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Argos

versión impresa ISSN 0254-1637

Argos v.23 n.44 Caracas jun. 2006

 

Los negros auxiliares enviados a trinidad en el contexto de la revolución haitiana, 1791-1796

The negroes auxiliares sent to Trinidad in the context of the Haitian revolution 1791-1796

Jorge Victoria

Investigador del Archivo General del Estado de Yucatán, México. jorgevictoria40@hotmail.com

Resumen: El autor aborda un tema vinculado a la revolución haitiana y a la pérdida de la isla de Santo Domingo por parte de España a manos de Francia. Poco se ha estudiado la ayuda que los negros rebeldes de Saint-Domingue prestaron a la causa hispana en ese conflicto después de una alianza por mutuos intereses, así como qué fue lo que pasó con esos aliados al firmarse la paz. Los negros fueron enviados a La Habana y de ahí remitidos en grupos a diversas partes del Caribe y Cádiz. El artículo analiza el contingente de Auxiliares remitido a la isla de Trinidad, donde fueron rechazados por el Gobernador. Se propone que lo que originó dicha medida fue que la isla tenía más en común con la Francia del Antiguo Régimen que con su metrópoli.

Palabras clave: Revolución haitiana, Santo Domingo, tropa de negros, Trinidad, Auxiliares.

Abstract: In this paper the author addresses a topic linked to the Haitian revolution and the loss of the Spanish part of Santo Domingo’s island at the hands of France. The help that the black rebels of Saint-Domingue lent to the Hispanic cause in that conflict after an alliance for mutual interests has been scarcely studied, as well as what passed with those allies after the peace agreement. The negroes went sends to Havana and from there forwarded in groups to diverse parts of the Caribbean and Cadiz. The article analyzes the group of Auxiliaries sent to Trinidad, where they were rejected by the governor. It is suggested that this measure was caused by the fact that the island had more in common with Ancien Régime France than with its metropolis.

Keywords: Haitian revolution, Santo Domingo, troop of negroes, Trinidad, Auxiliaries.

Recibido: 2/4/06, aceptado: 1/6/06.

Introducción

José María Chacón, gobernador de la isla española de Trinidad de Barlovento, provincia de la Capitanía General de Venezuela, en 1794 notificaba a la metrópoli su temor acerca de la inminente llegada de los efectos de la revolución francesa a las Antillas menores, y señalaba que aquella Isla debía servir de muro contención para evitar que ese "veneno" llegase a tierras continentales.1 En su misiva, Chacón no hizo mención de los sucesos que acontecían en la colonia francesa de Saint-Domingue, en el oeste de la isla de La Española, omitió el entrelazamiento de la revolución francesa y la génesis de la revolución en la colonia de Francia, que tuvo como punto álgido el levantamiento de esclavos en 1791. Un tanto más cerca de la Isla, por la parte continental de la Capitanía, también se habían escuchado algunos vientos del contagio revolucionario, aunque han sido señalados como de escasa importancia y repercusión como para encender la llama revolucionaria (Laviña, 1990, pp. 44-49; Thibaud, 2005, p. 112). La preocupación de Chacón se vería pronto superada por el aviso que el Capitán general de Cuba le hizo al respecto del envío de 144 negros de ambos sexos, los cuales formaron parte de las Tropas Auxiliares de España en La Española, antiguos esclavos que habían luchado en primera instancia en el bando de los negros sublevados y después bajo la bandera española. ¡Eran participantes de la trama más representativa de la influencia de la revolución francesa en el Caribe!

Ante esa noticia poco grata para él, el Gobernador tomó la resolución de desobedecer la orden de acogida que se tenía hacia aquellos negros, entonces libres y súbditos de la Corona hispana, y los remitió a Santo Domingo. La resolución de Chacón, proponemos, no se debió al celo proteccionista que antes había expresado, sino a las condiciones socioeconómicas que por ese tiempo existían en Trinidad. Era nada menos que una posesión española esclavista con numerosa fuerza de trabajo africana o descendientes de ella, controlada económica, social y culturalmente por franceses no revolucionarios emigrados, y con cotas de producción nunca antes vistas. En consecuencia, Chacón no puso aquello en juego, o tal vez los controladores de la situación isleña no se lo permitieron. Cualquiera que haya sido el origen de la decisión, poco después, en 1796, su posición se reafirmaba cuando Manuel Godoy desestimó a Trinidad como probable destino de los otros Auxiliares que se encontraban en Cádiz.2

El cuerpo del artículo se presenta en varios apartados en los que se pasa revista a los problemas existentes en Saint-Domingue antes de 1791, a la alianza buscada por España con los negros sublevados para llevarlos a su bando y a la lucha por sus intereses, la pérdida del conflicto bélico contra Francia, y la salida de las Tropas Auxiliares hacia La Habana, donde fueron divididas por razones de seguridad y por indeseables en Cuba. Uno de los destinos elegidos fue la isla de Trinidad, lo que llevaba implícito el arribo a ésa de los ecos revolucionarios franceses y de Saint-Domingue, origen, la primera, de los temores expresados por Chacón.

Los conflictos en Saint-Domingue como antecedente

Como efecto de los sucesos económicos y sociales que acontecían en Francia, en la caribeña colonia de Saint-Domingue los propietarios y comerciantes, en su mayoría colonos blancos dueños de plantaciones, al conocerse la convocatoria a los Estados Generales para mayo de 1789, iniciaron un movimiento con la pretensión de presionar a la metrópoli y lograr el decreto sobre la libertad comercial, esperando a la vez el debilitamiento de la Monarquía y la oportunidad para satisfacer sus aspiraciones autonomistas (Lepkowski, 1968, pp. 62-63; Grafenstein, 1997, p.164).

En la metrópoli, la burguesía revolucionaria logró que la Asamblea Constituyente aprobara la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, en agosto de 1789, en la que se establecía la abolición de las castas, la igualdad de todos ante la ley, que el pueblo era la única fuente del Poder y que los hombres nacían libres e iguales en derechos, entre otros puntos (Soboul, 1983, pp. 45-47). Para los grandes esclavistas, reconocer la igualdad entre los hombres libres de las colonias conllevaba un sinnúmero de dudas, y la burguesía colonial de Saint-Domingue no estaba dispuesta a permitir que hombres libres no blancos participasen en las decisiones de la colonia, ya que restaría fuerza a las ideas autonomistas, además de que existía el prejuicio hacia la gente de color (Hernández, 1997, p. 50). Aquellas preocupaciones se reflejaron en los decretos del 8 y 28 de marzo de 1790, cuando la Asamblea Nacional Francesa estableció la igualdad de los derechos civiles para todas las personas libres de la colonia pero mantuvo la esclavitud, dejando a los mulatos libres de Saint-Domingue en una posición vaga al permitir que la concesión de esos derechos se hicieran de acuerdo a la interpretación de las autoridades coloniales de la isla, lo que ocasionó que los mulatos libres fuesen ganados por los blancos realistas con la promesa de que el Gobernador haría efectivo los decretos, cosa que no sucedió. Los mulatos libres comprendieron entonces que los colonos de Saint-Domingue únicamente habían solicitado su apoyo en su lucha por sus intereses, no pensando en reconocerles el goce de los derechos políticos estipulados. Aquello ocasionó levantamientos como los de los mulatos Vicent Ogé y Jean Chavannes, Beauvais, André Rigaud, Jean Pierre Lambert, y Pinchinat, quienes se valieron de la ayuda de los esclavos (James, 2003, pp.79-81; Lepkowski, 1968, p. 62; Cordero, 1989, pp. 36-37).

