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EPISTEME
versión impresa ISSN 0798-4324
EPISTEME vol.33 no.2 caracas dic. 2013
La tolerancia como virtud pública y política. Una aproximación al pensamiento de Carlos Tthiebaut y Michael Walzer1
Alicia Ambrosino1
1Universidad Central de Venezuela. E-mail del autor: aliciaambrosinos@gmail.com
“En la vida social, política y cultural
prefiero lo múltiple a lo único.”
Michael Walzer
Resumen: En este ensayo se mostrarán las nociones sobre tolerancia como virtud pública y política, producto de las nuevas reflexiones e interpretaciones filosóficas llevadas a cabo por Carlos Thiebaut y Michael Walzer. Ambos autores colocan el concepto "tolerancia" en el debate político como valor fundamental de las sociedades modernas, diversas culturalmente, que requieren planteamientos nuevos e innovadores para afrontar los retos de la práctica política. Es allí donde la tolerancia juega un papel fundamental.
Palabras clave: tolerancia, sociedad plural democrática, libertad.
Tolerance as political and public virtue. An approach to Carlos Thiebaut and Michel Walzer’s thought
Abstract: In this essay we show the notions about tolerance as public and political virtues, product of new thinking and philosophical interpretations by Carlos Thiebaut and Michael Walzer. Both authors debate the concept of "tolerance" as a fundamental value of modern societies, culturaly diverse, wich requires new and innovative approaches to meet the challenges of political practice. This is where tolerance plays a key role.
Keywords: tolerance, plural democratic society, freedom.
Recibido: 21-10-13. Aceptado: 29-10-13.
Introducción
El objetivo del presente artículo es incorporar en el debate de la construcción de una sociedad democrática basada en la justicia como eje principal, las virtudes públicas y políticas que puedan responder a los problemas que la pluralidad democrática enfrenta desde el poder del Estado y las instituciones.
Para lograr esa sociedad justa, libre e igualitaria que la democracia enuncia, se debe afianzar sus pilares sobre virtudes fundamentales como la tolerancia, la solidaridad y la responsabilidad, ya que éstas inciden de manera directa en la colectividad al estar dirigidas hacia los otros, dado que no existe ni verdad ni razón absoluta.
Una de las características distintivas de las sociedades actuales es la pluralidad de individuos que la conforman, y es allí en donde dichas virtudes juegan un papel transformador en la convivencia política de todos sus miembros, en la formación del ciudadano y en el ejercicio de su libertad.
Abordaré el tema de la tolerancia desde una breve concepción semántica para dar paso a la reflexión a partir de los pensadores contemporáneos Carlos Thiebaut y Michael Walzer.
El término tolerancia, desde sus inicios, ha tenido diversos significados en el contexto histórico-filosófico. Etimológicamente tiene “su origen en el verbo latino tollerare, cuyo significado es soportar o llevar con paciencia”2 lo que muestra es una connotación negativa, si utilizamos este significado para referirnos al otro. El tolerar a alguien se convierte en “soportar” o “aguantar” sus ideas, pensamientos o acciones. Pero existe un significado distinto con respecto a este término y es el que proviene del término griego τάλαντον “tálanton” – “balanza”3, el cual indica la búsqueda del equilibrio y, en nuestro caso particular, el equilibrio entre las ideas, creencias o discursos de los distintos miembros de una comunidad política, aún cuando vayan en contra de nuestras propias creencias o concepciones de verdad.
La tolerancia hoy en día es propuesta dentro del debate político como la virtud propia de las sociedades pluralistas modernas. Cuando nos referimos a la tolerancia hablamos del acercamiento al otro, su reconocimiento y el respeto a su dignidad.
El reacomodo del mundo global, las crecientes diferencias socioeconómicas entre los países ricos y pobres, las sociedades multiétnicas y multireligiosas que poseen un gran antagonismo social, van tejiendo un entramado de actitudes que desencadenan conductas intolerantes. Todos estos factores promueven que se replantee el concepto de tolerancia y que se vuelva necesario incluirlo como virtud en el ejercicio político cotidiano para lograr adaptarlo a la nueva realidad política y social presente en las naciones.
Cuando se discute acerca de la tolerancia y su relación con la política en el momento actual, se debe hacer mención también a los problemas que enfrenta la democracia en estas sociedades complejas.
La tolerancia dentro de la política es, junto con el respeto, el valor que permite la convivencia y el reconocimiento público de las diferentes identidades colectivas, muchas de ellas minoritarias en la esfera pública.
La relación que se da entre la tolerancia y la política en la actualidad es muy estrecha, al punto de poder afirmar que el régimen democrático es el espacio ideal para su aplicación y servirá como medio para la solución de los conflictos sociales.
Los filósofos contemporáneos logran redimensionar la connotación del concepto de tolerancia sacándola de la visión histórica, replanteándola y trasladándola al plano político, demostrando su vigencia en ese espacio.
El reconocimiento de los derechos fundamentales del hombre y del ciudadano permitió que los principios en que se sustentaba la tolerancia fueran ampliándose en sus espacios y que su dimensión se extendiera hasta alcanzar un papel significativo en la solución de conflictos. Esta transformación del concepto de tolerancia permitió que adquiriera un nuevo significado, siendo incluida dentro de la democracia liberal como una solución éticamente apropiada para la resolución de conflictos cuando las diferencias existentes se reflejan en las condiciones en que los individuos deben vivir en una sociedad y sus razones. Sólo la pertenencia a una comunidad política democrática es lo que le va a permitir al individuo la igualdad política y el reconocimiento de los propios derechos.
