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Gaceta Médica de Caracas

versión impresa ISSN 0367-4762

Gac Méd Caracas v.110 n.3 Caracas jul. 2002

 

Alberto Angulo Ortega y las micosis profundas en Venezuela.

Discurso pronunciado en la sesión del 15-11-99 del Capítulo Tachirense de la Sociedad de Anatomía Patológica

Dr. Hugo E Murzi*

*Miembro Correspondiente de la Academia Nacional de Medicina de Venezuela por el Estado Táchira.

Para mí es muy satisfactorio intervenir en este acto en honor al Dr. Alberto Angulo Ortega, no solamente porque él es mi amigo de toda la vida sino porque la considero uno de los pilares de la Anatomía Patológica Venezolana.

Y cuando digo esto me baso en la obra que ha realizado que, por ser muy extensa, apenas alcanzaré a resumir en estas sencillas líneas que he hilvanado, para cumplir con la honrosa misión que me encomendó el Capítulo Tachirense de la Sociedad Venezolana de Anatomía Patología, de llevar la palabra en este acto.

La anatomía patológica

En la célebre novela "Diagnóstico Final", en la cual Arthur Haley hace una magistral descripción de lo que es un hospital moderno, el centro de la trama es el Departamento de Anatomía Patológica. Es alrededor de este servicio, de su personal, de sus posibilidades y limitaciones, que se desarrolla el fascinante relato de las glorias y miserias de una institución dedicada al alivio del dolor humano.

Y no fue por casualidad o por capricho del autor que eso fuera así. La razón es que hoy es una realidad evidente que la anatomía patológica es fundamental en el diagnóstico médico.

No se puede concebir un hospital o clínico sin este servicio que es vigilante y supervisor, juez y censor, estímulo y guía de todas los demás servicios. No se puede pensar en hacer diagnósticos anatómicos sin recurrir a la comprobación que nos brinda el microscopio en manos tecnificadas, para ver lo que escapa al ojo, por más avezado que sea, del clínico o del cirujano.

La enfermedades, como los delicuentes, dejan huellas inequívocas, pero éstas, que quedan grabadas en las más íntimas estructuras de los órganos, necesitan de la lupa detectivesca del médico pesquisa, de aquel que se ha formado para ver más allá de lo que los sentidos son capaces de advertir.

Debo decir que admiro a los patólogos, y más a aquellos que, como Alberto Angulo han trajinado con brillantez por esta difícil especialidad.

Trayectoria de Alberto Angulo.

Conocí a Alberto Angulo en Mérida, cuando empecé, allá por los años treinta y ocho, a estudiar medicina, y él desempeñaba el cargo, que se le concedía por docentes que tenía la Escuela de Medicina de la Universidad de los Andes y que se distinguía por ser muy exigente con sus alumnos.

El contacto con este profesor tuvo mucha influencia en su afición a la anatomía patológica, aunque hay que agregar que, según le oí decir un día a Alberto, en él influyó también, en este sentido, la lectura del protocolo de la Autopsia del Libertador Simón Bolívar, practicada por el Dr. Alejandro Próspero Reverend, en San Pedro Alejandrino, en 1830.

Una vez graduado de médico en la Universidad Central de Venezuela, con la tesis doctoral "Protidemia y Tuberculosis" (aquí se comenzó a acercar a la tuberculosis, posiblemente influenciado por la enfermedad del Libertador) solicitó incorporarse a la lucha antituberculosa, centralizada en el Sanatorio "Simón Bolívar" que, en esos años era un gran centro de asistencia, docencia e investigación, bajo la dirección de ese Maestro de la fisiología que fue José Ignacio Baldó.

Cuenta Alberto que el Dr. Baldó le impresionó muy favorablemente que, cuando éste le preguntó a qué deseaba dedicarse, él respondió, sin dudarlo, "A la anatomía patológica", especialidad que en esa época sólo era practicada en Venezuela por algunos patólogos alemanes que el Dr. Baldó había traído al país.

