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Salus
versión impresa ISSN 1316-7138
Salus vol.16 no.1 Valencia abr. 2012
La paz en los estudios de convivencia
El gran tema de la cultura en la época contemporánea es el de la convivencia. En gran medida, el futuro de la vida, en especial de la vida humana, depende de que podamos pensar y llevar a la práctica sistemas de vida en común menos inequitativos, más equilibrados y donde la cooperación desplace a la confrontación como manera de relacionarse entre los seres humanos, las naciones y las culturas. En tal sentido, en la convivencia el lugar central está ocupado por la consciencia, la responsabilidad y el compromiso con la construcción de la paz, materializada en relaciones de respeto, tolerancia activa y diálogo constructivo entre los diferentes.
Todo ello exige un uso inteligente del conocimiento. Acerca de ello, si es verdad que el siglo XX fue el siglo de la ciencia o mejor aún de la tecnociencia, mostrando de modo evidente el gran poder del conocimiento, el siglo XXI se inició con una amplia demanda de responsabilidad en el uso del poder del conocimiento. Ello se derivó, principalmente, de la constatación de un sinnúmero de casos en que el poder del conocimiento fue usado para afectar negativamente la vida o para crear condiciones de riesgo casi inmanejable de la misma. Poder del conocimiento y responsabilidad en su utilización marcan significativamente a las sociedades contemporáneas, como constatación y aspiración, respectivamente. Pero ello no basta: resulta cada día más evidente que sin un cambio profundo en los niveles de compromiso (de las personas, las empresas, los gobiernos, los países) con el cuidado de la vida, en todos sus sentidos, no habrá futuro, es decir, la vida no será viable. A nuestro juicio, el siglo XXII está muy cerca: en la medida en que un cambio de siglo es, más que un simple cambio en el calendario de una cultura, una profunda modificación de la manera de pensar y de hacer las cosas: un "nuevo siglo político", en la expresión de J. Sapir, comenzará cuando seamos conscientes de los graves riesgos en que se encuentra la vida, cuando nos hagamos responsables de superarlos y cuando asumamos efectivamente el compromiso de hacerlo en la práctica.
La paz ha sido, desde los orígenes de la humanidad, una aspiración y una búsqueda, a pesar de la casi interminable serie de conflictos y guerras que han conocido los seres humanos. Como búsqueda, la paz es parte de los esfuerzos que apuntan a la construcción de un mundo más humano. Pero no se trata de la búsqueda de una utopía, como si la paz fuese solamente un ideal al que es necesario ver fuera de todo espacio y más allá de todo tiempo. La paz no es únicamente la referencia a un deber ser ideal, pero, precisamente en cuanto tal, aparentemente irrealizable. Tampoco es la simple renuncia a rechazar las situaciones de injusticia y desigualdad a fin de evitar conflictos que parecieran ser males mayores. Ni utopía ni resignación; ni utopismo ni pragmatismo. La paz es realismo, en el sentido más profundo: es atender, prácticamente, a lo más real, la vida misma de las personas, las sociedades, las culturas. Esto hace de la paz una construcción posible, a condición de que unamos consciencia, responsabilidad y compromiso.
Resulta claro que la paz activa no es simplemente la ausencia de conflicto. En primer término, porque la conflictividad es inevitable en las relaciones entre los seres humanos, las naciones, las culturas. Pero dicha inevitabilidad no significa admitir sin más que todo conflicto deba desembocar en confrontación y violencia; la asociación de conflictividad y violencia es injustificable, pues el ámbito adecuado de abordaje del conflicto es, en primer término, el diálogo, orientando un proceso que pueda conducir a la negociación o a la mediación. Ante un conflicto, el primer nivel de abordaje es preguntarse por sus causas, elementos y posibles vìas de solución. Un segundo nivel consiste en establecer las bases para la adecuada gestión del conflicto, es decir su manejo equilibrado evitando aristas que pudieran provocar la ruptura del proceso de gestión. En un tercer nivel, resulta importante transformar el conflicto, es decir hacer de él un elemento y una ocasión de aprendizaje: en primer término, para no repetir la situación conflictiva, pero, en segundo término, para que de dicho conflicto se pueda obtener un aprendizaje de humanización, es decir el enriquecimiento de todos los actores y de la calidad de la relación que los vincula.
El pensamiento que permita orientar la búsqueda de la paz se apoya en diferentes niveles de reflexión. En primer término, es necesario trabajar en la determinación de la etiología del conflicto, pues, con la determinación de los elementos causales es posible obtener un avance en su explicación, lo cual constituye sin duda un paso importante para el diseño de las estrategias de abordaje. Pero la sola explicación no resulta suficiente: es necesario además profundizar en las claves que puedan iluminar el sentido del conflicto, es decir su inclusión en un proceso de aprendizaje que trasciende la situación conflictiva. Esta dimensión de sentido es la herramienta adecuada para orientar el desarrollo de la secuencia: situación conflictiva, progresión del conflicto, proyección de aprendizaje. Junto al conocimiento del conflicto, base para la determinación de su etiología, el saber del conflicto permite integrar la situación en su potencial de progresión deseable y, a su vez, la sabiduría acerca del conflicto nos abre a la posibilidad de un enriquecimiento humano vinculado a mejorar la calidad de la relación en la que es posible encauzar la diversidad de perspectivas desde la cual construímos la vida.
Educar para el abordaje no violento de los conflictos es, al mismo tiempo, educar para la convivencia en la diversidad convergente y , en definitiva, educar para la paz. Valorar la paz, como instancia propia para construir la vida; valorar la convivencia, como régimen propio de lo humano; valorar la diferencia, como parte del necesario aprendizaje compartido. La paz necesita del conocimiento, que permite prevenir, manejar y crecer a través del conflicto, pero sobre todo necesita de la valoración de lo humano que está en juego en cada situación conflictiva como oportunidad para lo humano.
Victor Martin Fiorinio
Universidad del Zulia E-mail: martinfiorino@yahoo.com