Sobre los planes realistas que querían aprovechar la agitación de algunas regiones para provocar disturbios con el objeto de paralizar la Asamblea Colonial y sus esfuerzos autonómicos, se cita que un miembro del partido realista comentó a Bayron-Libertat, administrador de la plantación Breda, los propósitos de un plan para sublevar plantaciones. Que el comentario fue escuchado por Toussaint, quien tuvo "la habilidad de aprobar el plan, y [agregar] que con sólo la promesa de tres días de descanso por semana y la abolición de la pena de látigo, se obtendría el resultado deseado". Toussaint logró entonces la confianza de los agitadores y en el papel de intermediario se puso en contacto con Boukman Dutty, Jean François, Georges Biassou y Jeannot Bullet para convencer a los otros negros de que la Asamblea Nacional Constituyente y el rey de Francia les habían concedido tres días de descanso por semana y abolido la pena del látigo, pero que la Asamblea Colonial de Saint-Domingue se oponía a esta ley (Franco, 1954, pp. 204-206; Fick, 1990, p. 92). Un tanto en apoyo a esta nota, en julio de 1793 Biassou señalaba que Toussaint le había propuesto "el que conmoviésemos a nuestros compañeros; pero cuando llegó el caso no se atrevió, y entonces me persuadió de convertirme en jefe. Me instituyó como Gefe con muchos riesgos de no omitir nada a fin de poner a Luis 16 sobre el trono".3

No se sabe la veracidad de lo apuntado, pero lo que es cierto es que, al menos, los líderes Jean François y Biassou lucharon en primera instancia por la Corona francesa en apoyo a lo decretado por el Rey en su favor en la ordenanza del 23 de diciembre de 1785.4

Los negros: de rebeldes a Auxiliares de España

Al iniciarse la revolución haitiana en agosto de 1791 en la parte norte de la colonia francesa de Saint-Domingue, el cabecilla principal de los negros rebeldes era Boukman; al poco tiempo, al morir asesinado, le sucedieron Jean François y Biassou, principalmente (James, 2003, pp. 91, 99; Franco, 1971, p, 24). Después de varias peticiones de ayuda a las autoridades hispanas de Santo Domingo por parte de esos negros, el 22 de febrero de 1793, y en espera de que cuando el mensaje llegase a su destino estuviese declarada la guerra, el monarca español envió una Real Orden a Joaquín García, en la que le indicaba lo siguiente:

…ganar el ánimo de Juan Francisco [Jean François] y Jacinto [Hyacinthe], y demás jefes aliados [...] para que hostilicen a la tropa y habitantes de la parte francesa adictos a la nueva constitución hasta lograr su total exterminio y reunirla a nuestra tierra, para lo cual les franqueará VS. los auxilios posibles, ofreciéndoles, desde luego, que su Majestad los recibe bajo de su Real Protección, y asegura bajo su Real palabra a los negros y mulatos desde ahora para entonces la libertad, excepciones, goces y prerrogativas correspondientes a vasallos suyos, y a estos y a los blancos ventajosos establecimientos en aquella parte o en la Española [...].5

De inmediato García giró instrucciones para contactar con los líderes señalados.6 Esta actividad subversiva por parte de España se llevó a cabo a pesar de no existir una abierta declaración de guerra con Francia, y constituyó una manifestación del deseo español de reconquistar el territorio occidental de la isla, y de los tempranos contactos con los caudillos de color (Victoria, 2005 a, p. 28). España aprovechó los sucesos en la metrópoli francesa y en la colonia de Saint-Domingue para tratar de lograr sus fines, además de que por su riqueza éstas eran las tierras más ricas de Francia en el Caribe (Moreno, 1974, p. 31).

Tras su alianza con el bando español, los rebeldes fueron conocidos como "Tropas Auxiliares de Carlos IV", o simplemente "Negros Auxiliares", sin inscripción alguna en el ejército, y respetándoles – más nunca reconocidos de manera oficial - los grados militares que se habían auto-asignado (Victoria, 2005b, p. 61). Asimismo, de manera inmediata los extensos territorios que controlaban en ese momento pasaron a manos del Santo Domingo español.

A pesar de los éxitos logrados hasta 1794, cuando Toussaint Louverture se pasó al bando francés después de que la Convención se comprometiera a abolir la esclavitud, gran parte de las aspiraciones de ambos grupos se frustraron debido al triunfo de Francia en ese conflicto bélico, derrota que se formalizó con el Tratado de Paz de Basilea, en 1795, quedando la totalidad de La Española en manos de los vencedores. Francia solicitó a los hispanos la salida de la isla de sus aliados negros que tuviesen algún grado militar por considerar su presencia como un peligro latente a la seguridad de la misma.7 Ante esa petición España no tuvo otra salida que depurar sus tropas tratando de evacuar únicamente a los principales.

Al respecto de la salida de los Auxiliares cabe apuntar algunos antecedentes. Después que García recibiese la noticia de paz escribió al Rey el 18 de octubre siguiente preguntando qué debía hacer con las Tropas Auxiliares cuando España evacuase la isla. El soberano, al recibir la misiva, mandó se le contestase a García que "tratase a los Negros como pertenecientes a la Francia", pero en 21 de octubre García avisaba, sin recibo previo de lo estipulado por el Rey, que con base en mandatos anteriores había ofrecido a esos líderes negros y a sus jefes subordinados la real protección, y escrito al Capitán general de Cuba, Luis de las Casas, para que dispusiese su establecimiento en la isla de Pinos.8

El monarca accedió a ofrecer a los aliados su protección y dejar al criterio de García el destino y número de individuos que creyese conveniente trasladar a La Habana, Puerto Rico o Trinidad. El soberano aún no enviaba esas órdenes a Ultramar cuando le llegó una carta de Las Casas, fechada el 16 de diciembre, en la que exponía los inconvenientes y peligros para la tranquilidad de la isla que gobernaba si aquellos negros se establecían en ella o en la de Pinos; que en caso de que llegasen los Auxiliares a Cuba mandaría a Juan Francisco (Jean François) a España y a su tropa la dividiría y remitiría a diversas partes de América. Tratando de evitar cualquier problema en lo futuro, el Rey no aprobó la medida del gobernador de Cuba y también desaprobó la anterior resolución de García – a la cual ya le había dado el visto bueno – por lo que ordenó entonces a este último que todos los negros se quedasen en Santo Domingo y que únicamente algunos recibiesen una pensión moderada mientras encontraban otra actividad o "tomaban partido".9

La cercanía entre las islas ayudó a García en sus propósitos y cuando aun se extendían las órdenes en la Corte para los gobernadores de La Habana y Santo Domingo, el Rey recibió otra carta de Las Casas en la que le participaba el primero de enero de 1796 la llegada de las Tropas Auxiliares a ese puerto.10 Los hechos indican que la Corona no tuvo la intención de dar cobijo a los Auxiliares ni considerarlos súbditos suyos, a pesar de que en la Real Orden del 22 de febrero de 1793 se apuntase lo contrario y de lo estipulado en el Tratado con Francia en cuanto su evacuación.

Las autoridades de Cuba se mostraron renuentes a la aceptación de esos negros, antiguos aliados, considerados entonces sujetos de peligro por sus ideas de libertad y por el riesgo de contagio revolucionario hacia los esclavos de la isla. Pero ante su inminente llegada, y después de formar una Junta para tomar la decisión de qué hacer con ellos, se determinó dividirlos en grupos y remitirlos a diversas partes del territorio español en América y a Cádiz.11 García envió a los Auxiliares a La Habana en dos viajes, siendo el de Biassou el primero de ellos, con 24 personas en total; después de esa salida el contingente a depurar fue el de Juan Francisco; a pesar de los esfuerzos por reducirlo, el número oficial de viajeros fue de 788 individuos, entre hombres, mujeres, adolescentes y niños.12 Biassou fue mandado a la Florida; Juan Francisco fue enviado a Cádiz con familiares y allegados: un total de 136 individuos, y sus tropas fraccionadas y enviadas a Campeche – 115 personas – a Trujillo – 310 Auxiliares – a Portobelo – 90 sujetos – y a la isla de Trinidad – 144 individuos.13 Hacia esos lugares se dirigió entonces el eco de la revolución haitiana.

