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EPISTEME

versão impressa ISSN 0798-4324

EPISTEME vol.36 no.1 caracas jun. 2016

 

El status de la inferencia científica en Bertrand Russell

Randy Alzate1

1 Instituto de Filosofía. Universidad Central de Venezuela. E-mail del autor: a3error@hotmail.com

Resumen:

El presente ensayo se propone analizar, desde la perspectiva de Bertrand Russell, el proceso mediante el cual el sujeto acuerda establecer un conjunto de premisas de las que parte para realizar inferencias. Buscamos, con Russell, establecer las condiciones mínimas para que tal inferencia sea posible. Se clarifican las características de las premisas, que el sujeto acepta a través de la propuesta de Hume, y su clasificación entre cuestiones de hecho y relacio nes entre ideas. Se asoman algunos planteamientos respecto al significado de la experiencial individual de obtención de conocimiento y su posible relación con el conocimiento colectivo. Discutimos el papel de la epistemología en el conocimiento y se reconoce la fuerza de las tesis de Hume estableciendo que la inferencia no es necesaria, sino probable.

Palabras claves: Inferencia, datos, conocimiento científico.

The status of scientific inference in Bertrand Russell

Abstract:

This essay aims to analyze, from the perspective of Bertrand Russell, the process by which the subject agrees to establish a set of premises to make inferences. We seek, with Russell, to establish the minimum conditions for such inference to be possible. The characteristics of the premises that the subject accepts are clarified through the proposal of Hume and his classification between questions of fact and relations between ideas. Some approaches are shown in relation to the meaning of the individual experience of knowledge acquisition and the possible relation to collective knowledge. We discuss the role of epistemology in knowledge and the strength of Hume’s theses is recognized by stating that the inference is not necessary, but probable.

Keywords: Inference, data, scientific knowledge.

Recibido: 11-12-15. Aceptado: 12-01-16

Introducción

Aceptar al mundo tal y como es, representa, para la filosofía, un paso importante. Para el hombre común, la realidad de lo que a sus ojos se ofrece no se presta a discusión. Más aún, acepta, en términos generales, a la ciencia como ente rector y guía adecuada para descubrir las relaciones entre los objetos de tal realidad. El éxito que la ciencia ha obtenido contribuye, en gran medida, a esta apreciación. Es en el terreno filosófico donde se ha generado el debate. Tan es así que se requiere un aparataje filosófico de gran envergadura para considerar a la realidad existente y externa a nosotros. Ahora bien, un científico no parece preocuparse por estas consideraciones y acepta, sin más, la realidad del mundo, describiéndolo en coordenadas espacio-temporales. Si existe realmente o no, no es algo que los agobie. Por supuesto, hay consideraciones respecto a los presupuestos que manejan, los cuales son atendidos por el epistemólogo. Baste, como ejemplo, lo que Gödel opinaba respecto a la justificación, para creer en las entidades teóricas de la física: se aceptan, pues dan cuenta de manera eficiente de nuestra experiencia1. A pesar de todo lo anterior, la duda escéptica siempre ha cuestionado la realidad del mundo o, de aceptarse dicha realidad, se niega la posibilidad de conocerlo en sí, encontrándose, por ende, en pugna con las posturas realistas.

El presente ensayo desea sustentar un optimismo epistemológico, en el que aceptamos los siguientes presupuestos: 1) El hombre puede conocer, 2) Dicho conocimiento es posible, debido a la existencia de relaciones causales entre los fenómenos y 3) El método científico es el adecuado para poner en evidencia y explicar tales relaciones. Para ello, nos proponemos analizar las consideraciones que, al respecto, hace Bertrand Russell, quien hace énfasis en que el debate principal se refiere al establecimiento de lo que podrían ser las condiciones mínimas para que la relación causal se dé. Es importante aclarar que los presupuestos que aceptamos no nos llevan a la aventurada conclusión de que es posible todo conocimiento. Trabajaremos específicamente lo que se conoce como inferencia científica; por lo que todo conocimiento derivado de allí será conocimiento científico. Por ende, el presente ensayo analiza –de acuerdo con Russell– las condiciones mínimas para que dicha inferencia sea necesaria:

Sabemos que se parte de un conjunto de sucesos y se llega a otra serie de sucesos a través de un proceso llamado inferencia. Toda inferencia de sucesos a sucesos exige algún género de conexión entre acontecimiento diferentes […] ¿Cómo establecer esa conexión? Los modos tradicionales de formular el tipo de conexión o inferencia han suscitado no pocos debates entre filósofos y científicos, pues algunos son demasiado restrictivos y otros no lo son lo suficiente2.

