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Letras

versão impressa ISSN 0459-1283

Letras v.48 n.72 Caracas  2006

 

EL AMOR TÓXICO

Leonardo Padrón

Caracas: BID & CO.

(2005)

Luislis Morales Galindo

luislis@cantv.net

Leonardo Padrón ha acostumbrado a sus lectores a recibir libros compactos alrededor de un tema, libros definidos por la unidad. Sus dos últimos poemarios Tatuaje y Bulevar, así lo demuestran. El primero, habla de las huellas quemadas en la piel de los habitantes de Caracas y el segundo, está paradójicamente fusionado alrededor de las diferencias de la ciudad y es carnestolendo como su nombre. En esta oportunidad, publica un nuevo poemario donde un único tema se desenrolla: El amor tóxico (2005).

El amor tóxico es un poemario sobre el amor, pero no de la celebración del amor, sino de su pasión, padecimiento que algunas veces es lento, otras, violento y siempre calcinante. Del amor nocivo, que envenena, habla este libro. Su epígrafe, de la poeta argentina Alejandra Pizarnik, abre las puertas de la laceración que vive dentro: "Caer como un animal herido / en el lugar que iba a ser de revelaciones". Habla este epígrafe de descenso, condición trágica de quienes caen. Sólo se puede caer si estás en lo alto, esa es la desgracia, haber tocado lo grande y abandonarlo. Allí arriba algo grande, una verdad, ha de producirse, pero la caída te la niega. Así el amor, en su fase maldita, es la negación absoluta de todos los bienes.

El poema que le da título al libro se inicia con un epígrafe de Antonio Gamoneda: "La infección es más grande que la tristeza", porque el poema efectivamente habla de un amor infeccioso que, como una enfermedad, llega sin ser esperado: "El amor tóxico ocurre sin previo aviso" (p.26). Un amor que eleva y derrumba:

"te hace feliz y momentáneo

te humilla en el poniente" (p. 26).

Un amor de vaivenes prolongados en el dolor. Que te mata lentamente, sin terminar de matarte:

"Insiste,

como la luz de los imanes.

Para que nadie descanse en paz" (p.27)

El amor tóxico es, como lo pintara Ovidio, una enfermedad. "¿Cómo vencer la lepra del deseo?" (p.7), se pregunta el poeta y la respuesta es el libro: escribiéndole poesía, no al otro que ha partido, sino a la llaga que ha dejado su ausencia.

traigo voces negras y musas altas,

idiomas que acusan al amor de tanta gripe en el mundo

traigo un lápiz blanco

no para escribir

no para salvarme

sólo para borrar

este desastre que soy sin tu nombre. (p.46)

La laceración del amor, su derrumbe, sucede porque antes, donde ahora queda dolor, habitaba la exaltación del amor:

Yo escribía.

Rezaba poemas.

Atendía el teléfono y lograba ternuras

Escuchaba pájaros y noticias.

Era simple como un graffiti.

Yo daba discursos al pie de los desahuciados.

Jugaba como un mamífero sin sexo.

Bailaba en las terrazas con mi nariz eufórica.

Era el héroe de mi urbanización.

Era mejor.

Andaba.

En ti. (p.6)

De allí, que en este libro el amor, como bien lo anticipa el epígrafe de Pizarnik, sea una tragedia: caída inexorable. Y nos aclara un gran misterio: ¿Por qué hay tan pocos libros sobre la felicidad de amar?

Así el amor.

Hay uno bueno y uno malo.

Pero sólo uno es turbulencia. (p. 11)

Pero, la tragedia es también la necesidad acuciante de retornar al estado anterior y no hallarlo. Porque el amor tóxico como el colesterol malo invade venas y arterias y "mata con mucha muerte"(p.11). Siendo así que, como en los boleros, la salvación es el olvido y como tarea de año nuevo (la gran oportunidad de redención que renovamos anualmente) el poeta se propone olvidar.

Este es un poemario con un lenguaje llano, sencillo, sin grandilocuencia. Se permite incluso introducir escatologías: "El poema que se joda" (p. 59) o

"Dicen que no hay poemas donde quepa el odio.

Que la belleza ennoblece el rencor.

Mierda pura." (p.41)

Se permite también introducir objetos de la vulgar cotidianidad, como un Plagatox. Todo ello, sin comprometer su profundidad poética fundada en imágenes cuya densidad emocional explosionan al poema de sentidos y fundada además sobre un ritmo preciso, bien cuidado y por momentos avasallante:

Y yo lavo sus labios con los míos

río su risa

me muslo en su muslo

me caballo en su pasto

me mordisco en su jadeo

soy noviembre en su virgo

amanezco en su pulmones

Y ella me besa al revés

me oreja el ojo

me física la química

me vuelve olfato y pezón

me roza, me tienta, me aúlla

me hunde en su boca

es pájaro en mi semilla

fiesta en mi cuchillo (p. 32)

Nos ha regalado Padrón un poemario de belleza cotidiana, tan cotidiana como un despecho, aunque éste siempre es nuevo y fulminante, por supuesto para quien lo sufre. Nos ha regalado un poemario para gente común que se enferma de amor y reconoce su padecimiento en el texto del otro que, como yo, sufre. Un texto sencillo y hermoso, capaz de poner a la poesía a caminar por las calles de la ciudad, a salvo de las academias, de las mesas de los críticos y del bisturí del analista.

Recibido: 27-04-2006