Es necesario entender que en comunidades científicas relativamente pequeñas y con recursos comparativamente limitados, la producción científica y tecnológica de calidad no llegará a ser abundante. No obstante, es menester reconocer que ella existe. También hay necesidad de comprender que los investigadores que producen trabajos de calidad, que los hay, prefieran publicarlos en revistas de "corriente principal" ampliamente distribuidas e indexadas, a fin de conseguir mayor difusión e impacto.

¿Debemos entonces resignarnos a publicar nuestra buena ciencia en idiomas y revistas foráneas, muchas de las cuales, por no decir la mayoría, son de difícil y costoso acceso en nuestros centros de estudio e investigación?

Por el contrario, deberíamos asumir el reto de mejorar la calidad, puntualidad y distribución de las publicaciones, así como tomar conciencia del gran esfuerzo que se requiere realizar en la dirección de consolidar revistas en función de disciplinas y regiones geográficas, para algún día contar con recursos suficientes que permitan la profesionalización de cuerpos editoriales, la distribución conjunta y el acopio de suficientes contribuciones para lograr una selección adecuada de material con la mayor calidad posible. Solamente contando con material de alta calidad será posible acceder al reconocimiento de la comunidad científica internacional.

A diferencia de lo que sucede en los países desarrollados, el mercado de las publicaciones científicas es en general muy reducido en los países llamados en vías de desarrollo, y lo seguirá siendo mientras se mantenga la actual atomización, referida tanto a disciplinas como a instituciones, sociedades profesionales y agrupaciones de científicos. Luchar efectivamente contra esa realidad requiere de un gran espíritu de colaboración y de grandes esfuerzos.

La disponibilidad de medios electrónicos conlleva ventajas muy importantes en cuanto a la velocidad de publicación, la reducción de costos de impresión y distribución, y el acceso, todo lo cual debería favorecer a los países pequeños, por lo que su utilización debe ser incrementada significativamente. Pero lo cierto es que los monopolios de las grandes casas editoriales internacionales siguen existiendo, que los medios electrónicos aún no tienen alcance universal en nuestros países y, más importante a corto plazo, que no mejoran la calidad de lo publicado.

Pero esos medios electrónicos tienden puentes instantáneos que podrían facilitar enormemente la integración de revistas con temáticas afines pero adscripciones institucionales diferentes, lo cual bien podría ser un primer paso hacia una mayor y mejor cultura de la publicación científica en nuestros países. Los programas de fomento de los organismos oficiales, tanto a nivel nacional como internacional, podrían jugar un papel estelar en conducir a esa integración. Para dar cabida al material producido por grupos de investigación que ahora publican en revistas separadas, los cuerpos editoriales deberían ser ampliados, el proceso de selección acordado haciendo uso de la mayor rigurosidad posible, y la periodicidad y/o número de páginas podrían ser incrementados. Los cuerpos editoriales deberían contar con apoyo suficiente para que se les pueda exigir el cumplimiento de las metas trazadas, y la distribución amplia y oportuna de las revistas debe ser asegurada.

Un número menor de revistas, pero con mayor alcance y calidad, también sería un factor positivo para reducir los costos de distribución, particularmente altos cuando se trata de envíos internacionales, que podrían negociarse en forma consolidada para varias publicaciones.

Finalmente, la suscripción por parte de instituciones oficiales debe ser apoyada por los organismos de ciencia y tecnología nacionales, para alcanzar así un mayor tiraje y distribución, dando una mayor justificación a la producción de revistas científicas.

El principal escollo que pareciera existir es que dar cada paso de avance toma más tiempo de lo que queremos esperar, y exige mayor colaboración y esfuerzo conjuntos de lo que parecemos dispuestos a hacer.

Miguel Laufer, Director Interciencia