SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.14 número46Homenaje a Alejandro Moreno: Las epistemes del mundo-de-la-vidaHacia una epistemología de la complejidad y transdisciplinariedad índice de autoresíndice de materiabúsqueda de artículos
Home Pagelista alfabética de revistas  

Servicios Personalizados

Revista

Articulo

Indicadores

Links relacionados

  • No hay articulos similaresSimilares en SciELO

Compartir


Utopìa y Praxis Latinoamericana

versión impresa ISSN 1315-5216

Utopìa y Praxis Latinoamericana v.14 n.46 Maracaibo sep. 2009

 

Presentación

Álvaro B. Márquez-Fernández

El acuerdo continental en la América Latina, con Hugo Biagini y Arturo Roig (Cfr. Diccionario del Pensamiento Alternativo. Biblos, Universidad Nacional de Lanas, Argentina, 2008), es cada vez más próximo y certero. El pensar crítico es una praxis emancipadora que está comprometida con la superación de cualquier dogma, en especial el de la Razón.

Este movimiento emancipador del pensamiento, a través de la crítica, cuestiona hoy día, en sus causas y efectos, el orden hegemónico del poder de la razón científica y de la técnica, pues considera que han creado el instrumental tecno-científico para la destrucción de la vida humana. Ambas se procuran un dominio a través del conocimiento y su eficacia, efectividad y eficiencia, en un desmedido afán por dirigir las relaciones humanas en correspondencia con un telos de permanentes imposiciones fetichistas.

De igual manera, desconoce y excede, muchas veces, las fronteras valorativas de la ética o la moral. En el umbral de la Modernidad ninguna concepción teleológica de la racionalidad tiene suficiente justificación para legitimar tal poder depredador sobre la existencia humana y de la naturaleza. Sin embargo, la lógica de la racionalidad reproductora del cientismo cosificante de la Modernidad, no cesa en sus intentos de uniformar las praxis de los sujetos por medio de procesos reductivos y/o selectivos de interacción social capaces de controlar la pluralidad y diversidad en la creación intersubjetiva del conocimiento y sus representaciones.

Es indiscutible el naufragio de la concepción antropocéntrica del mundo. Ésta cede y se agrieta, poco a poco, ante la presencia de otros espacios donde el repensar los medios y fines de la razón implica el reconocimiento de otras experiencias epistémicas de nuestros saberes. La crisis de la razón científica positiva y la versatilidad de las revoluciones tecnológicas para convertir al hombre, su mundo y naturaleza en “cosa”, da a luz a una de las principales contradicciones históricas para la reflexión del pensamiento dialéctico y complejo: una racionalidad contra-humanística.

Es urgente evitar que el impacto e innovación de las tecnologías de punta, se transformen en la consecuencia indeseable de una uniformidad-masificante de la globalización, ante la cual pareciera que la filosofía y la política están destinadas a palidecer en la clandestinidad. Es inminente la insurgencia del pensamiento crítico que nos permita una dialógica reflexión sobre los fines de las mediaciones tecno-científica en la construcción y desarrollo de la Humanidad.

En un esplendido y brillante libro, L´articulation du sens, Jean Ladrière, consideró, desde la perspectiva hermenéutica y fenomenológica, que las ciencia tienen por finalidad la interpretación del sentido. Se pudiera decir, entonces, que todas las “ciencias” son ciencias del “sentido”, pues, tanto unas (las naturales, empíricas, empíricas-formales) como otras (culturales, históricas, sociales), basan sus teorías y metodologías en un efectivo esfuerzo heurístico por interpretar racionalmente la diversidad de sentidos con los cuales nuestras acciones y actos, percepciones y racionalidades, re-des-representan la realidad. Si bien la racionalidad es para la civilización occidental el principio universal del conocimiento, hoy día es inadmisible que tal principio pueda operar bajo la premisa del reduccionismo, la objetividad y la simplicidad.

La realidad no se comporta ni responde unívocamente a las directrices de la racionalidad deductiva, pues tal pretensión omnicomprensiva de la razón entra en contradicción dialéctica con sus propios a priori y con las ontologías de los objetos de la realidad. El conocimiento racional de la realidad va mucho más allá del dato empírico o fáctico que la demuestra, ya que tal conocimiento posible siempre es una gama o trama de relaciones cognitivas que emergen desde una diversidad ontológica del ser que no es posible atrapar o controlar a partir de un supuesto o principio de totalidad universal o sistema cerrado.

