INTRODUCCIÓN
Las habilidades sociales son muy importantes en la realidad social de hoy en día. En un mundo cada vez más interconectado y diverso, la autorregulación emocional, la empatía, la comunicación asertiva, la capacidad de trabajar en equipo, la resolución de conflictos, entre otras habilidades, son determinantes para interrelacionarse positivamente con los demás. Estas habilidades posibilitan construir relaciones sólidas, comprender y respetar las diferencias, colaborar de manera efectiva y resolver problemas de forma constructiva en un entorno social cada vez más complejo.
En la actualidad, se valora enormemente el desarrollo de habilidades sociales, tanto en el ámbito personal como en el profesional, ya que estas contribuyen de manera significativa al bienestar individual, fortalecen la cohesión social y promueven el éxito en diversos contextos. De hecho, muchos sistemas educativos a nivel mundial han adoptado como pilar fundamental el aprendizaje de convivir de manera armoniosa. Este principio se basa en el descubrimiento y reconocimiento del otro, estableciendo así los cimientos necesarios para fomentar valores fundamentales como la igualdad, el pluralismo, el respeto a la diversidad y singularidad de cada individuo, la solidaridad y, por ende, la paz. (Guillen, 2008; Delors, 1996).
En el ámbito educativo, las habilidades sociales son un aspecto esencial, no solo para los docentes y estudiantes, sino también para cualquier profesional que trabaje con personas. Estas habilidades, como bien lo expresan Pineda et al. (2023), refieren al “conjunto de conductas, actitudes y rasgos de personalidad que ayudan a los individuos a entender y manejar las emociones, establecer y alcanzar metas positivas, sentir y mostrar empatía por los demás, establecer y mantener relaciones positivas y tomar decisiones responsables” (p. 165). Siendo así, entonces, se constituyen en capacidades que nos permiten interactuar de manera efectiva con las demás personas, expresar nuestras ideas asertivamente, resolver conflictos de manera constructiva y trabajar en equipo.
En el caso de los docentes, estas habilidades determinan formas de actuación e interacción que pueden influir directamente en la calidad de la relación con los estudiantes, padres de familia, colegas y demás miembros de la comunidad educativa, además de tener un impacto significativo en la promoción de un ambiente de aprendizaje inclusivo y colaborativo, propicio para el desarrollo integral de los educandos.
Aquí, cabe precisar que el rol del docente es imprescindible en la formación del estudiante; ya que, más allá de transmitir conocimientos académicos, tambien debe contribuir al desarrollo de habilidades sociales. Esto, desde lo expresado por Reyes (2016), significa que no solo se trata de enfocarse en los aspectos cognitivos al impartir conocimientos, sino también de crear conexiones significativas con los estudiantes, comprender sus necesidades emocionales, motivarlos, y fomentar un ambiente de confianza y apoyo mutuo en el aula, pues, es allí que se destaca al docente como agente educativo para fomentar estas habilidades sociales mostrando las propias, ya que, en definitiva, su función es “formar estudiantes emocionalmente competentes (capaces de reconocer y manejar sus emociones), y, por lo tanto, de relacionarse con los demás de forma adecuada y pacífica”. (Buitrón y Navarrete, 2008, p. 4).
Sin embargo, en ocasiones nos encontramos con situaciones en las que el docente presenta una falta de habilidades sociales que puede afectar negativamente el ambiente educativo y el aprendizaje de dichos estudiantes. Una de las principales manifestaciones de la falta de habilidades sociales en el docente es la dificultad para establecer buenas relaciones interpersonales y una comunicación efectiva con los estudiantes. Esto puede traducirse en problemas para expresarse claramente en el aula, dificultad para escuchar y comprender las inquietudes de ellos, o una actitud autoritaria que inhibe la participación y el diálogo en los espacios de aprendizaje. Todo esto puede generar un clima de desconfianza y distanciamiento entre el docente y sus estudiantes, lo cual repercute directamente en el proceso de enseñanza-aprendizaje.
