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Revista InveCom

versión On-line ISSN 2739-0063

Revista InveCom vol.6 no.2 Maracaibo jun. 2026  Epub 08-Ago-2025

https://doi.org/10.5281/zenodo.15795198 

Artículos

Gestión urbana participativa en la recuperación de parques barriales de una ciudad peruana Participatory urban management in the recovery of neighborhood parks in a Peruvian city

Olenka Tatiana Gálvez Villanueva1 
http://orcid.org/0009-0007-8756-2733

Carla Rosario Escalante Medina2 
http://orcid.org/0000-0001-9490-5414

Mariella Laura García Aurich3 
http://orcid.org/0000-0002-9567-8345

1Universidad Nacional Pedro Ruiz Gallo. Chiclayo, Perú E-mail: ogalvez@unprg.edu.pe

2Universidad Nacional Pedro Ruiz Gallo. Chiclayo, Perú E-mail: ceescalante@unprg.edu.pe

3Universidad Nacional Pedro Ruiz Gallo. Chiclayo, Perú E-mail: mgarciaa@unprg.edu.pe


Resumen

Este trabajo tiene como objetivo explicar cómo la gestión urbana participativa ha influido en la recuperación de los parques barriales de la Urbanización José Quiñones en Chiclayo durante 2017 y 2018. Para ello, se empleó un diseño de investigación mixto, considerando dos universos: uno poblacional, compuesto por 3,550 residentes, y otro de espacios, conformado por cinco parques. Mediante un muestreo intencional por exclusión, la muestra final incluyó a 302 habitantes y dos parques. Para la recolección de datos, se utilizaron técnicas de observación, encuestas y entrevistas a profundidad, permitiendo analizar tanto la conducta de los vecinos como el estado físico de las áreas recreativas. Los resultados evidencian que la gestión urbana participativa, liderada por los propios residentes, fue determinante en la recuperación física y social del parque Alipio Ponce Vásquez. El liderazgo y el compromiso colectivo facilitaron el mantenimiento y la intervención sostenida del espacio, promoviendo el bienestar común. En contraste, en el parque Eloy Ureta, la falta de cohesión vecinal y los conflictos internos obstaculizaron la organización, lo que derivó en el deterioro del parque y un ambiente inseguro. En conclusión, se confirma una relación directa entre la gestión urbana participativa y la recuperación de los parques barriales, ya que la implicancia activa de los vecinos fortalece el tejido social, incrementa el sentido de pertenencia y contribuye a crear entornos públicos más saludables y seguros.

Palabras clave: gestión urbana participativa; parques barriales; cohesión vecinal

Abstract

This paper aims to explain how participatory urban management influenced the restoration of neighborhood parks in the José Quiñones neighborhood of Chiclayo during 2017 and 2018. A mixed-methods research design was used, considering two universes: a population-based approach, comprised of 3,550 residents, and a spatial approach, comprised of five parks. Using purposive exclusion sampling, the final sample included 302 residents and two parks. Observation techniques, surveys, and in-depth interviews were used to collect data, allowing for analysis of both resident behavior and the physical condition of recreational areas. The results show that participatory urban management, led by residents themselves, was instrumental in the physical and social restoration of Alipio Ponce Vásquez Park. Leadership and collective commitment facilitated the maintenance and sustained intervention of the space, promoting the common good. In contrast, in Eloy Ureta Park, a lack of neighborhood cohesion and internal conflicts hampered organization, resulting in the park's deterioration and an unsafe environment. In conclusion, a direct relationship is confirmed between participatory urban management and the restoration of neighborhood parks, as the active involvement of residents strengthens the social fabric, increases the sense of belonging, and contributes to creating healthier and safer public environments.

Keywords: participatory urban management; neighborhood parks; neighborhood cohesion

Introducción

Las ciudades emergen como resultado de planes urbanísticos fundamentados en criterios de forma y funcionalidad, elaborados por profesionales que siguen directrices establecidas por las autoridades gubernamentales. No obstante, estos procesos suelen omitir la participación activa de la ciudadanía. Jane Jacobs cuestionó esta visión del urbanismo moderno, subrayando que la implicación de los habitantes es esencial para que una ciudad prospere. Desde su perspectiva, una ciudad no debe imponerse desde arriba, sino que surge del aporte colectivo de sus residentes, siendo la arquitectura la que debe adaptarse a su modo de vida (Jacobs, 1961).

