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Comunidad y Salud

versión impresa ISSN 1690-3293

Comunidad y Salud vol.14 no.1 Maracay jun. 2016

 

VIOLENCIA JUVENIL DELINCUENCIAL EN LATINOAMÉRICA: UN DESAFÍO ÉTICO DE LAS SOCIEDADES DEL SIGLO XXI.

Iris Terán1

1 Unidad de Investigación y Estudios en Salud Pública. Facultad de Ciencias de la Salud. Universidad de Carabobo-Núcleo Aragua Correspondencia: iristeran@gmail.com

RESUMEN

Producto de la reflexión desde la óptica del Enfoque Integrador Transcomplejo, se realizó un ensayo sobre la multidimensionalidad ética de la violencia juvenil delincuencial en Latinoamérica, que parte de hacer una revisión histórica de la magnitud y naturaleza del problema en la región, haciendo posteriormente una revisión teórica contextualizada de los resultados de las investigaciones relacionadas con la violencia juvenil delincuencial en América Latina, donde finalmente a partir de la aproximación hermenéutica a las representaciones sociales de los jóvenes violentos, se concluye reflexionando sobre la necesidad de trascender hacia una ética en la investigación que rebase los niveles de exigencia de lo cotidiano de la ética utilitarista o de la consecuencial y se eleve a un estrato racional de lo cuántico, de lo subjetivo, de lo relacional y multiverso, es decir de lo transcomplejo. Esto implica el abandono de la lógica positivista, de la norma, de la deontología, en la búsqueda de lo reflexivo conciencial, lo interpretativo fenomenológico, lo emergente-vivencial, así como lo dialéctico relacional.

PALABRAS CLAVE: Violencia juvenil delincuencial, Multidimensionalidad ética, Transcomplejidad, Enfoque integrador Transcomplejo.

YOUTH VIOLENCE IN LATINOAMÉRICA DELINQUENCY: A CHALLENGE ETHICAL COMPANIES OF THE CENTURY.

ABSTRACT

Product of reflection from the perspective of Focus Integrator Transcomplejo, an essay on ethics multidimensionality of youth violence criminal in Latin America was held, that part of making a historical review of the extent and nature of the problem in the region, subsequently making a review theoretical contextualized the results of research related to youth violence criminal in Latin America, where finally from the hermeneutical approach to social representations of youth violent conclude by reflecting on the need to transcend to a research ethics that levels exceeding the daily requirement of utilitarian ethics or consequential damages and rise to a rational layer of the quantum, of the subjective, relational and multiverse, that is what transcomplejo. This implies abandoning the positivist logic of the rule of ethics in the pursuit of the reflective conciencial, the interpretive phenomenological, the pop-experiential and relational dialectical.

KEY WORDS: Delinquency youth violence, Ethics multidimensionality, Transcomplejidad, Transcomplejo integrative approach.

Recibido: 12/01/2016 Aprobado: 15/03/2016

INTRODUCCIÓN

La violencia interpersonal representa uno de los principales problemas de salud pública del siglo XXI. En Venezuela, este tipo de violencia se ha convertido en la primera causa de mortalidad de la población masculina entre 15 y 30 años. 1, 2,3

A pesar del énfasis que tienen las políticas públicas en fortalecer la inversión en seguridad y en políticas redistributivas orientadas a disminuir la pobreza, paradójicamente, no se ha podido impactar en la tendencia a la reproducción y expansión de los patrones de violencia entre los niños y adolescentes de las barriadas venezolanas, quienes injustamente mueren como consecuencia de las inequidades sociales que determinan y condicionan el perfil de morbimortalidad de esta población.4,5

América Latina es la región del mundo donde las tasas de homicidios para la población entre 15 y 26 años son más altas, con 36,4 por 100.000 habitantes. Es seguida por África con 17,6 por 100.000, y, todavía más lejos, Europa Occidental y algunos países de Asia y el Pacífico, con 0,9 por 100.000 hab.6

De los 600.000 homicidios anuales que ocurren en el mundo 25% tienen lugar en América Latina, y la frecuencia es 10 veces mayor en hombres que en mujeres.7 Hay en estos eventos un marcado gradiente social definido por la educación. La mitad de los homicidios se concentran en el quintil más bajo de escolaridad de la población adulta masculina, 73 veces en exceso cuando se compara con el quintil de escolaridad más alto.2