El conocimiento es el resultado de una pluralidad de formas de racionalidades y de formas de repensar racionalmente las realidades que percibimos a través de las experiencias formales, simbólicas, lingüísticas, sensoriales, estéticas, políticas, éticas, sociales, económicas de nuestros mundos-de-vida. El paradigma de la modernidad cartesiana, que consideró el conocimiento como el resultado de la aplicación de unas reglas metodológicas, no estimó importante considerar la relatividad de los objetos y las intersubjetividades de los sujetos en la construcción racional de los modelos de la verdad científica. Un método para un objeto y viceversa: nada más alejado de las dinámicas no lineales de los diversos sistemas de vida. El giro epistémico que anuncia esta otra racionalidad dialógica y hermenéutica no sustituye una experiencia del pensamiento por otra, sino que es capaz de crear –he allí la auténtica distinción y/o diferencia- otras cartografías que abren los modelos cartesianos de la racionalidad a esa libertad ontológica que requiere el pensar sin paradigmas, creencias, prejuicios, tabúes… 

Las colaboraciones que se han seleccionado para esta nueva edición, se mueven sin disimulo alguno en estos tiempos de crítica a la Modernidad, o quizás también pudiera decirse de posmodernidad… Un magnífico y rico entramado, político, social, psicoanalítico y ciudadano, pone de relieve el indiscutible valor filosófico y epistémico de cada una de las investigaciones que se presentan al lector.

La interpretación que sostiene Miguel Martínez Miguéles, en su estudio “Hacia una epistemología de la Complejidad y Transdisciplinariedad” es suficiente demostración de las carencias del paradigma moderno, y de las nuevas condiciones de génesis de lo que este autor considera como “arquitectura semántica”, “episteme cualitativa”, “mundo holístico”, “sistemas no lineales”, entre otras características del paradigma emergente, y las interacciones transdisciplinares que acontecen en las diversas naturalezas de los saberes. Nos ofrece un atractivo repertorio de problemas y alternativas de la actualidad de las Ciencias Humanas, que nos permiten discutir los nuevos escenarios de la racionalidad en sus aspectos epistemológicos, ontológicos y metodológicos. El genuino espíritu del paradigma emergente, es decir, transdisciplinar, responderá a una mirada de la ciencia que recupere para ésta, el arte y la ética.

Desde la perspectiva de la Filosofía Política y la Teoría Sociológica, es Carmela Guarino quien nos presenta de un modo muy ejemplificante, a través de su estudio “Emancipazione e diritti umani nel pensiero di Boaventura de Sousa Santos”, el ocaso de la racionalidad del capitalismo neoliberal y las funestas consecuencias de una hegemonía económica que ha resultado ser la antítesis de las utopías burguesas de la igualdad, equidad y libertad. El desconocimiento a los derechos humanos de la mayoría ciudadana, en sociedades de alta concentración de poderes excluyentes requiere de una crítica lacerante a los beneficios que otorga el mercado de consumo en sociedades cada vez más globalizadas. Es imperativa la lucha por el logro de otro mundo posible, donde una “democracia de alta intensidad” haga viable la incorporación de los excluidos, en particular de la América Latina, Asia y África, en los asuntos públicos de la vida de todos. Los nuevos movimientos sociales, a raíz del Foro Social Mundial, los considera esperanzadores para el logro de otro orden social de más derechos humanos.

Provisto de un copioso análisis entre teorías y filosofías (v.gr., paralelista, pragmatista, identificatorias, autonomista) acerca de lo que es la “ciencia”, “técnica” y “tecnología”, Armando Chiappe, nos introduce en su artículo “La posibilidad de un puente sobre problemas actuales de la filosofía de la tecnología” a una exposición y crítica a estas tradiciones filosóficas de dificil conciliación. Despeja las incógnitas al considerar dos asuntos fundamentales para la epistemología científica contemporánea. El dominio técno-científico se ha convertido en una forma de pensamiento, que no es posible disociarlo ideológica y politicamente del desarrollo de las ciencias sociales. La imbricación entre esos conceptos-mundos requiere de una comprensión fenomenológica-hermenéutica de lo que pudiersa ser una futura filosofía de la técnica.

