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versão impressa ISSN 1315-0162

Saber vol.28 no.4 Cumaná dez. 2016

 

LA TENSIÓN ENTRE APOLO Y DIONISO: PRAXIS POLÍTICA DE UNA ESTÉTICA DE LA EXISTENCIA
 
DANIEL ALBERTO SICERONE
  
Universidad Católica Cecilio Acosta, Facultad de Filosofía y Teología, Escuela de Filosofía,Maracaibo, estado Zulia, Venezuela. E-mail: daniel.sicerone@hotmail.com
 
RESUMEN
 
El  presente  trabajo  de  investigación  consta  de  una  revisión  teórica  sobre  las  figuras  de  Apolo  y  Dionisio planteados por el filósofo alemán Friedrich Nietzsche, categorías propias de su análisis estético. La finalidad de este  ensayo  es  brindar  una  reflexión  sobre  la  constitución  de  una  praxis  política  libertaria  en  la  filosofía nietzscheana,  expresada  en  una  estética  de  la  existencia  como  modalidad  de  resistencia.  En  el  desarrollo  del tema  se  utilizaran  textos  claves  de  la  obra  filosófica  de  Frederick  Nietzsche  y  de  algunos  pensadores contemporáneos  estudiosos de  su  obra que nos  llevarán  a  pensar  lo  político  desde un  espacio  de  intervención molecular, poniendo en jaque las interpretaciones macro y molares de la política.
 
PALABRAS CLAVE: Nietzsche, Apolo, Dionisio, estética de la existencia, práctica política ácrata.

THE TENSION BETWEEN APOLLO AND DIONYSUS: A POLICY PRAXIS OF A AESTHETICS OF EXISTENCE
 
ABSTRACT
 
This  study  consists  of  a  theoretical  review  of  the  figures  of  Apollo  and  Dionysus  raised  by  the  German philosopher Friedrich Nietzsche, with his own aesthetic categories of analysis. The purpose of this study was to provide a reflection on the constitution of a libertarian political practice in the Nietzsche philosophy, expressed in an aesthetic of existence as a form of resistance. In developing the theme, key texts of the philosophical work of Frederick Nietzsche and of some contemporary thinkers scholars of his work were used, that will lead us to think  politics  from  a  space  of  molecular  intervention,  putting  at  risk  the  interpretations  macro  and  molar  of policy.
 
KEY WORDS: Nietzsche, Apollo, Dionysus, aesthetics of existence, acratic political practice.

Recibido: diciembre 2015.Aprobado: mayo 2016. Versión final: septiembre 2016.
 
INTRODUCCIÓN
 
¿Nietzsche  pensó  desde  la  política?  Abordar una  reflexión  de  tal  magnitud  significaría  una extensión  investigativa que quebraría los  marcos interpretativos  de  la  obra  del  pensador  alemán. Sus  reflexiones  políticas  están  diseminadas  a  lo largo  de  su  obra  filosófica,  configurada  por  su estilo  aforístico,  siendo  re-encarnación  del filósofo  Heráclito.  Nietzsche  no  aborda  la política  desde  los  sistemas  de  pensamiento dominante, sino que enseña su rostro rebelde, en fuga,  en  constante  movimiento,  propiciándole golpes  certeros  a  las  certidumbres  que  se  visten de  un  ropaje  metafísico  y  se  creen  a  sí  mismas verdades absolutas y universales. Partiendo de la tensión  entre  las  representaciones  de  Apolo  y Dioniso,  se  propone  un  análisis  sobre  la  estética de  la  existencia  como  una  praxis  libertaria configurada en el modo de ser de una resistencia frente  a  las  modelizaciones  del  mundo  de  lo molar,  de  la  costumbre  y  demás  prácticas homogeneizadoras.  Nietzsche  piensa  desde  la tensión,  desde  la  guerra,  y  por  tanto,  sus reflexiones  nos  llevan  a  identificar  esa  voluntad de combate en la embriaguez de lo dionisíaco, en su enfrentamiento con el orden real de las cosas.
 
En  sus  reflexiones  Nietzsche  no  se  queda  en pensar y diseñar un mundo por construir, el cual vendría  a  ser  la  redención  cristiana  pero  bajo  un marco  interpretativo  secular.  Nuestra  reflexión no trata de hacer el paraíso en la tierra, cuestión que  provocaría  nauseas  en  un  pensador  que dedicó  gran  parte  de  su  arsenal  filosófico  a derrocar  el  reino  metafísico  sobre  el  que  se asentó  el  cristianismo.  Se  trata,  principalmente, de  elaborar  una  actitud  filosófica  al  cultivo  del cuerpo mediante una estética de la existencia que tiene  referencias  y  consecuencias  finales  en  un hacerse  a  sí  mismo,  dentro  del  campo  de  lo molecular.  Con  esta  reflexión  se  analiza  el devenir  de  la  tensión  entre  Apolo  y  Dionisio como  parte  de  una  codificación  de  una  práctica política ácrata, lo cual lleva a partir de algunas de sus  principales  obras  filosóficas  y  otras interpretaciones  que  permitirán  aproximarse  a  la cuestión  filosófica  planteada  en  el  presente trabajo.  Ante  ello,  el  reto  de  construir  desde Nietzsche  una  teoría  micro-política  resulta  ser una  necesidad  de  actualidad  frente  a  los dogmatismos presentes en la filosofía política.

