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Núcleo

versão impressa ISSN 0798-9784

Núcleo v.21 n.26 Caracas jan. 2009

 

LAS ALUSIONES AL UNIVERSO DANTESCO EN LA CRÍTICA LITERARIA SOBRE JOSÉ ANTONIO RAMOS SUCRE

Francesca Polito

Escuela de Idiomas Modernos Facultad de Humanidades y Educación Universidad Central de Venezuela-EIM-FHE-UCV Caracas, 1051, Venezuela. Telefax: (58 212) 605 29 24 francescapolitodis@hotmail.com

RESUMEN

La vida y obra de Dante, de manera particular la Comedia y La vida nueva, son para Ramos Sucre una cantera de imágenes, que deja improntas y resonancias culturales a lo largo de toda su escritura. Desde 1930, año de la muerte de nuestro poeta, hasta hoy se han sucedido intervenciones críticas que han llamado la atención y han indagado sobre esta relación de familia, espiritual y estética. El presente artículo reseña el significado de dichos aportes, al comienzo más bien someros, pero luego cada vez más reveladores de nuevos instrumentos y visiones críticas que remiten las invenciones evocadoras de Dante, por analogía o por contraste, a inclinaciones estilísticas y de gusto, a motivos centrales y recurrentes (la muerte, la mujer, el mal, el dolor, el viaje, el exilio, el vuelo…) en la poesía del cumanés.

Palabras clave: crítica literaria, poesía, Edad Media, símbolo.

Allusions to the Dantesque Universe in the Literary Critiques on José Antonio Ramos Sucre’s Work    

ABSTRACT

The life and work of Dante, particularly the Comedy and The New Life, are to Ramos Sucre a quarry of images that leaves cultural imprints and resonances throughout his writings. Since the poet’s death in 1930, many critics have inquired into that spiritual and aesthetic family relation. In this article, we review their contributions, rather superficial at the beginning, but increasingly revealing of new means and critical visions. These contributions refer to the evocative inventions of Dante, by analogy or by contrast, to style and taste inclinations and to central and recurring motifs (the woman, death, evil, pain, journey, exile, flight…) in the works of the Cumaná born poet, Ramos Sucre.

Key words: literary criticism, poetry, Middle Ages, symbol.

Les allusions à l’univers dantesque dans la critique littéraire sur José Antonio Ramos Sucre

RÉSUMÉ

La vie et l’oeuvre de Dante, notamment La Comédie et La vie nouvelle, sont un vivier d’images pour Ramos Sucre, un vivier qui a laissé des empreintes et des résonances culturelles dans toute son oeuvre. Depuis 1930, quand le poète est mort, jusqu’à nos jours, il faut remarquer la parution d’interventions critiques qui ont attiré l’attention et analysé cette relation familiale, spirituelle et esthétique. Dans cet article, il s’agit d’un rapport sur la valeur de ces apports, plutôt succincts au début, et progressivement plus révélateurs de nouveaux instruments et de visions critiques qui renvoient les inventions évocatrices de Dante, soit par analogie soit par contraste, à des inclinations stylistiques et de goût, à des motifs centraux et récurrents (la mort, la femme, le mal, la douleur, le voyage, l’exil, le vol…) dans la poésie de cet écrivain de Cumaná.

Mots clés : critique littéraire, poésie, Moyen Âge, symbole  

As alusões ao universo dantesco na crítica literária sobre José Antonio Ramos Sucre

RESUMO

A vida e obra de Dante, especialmente nas obras A Comédia e AVida Nova, são para Ramos Sucre uma geração de imagens que deixa vestígios e reverberações culturais ao longo de toda sua escritura. Desde 1930, ano da morte do poeta venezuelano, até hoje já foram feitas muitas críticas indagando do referente a essa relação de família, espiritual e estética que chama a atenção. O presente artigo mostra o significado destas contribuições que, no começo, eram superficiais, mas que depois revelaram cada vez mais novos instrumentos e visões críticas que aludem não somente às invenções evocadoras de Dante quer por analogia quer por contraste, a propensões estilísticas e de preferência, a motivos fundamentais e recorrentes (a morte, a mulher, o mal, a dor, a viagem, o exílio, o vôo…) na poesia do habitante da cidade de Cumaná, na Venezuela.

Palavras chave: crítica literária, poesia, Idade Média, símbolo.

Recibido: 29/06/09 Aceptado: 04/11/09                                   

LAS ALUSIONES AL UNIVERSO DANTESCO EN LA CRÍTICA LITERARIA SOBRE JOSÉ ANTONIO RAMOS SUCRE1

Ya a partir de 1930, año de la muerte de Ramos Sucre, se generan comentarios sobre la obra y figura del poeta cumanés, punteados de agudas intuiciones, pero también de malentendidos o visiones estéticas de matriz clásica para las que el arte a partir del Romanticismo se resuelve en actitudes morbosas y enfermizas, decadentes y obsesivas, en disonancia con la sociedad. No se comprende, precisamente, la condición del genuino escritor moderno y su actitud crítica frente a las convenciones establecidas, a las que se conviene en tildar de evasión, amargura, exaltación. También, y al estar ante una obra tan rica en referencias culturales como es la de Ramos Sucre, se maneja la noción tradicional de “influencia”, ligada al principio clásico de la imitación, lo que impide la consideración de un rasgo específico de la literatura, como es la generación de nuevas “formas” a partir de otras preexistentes2. Otra cuestión atañe a las corrientes en las que habría que ubicar a un autor. Este criterio presenta un lado útil, en cuanto permite, en una primera aproximación, situar a un determinado escritor en el contexto histórico-literario de su época; pero se revela insuficiente para dar cuenta de los rasgos originales e irrepetibles de una gran obra. Por otra parte, lo “moderno” no es incompatible con lo “antiguo”. Un rasgo de los grandes románticos es, por un lado, la conciencia de pertenecer a un determinado tiempo, a un ahora, a un aquí; y, por el otro, la nostalgia, o la melancolía, o la ironía, de no pertenecer ya a un tiempo que fue. De allí, entonces, la ambivalencia entre el tratar de encontrar expresión poética al “presente”, como decía Baudelaire, y, al mismo tiempo, el sentimiento de añoranza por lo perdido, por las bellas fábulas antiguas. Ramos Sucre es un poco eso, suspendido, como los grandes escritores recordados por Dante en el Limbo, entre el deseo y la falta de esperanza.             

