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Educere
versión impresa ISSN 1316-4910
Educere v.11 n.39 Meridad dic. 2007
Qué es la educación
Aníbal León*
Facultad de Humanidades y Educación. Universidad de Los Andes, ULA. Mérida-Venezuela aniballeon@hotmail.com
* Licenciado en Educación. Docente e investigador de la Facultad de Humanidades y Educación de la Universidad de Los Andes. Miembro del Centro de Investigaciones en Lectura, Escritura e Innovaciones Socioeducativas (CENDILES) y del Grupo de Investigaciones e Innovaciones Socioeducativas (GISE).
Resumen
Este texto es una reflexión personal sobre el significado de la educación, el inicio de este proceso en el hombre y la influencia que la cultura tiene en este desarrollo al permitir transformar el medio, así como la historia individual. Igualmente, esta reflexión hace un recorrido por lo que han sido los valores en la educación y la transformación de ellos por la cultura. En medio de tal panorama, se plantea el lugar que la educación debe ocupar en la sociedad y el lugar que ocupa actualmente. El texto finaliza con una atención especial a los jóvenes y a aquellos que los educan.
Palabras clave: educación, cultura, valores, frutos de la educación
What is education?
Abstract
This text is a personal reflection about the meaning of education, the beginning of this process is man and the influence culture has on this development by allowing transforming the environment, as well as individual stories. Furthermore, this reflection travels through the values in education and their transformation due to culture. Within this outlook, the place education must have nowadays is posed. The text ends with a special attention to young people and those who educate them.
Key words: education, culture, values, results of education
Fecha de recepción: 21-03-07 • Fecha de aceptación: 09-08-07
La educación es un proceso humano y cultural complejo. Para establecer su propósito y su definición es necesario considerar la condición y naturaleza del hombre y de la cultura en su conjunto, en su totalidad, para lo cual cada particularidad tiene sentido por su vinculación e interdependencia con las demás y con el conjunto.
El hombre, a pesar de ser parte de la naturaleza, es distinto a los demás seres del medio natural. Es diferente de los vegetales, de los minerales, de las rocas, de los demás seres vivos y de los demás animales. El hombre, a pesar de compartir características biológicas, químicas y psicológicas con los animales se diferencia de ellos por la imposibilidad de determinar y predecir su conducta. El comportamiento general humano es imposible de predecir. No dispone de instintos que le aseguren la supervivencia y la economía de sus esfuerzos. El hombre debe aprender usando, en principio, los andamiajes de la cultura para adaptarse y transformar su medio y su propia historia individual. El hombre necesita aprender lo que no le es innato, lo que no se le ha dado por nacimiento y potenciar lo que se le ha dado por herencia genética. Por eso necesita de otros y de la cultura para garantizar su tránsito por el mundo. Ese es el proceso educativo.
La cultura, en cambio, es todo lo que el hombre ha creado apoyándose en lo que la naturaleza le ha provisto para crear. La creación es individual y colectiva a la vez. El hombre crea tecnología, religión, ciencia, mitos, artes, lenguaje, costumbres, la moral, formas de pensar y de hacer, simbolismos y significados. Los modos simbólicos son compartidos por la comunidad, también son conservados, elaborados y pasados de una generación a otra para así mantener la identidad y forma de vida de la cultura. La expresión individual es sustancial a la creación de significado. La creación de significado supone situar los encuentros con el mundo en sus contextos culturales apropiados… aunque los significados están en la mente, tienen sus orígenes y su significado en la cultura en la que se crean (Bruner, 1997).
La cultura y todas sus expresiones materiales y no materiales, maneras de conceptuar, inventar y descubrir son originadas y sostenidas por una percepción del mundo y de la vida. Son concepciones y sentidos de la vida. La especie humana lleva consigo, como estructura específica, una comprensión del ser, una razón de ser y de no ser, también una comprensión de la nada y del todo a la vez. Sobre esta visión se apoya la posibilidad de la educación, porque esa comprensión es el sustento y guía de la cognición y del lenguaje.
La educación es un todo individual y supraindividual, supraorgánico. Es dinámica y tiende a perpetuarse mediante una fuerza inértica extraña. Pero también está expuesta a cambios drásticos, a veces traumáticos y a momentos de crisis y confusiones, cuando muy pocos saben que hacer; provenientes de contradicciones, inadecuaciones, decisiones casuísticas y desacertadas, catástrofes, cambios drásticos. Es bueno saber que la educación cambia porque el tiempo así lo dispone, porque ella deviene. Ella misma se altera, cambia y se mueve de manera continua y a veces discontinua; crece y decrece, puede venir a ser y dejar de ser.
La precariedad y vulnerabilidad de la educación son reflejos de la debilidad, finitud y fragilidad del ser humano. La educación siempre está expuesta a ser desarticulada, desmantelada, destruida y el ser humano a quedarse solo, desprotegido y dueño solitario de su angustia radical, en tanto que lleva la responsabilidad del mundo con él.
Quien tiene la suerte de una educación estable, sólida, protegida y solvente, es envidiado y deseado. Sin embargo, no dejará de preguntarse, en algún momento de tranquilidad y lucidez, confrontándose consigo mismo, sobre la casualidad de su paradójica formación, impregnada de todo tipo de vacíos, debilidades y riesgos, de todo tipo de incompletaciones. La condición de la educación del hombre es especialmente incómoda porque a menudo está sometida a la coerción y obligatoriedad, a las expectativas de otros, demanda esfuerzo consciente disciplinado, requiere trabajo y desvelo permanentes.
