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Cuadernos del Cendes
versión impresa ISSN 1012-2508versión On-line ISSN 2443-468X
CDC v.54 n.54 Caracas set. 2003
«La otra, el mismo». El género en la ciencia y la tecnología en Venezuela*
HEBE VESSURI
MARÍA VICTORIA CANINO
Resumen
En este estudio sobre la participación de las mujeres en las actividades científicas y tecnológicas de Venezuela se examina la presencia femenina en las instancias de poder de las instituciones de ejecución o de gestión de la investigación, ya sea que se trate de posiciones de coordinación de la investigación, evaluación científica (de investigadores, laboratorios, proyectos), la elaboración de estrategias institucionales, cargos de responsabilidad política en instancias gubernamentales o legislativas, o instancias administrativas. Para entender las cuestiones relacionadas con las mujeres científicas académicas, se incluye el estudio de la educación superior diferenciando sus niveles de grado, maestría y doctorado y se considera el escalafón docente y la investigación. Pese a los progresos, todavía se observa inequidad de género en muchas áreas del quehacer público.
Palabras clave
Mujeres / Ciencia y tecnología / Investigación científica / Género y ciencia / Dicotomías / Femenino / Masculino / Poder
Abstract
In this study about female participation in scientific and technological activities in Venezuela an analysis is made of the female presence in the power instances of the institutions in charge of research execution and management, either in positions of research coordination, scientific evaluation (of researchers, laboratories, projects), the elaboration of institutional strategies, positions of political responsibility in government or legislature, or administrative posts. In order to understand issues related to academic female scientists we include the study of higher education, distinguishing its undergraduate, graduate and doctoral levels; and we also consider the hierarchy of the teaching staff and research. Despite advancements, the gender inequity is still observable in many areas of public endeavor.
Key words
Women / Science and technology / Scientific research / Gender and science / Dichotomies / Female / Male / Power
RECIBIDO: JULIO 2003
ACEPTADO: NOVIEMBRE 2003
En el prólogo de su poemario El otro, el mismo (1964), dedicado a Leopoldo Lugones, Borges escribe:
Si no me engaño...[a Ud.]...le hubiera gustado que le gustara algún trabajo mío. Ello no ocurrió nunca, pero esta vez Ud. vuelve las páginas y lee con aprobación algún verso, acaso porque en él ha reconocido su propia voz, acaso porque la práctica deficiente le importa menos que la sana teoría...
Y concluye su comentario sobre la escena de ese encuentro (cronológicamente imposible) diciendo que así como Lugones había muerto (en el año 1938), Borges, que escribía en 1963, también eventualmente habría de morir «y se confundirán nuestros tiempos y la cronología se perderá en un orbe de símbolos». Borges escribe sobre la dicotomía del uno y el otro y su profunda unidad cósmica. Hombre y mujer también son expresión de esa dicotomía, a la vez diferentes y los mismos. La analogía de esta imagen con las voces de científicas y científicos nos parece resonar con hondo sentido. En última instancia, ambos están comprometidos en una empresa común, hacer ciencia, producir conocimiento, descubrir, interpretar, cada uno con sus sensibilidades, sus diferencias y especificidades. En el tiempo, la ciencia que hacen las mujeres (concebida en cerebros y con manos femeninas) se confundirá con la de los hombres en el mundo de símbolos del pensamiento humano, sin que se distingan autores, y menos aún su sexo. El otro (la otra) será entonces reconocido irremediablemente como el mismo.
Introducción
El género se ha convertido en un tema de política que está integrado en la gama de factores que se toman en cuenta cuando se analizan logros, elecciones y resultados de la actividad académica y de la investigación y desarrollo. La participación de las mujeres en la actividad científica y tecnológica es uno de los principales desafíos de la paridad. Ella es la garantía de una evaluación igualitaria y justa y de que las orientaciones científicas tomen en consideración tanto las preocupaciones de las mujeres como las de los hombres que hacen ciencia.
Los debates y la investigación en torno al tema de la educación superior no necesariamente toman la misma forma que hace veinte años, ya que las mujeres en todos los ámbitos demuestran tasas de participación más elevadas que las de los hombres desde la escuela media diversificada y en la educación superior, inclusive acercándose a la paridad en los niveles de postgrado; y se ha mostrado que no les va peor en términos de logros educativos. Para algunos, si todavía hay una «cuestión de género», ésta debe ubicarse en otra parte, posiblemente en el mercado de trabajo, pero ya no en la formación. Para otros, en cambio, la cuestión del género sigue siendo relevante, simplemente porque, aunque las mujeres parecen equipararse o inclusive superar a los hombres en su presencia en muchas áreas de la academia, en algunos aspectos cruciales los hombres todavía mantienen una considerable ventaja que les permite beneficiarse de un desarrollo de carrera más rápido y amplio.
El presente estudio sobre la participación de las mujeres en las actividades científicas y tecnológicas de Venezuela toma como punto de partida investigaciones previas, en las que dimos una visión de la situación del género en la ciencia en Venezuela a partir de una base empírica parcial, y considerando el lapso 1990-1999; aquí nos concentramos en un período más reciente, 1997-2001 (si bien para algunas instituciones abarcamos el lapso 1990-2003). Se busca estudiar, además, la presencia femenina en las instancias de las instituciones de ejecución o de gestión de la investigación, ya sea que se trate de posiciones de coordinación de la investigación, de evaluación científica (de investigadores, laboratorios, proyectos), de la elaboración de estrategias institucionales, de cargos de responsabilidad política en instancias gubernamentales o legislativas, o de funciones administrativas. Para entender las cuestiones relacionadas con las mujeres científicas académicas en este país particular, es importante conocer la matriz sociocultural en la que las relaciones de género se encuentran insertas. De allí que se incluya el estudio de la educación superior, con algunas consideraciones de los niveles previos y otras áreas de actividad pública también.
El universo de estudio
Realizado en el Departamento de Estudio de la Ciencia del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (IVIC) como parte del Proyecto Iberoamericano de Ciencia, Tecnología y Género, con un pequeño apoyo financiero de la Unesco, esta investigación considera en primer lugar el sistema institucional académico como el piso para la actuación y avance femeninos en el campo del conocimiento avanzado, incluyendo una muestra de instituciones que comprende a las universidades Central de Venezuela (UCV), Simón Bolívar (USB), Metropolitana (Unimet), Católica Andrés Bello (UCAB), Carabobo (UC), de los Andes (ULA), del Zulia (LUZ) y de Oriente (UDO), así como el Instituto Universitario de Tecnología Región Capital Federico Rivero Palacio (Iutfrc). Se dan también algunas cifras globales para el Subsistema de Educación Superior (SSES) en la medida en que los datos estuvieron disponibles, lo que permite situar la especificidad de instituciones para las que tenemos información detallada en relación con el promedio nacional. Esta información revela la situación de las capacidades de un componente importante de la población nacional que, hasta no hace mucho tiempo, no se diferenciaba en las estadísticas y no se consideraba en sus dimensiones específicas.
En segundo lugar, se considera el sistema de investigación y desarrollo, a través de tres ejemplos: el IVIC, el Centro de Investigación y Desarrollo de Petróleos de Venezuela S.A., Intevep y el Programa de Promoción del Investigador (PPI), que acredita y premia a los investigadores activos en el país. El interés que nos mueve en este trabajo es aportar elementos para contestar las preguntas: ¿cuántas mujeres hay en la educación superior que corresponden al campo científico y tecnológico nacional?, ¿cuántas son científicas y tecnólogas?, ¿en qué áreas de la ciencia participan y en qué porcentajes?, ¿cuáles son sus lugares de trabajo?