La mayoría de estas muertes tienen lugar en las ciudades y son producto de la violencia interpersonal, no de guerras ni de conflictos armados; sino violencia cotidiana: es encontrarse con la muerte en la esquina de la casa. En Latinoamérica la violencia no es producida aleatoriamente, sino que parte de una cultura de conflictos familiares, sociales, económicos y políticos, así como del sistema consumista globalizado que se impone como modelo, en el imaginario colectivo de la sociedad del siglo XXI. El privilegio de fácil acceso a las drogas, la falta de oportunidades de empleo, salud, educación y espacios para la cultura y el deporte, la desintegración familiar, la impunidad, entre otros factores, componen el contexto en el que nace y crece la juventud a partir de las dos últimas décadas del siglo XX. Según la Organización Panamericana de la Salud las principales causas de la violencia se asocian, entre otros factores, con las inequidades sociales prevalentes, el desempleo, el aumento en la densidad de población y la segregación urbana, donde coexisten la riqueza y la pobreza extrema. El crecimiento del narcotráfico y del crimen organizado también esta´ contribuyendo a que esta nueva epidemia del siglo XXI sea de la mayor gravedad.2

En este contexto y con el propósito de hacer una reflexión desde la óptica del Enfoque Integrador Transcomplejo, se realizó un ensayo sobre la multidimensionalidad ética de la violencia juvenil delincuencial en Latinoamérica, mediante una revisión histórica de la magnitud y naturaleza del problema en la región, posteriormente una revisión teórica contextualizada de los resultados de las investigaciones relacionadas con la violencia juvenil delincuencial en América Latina y a partir de la aproximación hermenéutica a las representaciones sociales de los jóvenes violentos, se concluye reflexionando sobre la necesidad de trascender hacia una ética en la investigación que rebase los niveles de exigencia de lo cotidiano de la ética utilitarista o de la consecuencial y se eleve a un estrato racional de lo cuántico, de lo subjetivo, de lo relacional y multiverso, es decir de lo transcomplejo. Algunas consideraciones teóricas contextuales sobre la violencia juvenil delincuencial en Latinoamérica.

La violencia en general puede ser descrita como una forma de conseguir de otro aquello que no quiere ceder libremente8 y agrupa una serie de manifestaciones de carácter agresivo que se dirigen hacia otro sujeto o un grupo el cual puede reaccionar devolviendo la misma violencia o actuando en forma receptiva y sumisa. Cerezo (1999) se refiere a agresividad "cuando un individuo ha hecho propia ésta conducta, es decir, cuando la presenta en forma reiterada".9

A un fenómeno de esta naturaleza, se podría atribuir tanto sus causas como la responsabilidad, a padres, educadores, circunstancias, etc.; pero no se debe perder de vista que niños y niñas son un reflejo de la sociedad en que viven, y que de ellos dependen las características fundamentales en el futuro de la misma.10

A diferencia de algunas concepciones naturalistas, donde se considera la violencia como una conducta inherentemente humana, en este contexto se considerará a ésta como una forma de expresión que tiene su origen en lo social, ya que se reconoce que una de las principales características de los homínidos superiores, incluido el hombre, es la capacidad de actuar cooperativamente siendo su principal habilidad la interpretación de los estados emocionales en los otros, lo que es la base para la generación de conductas cooperativas.11

La dimensión estructural de la violencia social se materializa a partir de los 90´ en las medidas económicas y reformas estructurales implementadas; en las relaciones familiares, comunitarias, escolares y en cifras que dan cuenta del incremento de la criminalidad, el cambio en la modalidad delictiva y también la edad de quienes cometen delitos.12

Para explicar las conductas antisociales en adolescentes, es necesario tener en cuenta aspectos como: el paradigma social imperante en este momento histórico, la doble moral de las instituciones sociales y por ende su doble discurso, las representaciones sociales y el mecanismo de defensa de la identificación con el agresor.13

Como posibles explicaciones de la proliferación de las conductas antisociales en niños, niñas y adolescentes González14 expone, la relacionada con la descomposición social, el modelo económico, de la desintegración familiar, la influencia de los medios de comunicación, el deterioro del sistema educativo, la corrupción, el doble discurso institucional y la cultura de la violencia, en este sentido el autor expresa:

La construcción de los niños, niñas y adolescentes con conductas antisociales tiene que ver con la putrefacción del tejido social y sus causas son evidentemente múltiples. Pero sobresalen de manera puntual: El modelo socioeconómico neoliberal, la desintegración familiar, los medios de difusión, nuestro sistema educativo, la corrupción de la política, el doble discurso institucional y la cultura de la violencia, que proponen que todo se tiene que resolver a través de la desintegración del otro, o de los otros, creando al interior de la sociedad, de las instituciones, de las familias y del propio individuo vínculos afectivos totalmente nocivos para el desarrollo humano.13

