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Cuadernos del Cendes

versão impressa ISSN 1012-2508

CDC vol.30 no.82 Caracas abr. 2013

 

Desafección política en Bolivia, Ecuador y Venezuela en 2010: un análisis comparado*  

Angélica Abad Cisneros** Juan Manuel Trak*** 

* Una versión preliminar de este artículo fue presentada en el VI Congreso Latinoamericano de Ciencia Política, organizado por la Asociación Latinoamericana de Ciencia Política (Alacip), Quito, 12 al 14 de junio de 2012. Agradecemos a la Dra. Araceli Mateos por sus observaciones, las cuales han sido muy útiles para el desarrollo del artículo. Cualquier error es responsabilidad única de los autores.

** Miembro de la Red de Estudios sobre Calidad de la Democracia en América Latina.  Correo-e: angelica_abadc@usal.es

*** Investigador del Instituto de Iberoamérica, Universidad de Salamanca. Correo-e: jtrak@usal.es

Resumen

Esta investigación busca indagar en las orientaciones políticas de los ciudadanos hacia la democracia y sus instituciones en Bolivia, Ecuador y Venezuela. En las últimas dos décadas estos países han sufrido fuertes cambios en sus sistemas políticos que han afectando la relación de la ciudadanía con sus representantes políticos y el Estado. En este sentido, cabe preguntarse cómo son actualmente sus actitudes en cuanto a las instituciones políticas representativas y qué factores, además del cambio en el sistema, ayudarían a explicarlas. La investigación utiliza datos de la encuesta de opinión pública Barómetro de las Américas (LAPOP) para el año 2010 y emplea una combinación de herramientas estadísticas multivariantes para analizar si la teoría de la desafección política es pertinente para los casos analizados.

Palabras clave Desafección / Actitudes políticas / Orientaciones de ciudadanos / Bolivia / Ecuador / Venezuela 

Abstract

This investigation seeks to know citizens’ political approaches to democracy and its institutions in Bolivia, Ecuador and Venezuela. During the last two decades these countries have experienced deep changes in their political systems that affected the relationship between citizens, their political representatives and the State. In this context it is important to understand current stances towards representative political institutions, and which factors, apart from political change, might help to explain them. Using 2010 survey data from the Latin America Public Opinion Survey and a combination of multivariate statistical methods, we test if the political disaffection theory might be applied to the selected cases. 

Key words Disaffection / Political attitudes / Citizens´ stances / Bolivia / Ecuador / Venezuela 

Recibido:   OCTUBRE 2012 ACEPTADO:  FEBRERO 2013 

Introducción

El objetivo de este estudio es indagar en las orientaciones políticas de los ciudadanos hacia la democracia y sus instituciones en Bolivia, Ecuador y Venezuela. Específicamente, se busca profundizar en las causas de los diferentes niveles de desafección política que presentan los ciudadanos en cada uno de estos países. La desafección política es una dimensión importante dentro de los estudios de cultura política, pues permite observar si los individuos miembros de una comunidad política confían en las instituciones democráticas que los gobiernan y en su propia capacidad para influir en los resultados del proceso político. En consecuencia, su estudio en la región andina es relevante, sobre todo si se consideran los cambios en el diseño institucional y en el ejercicio del poder que han ocurrido en los últimos años.

La tesis central de los estudios de cultura política adscritos al trabajo de Almond y Verba (1989) defiende la existencia de determinadas actitudes políticas que favorecen y propician la democracia. En palabras de Lipset (1996:5): «la democracia requiere de una cultura que la sustente». De acuerdo con estos estudios, la cultura política no es algo homogéneo y puede variar entre distintos grupos sociales y a lo largo del tiempo dependiendo, entre otros factores, de los patrones de socialización, las características del entorno social, los patrones de interacción, la memoria política y la experiencia obtenida a través de la interacción con distintas instituciones (Almond y Verba, 1989).

Al mirar la diversidad de estilos de gobierno, instituciones y reglas del juego que caracterizan a las democracias latinoamericanas cabe esperar alguna variación en las orientaciones políticas de los ciudadanos hacia la democracia y sus instituciones. El estudio comparado de las distintas actitudes políticas podría ayudar no solo a entender la pluralidad existente, sino también a identificar rasgos comunes entre los individuos que presentan determinado tipo de actitud en cuanto a la democracia y sus instituciones, y a evaluarlas con relación al contexto político de cada país.

La investigación se centra en tres países andinos, a saber; Ecuador, Bolivia y Venezuela. Los tres han atravesado procesos de transformación política importantes en la última década. Mediante mecanismos democráticos han llegado al poder líderes carismáticos (Rafael Correa, Evo Morales y Hugo Chávez), con discursos fuertemente antipolíticos. Dichos liderazgos han enfilado su retórica contra las instituciones representativas clásicas, y en los tres casos se han llevado a cabo procesos de refundación del Estado a través de la redacción de nuevas cartas constitucionales. La popularidad de estos presidentes ha permitido que dichas agendas avancen hacia el control de las instituciones del Estado que sirven de contrapeso al Ejecutivo y la búsqueda de un dominio hegemónico del sistema político.

Con este escenario en mente se sostiene que, contrario a lo que ocurre en las democracias avanzadas, la desafección política en estos países está más ligada al desempeño de los presidentes que a características sociodemográficas estructurales o a la evaluación del desempeño económico de cada país. Para constatar esto se utilizan datos provenientes de la encuesta del Proyecto de Opinión Pública de América Latina (LAPOP1 por sus siglas en inglés) de la Universidad de Vanderbilt, «Barómetro de las Américas» (www.LapopSurveys.org). En este proyecto, cada dos años se realizan preguntas comunes para medir las actitudes políticas de los ciudadanos latinoamericanos. Para el presente estudio se comparan las causas de la desafección política de los ciudadanos de cada país para 2010. 

Cultura, orientaciones y desafección política

La cultura política ha sido definida como el conjunto de orientaciones hacia determinados objetos políticos y su distribución entre los miembros de una nación, en donde los objetos son todos los elementos relacionados con la estructura, los procesos y los resultados del sistema político (Almond y Verba, 2007). Estas orientaciones o actitudes incluyen todas las «posturas relativas al sistema político y sus diferentes elementos, así como actitudes relacionadas con la función de uno mismo dentro de dicho sistema» (ibíd., 179). Las actitudes de apoyo a la democracia son consideradas parte de los factores que explican su estabilidad. Afectan la relación entre los ciudadanos y el Estado, y se relacionan tanto con el desempeño del sistema como con la supervivencia de «nuevas democracias» (Gunther y Montero, 2006).

Una actitud es «la suma de inclinaciones y sentimientos, prejuicios o distorsiones, nociones preconcebidas, ideas, temores o amenazas y convicciones de un individuo acerca de cualquier asunto específico»2 (Thurstone, 1928:531). Es decir, son «conjuntos de creencias enfocadas hacia un objeto particular o situación, [que] proporcionan una respuesta favorable o desfavorable, [y] facilitan la predisposición de un individuo» (Mateos, 2004:94). De acuerdo al objeto en el que se enfocan se pueden distinguir distintas actitudes políticas. Inicialmente Almond y Verba (1989) las clasificaron en tres grandes grupos: (1) cognitivas, relacionadas con el conocimiento y las creencias; (2) afectivas, asociadas a los sentimientos; y (3) evaluativas, relacionadas con los juicios y las opiniones. No obstante, con el avance en los estudios de cultura política se puso en evidencia que una actitud puede tener múltiples componentes y contener elementos cognitivos y evaluativos, evaluativos y afectivos, y así sucesivamente (Mateos, 2004).

Entre las actitudes políticas más estudiadas se encuentran las relacionadas con el «apoyo político» (political support). Este es un concepto multidimensional que se ha clasificado con base en la teoría eastoniana del sistema político, ya sea asociándolo con el sistema, sus procesos y resultados, o en relación con el apoyo a la comunidad política, al régimen y a las autoridades. Debido a la amplitud de los componentes del sistema político, es importante especificar cuál es el objeto de la actitud que se busca medir al momento de estudiar el apoyo político: «Antes de referirnos a la ‘confianza política’, necesitamos especificar su objeto para cada caso. Tal como ‘confianza social’ puede referirse a la confianza hacia la familia y amigos, los vecinos y la comunidad, o hacia los ciudadanos de otros países, la confianza política depende del objeto»3 (Norris, 1999).

