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Letras

versión impresa ISSN 0459-1283

Letras v.49 n.74 Caracas  2007

 

El personaje literario: una expresion fenomenologica de la realidad en la literatura1

Elizabeth Sosa

(UPEL-IPC)

ravelososa@cantv.net

Resumen

Este trabajo tiene como objetivo proponer una visión del personaje literario como una expresión fenomenológica de la realidad en la literatura, tomando como referencia conceptos filosóficos heideggeriano. Para la consecución de este objetivo se ha partido de un marco conceptual sobre la fenomenología como un método descriptivo que asume la hermenéutica como herramienta epistemológica del comprender. Esta concepción se aborda desde la perspectiva de  Wilhelm Dilthey  (1976)  quien estudia la visión hermenéutica como problema en la producción de conocimiento, lógico y metódico que precisa una manera de abordar el mundo. La colocación de la hermenéutica conduce la reflexión hacia posturas filosóficas de Martínn Heidegger (1951) y serán estas posturas  existenciarias, las que permitirán  la construcción de una eidética del personaje literario.

Palabras clave: personaje, fenomenología, hermenéutica, eidética existenciarios.

The literary character: a phenomenological expression of reality in literature

Abstract

The aim of this paper is to propose a vision of the literay character as a phenomenological expression of reality in Literature on the basis of Heideggerian philosophical concepts. In order to reach this aim, the starting point has been a descriptive method that considers hermeneutics as an epistemological tool of understanding. This conception is approached from the perspective of Wilhelm Dilthey (1976), who studies the hermeneutic view as a problem in the production of logical and methodical knowledge that requires of an accurate way of approaching the world. The inclusion of hermeneutics leads reflexion towards those philosophic stances of Martin Heidegger (1951), which will favor the construction of an existential eidetics of the literary character.

Key words: character, phenomenology, hermeneutics, eidetics, existentialism

Le personnage littéraire: une expression phénomenolgique de la réalité dans la littérature

Résumé

Cette recherche a comme objectif proposer une vision du personnage littéraire comme une expression phénoménologique de la réalité de la littérature fondé sur les concepts philosophiques heideggeriens. Pour ce faire, on est parti d’un cadre conceptuel sur la phénoménologie comme une méthode descriptive ayant l’herméneutique comme outil épistémologiques de la compréhension. Cette conception est analysée d’après la perspective de Wilhelm Dilthey (1976) qui étudie la vision herméneutique comme problématique dans la production de connaissance logique et méthodique précisant une manière d’aborder le monde. Le placement  de l’herméneutique conduit la réflexion  vers des positions philosophiques de Martin Heidegger (1951). Ces positions existentiaires permettront la construction d’une eidétique du personnage littéraire.

Mots clés: personnage, phénoménologie, herméneutique, eidétique, existentiaires.

Il personaggio letterario: una espressione fenomenologica della realtà nella letteratura

Riassunto

L’obbiettivo di questo saggio è proporre un’ottica del personaggio come un’espressione fenomenologica nella letteratura, con il riferimento dei concetti filosofici “heideggeriani”. Per il raggiungimento di tale scopo si comincia da un marco concettuale sulla fenomenologia come il metodo descrittivo che assume l’ermeneutica come risorsa epistemologica della comprensione. Questo concetto si affronta dalla prospettiva di Wilhem Dilthey (1976) che ha studiato l’ottica ermeneutica come un problema, nella produzione della conoscenza, logico e metodico che stabilisce un modo per affrontare la vita. La collocazione dell’ermeneutica conduce alla riflessione verso le posizioni  filosofiche di Martin Heidegger (1951) e saranno queste posizioni sull’esistenza dell’essere, quelle che permetteranno la costruzione di un essenzialismo del personaggio letterario.

Parole chiavi: personale, fenomenologia, ermeneutica, essenzialismo

A personagem literária: uma expressão fenomenológica da realidade na literatura

Resumo

Este trabalho tem como objectivo propor uma visão da personagem literária como expressão fenomenológica da realidade na literatura, tomando como referência conceitos filosóficos heideggerianos. Para a prossecução deste objectivo partiu-se de um marco conceptual sobre a fenomenologia como um método descritivo que assume a hermenêutica como ferramenta epistemológica da compreensão. Esta concepção é abordada a partir da perspectiva de Wilhelm Dilthey (1976), que estuda a visão hermenêutica como problema na produção de conhecimento lógico e metódico, que precisa uma maneira de abordar o mundo. A colocação da hermenêutica conduz à reflexão voltada para as posturas filosóficas de Martínn Heidegger (1951), e serão estas posturas existencialistas as que permitirão a construção de uma eidética da personagem literária.

Palavras-chave: personagem, fenomenologia, hermenêutica, eidética existencialista.

Die literarische figur: ein phänomenologischer ausdruck literarischer wirklichkeit

Zusammenfassung

Ziel der vorliegenden Arbeit ist es, den Begriff der literarischen Figur als phänomenologischen Ausdruck literarischer Wirklichkeit anhand der philosophischen Konzepte Heideggers zu bestimmen. Ausgangspunkt ist die Phänomenologie als deskriptive Methode, die die Hermeneutik als epistemologisches Werkzeug des Verstehens übernimmt. Diese Sichtweise lässt sich in Wilhelm Diltheys (1976) Ausführungen beobachten. Dieser Autor untersucht die hermeneutische Perspektive als Problem in der Produktion der logischen und methodischen Erkenntnis, das die Art und Weise bestimmt, wie wir die Welt wahrnehmen. Die Präsenz der Hermeneutik führt zur philosophischen Stellungnahme im Sinne von Martin Heidegger (1951), und es sind diese Existenzialien, die grundlegend für die Bildung einer Eidethik der literarischen Figur sein werden.