El sector académico
Para este estudio tomamos en cuenta la información más general que ha procesado el Consejo Nacional de Universidades (CNU) para el SSES y la información más detallada que pudimos obtener y analizar correspondiente a algunas de las principales instituciones públicas y privadas ubicadas en la zona metropolitana de Caracas y ciudades del interior del país, que se agregan a la información obtenida en estudios anteriores. La elección de la carrera en la educación superior se coloca como el punto de partida en el proceso de construir diferencias de género entre los profesionales. En las últimas décadas los estereotipos referidos a la segregación por género en la elección de carrera han cambiado bastante. Resulta evidente que se ha evolucionado claramente hacia la apertura de todas las carreras al sexo femenino y que las mujeres dejan de sentirse inhibidas de ingresar a carreras tradicionalmente consideradas «masculinas». Se observa una mayor libertad en la escogencia de carreras. Tampoco hemos encontrado elementos como los que se reportan para otros países, tales como que las mujeres tendrían menos probabilidades de tener las mejores notas. Los datos puntuales que hemos obtenido sugieren que en el SSES venezolano las mujeres tienen tantas probabilidad como los hombres de obtener las mejores calificaciones.
Egresadas de pregrado
La evolución de la participación del contingente femenino en los egresados del SSES fue continua en todo el medio siglo pasado, dándose la inflexión en la década de los setenta. Las instituciones del SSES gradúan hoy más mujeres que hombres y la tendencia es al aumento de la ventaja sobre la población de egresados. De las universidades consideradas en el estudio, sólo en la USB se revierte la proporción, explicable por el predominio de las carreras de Ingeniería en esa universidad. Y en dos de las universidades públicas grandes la mayoría femenina es notable, 71 por ciento de mujeres en la LUZ y en la UC, mientras que los porcentajes también son elevados en la UCV y en la ULA con 66 por ciento y 64 por ciento, respectivamente.
Si se observan los números consolidados para las facultades de Ciencias y de Ingeniería, destaca el hecho de que en el área de Ciencias se ha alcanzado la paridad en los egresados en las instituciones de la muestra, con un predominio claramente femenino en la UCV, mientras que en las facultades de Ingeniería la participación femenina aún es deficitaria.
En el caso de la UCV, las únicas tres facultades que en el año 2000 tuvieron un menor porcentaje de mujeres entre sus egresados fueron Ingeniería (41 por ciento), Agronomía (43 por ciento) y Ciencias Veterinarias (45 por ciento).
En Ingeniería las carreras que continuaban siendo territorio eminentemente masculino fueron Mecánica (14 por ciento), Eléctrica (22 por ciento) y Geología, Minas y Geofísica (31 por ciento). En Ingeniería Civil e Ingeniería Química y Petróleo hubo claro predominio de egresadas mujeres y en Metalurgia éstas alcanzaron el 48 por ciento. En el resto, incluyendo la Facultad de Ciencias, donde las mujeres constituyeron ese año el 67 por ciento de los egresados y Farmacia (78 por ciento), hubo amplio predominio femenino en la población egresada, como se puede apreciar en el gráfico 5. En Ciencias, incluso en Matemáticas que suele tomarse como una disciplina poco femenina en la literatura, el 73 por ciento de los egresados fueron mujeres.
Es interesante observar en el gráfico 4, que en carreras tradicionalmente consideradas masculinas dentro de la Facultad de Ciencias, como es el caso de Matemáticas, en 2001 el 82 por ciento de los egresados fueron mujeres. En Física fueron el 33 por ciento y en Computación el 46 por ciento. En la Facultad de Ingeniería, las mujeres constituyeron el 46 por ciento de los egresados en Química y Petróleo, pero las proporciones resultaron mucho más bajas en las restantes carreras. Así, tenemos que en Civil hubo 36 por ciento de mujeres, en Eléctrica 19 por ciento, Geología, Minas y Geofísica 33 por ciento, Mecánica 21 por ciento y Metalúrgica sólo 5 por ciento.
Entre distintas instituciones de educación superior hay algunas diferencias, pero la tendencia a la feminización es la misma. Así, en la LUZ, para el lapso 1995-2001 se observa que las únicas facultades donde había menos mujeres eran Ciencias Veterinarias (33 por ciento), Agronomía (39 por ciento), Ingeniería (43 por ciento) y Ciencias (50 por ciento). En las restantes predominaban las mujeres, siendo la proporción más elevada en Humanidades y Educación y Odontología (ambas con 82 por ciento) y en Ciencias de la Salud (81 por ciento). Dentro de las dos facultades que más nos interesan en este trabajo, Ciencias e Ingeniería, se observaban diferencias dentro de las carreras. Matemáticas en LUZ presentaba un 22 por ciento de mujeres entre los egresados, Física 24 por ciento y Computación 46 por ciento. En Química y Biología las mujeres superaban el 50 por ciento. En Ingeniería Mecánica las mujeres eran el 22 por ciento de los egresados y en Eléctrica el 24 por ciento. Pero en Ingeniería Civil eran 56 por ciento y en Ingeniería Industrial el 70 por ciento de los egresados.
En la UC el porcentaje de mujeres que se graduaron en el lapso 1997-2001 fue de 70,8 por ciento. Para las facultades tomadas cada una como un todo, la tendencia de crecimiento es clara, superando ampliamente el 70 por ciento en Odontología, Ciencias de la Educación, Salud, Economía y Ciencias Sociales y llegando al 67 por ciento en Derecho. Los menores porcentajes correspondieron a la Facultad de Ciencia y Tecnología, donde de cualquier manera se observa que hubo un 51 por ciento de egresadas (es decir, más de la mitad de la población de egresados), y la Facultad de Ingeniería, que tuvo el porcentaje más bajo con un 41 por ciento. Si se toman en cuenta las escuelas, vemos que las únicas donde las mujeres seguían siendo claramente minoría, aunque estaban presentes, eran: Ingeniería Eléctrica (18 por ciento de mujeres) e Ingeniería Mecánica (26 por ciento) en la Facultad de Ingeniería, y Física (30 por ciento) en la Facultad de Ciencia y Tecnología.
En la USB y en la UCAB hay patrones un tanto contrastantes. Mientras que en la USB las carreras predominantes son las ingenierías con una amplia mayoría masculina, en la UCAB, orientada a las humanidades y ciencias sociales, se observa que en estas áreas entre un 70 por ciento y 80 por ciento de los estudiantes son mujeres.
En las universidades de la muestra que tienen facultades de Medicina y Ciencias de la Salud, se observa que en ellas la presencia femenina es claramente dominante.
En las distintas carreras de la Salud, como en el caso de la UCV que se reporta en el gráfico 12, la única excepción al franco predominio femenino se da en la carrera de Salud Pública.
La tendencia a la feminización del medio académico también se observa en las facultades de Agronomía y Veterinaria, con diferencias entre universidades. En el caso de la UCV, se ha argumentado que la feminización se debe a la urbanización del entorno donde se encuentran ubicadas las facultades de Agronomía y de Veterinaria en Maracay y a la ausencia de otras facultades de la UCV en la misma ciudad, lo que lleva a una cantidad mayor de mujeres a elegir estas carreras, a falta de otras oportunidades en su ciudad de residencia.
A la luz de las estadísticas de egresados de pregrado disponibles, pareciera entonces que la política de igualdad de oportunidades debiera enfocarse en las ingenierías, para incrementar el número de mujeres en algunas carreras, al mismo tiempo que pudiera pensarse en una política que contribuyera a reequilibrar los números en otras áreas, desarrollando mayores incentivos para los hombres en aquellas carreras que han pasado a ser prácticamente femeninas.
El postgrado
Datos como los anteriores invitan a la reflexión con respecto a la preparación de las jóvenes para desarrollar una carrera profesional y en un porcentaje menor asumir ocupaciones en el campo científico y tecnológico, que es uno de los principales objetivos de la educación superior. ¿Cómo les va a las mujeres en su experiencia de educación superior y su tránsito al nivel de postgrado? ¿Le sacan ventaja plena emprendiendo estudios doctorales tan a menudo como los hombres?
La evolución de la población de egresados del postgrado en los últimos once años muestra un avance de las mujeres también en este nivel, que las vuelve mayoritarias, o en un caso como el de la USB, donde como vimos en el nivel de pregrado hay un predominio masculino por las carreras de Ingeniería, se equiparan los dos sexos. Naturalmente en el programa de postgrado hay en esa institución una oferta de áreas de conocimiento algo más diversificada y eso contribuye a una mayor presencia femenina.