Almond y Verba (1989) y Almond, Powell y Mundt (1996) dividen las actitudes de apoyo político de acuerdo a su asociación con el sistema, los procesos y los resultados. A nivel sistémico se encontrarían las relacionadas con el propio régimen político (legitimidad) y aquellas que reflejan los valores y el apego de los ciudadanos a las instituciones; por ejemplo, el orgullo nacional, la obediencia y adhesión a la ley, y el sistema político de preferencia. En lo relativo a los procesos, interesan actitudes que reflejan el compromiso de los individuos con el proceso de toma de decisiones y las expectativas que tienen en cuanto al desempeño y la labor de sus representantes. Finalmente, las actitudes relacionadas con los resultados hacen referencia a la evaluación de las agencias y los procesos involucrados en la elección y selección de figuras públicas y su eficacia para desarrollar y ejecutar políticas públicas, esto incluye sentimientos sobre el voto, confianza en los partidos políticos, entre otras.

Norris (1999; 2011) conceptualiza el «apoyo político» distinguiendo las diferencias entre apoyo a la comunidad política, al régimen y a las autoridades en cinco dimensiones que se distribuyen en un continuo que va desde un apoyo más difuso al Estado nación, a uno más concreto a los políticos en particular:

1)   Apoyo a la comunidad política, que hace referencia al nivel de apego a la nación independientemente del sistema político.

2)   Apoyo a los principios del régimen, relacionado con el ideal democrático y la presencia de valores democráticos entre la población.

3)   Evaluación del desempeño del régimen, es decir, el grado de satisfacción con el funcionamiento del sistema político.

4)   Apoyo a las instituciones del sistema democrático (gobierno, parlamento, sistema de justicia, burocracia estatal, partidos políticos, policía y militares).

5)   Apoyo a los actores políticos, asociado con la evaluación y la confianza generada por políticos y autoridades.

Montero, Gunther y Torcal (1998) también entienden el apoyo político como un concepto multidimensional. De acuerdo con su propuesta, dentro del apoyo político es posible distinguir tres grandes dimensiones: legitimidad del sistema democrático, descontento o satisfacción con su funcionamiento, y afección o desafección hacia la política y los objetos políticos. La existencia de estos aspectos permitiría aislar el apoyo a la democracia de otras actitudes críticas como la desconfianza hacia los políticos o la evaluación del desempeño gubernamental y de los efectos negativos de posibles shocks económicos, sociales o políticos. Si bien Norris (1999) incluye una dimensión relacionada con el apoyo a la comunidad política que estos tres autores no contemplan –debido a que se enfocan principalmente en las actitudes vinculadas al apoyo a la democracia– ambas propuestas son semejantes, pues cuatro de las dimensiones identificadas por la autora pueden incluirse en alguna de las tres dimensiones de legitimidad, descontento o desafección.

Las investigaciones realizadas por Norris (1999), Montero, Ghunter y Torcal (1998) y Torcal y Montero (2006) han dado inicio a una serie de estudios sobre la desafección política que apuntan a la importancia de este fenómeno para la democracia. Según Torcal y Montero (2006:6), se habla de desafección política para referirse al «sentimiento subjetivo de impotencia, cinismo y falta de confianza en el proceso político, los políticos y las instituciones democráticas, pero sin un cuestionamiento del régimen político».4 Siguiendo la terminología de Almond y Verba (1989) se podría señalar que la desafección política es un conjunto de orientaciones (afectivas y evaluativas) con connotaciones negativas frente a los actores del sistema político (incluyendo al individuo en sí mismo) y sus instituciones, sin que por ello exista un cuestionamiento de la democracia como el mejor sistema político posible.

La desafección política estaría ligada al desapego o alejamiento de la política y la esfera pública, fruto de una evaluación crítica de la actuación de representantes, instituciones y el proceso democrático. En una revisión de la bibliografía más reciente sobre estudios de cultura política, Murga Frassinetti (2008:110) define la desafección política como «el sentimiento subjetivo de ineficacia política, desinterés político y falta de confianza ciudadana». Esta definición pone en evidencia las dos caras de la desafección: el desapego político y la desafección institucional. La primera alude al distanciamiento y falta de interés de los ciudadanos en la política, así como su autoevaluación como actores políticos. La segunda hace referencia a la desconfianza en cuanto a las instituciones democráticas y su capacidad de responder a las demandas ciudadanas (Torcal y Montero, 2006).

De acuerdo con Pinkleton, Austin y Fortman (1998), estas dos dimensiones de la de­safección política –el desapego político y la desafección institucional– han sido reconocidas implícita y explícitamente por la ciencia política. Según estos autores, los sentimientos de cinismo e impotencia asociados a la desafección serían, por un lado, fruto de la falta de confianza de los ciudadanos en que el sistema político sea capaz de generar cambios positivos o de resolver problemas sociales como el desempleo y la pobreza, y por otro, de la falta de convicción respecto de su propia capacidad para generar cambios políticos o influir en la agenda pública. La siguiente tabla recoge las principales variables asociadas al desapego político y la desafección institucional.

Además de tener claro que la desafección política es bidimensional, es importante saber diferenciar la desafección de otras actitudes políticas que suelen confundirse tanto en la opinión pública como en algunos trabajos académicos. Montero, Gunther y Torcal (1998) establecen una línea divisoria clara entre desafección política, apoyo a la democracia y descontento político. En primer lugar, la desafección se diferencia del descontento en que este último es fruto de la evaluación negativa del desempeño del gobierno y las políticas públicas, y por tanto está muy ligado a circunstancias coyunturales como la simpatía hacia el gobierno de turno y la situación económica. El descontento puede ser visto como el apoyo específico que los ciudadanos dan a los actores e instituciones como consecuencia de las decisiones que toman, y sus resultados (Dalton, 1999; Easton, 1975; Gunther y Montero, 2006; Montero y otros, 1998).

En segundo lugar, el apoyo a la democracia es distinto de la desafección y del descontento político, porque está relacionado con la legitimidad del régimen. Es decir, con el respaldo de los ciudadanos a los principios de la democracia y la creencia en que esta es la mejor forma de gobierno (Gunther y Montero, 2006). Este apoyo es independiente del descontento o la popularidad de un gobierno, escapa de las coyunturas electorales y sus resultados. Easton (1975) lo considera como un «apoyo difuso al sistema», es decir, que no se basa en la evaluación de decisiones y/o acciones concretas de las autoridades electas, sino que es un respaldo del sistema democrático en sí mismo.5 Dalton (1999:59) lo resume del siguiente modo: «un sistema político democrático requiere de un reservorio de apoyo difuso independiente de los resultados inmediatos de las políticas (apoyo específico)».

Por tanto la desafección política, que es un sentimiento fruto de las experiencias de socialización, de la valoración crítica del sistema político y de la percepción de uno mismo como actor político, es independiente del apoyo a la democracia y del descontento político. Un ciudadano desafecto, crítico o cínico puede ser un gran defensor de la democracia y considerar que el funcionamiento del sistema no está a la altura de sus expectativas (Norris, 2011). Así también, un ciudadano descontento con los resultados de la democracia puede o no mostrarse desinteresado, cínico o resignado ante el funcionamiento del sistema, y sentir o no que es un actor político eficaz.  

El índice de desafección política (IDP)

Newton (2001:10) se refiere a la desafección política como un reflejo del «estado externo u objetivo de la vida política», es decir, como una representación de la manera en que los ciudadanos evalúan la política en una sociedad. En esta representación, altos niveles de desafección sugerirían que las instituciones y/o los líderes políticos son evaluados negativamente, ya sea en términos de desempeño o de expectativas incumplidas, y por el contrario, bajos niveles de desafección indicarían una evaluación positiva sobre los resultados generados por el sistema a partir del buen desempeño o eficacia tanto de políticos como de instituciones. En esa misma línea, Torcal y Montero (2006) describen la desafección política como un síndrome que puede presentarse en las sociedades con mayor o menor intensidad.

Partiendo de la idea de que la desafección política es un fenómeno gradual, podemos considerar la desafección política, y sus dos dimensiones, como un continuo que va desde la ausencia de desafección a la presencia generalizada de la misma. El índice de desafección política (IDP) que se ha diseñado oscila entre cero y cien, representando la ausencia o la generalización de la desafección respectivamente. A su vez el IDP está compuesto por otros dos subíndices que reúnen las variables asociadas a las dos dimensiones de la desafección: el desapego político y la desafección institucional.

El subíndice de desapego político (DESAPEGO) integra las variables de eficacia interna e interés por la política. La eficacia interna es una actitud relacionada con la autoevaluación de los individuos sobre sus competencias a la hora de entender y participar en la política. El interés por la política está ligado al acercamiento o alejamiento de la esfera pública, y es fruto de una evaluación crítica de la actuación de representantes, instituciones y del proceso democrático.6

El subíndice de desafección institucional (DINSTI) está compuesto por las variables de confianza institucional y eficacia política externa.7 Esta última mide el grado en que las personas creen que sus gobernantes responden a sus necesidades y toman en cuenta sus intereses. La confianza institucional muestra la percepción de los individuos sobre la capacidad de las instituciones. Funciona como un proxy para medir el prestigio de la clase política (Power & Jamison, 2005) y da una buena idea del estado de la representación y de la legitimidad institucional. Implica una evaluación crítica del desempeño del régimen y su capacidad para canalizar las demandas de los ciudadanos; en casos extremos, puede debilitar el sistema democrático (Norris, 1999).

