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Salus

versión impresa ISSN 1316-7138

Salus vol.21 no.1 Valencia abr. 2017

 

Ideología de género

Roger L. Parra Villasmil

Sociología Jurídica y Derecho Civil III

E-mail: rogerparra@hotmail.com

Jesús Ignacio Carrillo Herrera

Departamento de Salud Mental

E-mail: jich72@gmail.com

Rafael Sanz Carrera

Centro Universitario Monteavila

E-mail: rsanzcarrera1@gmail.com

Mónica Ballón Espejo

Alianza Latinoamericana para la Familia ALAFA

E-mail: monicaballon@gmail.com

Ante la falta de debate científico y la imposición de una censura a aquellos que piensan diferente, hemos decidido plantar cara a esta ideología, que está penetrando en todos los ámbitos de la vida pública.

“Hace apenas 10 años, incluso cinco, la ideología de género era una chaladura de unos cuantos académicos y de lobbies transexuales. Ahora es una ideología política, que actúa como ideología oficial de varios países e incluye multas e inhabilitación a quien la critique, como es el caso de las llamadas “leyes de privilegios LGBT” en distintas regiones españolas”.

La ideología de género es anticientífica, no tiene nada de ciencia y sí muchas mentiras que dañan a los niños, las familias, las libertades y la sociedad.

En esta edición Salus ha seleccionado para el Tópico de Actualidad a varios investigadores de diferentes profesiones relacionadas con la materia que pertenecen a instituciones académicas nacionales e internacionales cuyos aportes contribuyan a crear una realidad más profunda: su “verdadera” identidad.

Comité Editorial Salus

Ideología de género

El haber permitido que los soviéticos participaran de la victoria aliada en la Segunda Guerra Mundial es uno de los mayores errores que hemos cometido como humanidad en los últimos años. Ciertamente, se logró frenar el avance militar y cultural nazi –cosa que no parece que hubiera sido posible sin la ayuda de la URSS –pero a un alto costo: dejar que el comunismo se introdujera a nivel mundial como una de las ideologías victoriosas y mundialmente aceptadas.

Sabemos lo que esta victoria trajo consigo: la guerra fría con su polarización ideológica global, por una parte, y por la otra, la expansión cultural de los marxismos y postmarxismos. En este contexto es que tenemos que ubicar la llamada “ideología de género”.

Así como Marx planteaba que la historia se movía por dialéctica y que las dos clases en conflicto en el momento eran la burguesía y el proletariado, a mediados del siglo XIX comienzan a surgir voces que tomaban como base la marxista interpretación dialéctica de la historia, pero con una diferencia en su análisis de las dos clases en conflicto.

Se llega a plantear que Marx tiene razón en decir que la historia siempre es dialéctica, pero que se equivocó en juzgar las clases en conflicto: en verdad –dicen– el conflicto histórico principal no va a ser entre proletariado y burguesía, como lo planteaba Marx, sino entre varón y mujer: la mujer es la clase que siempre ha estado sometida, y que debe hacer su revolución para conquistar todos los derechos. Surge así, los feminismos como hijos del marxismo.

Pero algunos llegan un poco más allá en su análisis: plantean que el conflicto no va a ser tampoco entre varón y mujer, sino entre sexo y género, entendiendo sexo como la diferencia genital humana natural, y género como la aceptación psicológica de esa diferencia en cada individuo.

Ahora, como es una interpretación marxista del mundo, se ve la necesidad de buscar revoluciones: formas de lucha que acaben con el conflicto entre las dos clases. Surge, entonces, la necesidad de enseñar o educar a las juventudes en que no es necesario ni natural que el sexo de cada uno corresponda con el género. En el fondo –plantean los ideólogos del género– debemos liberarnos de la opresión que nos ha impuesto la sociedad de actuar conforme a unos patrones de conducta esperados de acuerdo a nuestra genitalidad. No, debemos dar libertad para que cada uno actúe según su propio entender, aunque esto implique que la conducta de cada uno sea contraria a la que la sociedad espera de acuerdo con su sexo.

Un ejemplo podría ilustrarlo mejor: es un error imponer conductas varoniles o femeninas, ya que esto no es más que seguir con la opresión que hemos sufrido desde que existe la humanidad. Lo que se debe hacer es enseñar a nuestros niños y jóvenes que la genitalidad no es determinante de tu conducta y que incluso se puede actuar en contra de ella o cambiarla.