Asimismo, la ciudad no es únicamente un espacio físico; es mucho más que edificios y calles, pues constituye una comunidad de personas. Por lo tanto, cuando no existe una vinculación social ni cohesión, y no se fomenta lo colectivo, se prioriza lo individual y, en consecuencia, aumenta la insatisfacción entre los habitantes urbanos (Fernández, 2008).

Además, el barrio representa un espacio diferenciado dentro de la ciudad, caracterizado por una escala y población controladas. En este entorno se desarrollan experiencias, recuerdos y se forja el sentido de pertenencia, además de alimentar las organizaciones locales (Ladizesky, 2011).

De este modo, las acciones impulsadas por la comunidad en el barrio poseen un notable potencial para transformar y revitalizar la ciudad, ya que los propios residentes comprenden mejor las particularidades y necesidades de su entorno. Al organizarse en colectivos sociales, fortalecen propuestas locales que resultan difíciles de lograr en contextos urbanos más grandes, donde la desconexión entre vecinos suele ser mayor. Así, los habitantes del barrio identifican sus problemáticas y pueden apoyar o rechazar iniciativas estatales orientadas a su mejora. Cuando se organizan de manera conjunta y asumen un rol activo, se les reconoce como actores sociales (Murillo & Schweitzer, 2011). Por esta razón, toda intervención barrial debe incorporar a vecinos comprometidos con el bienestar colectivo; la participación permite que se involucren en las decisiones y desafíos sociales, estructurales y comunitarios.

Igualmente, las interacciones entre los habitantes se fortalecen mediante agrupaciones locales, que desempeñan un papel clave en la toma de decisiones sobre el diseño y la renovación de los espacios públicos comunitarios. En el ámbito vecinal, estos espacios incluyen vías peatonales, áreas verdes y puntos de encuentro al aire libre, que nutren la convivencia y la identidad barrial. Los vecinos se reúnen y socializan. En este contexto, el espacio público se convierte en el elemento vital de la ciudad, integrando personas, culturas, actividades y comunidades diversas, y otorgando identidad tanto a la ciudad como a sus barrios. Esto se evidencia en los parques barriales, que funcionan como espacios de libertad donde se desarrollan actividades de descanso, recreación y encuentro social (Ladizesky, 2011).

Por otra parte, Borja (2013), en un estudio sobre espacios públicos en barrios de Santiago de Chile, identificó que su uso está relacionado con condiciones estructurales y de configuración adecuadas, lo que favorece la presencia de una diversidad de usuarios de distintas edades y géneros. Asimismo, se observan variadas actividades que promueven el juego, la conversación, el deporte, el paseo y el descanso, así como un aumento en el tiempo de permanencia tanto en la mañana como en la noche.

En cuanto al urbanismo participativo, esta corriente emergente en la gestión urbana se centra en el involucramiento activo de la ciudadanía en la transformación del entorno construido. Surge como estrategia para crear espacios urbanos gestionados y creados desde y para la comunidad, fortaleciendo el capital social y permitiendo que las ideas, sueños y necesidades de los vecinos se materialicen en lugares reales que utilizan, habitan y desean para mejorar su barrio (Hernández, 2007).

En América Latina, se ha adoptado un enfoque más abierto e inclusivo en la planificación y gestión de las ciudades, promoviendo procesos de gestión urbana participativa. Hernández (2007) destaca que la población ha dejado de ser un actor pasivo para convertirse en agente clave en la transformación del espacio urbano, incidiendo en el acceso a servicios básicos, políticas habitacionales y conservación de áreas públicas. De manera complementaria, Miranda (2004), en su obra sobre juntas vecinales, analiza experiencias de participación social en el diseño de políticas urbanas, como las audiencias públicas en Argentina, los procesos colaborativos en el estado de Miranda (Venezuela) y los mecanismos participativos en Montevideo. Estas iniciativas configuran modelos de gobernanza urbana centrados en la acción vecinal. En el caso peruano, la participación ciudadana se ha expresado principalmente a través de presupuestos participativos, destacando ejemplos como los de Villa El Salvador, Carabayllo -en el marco del programa Hábitat Popular- y el proyecto Laderas de Chillón, todos bajo esquemas de gestión impulsados por las propias comunidades locales.

