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Comunidad y Salud

versión impresa ISSN 1690-3293

Comunidad y Salud vol.5 no.2 Maracay  2007

 

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Eutanasia: una visión histórico - hermenéutica

Euthanasia: a Historic Hermeneutical

Maribel Bont 1, Katherine Dorta 2, Julio Ceballos 2, Anna Randazzo 2, Eliexer Urdaneta-Carruyo 3

1 Médica Dermatóloga Docente Universidad de Carabobo.

2 Médico Cirujano Graduado en la Universidad de Carabobo, Venezuela.

3 Médico Pediatra-Nefrólogo e Inmunológo Clínico, Doctor en Ciencias Médicas y Magister en Filosofía. Profesor- Investigador. Titular de la Facultad de Medicina, Universidad de los Andes. Correspondencia: Maribel.bont@gmail.com

Recibido: Mayo 2007 Aprobado: Julio 2007

INTRODUCCIÓN

La historia nos propone un encuentro con el ayer, una mirada desde la distancia a los actores sociales que dieron vida a una realidad pasada, que sin duda, dejaron sus huellas impresas en el tiempo. Muchos autores concuerdan en que a través de la reflexión de lo vivido podemos entender mejor lo que estamos viviendo, a veces la memoria olvida, se le escapa al recuerdo lo que una vez pudo ser gloria o quizá infierno, es allí donde es importante detener la presurosa marcha para dar un vistazo a lo que fue y que si bien ya no es, forma parte de lo que somos. Es como un espiral que gira, como un tapiz que se teje desde su centro y se agranda hacia la periferia, formando parte de un todo, en una espesa trama que se entreteje hilvanando lo sucedido, lo que sucede y lo que prontamente habrá de acaecer.

La Historia de la Medicina abre al mundo el recuerdo de su arte y ejercicio; desde el canto del hombre a sus dioses, desde el culto a la naturaleza, desde la incertidumbre de aquellas dudas de lo que entonces parecía ser inexplicable, esta noble rama del conocimiento con el tiempo y el progreso fue contribuyendo con el hombre y su vida, con el ser y su arte, con lo humano y su quehacer. En esta fina trama del tejido de la historia y de la vida, no sólo hay hilos dorados, sino también se ven aquellos teñidos por los infortunios y la sangre de quienes siendo inocentes pagaron con sus vidas el precio de la injusticia y la maleficencia de médicos que enarbolando una falsa bandera y en nombre de una tirana pretensión de investigación, enlodaron la más noble intención de esta profesión.

En nuestros días, el común es la vida vorágine que se impone como dinámica de supervivencia en un mundo que se dice globalizado, en el que las inequidades se hacen más abismales que nunca, vale la pena la reflexión profunda y consciente sobre temas que parecieran no agotar su trascendencia, como lo es la muerte. Pretensión que se toma desde lo que pudiese concebirse como el momento en que el fallecimiento se medicaliza; es decir, en el que comienza a verse al médico como un actor importante que media en el proceso de morir. Claro está que el protagonista del hecho es el paciente moribundo, que en su última transición desde lo conocido a otra dimensión aun por conocer, busca consuelo, apoyo y la comodidad que pudiesen brindarle las medidas y procedimiento que el galeno pudiese ofrecerle. Pasa entonces a ser no sólo un hecho, sino también un encuentro de lo humano y lo divino, en el que participan decisiones de terceros, como el médico y los familiares, enmarcados en un ámbito de creencias y cultos espirituales compartidos por un grupo de individuos que conviven en un escenario social y cultural.

Con el devenir de la explosión industrial y la incursión de la tecnología se han dado pasos agigantados sobre la concepción de la muerte, ya que se le contextualiza como un proceso complejo en el que los avances de la ciencia pueden brindar al paciente alternativas nunca antes previstas. La acción del hombre en el acto del ejercicio médico se ve con creces superada por el apoyo que ofrecen los equipos y procedimientos de los que se dispone; entonces ya no sólo se entiende la muerte como un mero acto biológico, terrenal, de transición dimensional, sino como todo un complicado proceso. Este complexo enlace de circunstancias en el que todos sus actores se ven en la necesidad de tomar acciones y decisiones de gran impacto en lo biopsicosocial para el individuo y su familia, abre la puerta a diferentes debates desde los aspectos ontológico de este proceso, pasando por cada una de las aristas que confluyen en el final de la vida.

Anteriormente se concebía la relación médicopaciente desde el paternalismo. En los últimos años esta correlación ha perdido su verticalidad del médico hacia el paciente, para hacerse innovadora en su acaecimiento que plantea sea una interacción recíproca y consultiva entre las partes interesadas, en donde el carácter protagónico de las decisiones y las acciones a seguir no recaen única y exclusivamente en el galeno. El paciente desde su condición de persona con capacidad de decisión y acción consciente, autónoma y responsable, pasa a intervenir directa y determinantemente sobre su proceso de vida y por lo tanto de muerte.