Se afirma tradicionalmente tal conexión en el principio de causalidad o ley de la naturaleza. Esta apreciación se ha prestado a intenso debate. Lo que se desea establecer aquí es que muchas personas establecen conexiones entre variados sucesos a diestra y siniestra sin detenerse a pensar hasta qué punto estas conexiones son adecuadas, y las suponen como ejemplos adecuados de conocimiento. Pero, un examen detallado muestra que muchas conexiones o relaciones no son tales. He aquí dónde entra el filósofo, llamando la atención sobre tales conexiones, alertando sobre la necesidad de aclarar las características de las mismas –cuándo son adecuadas y cuándo no lo son–; todo esto con la intención de allanar el camino para establecer una sólida relación causal. En la medida en que esta inferencia se mantenga sólida, mayor será la creencia en haber obtenido verdadero conocimiento.

Escepticismo revisitado

No es que no haya consideraciones importantes a favor de la imposibilidad del conocimiento. Más aún, el escepticismo no tiene como única carta fuerte a esto: si aceptamos –como lo hacemos– que la epistemología es el estudio del conocimiento y de la justificación de la creencia científica, cualquier postura escéptica atacará la posibilidad de conocer, pero también puede argumentar contra la posibilidad de la creencia científica justificada. El escepticismo contemporáneo parece embarcarse en estos rieles3. En efecto, una vía común es responder a los argumentos escépticos y tratar de obtener luces sobre la naturaleza del conocimiento. Pero –afortunadamente– esta no es la única vía. Se puede reflexionar directamente sobre la posibilidad del conocimiento y la justificación, “con la esperanza de que los resultados que alcancemos nos lleven a una conclusión sobre la naturaleza del conocimiento”4. Con esto, no se está refutando el escepticismo, ni hay intención de hacerlo. Bertrand Russell parece adscribirse a esta segunda postura. El hecho de que atienda a algunas consideraciones planteadas por Hume no lo hace actuar a la defensiva ante el escepticismo. En efecto, en su libro El conocimiento humano, declara que: “Se da por sentado que debe aceptarse el conocimiento científico en sus líneas generales”5. Debe aclararse que, con esto, Russell no le está dando al conocimiento algún tipo de preponderancia o significancia especial. Al respecto afirma:

Para el sentido común científico (que yo acepto), es obvio que sólo se conoce una parte infinitesimal del Universo, que hubo épocas incontables en las que no existió ningún conocimiento y que probablemente habrá otras incontables edades futuras sin conocimiento. Cósmica y causalmente, el conocimiento es un elemento sin importancia en el Universo6.

Así, no se cuestiona al conocimiento científico, pero tampoco se lo privilegia. Se podría interpretar que el sujeto posee participación en la construcción del conocimiento científico. Aunque Russell no lo declara así, se aprecia en sus planteamientos su interés por considerar la relación entre el sujeto que conoce y el objeto conocido. No se trata aquí de establecer un subjetivismo condicionante, como si el conocimiento se realizara o no por la mediación del sujeto. Lo que sí interesaba a Russell es el proceso mediante el cual el sujeto maneja ciertas premisas7 que le permite, a través de inferencias adecuadas, obtener conocimiento, esto es, la experiencia individual de obtención de conocimiento. Por ende, se busca analizar el conocimiento individual, no el colectivo. El proceso mediante el cual se pasa del conocimiento individual al colectivo es un problema epistemológico fuerte. Varias preguntas se asoman: ¿Cuáles son las características de esas premisas de las que parte el sujeto? ¿Dos individuos podrían compartir premisas de las mismas características? ¿El hecho de interrogarle sobre las premisas de las que parte o del conocimiento que ha obtenido no significaría que dejarían de ser individuales y pasarían a ser colectivas? ¿Se puede conocer la naturaleza de los estados sensoriales o mentales de los otros individuos?8 Lo que se cuestiona es la posibilidad de que, de datos que parecen pertenecer sólo al sujeto, se genere conocimiento que no sea privado e individual. Russell indica que el planteamiento por la privacidad e individualidad de los datos existe desde Protágoras y –a juicio de él– muchos filósofos niegan esta afirmación, pues consideraban que llegaba a la incontrovertible conclusión de que todo conocimiento es privado e individual. Russell no acepta esto y ofrecerá elementos que permitan evidenciar cómo se produce el paso de los datos a las conclusiones a través de las inferencias.

