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Frónesis
versión impresa ISSN 1315-6268
Frónesis v.16 n.1 Caracas abr. 2009
Diálogo
El rumbo de las Universidades de Venezuela en el siglo XXI* La Transformación Universitaria Contemporánea
Ángel Lombardiç
Rector de la Universidad Católica Cecilio Acosta Maracaibo-Venezuela rector@unica.edu.ve
* Elaborado por el Abog. Jesús Alberto Medina B.
J.M. ¿Cuáles son los desafíos que enfrenta la educación superior en Venezuela?
A.L.: Debemos partir situando el concepto de nuestro mundo. Vivimos en un mundo en transformación y una sociedad en permanente necesidad de transformarse, no solamente en la vía del desarrollo técnico-científico, sino también por la necesidad de ir asumiendo y resolviendo las diversas tareas que ella pueda exigir, como por ejemplo el problema social. En ese contexto de transformación, la Universidad y, en general la educación superior, tiene que aportar respuestas. Éstas no pueden estar dirigidas exclusivamente al ámbito propio de la Universidad, restringiéndolo a la formación de los recursos humanos a nivel de educación superior, sino que, además, debe desarrollar y permitir la investigación necesaria para manejar las soluciones de los muchos problemas que aquejan a la sociedad; porque ésta espera de sus Universidades las respuestas a dichos problemas.
Por otra parte, estas respuestas tienen que venir desde la propia especificidad de la universidad, que no está al servicio de ninguna ideología, ni gobierno en particular, y que, si bien forma parte del Estado, su compromiso mayor es con la sociedad en su totalidad. La Universidad está urgida de autoexaminarse y analizar si el modelo histórico que ella representa sigue teniendo la posibilidad de generar las respuestas que ella venía dando. En lo personal, pienso que la Universidad, en líneas generales, ha cumplido con su responsabilidad social, pero, evidentemente, su esfuerzo nunca ha sido suficiente; siempre se puede hacer un esfuerzo adicional y creo que en este momento la mayor urgencia es la revisión de los modelos organizacionales y administrativos a nivel universitarios. Aparentemente, en los últimos veinte o treinta años este modelo ha entrado en crisis y se ha convertido en un modelo que ha ido acumulando ineficiencias, resultando sumamente costoso. Revisar la respuesta organizativo-administrativa o el rol de la Universidad de cara a los nuevos retos, evidentemente, nos obliga a un proceso que, de manera general, podemos calificar como la imperiosa y necesaria Reforma Universitaria.
J.M.: En torno a dicha reforma, ¿hacia dónde debe estar dirigida la implementación de nuevos recursos?, ¿cuál es el ámbito que debe repotenciarse: el personal docente y de investigación, estudiantil u obrero?
A.L.: Insistiría mucho en la revisión del modelo actual. Modelo que a mi juicio se ha burocratizado; hay demasiado personal acumulando ineficiencia. La burocracia obrera con respecto al número real que se necesita, es excesiva. Igual sucede con la burocracia de empleados y lógicamente la proporción alumno- profesor debe revisarse y sincerarse. Estadísticamente, al hablar de las grandes Universidades, hablamos de sesenta y cincuenta mil estudiantes, pero en la práctica se atiende una menor población estudiantil que lo indicado, por los diversos fenómenos que conocemos: ausentismo, deserción, repitiencia crónica, etc; hay un desequilibrio entre profesores y estudiantes. También creo que no hemos sabido asumir adecuadamente el reto de masificación con calidad. Quizás el reto del mundo moderno sea educar el mayor número de personas sin bajar los niveles de excelencia o niveles académicos. El viejo modelo era básicamente uno de élite, de minorías. Cómo transformarnos en un modelo de respuesta masiva sin sacrificar la calidad académica, es el reto que debemos encarar.
