justa y equilibrada, más allá del proceso globalizante que ha caracterizado el final del siglo XX. La rapidez y complejidad de los cambios ocurridos gracias al procesamiento, casi inmediato, de datos e información así como a la comunicación interpersonal a través de los prodigios de las tecnologías de la información y la comunicación han trazado el camino hacia una nueva etapa de nuestra historia, dejando atrás a la revolución industrial para entrar de lleno a la era de la información y del conocimiento.

Frente a las anteriores consideraciones también es ineludible preguntarse ¿tenemos en nuestras manos un proyecto sólido y consecuente que pueda garantizar nuestra entrada a esta nueva era? ¿con qué herramientas y lineamientos vamos a aprender y a enseñar en la escuela del futuro? ¿cómo vamos a consolidar la teoría y la práctica de la educación a lo largo de la vida, en sus dimensiones personales y sociales?

A pesar de ciertos esfuerzos y declaración de buenas intenciones, el futuro de la educación en nuestro país se plantea aún desdibujado e incierto frente a la insuficiente voluntad política y económica por parte del Estado-Docente a la hora de proveer los recursos materiales y las orientaciones requeridas para consolidar un proyecto de educación acorde con las exigencias y demandas que la era del conocimiento impone, y que debe incluir definitivamente la participación de todos los actores involucrados en el proceso, con la finalidad de construir un instrumento capaz de corregir la extrema desigualdad a fin de reconstruir el tejido social tan deteriorado en los últimos años.

En un intento por buscar explicación a estas interrogantes, en el presente artículo se intenta analizar, desde una óptica prospectivista, el estado del arte del proceso instruccional venezolano, haciendo énfasis en la enseñanza universitaria.

Asimismo, se comparte el deseo de anticiparnos al porvenir desde esta perspectiva que expresa la decisión consciente de participar en la construcción de futuros deseables en virtud de que a las necesidades educativas de ayer y de hoy se van agregando nuevas y futuras que no por inusitadas y novedosas escapan a nuestra realidad presente.

Cambiar de mirada

Conocer el porvenir ha sido una inquietud perenne del ser humano. Sin embargo, toda mirada hacia el futuro suele cambiar a medida que hacemos la historia del hombre como resultado de su accionar y no como el inevitable, incontrolable y definitivo designio de las fuerzas del destino, por lo que nuestro mundo, al estar sujeto a constantes transformaciones y fluctuaciones, corre el riesgo de no ser capaz de distinguir las grandes coyunturas o urgencias pasajeras, o de identificar como destino aquellas tendencias que sólo expresan intereses e iniciativas del momento.

Educación y progreso son términos que van de la mano. Pensar en la educación es pensar en el mañana, en la posibilidad de preservar y también de cambiar, de recuperar el pasado y de innovar el futuro. Continuamos aspirando a un desarrollo armónico de todas las facultades y potencialidades del ser humano frente a las exigencias técnicas y laborales de especialización creciente que podría llevarnos a un desarrollo unidimensional de las personas y a una desequilibrada realización personal y social (Rojas, 1999).

La prospectiva como teoría de apoyo

Inicialmente, luce pertinente preguntar: ¿cómo podemos llamar a esa capacidad de modificar el entorno en el cual el hombre co-evoluciona junto a otras especies en busca de objetivos que deberían ser comunes: el bienestar y el progreso? Para acercarse a este planteamiento ha sido necesario superar las inclemencias del medio ambiente, los desastres naturales y las constantes amenazas de los demás integrantes del planeta, apelando a la habilidad humana de crear instrumentos para aumentar la capacidad física y para organizar las actividades grupales o sociales, donde cada uno debe cumplir un papel complementario en pro de objetivos comunes.

En tanto, la capacidad de almacenar información, de comunicar, de hallar, descubrir y constituir saberes y habilidades mediante el desarrollo de lenguajes abstractos hizo posible que el hombre ejerciera cada vez más esta capacidad con el fin de anteponer acciones frente a la fatalidad que suponen los obstáculos, al tiempo que ha integrado, así, el capital intelectual adquirido individual y colectivamente, acumulado gracias a la imaginación, a las utopías y a la experimentación con el propósito de prever muchos de esos obstáculos y reducir el riesgo que significa dejarlos en manos del azar corrosivo.