Surge, así, toda la corriente mundial de ideología de género: pérdida de la identificación y complementariedad masculina y femenina; modas más varoniles en la mujer (usar pantalones, por ejemplo) y metrosexualización del varón; limitación o prohibición de enseñanza diferenciada en las escuelas; normativa legal para implementar igualdad laboral entre hombres y mujeres; baños transgender, para personas que no se sientan varones ni mujeres.

Esta feroz campaña mundial contra la diferencia natural entre hombre y mujer, y su aceptación ideológica por parte de las clases intelectuales está muy bien resumida en el lema de propaganda promovido en España en los últimos meses: “algunas niñas tienen pene y algunos niños tienen vulva”. Total, qué es un pene o una vagina –dicen los marxistas– para definir para toda la vida quién es varón y quién es mujer. Hasta estos extremos de negación de la diferencia natural hemos llegado.

Roger L. Parra Villasmil

Sociología Jurídica y Derecho Civil III

E-mail: rogerparra@hotmail.com

Hace dos semanas leía una “noticia” por twitter sobre un autobús en España que causaba polémica porque iba, según algunos, en contra de la transexualidad infantil. Al ampliar la lectura me encuentro que el punto basa sobre lo que se podía leer en un costado del autobús: “Los niños tienen pene. Las niñas tienen vulva. Que no te engañen”. El ayuntamiento de Madrid prohibió la circulación del bus, con apoyo de grupos activistas como Lesbianas, Gays, Bisexuales y Transexuales (LGBT) entre otros, ya que para ellos “incitaba al odio”. Al parecer este mensaje surgió como respuesta a una campaña de enero pasado sobre los derechos transexuales infantiles, la cual también generó mucha polémica. Dicha campaña se basaba en el lema: “Hay niñas con pene y niños con vulva”. Los promotores de la primera argumentaban que solo estaban expresando un “simple hecho biológico”.

Esto último me hizo recordar que el año pasado, el Colegio Americano de Pediatras, había publicado 8 puntos que tenían que ver sobre un tema que está muy relacionado con lo anterior. El primero de los puntos indica: “La sexualidad humana es un rasgo binario, biológico y objetivo. Los genes XY y XX son marcadores genéticos de la salud, no marcadores genéticos de un trastorno”. Al parecer un hecho tan simple como lo aprendido en tercer año de bachillerato, no es aceptado en algunos lugares hoy en día, más bien, pareciera que al que lo dice, debería ser reo ante un tribunal o recibir algún tipo de sanción fuerte por ser un “promotor del odio”. Y en la curiosidad de por dónde viene tal postura ante una afirmación tan elemental de la biología, me encuentro con elementos muy relacionados con la denominada “ideología de género”.

El punto citado arriba pertenece a un adelanto sobre un estudio que hicieron los médicos de tan prestigioso organismo, titulado “La ideología de género perjudica a los niños”. Dicha ideología sustenta, con la palabra género, que la identidad sexual de una persona se puede construir basándose con lo aprendido culturalmente (en la familia o en la escuela). De manera que, un niño que fuese educado con elementos femeninos, pudiera identificarse en su momento con el rol de mujer y viceversa. Aquí valdría la pena hacer una referencia histórica a la “teoría Money”, supuesto hecho por el Dr. Money, médico quien defendía con gran vehemencia la idea de que la identidad sexual es aprendida mayormente y que podría ser alterada con intervenciones conductuales apropiadas. Recomiendo leer el célebre triste caso de Bruce/David Reimer (1965-2004).

El término “género” desde hace más de dos décadas ha cobrado una importancia progresiva en el debate intelectual. Pasó de ser una simple referencia gramatical a sustituir el clásico término sexo empleado para designar la dualidad sexual humana de varón y mujer. Bien documentado se encuentra que éste cambio está íntimamente relacionado con las corrientes feministas de los años 60 del siglo pasado, los cuales sustentaban postulados de la francesa Simone De Beauvoir, quien escribió en su libro titulado “El segundo sexo” (1949) lo siguiente: “no se nace mujer, se llega hacerlo”. Con esta frase sostenía que la feminidad no tenía una determinación biológica sino que era producto de la cultura. Así entra el ánimo de eliminar el determinismo biológico en la situación social de la mujer. Viendo estos dos antecedentes (Beauvoir-Money), entre otros tantos, podremos entender el origen de una tendencia, una corriente que ha tenido un buen respaldo publicitario: la ideología de género. Con un principio bien claro: negar el sexo biológico y dar relevancia al proceso cultural (género).