Schlüsselwörter: Figur, Phänomenologie, Hermeneutik, Eidethik, Existenzialien

Recepción: 01-03- 2005    Evaluación: 16-01-2006   Recepción de la versión definitiva: 07-03-2006

I.- Introducción

El presente estudio expone una reflexión sobre el personaje literario a través de explicaciones fenomenológicas y por esta vía acercarse a una suerte de postura teórica en el ámbito de la fenomenología literaria. Este intento se hace cada vez más necesario desde la óptica investigativa, porque representa un ejercicio epistemológico de la Sociología de la Literatura, y es una manera posible de interpretar al personaje literario, como el elemento dialogante del texto literario.

De esta manera se inicia la reflexión desde el escenario de la Sociología de la literatura de acuerdo con la  postura de Goldmann (1975), quien asume al texto novelesco como la historia de una búsqueda degradada, búsqueda de valores auténticos (...) que sin estar presentes en la novela, constituyen, de modo implícito, la base  estructurante del conjunto de su universo”. Lukacs (1968) precisa que toda forma literaria nace de la necesidad de expresar un contenido esencial. Estas primeras formulaciones  sobre la trascendencia vertical y el contenido esencial son elementos que conducen a formulaciones importantes sobre las interpretaciones del ser humano desde una perspectiva existencialista. Entonces se infiere que el escritor  posee una postura esencialista y que busca la interpretación de los objetos para producir un discurso que en primera instancia explique su manera de ver  y estar en el mundo, a los fines de interpretar la metafísica de la realidad. Es por ello que se asume el camino fenomenológico como una vía posible para construir una concepción sobre el personaje literario.

Parte I

I.-La fenomenologia: un punto de partida.

Para entender su significado  hay que centrarse en su objetivo inicial, el punto de partida de la fenomenología se centra en un clima de cuestionamiento de la cultura, la manera de mirar  y de estar en el mundo. Es una forma de poner entre paréntesis, en tela de juicio las nociones recibidas. Este cuestionamiento se realizará a través de la comprensión y de la   interpretación como herramientas técnicas de trabajo. Hay allí una especie de conexión teórica entre el reclamo de volver a las cosas y la búsqueda de una sociología de la comprensión, una sociología que desea comprender interpretativamente la acción social y explicarlo en su discurrir y en sus efectos. La íntima conexión teórica entre la exigencia de la comprensión de la sociología y la exigencia de volver a las cosas, consiste en que esta última es la exigencia de la comprensión de las cosas, de la realidad y de acuerdo con Max Weber es la exigencia última de la fenomenología.

La fenomenología se expresa, entonces, en la misma esencia de las cosas, suspenderlas de tal manera que propicie la “re-visión” y la “pro-visión”, la “epoché” fenomenológica, que supone un trabajo de desmantelamiento deconstructivo y que origina el cruce de distintas líneas fronterizas donde la expresión fenomenológica tiene que comprobar su fuerza de renovación y esto “ significa que los puntos de vista según los cuales se observan y se tratan las cosas han de ser desarrollados a partir de la visión de la cosa y sobre ningún otro fundamento”  (Waldenfels,1997:22). La expresión epistemológica del conocimiento nos lleva a una proximidad absoluta de la realidad y es un proceso que está entrelazado entre el contenido objetivo y el modo de acceso a este. La fenomenología en el sentido filosófico de la palabra empieza con la fenomenalidad de los fenómenos y su logro mismo se convierten en asunto, dice Ricoeur.

Esta nueva manera de ver la realidad significa una liberación del contacto con la forma de vivir en el mundo, y sobre todo porque las metodologías  existentes expresan ciertas limitaciones y visiones sectoriales frente a una articulación coherente que posibilita el esencialismo y la expresión de la fenomenalidad de la realidad y de los elementos que la constituyen.

La fenomenalidad considera una intersección disciplinaria  entre la expresión del “psicologismo” y del “sociologismo”, generando el logicismo como “una actitud que consiste en admitir que existe una esfera de verdad, más allá de la cadena de las causas y de los efectos psicológicos y sociales.” (Merleau-Ponty 1977). Sobre este planteamiento hay que considerar el artículo Emilio Roger Ciurama del Instituto Internacional para el Pensamiento Complejo, donde explica que:

...la hermenéutica como autoexplicación de la comprensión de la vida. Es decir, según Heidegger, el pensamiento de Dilthey no es solo metodológico. Aunque Dilthey se encerró en un punto de vista psicologista; subjetivista; humanista. En Dilthey el centro es el hombre, en Heidegger la centralidad está en el ser, es por ello por lo que la perspectiva de Heidegger, al centralizar (ontologizar) el ser, es una perspectiva anti-humanista: el hombre forma parte del ser. Para Heidegger el lenguaje (tema fundamental que heredará Gadamer) no es solo lo que nos abre al mundo, lo que nos sitúa en él mundo... (Roger Ciurana,Emilio, 2001)

Esto supone una visión fenomenológica de la realidad, de una postura interdisciplinaria, que expone direcciones claras  hacia la escena transdisciplinaria, con conceptos que revelan prejuicios establecidos en nosotros por el medio y por las condiciones exteriores. Explica Merleau-Ponty (1977) que el filósofo no debe pensar a la manera del hombre exterior, de ese sujeto psicofísico que está en el tiempo, en el espacio, en la sociedad, sino comprender, suspender el conjunto de afirmaciones que están implicadas en los  datos efectivos de su vida. Suspenderlas quiere decir tener conciencia de él, para generar una “reducción fenomenológica”, y ésta es la única que revela esa afirmación esencial e implícita, la metafísica de la realidad, que sostiene cada uno de los momentos de nuestro pensamiento, trata de poner al hombre  en presencia del mundo.