Cuando se abre la categoría del postgrado, sin embargo, se constata que hay diferencias entre las titulaciones que se buscan, siendo muy desiguales las poblaciones correspondientes a cada una de ellas. En la UCV, por ejemplo, los egresados continúan siendo en su mayoría de programas de especialización (66 por ciento), mientras que los egresados de maestría son el 31 por ciento y del doctorado sólo el 4 por ciento. Si se analiza cada nivel de postgrado, siempre en el caso de la UCV, se puede observar que las egresadas de la especialización son el 59 por ciento, de maestría el 58 por ciento y de doctorado el 47 por ciento, lo cual indica que las mujeres no se quedan muy atrás en la consecución del máximo título universitario.
Otra institución de la muestra considerada para el nivel de postgrado es la UCAB. La población de egresados de postgrado de esta institución apenas si superó la decena en 1978 y la centena en 1986, pero desde entonces ha experimentado un amplio desarrollo. A partir de 1988 las curvas de crecimiento de la población femenina y masculina entre los egresados se separan, con un marcado incremento de las mujeres. Esta institución se ha dedicado mayoritariamente a los cursos de especialización, que predominan con un 84 por ciento de los egresados; las mujeres en este grupo son el 61 por ciento. Le sigue un 16 por ciento de egresados de maestría, dentro de los cuales las mujeres son el 57 por ciento, mientras hay sólo 0,2 por ciento de doctores y las mujeres constituyen el 30 por ciento de este escaso contingente (datos correspondientes al lapso 1990-1999). Claramente la orientación del programa de postgrado de esta universidad es hacia las ciencias sociales, como queda plasmado en el gráfico 13, donde además puede observarse la relación de los egresados por área de conocimiento y por sexo.
En el área de postgrado en la UC hay un mayor énfasis en el nivel de maestría, que comprende el 56 por ciento de los egresados de postgrado, mientras que los de especialización llegan al 44 por ciento. Los doctores siguen siendo el producto más escaso, 0,4 por ciento, aunque es más que probable que estos valores se multipliquen en breve en vista de la tendencia de graduación de los niveles previos y la participación del personal docente en programas como el Alma Mater del CNU. Las mujeres aquí son el 73 por ciento de los egresados de maestría, el 66 por ciento de los egresados de especialización y el 40 por ciento del doctorado (datos correspondientes al lapso 1997-2001).
La UDO tiene un desarrollo mucho más incipiente del programa de postgrado. En esa institución un 71 por ciento de egresados lo son de cursos de especialización, en los que el contingente femenino constituye el 38 por ciento, y 29 por ciento son de maestría, con un 54 por ciento de mujeres egresadas de este nivel (datos correspondientes a 1990-2000).
En la USB, la población de egresados de los programas de postgrado en la década de los noventa fue de 1.977 personas. Un 48 por ciento de sus egresados de postgrado hizo cursos de especialización, donde las mujeres eran el 50 por ciento; y un 49 por ciento hizo programas de maestría, también con un 50 por ciento de mujeres entre los egresados. El nivel de doctorado comprendió el 3 por ciento de los egresados de postgrado de esta universidad, y las mujeres eran el 52 por ciento, con predominio de las ciencias físico-naturales y ciencias sociales y humanidades (datos de 1990-1999).
En las maestrías de la USB donde predominan ampliamente los hombres están Ingeniería Eléctrica, Ingeniería Mecánica, Ciencias de la Computación, Filosofía, Matemáticas e Ingeniería Biomédica. Por el contrario predominan las mujeres en Lingüística Aplicada, Nutrición, Ciencia de los Alimentos, Psicología, Ciencias Biológicas y en Literatura Latinoamericana.
El IVIC también es un centro de formación de postgrado, dentro de su definición como instituto público de investigación creado en 1959, y que desde su fundación incluyó en su misión la formación avanzada de investigadores. Su escuela formal de postgrado comenzó en 1971 cuando se crea el Centro de Estudios Avanzados (CEA) como unidad coordinadora de la actividad docente, aunque desde 1959 recibía estudiantes graduados de las universidades y otros institutos de educación superior. Entre 1990 y 2003 egresaron 322 personas del postgrado, de las cuales 184 (57 por ciento) fueron mujeres. De ellas las que obtuvieron el grado de doctor son un poco menos de la mitad, el 46 por ciento. Las que obtuvieron el grado de Magister Scientiarum, en cambio, totalizan 62 por ciento. Una revisión de los tutores de tesis revela que las mujeres en funciones de tutoras son un 25 por ciento, es decir, que constituyen un porcentaje menor que el número de mujeres investigadoras en el Instituto. En las tesis asistidas por dos tutores podemos observar un porcentaje casi la mitad más bajo de mujeres que son tutoras principales respecto de las que son co-tutoras y que hay un número de parejas de cotutores masculinos mayor que las dos columnas que incluyen mujeres como tutor principal o co-tutor, al mismo tiempo que no se observa ningún caso de una pareja de co-tutores femeninos.
El rendimiento de las estudiantes no deja nada que desear. En la población de 102 egresados de maestría y doctorado entre 1999 y 2003, entre quienes obtuvieron notas mayores de 18 puntos hay 13 mujeres y 8 varones. Sin embargo, de los representantes estudiantiles de las promociones del IVIC que en el lapso 1990-2003 pronunciaron los discursos en las ceremonias anuales de graduación, sólo el 32 por ciento fueron mujeres. Dado que el porcentaje de mujeres egresadas en ese lapso fue de 57 por ciento y que el rendimiento de notas de los dos grupo fue bastante parejo en cuanto a la cantidad de personas con mayor puntaje, resulta claro que en la escogencia de los oradores en este tipo de discursos «públicos» o «políticos» todavía se les atribuye una mayor «representatividad» a los hombres. Vale destacar que entre los oradores de orden de esas mismas ceremonias en 1981-2001 hubo una sola mujer, quien no es investigadora sino presidenta de una fundación de fomento de la actividad científica y cultural.1 Con excepción de un comunicador social, el resto de los oradores fueron doctores vinculados a la actividad científica.
Ahora bien, hasta aquí hemos mapeado la situación de la formación de capacidades tanto en el ámbito de grado como de postgrado en sus varios niveles, en una muestra de instituciones donde se ve un franco progreso de las mujeres, quienes continúan avanzando al frente de la formación de mayor nivel académico, calificándose en los estratos superiores identificados con carreras profesionales y de investigación. Cabe entonces preguntarse: ¿la formación avanzada les sirve para insertarse en el ámbito selecto de las «ocupaciones de investigación» que supuestamente están en la avanzada de las sociedades contemporáneas? ¿O tienen más dificultades que los hombres para lograrlo? Los principales desarrollos que han tenido lugar en los últimos 15 años, y que condujeron hacia la igualdad de género en los cursos de postgrado, no necesariamente significan avances en la igualdad de género en los puestos de docencia superior e investigación.
Las mujeres en la ciencia y la tecnología
Mujeres profesoras e investigadoras en el medio académico
En Venezuela hay evidencias puntuales que sugieren que hay casi tantas mujeres como varones que obtienen el doctorado, aunque la Oficina de Planificación del Sector Universitario (OPSU) carece aún de cifras generales para todo el SSES. Pero su mayor calificación no les asegura necesariamente una inserción en igualdad de condiciones en todos los ámbitos. Por un lado, pareciera corroborarse la afirmación de que las mujeres tienen más probabilidades de emplearse en el sector público y de ganar menos que los varones. Algunos autores, escribiendo sobre otros contextos nacionales en países más industrializados (por ej. Chevalier, 2002, basado en datos del First Destination Survey que describe la situación ocupacional de graduados del Reino Unido seis meses después de graduarse para las cohortes de 1985, 1990 y 1995) atribuyen el sesgo en la elección a rasgos de carácter «típicamente femeninos», tales como ser menos ambiciosas y adictas al trabajo y preocuparse más por los demás. Si bien estas apreciaciones sobre «psicología femenina» resultan dudosas, sería útil desarrollar enfoques similares de mujeres en el mercado laboral un año después de graduarse, en otros contextos nacionales, como los latinoamericanos.
