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Gaceta Médica de Caracas
Print version ISSN 0367-4762
Gac Méd Caracas vol.111 no.1 Caracas Jan. 2003
Globalización: mitos y retos
Dra. Ruth de Krivoy
Conferencia presentada en la Academia Nacional de Medicina en la sesión del día 30 de mayo de 2002.
RESUMEN
La globalización es un proceso integrador de las economías y las sociedades. Se produce a través de la liberalización del comercio, los flujos de capitales y la migración internacional, y una ampliación sin precedentes de los flujos de información a nivel mundial. La globalización puede ser muy beneficiosa, pero sus beneficios no son automáticos. Para que estos se materialicen, los países desarrollados deben permitir el acceso a sus mercados; los países en desarrollo deben propiciar la competitividad de sus economías, fortalecer sus instituciones, crear ambientes favorables a la inversión, abrir espacio a los productos nacionales en los mercados internacionales a través de acuerdos comerciales y estrategias de comercialización diseñadas en alianza con el sector privado, y crear un ambiente interno que favorezca la competitividad. Los organismos internacionales deben procurar el mejor funcionamiento de la economía mundial, una toma de decisiones más equilibrada, y otorgar un mayor papel a los países en desarrollo en la formulación e implementación de políticas para la solución de sus problemas.
En Venezuela, debemos promover un proceso de crecimiento económico sostenido, generando puestos de trabajo productivos; fortalecer la competitividad de empresas y trabajadores; mejorar la educación, llevándola a los más altos estándares internacionales; cultivar la convivencia, el respeto a la ley, y la importancia de la familia como célula social; mejorar radicalmente los servicios de salud, transporte y vivienda para los grupos sociales excluidos, abriéndoles la oportunidad de participar en los beneficios del crecimiento económico; fortalecer la seguridad jurídica y el derecho de propiedad; construir el consenso social en torno a una visión de futuro compartida; erradicar el mito de que somos un país rico y que basta con el flujo de ingresos petroleros a manos del Estado para que éste lo redistribuya; encarar la reconstrucción y el fortalecimiento de instituciones a tono con las necesidades y exigencias de una sociedad democrática, moderna, abierta y plural; fortalecer y enraizar la transparencia en la gestión pública y privada. Para hacerlo posible, es preciso atenuar el nivel de conflicto y crisis política pues en un ambiente de crisis de gobernabilidad esas metas son inalcanzables.
SUMMARY
Globalization integrates economies and societies through trade, capital flows, international migration and information. It may be very beneficial to developing countries, but benefits dont come automatically. Developed countries must open their markets to developing country exports. Developing countries must raise their competitiveness, strengthen institutions, and promote investment. International financial institutions must allow for more developing country participation in decision making. For Venezuela, the challenge is to achieve steady and sustainable growth by investing to create productive jobs, and more competitive companies and labor force. Education must raise to world standards and be available to the socially excluded. Venezuelan society must build peaceful coexistence, law abiding institutions and citizens, and stronger families. Efficient healthcare, transportation and housing for low income groups are needed. Rule of law and property rights must be enhanced. Instead of believing that oil revenues redistributed by the State will solve all problems, Venezuelans need an enabling environment, strong institutions, transparency and accountability at all levels. Lowering conflict and solving the crisis of governance is a prerequisite to sustainable growth and competitiveness.
Globalización: mitos y retos
La globalización es un proceso integrador de las economías y las sociedades. Se produce a través de la liberalización del comercio, los flujos de capitales y la migración internacional.
Su dimensión económica viene por la vía del comercio, las inversiones, la información y la movilidad de las personas a través de las fronteras, haciendo más interdependientes a las economías de los países, tanto en lo comercial como en lo financiero. Su dimensión social se encuentra en la globalización de la información, y la integración cultural y científica. Cambian los valores, usos y costumbres de las sociedades que se abren y relacionan. Los consumidores amplían sus opciones, y los gustos aparentemente tienden a homogeneizarse; paradigmáticos son, en este sentido, el popular uso del blue jeans en sitios tan dispares como París, Beijing, Moscú, los pueblos de Latinoamérica y las islas del Pacífico Sur, o la proliferación de los MacDonalds. Esos símbolos externos de la globalización y los logos que ayudan a vender mercancía de moda han causado resentimiento en quienes los ven como una invasión, pero lo cierto es quemás allá de los afectosla integración comercial ha reducido el aislamiento de los países en desarrollo y le ha permitido a su población el acceso a conocimientos que antes sólo estaban al alcance de los más privilegiados.