La práctica delictiva violenta es resultado de la relación entre lo objetivo y lo subjetivo y de ésta se desprenden los factores que construyen la violencia; Gorry13 aclara que lo objetivo se refiere principalmente a expresión de las condiciones materiales de vida, a las relaciones familiares y al lugar donde se reside. Mientras que lo subjetivo está referido a la conformación de la identidad alrededor del delito o relaciones violentas entre los jóvenes, a la socialización familiar y escolar inmersa en una desvalorización y escaso reconocimiento de la autoridad en familias y escuela, al deficiente desarrollo de la responsabilidad, a la carencia de modelos sociales a seguir, a la corrupción en las instituciones penales y lo principal la valoración negativa que hacen de su vida y por ende de la de los demás. Los jóvenes en conflictos con la ley constituyen un fenómeno social, consecuencia de un mercado de trabajo excluyente, que discrimina y transforma el núcleo familiar tradicional basado en el esfuerzo, o valores como el respeto y dignidad; en Familias transgresoras que son la referencia de estos jóvenes y que guardan algunas similitudes en torno a factores de riesgo como: inicio temprano en el consumo de drogas, vivir en lugares conflictivos y vulnerabilidad socio-económica, dificultad para reconocer figuras que implican autoridad, carencia de expectativas, no se desarrolla un sentimiento de culpa o de sentirse responsable por algo, por alguien.12

En la actualidad, presente para el año 2016 existe un gran número de personas que conforman la población de niños, niñas y adolescentes con conductas antisociales, siendo éste un problema grave en nuestra sociedad. Son muchas las presiones que se tienen para sacar a la familia adelante, de tal manera que muchos menores se ven forzados a salir de sus casas para sobrevivir por su propia cuenta. Desafortunadamente la inseguridad económica no constituye la única causa por la que un niño o adolescente abandona su hogar.

Entendemos que, en ocasiones, el hogar en vez de ser un lugar protector para el menor resulta más peligroso que la misma calle.13 Las diversas problemáticas que muestran los adolescentes relacionadas con comportamientos agresivos o violentos, dan cuenta de aspectos sociales y familiares, así como de causas más específicas de este comportamiento que permiten avanzar en su diferenciación.14

Otros autores han estudiado este comportamiento en niños escolarizados, con el fin de caracterizar el contexto de la violencia escolar, como escenario precursor de las futuras conductas antisociales de jóvenes y adolescentes, explicando que las causas entre los adolescentes de su comportamiento agresivo responde en algunos a la necesidad de marcar el dominio entres sus pares, basado en su fuerza física, en su habilidad de liderazgo.15

Estos alumnos imponen pruebas y condiciones a quienes quieren pertenecer a su grupo, o imponen condicionantes para recibir protección de sus agresores. Otros comportamientos de alumnos adolescentes nos están señalando causas que se refieren a problemáticas sociales que han aprendido en el mundo de los adultos y en su medio como son el rechazo violento a las tendencias sexuales diferentes en otros compañeros y el organizarse para delinquir. En el sistema escolar estas conductas se ubican en torno al conflicto que generan entre los integrantes del sistema educativo y se explican desde un marco explicativo en donde se comprende que en la aparición de este fenómeno existe una gran cantidad de factores que pueden incidir, los cuales se ubican tanto dentro como fuera de la escuela.11

Estudios realizados en Guatemala16 contextualizan la problemática de la violencia en jóvenes de áreas marginales, señalando que las muertes violentas de jóvenes han tomado dimensiones alarmantes. Señala además, que el sistema económico social imperante donde predominan las injusticias ha influido en lo íntimo de las familias y grupos sociales, propiciando relaciones interpersonales violentas, basadas en la competitividad, que obliga al fuerte a vencer al débil; asimismo, el sistema patriarcal fomenta creencias que justifican al agresor colocando a las mujeres en desventaja, con más posibilidades de ser agredidas; que las jóvenes y los jóvenes de áreas urbano-marginales han sido estigmatizados por el Estado quien envía frecuentemente a los integrantes de aparatos represivos del Estado, a esos lugares para ametrallarlos, arguyendo "limpieza social". Estos y estas jóvenes de áreas urbano marginales que se levantan en un sistema de violencia, incluso desde muy temprana edad, han sido maltratados por los vecinos o por sus propios familiares, tienen tendencia a repetir las agresiones de igual manera hacia otras personas, quienes por lo regular son menores que ellos o más vulnerables. Estos jóvenes frecuentemente son utilizados por los narcotraficantes quienes los obligan a realizar actividades que muchas veces no desean efectuar, como transportar, vender o comprar droga. Algunos jóvenes se integran a la mara porque creen que de esta manera vengan la violencia ejercida en su contra; en otros casos son obligados a pertenecer a ella. De esta manera llegan a ser consecuencia y parte del problema.16

