Acta Botánica Venezuelica
versión impresa ISSN 0084-5906
Acta Bot. Venez. v.33 n.2 Caracas dic. 2010
Mauricio Ramia: el proceso de hacerse investigador
José Miguel Cruces
Centro de Estudio de
Esperar a saber lo bastante para actuar con toda lucidez es condenarse a la inacción Jean Rostand Inquietudes de un biólogo Ed. Fontanella, Barcelona, 1969, pp. 17.
Resumen
Este trabajo da cuenta del tránsito de Mauricio Ramia (1930) por la carrera de investigador en el campo de la ecología de sabanas en Venezuela. Tras más de cincuenta años de labor destaca una obra construida y decantada con base en disciplina, intuición y perseverancia.Su esfuerzo constituye un aporte reconocido y valorado por los estudiosos de esta rama en el país, como contribución básica para el establecimiento de análisis posteriores en la ecología de este ecosistema en Venezuela. Su legado se expresa en un considerable número de publicaciones, además de formación y motivación de un significativo grupo de estudiantes y profesionales acerca de estos estudios.
Palabras clave: Ecología, llano venezolano, Mauricio Ramia, sabanas, Venezuela
Mauricio Ramia: The process of becoming a researcher
Abstract
This manuscript examines Mauricio Ramias career as a researcher in the field of savanna ecology in
Key words: Ecology, Mauricio Ramia, savanna, Venezuelan plains, Venezuelan savanna
Recibido: 02/06/2010 Aceptado: 04/10/2010
Introducción
La labor de Mauricio Ramia se podría resumir de modo general haciendo uso de una frase que Claude Brezinsky (1993) toma prestada a E. Renan, quien en 1894 habría dicho que ningún trabajador es inútil en la ciencia. Posteriormen te el primero añadiría una expresión complementaria a dicha frase diciendo que cada investigador aporta su piedra a la construcción del edificio (de la ciencia); frases que esbozan, de inicio, al personaje que motiva este trabajo en tanto sus aportes tienen la propiedad de ser parte fundamental de las bases del edificio de una disciplina científica en la que sin duda ha dejado su impronta: la ecología de sabanas de Venezuela.
Ramia se inscribe desde la perspectiva de su obra, entre una serie de hombres y de mujeres venezolanos -y no sólo en ciencias- que se esconden tras el silencio creativo como una forma de hacer mejor sus trabajos porque en definitiva lo que buscan, más allá del ruido de lo puramente externo e intrascendente, es su propia esencia a través de cada aporte en ese hacer de cada día. En este orden de ideas, y gracias a la labor de diversos estudiosos, se han realizado trabajos -entre otros- sobre José María Vargas (1986), publicados a propósito del bicentenario de su nacimiento por Laureano Villanueva y Blas Bruni Celli; también los realizados sobre Rafael Rangel por Marcel Roche (1978); sobre Gabriel Chuchani por Yajaira Freites (1994) o sobre aspectos de las obras de investigadores (o constructores de caminos a la ciencia) venidos de otras tierras, cual es el caso de Agustín Codazzi, por J.J. Pérez Rancel (2002); Henri Pittier, por Yolanda Texera (2001, 2006, 2008); y sobre la labor del paleontólogo estadounidense George G. Simpson y del agrónomo genetista de origen argentino, Salomón Horovitz, realizados por Hebe Vessuri, en 2001 y 2005 respectivamente.
Ramia es un autor que aunque es bien conocido por los especialistas de su área, aún no ha sido estudiado en toda la extensión, y desde su obra. Ciertamente no es un ecólogo de la nueva ecología como pudieran ser, en Venezuela, Maximina Monasterio, Guillermo Sarmiento, Ernesto Medina, Valois González, Juan Silva, y otros, quienes han desarrollado líneas de trabajo ajustadas al enfoque cuantitativo y experimental de la ecología según lo captaron de sus maestros, -básicamente estadounidenses y europeos-, que sin duda dieron bases para el establecimiento de la ecología moderna en Venezuela. Ramia es más bien un estudioso de una ecología clásica que integra aspectos cuantitativos con enfoques cualitativos del ecosistema. Maneja muy bien los conceptos taxonómicos de la botánica, lo que le ha permitido una visión descriptiva básica para los estudios primarios de estos ambientes; de otra parte, su singular capacidad de observación le ha llevado a nutrirse del conocimiento de hombres que conviven en las distintas sabanas nacionales, imprimiéndole cierto valor antropológico a sus estudios. Por lo demás, es seguramente el único venezolano que se conoce en detalle y ha descrito florística y ecológicamente todas las sabanas nacionales ubicadas al norte del Orinoco y al occidente del país, lo cual no es poca cosa.
Es un investigador sui generis en el sentido de que no responde del todo al patrón moderno de formación para una actividad tan exigente como ésta, vale decir, siguiendo una secuencia formal de trabajo en un ambiente académico bajo la égida de uno o diversos maestros. Es cierto, Ramia tuvo, -y lo reconoce explícitamente-, modelos que orientaron su trabajo de hacer ciencia, especialmente en el campo de la taxonomía. Pero en su condición de investigador de las sabanas venezolanas existen elementos que llevan a concluir que se fue formando a sí mismo de acuerdo a las circunstancias y necesidades que se le presentaron en esa búsqueda, y especialmente guiado por su muy aguda intuición. Mauricio Ramia parece haber atisbado con singular certeza -desde muy joven- los objetivos de su trabajo como investigador y hacia allá apuntó su acción con una notable perseverancia; en este sentido, es un caso ciertamente original. Esta aproximación que se hará a la obra de este autor estará centrada en su hacerse investigador desde su hacer investigación.