Estos últimos acontecimientos han llevado a mirar muy detenidamente todos los aspectos intervinientes en la muerte humana, dando pie a serias modificaciones de los argumentos que se expresan en lo contencioso a las normativas morales y legales. Las sociedades organizadas y con acceso a más y mejor tecnología se plantean retos en la toma de estas decisiones, distintas a las necesidades sentidas de los países en vías de desarrollo donde la inequidad en la distribución de los recursos y el acceso a servicios básicos de salud, hacen aun más difíciles la toma de decisiones y pautas a seguir.

He aquí lo inacabado del tema, tan inagotable que vale la pena volver al pasado para hurgar en el baúl de la historia, recobrando la memoria y evocar al presente todos los elementos que conforman el saber en su conjunto sobre esta problemática; si bien no es un debate agotable, también es cierto que a través de la meditación histórica se citan acuerdos, desacuerdos, aciertos y desaciertos que merecen repensarse antes de proseguir.

Ante una sociedad que puede escoger a sus dioses, que ya no le canta al alba, sino que atropella sus amaneceres y pone en peligro su atardecer, la invitación al consenso se hace imprescindible, creando espacios abiertos al diálogo y al intercambio para lograr una supervivencia digna. Mirar al ayer para no volver a cometer los mismos errores se hace imperativo, la reflexión de lo inconcluso sobre el dilema omega de la existencia como última frontera entre la vida y la muerte, siguen siendo una necesidad, en especial para la comunidad médica.

Una perspectiva distinta nos llega con la hermenéutica, donde más allá de la mera compilación bibliográfica que recoge los hechos más connotados de la historia con respecto al tema, la misma se esmera por abrazar desde un enfoque interpretativo, los acontecimientos. Interpela lo que fue para intentar comprenderlo, el autor se esfuerza por darle un sentido general a las partes para obtener una visión cercana del todo. La hermenéutica en su voluntad por entender hace un constante retorno y vaivén del todo a las partes y de éstas al todo.

Es así como esta composición entre la Historia de la Medicina y la hermenéutica ofrece una ventana en la reconciliación del hombre y el sentido humano que impregnan sus acciones. Mirar en lo que pudiera ser el laberinto oscuro de la muerte, es traer luz y conocimiento a lo que si bien nos es desconocido, no debe ser tenebroso ni lóbrego, por el contrario, si se mira desde la vida y su sentido, el morir también tiene su razón hermosa, cual momento culminante de una prolífica cosecha, cual partida desde un “hoy” hasta un “siempre”.

Es casi imposible contemplar los diversos aspectos del morir, sin que surjan las duras confrontaciones que suelen aparecer alrededor del tema de la Eutanasia, para unos es una suerte de solución racional frente a los miedos, las ansiedades, el sufrimiento y el dolor que ésta pudiese acarrear, mientras que para otros la muerte de un ser humano, por más agotado y desahuciado que se encuentre, siempre es algo que compunge y estremece; por lo que, aun cuando sea todo el equipo médico el que decida suspender un tratamiento extraordinario y dejar morir al paciente, no son muchos los que se atreven a ejecutarlo, por contravenir sus principios.

La muerte desde el principio de autonomía del paciente, ha de ser, en la medida de lo posible, un acto humano. Cada uno tiene, en principio, el mismo derecho a elegir su muerte que a elegir su vida; la muerte no puede ser secuestrada. Frente a los dos criterios antiguos, en el que: “la vida debe llegar hasta donde Dios quiera o hasta donde la naturaleza aguante”, para los tiempos actuales parece anteponerse otro criterio que da un diferente límite: “hasta donde la voluntad y la dignidad del paciente lo determinen”. Sin embargo, la posición de la Cristiandad contemporánea insiste en delimitar las características específicas de la Eutanasia y se niega a identificarla como un acto que no se inclina hacia el respeto y la dignidad de lo humano.

ESTRUCTURA DE LOS ACONTECIMIENTOS HISTÓRICOS

En el panteón de la Grecia antigua, se encontraban entre algunas de sus diosas Las Parcas o Moiras, tres diosas que determinaban la vida humana y el destino: Cloto daba la vida a los hombres, Láquesis decidía su duración y asignaba a cada persona su destino y Átropo llevaba las temibles tijeras que cortaban el hilo de la vida en el momento apropiado.1

En la Grecia clásica, tradicionalmente se considera a Hipócrates de Cos (S. V a.C.) el “Padre de la Medicina”, a quien se le atribuye la autoría del llamado Juramento hipocrático, en el cual se afirma que el médico no dará medicamento mortal por más que le sea solicitado, lo que permitió a la medicina proteger a la vida del paciente, aun en condiciones vulnerables de salud. No obstante, la historia señala que posiblemente los griegos fueron los primeros en consentir el suicidio bajo ciertas condiciones, ya que como lo señalan los textos que recogen los pensamientos de Sócrates y Platón una enfermedad dolorosa era una buena razón para dejar de vivir. Es así como, en La República, Platón (427-337 a.C.) condena al médico Herodito por “fomentar las enfermedades... e inventar la forma de prolongar la muerte”. El mejor indicio de que en Grecia se cometía el suicidio, como una forma de Eutanasia, reside en el hecho de que otros grupos representados por los pitagóricos, aristotélicos y epicúreos condenaban esta práctica.2, 3

