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Educere
versión impresa ISSN 1316-4910
La Revista Venezolana de Educación (Educere) v.9 n.30 Meridad sep. 2005
Una universidad postmoderna con un enfoque sistémico
Ruth A. Yllada García
Universidad de Carabobo Escuela de Ingeniería Industrial Carabobo - Venezuela ryllada@uc.edu.ve
Resumen
Hoy por hoy, se habla constantemente de la necesidad de la reforma universitaria y muchísimos esfuerzos se han realizado para alcanzarla, generándose la necesidad de buscar un lugar de intercepción y análisis de términos como: conocimiento, educación superior, sociedad, trabajo, innovación, libertad y evolución. Todo ello, con el propósito de fundamentar por qué es necesario crear dispositivos de reforma en los diferentes niveles de la educación superior. Este artículo pretende dar una respuesta a las incertidumbres generadas cuando agregamos, en ese mismo ambiente, la post-modernidad, estableciendo un diálogo entre todos estos elementos y prestando particular atención a la siguiente interrogante: ¿puede un proceso de formación universitario, que ha sido usado como una fuente extrema de exclusión social, transformarse en el vehículo de desarrollo humano-social real?
Palabras clave: formación de profesionales, enfoque sistémico, reforma universitaria, Postmodernidad
A postmodern university with a system approach
Abstract
At the present time, is spoken constantly of the necessity of the university reform and very many efforts have been made to reach it, being generated the necessity to look for a place of interception and analysis of terms like: knowledge, superior education, society, work, innovation, freedom and evolution. All it, in order to base why it is necessary to create devices of reform in the different levels from the superior education. This article tries, to give an answer to the uncertainties generated when we added, in that same atmosphere, to Post-modernity, establishing I engage in a dialog between all these elements. Paying particular attention to the following question: Can a university process of formation that has been used like an extreme source of social exclusion, be transformed into the vehicle of real human-social development?.
Key words: Formation of Professionals, System approach, University Reformation, Postmodernity
Fecha de recepción: 22-03-04 Fecha de aceptación: 30-07-04
El presente ensayo tiene como propósito generar una aproximación teórica para elucidar, desde la perspectiva del autor, hacia dónde deben dirigirse los dispositivos de reforma del sector universitario dentro de una sociedad caracterizada por la complejidad y la globalización de sus relaciones. Es así, como se plantea una investigación que usa como plataforma heurística tres hilos conductores del discurso: en primer lugar, se hacen consideraciones previas, tras una revisión teórica y de experiencias precedentes; posteriormente, se realiza un contraste teórico empírico, construyendo un escenario base en el que se enfrentan la realidad contextual, el deber ser de la gestión universitaria y la visión propia del investigador; por último, se realizan las reflexiones de cierre, exteriorizando la postura del autor ante el fenómeno estudiado.
Dentro de ese contexto, se puede comenzar afirmando que en Venezuela, la formación de profesionales está caracterizada por los modos modernos de pensar, promoviendo con ello categorizaciones que hoy están en cuestionamiento constante. Así, nos encontramos con una universidad que impulsa el orden, la racionalidad, el pensamiento universal, la certidumbre del pensamiento, la razón verdadera, el progreso, la jerarquía, la centralidad, originando un tipo de pensamiento único, del tipo causa-efecto y disciplinario que establece el dominio de la naturaleza, convirtiendo esta forma de pensar y actuar, en la “verdadera”.
Irónicamente, dentro de lo que llaman la “autocrítica de la universidad”, el anuncio de las desviaciones y fallas con respecto a este modelo de trabajo intelectual, produce también una entusiasta defensa, una alabanza del mismo y de sus implicaciones, puesto que ha funcionado adecuadamente en otros contextos relativamente estables.
Los “hombres modernos”, han trabajado con pasión, ahínco y convencimiento, para construir un mundo con productos mecánicos funcionales, dentro de parámetros ambientales y sociales estandarizados, fomentando con ello una fuerte estructura de dominación.
