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Utopìa y Praxis Latinoamericana

versión impresa ISSN 1315-5216

Utopìa y Praxis Latinoamericana v.14 n.47 Maracaibo dic. 2009

 

Graciela Maturo. La opción por América. Editorial Fundación Ross, Argentina, 2008, 220pp. 

Zulay C. Díaz Montiel.

Universidad del Zulia, Maracaibo, Venezuela. 

Nos propone en su libro más reciente, una vez más, la investigadora, ensayista y poeta argentina, Graciela Maturo, una indispensable reflexión latinoamericana que se ocupa de interpretar la significación de la identidad en sus diversas y peculiares dimensiones mítico-religiosa e histórico-culturales. Su particular y notable interés por la hermenéutica de Ricoeur y Gadamer y la fenomenología de Husserl, entre otros pensadores europeos y latinoamericanos, le ha permitido proponer una original genealogía de los símbolos y una arqueología de los sentidos a través de los cuales las experiencias más originarias de la vida en su representación literaria y artística, histórica y civilizatoria, pueden definir los momentos de tránsito de los seres humanos en sus diversas temporalidades sociales. 

Esa mirada existencialista desde, por y hacía el otro es una mirada de re-encuentro capaz de interpretar la vida como relato originario del ser en sus praxis culturales. Historia que se cruzan al infinito entre quienes vienen de una América pre-hispánica y otros más que llegan a este continente desde sus raíces europeas, asiáticas o africanas. 

Para alimentar un imaginario simbólico que está más allá de cualquier orden de la racionalidad lógica. Desde este lado del mundo no occidental y forzado por el cosmos de vida de Occidente a reproducirlo, es que América se presenta como usa diversidad de la que tomo un sin número de interpretaciones y realizaciones humanas. Por lo que pensar desde el Nuevo Mundo, implica un orden de la palabra y de la lengua que permite contextualizar a los actores en aquellas manifestaciones culturales que permiten la caracterización y cosmovisión de historias regionales y universales. La autora se recrea filosóficamente desde un ontos del “pensar situado”, que hace posible el despliegue de as historias comunes y transversales de la experiencia existencial. 

El reconocimiento de esa diversidad en su diferencia que portamos en América, que no niega su interculturalidad sino que la reafirma desde un proyecto humanista de reconciliación y libertad. Precisamente, en sus propias palabras, el “pensar situado” se entiende como la recuperación cultural de la poética de los creadores humanistas de América desde la experiencia inédita de la eutopía. En América, “más que de utopía cabe hablar de topía, y sobre todo de una eutopía que impregna la fantasía poética de varios siglos y refluye como toda fantasía en la historia misma”. 

Es a la capacidad integradora y a las tradiciones y/o rituales, espiritualidades, de las prácticas de nuestras identidades culturales, que se erige esta otra AMERICA originaria como “eutopía”; es decir, pueblos milenarios que no han perdido su capacidad para reconstruir el mundo de sus vidas sin desestimar el pasado y sus memorias, a la vez que pueden en propuestas y alternativas originales muy efectivas a la hora de resolver los graves problemas producidos por la Modernidad deshumanizante. Es una luz de alerta y un principio- esperanza que se agrava en cada página de este estimulante libro, Opción por América, donde Graciela Maturo considera que deben ser los intelectuales, entre otros actores culturales, los principales protagonistas que animen el compromiso de emancipación que necesita asumir unas y otras manifestaciones culturales con el objetivo común de la integración social que se requiere a la vista de un proyecto humanista que favorezca el reconocimiento de las identidades en su pluralidad histórica como el camino posible para la unión de las naciones latinoamericanas. 

Es una máxima para nuestra autora: lograr una mayor humanización a través del ideal prometedor de re-integración de pueblos, hasta hoy, sumidos en la miseria y desesperanza. Pues, efectivamente, nos encontramos en un momento de crisis histórica del modelo civilizatorio de la Modernidad crucial para toda la humanidad, donde estamos urgidos de alternativas y respuestas que, por medio del reconocimiento del “otro”, hagan viable este plan vital de integración desde la identidad. Graciela Maturo sostiene que el Nuevo Mundo que es América respecto de Europa, reafirma la cosmovisión de pueblos llamados a una creciente autoconciencia de sí, para sí y el mundo. 

“América el buen lugar”, “Humanismo y Literatura” e “Integración desde la Identidad”, son los tres vastos capítulos en los que se divide la obra con la que nos deleita Graciela Maturo en esta oportunidad. En lo que sigue, trataremos de exponer una pequeña semblanza de cada uno de ellos.