En Roma y los territorios bajo el dominio del imperio, la práctica de la Eutanasia fue múltiple, se consideraba que el enfermo terminal que se suicidaba tenía motivos suficientes para cometer tal acto, puesto que se aceptaba de manera honrosa el suicidio provocado por “la impaciencia del dolor o la enfermedad.” 4

Cicerón (106 – 43 a. C) en su carta a Ático, emplea la palabra Eutanasia como sinónimo de muerte digna, honesta y gloriosa. Séneca expresó: “Es preferible quitarse la vida, a una vida sin sentido y con sufrimiento”. Y Epiceto (50 – 130 d.C) predicaba la muerte como una afirmación de la libre voluntad.3

Ya durante el Cristianismo la Iglesia católica romana, modificó completamente la legislación del suicidio: “cualquiera que atentara contra su propia vida no recibiría cristiana sepultura”. En cierto modo, la forma de morir era la medida del valor final de la vida, en especial para aquellas vidas consumidas por la enfermedad y el sufrimiento, por lo que resultaba impensable recibir cualquier tipo de alivio compasivo, aunque el sufrimiento fuera muy intenso. San Agustín afirmaba que el suicidio era algo “detestable y abominable”, Dios otorgaba la vida y los sufrimientos, por lo tanto, tenían que soportarse. En el año 693 se anunció que cualquiera que intentara suicidarse sería automáticamente excomulgado. En resumen, durante doce siglos el suicidio se había convertido en el pecado mortal por excelencia para los cristianos.4

La palabra Eutanasia fue utilizada desde los tiempos del emperador Augusto hasta finales del siglo XIX, como el acto de morir pacíficamente y el arte médico de lograrlo. Uno de los primeros que utilizó el término fue el historiador Suetonio, quien escribió: “Tan pronto como César Augusto oía que alguien había muerto rápidamente y sin dolor, pedía la Eutanasia, utilizando esta palabra, para sí mismo y para su familia”.5

Está claro que el texto se refiere a las personas que no pueden ser curadas, y que por tanto han entrado en la fase que se podría entender como desahucio. 5

En el Renacimiento, el concepto de Eutanasia adquiere su real significado y se considera como tal al buen morir, siendo la muerte el último acto de la vida; por lo que había que ayudar al moribundo con todos los recursos disponibles para lograr una muerte digna y sin sufrimiento. Moro, filósofo inglés, menciona el término Eutanasia en su obra Utopía, una sátira política en la que se hace referencia a una isla imaginaria del mismo nombre, en el curso de la misma surgen temas como el trato que debía darse ante el divorcio, muerte y la Eutanasia, circunstancias que el autor no sólo menciona, sino que defiende en el libro II en la sección referente a Los Esclavos: 6

“Como ya he dicho, cuidan a los enfermos con gran amor, y nunca faltan a éstos los alimentos o medicinas que son necesarios para su curación. A los que padecen alguna dolencia incurable, procuran consolarlos visitándolos y platicando con ellos. Si el mal, a más de ser incurable, causa al enfermo crueles sufrimientos, le exhortan los magistrados diciéndole que, puesto que no puede cumplir ninguno de los deberes que impone la vida y es una molestia para los demás y se daña a sí mismo, ya que no hace más que sobrevivir a su propia muerte, debe determinarse a no querer vivir enfermo por más tiempo; y pues semejante vida es un tormento para él, debe disponerse a morir con la esperanza de que huye de ella como se huye de una cárcel o de un suplicio; o, si no, debe consentir que otros le libren de la vida. Dícenle también que con la muerte sólo pondrá fin a su tormento, pero no a su felicidad. Los que son persuadidos así, se dejan morir de hambre voluntariamente o mueren durante el sueño sin enterarse de ello. A nadie fuerzan a morir, ni dejan de cuidar a los que rehúsan hacerlo. Más consideran honrosa la muerte de los que así renuncian a la vida. Si alguno se quita la vida sin causa que juzguen justa los sacerdotes y el Senado, se le considera indigno de ser enterrado o de que su cuerpo sea consumido por el fuego, y su cadáver es arrojado a un hediondo pantano”.7

También existe el texto muy conocido, escrito por Sir Francis Bacon que dice:

“Aún se puede ir mas allá: estimo que el oficio del médico no es sólo restaurar la salud, sino también mitigar los dolores y tormentos de las enfermedades;… también por humanidad, deben adquirir las habilidades y prestar atención a cómo puede el moribundo dejar la vida más fácil y silenciosamente”.5

El Holocausto Nazi fue la persecución y el asesinato sistemático burocráticamente organizado de aproximadamente seis millones de judíos por el gobierno nazi y sus colaboradores. “Holocausto” es una palabra de origen griega, que significa “sacrificio por fuego”. Los nazis, que tomaron el poder de Alemania en Enero de 1933, creían que los alemanes eran una “raza superior” y que los judíos, las romas (gitanos), los discapacitados, y algunos grupos eslavos (polacos, rusos), considerados “inferiores”, no merecían vivir. Más de doscientos mil incapacitados (física o mentalmente) fueron asesinados en lo que el gobierno totalitarista y extremista comandado por Adolfo Hitler dio a conocer como Programa de Eutanasia. En el uso nazi, “Eutanasia” se refería a la matanza sistemática de los portadores de “vida indigna de vivir” que estaban internados en instituciones, sin el conocimiento de sus familias.8, 9