El índice de desafección política es el resultado del promedio entre las dos dimensiones que componen el concepto desafección política, es decir:  dicho índice tiene como valor mínimo teórico 0 y como valor máximo 100, en donde 0 significa menores niveles de desafección política y 100 máxima desafección política posible. 

Causas de la desafección política: hipótesis y variables independientes

Desde el trabajo seminal de Almond y Verba (1963 [1989]) ha persistido el interés académico en los efectos del cinismo y la desafección en la democracia. Estudios realizados en «viejas» democracias sugieren que, a nivel individual, la falta de confianza política hace que los ciudadanos participen más y estén más comprometidos con el proceso político (Lago y Torcal, 2006; Miller y Listhaug, 1999; Norris 1999). Al contrario, estudios en «nuevas» democracias parecen indicar que la desafección puede tener efectos negativos sobre el funcionamiento del sistema, pues alimenta el ostracismo político de los ciudadanos y desincentiva la participación (Lago y Torcal, 2006). En un estudio sobre desafección política en Venezuela, incluso se llega a argumentar que en países con instituciones políticas débiles, donde líderes «antisistema» ocupan cargos públicos, la desafección puede disminuir los niveles de apoyo a la democracia (Madueño, 2007).

Si los estudios sobre desafección en nuevas democracias apuntan a una relación negativa entre este fenómeno y la legitimidad del régimen, es importante explorar qué factores pueden estar influyendo en la presencia de mayores o menores niveles de desafección. En la literatura se hace alusión a una serie de variables que influyen en las actitudes de los individuos hacia el sistema político y sus actores. En un primer grupo se encuentran los factores sociodemográficos, estos están ligados al argumento de que el desarrollo favorece la democracia y, en consecuencia, a la idea de que los individuos con mayores recursos (humanos y económicos) son más proclives a presentar actitudes favorables hacia este sistema (Anduiza y Bosh, 2009; Verba y otros, 1978). Nuestras dos primeras hipótesis están asociadas a este argumento:

H1: Los individuos con menores niveles educativos tenderán a mostrar una mayor desafección política que aquellos con mayores niveles educativos.

H2: Los jóvenes tenderán a mostrar mayores niveles de desafección política que el resto de los grupos etarios.

Dentro de los factores sociodemográficos hemos incluido la variable género con la intención de observar si los roles asignados a las mujeres influyen en su implicación política. Si bien existen argumentos en contra de la relevancia del género como variable explicativa, creemos que en los casos estudiados este puede ser relevante debido a la persistencia de ciertas desigualdades8 en la región. Adicionalmente, estudios sobre desafección en países de Europa del Este muestran que el género es una variable importante para la confianza institucional y la satisfacción con el funcionamiento de la democracia (Kucel, 2004; Stickley y otros, 2009). Por tanto, nuestra tercera hipótesis es:

H3: Las mujeres tenderán a presentar mayores niveles de desafección que los hombres.

Un segundo grupo de factores está relacionado con otras variables actitudinales que en la literatura acompañan a la desafección: la evaluación de la situación económica y del desempeño del gobierno. Ambas son variables de carácter evaluativo relacionadas con el descontento político, que muestran cómo los ciudadanos evalúan los resultados del proceso político, y que a corto y mediano plazo podrían afectar el nivel de desafección de los individuos. El argumento principal detrás de estas variables es que el desempeño económico y el desempeño gubernamental afectan la reputación de las instituciones políticas, y por ende la confianza de los ciudadano en ellas (Anderson y otros, 2007; Blais y Gélineau, 2007).

H4: Los individuos más insatisfechos con la situación económica (a) del país, (b) del futuro del país, (c) personal, y (d) personal en el futuro mostrarán mayores niveles de desafección.

H5: Los individuos más insatisfechos con la gestión del gobierno tenderán a tener mayores niveles de desafección.

Por otra parte, se ha buscado comprobar la influencia de tres orientaciones de carácter afectivo –la posición ideológica, la confianza interpersonal y la satisfacción con la vida– sobre la desafección. «Los valores políticos son el principal instrumento mental que utilizan los ciudadanos al procesar la información política que interceptan» (Anduiza y Bosch, 2009); la posición ideológica es uno de los instrumentos utilizados para evaluar el proceso político y sus resultados. La confianza interpersonal ha sido reconocida como una de las variables más importantes para explicar la implicación de los ciudadanos en política y la construcción de capital social (Putnam, 1994). Asimismo, la satisfacción con la vida (o la felicidad) forma parte de las orientaciones de «autoexpresión» que dan cuenta de la capacidad de un individuo para gobernar su propia vida (Welzel e Inglehart, 2008), y por tanto, de su capacidad como actor político. Las tres hipótesis que hemos derivado de estas orientaciones son:

H6: Los individuos que se posicionan a la derecha de la escala ideológica, al no ver reflejadas sus preferencias en la política gubernamental, tenderán a presentar mayores niveles de desafección.

H7: Los individuos con mayores niveles de confianza interpersonal tenderán a mostrar mayores niveles de desafección.

H8: Los individuos que manifiestan mayores niveles de insatisfacción con la vida tenderán a mostrar mayores niveles de desafección.

Finalmente, la evidencia de algunos estudios sobre la influencia de los medios de comunicación en la desafección indica que el nivel de satisfacción de los individuos con los medios influye en el consumo de información y, en consecuencia, contribuye a crear ya sea un sentido de eficacia o de cinismo y escepticismo hacia la política (Pinkleton y otros, 2012). Así también, en un estudio sobre nuevas democracias europeas Kucel (2004) identifica los medios como uno de los principales factores que afectan la desafección política. Estas investigaciones señalan que el consumo habitual de información a través de distintos medios de comunicación no es suficiente para reducir el nivel de cinismo político, sino que se requiere además que los individuos que la consumen se sientan satisfechos con ella y confíen en los medios que la transmiten. En consecuencia, nuestra última hipótesis es la siguiente:

H9: Los individuos con mayor confianza en los medios de comunicación tenderán a mostrar menores niveles de desafección política. 

Los casos: Bolivia, Ecuador y Venezuela         

Estudiar la desafección política en Bolivia, Ecuador y Venezuela se justifica, en primer lugar, por la escasez de literatura disponible sobre este tema en América Latina –la mayor parte de trabajos sobre desafección en nuevas democracias se ha realizado en países europeos de la ex-Unión Soviética–. En segundo lugar, los tres países han sufrido procesos de transformación institucional parecidos en la última década, situación que facilita la comparación y la identificación de semejanzas y diferencias entre los ciudadanos de estos países. Finalmente, porque tal como expresa Madueño (2007), la desafección en países con líderes «antisistema» puede llegar a representar una amenaza para el futuro de la democracia, circunstancia que amerita un estudio más enfocado en el tema.

Desde mediados de 1990 en Bolivia, Ecuador y Venezuela se venía gestando una serie de conflictos políticos que estallaron hacia finales de la década y que dieron lugar a una crisis de representación. Aunque el origen de estos conflictos es distinto en los tres países, sus resultados fueron similares y la crisis que generaron ha sido considerada como la expresión de la insatisfacción de los ciudadanos con la democracia, y como una evidencia de la debilidad de sus sistemas políticos (Mainwaring y otros, 2006). Al revisar los datos de encuestas sobre los niveles de satisfacción con la democracia en los años anteriores a la llegada al poder de Evo Morales, Rafael Correa y Hugo Chávez, se observa una percepción negativa del funcionamiento del sistema político. Datos del Latinobarómetro (2012) indican la existencia de una mayor proporción de ciudadanos insatisfechos con el funcionamiento de la democracia. En Venezuela (1995-1998) la brecha entre quienes se encontraban insatisfechos y satisfechos con la democracia era del 31,17 por ciento; en Ecuador (2003-2005) esta diferencia fue del 60 por ciento y, durante el mismo período, en Bolivia la diferencia entre los satisfechos y no satisfechos con el funcionamiento de la democracia fue de 50,60 por ciento.9 Entre las consecuencias más visibles se encuentran el alejamiento de los ciudadanos de la política tradicional y un cambio en las preferencias del electorado hacia líderes outsiders –con la excepción de Evo Morales– con marcadas tendencias populistas de izquierda. Estos líderes se han caracterizado por su capacidad para movilizar a amplios segmentos de la población y por mantener altos niveles de apoyo durante largo tiempo.

