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Letras
versión impresa ISSN 0459-1283
Letras v.50 n.77 Caracas dic. 2008
Imbricaciones entre el imaginario urbano y el sujeto de la ciudad
Claudia Cavallín Calanche
(Universidad Simón Bolívar), Venezuela
Resumen
Existe una amplia gama de aproximaciones al sujeto, pero en especial, el espectro se agranda cuando hablamos del sujeto de las grandes ciudades. Los sujetos de la ciudad elaboran representaciones de sí mismos, de su entorno y de su espacio, generando sentidos orientadores para sus prácticas cotidianas. Así, el sujeto de la ciudad se erige sobre las representaciones que tiene y las actualiza sobre su entorno. Los procesos de interacción de los actores sociales en un contexto como la ciudad, están definidos por las representaciones que cada sujeto posee de lo que significa ser ciudadano dentro de lo urbano. A través de este trabajo intentamos dilucidar esa compleja relación entre el sujeto y la ciudad en donde habita.
Palabras clave: sujeto, ciudad, imaginario, representaciones, lugares, comunicación.
Imbrications between urban imagery and the city subject
Abstract
There is a wide scope of options for approaching the subject. When dealing with the subject of big cities, especially, this scope is widened. City subjects create self-representations as well as representations of their space and surroundings; they create orienting senses for their everyday practices. Hence, the city subject rises on his representations and actualizes them in his environment. The interaction processes of social actors, in a context like the city, are defined by each subjects representations of what it means to be a citizen within the urban. In this work, we attempt to elucidate that complex relationship between the subject and the city where he lives.
Key words: subject, city, imagery, representations, places, communication.
Imbrications entre limaginaire urbain et le sujet de la ville
Résumé
Il existe une grande gamme dapproximations au sujet, mais, le spectre sagrandit notamment lorsquon parle du sujet des grandes villes. Les sujets de la ville font des représentations deux-mêmes, de leur environnement et de leur espace, ce qui produit des sens de repérage pour leurs pratiques quotidiennes. Ainsi, le sujet de la ville se construit sur les représentations quil a et les actualise à partir de son environnement. Les processus dintéraction des acteurs sociaux, dans un contexte comme la ville, sont définis par les représentations que chaque sujet possède de ce qui signifie être citoyen dans un contexte urbain. À travers ce travail, on essaie délucider cette relation complexe entre le sujet et la ville où il habite.
Mots clés : sujet, ville, imaginaire, représentations, lieux, communication.
Embricature tra limmaginario urbano e il soggetto della città
Riassunto
Esiste un ampio ventaglio di approssimazioni al soggetto, in particolare, lo spettro si ingrandisce quando parliamo del soggetto delle grandi città. I soggetti della città elaborano rappresentazioni di sé stessi, del loro dintorno e del loro spazio e generano sensi orientatori per le loro pratiche quotidiane. Così, il soggetto della città si erige sulle rappresentazioni cha ha e le attualizza al proprio dintorno. I processi di interazione degli attori sociali, in un contesto come la città, sono definiti dalle rappresentazioni che ogni soggetto possiede di quello che significa essere cittadino allinterno del contesto urbano. Attraverso questo studio intendiamo chiarire questo complesso approccio tra il soggetto nella città dove abita.
Parole chiavi: Soggetto. Città. Immaginario. Rappresentazioni. Luoghi. Comunicazione.
Imbricações entre o imaginário urbano e o sujeito da cidade
Resumo
Existe uma ampla gama de aproximações ao sujeito, mas o espectro alarga-se particularmente quando falamos do sujeito das grandes cidades. Os sujeitos da cidade elaboram representações de si mesmos, do seu meio circundante e do seu espaço, gerando sentidos orientadores para as suas práticas quotidianas. Desta forma, o sujeito da cidade erige-se sobre as representações que tem e actualiza-as a partir do seu meio-ambiente. Os processos de interacção dos actores sociais num contexto como a cidade estão definidos pelas representações que cada sujeito possui do que significa ser cidadão dentro do urbano. No presente trabalho tentamos esclarecer essa complexa relação entre o sujeito e a cidade onde habita.
Palavras-chave: sujeito, cidade, imaginário, representações, lugares, comunicação
Überlappungen zwischen dem imaginären städter und dem stadtbewohner
Abstract
Es gibt eine ganze Reihe von Annäherungen an die Personen, aber insbesondere, wenn wir von der Person der großen Städte sprechen, vergrößert sich das Spektrum. Die Stadtbewohner als Personen erschaffen Vorstellungen von sich selbst, von ihrer Umgebung und von ihrem Raum, womit sie einen orientierenden Sinn für ihre tagtägliche Praxis schaffen. So erhebt sich der Stadtbewohner über seine Vorstellungen, die er hat und aktualisiert sie über seine Umgebung. Die Interaktionsprozesse der sozialen Aktoren in einem Kontext wie der Stadt sind durch die Vorstellungen definiert, die eine Person darüber besitzt, was es heißt, Bürger im Urbanen zu sein. Mit diesem Beitrag soll versucht werden, diese komplexe Beziehung zwischen der Person und der Stadt, in der diese wohnt, zu klären.
