Introducción

El enfoque crítico-personalista o post crítico parte de la premisa de que la teoría educativa tradicional ha abordado la materia escolar con una visión normativa y ha explicado el proceso de aprendizaje por medio de perspectivas psicológicas, que difícilmente recogen la conducta en entornos socioculturales diversos. Frente a esta visión de la educación, este enfoque plantea que, cuando el estudiante aprende a ceder, modificar o crear su lugar macro o micro constitutivo, su identidad logra fusionarse con la materia. Este proceso, guiado por un proyecto crítico e identitario, se denomina autonomía o proactividad de la estructura escolar y se define como canal del espacio como identidad.

Según ^{(Peris Reig 2023)}, el desarrollo del pensamiento crítico constituye un aspecto central en los procesos educativos de numerosos países, enmarcado dentro de las competencias clave promovidas tanto por la Unión Europea como por diversas cumbres internacionales en educación. Vivimos en un contexto marcado por la incertidumbre y un mercado laboral en constante transformación, lo que exige que los estudiantes adquieran competencias que les permitan enfrentar estos cambios de manera activa. Esto implica integrar de forma organizada el saber, el saber hacer y el saber ser.

Por su parte, ^{(Villegas y Garay 2023)} señalan que el pensamiento crítico posee características específicas que deben ser consideradas al diseñar actividades educativas en los centros escolares. Definen este tipo de pensamiento como un proceso cognitivo, emocional y motivacional que permite abordar la información y emitir juicios fundamentados. La mayoría de los autores coinciden en que se trata de un proceso cíclico que comienza con una duda sobre un tema específico, seguido por la búsqueda, contraste y análisis de información. A partir de este proceso se construyen juicios y posturas que luego se comparten, debaten y, si es necesario, se refutan con base en diversas fuentes.

Finalmente, ^{(Ruiz Contreras 2022)} sostiene que el pensamiento crítico, en su sentido más riguroso, se relaciona estrechamente con el análisis lógico de fuentes y evidencias. Lo describe como un proceso mental regulado conscientemente, que requiere conocimientos específicos y habilidades para identificar, interpretar, analizar y argumentar mediante juicios analíticos y demostrativos. Asimismo, lo concibe como un razonamiento guiado que parte de premisas y formula preguntas profundas para explicar por qué el mundo es como es.

De manera complementaria, el pensamiento crítico implica crear y argumentar a partir de premisas, resolver problemas, tomar decisiones de compra, propuestas comerciales, estudio de diagnósticos y prescripciones médicas, incluso recomendaciones de políticas sociales o de seguridad. Pero lo que hay detrás de estas actividades es un razonamiento no claro, que es importante que se refuerce. No se trata simplemente de buscar información, sino de saber almacenarla, transferirla y aplicarla a la defensa de las decisiones que se tomen en la vida diaria.

A menudo se incurre en el error de asumir que acumular conocimientos diversos equivale a disponer de material suficiente para defender una postura argumentativa. En la vida diaria, se emiten múltiples juicios que son más o menos válidos o aceptables según la razón que los respalda y los medios para implementar un programa; en la enseñanza ocurre lo mismo, aunque se hace aún más evidente por el carácter orientado del aula ^{(Caro Seminario, 2021)}.

Por ello, ^{(Nieto-Ramos et al.2025)} destacan que el pensamiento crítico se ha consolidado como un valor fundamental para el desarrollo de una ciudadanía responsable y comprometida. En este contexto, la educación debe adoptar posicionamientos firmes sobre el tipo de formación que se necesita para contribuir a dicho propósito. En consecuencia, el currículo incorpora un enfoque transversal que, especialmente en la educación secundaria, promueve el desarrollo de competencias básicas como base para alcanzar una formación integral en los estudiantes.

En este contexto, el presente artículo aborda el desarrollo del pensamiento crítico en los estudiantes de secundaria, resaltando la importancia de las metodologías activas y el uso de tecnologías para fomentar una educación reflexiva, autónoma y crítica. Además, se exploran las bases teóricas que sustentan la enseñanza del pensamiento crítico y se analizan los factores que influyen en su desarrollo, con el fin de proporcionar una visión integral sobre cómo este tipo de razonamiento se puede consolidar en los estudiantes a través de un enfoque pedagógico apropiado.