La popularidad de Evo Morales, Hugo Chávez y Rafael Correa ha generado un efecto de arrastre sobre sus partidos políticos, permitiéndoles ganar amplias mayorías en los órganos legislativos e iniciar procesos de reestructuración del Estado que se han materializado en la aprobación de nuevos marcos constitucionales. Si bien las reformas ejecutadas por los tres gobiernos han llevado la bandera de la democracia y la democratización, diversos estudios apuntan al debilitamiento de las relaciones entre los tres poderes del Estado, la concentración de poder en la figura del presidente, la inestabilidad de las políticas públicas y el incremento de los niveles de polarización y conflictividad social (Alcántara y Tagina, 2011; Mainwarin y otros, 2006; Pereira y otros, 2011).

Además de la similitud en sus procesos institucionales, entre 2009 y 2010 los tres gobiernos relegitimaron sus proyectos políticos en las urnas.10 En los casos de Bolivia y Ecuador, significó una victoria total para los gobiernos de Morales y Correa, mientras que para el gobierno venezolano, a pesar de mantener una fuerte mayoría, implicó la pérdida de un buen número de escaños a manos de la oposición. Ello da cuenta de una aparente contradicción en el funcionamiento de estas democracias: la legitimación a través de mecanismos electorales de líderes cuyos proyectos y discurso políticos han sido calificados como «antisistema» y «antidemocráticos» tanto por miembros de la oposición como por miembros de la academia.

Está claro que estos países han enfrentado situaciones y han puesto en marcha procesos políticos similares –si bien se debe reconocer que existen matices y diferencias en los proyectos políticos de los tres gobiernos y en los mecanismos que tienen para llevarlos a cabo–; en general se puede decir que los tres casos comparten puntos importantes. Las siguientes secciones muestran las semejanzas y diferencias encontradas en los niveles de desafección de los individuos de los tres países y las variables que los explican. Puesto que la comparación realizada en esta investigación está hecha sobre los ciudadanos bolivianos, ecuatorianos y venezolanos, es importante tener en cuenta que nuestra unidad de análisis es el individuo. 

Características y actitudes de ecuatorianos, bolivianos y venezolanos 

En las secciones precedentes se esbozaron los elementos teóricos que fundamentan este estudio: la definición nominal y operacional de la desafección política, así como las hipótesis más importantes y sus causas subyacentes. En este apartado se ahonda en la distribución de los factores explicativos de la desafección, es decir, en el comportamiento de las variables sociodemográficas (edad, educación y género), actitudinales evaluativas (evaluación de la situación económica y del desempeño gubernamental), afectivas (posición ideológica, confianza interpersonal y satisfacción con la vida), y la confianza en los medios de comunicación.

En relación al género y la edad, la distribución de la muestra es similar en los tres países. La distribución por género11 es homogénea, observando paridad en el porcentaje de mujeres (51 por ciento) y hombres (49 por ciento). En cuanto a la edad,12 la media se encuentra en 38 años –37 años en Bolivia y 39 años en Ecuador y Venezuela–. El grupo con mayor representatividad es el de los individuos entre 18 y 44 años, que concentra más del 60 por ciento de la muestra de cada país. Cabe destacar que en el caso ecuatoriano existe un menor porcentaje de personas entre los 27 y los 35 años (18 por ciento) que en los otros dos países (22,5 por ciento en Bolivia y 23,2 en Venezuela), y que en el caso venezolano hay un mayor porcentaje de individuos entre los 45 y los 53 años (16,8 por ciento) que entre bolivianos (10,6 por ciento) y ecuatorianos (12,1 por ciento). En el gráfico 1 se pueden observar con detalle las características de los individuos por edad y país.

En cuanto a la distribución de la población según años de escolaridad,13 se observa, al igual que con el género y la edad, que la distribución de la muestra es similar en los tres países, obteniendo medias de escolaridad muy parecidas: en Ecuador y Venezuela es de 10,5 años y en Bolivia de 10,37. Al analizar la escolaridad por sexenios (gráfico 2) se advierte que Ecuador es el país con mayor porcentaje de individuos en el grupo de educación básica (entre cero y seis años) con 27,52 por ciento, seguido por Bolivia con 23,91 por ciento y Venezuela con 19,08 por ciento. En el intervalo de educación media (entre siete y doce años), la mayor proporción se halla entre los venezolanos con 53,15 por ciento, le siguen los bolivianos con 49,11 por ciento y, con menor proporción, los ecuatorianos con 47,31 por ciento. En el grupo de educación superior (entre 13 y 18 años), nuevamente Venezuela tiene el grupo más grande con 27,28 por ciento, le sigue Bolivia con 26,98 por ciento y, por último, Ecuador con 25,15 por ciento.

El segundo grupo de factores explicativos de la desafección (actitudinales evaluativos) también muestra cierta similitud en el comportamiento de las variables. Se analizaron, por un lado, la evaluación del desempeño del presidente (EVALPRESI14), y por otro, un conjunto de variables que valoran la situación económica: aquellas que tienen que ver con la evaluación económica del país en el presente (ECOPAIS15) y su expectativa para los doce meses siguientes (ECOPAISF16), así como la percepción de la situación económica personal presente (ECOPERSONAL17) y futura (ECOPERSOF18). La tabla 2 presenta la distribución porcentual de estas variables para cada país.

Respecto al comportamiento de la variable EVALPRESI, cabe decir que, en 2010, la mayor parte de los individuos consideró la labor realizada por el gobierno de los presidentes Morales, Correa y Chávez como «regular» (41,8 por ciento, 41,5 por ciento y 43 por ciento respectivamente) o «buena» (40,6 por ciento en el caso boliviano, 36,7 por ciento en el ecuatoriano y 19,2 por ciento en el venezolano). Venezuela fue el país con mayor porcentaje de ciudadanos críticos: el 28, 9 por ciento consideró que el presidente realizaba una labor «mala» o «muy mala»; en total casi el 72 por ciento de los encuestados calificó el trabajo de Chávez de regular a muy malo. Los casos de Ecuador y Bolivia están muy por debajo de este porcentaje, siendo la evaluación negativa (regular, malo y muy malo) de Correa y Morales del 52 por ciento.

En cuanto a las variables de evaluación económica, en 2010 la evaluación de ECOPAIS fue negativa en los tres países. Venezuela fue el caso con mayor porcentaje de personas que consideraron esta situación como «regular, mala o muy mala» (81,1 por ciento), le siguen Ecuador (78,7 por ciento) y Bolivia (77,7 por ciento). También son negativas las expectativas de ECOPAISF. El 73 por ciento de ecuatorianos y venezolanos, y el 65 por ciento de bolivianos, consideraron que la economía seguiría igual o empeoraría el siguiente año. En relación a ECOPERSONAL, los resultados expresan que más del 70 por ciento de los encuestados en los tres países percibían su situación entre «regular», «mala» o «muy mala». Por el contrario, aunque el pesimismo supera el 55 por ciento en los tres casos, existe un mayor optimismo respecto a ECOPERSOF: alrededor del 44 por ciento de ecuatorianos y venezolanos, y el 39 por ciento de bolivianos piensan que su situación económica mejorará en los próximos doce meses.

Dentro de las variables de carácter afectivo, a diferencia de lo que ocurre con las variables evaluativas se observan niveles positivos de satisfacción con la vida (SATISVIDA19) y confianza interpersonal (CONFINTER20). En la tabla 3 se observa que, en los tres países, la mayoría de los encuestados dijo estar «muy o algo satisfechos» con su vida, siendo Venezuela el país con mayores individuos satisfechos (85 por ciento), seguido por Ecuador y Bolivia (ambos con 81 por ciento). Respecto a la confianza interpersonal, se observa que la mayoría de los encuestados consideró que las personas de su comunidad eran muy o algo confiables. No obstante, hay que tener en cuenta que ese porcentaje no supera el 60 por ciento en ninguno de los casos; nuevamente son los venezolanos quienes presentaron mayores niveles confianza (59,1 por ciento), seguidos por los ecuatorianos (57 por ciento) y los bolivianos (55,8 por ciento).

Por último, en lo referente a la ideología (IDEO21) el gráfico 3 indica que la mayoría de los respondientes de los tres países se ubicó ideológicamente en el centro (posiciones 5 y 6). El 50,6 por ciento de bolivianos tuvo una media de autoubicación ideológica de 5,23; el 45,5 por ciento de ecuatorianos tuvo una media de autoubicación de 4,43; y la media ideológica del 41,8 por ciento de venezolanos fue de 5,87. Un dato que es relevante mencionar es la proporción de personas que efectivamente respondió a esta pregunta; en tal sentido Ecuador tiene el porcentaje más elevado de no respuesta (29,6 por ciento); le sigue Bolivia (23 por ciento) y, con una proporción de no respuesta muy inferior al de los dos casos anteriores, Venezuela (4,5 por ciento).