Los factores a tomar en cuenta para la elección de aquellos sitios de destino fueron su situación marginal, la escasez de esclavos en ellos y por su posible utilización en la economía y la defensa (Geggus, 1997, p. 27). Sobre este último punto, las ideas que se habían esparcido en todo el Caribe y tierras continentales del área acerca de los "terribles" sucesos ocasionados por los negros rebeldes de Saint-Domingue, ocasionaron que su utilización en las armas fuese desestimada como primer factor. Las autoridades buscaron entonces la forma de cumplir lo que el soberano había ofrecido a los Auxiliares, y qué mejor si en ese cumplimiento se lograba también algún beneficio económico para la región. A pesar de lo apuntado, el justificante de la escasez de esclavos no puede ser aplicado a Trinidad y tampoco el de una situación marginal en los territorios del imperio español, debido a la importante situación geográfica de la isla y a los logros económicos alcanzados basados en la mano de obra esclavizada.

El caso de los Auxiliares enviados a la isla de Trinidad no es comparable con ninguno de los otros grupos en que fue dividida la tropa de Juan Francisco debido a la decisión de Chacón de no aceptarlos en su jurisdicción.14 Ninguna autoridad de los diversos sitios adonde fueron enviadas las otras fracciones puso obstáculos al designio de Luis de las Casas. Únicamente se dio la manifestación de desagrado por parte del gobernador de Yucatán (Campeche), apuntando al virrey Branciforte que el envío de negros a esa provincia novohispana era un "yerro de cálculo político".15

Trinidad: una isla española con sabor a la antigua Francia

Sevilla (1985, pp. 126, 203-204), opina que hasta inicios del siglo XVIII Trinidad no parecía importar a nadie y que, gracias a la política económica desarrollada en aquella centuria, la Corona le otorgó un valor estratégico, convirtiéndose en codiciado botín. La guerra contra Inglaterra terminada en 1783 reveló la importancia que para la defensa de los dominios hispanos en esa parte del continente americano significaba poseer y proteger las islas de Barlovento. Con intención de resguardar Trinidad en la medida de sus posibilidades, el gobernador José Chacón (1784-1797) propuso un plan de defensa poco después de llegar el cual fue aprobado por la junta de Generales en la Corte (Zapatero, 1990, p. 201). La importancia estratégica que para la Corona tenían sus dominios en el Caribe y Golfo de México ante los probables ataques de naciones enemigas de Europa y de la emergente nación estadounidense, se resalta en la Instrucción Reservada de la junta de Estado dictada por el conde de Floridablanca en 1787, en que se apuntaba que debido a la presencia de los ingleses en esas aguas, la isla de Trinidad era una posición clave para la defensa dada su situación geográfica (Granfenstein, 1997, pp. 121-122).

En cuanto a lo económico, el despegue de la isla se inició en 1776, cuando las autoridades, encabezadas por el gobernador don Manuel Falquéz, dieron facilidades de asentamiento a los colonos católicos franceses e irlandeses de las islas de Martinica, San Vicente, Granada y Tobago, las cuales habían pasado a manos inglesas desde el tratado de París de 1763. Asimismo, al suscitarse la toma de la Bastilla en 1789, el flujo migratorio de las colonias francesas hacia Trinidad se incrementó. Esa política de población se reflejó en la Real Cédula de Población y Comercio de 1783, que aumentó las ofertas hacia los potenciales inmigrantes y que fue extensiva a todos los católicos. Siguiendo la conformación de castas de la época, los blancos recibirían de entrada 30 acres por familiar para el cultivo más otros 16 acres por cada esclavo, mientras que los negros y mulatos libres recibirían 16 acres de tierra y una proporción por esclavo que introdujesen. Las promociones estaban dirigidas a la gente de dinero y con esclavos suficientes para poner en marcha sus haciendas, de tal forma que para 1788 había en Trinidad unos 3.807 colonos libres con aproximadamente 6.000 esclavos; para 1795 rondaba la cifra de los 9.000 esclavos y para el año siguiente Chacón consideraba una demanda de 4.000 ó 5.000 esclavos (Joseph, 1970, pp.160-161; Newson, 1976, pp. 179-180; Brenton, 1981, pp.13-16; Sevilla, 1985, pp. 126-18).16 Cuando la isla pasó a manos inglesas en 1797 se calcula que existían de 2.000 a 2.500 personas blancas, unos 4.000 negros (incluyendo morenos) libres, y poco más de 10.000 esclavos (Williams, 1964, p. 47; Meredith, 1988, p. 17; Sevilla, 1988, p. 71).

Como respuesta a ese llamamiento y oferta, el incremento poblacional de la isla se dio por la llegada de blancos, dueños de numerosos esclavos, y en los primeros años del movimiento francés la tendencia se volcó hacia el arribo de más colonos libres que esclavos. Sin embargo, al poco tiempo la situación varió con la llegada masiva de esclavos, de manera que para 1795 ésos representaban más de la mitad de la población de la isla. Esto llevó a la existencia de plantaciones donde trabajaba gran cantidad de esclavos, adquiriendo el territorio un carácter esclavista, originando la multiplicación de la producción agrícola y un rico comercio exterior. Ello también ocasionó la aparición de una nueva clase social y política de origen francés. Muchos de los inmigrantes, apoyados en su situación económica y por las autoridades españolas, fueron ocupando importantes puestos en el Ayuntamiento y en la administración policial como comandantes de las áreas rurales. Como ejemplo cabe señalar que, durante algunos años de la administración de José Chacón, el cabildo se conformaba de diez miembros de los cuales siete eran franceses y uno irlandés. El perfil de la isla había cambiado; del poder criollo al de las autoridades peninsulares, y de ésta a la fuerza de los inmigrantes, sobre todo franceses, siendo esos los que con el poder de sus fortunas y negocios eran quienes ejercían el control de las autoridades (Brerenton, 1981, pp. 22-27; Sevilla, 1989, pp. 521-523).

Incluso después de la toma de la isla por parte de los británicos en 1797 persistía una importante colonia francesa formada por realistas, jacobinos y otros adversarios a Napoleón (Thibaud, 2005, p. 111). Para 1800 se reportaba en Trinidad la existencia de 2.500 blancos, de los cuales unos 500 eran españoles y el resto franceses en su mayoría, incluyendo a los refugiados de Saint-Domingue (Knight, 2005, p. 8). Si el artículo 13 de la Real Cédula de 1783 prohibía que los nuevos colonos tuviesen relación alguna con el servicio de la milicia, aquellos controladores de la mano de obra esclava no requirieron de estrategias defensivas para manipular el nuevo orden social que pasó a depender más del poder económico que del político. Incluso el francés y el créole pasaron a ser las lenguas más habladas en la isla, predominando la danza, la música, la gastronomía y las costumbres del Antiguo Régimen de Francia en la vida social de aquel territorio hispano. En síntesis, la posesión española pasó a ser una colonia esclavista, con plantaciones de azúcar, café, algodón, y otros cultivos tropicales, controlada por los inmigrantes franceses. Algunos autores sintetizan la situación imperante en la isla con la opinión de que bajo la administración de Chacón Trinidad fue una colonia francesa excepto en el nombre (Joseph, 1970, p. 165; Newson, 1976, p. 181; Brerenton, 1981, p. 22; Sevilla, 1985, p. 30). Más contundente, Williams (1964, p. 40) señala que por aquellos años "España reinaba pero Francia gobernaba" la isla.