Schlüsselwörter: Person, Stadt, imaginär, Vorstellungen, Orte, Kommunikation
Recepción: 06-02-2007 Evaluación:16-04-2007 Recepción de la versión definitiva: 27-06-2007
Una nueva lectura de los espacios cotidianos se está gestando como consecuencia de la proliferación de signos inéditos que se desplazan continuamente para concebir una pluralidad de mensajes cada vez mayor. En esas esferas, el desarrollo de la colectividad se dinamiza, siendo los citadinos emergentes quienes dan forma a los ambientes de su entorno, los cuales responden a un proceso de comunicación visual, acelerado y universal.
Hasta hace algunos años la idea de la ciudad, como espacio urbano erigido en oposición a las áreas marginales y/o rurales, era relativamente simple. Entendíamos por ella, toda área delimitada, en cuyo centro se concentraban las instituciones y demás entidades representativas del poder constituido. Bien señala González Casas, en su ensayo La ciudad y la historia (1991), que las primeras ciudades se reconocían por su complejidad arquitectónica, reflejo del poderío de los primeros gobiernos. Basta recordar la Roma imperial donde un inventario urbano nos avisaría de la existencia de un patrimonio que, aun hoy, resulta extraordinario: 8 puentes, 1 enorme sistema de drenajes, 11 baños públicos, 2 circos, 2 anfiteatros, 3 teatros, casi 300 almacenes, más de 250 panaderías y cerca de 1800 palacios e innumerables villas e ínsulas (1991, 71). Esta noción de la ciudad se sustenta sobre la delimitación de los espacios que privilegia la cuantificación de los elementos por encima de otros factores. Sin embargo, el crecimiento de la población, la diversificación de las fuentes de trabajo así como la utilización de las nuevas tecnologías, comenzaron a moldear un espacio diferente.
Las ciudades de hoy son reflejo de la individualidad, del narcisismo y del ocio industrializado. Sus límites han sido borrados, su centro se desplaza tangencialmente hasta fragmentarse. El sistema de signos y símbolos que caracterizaba su entorno, sufre modificaciones y se transforma como consecuencia de otras necesidades de comunicación. Por consiguiente, el sujeto emergido de la gran esfera urbana es diferente y reclama una visión propia. En adelante, al hablar de sujeto nos referiremos quien se relaciona con la sociedad, en el sentido que le da Freire al señalar que el hombre no es sólo un ser en el mundo, sino un ser con el mundo. La cultura que crea el hombre arranca del mundo para transformarlo y esto le convierte en sujeto. (Cf. Sáinz de la Maza, 1998).
Existe una amplia gama de aproximaciones a la problemática de este sujeto, pero en especial, el espectro se agranda cuando imaginamos al sujeto de las grandes ciudades. En toda esta variedad se evidencia una estrecha relación entre el conocimiento del mundo y su consecuente interpretación y apropiación colectiva e individual y cómo las condiciones del entorno sujetaban a cada habitante de la ciudad. Por ejemplo, el sujeto teológico, el cual se insertó en un mundo bajo el dominio de la religión, desarrolló una lógica en la cual la fe y la obediencia a Dios configuran el significado de las cosas. La sabiduría, así como la voluntad, eran condiciones divinas. Aunado a esto, la esperanza de una vida eterna, como continuación de la terrenal, debía compensar todos los sacrificios de la existencia, por lo que cada ser aceptaba la jerarquía impuesta para garantizar el orden epocal. De igual modo, el espacio de la cotidianidad de este sujeto teológico, se emplazaba en ciudades cuyo centro era la Iglesia y, en sus márgenes, en cantidades directamente proporcionales a la distancia que les separaba de dicho centro, se ubicaban quienes disfrutaban cada vez menos de las bondades de la pertenencia al culto divino, hasta llegar al extremo de la barbarie.
Solemos recordar el modelo de la ciudad medieval cuyo microcosmos requería de la centralidad de la Catedral y la marginalidad de las murallas como símbolos para conservar la paz de una comunidad religiosa recluida en un centro urbano, para constatar lo anteriormente dicho. Señala Foucault que la espiritualidad cristiana de entonces se desarrolla sobre la presencia no de Dios, sino del Otro, del Diablo (Foucault, 1994:400) por lo tanto, la ciudad amurallada tenía un sentido de protección no sólo material, sino que era una metáfora de la protección espiritual que el sujeto obtenía al refugiarse en sí mismo.