No obstante, señala esta autora, a otros jóvenes, pese al ambiente hostil por las amenazas constantes de la mara, la familia o los aparatos represivos del Estado, pareciera no matárseles las esperanzas juveniles. Al brindarles algunas oportunidades, como formación académica, empleo y fortalecimiento humano, con acompañamiento psicológico, individual y grupal, muestran que pueden ser parte importante de la solución de la violencia que amenaza a la población, hasta llegar a influir en sus mismas comunidades y así contribuir a la transformación social.

Una aproximación a las Representaciones Sociales de los jóvenes violentos

En una investigación hermenéutica realizada en el estado Aragua, Venezuela con adolescentes y jóvenes violentos y transgresores, que residen en comunidades de alta incidencia de mortalidad por hechos violentos, con el fin de rastrear representaciones sociales, que pudieran aproximarnos a la comprensión de la dinámica social de su mundo-de-vida y a la identificación de factores contextuales que podrían estar influyendo, de una manera compleja, en la generación de conductas violentas en adolescentes de familias venezolanas, con el propósito de aproximarnos a la comprensión heurística de los sistemas de valores y significados que rigen ese discurrir cotidiano del mundo-de-vida de los jóvenes aragüeños violentos y delincuentes; se encontró que la familia, el liceo y la calle son los espacios de socialización donde se forjan las representaciones sociales que reproducen la violencia.17

Las representaciones sociales identificadas en el discurso de dichos adolescentes y jóvenes transgresores fueron:

a. La familia conformada como un espacio disperso de relaciones desintegradas, generadoras de abandono.

b. La naturalización de la violencia, como respuesta a la exposición y experiencia temprana a situaciones repetitivas de conflicto y violencia intrafamiliar.

c. El resentimiento social reprimido, producto de las inequidades que producen la frustración de las expectativas consumistas, reproducidas por la sociedad.

d. La delincuencia y el narcotráfico como instancias de poder local.

e. Las instituciones de seguridad, como sinónimo de ineficacia y corrupción.

f. El liceo como espacio inútil para la formación formal exitosa, pero útil para las relaciones y los aprendizajes no formales, que si sirven para la vida.

g. La cotidianidad y naturalización de las muertes violentas de los adolescentes dentro del imaginario colectivo.

h. La violencia, las drogas y la muerte como opción de reconocimiento.

Este panorama de representaciones, trae como consecuencia la necesidad de exigir el diseño urgente de estrategias integradas, de corto, mediano y largo plazo que contemplen el abordaje simultáneo y continúo de los factores simbólicos, institucionales y estructurales que intervienen en esta problemática. Finalmente, concluye el estudio que lo álgido de la problemática amerita de la profundización en la comprensión de las dinámicas y representaciones sociales que circulan en los espacios de la convivencia escolar, especialmente a nivel de los establecimientos educativos a nivel medio y diversificado.17

La multidimensionalidad ética de la violencia juvenil delincuencial en Latinoamérica.

Después de revisar los resultados de las diversas investigaciones sobre violencia juvenil delincuencial, comentadas en las secciones anteriores y partiendo de la premisa que la ética es una condición inherente de la condición humana, no cabe ninguna duda que la violencia juvenil delincuencial en Latinoamérica es la más cruenta evidencia de la profunda crisis civilizatoria global, que se acentúa en las últimas décadas del siglo XX e inicios del Siglo XXI, y que se caracteriza por imponer valores globales basados en la materialidad, el consumismo, la pérdida de identidad y pertenencia cultural, al homologar una identidad global deshumanizada, materialista, antropocéntrica, excluyente y suicida que privilegia: el tener sobre el ser, el consumir sobre el preservar, el placer material sobre el placer de la búsqueda del conocimiento expandido que busca el bienestar del colectivo, que privilegia el vivir egoísta e irresponsablemente la inmediatez ante la alternativa de una vida ética y plena que busca la trascendencia del ser. Es decir, el claro triunfo de una desproporcionada racionalidad instrumental, reduccionista y tecnocrática, que encadena a nuestros niños y adolescentes a la esclavitud de vivir una vida estandarizada, preconcebida por las leyes del mercado y la tecnología, mediada por los excesos y las inequidades, producto de gobiernos e instituciones corruptas, que olvidan la ética de la virtud de los gobernantes, en la búsqueda prudente de la felicidad, como lo plantea Aristóteles, mucho menos con el cumplimiento del deber kantiano, sino que se acercan a la política no como fin máximo de ejercer la virtud para procurar el bien de los gobernados, sino como medio para acceder al poder como forma para lograr su propio bienestar a expensas del perjuicio de las condiciones de vida de las personas a quienes gobierna.