En el marco de esa situación, para finales de 1789 don Juan Guillelmi, entonces Capitán General de Venezuela, recibió una comunicación del conde de Floridablanca instruyéndole acerca de la peligrosa situación que se avecinaba por las intenciones de la Francia revolucionaria de expandir su seducción y promocionar su "religión" entre los habitantes de las colonias españolas. En consecuencia, para 1791 ordenó la investigación y expulsión de extraños que hubiesen llegado a las tierras venezolanas; se prohibió la entrada de naves francesas a los puertos, así como la entrada de negros o prófugos de esa nación o "de cualquiera otra casta que pudiese influir en los vasallos de su majestad" (Franco,1969, p.v; Gómez, 2004, pp. 85-87).

Ante las rebeliones en Santa Lucía, Granada, San Vicente y Dominica en 1795-1796, y por la hasta entonces neutralidad de España en el conflicto entre Inglaterra y Francia, Trinidad fue considerada refugio incluso para los que comulgaban con la revolución. Chacón y camarilla debieron pensar que la isla podía tener algún problema debido a la expansión de la ideología revolucionaria. No en balde su correspondencia con Madrid entre 1794 y 1795 denota una preocupación por la fuerte posibilidad de que los esclavos negros y mulatos de la isla se viesen pronto envueltos en un movimiento similar. Chacón y el cabildo acordaron en 1794 revisar las circunstancias en que los extranjeros llegaban al territorio y el peligro que representaban los hechos suscitados en las otras islas que caían en manos británicas, puesto que tanto Inglaterra como Francia habían proclamado la libertad de los esclavos. Según Chacón, para ese entonces los esclavos de la isla estaban ya adoptando ideas introducidas por los franceses revolucionarios (Brerenton, 1981, pp. 24-30).

Los temores de José María Chacón

La noticia de ruptura y declaración de guerra entre Francia y España llegó a Trinidad en junio de 1793.17 El Gobernador de esa isla pormenorizó en septiembre del año siguiente al ministro de Marina, don Antonio de Valdés, la grave situación que, según él, se estaba viviendo en las Antillas por las disputas entre Inglaterra y Francia. Decía que en esa contienda España podría verse inmiscuida, pues si los franceses republicanos, con los que la Corona hispana ya estaba en guerra desde el año pasado, atacasen a los británicos localizados en Martinica y otras islas conquistadas, perderían éstas y sus antiguas posesiones en el Caribe; ocasión que generaría

…el contagio en este Archipiélago que podrá envolver igualmente nuestras posesiones en la Costa Firme, porque la máxima de declarar libres a los esclavos que acepten el partido de la República, es demasiado dulce para que la reuse ningun negro que se halle en aquella condicion, y exige extraordinarias providencias.18

Chacón también dejaba ver sus temores ante la pérdida inglesa de la isla de Guadalupe en manos de los republicanos, ya que los franceses reunían gente pagada para el servicio de las armas y esperaban refugiados de Norteamérica para embestir a todas las islas de las Antillas "con una osadía que no tiene ejemplo". Ante el peligro inminente el Gobernador señaló que no contaba con fuerzas marítimas, tropas de guarnición, ni fortificaciones respetables y que numerosa gente de comercio o con pasajeros, a las que les había negado la entrada al puerto para evitar probables contagios de insurrecciones, desembarcaban en cualquier otra playa por lo que sus intentos para impedir que entrasen al territorio eran inútiles. La vigilancia de la que disponía por mar la señaló escasa ya que los bergantines Descubridor y Vigilante tenían reducida tripulación.19

Chacón recordaba que el Rey había ordenado el año anterior que pasase a esos dominios de Ultramar una escuadra con la finalidad de auxiliarle; sin embargo desconocía por qué no había llegado a la isla. En su misiva reiteraba la solicitud que no se desamparase el "…Archipiélago donde fermenta el veneno que puede propagado arruinar todas nuestras posesiones de América, yo beo la cosa no solo posible sino inmediata [...] el fuego de la insurreccion está extraordinariamente inflamado en estas Antillas. Si la Trinidad no estorba la llamada todo el continente de la America que la avecina ba abrasarce".20 Asimismo, sus temores los expresaba a Valdés al describirle la situación imperante en la región:

Desde que supieron la revolución de la metrópoli, se creyeron los franceses de estas islas obligados a propagar el que llaman evangelio de la libertad. Los miserables patrones y pasageros de las lanchas y pequeños barcos de la Costa Firme que les llevaban mulas y ganado bacuno, bolvían hablando de Necker, Lafayete, Mirabeau y Marat, sin embargo de que jamas han savido los nombres de nuestros Ministros ni Generales. Como una de las máximas favoritas ha sido la de la igualdad, no hay mulato ni negro que no admire y adopte esse sistema a lo menos en su interior mientras está compelido a aparentar lo contrario. Muchos [negros] de los que no tenían familia ni hogar abandonaron su patria y han estado el año pasado a bordo de los corsarios enemigos haciendo la guerra contra los mismos españoles sus paisanos.21

Respecto de los negros que no habían abandonado aquellas islas por estar casados, apuntaba que no por ello dejaban de alegrarse al creer sus derechos iguales a los de los blancos, por lo que la gente de color "(que así llaman a los mulatos y negros)", eran partidarios de las ideas que portaban los franceses enemigos. Hacía la observación de que si los influyentes eran escasos, los influidos eran los de color y que de éstos estaba compuesta la mayor parte de la población en los dominios españoles de América. Indicaba que con los "blancos" que vivían en las colonias americanas de la Corona no se podía contar, ya que la mayor parte estaban criados en una especie de languidez y de inacción, acostumbrados a velar únicamente por sus esclavos en los trabajos de la agricultura. En caso de guerra los negros desempeñarían esa actividad en beneficio propio y no de sus amos. Añadía que debido a esa situación no había que olvidar el espíritu general imperante en las colonias a favor de la libertad, alimentado por la falta de conocimiento sobre el soberano, "al que no conocen de vista", ni la metrópoli, únicamente esperaban la conservación del país en que habían nacido sin ocuparse jamás de que pertenezca a España.22

Chacón notificaba a Valdés que los temores que había indicado estaban ya en puertas, pues sabía que se preparaba una expedición de los franceses de Norteamérica contra Trinidad. Señalaba que si la isla cayese en sus manos contagiaría al resto de la costa firme, además de que el Rey perdería "acaso la más importante de sus islas", no sólo por la riqueza de sus tierras, su economía boyante y la excelencia de sus puertos sino por su situación geoestratégica.23 La preocupación del Gobernador no se debió únicamente a la posibilidad de perder la isla por invasión de los franceses o ingleses sino que, como consecuencia indirecta de la revolución francesa y de la haitiana, Trinidad había ampliado su desarrollo económico en el último cuarto del siglo XVIII y la isla también era ya una pieza de importancia para la economía española de la región. De importancia sin duda, pero que en la década de 1790, como se ha señalado, tuvo más en común con la vida socioeconómica de la Francia del Antiguo Régimen que con la española.