Después, en el Renacimiento, la racionalidad del hombre comienza a cuestionar la mayoría de las creencias sostenidas hasta entonces. Con el advenimiento de la Ilustración se inicia una visión del Universo basada en la experiencia humana que intenta aprehender, a través de sus sentidos, la verdad del mundo. Las ciudades, sin embargo, conservan su configuración concéntrica, si bien ahora el centro ya no pertenece exclusivamente al dominio de la Iglesia, sino que otras instancias de poder (como las Universidades) emergen victoriosas.
Posteriormente, los valores de la edad moderna debilitan los planes de la Ilustración, colocando en crisis la idea de progreso. Ciencia, razón y lógica ya no sostienen la esperanza humana de proyectar el devenir a través de la sistematización del presente y del pasado. La razón, la universalidad, y la moral fueron cuestionadas por Nietzsche, quien asume que el mundo es una forma caótica de existencia, donde sólo podía emplazarse la idea del ultra hombre. La muerte de Dios, así como del cristianismo y la metafísica desacralizaron las condiciones del sujeto trascendental. El sujeto se convierte en una ironía ya que, al igual que los objetos que de él se desprenden es producido. Cosificado, la voluntad, la conciencia y el yo son filiaciones posteriores a sus actos; dejando de existir como sujeto de la causalidad.
A partir de allí, podemos decir que comienza una trasfiguración del sujeto, que entra en crisis debido a su condición misma de inestabilidad frente a los acelerados cambios epocales. Igualmente, los los espacios crecen, se reordenan y varían, dando cuenta de las relaciones que los nuevos sujetos emergentes instituyen. Como señala Gonzáles Casas "La ciudad, que antes fue un lugar cerrado y seguro, a ido pasando a ser un lugar de angustia existencial. Se hace demasiada ciudad para el hoy y para el consumo, cambiando lo sublime, lo trascendente, por lo trivial" (1991,77). Así, el sujeto de los nuevos tiempos y espacios, el citadino, debe tomar nota de compleja emergencia de mensajes, símbolos, culturas y modos expresados a través de una red visual icónica y dinámica; puesto que su espacio a sido trasformado, por el y para, con tal fin.
Actualmente, en las ciudades sin centro, existen múltiples posibilidades de percepción, memoria e identidad. Los nuevos tiempos traen consigo dinámicas urbanas que articulan la visión antropológica, lingüística y comunicacional, en aras de concebir sus representaciones. El discurso emergente es eminentemente metafórico, pues implica una relación particular entre dos elementos en tensión y está determinado por la interpretación que el sujeto le confiera. La retórica de la ciudad permite desentrañar múltiples sentidos e intersecta representaciones en cualquier área donde un signo tenga posibilidades de describir, sensiblemente, formas semánticas.
Es así, como al concebir un sujeto y su tránsito por los diferentes espacios epocales que le contienen, se requiere de una hermenéutica que interprete su entorno y enuncie un discurso que de cuenta de su movimiento histórico. Debemos tomar en cuenta que no podemos atribuir ningún carácter de estabilidad y eternidad al ser, por lo que toda aproximación al sujeto debe hacerse desde los confines de lo indeterminado. Sin embargo, esto no le resta validez a una posible definición o aproximación de lo que significa el sujeto de la ciudad como intentamos destacar en este trabajo- , pues, por el contrario, es precisamente esa pluralidad conceptual y categórica, lo que nos permite transitar, al mismo paso y con el mismo ritmo, junto al citadino; a través de esas transformaciones físicas, emocionales e intelectuales que acompañan el desarrollo de los grandes núcleos urbanos, la proliferación de nuevos asentamientos, la mutación de las viviendas y demás espacios de diseño humano, y , finalmente, observar los procesos de territorialización y desterritorialización que día a día tienen lugar en todas las esquinas del planeta, desde las mega ciudades como Nueva York, hasta los modestos pueblos andinos en el interior de nuestras montañas.
La investigación que proponemos es una mirada a la ciudad como escenario de complejas relaciones, a través de una lectura de las imágenes que la integran y de los diálogos, comportamientos y conductas del sujeto que en ella se encuentra. Entendemos que esta percepción de la ciudad reside en la interpretación de sus representaciones. En el discurso de los espacios urbanos, emisor y receptor se funden a manera de nodo, o punto de coincidencia, capaz de tejer una amplia red de significaciones. La relación de representación, entre cualquier objeto signo- de la ciudad y su imagen presente, toma lugar en estos nodos.
