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Cuadernos del Cendes

versión impresa ISSN 1012-2508versión On-line ISSN 2443-468X

CDC v.53 n.53 Caracas mayo 2003

 

A manera de presentación
Más allá de la dicotomía urbano-rural: desarrollo, medio ambiente y pobreza en la interfase periurbana


Adriana Allen / Miguel Lacabana



    En el contexto contemporáneo, donde la globalización entendida como la constitución y el funcionamiento de la economía en forma de red transnacional y la mundialización considerada como la difusión en el ámbito planetario de los modos de vida, cultura y organización sociopolítica occidentales producen cambios significativos en el ámbito territorial, la emergencia de nuevas formas de percibir y habitar el territorio periurbano ponen en crisis las categorías tradicionales de centro periferia y urbano-rural. Nuevas identidades locales superpuestas a una red virtual y relativamente indiferenciada demandan otras formas de aproximarse al problema de los territorios de borde urbano-rural y en particular de las grandes metrópolis que representan, desde este punto de vista, no sólo el lugar privilegiado de transformaciones sociales y económicas aceleradas, sino un problema epistemológico que requiere de mayor atención.
    Sin embargo, la perspectiva de las ciudades globales y de una jerarquía global de ciudades ha orientado buena parte de los estudios sobre globalización y ha dejado fuera importantes impactos y procesos internos ligados a la emergencia de nuevos relaciones que organizan el territorio y, especialmente, a su interfase periurbana (IPU).
    Nuevas tecnologías, información en tiempo real, cambio de paradigma, nuevo sentido común (Pérez, 1989), red de flujos globales, reestructuración económica y del Estado son procesos que van de la mano con la globalización y afectan las dimensiones sociales, económicas, políticas y culturales, así como su expresión territorial (de Mattos, 2001). En este marco, mayor industrialización y, especialmente, terciarización con un fuerte sesgo en servicios avanzados, transforman a las ciudades en nodos de la nueva economía global, donde se concentra una parte cada vez más grande de la riqueza y del poder mundiales. Existe una red-archipiélago de grandes polos donde se concentran los flujos económicos, sin embargo, no hay algo parecido a una economía desligada de los territorios, una economía exclusivamente de flujos (Veltz, 1999).
    Las ciudades globales son definidas por Sassen (1999) como aquellas donde se concentran las funciones de dirección de la nueva economía global y los servicios avanzados necesarios para su funcionamiento, en especial el de las actividades financieras y la producción de innovación, a la vez que son el lugar privilegiado para el consumo de estos nuevos productos.        Por su parte, Castells (2000) nos habla de la ciudad global como proceso, donde los centros de producción y servicios avanzados se conectan a una red global a través de los flujos de información, mientras restan importancia a las conexiones con sus entornos territoriales. Scott (2001), en cambio, desde una perspectiva que privilegia la economía real y la información, enfatiza que tecnología, innovación, emprendimiento se ligan directamente a clusters regionales de actividades productivas que se conectan a la economía global localizados en ciudades-región globales que, a su vez, son núcleos espaciales esenciales de esta economía y actores políticos determinantes en la escena mundial.
    Sin embargo, ni todas las ciudades globales se encuentran plenamente integradas a la economía global generalmente sólo un segmento de ellas tiene estas conexiones directas ni todas las regiones metropolitanas pueden considerarse parte del mosaico de ciudades-región globales. La expansión de las ciudades es un hecho cierto; la metropolización y el avance sobre su entorno inmediato incorporando pueblos, áreas rurales y naturales da lugar a extendidas regiones metropolitanas con fuertes procesos de suburbanización e interacciones diversas entre lo rural y urbano en territorios con características particulares.
    Por un lado, es sintomático del esquema global una suerte de uniformidad de las políticas públicas de ordenamiento territorial, gracias a una mayor movilidad de los gestores, de los investigadores y una enorme e instantánea difusión de problemáticas, conceptos y enfoques, de los cuales la red Internet es el ejemplo paradigmático. Por otro lado, las percepciones del territorio remiten a la constitución de registros de sentido o sistemas de representación que aun siendo influidos por los mass media se superponen a habitus y útiles mentales que tienen mucho de local, puesto que organizan, para cada cultura y como resultado de la evolución de éstas, la manera de percibir el territorio y los modos de vida que se desarrollan en ellos.