Husserl propone una filosofía integral que sea compatible con el desarrollo del conjunto de las investigaciones sobre el condicionamiento del hombre. Es reafirmar la racionalidad en el nivel de la experiencia donde la psicología, la sociología y la historia reporta al individuo en el mundo, es pensar en la exterioridad y en la interioridad.

La fenomenología en sentido hegeliano es, en resumen una lógica del contenido, una organización lógica de los hechos, en la expresión de recoger todas las experiencias concretas del hombre, tal campo se presenta en la historia y no solamente experiencias de conocimiento, sino  también experiencias de vida.

De acuerdo con los postulados de Edmund Husserl, se debe entender a la fenomenología como un nuevo método descriptivo que se apoya en un principio interdisciplinario para formar una constitución teorética transdisciplinaria. Esta constitución se apoya fundamentalmente en la relación hombre-sociedad, hombre psicologismo, hombre-lenguaje. Este método descriptivo asume la participación de estas disciplinas para llegar a la esencia de las cosas a través de procedimientos pautados en la reflexión y la comprensión.

Husserl en su artículo “Fenomenología” de la Enciclopedia Británica, aborda la interrelación entre la Psicología y la fenomenología a partir de una Psicología apriórica o Psicología fenemenológica, “la cual pretende ser el fundamento metódico sobre el cual pueda por principio erigirse una psicología empírica científicamente rigurosa”. Esta idea rectora en la escena fenomenolçogica requiere aclarar lo peculiar de la experiencia y en particular de la experiencia pura, del psíquico que se lleva a cabo como una reflexión que permite la aprehensión de los fines,  las vivencias subjetivas y de ahí que todas estas vivencias se llamen “fenómenos”. Su característica esencial es tener “conciencia de”, “aparición de”, los planes, decisiones y esperanzas. Si estos fenómenos se muestran como campo posible de una disciplina psicológica pura, está será  “psicología fenomenológica”.

Así como hay un evidente compromiso interdisciplinario entre esta nueva metodología descriptiva y la concepción de la psicología, Husserl tiende puentes con la lingüística y propone para este efecto la tarea de construir, así como una psicología eidética  que determine la esencia de las diferentes regiones del psiquismo, una eidética del lenguaje que enumere y describa esas “formas de significación”, modos de expresión de la universalidad de la particularidad, de la singularidad que permitan la expresión de la  “proposición de la existencia, la proposición categórica, las modalidades de lo posible”. Sólo así habría lugar para establecer una eidética del lenguaje. Explica Husserl  que razonar sobre el lenguaje es ante todo retomar una experiencia anterior a la objetivación del lenguaje. El fin último de la fenomenología del lenguaje es  la conciencia del sujeto hablante que reconoce una verdad y llega a un pensamiento por mera presunción universal. También aborda la eidética de la historia, de las nociones culturales y con una naturaleza tal que no se puede reflexionar sobre ellas, sin descubrir en el sentido mismo de estas nociones históricas sedimentadas. Es decir, elementos que son invariables que se constituyen en denominadores comunes.

De acuerdo con esta mirada al testimonio de Husserl y  desde la perspectiva de Merlau-Ponty, se puede concluir que efectivamente la fenomenología es una metodología descriptiva de carácter interdisciplinar,  con actuaciones transdisciplinarias  para la construcción eidética de la esencia del hombre y su circunstancia, las modalidades de lo posible, para conducir auténticos procesos de comprensión e interpretación de la vida humana en todas las dimensiones que constituyen cada individualidad. Con esta idea se iniciará la revisión de las ideas de  Dilthey para observar cómo la interpretación se ejecuta técnicamente para generar una postura hermenéutica.

II.  La filosofia hermeneutica de dilthey

La expresión técnica de comprender las manifestaciones  de la vida fijadas de modo duradero se denomina exégesis o interpretación. La comprensión se encuentra centrada en el concepto general del conocer; el conocer es aquel proceso que busca un saber de validez universal. Dilthey (1976) realiza proposiciones que le permiten indagar en la epistemología del “comprender”, como expresión filosófica y plantea que, en principio, hay que ver al proceso de comprender como el camino expedito para entender y/o percibir “la vida partiendo de sus manifestaciones sensibles”. El contacto del hombre con su realidad, con el entorno le permite un conocimiento empírico, el cual trata de integrar su concepción del mundo, de observar el proceso de internalización, de como el hombre percibe y/o conoce el mundo y manifiesta este conocimiento a partir del “residuo fenomenológico” para proyectar sus representaciones.

Explica Dilthey (1976) que el arte de la interpretación nace por la virtualidad de los filólogos, seguida por una serie de reglas. La interpretación expresada por el arte explica sus procesos metodológicos para su aplicación, de esta forma se comienza a hablar de una ciencia hermenéutica, la cual se constituye como la técnica de interpretación de testimonios escritos y determina la posibilidad de la interpretación universalmente válida basándose en el análisis del comprender junto con el análisis de la experiencia interna.

De este conocimiento se dedujo la posibilidad de una interpretación de validez universal con sus recursos, límites y reglas. Pero le era dado el análisis del comprender, como un reproducción reconstructiva de la realidad.  Entonces se pudiera reconocer en la visión viva del proceso creador una obra literaria,  en  condiciones para el conocimiento del otro proceso que consiste en comprender el conjunto de una obra partiendo de  los signos escritos,  y de la índole espiritual de su autor.