Asimismo, esta falta de habilidades sociales en el docente puede evidenciarse en situaciones de conflicto dentro del aula. La incapacidad para manejar adecuadamente estos escenarios apremiantes puede derivar en enfrentamientos innecesarios, falta de empatía hacia los estudiantes o decisiones arbitrarias que no contribuyen a la resolución pacífica de los problemas. En lugar de suscitar un ambiente de respeto mutuo y colaboración, la falta de habilidades sociales del docente puede generar un clima tenso y poco propicio para el aprendizaje.
Otro aspecto relevante es la influencia que tiene el docente en el desarrollo de las habilidades sociales de sus estudiantes. Como previamente se expuso, es a través de su ejemplo y su guía que el docente puede contribuir significativamente al fortalecimiento de competencias como la empatía, la cooperación, la comunicación efectiva y la resolución pacífica de conflictos. Sin embargo, si el docente carece de estas habilidades, su influencia puede ser contraproducente, ya que los estudiantes no tendrán un modelo a seguir para desarrollar estas competencias.
Lo planteado deja entrever que las habilidades sociales son el soporte de las relaciones interpersonales. Es decir, son el pilar fundamental que las sustentan y, de su posesión sólida y positiva, depende la capacidad para que se establezcan vínculos más fuertes y significativos entre docentes y estudiantes, lo que es determinante para que puedan construir relaciones basadas en el respeto mutuo, la comprensión y la confianza. Esto, desde lo expresado por Jaramillo et al. (2021), significa que, cuanto más avanzada tienen los docentes las habilidades sociales, manifiestan mejores relaciones interpersonales y mayor capacidad para gestar escenarios de mediación ante los conflictos.
Ante esta realidad, es fundamental que los docentes reconozcan la importancia de desarrollar sus habilidades sociales y busquen oportunidades de formación y crecimiento en este ámbito, pues las mismas ayudan a crear un entorno interpersonal, enriquecedor de experiencias compartidas, generando apoyos mutuos y disfrutando de conexiones humanas genuinas que contribuyen al bienestar psicoemocional, social y educativo.
Todos estos argumentos esgrimidos, motivan a cuestionar ¿Cómo se implican las habilidades sociales y las relaciones interpersonales en los docentes? En consecuencia, se presenta este articulo cuyo propósito se enmarca en comprender cómo se implican las habilidades sociales y las relaciones interpersonales en los docentes como agentes educativos, con más razón, si se considera que el desarrollo de habilidades sociales para establecer vínculos y conexiones significativas con los estudiantes para mejorar la calidad educativa, se ha vuelto cada vez más relevante en un perfil de competencias docente actualizado y exigente (Reyes, 2016).
MÉTODO
El método en la investigación es de suma importancia, ya que proporciona el marco y las herramientas necesarias para llevar a cabo un estudio de manera sistemática y rigurosa. Ello permite definir el enfoque, los pasos a seguir, los métodos a utilizar, la recopilación de datos, el análisis y la interpretación de los resultados. En resumen, el método es fundamental para asegurar la calidad y la credibilidad de cualquier investigación.
Considerando las premisas planteadas, se describe el enfoque metodológico seguido para el desarrollo de este artículo que posibilitó la producción de un nuevo conocimiento, en torno a la importancia de las habilidades sociales en el accionar de los docentes, así como en las relaciones interpersonales que establecen con los estudiantes, colegas y la comunidad educativa en general.
En tal sentido, es importante precisar que la metodología cualitativa fue fundamental para comprender a fondo cómo las habilidades sociales y las relaciones interpersonales se implican en los docentes. De esta forma, el artículo se corresponde con un estudio de naturaleza documental, el cual involucró el desarrollo sistemático de estrategias y procedimientos para recopilar, organizar, analizar e interpretar datos textuales, a partir de la revisión de diversos documentos escritos (Palella y Martins, 2015), elegidos a partir de producciones académicas-científicas, y presentadas en forma de artículos de revistas científicas, conferencias y publicaciones académicas.