La vocación de investigador, primeras señales
Cuando se observa la formación académica inicial de Mauricio Ramia no se vislumbra con certeza la labor que posteriormente desarrollaría en el campo de la ecología de sabanas en Venezuela, incluso, sus primeras publicaciones de ningún modo se asocian directamente a esta materia. En su catálogo se observa que su primera publicación la realiza alrededor de un tema ligado eminentemente a la botánica sistemática de la mano del profesor y biólogo Leandro Aristeguieta (Aristeguieta & Ramia 1951). Tenía Ramia unos 21 años para entonces y habiendo salido del bachillerato se dedicaba a los estudios de agronomía en la ahora Escuela de Agronomía de
En su segunda publicación, a sus 23 años, Ramia agrega un trabajo relativo a la parasitología vegetal venezolana (Ramia 1953), pero esta vez no se trata de un aporte sobre la microbiología o micología relativa a parásitos vegetales, sino más específicamente a un estudio de plantas parásitas de Venezuela en su expresión botánica (familias, géneros, especies, hábitos), estudio que aprovechó para incluir aspectos ecológicos simples, relativos a las relaciones de estos grupos con su entorno natural. Queda evidenciada, no obstante, su clara vocación para la investigación y su orientación hacia la botánica, espacio disciplinario en el que aún buscaba su tema específico. Antes de salir del bachillerato, a finales de los años de 1940, la carrera que deseaba cursar era ingeniería, una de las de mayor pragmatismo en el contexto de los estudios universitarios.1 Cabe recordar, no obstante, que si bien las oportunidades de estudios para la formación en carreras de tipo científico no eran un hecho común en
En aquella Escuela de Agronomía tenía Ramia una significativa actividad en botánica, en donde como preparador de esta asignatura básica cumplía incluso un papel docente de relativa responsabilidad. Para ese momento tenía muy buenas relaciones, especialmente con los botánicos más visibles del grupo promotor de esta disciplina en Venezuela (Tobías Lasser, Leandro Aristeguieta y Víctor Manuel Badillo, entre otros).2
Los ambientes para su formación
Por lo que puede intuirse por los pasos previos y por su obra posterior, es de suponer que Mauricio Ramia tuvo siempre una considerable vocación por la investigación. Resulta notable que pese a las dificultades que el medio ofrecía para iniciarse o realizar este tipo de actividad, él insistiera en continuar por esa senda. El contexto institucional aún incipiente -y en algunos casos inexistente para las ciencias-, y el clima político de fuerte inestabilidad e incertidumbre no eran precisamente espacios para promover talentos o crear instituciones en este sentido. Cuando Ramia intenta incursionar en este campo, siendo aún muy joven, por un lado, Pittier, -pero también Lasser y otros pocos- ya habían asomado sus intenciones por crear espacios institucionales y labores de acopio de material e información científica. Es notable el cúmulo de dificultades que hubo de encarar Pittier, por ejemplo, para lograr institucionalizar algunos espacios para la ciencia venezolana durante la primera mitad del siglo XX (Texera 2006). Por otro lado, no menos adversos fueron los esfuerzos de lo que pudiera llamarse el grupo Aso- VAC3, liderado por el Dr. Francisco De Venanzi, y los de la efímera pero efectiva Fundación Luis Roche, que posteriormente tuvieran singular impacto en la institucionalización de la ciencia en Venezuela (Vessuri 1984). De modo que no era tarea fácil hacerse investigador en un medio relativamente difícil y ello pese a que, como afirman Vessuri & Díaz (1984), desde los años de 1940 se vino gestando un proyecto educativo que tuvo un papel importante en la transformación de la estructura social, política y económica del país.
Pero Ramia supo sortear cada uno de los escollos que encontró y sin mayores alardes de cientificismo fue construyendo su nicho. Hay un aspecto personal que coadyuva en favor de su búsqueda y ello es su natural simpatía y capacidad para hacer y promover espacios de amistad, característica que al decir de sus colegas y amigos es una de las claves en sus alcances y logros. Aún hoy, luego de más de cincuenta años de haberse iniciado en los campos de la botánica y de la ecología, conserva su característica jovialidad y promueve estos espacios de afecto entre colegas y alumnos.
Una primera incursión en esto de hacer contacto con lo natural del ambiente la inició a través de su participación, en tiempos de su adolescencia, en el Centro Excursionista de su Liceo (el Fermín Toro, de Caracas). Allí comenzó a desarrollar, como gusta decir, su afición por el monte, y a establecer relaciones de amistad con compañeros cuyos intereses eran afines a los suyos. Es muy probable que esta actividad haya movido algunos resortes vocacionales por la naturaleza. La actividad de excursionismo se complementó con las actividades de campo de la asignatura Mineralogía, -del último año del bachillerato- entonces dictada por el profesor Rodolfo Loero Arismendi, conocido además por su influencia en el establecimiento de la química industrial en Venezuela (Vessuri & Safar 1983; Bifano 2003). Este profesor les invitaba y acompañaba a excursiones exploratorias sobre la geología de algunas zonas de Caracas (especialmente en el cerro El Ávila), oportunidad que aprovechaban para coleccionar no sólo muestras de rocas o minerales, sino de especímenes botánicos. Sin duda que tales acciones fueron creando en el joven Ramia cierta disciplina y sistematicidad sobre el trabajo de colección de muestras naturales y han debido motivarle hacia el cultivo de la investigación en su amplia acepción de acopio y elaboración sistemática de información, y posterior publicación en diversos medios.
El encuentro formal con la botánica se da, de un lado, por el curso formal de Botánica Sistemática en el primer año de la carrera de agronomía, y del otro, porque siendo estudiante de esta carrera fue invitado a trabajar en el Herbario de Venezuela Nacional en donde conoció, entre otros, a dos botánicos de amplia formación como fueron el ya mencionado Víctor Badillo y Ludwig Schnee. Un detalle que le resultó significativo por la trascendencia de la relación que se generó y por la importancia para su formación fue su amistad con Leandro Aristeguieta, para entonces investigador del Herbario Nacional y posteriormente docente e investigador de
Primeros contactos con la sabana venezolana
Una vez de regreso en Venezuela luego de concluir sus estudios de agronomía en
Si bien Ramia parece tener un deseo interior que le impulsa a conocer los aspectos florísticos y sus relaciones con el medio natural, -a los 26 años y ya agrónomo- actúa formalmente tal como se lo dicta esta profesión y da muestras de uno de los aspectos definitorios de la naturaleza de estos profesionales: el sentido de lo práctico. Pese a que se trata de un estudio básicamente florístico, Ramia le asigna una utilidad práctica al trabajo sobre los Llanos de Barinas, en razón de que observa que la comunidad de productores vive una relativa confusión y carencia de nomenclatura para los pastos naturales.6 En tal sentido dice que a medida que realizaba el trabajo se dio cuenta de que los nombres comunes o vulgares de los pastos, que le habían suministrado sus informantes, de poco o nada le habían servido pues con un mismo nombre se referían a diversas especies, y caso contrario, daban varios nombres comunes a una misma especie. De modo que concluye que sería ideal que la nomenclatura popular de las plantas forrajeras nativas fuera más precisa y abarcara las distintas regiones ganaderas del país.7 Es decir, detecta razones que le incentivan a realizar un trabajo de investigación más allá de la simple obligación laboral.