Ante la presencia de una revolución epistemológica y la imperiosa necesidad de cambio en todos los niveles del sector universitario, no sería “ético” aferrarse a la cómoda posición del analista del saber, encauzado por los dogmas popperianos o por el esquema de la explicación nomológica (universal) y someterse ante esquemas de reduccionismo típico o al empirismo lógico, puesto que resulta dudoso pensar que con esas influencias pueda darse el “salto cuántico”, o el “cambio de paradigma” que se necesita.
El siglo XXI requiere de la creación de nuevos escenarios, que permitan desplegar toda la capacidad creadora, en donde la actividad subjetiva tenga su lugar y el espacio multidimensional abra el camino para el pensamiento no lineal. Es así como la responsabilidad social de la universidad la obliga a repensarse, reformulando sus estructuras, permitiendo y fomentando el pensamiento disidente. Es preciso crear la atmósfera que desarrolle competencias en el profesional, preparándolo para tratar con ambientes complejos y con problemas que requieren un tratamiento transdisciplinario, siendo éste, el punto de partida del planteamiento expuesto en el presente artículo.
Breve semblanza
Para comenzar, podemos remontarnos a los orígenes de la universidad, llegar a los siglos XIII y XIV, cuando las inquietudes intelectuales toman un auge interesante, iniciándose así el camino del desarrollo de los saberes. En esos tiempos, según Hopenbayn (2000), la ética del burgués mercantilista basa su existencia en una “ideología moral que puede resumirse así: El fin justifica los medios, y el fin es la ganancia”, generando con ello un pensamiento en el comerciante incipiente del siglo XIV, en el cual el progreso económico y las riquezas se convertían en verdaderos valores morales.
La transformación de una civilización rural a la urbana, en los siglos XV y XVI, continúa alimentando el proceso en el que el “hombre moderno” encontraría su base de desarrollo, hallando su mayor sustento, a partir del siglo XVIII con los planteamientos de Kant, quien produce además, una justificación satisfactoria de la posibilidad del conocimiento científico.
En el siglo XVIII (el siglo de la ilustración), la razón gana su enfrentamiento con la “magia” y “los misterios”, nace la imperiosa necesidad de comunicar el conocimiento a toda la humanidad, puesto que se cree firmemente que ello originará un mejoramiento moral del hombre y de la riqueza.
Pero ciertamente, la “asociación” entre trabajo intelectual y la actividad económica, que venía gestándose, comenzaba a dominar una cultura en la que se legitimaba el uso del “saber” en la producción del capital, el problema nace cuando estos elementos (saber y recursos económicos) no llegan a todos. Además, frente a esta conmutabili-dad entre el espí-ritu mercantil y la reflexión intelec-tual, se registra una sorprendente con-troversia mos-trando una gran tendencia al des-precio mutuo, que aún hoy día perma-nece vigente y es fácilmente palpable en las relaciones entre el sector universitario (productor y difusor de saberes) y el sector económico-financiero (productor y acumulador de riqueza).
Ahondando algo más en este aspecto, podemos hacer uso de las palabras de Spencer (s.f.), quien visualiza a la evolución social como un proceso de diferenciación de funciones, con las que se establecen estructuras de mayor grado de complejidad. Este autor le asigna un carácter dinámico a la sociedad, y en consecuencia, cualquier elemento que la forma es “funcional” cuando sirve para su evolución y “disfuncional” cuando la resiste.
Resulta comprensible pensar que el sector económico, capitalista e individualista, busca el éxito personal, la acumulación y el poder, visualizándolos así mismo como elementos funcionales de la sociedad, ya que sus valores le indican que es la conducta éticamente aceptable y son los que inducen a la evolución social. En contraposición, este sector puede catalogar al universitario como elemento disfuncional porque muestra intenciones diferentes y no cede completamente, puesto que no quiere ser dominado ni muestra capacidad para ser dominador.
Visión contraria puede tener el sector universitario del económico, que ve cómo el conocimiento científico, propugnado y desarrollado dentro de sí, es usado para aumentar la desigualdad entre los seres humanos.