El nombre clave de esta operación secreta era T4 (Aktion T4). El programa se concentró inicialmente en los recién nacidos y niños muy jóvenes. Los médicos y comadronas se veían obligados a registrar a los niños hasta los tres años de edad que presentaban síntomas de retardo mental, deformaciones físicas u otros síntomas incluidos en un cuestionario del Ministerio de Salud del Imperio. Rápidamente, el programa se extendió y empezó a incluir a los niños minusválidos mayores y adultos. Posteriormente, estos cuestionarios fueron distribuidos en hospitales e instituciones encargados del tratamiento de los crónicamente enfermos. Los seleccionados eran transportados por el personal de T4 a los sanatorios que servían como instalaciones centrales de gaseamiento; se les comunicaba a las víctimas que iban a someterse a una evaluación física y tomar una ducha para desinfectarse; en su lugar, eran asesinados en cámaras de gas.8, 9

Para 1941 representantes del Clero denunciaban las acciones del programa a las que catalogaron como un asesinato puro, estas acciones trajeron como resultado la suspensión del Aktion T4 ordenada por Hitler el 23 de Agosto de ese mismo año. Sin embargo, esto no significó el fin de la operación de las matanzas en aras de una manipulación y mal versión de lo que se concebía como Eutanasia, ya que en Agosto de 1942, se reanudaron secretamente. Las víctimas ya no eran asesinadas en instalaciones de gaseamiento centrales, sino por inyección letal o sobredosis de drogas en varias clínicas dispersas por toda Alemania y Austria. También muchas de estas instituciones privaban sistemáticamente a las víctimas adultas e infantiles de alimento. El programa de Eutanasia continuó hasta los últimos días de la Segunda Guerra Mundial, llegando a incluir una amplia gama de víctimas: los llamados asociales, pacientes geriátricos, víctimas de bombardeos y extranjeros que eran obligados a realizar múltiples trabajos forzados. En el procedimiento del Tribunal Militar Internacional de Nuremberg (1945-1946), se calculó que el número total de las víctimas del programa fue de 275.000 personas.8, 9

Al final de la Segunda Guerra Mundial, la humanidad se vio ante la necesidad de que una instancia supraestatal debería proteger a la persona humana, ya que la guerra no debería ser un medio legítimo para resolver problemas entre los Estados. Las atrocidades que cometieron los médicos nazis, juzgados por el Tribunal de Nuremberg, sobre todo en el campo de la experimentación humana, y el lanzamiento de la bomba atómica en Japón, pusieron en jaque la neutralidad científica.10

ORGANIZACIÓN HISTÓRICA DE LOS ASPECTOS LEGALES

En Estados Unidos, durante las últimas décadas se han introducido legislaciones destinadas a permitir el suicidio asistido y la Eutanasia (Washington, 1991; California, 1992; Oregón, 1994; Michigan, 1995). Los ciudadanos en el estado de Oregón aprobaron, el 16 de Noviembre de 1994, la medida que legalizaba la Eutanasia bajo condiciones limitadas. El “National Right to Life Committee” (Comité por el derecho nacional a la vida) obtuvo un interdicto de la Corte para demorar la implementación de la medida. Las solicitudes de Washington, California y Michigan han sido rechazadas, pero en éste último el soporte del público y de la profesión médica para la legislación de la Eutanasia activa y del suicidio asistido es cada vez mayor.11, 12

En Colombia, ejerciendo la acción pública de inconstitucionalidad, el ciudadano José Eurípides Parra, presenta demanda contra el artículo 326 del Código Penal por considerar que dicha disposición viola un gran número de artículos de la Constitución. El texto del artículo 326 del Código Penal es el siguiente:

“Homicidio por piedad. El que matare a otro por piedad para poner fin a intensos sufrimientos provenientes de lesión corporal o enfermedad grave o incurable incurrirá en prisión de seis meses a tres años”. 11

El 15 de Mayo de 1997, en la plenaria de la Corte Constitucional, se sometió a consideración la demanda contra una norma del Código Penal, Artículo 326, homicidio por piedad. Comenzando así el debate sobre la aprobación o no de la Eutanasia en Colombia.11

En Argentina esta forma de “Homicidio Eutanásico” no está contemplada en el Código Penal, dicho código no considera al suicidio como un delito pero sanciona con pena de prisión de 1 a 4 años a quien instigara o ayudara a otro a cometerlo y el acto se hubiese tentado o consumado. Así mismo, el Código de Ética Médica de la Confederación Médica del mismo país prohíbe abreviar la vida de un paciente y el Código de Ética de la Provincia de Buenos Aires establece que la cronicidad o incurabilidad de un paciente no es motivo para privarlo de asistencia; el profesional de la medicina está en la obligación de velar por la vida del enfermo y bajo ninguna circunstancia puede disminuir la resistencia física o capacidad mental del mismo en forma definitiva, a menos que exista indicación médica precisa, siendo conveniente en estos casos obtener la aprobación de una Junta Médica.3