La educación busca la perfección y la seguridad del ser humano. Es una forma de ser libre. Así como la verdad, la educación nos hace libres. De allí la antinomia más intrincada de la educación: la educación busca asegurarle libertad al hombre, pero la educación demanda disciplina, sometimiento, conducción, y se guía bajo signos de obligatoriedad y a veces de autoritarismo, firmeza y direccionalidad. Libertad limitada.
Hubo un tiempo cuando la educación del niño se hizo totalmente contextualizada y natural, corriendo libremente por el bosque y saltando piedras y ríos, por la orilla de la playa, por las praderas, valles y montañas. Entonces la relación del hombre con el entorno fue natural, armónica, feliz, tranquila y sin miseria. Hoy, el hombre se educa fuera del contexto en el que empleará lo que aprende, el producto de la educación. El hombre se educa en la escuela. Antes, todo se compartía y hasta los que no tenían tierra para sembrar, ni redes para pescar podían comer y había pocas necesidades materiales. El hombre añora una especie de perfección y paraíso perdidos, una educación salvadora o alguna doctrina o filosofía que deben retornar al hombre a un estado necesario de justicia, equidad y armonía.
Por esto se lucha, por nuevas formas y relaciones de producción y de vida. Nuevos proyectos de sociedad y de hombre. Hacemos proyectos para luego frustrarnos por no poder lograr su ejecución o porque su ejecución es tramposa y amañada. Sin embargo, el hombre no ha eliminado su deseo de elaborar proyectos. El hombre vive inventando proyectos. Siente que debe seguir buscando, orientado por la fe y no por la vista. Porque la fe es la sustancia de las cosas que se esperan, la demostración de lo que no se ve. Lo más importante es lo que no se ve con los ojos. Lo que no se ve sostiene a lo que se ve. Porque la sustancia de las cosas está hecha de lo que no se ve. Se sigue buscando, sin parar, lo que es digno de ser buscado, conquistado, preservado y compartido. Se comparten los significados y los valores. Ellos aportan una base para el intercambio en la cultura. Ellos encementan, fusionan a los seres humanos. Los juntan para crecer. Los valores creados por el hombre en casi todas las culturas giran en torno a la verdad, la justicia, la equidad, el amor al otro, la libertad, la excelencia, el apoyo al otro, la inteligencia, la virtud, el honor, la gloria y la prosperidad; el respeto al otro, a las leyes, a los acuerdos, a la diversidad y a las diferencias.
La educación no sabe si los valores se aprenden, se practican o si vienen dados por la naturaleza. No estamos seguros de si los valores enseñan o se aprenden naturalmente o se formalizan y se imponen a la fuerza o se adquieren por la práctica.
Los individuos, como las sociedades, luchan por la importancia, por la estimación especial de algunos valores. En algunos momentos se ha creído que los hombres y la sociedad andan sin valores o con valores controvertidos, distintos a los valores de la cultura que les es propia en un momento histórico determinado. A esto se le ha llamado crisis de valores, lo que ha conducido en oportunidades al nihilismo, a la desesperación y al escepticismo. Es el reconocimiento, muy a pesar del hombre mismo, de una pérdida de fuerzas, la agonía de lo vano, fue en vano el esfuerzo; inseguridad y falta de al menos alguna oportunidad. Es estar avergonzado frente a uno mismo como si se hubiese engañado a sí mismo por mucho tiempo. (Nietzsche, 1968). Hasta qué punto la educación ha sido influida por el juicio moral de los valores, no lo sabemos. Probablemente la educación tiende a ser moralista y se empeñasólo en establecer una diferencia valorativa entre lo que se debe o no hacer. Entonces se tiende al juicio moralista y a la sanción.
De acuerdo con Nietzsche, (op. cit.) el nihilismo radical es la convicción de la insostenibilidad absoluta de la existencia, cuando nos referimos a los grandes valores, entender además, que no poseemos el mínimo derecho de ver más allá. Este reconocimiento es una consecuencia de creer demasiado en la moralidad de los valores.
Pero por el otro lado, la educación se propone como la acción responsable de la moralidad, de los valores, su preservación y transmisión a las generaciones más jóvenes que crecen con el derecho de poseer y heredar la cultura de sus antecesores, los valores y todo lo creado. La cultura forma la mente, se perpetúa a sí misma formando el tipo humano que quiere, tratando de que todos sean más parecidos que diferentes, más homogéneos que desiguales. Es contradictoria la tarea de la educación. Formar la personalidad individual, uno distinto del otro. Pero no, uno igual al otro. La cultura cree que se reproduce a sí misma a través de la educación formando al hombre a su imagen y semejanza, es casi trasponer la frase de la creación del hombre: y creó la cultura al hombre a su imagen, a imagen de la cultura lo creó. Varón y hembra los creó… y les dijo fructifíquense y multiplíquense…
Por lo tanto, pareciera que no hay nada original en la educación del hombre. El hombre procede de la cultura y la educación lo forma muy parecido a los antecesores. También con mucho parecido biológico. Pero el hombre evoluciona hasta llegar a ser individuo, diferente, histórica y culturalmente diferente, biológica y psicológicamente diferente. Individuos solitarios, abandonados a su propio destino y responsables por sí mismos y por los demás. Responsable de los otros, porque el hombre es un ser cultural. La educación lo hace cultura. El hombre se hace y se educa con el hombre, como el hierro se afila con el hierro.
Los hombres, como especie y como cultura son más parecidos que diferentes, aunque no sean idénticos. El hombre es prerrogativa del hombre. Hombre singular, individual, plural y diferente, impredecible y con disímiles concepciones del mundo y de la vida, con estilos particulares de vida, de pensar y valorar su relación con el otro que es igual y diferente y capaz de determinarse a sí mismo, en libertad.