Se está hablando, entonces, de un largo proceso de observación y de experimentación, que también podríamos denominar anticipación-acción, basado en el ensayo y error, y que ha permitido prever, por ejemplo, el estado del tiempo, el ciclo de las cosechas, el crecimiento demográfico, hasta llegar a pronosticar índices macroeconómicos, tendencias del mercado, matrícula escolar, etc.

En suma, se trata de estrategias de subsistencia que han ayudado a superar, o al menos mitigar, los efectos del riesgo y el azar, es decir, del porvenir. Así, la incertidumbre frente al futuro ha representado desde siempre una inquietud por anteponerse al mañana, por adelantarse a los hechos y acontecimientos y por poder imaginar lo que nos depara. En este sentido, la humanidad, a lo largo de su historia, ha procurado adelantarse a esos acontecimientos desplegando su imaginación y su capacidad de invención a la hora de pronosticar el futuro.

De la lectura del oráculo a la prospectiva

Desde siempre el tema del porvenir ha inquietado al hombre, quien lo ha abordado de distintas perspectivas con la idea de conocerlo y de anticiparse a él, de diversas maneras: una mágica, otra unidireccional y por último una visión polifacética y humanista (Mojica, 1992).

La unión mágica corresponde a la adivinación y va desde la época de los oráculos y hechiceros medievales pasando por toda suerte de artes adivinatorias, que aún no han expirado. Se refiere, por tanto, al estado mítico-religioso que Augusto Comte consideró la más elemental y primaria forma de conocimiento humano.

La segunda visión (unidireccional) se cristaliza en la irrupción de los métodos econométricos de proyección, basados en principios de regresión estadística, manejando únicamente variables cuantificables y  predecibles, de modo que su debilidad radica en el hecho de ignorar factores no cuantificables, restando así significación y pertinencia a sus proyecciones. Esta visión se presenta como determinista y lineal, obviando la participación de los diferentes actores, quienes son vistos como pasivos y reactivos de cara al porvenir.

La tercera postura (polifacética y humanista) está sustentada en la aparición de la prospectiva, a finales de los años cincuenta, bajo la inspiración de Gastón Berger y basada en el principio de que el futuro no sucede ciega e irremediablemente, sino que depende de la acción del hombre. La teoría prospectiva ha cobrado relevancia en tanto que se postula como una linterna para iluminar el camino que va del presente hacia el futuro, con la idea de reducir la incertidumbre, ya que permite obrar con un grado mayor de seguridad.

Su posición es consecuente con la presencia y evolución del hombre, ya que proclama que el futuro puede y debe ser construido, involucrando así elevados valores éticos, el sentido de trascendencia histórica que le adjudica al ser humano la responsabilidad de constituirse en autor y actor de su propia historia, al tiempo que en artesano de su voluntario devenir.

Esta mirada polifacética y humanista es por naturaleza proactiva, emprendedora, anticipada inteligentemente, y reactiva o pasiva cuando sea estrictamente necesario, ya que asume la estrategia de ajustar el presente a partir de un futuro posible, probable y deseable, es decir, un futuro a construir deliberadamente en lo cotidiano, desde el aquí y el ahora, apelando a los recursos disponibles.

Los resultados de tal actitud muestran una apertura creciente hacia las oportunidades, nuevas visiones y aspiraciones de una forma dinámica que apunta hacia el progreso de la humanidad, maximizando el rendimiento del esfuerzo interpuesto. Es también una manera de mirar a lo lejos y desde lo lejos una determinada situación, teniendo en cuenta todos los retrocesos del tiempo, lo retrospectivo que encierra el pasado y lo prospectivo que nos lleva a imaginar lo posible y lo probable.

Parafraseando a Berger (1964), se puede asegurar que para plantear ese escenario deseable se debe, en primer lugar, ver lejos con la finalidad de ampliar el horizonte y por tanto poder analizar con mayor profundidad, para después aventurarse pensando en el hombre.