3. El escepticismo de David Hume

En el primer libro de su Tratado de la naturaleza humana9 y más tarde en su Investigación sobre el entendimiento humano10, David Hume desafió la creencia que establece que, cuando a un acontecimiento le sucede otro, una conexión entre ambos acontecimientos hace que el segundo suceda al primero. Hizo énfasis en el hecho de que, aunque percibimos que un elemento suceda al otro, no percibimos ninguna condición o conexión necesaria y suficiente entre los dos. Hume declaró que nuestra idea de causalidad consiste en poco más que la esperanza de que ciertos acontecimientos se den tras otros que los preceden:

No tenemos otra noción de causa y efecto, excepto que ciertos objetos siempre han coincidido, y que en sus apariciones pasadas se han mostrado inseparables. No podemos penetrar en la razón de la conjunción. Solo observamos la cosa en sí misma, y siempre se da que la constante conjunción de los objetos adquiere la unión en la imaginación11.

En realidad, no podemos decir que un acontecimiento causó otro, todo lo que sabemos con seguridad es que un acontecimiento está correlacionado12 con el otro. Para describir esto, Hume acuñó el término conjunción constante13, que consiste en que, cuando vemos cómo un acontecimiento siempre causa otro, lo que en realidad estamos viendo es que un acontecimiento ha estado siempre en conjunción constante con el otro (costumbre). En consecuencia, no tenemos ninguna razón para creer que el primero causó al segundo o que continuarán apareciendo siempre en conjunción constante en el futuro14. La razón por la que presentamos este comportamiento no es que la relación causa-efecto sea el comportamiento de la naturaleza, sino los hábitos de la psicología humana15.

Lo anterior condensa el planteamiento central de Hume, ya que evidencia su postura epistemológica frente al conocimiento. Ahora bien, para poder establecer lo anterior y negar la posibilidad de un conocimiento necesario, el autor toma en consideración la clasificación del conocimiento en cuestiones de hecho y relaciones entre ideas. Las primeras son verdades contingentes (negarlas no implica contradicción alguna) y provienen de lo empírico, mientras que las relaciones entre ideas son verdades necesarias (negarlas implicaría contradicciones) y son independientes de la experiencia. Esta caracterización pone freno a un pitagorismo que pretende abarcar todo el conocimiento bajo el crisol de estructuras matemáticas subyacentes.

Vale la pena profundizar respecto a la clasificación humeana. Se advierte que, en la gran mayoría de los casos, lo que el individuo considera como premisas para realizar el proceso de inferencia son cuestiones de hecho, solo que –-advierte Russell16— muchas veces las consideradas premisas no eran tales, pues se confunden con las que proceden de la percepción o la memoria de las que son inferidas. Esto último es de especial importancia, pues una teoría del conocimiento sólida debe establecer claramente las características de las premisas a partir de las cuáles se hacen las inferencias. ¿Cuáles hechos son tales y cuáles son creencias o inferencias derivadas de esas creencias?:

Hay una diferencia […] entre lo que se nos dice y lo que sabemos por nosotros mismos. Si preguntamos al niño: “¿Cómo sabes de Napoleón?”, el niño puede responder: “porque mi maestra me lo dijo”. Si le preguntamos: “¿Cómo sabes que tu maestra te lo dijo?” quizás responda: “pues porque la oí, por supuesto”. Si decimos: “¿Cómo sabes que la oíste?” puede responder: “porque la recuerdo claramente”. Y si le preguntamos: “¿Cómo sabes que la recuerdas?” el niño perderá la paciencia o dirá: “Bueno, me acuerdo bien” […] el niño defenderá su creencia sobre una cuestión de hecho mediante otra creencia en otra cuestión de hecho, pero finalmente llegará a una creencia mediante de la que no puede dar ninguna razón ulterior”17.