    Esta suerte de paradoja se expresa de manera evidente en las últimas elaboraciones problemáticas del urbanismo de la siguiente manera: mientras que algunos investigadores sostienen que en Norteamérica la planificación urbana tiende a suplantar la tradición suburbanizadora americana por el modelo compacto y mineral de la ciudad clásica europea, los suburbios de las grandes metrópolis europeas se parecen cada vez más a Los Ángeles en una suerte de global sprawl (Keil, 1994). Al mismo tiempo que las periferias de las ciudades europeas y americanas tienden a semejarse, sus áreas centrales incorporan cada vez más elementos de una cierta urbanidad vernácula vía los procesos de inmigración generalizada provenientes de Asia, África o América Latina.
    En el contexto de América Latina, lo que está en juego en el fenómeno de globalización es una profundización ineluctable de los desequilibrios territoriales, el congelamiento de algunas de sus situaciones y el desarrollo simultáneo de otras, concomitantes a la rápida puesta al día del aparato productivo y de servicios, de la distribución comercial a gran escala, del acomodamiento de las estructuras sociales y de la aparición de nuevos modos de vida basados sobre una movilidad creciente de ciertos actores sociales y la exclusión de otros.
    La emergencia de nuevos territorios ligados a la expansión metropolitana no implica sólo un cambio de escala, es un cambio de diferente naturaleza; las relaciones de la ciudad con la no-ciudad son «radicalmente nuevas» (Veltz, 1999). Si bien la tradicional distinción entre lo urbano y lo rural tiende a desaparecer y el conjunto puede, en muchos casos, nombrarse en términos generales como urbano o afirmar que estamos frente a una nueva forma de paisaje urbano (Friedman, 2001), la distinción entre ciudad primaria y su interfase periurbana, así como las interacciones urbano-rurales que ocurren en esta última, son fundamentales para entender los nuevos escenarios del desarrollo.
    Durante las últimas décadas, la concepción de las áreas rurales y urbanas como espacios físicos y sociales nítidamente separados entre sí ha sido paulatinamente sustituida por una concepción basada en las interacciones intangibles y fluidas entre ambas. Las tendencias recientes en el pensamiento sobre sistemas han influido en las percepciones disciplinarias y administrativas, contribuyendo a llamar la atención al carácter único de la «olvidada» interfase entre las áreas rurales y urbanas. Sin embargo, desde finales de la década de los noventa, un número creciente de estudios y proyectos de cooperación para el desarrollo tratan de la interacción de las ciudades y los pueblos con sus áreas circundantes, enfocando la atención hacia la naturaleza especial de la IPU.
    Un nuevo episodio de transferencias y traducciones se percibe de este modo en el horizonte de las transformaciones urbanas y en los modos de pensar la relación entre lo urbano y lo rural. El objetivo central de este dossier es examinar las maneras de acercarse a la denominada interfase periurbana, así como consolidar y ampliar el diálogo entre planificadores e investigadores interesados en la comprensión y acción sobre la IPU dentro del contexto del desarrollo.
En este contexto, la interfase periurbana puede ser aprehendida como un laboratorio de adjetivaciones donde un objeto real está siendo creado a través de categorías que tratan de aprehenderlo. Esto que parece ocurrir a primera vista sólo en el campo de diferentes disciplinas, tiene su correlato en el ámbito de la vida cotidiana de las poblaciones que habitan en estos territorios. En efecto, éstas perciben, utilizan y se apropian del espacio de una manera particular, que se refleja en los términos utilizados en la constitución de un léxico de designación del territorio y de sus partes.
    Cualquiera sea el enfoque para la comprensión de lo periurbano, es claro que la interpenetración de espacios y sociedades urbanas y rurales emerge como un escenario de contacto y conflicto entre diferentes actores y estrategias, epicentro del despliegue de procesos de cambio acelerados y significativos en la ocupación del territorio, así como laboratorio de adjetivación y mutancia de las categorías de lo urbano y lo rural, laboratorio en que se confrontan actitudes, valores, percepciones, decires y estrategias que significan y resignifican a lo periurbano, como área residual o carente de valores urbanos, como «hábitat elegido» de grupos sociales emergentes, como producto de la especulación inmobiliaria o como campo para la planificación y control en la ocupación del territorio.
    En este sentido, Allen examina en su artículo la creciente atención en la interfase periurbana (IPU) como consecuencia del importante rol que cumplen los flujos dinámicos de población, capital, mercancías, recursos naturales y contaminación de la IPU en la sustentabilidad de las ciudades y el campo. A su vez, como consecuencia de la complejidad de las estructuras sociales, de la desconexión institucional y los constantes cambios en su ámbito, la IPU demanda un enfoque de planificación y gestión ambiental diferente al que tradicionalmente se ha aplicado en áreas urbanas y rurales.
    En el contexto descrito, es posible tomar ciertos aspectos de la planificación y gestión ambientales como puntos de partida en un esfuerzo por planificar y manejar la interfase entre lo urbano y lo rural con mayor eficacia. Las iniciativas de gestión ambiental deben tomar en cuenta toda la gama de inquietudes de desarrollo vinculadas entre sí, las cuales incluyen la reducción de la pobreza, la productividad, la participación de las partes interesadas y la conciencia de los derechos de ambos géneros.