El término prospectiva es visto por Berger como una manera de centrarse y concentrarse en el futuro, imaginándolo plenamente acabado en lugar de sacar deducciones del presente. La prospectiva se sitúa en el límite entre los conocimientos ya establecidos por la concepción científica determinista y aquellos que toman en cuenta toda la fuerza y diversidad de los acontecimientos que se resisten a ser verificados unidireccionalmente. Vista como una teoría de apoyo a la educación, es sistemática y transdisciplinaria pues toma en cuenta simultáneamente, o en momentos previamente establecidos, factores de diferentes disciplinas.

Para Michel Godet (1979), la prospectiva refleja la conciencia de un futuro, que es al mismo tiempo determinista y libre, que se padece pasivamente, pero se desea fuertemente. Por otro lado, Hodara (1980) justifica su componente estructuralista, puesto que el quehacer prospectivo no se limita al recuento superficial de los hechos, ni a las descripciones pormenorizadas, sino que intenta develar los enlaces profundos, los códigos que presiden las tendencias reconocidas, visualizados como expresiones de un lenguaje cuya sintaxis deberá ser descifrada en las particularidades propias de cada contexto.

También Mojica (1992) expresa que la prospectiva lleva a la identificación de un futuro posible y uno deseable, diferente de la fatalidad y que depende del conocimiento que tenemos de las acciones que el hombre está dispuesto a emprender. Identifica así, dos fuerzas que operan por igual en la acción prospectiva: la inercia asumida como una de las principales características de determinado fenómeno, y el cambio como la transformación o reemplazo de dicha situación.

Laverde (citado por Mojica, 1992), considera al futuro como un proceso histórico, como la acción de crear el futuro transformando el presente y no como destino fatalista e irremediable. Para él, no se trata entonces de adivinar el porvenir, sino de imaginarlo y construirlo tratando de responder a preguntas como: ¿qué queremos que suceda?, ¿cómo quisiéramos que fuese el futuro? Agrega, además, que la globalidad, la integralidad y la transdiciplinariedad se constituyen en premisas fundamentales de la prospectiva para superar la parcialidad, el reduccionismo y la desintegración propios de otros enfoques.

Para Miklos y Tello (1998), la actitud prospectiva parte de un acto imaginativo y de creación, para luego traducirse en una toma de conciencia y en una reflexión sobre el contexto actual, y por último concretarse en un proceso de articulación y convergencia de las expectativas, intereses y metas sociales para alcanzar el porvenir deseable.

Educación: ¿escenarios prospectivos?

El siglo XXI ya llegó. Mientras, nos preguntamos cuándo y cómo realmente comenzó, ya que el escenario de la educación para el presente siglo se encuentra dispuesto y abierto. Aunque la iluminación sea todavía vaga y difusa se percibe que la realidad presente está cambiando drásticamente, y acaso sin enterarnos asistimos a profundos cambios, no sólo en el sentido clásico de los modelos o paradigmas sino también en la significación contemporánea del instrumento básico de una teoría en expansión y su puesta en práctica: la prospectiva y su consecuente acción anticipatoria por parte del ser humano comprometido con un cambio de mirada hacia la búsqueda de un mejor porvenir.

Con la introducción de las tecnologías de la Información y la Comunicación, y su consecuente proceso globalizador, se están produciendo y se producirán cambios importantes que están transformando la organización laboral, abriendo la posibilidad de una mayor incidencia de la creatividad, la responsabilidad y la autonomía de las actividades individuales del hombre. Esto implica que el sector productivo exigirá trabajadores y empleados cada vez mejor preparados, constantemente entrenados y re-entrenados, con iniciativa, responsables y capaces de trabajar por sí mismos. Es decir, con una nueva visión de la cultura laboral, que incluya entre sus fortalezas la planificación prospectiva de una educación continua que se extienda a lo largo de la vida del trabajador del siglo XXI.

Las características y posibilidades de la sociedad del conocimiento plantean a la educación del futuro una serie de desafíos que derivan del propósito de adaptar a ella las necesidades humanas. Por esto es necesario recuperar, con premura, el ideal de una sociedad apoyada en la acción educativa, que haga del conocimiento y de la información herramientas fundamentales de la relación de los individuos con sus dimensiones sociales, naturales y tecnológicas. Este tipo de sociedad lleva a pensar hoy en el mañana, en cuáles serán los mecanismos adecuados para que los gérmenes de innovación científica y de desarrollo tecnológico sean asumidos como ámbitos susceptibles a ser enseñados y aprendidos.