I. América: el buen lugar 

Recoge “la eutopía americana: de Antonio de León Pinelo en el 1600 (eutopía colonial), a Leopoldo Marechal en la segunda mitad del 1900 (eutopía moderna)”. El mito de América, entre la historia y la fantasía, va conformando el perfil ético-estético de la región, que entrelaza la visión realista y un diseño utópico. América, la tierra encarnada en el mito, trae consigo el inminente fracaso del continente europeo para abordar la concepción humanista que debe conducir al mundo, convirtiéndose al mismo tiempo en la esperanza de la humanidad. . 

Juan Larrea –poeta español– redescubre la obra de Antonio de León Pinelo y en este capítulo, Graciela Maturo hace referencias a su narración. En su relato, da cuenta del Cronista Mayor de Indias: Antonio de León Pinelo (1595-1660), quien atribuye a Cristóbal Colón el haber instaurado la idea del Edén, proyectando la imagen paradisíaca del Nuevo Mundo que es América. Colón fue el fundador del realismo mágico americano; y Larrea vive la eutopía americana de León Pinelo anunciando la venida de la ciudad celeste en el tiempo histórico de América. 

Con Marechal (1950), se produce el encuentro de dos tiempos –el descubrimiento y la modernidad- en un mensaje, que según la autora, es legítimo leer como profecía para estos tiempos de oscuridad. Es una señal individual y colectiva que marca la cultura hispanoamericana de las décadas recientes; y es la literatura como clave de la identidad latinoamericana la que abre el ciclo que revela la expresión de la inocencia de América como el lugar de encuentro entre el Oriente y el Occidente del Mundo. Estamos destinados a conciliar los opuestos como manera de superar las lógicas estrechas heredadas de Occidente. 

La literatura como clave de la identidad latinoamericana nos incita y acucia a construir una sociedad feliz en un horizonte de identidad desde la diferencia, desde lo distinto de un ethos cultural de una comunidad de pueblos que se hallan irregularmente repartidos en el vasto territorio continental e insular de América Latina. 

Pero ¿Cómo pensar nuestra realidad? Para la autora, “todo pensar genuino es un pensar situado, que se hace cargo de su propia historicidad”. Esta tarea de pensar la realidad latinoamericana ha sido retomada constantemente por la larga tradición del pensamiento nuestro americano y ha estado sumergida dentro de la realidad social, entendiendo ‘Sociedad’ como el mundo cotidiano de todos y cada uno de nosotros y la dimensión del sistema económico-político. El rescate de las condiciones de comprensión intersubjetivas en las que se halla el resurgir de la eutopía latinoamericana, es una tarea política. Desde este punto de vista, sólo las razones morales construidas con una formación democrática de la voluntad común pueden ayudar a concretar el desarrollo de este resurgimiento. 

El diálogo entre culturas, lleva implícito el re-descubrir la identidad latinoamericana aun no plenamente formulada. El Ser cultural latinoamericano como herencia y prolongación de Europa; como subyacente en la América India, o como realidad emergente en la historia que se desprende de culturas anteriores para generar una síntesis nueva, connota concepciones del problema desde donde surgen distintas propuestas para la integración cultural. Graciela Maturo apuesta por la esencia de nuestra cultura a través de una comprensión profunda del fenómeno de mestizaje latinoamericano, como realidad vital que de hecho genera y afirma un estilo propio de pensar y hacer. 

II. Humanismo y Literatura 

El Humanismo filosófico latinoamericano es un legado hispánico, itálico y greco-latino que confluye con una herencia autóctona produciendo una relación del arte con la vida, donde Mito y Verdad dejan de ser antagónicos y se despliega una nueva etapa histórica en América, que comienza a mediados del siglo XVI y es trasmitida por los humanistas Erasmo y Tomás Moro. En el desarrollo del humanismo latinoamericano, la historia y el Mito se fusionan en la narración como totalidad de la relación hombre-mundo, hombre-hombre, teniendo como horizonte la relación trascendente hombre-Dios. 

Graciela Maturo en este capítulo estudia las manifestaciones culturales de la colonia profundizando en la poesía colonial hispanoamericana. Explica que sin perder su referencia al mundo real, en el humanismo, el sujeto es creador e intérprete de la obra, siendo la palabra comunicación entre sujetos: -sujeto-autor, sujeto-lector. En el Humanismo literario moderno, el drama, la tragedia, la novela y la poesía, se conjugan como actos de creación que se proyectan sobre las cosas del Mundo y abarcan una concepción valorativa de las artes como nexo divino-humano. 