Y esta obra le sale al encuentro la necesidad insaciable de completar la individualidad propia mediante la visión de otras individualidades. El comprender e interpretar actúan  y logran su culminación en la interpretación técnica de obras, llenas de manifestaciones vitales, creencias e impregnadas del imaginario cultural de sus autores.

De esta forma  Dilthey (1976) llega al concepto de “hermenéutica” como una técnica para la comprensión de manifestaciones de la vida del hombre, la expresión de su conciencia de “ser” fijadas por escrito. Comprender en el sentido amplio constituye el método fundamental para todas las operaciones de las ciencias del espíritu. Precisa que si el comprender es fundamental para las ciencias del espíritu, entonces el análisis epistemológico, lógico y metódico del comprender representa una de las tareas principales para la fundación de las ciencias del espíritu.

La visión de una hermenéutica  general se desarrolla en las nuevas instituciones  históricas – psicológicas, como la conciencia individual y esto evidencia el componente subjetivo. La construcción de la visión de mundo, la posición del hombre frente a su realidad y los nexos comunicacionales que construye para interactuar con ella. Explica Dilthey (1976) que el problema epistemológico es siempre el mismo “un saber universalmente válido partiendo de experiencias” y las experiencias colectivas se hacen explícitas en los rasgos de representación como un tipo de conocimiento que el hombre internaliza y exterioriza, definiendo de esta manera una concepción del mundo contenido en el imaginario cultural.

La posibilidad de una interpretación de validez universal puede derivarse de la naturaleza del comprender. En éste la individualidad del intérprete y la de su autor no se enfrentan como dos hechos incomparables, ambos se han formado sobre la base de la naturaleza humana general y con esto se hace posible la comunidad de los hombres en el discurso y la comprensión. Las diferencias individuales no se hallan condicionadas por diferencias cualitativas de las personas, sino por diferencias de grado en sus procesos psíquicos.

La totalidad de una obra puede ser comprendida  desde la interpretación psicológica que parte del proceso creador interno y  avanza hacia la forma exterior e interior de la obra y de aquí a la captación de la unidad en la índole espiritual y en el desarrollo de su autor. La solución de esta postura epistemológica  manifiesta el problema lógico de la hermenéutica.

Esta explicación introductoria sobre fenomenología y  hermenéutica, permite plantear una aproximación al personaje literario como una expresión fenomenológica de la realidad que posibilita la representación  como un mecanismo de significación de carácter trascendental. Esta constitución se apoya fundamentalmente en la relación hombre-sociedad, hombre psicologismo, hombre-lenguaje. Este método descriptivo asume la participación de estas disciplinas para llegar a la esencia de las cosas a través de procedimientos pautados en la reflexión y la comprensión. Esta expresión se sustenta en una analítica ontológica de la existencia humana, cuya peculiar temporalidad determina  una historicidad constitutiva  como concepto y como fin, del presente trabajo, a los fines de proponer  una eidética del personaje literario en términos heideggerianos.

III.  Algunos conceptos filosóficos heideggerianos

Entender al personaje literario como una expresión fenomenológica de la realidad, compromete la actuación de la conciencia como un mecanismo de representación. Es propósito del presente trabajo examinar este mecanismo de la conciencia a la luz de la hermenéutica heideggeriana, como un procedimiento de la analítica existenciaria. De esta visión se considerará la noción de hombre como un “ser para la vida”, el “Dasein”, la “Disposicionalidad”, el concepto de autenticidad e inautenticidad .

Heidegger (1951) hereda de la fenomenología la imparcialidad de la indagación. Allí perfila la concepción del hombre, como algo más que conciencia. El hombre es conciencia y vida. El hombre se plantea ante la vida como un “proyecto” definido, como una expresión  del “Dasein”. Esta posición lo lleva a plantearse el problema del “ser del hombre” y sus posibles representaciones, a partir de la cotidianidad o “término medio”. El “término medio” es el conjunto de modos de ser real o posible del hombre, es un promedio estadístico de las maneras en que los hombres se determinan en el mundo. En esta idea está implícita la concepción de “ser del hombre”, el cual Heidegger, analiza en el ámbito de la comprensión.

La analítica existenciaria como un mecanismo de la comprensión permite ver a través del concepto de cotidianidad o “término medio” la concepción  de “ser del hombre” y cómo  asume su relación con el mundo. Este concepto surge a partir de la expresión promedial que proyecta el hombre de acuerdo a su “ser en el mundo”. La expresión promedial de movilidad existenciaria avanza hacia la posibilidad de vida que se le presenta al hombre, es decir que el “ser del hombre” se desarrolla en la medida que se proyecta a su posibilidad. Heidegger puntualiza que el hombre se diferencia de las cosas y de los animales porque se halla frente a un complejo de posibilidades que desarrolla en forma de proyecto. El hombre es “poder ser” y su “modo de ser” es la posibilidad. Él constituye su mundo y su realidad a partir de estas  posibilidades. El término existencia se manifiesta en el discurso heideggeriano como la transgresión de la realidad en dirección a esas posibilidades. Los modos de ser posible del hombre a partir de su posibilidad se denominan “existenciarios”.

El primer paso de la analítica existenciaria es definir la esencia del hombre como existencia, como “poder ser”. En este concepto formal se encuentra la “noción de ser en el mundo”, el cual consiste en la relación de las posibilidades expresadas en las cosas, personas y circunstancias.  Heidegger designa existencia con el témino alemán “Dasein”. Para él “existencia”, “Dasein” y “ser en el  mundo” son sinónimos. Estos términos indican el hecho de que el hombre está situado en el mundo en forma de proyecto, es decir el hombre es un proyecto que se arroja a la posibilidad y la posibilidad es la forma de desarrollo de la vida del hombre.