Ante estos hechos, Thiebaut y Walzer han asumido el reto de responder a la disyuntiva ético-política con planteamientos innovadores, transformadores y que pretenden propiciar el debate. Voy a mostrar una visión general de los elementos significativos y novedosos del planteamiento de cada autor, y sus implicaciones políticas.
1. La visión liberal de la tolerancia.
El filósofo español Carlos Thiebaut habla de la tolerancia como virtud pública que puede formularse como una norma que tiene un alcance universal, al encontrarse en el reino de lo moral, y que regula comportamientos que son susceptibles de tener relevancia ética en los ciudadanos. La virtud de la tolerancia para este autor está reflejada en la visión otorgada por el liberalismo político contemporáneo que señala “la relación de dos tipos de factores, racionales o cognoscitivos y de autoentendimiento, que construyen nuestra identidad ética.”4 De esta manera podemos entender al otro, y cambiar a la vez la concepción que podemos tener de nosotros mismos, y lograr un nuevo sistema de valores de referencia más plural.5
Mientras más diversidad exista en nuestro ámbito social más compleja debe ser nuestra racionalidad, para lograr alcanzar la idea de tolerancia. La tolerancia nace, afirma Thiebaut, por “el rechazo de conductas y actitudes que […] son dañinas para la convivencia política entre ciudadanos que creemos cosas distintas,”6 que poseen valores distintos, lo cual dificulta el ejercicio de la libertad y degenera en violencia o tiranía.
Partiendo de esta idea, para lograr una convivencia armónica en ese espacio público, es necesario replantearnos cómo las ideas distintas u opuestas pueden ser verdaderas, y cómo ellas provocan cambios en nuestro sistema de comprensión y de valores para dar paso a recibir y comprender otras verdades.7 En este espacio de convivencia civil, la tolerancia adquiere un aspecto paralelo entre los ciudadanos, ya que a la vez que le doy espacio al otro, me puedo también colocar en el lugar del otro.
Cuando Thiebaut se refiere a la tolerancia señala que “la tolerancia se entrelaza con otros valores: con la justicia o con la solidaridad en el mismo espacio público.”8 Todos estos valores forman parte de las cualidades morales de las acciones y juicios del ser humano para alcanzar o lograr un modelo de vida deseable, así como también para establecer límites determinados por la misma justicia que van a regir la libertad ciudadana y el ejercicio de la tolerancia misma.
La tolerancia en este contexto debe estar por encima de cualquier ámbito temporal o cultural, y su presencia es imperativa para la convivencia de distintas culturas en un mismo espacio público. Se incorpora además de un valor, como un precepto moral, y así lo indica Thiebaut al decir que:
La moral es universal –y por ser universal también la tolerancia tendrá lugar en el reino de lo moral– pero no por ello la moral es abstracta, ciega a lo concreto. Pues si de valores y normas morales hablamos no podremos prescindir ni de aquello que lo particular reclama ni de aquello a lo que lo universal apunta. En el grito que nace del daño y en el rechazo que en él se formula se contiene la tensión entre los dos polos, el de lo concreto de este daño (aquello a lo que apunta el yo lo vi) y el de la demanda de compromiso incondicional, en el tiempo y el espacio, del ¡Nunca más! El yo lo vi apunta a la referencia concreta, el nunca más amplía sin restricción, universalmente, el rechazo.9
Es decir, que la moral no puede negar o dejar de ver el daño que ocurre a su alrededor, las barbaries reiterativas del ser humano.
Así mismo señala Thiebaut, se deben adecuar al contexto de acción en el que se encuentren en un momento dado. Así, el alcance de la tolerancia debe ser universal, ya que se encuentra presente en distintos ámbitos sociales, aun cuando regula conductas y prácticas específicas:
La tolerancia es un nombre que requiere superar los límites del espacio, del tiempo y de la cultura en la que nació; que su fuerza explosiva inunda toda concepción que podamos tener de lo moral.10
Vista como una virtud, la tolerancia va a tener una noción que incorpora elementos racionales o cognoscitivos y factores de autoentendimiento que establecen nuestra identidad ética. Determina las disposiciones que necesitamos para ser fieles a nuestros principios, indica cómo desearíamos ser y cómo deberíamos actuar en el espacio de libertad, distinguiendo nuestras acciones en la vida pública.11
Visto así, la realidad que se muestra en la esfera pública se va a componer de distintas aristas que van a ser las distintas apreciaciones hechas por cada uno de esos actores. El ser distinto es una cualidad humana,12 y esa distinción permite la gran diversidad que enfrentamos en nuestras sociedades contemporáneas cada vez más complejas.
Todo esto conlleva a un aprendizaje en la medida en que sociabilizamos con los otros, dando como resultado un reconocimiento mutuo entre todos los actores del espacio público.