En carta reservada Chacón decía cuidar de una isla que él había procurado hacer florecer atrayendo gente y promoviendo la agricultura, la que en 1794 había producido géneros por valor de un millón de pesos mientras que antes de su llegada solo producía lo valorado en 3.000 pesos. El Gobernador concluyó diciendo que si la falta de navíos obligase la rendición de la isla, tendría el dolor de verla en manos de un enemigo tan detestable como el inglés.24 El contagio de los alzamientos de la gente de color de las islas cercanas también hizo mella en Trinidad, según el capitán de navío Gabriel Aristizábal, que dijo haber llegado a aquélla el 24 de marzo de 1795 y sofocado en sus principios una sublevación que tenían tramada los negros, mulatos y algunos criollos de la isla. Después de ese oportuno arribo de la escuadra, el Rey mandó aprobar "todas las providencia tomadas para mantener el sosiego y tranquilidad de tan importante posesión".25

En respuesta a la solicitud de ayuda del Gobernador, Godoy escribió a ése en enero de 1796 indicando que había ordenado que se le prestase el socorro debido desde Caracas u otras partes del continente, consistente en tropas, artillería y pertrechos, pidiendo que le hiciera saber sobre otros efectos que pudiese necesitar para que se le enviasen desde Cádiz.26 Poco después Chacón lanzaba un nuevo llamamiento dibujando la situación como más caótica ya que los ingleses, aunque no existía una guerra declarada, habían enviado una expedición considerable a la isla Barbada y otras posesiones insulares dispuesta a atacar a las posesiones francesas del archipiélago, por lo que los españoles no debían mirar con indiferencia "tanta fuerza en una sola Nación quando las que la rodean estan casi desarmadas". Indicaba que Trinidad era la isla que más cuidado debía tener, tanto por su proximidad como por su fácil acceso por todas sus costas a las que podían llegar algunos negros insurgentes que escapasen de Granada, "cuya comunicación con los Esclavos de esta Ysla sería sumamente perniciosa por los principios de libertad y revolución que profesan y procurarían inspirar".27

La guerra entre España e Inglaterra se hizo manifiesta en la segunda mitad de 1796, fijándose los británicos dos puntos importantes en sus propósitos: la conquista de las islas de Trinidad y de Puerto Rico. La primera pasó a manos del general Ralph Abercromby por capitulación de Chacón el 18 de febrero de 1797. A pesar del peligro inminente, el miedo en Trinidad fue tal que Chacón se negó a armar para la defensa a los mulatos y negros, muchos originarios de las Antillas francesas, por temor a que se volviesen contra ellos y cometiesen excesos comparables a los de Saint-Domingue (Thibaud, 2005, p. 115). Con la ocupación de la isla los ingleses tomaron el control del comercio de Venezuela y Nueva Granada, con la posibilidad de poner en práctica el proyecto de apoderarse de las colonias españolas (Franco, 1969, p.xiii).

Envío y rechazo de los negros auxiliares a Trinidad.

A pesar de la situación en que se encontraban Trinidad y su entorno, las autoridades de Cuba, en sus esfuerzos por deshacerse de los negros Auxiliares, eligieron aquella isla como uno de los puntos geográficos adonde se destinaría una parte de las divididas tropas, no obstante los numerosos esclavos existentes en ella. La junta que se formó en La Habana para el caso, en voz de Luis de las Casas, propuso a Juan Francisco pasase a la isla de Trinidad en calidad de colono (sin saberse si como súbdito español ó individuo francés) aprovechando el fomento que se hacía de la isla y el repartimiento de tierras que se daba a los nuevos vecinos. El jefe negro contestó que estaba dispuesto a pasar a la isla en compañía de sus acompañantes siempre y cuando posteriormente el Rey le otorgase a él licencia para marchar a España.28 Sin conocerse los últimos acontecimientos sobre el caso suscitado en La Habana, desde Sevilla le mandaban a decir a Chacón en febrero de 1796 que al saberse ahí el probable envío de Juan Francisco y su gente a Trinidad, se intentase disuadir al jefe negro de sus intenciones de ir a España, y que averiguase si tenía la idea de ponerse al servicio de otra nación o en qué términos le apetecía continuar en la metrópoli, haciendo hincapié en alejarlo de todo acercamiento con los ingleses que podrían de nuevo intentar atraerlo a sus filas, tal como había sucedido en Santo Domingo.29

En su respuesta Chacón señalaba que si por algún motivo apareciese por ahí Juan Francisco trataría de mantenerlo por corto tiempo, ya que consideraba perjudicial su presencia en la isla o en cualquier otra parte donde hubiese esclavos de su color. Aducía que en Trinidad la mayoría de los esclavos procedían de colonias francesas, hablaban su mismo idioma y "serían muy perjudiciales en el momento que los convidara a cometer algun atentado". Si pese a lo anterior Juan Francisco llegase a Trinidad, Chacón pensaba remitirlo al virrey de Buenos Aires para que ése, a su vez, lo mandase a las islas Malvinas donde "aquel tiempo frigidisimo podra acaso helar o templar el fuego del genio belicoso que le han inspirado los excesivos calores de Guinea, pais de su origen y demas partes de la zona torrida donde se ha mantenido toda su vida".30 Chacón indicaba que en las Malvinas no había negros o si existiesen debían ser muy pocos, por lo que aunque intentase alguna insurrección no fructificaría ni causaría daño alguno como en otros puntos de España o América. Apuntaba que en ese sitio los negros permanecerían alejados de todo contagio ya que en las tierras continentales, que también pertenecían al Rey, no había gente blanca sino únicamente nativos llamados Patagones, por lo cual una política certera los mantendría ahí con satisfacción.31

Ante el presunto envío de Juan Francisco y parte de su tropa a Trinidad, el gobernador García se apresuró a señalar al ministro Godoy que habría que hacerle ver a Chacón las consecuencias del posible rechazo de los negros en esa isla, ya que sería "fatal" regresarlos a Bayajá.32 Al parecer García adivinada la postura que tomaría el gobernador de la isla de Barlovento y se apresuraba a prevenir la remisión de Juan Francisco a Santo Domingo, lo que sería un problema para él. El líder negro fue convencido de que marchase con sus familiares y colaboradores cercanos a Cádiz, hacia donde partieron a fines de febrero de 1796; en cuanto a sus tropas, la junta habanera determinó remitir a la isla de Trinidad de Barlovento a 144 personas. Acto seguido, el 10 de febrero de 1796 el gobernador de Cuba escribió a Chacón sobre el envío de la gente a la isla, como uno de los destinos que se consideraron "más oportunos". Luis de las Casas anunciaba a Chacón el envío de gente de color a bordo de la fragata mercante La Santísima Trinidad a cargo de don Juan Bautista Echeverría, "sin que sobre la materia pueda yo comunicar a V.S. mas instrucción que la que consta de la copia que incluyo de la carta del Presidente de Santo Domingo y de los documentos que cita", indicando que había escrito a Joaquín García para que instruyera de mejor manera a la autoridad de aquella isla.33

El grupo de negros con destino a Trinidad se dividió de la siguiente manera: 76 hombres, 40 mujeres y 23 niños,34 sumando 139 personas, no 144, cifra que se cita como oficial. De las copias de las reales órdenes que en otras ocasiones acompañaron a los grupos de Auxiliares a sus destinos como carta de presentación, en este caso Las Casas únicamente se limitó a la reproducción de los párrafos de la Real Orden del 22 de febrero de 1793, en la que el soberano aseguraba para los Auxiliares "ventajosos establecimientos". Le indicaba a Chacón que procurase dotarlos de tierras para que empezasen a trabajar, sin obviar la sempiterna frase: "interin Su Majestad resuelve en el particular".35

Los Auxiliares iban y debían ser tratados, supuestamente, como súbditos de la Corona española pero también se les señalaba como individuos franceses, ya que el propio monarca había indicado que se les considerase como pertenecientes a esa nación cuando se preparaba su salida de Santo Domingo.36 Con esta calificación pudo ser más fácil su rechazo en Trinidad debido a lo dictado con relación a la prohibición de entrada de gente de esa nación a las colonias hispanas, aunque en las otras regiones a donde se enviaron grupos de Auxiliares se hizo caso omiso de tal orden. En la documentación remitida se señalaba que iban como colonos, pero unos colonos que poco o nada podían hacer en esa isla ya que eran reducidas las opciones para esos negros libres y sin recursos económicos, situación que los segregaría de los grupos dueños de posesiones, orillándolos hacia el segmento de gente dedicada a actividades menores, al servicio, o incluso al de los esclavizados.