En Chiclayo, se observa una escasa intervención municipal para resolver ciertos problemas urbanos, lo que ha motivado a los vecinos a tomar la iniciativa y desarrollar acciones en sus barrios, como la autoorganización y la conformación de colectivos ciudadanos que, aunque cuentan con el respaldo del gobierno local para formalizar sus actividades, suelen limitarse a funciones de representatividad y administración, sin involucrarse activamente en el diseño, ejecución o mantenimiento de proyectos urbanos. Esta falta de articulación con el gobierno local provoca que las intervenciones barriales no respondan a las necesidades reales de la comunidad, generando rechazo vecinal y afectando la sostenibilidad de los espacios públicos.

Por otra parte, algunos vecinos, cansados de esperar respuestas municipales, han logrado autoorganizarse para resolver sus propios problemas, impulsados por una nueva forma de participación y organización ciudadana que refuerza la unidad vecinal y la responsabilidad colectiva en la recuperación de espacios públicos.

Considerando todo lo expuesto, esta investigación se centra en aquellos casos donde los espacios recuperados han preservado su carácter de acceso público irrestricto, posibilitando que vecinos y ciudadanos disfruten libremente de sus instalaciones. Un claro ejemplo de ello son los parques barriales de la urbanización José Quiñones Gonzáles, ubicada en el sector oeste de la ciudad de Chiclayo, que durante largo tiempo estuvieron en condiciones de abandono, deterioro e inseguridad. Sin embargo, gracias a las gestiones urbanas participativas impulsadas por los propios vecinos entre 2017 y 2018, estos espacios públicos lograron ser revitalizados y recuperados, destacándose el liderazgo y compromiso de la comunidad en dicho proceso.

Metodología

La presente investigación adoptó un enfoque mixto e integral, otorgando igual relevancia tanto a los datos cuantitativos como cualitativos en el proceso de análisis. El fenómeno estudiado fue abordado a través de entrevistas, fichas de observación y encuestas aplicadas a los habitantes del sector.

La población social estuvo conformada por los 3,550 residentes de la Urbanización José Quiñones Gonzáles, de los cuales se seleccionó una muestra de 302 personas mediante un muestreo por cuotas: 140 habitantes cercanos al parque Alipio Ponce y 162 residentes próximos al parque Eloy Ureta. Por otro lado, la población estructural estuvo compuesta inicialmente por cinco parques públicos dentro de la urbanización, pero se redujo intencionalmente a dos, seleccionados por exclusión, dado que estos espacios resultaron ser los más representativos y comparables entre sí.

En cuanto a las encuestas, estas se aplicaron a residentes en las inmediaciones de cada parque con el objetivo de conocer sus percepciones y valoraciones sobre el uso de dichos espacios. Los datos recopilados fueron procesados y analizados mediante estadística descriptiva utilizando Microsoft Excel, lo que permitió trabajar con frecuencias y distribuciones porcentuales para sintetizar la información y detectar tendencias en los patrones de uso según características sociodemográficas. Para facilitar la interpretación, se elaboraron tablas y gráficos estadísticos.

Por su parte, las entrevistas realizadas a líderes vecinales y pobladores fueron analizadas a través de una matriz cualitativa, en la que las respuestas se organizaron por temas recurrentes. De esta manera, se agruparon fragmentos relevantes bajo categorías como “percepción del espacio”, “participación vecinal” y “confianza comunitaria”. Esta matriz facilitó una interpretación sistemática del contenido y permitió identificar relaciones entre los discursos y los procesos de apropiación del espacio público.