Carlos Thiebaut por su parte señala que la actuación de ese sujeto en el ámbito público influye significativamente en el ejercicio del poder, y la tolerancia es vista en muchos casos como el ejercicio de ese poder entre el individuo que tolera y el que es tolerado dentro de esa esfera pública.13
Para este pensador la tolerancia, al igual que la justicia, tiene un alcance universal, ya que se encuentra presente en todas las circunstancias del actuar del ciudadano, aun cuando ella regule un tipo de comportamiento en particular, en un campo de aplicación específico como lo es la esfera pública, y así visto con sus propias palabras:
El valor de la tolerancia, y su norma, remiten al rechazo de tantos acumulados ejemplos de intolerancia y formulan la propuesta universal de que debiera ser otro el curso del mundo, un curso alternativo en que la diferencia de creencias no impidiera compartir la condición humana de una convivencia pública sin violencia.14
Esta virtud, al igual que los preceptos morales, debe ser racionalmente justificable, ya que compete a todos los individuos por igual dentro de una sociedad.
Al asumir a la tolerancia como una virtud nos ubicamos en la manera como deberíamos o desearíamos ser y actuar en el mundo en el que nos desenvolvemos, en ese recinto de libertad que forma parte del espacio que ocupamos. A este respecto Thiebaut añade a la noción de virtud “el rasgo de referirse a una manera de ser y de actuar de los sujetos: añade a los principios y a los valores el acento sobre los motivos de la acción, acentúa el conjunto de disposiciones que habríamos de tener para ser fieles a nuestros valores y consecuentes con nuestros principios.”15
Nuestro autor trata a la tolerancia como una virtud peculiar de lo público, en donde el espacio de convivencia es común para los diversos actores y éste, a su vez, aporta modificaciones en la forma como entendemos nuestra moral.16 Al verla como virtud señala que se debe incorporar como parte del aprendizaje social.17
No debemos olvidar que nuestras acciones y actuaciones están íntimamente ligadas a otros; y este va a ser el punto inicial en el proceso de reconocimiento del otro y de los otros hacia nosotros en ese espacio público común. Esta socialización hace que la visión del mundo adquiera otra perspectiva, ya que implica concebirlo desde una dimensión plural y moral.
La posición argumentada por Thiebaut sobre este aspecto, se encuentra emparentada con la interpretación sobre la visión comunitarista.18 Thiebaut afirma que el problema que implica pensar a la tolerancia en el ámbito moral es que su nacimiento es relativamente reciente con respecto a otros valores o preceptos morales, ya que surge en un momento histórico en el cual se buscaba evitar enfrentamientos religiosos; esto hace que las emociones y las creencias particulares tengan que pasar al ámbito privado, de esta manera los conflictos originados por el sistema de creencias deja de formar parte del debate público y, como consecuencia directa, se elimina el conflicto. Así, retomando a la tolerancia como una virtud, Taylor afirma que “una sociedad multicultural se vincula a la inclusión de una vasta gama de esos respetables desacuerdos morales, ya que éstos nos ofrecen la oportunidad de defender nuestras opiniones ante las personas con seriedad moral con las que estamos en desacuerdo, y así aprendemos de nuestras diferencias. De esta manera, podemos hacer de la necesidad de nuestros desacuerdos morales una virtud.”19 Esto se cumple siempre y cuando dichas opiniones o desacuerdos morales, no representen una amenaza hacia el ciudadano como lo puede ser el racismo, el antisemitismo, o el discurso del odio.
Y, por supuesto, siempre se debe tomar en consideración el ámbito político social de la cultura a la que se está haciendo referencia. Cuando relegamos a una esfera ciertos aspectos para que no intervengan en la esfera política, entonces nos volvemos “ciegos a las diferencias”20 y esto permitiría, en teoría, que todas esas culturas diversas tengan un terreno neutral para coexistir.
En vista que las sociedades se vuelven cada vez más multiculturales, más abiertas a las migraciones, los ciudadanos van a ser multiétnicos y el cuestionamiento de los principios políticos aumenta. Cada una de las culturas en ese espacio público tratan de imponerse unas sobre otras, dejando a un lado un aspecto muy importante como es el reconocimiento, ya que el valor de cada cultura debe preservarse y esto sólo se logra en la medida en que todos los miembros de una comunidad reconozcan como iguales los valores de otras culturas. Dentro de las sociedades liberales este mutuo reconocimiento no es tan sencillo como en las sociedades comunitaristas, como lo señala Thiebaut:
El punto de debate es si el reconocimiento de las diferencias es un punto de partida para la reflexión sobre lo público, como los liberales herederos de la ilustración sostendríamos, o si es sólo un punto de llegada, como por su parte suponen los comunitaristas… Los comunitaristas parecen pensar, más bien, que lo público, tal como está constituido, tiene que desandar el camino de su ceguera a la particularidad y tiene que llegar a la meta, para ellos olvidada, del reconocimiento de lo concreto y de lo particular. Los liberales pensaríamos que el cosmopolitismo sólo se constituye por el reconocimiento y la inclusión de las particularidades que vayamos haciendo relevantes; los comunitaristas argüirían que el ideal cosmopolita es un obstáculo para el reconocimiento de estas particularidades. 21
Así, podemos observar que existen dos posturas, una que se manifiesta como el tener que tolerar las diferencias o a quienes son distintos a nosotros (tolerancia negativa) o, por otro lado, cuando existe un interés positivo en la diversidad social, moral y cultural, hacia los otros tratando de comprenderlos (tolerancia positiva).