Entonces el “Dasein” es la forma peculiar del hacerse humano, de irse gestando, es histórico en un sentido mucho más constitutivo y radical de los hechos. El “Dasein” es la forma de un constante volver desde las posibilidades a las que está abierto. El pasado,  ese “haber ya sido” que no se puede desalojar de la existencia, no puede ser entendido como el conjunto de acontecimientos de las vidas anteriores a un ahora, y que como tales ya han pasado, sino como algo que está presente en la propia proyección de lo posible, que vive en ella y se define en sí mismo. Ese vivir en la apertura hacia lo posible es la forma de ser del pasado. Ontológicamente “haber ya sido” y “tener que ser” son expresiones sinónimas. De esta forma, la existencia humana en el hecho mismo de ir hacia el futuro, asume su pasado, se hereda en sí misma y  gesta su propio ser, realiza su vida.

Esta estructura de transmisión es lo que Heidegger (1951) entiende por historicidad y constituye el sentido primario y fundante de todos los posibles significados del término historia. Todo acto humano de comprensión se inscribe en esta historicidad básica, la cual significa que la tradición se puede interpretar como una condición de la posibilidad. Esta idea conducirá a la hermenéutica del prejuicio, que hace de la tradición y del horizonte histórico una condición inauténtica del conocer.

Dice Váttimo (1998) que el aporte fundamental de Heidegger, en el contexto del problema de la historia, es haber mostrado que la pre- estructura de la comprensión sólo puede entenderse en términos de temporalidad. A partir de la temporalidad intrínseca se puede dar un contenido concreto de historicidad. A la luz de la temporalidad, la historicidad no puede  concebirse como una propiedad de hechos,  sino como una estructura de la existencia.

Esta autogestación temporal es el modo propio de acontecer de la existencia humana, su radical historicidad. Todo posible sentido del término “historia” surge de esa elemental historicidad de la existencia, que descansa en la temporalidad. Al proyectarse en pasado, la existencia se hace heredera de sí misma, se autotransmite, es decir, se hace cargo de sus opciones pasadas, es tradición viva.  La historicidad es pues el modo de ser de la propia existencia y sólo en virtud de ella lo son las cosas del mundo y los hechos.

Estas consideraciones nos permiten construir una concepción  sobre personaje. Es la “conciencia” del escritor la que formula una determinada visión de mundo y del hombre referido a sus posibilidades. Tener conciencia del hombre y de sus posibilidades en base a un contexto socio - cultural determinado (epojé fenomenológica) es lo que define la concepción de un personaje como “el residuo fenomenológico”, el cual expone sobre el texto narrativo la intencionalidad socio- histórica de su creador. El personaje se constituye como una expresión del “término medio”, es una representación promedial de la representación del hombre, de acuerdo a los existenciarios heideggeriano. Los existenciarios o los modos de “ser” posibles del hombre son representados en el personaje literario. Y en él recae toda una lectura de la tradición histórica que lo rodea y la circunstancia socio - cultural que lo convierte en una descripción  eidética de la realidad.

En la revisión del concepto “Dasein” surge el término “estado de yecto” como un existenciario, que Heidegger (1951) designa como   “disposicionalidad” y que significa el modo de “encontrarse”, “de sentirse”, la tonalidad afectiva en el cual se encuentra el hombre. El “Dasein” siempre tiene una tonalidad afectiva que define su estar situado en el mundo, su relación con el contexto. Las cosas no sólo tienen un significado teórico, sino que también poseen una “valencia emotiva”. El “Dasein” está siempre en una situación afectiva que abre su “estado de yecto”, “su estar lanzado”. La disposicionalidad es el modo originario de encontrarse y de sentirse en el mundo. Explica Váttimo (1998:38) que  el “Dasein” no es nunca un sujeto, un espectador desinteresado de las cosas y de los significados; el proyecto dentro del cual el mundo se le aparece al “Dasein” no es una apertura de la razón…”. La disposicionalidad, la “valencia emotiva” lo arroja a la posibilidad, abre su “estado de yecto” y define la carga emotiva que asume el hombre ante su circunstancia, de allí que se hable de alegría, tristeza, angustia, ansiedad entre otros sentimiento del hombre.

En la precomprensión del mundo el hombre encuentra una totalidad de significados. Heidegger (1951) trata de vincular esta precompresión con la manifestación constitutiva de la disposicionalidad determinada, una “valencia emotiva” que  revela el hecho de que el proyecto que constituye el “Dasein” es siempre un proyecto lanzado.

El “Dasein” se caracteriza, como se trató en el punto anterior, en “poder ser”, en estar situado en el mundo frente a ciertas posibilidades que definen su movilidad existenciaria. Heidegger (1951) avanza en este concepto y trata de articularlo con el planteamiento sobre la disposicionalidad para estudiar la dimensión del “estar situado frente a ciertas posibilidades con la condición afectiva, la “valencia emotiva”, la carga de afectividad que maneja el hombre ante las posibilidades. Esta vinculación la señala Heidegger (1951) como el “estar lanzado”, “estar arrojado”, “el estado de yecto”.  Igualmente se puede leer en el discurso heideggeriano que el mundo no es un contexto pleno de conceptos teóricos, en él encontramos las cosas, las situaciones, las circunstancias, los instrumentos que son definidos por la disposicionalidad, en consecuencia su “estado de yecto”. La “valencia emotiva” del hombre orienta la actitud que este pueda tener frente a su posibilidad. Esta actitud de acuerdo a lo planteado por Heidegger (1951), es un existenciario porque es el estado  afectivo que acompaña su situado en el mundo posee una condición finita.