Para la recolección de información sobre los parques estudiados, se empleó la técnica de observación mediante una ficha estructurada, complementada con registros fotográficos, conteo de flujos peatonales y esquemas gráficos del lugar. La toma de datos se realizó mediante mediciones directas in situ y, para su análisis, se utilizaron herramientas digitales como AutoCAD y software SIG (Sistema de Información Geográfica). Estos recursos permitieron extraer datos precisos sobre áreas, superficies, porcentajes de áreas verdes, perfil urbano colindante y equipamientos presentes en los parques, facilitando así una caracterización objetiva de las condiciones espaciales.

En relación con el análisis de sombra, se llevó a cabo un mapeo de las especies arbóreas utilizando imágenes satelitales. Posteriormente, con el software SketchUp se modeló la distribución de los árboles dentro de cada parque, para realizar un estudio detallado de asoleamiento y proyección de sombras en dos momentos del día a lo largo de las cuatro estaciones del año.

Finalmente, para elaborar un diagnóstico físico-espacial de los parques, se aplicó un instrumento basado en criterios morfológicos, de uso y de interacción social, diseñado para evaluar lugares con poca dinámica urbana comunitaria. Cabe destacar que esta metodología se fundamentó en el enfoque propuesto por la arquitecta Rangel (2002), quien establece las condiciones que deben cumplir los espacios públicos para fomentar actividades de cohesión social. Para la presente investigación, dicha metodología fue adaptada, incorporando criterios específicos y normativas vigentes aplicables a los parques barriales analizados.

Resultados

A. Análisis físico de los espacios públicos

El indicador de conectividad evalúa el grado de integración del espacio público con la red vial de la urbanización. En el caso del parque Alipio Ponce, tras la intervención física realizada en 2018, se observó un aumento notable tanto en el número de usuarios como en la circulación dentro del espacio. Esta mayor afluencia favoreció las actividades recreativas y contribuyó significativamente a la revitalización del tejido urbano del barrio José Quiñones Gonzáles, gracias a la adecuada conexión entre sus calles y parques.

Por el contrario, el parque Eloy Ureta presenta una conectividad limitada, ya que su uso principal se ha reducido a servir como paso transversal para acortar distancias hacia vías arteriales principales. Esta débil integración, sumada al deterioro físico que presenta, ha provocado una disminución considerable en la apropiación por parte de los vecinos y ha debilitado su papel dentro de la estructura urbana local.

Nota: Área del parque Alipio Ponce 805 m², área del parque Eloy Ureta 7470 m²

Figura 1: Distribución del plano del parque Alipio Ponce y plano del parque Eloy Ureta 

Bordes

Este indicador evalúa los elementos que definen el espacio público en relación con sus límites y bordes urbanos. En el parque Alipio Ponce, tras su recuperación en 2018, se observó una configuración favorable de sus bordes: el 74.10 % de las fachadas está compuesto por puertas y ventanas, lo que favorece la interacción visual y social. Solo el 25.10 % corresponde a muros opacos, y no se registran lotes vacíos, lo que contribuye a que las calles sean seguras y activas. Además, se mejoró la sección vial incorporando rampas que facilitan la accesibilidad para todas las personas.

En contraste, el parque Eloy Ureta presenta una configuración menos favorable: solo el 32.5 % del área de fachada cuenta con puertas y ventanas, mientras que el 67.5 % está compuesto por muros opacos. Además, un 25 % del límite del parque corresponde a un borde vacío destinado a estacionamientos, y el 75 % de las calles aledañas carece de pavimento. Estas condiciones dificultan la conexión entre el parque y su entorno inmediato, limitan la interacción vecinal y debilitan la relación con el espacio verde.

Mobiliario

En el parque Alipio Ponce, la gestión vecinal permitió mejorar tanto el diseño como el mantenimiento del mobiliario urbano, que se encuentra en un estado adecuado, con acabados resistentes y de buena calidad. Las luminarias instaladas en el parque y en sus accesos peatonales contribuyen a generar un ambiente seguro y confortable. Además, el parque dispone de espacios para el encuentro social, como asientos y una pérgola, así como áreas para la congregación y actividades colectivas, destacando la gruta de la Virgen y el área cívica. Sin embargo, carece de una zona destinada a juegos infantiles. Estas condiciones fomentan la seguridad, el uso comunitario y fortalecen los vínculos sociales.