Thiebaut se refiere a la tolerancia como una “peculiar virtud de lo público que hace que lo entendamos como espacio de convivencia de los diversos y que opera como una constelación conceptual que arrastra cruciales modificaciones en la manera en que hemos dado en entender nuestra moral.”22 Desde esta idea, la moral se va a construir de manera reflexiva. Y aquí se engloban dos aspectos importantes; por una parte el no poner condiciones absolutas a la convivencia, y por otra, el mostrar nuestras creencias de forma no excluyente para que sean comprensibles por los otros individuos con quienes convivimos. Si reconocemos un sistema de comportamientos sustancialmente diferente u opuesto al nuestro, nuestras propias valoraciones pueden modificarse de algún modo, ya que hace plantearnos la duda sobre la absoluta certeza de nuestras creencias, y así lo enuncia:
en la medida en que esa diversificación cuestiona formas anteriores de estabilidad del orden social, éste debe ser repensado y concebido de otra manera tanto reconstruido y rehecho. Al hacerlo, la dinámica estructural de la idea de tolerancia, su manera de acoplar en nuevas formas algunas nociones morales, políticas y jurídicas, ubica en nuevos espacios, y por lo tanto transforma, las ideas mismas de individuo y de sus creencias (redefine sus espacios propios), de lo que es un orden político legítimo, de lo que es privado y público, y de las razones que pueden ser válidos en esos espacios.23
Durante este proceso ocurre un reconocimiento crítico y reflexivo de las diferencias. Van a haber ciertas tradiciones que no serán admitidas como válidas, ya que se contraponen con nuestra identidad cultural y algunas serán simplemente inaceptables.
Para poder comprender las formulaciones planteadas anteriormente debemos conocer los requisitos que el autor considera necesarios para su formulación. El primer requisito para la tolerancia negativa implica que debemos limitar nuestras creencias para no considerarlas por encima de la convivencia con los otros. El segundo requisito está ligado a la tolerancia positiva e implica la forma como presentamos nuestro sistema de creencias en el espacio público, aquí es donde se habla de la “tolerancia del comprender.”24
Es importante señalar que para Thiebaut es en el espacio público donde el individuo se muestra como ciudadano, y es en este ámbito donde se expresan todos los derechos políticos que posee un individuo. Es el escenario en donde los ciudadanos, al igual que actores, protagonizan sus vidas dentro de la comunidad política, y posee una serie de normas inherentes que permiten esa actuación de manera ordenada y plural. Los ciudadanos allí van a expresar los derechos políticos que poseen, junto con los deberes y responsabilidades correlativas con el Estado. Por tanto, “crear la idea de tolerancia es crear el sistema de razones (de razones como argumentos, de razones materializadas en instituciones y reconocimientos) que apoya y realiza su concepto.”25
En la medida en que comprendemos o aceptamos al otro con toda la carga moral que implique, en mayor medida seremos justos, ya que podremos colocarnos en el lugar del otro y realizar un juicio no subjetivo, sino tomando en consideración las distintas aristas que forman parte de un hecho determinado.26 Al tolerar respetamos los contrastes entre las distintas ideas, ampliando el espectro de opiniones y, esas opiniones, van a promulgar un debate que va a ser fundamental en el ideal político democrático.
Es importante señalar que Thiebaut va a afirmar que la tolerancia es una “virtud fuerte y exigente”27 que se aplica cuando se cuenta con marcos institucionales que hacen posible y refuerzan su ejercicio, y que no solamente va a ser practicada por los diversos actores del espacio público, sino que en algunos casos habrá que imponérsela dentro de marcos institucionales para mantener la convivencia dentro de ese mismo espacio público.
Cuando reclamamos tolerancia o justicia “no sólo confiamos en hallar a otro que nos tolere o nos trate con equidad sino que demandamos que, aun no siendo privadamente tolerante o justo, así esté obligado a tratarnos y así seamos tratados.”28 Bajo esta premisa, resulta evidente de la necesidad de un marco normativo que garantice ese trato igualitario, como Thiebaut lo afirma “la tolerancia nació como peculiar virtud de las instituciones, hermanada con la virtud institucional por antonomasia, la justicia;”29 ya que depende de ella e influye en la noción de la misma. La justicia desde el punto de vista liberal le da prioridad a lo correcto o justo por encima de lo bueno. A la vez que acepta la existencia de valores morales que influyen en la elaboración de las normas jurídicas.
La tolerancia, así como la justicia, no puede ser predicada para un solo individuo o los actos que éste lleve a cabo, ya que las acciones de ese individuo se tejen con las de otros actores que comparten un mismo espacio público y se relacionan, “en la tolerancia, nuestra voluntad o nuestras creencias tienen que hallar su relación con las de otro”30 y luego añade Thiebaut “…si la tolerancia se cumple en forma de justicia, y la justicia requiere de la tolerancia, podemos ver que ésta es virtud pública, una virtud que conforma, porque determina, las formas que llamamos justas de organización de lo público.”31
2. La visión comunitaria sobre la tolerancia.
Al revisar la propuesta política de Michael Walzer este autor señala que “La tolerancia hace posible la diferencia; la diferencia hace necesaria la tolerancia.”32 En su obra Tratado sobre la tolerancia este autor describe, al igual que Thiebaut, que la tolerancia vista como una virtud permite la convivencia armónica entre culturas distintas, que las diferencias deben permitir que se tomen en consideración puntos de vista distintos, sin que ello represente un conflicto o un enfrentamiento.