Deseo de rememorar mitos del pasado consagrados en y por la literatura, como el amor, la aventura, la mujer, la valentía, la nobleza. Esperanza y búsqueda de salvación en la poesía. Aquí están las raíces de su singular prosa poética. Como decía Marcel Raymond (1960), a partir del prerromanticismo la poesía hace suyas una singular profesión de fe, una tentativa de sondeo en lo irracional:

En adelante la poesía tiende a convertirse en una ética o en no sé qué instrumento irregular de conocimiento metafísico; le inquieta la necesidad de “cambiar la vida”, como quería Rimbaud, de cambiar al hombre haciéndole tocar lo más hondo del ser. Aquí lo nuevo no es tanto el hecho como la intención, que se desprende poco a poco de la inconciencia, de volver a captar las potencias oscuras tratando de superar el dualismo del yo y del universo (p. 9).

Uno de los primeros críticos de Ramos Sucre fue el poeta Fernando Paz Castillo (1980) con su artículo “El solitario de La torre de Timón”3, en el cual aparece el nombre de Dante. Al tratar de ubicar a Ramos Sucre en alguna corriente literaria, Paz Castillo lo situaba entre “los parnasianos, por lo que respecta al estilo, no por su concepción poética —amor a los temas medievales: reminiscencias de Shakespeare y de Dante— que más bien lo inclina hacia el lado estremecido de los románticos” (p. 21).

Este espacio de la poesía de Ramos Sucre (y Paz Castillo no vacila en hablar de “poemas”) entre Parnasianismo y Romanticismo, entre culto de la forma y poderosa fantasía, entre “trazos de pintor prerrafaelista” (p. 20) y “aproximaciones nervalianas” (p. 22) será retomado y profundizado por la crítica posterior4.

Otro crítico, Luis Correa, en “José Antonio Ramos Sucre”5 (1980), destaca su extraordinario conocimiento del pasado, que malogró su salud, pero que lo convirtió  en “el primer humanista” de su tiempo. Aun en la brevedad de su comentario, Correa pone de relieve la riqueza cultural de la obra de Ramos Sucre, su carácter no popular, su recepción por parte de “artistas” y “eruditos”. Dentro de este contexto está la referencia a Dante (y a Shakespeare):

De un simbolismo recóndito, los eruditos encontrarán en ellos [los libros de Ramos Sucre] una vena inagotable cuando busquen por sus páginas la huella de sangre de Shakespeare o la encendida y tétrica del Dante. Quizás entonces asome sobre el misterio de su vida, rota bruscamente por su mano, la faz adolorida de Cordelia, deponiendo sobre su tumba un ramo de ciprés, o la pura y luminosa de Beatriz conduciéndolo por los círculos de eterna claridad (pp. 31-32).

Augusto Mijares, en “La poesía de José Antonio Ramos Sucre”6 (1980), observa que la obra del escritor cumanés exige un lector osado, no el que acostumbra cada día “devorar una ración de periódicos o de novelas pseudo naturalistas”, porque estamos ante un poeta “desconcertante”, familiarizado más con el mundo de la literatura que con el de la cotidianidad: “Poeta que convive con los personajes de Dante, Shakespeare y Homero, y siente y quiere afirmar que ellos tienen una realidad más cierta y más legítima que la del transeúnte callejero” (p. 33).

Después de una afirmación parecida a un aparente juego de palabras —“la «visión» es el camino de la evasión”—, el poeta Carlos Augusto León en Las piedras mágicas7 (1979), ensayo considerado por José Ramón Medina (1980: 11) “el más orgánico y completo texto crítico y biográfico de acercamiento” a Ramos Sucre que hasta ese momento se produjera, dice: “Las sombras de Dante y de William Blake atraviesan por su obra” (1979: 25). La “sombra” del poeta florentino es un ejemplo entre tantos de singulares evocaciones pretéritas. El ambiente de tiranía política, la intolerancia de Ramos Sucre ante la banal realidad, su rara sensibilidad, explican, según Carlos Augusto León, sus múltiples itinerarios hacia lejanías históricas y sus correspondientes estaciones imaginarias para recrear mitos, personajes y episodios o tramas, para construir “formas del tormento” (p. 29), suprimiendo así, o creyendo suprimir, “materia”, “espacio” y “tiempo”.       

Humberto Fernández Morán, en su artículo “Vida y obra de José Antonio Ramos Sucre”8 (1980), algo disperso y enciclopédico, no deja de mencionar que Ramos Sucre “Veneraba a Dante y a Leopardi” (p. 61). Un mérito del crítico es no considerar el padecimiento como estado patológico, sobre todo cuando no hay regodeo y es acompañado de una actitud combatiente, titánica, y tal es el caso de Ramos Sucre: “Comprendamos que el dolor y el sufrimiento son desafíos y no estados prohibidos” (p. 70).