Tambien, es importante puntualizar que la investigación estuvo orientada por un diseño bibliográfico. Este diseño permitió el análisis de los datos textuales, para lo cual se hizo uso de las técnicas análisis de contenido teórico y mapas mentales. Concretamente, este diseño se desplegó siguiendo los procedimientos descritos por Espinoza y Rincón (2006), lo que proporcionó un marco metodológico sólido para el estudio.
Selección y delimitación del tema.
Recolección de información y/o fuentes de datos textuales.
Organización de los datos y elaboración de un esquema conceptual del tema.
Análisis e interpretación de los datos y organización del informe
Redacción del documento final de investigación y presentación en formato de artículo para su difusión.
Para finalizar, se puede decir que la aplicación de este enfoque y la combinación de las técnicas y procedimientos, proporcionaron una guía clara para llevar a cabo este estudio documental bibliográfico, de manera sistemática y rigurosa, permitiendo la apropiación amplia de este tema tan relevante en el ámbito educativo.
RESULTADOS
El docente como agente mediador de la gestión educativa.
El haber vivido un periodo de pandemia transformó radicalmente la educación en todo el mundo, debido a la adopción acelerada de nuevas formas de realizar actividades pedagógicas. En este contexto post-pandemia, el rol del docente como agente mediador de la gestión educativa adquiere una importancia, pues se generó una profunda disrupción en el ámbito educativo, que obligó a una nueva forma del quehacer docente, evidenciando la necesidad de repensar y transformar la educación en un contexto de incertidumbre y cambio constante, con la firme intención de superar las desigualdades sociales.
En este nuevo panorama educativo, el docente se convierte en un agente mediador esencial entre los contenidos curriculares, las tecnologías educativas y las necesidades de los estudiantes. Su papel va más allá de la transmisión de conocimientos; involucra guiar, motivar, inspirar y adaptar las estrategias pedagógicas a las circunstancias cambiantes, promoviendo un aprendizaje significativo y contextualizado.
Lo que quiere decir que la labor docente es trascendente y significativa en la medida que pueda implicar la enseñanza de contenidos académicos con la formación del individuo, por lo que debe promover un ambiente propicio para el desarrollo de estudiantes comprensores de la realidad, autónomos, creativos y con pensamiento crítico reflexivo (Gómez et al., 2019). En este sentido, el docente debe ser capaz de, no solo gestionar de manera efectiva los recursos disponibles, sino también de establecer relaciones armónicas y colaborativas con los estudiantes, y con los diferentes actores educativos, tales como padres de familia, directivos y personal administrativo.
De allí que, la gestión educativa enfrenta desafíos y oportunidades únicas, por cuanto los docentes, deben adoptar un enfoque proactivo en la implementación de nuevas políticas, tecnologías y metodologías que respondan a las necesidades cambiantes de los estudiantes, los parámetros de calidad e inclusión dentro del contexto educativo actual.
Es por ello que, estudiar la acción del docente como agente mediador de la gestión educativa que se materializa, sobre todo, por sus habilidades sociales para relacionarse interpersonalmente en el entorno educativo, es fundamental para comprender cómo se pueden optimizar las prácticas pedagógicas, fortalecer la propia formación docente y mejorar la calidad del aprendizaje en un entorno educativo en constante evolución, pues, es en la práctica que se construye la experiencia, y el saber pedagógico es un logro que pone en evidencia esta apropiación (Páez, 2015). Los docentes que cuentan con un sólido conocimiento pedagógico son capaces de adaptarse a las necesidades de sus estudiantes, diseñar estrategias de enseñanza efectivas y crear un ambiente propicio para el aprendizaje significativo. La combinación de la teoría y la práctica en la labor docente es fundamental para lograr resultados exitosos y contribuir al desarrollo integral de los alumnos.
En concreto, tal como lo señala Mendoza (2020), el docente como agente mediador principalmente debe fomentar la participación activa de los estudiantes en su propio proceso educativo, asimismo, propiciar el desarrollo de habilidades como la adaptabilidad, la empatía, la capacidad de liderazgo y la comunicación efectiva; entre otras cosas, debe fomentar la colaboración, la creatividad y la resiliencia en el aula, promoviendo un ambiente inclusivo que responda a la diversidad de los estudiantes y a sus necesidades individuales.