Desde un punto de vista legal la Eutanasia activa directa está penada por la ley española y no está permitida por ningún código ético ni deontológico. En el ordenamiento jurídico la Eutanasia se considera un homicidio y en el caso de que el médico proporcione los medios adecuados al enfermo, podría considerarse como inducción o cooperación al suicidio, recogido en el Código Penal, en su artículo 143 del Título I, relativo al homicidio y sus formas dentro del Libro II, relativo a delitos y sus penas.3, 4

El primer intento de regulación de una de las principales modalidades de Eutanasia fue la Eutanasia pasiva, procurando el Testamento Vital, documento de consentimiento en virtud del cual una persona expresa su voluntad de que, en el supuesto de padecer una enfermedad terminal con ninguna expectativa de recuperarse, mejorar o aliviarse, no sea sometida a tratamientos médicos, que sólo servirían para prolongar artificialmente su vida durante un periodo de tiempo determinado. Este fue impulsado desde el Parlamento de Cataluña.3

La ley francesa se considerada incompatible con la Eutanasia, la práctica médica y la ética, colocando al profesional de la salud en riesgo de ser sometido a un proceso criminal o disciplinario. En la práctica, está tolerada la “abstención terapéutica” (Eutanasia “pasiva”); la cual consiste en retirar el tratamiento (como el apoyo cardíaco o respiratorio) a los enfermos terminales. En Francia, un enfermo puede rechazar el tratamiento, pero no a un médico, el mismo no puede forzar a una persona capaz de expresar sus deseos a aceptar exámenes médicos o tratamiento; pero el médico tiene que informar al enfermo de todas las consecuencias de su rechazo e intentar persuadirlo. El galeno sólo podrá actuar sin tomar en consideración los deseos del enfermo en caso que la vida de este corra peligro, o sea portador de enfermedad mental.13

En el Reino Unido, es legal que un adulto competente rechace un tratamiento médico, aunque este acto reduzca claramente su esperanza de vida (constituyen excepciones los enfermos en tratamiento por trastornos mentales). En algunos casos, los menores de 18 años pueden dar su consentimiento para seguir con un tratamiento, aunque esto vaya contra la voluntad de los padres; sin embargo, si un joven menor de 18 años rechaza un tratamiento, los padres tienen la posibilidad de anular esa decisión. La Eutanasia es un acto punible y tratado como asesinato, que puede ser castigado con cadena perpetua. En algunos casos, el tratamiento médico puede ser retirado legal y éticamente por los médicos cuando se demuestre que es inútil continuarlo o cuando el mismo no produzca ninguna mejoría. No obstante, es legal que un enfermo rechace un tratamiento destinado a prolongar la vida.13

La práctica de la Eutanasia está penada por la ley italiana, el que incurra en dicha falta puede someterse hasta 15 años de presidio, en la discusión del proyecto de Código Deontológico Médico se prevé denegar el derecho a la objeción de conciencia a los profesionales de la Salud, en los temas relacionados con la vida. En el año 2006 el caso de Piergiorgio Welby, portador de distrofia muscular progresiva desató la discusión sobre la modificación de la ley y práctica de la Eutanasia en esta nación.14

El país que ha dado cambios más importantes dentro de su legislación con relación a la Eutanasia es Holanda. Los primeros casos ocurrieron en los años setenta. En 1973 se arrestó a un médico por matar a su madre, una enferma terminal, con el uso de morfina, esto estableció un precedente y las cortes dictaron un conjunto de pautas que permitían a los médicos ayudar a un paciente en etapa terminal a cometer suicidio. Para finales de 1980, al parecer se había vuelto rutinario “eutanizar” a los bebés recién nacidos con impedimentos, como espina bífida. En 1984, la Sociedad Real de Medicina emitió “las reglas de conducta cuidadosa” para la Eutanasia. Para 1990 los médicos de los Países Bajos estaban envueltos en 11.800 muertes por Eutanasia, es decir el 9% de todas las muertes en el país. Después de múltiples debates en Abril del 2002 entra en vigor la ley denominada “prueba de petición de terminación de la vida y ayuda al suicidio”, mediante la cual se exime de toda responsabilidad penal al médico que termine con la vida del paciente a petición propia o ayude a su suicidio, siempre que haya observado los requisitos legales y notifique la muerte no natural a la comisión regional de verificación de Eutanasia; se incluye a las personas de 16 y 17 años quienes podrán decidir al respecto, aunque se tendrá en cuenta la opinión de los padres, mientras que quienes tengan entre 12 y 16 años necesitarán la aprobación de los padres o tutores. Actualmente, en los países bajos se entiende por Eutanasia la terminación por parte del médico de la vida del paciente a petición de este último, por lo que el desistimiento de un tratamiento cuando ya no tenga sentido continuar con el mismo, no se considera Eutanasia, formando esto parte de la actuación propia del médico, quien desiste de la aplicación de un tratamiento dejando que la naturaleza siga su curso natural; lo mismo cabe decir de la aplicación de medios para paliar el dolor con la posible consecuencia añadida de que sobrevenga antes la muerte. 3, 15