LA TENSIÓN DIONISIOS Y APOLO
 
El  Origen  de  la  tragedia  resulta  un  texto clave  para  comprender  la  tensión  que  expone Nietzsche  en  su  filosofía  con  respecto  a  las categorías  de  Apolo  y  Dionisio  desde  una analogía  de  los  dioses  griegos  del  Olimpo. Dentro de sus objetivos está claro el acercamiento  estético  hacia  el  estudio  de  la tragedia  de  la  Grecia  antigua,  siendo  uno  de  los aspectos principales “conocer y penetrar el genio y la obra de arte dioniso-apolínea, o por lo menos presentir  la  naturaleza  de  este  agregado misterioso” (Nietzsche 2007: p. 66). Es un texto que está centralmente enfocado hacia una crítica del  arte,  exponiendo  los  aspectos  positivos  de  la tensión  apolínea-dionisíaca  en  virtud  de  criticar aquellas  nociones  netamente  apolíneas  del  arte, lo  cual  lleva  a  Nietzsche  a  realizar  una  crítica abundante  de  argumentos  contra  la  visión  del hombre  racional,  socrático.  Uno  de  los  aspectos de  la  presente  investigación  es  presentar  que  tal exposición estética tiene referencias en el mundo de la vida, presentado un ethos codificado en una estética  de  la  existencia  que  se  muestra  como configuración  de  una  praxis  política  enmarcada dentro de la tensión entre Apolo y Dionisio.
 
Antes  de  desarrollar  el  argumento  del presente  artículo,  se  ofrecerá  como  necesario, una  reflexión  sobre  la  experiencia  que  se  pretende  al  hablar  de  la  tensión  entre  Apolo  y Dionisio.  Comenzando  por  Apolo  se  debe  hacer referencia  que  tal  Dios  griego  responde  al  Dios del  ensueño,  de  las  artes  plásticas,  mientras  que Dionisio  es  el  Dios  de  la  música,  de  la embriaguez. Esta diferencia que se presenta entre ambos  Dioses  pareciera  indicar  la  imposibilidad de  pensar  una  conciliación  entre  ellos,  y  es  aquí donde  se  resalta  la  valentía  de  la  filosofía nietzscheana, el papel de ordenación del caos que es  el  mundo  mediante  un  pensar  a  contra-corriente, principalmente de las ideas dominantes en  el  ámbito  de  la  filosofía,  recordando  que  el idealismo presentaba un aspecto predominante en cuanto  sistema  filosófico que separa  mediante la dualidad  al  mundo  entre  lo  aparente  y  lo metafísico.  La  conciliación  que  establecerá Nietzsche no es menor cosa si se toma en cuenta que  es  un  crítico  arrollador  de  las  teorías planteadas principalmente, aunque no exclusivamente,  por  Platón  y  Kant,  abanderando como crítica la noción de  cosa en sí. Esta crítica la  expone  Nietzsche  cuando  manifiesta  que  “los filósofos  han  acostumbrado  a  colocarse  delante de la vida y de la experiencia  –delante de lo que llaman el mundo de la experiencia- como delante de  un  cuadro  desarrollado  que  representa inmutablemente,  invariablemente,  la  misma escena” (Nietzsche 1986: p. 13). ¿Por  qué  Apolo,  Dios  de  las  formas  y  el ensueño,  es  conciliado  con  Dionisio,  Dios  de  la embriaguez  y  la  desmesura?  ¿Este  intento  de destruir la dicotomía entre razón y sin-razón? ¿Es posible  pensar  fuera  de  las  dualidades  en  el pensamiento  occidental?  ¿Qué  valor  tiene  la filosofía  de  Nietzsche  para  atreverse  a  poner  en cuestión  tal  dualidad,  aunque  sea  desde  una crítica estética, para devenir en una propuesta de vida, una forma de ser el mundo? Estas preguntas son disparadores para intentar entender el alcance de  las  categorías  de  Apolo  y  Dionisios  en  su filosofía  del  arte,  lo  que  nos  lleva  a  reconocer que  en  primera  instancia  “que  la  evolución progresiva  del  arte  es  resultado  del  espíritu apolíneo  y  del  espíritu  dionisíaco”  (Nietzsche 2007:  p.  47).  Pero  antes  de  una  posible conciliación  entre  ambas  categorías,  qué  dice Nietzsche  en  profundidad  sobre  ellos,  lo  cual  se expone con las siguientes palabras:
 