Como médico, especialista en Salud y Desarrollo del Adolescente, debo afirmar los datos científicos y biológicos que hemos aprendido desde siempre, todos nacemos con un sexo biológico, no con un género. Incluso la neurociencias tienen estudios acerca de lo que han denominado cerebro masculino y cerebro femenino, los cuales vienen determinados por los marcadores genéticos. Sin embargo, eso sería otro tema a tratar a futuro.

Es cierto que ninguno de nosotros nació con conciencia de uno mismo como hombre o como mujer. Esto fue un proceso que se desarrolló con el tiempo y como todo proceso del desarrollo, pudo ser afectado por percepciones subjetivas o experiencias negativas de la infancia. Pero esto no puede conllevar a que se afirme, que si algún sujeto se identificó con el sexo contrario, esto sea un tercer sexo. Esa persona seguirá siendo hombre o mujer, biológicamente hablando. El que una persona tenga la sensación de ser del sexo opuesto, actualmente denominado disforia de género, por el Manual de Diagnósticos y Estadísticas de la Asociación Americana de Psiquiatría (DSM-V), implica un trastorno mental, psicológico; en ningún caso es un problema físico, por lo cual no puede ni debe ser tratado como tal.

El hecho de que a un niño o a un adolescente se le suprima la secreción de las hormonas propias, conlleva a grandes riesgos que son muy peligrosos para la salud de ese niño o adolescente. A estos púberes se les estaría inhibiendo el proceso de crecimiento y desarrollo, pudiéndose hasta ser afectada la fertilidad. Adicionalmente, una combinación de testosterona y estrógenos ha sido asociada a problemas cardiacos, hipertensión arterial, diabetes, entre otros.

Finalmente, la “ideología de género” es una corriente que aboga por un igualitarismo entre la mujer y el hombre, llegando a negar las diferencias biológicas (cromosómicas) de ambos, con consecuencias nocivas para la persona misma, e inclusivamente, para la sociedad al quitar relevancia y significado a la maternidad, paternidad y familia. Por tanto, es conveniente leer el estudio hecho por el Colegio Americano de Pediatras en torno al tema. Solo así podremos estar enterados, de muy buena fuente, de los peligros que se ciernen con esta corriente.

Jesús Ignacio Carrillo Herrera

Departamento de Salud Mental

E-mail: jich72@gmail.com

Podríamos empezar diciendo que la ideología de género surge a finales de los años 60 en EE.UU. Es la época de la gran bonanza económica de occidente. Es también la época en la que ya se ha superado la depresión de la segunda guerra mundial, y occidente se ha convertido en una sociedad de ricos donde la gente vive muy bien. Es una época profundamente influida por el marxismo, que está de moda en los ambientes intelectuales y universitarios de todo el mundo occidental. Es la época de aquella anarquía libertaria que se extendió por todas las capitales europeas, cuyo hecho más emblemático fue el denominado “mayo del 68”; toda una generación de jóvenes que creyó posible cambiar la sociedad y construir desde la anarquía libertaria un nuevo modelo de comportamiento. Es la época también de la revolución sexual; justo en aquel año (el 68) se había comercializado la píldora anticonceptiva y parecía que se habría con ella un nuevo horizonte de la sexualidad; se separa por primera vez la sexualidad de la reproducción. Es la época del feminismo libertario, de la libertad de la mujer; las obras de Simone de Beauvoird son el no va más de la literatura progresista en materia de mujer. Es la época de la profunda crisis moral de la cristiandad como consecuencia de la depresión que afectó a la Iglesia Católica después del Concilio Vaticano II, creándose un gran vacío moral y una pérdida de la identidad y del papel humanista que hasta entonces había tenido en nuestras sociedades la Iglesia. En definitiva es una época “muy singular” en la que hay una filosofía antihumanista: el marxismo; hay una banalización de la sexualidad; y hay un ambiente de cambio de todo.

