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Letras
versión impresa ISSN 0459-1283
Letras v.50 n.77 Caracas dic. 2008
Reseña
La filosofía del mal Julio Quesada Martín Madrid: Editorial Síntesis (2004); 443 páginas
Álvaro Martín Navarro
Recibido: 08-01-2008
Quizás uno de los temas que nos pueda apasionar, pero que por diversas razones colocamos a un lado por un morbo interno en el cual debemos ser: buenos, decente y moralmente correctos, sea el problema del mal, palabra satanizada y peligrosa de usar en el día a día, además de ser mal vista y la mayoría de las veces mal entendida. Desde los orígenes de la cultura, la reflexión del por qué las cosas pasan como pasan y no de otra manera aunque planifiquemos, racionalicemos y busquemos controlar todas las variables para que las cosas ocurran, nos hace pensar que hay un mal o algún demiurgo malicioso cuyo máximo goce es hacernos fracasar, atentar contra nosotros, perjudicarnos. Esta esencia, sustancia, cosa o individuo cumple la función de no dejar ser las cosas y menos como debe ser. De ahí que el mal se asocie con el error, el fracaso, lo discontinuo, lo fuera de la norma, lo feo, lo trasgredido, lo obsceno. Estos términos que en principio se pueden equiparar con el mal, no son otra cosa que resultados de una variable de lo que llamamos: azar, contingencia, hamartía, es decir, que aparecen las cosas como no deberían ser, pero ¿es que existe un deber ser de las cosas? tal y como predican muchos docentes, administradores y gurúes de autoestima, o es una muestra de un pensamiento cartesiano, donde tímidamente apuntamos a una metafísica de la perfección que sustenta a Dios, pero que con los siglos hemos perdido su rumbo. Es a partir de todos estas pautas que el filósofo español Julio Quesada Martín* trata de mostrar cómo la filosofía, a lo largo de la historia, ha tratado de controlar o por lo menos poner al descubierto el porqué aparece o se hacen cosas que nos perjudica, como individuos o como sociedad, y aunque tratemos de controlar el mal, este siempre parece estar presente. El autor realiza esta reflexión mostrando la distancia en los orígenes del mal entre filosofía y tragedia, y cómo la filosofía, como sistema, como metafísica busca regular el fracaso, lo impensable o lo improbable, mientras la tragedia se muestra como una aceptación precisamente de lo que permite el fracaso, lo impensable y lo improbable, es decir el azar. Igualmente el autor muestra cómo la filosofía busca erradicar el azar del pensamiento por medio de la lógica, pero como éste subsiste, aunque apunta que ha habido filósofos que dan claridad del problema del mal en sus escritos como lo hace Aristóteles, en la medida en que plantea la frónesis, y asume la existencia del azar en la naturaleza, porque para el estagirita, la frónesis es una virtud intelectual, que consiste en el habito de elegir lo bueno de acuerdo a los contextos particulares de las acciones. El hombre prudente o aquel que tiene fónesis, dice el filosofo, y este hombre sabe deliberar bien y en esta deliberación intervienen deseo (o instinto) y razón, y cuyo objeto es deliberar sobre el bien pero ¿de qué naturaleza son las cosas sobre las cuales se delibera? ¿Qué saber o saberes compromete esa practica? Se delibera sobre lo posible, y el mero hecho de estar presente lo posible permite el ingreso del azar en las deliberaciones. Posteriormente, el autor se introduce en los laberintos de la filosofía de san Agustín y santo Tomás, y cómo el concepto del mal, asociado con el azar en la Antigua Grecia, es resemantizado por el cristianismo, y cómo los dos principales pensadores medievales sortean el mal en sus escrituras a través de las distintas incursiones que el pensamiento cristiano realizó para convivir con el mal como una contingencia menor del amor de Dios. Luego el autor presenta dos desarrollos metafísicos filosóficos que buscan controlar el mal: por un lado la vía Descartes y el racionalismo y por el otro Leibniz donde a través de su fundamento del Principio de Razón Suficiente, justifica el mal como un elemento menor de la razón. Igualmente el profesor Quesada realiza una revisión crítica del mal metafísico a través de la obra de Voltaire y Kant, como elemento donde la falta de crítica y reflexión fundamenta la maldad. Luego de recorrer diversos caminos y ejemplos que se generan a partir de las diversas reflexiones que nacen de los diversos sistemas filosóficos con respecto al mal, realiza un capítulo donde busca explicar el desarrollo del mal en el siglo XX, especialmente a partir del pensamiento de Heidegger. El autor nos muestra las vinculaciones del mal y el uso de la razón en conjunción con el nihilismo que, como juego dialéctico, ha marcado ciertas actitudes del mal en la contemporaneidad. Pero el autor hace una profunda reflexión, a partir del pensamiento de Heidegger de cómo el mal también se ha mitificado en la medida en que el pensamiento se aleja de lo cotidiano, de la Lebenswelt. El autor realiza, por un lado, una apología a la cotidianeidad como la auténtica fuente insustituible de toda pluralidad y, por lo tanto, de todo lo que podemos derivar de ahí: valores, amores, odios, celos, amistades, y que funciona como polo para poder entender categorías abstractas como Ser, Tiempo, Bien, Imaginación y Mal, pero que no necesariamente hay una causalidad entre la cotidianeidad y las categorías abstractas; estas últimas funcionan como órdenes del mundo, pero no como realidad para las personas. Por otro lado, el autor presenta una reflexión acerca de una razón narrativa que busca conjugar, por un lado, las construcciones de la realidad dada desde el lenguaje y por otra, de una Realidad estructurada desde el discurso. Para ejemplarizar sus reflexiones, en un ir y venir de textos filosóficos a textos literarios, el profesor Quesada introduce no sólo los cotos propios de un discurso filosófico que podemos hallar en su reflexión acerca de la metafísica discursiva de Husserl, Merleau-Ponty u Ortega y Gasset, y cómo cada autor contribuye tanto a la pluralidad del pensamiento del mundo como a una posible democracia de pensamiento y su influencia directa en la realidad que se vuelve fenómeno en la política; sino también muestra estas mismas facetas en autores como Malcolm Lowry, Milan Kundera, Richard Rorty, María Zambrano. Estas doble lecturas, más que constituirse en una explicación metafísica del mal, busca mostrar cómo del nihilismo del pensamiento y de la narración, a través de la razón histórica narrativa, buscan develarnos la necesidad de pensar o repensar la ciudad, la amistad, la política. Pensamos que el libro no sólo es un estudio acerca de los orígenes del mal desde un plano metafísico, sino con cierta habilidad, el autor nos muestra que si bien el mal es esencialmente un resultado de sistemas metafísicos, y que en la actualidad la metafísica no logra explicar, será a través de las prácticas culturales, de la ética, de los discursos políticos y sus praxis donde el hombre contemporáneo halla los orígenes del mal. De ahí que la política, los discursos cotidianos, la amistad, la ciudad, sean para el autor los lugares donde se insertan narraciones que muestran las deficiencias teóricas que promueven y producen el mal como un mal necesario, para darle sentido a la vida rodeada de vacíos metafísicos y de políticas irracionales.