La globalización de la información también tiene impacto a nivel político. Derivan de ella la proliferación y el empoderamiento de las organizaciones no gubernamentales (ONG) como mecanismos de lucha por la inclusión de las minorías, y de expresión y acción de la sociedad civil en infinidad de campos que van de la protección ambiental a la defensa de los derechos humanos. La globalización de la información produce un contexto favorable para que grupos con comunidad de intereses se articulen para mayor efectividad y favorece la virtual internacionalización de la administración de justicia, al facilitar que jueces de un país logren llegar hasta donde se encuentre el culpable del delito que investigan. Hay una correlación entre apertura y democracia: los recientes acontecimientos a nivel mundial demuestran que las sociedades más cerradas son también las más atrasadas, menos pluralistas y menos tolerantes. No es casualidad que el terrorismo tenga mayor arraigo en los países menos integrados del mundo: Arabia Saudita, Yemen, Afganistán y el noroeste de Pakistán.
La creciente interdependencia de los países, la velocidad a la cual viaja la información y la amplia movilidad de los flujos de capital también han cambiado el contexto en cual se formulan, deciden e implementan las políticas económicas de los países. Los gobiernos tienen menos margen para aplicar políticas macroeconómicas inconsistentes o evadir la divulgación de información crucial para los agentes económicos: si no protegen su credibilidad y cultivan la confianza de los inversionistas, sus economías se ven imposibilitadas de atraer y retener los capitales que requieren para impulsar el crecimiento. Convenios internacionales restringen su radio de acción, y mercados cada vez más integrados los someten rápidamente al escrutinio de la comunidad internacional.
En el campo financiero, la integración de los mercados financieros y la necesidad de evitar crisis que puedan producir desestabilización a nivel mundial han conducido a la formulación de lineamientos a nivel internacional que se han constituido en pautas a las cuales se vienen adaptando la mayoría de los países para avanzar en el fortalecimiento de sus sistemas financieros, y mantener o profundizar su vinculación con los mercados internacionales. La adhesión a esas normas, además, ayuda a crear confianza en el país, sus instituciones de supervisión y su sistema financiero.
A primera vista, la globalización parece un fenómeno contemporáneo, pero en realidad ha sido un proceso constante en la historia de la humanidad aunque no haya progresado en forma lineal. Sus avances se han debido principalmente al impulso de innovaciones tecnológicas que abarataron el costo de transporte y las telecomunicaciones, y el desmontaje de las barreras al comercio.
Hay dos períodos clave en el análisis de este tema: el lapso comprendido entre fines del siglo XIX y la I Guerra Mundial, y el que abarca la segunda mitad del siglo XX. En el primero, hubo vigoroso crecimiento económico en el contexto de una fuerte expansión del comercio internacional que se originó principalmente por la caída de los costos de transporte y por rebajas arancelarias. En esos 50 años previos a la I Guerra Mundial hubo también flujos masivos de capitales desde Europa Occidental a los países del continente americano y Australia, e importantes migraciones en igual dirección. Ese período de globalización llegó a su final con el estallido de la I Guerra Mundial, el intento de revivir el patrón oro y la gran depresión. Los gobiernos pensaron, erróneamente, que podrían proteger a sus ciudadanos del empeoramiento de la situación económica mundial aumentando los aranceles y restringiendo las importaciones. Pero ello más bien profundizó la recesión llevando a una fuerte contracción comercial, caída en el producto y aumento en el desempleo.