 

Finalmente, la confianza en los medios de comunicación (CONFMEDIOS22). Esta variable ha sido medida utilizando una escala de que oscila entre 1 y 7, donde 1 significa «nada de confianza» y 7 «mucha confianza». En el gráfico 4 se observa que dentro de la escala en los tres países los encuestados sienten una confianza moderada hacia los medios (con una media de 4,3 en los tres casos). Sin embargo la tendencia es que haya una inclinación hacia una mayor confianza, pues en el intervalo de las respuestas de CONFMEDIOS entre 5 y 7 es de alrededor del 45 por ciento, mientras que el intervalo entre 1 y 3 no sobrepasa el 31 por ciento.

 

La desafección y sus causas

Una vez aclarado el comportamiento y distribución de las variables independientes es posible proceder a la comprobación de las nueve hipótesis planteadas en apartados anteriores, pero antes es importante aclarar las características de la desafección en los países analizados. En la primera parte de este apartado se analiza la desafección política en Bolivia, Ecuador y Venezuela a través de la aplicación del índice de desafección política (IDP); en la segunda, utilizando el IDP como variable dependiente se comprueban las hipótesis; y en la tercera, se interpretan los resultados señalando las semejanzas y diferencias encontradas en la forma en que los distintos factores –sociodemográficos, actitudinales evaluativos y afectivos– afectan los niveles de desafección en los tres países. 

Características de la desafección en Bolivia, Ecuador y Venezuela

El índice de desafección política da cuenta de la manera como se manifiesta este síndrome de cinismo y alejamiento que tienen los ciudadanos frente a la política en los tres países analizados. El gráfico 5 muestra que las medias del IDP no superan los 50 puntos en cada caso y que la variabilidad es poca entre los países. Esto se refuerza al analizar el IDP de manera cualitativa;23 en los tres países la mayoría de los individuos tiene un nivel medio de desafección política; siendo Bolivia el primero con el 66,2 por ciento, luego Ecuador con el 62,2 por ciento y por último Venezuela con un 59,3 por ciento.

Por su lado, Ecuador es el país que posee la media más alta de IDP con 49,73, y concentra el mayor número de ciudadanos con niveles altos de desafección política con un 17,5 por ciento. Le sigue Venezuela con una media de 46,72, y un porcentaje de ciudadanos con niveles altos de desafección del 14,1. Por último Bolivia, con una media en el IDP 45,94 y un 10,2 por ciento de ciudadanos con niveles altos de desafección política. Las diferencias entre estos dos últimos países y Ecuador son significativas,24 por lo que los ecuatorianos son los ciudadanos de la región con mayores niveles de desafección política en los países analizados. Por último, Venezuela es el país que tiene el mayor porcentaje de ciudadanos con bajo nivel de desafección (26,6 por ciento), le sigue Bolivia (23,5 por ciento) y, por último, Ecuador (20,3 por ciento).

Al analizar los resultados del IDP a través de las dimensiones que lo componen se observa que, por un lado, el desapego político (DESAPEGO) es menor en Venezuela que en Bolivia y Ecuador. Al analizar la diferencia entre las medias25 de esta dimensión para cada país, se encuentra que los ciudadanos ecuatorianos y bolivianos tienen una evaluación más negativa sobre sus propias competencias para influir y entender los asuntos públicos (42,50 y 42,51 respectivamente), en comparación con los venezolanos (38,07).

Por otro lado, la desafección institucional (DINSTI) es mayor en Ecuador (57,99) y Venezuela (55,70) que en Bolivia (50,25). En este sentido, el análisis de media muestra que estas diferencias son significativas entre los tres casos.26 De lo anterior se desprende que los ciudadanos ecuatorianos, y en menor medida los venezolanos, sienten una mayor desconfianza hacia las instituciones y perciben que estas no son capaces de responder a sus demandas. Para el caso de los ciudadanos bolivianos, estos tienen mayores niveles de confianza en las instituciones del Estado y una mejor percepción sobre la capacidad de estas para responder a sus necesidades que los ciudadanos de los otros países.

Las principales causas de la desafección

En este punto cabe preguntarse cuáles son las causas detrás de las diferencias en los niveles de desafección en estos países. A este fin se realizó un modelo de regresión lineal para cada uno de los casos estudiados, utilizando los factores explicativos señalados en apartados anteriores. La tabla 4 presenta los resultados de los modelos de regresión para cada uno de los países analizados. Lo primero que hay que destacar es que el modelo tiene mayor capacidad explicativa en Venezuela (con un 40 por ciento de la variación explicada) que en Ecuador o Bolivia, en los cuales la variación de la desafección es explicada en casi el 25 por ciento.

 

En relación con los factores explicativos, se puede apreciar la existencia de patrones comunes entre los países que tienen efectos sobre los niveles de desafección. Dentro de los factores sociodemográficos, el género (H3) es una variable importante en los tres países: los hombres tienden a tener menos niveles de desafección que las mujeres para todos los casos. Por su lado, la educación (H1) es una variable que tiene efectos en los casos de Ecuador y Venezuela; los individuos que poseen mayores años de escolaridad tienden a tener menos niveles de desafección. Sin embargo, los coeficientes betas son demasiado pequeños como para estimar que su efecto es relevante. Lo mismo ocurre en la variable edad (H2) para el caso de Bolivia: aunque los resultados muestran que quienes tienen más edad tienen menores niveles de desafección, su coeficiente beta es muy bajo, por lo que su efecto es marginal.

Dentro de los factores explicativos evaluativos se observa que la expectativa económica del país para los siguientes doce meses tiene efecto en los tres casos (ECOPAISF). En este sentido, el resultado de la regresión presenta el efecto esperado: quienes tienen mejor expectativa del funcionamiento de la economía en el año siguiente tienden a tener menos niveles de desafección que quienes tienen una expectativa negativa de la economía del país (H4b). Lo mismo ocurre con la evaluación actual de la economía (ECOPAIS), pero solo en los casos de Ecuador y Venezuela (H4a). Es decir que, en 2010, quienes tenían una evaluación positiva de la economía (actual) mostraban menores niveles de desafección que quienes la evaluaban negativamente. Dicho efecto es más fuerte en el caso venezolano que en el ecuatoriano. Respecto a la economía personal (H4c), la evaluación actual (ECOPERSONAL) de la propia situación económica no tiene efecto sobre los niveles de desafección. Mientras que la expectativa futura sobre la propia situación económica (ECOPERSOF) mostró efectos en los casos de Ecuador y Venezuela (H4d); es decir, quienes tienen una expectativa positiva sobre su futuro económico tienden a tener menores niveles de desafección, siendo nuevamente el caso venezolano aquel en el que dicha variable tiene mayor incidencia.

Además de los factores sociodemográficos y de evaluación económica, también se ha probado el efecto de las variables confianza interpersonal, satisfacción con la vida, ideología, confianza en medios y evaluación del presidente. En relación con la confianza interpersonal (CONFINTER), esta variable solo muestra efecto sobre los niveles de desafección en el caso ecuatoriano (H7). En este sentido, quienes confían más en los demás tienden a tener menos niveles de desafección que quienes expresan menos confianza interpersonal. Respecto a la satisfacción con la vida (SATISVIDA), esta variable solo es significativa en el caso Bolivia (H8); es decir, que las personas que están satisfechas con la vida que llevan tienden a mostrar menos niveles de desafección que aquellos que no están satisfechos. Para los casos de Ecuador y Venezuela no se observa ningún efecto de esta variable sobre los niveles de desafección, por lo que la satisfacción con la vida no está vinculada con las actitudes políticas en los ciudadanos de estos dos casos.

La variable ideología (IDEO) muestra efecto sobre los niveles de desafección en Bolivia y Venezuela (H6). En ambos países, quienes se autoposicionan más hacia la derecha de la escala ideológica tienden a mostrar mayores niveles de desafección política, siendo esta relación más fuerte entre los venezolanos. Este resultado implica que los individuos más cercanos a la posición ideológica de los gobiernos de Hugo Chávez y Evo Morales sienten mayor capacidad para influir en lo político y perciben mayor eficacia y confían más en las instituciones políticas que aquellos más alejados de la posición ideológica de los presidentes. En el caso ecuatoriano, los niveles de desafección de cada ciudadano no se ven afectados por la ideología; es posible que esto se deba a que la base de apoyo de Rafael Correa es mucho más plural ideológicamente que la de los otros presidentes.

Otra variable que ha tenido efecto para los tres casos estudiados es la confianza en los medios de comunicación (CONFMEDIOS). En los tres países quienes manifiestan mayores niveles de confianza en los medios de comunicación tienden a tener menores niveles de desafección (H9).

Por último, la evaluación del presidente (EVALPRESI) es una variable que tiene efecto en los tres países estudiados (H5). Cabe destacar que, en comparación con el resto de las variables analizadas, la evaluación del presidente es la que presenta un mayor coeficiente beta y mayor nivel de significación, por lo que su efecto es el más potente sobre el IDP. La dirección de esta relación es negativa para todos los casos, lo que significa que quienes tienen una evaluación muy buena o buena del trabajo del presidente en los respectivos países tienden a tener niveles de desafección más bajos que quienes evalúan la gestión de los mandatarios como «regular, mala o muy mala».