¿En  qué  sentido  pudo  Apolo  ser convertido  en  dios  del  arte?  Sólo  en  la medida  en  que  es  el  dios  de  las representaciones  oníricas.  Él  es  el resplandeciente  de  modo  radical,  en  su más profunda raíz es el dios del sol, de la luz  que  se  manifiesta  en  su  fulgor.  La “belleza”  es  su  elemento.  A  él  le corresponde  la  eterna  juventud.  Pero también  la  bella  apariencia  del  mundo  de los sueños es su reino. La suprema verdad de  sus  estados,  su  perfección  frente  a  la fragmentaría  inteligibilidad  de  la  realidad cotidiana,  hacen  de  él  el  dios  del vaticinios,  pero  también  ciertamente  un dios  del  arte  (Nietzsche  2004:  pp.  120-121).
 
Esta  cita  es  muy  explícita  con  respecto  a  la orientación  que  establece  Nietzsche  en  relación al  arte,  vista  desde  la  óptica  de  Apolo, reconociendo el aspecto del ensueño y la belleza, la  superación  de  la  fragmentación  de  la  vida cotidiana. Esta exposición sobre la naturaleza del espíritu  apolíneo  lleva  a  interpretar  que  el esfuerzo  de  este  espíritu  en  el  quehacer  de  la filosofía  se  corresponde  con  un  mirar  que  des-oculta, que ilumina la realidad, que la embellece. ¿Quedarse  en  este  ámbito  es  el  único  requisito para  afrontar  el  caos  del  mundo?  Es  aquí  donde la  ayuda  del  espíritu  dionisíaco  fungiría  como una  contra-cara  de  esta  postura  estética,  y  por tanto  filosófica.  Ante  ello,  Nietzsche  sostiene  lo siguiente:
 
El arte dionisíaco en cambio se basa en el juego  con  la  embriaguez,  con  el  éxtasis. Dos  son  ante  todo  las  fuerzas  que  elevan al hombre natural ingenuo hasta el olvido de sí propio de la embriaguez: el impulso de la primavera y la bebida narcótica. Sus efectos  se  simbolizan  en  la  figura  de Dionisios. El principium individuaionis se quiebra  en  ambos  estados,  lo  subjetivo desaparece por completo ante la impestuosa  fuerza  de  lo  humano  en general, de lo natural-universal (Nietzsche 2004: pp. 121-122).
 
Expuesta en palabras del propio Nietzsche la diferencia  entre  los  dos  espíritus  queda  por desarrollar  la  razón  de  la  conciliación  que expone.  Para  ello  es  necesario  hacer  una distinción  de  su  pensar  anti-hegeliano,  más  que anti-dialéctico, ya que no expone una superación, por  el  hecho  de  negar  ese  movimiento  histórico propio  de  la  metafísica  del  espíritu  y  la  idea como un auto-movimiento. Eso que es propio de Hegel  no  está  expuesto  en  la  filosofía  de Nietzsche,  sino  que  se  expone  una  conciliación que parte de una tensión permanente que no llega a  una síntesis  como superación  de  la contradicción,  sino  a  una  nueva  relación  de fuerzas  entre  la  tensión  planteada.  Pensar  en tensión  es  otra  de  las  aventuras  del  pensamiento nietzscheano,  y  representa  una  perspectiva  de apertura  constante  al  devenir,  ajena  a  toda reflexión dogmática que intente exponerse como ciencia  rigurosa.  A  Nietzsche  no  le  interesa  esta forma  de  pensar  cerrada  y  previsora,  sino mediante  la  tensión  y  conciliación.  Por  ello, Nietzsche  considerará  que  “¡Y  no  obstante, Apolo no pudo vivir  sin Dioniso!  Lo titánico, lo bárbaro,  fue,  en  último  extremo,  una  necesidad tan  imperiosa  como  lo  apolíneo”  (Nietzsche 2007: p. 64).
 