En medio de este panorama, la educación debe ocupar un lugar muy importante, aunque no sepa con seguridad cuál es su ubicación. Se sabe que el hombre, el ser humano, es el objeto único de la educación, aunque su naturaleza y condición no estén bien determinadas desde el principio. Nunca se sabrá qué es el hombre. ¿Qué es el hombre para que tengas de él noticia y el hijo del hombre para que lo atiendas y te ocupes de él? El hombre se ocupa del hombre para determinarlo, para darle término. La cultura se encarga de darle determinación, precisión, para definirlo conforme a su imagen. El hombre llega a tener la imagen de la cultura a través de la educación y del aprendizaje. Para no tener que empezar desde el principio o tener que inventar de nuevo todo.
La educación presupone una visión del mundo y de la vida, una concepción de la mente, del conocimiento y de una forma de pensar; una concepción de futuro y una manera de satisfacer las necesidades humanas. Necesidad de vivir y estar seguro, de pertenecer, de conocerse y de crear y producir. Todas las herramientas, para entender el mundo, vivir, pertenecer, descubrirse y crear, las proporciona la cultura. Para asegurarse además, a sí misma y a todos, los que en ella y con ella viven, que serán parecidos y distintos. Pero en el hombre hay un espíritu que lo aviva y lo inspira a entenderse y a volverse sobre sí mismo, sobre su lenguaje y sobre su mente; sobre sus propios pensamientos. La educación universaliza, pero también individualiza.
Educar es formar sujetos y no objetos, tiene el propósito de completar la condición humana del hombre, no tal y como la naturaleza la ha iniciado, la ha dado a luz; sino como la cultura desea que sea. En este sentido la cultura y la educación, su gran aliada, son tremendamente conservadoras. Es una manera, es un esfuerzo, de adaptar el hombre al medio. Porque la educación es construcción de algo que la cultura considera que es digno mantener. Se educa entonces para satisfacer las expectativas y deseos de la cultura, el diseño implícito o explícito de un tipo, de una categoría. Pero el hombre es energía y siempre genera una insatisfacción, una incomodidad, y busca ser distinto de alguna manera, fuera del estereotipo.
La educación forma al sujeto individual, subjetivo, responsable ante el mundo y del mundo que le han mostrado, enseñado. Si no es libre no es responsable, no puede decidir, no se ha educado.
La educación define también lo que es único en la condición humana. Aunque no se trata de enseñar una manera única y homogénea de ser, ni de pensar. La educación no admite las pretensiones del pensamiento hegemónico que se propone imponerlo todo coercitivamente, ni tampoco a las ideologías únicas, las religiones únicas. Un modo único de ser. Porque ello facilita el dominio y el control del comportamiento humano. Afortunadamente, el pensamiento y las ideologías hegemónicas duran muy pocas generaciones. No duran toda la vida. Sin embargo, de acuerdo a Freud (1952), la educación debe preparar a los jóvenes para la agresión a la cual pueden ser sometidos o de la que pudieran ser objeto… y la cultura pudiera ser agresiva.
No obstante, la cultura es un medio de sobrevivencia, un mapa por el que se conduce y transita la vida. El hombre la vive, la conserva, la transmite y la transforma, y ella se transforma a sí misma con el tiempo. Es parte de su movimiento de alteración cualitativa. Es inútil mantenerla intacta por mucho tiempo. Esta es una de sus características y propiedades. En esto consiste la dinámica de la cultura, que la educación debe entender, porque el aprendizaje está sometido a los criterios y caprichos de la cultura. La mente se forma y se define en la cultura, la construye y la define la educación. La cultura usa la mente para transformarse, para cambiar, usa su propia mente y la de los individuos. La cultura es una condición universal de la educación. Las culturas tienen una concepción del mundo y del hombre y de la vida, ostentan una práctica particular, creencias y mitos, costumbres y religiones, poseen una idea de futuro y de su historia, de la excelencia, del mérito y de la perfección, tienen un espíritu y una letra: la letra mata y el espíritu fortalece.
Ninguno de estos supuestos es permanente, así como nada es indestructible. Todo cambia, crece y decrece, se altera, se mueve de lugar, nace y muere. Esta transitoriedad se debe a que todo cambia. La condición natural del ser es cambiar. También la educación es presa de los tiempos y cambia. Cuando la educación decrece y se debilita porque no es capaz de crear sentido y concepción de vida, ni se sustenta en ninguna creencia; no educa a la mente, ni al cuerpo, ni al espíritu, ni a las letras. No educa al hombre. Entonces es propicio el momento para tomar conciencia, descubrir la raíz del problema, regresar y transformar la educación. Ese es un momento crucial y devastador, porque el hombre y la cultura han dirigido su atención hacia fuera, hacia los tesoros de la tierra y se han engolosinado. Hacia tesoros que se corrompen y corrompen a los hombres.
Tal toma de conciencia ayudaría también a descubrir la desnudez del hombre que perdió todo sentido de vida y de sabiduría. ¿Acaso no clama la sabiduría y alza su voz la inteligencia? Dice la sabiduría: llamo a los hombres y a los hijos de los hombres. Entiendan porque voy a hablar: desprecio la impiedad y las razones de mi boca son la justicia, deben estar prestos a recibir enseñanza y no dinero ni gloria, y sí ciencia antes que oro. El que hallare la sabiduría hallará la vida.