El período de globalización iniciado en 1950 fue catalizado por el desmantelamiento de las barreras al comercio y los flujos de capitales erigidas en la década de los 30, y por la continua declinación de los costos de transporte y más recientemente de las telecomunicaciones. Sin embargo, aunque luce impresionante, la globalización en este período ha sido menos intensa que la previa a la I Guerra Mundial. Los flujos netos de capital han sido más modestos, y la caída en los costos de transporte, menos dramáticas. También ha sido más limitada la expansión de los movimientos migratorios oficiales debido al afán de los países desarrollados que atraen las grandes masas de inmigrantes de limitar el acceso de estos, hecho que ha derivado en fuertes corrientes de inmigrantes ilegales y tensiones sociales. Las innovaciones tecnológicas recientes han sido espectaculares: las telecomunicaciones, las computadoras y el Internet; pero también lo fueron las de fin de siglo: el motor de combustión interna, el barco de vapor, el teléfono y el telégrafo. Lo que no tiene precedentes es la expansión en la cobertura y velocidad de la información a nivel mundial, la cual permite que mayor número y diversidad de personas se beneficie de las oportunidades que brindan las innovaciones y juegue un papel más relevante en el proceso de toma de decisiones a nivel local y mundial. También es interesante el nuevo rol de las empresas multinacionales en el comercio y la producción mundial. Las empresas multinacionales ya eran una realidad bien establecida a comienzos del siglo XX, y la participación de la inversión extranjera en el producto interno bruto (PIB) mundial apenas si ha aumentado algunos puntos porcentuales; los cambios más importantes han sido el fuerte aumento en la inversión directa de Estados Unidos en el resto del mundo y la creciente influencia de las empresas multinacionales en la transferencia de tecnología y la proliferación del outsourcing.
Pero mientras la economía se globaliza, las jurisdicciones nacionales dominan en buena medida el diseño e implementación de las políticas públicas. No existe un gobierno mundial, responsable ante los pueblos de todos los países, para supervisar el proceso de globalización. Los gobiernos actúan a nivel internacional a través de los organismos multilaterales que asumieron la gerencia del proceso globalizador a partir de la segunda mitad del siglo XX.
Al Fondo Monetario Internacional (FMI) le fue encomendado promover la estabilidad macroeconómica, en base al concepto de que se necesitaba acción colectiva para promover esa estabilidad; su actividad financiera se centra en créditos de plazo corto para resolver problemas de balanza de pagos, y las condiciones que impone tienen por objeto asegurar que el país tendrá la capacidad de pago necesaria para cumplir con sus compromisos. El Banco Mundial (BM) fue creado para financiar el crecimiento y combatir la pobreza; progresivamente fueron apareciendo los bancos regionales de desarrollo en América Latina, Asia, África y Europa Oriental para dinamizar el crecimiento en sus respectivas regiones. El Acuerdo General sobre Aranceles y Comercio (conocido como GATT, General Agreement on Trade and Tariffs) fue el foro para impulsar acuerdos comerciales internacionales dirigidos a desmantelar las barreras al comercio internacional, función asumida en años recientes por la Organización Mundial del Comercio (OMC).
La Organización Internacional del Trabajo (OIT) fue creada para promover normas de protección a los trabajadores y sus derechos en base a un enfoque tripartito que involucra a los trabajadores, los empleadores y el gobierno. La Organización Mundial de la Salud (OMS) surgió para mejorar los niveles de salud en países en desarrollo, luego complementada con la creación de organizaciones similares a nivel regional en América Latina y otras latitudes. La Organización de las Naciones Unidas (ONU) se estableció para promover la acción colectiva a favor de la resolución pacífica de conflictos y la estabilidad política.
El diseño y formulación de lineamientos normativos internacionales en materia de regulación y supervisión financiera ha estado a cargo del Comité de Basilea, un grupo informal de bancos centrales de los principales países desarrollados que en años recientes ha propulsado normas dirigidas a fortalecer los sistemas financieros nacionales en la búsqueda de la estabilidad financiera a partir de los años 80.
En buena medida las críticas al proceso de globalización son críticas a la gestión del FMI y el Banco Mundial. Se alega correctamente que estos están dominados por los gobiernos de los países desarrollados y los intereses que ellos representan. También se les achaca que imponen a los países en desarrollo esquemas rígidos que no atienden a sus especificidades y generan un fuerte rechazo social. Los daños causados por la forma en que ha sido conducido el proceso de la globalización, aumentando a los países en desarrollo los inevitables costos de las reformas y la modernización que la globalización exige, son el motivo de protestas cada vez más ruidosas en las calles y los salones de reuniones en muchas ciudades del mundo.
Las críticas a los organismos internacionales han conducido a propuestas para su mayor transparencia, mayor nivel de participación de los países en desarrollo en la toma de decisiones, y una mayor flexibilidad en el enfoque de los programas permitiendo que los países sean quienes los modelen y modulen. Este proceso de reformas es complejo y apenas está tomando forma.