Por otra parte, estas respuestas tienen que venir desde la propia especificidad de la universidad, que no está al servicio de ninguna ideología, ni gobierno en particular, y que, si bien forma parte del Estado, su compromiso mayor es con la sociedad en su totalidad. La Universidad está urgida de autoexaminarse y analizar si el modelo histórico que ella representa sigue teniendo la posibilidad de generar las respuestas que ella venía dando. En lo personal, pienso que la Universidad, en líneas generales, ha cumplido con su responsabilidad social, pero, evidentemente, su esfuerzo nunca ha sido suficiente; siempre se puede hacer un esfuerzo adicional y creo que en este momento la mayor urgencia es la revisión de los modelos organizacionales y administrativos a nivel universitarios. Aparentemente, en los últimos veinte o treinta años este modelo ha entrado en crisis y se ha convertido en un modelo que ha ido acumulando ineficiencias, resultando sumamente costoso. Revisar la respuesta organizativo-administrativa o el rol de la Universidad de cara a los nuevos retos, evidentemente, nos obliga a un proceso que, de manera general, podemos calificar como la imperiosa y necesaria Reforma Universitaria.
J.M.: En torno a dicha reforma, ¿hacia dónde debe estar dirigida la implementación de nuevos recursos?, ¿cuál es el ámbito que debe repotenciarse: el personal docente y de investigación, estudiantil u obrero?
A.L.: Insistiría mucho en la revisión del modelo actual. Modelo que a mi juicio se ha burocratizado; hay demasiado personal acumulando ineficiencia. La burocracia obrera con respecto al número real que se necesita, es excesiva. Igual sucede con la burocracia de empleados y lógicamente la proporción alumno- profesor debe revisarse y sincerarse. Estadísticamente, al hablar de las grandes Universidades, hablamos de sesenta y cincuenta mil estudiantes, pero en la práctica se atiende una menor población estudiantil que lo indicado, por los diversos fenómenos que conocemos: ausentismo, deserción, repitiencia crónica, etc; hay un desequilibrio entre profesores y estudiantes. También creo que no hemos sabido asumir adecuadamente el reto de masificación con calidad. Quizás el reto del mundo moderno sea educar el mayor número de personas sin bajar los niveles de excelencia o niveles académicos. El viejo modelo era básicamente uno de élite, de minorías. Cómo transformarnos en un modelo de respuesta masiva sin sacrificar la calidad académica, es el reto que debemos encarar.
J.M. ¿Hacia que ámbito debe estar enmarcado un profesional del mañana?
A.L.: Creo que un profesional del mañana debe entender que su formación es permanente. No es vigente aquel profesional que piense que sólo con su título estará habilitado para ejercer su profesión. Colocaré como ejemplo la rama médica, farmacológica, a pesar de no ser experto en ella. Un médico venderá siempre información farmacológica, una vez graduado, cada año siguen saliendo al mercado centenares de nuevos productos, resultando insuficiente la información del visitador médico, el doctor debe actualizarse. Después está el avance tecnológico, miles de aparatos son incorporados al diagnóstico, aparatos que no precisamente tiene que manejar el médico, sino otros especialistas, pero con los que tiene que estar familiarizados. La formación permanente nos obliga a repensar los postgrados; que tampoco deben ser terminales, sino postgrados montados sobre especializaciones que las personas puedan estar asumiéndolos. Entonces los retos son las actualizaciones permanentes a nivel profesional, conciliar con los avances tecno - científicos, estar alerta ante las demandas sociales y, lógicamente, desarrollar un alto sentido de responsabilidad social. Ninguna profesión debe ser ejercida bajo la perspectiva de un ejercicio privado e individualista. Las profesiones deben ser asumidas con alto sentido de responsabilidad y sentido de compromiso social.
J.M.: ¿Qué nuevas orientaciones debe completar el estudiante en su carrera universitaria?
A.L.: Creo que cada carrera universitaria debe tener una base fundamentada en el humanismo y los valores. Cualquier profesión o ejercicio de formación y ciudadanía tiene que estar sustentado por una base sólida de valores y ética. Pero no podemos cometer el error de convertir la enseñanza de los mismos en una parte del currículo: algo teórico o abstracto. Su instrucción tiene que insertarse no solamente como asignaturas, sino con actividades que nos permitan sensibilizar al estudiante sobre su responsabilidad personal con respecto a lo que pase en el mundo y la sociedad. A veces uno piensa que el problema son los demás y el problema es uno mismo. Creo que es clave ese sentido de responsabilidad porque uno actúa en sociedad con los demás seres humanos, por consiguiente, la suerte de ellos es de alguna manera mi propia suerte, el destino de ellos, es mi propio destino. Pero hacia los demás tenemos la responsabilidad específica. Además, no solamente una educación de valores ni humanística sino una educación suficiente en el campo estrictamente profesional, porque a mí no sólo me interesa una persona muy bien orientada en el campo de valores y deficientemente formada en su competencia profesional. Un médico buena persona, pero incompetente profesionalmente pone en riesgo la salud del paciente. Yo diría que hay que combinar la formación integral, con una parte humanística y con valores. Una parte ética, pero lógicamente con alta competencia profesional.