La pertinencia del artículo “La resbaladiza naturaleza de la acción colectiva” de Diego Lawler, en su crítica al concepto de “sujeto plural” en la teoría de Margaret Gilbert, enriquece decisivamente el rigor de la crítica epistemológica en las ciencias sociales. Si bien, la acción colectiva supone un conglomerado de individuos (sujeto plural) que son capaces de compartir finalidades comunes –asumidas por una voluntad en común- para justificar y aceptar el logro de acciones que en común responden a un contexto social; al parecer, considera el autor, no es suficiente admitir al interior de la pluralidad de los sujetos una homogeneidad mental para que estas acciones colectivas se produzcan automáticamente. Se cuestiona, entonces, la constitución social de ese “sujeto”, pues no es suficiente la unidad “metafísica” a la que se alude y de la que toma su fuerza como grupo social. Entre unos y otros se conjugan intereses comunes que hacen posible la aparición del “sujeto plural”, pero que más bien pudiera convertirse en un sujeto único” que escamotea la presencia de la individualidad.

La noción efímera de lo real, la consciencia de que el goce y el deseo son insatisfacciones emocionales que tienen una causalidad política que se nos aparece como inconsciente, la falta de una alteridad de la que nos podamos valer para superar los límites de la represión, las idolatrías a la razón absolutista y unaria que cercena la libertad de quienes pueden pensar desde otras alternativas entre lo oculto y lo visible; éstos y otros acertijos busca explicar Hernán Fair en su interesante artículo “La elusión del síntoma social del capitalismo contemporáneo”. Un acercamiento a la condición moderna del hombre que aún permanece atrapado por un imaginario filosófico que viene colonizado desde Platón hasta Descartes, y que hoy día se acentúa –a juicio de Lacan- con el desarrollo del capitalismo y la sublimación del goce que se propicia las insatisfacciones en el consumo. El discurso asintomático de la Ciencia, en especial de la economía, intenta mantener este orden de poder sobre el ciudadano al convertirlo en un objeto o cosa subordinado al principio de realidad. Doblegar esa naturaleza sensible del ser frente al goce, por la represión y el control que garantiza el consumo de las mercancías al servicio de este nuevo Dios unario que rememora a los antiguos dioses, es a lo que el discurso de la ciencia y la tecnificación de las satisfacciones humanas y de la sociedad está propenso.

Lisbeth Scarbay y Judith Rodríguez López realizan una investigación de campo sobre las “Redes de compromiso cívico en las organizaciones del tercer sector en el Estado Zulia”, particularmente en los populosos Municipios de Maracaibo y de San Francisco del Estado Zulia (Venezuela). Se aborda esta investigación considerando la categoría de “capital social” como una condición que potencia el desarrollo personal, comunitario e institucional de los actores sociales que participan en una trama de correlaciones sociales de producción económica. De este modo se optimizan los intereses y los beneficios compartidos de los miembros que forman parte de las diversas redes en función a lazos de asociatividad, solidaridad, confianza y reciprocidad, entre otros. La importancia de la investigación reside, en la capacidad para ampliar la comunicación e información al interior de las instituciones principalmente no gubernamentales, ONGs de la sociedad, con respecto a sus alianzas con las políticas públicas del Estado dirigidas a las organizaciones del tercer sector. Esa correlacionalidad y transversalidad entre los espacios del tejido social, permite mayores niveles de participación democrática directa en la solución de los problemas sociales.

La posible contradicción (antropo-lógica) entre racionalidad e irracionalidad, como dos acciones posibles de una misma conducta intencionada, es el planteamiento clásico del kantismo, que recoge Ignacio Medina Nuñez en su ensayo, “El ser humano y su insociable sociabilidad”. Tiene el autor el expreso propósito de hacernos volver sobre el curso histórico de una existencia humana donde más que reinar el ideal de una “paz perpetua”, la presencia de la guerra y la irracionalidad es la respuesta perversa al logro de una ciudadanía mundial o cosmopolita que bien pudiera gozar pacíficamente (hoy día) de los beneficios que los descubrimientos científicos y el desarrollo tecnológico. Sin embargo, no ha sido de esta manera el desarrollo de la “naturaleza humana”, que pugna en cada ciclo histórico y en cada revolución por salir airosa de la insociabilidad del poder de la racionalidad. No es tan franco y sin tropiezos el camino de la razón a través de la libertad; al parecer, el hombre debe vencerse así mismo.