Triste es ver como las personas que desean convertirse en profesionales comparten, en su mayoría, la ideología de la dominación1, manifestación clara del hombre atrapado en un pensamiento netamente capitalista, en el que el poder, el consumo y el surgimiento individualista, prevalecen. Triste, doblemente, que una vez convertidos en profesionales, muchos de ellos, no tengan la visión agresiva, la auto-confianza y la fe en sí mismos como para lograrlo, entendiendo que de su desarrollo económico surgirían “dominados” que con su trabajo también producirían bienes en pro de su riqueza personal.
No es el propósito de este artículo, argumentar, alegar o fundamentar si el capitalismo es bueno o malo, si la idea de progreso moderno tiene o no vigencia; se pretende defender una posición de libertad de selección, en la que tras un proceso de formación guiada, el individuo, específicamente, el profesional, pueda desarrollarse en un mundo heterogéneo, complejo y multidimensional, sin adoctrinamiento, sin pretensiones de homogeneidad irreal, pero para ello se requiere formar individuos analíticos y creativos, que puedan “pensar por sí mismos” en lo que realmente desean, bienestar económico, vida sana y perdurable, saborear la fuente del conocimiento, respirar aire puro y gozar de los placeres simples de la vida en un medio físico limpio (Del Percio, 2003).
En este sentido, se puede observar claramente como el sector educativo manipula cual títere, a la verdadera libertad y pone al servicio del poder económico a los profesionales, criticando simultáneamente, los resultados obtenidos, cuando ven que sus productos no son capaces de cambiar un mundo dispar del que son víctimas y victimarios.
Sustituir la propia búsqueda interior de la plenitud como ser humano, parece convertirse en una consigna, que se esconde detrás de la idea del progreso. En el sector universitario, se deben brindar las condiciones sistémicas necesarias para que la búsqueda de la plenitud interna se dé con absoluta libertad2.
El presente y el futuro requieren que se creen escenarios diferentes, en los que se alcance el pleno desarrollo de la capacidad creadora del individuo y del grupo, en donde la actividad subjetiva tenga su lugar y el espacio multidimensional abra el camino del pensamiento no lineal. Es así, como los planteamientos expuestos a lo largo del presente artículo, se enlazan con las premisas que Delgado (2003) usa como base para el diseño de una estrategia para la reforma universitaria; este autor defiende una transformación no sólo en la estructura y sistema de gestión universitaria, sino que también sugiere que ésta debe ir acompañada de un cambio profundo en los paradigmas, los mapas mentales y visiones compartidas, tanto colectivos como individuales, de los miembros de su comunidad.
La educación en la escuela moderna reduce al humano educable a un alumno pasivo, a un elemento inerte preproductivo. Hoy los requerimientos son mucho mayores, hay que considerar la totalidad del ser humano, como un ente social complejo. De acuerdo a López (2001), mantener una perspectiva de la complejidad intra e inter actuante de cada persona, permite recuperar facetas que no son simplemente el conocimiento y el aprendizaje de habilidades útiles.
Puntos de reflexión y propuestas
Si se usa el pensamiento crítico para analizar, cuestionar y/o validar las presuntas “certezas” y las supuestas “adecuadas o inadecuadas” prácticas del ámbito académico, coincidiríamos con muchos investigadores en que el problema radica principalmente en que la docencia se ha interpretado como la transmisión de conocimientos, dejando de lado el desarrollo integral de la persona, por lo que las competencias pasan a ser simplemente ignoradas y, en el peor de los casos, cercenadas.
Usando las palabras de Rodríguez(a)(s.f.): “En lugar de la formación de la cabeza, tenemos pues, que formar a la persona, con todas sus competencias: teórica, práctica, social y comunicacional, o moral”. Desde ese punto de vista, la formación de profesionales incursiona en el ámbito epistemológico de la complejidad cuando se vuelca hacia nosotros como un sistema en el que el ser humano debe afrontar problemas caracterizados por la multiplicidad de relaciones e interdependencias entre muy diversos factores.