La preocupación de Walzer es la práctica de la tolerancia cuando se consideran diferencias culturales o religiosas y se relacionan con diferentes modos de vida, cuando “los demás no son copartícipes y no hay un juego común ni una necesidad intrínseca de diferencia,”33 considerando a la tolerancia como una actitud.
En su libro Tratado sobre la tolerancia Walzer hace una distinción entre cinco actitudes mentales de tolerancia frente al otro grupo cultural como lo son la resignación, la indiferencia, el estoicismo, la curiosidad y el entusiasmo. Como aporte significativo amplía el espectro en el ejercicio de la tolerancia desde la mínima actitud como es la resignación (tollerare) hasta el entusiasmo por el otro y sus ideas (tálanton). Por lo tanto, redimensiona el concepto para ajustar su ejercicio político a las sociedades multiculturales complejas. Un rasgo importante que quiero destacar y que comparto con este autor es que no es necesario que esta virtud se practique de una manera particular, ni en una misma escala, y esto representa desde el punto de vista práctico una ventaja, ya que demuestra que podemos coexistir con la diferencia, aplicando esta virtud bien sea en mínima o máxima escala.
Señala que el problema de la tolerancia se relaciona directamente con la actitud que se asume frente a los grupos culturales y no frente al individuo, de hecho en sus escritos enuncia que “es muy posible que los derechos individuales estén en la raíz misma de toda forma de tolerancia.”34 Los individuos cuando se encuentran de manera dispersa se van a centrar en la consecución de sus propios intereses, más que en la actuación en el ámbito político, siendo esas diferencias las condiciones necesarias para el desarrollo humano.35 Para Walzer uno de los temas más importantes de la filosofía actual a la crítica a la desigualdad producto de las doctrinas neoliberales, que en vez de minimizarlas las han más bien potenciado, creando brechas en espacios que no las poseían, abriendo así nuevos espacios para la aparición de prácticas intolerantes.
Para él, en un mundo donde el multiculturalismo36 desempeña un papel verdaderamente central, la tolerancia se presenta no sólo como una práctica imprescindible, sino también como un problema ético-político al que toda reflexión filosófica interesada por la realidad social no puede renunciar; así lo muestra al enunciar que:
Las formas de coexistencia nunca se han debatido con tanta amplitud como en la actualidad, porque la inmediatez de la diferencia, el encuentro cotidiano con la otredad nunca se ha experimentado en tan alto grado… Quizá sintamos la tentación de formular una respuesta única. Incluso encuentros e intercambios enormemente singulares se diferencian necesariamente, cuando en ellos intervienen grupos de personas diferentes y cuando se evalúan por parte de quienes tienen diferentes historias y expectativas. La experiencia viene siempre, necesariamente, mediada culturalmente, y tengo la intención de respetar la diferencia producida por tal mediación. Así pues, sugeriré mi propia visión de cómo deberían ser las cosas, de cómo se podría conseguir mejor la coexistencia pacífica, refiriéndome a mi propio tiempo y lugar, a mi propia realidad.37
La forma como se aborda la práctica de la tolerancia en las sociedades multiculturales es ampliamente desarrollada en la obra de Walzer.
Este autor no solamente discute filosóficamente las dificultades que las sociedades multiculturales presentan a la hora de tener prácticas tolerantes, sino que aborda cómo se llevan a cabo esas prácticas tolerantes en los distintos regímenes políticos, ampliando la discusión más allá de un problema meramente subjetivo o de interpretación; la tolerancia no es una virtud borrosa o poco práctica, al contrario, la considera fundamental para las sociedades plurales al momento de plantearse, como lo señala Richard Zapata-Barrero,38 quién está dentro y quién está fuera de la comunidad política, y la forma como interactúan las relaciones políticas, sociales y económicas que se generan a partir de allí.
Como punto de partida para demostrar el ejercicio de la tolerancia en los diversos ámbitos políticos, Walzer realiza una caracterización. Este aporte es, a mi juicio, el más innovador dentro de su obra, ya que representa un análisis no sólo del sujeto que por distintas razones se desplaza, sino del sistema mismo que le da acogida de una u otra forma y lo inserta en su realidad política, permitiéndole una actuación en ella en mayor o menor grado según sea el caso. La clasificación que aporta partiendo del modelo político e insertando la práctica tolerante dentro de éste, da como resultado lo que denomina los cinco “regímenes” o modelos de sociedades tolerantes: el imperio multinacional, la comunidad internacional, las confederaciones, los estados nacionales y las sociedades de inmigrantes.
Cuando este filósofo contemporáneo delimita una noción de tolerancia, considera tanto las diferencias culturales como las religiosas y las relaciones entre éstas con los diferentes modos de vida, propone una explicación más estricta, respaldada en la idea de que la tolerancia debería implicar respeto mutuo. A la luz de ella, analiza algunos de los principales conflictos de las sociedades multiculturales relativos a diferencias de clase, género, religión, educación y –especialmente– religión civil. Para Walzer cuando la tolerancia se extiende a grupos con diferentes historias y culturas, se hace necesario algún tipo de diferenciación legal y política, mostrando nuevamente que la tolerancia ha dejado atrás el ámbito histórico-religioso para fortalecerse en el ámbito político.