I.- De cómo el sujeto vive la ciudad
Los sujetos de la ciudad elaboran representaciones de sí mismos, de su entorno y de su espacio de tal modo que generen sentidos orientadores para sus prácticas cotidianas. El ambiente o el contexto en el cual toma lugar lo anterior, ha sido denominado por Lotman semioesfera, una esfera en cuyo interior resulta posible la realización de los procesos comunicativos y la producción de nueva información, (Cf. Lotman, 1996); y es allí en donde actúa todo el sistema de interacciones entre el sujeto y su espacio. La semioesfera posee límites culturales y es enteramente dinámica; combina en su esencia amplias posibilidades de apertura e interpretación. La aproximación semiótica a ella, permite percibir las representaciones de la ciudad como elementos portadores de múltiples significaciones, en los cuales podemos apreciar las transformaciones de las estructuras de la personalidad, de las instituciones, los lugares y la organización de las prácticas cotidianas.
Toda representación, como signo, no podrá desvincularse de la significación que adquiere como consecuencia de las correlaciones posibles dentro de un discurso, las cuales permiten adquirir nuevos valores, incluso contrarios o disímiles de los que podría poseer de manera aislada. En el caso de la ciudad, los signos son dinámicos e interactúan con la totalidad de su contexto. Es así como el sujeto de la ciudad, los espacios públicos y los lugares, se erigen sobre las representaciones que el individuo tiene y actualiza sobre su entorno; los procesos de interacción de los actores sociales en su contexto, como la ciudad, están definidos por las representaciones que cada sujeto posee de lo que significa ser ciudadano dentro de lo urbano.
El determinismo del sujeto es cuestionado por su incapacidad de permanecer en compartimentos estancos. Partiendo de esta inestabilidad, proponemos replantearnos el quiénes somos a través de una visión holística del dónde habitamos y cómo interactuamos con nuestro espacio. El sujeto de la ciudad es dinámico, transeúnte, nómada, efímero, producto de la cultura del movimiento. Por tanto, la ciudad y el citadino no pueden ser estudiados desde un pensamiento único sino a través de una pluralidad de perspectivas o pensamiento complejo. Su comprensión es dialógica, recursiva y fragmentaria. En ella, orden y caos son indeterminados y, en ocasiones, complementarios.
El sujeto no tiene auténtica constitución propia que emancipar, ni siquiera en el sentido de una actividad vital que liberar, de pulsiones o de deseos que deben ser reencontrados más allá de la remoción y de la representación en que consistiría la cultura (...) el sujeto no es sino actividad de poner, sobrepasar, falsificar. (Vattimo, 1992:39)
El sujeto que habita los espacios cotidianos es un ser del lenguaje, aunque los códigos verbales y textuales estén siendo sustituidos por representaciones icónicas. El citadino no sólo lee, sino construye un lenguaje de representaciones de su entorno con el propósito de establecer vínculos con el espacio, facilitar su permanencia y tránsito por los lugares, así como la interacción con el otro. Estos lugares podrían redimensionarse y convertirse, en palabras de Auge, en no lugares o espacios del anonimato, donde las personas transitan sin mayor interacción entre sí, es decir, lo que Lipovetsky singulariza como uno de los comportamientos propios de la sociedad contemporánea: circular (de manera veloz), por espacios comunes (bien sea físicos o virtuales, a través de la red), de forma anónima (sin comunicarse verbalmente o asumir una identidad propia) y sin establecer vínculos emocionales profundos (demostrando un sincero desinterés por el otro y preferencia por el sí mismo) en tiempo presente (viviendo el aquí y el ahora). Habitamos, entonces, según ambos autores, en una ciudad fragmentada entre lugares y no lugares, emplazados en una era del vacío de las comunicaciones. Sin embargo, no creemos pertinente sumar la comunicación a la serie de epitafios que proclaman el fin de la historia, la muerte de Dios, o del hombre, puesto que se trata de una suerte de transformación de los espacios y modos cómo ésta se lleva a cabo, y no de un fenecer de las comunicaciones. Esto, sin duda, perfila un sujeto distinto, el cual intentaremos definir tomando en cuenta lo anterior.
II.- De cómo la ciudad vive al sujeto
En primer lugar, consideramos que un aspecto clave para la comprensión e interpretación del sujeto de la ciudad y su sistema de representaciones es la visualización de los escenarios urbanos donde se inserta, recurriendo a las nociones de centro y periferia, las cuales son fundamentales para la comprensión de los desplazamientos, de la dinámica de expansión de los espacios y de las relaciones de poder que transitan en ellos.