La cantidad de mujeres en la docencia universitaria ha crecido en años recientes, aunque todavía constituyen el 34 por ciento del personal docente de las universidades en el SSES. Entre las opciones laborales de las egresadas universitarias habría una preferencia por el empleo en el medio académico, como un ámbito laboral que ofrece un conjunto de ventajas sobre otros, entre los que suelen listarse: poder atender las responsabilidades del hogar y los hijos al mismo tiempo que se desarrolla una carrera, la dimensión humana y emotiva de la educación y formación de los jóvenes. También el hecho mismo de tener una familia, es decir, tener hijos o no tenerlos, impactaría en forma crítica sobre el tiempo de trabajo y el ingreso por género. Estos factores, combinados con la libertad o flexibilidad relativa del horario del trabajo universitario, lo harían preferible para muchas mujeres. Por otro lado, está el argumento de que el mundo académico es menos remunerado y los hombres buscan otras fuentes de empleo en el sector privado, mejor retribuidas. Asimismo, trabajar en el medio de las ingenierías, aún en el ámbito académico, sigue teniendo sus bemoles, pero es posible.
Al observar la posición de las mujeres que forman parte del personal académico en el SESS se encuentra, para el último año sobre el que existe información oficial (1999), una participación femenina del 41,5 por ciento, que fluctúa entre el 43,8 por ciento en el Iutfrp y el 19,1 por ciento en la UDO. Puede afirmarse que las mujeres académicas están todavía subrepresentadas en las instituciones de educación superior (IES) en Venezuela, si bien se han hecho avances muy considerables en muchas de ellas, como se nota en el gráfico 20 referida a una muestra selectiva de instituciones del subsector.
Para tratar de entender mejor la naturaleza del desequilibrio entre el personal académico femenino y masculino, se hace un análisis de la cantidad de mujeres diferenciadas por categorías, mostrándose algunos valores interesantes.
Se suele dar por supuesto que hay un declive marcado en la presencia de mujeres en las posiciones académicas más altas, encontrándose concentradas en los niveles iniciales de la carrera. En el caso venezolano, si bien en ninguna categoría para ninguna de las instituciones consideradas las profesoras superan en número a los profesores, esta no es siempre la situación y se observa que, en el nivel titular, en algunas instituciones el porcentaje femenino se mantiene elevado y es en varios casos superior al observado en el caso de las mujeres en la categoría de instructor.
En una universidad como la UDO, aunque las instructoras constituyen el 6,8 por ciento, las profesoras titulares llegan al 27 por ciento y las que tienen nivel de asociado son el 37 por ciento. Habría que analizar si allí ha habido una pérdida de representatividad femenina en las nuevas incorporaciones o si en cambio se trata de un avance de carrera en el personal más joven. En la ULA, en cambio, las mujeres en nivel de instructor son el 42 por ciento y en el nivel titular 34 por ciento, mientras que en la UC las instructoras son el 37 por ciento y las titulares el 47 por ciento.
En la UCV en el año 2003 las mujeres constituyen el 38 por ciento de los profesores de nivel titular y el 46 por ciento del nivel asociado, mientras que representan el 47 por ciento de los instructores.
Estos valores presentan modulaciones según las facultades y las carreras. En las dos que nos interesan particularmente, Ciencias e Ingeniería, la participación femenina varía significativamente. Así, se observa que en la Facultad de Ciencias, si bien el total femenino alcanza el 43 por ciento, las profesoras de nivel titular son el 33 por ciento, aunque un 49 por ciento son de nivel asociado, es decir, el nivel inmediatamente anterior y que requiere el doctorado. El 47 por ciento de los instructores y el 51 por ciento de los asistentes son mujeres.
En la Facultad de Ingeniería, el total de mujeres en el personal docente es mucho menor, 23 por ciento, y las profesoras titulares constituyen el 23 por ciento, seguido por un 31 por ciento en el nivel asociado. Las mujeres son el 34 por ciento de los instructores.
Otro ámbito de análisis se refiere al régimen de dedicación. Una generalización que se encuentra en la literatura es que los tiempos de trabajo, tanto en términos de régimen de dedicación como en permanencia en la carrera profesional activa, son menores para las mujeres que para los hombres, pues éstas comenzarían más tarde debido a la etapa de procreación y crianza. Si se compara el nivel nacional con el de las instituciones de la muestra, se obtiene que la participación femenina en el personal académico disminuye a medida que aumenta el tiempo de dedicación, pero no en forma consistente, observándose diferencias notables según la institución. Sobre el aspecto de la duración de la carrera, no tenemos datos conclusivos, pero sí queremos dejar asomado el tema pues suele argumentarse que la carrera profesional femenina es más corta debido a que o bien entraría tarde en la competencia después de tener los hijos o lo hace más lentamente.
Tomando como caso ilustrativo el de la UCV para el año 2003, un 35 por ciento del personal docente y de investigación está a dedicación exclusiva, pero hay bastante paridad en la distribución de los sexos en este régimen, con un 48 por ciento de mujeres, y un 44 por ciento de mujeres en el régimen de tiempo completo. Es considerablemente más bajo, en cambio, el número de mujeres en tiempo convencional (34 por ciento).
Pero cuando se consideran las facultades de Ciencias e Ingeniería, se observa el peso que tiene el régimen de dedicación exclusiva en la primera, donde el 74 por ciento del personal docente y de investigación está en este régimen, lo que sumado al personal a tiempo completo, representa el 82 por ciento del personal de la facultad. Si se combina nivel en el escalafón con régimen de dedicación, se obtiene que todas las mujeres en el nivel titular trabajan a dedicación exclusiva, contra 93 por ciento de los varones titulares, ya que 7 por ciento de los profesores en este nivel está a dedicación convencional. En las otras categorías predomina también ampliamente la dedicación exclusiva.
En la Facultad de Ingeniería en cambio, si bien el personal docente que está en régimen de dedicación exclusiva es considerablemente menor, 48 por ciento, si se suma a éste el personal a tiempo completo, alcanza a 60 por ciento del personal de la facultad, que es una proporción considerable. El personal a tiempo convencional es mucho más numeroso, llegando al 38 por ciento del total de la facultad, lo cual es explicable así como el personal a tiempo completo, por la realización de labores relacionadas con su experiencia profesional fuera del ámbito universitario. Se observa una cantidad considerable de personal contratado, donde las mujeres son el 24 por ciento, y entre el personal ordinario hay una concentración en el nivel asistente, donde las mujeres son el 29 por ciento. En el nivel titular un 23 por ciento son mujeres, y en el de instructor un 34 por ciento.
Un área que se exploró para conocer la calidad de la participación de la mujer en el mercado académico fue la del «personal especial» en el SSES.2 Se observa que en este tipo de personal las mujeres son proporcionalmente menos que los varones, con la excepción de la UC que tiene un mayor número en su personal contratado, de la ULA que le sigue de cerca, y también del Iutfrp y la Unimet, que muestran una proporción femenina de más de la mitad del personal especial.
En vista de las dificultades para conseguir datos oficiales diferenciados por género en la OPSU e inclusive en las distintas instituciones individuales, resulta de interés la información pormenorizada producida por la ULA respecto a su personal. La comparación de los datos de que se dispone en el plano nacional con datos del nivel local sugiere que el desequilibrio entre mujeres y hombres en la ULA refleja bastante fielmente el cuadro nacional. Las mujeres constituyen el 45 por ciento del personal académico de la universidad, el 36 por ciento del personal ordinario y el 40 por ciento del personal especial. En la tabla del personal ordinario activo, las mujeres tienen una participación más pareja con los hombres en el nivel de instructor, aunque representan un valor considerablemente menor (31 por ciento) en el de titulares.
Estas secciones de naturaleza cuantitativa permiten estimar cómo se sitúan las mujeres en cuanto al tema del acceso a todos los niveles de educación formal, y aporta insumos para la cuestión de la igualdad de oportunidades para el desarrollo personal y profesional en el mercado académico. Todavía no nos dicen nada respecto a la participación femenina en actividades de investigación. Si bien la figura del profesor que consagra la Ley de Universidades vigente es la del «docente investigador», lo cierto es que el personal académico de las instituciones de educación superior venezolanas es mayoritariamente docente y una proporción altísima no hace una actividad de investigación continua y profesionalizada como la que se reconoce convencionalmente. No obstante, dada la dificultad para estimar esta actividad en las instituciones, nos basaremos en algunos datos puntuales indicativos y en la información resultante de una de las principales fuentes al respecto, el principal órgano acreditador de la figura de investigador en el ámbito nacional, el Sistema de Promoción de la Investigación (SPI). Veremos este tema en la sección sobre investigación, pero antes de entrar en él y como parte consustancial de la vida académica, es importante examinar la participación de las mujeres académicas en las funciones de poder y responsabilidad en el SSES.