Félix Armando Núñez, en el Prólogo a las Obras (1956) de Ramos Sucre, se refiere a las “influencias” verificables en la obra de Ramos Sucre; influencias no tanto puntuales, sino más bien ecos que remiten al vasto universo de la literatura, a las que no escapa ningún escritor:

Las influencias literarias e ideológicas contemporáneas, inevitables en cualquier sensibilidad mediana habían de ejercerse necesarias y tiránicas en un hombre del temperamento y la cultura excepcional de Ramos Sucre, pero confluyen de tal modo en su estilo que jamás hacen zozobrar ni su unidad ni su constancia, los dos elementos fundamentales del carácter. Son como aguas subterráneas que alimentan el oasis en la calcinada perspectiva del desierto; que eso semeja cada una de las variadísimas estampas líricas que integran sus volúmenes (p. 13).

El crítico demuestra manejar un concepto de las “influencias” como algo ínsito a la literatura; como procesos “inevitables” en la creación artística. Más adelante, señalando la variedad de contextos espaciales y temporales en la obra de Ramos Sucre, nombra a Dante:

Recorrió [Ramos Sucre] el horizonte de todas las latitudes geográficas y de todas las épocas de la Historia para detener en ellas sucesivamente su imaginación visionaria, con Dante y mucho de Goya, y fijar su carácter en una miniatura sugeridora, «precisa e imprecisa». Precisa con la precisión del enciclopédico inteligente y seguro, e imprecisa con la vaguedad del artista poderoso en crear una atmósfera de misterio donde fluctúan las imágenes para el ensueño y la evocación infinita (p. 21).      

Juan Ángel Mogollón, en “Ramos Sucre: un hombre devorado”9 (1980), de manera parecida a Augusto Mijares, pero refiriéndose más que todo a los personajes, dice:

Personajes dignos de convivir con los arquetipos de Homero, Shakespeare o Dante, en la convicción de que ellos estaban dotados de una realidad superior, más cierta y legítima que la del hombre vulgar y corriente que anda entre las calles. Almas entregadas al furor de un clima densísimo, cargado de tragedia —ambiente de palenque y de fragua— transitan por sus páginas dejando una secuela imperecedera de grandeza y cruel desolación (p. 91).

No podemos dejar de mencionar el breve artículo de Edoardo Crema, “Italia en José Antonio Ramos Sucre” (1967), en el cual habla de su perfecto conocimiento de la lengua italiana. Lo califica como “modernista” y como “uno de los más grandes humanistas de Venezuela”. Elogia su vasta cultura clásica y su conocimiento de la cultura italiana. Se percibe que Crema ha leído con atención al poeta cumanés, ya que nombra a escritores latinos e italianos, Virgilio, Ovidio, Horacio, Boccaccio, Bembo, Tasso, Alfieri, Leopardi, Manzoni, que aparecen en la poesía de Ramos Sucre. Y, en cuanto a la relación de Ramos Sucre con Dante, seguramente pensando en textos como “El lapidario” (Las formas del fuego), “La acedia del claustro” (Las formas del fuego) y “La huella” (El cielo de esmalte), dice: “Conocía el valor que Dante daba a las cifras mágicas y al color rojo, y aplicaba a sí mismo las cuitas que Dante había tenido en la cámara del sobresalto y de la amargura” (p. 3).

Como afirma José Ramón Medina (1980a), a medida que nos adentramos en los años sesenta y setenta, la crítica literaria sobre la obra de Ramos Sucre se vuelve más solícita: “Es la etapa en que con mayor densidad y riqueza se produce una crítica consistente en torno a la personalidad y la obra de José Antonio Ramos Sucre” (p. 12).

Entre estos aportes señalamos algunas observaciones del poeta y crítico Francisco Pérez Perdomo en la “Introducción”10 a la Antología poética (1998) de José Antonio Ramos Sucre: la aceptación incondicional por parte de las nuevas generaciones de poetas venezolanos, el carácter innovador de su lenguaje, la tendencia a posponer el adjetivo al sustantivo, surtiendo un efecto de “intemporalidad” e     “impersonalidad”. Es uno de los primeros críticos en captar la dinámica entre el “enfático yo” del poeta y sus “diversas transfiguraciones”, dando lugar a “esa poesía envuelta en su vértigo y girando a través de todos los espacios geográficos y de todas las edades de la humanidad” (p. 17), a ese ondular continuo “hacia adentro y hacia fuera”, un yo que se aventura pero que al mismo tiempo teme extraviarse. Por la asombrosa variedad de personajes tanto históricos como literarios y de figuras casi arquetípicas y por su admirable erudición se produce la asociación con Dante: “A semejanza de Dante, tan admirado y citado en sus libros, Ramos Sucre también se propuso una especie de suma de conocimientos en su obra de creación poética” (pp. 17-18). Según Pérez Perdomo, “Ramos Sucre logra uno de los cuadros más ambiciosos y universales que se haya propuesto poeta alguno en el país” (p. 18).

Jesús Sanoja Hernández, en “Poeta de otra realidad”11 (1980), prefiere hablar del “sentido de la derivación” y no de “influencias” al transcribir el incipit de tres textos, uno de Rimbaud (“Yo heredo de mis antepasados galos”12), otro de Ramos Sucre (“Yo pertenecía a una casta de hombres impíos”13) y otro de Rafael Cadenas (“Yo pertenecía a un pueblo de grandes comedores de serpientes”14), que presentan simetrías sintácticas y semánticas. Al indicar el conflicto experimentado por Ramos Sucre ante “la actualidad” y su repliegue al “goce y la infección de lo remotamente acaecido”, presenta una lista de personajes que guardan una carga sugerente para el poeta. En dicho inventario figura la amada de Dante: “Beatriz, Don Quijote, Klingsor, Ulises, Amadís, Nausícaa o Penélope son sus personajes, su contemporaneidad mitologizada, en vez de Rubén Darío, Clemenceau, Juan Vicente Gómez o las heroínas d’annunzianas” (p. 106). Sanoja Hernández capta el sentido de estas referencias culturales en la obra de nuestro poeta, ya que estos personajes que Ramos Sucre hace resurgir son y no son lo que eran en su original contexto; permanece el recuerdo literario pero la “figura” es algo distinta, aparece recuperada del polvo del tiempo: “Hay en él una adhesión volátil a la realidad, en atisbo de lo que ya fue y está precipitado y de cuyas cenizas puede componerse una nueva figura, reconstruirse una crónica fabulosa, engrandecer formas ya mutiladas en exterminio”     (p. 106).                