Esta reflexión indica que ahora todo debe ser problematizado y sometido a la crítica. La sabiduría llama a la puerta y la inteligencia alza su voz. El principio de la educación es el amor del conocimiento y la ciencia, la justicia, la verdad, la excelencia, la inteligencia, la vida, las acciones virtuosas, el mérito, las cosas simples y comunes. La educación que así reflexiona se ha planteado llegar al principio de todo y pensar en forma conceptual y fundamental. Ha decidido volcarse hacia el ser y aprender sabiduría e inteligencia para entender lo que es la justicia, la libertad, el conocimiento. Esta es una tarea humana. La educación es humana porque nace de lo humano. No nace de los dioses. Los dioses son perfectos y no necesitan educación. Los hombres son los que necesitan educación. La educación se fundamenta en la búsqueda de la excelencia, porque lo que se tiene es insuficiente, inconcluso, inacabado, está por hacerse y conocerse.
El principio de la educación es la exploración del bien, lo pertinente, la humildad, la sabiduría. La educación intenta sustentarse en la tendencia natural en el hombre. La naturaleza se imbrica en la cultura y la cultura en la naturaleza, como la carne en el espíritu., como el cuerpo en la mente.
La educación es un intento humano racional, intencional de concebirse y perfeccionarse en el ser natural total. Este intento implica apoyarse en el poder de la razón, empleando recursos humanos para continuar el camino del hombre natural hacia el ser cultural. Cada ser humano/ hombre/mujer termina siendo a través de la educación una cultura individual en sí mismo.
Los frutos de la educación son el amor, la justicia, la ciencia, la sabiduría, la inteligencia, el conocimiento, la significación, un sistema de símbolos, los valores, la alegría, la paciencia, la templanza, la bondad, la honestidad, la libertad. La educación ayuda a superar y liberar al hombre de su conciencia natural ingenua para ganar una conciencia crítica problematizadora, liberadora (Freire, 1998).
El hombre es naturaleza y cultura al mismo tiempo: lenguaj e, cognición, y formas de pensar y ver el mundo. El mundo del hombre es la cultura. El hombre está determinado por la cultura que es su medio. El medio del hombre es la cultura que le impone límites. De acuerdo a Bruner (1997):
Nuestra evolución como especie nos ha especializado en ciertas formas características de conocer, pensar, sentir y percibir… estas constricciones se toman como una herencia de nuestra evolución como especie, parte de nuestra dotación “innata”. Las implicaciones educativas que se derivan de esta afirmación son masivas y sutiles a la vez. Porque si la pedagogía capacita a los seres humanos para que vayan más allá de sus disposiciones innatas, debe trasmitir la “caja de herramientas” de la cultura… Esta es una limitación. Otra limitación incluye las constricciones impuestas por los sistemas simbólicos accesibles a las mentes humanas en general… impuestos por la cultura (pp. 35-36).
La cultura establece los límites de la educación y el orden en el que el hombre vivirá. Ya no habrá lucha entre la cultura y la naturaleza. El hombre en su conjunto espsicológico, biológico y cultural. Ya no es sólo natural. Es también cultural, También la naturaleza es cultura. Tenemos cultura en la idolatría, la disolución, la enemistad, los celos, la ira, la contienda; en los bosques, los ríos, los mares, las montañas, el cielo, las aguas, los animales, los vegetales, las piedras, los genes, todos son dominios de la cultura. No hay nada que se le haya escapado a la cultura. El hombre está estructurado de cultura. Su hechura que comienza siendo natural termina siendo cultural. La educación se encarga de la arquitectura cultural del hombre: los valores, la cognición, los afectos, las emociones, las ideas, las prácticas sociales, el sentido de la vida, el lenguaje, la significación, los símbolos, el conocimiento.
Todos estos aspectos son tematizados, organizados y conceptuados por la reflexión pedagógica que se da cuenta de su importancia para el hombre y la sociedad, que entiende que el conocimiento y la actividad cognitiva, la concepción de totalidad del ser, la ciencia y el lenguaje son definidos por la cultura, y termina creyendo que la educación expresará a la cultura y mediará entre ella y el ser humano desde muy temprano; desde la concepción misma del ser, y se vuelve sobre la pregunta original sobre la que no duerme la educación. ¿Podrá la educación superar lo que es natural en el hombre? Rousseau (1999) creyó que el hombre natural debía quedar intacto, porque la civilización y la cultura son fuentes de perversión y corrupción, y que el hombre natural es puro, feliz, bueno, y la educación debe preservarlo en ese estado y protegerlo de la civilización, de las máscaras del respeto, buenos modales, disciplina, orden, leyes. Maslow (1970) también pensó lo mismo que Rosseau: el hombre natural es bueno, dispuesto, motivado, trabajador, libre de malicia, y la cultura lo debilita y lo corrompe, lo pervierte y lo hace malo. Por lo tanto, la educación formal corre el riesgo de perversión, debilitamiento y corrupción. Debilita y frustra las potencialidades naturales. Entonces hay entidades innatas lingüísticas, cognitivas, matemáticas, creativas naturales a la condición humana que son delimitadas y riesgosamente transformadas por la cultura y la educación.
La pedagogía crítica reflexiona sobre la educación contemporánea, calificándola de perversa, débil, ignorante, consumista, instrumental, reproductora e inconsistente. Y por el contrario se ve a sí misma como una tarea teórica dirigida al rescate de la totalidad del ser, de la capacidad problematizadora, conceptual y natural de la educación, que advierte de los daños que puede causar la educación sin sentido, que fragmenta el ser para atenderlo, pragmática e instrumentalmente y dominada por la moda de los tiempos.
La cultura es la que educa; pero la educación se le ha metido a la cultura y la ha leudado. El propósito de la levadura es leudar, corromper, ensanchar, fermentar, avivar para poder transformar a su sujeto. La educación es la levadura de la cultura. La educación se educa a sí misma, así como el hombre se forma con el hombre. El hombre natural es guiado y transformado por la educación y por él mismo. Él es sujeto de sí mismo y de otros hombres.
