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Gaceta Médica de Caracas
Print version ISSN 0367-4762
Gac Méd Caracas vol.109 no.3 Caracas Mar. 2001
Discurso de Recepción al Dr. José Antonio Ravelo Celis en su incorporación a la Academia Nacional de Medicina, por el Doctor Blas Bruni Celli, 19 de julio de 2001
Entre los Aforismos de Hipócrates, el Número 87, de la sección séptima, reza textualmente:
Lo que los medicamentos no curan, el hierro lo cura. Lo que el hierro no cura, el fuego lo cura. Pero lo que el fuego no cura, eso es preciso considerarlo incurable.
Casi todos los comentaristas de este pasaje concuerdan en la interpretación de que aquí por el hierro debe entenderse el instrumento quirúrgico, fabricado con este metal desde la más remota antigüedad; es por ello que desde entonces el cirujano aparece en la medicina investido de un poder curativo superior al médico que sólo sabe usar medicamentos. Este pasaje hipocrático, mantuvo su vigencia en la imaginación popular, que siempre consideró al cirujano como el único poseedor del arma eficaz para la erradicación de sus males. Y en efecto, los progresos que ocurren en la medicina entre los siglos XVIII al XX se encargan de perfeccionar la clínica quirúrgica, hasta lograr que en el cirujano el divino binomio mente y mano estuviese asistido además con las mismísimas categorías intelectuales de que está investida toda nuestra noble ciencia médica, calificada hoy por cierto, y por algunos, como una ciencia de incertidumbres y un arte de probabilidades. Ya a tal punto se ha exaltado al cirujano, que en nuestros tres últimos siglos, su formación general no sólo debe ser tan exigente como la de otros especialistas, sino que además, y lo recuerdo de nuestra antigua escuela quirúrgica regentada por mucho tiempo por nuestro maestro José Rojas Contreras, es precisamente el cirujano quien debe de tener, además de mente aguda y mano hábil y ligera, los atributos naturales de un ojo de águila y un corazón de león. Este respeto y admiración por el cirujano ha pesado mucho en la composición humana de nuestra Academia Nacional de Medicina a lo largo de su historia ya casi centenaria, pues en ella ha persistido siempre una relevante representación de eminentes cirujanos, que ha aportado a esta institución un inmenso caudal de ciencia y humanismo.
Esta valiosa tradición, que hasta ahora se ha mantenido constante en nuestra Academia de Nacional Medicina, viene hoy a ser enriquecida con la llegada a nuestra filas de un nuevo académico, el Profesor José Antonio Ravelo Celis, quien ha trajinado en los campos de la cirugía durante más de medio siglo con perseverancia, sabiduría y nobleza. Viene cargado de una dilatada experiencia en el campo de la cirugía oncológica, adquirida en muchos años de paciente labor en ese admirable templo de la ciencia que ha sido nuestro Hospital Oncológico Luiz Razetti, en el Hospital Universitario de Caracas y en otros centros asistenciales de Caracas. Reune además Ravelo Celis numerosas condiciones personales que son fundamentales para la convivencia académica: cultura, probidad, criterio, prestancia, integridad y sindérisis. Proviene de una honorable familia de médicos, entre quienes fue sobresaliente nuestro muy recordado maestro y colega de esta Academia, el Profesor Jorge González Celis, de muy grata recordación para quienes fuimos sus amigos y discípulos.
Nuestro recipiendario de hoy es egresado de nuestra Alma Mater en 1948, pocos años después se traslada a los Estados Unidos de Norte América, donde en el M. D. Anderson Hospital for Cancer Research, de la Universidad de Texas, realiza desde julio de 1952 hasta diciembre de 1954 sus residencias en enfermedades malignas y en cirugía. Muchos años después tuve la suerte de cultivar la amistad con el Jefe del Departamento de Patología de este Hospital, el profesor William O. Russel, quien siempre me hablaba de las excelentes impresiones que había dejado José, como así lo llamaban. A su regreso al país ingresa en la Cátedra de Clínica Quirúrgica II, donde ejerce su labor docente, y casi simultáneamente se integra al Instituto de Oncología Luiz Razetti, donde desarrolla una extensa actividad quirúrgica y docente. Igualmente prestó servicio en el Hospital General Ildemaro Salas de los Seguros Sociales, en la Clínica Santa Ana y en el Hospital Privado Instituto Diagnóstico.