José Chacón recibió la notificación y para sorpresa del gobernador de Cuba aseguraba que, después de analizar el documento, encontró fuertes razones para no admitir a los negros remitidos. No obstante su postura, envió al cabildo de Puerto España todo el expediente para que a su vez rindiese su dictamen. La resolución del cabildo fue que se podrían presentar acciones con funestas consecuencias si se les permitía su admisión como pobladores de la isla.37 Las razones "de peso y fuerza" que tenían Chacón y los miembros del cabildo para desechar la acogida de los negros, eran, según apuntaba a Las Casas, las mismas que las autoridades de Cuba tenían para negarles el desembarco en aquélla. Chacón hizo una comparación entre las providencias de las dos islas e indicaba que si La Habana se encontraba protegida por respetables fortificaciones que imponían a los poderosos ejércitos europeos, Trinidad no contaba con obras pétreas de defensa para imponer a los atacantes "ni a los movimientos de un populacho". Que si Cuba contaba con tropas veteranas y de milicia disciplinada hasta por un número cerca de los 12.000 hombres, todos españoles europeos y criollos, Trinidad apenas contaba con 112 hombres veteranos y una débil milicia compuesta en su mayor parte de gente extranjera, "cuya lealtad a la nación española devemos suponer muy precaria y cuyos principios y modo de pensar dista mucho del nuestro". Concluía la comparación apuntando que Cuba estaba poblada de españoles mientras que Trinidad por extranjeros y ningún negro que hablase francés, la lengua de los Auxiliares; además de que no contaba con buques de fuerza.38 Al respecto de los pobladores de color, en carta a Godoy del 19 de julio siguiente, Chacón se contradijo, ya que señaló como posible problema en el eventual envío a Juan Francisco desde Cádiz el hecho de que la mayoría de los esclavos de la isla hablaban la lengua francesa y que la comunicación entre ellos podía ser posible, lo que podría acarrear funestos acontecimientos.39 El Gobernador buscó de todas las maneras evitar el envío de esos negros a su jurisdicción territorial, cuya presencia podría originar alianzas de grupo e incitar a los esclavos a lograr beneficios semejantes a los que, por las armas, obtuvieron los Auxiliares.

Ante aquel panorama le pareció inaudita su admisión, sobre todo porque los negros enviados conocían el uso de las armas, e incluso, en referencia a la matanza de Bayajá por las tropas de Juan Francisco, señaló que bien pudieron tomar parte en aquélla y que el armamento lo habían utilizado para desobedecer a un Gobernador español para "cometer un atentado que no se puede llamar sino atrocidad". Temía que ante el escaso número de fuerzas con que contaba, en un caso extraordinario éstas no fuesen suficientes, ya que no estarían únicamente a la sospecha de los negros sino que también a la beligerancia de las dos naciones enemigas que los rodeaban. No quiso aventurar lo que pudiese pasar si un día los negros Auxiliares se apandillasen con los otros habitantes de color de la isla.40 Chacón apostilló que

Si el numero de veteranos fuese siquiera de 800 a 1.000 hombres, yo haria la tentativa de emplear los Negros con ciertas precauciones, pero en los terminos en que me hallo, sería un imbecil si expusiera a este Publico con la admisión de unos negros que se reputan dañosos y perjudiciales aun en medio de 6 respetables fortalezas y 4 o 5.000 hombres de buena tropa. V. E. con los conocimientos que tiene para juzgar de esta materia, espero hará justicia a mi escusa en que sigo su exemplo, por hallarme en situación mas apurada.41

En cuanto a que a los Auxiliares se les mencionara como franceses, cabe apuntar que unos años antes, cuando los negros capturados en Saint-Domingue por los españoles y sus aliados eran numerosos para tenerlos en la parte hispana de esa isla, el gobernador de Santo Domingo sugirió que fuesen vendidos como esclavos, entre otras zonas, en Caracas. La propuesta causó escándalo mayúsculo a la junta de la Audiencia de esa provincia y al Capitán general, ya que la compra de negros procedentes de Saint-Domingue podría acarrear grandes problemas. Argumentaron que los esclavos franceses estaban embebidos de las máximas de insubordinación y libertad, y podrían llevar a la muerte al sistema esclavista en Venezuela (Laviña, 1990, p. 46). Al no recibir a los Auxiliares en Trinidad, la decisión fue remitirlos de nuevo a Cuba, pero aprovechando que en esa travesía La Santísima Trinidad tenía que pasar por Santo Domingo, Chacón giró la resolución para el gobernador García explicándole los motivos para su rechazo y para que tomase la determinación de que siguiesen a Cuba o fuesen destinados a otro sitio.42

Se dice que cuando el grupo de Auxiliares arribó a Santo Domingo, García pasó a "consolar a los negros" y dispuso que se les brindase algo de comida y bebida que aliviase los cuatro meses – casi cinco – de embarque que llevaban. Como forma de protesta ante la actitud que se estaba teniendo para con ellos, cosa que no hicieron en Trinidad, los Auxiliares lanzaron vivas y aclamaciones hacia el rey de España, tal vez para que las autoridades recordasen las viejas promesas – aún incumplidas - que para con ellos había tenido el soberano. Protestaron ante García y también en presencia del agente francés que pasó a verles a la embarcación, ya que no querían vivir bajo la autoridad francesa, pues no "gozarían" de ninguna consideración por su alianza con los españoles en 1793. Ante el problema que originaría el reenviarlos a La Habana, García debió aprovechar la débil presencia en esa parte de la isla de la autoridad revolucionaria que los había mandado evacuar, la idea existente sobre que la entrega no se haría efectiva y el pronto regreso a la situación anterior, para solicitar los medios para distribuirlos entre el vecindario español que aún existía en Santo Domingo, quienes respondieron en forma positiva y, según García, tomaron a los negros "con mucho gusto como libres para ocuparlos, alimentarlos y cuidar de ellos" (Geggus, 2002, p. 185). De esta forma García había resuelto el problema que significaba la búsqueda de destino para ese grupo de Auxiliares, un problema que se había iniciado para toda la tropa de negros desde la solicitud de Francia a España de evacuarlos de la isla en 1795, y desde antes para los esclavos franceses o procedentes de esas posesiones, rubro en los que también se podría considerar a los Auxiliares.

En su informe a la metrópoli García apoyaba de manera tácita el proceder del gobernador de Trinidad, indicando que su determinación estuvo fundada en la misma en la que obró Luis de las Casas, aunque el proceder de Chacón no respetase las órdenes dispuestas por el gobernador de Cuba y paralelamente la del monarca, pues cuando partieron para Trinidad en febrero de 1796 aún se barajaba en la metrópoli la posibilidad de estancia del líder negro en esa isla.43 Esta nueva situación no debió ser ventajosa para esos antiguos aliados ya que, si por un lado se les mantendría como hombres libres - aunque desconocemos qué pasó con ellos - no gozarían como otros grupos de una porción de tierra para el cultivo ni de otras prerrogativas de salario, aunque fuera por un corto lapso a costa de la Real Hacienda, o de la distribución de utensilios de labranza, animales o vestimenta.

Lo dictado por la Junta en 1787 y la actitud tomada por Chacón debieron ser la base de la justificación para no considerar en lo futuro a la isla de Trinidad como destino de otros Auxiliares. Así, en 1796 Manuel Godoy indicaba al ministro de Guerra que pensaba destinar a la tropa de Juan Francisco que se hallaba en Cádiz a Puerto Rico u otra colonia americana, pero que no fuese Cuba o Trinidad.44 En consecuencia, la desobediencia de Chacón al no recibir a los negros enviados desde Cuba no sólo lo eximió de culpa, sino que incluso se consideró una acción concienzuda y prudente destinada a prevenir circunstancias problemáticas en la isla.