Para nadie es un secreto que los espacios públicos de esparcimiento, como las plazas y los parques, están siendo sustituidos de manera vertiginosa por el desarrollo industrial de los mall, o centros comerciales. Este desplazamiento no obedece meramente a las necesidades hedónicas del citadino, sino también a una nueva individualidad motivada por la sociedad de consumo, democratizada a través de los medios de comunicación social. El sujeto citadino, anhela caminar por vitrinas que sustituyan a los árboles y sentarse en ferias de comida donde el consumo se presenta como rápido y divertido. Este último factor la diversión rápida se erige como estandarte de todas las propuestas contemporáneas: no necesitamos ya de largas pláticas en el banco de la plaza, ni de retretas, ni de eternos paseos al campo, ni preparar la laboriosa comida del picnic, ahora todo es fast. Como consecuencia del apresuramiento, pocos tiene la opción de comunicarse abiertamente con las personas de su entorno, por lo que la comunicación deviene en una suerte de intercambio de informaciones básicas, muchas veces simbólicas, que le permiten al sujeto superar las barreras del mutismo y obtener lo que desea.
El mercado, otro espacio tradicional caído en desuso, ha sido sustituido por los súper y los mega mercados, en donde podemos observar claramente este fenómeno. En él, el sujeto de la ciudad no necesita recurrir a un vendedor para indagar sobre las cualidades del producto, discutir sus propiedades o negociar el precio en ocasiones, ni siquiera puede hacerlo. Toda la información que necesita, es probable que ya haya sido estampada en el producto mismo y, en caso de requerir de algún dato adicional, cómodamente puede consultar a un lector de códigos de barras. De igual forma, al pagar, de seguro no requiera sino presentar su tarjeta magnética (de crédito o débito) de la cual otra máquina cobrará el precio justo. En ninguno de los casos, se necesita tener buenos modales o formular cortesía alguna que facilite el trámite; las relaciones interpersonales están reducidas al mínimo y hasta es probable que el ávido consumidor adquiera productos expendidos por una máquina (recordemos las dispensadoras automáticas de refrescos) o haga sus compras a través de Internet, situaciones en donde ni siquiera existe un actor humano en la transacción.
Estas formas de comunicación se ven reflejadas en el diseño de los espacios destinados a facilitarlas y, en el caso del centro comercial, también influyen en su ubicación dentro del mapa. Los mercados, plazas y parques, que anteriormente se situaban al centro de la ciudad, donde eventualmente todos sus habitantes coincidían e interactuaban, se han reterritorializado hacia los márgenes y convertido en falsos centros comerciales. Aquí podría aplicarse la lógica de la complementariedad (Derridá) en tanto qué es un centro si lo marginal se puede centrar. El centro (excéntrico) comercial, amerita de cada vez más grandes emplazamientos, llegando a convertirse en una pequeña ciudad satélite de la ciudad principal, donde, incluso, se erigen normas de circulación y convivencia propias. Su diseño, paradójicamente, nos recuerda al diseño tradicional de aquellos espacios olvidados, pero en una escala mucho mayor (muchos tienen lugares llamados plazas, parques o ferias que ubican al sujeto que se desplaza en este nuevo modelo de ciudad amurallada).
Por otro lado, debemos estudiar cómo se produce la identificación de las formas simbólicas presentes en la ciudad, para que exista este nuevo tipo de comunicación al que hacemos mención. El análisis del sistema de signos y símbolos que se circunscribe a los espacios citadinos, permite desentrañar novedosas relaciones de sentido que alteran el sistema de representaciones tradicional, configurando un imaginario.
III.- Vivir en la ciudad imaginada
Como señala Lizcano (2006), el imaginario está antes que las imágenes, haciendo posibles unas y rechazando otras. El imaginario educa la mirada, una mirada que no ve directamente, sino a través de lo que el imaginario posibilita, para que percibamos el mundo de una determinada manera. El imaginario de la ciudad, hace que el sujeto reconozca algunos elementos concretos, y se identifique con ellos, motivando una conducta cada vez más frecuente, mezcla de cosmopolitismo e individualismo.
Por un lado, existe una sensación de desarraigo que no parece incomodar a nadie. En nuestras ciudades, es cada vez más común observar la proliferación de sitios denominados franquicias o de establecimientos signados por una marca, en donde el símbolo claramente se impone sobre el lugar. No importa donde estemos, reconoceremos abiertamente los Town Records, las tiendas Discovery o la Sony. De manera anecdótica, recuerdo un viaje que hice a la ciudad de Bogotá, hace algunos años, con mis estudiantes de la Universidad. Un par de ellos trabaja para la cadena de comida rápida Mc. Donalds en Venezuela, y lo primero que hicieron al pisar suelo santafereño en vez de interesarse por el Museo del Oro o la Biblioteca Luis Ángel Arango fue pedir las coordenadas del Mc. Donalds local donde, luego de una visita a sus compañeros pude notar que se sentían como en casa. En fin, el no pertenecer a ningún lugar podría interpretarse como una pertenencia al todas partes.