Pues bien, en esta época, una serie de feministas muy radicales, en su mayoría estadounidenses formadas en las universidades alemanas y muy influidas de marxismo y de estructuralismo, empieza a hablar de la sexualidad de una manera que no se había hablado hasta entonces. Para empezar, no utilizan el término “sexo”, sino que lo sustituyen por el de “género”; queriendo decir con esto que cuando hablamos de sexualidad no ha de hacerse según el criterio biológico -como indica la palabra sexo, sino de algo cultural y lingüístico -como indica la palabra género-; que además el sexo no debe estar configurado en categorías estables -como indican los términos masculino y femenino-, sino en categorías más amplias, como indica la lingüística del género, que ya de entrada admite tres variantes: masculino, femenino y neutro.

Para las defensoras de la ideología de género en sus orígenes, el análisis que hacen de la sociedad es marxista. Pero al igual que Marx creía haber identificado como la causa profunda de todos los males e injusticias de la historia de la humanidad: la lucha de clases (ricos y pobres), estas nuevas feministas de género dicen que, aunque Marx tenía razón en cuanto a que todos los males de la organización social del ser humano dimana de una lucha de clases que subyace a todos los problemas humanos, sin embargo Marx se equivocó al identificar esas clases. Porque hay unas clases sociales más profundas y más radicales, que subyacen al planteamiento puramente económico de Marx entre ricos y pobres, y que la verdadera lucha de clases que llena de injusticias toda la historia de la humanidad es la lucha de clases entre la clase opresora el varón y la clase oprimida la mujer. Afirman que la verdadera injusticia constitutiva de la historia de la humanidad es que hemos dividido la humanidad arbitrariamente en hombres y mujeres, y hemos dado el poder a los varones. Llega a afirmar alguna de estas feministas que “la mujer” es un invento del varón para esclavizar a su servicio a las mujeres; que aquellas mujeres que admiten su feminidad frente a la masculinidad del varón son esclavas sexuales, porque están al servicio de lo que llaman la “función reproductiva”, es decir, para darle hijos a los varones. Y que este es el problema real de discriminación y de injusticia que subyace en la historia de la humanidad. Que todo lo que tiene que ver con la sexualidad, con la forma en que concebimos la sexualidad, es algo no natural sino cultural y además es injusto. Que no hay en materia de sexualidad nada que sea natural, más allá de la obviedad morfológica de los cuerpos genitalmente masculinos y femeninos, todo lo que asociamos a ese dato biológico es una construcción cultural opresora del hombre a la mujer: es la expresión máxima del machismo: de la opresión del varón a la mujer. Que el matrimonio es una institución opresora, inventada por el varón para esclavizar a la mujer y ponerla a su servicio para que tenga hijos para él. Que la concepción de lo sexual como algo dado, en la que hay criterios para distinguir entre lo bueno y lo malo, no es más que algo que sexualiza aún más íntimamente a la mujer para que esté al servicio del varón. Que tener hijos esclaviza a la mujer, porque la convierte en esclava del varón porque la ha dejado embarazada, etc... Y que por lo tanto si queremos liberar a la humanidad de esta profunda injusticia histórica que nos lastra desde los orígenes hay que hacer como dijo Marx: suprimir las clases sociales. Marx quería, para llegar a una sociedad perfecta y justa: al paraíso comunista, suprimir las clases sociales. Y el feminismo de género traslada esa categoría, esa promesa de futuro, a esa lucha de clases que piensa haber identificado entre hombres y mujeres y preconiza, y para ello tienen una agenda política, que para conseguir esta sociedad justa hay que suprimir al hombre y a la mujer. Hay que suprimir las dos clases sociales enfrentadas. Hay que suprimir esas estructuras de poder introducidas por el varón en lo cotidiano de nuestra vida como son el matrimonio y la maternidad; sólo así -dicen- conseguiremos la verdadera liberación.

Por lo tanto, la ideología de género preconiza como idea fundamental de su filosofía política una sociedad que ya no se articule sobre la dualidad hombre-mujer sino que se organice alrededor de lo que llaman “diversidad afectivo sexual”... Donde ya no haya hombres y mujeres, sino opcionales orientaciones afectivo sexuales. Donde no haya hombres y mujeres sino homosexuales, heterosexuales, transexuales, bisexuales y lo que la imaginación dé de sí. Y donde no haya ninguna discriminación ni juicio de disparidad entre la valoración que se haga de unas u otras de esas diversas orientaciones afectivo sexuales.