Para Najmanovich (2001), la transformación conceptual que viene de la mano de una nueva metáfora como la del universo como red o entramado de relaciones y los individuos como nodos de esa red, requiere aparentemente de un enfoque sistémico, y como parte de las propuestas de este artículo, se plantea la necesidad de orientar los dispositivos de reforma universitaria desde el aula, estableciendo estrategias docentes que compartan las siguientes características:
- Visión holística, con ella se intentaría “hacerse cargo” de los sistemas, sin reducir inadecuadamente su complejidad. es necesario agregar que los sistemas educativos, actualmente, son ambientes en los que se promueve la artificiosa división del trabajo, la simplificación y la objetividad, vinculando a todos estos elementos con un ostentoso uso del poder y de una estructura eminentemente dominadora, por lo que este cambio es quizás uno de los más difíciles de alcanzar.
- Observación de relaciones y procesos dinámicos. en los sistemas educativos los principales actores (profesores, estudiantes, personal administrativo y obreros) están en continuo movimiento, entran y salen constantemente, modificando inclusive su forma de actuar y la constitución de los grupos. cada persona, desempeña un papel con el que va elaborando su propio patrón de referencia o experiencia, y la combinación de las muy diversas formas de actuar y pensar generan procesos dinámicos y complejos de funcionamiento, basados en un sistema social constituido por comunicaciones.
A pesar de ello, la mayoría de las personas en el ambiente educativo, continúan pensándose a si mismas como individuos aislados y no como parte de múltiples redes de interacciones. Ese individualismo presente, puede tener un origen muy antiguo, tanto, que sería simplemente una aventura intentar conocerlo. Una idea del reto individualista que ha inspirado a muchos, se obtiene del análisis de expresiones como la de Platón (citado por Del Percio, 2003), quien dijo “El hombre que ha puesto sólo en sí mismo todo lo que lleve a la felicidad o próximo a ella y no permanece dependiente de la condición de los demás, de manera que su situación sea obligada a oscilar según la buena o mala situación de aquellos, éste se halla preparado para la vida óptima; éste es sabio, valeroso y prudente”.
Se puede notar que tras varios siglos de “evolución”, el “hoy” que estamos viviendo, nos muestra una realidad social que invita a reformular este planteamiento, debemos incluir ciertas premisas que actualicen los requerimientos:
- Al hombre, y en especial “al universitario”, debe proveérsele de la independencia que da el conocimiento real, con el desarrollo pleno de todas sus potencialidades y competencias, debe gozar de la libertad, de la sensación de responsabilidad y de la participación plena en lo que se refiere a la adquisición guiada de sus conocimientos.
- Debe proveérsele de un interés social que promueva la búsqueda de la satisfacción de las necesidades de sus comunidades.
- Debe generarse un interés conservacionista y ecológico, con un compromiso ambiental perdurable.
- Por último, y contradiciendo los planteamientos de Platón y de algunos otros, debe verse al trabajo como un elemento de realización de las potencialidades humanas que dignifica a “todos” sus actores, “empleado y empleador”.
- Los sistemas no son sustancias, según la teoría de sistemas desarrolladas por Luhmann (1991), éstos no tienen subsistencia propia, son construidos por observaciones de un observador que puede distinguir las características del sistema y de su entorno. Por mucho tiempo las universidades fueron concebidas como sistemas (sustancias) no flexibles, que se pueden comportar de forma homogénea, sin importar cuáles son los elementos que las constituyen, en qué ambiente se encuentran, sin considerar siquiera que son parte de un macro-ambiente complejo y cambiante, esa concepción errónea las ha conducido a una parálisis evolutiva, que se enfrenta a las exigencias de una comunidad dominada y reprimida, que las necesita.
- Admite la existencia de distintas lógicas, este aspecto lo aleja del pensamiento científico estructurado, puesto que admite diversas formas de concatenar argumentos y razones, formulando proposiciones ad hoc (al caso). Es decir, el pensamiento sistémico, trabaja con lógicas policontexturales, cuya elección corresponde al observador que las selecciona según sus esquemas de preferencias, filtros cognitivos y su percepción de lo relevante.
La universidad, debe buscar formas de adaptarse realmente a la idea de la existencia de una explosión multicultural en su interior, no debe usar ni el Poder ni su estructura mecanicista, para mitigar sus efectos. Por el contrario, usando las palabras de Mafessoli (1990), debe darse cuenta de que promover la “intersubjetividad empática” permite una especie de “sensibilización colectiva”, con la que se puede superar la atomización individual.