Un segundo contacto con la sabana venezolana lo tiene una vez que decide cambiar de empleo y trabajar como agrónomo en el proyecto de
Tras su peregrinar por diversos sitios en labores muy poco estables y con seguridad muy alejados de sus deseos, decide, ya en Caracas, -durante este año 1958- proponerle al Dr. Tobías Lasser, entonces director del Instituto Botánico, su entrada a este Instituto en carácter de investigador del Herbario Nacional. Sin embargo, por alguna razón, el Dr. Lasser no muestra ningún interés por esta propuesta y Ramia debe continuar con su periplo por otros espacios en la búsqueda de un mejor nicho para sus intenciones.8
No obstante, es a partir de este año 1958 cuando se observa de un modo más explícito a un Ramia que intenta ubicarse en una actividad vinculada a la investigación, y muy especialmente en el campo de
Tenía sin duda una verdadera motivación hacia la sistemática vegetal. Sin embargo, pese a que tenía en su haber un trabajo previo publicado sobre los pastos de los llanos de Barinas, ello aún no definía, al menos explícitamente, los rasgos de su futura atención por las sabanas venezolanas aunque su experiencia en actividades ligadas a la agrostología abonaría mucho su futuro espacio de trabajo. En un trabajo posterior sobre los tipos de sabanas en los llanos de Venezuela (Ramia 1967), aclara que inicia su acercamiento a las sabanas venezolanas en noviembre de 1955; pero obviamente, ello no indicaría que en efecto ya había orientado sus intereses hacia ese ecosistema.
Apure en un viaje
Un hecho por demás significativo en el proceso de conformar un nicho para explotar, desde la perspectiva del hacer ciencia, lo constituye su primera visita de trabajo a los llanos del estado Apure. Para este momento ya tiene una visión parcial de las sabanas de los llanos de Barinas y de los llanos de Guárico a partir de las visitas de trabajo que hiciera previamente en el marco de otras actividades; ahora va a Apure, como responsable de
El viaje que en 1958 realiza a Apure (Fig. 1) se da por una invitación que le hace el Dr. Marion M. Striker, para que le acompañara y manejara el vehículo. Este investigador trabajaba para
Fig.
Es de hacer notar, de otra parte, que la primera clasificación que hace sobre los tipos de sabanas llaneras (Ramia 1967) incorpora el conocimiento popular, incluyendo términos que son propios de los llaneros de las sabanas de los estados Barinas, Apure, Portuguesa y Cojedes, tales como banco, bajío y estero, términos que reflejan la posición fisiográfica en el microrelieve del llano de estas entidades. 10 Cuando un llanero dice banco se refiere a la posición más elevada del relieve; espacio que no se inunda durante los meses de lluvia (mayo a octubre). El bajío y el estero son posiciones fisiográficas sucesivamente más bajas en donde se acumula el agua parcial o totalmente durante este período lluvioso. Desde luego, la variación en los niveles de humedad inducirá variación en la diversidad de especies vegetales; de allí que Ramia utilice estas posiciones fisiográficas como referencias de tipo de sabana siguiendo su criterio gramínico porque, como dice: cada espacio fisiográfico tiene sus particulares especies (Ramia 1967).
Ramia refiere que prestó mucha atención a los comentarios de los dueños de hatos, peones de llano y otra gente que encontró durante este periplo. Es una muestra muy elocuente de la utilización de informantes que necesaria y consuetudinariamente considera en sus trabajos como una forma de aprehender o corroborar información sobre determinados hechos. Este mecanismo le ha permitido conocer más en detalle la relación entre el ambiente de la sabana y el hombre que la habita, haciendo una especie de incipiente ecología humana muy al estilo de lo que reflejara Humboldt en
Ramia se va acercando a la ecología desde la botánica bajo una visión que en palabras de Blydenstein (1962) se podría denominar como clásica; se refiere este autor a la visión descriptiva-cualitativa heredada y reflejada en la narrativa de Humboldt y que con un enfoque naturalista fue ampliada por diversos autores. En tal sentido, bien vale la pena hacer referencia a un trabajo sobre el particular de Margalef (1974, citado por Gallopín 1986), en el que detalla gráficamente el esquema cronológico del desarrollo de la ecología terrestre. Entre los principales constructores de este enfoque estarían, Humboldt, Audobon, De Candolle, Darwin y otros, en el siglo XIX, y posteriormente, durante la primera mitad del siglo XX, Schröter, Warming, Clements, Braun-Blanquet, Shelford, Elton, etc.
El trabajo de Ramia sin duda puede contextualizarse, con sus particularidades, en la línea más naturalista o de ecología descriptiva, cuya visión es relativamente cualitativa. En comunicación que hizo uno de sus colegas, -y heredero de sus cursos de Ecología de Sabanas de
El contexto de los estudios de la ecología de las sabanas tropicales
Para el momento cuando Ramia inicia tímidamente sus estudios florísticos con leves rasgos ecológicos sobre las sabanas de Venezuela (1957), muy poco se había hecho sobre el particular de modo continuo y sistemático en el país. Pero aún en el trópico las tesis ecológicas sobre este ecosistema eran aún incipientes. A este respecto, en una amplia revisión monográfica que hace Beard (1953) sobre las sabanas de América Tropical, afirma que sobre los pastizales naturales de América Tropical comúnmente llamados sabanas se conocía muy poco en cuanto a su composición o relaciones ecológicas debido a que esta parte del mundo era, con mucho, un continente científicamente oscuro (dark continent) (Beard 1953)13. Para ese momento había distintas teorías sobre la ecología de sabanas pero sobre datos de campo relativamente inadecuados, con la sola excepción, afirma, de los trabajos de Rawitscher, publicados en 1948.