José Balza en “Un sistema de verdades presentidas”15 (1980) no hace alusión a Dante, pero dice otras cosas importantes:

Al azar leí en 1958 el poema Entonces de José Antonio Ramos Sucre. Descubrir a los dieciocho años la solidaridad mental con un gran poeta, saberse ya identificado por la escritura desgarrada de ese (para mí) desconocido, signó definitivamente mi visión de lo que habría de ser un poema (p. 109).

Se refiere a Machado, Montale y Eliot y dice: “también Ramos Sucre atravesaba la tierra baldía que circundó la primera guerra mundial” (p. 110). La poesía de Ramos Sucre se muestra al lector con claridad y oscuridad a la vez: “visiones”, “hallazgo del vacío detrás de la imagen” (p. 111), “efecto onírico y distante en el que se desenvuelven las frases”, “adjetivos y nombres novedosamente juntados” (p. 112), “vaguedad” de la imagen.

Eugenio Montejo en “Aproximación a Ramos Sucre” (1974) tampoco menciona a Dante, sino a los “románticos alemanes” y ciertos “motivos nervalianos” (p. 72), señalación ya hecha en 1930 por Paz Castillo. Entre otras cosas, dice que Ramos Sucre va en busca de arcaísmos, persigue “invocar una palabra con significados abolidos”, intenta “una reelaboración del idioma a partir de sus fuentes latinas” (p. 73). Otros aspectos señalados por Montejo son: “la supresión del que relativo”, “la acentuación del yo con valor tónico” que impulsa “la respiración del poema” (p. 74) y, finalmente, la debatida cuestión de la diferencia entre poesía y prosa, que implica interrogarnos sobre qué es la poesía, pregunta necesaria sobre todo a partir de Baudelaire, de los simbolistas hasta los surrealistas y hasta hoy. “El poema en prosa —y ya decir esto es la plena aceptación de que la fuente de la poesía no depende de cuestiones puramente exteriores como la estrofa, la rima o la medida de verso— constituirá para él (…) la representación privilegiada de la forma” (p. 74). Así, se abren líneas de parentesco entre poetas románticos como Aloysius Bertrand con su Gaspard de la Nuit, pasando por Baudelaire, Rimbaud y Mallarmé, hasta los poetas latinoamericanos como Darío, Nervo, Silva, Lugones, Tablada. Tema “difícil”, sí, como dice Montejo, dilucidar la diferencia entre poesía y prosa, pero también nueva conciencia moderna de que la esencia de la poesía reside en el “ritmo” y la “imagen”16  

Guillermo Sucre, en La máscara, la transparencia. Ensayos sobre poesía hispanoamericana (1975), analiza la obra de “un grupo muy heterogéneo de poetas”17, para quienes, a su modo de ver, resultan inadecuadas etiquetas como modernista o vanguardista. En Ramos Sucre las referencias históricas y literarias ni responden a una exigencia evasiva ni a una “elaboración preciosista”, a una “recreación arqueológica” o “búsqueda de color local”:

Su procedimiento y sus objetivos son distintos: de la historia o de la literatura misma tomaba unos pocos elementos, un pormenor o un detalle todavía no congelado por la erudición o susceptible de ser visto como una experiencia todavía viva, y con ellos creaba una situación nueva (…) La situación puede ser explícita o implícitamente discernible en sus fuentes (Homero, Virgilio, Dante, Shakespeare, Cervantes, la literatura caballeresca, la poesía provenzal, la cábala y la alquimia, la historia de España, la Edad Media, el Renacimiento, etc.), pero también puede ser más ambigua y aun desdibujada, hasta el punto de que el lector no llega a precisar del todo si está en el pasado o en el presente (p. 82).

Otro aporte importante es el artículo de Oscar Sambrano Urdaneta, “Ramos Sucre el hiperestésico”18 (1977). Al referirse al texto “Ideas dispersas sobre Fausto” (en Los aires del presagio, de Ramos Sucre), apunta:

En estas divagaciones juveniles (tenía veintidós años) sobre tres autores cuyas obras figuran entre las más leídas y apreciadas por él, Ramos Sucre elogia el Fausto, la Divina comedia y El paraíso perdido por ser como castillos que sólo tienden su puente levadizo a contados visitantes, no todos los cuales llegan a conocer sus secretos más profundos. Refiriéndose a aquellas obras hace un comentario que explica su posición como lector de Goethe, de Dante y de Milton,  pero que, al mismo tiempo, encierra uno de sus ideales, al que va a obedecer de por vida… (p. 125).

El comentario que hace el poeta se refiere al arte como enigma, “oscuridad”, “misterio”. Pero hay otra observación contigua de este crítico que vale la pena registrar cuando habla del

… empeño que Ramos Sucre parece haber puesto para que ni una sola de sus páginas dejase de estar envuelta en cierta niebla19 semántica que desdibuja el mensaje, hace opaco al signo y lo predispone, por ello mismo, para ser descifrado sólo dentro del marco referencial del poeta (p. 124).

La imagen de la niebla nos recuerda el brouillard de Baudelaire analizado por Jean-Pierre Richard en Poésie et profondeur (1976: 109-111) y por Jean Cohen en El lenguaje de la poesía. Teoría de la poeticidad (1982: 236) para explicar la vaguedad y la oscuridad con que se manifiesta la poesía sobre todo a partir del Romanticismo. Otro ensayo muy denso es el de Ángel Rama, El universo simbólico de José Antonio Ramos Sucre20 (1978). Con anterioridad a La torre de Timón, sostiene Rama, Ramos Sucre había publicado Trizas de papel (1921) y Sobre las huellas de Humboldt (1923); por lo tanto, La torre de Timón (1925) no es punto de partida sino “culminación” de una etapa, cuando el poeta contaba treinta y cinco años: “in mezzo del cammin, debe haber dicho este atento lector de Dante” (p. 10).