La  conciliación  de  los  opuestos,  tal  como  se dio  en  la  tragedia  griega,  entre  la  danza  y  la música,  es  la  que  permite  entender  que  no pueden vivir una sin la otra, ya que quedarnos en el mundo de lo apolíneo es quedase en el proceso de  la  individuación,  es  decir, en  el  aspecto  en  el que  el  mundo  y  sus  determinaciones  terminan constituyendo  al  hombre  y  a  lo  formal, escondiendo  a  los  instintos  por  un  velo construido  socialmente  e  identificado  con  la costumbre, imposibilitando reconocer cómo se ha dado ese desarrollo, es decir, cómo y porqué nos hemos  ido  construyendo  de  esta  forma,  y  esto depende  de  que  “todo  lo  que  pervive  durante mucho tiempo se ha ido cargando poco a poco de razón,  hasta  el  extremo  de  que  nos  resulta inverosímil que en su origen fuera una sin razón” (Nietzsche  2008:  p.  21).  Creemos  que  en  el origen está la verdad, y no nos damos cuenta del sentido metafórico que viste al juicio, por lo cual, esa  sin  razón  que  no  nos  es  aparente  es  la debilidad  de  no  quebrantar  a  ese  proceso  de individuación.  Es  allí  donde  se  nos  evidencian que  el  espíritu  dionisíaco  no  sea  una  mera abstracción reflexiva, sino un ser en el mundo, un proyecto  que  se  construye  desde  lo  molecular, desde una estética de la existencia que se expresa como  resistencia  frente  a  las  modelaciones  del cuerpo por parte del poder y las instituciones que disciplinan, junto con los discursos dominantes y sus prácticas.
 
APROXIMACIÓN A UNA POLÍTICA ÁCRATA
 
Partiendo  de  la  concepción  del  espíritu apolíneo  y  dionisíaco  presentes  en  la  obra estética  de  Nietzsche,  y  su  correspondencia  con el mundo de la vida, y por tanto, al actuar frente al caos, reflexionemos acerca del campo político en  la  filosofía  nietzscheana.  Esta  empresa  es ardua, desde la perspectiva del que se asume que no  hay  una  filosofía  política  clara  y  evidente  en el  pensador  alemán,  sino  unas  series  de reflexiones  que  responde  a  una  filosofía  en constante  apertura  que  permite  re-elaborar  una teoría crítica desde las categorías de lo apolíneo y lo  dionisíaco.  ¿Es  Nietzsche  un  pensador anarquista? ¿Conservador? ¿Proto-fascista? Difícil  respuesta  caracterizar  el  pensamiento  de un filósofo que escapa de todo encasillamiento o denominación  fácil,  como  si  estuviera  en constante  fuga,  en  un  devenir  que  se  esconde ante  las  incriminaciones  que  se  hacen  por pertenecer a diferentes sistemas políticos.
 
Prevalece en nuestra reflexión la consideración  que  más  que  anarquista  es  un pensador ácrata en cuanto es un crítico arrollador de  todo  tipo  de  autoridad  y  de  poder.  Ácrata  no es sinónimo de anarquista, ya que el anarquismo responde  a  un  sistema  moral  que  tiene  mucha relación  con  el  cristianismo  secular.  Esta situación la expone Nietzsche cuando sostiene:
 
Desde  hace  mucho  tiempo,  la  moral dispone  de  todo  tipo  de  artimañas  en  el arte  de  convencer  a  la  gente;  incluso  hoy en día no hay orador que no recurra a ella en demanda de ayuda (véase, por ejemplo, como  nuestros  propios  anarquistas  apelan a  la  moral  para  tratar  de  convencer  y como  terminan  considerándose  a  sí mismos  “los  buenos  y  los  justos”).  Y  es que,  en  todas  las  épocas,  desde  que  en  el mundo  existe  la  palabra  y  la  posibilidad de persuadir, no ha habido  mejor maestra que  la  moral  en  el  arte  de  seducir;  para nosotros los filósofos, ella ha sido nuestra auténtica Circe (Nietzsche 2008: p. 15).
 
La crítica a los anarquistas es que apelan a la moral  como  forma  de  convencimiento  desde  la dualidad de buenos/malos, justos/injustos, lo cual lleva  a  identificar  que  tal  posición  ideológica responde  a  un  sistema  moral  en  específico, construido  históricamente  por  el  poder  y  las instituciones.  El  anarquista,  cuando  apela  a  esa moral  no  es  consciente  del  sentido  histórico,  y por  tanto  de  la  construcción  social  de  sus afirmaciones,  lo  que  determina  que  se  disponga una  diferencia  sustancial  entre  el  término anarquista  y  el  término  ácrata,  ya  que  este segundo  no  apelaría  a  una  concepción  moral  de tal magnitud, porque es un negar constante de la moral  dominante  y  de  sus  falsas  dualidades. Nietzsche es un filósofo ácrata, en cuanto se aleja concepciones moralizantes para reflexionar sobre el  mundo  de  la  vida,  tomando  distancia  de  la costumbre  como  modo  de  ser  de  la  moral,  y siendo  un  crítico  acérrimo  a  las  intenciones  de violar la autonomía del hombre en su devenir.
 