Por su parte, Blydenstein (1962) refiere que fue Grisebach quien en 1872 hace el primer tratamiento ecológico de las sabanas a través del primer enfoque ecológico sobre la vegetación de este ecosistema. Agrega además que Warming realizó en 1892 un trabajo especial sobre las sabanas americanas haciendo uno de los primeros estudios detallados sobre una comunidad vegetal y en el que propuso como tesis acerca de su origen una combinación de condiciones especiales entre estacionalidad climática y suelos. En cuanto a Venezuela, Beard (1953) afirma que fue Schimper quien hizo un reconocimiento inicial a partir de un viaje por los llanos venezolanos en 1903. Otro ecólogo que en esa primera mitad del siglo XX observó las sabanas venezolanas (centrales y del sur) fue Myers, quien viajó de Caracas a San Fernando, pasando por San Juan de los Morros, Ortiz, El Sombrero y Calabozo en 1930. Myers había realizado descripciones muy parecidas a las que Beard hizo posteriormente en el oriente y centro del país, aunque obviamente se encontró con algunos paisajes y composición florística distintos, especialmente los del bajo llano, o llano inundable (Beard 1953). De otro lado, es de destacar el comentario de Venegas Filardo (1983), quien refiere que un profesor francés, Raymond E. Crist, presentó una tesis ante
Es a partir de la segunda mitad del mencionado siglo, desde la década de 1960, cuando especialmente Vareschi, Blydenstein, y Sarmiento y Monasterio14 realizan trabajos ecológicos de carácter cuantitativo de singular importancia en el seno de la sabana venezolana. El primero (austríaco) y los dos últimos (argentinos) traen una formación de la escuela europea, mientras que Blydenstein era un experto de
La intuición de Ramia
Cuando Ramia desarrolla sus primeros trabajos, en 1955, los estudios ecológicos comenzaban a desarrollarse, en los países del centro, bajo el enfoque del concepto de ecosistema, término éste que había sido introducido por Tansley en 1935. Hasta ese momento había dominado la visión de comunidades, que se había iniciado a principios del siglo XX y que tuvo su apogeo luego de los años de la década de 1920 alrededor de figuras como A. Thienemann, J. Braun-Blanquet y C. Elton. Si bien este enfoque acogió el uso de herramientas matemáticas, especialmente para estudiar la dinámica de conjuntos de especies interactuantes, lo cuantitativo no era lo más intenso como lo fue a partir del uso de lo que Van Dyne (1981) llamó la nueva ecología, en la que se intensificó el uso de las herramientas de automatización de datos y de procesos de modelación de sistemas ecológicos, enfoque que tomó mayor auge a partir de los años sesenta y que recibió el influjo de
Ramia se inscribe, al inicio de su carrera como investigador, en la región intermedia entre estas dos corrientes de la ecología, la de comunidades por un lado, y el análisis de sistemas ecológicos por el otro. Este autor inicia sus trabajos cuando en los países del centro aún persiste el enfoque de comunidades, pero ya se vislumbra la nueva ecología. No obstante, en Venezuela, y en muchos otros países de la región latinoamericana aún no se vivirá este ecotono en razón de las dificultades propias de la institucionalización de la ciencia. En 1955, como ya se mencionó, en Venezuela apenas se había creado
Empero, pese a las evidentes carencias institucionales, y las propias de la formación disciplinaria para entonces, -especialmente para encarar el reto de la ecología de comunidades en un ambiente donde nadie realizaba estos estudios-, Ramia inició sus primeros trabajos armado de lo que sabía hacer bien, propiamente y en colaboración: la sistemática de las especies de las comunidades que eligió trabajar. Ésa era la base de los estudios de comunidades, el manejo de la cuestión florística unido al conocimiento de las condiciones de suelo, del clima y el apoyo de técnicas cartográficas y de la fotogrametría. Con esta acción Ramia parece haber demostrado un principio que resulta significativo en esto de hacer ciencia, y es que muchas veces para descubrir caminos en este campo, aparte de tener suficiente conocimiento sobre el tema que se encara, se requiere básicamente de una gran intuición. El conocimiento es fundamental, desde luego, pero la imaginación -y más aún, la intuición- son la luz que se requiere para ver la parte fundamental de una senda científica.
Es cierto que buena parte de los científicos ha tenido una inducción a sus temas a partir de sus maestros o tutores y/o grupos de investigación en los que participan, y naturalmente sus logros se deben con mucho a su grado de originalidad, autonomía y capacidad de trabajo y de esfuerzo. Es el caso de ecólogos y ecofisiólogos venezolanos que se formaron a partir y durante los años sesenta, fundamentalmente en universidades europeas y estadounidenses; por mencionar sólo algunos, están: Ernesto Medina y Federico Pannier, en Alemania; Justiniano Velásquez, en Polonia; Gilberto Rodríguez, en EEUU y Reino Unido; Valois González, Juan Silva y José de San José, en EEUU, todos bajo la dirección de ecólogos bien conocidos y en el campo de una ecología más experimental. Ramia no forma parte de ese enfoque y se podría afirmar que no tiene un maestro identificable más allá de aquellos a los que él reconoce con manifiesta gratitud: Leandro Aristeguieta, Zoraida Luces, Julian Steyermark y Víctor M. Badillo (botánicos), y a Francisco Fernández Yépez (agrónomo), pero que han sido realmente investigadores en el área de la botánica sistemática, -y por tanto muy descriptivos- a excepción del último, especialista en entomología.16
Aparte de su formación como agrónomo y de su intento por realizar estudios de maestría en el campo de la fitopatología, Ramia no tiene otros estudios formales ni algún maestro específico en el campo de la ecología de sabanas. Se podría afirmar que, en este campo, tiene una autoformación y que su orientación obedece a su propia intuición e imaginación, y aquí está seguramente uno de los aspectos más brillantes en su transitar por el camino de hacerse investigador. Por la intuición, según lo apunta Brezinski (1993), los científicos de talento se apoderan de lo que está oculto a otros hombres, perciben relaciones entre fenómenos aparentemente aislados, y adivinan la existencia de un tesoro ignorado. En el caso de Ramia, esta intuición se refleja en la labor de vislumbrar y de hacer un camino y un espacio para la ecología de sabanas enmarcado en el enfoque simplificado de la ecología de comunidades de Braun-Blanquet, justo antes (e incluso paralelamente) que otros investigadores iniciaran esos estudios -con suficientes recursos teórico-cuantitativos- sobre estos ecosistemas en Venezuela, tal es el caso de J. Blydenstein, G. Sarmiento y M. Monasterio.17