Desde su postura intercultural de la filosofía Raúl Fornet-Betancourt nos presenta su crítica reflexión “Una meditación de la ciencia”, donde expone cuáles son sus premisas para cancelar la hegemonía cientificista de la razón occidental. Es una meditación muy filosófica y existencial acerca del sentido de lo que es pensar la ciencia, muy a tono con los trabajos que forman parte de esta edición de la revista. Sobre todo, cuando se desea profundizar sin fatuas retóricas en el uso de la ciencia como el ejercicio de un poder y dominio que deshumaniza lo humano y desnaturaliza la naturaleza. En la modernidad se privilegia el “saber hacer” técnico de la ciencia, sobre la reflexión o meditación que nos permita pensar fuera del dominio instrumental de la ciencia que penetra cotidianamente el mundo de vida de las personas, hasta convencernos de que su opresión colonizadora es una condición natural de su desarrollo. Ese otro modo de pensar la ciencia, recuperaría la ciencia como el vínculo necesario que nos permite organizar el conocimiento humano con responsabilidades éticas y políticas que respondan a la sostenibilidad de la vida en este planeta.

Jesús Peña Cedillo cuestiona a través de una “crítica débil” y una “crítica fuerte” el status hegemónico que se le ha conferido a las ciencias positivas. En su trabajo: “¿Es el conocimiento científico, superior a los otros saberes humanos?”, considera incompletos los principios fundamentales que sirven para legitimar el “conocimiento científico”, como un discurso de la racionalidad que por su “objetividad, predicción, explicación, control, síntesis, y beneficios”, es superior a cualquier otro conocimiento. Existen, desde la “crítica débil, diversos tipos de conocimientos que se fundan en las sensaciones, percepciones, voluntad, deseos, placeres, que están fuera de todo estándar científico (empírico-experimental), pero resultan importantes fuentes del saber. También es válido señalar el correlato entre ciencia, política e ideología, lo que hace suponer la inexistencia de una neutralidad científica en la formulación de las teorías o epistemes. Por otra parte, sitúa la “crítica fuerte” en el centro de la “arrogancia, los fines perversos y malos, insensibilidad, decadencia y contrasentido de la vida”, que le ha valido un tremendo descrédito a las ciencias; en especial, cuando ésta ha sido colocada al servicio de los totalitarismos, intereses sectarios, y en el caso más lamentable: la comercialización de sus productos. Entre ambas posturas lo recomendable es una razón moral que discierna los pro y contra de cada “crítica”, siempre a favor del bien humano. El hecho irrefutable es que hoy día los epistemólogos de vanguardia repiensan la ciencia mucho más cerca de la imaginación y los sentimientos, lo que abre el reencuentro con el mito y las artes.

Una interesante y descriptiva panorámica acerca de los “Nuevos giros epistémicos para superar el modelo positivista de la disciplinariedad en las Ciencias Sociales”, es el trabajo que nos ofrece Zugey Velásquez, cuyo enfoque principal se basa en el pensar y las teorías de la complejidad propuesta por E. Morin, y se complementa con la concepción posmoderna de las ciencias según R. Lanz y Boaventura de Sousa Santos. La desfundamentación epistémica de la concepción disciplinar de las ciencias considera insuficiente el modelo cognitivo de la objetividad del objeto por medio de la racionalidad instrumental del sujeto. La centralidad de las ciencias en la universalidad de un absoluto racional cancela apriorísticamente la posibilidad de interactuar desde otras racionalidades las transformaciones que sufre la realidad en sus permanentes modificaciones por las relaciones de caos e incertidumbre consecuentes del relativismo ontológico. No es aceptable la unidad del método ante la constatación de que las representaciones de la realidad son plurales y diversas, pues su aprehensión supera los límites o fronteras de una totalidad cerrada. Si desaparecen las fronteras, entonces, la inter y transdisciplina entra en un escenario que implica una movilidad aletaroria, holística y compleja de las relaciones que se constituyen como sistemas que se desarrollan más por la transversalidad de sus elementos, que por la linealidad de sus funciones. Al conocimiento de la realidad se accede por medio de diversas pragmáticas racionales y su comprensión es el resultado de una hermenéutica intersubjetiva del sentido.