La educación del futuro deberá orientarse hacia la resolución de problemas con un sentido crítico, participativo y anticipatorio, dejando de lado esquemas imitatorios que repriman la creatividad y que causen dependencia de patrones obsoletos, tanto individuales como colectivos, fundada en la igualdad de oportunidades y en la permanente diversificación de ofertas y salidas educativas. En esta concepción, de acuerdo con recomendaciones de organismos como la UNESCO, por su contenido y orientación, la sociedad del conocimiento debe ser la visión actualizada de la educación permanente y pertinente para toda la vida, sin dejar de lado importantes compromisos institucionales e individuales comprometidos con la capacitación en sus diversos tipos y modos para ponerla a tono con el futuro de alta tecnología de punta, proceso globalizador y, ¿por qué no? democrático, que enfrenta la sociedad contemporánea.

Infelizmente, la institución educativa actual se encuentra limitada por una visión pedagógica burocrática que no decide, ni participa en los cambios estructurales que están ocurriendo más allá de sus paredes, que no decide ni los recursos con que debe operar, ni los salarios que se pagan a los docentes, ni los libros que se deben estudiar, ni los programas que se deben aplicar y así sucesivamente.

El reto que se plantea a la educación es tan grande y complejo que no puede ser afrontado con soluciones de mercado, ni basado unilateralmente en los prodigios tecnológicos, ni con medidas administrativas, sino con todo eso y más. Pero, definitivamente, debe contar con un factor al que se ha prestado poca atención: los líderes que se constituirían en este caso en gérmenes de futuro (Mojica, 1992). Sí, debe contar con líderes capaces, inquietos, dinámicos y sobre todo visionarios, con vocación de servicio y sólidos valores éticos. En definitiva, líderes educativos que puedan transformar radicalmente el sector y que conduzcan el proceso de formación integral y permanente de las generaciones futuras.

En la actualidad existen numerosas instituciones que invierten recursos para la formación y promoción de estos gérmenes de futuro. Sin ellos, las instituciones educativas del siglo XXI tenderían a repetir hábitos y patrones tradicionales, o a dispersar esfuerzos en proyectos con marcados intereses individuales. No obstante, la idea de una revolución educativa necesita de esos líderes, fundamentalmente en cada recinto escolar.

El escenario descrito carece de suficientes líderes, sencillamente porque no se están buscando y preparando. Los líderes no se nombran a dedo, surgen; no aparecen de la nada, se promueven; no maduran por sí mismos, se preparan. Si en cada escuela hubiera un líder, con los mismos recursos previstos se obtendrían resultados infinitamente superiores (Escadón, 1999).

Así como es necesario preparar recursos humanos capaces de vincularse adecuadamente con la actividad económica, también es indispensable ampliar el horizonte educativo más allá de la educación y de la calificación para llegar al plano de la socialización política y cultural.

En esos términos, los modelos educativos del mañana tendrán que repensar la acción pedagógica desde nuevas perspectivas, integradas con la finalidad de construir nuevos escenarios posibles y deseables, en busca de equilibrios activos entre el conocimiento, las capacidades y las actitudes de los actores involucrados en la acción-anticipación prospectiva.

Ciertamente, la educación deberá ser de competencias. Se trata de que pueda convertir al conocimiento en algo más que un instrumento de control social, llevándolo al plano de la libertad y la creatividad, capaz de integrar la capacidad de aprender, la de hacer y la de ser, impulsando la realización individual y la proyección social del individuo autónomo hacia su entorno, en una relación constructiva y solidaria. Debido a que el conocimiento seguirá siendo un activo determinante en el desarrollo de las sociedades, se deberá propiciar un proceso de enseñanza que busque producirlo y transferirlo en condiciones de equidad entre los diferentes grupos sociales.

El avance de la ciencia y la tecnología, lo mismo que los nuevos esquemas de consenso democrático, deberán permitir el acceso a la mayoría de los ciudadanos a los códigos de la postmodernidad, que les permitan desarrollar sus potencialidades creativas, dentro de la inmensa variedad de opciones que seguramente crecerán en las sociedad del mundo (Guerra, 1999).