Con esta decisión de por medio, con las excelentes calificaciones obtenidas durante toda la carrera y con la firmeza de su determinación, el Dr. Baldó, que siempre supo escoger a sus colaboradores, lo afilió a la cruzada que se libraba contra ese terrible flagelo que era entonces la tisis.

Aquí comenzó Alberto Angulo su brillante carrera, que lo llevaría a ser uno de los médicos que más influencia ha tenido en la medicina venezolana en este siglo.

Primero fue Residente, durante 2 años, en el Sanatorio "Simón Bolívar".

Después se fue a Alemania, enviado por Baldó, a cursar la especialidad de anatomía patológica pulmonar, en el mejor centro de tisiología de esos años; en Davos, lugar donde Thómas Man escribió su inmortal novela "La Montaña Mágica". Después se dedicó a practicar su especialidad en el área hospitalaria de "El Algodonal", en Caracas, donde Alberto llegó a constituirse en una de las figuras médicas fundamentales.

Con singular asiduidad trabajó allí durante 49 años, sin faltar casi ningún día a su trabajo, colaborando estrechamente con los tisiólogos, cirujanos de tórax y demás especialistas, no sólo en labores de diagnóstico sino, también, en docencia e investigación.

Lo medular de su obra

A comienzos de la década de los cincuenta se empezaron a aplicar en Venezuela los primeros medicamentos de la moderna quimioterapia antituberculosa, lo que cambió, como en otras partes del mundo, el tratamiento de esta milenaria dolencia que, hasta entonces, copaba todas las horas de trabajo de los tisiólogos y cirujanos del tórax, lo que permitió que estos se ocuparan de otras enfermedades pulmonares, que casi siempre pasaban inadvertidas a los clínicos, cirujanos y patólogos.

¿Cuáles eran esas enfermedades con las cuales empezábamos a toparnos?

Ya sabíamos que el cáncer pulmonar, que había adquirido características preocupantes en los países industrializados, comenzaba a aparecer, con relativa frecuencia, entre nosotros.

¿Pero, qué eran esas lesiones pulmonares que no eran tuberculosis, ni cáncer, que en forma de nódulos, infiltrados, cavidades y derrames pleurales desafiaban nuestra ignorancia?

La respuesta nos fue llegando, por entregas, desde el Sanatorio "Simón Bolívar", en los trabajos científicos que comenzaron a ser presentados en las jornadas, simposios, congresos y cursos que, frecuentemente, realizaba la sociedad de tisiología de Venezuela, que desde muchos años atrás funcionaba, ocupándose, hasta entonces, casi exclusivamente, de la tuberculosis.

Tres hechos fundamentales ocurrieron en 1954 que marcaron el estudio sistematizado de esta patología en El Algodonal: la fundación del Dispensario Nº 5 de Consulta Externa Neumonológica, la construcción del Hospital Infantil Luisa Cáceres de Arismendi, y la constitución de un equipo de trabajo formado por el Dr. César Rodríguez, gran cirujano de tórax, Ladislao Pollak, microbiólogo y Alberto Angulo Ortega, patólogo.

El dispensario Nº 5 fue concebido para atender, en forma racional, ambulatoriamente, los numerosos pacientes pulmonares no tuberculosos que, por propia iniciativa o por haber sido referidos de otras instituciones médicas de Caracas o del interior del país, llegaban a El Algodonal en procura de diagnóstico y tratamiento.

A este dispensario se dedicaron estos tres médicos en cuerpo y alma, con ansias de aprovechar ese filón que, para la investigación clínica, era esa masa de enfermos venidos de todas partes del país.

A los consultantes se les hacía una historia clínica integral y se les sometía a las exploraciones endoscópicas e intervenciones quirúrgicas, aprovechando las magníficas instalaciones que, en esos años, tenía el Complejo Hospitalario de El Algodonal.

A esto se agregaba la organización de un Archivo de Historias Clínicas celosamente mantenido, donde se clasificaban las diferentes entidades nosológicas para facilitar el estudio ulterior.

