Interciencia
versión impresa ISSN 0378-1844
INCI v.29 n.4 Caracas abr. 2004
¿UNA ESPERANZA MÁS?
Las buenas intenciones abundan y casi siempre conducen a nada, y algunas veces a lugares peligrosos. Pese a esto, como latinoamericano, uno no puede menos que regocijarse por algunas de tales intenciones que llegan desde un país hasta hace poco al borde de una quiebra y que sigue siendo, pese a su anterior esplendor y riqueza, uno de los más complicados desde el punto de vista económico.
En efecto, a mediados del pasado mes de marzo, el presidente argentino Néstor Kirchner pronunció un importante discurso en la casa de gobierno de su país, en el cual anunció un programa de jerarquización del Consejo de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) por casi 43 millones de pesos, y advirtió que sin el desarrollo de la ciencia y la tecnología no hay un país posible. A este respecto dijo Estamos tratando de salir del infierno, pero es muy profundo, recién estamos en el segundo escalón. Y no se sale con voluntarismo, sino con acciones concretas y con objetivos claros.
Kirchner recordó que los científicos argentinos fueron perseguidos e ignorados tanto en dictaduras como en gobiernos democráticos y subrayó que la recuperación económica por sí sola no es suficiente para construir un nuevo país. El programa lanzado prevé la incorporación de 1400 becarios y 550 investigadores al CONICET, y mejoras salariales para los científicos del país. Agregó Kirchner es sólo un paso inicial, pero es fundamental para reconstruir la Argentina.
Naturalmente, esto fue muy bien acogido por la comunidad científica argentina y por la prensa local. El periódico La Nación publicó un interesante editorial donde, entre otras cosas, dice Lo realmente significativo del plan, sin embargo, no reside en los montos que se movilizarán para revitalizar el sector, sino en la decisión política de jerarquizar el campo de la ciencia y de la tecnología con plena conciencia de lo que esos sectores representan como agentes estratégicos del desarrollo sostenible de la Nación. Lo fundamental es la decisión presidencial de producir un cambio sustancial de la tendencia que impera en el Estado respecto del impulso a la investigación científica y tecnológica. Se ha pasado de una pasividad lindante con la indiferencia a una movilización del sector que apunta a reconocerlo como uno de los motores del crecimiento nacional. Esto, agregamos nosotros, sin contar el efecto de frenar el éxodo de talento que desde hace años afecta al desarrollo científico argentino.
Por su parte, el presidente del CONICET, Dr. Eduardo Charreau, quien también preside la Asociación Interciencia, señaló en ocasión de darse a conocer el plan que, si bien la Argentina es considerada un país con tradición científica y que contó con algunas figuras descollantes por sus logros individuales, su sistema científico perduró más como sobreviviente que como parte estratégica de una política nacional. Subrayó, además, que para el logro de estos objetivos es fundamental proveer a científicos y tecnólogos de un lugar en la sociedad, un ambiente de libertad, sin vaivenes políticos, con una remuneración adecuada y con recursos para la investigación y el desarrollo.
Es posible que todo esto sea visto con escepticismo, tanto desde la propia Argentina como desde otros países. Sin embargo, por las señales que se han venido percibiendo desde el sur la impresión es que, por una vez, la comunidad científica de ese país puede sentirse, si no satisfecha del todo, al menos esperanzada. De ser así, habría razones para seguir de cerca este proceso que podría ser digno de emulación por parte de los gobernantes de algunos de los países de la región, donde el apoyo oficial al sector de ciencia y tecnología deja mucho que desear.
MANUEL BEMPORAD
Director Ejecutivo
AsoVAC - Caracas











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