Bruner (op. cit.) y Vigotsky (1978) creen que el hombre y la mente del hombre son hechuras de la cultura. La mente es producto de la educación. También los valores, los afectos, las emociones, el carácter, el conocimiento, la cognición, las particularidades del cuerpo son obras de la cultura, de la educación. El cuerpo del pescador, es distinto al cuerpo del agricultor, el cuerpo de los chinos deportistas es distinto del cuerpo de los chinos músicos o poetas. La personalidad es hechura de la cultura, de la educación.
Todas estas reflexiones crecen y se consolidan en una estructura de pensamiento organizado, se crean y se formalizan en un sistema de pensamiento, en un sistema legal e ideológico político que luego se abroga el derecho de conducir la educación organizada por legitimidad jurídica y poder económico. El Estado asume el derecho de organizar, estructurar y orientar el pensamiento y la acción educativa de la cultura, además provee esquemas ideológicos para justificar unas prácticas y deslegitimar otras.
La educación no puede deshacerse de la cultura y de la tradición. Una de sus tareas es mantener incólumes la cultura y la tradición y expresar los valores que le dan cohesión al pensar y a la acción de los sistemas sociales. La educación no puede soslayar ni ignorar la cultura. Pero esa no es su única tarea, también le corresponde formar la personalidad del individuo para diferenciarse de otros y de la cultura, para mirar más allá de la cultura, formar en el individuo la voluntad individual de vivir y de poder, fortalecer el sentimiento y pensamiento individuales, subjetivos, para entenderse a sí mismo, sus propias leyes y a los demás. La educación se apoya en el respeto, la alabanza y el elogio, sin menoscabo de la exhortación y amonestación adecuada y oportuna.
Por la educación el individuo se asegura la creación científica, poética, artística, técnica, laboral, religiosa, independiente de los peligros que entrañan. Es el individuo el que lleva el mundo a cuesta, que vive en otros y no se despoja de su compromiso y amor al otro. La educación es del individuo y no de la masa. La educación se dirige a cada individuo con su rostro diferenciado, que no se pierde, que no es imperceptible entre los otros sin hacer ruido. Educa contra el engaño y la mediocridad. Es más fácil meter a todo el mundo en un mismo saco y homogeneizarlo, hacerlos iguales sin distinción. Así, es más fácil homogeneizar que diferenciar, es más fácil pensar en que todos los individuos tienen un mismo y único proyecto, el proyecto del Estado y de la cultura. La tarea de la educación es individualizar. El Estado no tiene derechos sobre el hombre, porque el hombre no fue creado por causa del Estado, el Estado fue creado por causa del hombre. La educación se sustenta en la cultura para formar al hombre, no para someterlo.
No les interesa a la cultura, ni a la educación mantener bajo su control, por mucho tiempo, al hombre, les interesa que se desprenda y viva solo, con ellas o sin ellas. Como lo hacen inteligentemente los padres con los hijos, los dejan solos para que echen a andar independientes, solos. Así se renueva todo. La cultura debe cambiar, alterarse y avanzar, moverse y no permanecer.
Le corresponde a la educación, no sólo adaptar el individuo al medio, la cultura es el medio del hombre, sino transformar y potenciar lo que es natural e innato en él, para que no sea más un niño, ni piense como niño, para que ingiera comida sólida y se desarrolle hacia horizontes más complejos, lejanos y desconocidos. La cultura debe cambiar y alterarse y evolucionar hacia una inteligencia superior. Nadie puede quedarse parado, estancado, su movimiento es hacia delante, hacia arriba y hacia los lados.
Es cierto que la cultura necesita ciencia, arte, tecnología; más y mejor ciencia, no por la ciencia misma ni por la tecnología derivada, tampoco se requiere arte por el placer del arte; sino por la esperanza de sabiduría que la cultura pide para transformarse y superar los elementos históricos que ahora la constituyen y avanzar y crear formas propias de cultura. Por lo general, la idiosincrasia del hombre en las distintas culturas no ha podido manifestarse positivamente en la creación de formas culturales constructoras, sino negativamente. Prevalece la emoción sobre la razón, el mito sobre la historia, la magia y la superstición sobre la ciencia. Predomina el hombre natural sobre el hombre cultural.
La educación transforma y potencia al hombre natural para hacer emerger un hombre distinto. Lo hace sabio, inteligente, conocedor, industrioso, prudente, independiente, seguro, indagador, amoroso, disciplinado, honesto, alegre, ético sabiendo la diferencia entre el bien y el mal, proclive al bien, a la ciencia y al conocimiento, así entenderá la justicia y la equidad y se acercará al bien y se alegrará de lo que es virtuoso, y físicamente fuerte para soportar las inclemencias del tiempo y las exigencia del trabajo.
¿Podrá la educación trasformar y fortalecer las capacidades que le han sido dadas naturalmente al ser humano: la racionalidad, capacidades de conceptuación y abstracción, lingüística, artística, ética, cooperación, las capacidades lógico-matemática, metalingüística y metacognitiva, y las capacidades de libertad, disciplina, producción, adaptación y aprendizaje? La educación libera los obstáculos que impiden la evolución del ser natural hacia el ser educado. No sabemos qué formas podrían tomar esas fuerzas que el hombre natural todavía emplea negativamente y con poca dirección hacia la vida, el amor, el respeto, la ciencia, el conocimiento, el arte y las letras, hacia el trabajo y la prosperidad, la producción material, la justicia, la política de la verdad, el compromiso y beneficios equitativos de la cosa pública y respeto a las diferencias, estimulación del honor y el mérito, la excelencia, el vigor, la sabiduría y la inteligencia.