Por otro lado, el mobiliario del parque Eloy Ureta, principalmente de concreto, se encuentra en estado regular, con evidentes signos de falta de mantenimiento, especialmente en la plataforma deportiva y las áreas verdes, que lucen deterioradas y descuidadas. Asimismo, este parque tampoco cuenta con una zona de juegos infantiles, lo que limita su uso y reduce las oportunidades de interacción social entre los vecinos.

Figura 2: Estado actual del parque Alipio Ponce 

Figura 3: Estado actual parque Eloy Ureta 

Volumen verde

Este indicador se refiere al porcentaje de área pública cubierta por la masa arbórea, tomando en cuenta el volumen generado por el follaje. Cuando esta cobertura supera el 10 %, se considera que el espacio cuenta con un nivel óptimo de vegetación. En el parque Alipio Ponce, tras el proceso de intervención participativa, la proporción de cobertura verde se redujo drásticamente, alcanzando apenas un 1.2 %. Esta disminución se debió a la eliminación de cinco árboles de la especie Ponciana, con aproximadamente 20 años de antigüedad, lo que implicó la pérdida de una de las principales cualidades ambientales del espacio. Dicha pérdida afectó negativamente la experiencia de los usuarios, tanto en el aspecto visual como en la habitabilidad del parque.

Por otro lado, el parque Eloy Ureta presenta un volumen verde del 18.17 %, ubicándose dentro de los parámetros considerados como óptimos para la cobertura vegetal.

Nota: Imagen extraída de Google Earth

Figura 4: Volumen verde del parque Eloy Ureta 

Protección solar

Este indicador evalúa los espacios que ofrecen cobertura frente a la exposición solar, ya sea a través de vegetación alta o elementos físicos incorporados en el diseño del parque. En el caso del parque Alipio Ponce, tras la recuperación realizada en 2018, se retiraron cinco árboles de la especie ponciana, lo que redujo significativamente las áreas de sombra. Según el software de modelado utilizado para el cálculo de sombra, la cobertura se redujo en más del 50 %. Actualmente, la pérgola construida es la principal fuente de sombra, proporcionando hasta un 21 % de cobertura especialmente por la tarde en verano, mientras que la menor sombra se registra por la mañana en primavera, con solo un 11 %. La observación directa en campo confirmó que la pérgola es el espacio de sombra más utilizado por los vecinos.

Por otro lado, en el parque Eloy Ureta, el análisis del porcentaje de sombra en diferentes horarios mostró una mayor cobertura por la tarde, alcanzando un 24 % durante la primavera. En contraste, el menor nivel de sombra se registró por la mañana en verano, con apenas un 12 %. Durante otoño, invierno y primavera, la sombra en las mañanas fue similar, manteniéndose constante.

Usos y actividades

Este indicador reconoce el comportamiento de los vecinos en el uso del espacio público, con el fin de identificar sus modos de apropiación y la frecuencia de uso después de la recuperación física en 2018. En el parque Alipio Ponce predomina el uso pasivo, destacándose la actividad de conversar, que representa el 32.1 % de las interacciones, siendo la pérgola el lugar más utilizado para esta actividad. Por el contrario, la actividad con menor incidencia es el ejercicio físico, con apenas un 1.5 %, resultado que se relaciona con la escala reducida del parque. En cuanto a la frecuencia de uso, el 38.23 % de las personas realiza actividades diarias y el 36.90 % visita el parque semanalmente.

En el caso del parque Eloy Ureta, el uso predominante es activo, siendo el juego la actividad más frecuente con un 24.2 %, mientras que el paseo en bicicleta registra el menor porcentaje, con un 3.2 %. Respecto a la frecuencia, el 70.17 % de los vecinos realiza actividades diarias en el parque, y un 14.50 % lo visita mensualmente.