Mujeres en funciones directivas en las instituciones de Educación Superior
Las mujeres han venido ganando posiciones de responsabilidad en los niveles medios de jefaturas de escuelas, departamentos, coordinaciones de instancias docente-administrativas, pero mucho menos en los niveles más altos de autoridad.
Si volvemos a considerar el caso de la ULA, para el que existen datos pormenorizados, se observa que sobre un total de 3.388 empleados, las mujeres constituyen el 52,3 por ciento (1.773). Ellas son el 63,7 por ciento del personal profesional, el 32 por ciento del personal técnico, el 83,9 por ciento del personal administrativo y el 0,2 por ciento del personal obrero. Sin embargo, las mujeres todavía tienen que remontar una cuesta fuerte para alcanzar una paridad en funciones directivas, si bien su participación es superior a la de muchas universidades europeas y de otras regiones desarrolladas, con un 21,3 por ciento en facultades y núcleos académicos, 31,4 por ciento en dependencias administrativas y 25 por ciento en el nivel de autoridades rectorales, y una mujer en el cargo de secretaria de la universidad. Justamente, esta es la primera vez en los 217 años de fundada la Universidad de Los Andes, en que ha habido una mujer en función de autoridad universitaria como miembro del equipo rectoral. En entrevista pública, ella comentó que tuvo que «ponerse dura» porque muchas personas no comprendían que una mujer fuera autoridad. La veían como una asistenta y no como autoridad en la universidad. Su trayectoria refleja una carrera dedicada a la vida universitaria, como profesora titular de Farmacia y Bioanálisis, habiendo comenzado su carrera político-administrativa como secretaria y después como vicepresidenta de la Asociación de Profesores, más tarde como directora de la Oficina de Asuntos Profesorales, y varias veces designada jefa de departamento y jefa de cátedra (Diario de Los Andes, 30.5.2002).
Cuando se observa la participación femenina en el personal directivo de las facultades, las mujeres participan menos y aparecen más asociadas a cargos con responsabilidades docentes que investigativas. Veamos los casos de las facultades más ligadas a la investigación científico-técnica.
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En la Facultad de Ciencias, en la que la decana es una mujer del área de física, sobre 7 centros (investigación), hay 3 directoras (43 por ciento). En la Escuela de Ciencias (docencia), sobre 8 coordinaciones hay sólo una coordinadora mujer (13 por ciento). De 4 departamentos no hay ninguna jefa de departamento y sobre 27 grupos de investigación hay sólo 5 mujeres coordinadoras (19 por ciento). De los institutos, sobre 2 coordinaciones 1 la tiene una mujer (50 por ciento) y entre los 16 laboratorios (investigación) hay 6 mujeres coordinadoras (38 por ciento).
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La Facultad de Ciencias Forestales y Ambientales, cuya decana es mujer, en cambio, tiene 1 coordinadora del decanato, 3 coordinadoras de las 4 coordinaciones de postgrado, 1 coordinadora de programa de maestría de los 2 existentes (50 por ciento). Pero en el Instituto de Investigaciones Agropecuarias en las 3 coordinaciones de líneas de producción no hay ninguna mujer.
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En la Facultad de Ingeniería, de 5 centros 1 solo tiene directora (20 por ciento), de las coordinaciones de postgrado ninguna está ocupada por una mujer. En las 7 escuelas que conforman esa facultad, la presencia de mujeres en funciones de responsabilidad varía. Así, en la Escuela Básica hay una mujer de jefa de departamento de los 2 existentes (50 por ciento); en la Escuela de Ingeniería Civil no hay ninguna mujer en las 2 coordinaciones de postgrado, pero los 3 departamentos tienen jefas (100 por ciento); por contraste, los 3 laboratorios no tienen ninguna mujer responsable. Aquí se observa muy marcada la diferencia entre docencia (femenina) e investigación (masculina). En la Escuela de Ingeniería de Sistemas, en las 6 coordinaciones de postgrado no hay ninguna mujer, y de los 4 departamentos sólo 1 tiene jefa de departamento (25 por ciento). Allí, el único laboratorio está dirigido por una mujer. En la Escuela de Ingeniería Eléctrica, los 3 departamentos están dirigidos por mujeres, aunque sólo 2 de los 7 laboratorios tienen jefas (29 por ciento). En la Escuela de Ingeniería Geológica, en ninguno de los 2 departamentos hay mujeres jefas, lo mismo sucede en la Escuela de Ingeniería Mecánica, donde ni en los 2 departamentos ni en los 9 laboratorios hay mujeres en funciones de responsabilidad. En la Escuela de Ingeniería Química en los 2 departamentos, en la división de postgrados y en el Instituto no hay mujeres jefas, mientras que de los 6 laboratorios de postgrado 1 tiene jefa (17 por ciento) y de los 3 laboratorios del Instituto 1 tiene jefa (33 por ciento).
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En la Facultad de Farmacia, las 3 coordinaciones de postgrado están dirigidas por mujeres, también es mujer la coordinadora general del decanato. En la Escuela de Bioanálisis, una mujer es coordinadora de la Comisión Curricular, 1 de los 2 departamentos está dirigido por una mujer (50 por ciento), 1 de las 2 coordinaciones de postgrado la tiene una mujer. En la Escuela de Farmacia, la coordinadora de la Comisión Curricular es mujer, hay una jefa de departamento sobre el total de 5 departamentos (20 por ciento) y la coordinadora de la Oficina Sectorial de Planificación es mujer. El Laboratorio de Técnica Industrial Farmacéutica está dirigido por un hombre.
En la UCV, según datos suministrados por el Vicerrectorado Académico (09/06/2003) la relación de sexos en los cargos directivos es la siguiente: las mujeres tienen el 36 por ciento de los cargos de máxima autoridad en la universidad, siendo el 45 por ciento de los directores de escuelas (docencia) y el 34 por ciento de los directores de institutos (investigación) y hay una sola mujer sobre 11 decanos.
Se observa de esta manera que queda todavía un margen considerable para el aumento de la participación de la mujer en los puestos de poder, en las estructuras de mando en los niveles más altos del medio académico. Habría que ver si a la mujer realmente le están impidiendo llegar a los puestos de poder o si es que no le interesan por lo que implican en cuanto a un tiempo y dedicación que compiten con sus responsabilidades domésticas y familiares. Los roles muy exigentes de la maternidad y crianza hacen que sea muy difícil que ellas accedan a cargos administrativos o de poder. Queda pendiente estudiar en qué etapa de su vida personal y carrera profesional es más frecuente encontrar mujeres en posiciones de poder en el medio académico y en general en el mercado de empleo.
Los institutos de investigación: investigadoras científicas
¿Cuántas son las mujeres que hacen investigación científica y tecnológica en el país? ¿Cuál es la meta a alcanzar en representación femenina en la actividad científica y tecnológica nacional? En el Quinto Programa Marco (PM5), por ejemplo, la Comisión Europea (2001) se fijó como meta el 40 por ciento, con resultados mixtos: dicha meta se alcanzó en los grupos asesores externos para el PM5; sin embargo, la composición de los comités de programas quedó corta en cada programa, siendo en algunos casos tan bajo como el 19 por ciento. En el caso de Venezuela, no hay metas, entre otras cosas porque la preocupación por poner la cuestión del género en la corriente principal del debate científico, tecnológico y social no se ha convertido en una bandera de política, ya que tampoco hay un debate sobre el papel de la ciencia y la tecnología en el desarrollo económico y social nacional. Sin embargo, a pesar de la falta de explicitación de los problemas, como se puede apreciar en esta sección, los resultados obtenidos de los sondeos que hemos hecho difieren de los europeos de manera interesante.