Los ciudadanos europeos, por ejemplo, en su tránsito por las distintas regiones de la Comunidad, no sólo llevan consigo sus nuevos derechos, sino también sus religiones y culturas. Esto supone el establecimiento de nuevas ideas y formas de tolerancia. Este modelo es uno de los más complejos, ya que estos Estados-nación van a estar sometidos a las tensiones que implica el multiculturalismo.
También es importante señalar que dentro de su planteamiento el poder juega un papel determinante en el entorno de la tolerancia, ya que “tolerar a alguien es un acto de poder; ser tolerado es una aceptación de la debilidad.” Uno de los caminos para lograr mejoras en esa práctica de la tolerancia es el respeto mutuo, y Walzer afirma que “a veces la tolerancia funciona mejor cuando las relaciones de superioridad e inferioridad política están claramente delimitadas y se reconocen comúnmente.”39
De igual manera señala que, independientemente del régimen de tolerancia al que estemos sometidos, es irrefutable que la educación juega un papel fundamental en la formación de ciudadanos más tolerantes frente a las comunidades multiculturales que cada día son más extensas, y así lo señala al afirmar:
Pero el multiculturalismo… intenta utilizar las escuelas estatales para fortalecer las identidades amenazadas o devaluadas. El objetivo no consiste en enseñar a los otros niños lo que supone ser diferente en cierto sentido, sino en enseñar a los niños que se supone que son diferentes a que sean diferentes en la forma adecuada…En este caso el pluralismo se da solamente en el sistema considerado globalmente, y no en la experiencia de cada niño, y el Estado debe intervenir para obligar a las diversas escuelas a enseñar los valores del liberalismo norteamericano, aunque enseñen cualesquiera otras cosas.40
En la posmodernidad ocurre un fenómeno como lo es vivir sin fronteras ni identidad propia, ya que los individuos se liberan de dichos vínculos, se desplazan y se mezclan con otros miembros de distintas comunidades provocando una diversidad multicultural enorme. Y es en éste ámbito donde la práctica de la tolerancia debe comenzar en casa, en el ámbito privado para luego ser expuesto al ámbito público debido a la aparición de familias mixtas, y otros tipos de asociaciones culturales, tal como lo señala Walzer:
El control de los grupos sobre sus miembros es más laxo que nunca, aunque eso no signifique en modo alguno que se haya roto por completo. Y el resultado de todo ello es una constante mezcla y combinación de individuos con identidades ambiguas y matrimonios mixtos, y, a partir de ahí, un multiculturalismo literal, que se observa no sólo en la sociedad en su conjunto, sino también en todas y cada una de sus familias (incluso en todos y cada uno de sus individuos). La tolerancia empieza ahora en el propio hogar, donde muchos de nosotros tenemos a menudo que aceptar étnica, religiosa y culturalmente a nuestros cónyuges, a nuestros parientes políticos y a nuestros hijos e hijas (así como nuestro propio yo dividido o de identidades yuxtapuestas).41
La libertad individual va a ser la referencia en esta posmodernidad, se debe proteger y tolerar a cada individuo como ciudadanos del Estado; “pero al mismo tiempo necesitamos conformar regímenes de tolerancia que favorezcan a los diferentes grupos y que, quizás, incluso animen a los individuos a identificarse fuertemente con uno o varios de esos grupos.”42 De igual forma Walzer enuncia que debemos ser tolerados y protegidos como ciudadanos, pero también como extraños dentro de una comunidad política específica. Hay que hallar caminos para comprender esas diferencias, y la práctica de esas cinco actitudes mentales de la tolerancia nombradas anteriormente hacen ese camino más fácil de transitar. Pero es importante señalar que ese respeto a la diferencia no se hace extensivo a las prácticas opresivas dentro de los distintos grupos, así como no se puede tolerar ni el odio, ni la crueldad, ni el maltrato.
Así como todo un aparato normativo respalda a la tolerancia como virtud, la internalización de la virtud a través de la formación en el hogar permitirá el desarrollo de ciudadanos más tolerantes y, en consecuencia, sociedades con una identidad común. Para Walzer el objetivo de la tolerancia es el de “asegurar una interacción continua y una coexistencia pacífica,”43 sin suprimir a los demás ni a nosotros mismos.
Un señalamiento final que hace nuestro autor es que no podemos quedarnos únicamente en una línea política, llámese liberal o comunitarista. El fin debe ser alcanzar un equilibrio que Walzer denomina democracia social, una doctrina política que defienda el sistema, apoye la acción estatal y consiga establecer regímenes modernos de tolerancia. El multiculturalismo debe ser, desde el punto de vista político, una fortaleza para la democracia social, que está dirigida a los individuos y no a los grupos, de carácter abierto y donde se exige que todos se toleren entre sí, ya que las acciones objetos de tolerancia son las acciones individuales. De manera que para Walzer el objetivo de la tolerancia es “asegurar una interacción continua y una coexistencia pacífica.”44
La preocupación que Walzer manifiesta acerca de la práctica de la tolerancia es cuando se consideran diferencias culturales y religiosas y distintos modos de vida. Ante estos planteamientos la democracia liberal no posee suficientes herramientas para abordar el ejercicio de la tolerancia, en vista que no toma en cuenta las diferencias individuales sino que posee un carácter universal, lo que indica que como sistema político es limitado.