Estos resultados evidencian claras diferencias en la dinámica de uso entre ambos parques. El parque Alipio Ponce funciona como un espacio orientado al encuentro social y al descanso, enfocado en actividades pasivas, lo cual responde a su diseño, escala y mobiliario. En cambio, el parque Eloy Ureta, a pesar de su deterioro, mantiene una función recreativa activa, lo que indica una mayor apropiación cotidiana, aunque con limitaciones en la diversidad de usos.

Nota: Mayor intensidad de flujos peatonales hacia la pérgola ubicada en la zona central del espacio

Figura 5: Flujos y actividades en el parque Alipio Ponce 

B. Gestión urbana participativa

Métodos de comunicación para promover la gestión urbana participativa

En el parque barrial Alipio Ponce Vásquez, el 58.6 % de los residentes encuestados señaló que las iniciativas de urbanismo participativo se difundieron principalmente mediante visitas casa a casa; además, el 20.7 % mencionó el uso de redes sociales, el 11.4 % el perifoneo, y el 9.3 % las asambleas generales. Por otro lado, en el parque Eloy Ureta, el 59.3 % indicó que el perifoneo en zonas concurridas fue el método más utilizado; seguido por el 29.0 % que mencionó las visitas casa a casa, y el 11.7 % que participó en asambleas generales realizadas en el parque, donde se emplearon megáfonos para ampliar el alcance.

Estos resultados evidencian que, en ambos parques barriales, los canales de comunicación más efectivos y empleados para promover la gestión urbana participativa fueron aquellos directos y comunitarios, que facilitan la interacción cercana y el involucramiento de los vecinos.

Nota: Imágenes entregadas por el Comité Central Pro Obras Urb. José Quiñones Gonzales

Figura 6: Juntas vecinales de la urbanización José Quiñones 

Problemas iniciales para la organización vecinal

Los conflictos iniciales en ambas organizaciones vecinales reflejan debilidades comunes en los procesos participativos. En el parque Alipio Ponce, los problemas fueron principalmente de índole organizacional, destacando la dificultad para alcanzar acuerdos, que afectó al 35.7 % de los participantes, así como problemas de coordinación, señalados por el 29.3 %. Por otro lado, en el parque Eloy Ureta, los mayores retos fueron de tipo actitudinal y estructural, predominando la falta de iniciativa y visión crítica en un 33.3 %, junto con problemas relacionados al liderazgo, que afectaron al 27.8 % de los vecinos.

Compromiso social

Se evidenció un mayor compromiso social en el parque Alipio Ponce, donde la participación vecinal se caracterizó por la cooperación y la responsabilidad colectiva. En este caso, el 54.3 % de los vecinos calificó el compromiso social como bueno, mientras que un 28.6 % lo consideró excelente, destacando la colaboración y el cumplimiento de tareas. En contraste, en el parque Eloy Ureta se observó una cultura organizativa débil, marcada por la apatía, el incumplimiento y la falta de participación activa, ya que el 49.2 % de los vecinos calificó el compromiso como pésimo y un 31.5 % lo consideró regular. Esta diferencia sugiere que el éxito de una organización vecinal depende en gran medida del nivel de implicación real y constante de sus miembros.

Liderazgo en la participación

El liderazgo resultó determinante para el éxito organizativo. En el parque Alipio Ponce, un líder activo y efectivo logró objetivos concretos; el 55.7 % de los vecinos calificó el liderazgo como excelente por lograr la recuperación del parque, mientras que el 37.9 % lo consideró bueno por fomentar la integración vecinal. En contraste, en el parque Eloy Ureta, la ausencia de un liderazgo sólido y representativo impidió consolidar esfuerzos colectivos. Allí, el 45.7 % de los vecinos calificó la gestión del líder como regular, el 30.2 % señaló que no existió un verdadero líder, y el 24.1 % la consideró pésima debido a la falta de concreción en la recuperación del parque.