He aquí dónde se marca la diferencia entre los hechos y sus derivaciones o inferencias. Estos últimos, de los que no se pueden dar razones ulteriores, son la base, para Russell, de cualquier teoría del conocimiento que se pretenda construir. A dichas creencias las llama datos. Es importante observar la diferencia entre las cuestiones de hecho de Hume y la explicación de datos de Russell. Hume no está interesado en describir el proceso de construcción del conocimiento —no parece considerarlo posible— por lo que, si tales cuestiones de hecho son derivadas o son causa de otras cuestiones de hecho, no son relevantes. Russell, por el contrario, entiende que sus premisas pueden ser contingentes pero, en la medida en la que no se puedan dar razones por las cuales se deriven tales cuestiones de hecho, serán consideradas datos. Estos datos no son causas de otras creencias, sino premisas de la que se infieren otras creencias. Esta diferenciación es importante, pues aún no estamos en condiciones de aceptar las creencias derivadas sin un esclarecimiento adecuado de las transiciones entre un hecho y otro que lo justifique; en esa medida, no podemos hablar de causas.

Privacidad de los datos

Russell profundiza aún más en la discusión referente a las cuestiones de hecho y realiza una afirmación que parecería derrumbar cualquier intención de sustentar alguna inferencia: los datos son privados, es decir, se limitan a los sucesos de la mente de cada individuo. Se extenderían, sobremanera, los límites de este ensayo en identificar los argumentos en los que Russell se apoya para justificar tal afirmación; nos limitaremos a decir que existen argumentos fundamentalmente psicológicos que lo sustentan. Nuestro interés aquí es sentar las bases del planteamiento humeano bajo la mirada de Russell. Ahora bien, nos referiremos a una línea de argumentación relacionada con el método cartesiano de la duda. Russell indica:

No sugiero que estoy seguro de todas mis experiencias; esto ciertamente sería falso. Muchos recuerdos son dudosos, y lo mismo muchas sensaciones tenues. Lo que sostengo –y en esto expongo parte del argumento de Descartes– es que hay algunos sucesos de los que no puedo dudar, y que ellos son todos del género que, si admitimos un no-yo, forman parte de la vida de mi yo. No todos son sensaciones, algunos son pensamientos abstractos, otros son recuerdos, otros son deseos y otros son placeres o dolores. Pero todos son los que comúnmente describiríamos como sucesos mentales que se producen en mí18.

Establezcamos algunas consideraciones respecto a cómo Descartes y Russell reflexionan sobre el conocimiento. Según Dancy19, Descartes parecía considerar que el sujeto posee un contacto directo con sus ideas, sin detenerse a describir la naturaleza o características de las mismas. De ahí en adelante, lo que se derive será conocimiento, pero mediato. Esto parece establecer que la epistemología debe centrarse en el individuo. Bajo esta perspectiva, el proceso de construcción social del conocimiento, la manera en la que los individuos lo comparten, comprenden, modifican y la aprehenden como individuos, no es competencia de la epistemología. Como indicáramos en párrafos anteriores, Russell no buscaba hacer depender al conocimiento del sujeto, aunque en sus consideraciones no se ve claramente cómo superar esta dificultad —recuérdese el “problema de las otras mentes”—. En todo caso, no era prioritario para él atender este aspecto. Descartes buscaba una base indubitable y Russell considera que se pueden aceptar ciertas premisas sin duda alguna. En esto coinciden. Pero consideramos que el camino usado por ambos es distinto: Russell procede de las premisas hacia lo que se pueda derivar de ellas, deteniéndose en el proceso inferencial para caracterizarlo adecuadamente; Descartes actúa en sentido inverso: de lo conocido hacia las bases de ese conocimiento.

Status de la Inferencia

Hasta ahora, hemos logrado establecer claramente dos cuestiones: la primera, para Russell, las cuestiones de hecho hacen referencia a datos, entendidos como creencias de hechos de las cuales no podemos dar cuenta de razones ulteriores; serían las premisas de las que derivaríamos otras cuestiones de hecho. La segunda, dichos datos son privados. Pero, a juicio de Russell, junto con la privacidad de los datos, el descubrimiento de que las cuestiones de hecho, por muy numerosas que sean, nunca implican lógicamente ninguna otra cuestión de hecho; terminaría por conformar las dos tesis centrales que sustentarían el escepticismo de Hume. ¿Qué hacer al respecto? Russell sostiene que, entre las premisas de nuestro conocimiento, debe haber algunas proposiciones generales, o, al menos, una proposición general cuya negación no conlleve contradicciones. Así, tendríamos una proposición o ley sintética. Caracterizada de este modo, tal proposición garantizaría la inferencia adecuada entre hechos. Estas inferencias que parten de cuestiones de hecho son utilizadas con regularidad en la ciencia empírica. Podemos ahora determinar que la inferencia, aquí presentada, es sólo probable y no necesaria. Su probabilidad viene determinada por el hecho de que la proposición general es sólo sintética, trayendo como consecuencia que las inferencias obtenidas no representan la totalidad de los casos que pueden darse y que el hecho de obtener otros hechos que contradigan a la proposición general no es contradictorio.