Retomando  la  constitución  de  las  categorías de  lo  apolíneo  y  lo  dionisíaco  para  re-pensar  la praxis  política,  se  puede  observar  que  Nietzsche considera  que  el  Estado  es  fundado  por  Apolo, mientras  que  Dioniso  es  hostil  al  mismo.  Esta aseveración  que  parte  de  la  interpretación  de  las categorías señaladas, constituya una re-localización de las mismas en el campo político, expresando  una  clara  crítica  al  Estado  moderno. Esto  lo  manifiesta  Santiago  Guervos  cuando expone lo siguiente:
 
Apolo es el dios “formador de Estados” y a  él  se  le  atribuyen  los  impulsos patrióticos  y  políticos.  Por  otra  parte,  la liberación  dionisíaca  de  las  cadenas  del individuo  se  manifiesta,  ante  todo,  en  un menoscabo, que llega hasta la indiferencia,  más  aún,  hasta  la  hostilidad, de  los  instintos  políticos  (Santiago Guervos 2000: p. 198).
 
Si Dios ha muerto todo es posible, desde que se  desmoronan  los  pilares  fundamentales  de  los conceptos metafísicos de la Modernidad, como el de Sujeto, Historia Universal, Razón, entre otros, en  aras  de  una  apertura  a  lo  que  está  por  venir, pero  de  lo  cual  no  se  tiene  más  que  intuiciones, incertidumbres  filosóficas  que  escapan  de  todo objetivismo  científico  que  crucifica  al  logos  por pedido  exclusivo  de  la  episteme,  de  la racionalidad  instrumental,  lo  que  implica  que  la liberación dionisíaca es un proceso de ruptura de las cadenas que la costumbre solidifica en cuerpo y que el Estado, las ciencias, las tradiciones y las religiones  garantizan  que  sea  así.  Esta  praxis política  que  tiene  sus  raíces  en  el  pensamiento radical  marxista  y  anarquista,  en  Nietzsche  se piensa  desde  lo  micro,  desde  la  individualidad que  quiebra  su  proceso  de  individuación, proponiendo  un  hacerse  como  obra  de  arte, siendo  uno  mismo  su  propio  artista  que  tensa  la relación  que  hay  entre  la  libre  voluntad  y  el fatum.  Dios  muerto,  muertas  las  barreras  que impedían  atacar  directamente  al  Estado,  a  la ciencia, las tradiciones y a las religiones
 
En  su  separación  del  horizonte  hegeliano  es desde  donde  puede  romperse  esa  racionalidad que  ve  un  proceso  continuo  y  lineal  de  auto-movimiento de la idea y el espíritu por la historia hacia  la  auto-consciencia,  dejando  en  claro  que los  cuerpos  serán  determinaciones  materiales  de ese movimiento ideal, componiendo una metafísica  al  servicio  del  dominio.  Las interpretaciones  mecanicistas  y deterministas del marxismo  no  podrán  conjugarse  con  el  pensar ácrata  de  Nietzsche,  para  quien  la  crítica  al Estado no parte de la composición de clase en el sentido  marxista,  sino  desde  las  categorías  de dominio, de  frialdad, de una máquina al servicio de  mantener  y  consolidar  los  espíritus  serviles. Ante  la  frialdad  del  Estado,  Vita  considera  lo siguiente:
 
Ahora  bien,  ¿qué  representa  el  Estado moderno  para  Nietzsche?  El  Estado  sería el  último  punto  de  la  decadencia occidental.  Sólo  puede  pensarse  como  un ente artificial. Para Nietzsche la artificialidad  del  Estado  es  evidente,  ya que  de  hecho,  allí  donde  todavía  hay pueblo, éste inevitablemente no comprende al Estado y lo odia (Vita 2009: p. 220).
 
Si  el  Estado  es  el  último  punto  de  la decadencia  occidental,  qué  se  puede  hacer  ante las  muestras  de  la  decadencia,  de  la  frialdad burocrática  y  servil  al  mundo  mercantil,  al mundo  de  la  cosificación,  un  mundo  penetrado por  una  moral  que  dicta  que  debe  hacerse  y como,  un  mundo  que  aleja  de  la  realidad cualquier  proyecto  de  autonomía,  sumando  no sólo a las  masas en la  hambruna  y la bestialidad de  un  modo  de  vivir  consumista,  sino  también ejerciendo  el  control  del  deseo,  en  la  supresión de las voluntades deseantes, en la articulación de las máquinas molares que suprimen lo molecular, impidiendo  la  fuga,  el  devenir.  No  se  trata  de suplantar  al  Estado  por  otro  que  repita  la  misma lógica  de  dominación  pero  con  otros  actores  a cargo,  sino  que  se  trata  de  romper  y  quebrar  las relaciones  de  poder  que  se  hunden  en  la profundidad  de  lo  que  se  llama  sociedad,  en  sus instituciones,  en  sus  discursos,  en  sus  prácticas. Es  ir  contra  el  poder  donde  el  está.  Pero  desde una  posición  ácrata,  los  proyectos  modernos quedan  suspendidos  en  aras  de  una  política corporal, ya que “el poder se ha introducido en el cuerpo,  se  encuentra  expuesto  en  el  cuerpo mismo” (Foucault 1992: p.106).
 