El equipo de trabajo de César Rodríguez, Ladislao Pollak y Alberto Angulo fue concebido para completar sistemáticamente el estudio de los casos de enfermedades pulmonares no tuberculosas. Para el efecto, se estableció que todas las muestras tomadas mediante biopsia, o punción, o intervenciones quirúrgicas o expectoración, fueran estudiadas metódicamente por microbiología y anatomía patológica mediante frotis, cultivos y variadas coloraciones para tratar de identificar la etiología de cada caso en estudio.

Los resultados de este trabajo, hecho concienzudamente y con gran dedicación por estos tres grandes trabajadores de la medicina, no se hicieron esperar. En diciembre de 1956, casi tres años después, en las III Jornadas Nacionales de Tisiología y Neumonología efectuados en Mérida, el Dr. Alberto Angulo leyó un trabajo titulado: "Las Micosis Broncopulmonares en el Servicio de Anatomía Patológica del Instituto Nacional de Tuberculosis" que resumía lo realizado hasta entonces.

Baldó, que desde 1955, a partir del Congreso de Ciencias Médicas realizado ese año en Caracas, se había estusiasmado en esa parte de la patología pulmonar, se sorprendió, según lo refiere el Dr. Angulo con el número de casos estudiados en El Algodonal, estadística que le sirvió de apoyo a su idea de crear una Comisión Coordinadora para el Estudio Nacional de las Micosis, la cual se constituyó en abril de 1957, y que marcó el inicio del estudio sistematizado de esa patología en Venezuela.

Dos años más tarde, en diciembre de 1959, se reunió en Valencia el IV Congreso de Tisiología y Neumonología. Una de las ponencias oficiales fue; "Las micosis profundas en Venezuela con referencia especial a las micosis pulmonares".

Allí se puso al día lo que se conocía en Venezuela sobre micosis profundas. Fueron leídos 32 trabajos, de los cuales, en 19, intervinieron los médicos de El Algodonal. Cinco fueron del Servicio de Anatomía Patológica, y en dos este Servicio cedió el material anatomopatológico a otros médicos.

Varios invitados extranjeros, figuras de la micología médica mundial, concurrieron a esas reuniones: Fiorano de Almeida, del Brasil, Mackinon, de Uruguay, Negroni de Argentina, González Ochoa de México, Suweany, Furcolow, Ajello y Bevedak de Estados Unidos, y Seagratán de Francia.

El Servico de Anatomía Patológica aportó, además, una colección de 120 fotografías en colores sobre diferentes aspectos macro y microscópicas de las micosis pulmonares, primera en su género en el país y que fue admirada y comentada muy favorablemente por propios y extraños.

Desde ese Congreso, podemos decir, Venezuela se hizo sentir en América en el campo de la micosis.

La colección fotográfica en referencia, ampliada y perfeccionada, fue exhibida, nuevamente, en diciembre de 1961, en el III Congreso Latinoamericano de Anatomía Patológica, en Medellín, Colombia.

La divulgación de este valiosísimo material docente en congresos nacionales y extranjeros, motivó que varias instituciones invitaron a los doctores Rodríguez, Pollak y Angulo a realizar cursos de corta duración, hasta de una semana. Se efectuaron 13 cursos en diferentes países latinoamericanos, la mayoría de ellos dictados por el Dr. Angulo.

En tres ocasiones dichos cursos fueron patrocinados por las facultades de medicina de las universidades del Valle, en Cali, Colombia, y por la Universidad de Santiago de Chile: 3 cursos patrocinados por la Academia Internacional de Patología de San Juan, Pto. Rico, Buenos Aires y México; 3 por la Sociedad Latino - Americana de Anatomía Patológica, en San Salvador, Lima y Quito; uno por la Sociedad de Manizales, y los tres restantes por diferentes instituciones en Honduras, San José de Costa Rica y Guayaquil, Ecuador.