Conclusión

Como se puede apreciar, Russell admite la fuerza de las tesis humeanas, a tal punto en que la inferencia científica no es necesaria, sino probable. Entonces, ¿el optimismo epistemológico se derrumba? No lo creemos así, Russell incluso ofrece cinco postulados que, a su juicio, permiten convalidar a la inferencia científica20. Lo que deseamos indicar es que Russell realizó su análisis intentando responder la siguiente pregunta: “¿Qué debe suponerse que sabemos, además de hechos particulares observados, para que las inferencias científicas sean válidas?”21. El análisis nos llevó a considerar el modo en el que el individuo infiere a partir de ciertas premisas. Russell llama a las premisas datos y expone las consideraciones de Hume sobre la imposibilidad de establecer alguna relación causal entre fenómenos. El fantasma del escepticismo parece rondar el optimismo russelliano y no parece, a nuestro juicio, quedar claramente establecido el cómo lo supera. Queda abierto el planteamiento sobre lo que la epistemología toma como base: ¿al individuo o al conocimiento colectivo?

Notas

1. Cf. Dummett, M., La verdad y otros enigmas, México, Fondo de Cultura Económica, 1990.

2. Russell, B., El conocimiento humano, Barcelona, Ediciones Orbis S.A., 1983, p. 11.

3. Cf. Dancy, J., Introducción a la epistemología contemporánea, Madrid, Editorial Tecnos, 1990.

4. Ibid., p.16.

5. Russell., El conocimiento humano…, cit., p. 9.

6. Ibidem.

7. Estas premisas Russell las llama datos: “Así, hay una diferencia entre las creencias que surgen espontáneamente y las creencias para las que no se puede dar ninguna razón ulterior. Son las creencias de la última clase las de mayor importancia para la teoría del conocimiento […] a tales creencias las llamaré datos”. Cf. Russell., El conocimiento humano…, cit., p.177.

8. Esta última pregunta está relacionado con lo que Dancy llama problema de las otras mentes. Cf. Dancy., Introducción a la…, cit., p. 86.

9. Hume, D., Obra completa, Madrid, Editorial Gredos, 2012.

10. Ibidem.

11. Ibid., p.93.

12. Entenderemos aquí por correlación una asociación que se observa entre dos fenómenos. En ningún caso tal asociación supone una relación de dependencia entre uno y otro fenómeno.

13. Hume., Obra completa, sección 7, parte 2.

14. Popkin, H. y Stroll, A., Introduction to philosophy, p. 268. 15

15. Ibid., p 272.

16. Russell., El conocimiento humano…, cit., p.176. 17

17. Ibid., p.177.

18. Ibid., p. 184.

19. Dancy., Introducción a la…, cit., p. 85.

20. El postulado de la casi permanencia, el postulado de las líneas causales separables, el postulado de la continuidad espacio-temporal en las líneas causales, el postulado estructural y el postulado de la analogía. Cf. Russell., El conocimiento humano…, cit., p. 491 y ss.

21. Ibid., p.498.

Referencias bibliográficas

1. Dummett, M., La verdad y otros enigmas, México, Fondo de Cultura Económica, 1990.         [ Links ]

2. Russell, B., El conocimiento humano, Barcelona, Ediciones Orbis S.A., 1983.         [ Links ]

3. Dancy, J., Introducción a la epistemología contemporánea, Madrid, Editorial Tecnos, 1990.         [ Links ]

4. Hume, D., Obra completa, Madrid, Editorial Gredos, 2012.         [ Links ]

5. Popkin, H. y Stroll, A., Introduction to philosophy, p. 268. 15.         [ Links ]