El crítico, al hacer algunas consideraciones sobre la definición de “imagen” dada por Ramos Sucre21, observa —y esto es importante porque demuestra que la obra de Ramos Sucre se coloca a notable distancia de una visión positivista del mundo como también romántico-sentimental o negadora de las ideas, coincidiendo más bien con la sensibilidad y conciencia de las nuevas tendencias poéticas europeas de finales del siglo XIX— la correspondencia entre algunos rasgos de la poesía de              

Ramos Sucre, la poética del movimiento simbolista y cierta sensibilidad medieval. Se nos permita citar in extenso:

Conviene realzar la curiosa asociación de lo moderno y de lo antiguo que presidió la estética del simbolismo, tal como quedó testimoniado en la poesía, en las artes plásticas y aun en las fuentes reconocidas por los teorizadores. Los simbolistas ingleses y franceses recuperaron nuevamente la Edad Media (en lo que simplemente continuaban a los románticos) subrayando los valores arquetípicos del medievalismo con mayor sagacidad, desviándose del mero color local. Es así que se reconstruye la concepción de la alegoría y se exalta la utilización del símbolo que había sido clave del funcionamiento intelectual de la Edad Media cristiana. La importancia que vuelve a cobrar Dante en esta época implica reconocer en sus criaturas (Beatriz) la carga simbólica que adecuadamente correspondía a la concepción medieval y también reconocer la eventualidad de lectura múltiple de los textos literarios y artísticos que había propuesto Dante en su famosa Carta al Can Grande sobre las cuatro interpretaciones posibles de su obra: histórica, moral, mística y anagógica. La importancia que en la obra poética de Ramos Sucre tiene Dante (como en las artes plásticas lo manifestó Cristóbal Rojas con su famoso cuadro representando el encuentro con Beatriz) está asociada a este renacimiento que inspiraron los simbolistas y a esa plural lectura simbólica que permitió su obra, así como al alto nivel de espiritualización a que fue sometido el universo sensorial («sentimental, sensible, sensitivo») permitiendo las transposiciones simbólicas de las experiencias reales (p. 35).

En 1980, en ocasión de la publicación de la Obra completa de Ramos Sucre en las ediciones de la Biblioteca Ayacucho, José Ramón Medina, autor del “Prólogo”, no vacila en considerar al poeta como un “adelantado” para su tiempo. Su “cosmopolitismo” y su “peregrinaje humanista” lo llevan a transitar por las más variadas épocas de la historia, entre ellas la Edad Media, y a recrear múltiples personajes: “Pasa insensiblemente de Goethe y Dante a Leopardi y Cervantes, de Leonardo a Tiziano y Durero, de Homero a Plutarco y Ovidio” (p. xv).

También en 1980, la Universidad de Oriente, en ocasión del cincuentenario de la muerte del poeta, organizó una serie de eventos en su conmemoración. Y, en 1981,                          la revista Oriente reseñó buena parte de estos con numerosas intervenciones y escritos críticos. También en esta oportunidad vuelve a aparecer el nombre de Dante. Francisco Rivera, en “Diez fragmentos sobre Ramos Sucre” (1981), se refiere a la figura femenina: “La mujer –es casi siempre la misma–: ángel, niña, hermana, fantasma, que aparece en la poesía de Ramos Sucre es también simbolista” (p. 64). Acto seguido, cita los primeros periodos del texto “Entonces”22 (La torre de Timón). Y así los comenta:

¿No es esta visión fantasmagórica un analogon literario de la “donna angelicata” de Dante vista y pintada por un Edward Burne-Jones o un Dante Gabriel Rossetti? Pienso en la Beata Beatrix (1863) de este último, cuyo poema “The Blessed Damozel” Ramos Sucre ha debido conocer (p. 64).

Ya vimos, al citar a Rama, las relaciones analógicas en Ramos Sucre, no solo con la poesía simbolista, sino también con la pintura prerrafaelista.

En la sección de Oriente dedicada a la “Vigencia de José Antonio Ramos Sucre”, Pérez Perdomo (1981) trata el sentimiento de desarraigo de Ramos Sucre, la incomprensión de que fue objeto por parte de sus contemporáneos y la admiración, en cambio, manifestada por generaciones de poetas más jóvenes. De allí esta hermosa reflexión sobre la poesía:

La vigencia de un poeta no necesariamente tiene que tener una relación directa con la extemporaneidad o contemporaneidad formales de su escritura y de sus temas. Si fuese así nadie leería hoy con vehemencia a Esquilo, Dante, Shakespeare o Cervantes, por ejemplo. La vigencia de una obra sólo debería medirse escrutando en sus cualidades virtuales, intrínsecas e inseparables de la obra misma, y las cuales se revelan en virtud de ese misterioso equilibrio y ese entretejerse, como en una urdimbre, de la cosmovisión y las formas inventadas para expresarla y simultáneamente crearla. Esa mágica y enigmática armonía tal vez sea el secreto de la obra de arte (p. 155).         

En la parte de la revista que presenta las intervenciones en el VI Simposio de Docentes e Investigadores de Literatura Venezolana, realizado en Cumaná en noviembre de 1980, vale la pena mencionar al crítico Dario Puccini. En “Algunas consideraciones acerca de la cultura literaria de José Antonio Ramos Sucre” (1981), dice:

Aunque sean muy numerosas las alusiones a Dante, a la Divina Comedia, a Beatriz, a la relación maestro-discípulo entre Virgilio y Dante me parece que el Dante, en el concepto y en la realización poética de Ramos Sucre, resulta más bien un personaje que un modelo de un escritor seguramente leído y admirado (p. 287).                   