Globalización ¿para qué?
El objetivo de las políticas públicas, y la política económica entre ellas, es mejorar el nivel de vida de las personas. El crecimiento económico se ha convertido en el propósito clave de los gobiernos en todos los países del mundo, ya que sin crecimiento es imposible resolver los problemas de empleo, ingresos y calidad de vida. No puede ganarse la batalla contra la pobreza en una economía que no crece ni genera empleos productivos.
La principal crítica a la globalización viene pues por su aparente falla en lograr ese objetivo (o incluso, entorpecerlo) en tanto que no se ha reducido suficientemente la brecha de crecimiento y bienestar entre los países desarrollados y los que se encuentran en vías de desarrollo, ni tampoco entre los más ricos y los más pobres en cada país. Los problemas de pobreza persisten, e incluso se han agravado en muchos países.
Al respecto vale la pena puntualizar si esos resultados tan insatisfactorios son consecuencia de la globalización, o más bien atribuibles a otros factores.
En primer lugar, se ha comprobado que hay una correlación positiva entre la liberalización del comercio y las inversiones, por una parte, y el crecimiento y bienestar de los países que así abren sus economías. Las estadísticas muestran que en el siglo XX ha habido un vigoroso crecimiento económico tanto a nivel mundial como en los países en desarrollo, medido a través del PIB. El impacto social de ese crecimiento, medido a través del Índice de Desarrollo Humano (IDH), el cual integra educación, ingresos y longevidad, ha sido incluso más positivo al reducirse la brecha que separa a los países en desarrollo de los más avanzados. En otras palabras, cerrar las economías no garantiza un crecimiento sostenido aunque el cierre produzca alivio en el corto plazo. Más bien se corre el riesgo de que la economía mundial sufra un retroceso importante si los países (especialmente los más grandes) optaran por cerrar sus economías, y los países más pequeños llevarán sin duda la peor parte.
Mientras se desmantelaban las consecuencias del colonialismo, las dos guerras mundiales y la gran depresión, las expectativas de crecimiento y de mayor equidad en el acceso a sus frutos fueron muy altas, y el poder de la tecnología (especialmente la revolución de la microtecnología) prometió un crecimiento acelerado y sostenido. En las primeras décadas del tercer cuarto del siglo XX ese acelerado crecimiento en efecto se materializó, y de hecho, la proporción que representa el comercio internacional dentro del producto mundial aumentó sustancialmente. Pero en el último cuarto del siglo XX los resultados han sido menos satisfactorios y las economías de la mayoría de los países (excepto Asia) se desaceleraron a pesar de los esfuerzos de apertura. Se le critica a los países desarrollados, en muchos casos con fundamento, que su actitud frente a la globalización ha sido hipócrita, predicando apertura mientras cierran sus propios mercados, manteniendo cuotas a textiles, azúcar y productos agrícolas, principales renglones de exportación del mundo en desarrollo. De allí la importancia de las negociaciones comerciales internacionales, como la actual Ronda de Doha de la OMC, que buscan la apertura de los mercados por la vía de negociaciones multilaterales. Pero, en estos momentos, no hay que ser muy optimista en cuanto a los resultados. El panorama comercial del mundo no va a cambiar mucho en los próximos años.
Vale la pena citar que, mientras en el mundo académico y los círculos sociales se debaten los méritos y deméritos de la globalización, los dos países más grandes del mundo, India y China, han decidido que les conviene abrir sus economías en una forma estable porque al expandir su rol en el comercio internacional de bienes y servicios van a poder mejorar las condiciones de vida de sus pueblos. Cada uno de esos países avanza a su propio ritmo, uno más rápido, el otro más lento. Pero ninguno de los dos pone en duda la dirección del proceso.
En segundo lugar, es preciso reconocer que el efecto de la apertura no es, ni puede ser, uniforme. La apertura comercial solamente puede acelerar el crecimiento económico en los países en los cuales las exportaciones ejercen un efecto de locomotora sobre los demás sectores de la economía. Además, su impacto en definitiva depende de lo que se exporta (materias primas, manufacturas, productos de alto valor agregado o servicios) y de las políticas que se aplican para fortalecer la competitividad del país. Quien exporta servicios o productos de alto valor agregado está en una posición de ventaja frente al que exporta materias primas; los primeros son usualmente los países industriales o los países en desarrollo más avanzados, mientras que los más atrasados son los que dependen de la exportación de materias primas, generalmente especializados en unas pocas cuyo mercado es volátil. El efecto también depende de la capacidad de la sociedad misma de acelerar el crecimiento económico, lo cual a su vez está en función de la madurez, estabilidad y eficacia de sus instituciones, el nivel y calidad de su inversión en capital humano, la capacidad de aplicar en forma rentable los avances tecnológicos de los países líderes, y de sus propias inversiones en investigación y desarrollo tecnológico.