Según afirma Herrera (2001), la escuela de Braun-Blanquet, -escuela fitosociológica-, estableció bases muy claras para la clasificación de las comunidades vegetales. Sus principios de ordenación espacial y cartográfica, basados en inventarios florísticos y factores climáticos y edáficos, son ejemplos de la combinación de parámetros ecológicos para lograr una subdivisión coherente de la vegetación. Estas tempranas clasificaciones, que se han dado en llamar subjetivas fueron la base de la actual ecología vegetal cuantitativa. Y precisamente allí, en los principios de ordenación espacial y cartográfica, basados en inventarios florísticos, y factores climáticos y edáficos es donde Ramia fundamenta el trabajo con cada vez mayor esfuerzo y sistematicidad. Y desde luego, por realizarlos desde el espacio transicional entre dos escuelas de ecología y mantener su enfoque aún en terrenos de la nueva ecología es porque se le cataloga de no tener bases cuantitativas modernas y por tanto pudiera vérsele como subjetivo. Pero en Venezuela alguien tenía que realizar estos trabajos y servir de puente entre esas dos visiones de la ecología; por fortuna, gracias a la intuición de este investigador se ha llenado ese vacío de conocimiento. El tránsito hacia y por la ecología de sabanas Entre 1957 y 2006 Ramia publicó unos 25 trabajos, 21 de los cuales en publicaciones periódicas (revistas) y tres en formato de libro. Aparte de ello, hizo y publicó otros trabajos sobre temas vinculados a la botánica y a la ecología general. Entre el total de sus trabajos aproximadamente un 80 por ciento fueron dedicados a la ecología del ecosistema sabana tomando como centro el componente florístico. Cuando se analiza la serie de estos trabajos desde la perspectiva de los temas que aborda, o del tratamiento de la información de que dispone y de la amplitud del enfoque y la voluntad por lograr una cada vez mayor representatividad de estos ecosistemas, se observa el esfuerzo por la maduración en el conocimiento por estos temas.
Primer período, 1957-1964
Una primera etapa de su catálogo de publicaciones es sin duda el lapso 1957- 1964, y se podría calificar como su período netamente descriptivo. Entre los trabajos que publica se cuentan: Ramia 1957, 1958, 1959 (a, b), 1960, 1961 (a, b), 1962 y 1964, y en ellos se refleja una búsqueda y asentamiento del campo de trabajo. Los dos primeros (1957 y 1958) relativos respectivamente a las sabanas de Barinas y a los médanos del llano guariqueño, tienen una directa vinculación con el ecosistema sabana. En el primero hay un esfuerzo descriptivo, en especial atendiendo al componente florístico con un objetivo a la vez que científico, de intención divulgativa y de utilidad para usuarios reales y potenciales del campo venezolano. En el trabajo sobre los médanos se observa una clara tendencia ecológica pues intenta identificar unidades ecológicas con base en la interrelación entre los distintos factores físicos: humedad, aspectos físicos del suelo, relieve, etc., con el componente florístico, y muy importante, la posible presencia de plantas indicadoras lo cual le vincula -aunque no le cita- a Braun-Blanquet. Sobre este hecho insiste al año siguiente (Ramia 1959a) en una publicación corta pero orientada específicamente a valorar las plantas indicadoras lo cual será una constante en su enfoque ecológico. En su carrera de investigador este es un hecho seguramente notable toda vez que a la edad de 28, 29 años, ya parece haber identificado su camino en la ciencia.
La segunda publicación de este año (1959b) es el producto de la ya mencionada visita al estado Apure, en 1958. La titula Las sabanas de Apure, y es publicada en formato de libro. En este trabajo temprano de su catálogo, Ramia sigue el patrón descriptivo del estudio que publicara dos años antes sobre los pastos de los llanos de Barinas, sólo que en esta oportunidad, dado el formato, se extiende y explicita lo relativo a los condicionantes físicos del ambiente natural (clima, suelos, topografía), e incluso hace referencias a la importancia de la nomenclatura de los llaneros en función de describir las sabanas y sus componentes. Por otro lado, intenta ser didáctico al apuntar cómo describir con precisión los distintos pastos de las sabanas, aspecto con el que quiere introducir, -para posibles usuarios futuros-, una metodología para detallar más claramente las especies de pastos, por lo que, una vez más insiste en la utilidad de la información que va dejando.
Entre 1960 y 1962 publica el resultado de tres indagaciones un tanto diversas y un artículo divulgativo, específicamente sobre el tema de las sabanas. En primer lugar, hace un trabajo agrostológico descriptivo en
Finalmente, como cierre de este primer período elabora un trabajo de base cartográfica en el que plasma de modo sencillo pero muy claro, la distribución de las sabanas en Venezuela (Ramia 1964). Resulta ser un trabajo técnico en el que hace gala de sus habilidades para manejar la fotointerpretación y la información cartográfica, aparte del complemento de las visitas en campo que realiza cuando le es posible, para corroborar espacios. El resultado es un trabajo que le permite ubicar con relativa precisión y estimar áreas con bastante aproximación, de la cobertura de las sabanas en Venezuela, trabajo que sin duda le va a dar un pie cartográfico macro,19 muy significativo para lo que serán sus estudios específicos de este ecosistema, no sólo de él sino de muchos de quienes le acompañarían posteriormente en este conocer las sabanas del país. En este sentido, para el Dr. Ernesto Medina, ecólogo del IVIC, el valor que tiene este trabajo es haber sido corroborado concretamente en campo; todas las sabanas allí reflejadas (mapeadas) habían sido vistas por el autor y tenían sus criterios composicionales que contrastaban poco con lo que dos años antes había realizado Blydenstein sobre el gran bioma de las sabanas de Trachypogon del Alto Llano.20
Segundo período, armar el rompecabezas21
Se estima que es a partir de 1958, -a propósito de su transitar por el estado Apure-, cuando descubre realmente su profundo afecto por la sabana venezolana (Fig. 2). Es un viaje por las trochas y caminos que recorren los bancos de aquellas sabanas secas, pero es también un viaje de realización del sueño de conocerlas en su natural y diversa expresión y extensión. En 1958, si bien a Ramia le sobran fuerzas y voluntad para recorrerla y escudriñarla aún le faltan instrumentos para conocerla bien; no obstante, no espera tener todos estos bártulos para emprender el camino, y sigue la ruta con la brújula de una singular intuición, que en definitiva es la que le guía durante estos (y posteriores) años.