Para Walzer la tolerancia como concepto debe ser reinterpretado constantemente debido a lo cambiante de las sociedades actuales, lo que señala el dinamismo de dicha categoría.45
Conclusión
Me propuse presentar las concepciones de la tolerancia a través del pensamiento de Thiebaut y Walzer, ya que sus aportes son muy significativos y fundamentales dentro de la discusión actual.
Un aporte sumamente innovador es que ambos autores sacan al término "tolerancia" de su connotación histórica religiosa y lo insertan en el debate político como valor fundamental en el ámbito público, realizando un esfuerzo teórico al tomar en cuenta las diferencias y analizando la categoría de forma aislada con respecto a las otras categorías. En ese espacio público ocurre el ejercicio de libertad de la mano con la tolerancia, conviviendo armónicamente las distintas identidades culturales, raciales, ideológicas como expresión de la pluralidad, volviéndolo más justo.
Ambos autores coinciden en que la tolerancia es una garantía para evitar el retorno de experiencias autoritarias y represivas como las que se han registrado en el último siglo. La tolerancia debe fundarse en que existe una pluralidad de sujetos con una gran diversidad de concepciones, en donde el desarrollo de cada uno de ellos supone iguales posibilidades de desarrollo para el otro, sin olvidar su motivación moral y su límite constitutivo. La concepción del individuo sobre sí mismo y las relaciones que establece con los demás son fundamentales para el ejercicio de la ciudadanía en el espacio público, esto incide en la configuración del poder político lo que modifica el ejercicio de ese poder alterando o modificando la concepción que los individuos tienen de sí mismos. Esta incorporación como precepto moral le otorga universalidad a la categoría de la tolerancia.
A partir de las ideas de estos dos filósofos se hace necesario repensar y redimensionar las instituciones político-jurídicas propias de la democracia, cuya legitimidad radica en los valores de tolerancia y justicia que deben darse en ella, ya que en la medida en que somos tolerantes con las diferencias nos volvemos más justos dentro de nuestra esfera política.
Es importante destacar que tanto Thiebaut como Walzer no pretenden dar respuestas definitivas o únicas ante una realidad tan difícil, como lo es la nueva sociedad multicultural y multiétnica, sino ofrecer una aproximación nueva y polémica frente a una categoría tan compleja como lo es la tolerancia.
Si vemos a la tolerancia como un puente éste no sólo soporta el peso, porque sirve de apoyo al distribuir las cargas a lo largo de él, sino que permite la conexión en distintas direcciones.
Notas
1. Este artículo es una versión revisada y ampliada de una conferencia presentada en el XVII Congreso de la Sociedad Interamericana de Filosofía, celebrado en Salvador de Bahía, Brasil en los días 7 al 11 de octubre del 2013.
2. Cf. Blazquez, F., Diccionario de términos éticos, Navarra, Verbo divino, 1999, p. 526.
3. Cf. Thiebaut, C., De la tolerancia, Madrid, Visor Dis., S.A., 1999, p. 40.
4. Cf. Thiebaut, De la tolerancia, cit.,p. 34.
5. Ibid., p. 59. Victoria Camps hace mención igualmente acerca de la tolerancia como virtud pública “porque incorpora aquel elemento racional que le presta un principio moral, en este caso el principio moral que nos reclama el respeto a la autonomía de otros”. Introduciendo así la visión de la tolerancia positiva.
6. Ibid., p. 61.
7. Cf. Taylor, Ch., El multiculturalismo y “la política del reconocimiento”, México, Fondo de cultura económica, 2009, p. 104. Taylor hace mención sobre este aspecto al señalar que “la exigencia radicaba en permitir que las culturas se defendieran a sí mismas dentro de unos límites razonables. Pero la otra exigencia que tratamos aquí es que todos reconozcamos el igual valor de las diferentes culturas, que no sólo las dejemos sobrevivir sino que reconozcamos su valor”
8. Ibid., pp. 23-24.
9. Ibid., p. 29.
10. Ibidem.
11. Cf. Arendt, H., La condición humana, Barcelona, Ediciones Paidós, 1993, p. 66. Cuando se aborda el concepto de vida pública y la actuación de los individuos en él, resulta interesante revisar ciertos aspectos propuestos por Hannah Arendt en su obra; esta autora señala que todos los ciudadanos se reúnen en el mundo y ocupan posiciones distintas en él. Esto le otorga al individuo la concepción de ciudadano que ha sido reconocido en la esfera pública. Cuando Arendt habla de vida pública se refiere a “ser visto y oído por otros deriva su significado del hecho de que todos ven y oyen desde una posición diferente”
12. Ibid., p. 200. Arendt señala que “la pluralidad humana es una acción básica tanto de la acción como del discurso, tiene el doble carácter de igualdad y distinción. Si los hombres no fueran iguales, no podrían entenderse ni planear y prever para el futuro las necesidades de los que llegarán después. Si los hombres no fueran distintos, es decir, cada ser humano diferenciado de cualquier otro que exista, haya existido o existirá, no necesitarían el discurso ni la acción para entenderse”. A la luz de esta pluralidad es imperativo que a través del discurso y la acción se establezcan acuerdos que respeten las diferencias y, en segundo lugar, establecer esas distinciones entre los hombres que demarcan pluralidad. Señala que “el discurso y la acción revelan esta única cualidad de ser distinto. Mediante ellos, los hombres se diferencian en vez de ser meramente distintos; son los modos en que los seres humanos se presentan unos a otros, no como objetos físicos, sino qua hombres”.