Consideraciones

El envío de los Auxiliares a Trinidad significó un fracaso en la hasta entonces bien lograda diáspora de las tropas de Juan Francisco orquestada por las autoridades de Cuba, ya que el soberano no la ordenó, desaprobó la salida de esos negros de Santo Domingo y tampoco determinó los lugares de destino. El rechazo a recibir a los 144 negros oficialmente enviados desde La Habana por parte de José María Chacón, puede verse, por un lado, como un enorme celo del Gobernador por la protección del territorio que tenía bajo su responsabilidad, aunque en esa acción quebrantase lo mandado por el Capitán general de Cuba; por el otro, como ejemplo de su sometimiento al poder de los franceses no revolucionarios de Trinidad, cuya importancia en la vida económica y política de la isla como dueños de grandes plantaciones, de su presencia en la conformación del cabildo y en el tipo de vida social, económica y cultural que tenía la sociedad de la isla, era incuestionable.

Para la salida de los negros aliados de Santo Domingo se pensaba, sin duda, que el Rey daría toda su aprobación, más no se supo a tiempo la desaprobación real de las acciones de García en remitirlos a Cuba y de ahí a otros destinos. Sin saberlo, García, Las Casas y Chacón desobedecieron la postura del soberano, ya que dichas órdenes no llegaron a enviarse a ultramar antes de que en la metrópoli se supiera la llegada de los Auxiliares a La Habana.

El grupo de Auxiliares remitidos a Trinidad no iba encabezado por alguno que ostentase un grado militar, como sucedió con los otros grupos al igual que de alguna lista con sus nombres. La ausencia de un cabecilla o jefe que los dirigiese evitó las quejas por el rechazo de Chacón, y tuvieron que esperar hasta Santo Domingo, donde vieron a Joaquín García, para tomar valor y tratar de hacer valer lo prometido. Es extraño que en los papeles remitidos a Chacón por Las Casas con esos viajeros, a diferencia de lo asentado en la documentación que acompañó a otros grupos de esa diáspora de color, no se hiciese referencia a las raciones necesarias para el viaje; que las cartas de presentación con las órdenes del Rey no hayan sido más extensas, como sucedió con los otros grupos de Auxiliares; que tampoco se mencionase a la Caja Real que otorgaría el dinero para la manutención de los Auxiliares mientras se establecían como poblado, y, aunque Chacón ya sabía del suceso, no hiciese mención de lo ocurrido en Bayajá. Con todas esas "particularidades", el viaje de estos Auxiliares fue el menos documentado de todos, como si hubiese otra intención en su envío a la isla esclavista. Lo anterior, y sobresaliendo la falta de un cabecilla con rango que controlase a un elevado número de gente, de la que 76 eran hombres jóvenes, al igual que las mujeres, induce a pensar que aquella remesa de negros pudo ser contemplada por las autoridades de Cuba como un potencial y velado agregado a las fuerzas esclavizadas de una isla donde existían pocos negros o mulatos libres; y que gracias a la explotación agrícola por mano esclava y el poder económico de los franceses enemigos de las ideas revolucionarias, así como de las facilidades del comercio, estaba en cotas de progreso como nunca antes. Tal vez pensaron que Chacón no los rechazaría por ser gente joven y que pudiese obtener ventajas económicas de ello. La postura de enviarlos a Trinidad se contrapuso entonces al factor de escasez de esclavos que se supone se consideró para la elección de los destinos.

Sin embargo, el gobernador de Trinidad tomó la determinación de no ver en juego la posición de la isla a causa de un puñado de negros ex rebeldes, conocedores del manejo de las armas, con conocimiento de cierta estrategia de ataque, que ni en Cuba los admitían, y justificando de buena manera su decisión - fundada sin duda en lo expuesto por el ministro Floridablanca y en sus propios intereses - los remitió a Santo Domingo. Ahí fueron recibidos por García quien, en medio de un proceso poco claro, los distribuyó entre el vecindario español como hombres libres tanto por ser la situación otorgada por el soberano, así como por la existencia de la libertad para los esclavos proclamada por la entonces Convención. De nuevo en su tierra los antiguos aliados ex rebeldes que realizaron un periplo por aguas del Caribe comenzarían una nueva vida, dedicándose seguramente a actividades agrícolas. Aunque tampoco hay que dejar pasar la idea de que debido a la fragilidad de la autoridad francesa en el Santo Domingo, aún de facto español, algunos pudieran ser de nuevo reenganchados de manera subrepticia hacia la esclavitud.

Este grupo de Auxiliares, aunque logró su libertad, pasajera o no, se vio impedido de las prerrogativas, los goces y los privilegios prometidos por el Rey para su adhesión a la causa española. Se desconoce qué pasó con ellos con posterioridad, si siguieron en los trabajos destinados por sus "benefactores", quienes seguramente no reconocieron las ofertas reales de 1793, o si se enrolaron en las fuerzas de Toussaint Louverture cuando éste tomó la ciudad de Santo Domingo un lustro después. A pesar de lo acontecido a este grupo de Auxiliares, el hecho cumplió en gran parte su objetivo: alejar de Cuba a esos ya ex aliados incómodos, con lo que se compensó su rechazo por José Chacón. Con ambas acciones se creyó mermar un tanto el eco revolucionario en las Antillas hispanas.

Notas

1 Archivo Museo Álvaro Bazán (en adelante AMAB.) Exp. A Indias, leg.19 (38). Carta del gobernador de Trinidad, José María Chacón, Antonio Valdés. Trinidad a 22 de octubre de 1794.

2 Archivo General de Indias (en adelante AGI.) Estado, 3, No.10. Sobre estancia en España del caudillo Juan Francisco. 1796.

3 Archivo General de Simancas, Secretaría de Guerra (en adelante AGS. S.G.) leg.7157, No.12. Memorial del Sr. George Biasou a don Joaquín García. San Miguel a 15 de julio de 1793.

4 AGS. S.G. leg.7157, exp.18. Cartas del gobernador de Santo Domingo con varios documentos relativos a las ocurrencias y rebeliones de los negros de la parte francesa, del 7 de enero al 25 de diciembre de 1792 (25 de septiembre); AGS. S.G. leg.7157, exp.19, No.110. Carta de Jean François al gobernador de Santo Domingo. Juana- Méndez a 13 de febrero de 1793.

5 AGS. S.G. leg.7157, exp.19, No,117. El gobernador de Santo Domingo contesta la Real Orden de 22 de febrero. Santo Domingo a 25 de abril de 1793.

6 Ibídem.

7 Archivo Histórico Nacional (en adelante AHN.) Estado, leg.3407. Esteban Laveaux general y gobernador de Santo Domingo a la Diputación de la República Francesa. Fuerte Delfín a 22 de noviembre de 1795; AHN. Estado, leg. 3407. Correspondencia del gobernador de Santo Domingo Joaquín García. Santo Domingo a 26 de noviembre de 1795.

8 AGI. Estado, 3, No.10. Carta de Godoy a Azanza. 18 de abril de 1796.

9 Ibidem.

10 Ibídem. Sobre la estancia de Juan Francisco en Cádiz, ver Victoria, 2005a, pp. 109-136.

11 AGI. Estado, 5B, No.176. Carta del gobernador de La Habana al Príncipe de la Paz. Habana a 25 de enero de 1796.

12 AGS. S.G. leg.7161, exp.24. El Capitán general da cuenta de los jefes y negros auxiliares que han llegado a la plaza de La Habana, 11 de enero de 1796.