    Dávila nos confronta con una realidad: existen pocos ejemplos de intervenciones sobre la IPU que pueden ser entendidos como casos «puros» de planificación y gestión ambiental y cuando existen se asemejan a formas de intervención más ligadas a la dimensión espacial. A partir de allí, el autor examina exhaustivamente las diferentes formas de intervención en la IPU para concluir que más que adoptar políticas específicas es necesario que la consideración de los problemas y oportunidades de la IPU estén presentes en todas las políticas que impactan sobre ella.
    Las interacciones urbano-rurales se complican aún más por el hecho de que la ubicación geográfica de la zona en la cual ocurren se desplaza constantemente a causa de la expansión de las áreas urbanas. Por ejemplo, terrenos comprados por especuladores pueden continuar usándose para fines agrícolas durante cierto tiempo; trabajadores urbanos pueden paulatinamente instalarse en las viviendas de las aldeas, y los agricultores pueden trabajar parcialmente en actividades urbanas antes de abandonar definitivamente la tierra. Esta zona se convierte en un lugar de muchos intereses en competencia, pero carece de instituciones adecuadas para lograr el equilibrio requerido a fin de aliviar la pobreza, proteger el medio ambiente, maximizar la productividad de los recursos humanos y naturales o inducir sinergias a partir de las relaciones urbanas y rurales.
    Al respecto, Tacoli nos refiere a la IPU como ámbito de diversidad social donde conviven estrategias de sobrevivencia y estrategias de acumulación frente a las cambiantes condiciones que impone la expansión urbana. Además señala la importancia del capital social y la identificación de los activos necesarios para que los sectores de menores recursos puedan ampliar sus oportunidades.
    La discusión precedente postula la necesidad de examinar los procesos de cambio en la interfase periurbana a través de tres escalas claramente diferenciables.
    Lacabana y Cariola demuestran la importancia de aplicar una perspectiva micro en el análisis de las estrategias y modos de vida en el ámbito de los hogares periurbanos, con referencia al estudio de caso de los valles del Tuy Medio en la región metropolitana de Caracas. Esta mirada se encuadra en el examen de los cambios socioeconómicos y territoriales generados por el proceso de metropolización e indaga las condiciones de heterogeneidad de la pobreza en el contexto periurbano.
En su análisis del caso de Santiago, Gurovich examina la interfase periurbana desde una escala intermedia vinculada al proceso de urbanización y los modos en que intervenciones planificadas y políticas urbanas elaboran y reelaboran formas de segregación / subordinación / integración del campo a la ciudad, a través, por ejemplo, de la fundación de «aldeas campesinas» o los parcelamientos residenciales de fin de semana.
    Desde la escala regional, el artículo de Steinberger y Amado analiza, para el caso del Amazonas brasileño, un instrumento innovador dentro de la planificación, las zonas ecológico-económicas como una propuesta que busca romper con la dicotomía rural-urbana pero, a la vez, destaca la necesidad de incorporar dentro de ella el abordaje del espacio urbano como un espacio de negociación de actores.
    A la luz de estas contribuciones, el presente dossier presenta una discusión teórica y aplicada del rol de la interfase periurbana en la gestión del desarrollo urbano y rural, con particular atención a los impactos ambientales y socioeconómicos suscitados por los procesos de cambio que caracterizan a esta interfase. Éstos, a su vez, involucran procesos de transformación de grandes áreas del territorio e involucran cambios en la vida diaria de un gran número de personas, afectando de manera radical factores, tales como el valor de la tierra, los patrones urbano/rurales de producción y consumo, el transporte y la infraestructura. El espacio periurbano constituye por esencia el hábitat del futuro, ámbito en que se conjugan múltiples miradas y acciones sobre la ciudad deseada e indeseada.

Referencias bibliográficas
1.
Castells, Manuel (2000). La era de la información. Economía, sociedad y cultura. Vol. 1: La sociedad en red, Madrid, Alianza Editorial.
2. de Mattos, Carlos (2001). «Metropolización y suburbanización», EURE, vol. XXVII, n° 80, mayo, pp. 5-8, Santiago.
3. Friedman, John (2002). «Intercity Network in a Globalizing Era», en Scott, Allen J., ed., Global City-Regions. Trends, Theory, Policy, New York, Oxford University Press.
4. Keil, R. (1994). Edge Cities in Western Europe (Editorial), Environment & Planning D., vol. 12,2, pp. 131-137.
5. Pérez, Carlota (1989). The Present Ware of Technical Change: Implications for Competitive Restructuring and for Institutional Reform in Developing Countries, Washington, D.C., Banco Mundial, abril.
6. Sassen, Saskia (1999). La ciudad global. Londres, Nueva York, Tokio, Buenos Aires, Eudeba.
7. Scott, Allen J., ed. Global City-Regions. Trends, Theory, Policy, New York, Oxford University Press.
8. Veltz, Pierre (1999). Mundialización, ciudades y territorios, Barcelona, Ariel.