Lo antes expuesto es quizá lo que obligará, desde hoy y con la mirada puesta en el mañana, a hacer que la educación extienda la cobertura y la calidad del servicio y del conocimiento que ofrece, a través de mecanismos de redistribución vinculados a políticas de crecimiento económico y de bienestar social.

Es importante destacar en este punto que en la cooperación asociada a la producción de conocimiento, la universidad tiene la oportunidad de lograr beneficios debido a las diversas oportunidades de acceso a aprendizajes vinculados a la actividad empresarial y sus procesos productivos y tecnologías de producción, que permitirían estimular el desarrollo de futuras investigaciones, y al mismo tiempo propiciar la búsqueda de teorías y aplicaciones de mayor alcance.

Por esta vía, la sinergia entre la universidad y el sector productivo ha dado lugar a la conformación de la universidad corporativa como ámbito donde se integra la academia y la industria, fortaleciéndose las funciones y el logro de los objetivos de cada una de ellas, y que independientemente definen su existencia y pertinencia social (Espinoza, 1999).

Algunas propuestas y escenarios para el cambio

A partir del marco referencial descrito, de las metas, riesgos y desafíos que impone el acceso a la sociedad del conocimiento, y de los pocos avances y mayores desaciertos del sistema de educación superior venezolano se intenta mostrar una fotografía más cierta de los escenarios factibles y deseables, en cuanto a su cobertura, calidad y pertinencia.

En este sentido se puede señalar, a grandes rasgos, una serie de propuestas para orientar los escenarios de la educación superior venezolana de comienzos del siglo XXI. De hecho, se espera un incremento en la cobertura del subsistema a través de los modelos y modalidades educativas que están germinando a partir de algunas innovaciones en los niveles de Educación Básica y Diversificada.

También se prevé una mayor diversificación de la oferta educativa, en virtud de que los egresados universitarios deberán enfrentarse a los retos que plantea el acelerado avance del conocimiento, especialmente el científico-tecnológico. Basta con pensar en que la adaptabilidad y competencias tecnológicas sólo podrán realizarse con el apoyo de las tecnologías de información y comunicación, los sistemas de procesamiento de datos, los sistemas inteligentes y los de programación avanzada, por mencionar sólo algunos de los más importantes, por lo que las nuevas carreras y servicios educativos tendrán que apoyarse en una sólida formación científica multidisciplinaria, así como tecnológica y humanista.

Por otro lado, la necesidad de perfeccionamiento de los modelos educativos, o tal vez, la implantación de nuevos esquemas, obligará a transformar y adecuar los componentes del proceso instruccional, a modernizar la infraestructura e innovar en el uso de los recursos de apoyo técnico, académico e inclusive administrativo. Debe, entonces, considerarse la aplicación y el uso de medios electrónicos, ya que permitirán ampliar y flexibilizar las posibilidades de atención y satisfacción de la demanda mediante los programas de tele-educación de acuerdo con el concepto de educación virtual, a fin de aproximarse a la escuela del futuro, que facilite el cambio y el aprendizaje continuo y permanente.

En cuanto a la calidad del servicio que ofrecen las instituciones de educación superior, éstas deberán atender las necesidades de la sociedad venezolana en su conjunto, para dar respuesta y sustento cierto a su posible desarrollo científico y tecnológico, sobre todo si se considera su mayor responsabilidad: producir conocimiento y distribuirlo entre la sociedad.

En la perspectiva de consolidar los avances y superar las inconsistencias, se deben tomar en cuenta componentes como el fortalecimiento de una educación de calidad que apunte hacia el logro de la excelencia académica, mediante los que deben plantearse las bases para la acreditación de sus carreras y cursos de postgrado, así como la certificación de sus egresados.

También estará obligada a realizar acciones para mejorar la formación y actualización de la planta profesoral, como elemento esencial de la readecuación del sistema mediante cursos y estudios de postgrado con miras a un ambicioso plan de actualización y formación docente.

La evaluación educativa será una condición indispensable para el logro de la calidad. Se hace necesaria la definición de parámetros y estándares que permitan disponer de referentes claros para que la institución universitaria, y cada una de sus áreas de competencia puedan reorientar su propio desempeño, sus niveles de eficacia y eficiencia, así como sus formas, ritmos e intensidades en el cumplimiento de sus responsabilidades.