El “Dasein” va a la posibilidad con una disposición emotiva que justifica su movilidad existenciaria. El “estar lanzado” a la posibilidad con una disposicionalidad determinada, Heidegger (1951) la define como la “efectividad de la existencia”. Una  situación efectiva, que se hace presente, está ahí, es concreta y objetiviza la movilidad del hombre.

El concepto de efectividad de la existencia planteado por Heidegger (1951) se vincula con un tercer cuerpo teórico que le permite concluir ideas sobre la concepción del hombre como una expresión del Dasein: la autenticidad e inautenticidad.

El estado de yecto es la efectividad del Dasein, es el hecho de que el Dasein se relaciona con el mundo y lo comprende desde su disposicionalidad. Este planteamiento se abre hacia el cuerpo teórico de la autenticidad para explicar la dimensión del “ser del hombre” que plantea el discurso heideggeriano. La expresión “termino medio”, punto de partida para constituir el Dasein se plantea a partir de la posición histórico - social del hombre. Sus prejuicios, los conceptos, las normas que asume como regla, la modalidad común de ver y juzgar las cosas, la posición emotiva que asume a la luz  del ambiente social, su herencia histórica, la herencia del grupo y la herencia personal implica la  existencia continua del pasado en el presente, la totalidad de objetos e ideas que se derivan del pasado y que puede encontrarse en el presente constituye una precomprensión del mundo. Esta concepción es la tendencia a interpretar el mundo a partir de la opinión común, colectiva. Esta estructura la denomina Heidegger como la composición del “se”. Esta composición se alimenta de las opiniones comunes, del sentimiento colectivo que pone en evidencia el patrimonio pluricultural y construye el sentido de pertenencia. La estructura del “se” es una radicalización del interaccionismo simbólico.

Afirma Heidegger (1951) que  cuando el hombre se encuentra en “estado de yecto” en el mundo del “se”, la existencia es inauténtica, lo que define como “condición de yecta”. La condición de yecta se entiende como un comportamiento del Dasein dentro de ciertos límites y siempre está entregado al común estado interpretativo, al estado de conciencia del “se”. La inautenticidad del “ser” en el mundo del “se” parte del comportamiento común del hombre. El hombre acepta su circunstancia, la interpreta a partir de su herencia cultural y la hace suya, se desplaza  hacia la posibilidad de acuerdo a lo históricamente planteado, no hace la posibilidad suya, no se adueña de ella para verificar qué pasaría si las circunstancias se plantean de una forma y no de otra.

Sobre esta base Heidegger (1951) señala que el “Dasein” puede ser auténtico o inauténtico, porque puede ir a la posibilidad de acuerdo a lo comunmente aceptado o comprendido, pero también puede optar por conquistarse, apropiarse y aprovecharse sobre la base de la posibilidad más suya. Trascender de la estructura del “se”, significa ir más allá , actuar por convicción y verificación de los hechos, apropiarse de la circunstancia, de la posibilidad a partir de “su experiencia”. Ser auténtico es lanzar el proyecto del “ser” hacia la posibilidad más propia, más pura. La autenticidad del “Dasein” es el fin último de la indagación de Heidegger, es la dimensión del hombre que desea alcanzar.

II PARTE

I.  Una propuesta: el personaje literario, una descripción fenomenológica de la realidad.

El personaje literario es una construcción lingüística que ha sido estudiado y analizado desde diferentes perspectivas. Dice Bustillos (1997)  que “son generalmente los principales portadores de significación de los universos ficticios, en esa línea que va del autor y su referente al texto y de allí a lector”. Las distintas corrientes y críticas coinciden en determinar que son elementos del discurso que posibilitan el desarrollo accional de un relato. Con esta posición se ha investigado en la obra literaria y desde allí han surgido personajes que se convierten en paradigmas y alcanzan la dimensión de ser del hombre, desde la ficción. Ejemplo de ellos son Hamlet, Don Quijote, Sancho Panza, entre muchos otros en la literatura universal.

Es propósito de este trabajo ver al personaje como parte de un proceso social, cultural e histórico que representa la metafísica, la visión de mundo del autor, donde se proyecta la concepción fragmentada del hombre, devolverle su rostro perdido. Crear un personaje supone no sólo verlo como parte de un universo narrativo, también es necesario verlo como parte de una realidad sociohistórica, con una significación trascendente que hace posible una “estructura dialógica”, que rehusa la artificialidad de la vida para provocar el encuentro del hombre consigo. Explica J. Kristeva (1981) que “el sujeto de la narración, por el acto mismo de la narración, se dirige  a otro, y es respecto a ese otro que la narración se estructura y por ello se establece como un diálogo entre el sujeto de la narración y el destinatario”. Entonces el personaje se convierte en objeto de este diálogo, en portador de una visión de mundo, es la representación que transfigura al hombre y su la realidad para otorgarle otro significado; y dicho en palabras de Rafael Alfonzo (1994) es la sonda lanzada hacia la profundidad del hombre que expresa su problemática social y existencial. Será grito, palabra desgarrada que se carnaliza y verbo crispado que romperá las vertientes del silencio, que toca los extremos del ser, el paraíso y el infierno, la videncia y la locura y será ante todo la epifanía donde los contrarios se funden”. Por eso el personaje es un lugar donde el hombre late como un fuego perpetuo, disfrazado, repartido y gritando en su mudez los trastornos de su vida, para transgredir y darle otro sentido.