Metodología

El enfoque metodológico adoptado en este estudio se basa en una revisión sistemática de la literatura sobre estrategias didácticas para el desarrollo del pensamiento crítico en la educación secundaria. Esta metodología permite identificar, analizar y evaluar las diversas prácticas pedagógicas empleadas en el ámbito educativo para fomentar el pensamiento crítico en los estudiantes de secundaria, contribuyendo así al entendimiento de cómo estas estrategias afectan el proceso de enseñanza-aprendizaje y promueven el desarrollo de habilidades cognitivas avanzadas.

La investigación se llevó a cabo siguiendo cuatro procedimientos fundamentales: identificación, selección, elegibilidad e inclusión. En la fase de identificación, se establecieron descriptores clave relacionados con el pensamiento crítico, las estrategias didácticas y la educación secundaria. Para la búsqueda en bases de datos académicas especializadas, se utilizaron combinaciones de descriptores con operadores booleanos, como "pensamiento crítico AND estrategias didácticas AND educación secundaria" o "desarrollo cognitivo AND metodologías educativas AND secundaria". Estos términos permitieron localizar un total de 245 registros que abordan temas como el uso de métodos pedagógicos, el desarrollo del pensamiento crítico y las estrategias de aula implementadas en el contexto de la educación secundaria. Para garantizar la actualidad y relevancia de los estudios, se estableció como criterio temporal de inclusión el período comprendido entre los años 2018 y 2023.

Durante la etapa de selección, se aplicaron filtros de "OPEN ACCESS" para asegurar que los documentos fueran accesibles de manera libre y gratuita. Se eliminaron los duplicados mediante el uso del operador booleano "NOT" (por ejemplo, "NOT duplicados") y, tras este proceso, se obtuvo un total de 98 documentos únicos. Estos estudios fueron revisados preliminarmente para verificar que cumplieran con los criterios iniciales definidos en la investigación.

En la fase de elegibilidad, se aplicaron criterios más estrictos para seleccionar únicamente aquellos estudios que abordaran de manera explícita estrategias didácticas orientadas al desarrollo del pensamiento crítico en el nivel secundario. Para ello, se utilizaron operadores como "AND" para combinar términos relevantes en la búsqueda, por ejemplo, "estrategias didácticas AND pensamiento crítico AND secundaria". Se procedió a revisar los resúmenes de los documentos, excluyendo aquellos que no cumplían con los criterios de inclusión. Como resultado, se eliminaron 72 estudios, quedando un total de 26 estudios relevantes. Estos documentos fueron exportados en formato CSV (Excel), lo que facilitó una revisión más detallada de los resúmenes y permitió asegurar que cada estudio estuviera alineado con los objetivos de la investigación.

Finalmente, en la fase de inclusión, se realizó una revisión exhaustiva de los estudios seleccionados. Tras este análisis, se definió un corpus de 15 estudios clave que abordaban de forma efectiva el uso de estrategias didácticas para promover el pensamiento crítico en los estudiantes de secundaria. La selección de estos trabajos se basó en un marco estructurado que incluyó: la inclusión explícita del desarrollo de estrategias didácticas como eje central del estudio, la claridad en la presentación de resultados, y la justificación teórica basada en el análisis del contexto educativo y las prácticas pedagógicas aplicadas. Además, se consideraron aspectos como la formulación precisa de los objetivos de cada investigación, la especificación de los criterios de elegibilidad utilizados y la aplicación de estrategias sistemáticas de búsqueda en bases de datos académicas especializadas.

Figura 1:  Diagrama de flujo PRISMA del proceso de selección de estudios para la revisión sistemática 

Resultados

Cada uno de los estudios fue analizado para garantizar la relevancia y calidad de los datos recopilados, y se tomaron en cuenta las limitaciones y posibles sesgos de los estudios incluidos. El proceso de inclusión permitió obtener una visión amplia y profunda de las estrategias didácticas que favorecen el desarrollo del pensamiento crítico en la educación secundaria, proporcionando una base sólida para las conclusiones de este trabajo. Los trabajos seleccionados se presentan en la tabla 1.

Discusión

El desarrollo del pensamiento crítico en el ámbito educativo, particularmente en la educación secundaria, exige una planificación didáctica que incorpore metodologías activas y centradas en el estudiante. Como señalan ^{(Rodríguez-Torres et al. 2025)}, la implementación de estrategias didácticas orientadas al pensamiento crítico debe contemplar el fomento del aprendizaje autogestivo, el trabajo cooperativo y la formación integral de los estudiantes. Esto implica el uso de metodologías que potencien competencias clave como aprender a aprender, aprender a colaborar, resolver problemas y realizar proyectos de manera autónoma.