El Dante “personaje”, interlocutor predilecto de artistas románticos y prerrafaelistas, y asimilado a la pintura de Botticelli, explicarían la inclinación, también en la poesía fantástica de Ramos Sucre, hacia el Dante “lírico” y “metafísico”:

En los poemas en prosa donde se alude a Dante mi recuerdo va a otras figuraciones estilizadas del poeta Florentino: a las que, en escritura y en pintura, hicieron los Prerrafaelistas ingleses. Ademanes y posturas vistas dentro de un aura evanescente, dulce o dulzona, casi una conjunción entre Botticelli y la leyenda de Dante hombre (la que contó Boccaccio y otros), así como les gustó a los Prerrafaelistas ingleses y a todo el Romanticismo, que en Botticelli y en Dante vieron algo comparable, siempre insistiendo sobre el Dante “stilnovista”, lírico, metafísico de la Vita nova y del Paradiso, nunca sobre el Dante “realista” del Infierno (p. 287).

Cristian Álvarez, en su amplio estudio Ramos Sucre y la Edad Media. El caballero, el monje y el trovador (1992), alude con frecuencia a la obra de Dante y al personaje de Beatriz. El autor señala la asociación, en Ramos Sucre, de la muerte con Beatriz, en textos como “Preludio”23 (La torre de Timón) y “Azucena”24 (El cielo de esmalte).        

También se refiere a la ambivalencia en su obra de la imagen femenina: por una parte, aparece la mujer dura y distante, “dama altiva, aristocrática y bella que obsede el pensamiento del caballero enamorado” (p. 79); por la otra, está “la niña, la adolescente virgen llena de pureza e inocencia como una Beatriz” (p. 79). El primer tipo es más frecuente en Las formas del fuego; el segundo, en cambio, recurre en El cielo de esmalte, “poblado de vírgenes heroicas e inspiradoras, de tenues doncellas entre las que destaca Beatriz” (pp. 79-80). Ahora bien, la equivalencia semántica de figuras como “niña”, “adolescente”, “virgen” y “Beatriz” no deja de sorprender, porque, si bien es cierto que las tres primeras convergen en Ramos Sucre para crear esos personajes femeninos indefinidos y vagos tan característicos de su poesía, en el caso de “Beatriz”25 estamos ante un nombre propio que inmediatamente activa la memoria literaria del lector, transportándolo a la obra de Dante26, en la que Beatriz es siempre, como imagen poética, la “donna”, es decir, la “señora”.

Cabe una observación parecida para otra equivalencia semántica establecida por Álvarez, esta vez entre “donna” (“señora”) y “dama”, en ocasión de analizar los textos “El desagravio” (Las formas del fuego) y “El culpable” (La torre de Timón), en cuanto, y Álvarez está en lo cierto, sugieren analogías con situaciones de La vida nueva27. Al parafrasearlas o citarlas, se refiere a Beatriz como “dama” y a las mujeres que la rodean como “damas”, vocablos estos que no se corresponden con el código poético no solo del italiano de los siglos XIII y XIV, sino también del castellano antiguo28.

Como ya se dijo, Álvarez ha notado que precisamente en El cielo de esmalte prevalecen imágenes de mujeres suaves y evanescentes y que, por consiguiente, es recurrente la imagen de Beatriz. Cita el texto “Azucena” y lo compara con el Canto XXX del Purgatorio, en el cual Beatriz se le aparece a Dante vestida de rojo, y analiza imágenes como la “llama” o el “fuego”. Luego, al reflexionar sobre el estrecho vínculo entre la mujer amada, la fe y el sacrificio, afirma:

Esa cercanía a lo mágico y misterioso, a lo celestial, asemejan a la amada con Beatriz. En la Divina Comedia, Beatriz es la alegoría del «conocimiento iluminado». En la obra de Ramos Sucre aparece como aquella bella criatura que guía a la resolución del «enigma del universo», al camino de la verdad y armonía natural … (p. 87).           

Y las imágenes “la sencilla rosa de carmín y el junco ritual” en “Fantasía del primitivo” (El cielo de esmalte) sugieren a Álvarez la asociación con la “cándida rosa” del Empíreo dantesco y con los rituales de purificación cumplidos por Dante a su llegada al Purgatorio: “El poeta florentino comparaba la rosa con la forma del paraíso donde Dios ocupa su centro… Dante se ciñe, en el Canto I del «Purgatorio» en la Divina Comedia, el cíngulo de juncos, señal de humildad…” (p. 122).

Finalmente, se refiere a “La Pía” (El cielo de esmalte), estableciendo analogías con este personaje del Purgatorio, con motivo de la “imagen volátil de la mujer” (pp. 185-186).

Para Víctor Bravo, en José Antonio Ramos Sucre: poeta del mal y el dolor (1996)29, la experiencia del dolor y la conciencia del mal, que en la poesía moderna encuentran expresión más estética que ética, dan lugar a la “separación del mundo” por parte del poeta, a su necesidad imperiosa de huida. Una de las modalidades que asume esta condición en la poesía de Ramos Sucre sería el desplazamiento del yo poético hacia lejanías históricas y culturales vistas con nostalgia. Así se explicaría en parte ese          

… horizonte referencial donde confluyen la Antigüedad y la Edad Media; y en un amplio registro literario para que caballeros y doncellas se crucen con personajes homéricos o shakesperianos, con la figura del Dante o de Cervantes, en un arco pendular entre cuyas aristas de realidad e irrealidad el “yo” dice, imagina, transfigura en experiencia estética el terror callado de su fragilidad y su desamparo (p. 13).                 