Interpretación de resultados

Los resultados permiten delinear cuatro aspectos relevantes a nivel general. En primer lugar, que en los países analizados las mujeres presentan mayores niveles de desafección política que los hombres. Esto podría ser consecuencia de la situación de discriminación social hacia la mujer en los asuntos públicos; cabe destacar que esta discriminación no mantiene relación con la existente a nivel institucional, donde las cuotas de género pueden abrir vías para la participación y representación de este colectivo. Explorando en mayor profundidad esta variable se realizó una prueba ANOVA de diferencias de medias de las dos dimensiones de la desafección política por género. Para el caso de la desafección institucional (DINSTI) no se han encontrado diferencias entre hombres y mujeres. No obstante, en la dimensión desapego político (DESAPEGO), las mujeres tienden a tener mayor desapego que los hombres en los tres países (v. tabla 5).

 

Estos resultados muestran que, a nivel societal, en estos países el rol de la mujer en la política sigue siendo secundario en comparación con el del hombre. Estas diferencias en el desapego hacia la política por parte de las mujeres respecto de los hombres son más amplias en Ecuador y Bolivia que en Venezuela. Mientras que las mujeres venezolanas tienen una diferencia de 5 puntos aproximadamente respecto de los hombres, las mujeres bolivianas tienen una media de desapego de un poco más 7 puntos por arriba que los hombres bolivianos y para el caso ecuatoriano dicha diferencia es de más de 8 puntos. Por otra parte, se observa que las mujeres venezolanas tienen un mayor nivel de implicación política que sus congéneres ecuatorianas y bolivianas, con una diferencia de media de más de 6 puntos respecto de las mujeres bolivianas y ecuatorianas.

En segundo lugar, las expectativas futuras sobre la economía personal de los ciudadanos afectan la desafección política en todos los casos estudiados. Lo mismo ocurre en el caso de las expectativas en cuanto a la economía del país en el futuro. Los ciudadanos ven en las instituciones políticas y sus representantes a los responsables de su situación, por lo que el desempeño económico parece jugar un papel relevante en la desconfianza, cinismo y apatía de los países analizados. Así, las visiones prospectivas tanto egotrópicas como sociotrópicas de la economía juegan un papel importante a la hora de comprender cómo los individuos se relacionan con las instituciones políticas. Contrario a lo que muestran los estudios realizados en las democracias más desarrolladas (v. Norris, 1999; Torcal y Montero, 2006), la coyuntura económica importa en estos países, y quienes ven en el futuro próximo el empeoramiento de la situación económica personal o del país tienden a desconfiar más de las instituciones políticas y de la propia capacidad para incidir en y comprender los asuntos públicos.

Al analizar la tabla 6 –medias de IDP y sus dimensiones según la expectativa sobre el desempeño de la economía en los próximos doce meses– se evidencia que en Ecuador y Venezuela esta variable tiene un efecto mucho mayor en el desapego político que en la confianza en las instituciones; es decir, el pesimismo sobre la economía resulta en un sentimiento de impotencia e incapacidad para incidir en la vida política. Las expectativas económicas negativas tenderán a desmovilizar a los ciudadanos, a alejarlos de la arena de lo público. En el caso boliviano la situación es diferente, pues quienes evalúan que la situación del país seguirá igual o empeorará tienden a una mayor desafección institucional; en este caso el pesimismo tiene incidencia en la confianza de los ciudadanos en la capacidad de las instituciones políticas para responder a las necesidades que tienen.

A diferencia de lo que ocurre con la expectativa económica del país, que incide sobre el desapego político, la expectativa económica personal afecta más la desafección institucional. En los casos ecuatoriano y boliviano se observa que los ciudadanos pesimistas sobre su situación económica tenderán a tener mayor desafección institucional; es decir, que una visión negativa sobre la propia situación económica en los doce meses siguientes conduce a una mayor desconfianza hacia las instituciones y su capacidad de respuesta a las demandas de los ciudadanos. En este punto los venezolanos sí muestran nuevamente que el pesimismo económico en la propia situación económica en el futuro próximo tiene mayores efectos en el desapego político que en la desafección institucional (v. tabla 7).

En tercer lugar, la confianza en los medios tiene efecto en los tres casos. La teoría señala que el grado de satisfacción con los medios de comunicación puede incidir en la presencia o ausencia de desafección. Se esperaba que a mayor confianza en los medios de comunicación, menores los niveles de desafección política. Los resultados comprueban dicha hipótesis: quienes dan a los medios de comunicación social mayor credibilidad y confianza tienden a tener niveles de desafección más bajos. Entonces, quienes poseen mayores niveles de confianza en los medios tienden a tener menor desapego político y mayor nivel de confianza en las instituciones políticas.

En la tabla 8 se explora en mayor profundidad la relación entre la desafección política, sus dimensiones y la confianza en los medios de comunicación.28 Se observa que la confianza en los medios de comunicación tiene mayor efecto sobre la desafección institucional que sobre el desapego político. La dimensión institucional de la desafección es la que presenta las diferencias más importantes como consecuencia de la confianza o no en los medios. En los tres países, quienes desconfían de los medios tienden también a desconfiar más de las instituciones políticas, de los políticos y de su capacidad para responder a las demandas de los ciudadanos.

 

Por último, la evaluación del presidente (EVALPRESI), la cuarta variable común en los tres países analizados. Tanto en Ecuador como en Bolivia y Venezuela esta resulta ser la variable más importante a la hora de explicar la variación entre los niveles de desafección política. La tabla 9 expone las medias de la desafección política y cada una de sus dimensiones según si la evaluación es negativa o positiva. En los tres casos la desafección política es sensiblemente mayor en aquellos que evalúan la gestión del gobierno como ni buena ni mala, mala o muy mala, respecto a los que la evalúa como muy buena o buena. Esta misma tendencia se observa en ambas dimensiones de la desafección, aunque las diferencias son mayores dentro de la desafección institucional que entre el desapego político.

 

En el caso del IDP, en Venezuela existe una mayor diferencia entre quienes evalúan positivamente la gestión del presidente y quienes la evalúan negativamente. Dicha diferencia es de más de 24 puntos, el doble que en el caso ecuatoriano, que es de 12 puntos, y en el boliviano, que es de 11. La dimensión de desafección institucional posee la misma tendencia, siendo la diferencia en Venezuela superior a 35 puntos en comparación con Ecuador y Bolivia, que tienen alrededor de 17 puntos de diferencia en la desafección institucional de aquellos que aprueban la gestión del presidente y aquellos que no lo hacen. En la dimensión de desapego político, los resultados muestran el mismo patrón, aunque las diferencias son menores, siendo en el caso venezolano poco más de 9 puntos en comparación con los aproximadamente 6 de Ecuador y Bolivia.

Esto significa que en Venezuela la desafección está mucho más marcada por la evaluación del desempeño del presidente que en Ecuador y Bolivia, lo cual puede ser un reflejo de la polarización que vive dicho país en torno a la figura del presidente Chávez. En Ecuador y Bolivia se pudiera señalar lo mismo, pero en menor medida que en el caso venezolano. La desafección política está, entonces, fuertemente vinculada a la posición respecto a la figura del mandatario nacional. 

Conclusiones

Esta investigación ha abordado el tema de la desafección política en tres países andinos que han atravesado cambios institucionales y políticos relevantes en la última década. Se han esbozado los elementos teóricos que definen la desafección política como una dimensión relevante al momento de entender la cultura política de las democracias. Asimismo, se ha elaborado un índice de desafección política compuesto por las dos dimensiones teóricas, utilizando para su comprobación los datos del Proyecto de Opinión Pública de América Latina conducido por la Universidad de Vanderbilt. También se han planteado hipótesis explicativas sobre las diferencias en los niveles de desafección en los ciudadanos de los países analizados y se ha utilizado un modelo de regresión lineal con el fin de comprobar dichas hipótesis.

Del análisis precedente se puede inferir que en 2010 la desafección en Bolivia, Ecuador y Venezuela está fuertemente vinculada a la gestión del presidente. Hecho que le da un carácter coyuntural, vinculado a la percepción de los ciudadanos sobre el desempeño del jefe del Estado. Esto contradice la mayor parte de los aportes sobre desafección política, que indican que es una actitud más estable en el tiempo, difícil de cambiar una vez que el individuo ha adquirido el «síndrome» (Norris, 1999; Lago y Torcal, 2006; Montero y otros, 1998). Pensar en la desafección política como una consecuencia de los resultados generados por un gobierno pareciera indicar que no existe una separación clara entre este, el Estado y la función de los pesos y contrapesos institucionales.