Estoy empleando toda la terminología propia de la ideología de género, para que veamos como toda esta terminología tan rara y extraña se ha convertido ya en habitual entre nosotros. Descubrimos la omnipresencia de la ideología de género ya hasta en nuestra forma cotidiana de hablar y pensar.

La agenda política de la ideología de género se propone, en consecuencia, deconstruir (reconstruir) todo lo humano. Es un intento de cambiar radicalmente todo lo humano. La diferencia de las ideologías pasadas del siglo XX (comunismo, nazismo) la ideología de género no tiene un modelo de Estado, de la organización de la vida económica, sino que tiene un modelo de persona. Por eso nos cuesta identificarlo como una ideología, porque no tiene un programa sobre lo público sino sobre lo privado. Es una ideología antropológica, es decir, sobre el hombre y todo lo humano, pero visto desde la sexualidad. Por lo tanto, a la agenda política de la ideología de género le interesa reconstruir todo el lenguaje, la moral, las costumbres sociales, las instituciones y las leyes, hasta ahora asociadas a la dualidad hombre-mujer, para sustituirla por esa pluralidad o diversidad afectivo sexual que preconizan es lo que nos liberará.

Todo esto que les he escrito puede parecerles algo irreal y absurdo, y lo es, porque la ideología de género como todas las ideologías no tiene base en la realidad (como tampoco la tenía el marxismo o el nazismo). Como todas las ideologías se basa en un profundo error sobre cómo son en verdad las cosas. Las cosas no son como dice la ideología de género, pero las ideologías del siglo XX nos han demostrado que ante el vacío moral y religioso de la sociedad se pueden convertir en una verdadera fe por la que mucha gente es capaz de matar y dar la vida bien intencionadamente. Este es el peligro y gran el reto que tenemos por delante en este comienzo del siglo XXI.

Rafael Sanz Carrera

Centro Universitario Monteavila

E-mail: rsanzcarrera1@gmail.com

El Protocolo de Atención a Alumnos en Situación de Transexualidad del Gobierno de Navarra (España) incluye el siguiente texto: “Entonces: ¿qué es lo que hace que seas niña o niño? Eres niña o niño ¡porque sientes que lo eres! Es algo que tú sabes, sin más.Y eso sólo lo puedes saber tú. Eres niño o niña… porque lo eres” (1).

Género, un constructo, una ideología. A primera vista resulta evidente que el argumento es netamente subjetivo y emocional, no conteniendo ningún fundamento científico. Apela a un supuesto conocimiento común e indiscutible: “Es algo que tú sabes, sin más”. Tal premisa, es el resultado de un conjunto de ideas promovidas desde un sector concreto que se puede englobar en la palabra “género”.

Género, en este contexto, es la búsqueda de redefinir el concepto de identidad de las personas negando la naturaleza binaria de los seres vivos (2). Su principal premisa: separar el sexo biológico (representado en este caso por el sexo gonadal) de la “identidad de género” (introduciendo constructos como “sexo sentido”). Por esta separación se dice que la identidad sexual se reduce a un sentimiento de bienestar subjetivo, lo que finalmente se constituye en un concepto amplio, flexible y arbitrario que permite proponer una nueva taxonomía de “identidades”.

Se crean categorías variadas que generan confusión y abren una gama de conductas con un amplio abanico de posibilidades, descartando la práctica de la psicología que ha sido siempre contrastar entre la norma y lo excepcional para ayudar al ser humano. El nuevo principio es que nada puede ser calificado como nocivo o perjudicial.

El resultado: hay listas que incluyen, hasta el momento, 114 “identidades”de género (3). La única regla que sobrevive es la comodidad con lo que uno “se siente”, incluyendo la posibilidad de cambiar de opción si esos sentimientos se modifican. Se afirma, además, que el género es un “constructo” dinámico que puede, por tanto, ser modificado en el tiempo y dependiendo del contexto; entonces se entiende que la transexualidad es una de las posibles consecuencias de dicho proceso de cambio.

Así, se da el caso de Charlie, una niña que no se decide si es mujer o varón; prueba diferentes roles y conductas, y al final decide ser “niño trans no binario”, donde lo binario es mujer-varón. Esta categoría es un oxímoron pero no importa, ya que “refleja” el sentir de la joven.

El nuevo paradigma, en el cual el sentir subjetivo prima sobre el dato objetivo, plantea un problema serio en el campo de la ayuda terapéutica. Si esta idea se extiende, no habría categorías a partir de las cuales diferenciar lo excepcional de lo adecuado y, por lo tanto, no se podría ayudar a nadie.