El ser lastimado busca la muerte y, al mismo tiempo, exorciza la muerte con la escritura. Como ejemplo de “La poesía del dolor”, Bravo cita “Preludio” (La torre de Timón) en donde la imagen de la blanca Beatriz “es a la vez figuración de la vida y de la muerte” (p. 22).

Por otra parte, Bravo, de manera muy penetrante, muestra que si bien la poesía de Ramos Sucre puede ser vista como “negación” de la vida a causa del dolor, esto implica otra cara, la de la “afirmación” de un ideal, la admiración por el mundo heroico, tanto de la Antigüedad clásica como de la Edad Media. En este contexto sobresalen figuras femeninas que encarnan dos visiones características de la cultura occidental: la mujer asociada a la pureza o a la infamia, al arquetipo de la mujer fatal o al de la mujer salvadora o destinada al sacrificio. Dice Bravo: “En la poesía de Ramos Sucre, lo femenino, con sus signos ambivalentes… convocará a Helena e Ifigenia, a Ofelia y, sobre todo, a Beatriz, como compañeras o testigos de la travesía entre la vida y la muerte” (p. 29).

Finalmente, mi ensayo El viaje a la lontananza: José Antonio Ramos Sucre y Giacomo Leopardi (1998) contiene una alusión a Dante:

La aparición de la mujer, una corte temblorosa y estupefacta que la contempla cuando ella pasa, la gentileza de sus ademanes y actos, es uno de los principales motivos del “dolce stil novo” y de la Vita nuova de Dante. Algún eco se percibe en “Entonces” (La torre de Timón) o se pierde sobrepasado por otras visiones. Ya el más popular “niña” se opone a la “donna” cantada por los aristocráticos poetas italianos del siglo XIII (p. 17).

Luego, en el año 2003, mi ponencia “Intermitencias dantescas en la obra de José Antonio Ramos Sucre”, presentada en las V Jornadas Nacionales de Investigación Humanísticas y Educativas UCV/UCAB, partiendo de lo que llamo “efecto de lejanía”, ofrece un rastreo de los lugares poéticos en Ramos Sucre donde se pueden percibir resonancias dantescas a veces explícitas, otras más escondidas (presencia de alimañas o de aves extrañas, atmósferas y parajes encantados, motivos como el destierro, la “herida estética”, la avaricia, la virtud o la voluntad de trascender). Y, en el año 2006, en otra ponencia, “José Antonio Ramos Sucre y Dante: aparición de la mujer en la urbe”, presentada en las IX Jornadas de Investigación Humanísticas y Educativas, UCV, dilato el análisis de ese texto excepcional que es “Entonces”, porque es una de las pocas composiciones, si no la única, en que Ramos Sucre recrea un espacio urbano moderno. El hecho de colocar allí una singular figura femenina a la que el yo poético desea encontrar permite tejer analogías entre este texto y los sonetos en alabanza de Beatriz de La vida nueva, y entre esquemas imaginarios (la belleza femenina, la ciudad, y, de manera particular, el viaje y el vuelo), que hacen no solo de Dante sino también de Ramos Sucre poetas “erguidos” e “indagadores”, para usar palabras de Gaston Bachelard.

Puede verse, pues, a través del encuadre crítico que hemos presentado, que Ramos Sucre, “atento lector de Dante” y forjador de nuevas imágenes con materiales sugeridos por la vida y obra del poeta florentino, no pasó desapercibido para sus primeros comentaristas. Se trató de pasos preliminares para dilucidar una obra y un escritor que difícilmente se dejaban atrapar. La referencia a Dante, en estos iniciales aportes, no pasa de ser un rápido señalamiento en el que el nombre de “Dante” aparece junto al de otros grandes autores de la cultura occidental.

Con el tiempo y las nuevas generaciones, la crítica sigue percibiendo la importancia que reviste Dante para Ramos Sucre. Sin embargo, cambia el “horizonte de expectativa”, la manera de leer y percibir la obra literaria, al abrirse camino una visión y conciencia estéticas, que, por un lado, dejan atrás la tendencia a establecer relaciones inmediatas entre el arte y la vida o a buscar más que todo “hechos” e “influencias”; y, por el otro, revelan una mayor atención a la especificidad del lenguaje poético, a su naturaleza simbólica, evocativa y formal, hasta llegar a años más recientes en los cuales el binomio Ramos Sucre-Dante puede devenir casi única porción de espacio hacia la cual se apuntan los reflectores.     

NOTAS

Este artículo es una anticipación del segundo capítulo de mi Proyecto para el Doctorado en Humanidades de la FHE de la UCV presentado en septiembre de 2008 e intitulado “Intermitencias dantescas en la obra de José Antonio Ramos Sucre”.

2 Véase la afirmación de Víctor Shklovski, citada por Boris Eichenbaum (2002: 35), en “La teoría del «método formal»”: “La obra de arte es percibida en relación con las otras obras artísticas, y con ayuda de asociaciones que se hace con ellas… No sólo el “pastiche”, sino también toda obra de arte se crea, paralelamente y en oposición con un modelo cualquiera. La nueva forma no aparece para expresar un contenido nuevo, sino para reemplazar la vieja forma que ha perdido su carácter estético”. Este trabajo de Eichenbaum apareció por primera vez en 1927.       

3 Es publicado por primera vez en El Universal, Caracas, el 28 de julio de 1930. Puede leerse también en El solitario de la torre de Timón (1973: 9-20. Caracas: Instituto Nacional de Cultura y Bellas Artes).

4 Paz Castillo, sin embargo, no puede dejar de referirse a los lados “morbosos” de la psique. Del poeta cumanés dice cosas como estas: “tiene una emotividad enfermiza de escritor moderno”, “su manera de vivir, incomprendida y maniática”, “esas emociones (…) alteradas por la imaginación infantil” (p. 17), “su fantasía exaltada” (p. 18), “era un temperamento maniático” (p. 19), “su obra, esencialmente cerebral por la intención” (p. 20), “fue toda su vida un contemplativo cerebral” (p. 21).