Desde esta perspectiva, (^{Flores et al. 2023}) proponen un enfoque educativo centrado en la persona, el cual introduce metodologías innovadoras como las webquests, el aprendizaje por investigación, el estudio de casos, el aprendizaje basado en tareas y el modelo de indagación sobre la práctica docente. Este enfoque plantea un cambio de paradigma que reconoce la diversidad del alumnado como un elemento clave del proceso educativo. Se enfatiza la necesidad de considerar distintos ritmos y estilos de aprendizaje, la diversidad cultural, así como las capacidades y potencialidades individuales, todo ello vinculado con la variedad de contenidos abordados en las unidades didácticas.

En línea con esta transformación metodológica, ^{(Espinosa 2024)} analiza la creciente incorporación del Aprendizaje Basado en Problemas (ABP) en diversos niveles educativos. Aunque el ABP ha mostrado resultados positivos, especialmente en el ámbito universitario y en programas de formación profesional, existen vacíos significativos en la literatura respecto a su implementación en otros niveles y áreas, como la educación infantil o artística. Además, Espinosa advierte que gran parte de los estudios centrados en el ABP priorizan el grado de satisfacción estudiantil, dejando de lado la atención educativa a aquellos alumnos que no se integran plenamente en esta metodología.

Estas observaciones ponen en evidencia la necesidad de diseñar estrategias más inclusivas y flexibles, que no solo potencien el pensamiento crítico en los estudiantes que se adaptan fácilmente a metodologías activas, sino también en aquellos que requieren un enfoque más individualizado. El desafío actual radica en encontrar un equilibrio entre innovación pedagógica y atención a la diversidad, garantizando que el desarrollo del pensamiento crítico sea un objetivo alcanzable para todos los estudiantes, sin exclusiones.

Por su parte, ^{(Banegas et al. 2024)} explican que el Aprendizaje Cooperativo se basa en la colaboración entre estudiantes para alcanzar un objetivo común, sustentado en teorías del aprendizaje social y cognitivo. Este enfoque se opone al aprendizaje competitivo, donde el éxito de unos implica el fracaso de otros, y al aprendizaje individualista, en el que cada estudiante persigue sus metas sin interacción con sus compañeros. A menudo se confunde con el aprendizaje colaborativo; sin embargo, los autores aclaran que, aunque los términos suelen emplearse como sinónimos, presentan diferencias sustanciales. El aprendizaje colaborativo tiende a ser más flexible e indeterminado, con interacciones y actividades que emergen de forma espontánea a lo largo del proceso. En cambio, el aprendizaje cooperativo está más estructurado: las metas están claramente definidas, los roles asignados y las tareas distribuidas, ya sea de forma equitativa o heterogénea, lo que permite alcanzar objetivos individuales dentro de un trabajo grupal.

Complementando esta perspectiva, ^{(Espinoza-Mantuano y Vega-Intriago 2024)} señalan que, en el aprendizaje cooperativo, la concreción de objetivos promueve un compromiso más alto por parte de los estudiantes, quienes asumen roles previamente establecidos. No obstante, estos roles no deben entenderse como permanentes o limitantes; por el contrario, se espera que los estudiantes puedan rotar en sus funciones, asumiendo diversas responsabilidades a medida que desarrollan habilidades para el trabajo en equipo y reflexionan sobre su proceso de aprendizaje.

Desde una visión práctica, ^{(Salgado et al. 2022)} sugieren estructurar actividades interdependientes y heterogéneas, de manera que los estudiantes cooperen activamente desde sus roles para alcanzar los objetivos planteados. Destacan que el uso de estrategias como dinámicas grupales o tareas con responsabilidad individual favorece la efectividad del aprendizaje cooperativo. Asimismo, recomiendan que los equipos se conformen al menos por parejas, lo que permite establecer formas propias de interacción, especialmente durante las primeras sesiones. En esta etapa inicial, los estudiantes comienzan a reproducir patrones de trabajo que, con el tiempo, dan forma a una estructura colaborativa sólida dentro del aula.