Podemos decir, pues, con orgullo y satisfacción, que los estudios sobre micosis pulmonares realizados en el Sanatorio "Simón Bolívar", por Alberto Angulo, César Rodríguez y Ladislao Pollak fueron conocidos, ampliamente, en los centros especializados de esa disciplina en Latinoamérica; y algunos de los trabajos allí elaborados son de cita obligatoria en publicaciones, porque más de una vez han constituido primicias en la bibliografía micológica.

Maracaibo, San Cristóbal, Maturín, Ciudad Bolívar, Valencia, Coro y Acarigua, sus respectivos hospitales y colegios médicos, patrocinaron esos cursos; y los mismos constituyeron un rico material de enseñanza en el posgrado de Neumología de El Algodonal.

La micosis que registra mayor número de casos en nuestro país es la Paracoccidioidomicosis, siendo de notar que el primer caso diagnosticado en vida del paciente fue hecho por el Dr. David Iriarte y por César Rodríguez, cuando éste estudiaba el último años de su carrera.

La otra micosis que la ha dado nombre al Sanatorio Simón Bolívar es la histoplasmosis.

Alberto Angulo presentó, en Barquisimeto, un paciente a quien el Dr. César Rodríguez le extirpó un nódulo pulmonar que resultó ser el primer histoplasmoma diagnosticado en el país.

Y, por cierto, como dato anecdótico, esto ocasionó una discusión científica entre Alberto Angulo y el Dr. Humberto Campins, que, en esa época, se dedicaba a investigar la histoplasmosis en esa ciudad. Campins opinó, en esa ocasión, que la histoplasmosis solo producía lesiones agudas, y se basaba en el estudio que él había hecho de una epidemia de esa micosis en un grupo de escolares y maestros que habían visitado la Cueva de Sarare vecina a Barquismeto.

Y, a propósito de nódulos pulmonares Alberto Angulo publicó un folleto contentivo del estudio que hizo de numerosos nódulos inflamatorios de localización pulmonar, clasificándolos de acuerdo con su localización, tamaño y contenido de calcio. Angulo encontró que un buen número de esos nódulos, histoplasmomas, se localizan en los lóbulos inferiores y se encuentran, especialmente, en inmigrantes europeos dedicados a la construcción.

Los archivos médicos de El Algodonal son un rico material de estudio, contentivo de nuestra patología pulmonar, estudiada con acuciosidad científica por Alberto Angulo, César Rodríguez y Ladislao Pollak.

Los neumofisiólogos, los patólogos, los cirujanos de tórax y los internistas que estudiamos en Venezuela y en Latinoamérica, no hay duda que tuvimos y seguimos teniendo, como base formativa fundamental, ese material didáctico, que acumulado a lo largo de muchos años, es un filón de oro.

Sin duda que Alberto Angulo fue el que más contribuyó, con sus estudios, a la clasificación de nuestras micosis pulmonares.

Todos los patólogos venezolanos y muchos latinoamericanos recibieron de él su formación micológica.

A estas alturas de su vida, Alberto dedica la mayor parte de su tiempo a la Academia Nacional de Medicina, a la cual pertenece desde el 28 de octubre de 1982, cuando fue elegido Miembro Correspondiente Nacional, por el Distrito Federal.

Ocho años después fue elegido Individuo de Número de la misma. Su trabajo de incorporación se tituló: "Formas anatomopatológicas de la Criptococcsis pulmonar".

Ha sido Administrador de la "Gaceta Médica de Caracas", órgano de la Academia de Medicina, desde 1968 hasta el presente. Formó parte de la Primera Conferencia Luis Razetti y fue Redactor de la Gaceta Médica, en la cual ha publicado buena parte de sus numerosos trabajos científicos, que suman más de 60.

Es coautor de dos libros de patología, entre ellos el Handbuch de Anatomía e Histología, publicación alemana, y autor del capítulo de "Micosis Sistemáticas" en el libro de texto "Patología", Prensa Médica Mejicana, 1970.

Ha leído casi 200 trabajos en Jornadas o Congresos nacionales e internacionales.

Ha recibido las más altas condecoraciones nacionales y ha sido objeto de muchos homenajes.