Una  política  ácrata  desde  el  pensamiento Nietzscheano  resulta  corrosiva  para  aquellos proyectos políticos que son molarmente revolucionarios,  pero  que  en  lo  molecular  llevan consigo un  fascismo que reprime diferencias. La multiplicidad  y  la  diferencia  son  puntos  de partida para pensar una política ácrata nietzscheana que no caiga en el mercantilismo de la  política  burguesa  o  las  prácticas  burocráticas de  los  pseudo  socialismos.  Se  trata  de  criticar  al Estado  moderno  decadente  abriéndose  paso desde el espíritu dionisíaco, desde la transvaloración  de  los  valores,  desde  la  ruptura de los procesos de individuación. La apertura de la  filosofía  de  Nietzsche  permite  jugar  con  sus categorías  sin  que  pierdan  la rigurosidad  que  las caracteriza, a favor de reflexionar para una praxis emancipadora  que  depende  esencialmente  de  la filosofía  en  su  sentido  crítico  negativo,  y  no dentro del marco hegeliano de síntesis.
 
ESTÉTICA DE LA EXISTENCIA COMO PRAXIS LIBERTARIA
 
La  filosofía  nietzscheana  representa  en  cierta instancia  una  estética  de  la  existencia,  concepto elaborado por el filósofo francés Foucault, quien fue  influenciado  en  gran  medida  por  Nietzsche. Aunque  Nietzsche  no  elaborara  el  concepto  de forma rígida, sino que se encontraría diseminado en  su  concepción  estética,  se  puede  apreciarse una aproximación de su reflexión a lo que luego desarrollaría  el  pensador  francés  en  sus  últimos análisis  filosóficos.  Michel  Foucault  elabora  un análisis  riguroso  de  las  prácticas  sexuales  en  la antigua  Grecia  y  Roma  desde  los  discursos filosóficos  de  tal  época,  lo  cual  lo  lleva  a desarrollar  el  concepto  de  estética  de  la existencia como una estrategia de vida demostrada  por  cierto  sector  de  una  sociedad determinada.  El  desarrollo  de  tal  concepto  se puede apreciar a continuación:
 
La  reflexión  sobre  el  comportamiento sexual  como  dominio  moral  no  fue  entre ellos  una  forma  de  interiorizar,  de justificar  o  de  fundamentar  en  principio interdicciones  generales  impuestas  a todos;  tal  fue  más  bien  una  forma  de elaborar,  por  la  más  pequeña  parte  de  la población  constituida  por  los  adultos varones  y  libres,  una  estética  de  la existencia,  el  arte  reflexionado  de  una libertad  percibido  como  juego  de  poder. La  ética  sexual  que  está  por  una  parte  en el  origen  de  la  nuestra  descansaba  en  un sistema  demasiado  duro  de  desigualdades y  de  restricciones  (en  particular  respecto de  las  mujeres  y  los  esclavos),  pero  fue problematizada  en  el  pensamiento  como la relación, para un hombre libre, entre el ejercicio  de  su  libertad,  las  formas  de  su poder  y  su  acceso  a  la  verdad  (Foucault 2003: p. 159).
 
La  complejidad  de  las  relaciones  que  son atravesadas por el poder, y de las cuales se puede observar como las diferentes tensiones conforman  entramados  de  resistencias  a  todo poder,  como  bien  deja  en  claro  Foucault  (1992) en  la  Genalogía  del  poder,  la  estética  de  la existencia  resulta  una  estrategia  práctica  para afrontar dicha tensión, o mejor dicho, una forma de  vivir  y  percibir  a  la  misma.  La  pregunta central  que  hilvana  nuestra  reflexión  en  este ensayo se corresponde al conocer en qué medida está la posibilidad de presentar una estética de la existencia en clave nietzscheana desde la tensión de  las  categorías  de  Apolo  y  Dionisio, presentando  una  praxis  libertaria  como  ejercicio político.  En  palabras del  propio  filósofo  alemán, podemos constatar lo siguiente:
 
Tenemos  ciertamente  derecho  a  pensar que,  para  el  verdadero  Creador,  somos imágenes  y  proyecciones  artísticas,  y  que nuestra más  alta  prez  es  nuestra significación de obras de arte -únicamente como fenómeno estético puede justificarse eternamente  la  existencia  y  el  mundo-,  y en  realidad  tenemos  casi  tan  escasa conciencia  de  esta  función  que  nos  está confiada,  como  los  guerreros  pintados  en un  cuadro  de  la  batalla  que  allí  se representa (Nietzsche 2007: p. 71).
 