Desmontado el mito de la centralidad y asumiendo que así como un centro puede desplazarse, también los espacios marginales pueden ser centralidades emergentes, nos quedan aún otras representaciones que se transforman junto con el sujeto citadino. La capacidad del sujeto de traducir experiencias sensibles también ha cambiado. Las asociaciones de lo urbano con la comodidad y el progreso, distan mucho de ser una realidad compartida por muchos de los habitantes de la ciudad. La asociación de la ciudad con el campo laboral, ya no es necesariamente cierta, pues la tecnología ha traído el boom de las nuevas profesiones, en donde los sujetos que trabajan con conexiones de Internet pueden, fácilmente, desplazar su lugar de vivienda a casi cualquier parte del mundo, siendo la preferencia más común (sobre todo en las grandes ciudades) el regresar a los suburbios.
Las nuevas presentaciones del placer, específicamente del placer individual y el culto al cuerpo, han creado novedosas formas de asociación o tribus, que se reúnen en gimnasios, sports clubs, o que retornan a los parques, ya no como espacios naturales para la recreación e interacción familiar, sino como amplísimos lugares donde el entrenamiento individual se facilita. En igual medida, pierden popularidad los círculos de lectores y las bibliotecas, reemplazadas, en ocasiones, por las librerías online que permiten saciar las necesidades inmediatas de conocimiento.
Por otro lado, la relación del sujeto con su entorno, muchas veces se ve obstaculizada y para algunos facilitada por los medios. Aquel transeúnte que recorría las calles y conocía al dedillo cada uno de los espacios de su ciudad, fue sustituido por un sujeto al que poco tiempo le queda para deambular, y prefiere confiar su percepción sobre el mundo exterior a los mediadores que se encargan de recorrerlo por él. En algunos casos, esa información se confunde y/o se potencia, con la publicidad y la propaganda política, brindándole al sujeto una amalgama de mensajes a su disposición los cuales, seguramente, filtrará de acuerdo a sus propias experiencias pero que, necesariamente, lo llevan a tener apreciaciones comunes al resto sus conciudadanos. No importa que estos referentes sean verdaderos o no, lo que realmente cuenta es que le permiten obtener el conocimiento necesario para sobrevivir en su espacio, una vez más, de manera fast.
Un ejemplo curioso de lo anterior es el fenómeno observado entre los habitantes de Caracas, quienes fueron bombardeados por una campaña propagandística muy creativa del gobierno nacional, a través de vallas y micros que anunciaban, con certero orgullo, que Ahora el Guaire está limpio. El río Guaire es uno de los afluentes del Tuy y atraviesa la ciudad en dirección sudoeste. Hasta hace muy poco, era reconocido por la inmundicia de sus aguas, donde se podría fácilmente encontrar desde excrementos hasta cadáveres, pasando por una amplia variedad de objetos de todo tipo que arrastraba la corriente. Actualmente, el MARN (Ministerio del Ambiente y los Recursos Naturales) está llevando a cabo un plan de saneamiento del río, estructurado en varias fases y que, sin desmerecer los esfuerzos alcanzados, todavía no llega a su culminación. De hecho, se estima que la limpieza del río finalice para el año 2013. Sin embargo, si al preguntarle al caraqueño común por su río, muchos contestaron, sin duda, que está limpio o, en el peor de los casos, que ya casi lo está (en el imaginario de algunos, incluso, se destaca el mito de que pronto se podrán bañar en sus aguas), contradiciendo el sentido común de cualquiera que se asome a su lecho y perciba las emanaciones putrefactas que todavía produce.
Esta representación imaginaria del río Guaire, constatada a través de entrevistas de calle y otros sondeos hechos por los medios de comunicación del país durante el último mes del año 2006, parecía consolidarse cada vez más al transcurrir los días decembrinos. La pregunta obvia es ¿por qué?. La respuesta tiene asidero en un refuerzo concreto que se sumó a esa idea compartida del río limpio: la decoración navideña. Algunas alcaldías de la Capital utilizaron un juego de luces superpuestas sobre el río para recrear un torrente de agua fresca, en vívidas tonalidades de azul y verde, de donde brotaba la más inspiradora visión de diversos tipos de flora y fauna. El imaginario del caraqueño se sintió satisfecho con esta representación que respondía, exactamente, a su nueva concepción del río Guaire, aún cuando sólo se tratase de un elemento de ficción.
