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Educere
versión impresa ISSN 1316-4910
La Revista Venezolana de Educación (Educere) v.9 n.29 Meridad jun. 2005
El Decreto 3.444: ni amenaza ni rival
Marisol Plaza Irigoyen
Procuradura General de la República
La aprobación del Decreto 3.444 ha venido a causar un revuelo sorprendente. No ha faltado quien desde su trinchera universitaria se oponga, fervientemente, a la reforma del reglamento Orgánico del Ministerio de Educación Superior. Aunque, a decir verdad no nos ha tomado por sorpresa. Tradicionalmente, los universitarios se han distinguido por expresar su interpretación de la realidad desde una visión contestataria, por su inconformismo, por su idealismo, y porque en cada acto que realizan tratan de descubrir la posibilidad de la utopía. Sin embargo, la falsa protesta contra un decreto que jamás ha pretendido vulnerar la autonomía, es totalmente contraria al espíritu de la universitas. Son muchos los ajustes que debemos hacer en esta casa grande que se llama Venezuela. ¿Y cómo podíamos dejar de lado al sector educativo, pilar fundamental para nuestro desarrollo?
La administración del primer mandatario Hugo Rafael Chávez Frías ha querido poner el acento en los sectores esenciales: salud, seguridad y soberanía alimentaria, educación... Bien son conocidas las acciones emprendidas a través de las misiones Robinson, Ribas y Sucre. En cada nivel educativo se han introducido cambios que buscan fortalecer a cada sector, diversificarlo y ampliarlo. Nadie pretende derogar, tachar o suprimir la autonomía universitaria, que es un principio irrenunciable, consagrado en la Carta Magna. Lo que sí se pretende es darle al Ministerio de Educación Superior (MES) las herramientas jurídicas para que pueda llevar las riendas de sus propias responsabilidades, soslayadas durante tres años a la Oficina de Planificación Universitaria (OPSU), que sí depende del MES. Conscientes estamos de que se debían tomar las medidas necesarias para corregir las deformaciones, ya que el MES desde su creación, por una razón u otra, no había podido dictar las directrices que el mismo Ejecutivo, al crearlo, le encomendó.
Vale la pena volver a preguntarse: restituirle a un ministerio sus funciones propias, ¿cómo se puede traducir en vulneración de la autonomía? ¿Dónde está la amenaza? Pareciera entonces que el verdadero peligro radica en el pánico que suscita el que tiemblen las curules en las que durante décadas ha reposado el poder universitario. Cuotas de poder, intereses personales, tajadas jugosas repartidas a diestra y siniestra... pareciera que es lo que hay detrás de la falsa protesta. Poner la lupa en el corazón de nuestras universidades es un ejercicio urgente que debemos realizar. Revisar la calidad de la educación de los egresados, la orientación y la vinculación unversidad-campo laboral, así como las condiciones de trabajo y de investigación del docente venezolano y, sobre todo, el aporte que la educación superior está dando al país son tareas primordiales, aplazadas por mucho tiempo sin ninguna razón. Las universidades tradicionales no deberían ver en esto algún tipo de rivalidad. Se trata de abrir espacios de participación, para la mayoría, sin desmedro de lo existente y consolidado. El pensamiento, la innovación, el estímulo creador que inspiran al espíritu universitario es el que debe prevalecer en las discusiones que harán crecer a la sociedad. Es hora de que la academia demuestre que existe un pensamiento de vanguardia en el país, que es capaz de discernir, ver de frente la realidad y adaptarse a sus nuevas exigencias. Sólo así podrá orientar acciones certeras para el futuro de Venezuela.
Tomado de Voces Jurídicas. Órgano informativo de la Procuraduría General de la República.