5 Artículo publicado por primera vez en Élite, Caracas, el 14 de junio de 1930.

6 Artículo publicado por primera vez en El Universal, Caracas, el 15 de junio de 1930.

7 Ensayo publicado por primera vez en 1945, en Caracas, por Ediciones Sucre.               

8 Publicado por primera vez en El Universal el 16 de junio de 1946.

9 Publicado por primera vez en El Nacional, Caracas, el 3 de marzo de 1958.

10 Buena parte de este texto puede leerse también en J. R. Medina (Comp.), Ramos Sucre ante la crítica (1980: 96-103).       

11 Artículo publicado por primera vez en el Papel Literario de El Nacional, Caracas, el 21 de junio de 1970.

12 “J’ai de mes ancêtres gaulois”: es el enunciado inicial de “Mala sangre” de Una temporada en el infierno.

13 Es el enunciado inicial de “El nómade” de Las formas del fuego.

14 Es el enunciado inicial del primer texto de Los cuadernos del destierro.   

15 Publicado por primera vez en el Papel Literario de El Nacional, Caracas, el 30 de agosto de 1970.

16 En los comentarios de José Balza y Eugenio Montejo, como ya se dijo, no encontramos ninguna referencia a Dante; sin embargo, hemos querido reseñarlos en este trabajo por ser indicativos de una nueva recepción y comprensión de la obra del poeta cumanés, que con el pasar del tiempo se revelarán cónsonas con visiones críticas sucesivas en las que no va a faltar la mención de Dante.

17 Son ellos Ramón López Velarde, Gabriela Mistral, Macedonio Fernández, José María Eguren, José Juan Tablada y Ramos Sucre.

18 Puede leerse también en J. R. Medina (Comp.), Ramos Sucre ante la crítica (1980: 104-108). 

19 La cursiva es mía.

20 Puede leerse también en La crítica de la cultura en América Latina (1985: 168-216) [Selección y Prólogos de S. Sosnowski y T. E. Martínez]. Este texto resultó ganador en la mención de ensayo de la IV Bienal Literaria José Antonio Ramos Sucre en 1976.

21 La transcribimos a continuación: “La imagen siempre está cerca del símbolo o se confunde con él, y, fuera de ser gráfica, deja por estela cierta vaguedad y santidad que son propias de la poesía más excelente, cercana de la música y lejana de la escultura” (“Sobre la poesía elocuente”, La torre de Timón, 1925).          

22 Los transcribimos a continuación: “Sueño que sopla una violenta ráfaga de invierno sobre tus cabellos descubiertos, oh niña, que transitas por la nevada urbe monstruosa, a donde todavía joven espero llegar, para verte pasar. Te reconoceré al punto, no me sorprenderá tu alma atormentada y exquisita, tu cuerpo endeble ni tu azul mirada; he presentido tus manos delicadas y exangües, he adivinado tu voz que canta y tu gentil andar”.

23 “Ella [la muerte] es una blanca Beatriz”.

24 “La muerte asume el semblante de Beatriz en un sueño caótico de su trovador”.

25 El nombre de Beatriz, en la poesía de Ramos Sucre, no solo sugiere la analogía con la muerte, también con lo fantástico e indecible: de “la soberana del país quimérico”, se dice que había abandonado “un mundo inefable, a semejanza de Beatriz” (“La inspiración”); con la gentileza: “Conservé la admiración noble por la mujer del linaje de Beatriz” (“El lego del convento”); con lo ideal y lo místico: “Yo caí de rodillas sobre la hierba dócil, rezando un terceto en alabanza de Beatriz” (“La procesión”); con el color rojo y el fuego: “Beatriz se viste de un tinte sangriento al aparecer, la vez primera, en presencia de Dante y se envuelve en el trasunto de una llama vehemente al asistirlo en la escala sideral del Paraíso” (“La acedia del claustro”).

26 Véanse las Rime, la Vita nuova, el Convivio y, por supuesto, la Commedia.

27 Concretamente, se trata del capítulo XIV en el cual Dante es llevado por una persona amiga a una casa donde se encuentra Beatriz junto con otras mujeres, quienes, al ver su padecimiento físico provocado por Amor, se burlan de él, lo que lo obliga a retirarse del lugar.

28 Es probable que la utilización del término “dama” y no “señora” o “mujer” se deba al hecho de que la edición de La vida nueva manejada por Álvarez es la de Siruela, en la que siempre aparece “dama” y “damas” como traducción de “donna” y “donne”.    

29 Este texto fue ganador en la mención ensayo de la XI Bienal Literaria José Antonio Ramos Sucre (1996). Puede leerse también, con ligeras modificaciones, en Bravo, Introducción a la poesía de José Antonio Ramos Sucre. Una poética del mal y el dolor (1997).

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FRANCESCA POLITO

Es Licenciada en Letras y Magistra en Literatura Comparada por la Universidad Central de Venezuela. Realizó también estudios en la Universidad La Sapienza de Roma. Es profesora asociada de la Escuela de Idiomas Modernos de la UCV. Entre sus últimos trabajos, “Modulaciones temáticas en Conversazione in Sicilia de Elio Vittorini y Pedro Páramo de Juan Rulfo” puede leerse en Tríptico para Juan Rulfo (2006, México: Fundación Juan Rulfo/UNAM) y “Reverberaciones arcaicas y modernas en Conversazione in Sicilia de Elio Vittorini y Pedro Páramo de Juan Rulfo” en Italo Calvino y la cultura de Italia (2007, México: UNAM). Ha participado en las Jornadas de Investigación de la Facultad de Humanidades y Educación de la UCV con propuestas comparativas entre la obra de José Antonio Ramos Sucre y Dante Alighieri.