Por ello, para el estudio del sujeto de la ciudad, es importante tomar en cuenta diversos aspectos como los relacionados con los horizontes culturales individuales o las expectativas que determinan la interpretación de la simbología que también la habita. Este acto interpretativo, implica libertad para establecer diversas relaciones basadas en supuestos, interacciones, dinámicas y prácticas culturales. Todo ello, conlleva a la aparición de nuevos horizontes simbólicos que permiten la elaboración de un discurso de los espacios urbanos cotidianos, a partir de los sujetos y sus representaciones.
Investigaciones de este tipo han sido desarrolladas con gran éxito en las ciudades colombianas, por ejemplo, donde existen trabajos realizados y compilados por los investigadores de la Universidad Piloto de Colombia y la Universidad Javeriana, específicamente, autores como Jesús Martín-Barbero (De los medios a las mediaciones. Comunicación, cultura y hegemonía, 1998), Juan Carlos Pérgolis (Bogotá fragmentada: cultura y espacio urbano del siglo XX, 1998) y Armando Silva (Imaginarios urbanos, 2000). Todos ellos intentan dilucidar esa compleja relación entre el sujeto y la ciudad. Parten de la premisa de que la experiencia del sujeto es vital, puesto que no es percibida igualmente por los diferentes grupos que habitan un espacio, sino por quien vive la ciudad. De allí que, en ocasiones, los resultados no sean predecibles, cuantificables y /o traducibles. Mucho menos podríamos establecer comparaciones entre lo que sucede en Bogotá con lo que acontece en Caracas, por ejemplo, aun cuando ya hemos hecho la salvedad de que los ciudadanos contemporáneos puede ser ciudadanos del mundo, y los espacios muchas veces se reproducen sin distingo de zonas geográficas. Es más, la experiencia del sujeto es totalmente dinámica y cambia de acuerdo al momento en donde capturemos su vinculación a la ciudad, siendo un ejemplo muy claro de esto último, la experiencia vital del propio Jesús Martín-Barbero, hace poco nacionalizado como ciudadano colombiano, quien habita en ese país desde 1963. He aquí un extracto de su experiencia vital en la Cali de entonces:
Me asomé por primera vez a este país el 15 de octubre de 1963, desde la ventanilla de un avión, en medio de un aguacero que difuminaba el atardecer de la sabana y volvía imprecisos los contornos de las edificaciones y el paisaje. De la travesía por la ciudad hasta el hotel me queda sólo el recuerdo de las fugaces imágenes de gente guareciéndose de la lluvia bajo los aleros, la mayoría vestida con una prenda cuyo nombre aprendería al día siguiente: ruana. Y al día siguiente, en la cafetería del hotel, experimentaría también el primer extrañamiento justo allí donde mejor creía reconocerme, en el idioma. La chica que servía el desayuno me preguntó « ¿Le provoca un perico?», ante lo cual quedé físicamente sin habla, pues «provocar» en mi castellano de la vieja Castilla significaba «incitar a pelear» o aún peor «dar náuseas», ¡y un perico era un loro! (Martín-Barbero, 2004).
Martín-Barbero narra que, en su primer contacto con la ciudad, ésta le pareció gris. La neblina, las edificaciones de concreto y las vestimentas de los colombianos conspiraban para producir un efecto visual que al español ciertamente le parecía disonante y triste. Luego señala que, a través de la radio, descubrió que la ciudad estaba llena de colores, y su visión se transformó al asumir como propio el imaginario del colombiano, difundido a través de los medios, al punto de descubrir una nueva ciudad alegre.
De esta manera se van construyendo una serie de narraciones que dan cuenta de un imaginario difundido y compartido entre los sujetos de una ciudad, pero como suerte de relato oral o literatura dinámica, donde los personajes, las acciones, los inicios y los desenlaces van mutando de acuerdo a las vivencias del sujeto que las protagoniza. Si antes nos limitábamos a definir a la ciudad como el espacio físico, acudiendo a la metáfora del plano o la maqueta, y siempre vinculándola con disciplinas como el urbanismo o la arquitectura; hoy podemos concebirla como un espacio ilimitado, impredecible, todo céntrico y marginal a la vez, donde los límites entre la comunicación y la información se diluyen, un espacio donde es posible la convivencia de sujetos disímiles hermanados bajo la ilusión de pertenecer a un lugar que es, a su vez, parte de un mundo globalizado.