Bourneuf y Ouellet (1989) señalan al “personaje en el marco de una red de relaciones que forma parte de una constelación y es a través de ésta que vive en todas sus dimensiones”. Esta red de relaciones expresa la estrecha vinculación que existe entre la construcción de personaje y la noción de realidad, por ello el personaje es agente de la acción, portavoz de su creador o ser humano de ficción con una manera de comportarse, sentir y percibir a los otros y al mundo.

Carmen Bustillos (1995), quien desarrolla un planteamiento en esta misma línea,  plantea tres posibles aproximaciones. Una de ellas es concebirlo como representamen del hombre - persona -, ente individual y colectivo en su tránsito por la historia. Esta primera consideración va en sintonía con la concepción de personaje como portavoz, como realidad viva que manifiesta la visión de mundo.  El segundo aspecto va orientado hacia las actitudes vitales arquetípicas o proyección de fenómenos psicológicos; éste segundo planteamiento nos acerca a la noción de la conciencia, la visión y expresión del alma; entender al personaje como un elemento teñido de angustia, de impotencia, que explora la realidad escatológica del hombre, sus miserias y  sus posibles representaciones para darle un significado en el contexto de la narración; y el tercer  aspecto lo señala como elemento del discurso.

Los planteamiento referidos de  Bourneuf y Ouellet (1989) y Bustillos (1995) permiten dar inicio a una reflexión, sobre noción de personaje  literario, orientada hacia una expresión fenomenológica del hombre y su realidad, como una representación trascendente de la realidad que yace en el texto narrativo, una evidencia del universo ideológico verbal que plantea el sistema dialógico que se establece entre el autor y su receptor, cuya condición se caracteriza en la dimensión  plurivocal.

Esta definición permitirá aproximarse al planteamiento de Tosca Hernández (1989) sobre representaciones.  Explica que el entorno, la realidad, el contexto social del hombre se construye a partir de una interacción y ésta se asienta en la existencia y producción de consensos sociales intersubjetivos que se materializan en representaciones y acciones colectivas. Lorite Mena, citada por Hernández (1989), explica al respecto que el hombre no pertenece a un mundo de cosas, sino que existe en una noción de realidad, en una realidad  reflejada que se manifiesta en un mundo de posibles repertoriados por medio de símbolos que canalizan su interpretación consciente.

Si se considera esta noción de realidad, de persona y se relaciona con el personaje como construcción, a partir de las consideraciones de Bustillos (1997) hay que convenir que el personaje es como una transposición estética de la idea de persona, es una transfiguración del hombre. Se configura un individuo en el marco de un universo ficticio, una idea de hombre que se convierte en imagen de hombre, el cual ofrece un funcionamiento específico de acuerdo con su interrelación en la abstracción ficcional. Es así como operan las claves de la construcción de personaje como  representación socio - cultural.

En esta expresión el personaje se convierte en el propio creador de su espacio simbólico. Hay que considerar que va integrando elementos y códigos por reafirmaciones mutuas pero también por imposiciones externas. Las representaciones y las tácticas interpretativas  van creando un espacio de significación que presenta una coherencia  en el universo ideológico verbal con el fin de construir el sistema dialógico. Explica  Kristeva (1981) que este sistema debe encarnarse en otra esfera de existencia, volverse discurso, enunciado. Y afirma que el dialogismo bajtiano designa la escritura a la vez como subjetividad y como comunicatividad, para establecer la noción de persona - sujeto de la escritura, es decir la ambivalencia de la escritura. Con este término se describe la inserción de la historia en el texto y del texto en la historia.

En este orden de ideas la noción de  personaje  supone un margen de  representatividad  que se legitima en el texto literario. El personaje literario pertenece al ámbito de las representaciones dentro de la concepción bivocal, que asume su identidad como una constelación de signos protegidos por sus valores simbólicos. Estos constituyen una relación con el mundo social basada en la hipótesis, que afirma, que a pesar de todas las variaciones individuales nuestros semejantes experimentan los mismos objetos de una manera sustancialmente similar.

A partir de estas consideraciones teóricas, se formulará una eidética del personaje literario, cuya principal concepción se expresa en una descripción fenomenológica de la realidad, una representación trascendente del hombre  que yace en el texto narrativo, con una determinada visión de mundo referido a sus posibilidades.  El escritor construye en el personaje sus posibilidades en base a un contexto socio - cultural determinado (epojé fenomenológica). El personaje literario, como concepto eidético es un “el residuo fenomenológico”, porque  expone la intencionalidad socio- histórica de su creador, como una  expresión del “término medio”, que es  una representación promedial del hombre, de acuerdo con los existenciarios heideggerianos analizados.

El personaje literario es un rasgo  de representación socio - cultural que fija conceptualmente el “ser del hombre” y en esta concepción construye su “poder ser”. El poder ser del personaje constituye un despliegue accional  que realiza de acuerdo con sus necesidades emocionales, sociales, políticas e históricas. Lo que significa que este “poder ser” genera un sujeto escéptico, pesimista, optimista, impulsivo,  con las interpretaciones claras sobre su circunstancia, cuestionándola o asumiéndola. El autor se encargará de diseñar posturas  fundamentales que para generar en su construcción de personaje una respuesta ante su tiempo. El “poder ser” genera el   “modo de ser” a través de un complejo de posibilidades. La composición accional del relato literario se expresa en un complejo de posibilidades, de acuerdo con la función social o histórica o composición emocional  que plantee su creador. Toda construcción de personaje supone un conjunto de significaciones que hablan a través de estas posibilidades, que a su vez  van generando contenido en el “modo de ser” del personaje.