Entristece intuir que la educación, en esta sociedad nuestra, no ha podido hacer mucho, nos hemos conformado con educar para las competencias básicas de leer y escribir, unas nociones igualmente elementales de cálculo y de ciencias, competencias laborales profesionales fundamentales y en general sólo se estimula la obtención de certificaciones, diplomas o títulos que insertan al individuo en el mercado de trabajo. Muchos creen que sí es posible transformar el hombre natural en un ambiente cargado de amor, disciplina y libertad. Si se crea una cultura libre de temores e inhibiciones se estaría en condición de educar al hombre y abordar libremente, por añadidura, el mundo del conocimiento.
Unos creen que la educación es natural y, por lo tanto, sería mejor dejar al hombre en su estado natural. No vale la pena educarlo, porque eso cambiaría su condición y lo perjudicaría. Cualquier educación debe garantizar la permanencia del hombre natural, que es preferible al hombre cultural educado.
Porque la educación modifica las condiciones del hombre natural, dado que la educación es en su esencia, civilizatoria. Freud piensa que la civilización describe en su totalidad los logros y regulaciones que distinguen la vida humana de nuestros ancestros animales y que sirve a los propósitos de proteger al hombre contra la naturaleza y ajustar las relaciones recíprocas entre los hombre e integrar el conjunto de actividades y recursos que son útiles a los seres humanos para lograr los servicios de la sociedad, protegiéndolos contra la violencia de las fuerzas de lo natural.
La educación produce beneficios por encima de los que el hombre natural ya tiene. El gran beneficio de la educación es hacer a los hombre libres, como dioses, porque conocen la verdad, la diferencia entre el bien y el mal y potencia su capacidad para decidir entre el conocimientoy la ignorancia, entre lo justo y lo injusto, entre el ser y la nada, entre lo ingenuo y la crítico.
Cómo educar al hombre es el problema fundamental. Algunos prefieren decir que para educar al hombre mejor es la censura, la crítica y la disciplina que la alabanza. En cambio otros, como el antiguo Homero, piensan lo contrario. Los hombres necesitan para su educación la alabanza, el estímulo y el apoyo, en lugar de la censura y la disciplina dura. Está implícito, en el educar, qué bueno es el consejo, la advertencia, los ideales, las normas, la amonestación, la exhortación, el orden y la disciplina; así como la alabanza, el reconocimiento, el apoyo, el amor y el respeto.
La educación consiste en creación y desarrollo evolutivo e histórico de sentido de vida y capacidad de aprovechamiento de todo el trabajo con el que el hombre se esfuerza y al cual se dedica, durante los años de su vida, de manera individual y colectiva; bien bajo su propia administración o bajo la dirección de otros, de organizaciones públicas, privadas o bajo la administración del Estado. Son muchos los beneficios que el hombre obtiene de su trabajo para el mantenimiento material de la vida, para proporcionarse seguridad económica, física, psicológica y social; para integrase a otros y sentirse parte de la comunidad que se ocupa de la vida y del adelanto material, artístico, científico, tecnológico; para la construcción de su estima y autoconcepto, y para poner a prueba sus capacidades cognitivas, físicas, emocionales, intelectuales, informativas y sociales, y al final, para realizarse a plenitud en lo mejor de sus años.
Todo este empeño lo ha hecho el hombre de generación en generación, viendo poca utilidad del esfuerzo y del trabajo con el que se ha obligado y fatigado. El trabajo le ha resultado duro y a veces poco estimulante para vivir. A muchos, la vida le ha resultado agotadora, pero su dedicación no desfallece ni se extingue. Su búsqueda es insaciable, no descansa de su trabajo, de su empeño por transformar la naturaleza, por saber y aprender y sacar provecho de su acción. Y su mente, mientras más formada y educada, no se sacia ni se conforma con lo que aprende, con lo que atrapa sensorialmente, con lo que descubre en su reflexión, con lo que hipotetiza o teoriza elaborando representaciones y modelos de la realidad; así como el ojo no se cansa de ver, ni el oído de oír, ni la piel de sentir, ni la lengua de probar, ni la nariz de oler; aunque encuentre que lo que fue ya no es, ni será lo mismo lo que ya ha sido. El hombre sigue repitiendo su esfuerzo incansable por la vida, por darle sentido a la vida, y siempre terminará preguntándose si hay algún sentido en el trabajo que hace y se entrega. Sabe y ha aprendido que todo trabajo, que toda búsqueda requiere de enormes esfuerzos. Esfuerzo que sobrepasa los beneficios que logra. Terminará sus años sabiendo que las generaciones siguientes también harán lo mismo.
La educación consiste en preparación y formación para inquirir y buscar con sabiduría e inteligencia, aumentar el saber, dar sagacidad al pensamiento, aprender de la experiencia, aprender de otros. Es el intento humano más importante entre los hombres para transformarse y mantenerse unidos siendo parte uno del otro en la estructura de la cultura diferenciándose e identificándose a través de intercambios simbólicos y materiales.
Esta es una labor compleja en la que se han ocupado generaciones sucesivas, no se le puede soslayar, es necesario ocuparse de ella siempre. Enseñar a los más jóvenes, desde muy joven, a inquirir y buscar con sabiduría e inteligencia, todo lo que existe, es y se construye y todo lo que se muestra a los sentidos y a la mente. Es un trabajo exigente que se le ha a dado a los hombres, a los que educan. Porque todo lo que rodea al niño y al joven hoy está lleno de vanidad, de presunción y de sin sentido, la obra del hombre y de la cultura pareciera dirigirse a la banalidad y superficialidad del ser, a la sensualidad y al hedonismo, a la egolatría y al poder, a la apariencia y al narcisismo. Todas estas características de la cultura y de los hombres contemporáneos podrían reconstruirse a través de la educación, si el niño es educado desde muy temprano.