Aproximación conceptual de las habilidades sociales desde el contexto de la docencia
Actualmente las habilidades sociales son un concepto muy en boga en el Siglo XXI, el cual describe, según Casas (2022), la capacidad de desarrollar una conducta socialmente hábil, que está estrechamente relacionada con la habilidad para expresar los sentimientos, actitudes, deseos, opiniones o derechos de manera adecuada en un contexto interpersonal.
Asimismo, Tortosa (2018), desde lo inscrito por Combs y Slaby (1977), expresa que la habilidad social refiere a la capacidad de interactuar con los demás, de manera efectiva, en diferentes situaciones sociales, la cual es validada por la sociedad, cuando genera un beneficio personal y mutuo a la vez. De allí que sean fundamentales para establecer relaciones saludables y satisfactorias con los demás
Por su parte, Cohen y Coronel (2009) las describen como comportamientos, conductas o destrezas necesarias para llevar a cabo, de manera competente, tareas de naturaleza interpersonal. Estas habilidades son adquiridas y aprendidas a través de la experiencia con otros, y no se corresponden con rasgos de personalidad o capacidades innatas. Por lo contrario, es a lo largo del proceso de socialización que el individuo va adquiriendo las habilidades necesarias y, perfilando conductas y comportamientos, que le permiten interactuar de manera satisfactoria con los demás. De allí que, la familia, la escuela y los grupos sociales son los contextos fundamentales para el desarrollo de estas habilidades, ya que brindan oportunidades para aprender a adaptarse a diferentes situaciones sociales, a comprender las normas y valores de la sociedad en la que se vive y a establecer relaciones interpersonales saludables y significativas.
Lo expuesto, permite traer a colación lo precisado por León y Medina (2011), en relación a que las habilidades sociales se determinan a razón de cuatro grades caracteristicas referidas a:
Se hace apropiación de ellas con el aprendizaje.
No existen de forma aislada, sino que se complementan y se apoyan mutuamente en el contexto de las interacciones sociales, considerando que todo comportamiento social exige entendimiento del otro y la proyección de la imagen de sí mismo.
La práctica de las habilidades sociales requiere, no sólo la adaptabilidad de sus componentes a la situación social, sino que además los objetivos que se persiguen sean únicamente comprensibles en situaciones sociales específicas.
Muestran la eficacia del comportamiento en el contexto interpersonal
Ahora bien, desde el ámbito educativo podemos decir que las habilidades sociales son un pilar de la educación y juegan un papel crucial en la práctica docente, puesto que constituyen competencias, habilidades y destrezas que, al ser asimiladas y potenciadas, permiten la interacción e interrelación efectiva de los actores educativos en diferentes situaciones, circunstancias y contextos. De allí que, algunas de las principales habilidades que se implican en el intercambio social y educativo, y que todo docente debe mostrar para desempeñar su rol de manera efectiva refieren a:
Comunicación efectiva: Un docente debe ser capaz de transmitir claramente la información, tanto de forma verbal como no verbal. La capacidad de escuchar activamente a los estudiantes y colegas es igualmente importante para una comunicación efectiva.
Empatía: Entender las necesidades, preocupaciones y emociones de los estudiantes es crucial para establecer un ambiente de confianza y respeto. La empatía permite al docente adaptarse a las diferentes realidades y contextos de sus estudiantes.
Asertividad: Saber expresar opiniones, necesidades y límites de manera clara y respetuosa es fundamental en el ámbito educativo. La asertividad permite establecer límites claros y fomentar el respeto mutuo en el aula.
Trabajo en equipo: Colaborar con colegas, padres de familia y otros profesionales es esencial para el desarrollo integral de los estudiantes. Un docente debe ser capaz de trabajar en equipo, compartir ideas y buscar soluciones conjuntas.
Resolución de conflictos: En un entorno educativo, es común que surjan conflictos entre estudiantes o con los padres de familia. No obstante, un docente debe ser capaz de manejar estas situaciones de manera empática y constructiva, buscando soluciones que beneficien a todas las partes involucradas, además de generar un clima escolar armonioso que facilite el proceso de aprendizaje.