La planificación estratégica, pero fundamentalmente las actividades de evaluación y control, deben constituirse en patrones de referencia para la organización, sistematización e integración de las actividades propias de la institución.

La educación para el desarrollo y el bienestar social deberá convertirse en un espacio de socialización que considere entre sus propuestas formativas a la ciencia, la tecnología y los conocimientos con una ética de la responsabilidad profesional, donde el currículo, la pedagogía, la organización y el diseño y aplicación de políticas institucionales tengan la capacidad para actuar frente a los diferentes escenarios, adaptando los planes y programas educativos al desafío que representa la vinculación entre ciencia-tecnología-sociedad-desarrollo.

Otro aspecto relacionado con la pertinencia de la enseñanza universitaria se refiere a la sistematización del desarrollo curricular, partiendo de la idea de que los criterios de formación tendrán que basarse en nociones de polivalencia y transferibilidad. De esta forma la educación superará la imagen tradicional de la adquisición de conocimientos considerados como un fin en sí, para orientarse hacia el concepto de educación a lo largo de la vida, al de aprender para insistir en el desarrollo de aptitudes a nivel de métodos, de procedimientos y estrategias de participación, puestas en práctica en diversos ámbitos y que serán cada vez más determinantes para la actualización constante en el ejercicio profesional. La oferta académica tendrá, entonces, que flexibilizarse en cuanto al acceso y permanencia de los estudiantes, buscando en la medida de lo posible ajustar los requerimientos curriculares a las necesidades sociales.

Se deberá construir un nuevo perfil profesional mediante el diseño e implantación de nuevos modelos curriculares en atención a las demandas que la sociedad plantea, como eje de la transformación educativa, que impulse una adecuada sinergia entre conocimientos, capacidades y actitudes para dotar a los estudiantes de capacidad emprendedora, responsabilidad, creatividad y flexibilidad en su futura práctica profesional. La introducción y uso pleno de las tecnologías de la información como medio para garantizar su actualización permanente será también un elemento fundamental (Guerra, 1999).

Entre los escenarios factibles, se puede plantear uno directamente relacionado con la economía, donde las redes que se establezcan a partir del proceso globalizador estarán estrictamente definidas por las exigencias y demandas del mercado, el que se transformará en el eje de la organización de la sociedad contemporánea y ésta, a su vez, cambiará en función de los avances tecnológicos, donde la mano invisible de las divisas dominará una dinámica de intercambio comercial más que de convivencia y solidaridad

Considerar nuestra presencia dentro de tal escenario representa muy pocas posibilidades de desarrollo autónomo. El atraso tecnológico, la heterogeneidad de la estructura social, el nivel de ingresos y el endeudamiento podrían propiciar que sólo una parte de la sociedad ingrese al espacio de la modernidad.

Desde un enfoque prospectivo, resulta claro que en un escenario como éste el valor del conocimiento sólo será de orden económico y no podrá ser percibida su autonomía como poder emancipador. En este contexto, el éxito del proceso de globalización dependerá más de la rentabilidad que de los niveles de bienestar social.

Como alternativa se podría construir un escenario factible, derivado de las fortalezas con que pueda contar la institución universitaria de hoy. Se trata de un escenario intermedio entre la opción economicista y la que otorga un papel relevante al bienestar del hombre, como fórmula para precisar salidas frente a las contradicciones del modelo rentista. En este contexto, la generación de conocimientos deberá estar íntimamente ligada a la cultura y a la vida social, apoyada en ideas de revalorización de la dimensión cualitativa de la vida, de los principios democráticos, como sustento de la conciencia reflexiva en todos los ámbitos de interacción social y política que den paso al establecimiento de novedosas formas de alianza entre la sociedad, el Estado y el sector productivo.

En este segundo escenario se sostiene que la transformación de las estructuras en redes y en la cooperación horizontal entre diferentes instituciones universitarias debe priorizar proyectos conjuntos, una amplia movilidad ocupacional del personal académico y de los estudiantes, la homologación de cursos y títulos, la coparticipación de recursos limitados, así como compartir una orientación social y solidaria. Los valores educativos se deberán concentrar más en el cambio de contenidos del conocimiento y las disciplinas, en la creación de nuevas habilidades y capacidades sociales, que buscan relacionar prioridades nacionales o regionales con el trabajo en nuevas áreas del conocimiento, en la innovación que busca compensar el riesgo.