La educación temprana despierta y consolida las potencialidades del niño, los deseos y capacidades de saber, conocer e interpretar el mundo. Así dedicará su mente y su corazón al conocimiento, la sabiduría y el entendimiento. La educación de la mente lleva consigo la educación del corazón, de la pasión, de los sentimientos y emociones.
El conocimiento sólo es posible a través de la relación afectiva con el fenómeno objeto de conocimiento. En el conocer hay entrega y aflicción, en el mucho conocimiento hay mucha dedicación, desvelo y preocupación, hay mucho dolor: “quien añade ciencia añade dolor”. El conocimiento no es hoy una pasión, a pesar de ser una mercancía muy valiosa. Hoy, la mayor pasión del hombre pareciera girar en torno de la posesión de bienes materiales y la educación pareciera dirigirse a la preparación para la adquisición de bienes materiales, y la preparación para conducirse ante la pasión de la vida material, el dinero y la lujuria. De qué sirve el dinero y los bienes materiales si éstos no pueden ser compartidos y distribuidos entre los que poco poseen o nada tienen.
Nadie quiere negar a sus ojos lo que ve y desea, nadie quiere apartar su corazón de lo que anhela. Nadie tiene que hacerlo, si eso que le ha sido dado, es vivido con sabiduría, con inteligencia y desprendimiento. Porque la sabiduría y la inteligencia sobrepasan la riqueza y la ignorancia. “El sabio tiene los ojos en la cabeza” y el ignorante anda a tientas y sin saber a dónde va, ni lo que hace. Es más probable que el hombre menos educado, el menos formado, tienda a aborrecer la vida y todo lo que le rodea,animal, planta, al hombre mismo y hasta su propia vida; más que el hombre educado para amar la vida, lo que le rodea y al hombre mismo.
De hecho no hay mejor cosa, ni mejor labor de la educación que formar al hombre para que gane su propio pan, su propia vida, se construya su propia casa, defina los límites de su propia autonomía, construya su propio proyecto y controle parte de su destino, descubra su lugar en el mundo entre los hombre y las cosas, lea y entienda los tiempos y los transforme no acomodándose a ellos, ni adecuándose a ellos, sean buenos o malos. Si los tiempos son buenos, transformarlos y beneficiarse de ellos en cuanto pueda, ahorrar, disfrutar, potenciar, asegurar, multiplicar, y procurar el bien de otros: “no hay mejor cosa en tiempos de paz y holgura que hacer bien y alegrarse”. Si los tiempos son malos, redimir los días, no perder ni un solo minuto, estar alerta y pendiente y no desmayar, vivir al día sin molestia, ni presiones: cada día tiene su propio afán.
Es bueno para los más jóvenes, los que aún van a la escuela, cuando estén en las aulas, laboratorios, talleres, frente a sus maestros, acercarse y oír, participar, elaborar ideas e hipótesis, expresar lo que sienten; buscar respuestas y solución a los problemas científicos, tecnológicos y sociales. El maestro es quien conduce y acompaña el trabajo y el crecimiento educativo de sus alumnos. El alumno es quien busca el conocimiento, solo, junto a su maestro junto a otros alumnos. El alumno busca conocimiento y sabiduría y contribuye consigo mismo a potenciar y perfeccionar su talento y capacidad naturales. La educación se fundamenta en lo que es natural y potencial e inacabado, en lo que aún no es perfecto: la cognición, la inteligencia, el sentido común, las emociones, los afectos, la información, el lenguaje, el discurso, la creatividad, el cuerpo, los valores. La educación busca el bien, la potenciación y transformación del hombre natural. Potencia lo que es común y natural a todos, y atiende por igual lo que es diferente. La educación busca formar para la no posesión material, su empeño es en la posesión del saber, del conocimiento, la inteligencia y la sabiduría que son bienes de otro tipo.
Porque quien posea más de lo que necesita y aprende a amar y desear más los bienes materiales sobre los no materiales y el poder, no se saciará. Quien ama el mucho tener, no sacará ningún fruto; porque en cuanto aumentan los bienes, también aumenta el consumo y los consumidores y la producción que busca satisfacer el consumo también serla interminable. Le corresponde a la educación formar productores conforme a las necesidades de la comunidad. “es bueno comer y beber y disfrutar del bien” y de todo el trabajo con el que el hombre se empeña permanentemente para generar bienes y conocimiento. Ambos son escudos protectores del hombre y de las comunidades. Porque mejor es la ciencia si también se poseen recursos materiales. La ciencia es para explorar y hallar lo profundo y desconocido, para elaborar modelos e imágenes de lo que no se puede ver a simple vista, ni oír a simple oído, ni sentir con sólo tocar, ni oler a simple olfato, o gustar con sólo probar. Los sentidos no son totalmente confiables cuando se quiere percibir el mundo, ni para la construcción del conocimiento. Quién como el científico, como el sabio que entienden las declaraciones de las cosas. El mundo, la realidad, probablemente no es tal como los vemos, los oímos o palpamos. Si no es así, entonces es una representación, un modelo, una imagen, un concepto de lo que posiblemente es. Por eso “andamos por fe y no por vista”. Andamos con una imagen, con una representación, con un modelo en la mente. Muchas cosas que también son no las vemos, ni las palpamos ni las oímos.
Quien se ocupa de la ciencia, del conocimiento, quien ha sido educado para la ciencia y el conocimiento o quien descubre el saber, es diferente a quien no se ocupa o no ha sido educado para el conocimiento ni para la ciencia. Ambos tienen el mismo destino. La educación se fundamenta en la posibilidad de salvación del hombre de la ignorancia y la incompletación, en el temor del saber para evitar la culpabilidad y el delito de no saber. La ignorancia no exime de culpabilidad, aun cuando se pueda alegar ignorancia. La educación forma al hombre para el sentido común, de lo que no hay escapatoria.