La justificación de la existencia y del  mundo es un fenómeno estético, plantea Nietzsche en la cita  anterior,  abriendo  la  posibilidad  de interpretar  que  la  estética  de  la  existencia  es viable  en  cuanto  “somos  imágenes  y proyecciones  artísticas”,  es  decir  obras  de  arte.En  este  hacerse  a  si  mismo  desde  la  tensión  que existe  con  la  vida  como  caos,  es  que  la  estética de  la  existencia  recobra  la  potencialidad  que luego  será  contextualizada  y  explotada  por  el pensador francés cuando señala en su comprensión  de  las  resistencias.  ¿Podemos reconocer  una  correspondencia  de  la  estética  de la  existencia  como  una  resistencia?  Antes  de desarrollar  la  pregunta,  es  necesario  un cuestionamiento  del  concepto  de  resistencia,  el cual puede ser interpretado desde la multiplicidad de  perspectivas.  Para  ello  se  apela  al  análisis  de Rigoberto Lanz, pensador venezolano consideraría  aproximaciones  teóricas  a  la posmodernidad  crítica  radical.  Lo  interesante  de tal  propuesta  teórica  es  que  elimina  cualquier vestigio  metafísico  de  las  praxis  de  resistencia con  una  “voluntad  emancipatoria  radical”.  En palabras  del  pensador  venezolano  se  puede vislumbrar lo siguiente:
 
La resistencia que constituye a los agentes sociales  de  la  subversión  no  es  la  simple reacción frente a los males y aberraciones de  un  modelo  societal  determinado.  La energía  de  esa  reacción  podría  coincidir con el sentido de una impugnación radical de esta civilización. Pero esa coincidencia es sólo una posibilidad que históricamente no  ha  sido  realizada  en  parte  alguna.  Los objetivos  y  móviles  de  una  conmoción socio-política  no  tienen  por  qué  traducir forzosamente  una  voluntad  emancipatoria radical (Lanz 1998: p. 48).
 
Esta  propuesta  teórica  que  valora  la coincidencia entre objetivos y voluntad emancipatoria radical como simple contingencia, es  una  propuesta  esencialmente  nietzscheana. Eliminando  cualquier  vestigio  metafísico  para comprender  a  la  estética  de  la  existencia,  se libera el ethos de cualquier determinación de una idea  o  espíritu,  tal  como  lo  plantearía  una propuesta filosófica hegeliana. Una resistencia en clave  nietzscheana  al  proceso  de  individuación (apolíneo)  cae  en  las  garras  y  la  cabeza  de  un accionar dionisíacamente, quebrando ese principium individuaionis, enfrentado directamente  al  poder  allí  donde  acciona produciendo  subjetividad,  no  sólo  reprimiendo. Ahí  se  observa  el  aspecto  libertario  de  tal práctica  de  la  resistencia,  motivando,  en  el campo  político,  una  crítica  furtiva  al  Estado  y una  hostilidad  a  los  instintos  políticos  que emanan  de  la  concepción  apolínea.  De  esta forma,  concebir  esta  resistencia  como  una estética  de  la  existencia  implica  reconocer  la amplitud  libertaria  de  tal  praxis  en  el enfrentamiento  de  las  modelizaciones  morales, por  tanto  históricas,  a  las  que  se  ve  envuelto  el cuerpo.
 
Un  aspecto  importante  a  resaltar  es  que  la praxis dionisíaca no es resuelta desde el concepto de  sujeto,  otro  de  los  puntos  claves  de  ruptura que expone Nietzsche, en especial el relativo a la ficción  que  versa  sobre  el  hombre.  Nietzsche critica  el  concepto  abstracto  de  hombre  y  de  la inclusión  de  juicios  sobre  ese  ser  abstracto,  lo cual nos lleva a interpretar una crítica al sujeto en analogía  con  el  concepto  de  hombre.  Lo  que  la posmodernidad  denomina  críticamente  como sujeto,  en  Nietzsche  tiene  la  correspondencia  de hombre.  Esto  lo  deja  claro  cuando  expone  lo siguiente:
 
Todos  esos  hombres,  que  no  se  conocen entre  sí,  creen  en  ese  ser  abstracto  al  que llaman  hombre,  o  sea,  creen  en  una ficción. Todo cambio que traten de incluir con  sus  juicios  en  ese  ser  abstracto  los individuos  poderosos  (como  los  príncipes o  los  filósofos)  produce  un  efecto extraordinario y exagerado en la mayoría. Y todo esto ocurre porque cada uno de los individuos  que  forman  esa  mayoría  no  es capaz  de  oponer  el  ego  verdadero,  que  le es  propio  y  en  el  que  ha  profundizado,  a esa  pálida  ficción  universal  que,  de  este modo,  quedaría  destruida  (Nietzsche 2008: p. 86).
 