Fig. 2. Mauricio Ramia, en labor complementaria de recolección de termitas (comejenes) durante la travesía por las sabanas del estado Apure 1958. Fuente: Archivo particular de M. Ramia
Es a partir de los años sesenta, en los comienzos de su labor docente de
En 1959 había ido a Costa Rica, en donde hace un curso de Manejo de Praderas, en el Instituto Interamericano de Cooperación para
En tanto se internaba cada vez más en los análisis y la dinámica de la vegetación de sabana, y requería dominar aún más las técnicas de cuantificación en esta disciplina, opta por ir al Reino Unido durante un año sabático (1974-1975) en donde asiste a los cursos que dicta P. Greig-Smith, uno de los más conspicuos estudiosos de la ecología cuantitativa; pero éste no le convence en sus búsquedas, de manera que no aplica sus métodos.24 Posteriormente, entre 1983 y 1984, hace lo propio en
El resto de los trabajos de este período, publicados entre 1972 y 1980, los realiza por entero en el estado Apure. En 1971 es invitado a realizar inventarios de vegetación y relaciones ecológicas del área de sabanas que el Gobierno Nacional de entonces se propone modular en la zona de Mantecal. Esta investigación la ejecuta antes de que se realice la primera inundación. Allí desarrolla y publica una serie de artículos sobre el alto, medio y bajo Apure -caracterizaciones geomorfológicas conocidas que ya había introducido en 1964 (alto y bajo Apure)- y que luego, en un trabajo sobre la vegetación y uso de la tierra en un asentamiento de este estado (Ramia & Montes 1975), introduce la calificación de Medio Apure.
Durante este período hace énfasis en los estudios de la fenología del componente florístico durante el año, y su relación con determinados factores ambientales (suelo, humedad, topografía, geomorfología y topografía). La fenología la expresa en términos de duración del ciclo de vida, verdor del follaje durante el año, y época de floración. Estos trabajos los hace en las tres regiones ecológicas (alto, bajo y medio Apure) descritas inicialmente (Ramia 1977, 1978b). Por otra parte, publica el trabajo sobre el Módulo Experimental de Mantecal (Ramia 1974b), e igualmente hace un estudio sobre el Hato El Frío (Ramia 1972), y sobre las sabanas de Arichuna, en el Bajo Apure (Ramia 1980). En todos se nota el paso de una visión casi exclusivamente descriptiva de la sabana, a una visión cuali-cuantitativa, pues si bien abunda en las observaciones geomorfológicas y su relación con los patrones de distribución y asociación de la vegetación, introduce observaciones para la determinación, por ejemplo, de amplitud ecológica y hábitat óptimo (Ramia 1978).
Ramia actúa con la sabana -haciendo un símil- como lo haría un médico de formación tradicional cuando observa a un paciente; es decir, le hace inicialmente una auscultación cualitativa acerca de sus signos, le observa su comportamiento, e interpreta los factores condicionantes; es decir, Ramia es básicamente un observador que está consciente de los instrumentos metodológicos y tecnológicos para el estudio de la sabana, pero sin embargo insiste en observarla cualitativamente, espacio de trabajo en el que se ha hecho un especialista insustituible.
El tercer período, una visión más integral
En este período se observa a un Ramia más maduro en sus estudios de sabana. Aunque continúa dándole mucho peso al componente florístico ahora hace énfasis en la relación de éste con los factores físicos en su papel de condicionantes de su expresión. Es el caso del trabajo relativo a las sabanas secas y a las húmedas del estado Cojedes (Ramia 1993, 1997); en el primero hace un estudio intensivo a lo largo de una transecta que prácticamente atraviesa el estado de norte a sur en donde ubica unas cien estaciones de estudio. Es notable el esfuerzo descriptivo y correlativo entre los diferentes componentes del ambiente natural que determinan el paisaje (geológicos, relieve, edáficos, vegetación), y la descripción que de éstos realiza.
En este trabajo, además, Ramia se permite llamar la atención sobre un aspecto que si bien implícitamente estaba en los anteriores, ahora lo explicita; se trata de la necesidad de continuar estos trabajos a un mayor nivel de detalle, aspecto que les deja a los especialistas en los distintos factores. Allí dice, por ejemplo: Es necesario hacer investigaciones más detalladas en lugares específicos para determinar con precisión las relaciones vegetación-ambiente (...); con este trabajo deseamos, además, estimular el interés por la interrogante sobre el origen de las sabanas, insistiendo en la influencia sobre las propiedades físicas del suelo (pp. 94). El trabajo sobre sabanas húmedas (Ramia 1997) es bastante similar al anterior sólo que se trata de un ambiente determinado y condicionado por excesos relativos de humedad. El otro, Ramia & Delascio (1982), sigue el patrón anterior de descripción florística y de relaciones fenológicas de las especies, y el enfoque de su segundo período. Acerca de los trabajos compartidos con García-Miragaya et al. (1990, 1991) es curioso porque se sale del patrón característico de sus publicaciones por partida doble; de una parte, porque una de éstas se publica en inglés y en compañía de un equipo de otras instituciones nacionales, y por otra parte, porque son trabajos que apuntan al lado claramente experimental de la investigación al enfocarlos sobre aspectos físico-químicos del suelo para explicar, entre otros aspectos, las interrelaciones suelo-vegetación.
Estos trabajos, dirigidos por un especialista en química de suelos, recurre al uso de mecanismos experimentales de mayor precisión para explicar la cualidad de indicador de determinada especie, -la palma llanera (Copernicia tectorum (Kunth) Mart.)-, en suelos pesados de las sabanas centro-orientales. En este caso los autores vinculan las inusuales propiedades químicas del suelo -más allá de sus condiciones físicas (textura fina, básicamente)- con la presencia de esta palma. Como se ha mencionado, Ramia usualmente ha utilizado indicadores biológicos para ilustrar estas asociaciones, y es el caso, aparte de la palma llanera, de una especie de la familia de las Eriocaulaceae con la presencia de suelos pesados y por tanto de aguachinamientos.26
En cuanto a sus publicaciones, de las 25 que se han podido contabilizar, en sólo siete se hace acompañar de algún o algunos colegas. Sin embargo, siempre ha tenido una especial comunicación con la gran mayoría de sus pares, lo cual -como ya se mencionó- es una de sus cualidades más visibles.