Es conveniente agregar que la labor docente implica constantes interacciones con diferentes actores dentro y fuera del aula. Sin embargo, es el aula el espacio donde se ejecutan las actividades educativas planificadas en aras de alcanzar los objetivos didácticos propuestos, lo que implica que es donde se establecen, propiamente dicho, las relaciones interpersonales más directas con los estudiantes. Siendo así, es el entorno donde se gesta la formación integral que propende:
[…] por una parte, por el aprendizaje académico de sus estudiantes y, por otra, por su desarrollo emocional, social y su papel como ciudadano. En aras de formar ciudadanos que sean capaces, y más aún, que estén dispuestos a convivir en paz y a participar activa y democráticamente en la sociedad, es necesario mejorar desde el aula la estrecha relación de estos dos ámbitos (Arrieta et al., 2017, p.17) .
En este sentido, numerosos estudios han demostrado que los docentes con habilidades sociales bien desarrolladas tienden a lograr mejores relaciones interpersonales, promover un clima positivo dentro del aula con el cual establecer relaciones más efectivas con los estudiantes, lo que influye a su vez en el éxito académico y emocional, además de la generación y puesta en práctica de estrategias didácticas efectivas.
Por tanto, las habilidades sociales resultan fundamentales para el forjamiento de relaciones constructivas con los estudiantes, sobre todo para resolver conflictos, comunicar de forma clara y empática, colaborar con colegas y familias, crear ambientes de aprendizaje inclusivos y respetuosos con el medio ambiente, además de promover el sentido de ciudadanía, puesto que abarcan aspectos como la comunicación efectiva, la empatía, la inteligencia emocional, la asertividad, la resolución de conflictos, el trabajo en equipo, la reflexividad, criticidad y adaptabilidad.
En este sentido, no cabe duda de que tales habilidades son fundamentales para establecer relaciones de confianza mutua, incrementar el nivel de motivación de los estudiantes hacia la investigación y generación de procesos reflexivos, crear un clima de trabajo positivo en el aula, manejar situaciones de conflicto y colaborar de manera efectiva con otros miembros de la comunidad educativa.
Las relaciones interpersonales del docente como vínculos determinados por sus habilidades sociales y estilos de interrelación.
La educación tradicionalmente ha puesto mayor énfasis en la transmisión de conocimientos académicos, dejando de lado en ocasiones el desarrollo de habilidades sociales y emocionales en los estudiantes, donde el docente tiene un rol fundamental con la manifestación de sus propias habilidades en estos terminos. Esto supone, como enuncia Teruel (2000), citado por Molina y Pérez (2006), asumir que “la escuela, además de alfabetizar con letras y números, debe propiciar también la alfabetización de las emociones, las habilidades sociales, la toma de decisiones y el manejo de las relaciones interpersonales” (p.194). Todas estas conductas y comportamientos juegan un papel crucial en el proceso de enseñanza-aprendizaje, ya que son imprescindibles para interactuar y enfrentar con éxito los desafíos de un mundo cada vez más diverso y complejo.
Desde el punto de vista de los docentes, estas engloban capacidades esenciales para establecer relaciones interpersonales positivas y constructivas con los diferentes actores del entorno educativo. En este sentido, el docente, como agente educativo, cumple un rol protagónico; ya que es el encargado de propiciar entornos formativos favorable, estableciendo vínculos significativos, los cuales están determinados, en gran medida, por las habilidades sociales y los estilos de interrelación del docente.
Estos se refieren a las formas en que el docente se relaciona y cómo se comunica, lidera y gestiona las situaciones interpersonales con sus estudiantes y demás miembros de la comunidad educativa. Estos estilos pueden variar en función de la personalidad, las creencias, los valores y las experiencias del docente; además, cada uno de ellos tiene sus propias características y efectos. Algunos estilos de interrelación más comunes, según Zupiría (2015), citado por Tafur et al. (2021), incluyen el estilo agresivo, manipulador, pasivo y asertivo.
