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Saber

versão impressa ISSN 1315-0162

Saber vol.25 no.2 Cumaná jun. 2013

 

EDITORIAL

 

Investigar y educar: el alma de la universidad

 


Vivimos en una coyuntura histórica de un dinamismo tal, que exige el desarrollo de una forma de pensar activa, abarcadora, impugnadora  de  la  tradición  como  única  manera  de  interpretar  el  mundo  de  vida  (lebenswelt  de  Husserl),  especialmente,  si consideramos la babélica multiplicación de teorías que pretenden explicar la realidad.

Claro, se trata de un campo de discusión que coloca en entredicho los paradigmas que han regido el quehacer científico. La propuesta frente a este cuestionamiento es analizar, leer y estudiar los grandes teóricos, quienes dialogan, arguyendo sobre la esencia del saber y lo discutible de la verdad.

Básicamente, se trata de fundamentar el conocimiento de modo que sólo mediante sólidos procesos sistemáticos y creativos, sea posible acrecentar el conocimiento. Por ello, publicaciones como la que aquí se presentan, no encuentran el fondo absoluto o la frontera infranqueable del saber, sino que se disponen al diálogo fecundo para la generación de más conocimiento, colectivamente construido; tal como lo supone la evaluación por pares y la disposición del saber a la evaluación del colectivo.

Ciertamente, cuando una publicación como Saber se dispone a participar del espacio de las actuales tecnologías de la información y la comunicación a través del Open Journal System, lo hace, entre otras razones, porque pretende hacer visible el trabajo de la universidad que la acoge. Una universidad que investiga y forma en la vida, con la ciencia.

Educar  en  una  coyuntura  de  crisis  cultural,  atiende  la  inevitable  discusión  en  torno  a  la  concepción  teórico-metodológica  dominante y se permite abrir espacios para  la reconsideración de los modelos teóricos que tanto han producido en lo tecnológico, pero que exige la recuperación del carácter éticamente humano  del conocimiento.

Desde esta posición es necesario desarrollar empatía, ese colocarse en la posición del otro para, con los argumentos, reconstruir el conocimiento ¿No será ésta una forma de interpretar a Khun y a Habermas, por ejemplo? Si convenimos que interpretar requiere organizar y sistematizar ideas, incluso cuando aborda una realidad que reconoce como compleja; también participamos en ese proceso con una representación auto-referente de la realidad socioconstruida (Berger, Lukhman) ¿No será ésta una manera de considerar las relaciones de fuerza como reciprocidad más que como imposición de autoridad? Específicamente ¿Qué tipo de educación se apropia de esta visión que da énfasis a la argumentación como forma de generar conocimiento científico? Para responder a esta última interrogante, podríamos  pensar en una educación sustentada en la idea de investigación, en esencia, formativa. Esto implica admitir, en primera instancia, que es imperioso valorar tanto la sustentación filosófica y política del encargo científico, como el producto tecnológico en tanto interés del quehacer técnico, no ajeno a lo humano. Por ello, es imprescindible reflexionar acerca del problema ético que subyace en toda acción humana, de modo que la producción científica devele la visión ontológica de la realidad que indaga.

El mundo tecnológico ha colocado en evidencia que la tecnología y la ciencia asociada a ella, nos ha colocado frente a escenarios disyuntivos, dadas las consecuencias ecológicas y culturales que nuestras sociedades experimentan hoy en día; situación que exige una praxis consciente y responsable.

Pedagógicamente expresado, el acto de investigar en y para la sociedad en el contexto universitario, siempre promoverá el aprendizaje antes que la enseñanza. Un aprendizaje que libere de ataduras la acción científica y la incorpore en la tarea formativa, recuperando la esencia humana de cuestionar y crear.

Finalmente, estamos invitando a consolidar la relación investigación – educación en la universidad para trascender los espacios de las instituciones hacia la sociedad toda; por ello, es preciso la fuerza creativa de la formación científica; permitiendo, que además de retomar los pasos de la historia humana, se promueva la interrogación, a través de la investigación teórica y empírica que realce en el hombre lo que mejor lo caracteriza: el pensamiento.

Nadima Salmasi Villorroel
Editora Asociada, Área de Ciencias Sociales, Revista SABER