El legado de Mauricio Ramia
Mucho se podría escribir acerca de lo que ha venido dejando Mauricio Ramia como legado para los seguidores de los estudios de la ecología de sabanas (e incluso como ejemplo de la auto-construcción de un investigador). Esto porque en Ramia no es fácil separar al científico, al investigador, del hombre común; y la razón es muy simple: Ramia ha vivido para su trabajo; es un apasionado de la sabana, y por tanto, hay un amor que se desborda a su trabajo. Estudiar la sabana parece transmitirle un placer especial. La sencillez es el mayor atributo de su personalidad y se podría decir que lo ha tomado de la sencilla complejidad de la sabana. Él ve en la inflorescencia del chaparro (Curatella americana L.), por ejemplo, un bouquet de flores blancas concebido por la naturaleza para una novia, o para todas las novias, 27 y por ello se atreve a decir que esta planta, emblemática de casi todas las sabanas venezolanas, es el Dios del amor. En el alcornoque (Bowdichia virgilioides kunth ) ve encarnado al Dios de la fe.28 En sus trabajos divulgativos, a los cuales dedicó tres momentos (Ramia 1961a, 1968; Ramia & Morales 1978a), se expresa en prosa poética, como una forma de llenar al lector de las imágenes que ha venido cultivando tras el sinnúmero de visitas que le hizo a la sabana. Desde luego, en sus escritos formales mantiene un discurso sobrio pero se permite figuras literarias descriptivas para dar mayor profundidad a la imagen que quiere transmitir. Esta parece una estrategia de algunos científicos, especialmente de corte naturalista, para comunicar sus hallazgos. Es lo que llama Musumeci (2009) una mirada estética de la naturaleza -que la tuvo Humboldt- juntando emoción y razón, ciencia y literatura. En todo caso, Ramia utiliza un discurso científico que no es totalmente formal, según la acepción que de ello hace Bloomfield (1973), es decir, uno que emplea un vocabulario y una sintaxis estrictamente limitados y pasa de una expresión a otra solamente dentro de los cauces de reglas convencionales (pp. 99).
Ramia no se expresa totalmente en un lenguaje informal, según lo define este autor, pero se permite expresiones, o imágenes y figuras literarias de uso corriente, o propias de un discurso literario, especialmente cuando quiere describir más apropiadamente una situación o lugar determinados. Otro detalle importante de destacar en la obra de Ramia es su visión de la ciencia. Su obra se inscribe dentro del discurso de la ciencia, dentro de parámetros deductivos y descriptivos propios del enfoque de la ecología de comunidades. 29 El hecho de haberse formado en una escuela de ingeniería agronómica y no en una de ciencias parece haberle provisto de técnicas e instrumentos prácticos que le han aportado destrezas para el trabajo especialmente en campo.30
No obstante, la condición de agrónomo también le generó ciertos juicios vinculados a cierto purismo en el enfoque científico, pero desde luego esto no es un hecho exclusivo para el caso de Ramia; ya otro agrónomo (Salomón Horovitz) -de influyente peso específico en el campo de la genética venezolana, en el que tuvo una actitud meridianamente científica- sufrió ciertos juicios en su Argentina natal precisamente por su visión práctica de la ciencia (Vessuri 2001).
Ramia, en síntesis, y más allá de los juicios de valor que se pueda hacer sobre su acción de investigador, de docente y de maestro, deja un legado de conocimientos sobre las sabanas de Venezuela que constituyen las bases para los estudios cuantitativos y experimentales de la ecología de este ecosistema. Una vez decantada su obra todos coinciden en el valor de sus trabajos, en el inmenso aporte que ha dado, en el ejemplo de perseverancia, honestidad y respeto que refleja ese legado, y muy especialmente en su calidad de persona y de maestro.
AGRADECIMIENTOS
El autor quiere agradecer, primeramente, al Profesor Mauricio Ramia por su gentil apertura a conversar sobre su particular forma de hacer y transmitir ciencia; asimismo, a los entrevistados que dieron sus aportes a la construcción de este trabajo, y finalmente, a
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Notas
1 Ramia desistió de esta idea por recomendación de su profesor de matemáticas del Liceo Fermín Toro, el profesor Ángel Palacios Gross (Información suministrada en entrevista realizada en el Jardín Botánico de Caracas, 27/11/2007; primera entrevista.
2 En primera entrevista; ya citada.
3 Grupo creador de
4 Había conocido a Leandro Aristeguieta en una reunión-conferencia, en 1950. Aristeguieta le invitó a formar parte de una excursión al pico Naiguatá, actividad a la cual asistiría el Dr. Volkmar Vareschi, botánico austríaco especialista en ecología y fisiología (M. Ramia, en entrevista mencionada). El Dr. Vareschi tenía poco tiempo de haber llegado a Venezuela tras haber sido contratado por el MAC a instancias del Dr. Tobías Lasser ( Texera 2008; Krispin 2005).
5 Según el Diccionario de Botánica de P. Font Quer (1977), la agrostología es la doctrina referente a las gramíneas, taxón dominante del estrato herbáceo de las sabanas y pastizales.
6 En este sentido parece existir un paralelismo entre las intenciones de Pittier con su obra Manual de Plantas usuales de Venezuela (Texera 2006), y las de Ramia, -comenzando por esta publicación de su juventud-, y otras posteriores como Plantas de las sabanas llaneras (1974a) que tiene un claro sentido de apoyo a los potenciales y diversos usuarios. En el caso de Pittier, de formación Ingeniero Civil y Perito Agropecuario (Szinetar 1991) además se forma, transita y ejerce la botánica. Ramia por su parte es un agrónomo con fuerte inclinación hacia la botánica, -y que se desempeña inicialmente como tal-, y luego transita por la ecología de sabanas, aunque bajo una perspectiva netamente florística.