Son numerosas sus contribuciones al progreso de la cirugía en todos los ramos donde ha trabajado, y leyendo cuidadosamente su amplio curriculum, se puede apreciar que particularmente ha dedicado una especial atención al diagnóstico y tratamiento del carcinoma de la mama. Entidad esta de elevada frecuencia, cada vez más en población femenina de menor edad y cuyo tratamiento y manejo ulterior tiene particulares dificultades, por ser la mama el órgano más emblemático de la feminidad, lo cual requiere que su manejo quirúrgico necesite no sólo de las exigencias rigurosas de la ciencias, sino también de amplia y humana comprensión para ofrecerle a cada caso la necesaria ayuda moral y espiritual de acuerdo con la particular idiosincracia del paciente. A este delicado problema le ha dedicado en especial el Profesor Ravelo Celis numerosos trabajos científicos, en los cuales ha expuesto su personal experiencia. Gracias a este noble empeño se ha logrado en estos pacientes mejor calidad de vida, y mucho mejor pronóstico, aun con tratamientos más conservadores.
En su larga carrera profesional ha participado en numerosos congresos nacionales e internacionales en los cuales ha sido ponente de sus experiencias; igualmente ha recibido numerosas distinciones de organizaciones nacionales y extranjeras que han querido premiar con justicia el sostenido esfuerzo profesor Ravelo Celis en favor de la lucha contra el cáncer, uno de los más importantes problemas sanitarios que todavía tenemos que abordar.
Periódicamente en esta Academia Nacional de Medicina nos ocupamos de revisitar el escabroso tema de la Salud Pública en Venezuela, sobre el cual a esta Institución le pesa una responsabilidad especial como órgano asesor del Estado en tan difícil materia, como expresamente está tipificado en la Ley de su creación. En el brillante discurso que acabamos de escuchar, el Profesor Ravelo Celis nos ha expresado sus preocupaciones en cuanto al manejo de la política sanitaria en lo que se refiere a las formas más frecuentes del cáncer. En esta materia el recipiendario tiene mucha experiencia que aportar para enfrentar adecuadamente tan significativo problema de salud pública en Venezuela. Como muy bien él lo ha dicho, el cáncer representa la segunda causa de mortalidad en Venezuela, y en verdad, hasta ahora, no hay indicios de que vaya a ser un problema superable en breve plazo. Hace ya más de 25 años, cuando tuve responsabilidades administrativas directas en el campo de la salud pública venezolana, dispuse la creación de un Instituto Nacional de Oncología que tuviera a su cargo la conducción de políticas definidas en este difícil campo. El grupo del Hospital Oncológico Luiz Razetti, entre quienes estaba Ravelo Celis, fue quien me planteó la necesidad de realizar este proyecto, que encontró en mí un apoyo decidido. Aquellos sólo fueron sueños que no llegaron a la realidad por miles de razones conocidas, pero ello no quiere decir que no dejen de tener vigencia, pues nunca como hoy se hace más necesaria la necesidad de una tal institución sanitaria que dirija técnicamente estos programas, que por la índole muy especial de ésta, o mejor dicho de estas enfermedades del campo de la Oncología, requieren de mucha información, muchos recursos y muchas volutades. Un Instituto Nacional de Oncología con jurisdicción legal para planificar, dirigir, coordinar y ejecutar esta difícil política de manejar adecuadamente las enfermedades tumorales, sigue siendo un reto que tiene planteada la medicina nacional. Le corresponde a esta Academia Nacional de Medicina opinar al respecto y dentro de ella pesará mucho la opinión de nuestro nuevo académico, pues como sabemos ostenta en la materia una densa y lúcida experiencia.
Sres.
Viene el Profesor Ravelo Celis a ocupar en la Academia Nacional de Medicina un Sillón cargado de venerable tradición. Su primer ocupante, Francisco Antonio Rísquez, uno de los fundadores de la Academia, dejó en la República una huella perdurable de servicios, que fueron tantos, tantos, que merecieron su reciente ingreso al Panteón de la Patria. Su segundo ocupante, José Antonio O' Daly, mi Maestro, quien me llevó la mano al microscopio, bienaventurada argamasa de humanismo y ciencia, inteligencia y bondad, sabiduría y nobleza. Y el más reciente en el Sillón, Jose Jacinto Gutiérrez Alfaro, microbiólogo notable, de dilatada labor docente y académica. Estos venezolanos eminentes, todos figuras señeras de la medicina nacional, quienes durante casi un siglo honraron el sillón XXXIII de esta Academia, estarán desde hoy prolongados en el tiempo, por la presencia en el mismo Sillón de otro Académico quien, estamos seguros todos, sabrá continuar con dignidad la brillante trayectoria de sus antecesores ilustres.
Profesor Ravelo Celis,
En esta Academia lo esperamos con la seguridad que Ud nos traerá su vocación de servicio, su sabiduría y su experiencia. Por ello, en nombre de todos mis compañeros académicos, y en el mío propio, me es grato darle la más cordial, fraternal y efusiva bienvenida a nuestra mesa de trabajo.