Por su parte, ^{(Moreira et al. 2024)} destacan que la enseñanza por proyectos constituye una metodología activa que favorece el desarrollo integral del alumnado, al promover capacidades diversas mediante una experiencia de aprendizaje colaborativa y orientada a la resolución de problemas reales. Esta técnica, guiada por el docente, impulsa a los estudiantes a trabajar de manera activa en la búsqueda de soluciones, concretando sus aprendizajes en un producto final tangible. El enfoque tiene una clara base constructivista, ya que considera el trabajo cooperativo como eje del aprendizaje, reconociendo además el error como parte natural del proceso formativo.

En la misma línea, ^{(Batista y Bauta 2023)} subrayan que los proyectos de aprendizaje, en tanto estrategias metodológicas centradas en el estudiante, permiten una reflexión significativa tanto a nivel conceptual como cognitivo y emocional. Estos proyectos contribuyen a una formación científica, profesional y ciudadana, articulando múltiples estrategias que se adaptan a las características del grupo. Desde su planificación hasta la evaluación final, el aprendizaje basado en proyectos (ABP) se desarrolla dentro de un marco global que frecuentemente abarca la totalidad de los contenidos de una asignatura.

Sin embargo, como advierten ^{(Roa y Cárdenas 2023)}, la implementación de propuestas innovadoras como el fomento del pensamiento crítico a través de metodologías activas enfrenta múltiples desafíos. Su aplicación en el aula constituye un escenario complejo que requiere considerar factores sociales, políticos y económicos, así como la atención a la diversidad, la normativa escolar con enfoque inclusivo y la colaboración con las familias y la comunidad educativa. Además, es necesario prever mecanismos de ajuste y control que garanticen la viabilidad y sostenibilidad de estas estrategias en el tiempo.

En consecuencia, la escuela es el escenario por excelencia de las relaciones entre profesores y alumnos, pero a su vez también es un espacio donde cuentan tanto las ideas y opiniones vertidas por alumnado y docente en los procesos de enseñanza-aprendizaje, sino también otros tipos de elementos o estructuras que son favorecedoras y/o restrictivas para el desarrollo de los aprendizajes individuales y de grupo. Uno de estos tipos de “comunicados”, por así llamarlos, son las normas respecto a todo tipo de cuestiones educativas, bien ya sean políticas, sociales o incluso pedagogías o didácticas. Este tipo de “comunicados” suponen un elemento de gran importancia sobre el trabajo de equipos y cuerpo docente a la hora de formarse y de dotarse de herramientas que faciliten un cambio de la acción educativa más significativo. Se mostrarán algunas de las restricciones que se puede tener en cuenta en nuestra práctica educativa ordinaria, en relación a la atención a la diversidad y la creación de un entorno inclusivo en la institución escolar.

Conclusiones

El fomento del pensamiento crítico en los estudiantes de secundaria es fundamental para su desarrollo integral y para prepararlos frente a los retos de la sociedad contemporánea. Las diversas estrategias pedagógicas analizadas, tales como el uso de videojuegos, el análisis de anuncios publicitarios y el ABP, demuestran que la combinación de enfoques activos y colaborativos favorece significativamente la consolidación de habilidades cognitivas avanzadas.

Los estudios revisados destacan la relevancia de las interacciones en el proceso de aprendizaje, ya sea en entornos digitales o presenciales. No obstante, es la calidad de estas interacciones lo que resulta crucial para fomentar una reflexión profunda y un razonamiento crítico, más allá de una simple participación. En este contexto, el aprendizaje híbrido, que fusiona herramientas digitales con métodos tradicionales, emerge como el enfoque más eficaz para cultivar el pensamiento crítico.

Por otro lado, el trabajo colaborativo, mediado por factores como la motivación y las habilidades laborales, se revela como un elemento esencial para el desarrollo de habilidades críticas. La investigación sugiere que las estrategias colaborativas deben diseñarse considerando estos factores internos de los estudiantes, para maximizar su impacto en la promoción del pensamiento crítico.

Finalmente, el uso de entornos digitales puede ser una herramienta poderosa para potenciar el pensamiento crítico, siempre que se fomente la reflexión analítica, el debate fundamentado y una argumentación sólida. Sin embargo, el rol del docente sigue siendo esencial, no solo como facilitador de recursos, sino como guía que estimula y orienta el pensamiento reflexivo en los estudiantes.