13. Ibid., p 59. Describir la esfera pública, en palabras de Hannah Arendt “significa que todo lo que aparece en público puede verlo y oírlo todo el mundo y tiene la más amplia publicidad posible. Para nosotros, la apariencia –algo que ven y oyen otros al igual que nosotros– constituye la realidad”.
14. Cf. Thiebaut, De la tolerancia, cit., p. 30. (cursivas del autor)
15. Ibid., pp. 34-35.
16. Cuando Thiebaut habla de la tolerancia positiva se ubica dentro de un contexto social complejo, creciente y plural tanto en comportamientos, valores y creencias, en donde el sujeto moral debe adoptar una nueva concepción. Los derechos de dicho sujeto van a cambiar, esto provoca cambios en ese espacio público y una nueva legitimación en el espacio político, en donde las garantías de las que goza un ciudadano se van haciendo cada vez más amplias en esa convivencia pública, dando paso a la horizontalidad de las relaciones entre los ciudadanos.
17. Sobre este punto coincide con el planteamiento expuesto por Michael Walzer en su obra Tratado sobre la Tolerancia, Barcelona, Ediciones Paidós Ibérica, 1998.
18. Cf. Taylor, El multiculturalismo y…, cit., p. 50. En este texto el autor señala que “la tolerancia se extiende a la más amplia gama de opiniones, mientras no lleguen a las amenazas y otros daños directos y discernibles a las personas… Si bien no tenemos que estar de acuerdo con una posición para respetarla, debemos comprender que refleja un punto de vista moral”. Para Taylor, la aceptación de la comunidad implica una fuente de valor moral.
19. Ibidem.
20. Comillas del autor.
21. Cf. Thiebaut, De la tolerancia, cit., pp. 106-107.
22. Ibid., p. 43.
23. Ibid., p. 58.
24. Ibid., p. 44.
25. Ibidem.
26. Cf. Taylor, El multiculturalismo y…, cit.,p. 50. Para Charles Taylor “queda mucho por decir si somos capaces de distinguir entre la tolerancia y el respeto a las diferencias. La tolerancia se extiende a la más amplia gama de opiniones, mientras no lleguen a las amenazas y otros daños directos y discernibles a las personas… Si bien no tenemos que estar de acuerdo con una posición para respetarla, debemos comprender que refleja un punto de vista moral.”
27. Cf. Thiebaut, De la tolerancia, cit., p. 83.
28. Cf. Thiebaut, De la tolerancia, cit., p. 84.
29. Ibid., p. 47.
30. Ibid., p. 85.
31. Ibid., pp. 86-87.
32. Cf. Walzer, Tratado sobre la…, cit., p.13.
33. Cf. Walzer, M., Pensar políticamente, Editorial Paidós Ibérica, Barcelona, 2010, p. 244.
34. Ibid., p. 243.
35. Cf. Walzer, M., Terrorismo y guerra justa, Barcelona, Katz Editores, 2008, p.71.
36. Walzer al igual que Arendt le da mucha importancia al carácter pluralista de la condición humana, pluralismo que se expande a otros ámbitos como lo son la diversidad de elecciones y estilos de vidas personales o la distribución de los bienes y riqueza.
37. Cf. Walzer, Tratado sobre la…, cit., p. 20.
38. Cf. Zapata-Barrero, R., “Michael Walzer: los fundamentos básicos del liberalismo en entredicho: pluralismo cultural, ciudadanía y justicia” en Teorías políticas contemporáneas, Ramón Maiz, R., (comp.) Valencia, Editorial Tirant lo Blanch, 2009.
39. Cf. Walzer, Tratado sobre la…, cit., p. 65.
40. Ibid., p. 87.
41. Cf. Walzer, Pensar políticamente, cit., p. 260.
42. Cf. Walzer, Tratado sobre la…, cit.,p 103.
43. Ibid., p. 104.
44. Ibidem.
45. Ibid., p. 96. En su texto hace un señalamiento a “considerar estas dos formas de tolerancia –la asimilación individual y el reconocimiento del grupo– como los proyectos centrales de la políticas democráticas modernas.”
Referencias bibliográficas
1. Blazquez, F., Diccionario de términos éticos, Navarra, Verbo divino, 1999. [ Links ]
2. Thiebaut, C., De la tolerancia, Madrid, Visor Dis., S.A., 1999. [ Links ]
3. Cf. Taylor, Ch., El multiculturalismo y “la política del reconocimiento”, México, Fondo de cultura económica, 2009.
4. Cf. Arendt, H., La condición humana, Barcelona, Ediciones Paidós, 1993. [ Links ]
5. Tratado sobre la Tolerancia, Barcelona, Ediciones Paidós Ibérica, 1998. [ Links ]
6. Walzer, M., Pensar políticamente, Editorial Paidós Ibérica, Barcelona, 2010. [ Links ]
7. Walzer, M., Terrorismo y guerra justa, Barcelona, Katz Editores, 2008. [ Links ]
8. Zapata-Barrero, R., “Michael Walzer: los fundamentos básicos del liberalismo en entredicho: pluralismo cultural, ciudadanía y justicia” en Teorías políticas contemporáneas, Ramón Maiz, R., (comp.) Valencia, Editorial Tirant lo Blanch, 2009.