Después de su vecina nación holandesa, Bélgica es el segundo país del mundo en haber despenalizado la Eutanasia. Desde el 23 de Septiembre de 2002, está en vigor una ley que autoriza a un médico poner fin a la vida de un paciente, siempre y cuando, se encuentre consciente y lo haya solicitado por escrito de forma reiterada. La llegada de la ley que aprueba la Eutanasia abre una alternativa para que enfermos crónicos decidan cuándo y en qué condiciones desean poner fin a sus vidas. Pero sobre todo, afirman sus defensores, tiene la virtud de regular una actividad que ya existe, que es relativamente frecuente, pero que ha sido secreta y, por tanto, susceptible de excesos.16

Entre tanto la jurisprudencia venezolana, en ninguna de sus disposiciones contempla el término Eutanasia; sin embargo penaliza al individuo que genere la muerte a otro de forma intencional. El conflicto está representado por el planteamiento de nuevas normativas que modificarían el actual Código Penal Venezolano; con el Anteproyecto de Reforma Parcial del mismo se propone la modificación del título IX “Delitos contra las personas”, ahora título II “Delitos contra la vida y la integridad personal”, dentro del cual se conservan los artículos anteriores y se incluye otro donde se autoriza el ejercicio de la Eutanasia, tanto activa como pasiva, no tipificándola como tal sino denominándola como: “dar muerte por piedad”.17

CASOS EMBLEMÁTICOS EN EL MUNDO

María Libia Pérez Ángel (1997)

En Colombia ya ha habido varias decisiones en el transcurso de los años que ponen en evidencia la importancia de los principios de autonomía de voluntad y autodeterminación, especialmente referidos a casos específicos. En el caso de María Libia Pérez, quien se negó a recibir tratamiento prescrito por un tumor canceroso y su familia buscó el tutelaje del Estado para suplir la voluntad de la paciente y cuidar por su vida. La Corte Constitucional estimó prudente revocar una decisión de primera instancia y motivó que la subrogación de la capacidad de decidir, por la decisión de un juez o un médico, conculca el derecho al libre desarrollo de la personalidad, toda vez que cada quien es libre de elegir que enfermedades se trata y si es o no el caso de recuperar su salud. 18

“La decisión de María Libia Pérez Ángel (quien padecía de cáncer) de no acudir a los servicios médicos ...no vulnera ni amenaza los derechos de los demás, ni el ordenamiento jurídico; por consiguiente, merece ser respetada, dentro del ámbito del reconocimiento de su derecho al libre desarrollo de su personalidad”.19

Ramón Sampedro (1943 – 1998)

Ramón era un pescador nacido en Xuno (La Coruña, Galicia), quien en 1968 a la edad de 25 años sufrió un grave accidente cuando al saltar al mar sufrió un fuerte traumatismo que produjo lesión medular a nivel de la séptima vértebra cervical y le convirtió en tetrapléjico, sin la esperanza de recuperar la movilidad de sus miembros y luego de pasar 25 años en cama decidió solicitar le fuera aplicada la Eutanasia; durante muchos años estuvo luchando, pero su petición fue negada en múltiples oportunidades. Finalmente el 12 de Enero de 1998, a la edad de 55 años, muere en su casa; la necropsia reportó restos de cianuro en su cuerpo, pasados algunos meses la pareja de Sampedro muestra en un medio de comunicación nacional el video de cómo habían sucedido los hechos. La controversia no se ha hecho esperar, dando lugar a juicios y hasta la realización de una película que se titula “Mar Adentro”, donde se plasma la vida de este hombre sobre todo después del accidente que lo llevó a la cama.3, 20

Diane Pretty (1958 – 2002)

Diane era una enfermera habitante en Gran Bretaña de 43 años de edad, casada durante 25 años, con dos hijos, portadora de Enfermedad de la Motoneurona, con un progresivo estado de parálisis y destrucción muscular que la llevó a una disfunción orgánica múltiple y finalmente a parálisis respiratoria. Esta situación de asfixia y muerte final, fueron indudablemente previstos por ella. Siendo ésta la situación de Diane, llega a un acuerdo con su esposo para que se respetase su decisión de autonomía de voluntad y autodeterminación, para evitar así sufrimientos innecesarios y poder escoger el momento ideal de lo que ella consideraba una muerte digna; pero su enfermedad la incapacitaba físicamente para poder ejecutar por ella misma su decisión de bien morir, por lo que se vio obligada a recurrir a los tribunales de justicia a los fines de evitar prosecución penal en contra de su esposo Brian, al momento en el cual él le ayudara a poner fin a su angustiosa situación de vida. Tras perder la batalla legal para obtener ayuda en la finalización digna de su vida, la inglesa Diane Pretty finalmente fallece a los 43 años de edad, en un sanatorio inglés, dos días después de entrar en coma, a consecuencia de problemas respiratorios y con intenso dolor.18