Nota: Imágenes entregadas por el Equipo Coordinador Pro Obras Urb. José Quiñones Gonzales

Figura 7: Reunión del equipo coordinador del parque “Alipio Ponce Vásquez” con el alcalde de la ciudad de Chiclayo - 2018 

Impacto social tras el mejoramiento del parque barrial

En el parque Alipio Ponce Vásquez, el impacto social posterior a la recuperación del espacio público se percibe como claramente favorable, según el 85.0 % de los encuestados. Entre los aspectos más destacados se encuentran una mayor cohesión social, el fortalecimiento del apoyo mutuo y una sensación incrementada de seguridad. Sin embargo, un 15.0 % lo considera regular, atribuyéndolo a una participación desigual en las actividades vecinales.

En contraste, en el parque Eloy Ureta no solo se perdió la oportunidad de recuperar el espacio, sino que además el proceso generó divisiones internas que debilitaron la organización vecinal. En este caso, el 58.6 % de los vecinos señala que el impacto fue nulo debido a la no concreción del proyecto, mientras que el 41.4 % lo califica como negativo, destacando conflictos internos y falta de unidad entre los residentes.

Estos resultados evidencian que, más allá del resultado físico, el proceso participativo puede generar impactos sociales profundos, que pueden ser tanto positivos como negativos, dependiendo de la dinámica comunitaria y el manejo de las relaciones vecinales.

Nota:Imágenes entregadas por el Equipo Coordinador Pro Obras Urb. José Quiñones Gonzales

Figura 8: Fotos del parque Alipio Ponce antes de su intervención, año 2017 

Discusión

Las iniciativas de participación ciudadana orientaron el desarrollo de esta investigación desde un enfoque que integra tanto el fenómeno social como el urbano, una dinámica que actualmente cobra cada vez más relevancia. En esta misma línea, el urbanismo emergente surge desde lo social, manifestándose en procesos de autoorganización que tienden a ser colectivos y que continúan expandiéndose mediante redes de apoyo. Por ello, la participación ciudadana desempeña un papel fundamental al impulsar activamente la configuración de la ciudad (Freire, 2009).

La participación activa de los residentes en las intervenciones realizadas en los parques barriales no solo transformó físicamente estos espacios, sino que también fortaleció el sentido de pertenencia hacia el entorno y estimuló su uso cotidiano. Tal como sostiene Ladizesky (2011), “la plaza, el mayor ámbito colectivo del barrio, solo adquiere su sentido cuando es apropiada por la población” (p. 81).

Por otro lado, las intervenciones comunitarias organizadas permiten lograr cambios significativos en la calidad del espacio público, mucho más allá de lo que pueden conseguir acciones individuales y aisladas. Esto se evidencia al comparar los parques Alipio Ponce y Eloy Ureta: el primero presenta mejores condiciones espaciales que favorecen el uso vecinal, mientras que el segundo muestra signos de deterioro y abandono, producto de intervenciones dispersas. Como señala Ladizesky (2011), la ausencia de mobiliario adecuado y su mala disposición generan incomodidad, lo que reduce el uso continuo, contribuye al deterioro y aumenta la sensación de inseguridad en estos espacios.

De igual forma, la configuración de los límites que rodean los parques -los bordes- impacta significativamente en la experiencia del espacio. En el caso del parque Alipio Ponce, su entorno está compuesto por viviendas que se orientan hacia el área verde, lo que favorece la interacción entre los residentes y el espacio público. Esta disposición estimula el uso cotidiano del parque y genera una transición fluida entre el ámbito privado y la vida comunitaria. Los bordes blandos permiten activar el entorno y dotar de vitalidad a las zonas de transición entre lo privado y lo público (Gehl, 2010). En este contexto, la presencia constante de los residentes en el parque fomenta la vitalidad y el dinamismo, además de reforzar la sensación de seguridad gracias a su rol activo de observación y cuidado del espacio público (Jacobs, 1961). Esto resalta la importancia del diseño de los bordes en la dinámica y seguridad del espacio público.