13 AGS. S.G. leg.6824, exp.15, No.252. El Capitán general de Cuba da cuenta de la salida para los destinos que expresa de los negros auxiliadores que se hallaban en La Habana. Habana a 1 de marzo de 1796; AMAB. Exp. a Indias, leg.21 (18/168). Sobre transporte a España desde La Habana del general negro Juan Francisco. Cádiz a 25 de marzo de 1796. Las cifras apuntadas fueron las oficiales, sin embargo hubo algunos cambios en los grupos, alcanzando el número de 795 los individuos que salieron de La Habana, permaneciendo en ese puerto otros tres por enfermedad, Victoria, 2005 b, pp. 104, 116, 150, 189, 245-246, 291, 301-302.

14 AHN. Estado, leg.33407. Carta del Príncipe de la Paz a García. Mérida a 16 de enero de 1796; AGI. Estado, 3, No,10. Carta de Godoy a Azanza. Abril 18 de 1796.

15 Archivo General del Estado de Yucatán. Fondo Colonial, Ramo Militar, vol.1, exp.22. Instructivo del Capitán General a José Carreño para desempeñar una comisión en el establecimiento de negros San Fernando Aké. Mérida a 19 de julio de 1806.

16 Sevilla (1988, p. 71), apunta que algunos inmigrantes capturaban negros de otras islas antillanas con el fin de reclamar más tierras en Trinidad. Williams (1964, p. 40), señala que un plantador francés de Granada, Roume de St. Laurent, visitó Trinidad y envió un memorandum al rey de Francia en 1777, planteando la idea de la inmigración a la isla aprovechando la amistad entre ambas coronas.

17 Archivo General de la Nación (Venezuela), Gobernación y Capitanía General, tomo XLVIII, De don Vicente de Emparán al Gobernador Pedro Carbonell. Cumaná a 5 de junio de 1793, folio.343.

18 AMAB. Exp. a Indias, leg.19 (38). Carta del gobernador de Trinidad, José María Chacón, a Antonio Valdés. Trinidad a 22 de octubre de 1794.

19 Ibídem.

20 Ibídem.

21 Ibídem.

22 Ibídem. Esta última parte de la reflexión difiere un tanto de la idea de Minués (1995, pp. 147-148), en cuanto a que en los virreinatos hispanoamericanos se logró que los súbditos sintieran a sus reyes próximos a ellos a través de la propaganda áulica que funcionó mediante el arte, la fiesta y la emblemática. Esto derivó – según ese autor - en la lealtad y la devoción expresadas a la monarquía española por más de trescientos años. No dudando de esto, es posible que la postura radical de Chacón se haya influenciado por la situación imperante y por la necesidad de convencer a la metrópoli de la urgencia e importancia de los refuerzos que solicitaba.

23 Ibídem. Para esos tiempos la proporción mayor de los esclavos existentes en la parte continental de Venezuela residía en la franja costera, aunque algunos otros lo hacían en las ciudades, dedicados a tareas domésticas (Malamud, 1990, p. 734). Con relación al contagio, en 1795 se dio un alzamiento de negros esclavos en Coro, Carta de Pedro Carbonell en que alaba al teniente de Justicia Mayor con motivo de la rebelión de esclavos. 12 de junio de 1795, Cit. en López, 2003, pp. 50-55.

24 AMAB. Exp. a Indias, leg.19 (38). Reservada del gobernador de Trinidad, José María Chacón, a Antonio Valdés. Puerto de España a 22 de octubre de 1794.

25 AHN. Ultramar, leg.2776, doc.2. Habana a 8 de mayo de 1795; AMAB. Exp. a Indias, leg.19 (51). El Comandante de Marina participa haber llegado a Trinidad. Habana a 25 de abril de 1795; AGS. S.G. leg.6854, exp.4, No.48. El Capitán general de Cuba da parte de las noticias relativas a los ingleses, franceses y de los recelos de sublevación en Trinidad. La Habana a 6 de mayo de 1795: AMAB. Exp. a Indias, leg.19 (48). Aprobando el Rey las providencias para Trinidad. Aranjuez a 24 de junio de 1795.

26 AMAB. Exp. a Indias, leg.21 (11/36). Sobre auxilios que necesita el gobernador de la isla de Trinidad. Aranjuez a 31 de enero de 1796.

27 AMAB. Exp. a Indias, leg. 21 (11/40). El gobernador y comandante general de la isla de Trinidad participa el arribo de fuerzas a las islas inglesas del archipiélago. Trinidad a 20 de marzo de 1796.

28 AGI. Estado, 5ª, No.23 (1). Carta de Luis de las Casas al Príncipe de la Paz. Habana a 10 de enero de 1796.

29 AHN. Estado, 3407. Firma de Indias. Cartas despachadas en Sevilla. 4 de febrero de 1796.

30 AGI. Estado, 66, No.51. Copia de carta del gobernador de Trinidad a Manuel Godoy. Trinidad a 19 de julio de 1796.

31 Ibídem.

32 AGI. Estado, 5A, No.46 (1). Carta de Joaquín García al Príncipe de la Paz. Santo Domingo a 1 de marzo de 1796.

33 AGI. Estado, 66, No.51 (1a). Copia de carta de oficio del gobernador de Cuba al Gobernador de Trinidad. Habana a 10 de febrero de 1796.

34 AGI. Estado, 5B, No.126. El gobernador de Santo Domingo da cuenta de la repulsa que hizo el gobernador de Trinidad de los negros de la banda de Juan Francisco. Santo Domingo a 14 de mayo de 1796.

35 AGI. Estado, 66, No.51 (1a). Copia de carta de oficio del gobernador de Cuba al gobernador de Trinidad. Habana a 10 de febrero de 1796. El documento señala equivocadamente el año de 1792 para la Real Orden.

36 AGI. Estado, 3, No.10. Carta de Godoy a Azanza. 18 de abril de 1796.

37 AGI. Estado, 66, No.51 (1b). Contestación del gobernador de Trinidad a la carta de oficio del gobernador de Cuba. Trinidad a 30 de marzo de 1796.

38 Ibídem. En verdad sí existían algunas obras de fortificación en la isla, e incluso en el período de 1784-1793 la Corona se había esforzado en dotar a la isla de condiciones militares y destinado un Situado de 200.000 duros anuales para el pago de su Administración y establecimiento de sus defensas pétreas, no, obstante éstas no eran de dimensiones considerables. Documentos de la Ysla de la Trinidad de Barlovento, Cit. en Zapatero, 1990, p. 208.

39 AGI. Estado, 66, No.51. Copia de carta del gobernador de Trinidad a Manuel Godoy. Trinidad a 19 de julio de 1796.

40 AGI. Estado, 66, No.51 (1b). Contestación del gobernador de Trinidad a la carta de oficio del gobernador de Cuba. Trinidad a 30 de marzo de 1796.

41 Ibídem.

42 Ibídem.

43 AGI. Estado, 5B, No.126. El gobernador de Santo Domingo da cuenta de la repulsa que hizo el gobernador de Trinidad de los negros de la banda de Juan Francisco. Santo Domingo a 14 de mayo de 1796; AHN. Estado, 3407. Firma de Indias. Castas despachadas en Sevilla, 4 de febrero de 1796.

44 AGI. Estado, 3, No.10. Sobre estancia en España del caudillo Juan Francisco. 1796.

Bibliografía

Fuentes primarias.

a) Manuscritos.

AGEY. Archivo General del Estado de Yucatán, Mérida.

AGI. Archivo General de Indias, Sevilla.

AGN. (Ven.) Archivo General de la Nación, Venezuela.

AGS. Archivo General de Simancas.

AHN. Archivo Histórico Nacional, Madrid.

AMAB. Archivo Museo Álvaro Bazán, Viso del Marqués.

b) Documentos impresos.

Franco, J. L. (1954). Documentos para la historia de Haití en el Archivo Nacional. La Habana: Publicaciones del Archivo Nacional de Cuba.

Franco, J. L. (1969). Documentos para la historia de Venezuela existentes en el Archivo Nacional de Cuba. La Habana: Publicaciones del Archivo Nacional de Cuba.

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