Theresa Marie Schiavo (1963 – 2005)

Mejor conocida como Terri Schiavo era una mujer estadounidense en estado vegetativo irreversible quien abrió un polémico debate sobre temas como la Eutanasia, la bioética, la tutela legal del paciente en tales condiciones de vulnerabilidad, el federalismo, y los derechos civiles en los Estados Unidos de Norte América. El 25 de Febrero de 1990, Terri entonces de 25 años de edad, debido a un paro cardiaco, provocado probablemente por una bulimia severa, sufrió daño cerebral irreversible que la condujo a un estado vegetativo persistente, en el cual permaneció por 15 años manteniéndose con vida gracias a la conexión a una máquina que le suministraba alimentación intravenosa. Luego de permanecer desconectada durante catorce días de dicho aparato, cumpliéndose una orden judicial solicitada por el esposo, y tras una fuerte disputa de valores que traspasó fronteras, muere el 31 de Marzo de 2005, a la edad de 41 años, en el Pinellas Park Hospital, ubicado en el estado de Florida, a causa de inanición.21, 22, 23

Piergiorgio Welby (1945 – 2006)

Nació en Italia en 1945, portador de distrofia muscular progresiva a partir de los 20 años de edad. En la última fase de su padecimiento había perdido la movilidad en todo el cuerpo, con excepción de los globos oculares y labios, se encontraba conectado desde 1997 a un respirador mecánico. En diversas oportunidades solicitó la desconexión del respirador que lo mantenía con vida pero el Tribunal Civil de Roma indicó que un “vacío legal” le impedía llevar acabo su petición. En Septiembre de 2006 reclamó su derecho a morir en una carta abierta dirigida al presidente, italiano Giorgio Napolitano, pero la justicia italiana consideró inadmisible la desconexión del respirador. Unas horas antes de la muerte, el Consejo Superior de Sanidad Italiana le había negado la supresión del respirador automático alegando que “no se considera un ensañamiento terapéutico” Welby fallece el 20 de Diciembre de 2006 a la edad de 60 años luego que Mario Riccio, médico anestesiólogo, afirmara haber sedado al paciente y retirado la ventilación artificial. Desde ese momento se inició una batalla legal, en vista del desconocimiento que tuvo el galeno sobre las decisiones que la ley italiana había establecido.14

REFLEXIONES DEL FINAL DE LA VIDA

Hay muchas formas de morir y a la vez muy variadas maneras de interpretar este fenómeno, pero inseparable de la naturaleza humana. El ser humano es el único habitante en la biosfera entre la flora y la fauna que tiene conciencia de su finitud y de la finitud de los otros seres humanos; sin embargo, en lo íntimo de su ser cada quien se siente inmortal, tal como lo señalara Freud:

“Nuestra propia muerte es sin duda inimaginable, y siempre que hagamos intento de imaginarla podremos percibir que realmente sobrevivimos como espectadores... en el inconsciente, cada uno de nosotros esta convencido de su propia inmortalidad”.

Sin embargo, en el marco del pensamiento racional sabemos que somos perecederos, que las generaciones se van sucediendo y cada hombre tiene su morir, de tal forma que todo ser humano podría en cierta medida repetir el gesto de Jerjes, el emperador persa que lloró contemplando su gigantesco ejército al pensar que ninguno de ellos estaría vivo 100 años después.

El tema de la muerte suele ser evadido, ignorado y escondido en la sociedad; es como si se tratara de un enemigo al cual debe evitarse y en cada oportunidad ineludible, debe buscarse la manera de vencerlo, pero lo cierto es que ella es inevitable. Todos los hombres eventualmente morirán. La muerte es tan parte de la existencia humana como el hecho de haber nacido, ella es el límite al tiempo de vida. Así como la vida humana es primariamente, aunque no únicamente, vida personal, la muerte del hombre está determinada fundamentalmente por la desaparición de la persona, la cual suele ir acompañada de la muerte del cuerpo.

Aunque no existiera el término empleado hoy día para la eutanasia, se tienen constancias históricas sobre la muerte elegida y buscada a voluntad por personas que consideraron en su momento haber agotado cualquier posibilidad de vida digna. En la antigüedad clásica fue signo de grandeza del espíritu no manifestar temor a la muerte, mostrarse dispuesto a mirarla cara a cara y buscarla como refugio contra intolerables dolencias o fallas del cuerpo, así como ante circunstancias que amenazaran en materia grave las cualidades intangibles de la vida.

En la instauración del cristianismo la vida se torna en cierto sentido propiedad exclusiva de Dios, donde dar la muerte por compasión por los sufrimientos de otro dejó de ser un acto loable humanitario, para convertirse en rebeldía contra los designios divinos. En este contexto aparece, poco después del año 1000 según algunos autores, el término Eutanasia, formado con las raíces griegas que significan muerte adecuada o buena. Es muy probable que, recién ideado el vocablo eutanasia nada tuviera que ver con actos voluntarios para dar la muerte y fuera más bien una descripción afortunada y brevísima de la paz interior, la armonía del ambiente y la facilidad biológica del tránsito definitivo que en condiciones ideales debiera caracterizar el instante último de la vida terrena de los seres humanos.