Es necesario desarrollar en las personas la sensibilidad necesaria para poder combinar satisfactoriamente lo objetivo y lo subjetivo, con la que se pueda negociar una realidad compartida por grupos, generando la sinergia necesaria para que todos busquen el bien común, con la cual se puedan aprovechar lo mejor posible los recursos disponibles.
Es así como el desarrollo del aspecto comunicacional, postulado por Wittgenstein (citado por Rodríguez (s.f.)(b), es la base del desarrollo de la experiencia y la existencia, este aspecto no puede dejarse a un lado, puesto que en él se sustenta la posible recuperación de “la inicial dimensión dialogal del pensamiento”.
Si se desea defender el trabajo en grupos, la heterogeneidad de los sistemas, la interacción transformadora, la hibridación o mezclas, y la trans-disciplinariedad, debe alimentarse en el individuo la capacidad para interrelacionarse con los demás, capacidad mutilada con muchísimas practicas en el ámbito educativo.
A modo de conclusión
El planteamiento realizado anteriormente, defiende la tesis de crear una universidad con enfoque sistémico, abierta, compleja, que promueva no solo el trabajo interdisciplinario sino también transdisciplinario, con individuos que usen conscientemente su libertad y su conocimiento para el bien propio y el de su comunidad. Bajo este nuevo enfoque sistémico de una universidad que aprende a adaptarse y que genera, a su vez, ajustes en su entorno, se podrían gestionar todos los cambios científicos, tecnológicos y sociales que requiere nuestro país, de manera que se pueda elevar el nivel de vida de nuestra población.
Ahora bien, si alguien se pregunta el para qué de todo este planteamiento, el porqué de crear un sistema educativo superior que forme profesionales con competencias para afrontar ambientes complejos, en los cuales el pensamiento analítico, creativo, sensible, comunicacional y social se desarrolle completamente y que use su libertad con un sentido pleno de responsabilidad ética y social, entonces debería pasearse eventualmente por los conceptos de inequidad, pobreza, contaminación y destrucción ambiental y tantos otros problemas sociales que aquejan, hoy por hoy, al mundo.
Los profesionales se enfrentan cada día a nuevos retos tecnológicos, que inclusive atentan contra ellos mismos y su estabilidad económica, en muchos casos el desarrollo alcanzado se ha convertido en una especie de selva en la que los profesionales luchan a duras penas para sobrevivir y bajo ese esquema resulta muy difícil que muestren interés por algún otro aspecto.
Si el profesional se gradúa sin las herramientas necesarias para enfrentarse a ambientes complejos, cambiantes y multidimensionales, no será capaz de superar el reto que ofrece el mundo del trabajo y, en consecuencia, será absorbido por la desesperanza.
Además, si reconocemos que son los escasos profesionales existentes, los llamados a proponer soluciones a los inmensos problemas que se presentan en nuestras muy complejas comunidades, ya que irónicamente son “los mejor preparados”, entonces se cierra un ciclo desolador que no aparenta tener más salida, que la ejecución de un cambio profundo en los procesos de enseñanza universitarios, el cual debe incluir el desarrollo de competencias y valores éticos que a su vez defiendan un postulado de Hans Jonas (citado por Mansilla, 1999), quien “prescribe una simple regla de actuación: que nuestros actos no hagan peligrar las condiciones para la permanencia de la vida y de la humanidad en la Tierra”.
Bibliografía
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Notas
1 Por ideología se entiende aquel conjunto de pensamientos e ideas elaboradas por los sectores dominantes, tendientes a legitimar y mantener el orden existente.
2 Sin querer establecer una discusión epistemológica de este concepto, podríamos usar aquí las palabras de Kant refiriéndose a la libertad como “independencia del arbitrio compulsivo de otra persona”, o “…facultad de no obedecer a las leyes exteriores, sino en tanto en cuanto he podido darles mi consentimiento”