El hombre no puede pretender igualdad mientras viva, aunque la desee. La educación tampoco garantiza privilegios de ningún tipo. No habrá igualdad entre los hombres. La educación profundiza las diferencias, porque potencia por igual lo que es común para hacer a los hombres diferentes. Cada quien se aparta en su propio camino. La educación atiende las diferencias, las desigualdades y desemejanzas.
Quien pretenda lograr igualdad y semejanza entre los hombres a través de la educación, se equivoca, es un esfuerzo inútil y falso. Aunque todos reciban los beneficios de la educación, por igual, a los que todos tienen derecho, unos sacarán más provecho que otros: unos menos y otros más. Todos se beneficiarán de maneras distintas y en proporciones diferentes. La igualdad es una apariencia, una imagen, un modelo de lo ideal. Sólo existe en la mente y en el corazón.
Es parte de la vida ver a los menos educados y formados, ostentar poder y riqueza y ser halagados con pompas y caravanas, más que el hombre sabio y formado, humilde, educado y que ha alcanzado altos niveles de conocimiento. Prefieren el escondite y la soledad, no necesita ni goza de honores, ni privilegios, porque su recompensa ya le ha sido dada. De ellos se olvidan fácilmente, porque no gritan ni se promueven para llamar la atención, no pretenden dirigir a nadie ni pecan por el mucho hablar.
Su actuación es recta e inofensiva y cortés, deja su obra para la posteridad, allí está su recompensa.
Aunque el hombre persista en no educarse, en no obtener y construir conocimiento y saber y alcanzar sabiduría y, sin embargo, disfrutar de privilegios, y de los beneficios del poder del Estado y de la riqueza, los que se educan porque le temen a la ignorancia, los que alcanzan altos niveles de saber y sabiduría, a los que buscan el conocimiento y la sabiduría; a ellos también les irá bien y encontrarán su recompensa en el conocimiento, en la sabiduría, en las ciencias, las artes, las letras. Pareciera, sin embargo que tanto al sabio como al no sabio le ocurrirá lo mismo. Por lo tanto, lo mejor es alegrarse, alabar la alegría y no estar triste, comer y beber conforme a la necesidad de cada quien, producto de su trabajo. Es lo que le corresponde a cada uno conforme a su labor.
Los que se dedican a entender sabiduría y ciencia y a alcanzar el saber, trabajan duramente para proveer de su fruto y beneficio a los demás. Aman compartir con los otros, no duermen ni descansan. Es mucha su obra y su trabajo, que por mucho que se dediquen nunca terminarán. Los hombres probos, austeros, prudentes, artistas y científicos, escritores ponen su trabajo, su obra ante la comunidad a la que pertenecen para que los juzguen. Si su trabajo y su obra son sinceros y producto del amor y de la pasión, serán juzgados como sinceros y entregados. Si es producto de la farsa, la mentira y el oportunismo, y nadie lo sabe, todo está delante de ellos mismos.
A la vista, en apariencia todo acontece de la misma manera a todos, una misma cosa ocurre a unos y a otros por igual, al justo y al no justo, al que se sacrifica y al que no se sacrifica, al trabajador productivo y al no productivo, al que vive esperando las dádivas del Estado y al que solo espera el producto de su trabajo, al bueno como al que nos es bueno, al que teme como al que no teme, al pequeño y al no pequeño, al rico y al no rico. Una misma cosa ocurre a todos los hombres a pesar de ser diferentes. Todos sufren y temen, todos se alegran y se entristecen, todos sienten hambre y sed, todos se visten y se desnudan, todos aman y odian, todos desean la paz, todos lloran y ríen, todos enferman y sanan, todos mueren.
Mejor y más provechosa es la educación, la sabiduría y la inteligencia que el poder y la fuerza, las comodidades, los bienes materiales y el dinero; aunque las ciencias y el conocimiento sean menospreciados y su discurso no sea escuchado. Las palabras del sabio y del maestro son mejores que las del político, demagogo lleno de promesas y de incumplimientos y de engaños; que el grito y la voz del soberbio. Mejor es la educación, la sabiduría y el conocimiento que las muchas armas de guerra, que mil ejércitos armados.
La educación debe ocuparse de los más jóvenes que se alegran y disfrutan de su juventud, de la alegría, de la energía, de la intrepidez, de la esperanza, la libertad y el placer. El joven encuentra y toma placer en sus días, sin estimar el precio ni el valor por lo que hace, anda en los caminos de la pasión, la expansión de la vida y los desenfrenos sensuales. El joven no es sabio, ni prudente, ni sosegado. Tiene el mundo abierto, es siempre un proyecto abierto, es una legión de proyectos. Todo esto que lo caracteriza es a menudo evaluado por la sociedad, por los padres y amigos. El joven no está solo. Por lo tanto, debe aprender a hacer lo que hace con un mínimo de sensatez, de sentido común y de vida. Porque también la juventud es una imagen, una apariencia, dura tanto como la flor de la hierba, “como la gloria del hombre, que hoy es y mañana ya no es”. El joven debe sostenerse en la educación que ha recibido, en la que ha participado, para cuando lleguen los días en que andará solo, lleve el mundo sobre sus hombros y sea responsable por sí mismo y por otros, cuando se requiera recato y entrega, sagacidad, riesgos y valentía, más energía y fuerzas, más sueños y esperanzas. La educación es una creación, es una posibilidad, una actividad y un producto del ser humano y de la cultura.
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