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Revista Técnica de la Facultad de Ingeniería Universidad del Zulia

versión impresa ISSN 0254-0770

Rev. Téc. Ing. Univ. Zulia vol.39 no.1 Maracaibo abr. 2016

 

La ciencia venezolana por caminos incongruentes

La Investigación en Venezuela se encuentra en una situación deplorable, el sentir de la Comunidad Científica es que las directrices del gobierno están dirigidas a una guerra Científica, en otras palabras, al debacle de la Investigación e innovación. Si se revisan los datos del Science Citation Index y Scopus, de 1998 a 2008, se observa que se propagó de manera constante la producción científica, lo cual estuvo en concordancia con los extraordinarios ingresos originados por los altos precios del crudo en Venezuela.  

Sin embargo este encantamiento se terminó en mayo de 2009, cuando el ex presidente Hugo Chávez, durante una transmisión nacional, declaró: “Los investigadores deben dejar de trabajar en proyectos oscuros, y en su lugar debe ir a los barrios para hacerse útiles”. Después de esta bofetada nefasta, los investigadores en Venezuela fueron doblegados, ya que sus casas de estudios y otros Centros de Investigaciones fueron arrastrados a soportar el detrimento de los recortes presupuestarios y mayor presión de las instituciones del gobierno que tratan de politizar la financiación.

Varios investigadores notables y profesores fueron incluidos en listas negras, amenazas, e incluso despedidos, mientras que miles de jóvenes con grandiosos talentos se han visto obligados a emigrar por falta de oportunidades de trabajo, aunado a la inseguridad y bajos sueldos, en lo que se considera la mayor fuga de cerebros que se haya registrado en la historia de Venezuela. Esto, junto con un panorama económico devastador provocado por una disminución repentina en los precios del petróleo, ha provocado una decadencia acelerada de la producción científica, como lo demuestran los diversos índices de publicaciones.  

Los registros señalan que en 2008 se alcanzó el máximo histórico de publicaciones. Asimismo, los índices comenzaron a revelar una disminución vertiginosa en los manuscritos revisados por pares, que se ha vuelto más evidente en los últimos años, cayendo un 24,9 % en el Science Citation Index y 21,1 % en Scopus. Para una comparación, en 1998 Venezuela había publicado un 69 % más que Colombia, según los registros Index Medicus/Medline; sin embargo, para 2013 Colombia había superado en un 222 % la producción científica de Venezuela.

Esta grave situación de la ciencia venezolana ha empeorado considerablemente como producto de una combinación de factores, que incluyen la falta de formación científica, presencia de equipos adquiridos en el siglo pasado que por ausencia de repuestos reposan como chatarras, y los pocos que funcionan aportan información anquilosada por el desfasaje con las nuevas tecnologías que suministran información más confiable y segura, que proporciona profundizar en la adquisición de nuevos hallazgos, lo cual accede a emitir criterios más sostenible de los aciertos encontrados.

Las políticas gubernamentales han sido tan caóticas, que lo que se percibe en la comunidad científica es que desean sepultar la Investigación. Se han jactando de haber establecido alianzas foráneas entre las cuales se tiene China, donde han fomentado una gran algarabía en la participación en los satélites, para lo cual se ha erogado millones de dólares, los cuales han servido para financiar el desarrollo para la misma China y con un engaño para Venezuela, que aun espera que algún venezolano este involucrado aunque sea en la colocación de un chip o por lo menos un tornillo en algún dispositivo que formase parte en cierto satélite que se estuviese fabricando acá en nuestro país. La otra falacia ha sido con Cuba, que aun después de 17 años y con toda la inversión que el gobierno venezolano ha fomentado en financiar sus proyectos, todavía estamos en capacidad de suministrarles nuestros conocimientos y experiencias, mientras de allá para acá no se tienen resultados palpables que hayan influido en un modelo venezolano que sea de utilidad. Por lo tanto, se requiere consolidar una mayor capacidad de investigación de alto nivel, para lo cual es fundamental comenzar a incentivar el espíritu científico en los jóvenes con interés por la exploración, la observación y las primeras inferencias del conocimiento.

Se tiene que admitir que los países con actividades intensivas en conocimiento serán quienes se alcen con la riqueza futura. Así se tiene por ejemplo que Suecia se encuentra entre las principales naciones de la economía basada en el conocimiento y entre los países que tienen mayores niveles de inversión en Investigación y Desarrollo per cápita de todo el mundo, con inversiones intangibles que representan al 20% del PIB.

En nuestro país lo que se siembra es una defectuosa promoción o estímulos internos al desarrollo proactivo de la investigación, así se tiene el caso de los investigadores que han sido acreditados por el FONACIT a través de Promoción de Estimulo del Investigador e Innovador (PEII), donde a los investigadores con categoría Nivel C o los Eméritos, el gobierno les asigna el equivalente a un 80% del salario mínimo, mientras que en México, sin ser el país Latinoamericano que procura más estimulo al Investigador, sin embargo a Nivel de candidato concede un mínimo de cuatro sueldos mínimos, mientras que los investigadores a Nivel III están alrededor de dieciséis veces del sueldo mínimo.

Esta indolencia no se corresponde con los grandes ingresos que el gobierno percibe al obligar a las empresas a pagar un impuesto que esta entre el 0,5% y 2,0 % a través de la Ley Orgánica de Ciencia, Tecnología e Innovación (LOCTI), y donde por cierto no se divulga los montos que perciben anualmente. Es resaltante destacar que mismo gobierno ha confesado que en nuestras casas de estudio de educación superior es donde se origina más del ochenta por ciento de la investigación. Pero con el agravante que sus directrices están bajo el control que genera el gobierno, al doblegarse por la necesidad de admitir sus apetencias dislocadas, para lograr gestión financiera, lo cual se transforma en una investigación endémica y precaria.

Por el contrario si el gobierno concibiera qué el capital más valioso de cualquier sociedad es su talento humano, y se enfocará en impulsar la transición hacia el modelo de universidades de investigación y, convertirlas en agentes económicos en la sociedad del conocimiento, se lograría de este modo en ser elementos dinamizadores de las actividades económicas mediante la comercialización directa del conocimiento.

Prof. Miguel A. Sánchez Gómez

Editor