Buena parte de las críticas a la globalización se centran en el llamado Consenso de Washington, conjunto de políticas promovido, apoyado y en muchos casos impuesto, por el FMI y los demás organismos multilaterales con sede en esa ciudad. El referido paquete de medidas incluyó la liberalización comercial, la liberalización financiera, la desregulación de los mercados, la prudencia fiscal y la privatización de empresas del Estado. Su impacto en algunos casos fue muy bueno, en otros no. ¿Por qué?
Los principios fundamentales del Consenso de Washington son correctos: los países deben propender al equilibrio macroeconómico, y tienen mucho que ganar con un Estado más eficiente, dedicado a producir los bienes públicos que le competen, abriendo espacio al sector privado mediante políticas que generan horizontes económicos apropiados, y fortaleciendo las bases de la seguridad jurídica y la protección del derecho de propiedad.
Sin embargo, se trata de un conjunto complejo de iniciativas, que toca intereses creados y es sumamente difícil de implementar en forma idónea. La apertura comercial genera ganadores y perdedores, por lo que se requiere disponer de mecanismos de defensa tales como buenas aduanas, leyes antimonopolio, normas antidumping, redes de seguridad social para paliar los perjuicios, y políticas efectivas en materia de educación y salud para abrirle a la población oportunidades para participar en las nuevas actividades generadoras de riqueza. Además, las medidas deben ser comprendidas y aceptadas por la sociedad para que tengan un piso político más sólido: las protestas del 27 de febrero de 1989 en Venezuela son una muestra de la reacción violenta ante medidas para las cuales no había ambiente ni apoyo político. También importa la secuencia de las medidas. Por ejemplo, si se liberaliza el sector financiero sin antes asegurar la sostenibilidad de las cuentas fiscales y la solvencia del sistema financiero, la economía se hace más vulnerable a los choques negativos, como sucedió en el caso venezolano.
Es conveniente que el país tenga instituciones públicas fuertes y eficientes, capaces de cumplir las delicadas tareas que implica la reconversión del aparato productivo. Es necesario también que la apertura venga acompañada de reformas dirigidas a fortalecer la competitividad del país, creando las condiciones apropiadas para el mejoramiento de la productividad, y de programas sociales que permitan aliviar el impacto que las medidas surten sobre los sectores más débiles de la sociedad. Las privatizaciones deben ejecutarse como parte de un programa integral que permita crear empleos a un tanto que se destruyen otros, dentro de un marco que promueva la competencia en el sector que se privatiza. Lejos de desaparecer, una economía que se abre requiere de un Estado fuerte y efectivo, dedicado a lo que le es propio, con instituciones sólidas a cargo de formular y ejecutar la política económica, con alto nivel de profesionalización en la función pública, organizaciones sindicales fuertes y una cultura empresarial de competencia.
Las controversias
La globalización tiene aspectos muy positivos y puede ser muy beneficiosa, pero sus beneficios no son automáticos. Para que se materialicen, los países desarrollados deben permitir el acceso a sus mercados; los países en desarrollo deben propiciar la competitividad de sus economías; y los organismos internacionales deben procurar el mejor funcionamiento de la economía mundial, una toma de decisiones más equilibrada, y otorgar un mayor papel a los países en desarrollo en la formulación e implementación de políticas para la solución de sus problemas.
Para aprovechar los beneficios de la globalización, los países deben fortalecer sus instituciones, crear ambientes favorables a la inversión, abrir espacio a los productos nacionales en los mercados internacionales a través de acuerdos comerciales y estrategias de comercialización diseñadas en alianza con el sector privado, y crear un ambiente interno que favorezca la competitividad. Esto no es fácil, pero dejar de hacerlo implica perder oportunidades.