Por tal razón, los jóvenes delincuentes latinoamericanos se convierten en victimarios de sus crímenes y víctimas de una sociedad pervertida e hipócrita, que promueve en el discurso la calidad de vida de sus ciudadanos, al mismo tiempo que profundiza las brechas de inequidad mediante el aniquilamiento de las bases morales de la sociedad. Tanto a ricos como a pobres solo nos interesa consumir y tener, tener y consumir, se adquiere la tecnología para tener "estatus", aún sin ni siquiera utilizarla realmente. La huella ecológica producto de la chatarra tecnológica contamina el ambiente, ante la complicidad de todos.

Los más desposeídos que también la quieren tener, están dispuestos a matar por apoderárselos, producto de la desesperanza aprehendida que impera en nuestras barriadas. La vida como tal vale menos que un par de zapatos o un teléfono inteligente. La impunidad reina en las comunidades, donde los gobiernos, los cuerpos policiales y judiciales se hacen cómplices y empleados de las todopoderosas y multimillonarias redes de narcotráfico. Nuestros jóvenes tienen en su imaginario colectivo, que la única manera de conseguir respeto y justicia social, es imponerse mediante la violencia delincuencial. Por otra parte, las políticas educativas son totalmente inoperantes. Los jóvenes perciben que los conocimientos que le brinda la escuela, no le sirven para la vida.

Aunque terminen la educación media, igualmente no hay oportunidades de trabajo, y si lo llegaran a conseguir los salarios ni siquiera le ofrecen la satisfacción de sus necesidades de consumo globalizado, que han sido homogéneamente muy bien internalizadas por los medios de comunicación al servicio del poder de las grandes transnacionales, quienes además han sido muy eficientes al sustituir a la familia y a la escuela, en su papel de primera y segunda instancia de socialización de nuestros niños y adolescentes planetarios.

Esta multi-dimensionalidad y multireferencialidad de aspectos que influyen en la compleja problemática de la violencia juvenil delincuencial, nos muestra la necesidad de trascender hacia una ética en la investigación que rebase los niveles de exigencia de lo cotidiano de la ética utilitarista o de la consecuencial y se eleve a un estrato racional de lo cuántico, de lo subjetivo, de lo relacional y multiverso, es decir de lo transcomplejo. Esto implica el abandono de la lógica positivista, de la norma, de la deontología, en la búsqueda de lo reflexivo conciencial, lo interpretativo fenomenológico, lo emergente-vivencial, así como lo dialéctico relacional.

Además, tenemos la necesidad de trascender el fundamentalismo ideológico secular que subyace en el inconsciente colectivo de la sociedad moderna, reduccionista, positivista y materialista, mediante una insurgencia paradigmática liberadora, que "nos invite a iniciar un viaje que va más allá de nuestra conducta y nuestros deberes, que implica ir al encuentro con lo absoluto, con lo que verdaderamente somos, el sentido de nuestra existencia".18

En este sentido, Gadamer19 invita a vivir las relaciones, como una forma para comprender la vida. Es decir, que estamos en la búsqueda de una ética Transcompleja que asuma los desafíos humanizantes de la realidad, mediante la desbanalización de la cotidianidad de la vida, formando hombres y mujeres más humanos y humanas, que socialicen y compartan la necesidad individual y colectiva de pensar y reflexionar sobre nuestra propia praxis de vida.

Finalmente, tenemos el desafío ético, como sociedad de reconciliarnos con la emoción, con el espíritu, con la esencia misma del ser humano, con la hermenéutica y dialogicidad y buscar su integración armónica en el mundo de la vida de la sociedad occidental actual y futura, basada en la convicción y no en la imposición, cultivando nuestra creatividad en la búsqueda de respuestas a preguntas trascendentes para el futuro de la humanidad, como por ejemplo:

¿Cómo hacer para darle la posibilidad a los niños y adolescentes planetarios de vivenciar otras lógicas, otras relaciones, otras maneras de ir concibiéndose a sí mismos como seres humanos transcomplejos y multidiversos que transitan en el disfrute expandido de una vida plena y auténtica, a través de la búsqueda de su trascendencia y felicidad.?

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