Entre las preguntas que nos hicimos en este punto están: ¿Cuántas son las investigadoras que coordinan proyectos? ¿Son más las que desarrollan tareas técnicas o las que son investigadoras? ¿En qué consisten sus líneas de investigación? ¿Cuántas integran comisiones evaluadoras en el Fondo Nacional de Ciencia, Tecnología e Investigación (Fonacit) y en el PPI?
En centros de investigación como el IVIC e Intevep, en el año 2001 las mujeres constituían alrededor del 30 por ciento. En las universidades, como ya se dijo, el personal que hace investigación de manera continua y sistemática es un porcentaje muy pequeño dentro de la población académica total. Dentro de éste es muy difícil estimar el número o proporción de mujeres, si bien pareciera que su porcentaje es bastante más bajo. En vista de que el número de mujeres que hacen la carrera científica y técnica y que obtienen buenas calificaciones es mucho mayor que el que se encuentra en carreras de investigación, una hipótesis a explorar es que las mujeres encuentran más obstáculos para hacer una carrera de investigación porque su tiempo y capacidad de concentración se distribuyen entre un conjunto de responsabilidades más variadas que las del hombre. En última instancia, la responsabilidad por el hogar y los hijos recae en la mujer y hay una diferencia de tiempo «personal» del que pueden disfrutar hombres y mujeres, en cual sería muy deficitario en el caso de estas últimas.
El IVIC
En el año 2003, el IVIC tenía 136 investigadores entre investigadores en sentido estricto, investigadores jubilados que permanecen activos en labores de investigación y post-doctorantes, distribuidos en laboratorios, en centros y departamentos: Biofísica y Bioquímica, Ecología y Ciencias Ambientales, Física, Medicina Experimental, Microbiología y Biología Celular, Química, Antropología, Biología Estructural, Matemáticas y Estudio de la Ciencia. Sólo el 30 por ciento eran mujeres. Si se incluyen los profesionales asociados a la investigación (PAI) y los técnicos de apoyo a la investigación (TAI), que también constituyen parte del personal de rango dedicado a la actividad científica sustantiva, el porcentaje femenino se eleva a 38 por ciento aunque, como se observa, el incremento es de personal que tiene menos autonomía y peso decisorio.
Los centros más grandes y que históricamente han tenido más poder han sido el de Biofísica y Bioquímica y el de Química. En el primero, con 12 laboratorios, un centro latinoamericano (Centro Latinoamericano de Ciencias Biológicas-CLAB, co-auspiciado por la Unesco), un Servicio de Microscopía de Luz y una Unidad de Cultivo de Células, nunca ha habido una mujer jefe de centro, aunque sí subjefes, como en la actualidad. En el Centro de Química hay 13 laboratorios, el nodo principal del Laboratorio Nacional de Resonancia Magnética Nuclear y uno de los nodos del Laboratorio Nacional de Difracción de Rayos X. Allí hubo una jefe de centro. En otro centro, el de Microbiología y Biología Celular, hay 7 laboratorios y allí está ubicado un Laboratorio Nacional para el Análisis y la Secuenciación del Ácido Nucleico. En este centro hay jefa y subjefa de centro. Un 30 por ciento de los jefes de centros y departamentos y un 50 por ciento de los subjefes son mujeres. No obstante, en el Consejo Directivo, los 7 integrantes principales son hombres y sólo hay 2 directoras laborales suplentes. En la Comisión Clasificadora actual, que define las promociones, ingresos y egresos del personal de rango, los 4 miembros principales son hombres y sólo hay 2 mujeres entre los 4 suplentes. La edad promedio de los investigadores continúa siendo elevada (46 años).
En la tabla siguiente se ilustra para los centros y departamentos la distribución de género entre los principales tipos del personal de rango. Las investigadoras son sólo el 17 por ciento de los jefes de laboratorio aunque llegan a ser el 38 por ciento de los otros investigadores en las varias unidades. En una unidad como en el Centro de Física, la presencia femenina entre el personal de investigación es muy minoritaria, con sólo un 11 por ciento de mujeres. Esta situación es claramente deficitaria, comparada con un país como España, donde las físicas en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas son el 20 por ciento (Moya de Guerra et al., 2002). En otras la presencia femenina es más frecuente, aunque también en Química y en Ecología hay menos de un 30 por ciento de mujeres en el personal de investigación. Tomando en cuenta sólo las tres primeras columnas, es decir, el personal de investigación propiamente dicho, se observa que las cuatro unidades que tienen 40 por ciento o más de mujeres son Estudio de la Ciencia, Microbiología, Antropología Matemáticas y el Centro Tecnológico.
Clasificados como integrando al personal de rango, pero en funciones de apoyo a la investigación científica, están los PAI y los TAI. Las mujeres totalizan el 62 por ciento de los PAI en las unidades de investigación. Los TAI por otro lado, tienen una baja participación femenina (23 por ciento). La proporción del personal de apoyo científico respecto a los investigadores y postdoctores se ha ido modificando, especialmente debido a la política de incorporación de postdoctores, y hoy los PAI y TAI sumados son menos que en el pasado, aunque todavía constituyen una porción sustantiva del personal de rango del instituto, con el 59 por ciento. Es interesante observar que las mujeres llegan a ser el 45 por ciento de los postdoctores, lo que muestra que entre los jóvenes se están equiparando los sexos.
El predominio masculino en el Consejo Directivo del IVIC va más allá de la proporción de mujeres en su cuerpo de investigadores. No ha habido ninguna mujer directora, hubo una sola mujer entre 15 subdirectores, e inclusive entre los restantes integrantes del Consejo que representan a distintos organismos públicos, sobre 33 personas las mujeres fueron sólo el 15 por ciento. Aunque formalmente exista igualdad de derechos, la inercia histórica y cierta cultura institucional hace que en los hechos la mujer no tenga la misma «autoridad» que el hombre, especialmente en los niveles más altos y en los círculos de «toma de decisiones».
Intevep
Intevep-Pdvsa es la institución del holding petrolero nacional encargada de dar apoyo tecnológico y hacer la I&D relacionada con múltiples campos de negocio de los hidrocarburos. A finales del año 2002 la industria petrolera como un todo se vio envuelta en una cadena de conflictos que afectó a todas sus unidades, incluyendo a Intevep, y que resultó en profundas transformaciones en el seno de esta empresa, así como del resto del holding petrolero estatal, por el despido de más de la mitad de la nómina de la industria a consecuencia del prolongado paro de diciembre 2002-febrero 2003.
En un trabajo anterior se reportó que en 1999 el personal permanente de dicha empresa comprendía 1.663 personas, de las cuales 35 por ciento eran mujeres. Los datos más recientes de junio de 2003 indican que la fuerza laboral activa bajó a 861 personas; es interesante observar que a pesar de que la nómina disminuyó casi a la mitad, la proporción de mujeres se mantuvo casi igual, con el 33 por ciento. Para el mismo año 1999, el personal profesional o de nómina mayor comprendía a 1.007 personas, con un perfil académico que incluía un 15 por ciento de doctores, 24 por ciento de Magisters y 61 por ciento de licenciados e ingenieros. Después del conflicto de diciembre 2002 la nómina mayor quedó en 683 personas: los doctores se redujeron al 7 por ciento, los Magisters al 17 por ciento y los ingenieros y licenciados al 27 por ciento. Los técnicos superiores universitarios (TSU), en cambio, que en el año 2000 eran el 16 por ciento de la fuerza laboral, en 2003 constituyen el 22 por ciento. Las mujeres TSU son el 31 por ciento, mientras que representan el 54 por ciento de los licenciados, el 31 por ciento de los ingenieros, 37 por ciento de los Magisters y 33 por ciento de los doctores. Las distintas estimaciones y mediciones realizadas sugieren que el número de mujeres profesionales en la segunda mitad de la década de los noventa oscilaba entre el 25 por ciento y el 31 por ciento. Para el año 2003, como se puede observar en el gráfico 29, las mujeres constituyen el 36 por ciento de la nómina mayor y el 27 por ciento de la nómina menor. En los dos tipos de carrera que tiene Intevep, la técnica y la gerencial, la estructura de poder y autoridad está en la carrera gerencial. La máxima responsabilidad y poder lo tiene el presidente de la institución. Hasta el año 2003 en la carrera gerencial hubo cuatro gerentes generales, entre los cuales no hubo nunca una mujer. Luego estaban los subgerentes generales. En la historia de Intevep hubo una mujer que ocupó hasta el 2001 una posición de ese nivel, que es el máximo alcanzado por una mujer en la institución.