Por ejemplo, si un varón de 46 años llega a una consulta expresando que “es” una niña de 8 años –aunque haya pasado la mayor parte de su vida como varón, luzca como varón y haya formado una familia–, se debería respetar “su sentir” y permitirle llevar la vida de una niña de 8 años, evadiendo toda responsabilidad previa. El caso existe y el personaje es un canadiense llamado Paul Wolscht.(4)

Con el mismo criterio, si llega a consulta una paciente anoréxica que afirma sentirse y verse gorda, a pesar de su notoria y extrema delgadez, el terapeuta no debería contradecirle porque lo importante no es la evidencia física sino su sentir subjetivo. El caso es más dramático porque la persona, al no recibir la alimentación necesaria,morirá.

Pero el asunto no queda circunscripto al campo terapéutico de los adultos. Hay grupos que quieren promover este concepto de género desde las escuelas. Buscan proponer que la transexualidad es una opción que supera la realidad niño/niña y planteárselo así a los menores en clase, con la confusión que eso conlleva.

Pretenden afirmar que los deseos de los niños, muchas veces producto de su fantasía y de diferentes momentos de maduración, no son transitorios si no que expresan una realidad más profunda que debe ser atendida: su “verdadera” identidad. El problema es que no toman en cuenta que un niño o una niña, de manera natural, un día quiere ser Superman y jugar a ello pero que al día siguiente puede pretender ser piloto de aviación, doctora en un hospital o casi cualquier cosa. Ya psicólogos tan antiguos como Freud sabían que esto era el “mundo del deseo” infantil, destinado a superarse por sí mismo en el camino a la adultez.

Quienes promueven estas inclusiones educativas aseguran que promover la transexualidad en los niños es algo científico, aunque no muestren estudios. Frente a ellos habría que preguntarse por qué el DSM V (Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales) tiene una categoría diagnóstica de Disforia de Género que se aplica solo a sujetos que expresan un malestar afectivo/ cognitivo por la incongruencia que viven entre el género experimentado o expresado y el género asignado o el sexo biológico. En otras palabras, se está hablando de personas que se encuentran en situación de transgénero la cual puede ser transitoria.(5)

Resulta interesante el término incongruencia que usa el DSM V para definir Disforia de Género. Cuando no hay congruencia difícilmente hay unidad, armonía, equilibrio. Lo que suele darse es confusión, malestar, ansiedad. Se dice que una persona coherente, congruente, tiene una cierta armonía en su vida, que está relacionada directamente con la salud. Lo que nos lleva a la pregunta ¿qué promueve realmente “el género”?

Por estos y otros elementos se afirma que el constructo “género” es una ideología, al ser un conjunto de ideas, sin fundamento científico, que buscan interpretar la realidad con fines relacionados con la manipulación social y política, según pensadores como Wilfried Fritz Paretoo Karl Mannheim, definen el concepto de ideología. De hecho esta ideología es un gran desafío para la ciencia y para la educación de nuestro tiempo.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

1. Mayor A, Monteagudo S. Niñas y niños. Cada una, cada uno diferente. Albuixech (España): Editorial Litera; 2016.        [ Links ]

2. Mayer L, McHugh P. Sexuality and Gender: Findings from the Biological, Psychological, and Social Sciences. The New Atlantis 2016;50.        [ Links ]

3. Genderfluid Support. Available at: http://genderfluidsupport.tumblr.com/gender/. Accessed 03/17/, 2017.        [ Links ]

4. James E. ‘I’ve gone back to being a child’: Husband and father-of-seven, 52, leaves his wife and kids to live as a transgender SIX-YEAR-OLD girl named Stefonknee. Available at:http://www.dailymail.co.uk/femail/article-3356084/I-ve-gone-child-Husband-father-seven-52-leaves-wife-kids-live-transgender-SIX-YEAR-OLD-girl-named-Stefonknee.html. Accessed 03/17, 2017.        [ Links ]

5. American Psychiatric Association. Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales: DSM-5. 5ª ed. Buenos Aires: Editorial Médica Panamericana; 2014.        [ Links ]

Mónica Ballón Espejo

Alianza Latinoamericana para la Familia ALAFA

E-mail: monicaballon@gmail.com