Nuestras ciudades latinoamericanas contemporáneas son una suerte de espacios urbanos fragmentados, en el sentido que dentro de una misma ciudad pueden coexistir diferentes imaginarios que, aunque pueden imbricarse entre sí, también reclaman un espacio para lo propio. Tal es el caso de los fragmentos urbanos llamados barrios (en Venezuela) o favelas (en Brasil) donde sujetos muy diferentes al estereotipo del citadino común comparten el gentilicio de caraqueños o paulistas. Cabría preguntarse entonces por esos sujetos móviles, vinculados con el centro pero también con la periferia, hasta cierto punto nómada y, al mismo tiempo, fundadores o descubridores de imaginarios. La respuesta a su existencia también está vinculada a la ciudad y sus espacios, pues son éstos los que permiten su movilidad al tiempo que delimitan su posición, frente a otros habitantes. En lugares como Caracas, este fenómeno se ve claramente en la división, no sólo espacial, sino también política y económica, entre el este y el oeste. La polarización entre estas dos grandes áreas ha recreado un imaginario de reterritorialización que podemos apreciar en algunos espacios públicos conquistados por uno u otro bando que automáticamente son resemantizados. La apropiación de la Plaza Francia (conocida anteriormente como Plaza Altamira) como Plaza de la Libertad en el 2002 y el derrumbamiento de la estatua de Cristóbal Colón en nombre de la resistencia indígena en el 2004, son sólo muestras de este fenómeno.
Podemos ver cuán complejas son las relaciones que toman lugar en la ciudad y sus nodos. Del mismo modo constatamos que no hay una identidad unívoca para el sujeto de la ciudad, el cual parece reinventarse permanentemente. La percepción de ambos elementos está condicionada, además, por nuestro propio sistema de representaciones. Por tanto, el discurso que brota de los espacios urbanos es extremadamente móvil. Por un lado, la ciudad cambia y por otro nuestra manera de representarla también lo hace. La condición de inestabilidad de los sujetos citadinos parece ser su principal característica. Luego, compitiendo en relevancia, entraría su capacidad lúdica de moverse entre identidades y diferencias, sin salir de la semioesfera citadina, su exposición a la radiación massmediática, además de todos los demás factores mencionados que se desprenden de la experiencia de vivir en una especie de collage imaginario donde podemos encontrar la satisfacción de nuestras necesidades más exquisitas, pero perder, al mismo tiempo, nuestras relaciones más humanas.
Referencias
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3.González Casas, L. (1991) La ciudad en la historia.En: Filosofías de la ciudad. Caracas: Equinoccio. [ Links ]
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10.Pérgolis, J. C. (1998) Bogotá fragmentada: cultura y espacio urbano del siglo XX. [ Links ]
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13.Vattimo, G. (1992) Más allá del sujeto: Nietzsche, Heidegger y la hermenéutica. Barcelona: Paidós. [ Links ]
Para ampliar esta temática puede consultar:
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2. Brunsvick Yves y Danzin André (1999) Nacimiento de una civilización: el choque de la mundialización. París: Colección Desafíos. Ediciones UNESCO.
3. Calabrese, Omar (1990) La era neobarroca. Madrid: Editorial Cátedra.
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5. Castro G, Santiago (1996) Crítica de la razón latinoamericana. Barcelona: Puvill Libros S.A.
6. Chartier, Roger (1996) El mundo como representación. Historia cultural: entre práctica y representación. Barcelona: Editorial Gedisa.
7. Clifford, James (1995) Dilemas de la cultura: antropología, literatura y arte en la perspectiva posmoderna. Barcelona: Editorial Gedisa.
8. Culler, Jhonatan (1992) Sobre la deconstrucción. Madrid: Cátedra.
9. Deleuze, Gilles y Guattari, Félix (1998) Mil mesetas. Capitalismo y esquizofrenia. Valencia: Pretextos.
10. Giraldo Isaza, Fabio (1999) Ciudad y crisis: ¿hacia un nuevo paradigma? Santafé de Bogotá: Tercer Mundo editores. Universidad Javeriana.
11. Habermas, Jürgen (1991) Escritos sobre moralidad y eticidad. Barcelona: Paidós.
12. Huergo, Jorge A (1999) Las alfabetizaciones posmodernas, las pugnas culturales y los nuevos significados de la ciudadanía. Revista Nómadas: educación y ciudadanía. Santafé de Bogotá: Departamento de Investigaciones de la Fundación Universidad Central. Septiembre/Marzo. No. 9. pp.49-60.
13. Ibáñez, Jesús (1994) El regreso del Sujeto (la investigación social de segundo orden). Madrid: Siglo XXI editores.
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16. Lizarazo Arias, Diego (1998) La reconstrucción del significado México: Addison Wesley Longman Editores.
17. Lotman, Yuri M.(1998) Cultura y explosión: lo previsible y lo imprevisible en los procesos de cambio social. Barcelona: Editorial Gedisa.
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30. Vattimo, Gianni (1994) El fin de la modernidad: nihilismo y hermenéutica en la cultura posmoderna. Barcelona: Gedisa
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