Ahora bien, la globalización afecta fuertes intereses económicos y políticos, y la controversia en torno al tema viene aderezada con indiscutibles ingredientes ideológicos.
Las controversias en torno al tema de la globalización caen fácilmente en el terreno del dogma. Por ejemplo, hay quienes dicen que la globalización es el triunfo de las empresas gigantes, sin reconocer que gracias a la globalización, Nokia, una pequeña empresa de teléfonos celulares de Finlandia, ha competido y vencido al gigante Motorola en numerosos e importantes mercados.
En lo económico | |
+ La globalización es beneficiosa. Aumentan las corrientes de comercio y de capital; se logra mayor eficiencia en la economía mundial, mayor crecimiento económico, mayor bienestar general. En consecuencia, hay que mantener la presión a la apertura pues la restricción al comercio a escala mundial frena el desarrollo.
| - La globalización es perjudicial. La participación en los beneficios ha sido inequitativa: unos países (los desarrollados) se han beneficiado más que otros (o incluso, a costa de) los países en desarrollo. Dentro de los países, algunos segmentos de la población se han enriquecido mientras aumenta la pobreza. En consecuencia, hay que oponerse a la globalización en todos los frentes. |
En lo cultural | |
+ La globalización favorece la diseminación de la cultura, el acceso a mejor educación, el conocimiento de mejores prácticas. Es conveniente permitir el acceso al Internet.
| - La globalización es negativa. Conduce a la "americanización" de la cultura, debido al dominio de los medios de comunicación. Introduce factores contaminantes en la sociedad. Conviene restringir el acceso al Internet. |
En lo ambiental | |
+ La globalización no es la causa de los problemas ambientales. Todo proceso industrial puede ser contaminante, a menos que se haga el esfuerzo por evitarlo. Hoy en día, hay mejores regulaciones ambientales, las empresas son más conscientes (especialmente las multinacionales) y hay mayor presión de los grupos de opinión gracias a la globalización de las comunicaciones. Además, la expansión del comercio genera ingresos que ayudan a financiar la descontaminación. | - La globalización destruye el ambiente. Las empresas multinacionales son inescrupulosas pues no les preocupa el país donde operan. |
Otros se quejan de que con la globalización ya no importa la geografía, lo cual va en perjuicio de los países pequeños cuya única riqueza está en sus recursos naturales y su ubicación geográfica. Ciertamente ya no es tan importante la ubicación geográfica de los recursos naturales, pero sí es importante la ubicación geográfica de las empresas y los servicios. Por ejemplo, la ciudad de Miami se ha beneficiado como centro de negocios con América Latina, y Silicon Valley se desarrolló al convertirse en la sede de las empresas de alta tecnología. El reto de los países y las regiones está en invertir para generar ventajas competitivas: educación, salud, seguridad jurídica, seguridad personal, vías de comunicación, telecomunicaciones, políticas económicas adecuadas. Al decir de Carlota Pérez, "agregarle materia gris a las materias primas".
También se alega que la globalización equivale a la americanización de las sociedades. Esto no es necesariamente así. La globalización favorece a los países que tienen mayor seguridad jurídica, transparencia y respeto a los derechos individuales, elementos que de paso ayudan a explicar en buena medida el desarrollo de la economía norteamericana. De hecho, esos valores e instituciones sociales y económicos se han generalizado en Europa, Asia y algunos países de América Latina, estimulando el crecimiento económico en esas regiones.
A la globalización también se le achaca la responsabilidad de provocar la degradación de las normas laborales, pues las empresas multinacionales desplazan sus plantas a los sitios en los cuales la mano de obra es más barata y por ello los países más desesperados por atraer inversiones debilitan (u omiten el esfuerzo por fortalecer) las normas que protegen los derechos de sus trabajadores en lo que se ha llamado la "carrera al fondo" (race to the bottom). Ello no es necesariamente así, pues a los empleadores no les interesa simplemente la mano de obra más barata: les interesa la más productiva, que son personas educadas y preparadas para el trabajo, sanas, que viven mejor y cuentan con mayor seguridad para sus familias.