Es el mestizaje latinoamericano el que desarrolla el humanismo colonial y moderno que a la vez impregna la imaginación que da lugar a las expresiones literarias latinoamericanas. En este sentido, la autora narra cómo el humanismo filosófico se introduce en América con la creación de las primeras Universidades –Universidad Santo Tomás de Aquino, Santo Domingo 1528; y la Universidad de México y San Marcos de Lima en 1551-, que basadas en el dominio de la lengua latina impusieron la sintaxis latina que dio su sello al barroquismo literario. Así pues, el acto estético como actividad espiritual, se desarrolla con el humanismo, siendo una fenomenología del acto creador como expresión del Ser. 

Nuestra autora afirma que dentro de las categorías estéticas de la cultura humanista latinoamericana encontramos el Barroco de la catolicidad, que alude a una universalidad religiosa que se arraiga en el humanismo renacentista sin dejar de lado la propia tradición sincrética de España. 

Más tarde, el redescubrimiento americano que se da con el movimiento estético hispanoamericano conocido como <modernismo>, fundamenta la renovación cultural que atañe a las naciones latinoamericanas. La autora describe las características más resaltantes de este periodo, significando: el impulso a la superación de la óptica eurocentrista y llama la atención sobre la singularidad de la tradición, el imaginario poético a partir de una actitud desprejuiciada y el resurgimiento del simbolismo de la cultura cristiana que pertenece al imaginario colectivo –imágenes como la de Adán y Lucifer-. 

En la novela como categoría literaria vanguardista se acentúa la tradición humanista, relacionando la actitud filosófica con el contexto. En general, la literatura latinoamericana traduce un ámbito natural propio, que introduce la eticidad de una sociedad en la que se moviliza el oprimido, el denegado, el excluido. Conflictos de un mundo en emergencia y lucha. 

III. Integración desde la Identidad 

Para Graciela Maturo la integración es el aporte más valioso que Latinoamérica puede dar a la humanidad en estos tiempos de oscuridad, de crisis y desesperanza. Su quehacer intelectual la lleva a considerar “la cultura como estructuración del mundo humano”, significación histórica que abarca relaciones hombre-naturaleza y de alguna manera designa lo originario. 

El mundo como cultura asegura la individuación de los seres humanos a través de su socialización y viceversa, pudiendo el sentido social constituido como legado cultural condicionar la capacidad transformadora de las sociedades haciendo posible transformar la realidad. 

En este sentido la cultura como ámbito intersubjetivo se convierte en el patrimonio espiritual de los pueblos representada en forma fundamental por el lenguaje y el núcleo ético-mítico como sustrato pre-lingüístico inmerso en el inconsciente “que no repite la cultura europea ni tampoco prolonga la matriz cultural indígena”, le da a los hombres y mujeres del subcontinente capacidades para conciliar opuestos, para saltar ese <vacío intercultural> que podría generar una realidad cultural distinta. 

Nuestro espacio intersubjetivo fundado con relación a lo sagrado hace de la cultura la forma espiritual que regula el desenvolvimiento humano. Sin referencia a lo sagrado, ninguna relación tendría basamento sólido para conformar una comunidad integrada y armónica. 

“La misión de América latina en la apertura de la era universalista” no es otra que la integración en todos los planos –económico, social, político, y cultural–. Sólo así podremos asegurar nuestra auténtica liberación y el despliegue real de nuestras posibilidades históricas. 

La autora explica que será a través del re-conocimiento de nuestras identidades que podremos integrarnos; y en este sentido, las identidades suponen profundizar en las raíces culturales donde sólo la comprensión de nuestra historia, el conocimiento de nuestra estructura histórico-cultural y de los problemas estructurales y coyunturales que nos agobian, podrá ayudarnos a comprender el presente para crear un futuro que concrete nuestra integración desde las identidades. 

En una panorámica general La opción por América nos ofrece pues, la posibilidad de recuperar el sentido colectivo de nuestras tradiciones produciendo relaciones de reconocimiento de las diversas identidades y tradiciones en un proyecto histórico compartido, respetando la autonomía necesaria para participar abiertamente en el diseño de una educación humanista que permita a Latinoamérica, como civilización de la esperanza, construir un mundo más solidario y justo.