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Revista del Instituto Nacional de Higiene Rafael Rangel

versão impressa ISSN 0798-0477

INHRR v.37 n.1 Caracas jan. 2006

 

Comunicación al Ciudadano Ministro de Relaciones Interiores

Rafael Rangel

RESUMEN

Se refiere a una misiva que dirijo al Ciudadano Ministro de Relaciones Interiores relatando lo sucedido con dos casos relativamente benignos y posteriormente la denuncia que hago de la epidemia de peste; además del envío de la relación de gastos, los libros correspondientes y los comprobantes de la inversión de los fondos asignados. Así mismo, solicito la reconstrucción de 4 casas incineradas por ser focos peligrosos y el justiprecio de las mismas; y el examen de mi libro de cuentas para que se me expida el finiquito legal.

Palabras clave: Brotes de enfermedades, Sanidad, Peste, Venezuela.

ABSTRACT

It is in reference to a note that I send to the Ministry of Interior Affairs describing two cases relatively benign and the afterward complaint about the plague epidemic; besides of the remittance of the statement of expenditures, the corresponding books and the invoices of the allocated funds. Likewise, I require the rebuilding of four houses that were incinerated for being dangerous focus and their valuation; and the detailed check of my account book to obtain the legal settlement.

Key words: Disease outbreaks, Health, Venezuela.

Fuente: Epidemias y Sanidad en Venezuela. Dr. P.D. Rodríguez Rivero, pp. 337-338-339, 1924.

Ciudadano Ministro de Relaciones Interiores

Presente.

Rafael Rangel, Jefe del Laboratorio del Hospital Vargas, mayor de edad y domiciliado en Caracas, ante usted respetuosamente expongo: en la última quincena de marzo del año próximo pasado, fui llamado por ese Ministerio, por su antecesor, para que me dirigiera a La Guaira a investigar si realmente era peste bubónica la enfermedad que en esos días había aparecido en aquella localidad. Creí un deber de patriotismo, estimulado por un intenso amor al estudio, ocurrir resueltamente a aquel puerto, sin réplica alguna y sin tomar en cuenta el grave peligro que corría, tenido por inminente en aquellos momentos, ni cuáles serían los recursos con que podía contar.

Una sola salvedad hice al Ministro, la de mis escasos conocimientos sobre aquella enfermedad, nunca vista en Venezuela, por lo cual no había podido ejercitarme en el estudio de su causa patógena, ya que ha sido con grandes esfuerzos y con los elementos propios del país, como he llegado a adquirir los escasos conocimientos bacteriológicos que poseo, sobre sus enfermedades autóctonas.

No obstante esto último, mis experiencias fueron tan correctas, que me atrevo a exponerlas a cualquiera Corporación científica autorizada; sólo que en el momento preciso no se me presentaron sino dos casos relativamente benignos, el uno de 19 días de atacado, y de 14 el otro, en los cuales la evolución de la enfermedad había pasado, quedando únicamente en ellos los efectos de un secundarismo infeccioso. La premura conque se me exigió una contestación categórica me hizo darla negativamente, porque el resultado de mis experiencias correctamente hechas, lo repito, fue negativo.

Sin embargo, puse muy buen cuidado a las observaciones de los muy pocos médicos que opinaban por la afirmativa, en contraposición a la mayoría de ellos, que negaban rotundamente la enfermedad; y al regresar a Caracas, dejé el encargo de avisarme al presentarse nuevos casos. Apenas tuve conocimiento de ello, bajé sin que nadie me lo ordenara, cumplí el deber, al obtener los datos bacteriológicos positivos, de denunciar la epidemia ante el Presidente de la República.

Acepté el cargo de Director de la lucha contra la peste en La Guaira, porque creo que ningún venezolano patriota debe eximirse por ningún pretexto de prestar sus servicios al país en semejantes conflictos, y ofrecí los míos espontánea y gratuitamente, guiado tan solo por un doble interés científico y humanitario, y por ello mismo renuncié por tres veces el manejo de los fondos que el Gobierno destinara para tal fin, prometiendo quedar al servicio de los enfermos, o en las desinfecciones, cargos más cónsonos con mi profesión y aptitudes; pero en ningún caso me fue aceptada la renuncia. Administré, dotando el Degredo de todo lo necesario, y cubriendo los más urgentes gastos de acuerdo con las sumas que periódicamente recibía de la Aduana o de la Agencia del Banco.

El 24 de junio recibí la última partida de mil bolívares, de orden del Ministro de Hacienda, con los cuales pagué raciones de enfermos, empleados, etc., hasta el 20 del mismo mes. Desde el principio de la epidemia hasta la fecha arriba indicada, recibí la suma de veinte y cinco mil bolívares, y pagué veinte y cinco mil ciento treinta y tres, quedando a mi favor un haber de ciento treinta y tres bolívares.

En esta misma fecha envío al Ministerio de Hacienda mi libro de cuentas y los comprobantes de la inversión de estos fondos, donde se verá además, que ni yo, ni los tres practicantes que me acompañaron, obtuvimos remuneración alguna, fuera de los gastos indispensables a nuestra subsistencia.

El 29 del mismo mes de junio me llegó la superior orden de regresar a Caracas y entregar Degredo, medicinas, etc., a la Junta de Sanidad presidida por el Prefecto; y así lo hice, notificando en la entrega la deuda del Gobierno. Con este acto cesé por completo en mis funciones.

En los primeros días no estaba en capacidad de apreciar la marcha que seguiría la epidemia, y era la opinión general, y en especial la de los médicos del país y la mía propia, que aquella se propagaría con rapidez asombrosa. Creí mi deber proceder con la mayor energía y actividad con el objeto de detener el mal en sus comienzos, y en el más breve lapso de tiempo, y al efecto ordené, junto con la desinfección rigurosa de gran número de casas y establecimientos mercantiles, la incineración de cuatro casitas escuetas, porque eran focos peligrosos de donde habían salido varios atacados, porque no se podía verificar en ellas una desinfección satisfactoria, y porque estaban aisladas y retiradas del centro de la población. No me detuve a pensar en estos pequeños intereses, porque tenía confianza de que se resarcirían, con creces, los daños y perjuicios causados a las víctimas, como se acostumbra en los países civilizados.

Y es por ello que ocurro al actual Magistrado de la Nación, por el muy digno órgano de usted, cuando la República está encauzada por la amplia vía de estabilidad y progreso, para que con su magnanimidad y el concurso de la de usted y de los demás miembros del Gabinete Nacional, que estimo en muy alto grado, acuerde la reconstrucción de las casas que por causa de la epidemia fueron incineradas, las cuales justiprecio en dos mil bolívares cada una; el resarcimiento de daños y perjuicios a las víctimas, el pago de lo que se quedó adeudando, que gira alrededor de dos mil bolívares, y el examen de mi libro de cuentas que he entregado al ciudadano Ministro de Hacienda, con el objeto de que se me expida el finiquito legal.

Es gracia que espero de usted en Caracas, a 25 de febrero de 1909.

Rafael Rangel