En los tres países los ciudadanos parecen evaluar el funcionamiento del sistema político en función de las acciones presidenciales y los resultados de su política económica. Este resultado genera dudas sobre la capacidad del sistema para afianzar la confianza institucional y garantizar una adecuada responsiveness por parte de las autoridades electas. Adicionalmente, el que los individuos den tanta importancia a una sola figura política parece afectar, aunque en menor medida, la visión de sí mismos como actores políticos. Esto llama la atención sobre todo si se considera el contexto polarizado que viven los tres países y la imagen paternalista que proyectan sus líderes, sobre todo el presidente Hugo Chávez. Los resultados invitan a ahondar en la influencia de estos líderes tanto en las instituciones democráticas como en los mismos ciudadanos.

Otra cuestión importante es la permanencia de actitudes y orientaciones políticas que son consecuencia del legado de discriminación de género en cada uno de estos países. El hecho de que en Ecuador y Bolivia las mujeres tengan un mayor nivel de desapego político que los hombres habla del trabajo que queda por hacer en la región para incorporar más a las mujeres en la esfera pública. Por otro lado, la diferencia de las mujeres ecuatorianas y bolivianas respecto de las venezolanas también habla de los procesos políticos que ha atravesado cada uno de los países y el mayor empoderamiento que existe en el caso venezolano.

Quizás uno de los hallazgos menos esperados ha sido el poco o nulo efecto de la edad sobre los niveles de desafección política. Según los hallazgos de este tipo de estudios en las democracias de los países desarrollados, los jóvenes tienden a tener mayores niveles de desafección política que ciudadanos de mayor edad; en el caso de los países estudiados esta tendencia no ha sido encontrada. Para observar más en detalle este hallazgo se hace necesario plantear un análisis de cohorte en cada uno de los países y compararlo con un análisis similar en democracias de países desarrollados.

En síntesis, en términos de la cultura y orientaciones políticas de los tres países queda claro que la desafección política es un fenómeno que afecta a buena parte de la población, siendo la dimensión institucional la más proclive a fluctuar, junto a variables de carácter más contextual, y el descontento al que más afectan variables de carácter estructural como la educación y el género. Los resultados del análisis dejan entrever el impacto de las desigualdades en la región, así como la importancia de las políticas públicas en la generación de confianza no sólo del Poder Ejecutivo, sino del conjunto de instituciones representativas. Finalmente, queda abierto el debate para ahondar en el rol de los liderazgos personalistas y antisistema en la generación o disminución de la desafección política; sobre todo para desvelar el porqué de la desafección en países cuyos líderes tienen amplia capacidad de movilización y de convocatoria a las urnas. 

NOTAS:

1 Agradecemos al Latin American Public Opinion Project (LAPOP) y a sus principales auspiciadores (la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional, el Programa para el Desarrollo de las Naciones Unidas, el Banco Interamericano de Desarrollo y la Universidad de Vanderbilt) por hacer disponibles sus datos.

2 Traducción de Mateos (2004). Texto original: «the concept ‘attitude’ will be used here to denote the sum total of a man’s inclinations and feelings, prejudice or bias, preconceived notions, ideas, fears, threats, and convictions about any specified topic».

3 Traducción propia. Texto original: «Rather than talking about ‘political trust’, in every case we need to specify its object. Just as ‘social trust’ can refer to trust towards one’s family and friends, one’s neighbors and community, or to citizens in different countries, so political trust depends upon the object».

4 Traducción propia. Texto original «the subjective feeling of powerlessness, cynicism, and lack of confidence in the political process, politicians, and democratic institutions, but with no questioning of the political regime».

5 Es relevante diferenciar entre apoyo a la democracia y satisfacción con la democracia. La segunda refleja el descontento político, y en ningún caso cuestiona el sistema en sí mismo. Norris (2011) señala que la satisfacción con la democracia apunta hacia la evaluación del funcionamiento democrático o autocrático del régimen, pero no a la adherencia de los ciudadanos a los regímenes en sí mismos.

6 Para construir el subíndice de desapego político se utilizaron tres preguntas del cuestionario de LAPOP que hacen referencia al interés por la política (POL1), el consumo de noticias en distintos medios de comunicación (G10) y la eficacia interna percibida por los individuos (EFF2).

Estas preguntas fueron recodificadas de la siguiente manera: POL1 (¿Qué tanto interés tiene usted en la política: mucho, algo, poco o nada?, donde 1=Mucho, 2=Algo, 3=Poco, 4=Nada, 8=Ns/Nr) se recodificó dando un valor 0 a «mucho»; 0,5 a «algo»; 0,5 a «poco»; y 1 a «nada». A G10 (¿Con qué frecuencia sigue las noticias, ya sea en la televisión, la radio, los periódicos, o el Internet?, donde 1=Diariamente, 2=Algunas veces a la semana, 3=Algunas veces al mes, 4=Rara vez, 5=Nunca, 88=NS, 98=NR) se le asignaron valores de 0 para «diariamente»; 0,5 para «algunas veces por semana» y «algunas veces por mes»; y 1 para «rara vez» y «nunca». Finalmente para EFF2 (Siento que entiendo bien los asuntos políticos más importantes del país. ¿Hasta qué punto está de acuerdo o en desacuerdo?, donde, en una escala de 1 a 7, 1=Muy en desacuerdo, 7=Muy de acuerdo) a las respuestas comprendidas entre 1 y 3 se les asignó el valor 1; a las respuestas en el punto 4 de la escala se les asignó el valor 0,5; las respuestas entre 5 y 7 igual a 0. En las tres preguntas la No Respuesta fue codificada como valor perdido. Una vez asignados los nuevos valores se calculó el promedio de las tres variables y el resultado se multiplicó por 100; el resultado es el subíndice DESAPEGO que oscila entre 0 y 100, donde 100 indica el máximo nivel de desapego político y 0 el mínimo nivel de desapego.

7 La construcción del subíndice de desafección institucional se realizó en tres instancias. En primer lugar se calculó la confianza institucional, para ello se promediaron los valores de las preguntas de LAPOP que en forma genérica dicen: ¿Hasta qué punto tiene confianza usted en... [Tribunal electoral (B11)], [Congreso Nacional (B13)], [(Gobierno Nacional (B14)], [(Partidos políticos (B21)] y [(Elecciones (B47)]? La escala de estas preguntas oscila entre 1 y 7, donde 1 significa «nada» y 7 «mucho». En segundo lugar, como indicador de eficacia externa se tomó la pregunta EFF1 que dice: A los que gobiernan el país les interesa lo que piensa la gente como uno. ¿Hasta qué punto está de acuerdo o en desacuerdo? La escala de respuesta de esta pregunta es la misma que la de confianza institucional. En tercer lugar se promediaron los valores de confianza institucional y eficacia externa; el resultado (que oscila entre 1 y 7) se transformó en un índice que fluctúa entre 0 y 100, donde 0 es «mucha» y 100 «poca desafección institucional» (DESAINSTI). Para hacer más intuitivo este valor, se invirtió la escala restándole a 100 el resultado de DESAINSTI. Así, el subíndice de desafección institucional (DINSTI)=(100-DESAINSTI), donde 0 es «mínima desafección institucional» y 100 la máxima.

8 En el caso boliviano, por ejemplo, no se ha logrado cumplir a cabalidad con la Ley de Cuotas, que busca garantizar el 50 por ciento de espacios de poder para las mujeres. En el año 2009 este colectivo logró ocupar el 27,11 por ciento de los escaños en la Asamblea Nacional, lo cual fue considerado como una victoria en contraste con el 19,1 por ciento que ocupaban en 2005 y el 11,5 por ciento que tenían en 1997 (Uriona, 2010).

9 Estos datos fueron obtenidos a partir de un análisis en línea de la pregunta: «A102. En general, ¿diría Ud. que está muy satisfecho, más bien satisfecho, no muy satisfecho o nada satisfecho con el funcionamiento de la democracia en (país)?». Para obtener la diferencia entre individuos satisfechos e insatisfechos se sumaron las respuestas «muy satisfecho» y «más bien satisfecho», por un lado, y «nada satisfecho» y «no muy satisfecho», por el otro. Los resultados indican una mayor proporción de individuos insatisfechos con el funcionamiento de la democracia. Latinobarómetro, Opinión pública en Latinoamérica (Análisis en línea), www.latinobarometro.org/latino/latinobarometro.jsp.

10 En las elecciones presidenciales de Venezuela en 2006, Hugo Chávez ganó con el 62,84 por ciento de los votos; en las legislativas de 2010 el partido de gobierno, el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), obtuvo el 59,4 por ciento de los escaños. En los comicios generales de Ecuador en 2009, Rafael Correa ganó con el 51,99 por ciento, y su partido, Alianza País, consiguió un 47,58 por ciento de los escaños en la Asamblea Nacional, siendo el partido con mayor representación en la cámara. En Bolivia en 2009, Evo Morales ganó las elecciones de 2009 con el 64,22 por ciento de los votos; al tiempo que su partido, Movimiento al Socialismo (MAS), obtuvo el 68 por ciento en la Asamblea Plurinacional.