También  resulta  interesante  la  propuesta teórica de Alzuru (2014) demostrada en su aporte al libro homenaje a Rigoberto Lanz, quien con su obra,  Cuando  todo  se  derrumba,  establece  unos puntos de contacto con lo referente al cultivo del cuerpo,  el  cual  puede  ser  medido  como  un accionar  dionisíaco  en  clave  de  estética  de  la existencia.  Los  puntos  de  contacto  son  las voluntades  deseantes  de  saber,  poder,  el  querer vivir  aquí  y  ahora  desde  una  estética  y  ética placentera.  Lo  que  recobra  Alzuru  de  la propuesta  nietzscheana  son  cuatro  aspectos,  el primero gira en torno al hecho de que el estilo en Nietzsche  es  un  hacerse  a  sí  mismo.  El  segundo se corresponde a que dicha configuración es una práctica auto-pedagógica. El tercer aspecto versa sobre el aspecto de que ese hacerse a si mismo se convierte en una ética de lo que se quiere ser. Y por  último,  ese  hacerse  a  sí  mismo,  tiene  sus consecuencias en la transformación de su cuerpo en  el  superhombre,  lo  cual  “alude  al acrecentamiento  de  la  voluntad  deseante, gobernado por Dionisio y Apolo” (Alzuru 2014: p. 384).
 
El  accionar  o  la  praxis  dionisíaca  no  pueden ser medidas bajo una perspectiva macro-política, ya que la contingencia del mismo frente al poder y sus entramados es multifacética e imposible de redefinir  en  conceptos  abstractos  y  universales. Los cuerpos rebeldes  se constituyen en rebeldes en  cuanto  se  auto-forjan  una  estética  de  la existencia que los lleva a impugnar las relaciones de poder, ya sea desde el campo del saber, como también desde aspectos específicamente políticos.  Oponerse  a  la  represión  estatal,  ya  sea en su versión coercitiva o consensual, se expresa la praxis libertaria dionisíaca, desarrollándose en una  estética  de  la  existencia  bajo  perspectiva  de resistencia. Que esta resistencia y sus multiformes prácticas coincidan con una impugnación  radical  de  la  civilización  es  una contingencia,  tal  como  reflejó  Lanz  (1998),  lo que  nos  lleva  a  exponer  que  la  propuesta  de  la estética  de  la  existencia  nietzscheana  tiene  una fundamentación  contingencial,  no  metafísica,  y por  tanto  tiene  un  alcance  que  se  configura  en una política corporal.
 
REFLEXIÓN FINAL
 
Aunque no exista un pensamiento sistemático en  cuanto  filosofía  política  en  la  obra  de Nietzsche,  lo  que  sí  está  presente  es  el  reclamo voluntad de libertad que enfrenta las modelizaciones  de  la  moral,  la  costumbre,  y  las prácticas políticas afines al patriotismo, es decir, que confronta la comprensión política del Estado bajo una perspectiva apolínea. Se ha rescatado el accionar dionisíaco como posibilidad de confrontación  con  lo  existente,  configurado  por una  estética  de  la  existencia  que  se  exprese  en una resistencia como modo de ser de hacerse a sí mismo. De fondo se expresaría una política desde el  cuerpo,  desde  un  cultivo  de  sí,  y  por  ende, desde una política libertaria que enfrenta al poder allí donde el mismo se ejerce, y el cuerpo resulta estar  penetrado  por  el  mismo.  Constituirse entonces  en  cuerpo  rebelde,  en  cuerpo  en  fuga implica  embriagarse  de  la  copa  dionisíaca, disfrutar  la  vida  como  tensión,  como  auto-ordenamiento  de  la  vida  caótica.  No  hay  en Nietzsche  grandes  campos  de  batalla,  sino combates  cotidianos  que  exigen  una  disciplina, tal  como  la  tiene  un  artista,  constancia  y radicalidad.  La  estética  de  la  existencia nietzscheana presenta una actualidad incuestionable en un mundo que avanza hacia las modelizaciones  y  controles  de  las  voluntades deseantes,  abriendo  las  puertas  para  conformar mayores  grados  de  autonomía  para  los  cuerpos decididos a emanciparse.
 
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
 
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