J.M.: Muy bien, usted como autoridad de la Universidad Católica Cecilio Acosta ¿qué nos podría decir de una filosofía universitaria en cara al siglo XXI?
A.L.: La Universidad privada y católica es igual al resto de las Universidades, lo único que cambia es la propiedad; en la pública por decirlo así, ésta le pertenece al Estado, en las privadas y la católica en particular a la Iglesia, pero la Universidad nace ya con una marca de identidad desde hace mil años, ahora en el 2088, se estará conmemorando mil años de la aparición de la primera Universidad en Boloña, Italia. En mi opinión esa Universidad todavía sigue, continúa. Universitas, quiere decir universalidad y es aprender al ser humano en su totalidad. Ahora en el siglo XXI, la Universidad debe reafirmar su inicio y vocación de servicio de cara al ser humano universal, pero asumido en cada sociedad, cada situación particular. La Universidad debe ser trascendente y, como he dicho en otras oportunidades, ciencia y consciencia de la sociedad, debe asumirse responsable frente a su realidad y al mundo, debe tener campo abierto sobre todas las cosas positivas a los seres humanos: la búsqueda científica, estética, el sentido de justicia, es decir, la universidad a pesar de estar formada por seres humanos es una institución de la sociedad pero en ella, por el hecho de haber tenido el privilegio de la educación superior, quienes a ella llegan como profesor o estudiante - no sólo se llama educación superior por estar arriba, en la cúspide, en el vértice, sino por implicar una formación más completa, más integral- entonces aumenta el nivel de responsabilidad. La Universidad del futuro es la de siempre, la Universidad trascendente, siempre en reforma. Yo creo que los seres humanos tenemos que entender a la manera de Heráclito que todo cambia, todo fluye, entonces, parte del problema universitario en Venezuela, es que nosotros seguimos todavía demasiado amarrados a modelos organizacionales, administrativos y académicos, a mi juicio, ya arcaicos. Un ejemplo de esto es la ley de Universidades vigentes que data de los años sesenta y nueve, setenta. Estamos desfasados treinta y tantos años y por eso es una ley insuficiente; la nueva Universidad venezolana que ha surgido en los últimos cuarenta años o, el nuevo sistema de educación superior, no sólo ha crecido en cantidad, sino que también se ha diversificado, entonces, a partir de esa realidad, creo que esa ley de Universidades es perentoria. Creo que se hace necesario, pero lógicamente desde los valores permanentes de la universalidad del hombre.
J.M.: Según su experiencia como ex-rector de la Universidad del Zulia y actual Rector de la UNICA ¿qué otras competencias, aptitudes yhabilidades debe tener un rector además de lo exigido por las Universidades?
A.L.: La figura del rector o cualquier autoridad académica tiene que ver con el principio de Auctoritas, autoridad tanto científica, académica y moral, es decir, un rector, un decano, una autoridad universitaria, no es solamente un profesor competente. Se necesita, además de esto, que exprese de manera positiva la condición humana a la comunidad universitaria. Creo que es un cargo exigente, no por el ejercicio que de ello hagamos, sino por la representación que ejercemos. Tenemos que ser personas incuestionablemente honestas, con una profunda vocación de servicio, solidaridad y, preparadas no sólo en el ámbito profesional que nos es propio, sino en la parte gerencial y administrativa. También es importante al inicio la visión de la institución y de la sociedad que tengamos; un rector que mira demasiado hacia atrás, termina siendo inconveniente, uno que está demasiado comprometido con el presente, también es inconveniente, y otro, que piense en una parcialidad política o un sector de la Universidad, falla en cosas importantes. Yo diría que ejercer el cargo se debe sobre el principio de la autoridad moral, académica y científica y las competencias que el cargo exija.