En junio de 2003 sólo había tres mujeres en cargos ejecutivos contra 25 hombres. Si se observa la distribución por sexo en la carrera de apoyo y la técnico-científica se tiene que las mujeres son minoría en ambas actividades: en la de apoyo (básicamente administrativo) con un 44 por ciento y en la técnica científica con un 25 por ciento.
El PPI
El Programa de Promoción del Investigador (PPI), en existencia desde 1990, se ha constituido en el principal mecanismo de seguimiento y reconocimiento de la población de investigadores científicos y tecnológicos en el país. Los investigadores activos en el Programa en el 2002, totalizaban 2.831 personas (donde el porcentaje de mujeres era bastante equivalente, 48 por ciento).
En cuanto a su distribución por área del conocimiento, dicha población presentaba las siguientes características:
Organizado inicialmente en tres categorías activas (Nivel 1, Nivel 2, Nivel 3), una categoría de candidato y otra de emérito en sus dos extremos, a partir de 2002 se modificó con la creación del Nivel 4 para aumentar el número de pasos con vistas a asegurar una mayor fluidez en la evolución dentro de la carrera de investigación.
En el rubro de candidatos, se puede observar que después de unos años iniciales en los que las mujeres eran un porcentaje menor que los hombres, entre 1994 y 1998 éstas van evolucionando en forma relativamente pareja para incrementarse su número en las últimas convocatorias, en las que aumenta la brecha a favor del sexo femenino. En el Nivel 1 el progreso en los números de mujeres participantes en el programa fue creciendo gradualmente desde un 32 por ciento hasta un 48 por ciento en 2001. En el Nivel 2, en cambio, la proporción de mujeres ha disminuido desde la fundación del programa, manteniéndose el promedio en torno al 25 por ciento. En el Nivel 3 ha oscilado en torno al 21 por ciento en toda la historia del Programa. Y entre los eméritos, que es la figura de los investigadores Nivel 3 que han renovado su acreditación en el Programa más de tres veces, había en 2001 14 hombres y sólo 2 mujeres. Es decir, que se observa, por un lado, una reducción en la presencia de mujeres a medida que se avanza en los niveles de más trayectoria académica y, por otro, un mayor aumento de mujeres en el rubro de candidatos al programa en los últimos años, que sería coincidente con el mayor número de egresadas de los postgrados nacionales.
Una información interesante es la que resulta del análisis de la presencia femenina en las agrupaciones de áreas de conocimiento del PPI por nivel entre los investigadores que estaban vigentes en el programa en el año 2002. Predominan ampliamente (59 por ciento) las mujeres en el área de Ciencias Sociales y en Ciencias Biológicas y Salud (56 por ciento), mientras que son minoría (32 por ciento) en Ciencias Físicas, Químicas y Matemáticas, con una misma proporción de rezago menor (43 por ciento) en las Ciencias del Agro y del Ambiente y en Ingeniería, Tecnología y Ciencias de la Tierra.
Las mujeres en funciones de alta gerencia pública y privada
El número especial de una revista de circulación en los kioscos de periódicos, publicado en septiembre de 2002, presenta a «los 100 líderes de la sociedad venezolana» en una selección de claro tinte político, pues se omite al sector de apoyo al gobierno actual, que representa también a un alto porcentaje de la sociedad civil. Es interesante notar que hay 8 mujeres entre las 100 personas seleccionadas: sólo 1 es clasificada entre los «intelectuales»; una bióloga, clasificada en la categoría correspondiente a «sociedad civil», dirige la Fundación para la Defensa de la Naturaleza (Fudena); la otra mujer en el área de la sociedad civil, abogada, dirige el Comité de Familiares de las Víctimas de los Sucesos de Febrero y Marzo de 1998 (Cofavic), actualmente orientado en general a defender a las víctimas de violaciones de derechos humanos; hay una mujer entre los representantes del «derecho», 1 en el área cultural, 2 entre los comunicadores y 1 como política. El que 7 de 8 estén ligadas al actual proceso de movilización social también parece significativo, pues es un hecho real que en los procesos de cambio reciente el género femenino se ha movilizado en los dos polos del espectro político en esta sociedad convulsionada.
En el Zulia se ha observado recientemente que más del 75 por ciento de las posiciones del alto gobierno en 2001 estaban ocupadas por mujeres. En el cuadro 9 se mencionan las funciones desempeñadas por 14 profesionales femeninas.
Mujeres en el Ejecutivo y el Legislativo
El Poder Ejecutivo cuenta actualmente con un 33 por ciento de mujeres entre los ministros, entre ellas las titulares de las carteras de Salud y Desarrollo, Trabajo, Ciencia y Tecnología, Ambiente y Comunicación e Información. Y hay varias mujeres más en el círculo de confianza del Ejecutivo que han ocupado varios cargos de alta responsabilidad.
En la elaboración de la «Constitución Bolivariana de Venezuela» en 1999 participaron, por lo menos en forma oficial, 126 personas, de las cuales sólo 14 eran mujeres, entre ellas la esposa del presidente. Esto representó el 11 por ciento. Si bien ahora se habla de hombres y mujeres, ellos y ellas, niños y niñas, señores y señoras, jueces y juezas, trabajadores y trabajadoras, bomberos y bomberas, etc., el término masculino siempre suele ponerse en primer lugar, siempre se menciona al varón primero y en segundo lugar a la mujer, en todo el articulado de la nueva Constitución. Puede observarse que esta situación sólo cambia en el Capítulo V, dedicado a los Derechos Sociales y de las Familias, en los artículos 75 y 76, en los que se menciona a la mujer en primer lugar: «El Estado garantiza protección a la madre, al padre o a quienes ejerzan la jefatura de la familia...». Más adelante dice: «Los niños, niñas y adolescentes...» y luego: «La maternidad y la paternidad son protegidos íntegramente», pero más adelante, en el mismo Artículo 76, dice «El padre y la madre tienen el deber compartido e irrenunciable de criar, formar, educar...». Esto llama la atención, ya que cuando se habla de la fuerza armada se menciona en primer lugar al cuerpo más importante cuando se habla de «ejército, armada y aviación». Se pudiera interpretar que a lo largo de la Constitución se menciona en primer lugar al cuerpo, grupo, cargo o persona de mayor rango, de mayor peso. En tal caso, ¿lo masculino o el hombre tienen más importancia que la mujer?
En la Asamblea Legislativa hay sólo un 10 por ciento de participación femenina. En otras áreas de actividad pública, la Cámara Empresarial, después de perder a sus dos máximos directivos (hombres), uno como protagonista del fallido golpe de Estado de abril de 2002 y el otro como protagonista del intento de golpe de diciembre de 2002-febrero de 2003 (también hombre), ahora tiene como máxima autoridad a una mujer, representante de la Cámara de Comerciantes. Tanto el oficialismo como la oposición tienen voceros femeninos entre sus más vocales elementos.
Conclusiones
Este trabajo forma parte del primer estudio de este tipo en Venezuela. Tiene por objetivo servir de ayuda a la toma de decisiones de política y no pretende agotar el tema sino tan sólo abrirlo. Esperamos que dé lugar a otros análisis en profundidad sobre puntos específicos.
En la primera parte se ha intentado ofrecer un cuadro coherente de la situación de las mujeres en su trayectoria universitaria, desde la demanda de ingreso a la educación superior, pasando por la inscripción en primer año, la población de egresados y luego la formación de postgrado en los tres niveles, de especialización, maestría y doctorado. Se analizaron los datos nacionales en la medida que éstos existen, tomando en cuenta que no habían sido recogidos con este propósito y presentan necesariamente falencias.