La Eutanasia parece generarse con la intención de solventar o facilitar el difícil episodio que constituye el término de la vida humana, caracterizado por ideas que a lo largo de los tiempos se han ido modificando entre las diversas culturas y costumbres que impregnan la civilización humana. Se debe denominar como Eutanasia a la provocación de la muerte de un paciente portador de una enfermedad mortal, efectuada en su requerimiento y en su propio beneficio por un tercero a través de la administración de un agente o tóxico que le provocará la muerte con prescidencia de la situación patológica de base. Dentro de ella deben analizarse cinco (5) elementos.

(I) La muerte provocada por un tercero: la aparición de una tercera persona, generalmente un trabajador de la salud y frecuentemente un médico, que instrumenta la provocación de la muerte distingue a la Eutanasia del suicidio y en especial del suicidio asistido

(II) La presencia de una enfermedad moral: la existencia obligatoria en el paciente de una enfermedad que acarree la muerte próxima o un sufrimiento extremo permite distinguir primariamente a la Eutanasia del homicidio.

(III) La muerte provocada debe ser en propio beneficio del paciente: esto implica que deberá ser efectuada teniendo en cuenta su mejor interés que depende naturalmente de la valoración subjetiva del paciente en el momento en que transita determinada situación vital.

(IV) El paciente debe solicitar que se le provoque la muerte: sobre la exigencia de los primeros tres elementos ya citados, existe acuerdo casi unánime y son los que analizan el escenario (existencia de una enfermedad letal), los actores (el paciente y el trabajador de salud) y el interés del acto (el beneficio del paciente). El requerimiento del paciente resulta un dato fundamental que legitima la expresión de su voluntad autónoma en el ejercicio máximo de su derecho a morir.

(V) Se indica como se produce la muerte: si el objetivo central de la Eutanasia es la provocación

acordada de la muerte, el procedimiento elegido deberá cumplir obligatoriamente la condición esencial: ser absolutamente seguro en cuanto a que su aplicación producirá el resultado esperado en un tiempo mínimo y sin provocar sufrimiento. 24

Si bien en cada momento de la historia se han desarrollado varias maneras de afrontar el proceso, casi todas tienen la constante de considerarlo trascendente, como un hecho que lleva inherente el respeto pero sobre todo la intención de disminuir el dolor asociado al final de la existencia.

Con el paso de los siglos, ocurrió un cambio de sentido que llevó la palabra Eutanasia a significar el acto de dar muerte a alguien para liberarlo de intensos sufrimientos contra los cuales no hubiera otro modo de luchar; Eutanasia se convirtió así en sinónimo de homicidio piadoso o compasivo y como consecuencia en el centro del huracán de discusiones, aprobaciones, rechazo y choques emocionales que aún no se resuelven.

Le corresponde a las comunidades médicas y especialmente a la academia, reorientar o validar el sentido que merecen las decisiones médicas al final de la vida humana, que si bien pueden fundamentarse básicamente en los principios propuestos desde la Bioética Biomédica (reducida a los fundamentalismos de los principios éticos), debe repensarse su posición desde una Bioética Integral Clínica y Social de Intervención (que considere los Derechos Humanos, el cuidado de la vida y de la tierra con todos sus elementos vivientes) contextualizada a la realidad de nuestros países aun en vías de desarrollo, como lo representan los pueblos de América del Sur.25, 26, 27

En este sentido las perspectivas de estudio del tema deben recoger visiones integradoras, dialógicas y realistas desde Latinoamérica, en donde quizás la Bioética Principialista basada en el respeto de la persona sometida a procedimientos e investigaciones científicas, no sea suficiente para dar respuesta a los dilemas contextuales de nuestros pueblos subyugados por las injusticias sociales. Entonces, es necesario ampliar la visión hasta ahora centrada sólo en la autonomía del sujeto, para que en un horizonte de oportunidades y equidades nuestros ciudadanos se legitimicen primero como ciudadanos dignos de una vida para el pleno desarrollo de sus capacidades físicas y psicosociales, en donde a todos se les garantice una adecuada prestación de los servicios de salud en las mejores condiciones posibles a lo largo de todo el territorio nacional; para luego poder empezar a confrontar dilemas sobre las medidas limitantes de la vida y las circunstancias ideales para poder tomarlas, espacialmente cuando una persona se enfrenta a la frontera de su existencia.28, 29, 30, 31

En este momento, solamente desde una Bioética basada en los Derechos Humanos como fuente de elementos principialistas para la consideración de la vida del hombre, la cual rebasa las barreras de sus intereses propios para entrar en los archivos de la humanidad, desde una comunidad mundial en armonía con su entorno y desde una conscientización vital del medio ambiente, de respeto profundo por la biodiversidad y de solidaridad por la vida y lo viviente, es sólo en este contexto multicultural y de conjugación de saberes que dialogan entre sí, para llegar a consensos justos e inteligentes, de donde podremos obtener las herramientas para los múltiples abordajes que existen entre la vida y la muerte.32, 33, 34, 35

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