7 Si bien el trabajo tiene el fin de dar bases a la extensión que normativamente realizaba el CBR, Ramia aprovecha y sistematiza parte de la información para hacer una publicación, y da a ésta una orientación de extensión agrícola, aunque lo notable de este hecho es la clara tendencia a publicar información sistematizada. Durante la realización de este trabajo visita unos 100 fundos ganaderos, cada uno de unas
8 Es posible que el Dr. Lasser no le haya permitido ser investigador del Herbario Nacional en razón de que Ramia no tenía -para ese momento- una formación explícita (formal) en estos asuntos de la botánica; tenía sí, una experiencia sólida y un buen manejo de la taxonomía, especialmente de gramíneas.
9 El profesor Tamayo, quien había sido uno de los discípulos y colaboradores de Pittier en el Herbario Nacional, deja este organismo junto a dos de sus colegas (Víctor Badillo y Ludwig Schnee) y en 1958 ocupaba el cargo -en el MAC- de Jefe de
10 Ramia es muy dado a utilizar términos populares o locales para hacer y resaltar las descripciones del paisaje al que eventualmente hace referencia. Por ejemplo, utiliza corrientemente términos como: comejenal, gamelotales, encharcamiento, aguachinamiento, sitios bancosos, etc. términos que los llaneros utilizan con regularidad para calificar o adjetivar hechos o situaciones de su cotidianidad, y a los que el autor apela como recurso de comunicación para un público más amplio que el especializado-, y al que él suele llamar el observador.
11 Jossias Braun fue un botánico suizo de formación autodidacta que ingresó como docente, -dados sus conocimientos florísticos-, al Politécnico de Zürich; no obstante, no pudo continuar por no estar titulado en universidad alguna, por lo que se fue a Montpellier (Francia) en donde realizó estudios doctorales y se une en matrimonio con su colega Gabrielle Blanquet, de quien toma su apellido. Braun-Blanquet es creador de la moderna fitosociología, la cual consiste en el estudio y clasificación de las comunidades vegetales en función de las especies que la componen, con especial énfasis en las especies indicadoras (en: http://elneutrino-blogspot.com/2009/08/cientificos-olvidados-josias-braun.html).
12 Entrevista al Profesor José Hernández, Caracas 09/06/2008 (IZT, Facultad de Ciencias, UCV).
13 Este autor incluye comentarios sobre su viaje por algunas sabanas de Venezuela ubicadas en las adyacencias a la ruta entre Ciudad Bolívar y Caracas (vía de los llanos) pasando por
15 Para una visión completa sobre los trabajos de estos autores (y resto del equipo de trabajo) sobre el tema de las sabanas, véase: http://www.ciens.ula.ve/icae
16 El matemático Lawrence Young, -citado por Brezinski (1993)- refiere respecto de la formación de jóvenes investigadores, que los contactos con una generación anterior y más experimentada son de gran valor (...) para el trabajo de una generación más joven. Este puede haber sido el caso de Ramia, especialmente ante la presencia y ejemplos de Badillo, Schnee, Steyermark, Tamayo, Lasser, e incluso de Aristeguieta, quien aunque para el momento era relativamente joven -sólo cinco años mayor que Ramia-, era también un muy aventajado investigador en botánica.
17 Es de hacer notar que el Prof. Volkmar Vareschi, ecólogo formador de las primeras generaciones de ecólogos modernos en Venezuela (Medina, González, Velásquez, Baruch, etc.), si bien venía con una formación fitogeográfica europea (alemana) en estos métodos fitosociológicos, él mismo publicó muy pocos trabajos bajo estas técnicas de análisis de vegetación. Esto se revela en su obra compendio de sus estudios en Venezuela: Ecología de la vegetación tropical, publicada en castellano, en 1992.
18 Apure tiene 81% de su territorio ocupado por el ecosistema sabana (Ramia 1964).
19 Con toda la información recabada construye un mapa a escala 1:2 000 000, en el que ubica todas las áreas de sabana para cada entidad federal, y con notable sencillez, tras el singular esfuerzo dice: Utilizando todos los mapas disponibles, material aerofotográfico de
20 En entrevista al Dr. Ernesto Medina, altos pipe, Centro de Ecología, IVIC, 26/01/2010.
21 Esta frase armar el rompecabezas se tomó prestada de Alejandro Pieters, joven investigador del IVIC que compartió muchas de sus salidas de campo con Ramia. La figura del rompecabezas es válida toda vez que Ramia ha venido llenando el espacio de las sabanas con información florística, cartográfica, fitosociológica, edáfica, y con teorías de base ecológica sobre su dinámica (En entrevista a A. Pieters, Altos Pipe, en el Centro de Ecología del IVIC, 01/08/08).
22 En segunda entrevista, en su laboratorio de
23 En opinión del Dr. Ernesto Medina, Ramia ha realizado un gran esfuerzo por superar sus limitaciones en cuestiones físico-químicas, estadísticas, geomorfológicas, etc., carencias que para algunos, no le habrían permitido establecer bases teóricas sólidas para explicar los condicionantes de la sabana como ecosistema. No obstante -dice- sus descripciones con base en la composición florística son aportes absolutamente indispensables, y además con suficientes evidencias cuantitativas; por otra parte -agrega Medina-, no tuvo la suerte de que muchas de sus abundantes muestras hayan podido ser suficientemente analizadas en laboratorio, material que de haber sido analizado le hubiese permitido su publicación y aportes de mejores evidencias de sus investigaciones (en entrevista citada).
24 En segunda entrevista (citada).
25 De igual modo, recientemente nos confiaba que había asistido al curso de Vegetación del Mundo, dictado al final de su carrera docente por el Prof. Volkmar Vareschi (en segunda entrevista); de otra parte, se sabe por algunos de sus estudiantes que asistía también a las giras de trabajo de los profesores Pedro Roa (sedimentólogo) y de José Luis Berroterán (edafólogo), de quienes sin duda aprendía sobre el terreno lo cual demuestra su marcada sencillez y su búsqueda permanente de conocimientos sobre el tema que le ocupa.
26 Comentario hecho por
27 Estas expresiones las hizo en momentos cuando le entrevistábamos, lo cual refleja la emoción que le produce hablar de su trabajo, de la sabana, y no es otra cosa que la expresión de su sensibilidad, la misma que siempre tendría cada vez que elaboraba un trabajo científico sobre este ecosistema (en primera entrevista).
28 En primera entrevista.
29