La ausencia de datos sexuados referidos a la educación superior en Venezuela fue compensada parcialmente recurriendo a la información producida en algunas de las instituciones de educación superior que sí la tienen disponible, aunque también en esos casos hay ausencias y deficiencias que podrán irse salvando con el tiempo. Lo que más falta, sin embargo, son análisis y su publicación sistemática, así como una divulgación y comunicación de los mismos a los organismos responsables y a los medios.
En lo sustantivo, se ha mostrado que no hay carreras que sean coto cerrado masculino. Se aprecia una mayor libertad en la escogencia de carreras que en el pasado y que en otros países. Tampoco se encontraron elementos relacionados con una supuesta menor capacidad de las mujeres para estudiar carreras científicas o técnicas, tal como lo indican las cifras de rendimiento académico. Se gradúa del nivel superior una proporción mayor de mujeres que de varones, con notas tan buenas o mejores que los hombres en la mayoría de las disciplinas, y una proporción también muy elevada de mujeres hace estudios de educación superior. A la luz de las estadísticas de egresados disponibles, pareciera que la política de igualdad de oportunidades debiera enfocarse en las ingenierías para incrementar el número de mujeres en algunas carreras, al mismo tiempo que pudiera pensarse en incentivos que contribuyan a reequilibrar los números en otras disciplinas que han pasado a ser prácticamente femeninas.
Una proporción también muy elevada de mujeres hace estudios de postgrado, lo que refleja su interés de desarrollarse plenamente como personas y participar en mercados de trabajo profesionales. En correspondencia con esta presencia femenina en los niveles de postgrado, se encuentra un número considerable de mujeres empleadas en la docencia dentro del sistema de educación superior, confirmando el hecho de que no encuentran las puertas cerradas para ellas en ese ámbito. Se observa, eso sí, una menor presencia de mujeres en las posiciones de mayor poder en el ámbito académico, donde todavía queda un margen considerable para el aumento de la participación de la mujer en los puestos de poder, en las estructuras de mando a los niveles más altos del medio académico. Esta situación da pie para que se argumente que ellas «se quedan» en puestos subordinados con respecto a los varones «más agresivos». Falta saber si las mujeres se autoexcluyen en el camino debido a una «condición femenina» de menor competitividad y porque dichos cargos compiten en cuanto a tiempo y dedicación con sus responsabilidades familiares y domésticas, o bien si hay cuotas de poder que los hombres no ceden fácilmente. Con vistas al futuro, parece necesario arbitrar medidas que fomenten la desaparición de barreras invisibles, el denominado «techo de cristal» que todavía existe en esos cargos en la mayoría de las instituciones.
En cuanto a la variación en la geografía nacional, no hemos encontrado mayores diferencias en la situación del género, excepto en la región oriental del país, donde se observa una menor presencia femenina en el medio universitario y de investigación. Pero no estamos en condiciones de llegar a conclusiones al respecto y sólo podemos indicar la necesidad de estudios más detallados sobre el tema.
Se debieran emprender nuevas recolecciones de datos. En particular, habría que hacer un seguimiento de la información sexuada referida a las disciplinas con respecto a los estudios de postgrado y en particular de doctorado, las notas obtenidas, los ingresos a la carrera docente y las tasas de logro en las diferentes fases de la carrera universitaria. Esto permitiría conocer en qué etapas se da la pérdida del esfuerzo femenino, y deducir los orígenes posibles de los obstáculos principales. Para afinar la comprensión de estos fenómenos habría que hacer un seguimiento de las cohortes de hombres y mujeres a través de los años.
En la segunda parte nos ocupamos de la participación femenina en la investigación y desarrollo. A diferencia de la población que hace estudios de educación superior y de postgrado, en investigación, especialmente a medida que se avanza a los niveles superiores, que exigen un mayor compromiso con la carrera y una mayor productividad, la presencia femenina disminuye. Esto es válido en las cinco áreas de conocimiento que reconoce el PPI, inclusive en las ciencias sociales donde en los primeros niveles de la carrera predominan ampliamente las mujeres. En centros de investigación como el IVIC e Intevep, las mujeres son aproximadamente el 30 por ciento de la población de investigadores. En las universidades, como ya se dijo, el personal que hace investigación de manera continua y sistemática es un porcentaje muy pequeño dentro de la población académica total. Dentro de este grupo es difícil estimar el número o proporción de mujeres. De allí la importancia de los datos que proporciona el PPI. En vista de que el número de mujeres que hacen la carrera científica y técnica y que obtienen buenas calificaciones es mucho mayor que el que se encuentra en carreras de investigación, una hipótesis a explorar en el futuro es que las mujeres encuentran más obstáculos para hacer una carrera de investigación porque su tiempo y capacidad de concentración se distribuyen entre un conjunto de responsabilidades más variadas que las del hombre.
Sería indispensable conocer sistemáticamente cómo proceden las comisiones de reclutamiento y promoción que regulan las carreras de los docentes e investigadores en las instituciones. Podría pensarse, como ocurre en otros países (por ejemplo, Gran Bretaña), en la puesta a punto de estructuras de apoyo clave para aconsejar a las mujeres jóvenes que por sus cargas familiares disponen de menos tiempo, a fin de que puedan transitar eficazmente por el sistema universitario y de investigación. Dado que la maternidad es un período particularmente sensible para las jóvenes científicas, tener el apoyo tutorial y emocional eventual de otras mujeres científicas madres de familia puede ayudarlas a asegurar su propia capacidad de llevar adelante la vida profesional y la vida familiar. La actividad de tutoría que científicas modelo podrían desempeñar con relación a las jóvenes estudiantes con aptitudes para la investigación pudiera ser reconocida como un verdadero trabajo.
Entre otras futuras líneas de investigación deberían explorarse los posibles aportes que la presencia numérica de las mujeres en ciencia ha hecho posible, referidos a una perspectiva de género en la introducción de nuevos temas en las distintas disciplinas científicas y técnicas. Ejemplos analizados en otros contextos nacionales son el interés de las científicas del área biomédica en patologías, procesos y situaciones que inciden, sobre todo, en la población femenina. O temas relacionados con la sustentabilidad ambiental y la biodiversidad ecológica inspirados en intereses y sensibilidades femeninos.
La participación pública de la mujer se ha incrementado considerablemente en la esfera administrativa y en la política. En este trabajo se han tocado brevemente estos temas, dando algunos elementos indicativos de esa presencia. Como se observa, si bien un 33 por ciento de los ministros del tren ejecutivo del Estado son mujeres, en el Legislativo su participación todavía no pasa del 10 por ciento. Claramente hay allí una falta de equidad notable y es de esperar un incremento en su número en los próximos años. Se necesita un compromiso que permita involucrar a las mujeres en la formulación, desarrollo e implementación de políticas, para tener la certeza de que sus preocupaciones son tomadas en serio. El resultado pudiera impactar en la política general y en la dirección que tome la vida pública.
Una conclusión de nuestro estudio es la recomendación general que se complete la producción de datos en algunos ámbitos claves, que se explote más sistemáticamente los datos sobre género, cuidando que aparezca la situación comparada en las publicaciones oficiales, particularmente en la OPSU-CNU, y se profundicen los resultados de los análisis por medio de estudios que permitan aprehender mejor las evoluciones observables y, cuando éstas existan, las causas de desigualdades. La preocupación no se reduce a la educación superior sino que se extiende también a otros ámbitos como son el de los organismos de investigación y el de las profesiones.
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Universidad de Oriente (UDO), Secretaría, Cumaná.
Universidad del Zulia (LUZ), Centro de Computación, Maracaibo.
Universidad Simón Bolívar (USB), Dirección de Admisión y Control de Estudios, Caracas.
NOTAS
* Este trabajo ha sido parcialmente financiado con fondos del Proyecto Iberoamericano de Ciencia, Tecnología y Género (GenTeC), de la Unesco-OEI 2002-2003.
1 Señora Leonor Giménez de Mendoza, Presidenta de la Fundación Polar, Orador de Orden en 1992.
2 En el SSES venezolano se clasifica como personal «especial» diferente del «ordinario» a las siguientes categorías: contratado, docente libre, auxiliar docente, jubilado y otros.