Este escenario se sostiene en la intensificación de la participación de las comunidades y en la flexibilización en la obtención de recursos. Sus dificultades se resienten sobre todo frente a las tendencias que buscan hacer prevalecer el escenario dominante de la individualización y la competitividad.

Por ello, el escenario de cooperación y flexibilización del cambio se presenta como un escenario alternativo, porque pone el acento en la atención a las nuevas demandas y requerimientos de las instituciones de educación superior, que deben empezar desde ahora a planear las nuevas estructuras organizativas que favorezcan el acceso a un conocimiento de valor social, y sus procesos formativos en la creación de la nueva fuerza de trabajo regional y global.

Conclusiones

La sociedad contemporánea está viviendo un ritmo que cada día es mucho más cambiante. Estos cambios, resultado de la acelerada producción e innovación científico-tecnológica y del lugar, cada vez más protagónico que adquiere la información como insumo estratégico en el desarrollo de las naciones, y de las organizaciones en particular, nos obliga a reflexionar de una manera más crítica, si nos hallamos preparados para asumir los retos y riesgos del futuro.

Según las condiciones y características que presenta la realidad actual, las organizaciones, especialmente las encargadas de la formación de los profesionales del mañana, están obligadas a tomar conciencia de la importancia que tiene el hecho de prepararse para enfrenar el porvenir, de manera que éste no se convierta en un elemento de sorpresa y por tanto, sea posible estar en condiciones de recibirlo e intervenir sobre él.

Tomar conciencia y reflexionar sobre estos aspectos constituye un acto de acción-anticipación, es decir, de acción prospectiva, frente la concepción limitada y fatalista de mirar el futuro desde una óptica mágica o unidireccional.

Con cierto optimismo y con una buena dosis de realismo se podría hablar de un escenario deseable para el porvenir de la educación superior venezolana. Un escenario donde la estructuración de esfuerzos apunte hacia el desarrollo sustentable, como eje fundamental, en el cual se tome en cuenta no sólo la dimensión económica, sino también las dimensiones ambiental, cultural y social. Se concede particular relevancia en este escenario a las condiciones elementales de bienestar social: derecho a una educación de calidad, a servicios de salud, a ingresos equitativos y justos que permitan el disfrute de los beneficios del desarrollo.

Lo contrario al escenario de la individualización sostenido en una competitividad excluyente, se traduce en un proceso de cambio que permita la integración de diferentes redes, la participación social en la democratización interna y de la vida pública, así como la generalización de medios ambientes para un aprendizaje permanente. Se trata de un cambio de modelo pedagógico y organizacional que comprende que la acción educativa se sostiene en la unidad de lo diferente, en la construcción de nuevos objetos de conocimiento, en la reflexión sobre el otro y la totalidad, en el impulso a esquemas de autoaprendizaje y en el reconocimiento de la diversidad.

Esta concepción del cambio se sostiene en la identificación de las fortalezas institucionales y regionales, en la comprensión de los desarrollos originales, en la búsqueda de la reconstitución de las propias capacidades de los individuos y de los sectores, y no en su diferenciación o en la reproducción de sus inequidades. En términos de políticas, significa un modelo de cambio que favorece el intercambio de experiencias, la articulación de sus funciones, las interrelaciones y no la competitividad.

Sobre todo, esta alternativa supone pensar la calidad de la educación no desde los productos y los fines, sino desde las condiciones reales del desarrollo general común, y desde el valor social de los conocimientos que se producen y distribuyen, y que se vinculan con las prioridades nacionales.

La educación tendrá, por tanto, la responsabilidad de crear un conocimiento socialmente relevante, actualizado, congruente y sobre todo pertinente, que nos ofrezca certeza en la oferta y validez de sus opciones académicas apoyadas en la generación, transferencia y distribución de conocimientos y nuevas aplicaciones científico-tecnológicas, con lo que las instituciones deberán apoyar un proyecto dirigido a la revisión y adecuación del sector universitario venezolano para el siglo XXI.

Referencias

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