La mayoría de las actividades en los parques barriales analizados se desarrollan durante el día, por lo que los usuarios buscan refugio del sol y alivio térmico, haciendo fundamental la presencia de sombra, especialmente la generada por árboles. En el parque Alipio Ponce, la poda de grandes árboles durante su construcción eliminó áreas sombreadas, por lo que se incorporó una pérgola techada como solución. En contraste, el parque Eloy Ureta conserva árboles frondosos solo en un sector mantenido por vecinos activos, mientras que otras áreas carecen de sombra y permanecen abandonadas. Como señala Gehl (2010), los espacios públicos deben considerar las condiciones climáticas adversas y contar con elementos que protejan del calor, la lluvia y el viento, siendo las áreas verdes clave para mejorar la experiencia urbana y mitigar efectos ambientales negativos.

Por otro lado, discrepamos con la afirmación de Montoya (2018), quien sostiene que la desconfianza institucional afecta de manera generalizada la participación ciudadana, dejando sin resultados los procesos colectivos. En nuestro caso, aunque reconocemos que esta desconfianza puede dificultar la participación -como lo evidencia que el 59.3 % de los vecinos del parque Alipio Ponce manifestó no haber sentido apoyo municipal, y solo un 17.1 % expresó preocupación al respecto-, esto no impidió que lograran llevar a cabo su proyecto participativo y recuperaran completamente el parque. De hecho, el 78.6 % de los encuestados calificó la calidad estructural del parque como excelente, resaltando aspectos como su belleza, seguridad, iluminación y alto uso comunitario, mientras que el 21.4 % la consideró buena.

Por último, nuestros hallazgos coinciden con la teoría del espacio público de Gehl (2010) y Jacobs (1961), quienes sostienen que estos lugares promueven una vida urbana segura mediante su apropiación colectiva. Así, el 85.0 % de los encuestados manifestó un impacto positivo en su vida cotidiana, resaltando una mayor cohesión vecinal y sensación de seguridad gracias al conocimiento mutuo entre residentes.

Conclusiones

Se concluye que la gestión urbana participativa tiene una influencia significativa en la recuperación de los parques barriales Alipio Ponce Vásquez y Eloy Ureta, ubicados en la Urbanización José Quiñones, Chiclayo, durante el periodo 2017-2018. Los resultados evidencian un impacto favorable en el caso del parque Alipio Ponce, gracias a una gestión sostenida, el compromiso social y la participación activa de los vecinos a lo largo de todo el proceso, orientados hacia un objetivo común. En contraste, en el parque Eloy Ureta no se logró la recuperación debido a diversos factores sociales negativos que dificultaron la organización comunitaria, lo que representó un obstáculo para el desarrollo del urbanismo participativo.

Asimismo, queda claro que existe una relación directa entre la recuperación de los parques barriales y la gestión urbana participativa. Cuando la comunidad logra implementar mecanismos efectivos de organización y gestión, se crean condiciones propicias para la revitalización de los espacios públicos. Esta relación se confirma con la evidencia recogida durante el trabajo de campo, donde se observa cómo la implicación activa de la comunidad permitió recuperar y transformar su entorno, siendo el parque Alipio Ponce Vásquez un ejemplo claro de este proceso colectivo.

Finalmente, las municipalidades se convierten en socios clave que colaboran con colectivos ciudadanos cohesionados y comprometidos en alcanzar metas comunes orientadas a mejorar la calidad de vida. Así lo destacan los propios vecinos del parque Alipio Ponce Vásquez, quienes reconocen que la ayuda municipal fue posible gracias a la persistencia del líder barrial, la constante participación ciudadana en las instancias correspondientes y la disposición de ambas partes para coordinar y trabajar conjuntamente en la recuperación del espacio público.

Referencias

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Fernández, M. (2008, Oct 28). ¿Por qué es necesaria la participación ciudadana en el urbanismo?Ciudades a Escala Humana.https://www.ciudadesaescalahumana.org/2008/10/por-qu-es-necesaria-la-participacin.htmlLinks ]

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Recibido: 28 de Marzo de 2025; Aprobado: 02 de Julio de 2025; Publicado: 02 de Julio de 2025

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