11 La variable género se midió a través de la siguiente pregunta de LAPOP: «Q1. [Anotar, no preguntar] Género: (1) Hombre, (2) Mujer». Para el análisis de regresión esta variable fue recodificada en Hombre=1; Mujer=0 y renombrada como GENERO. Fuente: cálculos propios a partir del Barómetro de las Américas.

12 La variable edad se midió utilizando la siguiente pregunta de LAPOP: «Q2. ¿Cuál es su edad en años cumplidos?». Esta variable fue renombrada como EDAD. Para este análisis descriptivo se procedió a agrupar las edades en intervalos de 8 años, sin embargo para el análisis de regresión se utiliza como una variable continua.

13 La variable años de escolaridad se midió utilizando la siguiente pregunta de LAPOP: «ED. ¿Cuál es el último año de educación que usted completó o aprobó?». A partir de las respuestas dadas por los encuestados estas se recodificaron en números, en donde 0 significa que no tiene estudios y 18 el máximo de educación posible. Esta variable fue renombrada como EDUCACIÓN.

14 Para medir la evaluación del desempeño del presidente se utilizó la pregunta M1: «Hablando en general acerca del gobierno actual, ¿diría usted que el trabajo que está realizando el presidente [Nombre del presidente actual] es...? (1) Muy Bueno, (2) Bueno, (3) Ni bueno ni malo (regular), (4) Malo, (5) Muy malo (pésimo), (88) NS, (99) NR». Esta pregunta se recodificó en una variable dummy en la que se agruparon las categorías de respuestas (1) y (2) como «muy bueno o bueno» (1) y las categorías de respuesta (3), (4) y (5) como «regular, malo o muy malo» (0); se tomaron como valores perdidos los NR y NS. Esta pregunta fue renombrada como EVALPRESI.

15 Para medir la situación económica del país se utilizó la siguiente pregunta: «SOCT1. Ahora, hablando de la economía... ¿cómo calificaría la situación económica del país? ¿Diría usted que es muy buena, buena, ni buena ni mala, mala o muy mala? (1) Muy buena, (2) buena, (3) Ni buena ni mala (regular), (4) Mala, (5) Muy mala (pésima), (88) NS, (98) NR». Esta pregunta fue recodificada en una variable dummy en la que se agruparon las categorías de respuestas (1) y (2) como «muy buena o buena» (1) y las categorías de respuesta (3), (4) y (5) como «regular, mala o muy mala» (0); se tomaron como valores perdidos los NR y NS. Esta pregunta fue renombrada como ECOPAIS.

16 Para medir la expectativa de la situación económica del país se utilizó la siguiente pregunta: «SOCT3. ¿Considera usted que dentro de 12 meses la situación económica del país será mejor, igual o peor que la de ahora? (1) Mejor, (2) Igual, (3) Peor, (88) NS, (98) NR». Esta pregunta fue recodificada en una variable dummy en la que se agruparon las categorías de respuestas (2) y (3) como «igual o peor» (0), y se mantuvo la categoría «mejor» (1); se tomaron como valores perdidos los NR y NS. Esta pregunta fue renombrada como ECOPAISF.

17 Para medir la situación económica personal presente se utilizó la siguiente pregunta: «IDIO1. ¿Cómo calificaría en general su situación económica? ¿Diría usted que es muy buena, buena, ni buena ni mala, mala o muy mala? (1) Muy buena, (2) Buena, (3) Ni buena ni mala (regular), (4) Mala, (5) Muy mala (pésima), (88) NS, (98) NR». Esta pregunta fue recodificada en una variable dummy en la que se agruparon las categorías de respuestas (1) y (2) como «muy buena o buena» (1) y las categorías de respuesta (3),(4) y (5) como «regular, mala o muy mala» (0); se tomaron como valores perdidos los NR y NS. Esta pregunta fue renombrada como ECOPERSONAL.

18 Para medir la expectativa de la situación económica personal se utilizó la siguiente pregunta: «IDIO3. ¿Considera usted que dentro de 12 meses la su situación económica será mejor, igual o peor que la de ahora? (1) Mejor, (2) Igual, (3) Peor, (88) NS, (98) NR». Esta pregunta fue recodificada en una variable dummy en la que se agruparon las categorías de respuestas (2) y (3) como «igual o peor» (0), y se mantuvo la categoría «mejor» (1); se tomaron como valores perdidos los NR y NS. Esta pregunta fue renombrada como ECOPERSOF.

19 Para medir la satisfacción con la vida se utilizó la siguiente pregunta: «LS3. Para comenzar, ¿en general, qué tan satisfecho está con su vida? Usted diría que se encuentra: (1) Muy satisfecho(a), (2) Algo satisfecho(a), (3) Algo satisfecho(a), (4) Muy insatisfecho(a), (88) NS, (89) NR». Esta pregunta fue recodificada en una variable dummy en la que se agruparon las categorías (1) y (2) como «muy o algo satisfecho(a)» (1) y las categorías (3) y (4) como «poco o nada satisfecho(a)» (0); se tomaron como valores perdidos los NR y NS. Esta pregunta fue renombrada como SATISVIDA.

20 Para medir la confianza interpersonal se utilizó la siguiente pregunta: «IT1. Ahora, hablando de la gente de por aquí, ¿diría que la gente de su comunidad es: (1) Muy confiable, (2) Algo confiable, (3) Poco confiable, (4) Nada confiable, (88) NS, (89) NR?». Esta variable fue renombrada como CONFINTER.

21 Para medir la ideología con la vida se utilizó la siguiente pregunta: «L1. Cambiando de tema, en esta tarjeta tenemos una escala del 1 a 10 que va de izquierda a derecha, en la cual el número 1 significa izquierda y el 10 derecha. Hoy en día cuando se habla de tendencias políticas, mucha gente habla de aquellos que simpatizan con la izquierda o con la derecha. Según el sentido que tengan para usted los términos «izquierda» y «derecha» cuando piensa sobre su punto de vista político, ¿dónde se encontraría usted en esta escala?». Esta pregunta fue renombrada como IDEO.

22 Para medir la confianza en los medios de comunicación se utilizó la pregunta: «B37. ¿Hasta qué punto tiene usted confianza en los medios de comunicación?». Las respuesta a esta pregunta está codificada en una escala de 1 a 7, donde 1 significa «nada de confianza» y 7 «mucha confianza».

23 Para analizar el IDP de manera cualitativa se procedió a crear tres categorías ordinales. Para ello se dividió el rango entre el valor mínimo y el valor máximo del IDP entre 3. Entre 0 y 33,9 puntos: nivel bajo de desafección política. Entre 34 y 66,9: nivel medio de desafección política. Entre 67 y 100: nivel alto de desafección política. El mismo procedimiento se utilizó para categorizar las dimensiones del IDP, desapego político y desafección institucional.

24 Se realizó un análisis de varianza (ANOVA) para diferenciar entre los casos que dio como resultado que las diferencias entre ellos son significativas. También se realizó una prueba Bonferroni y un contraste Tukey, dando como resultado que la media de desafección política de Ecuador es significativamente diferente a las de Venezuela y Bolivia, pero entre estos dos últimos países no existe una diferencia significativa.

25 Se realizó una prueba ANOVA en donde se muestra que la diferencia entre los países es significativa al 0,01. Para determinar en cuál de los casos dicha diferencia es mayor se procedió a realizar una prueba de contraste Bonferroni y Tukey; en ambos casos las diferencias entre las medias ocurren entre Bolivia y Ecuador respecto a Venezuela. Por lo que Venezuela muestra una media significativamente menor en la dimensión desapego político que el resto de los casos.

26 Para esta dimensión también se realizó una prueba ANOVA, la cual muestra que las diferencias son significativas entre los casos. Asimismo, se realizaron los contrastes Bonferroni y Tukey, los que indican que las diferencias entre las medias se dan entre los tres países analizados.

27 Se realizaron los diagnósticos de multicolinealidad para todas las variables en los tres modelos presentados. Los valores de tolerancia en todos los casos son superiores a 0,2 y los valores del factor de inflación de la varianza inferiores a 2, lo cual permite descartar multicolinealidad entre las variables independientes.

28 Para este análisis se recodificó la variable CONFMEDIOS, la cual es de carácter continuo y codificada en la escala 1 a 7, donde 1 significa «nada de confianza» y 7 «mucha confianza». En este caso se recodificó en la variable CONFIANZA_MEDIOS, donde los valores comprendidos entre 1 y 3 significan «nada o poca confianza» y aquellos ente 4 y 7 «algo o mucha confianza».

29 Para este análisis se realizó una prueba ANOVA para observar las diferencias de media dentro de cada uno de los grupos de cada país.

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