Hay quienes dicen que la globalización atenta contra el desarrollo de los países más pobres, quienes con la apertura pierden la capacidad de defenderse de los más poderosos. Ante ello, la ya aludida correlación positiva entre apertura comercial y crecimiento demuestra lo contrario. Los "nuevos globalizadores", término acuñado por el Banco Mundial para designar a los países que más han abierto sus economías a partir de los 80 redujeron sus aranceles promedio en 34 %, aumentaron la importancia del comercio internacional en su producto interno en 104 %, y han visto crecer el ingreso per cápita en 3,5 % inter-anual en los 80 y 5 % en los 90. En esa categoría se incluyen Corea del Sur, China, Ghana y México. Otros países de Asia, África y América Latina que abrieron sus economías, han experimentado un crecimiento más intenso que los países avanzados. Por contraste, los restantes países en desarrollo, designados como "marginalizados" bajaron sus aranceles promedio en tan solo 11 % y prácticamente no vieron crecimiento alguno en su ingreso per cápita en esos mismos lapsos. La apertura comercial no es asunto fácil, pero con la estrategia apropiada, los países tienen mucho que ganar. Pero, ¿quién debe abrir primero? ¿Qué ceder a cambio de qué? Ese es el campo de batalla en el cual se enfrentan para los intereses en conflicto, tanto en los países como a nivel global, y en él tienen mucho que ganar los que tienen objetivos claros, una buena estrategia y, por supuesto, buena capacidad de negociación. Chile ha sabido probar que no hay que ser grande y poderoso para sacarle provecho a la globalización.
Las migraciones internacionales también son un tema altamente controversial, especialmente en épocas como la actual, cuando la amenaza del terrorismo y la recesión económica a nivel mundial inducen a los países más desarrollados a hacer más restrictivas sus políticas de inmigración. Los movimientos poblacionales desde las zonas más deprimidas hacia las más avanzadas elevan el nivel de vida global pues permiten que las personas se hagan más productivas y mejoren su nivel de ingresos, asumiendo funciones de menor rango social que los locales frecuentemente evaden. Los emigrantes también ayudan a su país de origen mediante remesas que para muchos países se han constituido en una fuente de ingresos muy importante. Pero la población de los países que reciben las corrientes de inmigración no siempre lo ve como algo positivo: muchos temen ser desplazados por los inmigrantes, otros resienten la "invasión cultural". Los países que tienen políticas migratorias selectivas, no necesariamente restrictivas, han sacado gran provecho a la inmigración. Se trata pues, de tener políticas apropiadas, más que de librar una batalla en contra de la globalización.
Retos de la globalización para Venezuela
Nuestro país disfrutó por muchos años los privilegios de la riqueza petrolera, que le permitieron desarrollar una industria poco competitiva en el marco de una economía cerrada, altamente protegida y regulada. El desempeño económico se degradó a medida que se deterioró nuestro modelo de desarrollo, llevando a décadas de bajo o ningún crecimiento, mayor inflación, y mayores niveles de pobreza. Los intentos de modernización fueron incompletos, parciales y efímeros.
Para tener éxito en un mundo globalizado debemos comenzar por admitir que la globalización es una realidad, para organizarnos con el fin de sacar provecho a las oportunidades que brinda. El reto está en asegurar un proceso de crecimiento económico sostenido, generando puestos de trabajo productivos y rentables. Para ello, debemos fortalecer la competitividad de nuestras empresas y nuestros trabajadores, producir más y mejor para que todos podamos ganar más.
Crear una economía competitiva implica mejorar la educación para llevarla a los más altos estándares internacionales. Cultivar los valores de la convivencia, el respeto a la ley, y la importancia de la familia como célula social. Proveer servicios de salud, transporte y vivienda a los grupos sociales excluidos, abriéndoles así la oportunidad de participar en los beneficios del crecimiento económico. Para prosperar, necesitamos seguridad jurídica y un respeto incuestionable del derecho de propiedad. Y lo que es más importante, construir el consenso social en torno a una visión de futuro que haga que todo ello sea posible.
Debemos acabar con el mito de que somos un país rico y que el flujo de ingresos petroleros a manos del Estado para que éste lo redistribuya basta para resolver nuestros problemas. Debemos encarar la reconstrucción y el fortalecimiento de las instituciones, a tono con las necesidades y exigencias de una sociedad democrática, moderna, abierta y plural. Debemos fortalecer y enraizar la transparencia en la gestión pública y privada. Y para hacerlo posible, bajar el nivel de conflicto y crisis política pues en un ambiente de crisis de gobernabilidad, todas las tareas enumeradas son imposibles de realizar.