Estilo agresivo: se basan en agresiones, acusaciones y amenazas. En este estilo, el docente puede crear un ambiente tenso y poco propicio para el aprendizaje; pues, la agresividad en la interacción docente puede generar estrés, ansiedad y desmotivación en los estudiantes, por lo que es fundamental que los profesores busquen formas constructivas de abordar los desafíos en el aula.
Estilo manipulador: Se caracteriza por manejar el poder a su conveniencia. Por tanto, un estilo manipulador por parte de un docente puede ser perjudicial para la relación con los estudiantes y para el ambiente educativo en general. La manipulación implica influenciar a otros de manera engañosa o astuta para lograr un beneficio propio, lo cual va en contra de los principios éticos de la enseñanza. Es fundamental que los docentes fomenten la transparencia, la honestidad y la confianza en sus interacciones con los alumnos, promoviendo un ambiente de respeto mutuo y colaboración genuina.
Estilo pasivo: Un estilo pasivo por parte de un docente puede resultar en una falta de liderazgo y dirección en el aula. Ser pasivo puede llevar a que los estudiantes perciban al docente como poco comprometido o interesado en su aprendizaje, lo que podría afectar la motivación y el rendimiento académico de los alumnos. Es importante que los docentes encuentren un equilibrio entre ser firmes y ser comprensivos, fomentando un ambiente de respeto y colaboración en el aula. La comunicación clara, la organización y la participación activa en el proceso educativo son clave para evitar un estilo docente excesivamente pasivo.
Estilo asertivo: En este estilo, el docente establece una comunicación efectiva y respetuosa, constituye límites y expectativas claras y firmes, al mismo tiempo que muestra empatía y comprensión hacia sus estudiantes. Este enfoque busca equilibrar la autoridad con la empatía, promoviendo un ambiente de respeto mutuo y responsabilidad compartida para resolver conflictos de forma constructiva, lo que contribuye a un ambiente educativo positivo y productivo. Fomentar la asertividad en la interacción docente-alumno puede promover la confianza, la autoestima y el aprendizaje significativo en el aula.
En definitiva, no existe un estilo de interrelación único que sea adecuado para todos los docentes o situaciones. Sin embargo, es importante destacar que cada uno de estos estilos pone de manifiesto el nivel de desarrollo de las habilidades sociales del docente, además de tener implicaciones diferentes en la dinámica relacional y en el clima emocional del aula, así como en el desarrollo socioemocional de los estudiantes. En concreto, las habilidades sociales y los estilos de interrelación del docente tienen un impacto significativo en la calidad de las relaciones interpersonales en el ámbito educativo. Un docente con habilidades sociales desarrolladas y un estilo de interacción empático y respetuoso, tiende a fomentar vínculos caracterizados por la confianza, la autoestima, la motivación, la colaboración y crecimiento, tanto para los estudiantes como para sus colegas.
CONCLUSIONES
De acuerdo al proceso documental realizado se puede expresar que el rol del docente como agente mediador de la gestión educativa es de vital importancia en el proceso de enseñanza-aprendizaje. Este, no solo transmite conocimientos, sino que también actúa como facilitador, orientador y mediador entre los estudiantes, los contenidos curriculares y el entorno educativo. Por consiguiente, su labor va más allá de la mera transmisión de información, ya que debe fomentar el desarrollo integral de los estudiantes, promover la participación activa en el aula, y crear escenarios propicios para el aprendizaje.
De allí que, las relaciones interpersonales del docente como vínculos determinados por sus habilidades sociales y estilos de interrelación que profesa, son aspectos esenciales para el éxito educativo, pues son las que les permite establecer relaciones interpersonales positivas y constructivas con sus estudiantes y demás miembros de la comunidad educativa, comunicarse efectivamente y fomentar un entorno de respeto y colaboración.
Es por ello, que los docentes tienen la responsabilidad de cultivar habilidades sociales que les permitan establecer este tipo de relaciones, reflexionando sobre sus estilos de interrelación y materializando aquellos que favorezcan el desarrollo personal y socioeducativo de los estudiantes.