El personaje  se expone en el tejido narrativo como proyecto que se arraiga en la posibilidad. Esta afirmación posee implicaciones conceptuales develadoras del  “estado de yecto”, existenciario Heideggeriano que designa la “disposicionalidad”, es decir,  el modo de “encontrarse”, “de sentirse”, la tonalidad afectiva en la cual se encuentra el personaje. Toda construcción de personaje tiene una tonalidad afectiva que define su estar situado en el mundo, su relación con el contexto. Las cosas no sólo tienen un significado teórico, sino que también poseen una “valencia emotiva”. El “personaje literario” está siempre en una situación afectiva que abre su “estado de yecto”, “su estar lanzado”. Su disposicionalidad es el modo originario de encontrarse y de sentirse en el mundo, es un espectador  interesado de las cosas y de los significados; el proyecto dentro del cual el mundo se le aparece. La disposicionalidad, la “valencia emotiva” lo arroja a la posibilidad, abre su “estado de yecto” y define la carga emotiva que asume  ante su circunstancia. La valencia emotiva expone los sentimientos del personaje como un significado y como parte del contenido que devela el sentido de la narración.

La valencia emotiva  se activa en la construcción de personaje para exponer el “modo de ser”, que de acuerdo con los planteamientos heideggeriano puede ser auténtico o inauténtico, porque puede ir a la posibilidad de acuerdo a lo comúnmente aceptado o comprendido, pero también puede optar por conquistarse, apropiarse y aprovecharse sobre la base de la posibilidad más suya. Trascender de la estructura del “se”, significa ir más allá, actuar por convicción y verificación de los hechos, apropiarse de la circunstancia, de la posibilidad a partir de “su experiencia”. La autenticidad del personaje como concepto filosófico significa lanzar el proyecto del “ser” hacia la posibilidad más propia, más pura. El creador busca en la construcción de su personaje la autenticidad como el fin último de la indagación, es esta la dimensión del hombre que desea alcanzar.

Conclusiones

La fenomenología, la concibe Husserl (1913), como un intento doctrinario  que se propone reunir los principios fundamentales de un saber objetivamente válido, acerca de una conciencia trascendental. Por ser la conciencia la región propia de la fenomenología, el método fenomenológico se fundamenta en actos de reflexión. La reflexión es un instrumento o procedimiento que posibilita un tratamiento objetivo de la conciencia trascendental. Y es por esta vía  se alcanza la dimensión de una ciencia descriptiva que posibilita la “epojé fenomenológica”, la cual es una operación para hacer accesible la conciencia pura. Por medio de ella se utiliza un procedimiento de reducciones progresivas realizadas mediante el recurso de poner entre paréntesis o de desconectar todas aquellas realidades que no son propiamente la conciencia. De estas reflexiones y reducciones progresivas surge  el “residuo fenomenológico”, lo que queda después de abstraer el objeto de la realidad cirncundante, pero sin dejar de relacionarlo justo en su esfera y dimensión. El conocimiento que ha de realizarse en esa esfera de vivencias se debe efectuar por medio de actos de reflexión en torno al objeto y su contexto.

El discurso literario es producto de este tipo de reflexiones vivenciales sobre el hombre en el mundo y aparece como un intento de conciliar diacrónicamente las entidades semánticas que sincrónicamente no se pueden sobreponer. En ese sentido, símbolos y arquetipos se dinamizan articulando un relato. El hilo de este relato adopta así el carácter de un significante simbólico donde se despliega y  amplifica  el sentido de la realidad cultural. Y se articula en él una visión de mundo, susceptible a la lectura hermenéutica, orientada hacia una postura fenomenológica, porque en ella se operan las reducciones progresivas para crear el “residuo fenomenológico” que se proyecta en la representación del personaje literario, el cual se “constituye en el principal portador de la visión de mundo de la época que recrean los mundos representados” Bustillos 1997).

El personaje literario una vez que ha pasado por todo este proceso de formación y creación se convierte en un  elemento residual de carácter fenomenológico  que manifiesta la reflexión de su creador con respecto a la realidad y por eso se convierte en  una descripción de naturaleza eidética.

El  personaje literario aparece de esta forma como un sujeto múltiple proyectado en el texto. Según Durand (1981), la expresión de las representaciones del hombre desde la figura del Hermes manifiesta una posibilidad de tener la experiencia del pensamiento simbólico como objeto de percepción interna, como revelación de  algo que se manifiesta y se evidencia en su facticidad inmediata.  Se puede decir, que la literatura  es expresión de la conciencia,  donde se actualiza la naturaleza humana y tal como lo afirma Adriano González León (1998) , a propósito de la presentación de su libro  Todos los Cuentos más uno, “la literatura es por encima de todo, un enorme proceso del espíritu, un gran deleite del alma...” La literatura se convierte así en una expresión que posibilita la comprensión de la realidad, de la vida espiritual de los hombres y de la historia, porque sólo en su lenguaje se encuentra la expresión completa, exhaustiva y objetivamente comprensible de la interioridad humana. De esta manera se trata de vincular el arte de comprender, con la literatura a través de su centro de interpretación de los vestigios de la existencia humana.

Referencias

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Nota

1. Este trabajo se desarrolló dentro de las líneas de investigación del Instituto Venezolano de Investigaciones Lingüísticas y Literarias “Andrés Bello”, el cual recibe financiamiento del FONACIT (PEM 2001002027) y del FONDEIN-UPEL