Quizá, del que más se enorgullece es el de haber sido designado epónimo del Laboratorio de Anatomía Patológica de El Algodonal, su lugar de trabajo, estudio de investigación durante 49 años. Su labor docente ocupó gran parte de su vida.

Fue Profesor de Clínica Tisiológica de la Universidad Central de Venezuela, Profesor Titular de la Cátedra de Anatomía Patológica de la Universidad Central de Venezuela y Director del Instituto de Anatomía Patológica de la misma.

Patólogo y clínico

A todo esto hay que agregar algo que considero muy importante: Alberto Angulo es, además de patólogo, un clínico, pues antes de hacer el posgrado de anatomía patológica, se formó como tisiólogo en "El Algodonal", donde estaba la plana mayor de la tisiología venezolana, y toda su vida siguió siendo un patólogo clínico.

Y es que el patólogo no debe ser un técnico de la morfología encerrado en un gabinete o en una sala de autopsias. El patólogo debe participar activa y estrechamente en el equipo médico del hospital o de la clínica, y para esto es necesario que conozca la historia natural de las enfermedades, su epidemiología, diagnóstico y tratamiento.

El Dr. José Ignacio Baldó, padre de la tisiología venezolana, gustaba mencionar frecuentemente el ejemplo siguiente; "En repetidas ocasiones he recordado, como tisiólogo que soy, lo que aconteció con Laennec y Virchow en la tuberculosis. El primero, anterior, era tan buen clínico que para examinar a sus pacientes tísicos inventa, en 1819, un método de examen físico; la auscultación, y practicada las autopsias con singular maestría. Este trabajo integrado lo lleva a la convicción de que los dos tipos de lesiones; la infiltración difusa o neumonía caseosa, y la lesión circunscrita o tubérculo, eran de la misma naturaleza, emitiendo su concepción de la doctrina del unicismo de la tuberculosis. Vichow, el padre de la anatomía patológica moderna, pero no un clínico en tuberculosis, llegó hasta 1882, cuando Koch descubrió el bacilo, sosteniendo el error del dualismo y repitiendo que las formas patológicas tan diferentes que se encontraban en los pulmones de los tísicos: granulaciones, tubérculos e infiltraciones, no sólo eran diferentes de aspecto sino de naturaleza, situando sólo en el tubérculo, verdadero producto específico, según él, la esencia del mal" (Discurso en las 4tas Jornadas de Anatomía Patológica, Valencia 1956).

Y prosigue Baldó: "La anatomía patológica de la época de Laennec, no había alcanzado el extraordinario auge a que la llevaría Virchow, pero la observación clínica del primero y sus confrontaciones sistemáticas en vida y en la mesa de autopsia, lo condujeron, más de medio siglo antes, a su genial concepción".

Baldó fue el impulsor de la anatomía en Venezuela. En los años 40 logró que el Ministerio de Sanidad trajera al país un grupo de patólogos alemanes que fueron situados en los principales hospitales del interior.

Varios se quedaron en Venezuela. Uno de ellos, Rudolf Jaffé fue un gran maestro que, en el Hospital Vargas de Caracas, formó los primeros patólogos venezolanos, muchos de brillante trayectoria médico-docente.

El hombre

En lo personal Alberto Angulo es humilde y sencillo. Estricto cumplidor en el trabajo y exigente con sus colaboradores y discípulos, quienes lo consideran un maestro excepcional.

En su pueblo, Táriba, fue nombrado Hijo Ilustre por el Consejo Municipal, en acto en el cual participó masivamente la comunidad, porque allí el apellido Angulo es sinónimo de buena gente.

Y en el ámbito médico nacional es personaje muy principal, no solo por sus ejecutorías sino, también, por sus dotes de amigo y caballero.

En conclusión, Alberto Angulo el venezolano de avanzada que ha consagrado su vida al estudio, al trabajo, a la investigación y a la docencia, y ha dejado una obra que merece el reconocimiento de la familia médica venezolana.